Pastor Esn 17

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Revista Pastores AO 6 - N 17 - MAYO 2000

SUMARIO Editorial De la Sacerdotalis Caelibatus hasta hoy Padre Amadeo Cencini La madurez integral del sacerdote, religioso y religiosa Dr. Gastn de Mezerville Soledad habitada Mara Luisa efele Recuperar la belleza de nuestro celibato Pbro. Carlos Franzini El celibato sacerdotal Mons. Bernardo Witte Encuentros peridicos de sacerdotes Recensiones Noticias

EDITORIAL En varias oportunidades hemos comentado en esta pgina el objetivo fundamental que perseguimos con nuestra publicacin: queremos ofrecer un servicio de hermanos a hermanos para ayudarnos en nuestro camino personal y comunitario de formacin permanente. Estamos convencidos de que Pastores es una herramienta til para este cometido, aunque no es ni la nica, ni la ms importante. As nos lo hacen saber muchos lectores, tanto por carta como personalmente. Los artculos aqu publicados son motivo de estudio, reflexin, oracin y dilogo, tanto individualmente como en grupos e, incluso, han sido aprovechados en algunos presbiterios. Para poder cumplir con nuestro objetivo tratamos de ir recogiendo inquietudes, necesidades, preocupaciones de la vida presbiteral, tanto en nuestras dicesis de origen como en encuentros, reuniones y dems mbitos eclesiales con los que estamos en contacto. Por otra parte, y porque somos pastores, la marcha de todo el Pueblo de Dios y de todos los hombres, sus gozos y esperanzas, tristezas y angustias, nos orientan a la hora de seleccionar temas y material para los distintos nmeros de la revista. Por ello venimos dando espacio en los ltimos nmeros a la celebracin del Gran Jubileo de la Encarnacin. Lo hemos hecho desde distintas perspectivas y con variadas acentuaciones. Sin perder de vista nuestro objetivo, hemos querido ofrecer elementos para vivir ms hondamente este tiempo de gracia y conversin que el Seor nos regala con el Ao Santo. Una de las notas caractersticas de este tiempo ha sido la llamada a la conversin, hecha de memoria, gratitud, reconocimiento de culpas y disposicin serena y esperanzada a una renovada fidelidad de todos los creyentes. Tambin nosotros, pastores de la Iglesia, recibimos esta llamada y nos sentimos urgidos a dar una respuesta. En razn de cuanto venimos diciendo se puede entender que para este nmero hayamos querido proponer a nuestros lectores el tema del celibato sacerdotal. El Misterio de la Encarnacin pone luz sobre el designio salvador de Dios y la concreta economa de salvacin. En ese marco ha de ser ubicado el ministerio presbiteral como lo entiende y vive la Iglesia. El Ao Santo es tiempo propicio para volver a reflexionar sobre nuestra identidad ms profunda, para revisar nuestra vida, para reconocer debilidades y pecados, para abrirnos confiadamente al don de la conversin. Por otra parte, en nuestra experiencia personal y eclesial el tema del celibato ocupa un lugar destacado. De hecho ha sido, y sigue siendo, motivo de debates, tanto a nivel teolgico como magisterial. Basta revisar el desarrollo de algunas sesiones del Concilio Vaticano II, del Snodo de Obispos y otros encuentros episcopales y la abundante bibliografa sobre el tema. Fieles al objetivo de nuestra publicacin con este nmero no pretendemos entrar en dicho debate. Ms bien queremos ofrecer a nuestros lectores un material apropiado para la reflexin personal y comunitaria, para el dilogo y -ojaltambin para la oracin. Creemos que el tema merece este espacio y el Ao Santo es un momento adecuado para abordarlo.

En primer lugar publicamos un estudio del P. Amedeo Cencini, sacerdote, psiclogo y pedagogo. En l se describe la evolucin del Magisterio a la hora de abordar el celibato en el mbito de la formacin sacerdotal. La vasta experiencia del autor como formador, profesor universitario (Universidad Gregoriana y Ateneo Salesiano) y consultor de la Congregacin para la Educacin Catlica, como asimismo sus numerosas publicaciones, nos dispensan de una presentacin ms completa. Publicamos tambin un captulo del libro Madurez sacerdotal y religiosa del Dr. Gastn de Mezerville, perito del CELAM, que ubica el tema del celibato en el campo ms abarcativo de la madurez humano-afectiva requerida para este estilo de vida. Se incluyen otros aportes que enriquecen la reflexin del tema al vincularlo con otros aspectos complementarios de dicha reflexin: el artculo Soledad habitada, de Mara Luisa fele, que tal como insina su ttulo- propone la relacin entre vida clibe y soledad; Recuperar la belleza del celibato, del Pbro. Carlos Franzini, de nuestro equipo de redaccin, que presenta el tema en el marco de la pastoral sacerdotal. Incluimos, adems, una experiencia compartida por presbteros de la dicesis de Rafaela (Provincia de Santa Fe) sobre su vida fraterna, ntimamente ligada a una vivencia cabal del celibato sacerdotal. Finalmente, se publica un testimonio personal que espontneamente nos ha hecho llegar Mons. Bernardo Witte, Obispo de Concepcin (Tucumn) sobre nuestro tema. Al renovar las promesas bautismales, en la Vigilia Pascual, y las sacerdotales, en la Misa Crismal, estaremos renovando nuestra firme determinacin de caminar tras las huellas de Jess, el Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza. Quienes hacemos Pastores esperamos aportar con este nmero algunos elementos para hacerlo con renovado entusiasmo y creciente conviccin. Que la alegra de la Pascua Jubilar inunde nuestra vida y se transmita a nuestras comunidades!

DE LA "SACERDOTALIS CAELIBATUS" HASTA HOY: CONTINUIDAD Y NOVEDAD EN LOS DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO Padre Amedeo Cencini (Verona-Italia) El perodo de tiempo transcurrido desde la publicacin de Sacerdotalis Caelibatus (1967) hasta hoy ha estado caracterizado por una notable produccin de documentos del Magisterio, relativos a la formacin del clero, con particular atencin a aquella rea estratgica representada por la maduracin afectiva del presbtero, elegido en la Iglesia latina entre aquellos que son llamados a ser clibes. El fin de este artculo es observar de algn modo la relacin interna existente entre los varios textos publicados por el magisterio, para entender la continuidad y el tipo de relacin que liga a uno y otro en una especie de lectio continua. Los documentos oficiales de la Iglesia, en efecto, desde un lado son hijos de nuestro tiempo, y expresan tensiones y dificultades a las cuales buscan dar respuesta; por otro lado, sin embargo, hacen referencia a una lnea ideal que permanece constante en los valores y en las orientaciones de fondo y que resulta evidente particularmente en el conjunto de los textos mismos sobre todo si son referidos al mismo tema. Por lo tanto, sera til y enriquecedor realizar una operacin como la que estamos dispuestos a hacer. Permite alcanzar una evolucin que hace resaltar todava mejor el dictado magisterial en su constante y fatigosa bsqueda de la verdad, en el dejarse iluminar por el esplendor de la verdad. Concretamente examinaremos, como se ha dicho, los textos oficiales (intervenciones pontificias, congregaciones vaticanas y de los snodos de los obispos) que se refieren al celibato sacerdotal a partir de la Encclica de Pablo VI Sacerdotalis Caelibatus. Pero ser necesario, en primer lugar, describir brevemente el contexto cultural-eclesial que ha llevado a esta encclica, que es el contexto del Concilio Vaticano II en todo cuanto dice acerca del sacerdocio y del celibato. Para este punto propondremos una clave de lectura que hace, de alguna manera, emerger sea la continuidad o la progresin de la profundizacin operada por los textos del magisterio sobre este argumento; y pasaremos despus al anlisis de cada documento. Dada la naturaleza y lmite del presente estudio deberemos contentarnos con una lectura ms global y sinttica que analtica y puntual, de dichos documentos. Obviamente sin ninguna pretensin de plenitud (los documentos y referencias al respecto son muchos y de notable densidad), pero nos quedamos en el mbito de una reflexin que quiere recoger slo algunas lneas de tendencia ms significativa en el Magisterio, desde los ltimos treinta aos acerca del celibato sacerdotal.

Contexto cultural-eclesial: el Concilio Vaticano II Partimos de la presuposicin de que Sacerdotalis Caelibatus, como todas las otras acciones magisteriales de Pablo VI, no sera comprensible fuera del evento conciliar y de lo que eso ha significado, explicita e implcitamente, acerca de la doctrina del celibato. Es indudable que a pesar de la aparente o real situacin de tranquilidad, o de tregua, sobre la variante de la doctrina acerca de la ley celibataria, el Concilio Vaticano II, ya en su fase preparatoria, haya de alguna manera contribuido a aliviar el problema, o haya sido visto de parte de alguno como la ocasin propicia para rediscutir la ley celibataria. No obstante, nada, en las intenciones explcitas y en las declaraciones oficiales del magisterio puede dar entrada a tal hipotsis, que era ms bien fruto de una resonancia externa a la Iglesia, alimentada por los medios de comunicacin que se hacan de ello portavoces pero que en el aula conciliar jams tom consistencia en el sentido de una propuesta de abolicin del mismo celibato1. Sabemos que en una carta dirigida al Cardenal E. Tisserant el 10 de octubre de 1965, Pablo VI peda que los Padres no discutiesen pblicamente sobre el celibato sacerdotal: No es oportuno debatir pblicamente este argumento que requiere la ms grande prudencia y reviste una tal importancia. Tenemos el propsito no slo de conservar desde lo que dependa de nuestra ley antigua, sagrada y providencial, sino adems reforzar su observancia, reclamando a los sacerdotes de la Iglesia latina que sean conscientes de las causas y de las razones que hoy, de modo especial, hacen que se considere muy educada esta misma ley gracias a la cual el sacerdote puede consagrar todo su amor nicamente a Cristo y donarse total y generosamente al servicio de la Iglesia y de las almas2. Pero sabemos, no obstante, que aunque en nmero consistente se levantaron incluso voces y pedidos en sentido contrario, como cuenta el Cardenal Stickler, para proponer la abolicin de la disciplina celibataria para los ministros sagrados, sobre todo en continentes y regiones donde el celibato no es comprendido y difcilmente practicado, como por ejemplo en frica y Asia, o bien para proponer que se conceda la opcionalidad para el celibato en la iglesia latina tal como existe en la iglesia oriental3. De hecho la enorme mayora del episcopado mundial se pronunci por una valiente conservacin del celibato4. El Vaticano II, podemos decir, ha reafirmado sin ambigedad el ideal de la virginidad consagrada y del celibato en el marco de la vocacin cristiana5. Dicha afirmacin est indicada en algunos textos especficos: en el decreto Presbyterorum Ordinis n 166 que votado junto con los n 15 y 17 tuvo 2243, que si no es invlido7, en el decreto Optatam Totius en el n 108, adems, en cuanto concierne a la virginidad del religioso, en el n 12 de Perfectae Caritatis9. En sntesis, el Concilio ha confirmado la legislacin vigente por la iglesia latina acerca del celibato sacerdotal reafirmando el valor como don de la gracia; ha profundizado las razones (sobre todo biblco-teolgicas) de la conveniencia del vnculo entre sacerdocio y celibato10; ha subrayado la adhesin libre y total a un tal don, la insistencia sobre la libertad interior y la madurez humana, ha invitado a integrar la norma asctica cristiana con el aporte de la psicologa y pedagoga, etc. En particular, en Presbyterorum Ordinis, la carta sacerdotal del concilio, la argumentacin procede segn estos tres puntos (en el n 16): a- la continencia perfecta y perpetua por el reino de los cielos, recomendada por el Seor, es tenida en alta estima en la Iglesia, no es exigencia de la naturaleza del sacerdocio. Y esto nos muestra la prctica de la Iglesia primitiva y la tradicin de las Iglesias orientales.

b- El celibato, sin embargo, tiene mltiples conveniencias para el sacerdocio: como la misin sacerdotal est toda dedicada al servicio de la nueva humanidad, de esta manera el celibato ayuda a adherir a Cristo ms fcilmente, con corazn no dividido, a dedicarse ms libremente al servicio de Dios y del hombre, a servir con mayor eficacia en su Reino y de tal modo, nos hace obtener una ms amplia paternidad en Cristo. El sacerdocio incluso recuerda los desposorios entre Cristo y la Iglesia que se manifestar en el mundo futuro, del cual el celibato sacerdotal deviene signo viviente. c- Acerca de la ley en vigor en la Iglesia latina: y por consiguiente por motivos fundados sobre el misterio de Cristo y de su misin es que el celibato tiene relacin con el sacerdocio y es recomendado al presbtero. El cual deber ser fiel a este don precioso empleando los medios naturales y sobrenaturales necesarios. El documento sobre la formacin sacerdotal, Optatam totius, ofrece en vez, estos estmulos con respecto de la formacin a la castidad (10-11): a- el celibato debera ser visto no como una ley eclesistica sino como un precioso don de Dios11. Es la famosa teologa del don tpica del concilio, que al modelo de la perfeccin prefiere decididamente el modelo del don12. El concepto no ha sido elaborado, pero tendra considerables repercusiones en el modo de concebir el celibato mismo y la formacin a la eleccin clibe. Pero, al menos, una implicacin es claramente expresada: si es un don, el joven debe aprender a vivirlo en la lgica del don, o sea con gratuidad, b- pero tambin con libertad y generosidad, y respondiendo al don de parte de Dios, con la donacin completa del cuerpo y del alma, por medio de una eleccin hecha con madura deliberacin y magnanimidad13. c- Por esto los jvenes candidatos al sacerdocio sern advertidos acerca de los peligros a los cuales est expuesta su castidad en la sociedad; hagan uso de los medios divinos y humanos; aprendan a integrar la renuncia al matrimonio para vivir positivamente su eleccin segn las bienaventuranzas del evangelio. d- En especial el decreto invita a perfeccionar las normas de la educacin cristiana con los datos recientes de la sana psicologa y pedagoga14. Y a cultivar la necesaria madurez, recurriendo a los medios sobrenaturales y naturales de los cuales todos disponen15. Me parece, en definitiva, poder aunar o nuclear dos grandes preocupaciones o urgencias en la propuesta conciliar, como dos grandes lneas ofrecidas a la reflexin post-conciliar: una normativa y la otra formativa. Tales lneas se convertirn de hecho en los surcos sobre los cuales se incluirn los documentos magisteriales en los decenios a seguir y que nosotros tambin asumimos en este estudio, como clave de lectura de los mismos. Para ser ms precisos pareciera que podemos distinguir, sin establecer demarcaciones demasiado rgidas, dos fases entre ellas sucesivas en la poca post-conciliar, determinadas exactamente para estas dos atenciones: aquella relativa a la definicin doctrinal de la ley celibataria, como disciplina eclesistica, con su sostn bblico-teolgico y la vertiente jurdico-cannica; y aquella relativa a la preocupacin formativa de la opcin celibataria, con las correspondientes indicaciones acerca de los medios y de los instrumentos de la formacin inicial y permanente a la opcin misma. Las veremos brevemente, especificando por cada fase el significado general, el tipo de problemtica en relacin al celibato sacerdotal, la respuesta del Magisterio y la acogida de los documentos mismos.

1- Fase normativa: del Concilio al Cdigo Esta fase abarca, aproximadamente, el tiempo que va desde los aos del Concilio (19621965) hasta la promulgacin del Cdigo de Derecho Cannico (25 de enero de 1983). Los documentos ms relevantes, en cuanto a la repercusin en la opinin pblica eclesial, o en lo referente a su densidad doctrinal, seran las siguientes: la encclica Sacerdotalis Caelibatus (1967)16, ante todo; luego la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis (1970)17, el documento post-sinodal sobre el sacerdocio ministerial Ultimus temporibus (1971)18, las Orientamenti educativi per la formazione al celibato sacerdotale (1974)19, y por ltimo el Cdigo de Derecho Cannico (1983)20. Otros textos significativos que pertenecen a este perodo y estn dentro de esta perspectiva, aunque por su naturaleza han tenido menos resonancia, son la Carta circular de la Secretara de Estado a los presidentes de las Conferencias Episcopales sobre la puesta en discusin, en especial en algunos ambientes, del celibato eclesistico (1969)21, y en particular, la carta de Pablo VI al Cardenal Villot sobre el problema del celibato en Holanda (1970)22. Tambin son dignos de mencin los documentos sobre las causas y las normas procesales de dispensa del celibato y de los compromisos derivados de la sagrada ordenacin (1970,1980)23. 1.1- Significado general El sentido general de esta etapa, como lo da a entender el ttulo que le hemos dado, es el propsito explcito de definir, y reiterar, como dice Pablo VI, la antigua, sagrada y providencial ley del celibato sacerdotal24. El Snodo de los Obispos de 1970 lo dice explcitamente: la ley del celibato sacerdotal, vigente en la Iglesia latina, debe ser ntegramente observada25. En esta perspectiva se interpretan tambin los documentos, que acabamos de citar, que indican las causas y definen las normas procesales para la dipsensa del celibato. Dentro de esta urgencia por la definicin de la norma, los documentos de esta etapa se proponen ilustrar los motivos que la sustentan, y las razones que continan justificando el vnculo entre sacerdocio y celibato, volviendo esa norma no slo jurdico-disciplinar, sino sobre todo espiritual. Hay tambin una preocupacin relativa a la formacin, evidente, sobre todo, en la Sacerdotalis Caelibatus, en la Ratio fundamentalis y en las Orientaciones para la formacin al celibato sacerdotal, pero me parece que prevalece por mucho la exigencia y la voluntad de no dejar dudas acerca de la disciplina vigente en la Iglesia latina. Y es fcil decir por qu 1.2- Problemtica del celibato El Cardenal Tomko (secretario general del Snodo de los Obispos, en aquella poca) afirma con certeza que en ese perodo se estaba todava en plena crisis doctrinal, adems de disciplinar26. Por otra parte, es la poca de la contestacin, no slo a nivel eclesial. Seis aos despus de finalizado el concilio, los obispos, reunidos en snodo en Roma, advierten nuevamente la atmsfera de incertidumbre respecto del celibato sacerdotal. Ni el decreto Presbyterorum Ordinis, ni la encclica Sacerdotalis Caelibatus haban logrado poner fin a los interrogantes que muchos seguan plantendose sobre la oportunidad de la ley en vigor en la Iglesia latina, y en su eventual posibilidad de adaptacin27.

Si queremos analizar con ms precisin el tipo de problemtica respecto del celibato en esa poca, parecen ser dos las caractersticas que la distinguen: una cierta tensin valorativa y la psicologa (idealizadora) del fruto prohibido28 1.2.1- Tensin valorativa Entre los aos 1960 y 1970, las crisis del celibato eclesistico se deba en gran parte a una valorizacin o revalorizacin positivia de sualtenativa natural, el matrimonio; realidad humana maravillosa (y misterio de santidad) vista ya no como opcin alternativa sino funcional al sacerdocio29 o al redescubrimiento de valores, que, se pensaba, el celibato no permita apreciar suficientemente, ni vivir, como por ejemplo, la integracin afectiva, la potencialidad psicolgicamente liberadora de la sexualidad como principio dinmico de relacin con el otro, lo positivo (para algunos lo necesario) del ejercicio sexual. La crisis del celibato se deba tambin al surgimiento de una sensibilidad apostlica nueva como por ejemplo el tomar conciencia de la necesidad de una integracin ms inmediata y real del sacerdote en la condicin secular y de una comprensin ms de cerca, por experiencia propia, de los problemas de las personas y de las familias30. Por otra parte, como lo dira Pablo VI a los padres del snodo de 1970, fue el concilio mismo ciertas maneras de recibirlo el que, en nombre de una mayor y ms necesaria apertura al mundo, origin nuevas dificultades a los sacerdotes que queran sentirse en adelante ms cercanos al pueblo de Dios31. En este mismo perodo fue particularmente impugnado cierto tipo de formacin sacerdotal a la castidad perfecta, muy explcita y avasalladora (en la economa general formativa), que pareca privilegiar el aspecto negativo del celibato, entendido como continencia individual, ms que las posibilidades positivas de una vida clibe por el reino, como la libertad del corazn y la riqueza de las relaciones32. Simltaneamente fue objeto de impugnacin la afinidad entre sacerdocio y celibato, junto con las motivaciones que la sustentan. En resumen, era una crisis ligada, al menos tericamente, a cierta tensin entre valores, algunos relativamente nuevos, como secuela casi por reaccin de un perodo en el que la asctica presbiteral subrayaba fuertemente la sublimidad del celibato, idealizndolo un poco, no obstante cierta interpretacin negativo-defensiva. 1.2.2- Psicologa idealizada del fruto prohibido La nueva cultura emergente en realidad esconda por lo general sobre un plano ms psicolgico y a nivel probablemente inconsciente una especie de fascinacin ilusoria, o expresaba otra especie de idealizacin, un poco enftica: la idealizacin del fruto prohibido, acompaada en muchos casos de un acento ms o menos polmico, ante una ley considerada lesiva de la libertad33 y causa de todos los ayes de la categora, desde la inmadurez afectiva a la crisis de identidad34. En sustancia, por un lado se contestan los motivos que justifican el nexo entre sacerdocio y celibato, nexo vinculante que no respetara la libertad del llamado al sacerdocio, mientras que, por el otro, se ve en el celibato facultativo y en el matrimonio una perspectiva liberadora. Ms particularmente los contestatarios de la ley del celibato, hablaron de interpretaciones distorsionadas, o al menos discutibles, de la Sagrada Escritura, de influencias de una concepcin no cristiana de la sexualidad asociada a la idea de pureza legal, de prejuicios frente a la mujer, de escasez numrica del clero a causa de la vigente disciplina del celibato, con grave dao para la cura pastoral y evangelizadora de los pueblos, de la posibilidad de evitar infidelidades, escndalos y defecciones con la

introduccin de un clero casado, de los inconvenientes del celibato en relacin con el equilibrio psquico y la maduracin humana del sacerdote35, y por encima o por detrs de estos reparos crticos, la suposicin, o la certeza ms o menos declarada de que la abolicin del celibato obligatorio habra resuelto todos estos problemas36, o sea, la psicologa idealizadora del fruto prohibido. El problema estaba en ebullicin y era muy debatido. 1.3- Respuesta del Magisterio La respuesta del Magisterio, como ya lo hemos mencionado, fue firme y precisa. Procede del Sumo Pontfice mediante la encclica Sacerdotalis Caelibatus37, en la que la reiteracin es no slo clara y perentoria, sino tambin exacta y motivada. La respuesta proviene tambin del Snodo de 1971. Despus de un debate franco y profundo los Padres no slo reiteraron unnimemente el valor del celibato por el Reino, sino que la inmensa mayora casi por unanimidad cerr filas en defensa de la disciplina vigente en la Iglesia latina como forma del ejercicio del ministerio sacerdotal38. En idntica lnea se hallan todos los otros documentos del perodo, hasta llegar al Cdigo de Derecho Cannico que confirma en sustancia la legislacin antecedente acerca del celibato eclesistico y la plena consideracin de su valor39. Hoy esa lnea puede darse por descontada, pero ciertamente no poda darse entonces por la tensin existente en la Iglesia en aquella poca Esta respuesta clara e inequvoca no desconoce sin embargo las dificultades y objeciones contra el mismo celibato sacerdotal. Pablo VI dedica toda la introduccin de su encclica a una atenta y respetuosa consideracin de esas objeciones40; entra en dilogo con stas, las examina, desde la presunta violencia a la naturaleza, hasta la escasez de clero inducida precisamente por la obligacin del celibato, y a la inadecuada formacin. Y la respuesta no cae de lo alto, como una norma disciplinar que impone autoritariamente una carga pesada. Presenta siempre las siguientes caractersticas: 1.3.1- est motivada por razones bblico-teolgicas que hacen del vnculo entre sacerdocio y celibato un bien sumamente precioso e insustituible41 por motivos de mltiple conveniencia42, y sustentada por una tradicin histrica que permite descubrir las races de tal ley hasta en los primeros tiempos de la vida de la Iglesia: aunque su codificacin se demore ser siempre confirmada por los Pastores de la Iglesia latina. Gracias a estas razones y a esta tradicin, el celibato eclesistico se manifestar cada vez ms como elemento vinculante y como ley, pero tambin como carisma43, don44 y gracia45. 1.3.2- Esta respuesta es formulada, sobre todo en los textos de Pablo VI y en los que se inspiran en ellos, con honda y emotiva compasin, con pleno conocimiento de la delicadeza y gravedad del asunto, con gran dolor y profunda comprensin de la crisis de tantos sacerdotes, con afecto paterno y agradecida admiracin por la fidelidad de tantos otros (y son la gran mayora) etc. Bastara releer ciertos pasaje de la Sacerdotalis Caelibatus o de la carta de Pablo VI al Cardenal Villot para sentir el corazn del Pastor e intuir el espritu de esta disposicin eclesial, que no es en absoluto el de una fra imposicin. 1.3.3- Esta respuesta magisterial, justamente porque considera seriamente las objeciones, afronta el problema de la realizacin humana y afectiva en el celibato, y, por lo tanto, tambin el problema de las relaciones entre gracia y naturaleza. Igualmente es el Papa Montini quien, en el ms autntico espritu conciliar traza un cuadro de la personalidad del sacerdote, en el cual la gracia no destruye ni violenta la naturaleza, sino que la eleva dndole capacidad y vigor sobrenaturales. Es notable el prrafo siguiente: En el corazn del hombre no se ha extinguido el amor. La caridad bebida en su ms puro manantial (cfr 1

Jn 4,8-16), ejercitada a imitacin de Dios y de Cristo, no es menos exigente y concreta que cualquier autntico amor, ensancha hasta el infinito el horizonte del sacerdote, hace ms profundo y amplio su sentido de responsabilidad ndice de su personalidad madura, educa en l, como expresin de una ms alta y vasta fraternidad, una plenitud y delicadeza de sentimientos que lo enriquece en medida sobreabundante46. 1.3.4- Por consiguiente, debe darse gran importancia al aspecto formativo: cultivar el sentido de la receptividad del don, de la gratitud, de la libertad afectiva47; verificar con atencin la presencia de los requisitos necesarios (no slo dotes morales y espirituales, sino tambin la salud fsica y psquica)48; favorecer la libertad y la responsabilidad de la decisin49, hasta experimentar la ntima alegra de una donacin hecha por amor a Cristo50; integrar progresivamente la accin de la gracia y de la naturaleza, dando prioridad a la accin divina y considerando atentamente los condicionamientos, an inconscientes, del psiquismo humano51, a fin de realizar as, mediante una atenta investigacin, un serio discernimiento vocacional52. Para Pablo VI el motivo verdadero y profundo del sagrado celibato es la eleccin de una relacin personal ms ntima y completa con el misterio de Cristo y de la Iglesia, en beneficio de toda la humanidad53, y esta relacin desarrolla al mximo la libertad del individuo. Como decir: el mximo amor y la mxima libertad. 1.4- Acogida de los documentos Aunque no sea uno de los objetivos directos del presente estudio, es til considerar qu tipo de respuesta dio el clero a los textos del Magisterio ya que es posible esta investigacin a distancia de aos para comprender mejor el sentido de este estadio eclesial y el motivo del paso al estadio sucesivo. Mencionamos brevemente como puntos esenciales algunos signos de esta respuesta, ciertamente no universales ni generalizados en todo el clero, pero interesantes para captar ciertas tendencias a las confrontaciones del compromiso de celibato. 1.4.1- En muchos sacerdotes parece perdurar an una lectura del celibato eclesistico como ley, con su resonancia psicolgica interior. Con dificultad entra en el corazn y en la mente del clero la perspectiva del celibato como don, como carisma y gracia liberadora, a pesar de que se la recalca tanto en los textos conciliares como en los posteriores. Esto tiene consecuencias inevitables no slo en el plano del concepto del celibato sino tambin en el de su vivencia; si el celibato es ms que nada ley hay riesgo de que se vuelva un peso, y un peso siempre ms difcil de llevar. Y por sobre todo, si se lo siente como ley ya no se lo vive ms con libertad. 1.4.2- Hay quienes perciben el celibato como una exigencia ligada al presbiterado, como si no tuviese casi valor en s, con el riesgo de dejar de ser para ellos objeto de una eleccin explcita e intencional, algo que se elige por su valor intrnseco. De este modo podra ser ms soportado que apreciado, ms observado que amado, o valorado slo por algunos aspectos de su funcionalidad prctica (porque garantizara al presbtero la disponibilidad de tiempo y energas). 1.4.3- Hay quien cree poder advertir en los documentos magisteriales de esa poca una preocupacin apologtica excesiva, una especie de mana defensiva que denotara la poca consistencia de la motivacin. Para estos, consiguientemente, las razones que fundamentan el celibato no son bastantes convincentes. 1.4.4- De hecho el celibato sigue siendo problema a la orden del da de innumerables discusiones y habitual objeto relevante de opiniones de xito descontado; algo que logra

dividir las opiniones, dentro y fuera de la Iglesia, entre quienes la defienden y quienes la atacan. Parecera ser que ciertas instancias espirituales presentes y abundantes en los textos considerados, no llegan a convertirse en patrimonio de todos, ni a constituir el lenguaje de base y el denominador interpretativo comn, al menos para los sacerdotes, al afrontar el problema. 1.4.5- Tambin se experimenta sensiblemente que de aquel copioso material producido entonces slo una mnima parte lleg a ser un medio de formacin, un mtodo para educar a la opcin virginal. En los seminarios de este tiempo muchas cosas cambiaron; probablemente se aclararon ciertos objetivos; incluso cierto modelo de presbtero fue ms correctamente defendido en un plano teolgico y pastoral, pero no se puede decir lo mismo en lo referente a los planos educativos que son ms bien vagos, especialmente en relacin a la maduracin afectivo-sexual. Hay quien en esa poca deca que en los seminarios no hay una verdadera y apropiada formacin a la eleccin del celibato. No obstante las instancias de un documento prolijo e innovador como las Orientaciones para la formacin al celibato sacerdotal. Todo esto no poda dejar de abrir una nueva fase en el dilogo, directo e indirecto, entre el Magisterio y los presbteros.

2- Fase formativa: de las Catequesis al Directorio Esta segunda fase, en la que an nos hallamos, abarca aproximadamente el tiempo que transcurre desde los primeros aos de la dcada del 80 hasta nuestros das. Como lo hemos recordado ya, se trata de un estadio eclesial que no nace de improviso, ni produce un corte categrico con el precedente. Por el contrario, se trata de una lnea de pensamiento y de intervencin ya evidente en aquellos textos del perodo post-conciliar que dedicaban una atencin particular al tema de la formacin al celibato (como la segunda parte de la Sacerdotalis Caelibatus y las Orientaciones para la formacin al celibato sacerdotal), lnea que ahora se afirma an ms acentuada y sistemticamente. Los documentos ms significativos y emblemticos son: algunos ciclos de catequesis de las audiencias generales de Juan Pablo II, en particular el quinto, titulado virginidad o celibato por el Reino de los Cielos (1982)54, u otras intervenciones del Santo Padre como las cartas del jueves santo a todos los sacerdotes55, o algunas de las alocuciones en las audiencias generales56, o en ocasiones particulares57; la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, (1985)58; la Exhortacin Apostlica post-sinodal Pastores dabo vobis (1992)59, el Directorio para el ministerio y la vida de los presbteros (1994)60. Entre los documentos indirectamente relacionados con nuestro tema podemos citar otros documentos de Juan Pablo II, como Los cre hombre y mujer 61, y la carta apostlica Mulieris dignitatem62 ; o documentos de los dicasterios vaticanos como las Orientaciones educativas sobre el amor humano63, y Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia64; como tambin las Directivas sobre la preparacin de los educadores en los seminarios65, y las Directivas acerca de la formacin de los seminaristas acerca de problemas relativos al matrimonio y a la familia66; y dos documentos sobre la vida consagrada pero con reflexiones lindantes con nuestro tema, el Potissimum institutione67 y la exhortacin post-sinodal Vita consecrata68. 2.1. Significado general

Hay continuidad perfecta entre las dos fases que estamos considerando y, al mismo tiempo, resalta una propuesta nueva. Podemos decir que el Magisterio pasa progresivamente de la indicacin normativa a la formativa, de la preocupacin por reiterar el celibato a la de proveer a la formacin a la opcin por el celibato. Esta atencin no estaba antes ausente, pero ahora se hace preeminente, mientras que simultneamente, parece menos urgente la necesidad de seguir ilustrando la voluntad de la Iglesia acerca del celibato mismo. A este sentido central de la fase se suman otras dos connotaciones muy significativas. La primera es que esta preocupacin no concierne slo a los candidatos al sacerdocio (y al celibato) sino a todos los presbteros en todas las etapas de la vida, segn un concepto de que la formacin se extiende a toda la existencia. La segunda, estrechamente relacionada con la primera, es que los documentos magisteriales parecen asumir una nueva fisonoma, casi una nueva funcin, como instrumentos de esta formacin permanente para todo el clero. El texto magisterial se torna, cada vez ms, no slo documento normativo-disciplinar, sino texto que expone una doctrina que nutre el espritu, catequesis sapiencial, o lectio spiritalis ofrecida al lector no slo para su estudio, sino tambin para su meditacin y oracin69. Los dos trminos del ttulo de este pargrafo, como punto de partida y de llegada de dicho estadio eclesial indican justamente el significado central: de la catequesis (aspecto espiritual) al directorio (aspecto metodolgico-formativo). 2.2- Problemtica del celibato La situacin en estos ltimos quince aos se manifiesta bien distinta de la precedente. Si antes el problema estaba constitudo por cierta psicologa idealizadora del fruto prohibido y por la tensin valorativa, ahora no parece ser as70. 2.2.1- Visin ms objetiva y realista Por un lado, efectivamente, la visin del sacerdote sobre el tema celibato parece ms objetiva y juntamente, al menos en apariencia, menos problemtica y polmica: queremos decir que, en general, parecen disminuir aquellas actitudes contestatarias, que en un pasado reciente, sealaban el celibato como causa de los problemas del sacerdote, y en el matrimonio la nica posibilidad de resolverlos. El clero actual es ms realista acerca de la valoracin del problema afectivo-sexual, de sus races y de su complejidad, como acerca de una interpretacin ms amplia y articulada del camino de la maduracin afectivo-sexual y de los componentes de la misma madurez. El presbtero de hoy sabe que detrs y dentro de la crisis afectiva pueden esconderse otras realidades personales problemticas; sabe o intuye que las dificultades de vivir en celibato pueden tener, y tienen normalmente, su historia o prehistoria, ms o menos larga, y que la crisis actual en el rea afectivo-sexual podra ser slo el punto terminal, la caja de resonancia de problemas no sexuales en la raz (por ejemplo crisis de fe, de identidad o fidelidad generales, etc.). La opinin comn atribuir la causa de las deserciones a la dificultad de vivir en celibato. Esta es una dificultad real para los sacerdotes. Pero viene slo despus de la crisis ideolgica, o sea despus de la prdida de confianza en la propia misin, en suma en una crisis de identidad que afectara a algunos sacerdotes71, y que en un segundo momento podra dar lugar a dificultades especficas en el rea de la afectividad y del celibato. En consecuencia, gracias a una ms correcta interpretacin de las verdaderas causas de la crisis (y tal vez tambin al aporte del anlisis psicolgico), hoy parece haber menor ilusin acerca de la capacidad

teraputica del matrimonio, como solucin de todos los problemas del sacerdote. Se dira que est terminando la fascinacin de que hablbamos antes, y tambin el equvoco segn el cual el celibato como tal es el que determina inmadurez afectiva e incapacidad de comunin, crisis de identidad y de imagen del sacerdote, con repercusin an ms negativa en la animacin vocacional. Y si no es justamente el final del equvoco (que hoy parece resurgir) es clara la inversin de tendencia y mentalidad. Creo, en definitiva, que al menos desde el punto de vista del auto-conocimiento acerca de las races del problema celibato y la posible solucin de tal problema, ha habido en el clero, en los ltimos aos, cierta maduracin en la lnea de mayor realismo. 2.2.2- Celibato aptico Otro dato que podemos confrontar con la situacin precedente es la tensin valorativa como motivo de cierta problemtica del celibato en el pasado, mas no en el presente. En efecto, juntamente con la recuperacin de una consideracin ms realista y desilusionada del problema del celibato, parece surgir hoy una actitud extraa frente a la misma opcin de vida virginal: la falta o prdida de pasin. De la tensin valorativa tpica de la segunda mitad de los aos 1960 y 1970 (aunque con sus contradicciones y sus rigideces) hemos pasado a una especie de ausencia de tensin o, al menos, a una disminucin notable de tensiones acerca del problema-celibato en su generalidad, celibato en cuanto valor que exige una fuerte renuncia o en cuanto renuncia que a su vez supone una fuerte pasin. Es sin ms un problema que no slo afecta al celibato en cuanto tal, sino que ciertamente se manifiesta y expresa de modo particular en el rea afectiva, determinando una especie de celibato sin amor, lo que es contradictorio; es como decir matrimonio sin amor. Quizs todo esto tiene, y ha tenido efectivamente, como resultado la reduccin de cierto tipo de conflicto (aunque sin resolverlo de raz). Pero justamente el problema es esto o una consecuencia ulterior, tal vez no querida, la anulacin emotiva, o la apata, casi un black out general de las emociones que quita energa tanto al amor como al conflicto, quizs tambin a la tentacin y sin duda a la capacidad o voluntad de superarla, y a aquellos polos naturales creadores de tensin, en particular la tpica tensin del sacerdote. Tensin inevitable, que siempre debiera ligarse, como lo est, a la grandeza del ideal y al lmite de la naturaleza humana. Si tal vez en otro tiempo esta tensin fue excesiva (y degener a veces en complejos de superioridad o en verdaderas manas obsesivas) hoy podra ser, por el contrario, poco vivaz, casi ausente y nada incisiva, en nombre de un realismo que seguramente inmuniza las idealizaciones, pero que termina por nivelarlo todo y crear indiferencia: un realismo indiferente en un sacerdote aptico En consecuencia hay peligro de un celibato ms controlado que vivido, una especie de celibato tcnico, resultado o sntesis de una unin fra, privado de la dimensin mistrica y profesado por una persona sin entusiasmo y poco enamorada. Tal presbtero, en el mejor de los casos, ser ms observante que fiel, o su celibato ser ms la expresin de un no a la genitalidad y a los riesgos de un compromiso interpersonal, que un s a nuestro Seor Jesucristo como valor supremo de la existencia; o bien ser alguien que advierte y sufre la eventual trasgresin con menos ansiedad y escaso sentido de culpa, confortado, acaso, por cierta cultura complaciente, o bien alguien que corre el riesgo de no conocer ni gustar nunca las alegras humanas y divinas del celibato por el Reino, porque en una situacin de abierto (aunque escondido) y estable compromiso, adaptndose de buen grado y sin aparente crisis de identidad, confundiendo tal vez la gratificacin del instinto con la realizacin de la identidad; o que vive sin particular

angustia la eventual crisis afectiva, seguida quizs sin traumas, ni problemas excesivos del abandono del sacerdocio recin recibido. Es la preocupacin y la denuncia manifestadas por el Snodo de octubre de 1990 sobre la formacin de los sacerdotes: sacerdotes jvenes que abandonan a los pocos aos, o inmediatamente, a pocos meses de la ordenacin son irreductibles y parecen tranquilos e impermeables a todo reclamo valorativo-espiritual72. Precisamente por esto el problema no es slo el clculo de las cadas y de la observancia exterior, sino el del tono general con el que se vive el celibato y el de la calidad de la observancia. De aqu surge la duda de que en nuestros das el celibato consagrado sea un celibato de bajo perfil, casi aptico. Cul ha sido y cul es la respuesta del Magisterio a la situacin que se ha venido creando en estos ltimos tiempos? 2.3- Respuesta del Magisterio La respuesta del Magisterio sigue fundamentalmente dos direcciones. Por un lado contina reiterando el aspecto normativo sin dejar lugar a dudas en la materia. Veamos, por ejemplo, el snodo de 1990, retomado despus por Pastores dabo vobis: El Snodo no quiere dejar en la mente de nadie duda alguna sobre la firme voluntad de la Iglesia de mantener la ley que exige el celibato libremente escogido y perpetuo para los candidatos a la ordenacin sacerdotal en el rito latino73. En tal sentido es evidente la continuidad con las declaraciones de la fase precedente. Pero por otra parte menciona la crisis que perdura aunque en forma diversa a la del decenio precedente. Lo expresan claramente las palabras de saludo al Santo Padre del Cardenal Pimenta en la apertura del snodo de 1990: Debemos estar agradecidos a Dios por los muchos sacerdotes que, indudablemente, son hombres llenos del Espritu de Cristo; pero somos conscientes de la existencia de una crisis en la vida de muchos de nuestros sacerdotes; muchos han dejado su ministerio; mientras que otros se sienten inciertos sobre su identidad sacerdotal, sobre su fe, sobre su ministerio74. La crisis que contina afectando al clero requiere una atencin posterior, sobre todo, acerca de la formacin sacerdotal en el mundo moderno. Es esta propiamente la novedad de la respuesta, expresada sobre todo en el Snodo de 1990, dedicado explcita y finalmente! A la formacin sacerdotal en las circunstancias actuales. Qu formacin, y qu formacin al celibato? 2.3.1- Formacin especfica al celibato A- Por una opcin explcita Sorprende, en primer lugar, al recorrer las intervenciones de los Padres sinodales75, el hecho de que casi todos han recomendado ante todo que se d una formacin a la opcin por el celibato. La insistencia con que esta recomendacin reson en el aula, obliga a pensar que la cosa no sea tan tranquila: por paradjico que pueda parecer, en muchos seminarios, ms all de las apariencias, no se imparte una verdadera y apropiada formacin a la opcin por el celibato, como si fuese implcita, o dada por descontado una vez que se ha verificado en el candidato las aptitudes para el ministerio presbiteral, o como si estuviera tan subordinada a la vocacin y opcin sacerdotales que no exigiera ni requiriera cuidado y atenciones explcitas del contenido y motivaciones, exigencias y condiciones de tal eleccin. Lo que sera y es perjudicial. En este punto el snodo asume una decisin categrica: el celibato para ser autnticamente vivido, debe ser elegido explcitamente76; el director espiritual debe ayudar al seminarista a llegar a una decisin madura y libre77. La intervencin de Monseor Flynn es an ms explcita: El candidato (al sacerdocio) debe

manifestar con sinceridad si ha sentido tambin la inspiracin a una vida clibe y si la ha elegido libremente. La llamada al celibato viene del interior Es autntica slo si es un compromiso positivo y no si se la acepta como penitencia o como evasin de dificultades personales (miedo a las responsabilidades, aversin al sexo, incapacidad de un amor profundo, falta de oportunidades, etc.). Por el contrario, los mejores dotes que pueda tener un hombre casado, deben ser tambin caractersticos del clibe. Nadie debe comprometerse al celibato permanente por un acto de abnegacin voluntaria o porque es condicin para ser ordenado78. B- Teologa y psicologa del don Acerca del tipo de formacin subrayar algunos aspectos, quizs no enteramente nuevos, pero que, en todo caso, desarrollan en plenitud elementos ya presentes en documentos anteriores. Me refiero a la percepcin del celibato como don: don inestimable y precioso, carisma, gracia especial, trminos que no aparecen por primera vez en los textos magisteriales, pero que ahora son ms centrales, sea para expresar la naturaleza del celibato, sea para indicar un curso pedaggico a la eleccin del celibato. Recorriendo las declaraciones oficiales de la Iglesia, se tiene la clara impresin siguiente: el celibato sacerdotal es presentado cada vez menos como ley eclesistica y siempre ms como don del Espritu, y no solamente como eleccin del individuo sino en primer lugar como don recibido. No se trata de una simple preferencia y cambio de trminos, sino de una perspectiva teolgica especfica que poco a poco se ha esclarecido en su originalidad, con reflejos inmediatos en la dinmica formativa. Si en efecto se trata de un don es importante formar ante todo a la capacidad de reconocer el don mismo, de apreciar su riqueza, de comprender su valor para la propia vida. Slo de la gratitud por el don recibido puede provenir la gratuidad de la propia donacin. La formacin debe devenir formacin a la libertad y a la libertad afectiva, que no significa solamente garantizar la libertad de la eleccin explcita del celibato, sino, ante todo, educar el corazn para amar la vocacin a la virginidad, para sentirse atrado por su verdad y belleza. Slo as tienen sentido, por encontrar el terreno afectivo apropiado, todas las indicaciones ascticas; la recomendacin de la intimidad con Dios, la invitacin a la autodisciplina, la necesidad de la direccin espiritual, la experiencia de la soledad y la de la amistad, la misma educacin sexual todo encaminado al logro de aquella madurez humana y espiritual indispensables para elegir libre y explcitamente el ser virgen por el reino y no simplemente por requerirlo la vocaicn sacerdotal. Tanto las catequesis de Juan Pablo II sobre la virginidad (1982) como la Pastores davo vobis insisten con fuerza en esta temtica79. Creemos firmemente que una vez que se conviertan en modalidades pedaggicas, stas puedan constituir una respuesta vlida al fenmeno del celibato anmico y sin pasin de estos tiempos. C- Aspecto humano Otro elemento nuevo dentro del aspecto formativo es la referencia explcita a la dimensin humana del candidato y la invitacin a emplear instrumentos de ayuda, como recomienda la siguiente intervencin sinodal: El alto ideal sacerdotal requiere una buena base de equilibrio humano. Es necesario ayudar al candidato a conocer bien las propias condiciones y los propios condicionamientos psquicos. El desconocimiento de motivos inconscientes, de eventuales traumas psicolgicos de la primera infancia, etc., puede influir ms tarde negativamente, en especial en la observancia del celibato. No se lo debe considerar como conquista de una voluntad impositiva, ni slo como fruto del dominio de s, que a fuerza de voluntad controla los actos contrarios a la castidad, sino que supone una

evolucin normal de la realidad sexual afectiva, la integracin de la afectividad, o sea la capacidad de relacionarse con los dems en un plano emocional, el plano del corazn. La formacin intelectualista excluye los afectos y la amistad, deshumaniza al futuro sacerdote, lo hace seco y duro en el trato con las personas, Y por otra parte una formacin tal es a menudo, en el transcurso del tiempo, causa de estallidos de la sexualidad reprimida80. Por lo tanto debe prestarse especial cuidado a la integracin humana, es decir a un equilibrado y dinmico desarrollo psicosexual; la maduracin afectiva, necesaria no solamente para el celibato sino para toda la vida sacerdotal; valindose de la ayuda de las ciencias psicolgicas, porque del campo afectivo, ms an que del sexual, pueden surgir las dificultades mayores81. Probablemente esta instancia a la formacin, en trminos tan claros y especficos, e inusitados en este tipo de asambleas (vese la referencia a lo subconciente y a eventuales traumas del pasado), representa un elemento nuevo, que retoma por lo general una sensibilidad surgida ya en el concilio y que hallamos en los escritos de Pablo VI. D- Formacin de los formadores Para este tipo de formacin es necesario formar de modo explcito y esmerado formadores idneos. Es el aspecto verdaderamente nuevo de este estado de documento eclesiales. Por primera vez un documento oficial de un discasterio vaticano est dedicado exclusiva e ntegramente al tema de la formacin de los formadores82. Dentro de la lnea de las intervenciones precedentes83 y desarrollndolas posteriormente, este documento ofrece Directivas muy importantes y apropiadas, partiendo de la presuposicin de que la vocacin de formador supone poseer, por un lado, un cierto carisma, que se manifiesta en dones naturales y de gracia y, por otro, algunas cualidades y aptitudes que se han de adquirir. Siempre que se hable de personalidad del formador se deber considerar este doble aspecto: cada una de las caractersticas que deseamos en el formador de seminario presenta elementos que son, por as decirlo, innatos unos, y otros que deben ser gradualmente adquiridos mediante el estudio y la experiencia84. Con mayor razn esta relacin ordenada entre elementos innatos y adquiridos es indispensable para la formacin a la madurez afectiva tpica del clibe. El documento insiste en la necesidad de que el formador posea una pura y madura capacidad para amar intensamente y para dejarse querer de manera honesta y limpia; jams vincular a los otros a s; por el contrario, ser capaz de cultivar en ellos una afectividad igualmente oblativa, centrada y basada en el amor recibido de Dios en Cristo Jess85. Los formadores, por tanto, necesitan un autntico sentido pedaggico, esto es, aquella actitud de paternidad espiritual que se manifiesta en un acompaamiento solcito, y al mismo tiempo respetuoso y discreto, del crecimiento de la persona, unido a una buena capacidad de introspeccin, y vivido en un clima de recproca confianza y estima. Se trata de un carisma especial que no se improvisa86. El documento precisa que el formador debe tener preparacin doctrinal, espiritual, pastoral y pedaggica. Acerca de la preparacin doctrinal el texto, citando la Pastores dabo vobis, destaca la importancia y la delicadeza de la preparacin al celibato sacerdotal, especialmente en las situaciones sociales y culturales actuales; requieren que los responsables de la formacin sacerdotal establezcan principios, ofrezcan criterios y presten ayudas para el discernimiento en esta materia87. Finalmente, es central en la educacin a la madurez afectiva, la indicacin referente a la preparacin pedaggica: El educador debe ser capaz de no engaarse y de no engaar a nadie sobre la presunta consistencia y madurez del alumno. Para esto no basta el sentido comn, sino que es necesaria una mirada atenta y afinada mediante un buen conocimiento de las ciencias humanas para ir ms all de las apariencias

y del nivel superficial de las motivaciones y de los comportamientos, y ayudar al alumno a conocerse a fondo, a aceptarse con serenidad, a corregirse y a madurar, partiendo de races reales, no ilusorias, y dese el centro de su personalidad88 2.3.2- Celibato en cuanto donacin esponsalicia En este proceso de continuidad y novedad de proposiciones es notable la insistencia con que Juan Pablo II, en las catequesis de 1982 y posteriormente, destaca la dimensin esponsalicia como autntica clave de lectura de la opcin virginal: El significado esponsalicio del cuerpo parece ser en este mbito un concepto clave, y al mismo tiempo el nico apropiado y adecuado89. Perspectiva ciertamente inslita y proftica, pero que presenta notables ventajas, En primer lugar, el emplear un lenguaje moderno, que es asimismo muy humano y muy espiritual-simblico; la ventaja, en particular, de salir al encuentro de una objecin que en el pasado ya lo hemos dicho vi en el celibato un estado existencial privado de aquellos valores que podran vivirse en el matrimonio; y finalmente la de realcionar entre s el matrimonio y el celibato dos estados de vida diversos y complementarios para un enriquecimiento mutuo90. 1- La virginidad por el Reino forma parte viva y esencial de la que Juan Pablo II llama la teologa del cuerpo, esto es la visin del cuerpo del hombre y de la mujer tal como Dios la presenta a los creyentes. Esta teologa esclarece el valor de la virginidad y al mismo tiempo es esclarecida por ella. En otras palabras, hace comprender el designio divino sobre el cuerpo del hombre y de la mujer91. 2- Dios ha dado al cuerpo y ha impreso en l el significado esponsalicio, significado, que expresa y es su interior e innata vocacin y misin92. El cuerpo humano en su ntima y dinmica estructura, pone de manifiesto la verdad, el significado fundamental de la vida humana, como un bien recibido y que por su naturaleza tiende a convertirse en bien donado. Es el lenguaje del amor que se hace don de s y genera comunin interpersonal. Este don sincero de s tiene dos modos fundamentales y especficos de realizacin: el matrimonio y la virginidad. Como dos estados de vida que mutuamente se iluminan, se complementan y se compenetran93. La virginidad no significa en absoluto desestima o rechazo de la sexualidad humana, antes bien es una fundamental modalidad expresiva de la sexualidad humana y una especie de memoria del origen y del destino de la misma sexualidad humana94 3- El significado esponsalicio del cuerpo del hombre y de la mujer encuentra su realizacin suprema y definitiva en el mundo futuro; la virginidad es profeca de este mundo futuro y vibra de dinamismo escatolgico; el virgen proclama la expectacin del mundo nuevo y eterno de Dios y de las nupcias de la humanidad con Dios. El mismo significado esponsalicio del cuerpo se ilumina plenamente en el misterio del Verbo Encarnado; el virgen es aquel que, imitando el estado de vida del Hijo de Dios sobre la tierra, expresa esta luz divina como sabidura y verdad para el hombre. En otras palabras, si la relacin del virgen con Cristo es tan plema que expresa el amor esponsalicio, su virginidad deviene la prueba de cmo puede el hombre vivir plenamente este amor con Dios, realizando del todo su potencialidad afectiva. El virgen, por lo tanto, expresa con su vida la verdad de todo su ser humano y el destino del corazn humano, creado por Dios y saciado slo por su amor. En el corazn de toda creatura hay un espacio virginal que nicamente Dios puede colmar95 4- La virginidad tiene un valor particular para la instauracin del Reino de Dios en la tierra: contribuye a la edificacin y el crecimiento de la Iglesia. Tiene, por consiguiente,

una dimensin eclesial explcita. Es un don que, a la vez que santifica al individuo, lo pone al servicio de la Iglesia, con un carisma que construye la comunidad eclesial. Como lo seala el Directorio para el ministerio y la vida de los presbteros: el celibato es don de s en y con Cristo a la Iglesia y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el Seor96. 5- Qu significa este enfoque del celibato desde el punto de vista de la formacin inicial y permanente? Oigamos directamente las palabras del Papa: Las palabras de Cristo en Mateo (19,11-12) muestran que ese para presente desde el principio en la base del matrimonio, puede estar tambin en la base de la continencia por el reino de los cielos! Apoyndose en la misma disposicin del sujeto personal, gracias a la cual el hombre se vuelve a encontrar plenamente a s mismo a travs de un don sincero de s, el hombre, varn o mujer es capaz de elegir la donacin personal de s mismo, hecha a otra persona en el pacto conyugal, donde se convierten en una sola carne, y tambin es capaz de renunciar libremente a esta donacin de s a otra persona, de manera que al elegir la continencia por el reino de los cielos, pueda donarse a s mismo totalmente a Cristo. Basndose en la misma disposicin del sujeto personal y basndose en el mismo significado de ser, en cuanto cuerpo, varn o mujer, puede plasmarse el amor que compromete al hombre para toda la vida en la continencia por el Reino de los cielos (cfr. Mt 19,11-12)97. Esta teologa del cuerpo abre perspectivas insospechadas, y tal vez inexploradas por cierta formacin demasiado espiritual: perspectivas de intimidad mstica para un corazn humano llamado a vivir al lmite de sus posibilidades. Perspectivas ciertamente ideales, pero realistas, porque basadas sobre la verdad del ser y sobre el dato inconvertible constituido por el ser psicosomtico, varn o mujer, con sus caractersticas. No puede existir donacin a Dios que no tenga en cuenta este dato y no le d cumplimiento. El comprender el significado esponsalicio del cuerpo impide interpretar la sexualidad humana como mero instinto, y endereza la formacin inicial y permanente por vas adecuadas: fundamentalmente la eleccin de amar a Dios ms que a todas las creaturas (con todo el corazn, con toda la mente, con todas las fuerzas), para amar con el corazn y la libertad de Dios a todas las criaturas, sin ligarse con ninguna (sera el matrimonio), ni excluyendo a alguna (sera el amor slo humano que siempre tiene preferencias y hace exclusiones). Esto es propiamente el celibato por el Reino: realizacin de la vocacin humana a la libertad de la autotrascendencia del amor teocntrico, nico amor plenamente humano y plenamente esponsalicio. 2.4- Acogida de los documentos Recojamos sencillamente algunas indicaciones de las respuestas contenidas en los documentos magisteriales. Pero sin la pretensin de expresar la actitud universal o algo que pueda extenderse a todos los sacerdotes, y sin olvidar que estamos hablando de la situacin actual, an en movimiento. 2.4.1- En primer lugar una observacin general. Hemos tratado anteriormente de la nueva identidad o funcin del documento magisterial como instrumento de formacin permanente del clero. Pero parecera que esto no ha sido asimilado por todos; muchos sacerdotes mantienen una relacin de substancial distancia psicolgica con el documento del Magisterio, como si no fuesen los destinatarios: relacin que en ciertos casos conduce a no considerar debidamente o a ignorar estos textos, a interpretarlos como documentos slo disciplinares, y slo raramente a buscar y encontrar en ellos alimento espiritual. Quienes en

cambio se han abierto a esta perspectiva estn aprendiendo a alimentarse de ellos con notable provecho. 2.4.2- La situacin parece ambivalente. Por un lado no se da la fuerte contestacin de otro tiempo, como ya hemos dicho; por el otro tampoco la intensa tensin espiritual de antes. En buena parte del clero parece perdurar, aunque tal vez no como antes, cierta desconfianza hacia el elemento marcadamente espiritual, mstico, presente cada vez ms en los textos oficiales, pero interpretado por muchos, con manifiesta suficiencia, como cosa de monjes Pero qu sera el celibato sacerdotal privado de la dimensin mstica? Es slo un tributo que se debe pagar a alguien (aunque sea a Dios) cada vez ms costoso y considerado como injusto. 2.4.3- Otra actitud negativa es la falta de conviccin de la necesidad de la formacin permanente. Actitud que va acompaada de fenmenos preocupantes de inmovilismo psicolgico y existencial y, en ciertos casos, de rigidez afectiva y bloqueo relacional. Si la vida del sacerdote carece de formacin permanente, se convierte en frustracin permanente. El celibato aptico y el debilitamiento del amor a Jesucristo y a su Iglesia en no pocos sacerdotes son de ellos una amarga demostracin. 2.4.4- En lo que se refiere a la formacin, principal preocupacin en esta fase de los documentos, creo que es innegable la acogida positiva de los mismos en la formacin inicial: acogida que se traduce en adhesin a los valores all subrayados, en mayor atencin al rea afectiva y al discernimiento acerca de la libertad de la opcin, en actitud diferente, menos negativa y defensiva, ms franca y positiva respecto de la sexualidad, etc. Quizs no sea as en todas partes, pero la tendencia es sta. Subsiste, an, un elemento dbil en la formacin inicial: la cuestin del mtodo, injustamente subestimado por cierta cultura iluminista. Normalmente los objetivos son claros, pero no as el programa pedaggico que debiera adoptarse. No siempre los educadores de seminario saben bien cmo hacerlo ni por qu camino, qu objetivos intermedios deber proponerse y cmo abordarlos, especialmente en presencia de casos complejos (en la actualidad cada vez menos raros). Esta ausencia de mtodos definidos es ms evidente y se hace sentir respecto a la formacin permanente. En este sector se ha de continuar la reflexin terica y el intercambio de experiencias entre los educadores: es aqu donde es especialmente esperada una palabra magisterial que sepa unir formulacin de valores e indicacin del mtodo. 2.4.5- Otro sector en el que es visible el cambio es el de la formacin de los formadores. La llamada de los documentos, especialmente de las Directivas sobre la preparacin de los educadores en los seminarios, ha sido bien recibida. La sensibilidad acerca de este problema ha crecido bastante (sobre todo por parte de los educadores mismos), las iniciativas al respecto se multiplican, aunque todava no en todas partes ni al mismo nivel cualitativo; los frutos se vern tal vez ms adelante, pero podemos afirmar que en este sentido se ha iniciado una nueva fase. Con tal que se logre evitar el riesgo de entender la formacin como el simple aprendizaje de nociones y prcticas pedaggicas y no, ante todo, como una labor en profundidad en la persona del formador mismo. 2.4.6- Hay un punto muy hermoso de las catequesis de Juan Pablo II que parece estar an lejos no slo de ser llevado a la prctica, sino tambin de ser comprendido como objetivo natural y final del ser virgen: es la dimensin carismtico-eclesial del celibato por el reino, su ser don que no puede considerarse como un bien privativo de sacerdotes y religiosos, sino como bien que de por s pertenece a todos, porque todo hombre est llamado, de algn modo, esto es de acuerdo a su estado de vida, a ser virgen, porque en todo corazn humano hay una dimensin de virginidad que remite inmediatamente a Dios.

Estamos an lejos de la capacidad de compartir, pero ste es el camino del futuro, de una Iglesia en la que todo carisma es compartido y recibe luz de los otros carismas, de una Iglesia desposada cual virgen casta, a un nico esposo Cristo (2 Co 11,2). 2.4.7- En fin, no obstante estas observaciones y advertencias, hay en el clero signos del despertar de la conciencia de la virginidad y de su belleza (an antes de la de su funcionalidad), as como de las razones profundas que la hacen conveniente para el ministerio presbiteral. Sabemos bien, que ms all de la resonancia que algunos quieren dar a la trasgresin (ms o menos presente) del cura, existen tantos celibatos consagrados alegre y silenciosamente fieles al propio vnculo de consagracin a Dios98, aunque quin sabe por qu! no son noticia ni logran entrar nunca en citas estadsticas. Estar naciendo, paradjicamente, o quiz precisamente porque vivimos tiempos de vanalizacin y empobrecimiento del sexo, una nueva cultura de la virginidad? Es tal vez arriesgado, un poco optimista y demasiado pronto para afirmarlo. En tiempo de los Padres de la Iglesia el peligro mayor para la castidad lo constitua la soberbia99, el vano exhibicionismo de una virginidad demasiado segura de s, signo presuntuoso de superioridad frente a los dems. Hoy las cosas han cambiado y el peligro es otro: el de un celibato hasta demasiado tmido y reservado, pdicamente replegado sobre s, que tiene dificultad en afirmar la belleza de la total pertenencia a Dios y en testimoniar la verdad de todo ser humano llamado a la intimidad esponsalicia con Dios. Hay quien ya ha tomado conciencia de esta consigna y avanza por este camino. Su forma virginal de vida lo llama a revelar la persistente voluntad de Dios de atraer a S todas las cosas, creadas vrgenes, y conducirlas a ese estado de pertenencia constitutiva Suya100. Para tal presbtero el celibato es verdaderamente carisma, don que edifica la comunidad, nueva evangelizacin en la Iglesia del 2000!
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G. Versaldi, Celibato sacerdotale: aspetti canonici e psicologici, en R. Latourelle (ed). Il Vaticano II. Bilancio e prospettive, II, Asis 1987, p.1171. Pablo VI, cit. En Cochini, La legge, 86; cf tambin Documentation Catholique, t LXII (19 de diciembre de 1965), pp. 2183-2184. A. Stickler. Concilio Ecumenico Vaticano II. Fase antepreparatoria; studio introduttivo, en AA. VV., Celibato e Magistero. Intercentini dei Padri nel concilio vaticano II e nei sinodi dei vescovi de 1971 e 1990, Cinisello Balsamo 1994, p.108. Ibidem, 109. Para una lectura global de la pedagoga del celibato en los textos conciliares, cf Marcus E., Pdagogie du clibat dans les orientations et documents rcents de leglise, en Seminarium!, 1/1993/15-31. EV 1/1296-1298. Comentando el n 16 del decreto Presbyterorum Ordinis Wulf escribe que la aprobacin tan general de parte del Concilio significa que al celibato sacerdotal se le da en la Iglesia un lugar ms importante de lo que permiten suponer bastantes debates post-conciliares sobre este tema, Wulf F., Commentary on the Decree on the Ministry and Life of Priests, en Vorgrimler (ed), Commentary on the Documents of Vatican II, IV, New York 1969, p.287. EV 1/792-794. EV 1/737-739. Segn Boisvert necesitamos atender al Vaticano II porque, en el documento oficial se pone el celibato ministerial en referencia esplcita de Mt 19,12 a causa del reino de Dios (Bosivert L., Il celibato religioso, Cinisello B. 1993, p.34). Igual perspectiva en Presbyterum Ordinis, 16, EV 1/1298. As, por ejemplo, el concilio interpreta la vida consagrada, como don de Dios hecho a la Iglesia y al mundo, y ahora a la misma persona consagrada. Optatam Totius, 10, EV 1/793. Ibidem 795. Respecto a este importante tema (relacin entre normas de asctica cristiana y datos de la psicologa) el concilio, en su conjunto, ha asumido una postura innovadora y valiente, a partir de la

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afirmacin de que tal dilogo puede servir para una vida de fe ms autntica y madura (Gaudium et Spes 62b, EV 1/1527), por lo tanto no slo para mayor profesionalidad de los educadores o para una ms cualificada especializacin cultural o eficiencia pastoral, sino para la madurez cristiana, porque la ciencia humana puede ayudar a vivir en mayor profundidad el seguimiento de Cristo, a travs de un proceso de integracin entre estructuras psquicas y exigencias del seguimiento mismo. Cf tambin Gaudium et Spes, 54, EV 1/1495; Optatam Totius, 2d, 3a, 11a, 15a, 20, EV 1/776, 778, 792, 802, 815; Perfectae Caritatis, 12b, 12c, EV 1/738, 739. Presbyterorum Ordinis, 16, EV 1/1298. Pablo VI, Sacerdotalis Caelibatus, 24 de junio de 1967, EV 2/1415-1513. Congregacin para la educacin catlica, Ratio fundamentalis Institutionis Sacerdotalis Snodo de los Obispos Ultimus temporibus, 30 de noviembre de 1971,EV 4/1135-1513. Congregacin para la educacin catlica, Orientamenti per la formazione al celibato sacerdotale, 11 de abril de 1974, EV 5/190-426. Cdigo de Derecho Cannico, promulgado por Juan Pablo II el 25 de enero de 1983. Secretara de Estado, Lanne qui vient de scouler, 2 de febrero de 1969, EV 3/791-795. Pablo VI, Le dichiarazioni rese pubbliche sul sacro celibato ecclesiastico, 2 de febrero de 1970, EV 3/1958-1971. Congregacin para la docrtrina de la fe, Pro gratia dispensationis, 16 de abril de 1970, EV S1/352-356; idem, Per litteras ad universos, 14 de octubre de 1980, EV 7/572-586. Pablo VI, Sacerdotalis Caelibatus, 17, EV 2/1431. Snodo de los Obispos, Ultimis temporibus, 4e), EV 4/1219. El resultado de la votacin de este nmero fue el siguiente: 168 placet, 10 non placet, 21 placet iuxta modum, 3 astensioni (cf ibidem, nota2) J. Tomko, Snodo de los Obispos de 1971. Estudio introductorio, en AA.VV., Celibato, 149. Cf Secretara de Estado, Lann, EV 791-795. Para este anlisis me permito remitir al primero de mis tres volmenes sobre el celibato, en A. Cencini, Per amore, libert e maturit affetiva nel celibato consacrato, Bologna 1995, pp.63-66. El matrimonio no me impide ser sacerdote, el celibato s, resultado de una encuesta de la poca (cit. en Cencini, Per amore, 63) Cf. intervencin de Monseor Schmitt P. J. En el Snodo de los Obispos de 1971, en Il Regno Documentazione, 16/1971/475-478. Cf AAS 63 (1971), p.899, cit. en Cochini, La legge, 93. La pedagoga negativa segn el pedagogo Gianola aplicada a la formacin al celibato recalca la radical incompatibilidad de sacerdocio, sexo y afectividad, Presenta enseguida la obligacin de renunciar a la familia, a la mujer, al cuerpo, a los afectos. Presenta el sacrificio, el holocausto de esas realidades, por el Reino y por el sacerdocio sicut angeli Insiste sobre el deber asctico de una brecha intransigente por el objetivo de un angelismo desencarnado y pseudomstico. Desgraciadamente suscita y lleva a una condicin existencial que lejos de ser anglica, es equvoca y peligrosa, cargada de problemas y tentaciones, de ineptitud afectiva comunitaria interna y apostlica externa, de incomprensin de toda realidad ajena, de vanidad personal. El amor casto y virginal puede asumir tonos inautnticos, equivocados. Con frecuencia impone una lucha mproba, idealista, irrealizable, expuesta a terribles sacudidas, a compensaciones an peores Se da una conducta formativa menos negativa en el mantenimiento de la dualidad de los planos, sin conflictos radicales pero tambin sin particulat continuidad. El clibe renuncia y controla, sin condenar, mas sin tener nada en comn. Tolera, ignora casi. Condena el mal, deja de lado el bien conyugal y se encamina por los propios caminos sacerdotales En torno a los valores del celibato sacerdotal erige emplizado defensivas: la renuncia, el desapego, el desierto, la soledad, la purificacin de todo lo mundano, peligroso, tentador e inferior, aun cuando sea necesario. Quedan trazos de represin, supresin, ocultacin (Gianola P. Pedagoga formativa del celibato sacerdotal, en Seminarium 1/1998/61. Cf, Fiori S., Il celibato dei preti come libera scelta, Milano 1969; Leist F., Celibato, legge o libert, Asis 1971; Fichter J. H., Celibacy, the necessary option, New York 1968; Hermand P. , Condition du prtre: mariage ou clibat?, Paris 1967; Diana A., Obiezioni al celibato da un esame delle pubblicazioni nei paesi di lingua tedesca e in Olanda, en Ekklesia, III.2/1969/25-50. Como aparece en este testimonio de esa poca: muchsimos sacerdotes se destruyen da a da en este estado de vida obligatorio, como en una prisin. Para muchos la Iglesia es madrastra despiadada (cit. en Cencini, Per amore, 65) Favale A., Il celibato sacerdotale nel pensiero di Giovanni Paolo II, en Salesianum, 44/1982/224-225.

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Sobre las crticas de entonces en contra del celibato cf De Rosa G., Preti per oggi, Roma 1972, pp.91-112; cf tambin Galor J., Un nuovo volto del prete, Asis 1972, pp.161-192. 37. Por ejemplo en los nn. 14 y 17, EV 2/1428, 1431. 38. Tomko, Studio introduttivo, 150. 39. Cdigo de Derecho Cannico, Roma 1983, cann. 1037, 1042, 1087-1088. 40. Pablo VI, Sacerdotalis Caelibatus, 5-12, EV 2/1419-1427. 41. Pablo VI, Le dichiarazioni, EV 3/1963. 42. Pablo VI, Sacerdotalis Caelibatus, 18, EV 2/1432. 43 . Orientamenti, 47, EV 3/294. 44. Ibidem, 53.75. EV 3/307.370. 45. Ibidem, 70, EV 3/356. 46. Sacerdotalis Caelibatus, 56, EV 2/1470. 47. Ibidem, 62, EV 2/1476. Cf tambin Ratio Fundamentalis, 48, EV 3/1876-1879, Orientamenti, 1.16. EV 5/196.229-230. 48. Cf Cdigo de Derecho Cannico, cann.241, 1029. 49. Sacerdotalis Caelibatus, 63, EV 2/1477; Cdigo de Derecho Cannico, 247. 50. Sacerdotalis Caelibatus, 72, EV 2/1486. 51. Ibidem, 63, EV 2/1477; Orientamenti, 28, 38, 90, EV 256, 276, 426. 52. Cf Cdigo de Derecho Cannico, 1051-1052. 53. Sacerdotalis Caelibatus, 54, EV 2/1468. 54. Se trata de 13 alocuciones dadas en las audiencias generales de los mircoles, del 10 de marzo al 21 de julio de 1982 (Verginit o celibato per il Regno dei cieli, catequesis sobre el celibato eclesistico y sobre la virginidad religiosa, Milano 1982). 55. Cf entre otras, la del 26 de marzo de 1985, sobre el trabajo pastoral alegre y la del 13 de abril de 1995 sobre la importancia de la donacin de la vida del sacerdote. 56. Como aquellas sobre el presbiterado del 31 de marzo al 22 de septiembre de 1993, especialmente la del 17 de julio de 1993 sobre la lgica de la consagracin en el celibato sacerdotal. 57. Ver el discurso a los participantes al simposio internacional sobre Pastores dabo vobis el 28 de mayo de 1993. 58. Congregacin para la educacin catlica. Tria iam lustra, 19 de marzo de 1985, EV S1/918-1072, especialmente en el n 48. EV S1/997-1000. 59. EV 13/1154-1553, especialmente en los nn. 27.29.50, EV 13/1286-1287, 1294-1298, 1404-1410. 60. Publicado por la Congregacin para el clero el 31 de enero de 1994. La parte referida al celibato va del n. 57 al n. 60. 61. Se trata de una catequesis sobre el amor humano, durante los mircoles en las audiencias generales de 1985. 62. Carta apstolica del 15 de agosto de 1988, EV 11/1206-1345, especialmente 1224-1235. 63. Publicado por la Congregacin para la educacin catlica el 1 de noviembre de 1983. 64. Publicado por el Pontificio Consejo para la familia el 8 de diciembre de 1995, con sabias reflexiones sobre la vocacin a la virginidad y al celibato en los nn.34-36. 65. Congregacin para la educacin catlica (4 de noviembre de 1993). 66. Congregacin para la educacin catlica (19 de marzo de 1995). 67. De la Congregacin para los institutos consagrados y sociedades de vida apostlica, sobre la formacin en los institutos religiosos (2 de febrero de 1990<, EV 12/1-139; especialmente los nn.39-59, EV 12/4750.73). 68. Publicada el 25 de marzo de 1996, en el n. 88 se habla del desafo de la castidad consagrada. 69. Pensamos, por ejemplo, en ciertos pasajes de las catequesis del Papa sobre la virginidad por el reino o de la Pastores dabo vobis. 70. Cf Cencini, Per amore, 68-75.83-86. 71. En una encuesta hecha a 409 sacerdotes prximo al 8 snodo de los obispos, cf Foelna, U., Fare il prete ancora bello, en Avvenire, 24 de octubre de 1990, p.3. 72. Cf Brunet G., Un bilancio del sinodo, en Settimana, 39/1990/16. 73 . Propositio 11, de Pastores dabo vobis al 29 (EV 13/1294-1298). La necesidad de reiterar la posicin de la Iglesia al respecto surge de la actitud de cierta prensa, segn la cual, en el curso de coloquios informales con periodistas, el Pontfice les haba confiado tener la voluntad de mantener la ley del celibato durante su pontificado, pero previendo que despus de l cesar esta disposicin disciplinaria. En el viaje de retorno

de Escandinavia, en 1989, por ejemplo, hubo quien escribi que dialogando durante el vuelo con los periodistas, Juan Pablo II les habra confesado esta previsin, afirmando que la actual ley del celibato obligatorio est destinada a desaparecer. Interrogado explcitamente sobre este hecho, el Director de la Sala de Prensa del Vaticano, Navarro Valls, habra respondido: En el vuelo de regreso de Escandinavia en 1989 yo estaba al lado de S.S. Juan Pablo II. Tal frase u otra de anlogo contenido, no fue nunca pronunciada por el Papa y no refleja en absoluto su pensamiento (declaracin escrita por J. Navarro Valls el 20 de enero de 1997). 74. Pimenta, S.I., discurso hecho al Santo Padre en la apertura del Snodo de 1990. Cf LObservatore Romano, ed sell, 41(1160), p.8. 75. Por no constituir directamente el tema a discutir 34 padres (sobre un total de 239) intervinieron sobre el celibato. 76. La casi totalidad intervino en esta lnea, cf Caprile, G., Il celibato sacerdotale al Sinodo dei vescovi 1990, en La Civilt Cattolica, 3419 (1992), 488-501. 77. Pastores dabo vobis, 50, EV 13/1409. 78. Intervencin al Snodo de los obispos de Monseor Flynn, cit por Caprile, Il celibato, 492-493. 79. Pastores dabo vobis, 29.50, EV 13/1294-1298. 1409-1410. 80. De una intervensin de Tepe: cf Caprile, Il celibato, 492. 81. Tal recomendacin es dada en crculos menores: cf Caprile, Il celibato, 499 82. Congregacin para la educacin catlica. Direttive sulla preparazione degli educatori nei seminari, 4 de noviembre de 1993. 83. Cf entre otros, Optatam Totius, 5, EV 1/782; Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, 30. EV 3/1855: Pastores dabo vobis, 66. EV 13/1470-1474. 84. Direttive, 25. 85. Ibidem, 35 86. Ibidem, 36 87. Ibidem, 54, cf. tambin Pastores dabo vobis, 50, EV 13/1407. 88. Direttive, 57. 89. Juan Pablo II, Verginit, 35 90. Cf Tettamanzi, D., la verginit per il Regno. Dalle catechesi di Giovanni Paolo VI, Milano 1982. 91. Cf Juan Pablo II, Verginit, 3-7. 92. Cf Ibidem, 33-37. 93. Cf Ibidem, 24-27 94. Cf Ibidem, 19-27. 95. Cf Ibidem, 38-41. 96. Direttorio, 59. 97. Juan Pablo II, Verginit, 36. 98. Cf Maruca, D., History: a school of Humility and a Source of Hope, en Seminarium 1 (1993), 106. 99. Agustn: la santidad de la vida casta no se pierde sino violando la castidad, volvindose soberbios (Discurso 354. 4,4) 100. Schotte, J., Snodo de los Obispos de 1990, Estudio introductorio, en AA.VV, Celibato e Magisterio, 249.

LA MADUREZ INTEGRAL DEL SACERDOTE, RELIGIOSO Y RELIGIOSA Dr. Gastn de Mezerville (San Jos de Costa Rica) El presente artculo corresponde al Captulo 9 del libro Madurez Sacerdotal y Religiosa, un enfoque integrado entre Psicologa y Magisterio, publicado por el CELAM el ao pasado. (Ver la recensin de esta obra, en este mismo nmero de Pastores)

El Papa Juan Pablo II y los obispos asistentes al Snodo de 1990 Sobre la Formacin de los Sacerdotes en la Situacin Actual, insistieron claramente en la necesidad de la madurez sacerdotal como requisito indispensable para el adecuado ejercicio de este ministerio. A este respecto, en la exhortacin apostlica postsinodal Pastores Dabo Vobis (1992), se afirma que sin una adecuada formacin humana toda la formacin sacerdotal estara privada de su fundamento necesario. A lo que aade Juan Pablo II: Esta afirmacin de los Padres sinodales expresa no solamente un dato sugerido diariamente por la razn y comprobado por la experiencia, sino una exigencia que encuentra sus motivos ms profundos y especficos en la naturaleza misma del presbtero y de su ministerio1. Estas manifestaciones del Papa y los obispos, reafirman la conviccin de que la madurez humana debe considerarse como el requisito previo, sin el cual no puede fundamentarse apropiadamente el anlisis, ms especfico, de los parmetros asociados con la vivencia madura del ministerio sacerdotal. En este sentido, es un hecho, resaltado en la misma Lineamenta que se ofreca a las iglesias particulares como instrumento de preparacin para el debate sinodal, que la complejidad y el peso del ministerio de los sacerdotes y de sus condiciones de vida exigen hoy una madurez ms slida que en el pasado (Lineamenta, 10). Por esta razn, resulta de la mayor importancia analizar ciertos elementos propios de la madurez sacerdotal, tanto en su ligazn ontolgica especfica que une al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y buen Pastor2, como en los aspectos que ataen a la vivencia madura del celibato, que segn el rito latino debe caracterizar la vida y el ministerio de los sacerdotes diocesanos, y que tambin se asume en la vida consagrada. En el Cuadro sobre Conceptos que caracterizan la madurez sacerdotal, por lo tanto, se correlacionan los parmetros Eriksonianos de la identidad, intimidad y generatividad, anteriormente propuestos, con el sentido de misterio, comunin y misin, caractersticos de la vida cristiana, tanto a nivel laical, como sacerdotal y religioso. Asimismo, se establece la correlacin correspondiente de estos conceptos con una vivencia autntica del celibato. De esta manera, el celibato se enmarca dentro del contexto de una opcin consciente y libre, que permita canalizar sanamente la sexualidad y proyectarla significativamente hacia la consecucin de un propsito vital realizante; constituyndose todos estos elementos en parte esencial de un sacerdocio y de una vida consagrada realmente maduros (Ver Cuadro Conceptos que caracterizan la madurez sacerdotal).

CUADRO: CONCEPTOS QUE CARACTERIZAN LA MADUREZ SACERDOTAL

IDENTIDAD

SENTIDO DE MISTERIO (Configuracin con Cristo)

INTIMIDAD

GENERATIVIDAD

CELIBATO Como opcin CONSCIENTE y LIBRE, en el contexto de una SOLEDAD APACIBLE SENTIDO DE CELIBATO Como CANALIZACIN COMUNIN (Vivencia eclesial plena) sana de la AFECTIVIDAD, en el contexto de una INTERAC-CIN AFECTUOSA SENTIDO DE MISIN CELIBATO (Celo por el servicio ministe- Como opcin fundamental rial y la evangelizacin) y significativa, en el contexto de un PROPSITO VITAL existencialmente realizable

En cuanto a lo primero, Juan Pablo II sintetiza la enseanza conciliar como ya lo haba hecho en su encclica Christifideles Laici, cuando en su exhortacin apostlica Pastores dabo vobis presenta a la Iglesia como misterio, comunin y misin; y as seala que ella es misterio porque el amor y la vida del Padre, del Hijo y del Espritu Santo son el don absolutamente gratuito que se ofrece a cuantos han nacido del agua y del Espritu (Cf. Jn 3,5), llamados a revivir la comunin misma de Dios y a manifestarla y comunicarla en la historia (misin)3. Ms an, esto mismo lo reafirma tambin en su exhortacin apostlica Vita Consecrata, con la que completa el anlisis de las peculiaridades que caracterizan los estados de vida queridos por el Seor Jess para su Iglesia4, como resultado de la trada de snodos dedicados a los laicos, a los presbteros y a los religiosos y religiosas. En esta ltima exhortacin apostlica, por lo tanto, el Papa invita a continuar esta reflexin para profundizar en el gran don de la vida consagrada en su triple dimensin de la consagracin, la comunin y la misin, (de manera) que los consagrados y consagradas, en plena sintona con la Iglesia y su Magisterio, encuentren as ulteriores estmulos para afrontar espiritual y apostlicamente los nuevos desafos5. En este sentido, as como los conceptos fundamentales propuestos por el Papa Juan Pablo II en cada uno de estos recientes documentos del Magisterio Eclesial Christifideles laici, Pastores dabo vobis y Vita consecrata, coinciden directamente con la terminologa de identidad, intimidad y generatividad, utilizada en la teora de Erik Erikson, es posible afirmar a su vez que el enfoque psicolgico empleado por este autor tambin ha venido siendo ampliamente reconocido dentro del mbito eclesial desde hace ya varias dcadas. El sacerdote y mdico James Gill, en un artculo titulado El Desarrollo de las Personas (1981), reconoce que a principios de la dcada de los aos setenta, cuando los obispos norteamericanos expresaron una seria preocupacin relacionada con el nivel de desarrollo

psicosexual y social logrado por los sacerdotes diocesanos y religiosos en su pas, fue el modelo evolutivo de Erikson el que el equipo investigativo utiliz como estndar de medicin6. Este estudio, realizado por el Departamento de Psicologa Clnica de la Universidad de Loyola en Chicago, utiliz una muestra de 719 sacerdotes y permiti hacer generalizaciones a toda la poblacin sacerdotal en los Estados Unidos7. Adems, en opinin del Padre Gill, los puntos de vista de Erik Erikson han venido influenciando de manera cada vez mayor el pensamiento y la prctica tanto de directores espirituales como de equipos de formadores a nivel diocesano y religioso en todo el mundo. Ms an, durante el proceso de finalizacin de este libro, ha llegado hasta nuestras manos una obra del ya mencionado psiclogo y sacerdote jesuita, Padre lvaro Jimnez Cadena, con el ttulo de Caminos de Madurez Psicolgica para Religiosos (1995). En esta pequea pero importante obra, el Padre Jimnez Cadena adopta coincidentemente un enfoque paralelo al que se viene desarrollando en nuestro presente libro. l utiliza la teora epigentica de Erik Erikson para resaltar las ltimas cuatro etapas en la vida humana correspondientes a la identidad, la intimidad, la generatividad y la integridad, y aplicarlas a la vida sacerdotal y religiosa. Esto hace que muchos de los conceptos expuestos en su obra resulten ser de suma importancia para complementar el anlisis que a continuacin se ofrece en este captulo sobre la madurez del sacerdote y religioso. Asimismo, en lo que se refiere al celibato sacerdotal y religioso, el tambin psiclogo y sacerdote jesuita, Padre George A. Aschenbrenner, propone la necesidad de un equilibrio entre una soledad apacible y una interaccin afectuosa, proyectados hacia una misin realizante y generadora de vida, como los tres elementos primordiales que, adecuadamente integrados, posibilitan una vivencia madura y satisfactoria del celibato8. Esta visin, tan explcitamente relacionada con la teora de Erikson, concuerda a su vez en alto grado con algunas de las posiciones tericas de otros psiclogos y sacerdotes, tales como el Padre Luigi M. Rulla, S.J., de la Universidad Gregoriana de Roma, y, muy particularmente, con la propuesta que hace el psiclogo mexicano, Padre Luis Jorge Gonzlez, O.C.D., tras la bsqueda de una apropiada sublimacin de la sexualidad en la vida ministerial. Finalmente, el desarrollo sobre esta temtica que ofrece el Padre Javier Garrido, O.F.M., en su libro Grandeza y miseria del celibato cristiano, as como las reflexiones del monje trapense Thomas Merton, complementan con gran riqueza los aportes anteriores y permiten plantear una sugestiva sntesis de los conceptos aqu tratados para una visin unificada de la madurez. Estos ltimos autores, sin ser estrictamente profesionales en Psicologa como los otros arriba mencionados, s se han especializado lo suficiente en este campo como para desarrollar en sus obras un enfoque altamente coherente con la visin psicolgica contempornea del hombre. De este modo, las contribuciones de una veintena de prestigiosos autores en el mbito sacerdotal y religioso, incluyendo tanto a reconocidos santos y msticos como a escritores contemporneos, sirven de base para el desarrollo de este captulo. Entre estos, muy particularmente, los valiosos aportes ya descritos de George Aschenbrenner (norteamericano), lvaro Jimnez Cadena (colombiano), Luigi M. Rulla (italiano) y Luis Jorge Gonzlez (mexicano), todos sacerdotes y especialistas en Psicologa, junto a los del maestro en Espiritualidad, Padre Javier Garrido (espaol) y del monje Thomas Merton (norteamericano), hacen de esta presentacin una especie de panel de expertos, en la que el autor de este libro procura llevar el hilo conductor de la temtica tratada, coordinando las distintas intervenciones de tan insignes panelistas. Consecuentemente, se logra as un enfoque integrado sobre la madurez del sacerdote o religioso como pastor, fundamentado

no solo en nuestra propia visin sobre el tema sino, especialmente, sobre la slida base de las reflexiones y testimonios personales de algunos de los representantes ms autorizados, a nivel eclesial, para alcanzar este propsito. EL SENTIDO DE IDENTIDAD SACERDOTAL O RELIGIOSO Con el fin de aplicar el concepto de identidad como elemento fundamental de la madurez del sacerdote o religioso en su calidad de pastor, es preciso volver a las fuentes mismas de la definicin Eriksoniana, segn ha sido utilizada en estudios relacionados con este tema. Por lo tanto, resulta apropiado acudir a la terminologa empleada en la investigacin que se realiz con el clero catlico en los Estados Unidos en 1971, en cuyo contexto la identidad significa un sentido interno de mismidad y continuidad en el tiempo y de homogeneidad interior en un momento dado. Concretamente, implica el sentirse a gusto con su propio cuerpo, saber uno para dnde va y la seguridad de ser reconocido por los dems. Todo esto se basa en una buena integracin entre las pulsiones y deseos internos por una parte, y las condiciones sociales por otras; esta integracin se concreta en las reas del trabajo, el sexo y las relaciones con los compaeros y con la comunidad9. Por otra parte, la debilidad inherente a esta etapa, que se inicia en la adolescencia y contina a lo largo de la vida, denominada originalmente por Erikson como confusin de rol, es definida por los autores del mismo estudio, antes mencionado, como una discrepancia entre lo que uno aparenta ser y lo que es; confusin acerca de la propia identidad sexual y de su habilidad para escoger una carrera por razn de las dudas y de los intereses en conflicto; inhabilidad para relacionarse con los dems en pie de igualdad, o para competir con ellos; sentimiento de vaco; falta de una filosofa coherente de la vida y de metas que den sentido a la propia existencia10. A este respecto, cuando en su libro, Caminos de Madurez Biolgica para Religiosos, el padre Jimnez Cadena trata de sentar las bases de la relacin existente entre identidad y autoestima para una buena salud mental, cita al Dr. Michael E. Cavanagh, ya mencionado en los captulos anteriores, quien establece que una base importante, quizs el fundamento ms importante para la salud mental y espiritual es la identidad psicolgica11. A lo que Jimnez Cadena le agrega el comentario de que una persona madura, aunque nunca se haya planteado expresamente la pregunta: Quin soy yo?, debe ser capaz de responder a este crucial interrogante12. Dentro del desarrollo de este libro, ya hemos desarrollado un captulo entero dedicado al Proceso de la Autoestima, procurando fundamentar los elementos actitudinales y conductuales que constituyen una verdadera autoestima, as como los problemas que tienden a presentarse en cada caso y algunas metas que pudieran contribuir a superarlos. En este sentido, ha quedado claro que para el logro de una madurez humana integral, la bsqueda de un sano sentido de identidad debe estar enraizado en la vivencia concreta de una adecuada estima propia, asociada con un sentido autntico de valor personal. Pues, tal y como lo seala el Padre Jimnez Cadena en su libro, el sentido de identidad personal para la persona humana es una fuente de profundas satisfacciones, cuando la autoimagen y la autoestima son positivas. Pero puede igualmente convertirse en un potro de tortura cuando ellas son bajas o negativas13.

De manera que los mismos elementos antes tratados de la autoimagen, la autovaloracin y la autoconfianza en el plano de las actitudes inferidas, as como del autocontrol, la autoafirmacin y la autorrealizacin en la dimensin conductual observable, pueden aplicarse tanto a nivel humano como a nivel especficamente religioso, al plantearse aqu la madurez integral correspondiente a la vida sacerdotal o consagrada. De hecho, como afirma Jimnez Cadena, es muy importante para la persona consagrada considerarse a s misma como digna de estima, por sus talentos y realizaciones personales. La humildad no consiste en desconocer esas dotes personales ni en negarlas, ni mucho menos en convertirse en vctimas de un complejo de inferioridad. Pero, adems de las cualidades y realizaciones personales (que pueden ser muchas y muy grandes), poseemos las caractersticas inherentes a toda persona humana; ellas constituyen el ncleo central de nuestra identidad y en ellas debe tambin fundamentarse la autoestima14. Por lo tanto, el que sacerdotes o religiosos puedan desarrollar su capacidad de verse con claridad, incluyendo fortalezas y debilidades, de saberse importantes a nivel personal y en su ministerio divino, de sentirse confiados y capaces de llevar a cabo su misin, son elementos internos que realzan grandemente el sentido de identidad y autoestima de los ministros de Dios. Asimismo, el adecuado autocontrol manifestado en un buen manejo de s mismos, la libertad de manifestarse de acuerdo a su propia conciencia, y la posibilidad de realizarse existencialmente proyectando al mximo sus talentos y potencialidades, constituyen los parmetros externos que reflejan un apropiado sentido de identidad y de estima propia en la vida de sacerdotes y religiosos. Esto lo confirma el Padre Jimnez Cadena cuando sostiene que la nica manera de conocernos de manera objetiva y de que los dems conozcan nuestra identidad es por medio de nuestros comportamientos: acciones, trabajos, desempeo de roles. La autoimagen y el sentido de identidad se forman no slo a travs del feedback que recibimos de los dems sobre cmo nos perciben a nosotros, sino tambin por nuestras propias experiencias, de triunfo o de fracaso, por medio de comportamientos maduros, inmaduros o tal vez neurticos; por nuestras grandes realizaciones apostlicas o nuestras pequeas mezquindades de cada da15. En el Instrumento Preparatorio para el Sexto Encuentro Nacional de Presbteros del Brasil (1996), confeccionado por la Comisin Nacional del Clero (CNC) de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB), se resaltan los desafos planteados por Erik Erikson en cuanto a la identidad, la intimidad y la generatividad para el logro de la madurez en la vida sacerdotal. Particularmente, en cuanto al sentido de identidad, el Documento sea que, segn Erikson, hacia los 20 aos, el individuo es llevado a hacer una especie de balance de los aprendizajes bien o mal sucedidos, realizados hasta entonces. Es un momento de sntesis. La tarea fundamental es la de responder a la pregunta: Quin soy yo?... Normalmente, es en esta fase de definicin de la juventud (all entre los 1825 o incluso 30 aos) que la Iglesia reconoce y legitima el deseo del joven que se presenta al sacerdocio. Son aos de intenso trabajo de interiorizacin y construccin del yo ideal, fundamental para el sentido de identidad personal del futuro sacerdote. Involucra muchos aspectos de la autoimagen, de la identidad y de los roles sexuales, superacin de reacciones de confusin, idealizacin y preocupacin excesivas sobre s mismo, crecimiento en la capacidad de entrega, una autoestima mejor consolidada, una vida de oracin ms personalizada, fortalecimiento de las

actitudes y aptitudes tiles para su papel de sacerdote, apertura al otro, sentido de compasin y de compartir, etc. La aceptacin del candidato por parte de la Iglesia no consiste solo en el acto del Obispo o responsable (por admitirlo). Es todo el comportamiento de los colegas (en el presbiterio), de la familia y de la comunidad que pasa a pedirle a este sacerdote que haga y piense como tal, que l sea presbtero en su identidad16. En fin, todo lo anterior nos hace concluir que en la prctica del ministerio sacerdotal o consagrado se expresa, como si fuera un test proyectivo, el sentido de identidad y de autoestima de los ministros de Dios. Y, ms an, al apoyarse el crecimiento de los novicios, novicias y seminaristas, de los sacerdotes, religiosos o religiosas en estas reas prioritarias de su personalidad, se estar contribuyendo tambin a una vivencia ms madura de sus vidas y de todas las acciones que ellos emprendan como parte de su llamado vocacional. 1. La identidad como sentido de misterio a nivel eclesial El Padre lvaro Jimnez Cadena realiza en su libro, aqu citado, un excelente recuento de los parmetros que caracterizan la identidad del cristiano a nivel eclesial. Elemento esencial en la identidad de un cristiano autntico, afirma l, es su filiacin divina: Yo soy hijo de Dios, por el bautismo y la fe. El Concilio Vaticano II nos ha recordado insistentemente que todo cristiano se honra con el nombre de Cristo (549), se llama y es llamado hijo de Dios (599); por el bautismo es una nueva creatura (599); es un miembro de Cristo (39), conformado con la imagen del Hijo (217), resucitar en Cristo una vez vencida la muerte (232). Estos elementos contribuyen a formar la identidad del cristiano, cuando acepta estas verdades no como fras abstracciones tericas, sino que logra convertirlas en vida propia por la fe; a la luz de la oracin y movido por el Espritu, encuentra aqu, bases muy firmes para formarse una autoimagen positiva y, por consiguiente, una alta y saludable autoestima17. Una vez sentadas estas bases que definen la identidad del cristiano, segn el magisterio de la Iglesia, el mismo Padre Jimnez Cadena se plantea la siguiente interrogante: Cmo se explica entonces, que para tantsimos individuos, su identidad como cristianos no ejerce el influjo real unificador que conduzca a darle sentido y satisfaccin a la vida? Cmo es posible que Rulla haya concluido que el 75% de los sacerdotes entre los que integraron la muestra de su investigacin, tenan una autoestima demasiado baja?. Tratando de dar una respuesta plausible a tales preguntas, el Padre Jimnez Cadena cita al autor A. Manenti cuando manifiesta que no es cuestin de falta de fe, sino de falta de centralidad de la fe: no somos capaces de hallar en ella una positividad suficiente, como si no bastara descubrir que somos hijos de Dios para sentirnos portadores de valores. Y entonces la identidad se desplaza hacia otras realidades y, para valorarse positivamente, se requiere un montn de compensaciones, de confirmaciones, de xitos. A pesar de su presencia, en la prctica no se considera la verdad de fe lo bastante central y esencial en el concepto de s18. Ahora bien, para satisfacer los propsitos de este captulo referente a la madurez del sacerdote o religioso, se hace necesario agregar an, a la identidad en el plano humano y en la dimensin cristiana, hasta aqu considerados, el sentido de identidad especialsimo que aporta el llamado sobrenatural a la vida sacerdotal, por medio del sacramento del Orden, o

a la vida consagrada, al asumirse los votos perpetuos de castidad, pobreza y obediencia. Como se dice en el decreto conciliar Perfectae Caritatis, refirindose al caso de los religiosos, pero en muchos sentidos extensivo tambin a los sacerdotes diocesanos, todos los que son llamados por Dios a la prctica de los consejos evanglicos y los profesan fielmente, se consagran de modo peculiar a Dios, siguiendo a Cristo, que, pobre y virgen (Cf. Mt 8,20; Lc 9,18), por su obediencia hasta la muerte de cruz (Fil. 2,8), redimi y santific a los hombres19. En este respecto, el Magisterio de la Iglesia afirma claramente que la identidad fundamental de la Iglesia, y por ende de todos sus miembros, tanto sacerdotes y religiosos como fieles laicos, no puede ser entendida fuera del sentido de misterio que la caracteriza en su relacin sobrenatural con Dios. Particularmente, al considerar la identidad del sacerdote, el Papa Juan Pablo II la define de la siguiente manera: Es en el misterio de la Iglesia, como misterio de comunin trinitaria en tensin misionera, donde se manifiesta toda identidad cristiana, y por tanto tambin la identidad especfica del sacerdote y de su ministerio. En efecto, el presbtero, en virtud de la consagracin que recibe con el sacramento del Orden, es enviado por el Padre, por medio de Jesucristo, con el cual, como Cabeza y Pastor de su pueblo se configura de un modo especial, para vivir y actuar con la fuerza del Espritu Santo al servicio de la Iglesia y por la salvacin del mundo20. De la misma manera, al referirse a la vida consagrada como don de Dios para la Iglesia, Juan Pablo II subdivide su exhortacin apostlica sobre este tema precisamente en tres grandes captulos, a saber: 1. Confessio Trinitatis, sobre las fuentes Cristolgico-Trinitarias que definen la identidad de los religiosos y religiosas; 2. Signum Fraternitatis, en el que se trata la vida consagrada como signo de comunin en la Iglesia; y 3. Servitium Caritatis, donde se propone la vida consagrada en trminos de una Epifana del amor de Dios en el mundo21. Ms an, en un reciente documento eclesial elaborado por la Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostlica, bajo el ttulo de La vida fraterna en comunidad (1994), se realiza un excelente anlisis de la necesidad de madurez que tienen las personas dedicadas a la vida consagrada. Particularmente, al tratar el tema que aqu nos ocupa, se afirma que la identidad de la persona consagrada depende de la madurez espiritual; es obra del Espritu, que impulsa a configurarse con Cristo, segn la particular modalidad que nace del carisma originario, mediacin del Evangelio, para los miembros de un determinado Instituto... (As), en esta dinmica la persona consagrada y la comunidad religiosa son propuesta evanglica que manifiesta la presencia de Cristo en el mundo22. El sentido de misterio, por lo tanto, define la identidad del sacerdote y del religioso como del orden de la fe, configurndolo a Jesucristo por medio de su ordenacin sacramental o de la vivencia de sus votos en la vida consagrada. Lo que de ninguna manera desmerece ni relega su dimensin humana, sino que la realza al convertirlo en testigo y servidor del Evangelio de la gracia de Dios, y, en el caso del sacerdote, en dispensador de los misterios sagrados. 2. El celibato en el contexto de una soledad apacible

De acuerdo con la Lineamenta, propuesta para la preparacin del Snodo Sobre la Formacin de los Sacerdotes en la Situacin Actual, esta educacin al sentido del misterio supone una vida de oracin personal y silenciosa. Esta vida de oracin es relacin personal con Dios, en Jesucristo, por su Espritu..., (y necesita) nutrirse de la Palabra de Dios leda y meditada, lectio divina, que el futuro ministro de la Palabra debe haber largamente practicado. En un mundo de agitacin y de ruido, una atmsfera de silencio facilita esta bsqueda interior y este encuentro personal con el Seor23. Esta necesidad del silencio, como requisito para la plena vivencia del sentido de misterio en la identidad sacerdotal y religiosa, es confirmada por el Padre y psiclogo norteamericano, George A. Aschenbrenner, en su artculo Celibato en Comunidad y Ministerio. Al hablar de una soledad apacible, el Padre Aschenbrenner insiste en que si no se da primaca a la relacin central de soledad (del sacerdote o religioso), a solas con Dios y en Dios, las relaciones a nivel comunal pueden demandar una prioridad tal que lleguen a confundir, o incluso destruir, la identidad celibataria24, la cual debe estar fundamentada slidamente en la vivencia de una relacin personal de compaerismo con Dios. Ms an, Aschenbrenner es sumamente claro al afirmar que cuando se le da una prioridad mayor al vivir en una comunidad de amor que a la soledad con Dios, el llamado al celibato religioso puede ser acallado o incluso silenciado por completo. El celibato religioso no podr ser nunca justificado o explicado solamente por la belleza del amor y del apoyo en comunidad, si no existe tambin una relacin bsica de soledad con y en la presencia de Dios25. A estos comentarios, el Padre Aschenbrenner aade que aunque su artculo se refiere primariamente al sacerdocio religioso, tambin puede ser aplicado al celibato del sacerdote diocesano, con las debidas adaptaciones26. Sin embargo, el aprendizaje para estar en soledad, de manera apacible, requiere de tiempo y madurez en la vida de las personas clibes. Pues, como lo establece realistamente el Padre Javier Garrido, al principio, la soledad es un problema. Hay que aprender a estar en ella, descubrirse en ella, ir ensanchando sin miedo sus fronteras. Gozar estando solo es el presupuesto para tener una vida propia: Interioridad27. De esta manera, con el fin de poder alcanzar una autntica interioridad, Garrido exhorta a los clibes para que disfruten de la presencia de Dios en medio de su soledad. Si tu interioridad comienza a ser habitada por el Dios vivo mediante la oracin, insiste l, te sentirs cada vez ms solo. No te asustes, no huyas. No te das cuenta de que est creciendo por dentro otro tipo de vida?... Nada ni nadie como Dios da a la persona conciencia de su radical soledad. Precisamente porque es el Absoluto, despierta en m la conciencia de absoluto, de significacin nica e incondicional. No consiste en eso, cabalmente, ser persona? La soledad ha dejado de ser problema para constituirse en camino. Ahora te acercas al otro no tanto en funcin de conveniencias como de encuentro. Ya no necesitas idealizar la amistad. Das y recibes, asumiendo la diferencia y el conflicto como parte dinmica e integradora de la relacin. La intimidad no tiene por qu ser fusin sin fisuras. Ms bien, el regalo que hay que cuidar. La libertad no amenaza la unin, sino que la refuerza... Cmo puede haber celibato si previamente no hay soledad gozosamente vivida? Es la soledad la que permite que la compaa (amistad, familia, comunidad...) no sea un subterfugio28.

En este mismo sentido, el tambin sacerdote y psiclogo, Padre Luis Jorge Gonzlez, en su artculo titulado Experiencia de Dios y celibato creativo a la luz de la actual psicoterapia, concuerda en que la oracin concebida y vivida como proceso existencial de amor a Dios, por medio de Cristo, resulta ser una condicin indispensable para el celibato cristiano. Pero no como una norma de ascesis. Es decir, no como una obligacin fra que cae sobre las espaldas de los cristianos. Ms bien, como una relacin interpersonal. Sobre todo, como un ejercicio intenso y constante de amor a Dios29. Lo que tambin coincide con la afirmacin de Javier Garrido, de que la clave de la identidad del clibe no est en lo especfico del celibato, sino en su vocacin cristiana al amor30. Ms an, en otro artculo titulado Las causas del abandono del ministerio sacerdotal (1986), el psiclogo colombiano, Padre lvaro Jimnez Cadena propone, a este respecto, que en el fondo de casi toda defeccin, a veces como causa principal, otras al menos como causa concomitante ms o menos influyente en el resultado final, se encontrar una deficiencia de vida de oracin, un enfriamiento en la vida espiritual, una rutinizacin en la recepcin de los sacramentos, una progresiva acedia espiritual, una marcada bsqueda de la propia comodidad, una huida sistemtica de la abnegacin. En una palabra, se encuentra uno ante el sndrome tradicionalmente llamado por los autores ascticos la tibieza espiritual31. Por consiguiente, todos estos posibles sntomas, tan caractersticos de una pobre vida interior, llevan a Aschenbrenner a la conclusin de que sin soledad, es fcil para los clibes ya sea perder el atractivo que tenan por este tipo de vida, o perderse a s mismos en un casi continuo activismo pastoral32. As, mediante el establecimiento de esta soledad apacible en la compaa de Dios, caracterizada por una autntica interioridad consigo mismo y por una realizante vida de oracin, se brinda el contexto dentro del cual el sacerdote o religioso, que desea abrazar el celibato como una forma apropiada de vida para el ejercicio de su ministerio, opte por l de manera consciente y libremente aceptada. Por lo tanto, segn el Padre Aschenbrenner, el propsito de la persona clibe no ser el de suprimir o destruir esta tendencia natural (a encontrar compaero a nivel matrimonial), sino el de comprenderla y, entonces, adaptar cuidadosamente su forma de expresarla. Esta adaptacin ser motivada y dirigida por la intimidad y el decisivo enfoque de compaerismo singular con ese Dios amoroso (que lo invita al celibato)33. Por el contrario, como tambin lo manifiesta el Padre Jimnez Cadena, otras fuentes de dificultades pueden provenir de una escasa comprensin, aprecio o interiorizacin vital del celibato, asocindolas l con actitudes y conductas egostas, de castidad ambigua, de problemas sexuales no superados y de bsqueda de amistades compensatorias, as como de un trato inmaduro con las personas del sexo opuesto y de otras compensaciones, como son las excesivas comodidades, el ansia de poder, el alcoholismo y la drogadiccin, etc. En fin, que adems de la tibieza espiritual, mencionada anteriormente, este autor considera que el factor comn en la mayora de las defecciones sacerdotales est constituido por un trasfondo ms o menos marcado de inmadurez emocional34. Todas estas aseveraciones reflejan claramente el papel primordial que desempea la madurez psicosexual y afectiva en la vida de las personas clibes, pues, sin ella, no ser posible el optar libre y conscientemente, dentro del contexto de la propia situacin de vida, ni de aceptar realistamente las exigencias de un celibato. Porque, tal y como la define el psiclogo profesor de la Universidad Gregoriana, Padre Luigi M. Rulla, la madurez afectiva consiste en la capacidad de un individuo de conocer y aceptar el ideal de s en la situacin concreta en que se encuentra, de manera objetiva y libre, para as poder vivirlo.

Lo que lleva al Padre Rulla a la conclusin, en sus propias palabras, de que solamente un objetivo y libre ideal de s en la situacin permitir una adaptacin que dar como fruto un crecimiento continuo en la vocacin religiosa35. De lo contrario, al no tenerse bases suficientemente firmes de madurez emocional y afectiva, expresadas en la prctica cotidiana de una soledad apacible en la presencia de Dios, las consecuencias patolgicas de una vivencia celibataria, inconscientemente asumida e interpretada como una situacin impuesta, pueden acarrear para el sacerdote o religioso una carga agobiante de angustia, que en tiempos de crisis amenazaran quizs con destruir no solamente su compromiso celibatario, sino la totalidad de su vida ministerial. EL SENTIDO DE INTIMIDAD SACERDOTAL O RELIGIOSO El segundo gran parmetro desarrollado en este libro, como indicador de la madurez humana integral, consiste en un clido sentido de fraternidad y pertenencia con los semejantes, en el cual se asocian los elementos de la intimidad y el afecto, segn fueron tratados en el captulo correspondiente. No obstante, conviene en este punto ampliar la definicin Eriksoniana de la intimidad, de manera que pueda adaptarse a su aplicacin dentro del mbito de la madurez del sacerdote o religioso como pastor, que es el tema que aqu nos ocupa. Para este efecto, y parafraseando a Erik Erikson, el Padre Jimnez Cadena define la intimidad como la capacidad de comprometerse en afiliaciones y asociaciones concretas y de desarrollar la fortaleza tica necesaria para ser fiel a tales compromisos, an en el caso de que exijan grandes sacrificios. A lo que l mismo agrega, en procura de ser an ms explcito, algunos otros elementos como la capacidad de establecer relaciones de esta clase con individuos de ambos sexos; habilidad de compartir con otros y cuidar de ellos sin perder la propia identidad. (Adems), las personas con capacidad de intimidad buscan relaciones emocionalmente cercanas y se sienten a gusto con ellas. Confan en los amigos y estn fcilmente disponibles para ellos36. Asimismo, y segn fue definido anteriormente en los primeros captulos de este libro, a la fortaleza de la intimidad se opone el concepto Eriksoniano del aislamiento, que Jimnez Cadena lo explica, a nivel personal, como la tendencia a permanecer solo y absorto en s mismo por temor de perder su propio yo. El aislamiento se presenta cuando la identidad de la persona es demasiado dbil para soportar las incertidumbres de la intimidad. Los compromisos y responsabilidades emocionales parecen irrazonables o demasiado restrictivas de la libertad personal. Como resultado, tales individuos se mantienen emocionalmente distantes en sus relaciones; estn completamente concentrados sobre s mismos o son indiscriminadamente sociables. Sus relaciones son anormales o estereotipadas. Tales personas no son capaces de compartir nada con nadie, o se niegan a hacerlo. Con frecuencia, se sienten atrados hacia una relacin ntima, y simultneamente aterrorizados por ella, cuando exige un compromiso serio37. Varias de estas manifestaciones del problema del aislamiento ya fueron desarrolladas ampliamente como parte del Proceso del dar y recibir afecto. Particularmente, en lo que se refiere al mal manejo afectivo por parte de sacerdotes, religiosos o religiosas, estos parecen tener una mayor propensin a caer en los extremos caracterizados por las dificultades de recibir afecto o de intercambiar afecto. Lo que en trminos prcticos se

manifiesta, algunas veces, por un exceso de actividades de cuidado pastoral, sin abrirse a recibir ningn tipo de apoyo afectivo a nivel personal; otras veces, por el contrario, ocurre un exagerado encerramiento dentro de s mismo, ya sea que este se disfrace tras la forma de un activismo despersonalizante o por un replegarse de toda interaccin significativa con las personas que lo rodean. Ante todos estos problemas, el clibe necesita replantearse su capacidad de entrar en intimidad y de disfrutar del intercambio afectivo con los dems, ya sea a travs de una toma de conciencia de sus dificultades en esta rea tan importante para la vivencia sana de su ministerio, como mediante un tratamiento especializado en aquellas situaciones ms graves que as lo ameriten. Adems, en cualquier caso, convendra que el cambio deseado se apoye en el desarrollo del respeto, la empata y la autenticidad en las relaciones interpersonales, as como en aprovechar los distintos tipos de lazos familiares, sentimentales o de afinidad con que pudiera contarse a nivel social, para cultivar intercambios sanos y significativos con otras personas. Finalmente, es conveniente tambin tomar muy en cuenta las condiciones externas e internas que se proponen en el Proceso del dar y recibir afecto, y que son las que permiten establecer vnculos satisfactorios y permanentes de amistad. Por ejemplo, si el sacerdote o religioso(a) no procuran poner en prctica las caractersticas de igualdad, proximidad y disponibilidad con quienes podran llegar a ser amigos suyos, tales relaciones potenciales se vern truncadas desde un principio. Asimismo, si ellos no tienen la apertura para compartir aquellos valores, convicciones e intereses que les resultan ms significativos, ni se interesan genuinamente por los de los dems, nunca encontrarn puentes de unin que los satisfagan en sus relaciones interpersonales. De aqu que, como se afirma tambin en el Instrumento Preparatorio para el Sexto Encuentro Nacional de Presbteros del Brasil (1996), antes citado, ese sentido de la unidad y de la comunin, en la reciprocidad de los dones, ministerios y carismas, es uno de los puntos ms subrayados por la eclesiologa contempornea al tomar conciencia de la radical fragmentacin y masificacin trada por la posmodernidad. Tiene que ver con lo que Erikson llama la intimidad, la necesidad ms profunda que, segn l, experimenta el ser humano en la primera etapa adulta, despus de afirmada la identidad personal. Adems de la adquisicin de una comprensin positiva, autnoma y realista sobre quines somos, la vida nos demanda una vivencia satisfactoria de la reciprocidad con los otros que nos rodean. Es de esa intimidad con los dems que se desarrolla un sentido personal y caluroso de fraternidad y pertenencia comn, una capacidad tranquila de dar y recibir afecto38. En conclusin, para alcanzar la fortaleza Eriksoniana de la intimidad es preciso cultivar activamente esta dimensin del intercambio afectivo, que resulta ser tan particularmente vital para una existencia plena y madura en el caso de las personas clibes. De lo contrario, su afectividad sufrir las consecuencias lamentables de una vida reprimida o plagada de compensaciones afectivas que, en ltima instancia, ni satisfacen las necesidades personales ni permiten la vivencia de un ministerio sacerdotal o religioso gozoso y autntico, tal y como se ampliar ms en la siguiente seccin. 1. La intimidad como sentido de comunin a nivel eclesial Al considerarse el mbito relacional en la vida de los sacerdotes, la Iglesia seala el sentido de comunin como el segundo elemento que resulta esencial para la expresin

madura del sacerdocio. De acuerdo con el texto antes citado de la Lineamenta, o documento para la preparacin del Snodo sobre la Formacin Sacerdotal, se afirmaba que en un mundo dividido, los sacerdotes estn llamados, en virtud misma de su funcin pastoral, a servir a la comunin. Ellos renen la comunidad cristiana en la unidad de una misma fe nutrida de la Palabra de Dios, en la caridad renovada por la gracia de los sacramentos, de modo especial por el de la Eucarista... Este servicio de la unidad exige testigos de la compasin, de la misericordia, del perdn y de la reconciliacin... Todos los sacerdotes diocesanos o miembros de comunidades religiosas de vida contemplativa, activa o misionera, estn llamados pues a vivir ellos mismos, en el presbiterio, una ntima unidad de espritu y de accin39. Por lo tanto, y utilizando las propias palabras de Juan Pablo II en su exhortacin apostlica Pastores Dabo Vobis, se puede entender as el aspecto esencialmente relacional de la identidad del sacerdote40. Asimismo, en el Directorio para el ministerio y la vida de los presbteros, la Congregacin para el Clero resalta el llamado sacerdotal a ser hombres de comunin y puentes que favorezcan la unidad entre las personas a quienes sirven. En este sentido, el Documento establece que como hombre de comunin, el sacerdote no podra expresar su amor al Seor y a la Iglesia sin traducirlo en un amor efectivo e incondicionado por el Pueblo cristiano, objeto de sus desvelos pastorales... (Ms an), en cuanto rene la familia de Dios y realiza la Iglesia-comunin, el presbtero pasa a ser el pontfice, aquel que une al hombre con Dios, hacindose hermano de los hombres a la vez que quiere ser su pastor, padre y maestro41. Desafortunadamente, y al tratarse en particular el caso del sacerdote diocesano, muy frecuentemente se ha interpretado este sentido de comunin, nicamente, en trminos de la funcin que este desempea como centro al servicio de una comunidad parroquial. As, se ha visto excluida, en la prctica, su necesidad psicolgica bsica de vivenciar una interaccin clida y afectuosa con las personas significativas que lo rodean, lo que resulta ser esencial para mantener un equilibrio afectivo satisfactorio en su vida ministerial. Al considerar particularmente el caso de la vida consagrada, Juan Pablo II reafirma en el captulo dos Signum Fraternitatis de su exhortacin apostlica sobre este tema, lo que ya haba sostenido anteriormente como vlido para los laicos (Christifideles Laici) y para los presbteros (Pastores Dabo Vobis). En realidad, seala el Papa, la Iglesia es esencialmente misterio de comunin, muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espritu Santo. La vida fraterna quiere reflejar la hondura y la riqueza de este misterio, configurndose como espacio humano habitado por la Trinidad, la cual derrama as en la historia los dones de la comunin que son propios de las Tres Personas divinas. Los mbitos y las modalidades en que se manifiesta la comunin fraterna en la vida eclesial son muchos. La vida consagrada posee ciertamente el mrito de haber contribuido eficazmente a mantener viva en la Iglesia la exigencia de la fraternidad como confesin de la Trinidad. Con la constante promocin del amor fraterno en la forma de vida comn, la vida consagrada pone de manifiesto que la participacin en la comunin trinitaria puede transformar las relaciones humanas, creando un nuevo tipo de solidaridad. Ella indica de este modo a los hombres la belleza de la comunin fraterna, como los caminos concretos que a esta conducen42.

Lo imperativo de este llamado que realiza el Papa para los religiosos y religiosas de testimoniar ante el mundo las bellezas de la comunin fraterna, hace especialmente lamentable el hecho de que muchos de ellos se encierren a veces dentro de s mismos an en medio de sus propias comunidades, empobreciendo as no solamente sus vidas a nivel afectivo sino tambin su capacidad de ser promotores de fraternidad en las dimensiones comunitaria y eclesial a las que pertenecen. La Comisin Nacional del Clero de Brasil hace referencia a esto en el Documento El presbtero: misionero, profeta y pastor en el mundo urbano, ya mencionado como Instrumento Preparatorio para el Sexto Encuentro Nacional de Presbteros. All se afirma, en alusin a la etapa Eriksoniana de la intimidad, que en el caso del sacerdote esta es la hora en que se siente el vaco de una soledad que empobrece o esclaviza, o, (ms bien), la vibracin de una mutualidad que lo torna feliz, seguro y creativo en su vida y en su trabajo. l puede beber de su propio pozo!43. A esto, el Documento agrega que la fase de la intimidad es un perodo de la vida en el que se le propone muy fuertemente al presbtero la cuestin del celibato, ya no ms experimentado como un ideal futuro, sino como una realidad concreta y exigente en el da a da. All acontece la decisin ms definitiva para el estilo personal de conducir su afectividad. (En suma, que) la intimidad tiene mucho que ver con la experiencia de Dios, de la oracin, de la prctica de la caridad y de la lucha por la justicia. Ya no son las presiones externas, ansiedades o compulsiones las que nos mueven. La tierra del sacerdocio est preparada para hacer que la simiente d su fruto ms maduro44. Por lo tanto, cuando el sacerdote, religioso o religiosa no encuentran formas sanas de canalizar su necesidad de intimidad afectiva con otras personas, tienden a caer en conductas de encerramiento e individualismo muy particulares. El Padre Jimnez Cadena llega incluso a sugerir, a este respecto, que tal vez el peligro de aislamiento se agudiza en el caso de las personas clibes, como son los sacerdotes o religiosos45. Y a su comentario agrega variadas causas y manifestaciones de este problema, tales como un temor excesivo y angustioso ante toda expresin de afecto en ciertos individuos, relaciones meramente funcionales en muchos otros, una entrega obsesivo-compulsiva a algunas causas para compensar los vacos afectivos, as como otras formas de aislamiento selectivo cuando las atenciones se dedican a los de afuera y no a los compaeros de casa o el aislamiento egosta caracterstico de las personas excesivamente preocupadas por s mismas46. Todas estas formas de aislamiento, segn Jimnez Cadena, pueden llevar a un cierto angelismo o amor desencarnado, que viene a constituirse en una caricatura del amor humano, o al aislamiento total de quien ama a todo el mundo, pero que en la realidad termina por no amar a nadie. Por otro lado, el aislamiento afectivo de los sacerdotes o religiosos, aqu descrito, puede conducir tambin a lo que este autor describe como amistades pegajosas, sustitutos ms o menos declarados o disfrazados del amor de los enamorados, cuyo desenlace natural es el amor conyugal o casi-marital y la unin sexual47. Con esta descripcin de los diversos peligros de aislamiento en que pueden incurrir las personas clibes, se pretende demostrar que el sacerdocio y la vida consagrada resultan ser especialmente susceptibles de propiciar conductas extremas e incluso patolgicas, cuando quiera que la necesidad humana de expresin afectiva no se canalice adecuadamente en la vida celibataria. Psicolgicamente hablando, esto sucede porque la naturaleza misma de la vida del sacerdote o del religioso entraa ciertas tensiones y vacos, que son consustanciales con las renuncias que ellos hacen en aras de su llamado vocacional. Pues, al renunciar a la prctica de expresiones naturales de la sexualidad y del intercambio

afectivo en pareja as como las renuncias a nivel familiar y hogareo en la paternidad o la maternidad, los clibes que no manejan maduramente esta dimensin psicosexual en sus vidas, se vuelven ms propensos a experimentar vacos afectivos y tensiones abrumadoras, que los afectan gravemente a nivel personal y ministerial. Es por esta razn que el psiclogo y sacerdote jesuita, Padre Luigi M. Rulla, establece explcitamente que debe quedar bien claro que en el compromiso sacerdotal y religioso se halla siempre presente una cierta tensin, ya que los valores instrumentales, es decir, los tres votos de castidad, obediencia y pobreza, son ideales que trascienden los tres derechos fundamentales de casarse, ser libre y poseer48. Ahora bien, cuando esta tensin es asumida con madurez, mediante mecanismos sanos de sublimacin sexual y de recanalizacin afectiva, dicha tensin podr experimentarse de formas personalmente positivas. En tal caso, segn lo aclara Rulla, se trata ms bien de una tensin saludable que favorece el desarrollo y el crecimiento del individuo y que hay que distinguir, como veremos, de la tensin derivada de formas neurticas49. Este anlisis que realiza el Padre Rulla de las tensiones que entraa la vida sacerdotal y consagrada, as como de la posibilidad de adaptacin positiva para el logro del crecimiento personal, lo reafirma tambin el Magisterio de la Iglesia en su reciente documento sobre La vida fraterna en comunidad. En este documento se establece con claridad que el proceso que asumen las personas llamadas por Dios a la vida consagrada as como ocurre con el sacerdocio, es exigente, ya que comporta la renuncia a bienes ciertamente muy estimables; pero no es imposible, como lo demuestra la lista de santos y santas y las maravillosas figuras de religiosos y religiosas que han demostrado que la consagracin a Cristo no se opone al verdadero progreso de la persona humana, sino que, por su misma naturaleza, lo promueve en gran medida50. Estas apreciaciones se basan en una justa interpretacin de las diferencias existentes entre una sublimacin sana y una sublimacin patolgica, las cuales son ciertamente reafirmadas por todos los sacerdotes, especialistas en Psicologa, citados en este captulo. Pues, como tambin lo pone en sus propias palabras el Padre Javier Garrido, se debe distinguir entre sublimacin patolgica, la que enmascara represiones inconscientes, y sublimacin autntica, la que, integrando las necesidades bio-psquicas, elige como objeto de amor una realidad superior (Dios mismo, en el caso del clibe)51. Esta necesidad de discriminar psicolgicamente entre una tensin positiva o negativa en relacin con la experiencia del celibato se debe a que, como ya se vio en el captulo correspondiente sobre Madurez y Celibato, en consonancia con el enfoque psicodinmico toda tensin no liberada se interpreta como una forma de represin, que atenta contra el principio del placer e impide la restauracin de la homeoestasis en el organismo. Sin embargo, otras corrientes psicolgicas, como tambin lo menciona Rulla, se oponen a tal interpretacin. La tendencia del hombre a superarse a costa incluso de una cierta tensin, dice l, viene confirmada en el campo psicolgico por las afirmaciones de Golstein, Jung, Maslow, Erikson, Adler, Allport y Frankl, lo mismo que de los seguidores de la psicologa del Yo, los cuales subrayan la insuficiencia del principio de homeoestasis, sostenido especialmente por el psicoanlisis52. Esto es as, debido a que la armona funcional del organismo, conocida como homeoestasis, explica exclusivamente el tipo de motivaciones que llevan a satisfacer necesidades a corto plazo, pero que resulta inadecuada para explicar la consecucin de

metas o valores en el largo plazo. De manera que, como ocurre con la sana canalizacin de la sexualidad y la afectividad en un celibato bien vivido, la tensin de renuncia que realiza un individuo normal, en palabras del propio Rulla, arranca de la dinmica de adaptacin para un crecimiento saludable como respuesta al llamamiento de un desarrollo ulterior53. Esta idea ha sido ampliamente confirmada a travs de la experiencia profesional de numerosos psiclogos, tanto sacerdotes como laicos, quienes han podido constatar directamente la experiencia de una sublimacin madura y saludable, por parte de tantas personas que asumen con autenticidad su vida celibataria. El Padre Javier Garrido lo confirma, incluso a nivel testimonial como persona clibe, al decir que si he podido optar por una gratificacin no inmediata, es porque la afectividad humana es capaz de gratificaciones no sensibles, las que dan sentido a la existencia. (Pues) en el corazn mismo de la gratificacin sublimada surge el mundo de la significacin54. Afirmacin que coincide directamente con el concepto Frankliano de la voluntad de sentido, sobre el cual es posible fundamentar psicolgicamente la posibilidad de vivir una sexualidad y afectividad celibataria sanamente sublimada, segn se expuso antes en el captulo sobre madurez y celibato. Por el contrario, una inadecuada canalizacin de la sexualidad, bajo el pretexto de una pretendida y generosa entrega a los dems, tambin puede esconderse detrs de una inmadurez afectiva, la cual, en opinin de Rulla, resulta ser inaceptable para una autntica autoestima o una estima autntica de los dems. Pues, como l mismo lo explica, el individuo puede decir a s mismo y a los dems que elige la vocacin como medio de estar con la gente, de amarla; en realidad, lo que desea y con urgencia conflictiva es ser amado. Si, como sucede en parte en nuestras relaciones humanas, no se realiza de este modo (cosa muy posible para el individuo en cuestin por el grado exagerado de su exigencia), y si, por cualquier razn (que fcilmente puede hallar aplicando un significado), no deja de ver el celibato como una posibilidad positiva de gran valor socioeclesial, entonces el celibato se convierte en exigencia agobiadora o en imperativo social55. De manera que la sublimacin autntica en la vida de los clibes slo puede constatarse, como pregona personalmente el Padre Javier Garrido, en que vivo mi opcin como algo vital y psquicamente integrador56. Esto implica, en consecuencia, que tal y como lo manifiesta tambin el documento sobre La vida fraterna en comunidad, para la vivencia de un celibato autntico se requiere de un buen equilibrio psicolgico sobre cuya base pueda madurar la vida afectiva de cada uno...; (lo que, a su vez) hace a la persona fuerte y autnoma, segura de la propia identidad, (y, por tanto), no necesitada de diversos apoyos y compensaciones, incluso de tipo afectivo57. Todo lo anterior nos permite concluir que cuando el celibato se fundamenta en un llamado de amor y se practica maduramente a nivel psicolgico y espiritual, las tensiones inherentes a este estilo de vida pueden asimilarse de forma sana e incluso gozosa, en aras de otras satisfacciones an mayores a nivel existencial. Porque, como lo seala asimismo el Padre Rulla, el amor, en su esencial y positivo valor de ofrecimiento, exige abnegacin, sacrificio, autolimitacin, cosas todas difciles para la naturaleza humana cada y limitada; (de aqu que) la castidad y los tres votos son imposibles sin la integracin de la personalidad con los valores sobrenaturales de una concreta consagracin a Dios y a los hermanos por amor del reino58.

2. El celibato en el contexto de una Interaccin afectuosa Es a este respecto, muy particularmente, que el Padre Aschenbrenner sugiere, en el artculo mencionado, la exigencia de un balance entre una soledad apacible y una interaccin afectuosa, como la frmula bsica requerida para que la persona clibe llegue a experimentar una autntica paz y satisfaccin en su vida a nivel psicosexual. Aunque la raz de la identidad celibataria, explica el Padre Aschenbrenner, consiste en un compaerismo con Dios, caracterizado por un tipo singular de soledad, tambin una vida y una fe corporativas resultan esenciales para un servicio dedicado dentro del contexto del celibato. Puede concebirse el que una persona clibe, an reconociendo su necesidad crtica por la oracin contemplativa, que regularmente mantenga en foco su fe celibataria, debiera orar menos para estar ms involucrada con la comunidad, de manera que su celibato se mantenga vivo y entusiasta en aras del servicio59. Esta idea de Aschenbrenner se fundamenta, como tambin lo seala el Padre SeverinoMara Alonso, CMF, en su obra Virginidad, Sexualidad y Amor en la vida religiosa, en que replegarse sobre s mismo, cerrndose a los dems, con el pretexto de amar ms a Dios y de guardar la castidad, es una lamentable confusin de ideas y de ideales y un pernicioso engao, y hasta una ridcula caricatura de la virginidad consagrada, que atrae sobre ella el desprestigio y el descrdito60. Lo cual lleva al Padre Alonso a citar a otro sacerdote y autor, el Padre A. M. Garca Hordas, OCD, cuando afirma que slo podr dar razn de la virginidad aquel que con la sencillez y con la provisionalidad de todo lo que es recibido como gracia pueda afirmar que su celibato le ha enseado a querer, en lugar de cerrarle al amor61. Coincidiendo con estas afirmaciones, el Padre Luis Jorge Gonzlez insiste tambin en que el aprendizaje del arte de amar, como capacidad para facilitar el crecimiento del otro como persona, est a la base de cualquier forma de amor. El que aprendi a amar, ser capaz de ser un esposo amante, un padre carioso, un sacerdote afectuoso y creativo, segn sea su opcin... O sea, que el aprendizaje del amor y el logro de la capacidad efectiva para amar, debera ser un objetivo previo a la eleccin de cualquier forma de amor62. En suma, el llamado al celibato no implica reprimir la sexualidad o bloquear la capacidad de amar por temor a los potenciales peligros que pudieran encontrarse en este estilo de vida, sino ms bien sugiere la diversificacin de intercambios afectivos sanos y apropiados que satisfagan la necesidad tan humana de dar y recibir afecto para una existencia plena y realizante. Si bien, en este sentido, el Padre Javier Garrido no le da el mismo nfasis que le otorgan otros autores a la necesidad de una interaccin afectuosa para el logro de una vida celibataria realizante, no deja por esto de considerarla una vivencia complementaria que contribuye a apoyar afectivamente la experiencia ministerial de las personas clibes. Esto se hace evidente cuando l seala que, con todo, la mayora de los clibes aman sin el consuelo de la amistad. La perciben ms bien en la fe. Agradecen al Seor poder compartir de cuando en cuando su intimidad con otra persona (director espiritual, compaero de fraternidad) y aceptan el precio de su soledad con paz63. Sin embargo, otro de los experimentados psiclogos y sacerdotes a los que recurrimos en este captulo para fundamentar la necesidad de intimidad en las personas clibes, el

Padre Jesuita lvaro Jimnez Cadena, le da un nfasis mucho mayor. En su libro Aportes de la Psicologa a la vida religiosa (1993), l insiste en que el compromiso sacerdotal o religioso, de ninguna manera excluye la verdadera amistad. La amistad, fundada en Cristo, lejos de ser un obstculo, constituye una ayuda para la autorrealizacin humana y apostlica de la persona consagrada y para la eficacia de su trabajo apostlico. En virtud de su voto de castidad, el religioso y el sacerdote renuncian al amor conyugal, a los actos preparatorios de la unin sexual y a la actividad genital. Pero de ninguna manera renuncian a la necesidad de amar y de ser amados, que constituye una necesidad bsica e imperiosa de todo ser humano, sin cuya satisfaccin no puede haber felicidad64. Ahora bien, con el propsito de satisfacer de formas concretas esta necesidad bsicamente humana que experimentan los sacerdotes o religiosos en su vida ministerial, Jimnez Cadena sugiere en su otra obra aqu citada que son mltiples las situaciones y oportunidades diferentes de la relacin sexual, en las cuales puede ejercitarse la intimidad de una persona madura65. A lo que l acota diversas opciones asequibles a las personas clibes consagradas al servicio de Dios y de la Iglesia, tales como los afectos familiares, las familias amigas, los grupos apostlicos, la fraternidad religiosa y presbiteral de manera especialmente importante en el caso de los neopresbteros, el amor hacia aquellos a quienes se sirve, la opcin preferencial por los pobres y la dedicacin a la juventud, al igual que la suma de todos estos afectos, englobados en el amor personal hacia Jesucristo66. Conviene, por lo tanto, desarrollar brevemente a continuacin estas distintas opciones: a. Afectos familiares La primera y ms natural opcin de tipo afectivo, entre todas las que se pueden considerar, es el afecto a nivel familiar, como ya lo demostr Jess en su relacin ntima y cercana con su madre Mara. Para el Padre Jimnez Cadena, como sacerdote religioso, es claro que las personas naturalmente ms cercanas a nosotros son las que estn unidas por los vnculos de sangre: padre, hermanos y dems familiares... La presencia y compaa de la madre, del hermano o hermana, o de algn otro familiar sinceramente amigo puede ser sumamente benfica y refrescante para el corazn del sacerdote, especialmente del diocesano, que con frecuencia vive demasiado solo. Unas vacaciones con la familia, algunas visitas o comidas, diversas celebraciones familiares pueden constituir un oasis de solaz en medio del diario batallar y de los inevitables ratos de soledad afectiva67. b. Familias amigas Como otra manera de complementar esta necesidad del sacerdote o religioso por experimentar un ambiente hogareo y disfrutar de relaciones cariosas de tipo familiar, Jimnez Cadena sugiere tambin el cultivar los lazos de cercana y afecto con ciertas familias que, como en el caso de Jess al relacionarse con la familia de Lzaro, Marta y Mara en el pueblito de Betania, brindan un refugio ocasional apacible y clido que les permita rehacerse del desgaste de la misin. Ahora bien, no todas las familias conocidas pueden desempear este papel para el sacerdote, el religioso o la religiosa que las procuran. Estas deben ser, como establece el mismo autor, familias verdaderamente amigas, con las cuales el sacerdote (o religioso) se sienta a gusto, ante las cuales pueda bajarse de su pedestal, despojarse de los roles de su

oficio y de mltiples mscaras; (porque es slo as que) le brindan la oportunidad de relajar sus tensiones en un clima cordial, respetuoso y tranquilo...68. c. Grupos Apostlicos El mayor crecimiento y maduracin de los laicos en las ltimas dcadas de la vida de la Iglesia, ha propiciado el que sacerdotes y religiosos puedan relacionarse significativamente con estos en un plano de igualdad, como aliados en una misma causa, como compaeros de camino y, a veces, como verdaderos amigos en su vida personal y cristiana. Tal y como tambin lo describe el Padre Jimnez Cadena, en un grupo estable, con verdaderos ideales cristianos de perfeccin y apostolado, se encuentran muchas personas buenas, que comparten los valores e ideales del religioso (o sacerdote) y (que) le pueden brindar una amistad noble, pura y enriquecedora. Con ellas es posible dialogar, trabajar, orar, disfrutar de los xitos comunes y compartir las dificultades y los fracasos69. d. Fraternidad religiosa y presbiteral Ahora bien, entre todas las relaciones de afecto hasta aqu propuestas, quizs la ms relevante cuando ha sido bien cultivada a lo largo del tiempo, incluso desde el seminario o noviciado, ser incuestionablemente la que se establece a nivel fraterno con aquellos hermanos sacerdotes o religiosos con quienes se comparte un mismo llamado, estilo de vida, luchas y sacrificios, satisfacciones y pesares. Nadie podr comprender y apoyar empticamente a un sacerdote como otro sacerdote, realmente amigo, con quien este comparte su vida. Es muy importante para el sacerdote, seala el Padre Jimnez Cadena a este respecto, sentir el afecto, el apoyo, la amistad sincera de sus hermanos. La vida fraterna constituye un espacio privilegiado para la expansin plena del sentido de intimidad... Los hermanos de comunidad y de sacerdocio son nuestros prjimos ms prximos, junto con nuestra familia. Con ellos compartimos los valores e ideales que nos unen, a pesar de las omnipresentes diferencias individuales de la diversidad de caracteres, edades, mentalidades y culturas70. No es posible reiterar suficientemente aunque se ha intentado hacerlo a lo largo de este libro, el papel preponderante que juega la fraternidad sacerdotal y religiosa en la bsqueda de una verdadera madurez, personal y comunitaria, de quienes estn consagrados al servicio de Dios, como ministros de su Iglesia. A este empeo deberan dedicarse esfuerzos significativos continuos en la vida de todos los presbiterios y de todas las comunidades religiosas, pues tales esfuerzos redundaran, ciertamente, en frutos incalculables para el desempeo de la misin a ellos encomendada. Ya lo deca el Papa Pablo VI, en su extraordinaria encclica Sacerdotalis Celibatus, que la castidad sacerdotal se incrementa, protege y defiende tambin con un gnero de vida, con un ambiente y con una actividad propias de un ministro de Dios; por lo que es necesario fomentar al mximo aquella ntima fraternidad sacramental de la que todos los sacerdotes gozan en virtud de la sagrada ordenacin71. Esta realidad la subraya continuamente el Padre Jimnez Cadena en sus escritos, a la vez que enfatiza el hecho de que la fraternidad se construye penosa y lentamente, con esfuerzo y sacrificio. No es una meta fcil. Pero cuando se logra un ambiente de espontaneidad, confianza mutua, aprecio y respeto, de afecto verdadero entre sacerdotes y religiosos (y la experiencia

demuestra que puede conseguirse), se cosecharn, en este terreno frtil y abonado, cinco frutos preciosos de la intimidad: a) La oracin compartida. b) El trabajo apostlico compartido. c) El descanso compartido. d) Las pruebas y dificultades compartidas, y por lo tanto aliviadas. e) Las alegras, los triunfos y los xitos tambin compartidos y, por lo mismo, acrecentados!72. e. Los neopresbteros Particularmente cuando se considera el caso de los neopresbteros, resulta esencial comprender, como dice Jimnez Cadena, que los sacerdotes jvenes necesitan el nimo que brota de la amistad con sus hermanos en el presbiterio, especialmente con sus antiguos compaeros de seminario73. Ya se ha insistido en varios captulos de nuestro libro sobre este tema en particular, incluyndolo entre las propuestas especficas conducentes a una mejor formacin para la madurez en seminarios y noviciados, as como para los inicios de la vida ministerial. Es un hecho suficientemente comprobado que la soledad resulta ser en extremo peligrosa durante los primeros aos del ministerio sacerdotal o religioso, por lo que ninguna urgencia pastoral debiera justificar el envo de los neopresbteros a situaciones caracterizadas por la distancia o el aislamiento en relacin con sus hermanos sacerdotes. Porque es precisamente en los momentos de crisis cuando el sacerdote sea este joven o viejo, ms necesita de la proximidad afectuosa y fraterna de otros sacerdotes. Es debido a esto que el Papa Pablo VI, en su encclica Sacerdotalis Celibatus, a todos los animaba a sentirse vivamente responsables respecto de los hermanos turbados por dificultades... Y, agregaba: Sientan el ardor de la caridad para con ellos, pues tienen ms necesidad de amor, de comprensin, de oraciones, de ayudas discretas pero eficaces, y tienen un ttulo para contar con la caridad sin lmites de los que son y deben ser sus ms verdaderos amigos74. Ms an, esta particular necesidad de apoyo y compaa que tienen los jvenes recin ordenados o en vida consagrada, permite que cuando sus compaeros mayores en el ministerio les brindan afecto y amistad se obtiene de ello un mutuo beneficio. Pues estos ltimos tambin encontrarn, en tales relaciones fraternas, nuevos motivos para dejarse contagiar por la vitalidad de los jvenes e, incluso, para renovar sus ideales juveniles, quizs un poco desgastados por el trajinar ministerial. f. El gozo del servicio y la opcin preferencial por los pobres y los jvenes Para el Padre Jimnez Cadena, el servicio mismo le brinda al sacerdote, religioso o religiosa oportunidades continuas de entrar en situaciones de intercambio afectivo. Pues, como l mismo lo seala, la entrega generosa al apostolado es el fruto natural de la afectividad consagrada a Dios por el celibato. El apstol tiene que amar de verdad a aquellos por quienes trabaja. El amor verdadero potencia sus energas, sostiene sus esfuerzos, produce la entrega generosa, anima en las dificultades y ayuda a comprender y sobrellevar las debilidades y defectos ajenos75. En este sentido, Jimnez Cadena cita el Documento de Puebla al recomendar dos vertientes particulares hacia las que puede dirigirse el caudal afectivo de la persona clibe: la opcin preferencial por los pobres y el amor por los jvenes. En el corazn de los sacerdotes y de las personas consagradas, dice l, deben tener un lugar privilegiado los pobres, que son los privilegiados del amor de Cristo precisamente porque son los olvidados, marginados y despreciados segn los

criterios del mundo... La opcin preferencial por los pobres y por los jvenes de que nos habla Puebla, ser para el sacerdote y el religioso una canalizacin sana y apostlicamente fecunda de su afectividad consagrada76. g. El amor personal a Jesucristo Todas las formas de expresin afectiva aqu descritas debieran remitir, en ltima instancia, a una entrega ntima y personal a Jesucristo, ante quien tanto los sacerdotes como los religiosos procuran consagrarle su afectividad, servirle como ministros de su Iglesia y representarlo dignamente ante los hombres. Para Jimnez Cadena, la castidad consagrada es el medio privilegiado para demostrar, de manera concreta y prctica, el amor personal a Jesucristo. Sin este ltimo motivo de carcter cristolgico, el celibato consagrado sera una verdadera locura e insensatez. Por lo que este autor concluye sus opciones para la bsqueda de intimidad afectiva en las personas clibes, citando a B. J. Groeschel, cuando establece que el motivo verdadero y profundo del celibato consagrado es la eleccin de una relacin personal ms ntima y ms completa con el misterio de Cristo y de la Iglesia, por el bien de toda la humanidad; en esta eleccin, los valores humanos ms elevados pueden ciertamente encontrar su ms alta expresin77. En fin, todas estas opciones que el Padre Jimnez Cadena propone para canalizar sanamente la afectividad en la vida celibataria, se fundamentan en la confianza que l expresa, como psiclogo y sacerdote religioso, de que la madurez en la capacidad de intimidad nos har capaces de vivir una castidad, no carente de luchas pero serena, sosegada, plena, iluminada por el amor y la amistad humana, sobre todo, por el amor personal y por la entrega al Seor que nos ha llamado a su intimidad y nos mantiene en ella78. Por el contrario, an dejando de lado los casos extremos de infidelidad celibataria o de abandono de la vida ministerial, la realidad cotidiana de tantos sacerdotes, religiosos o religiosas que no han asumido su celibato maduramente, puede conducirlos a situaciones continuas de insatisfaccin y miseria personal. Pues, como tambin lo sugiere SeverinoMara Alonso, hay que reconocer, sin embargo, con absoluta lealtad, que muchas veces, en la vida religiosa, por la forma de entender la castidad ms en la lnea de la renuncia asctica que en la lnea de la oblatividad y de la generosidad en el amor, la afectividad de las personas ha sufrido un notable deterioro o, por lo menos, no se ha desarrollado convenientemente. Bastara recordar, para comprobarlo, la larga lista de defectos ms o menos habituales, que llegan incluso a ser actitudes comunes en muchos religiosos y religiosas: mal humor, agresividad, descontento, espritu de crtica, miedo a amar, insensibilidad o sensibilidad exagerada, amargura, susceptibilidad, desconfianza frente a los dems, pesimismo derrotista, escasa flexibilidad, dureza, autoritarismo, apata, envidia, egosmo en todas sus formas, diversos complejos que a veces degeneran en manas, facilidad para complicarse la vida y para complicrsela a los dems agravando problemas insignificantes, incapacidad o cobarda para afrontar los problemas reales de la vida, infantilismo o adolescencia, etc. La lista es larga, pero podra alargarse todava ms, indudablemente. O podra reducirse si se quiere a un solo fallo fundamental, de donde todos los dems proceden: la inmadurez afectiva79.

De esta manera, as como al analizar el sentido de identidad del sacerdote o religioso encontramos que la inmadurez afectiva estaba en la raz de la mayora de los problemas que se presentan en esa rea, de igual forma ocurre con las dificultades que manifiestan las personas clibes en el rea de la intimidad. Lo que justifica que el Padre lvaro Jimnez Cadena llegue a concluir que la madurez humana y comunitaria tienen la mxima importancia en la seleccin y formacin de los candidatos (al sacerdocio y la vida consagrada), y en la efectividad apostlica y la realizacin personal del apstol80. Porque, de no ser as, a la lista de defectos ya citada, que caracterizan a muchos sacerdotes o religiosos, humana y espiritualmente inmaduros, se le suman tambin otras compensaciones y mecanismos de defensa, a los que estos acuden para mitigar, aunque inadecuadamente, las enormes tensiones y demandas de la vida ministerial. Como propone Jimnez Cadena, el campo de la afectividad es tierra frtil en que pueden florecer bellas amistades. Pero en la tierra abonada, es donde tambin nace la mala hierba y crece con ms fuerza la maleza. No es de extraar que en el campo afectivo crezcan abundantemente todo tipo de mecanismos de defensa. Mencionemos tan solo la posibilidad de ciertas compensaciones ms frecuentes. Es fcil que la persona clibe compense algunas privaciones afectivas con la bsqueda desordenada de satisfacciones en otros terrenos. Concretamente, recordemos los falsos dolos de que habla el Documento de Puebla: materialismo81, consumismo82, hedonismo83, droga, alcoholismo84, afn desmedido85, ansia de poder, placer, sexo, etc.86. Tambin las personas consagradas pueden llegar a arrodillarse ante estos falsos dolos, o al menos tributarles algunas muestras de homenaje y pleitesa87. Ms an, esta dramtica dualidad entre debilidades y fortalezas en la vida de los clibes que justifica por entero la obra ya citada del Padre Javier Garrido, Grandeza y miseria del celibato cristiano, lo lleva a este a manifestar enfticamente que el celibato hace posible en el hombre o la mujer lo mejor y lo peor88. Nada ms peligroso, aade este autor, que disparar el deseo hacia ideales inalcanzables, comprometiendo el fundamento del psiquismo, la afectividad. Si esta se engaa y encubre motivaciones sospechosas, la sublimacin puede transformarse en mecanismo neurtico de defensa, muy difcil de atacar: rigidez perfeccionista, delirio de auto grandeza, derivaciones subrepticias de las pulsiones (obsesiones sexuales, fobias...), intolerancia ideolgica, etc. (Tambin) caben formas ms suaves: pasividad y dependencia, incapacidad de entrega afectiva, manipulacin de personas, jugar a gratificaciones indirectas (como fantasas, flirteos...), etc.89. Todo lo cual no obsta para que Garrido seale tambin el otro extremo del espectro, destacando as el enorme potencial positivo de la vida celibataria, al mencionar reas de fortaleza tales como libertad interior, no dependencia de necesidades inmediatas. Amor desinteresado y fiel. Nobleza y anchura de corazn. Concentracin de la existencia en la fe. Vida de alianza con Dios90. Desgraciadamente, cuando no se conocen estas admirables cualidades de la vida celibataria, el triste y lamentable antitestimonio que muchos sacerdotes y religiosos o religiosas presentan ante el mundo, debido a su inmadurez afectiva, hace que tantas personas miren con recelo y suspicacia la posibilidad de una vida clibe plenamente asumida. Porque, aparte de la conveniencia o no de que en algn momento de la vida de la Iglesia se restaure (de alguna forma) la opcin del matrimonio dentro del Orden sacerdotal, el celibato nunca dejar de ser un camino privilegiado para todos aquellos individuos que se sienten llamados por el Seor a este tipo extraordinario de vocacin. De esta manera, tanto los sacerdotes, como los religiosos, las religiosas y los laicos comprometidos con este estilo

de vida, podrn dar testimonio ante un mundo secularizado de que el celibato sigue siendo una opcin vlida y realizante en nuestros das, como tambin lo fue en pocas pasadas. Con este fin, y aunque refirindose de manera particular al contexto de la vida consagrada, el Padre Aschenbrenner manifiesta que a travs de una vida y fe compartidas en comunidad, los hermanos o hermanas deben ayudarse los unos a los otros para la vivencia de un celibato que sea un signo atractivo, efectivo e inspirador de la plenitud del reino del amor de Dios en los corazones humanos. Al mantener este apropiado balance e integracin entre una soledad contemplativa y una presencia comunitaria, todos los miembros de una comunidad comparten una seria responsabilidad por el brillo y la vitalidad de la existencia celibataria de unos y otros... (Ms an), cuando una comunidad de hombres o mujeres lucha por mantener este apropiado balance de soledad apacible e interaccin afectuosa, esto puede proveerles una paz y satisfaccin bsicas a nivel psicosexual, de forma que todos los miembros son capaces de sentirse muy en casa dentro de esta comunidad local. (Y as), aunque las energas de la comunidad se vuelcan hacia afuera en disposicin para el servicio, los hermanos o hermanas clibes encuentran su identidad ms profunda y verdadera en la comunidad local91. En conclusin, es slo dentro del contexto de una interaccin afectuosa y de un sentido clido de pertenencia con quienes lo rodean, donde el sacerdote, el religioso o la religiosa que han abrazado libre y conscientemente su compromiso de celibato, podrn asumir sanamente todo el caudal energtico que les aporta su vida afectiva y sexual, para canalizarlo entonces hacia la realizacin del propsito altamente significativo que les ofrece la vivencia de su servicio sacerdotal o de vida consagrada, particularmente en su sentido de comunin. EL SENTIDO DE GENERATIVIDAD SACERDOTAL O RELIGIOSO Durante el desarrollo de este libro, ya hemos considerado repetidamente la relacin existente entre las diversas reas de fortaleza que, de acuerdo con Erikson, se van adquiriendo a lo largo de la juventud y de la vida adulta, como expresiones de madurez. As, la adquisicin de un sano sentido de identidad capacita al individuo para no centrarse prioritariamente en su propia persona e interesarse ms bien por la identidad de los dems; lo que a su vez constituye una excelente base para el establecimiento de relaciones de intimidad que sean clidas, cercanas y significativas con otros. Posteriormente, como tambin lo expresa Jimnez Cadena a este respecto, la capacidad de amar (intimidad) nos prepara para cuidar de las generaciones futuras mediante la entrega en la maternidad y la paternidad fsica o espiritual (generatividad); y estas capacidades de amor y oblatividad influirn, a su vez, sobre la satisfaccin plena con el sentido final de nuestra vida (integridad)92. Por lo tanto, la adquisicin de fortalezas en las reas de la identidad y la intimidad va capacitando a la persona para alcanzar un slido sentido de misin, como significado ltimo de su existencia, lo que constituye uno de los parmetros de la madurez, en correspondencia directa con los conceptos de generatividad, en Erik Erikson, y de voluntad de sentido y autotrascendencia, en Vctor Frankl. En su obra sobre caminos de madurez para religiosos, el Padre Jimnez Cadena cita, asimismo, el libro de orientacin Eriksoniana escrito por G. A. Hawley y titulado Las medidas del desarrollo psicosocial, con el fin de definir con una mayor amplitud el concepto de la generatividad. En este sentido, Hawley sostiene que

los individuos con altos puntajes en generatividad se interesan por crear un mundo mejor para las generaciones venideras. Son capaces de comprometerse en asuntos que trascienden su propio desarrollo y su familia inmediata. Muestran un compromiso activo para mejorar el mundo, servir a los dems, tratar de contribuir con algo que valga la pena. Estn profundamente interesados en establecer y guiar a la generacin joven con altruismo y creatividad. Procuran tambin abrir nuevas avenidas para su propia realizacin. Sus vidas estn llenas de planes, proyectos e ideas, que requieren una aplicacin sostenida y la utilizacin de sus habilidades y destrezas. Se esfuerzan por lograr la inmortalidad, dirigiendo sus esfuerzos a cosas que dejen huella y perduren en la memoria93. Por el contrario, Hawley tambin define la situacin opuesta a la generatividad, sealando que la persona con un alto grado de estancamiento se caracteriza por la carencia de compromiso generativo, o sea, de inters por los dems y de creatividad. Estos individuos no tienen metas a largo plazo; viven para el momento presente y para las gratificaciones inmediatas. Este fracaso en invertir sus energas en la creacin de condiciones mejores da por resultado la absorcin en s mismo y la autoindulgencia. Tpicamente se trata de individuos aburridos, a quienes no importa lo que sucede a su alrededor y no responden a las necesidades ajenas. Su existencia es pasiva94. En fin, que todos estos elementos aqu citados, correspondientes a la fortaleza Eriksoniana de la generatividad y de su anttesis, el estancamiento, Jimnez Cadena los resume en dos grandes conceptos que para l engloban esta idea primordial de la generatividad. En primer trmino, la fecundidad, cuyo polo opuesto vendra a ser la esterilidad; y, en segundo trmino, la laboriosidad o la creatividad, cuya caracterstica antagnica constituira, estrictamente hablando, el estancamiento95. Y l describe operacionalmente el propsito de estas dos caractersticas complementarias, pero constitutivas de la generatividad, indicando que el adulto est llamado a la paternidad y a la laboriosidad. Son estos dos aspectos en los cuales debe servir de modelo de identificacin para las generaciones ms jvenes. Quien ha cado en la esterilidad y el estancamiento no constituye un modelo atractivo para los jvenes, ni puede cumplir con su misin de apoyo para con ellos96. As como los Procesos de la Autoestima y del Dar y Recibir Afecto desarrollados en sendos captulos de este libro, pretendan concretar elementos y estrategias especficas para el logro de la identidad y la intimidad adultas a nivel humano, en el captulo dedicado al Proceso de Adaptacin al Estrs se propusieron los fundamentos para una asimilacin positiva de las tensiones desgastantes que resultan ser inherentes a una vida autnticamente generativa. Ahora bien, cuando se trata de la generatividad misionera de sacerdotes y religiosos, como ministros de la Iglesia, la exigencia de una apropiada adaptacin al estrs se convierte en un requisito an ms indispensable. Los eventos estresores cotidianos que ellos enfrentan son, a menudo, ms desgastantes que los del trabajador promedio en muchas de nuestras sociedades. Asimismo, aunque los estresores caractersticos de los cambios evolutivos aparentemente pueden resultar similares a los que enfrenta el resto de la poblacin, los estresores extraordinarios, consistentes en las experiencias traumticas o las situaciones de prdida, estn decididamente en el propio corazn de una autntica vida sacerdotal o religiosa. Ejemplo de esto seran los desplazamientos, por obediencia al superior o al obispo, para servir en regiones distantes, lo que impide una relacin cercana

con sus parientes y amigos ms queridos; tambin las exigencias y, a veces, hasta penalidades de una vida sencilla y pobre, que no procura lucrar de los servicios que realiza para beneficio propio; o las mismas renuncias, ya mencionadas, que posibilitan una entrega celibataria por amor de aquellas personas material o espiritualmente desposedas, y, por lo tanto, ms necesitadas de apoyo pastoral. Finalmente, el conocer de cerca tantas miserias y tragedias cotidianas de quienes acuden al sacerdote, religioso o religiosa en busca de cuidado, hace que estos experimenten continuamente grandes dosis de estrs que necesitan aprender a asimilar apropiadamente, con la ayuda de Dios. Con este propsito, el Proceso de Adaptacin al Estrs puede servirle a sacerdotes y religiosos(as) como un instrumento til para lograr una mejor comprensin del estrs en su existencia, al igual que para aprender a adaptarse a l, como nica forma de convertir los estreses negativos en estreses positivos. Para esto, y una vez consideradas las diversas fuentes de estrs que los afectan en su vida ministerial, conviene poner en prctica algunas de las tcnicas, sugeridas en el captulo correspondiente, como parte de las tres grandes estrategias de readaptacin al estrs: Objetivar, controlar e interpretar el estrs. En primer trmino, para objetivar realistamente el estrs, se pretende entonces superar esa percepcin desproporcionada que frecuentemente se asocia con los eventos y reacciones estresantes. Segundo, para controlar adecuadamente el estrs, debe superarse a su vez la percepcin de impotencia, que tantas veces resulta agobiante al enfrentar eventos y reacciones estresantes. Y, tercero, para interpretar valorativamente el estrs, se procura superar tambin esa percepcin de absurdo y sin sentido que, por lo general, tienden a acarrear los eventos y situaciones estresantes. Finalmente, segn la define el Instrumento Preparatorio utilizado para el Sexto Encuentro de Presbteros del Brasil (1996), la Generatividad viene de generar, crear, proyectarse hacia el frente en la vida, encontrando respuestas satisfactorias y concretas para la decisiva pregunta: para qu vivo?. El polo opuesto de la generatividad es el estancamiento, la esterilidad. Quien respondi bien, en su vida de sacerdote, a la pregunta quin soy yo, y quien desarroll bien la convivencia con los otros, definiendo adecuadamente con quin quiero vivir y compartir, no puede dejar de ser generativo, de producir, de asumir en el sentido pleno... El problema esencial de esta etapa, por lo tanto, no es hacer sino generar y cuidar de lo que se ha generado. En los aos iniciales, hasta los 40, la accin para afuera se impona. Ahora debera prevalecer la que nace de adentro, de la experiencia vivida como hombre, como cristiano y como sacerdote97. 1. La generatividad como sentido de misin a nivel eclesial Todo lo expresado hasta aqu en cuanto a los sentidos de misterio y de comunin, inherentes a la identidad personal y comunitaria del sacerdote o religioso(a), encuentra su plena realizacin al considerarse el sentido de misin como centro del llamado a la vocacin para el sacerdocio o la vida consagrada. En su exhortacin apostlica Redemptionis Unum, dedicada a los religiosos y religiosas sobre su consagracin a la luz del misterio de la Redencin (1984), Juan Pablo II insiste en que la vocacin trae consigo la respuesta a la pregunta: para qu ser hombre y cmo serlo?. Esta respuesta da una nueva dimensin a toda la vida y establece su sentido definitivo. Tal sentido emerge en el horizonte de la paradoja evanglica sobre la vida

que se pierde queriendo salvarla, y que, por el contrario, se salva perdindola por Cristo y el Evangelio, como leemos en Marcos 8,3598. Por otra parte, en la Lineamenta antes citada como documento preparatorio para el snodo sobre la formacin sacerdotal, tambin se afirma que los sacerdotes estn as llamados a la misin. Si algunos son preparados especialmente para situaciones y tareas misioneras especficas, a todos se les pide servir la obra misionera, en virtud misma de su ordenacin. Su primera funcin es, en efecto, anunciar el Evangelio de Dios a todos los hombres y extender la fe. Todos ellos, sacerdotes diocesanos y religiosos, son solidarios en el anuncio del Evangelio y deben llevar en el corazn la preocupacin por todas las Iglesias99. Por esta misma razn, el Papa Juan Pablo II afirma claramente en el captulo 3 de su exhortacin apostlica Vita Consecrata, bajo el ttulo de Servitium caritatis, que a imagen de Jess, el Hijo predilecto a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo (Jn 10,36), tambin aquellos a quienes Dios llama para que le sigan son consagrados y enviados al mundo para imitar su ejemplo y continuar su misin. Esto vale fundamentalmente para todo discpulo. Pero es vlido en especial para cuantos son llamados a seguir a Cristo ms de cerca en la forma caracterstica de la vida consagrada, haciendo de l el todo de su existencia. En su llamada est incluido, por tanto, la tarea de dedicarse totalmente a la misin... Se debe pues afirmar que la misin es esencial para cada Instituto, no solamente en los de vida apostlica activa, sino tambin en los de vida contemplativa100. El Padre lvaro Jimnez Cadena encuentra, asimismo, que este sentido de misin est en la raz del llamado celibatario, tanto dentro del contexto de la vida sacerdotal como consagrada. Es por esto, dice l, que la Iglesia considera el celibato sacerdotal como una fuente de fecundidad apostlica, no como una castracin que produce esterilidad. La castidad es un medio aptsimo para que los religiosos se consagren plenamente al servicio divino y a las obras apostlicas101; Abrazamos la castidad como una fuente especialsima de fecundidad espiritual en el mundo102; el voto de castidad, con la condicin indispensable de que se acepte humilde, alegre y firmemente, y se ofrezca como sacrificio a Dios, no slo no mutila la propia personalidad103 ni obstaculiza la unin y el dilogo, sino que al mismo tiempo que ampla nuestra capacidad afectiva nos une fraternalmente a los hombres y nos lleva a un amor ms pleno104. Todos estos argumentos justificativos del celibato sacerdotal y religioso en aras de la misin a ellos asignada, tan excelentemente resumidos por el Padre Jimnez Cadena y fundamentados en el Magisterio de la Iglesia particularmente a partir del Concilio Vaticano II, lo llevan a l a opinar que el celibato abrazado por motivos superiores y vivido maduramente, con actitud serena de oblatividad generosa al cuidado de los dems, puede convertirse en un medio extraordinario de realizacin personal y de fecundidad apostlica. Y, al realizar esta afirmacin, Jimnez Cadena acude al mismo Erik Erikson para fundamentarla, quien establece que cuando la tradicin filosfica y espiritual sugiere el renunciamiento al derecho de procrear o a producir, ese temprano vuelco a las cuestiones ltimas tiende a resolver al mismo tiempo el problema de su relacin con el cuidado de las criaturas de este mundo y con la caridad que lo trasciende105. Ahora bien, el logro de esta capacidad generativa dentro del contexto del sentido particular de misin de sacerdotes o religiosos, no excluye la necesidad que estos tienen de haber alcanzado, a lo largo de sus vidas, un grado importante de madurez humana,

mediante la consolidacin de las distintas fortalezas adquiridas en las etapas anteriores, incluso desde su nacimiento. Y, cuando esto no ha sido posible, debido a limitaciones o condicionamientos en el proceso del desarrollo personal, siempre debern buscarse medios que promuevan la superacin eventual de tales reas de debilidad. Porque, en todos los casos, la meta de la vida sacerdotal o religiosa es la plena madurez humana, cristiana y ministerial, que se exprese en una entrega total y fructfera a la misin encomendada. De esta manera, segn lo afirma el sacerdote y mdico norteamericano James Gill, una persona madura, que es capaz de ser lo que hoy en da se designa como una persona para los otros (llamada generativa por Erikson), necesitara haber desarrollado en etapas anteriores de su vida cualidades tales como capacidad para la confianza, para el ser autnomo y para tomar iniciativa, alcanzando as un sentido de identidad y la habilidad de relacionarse con otros en intimidad o sea, de compartir profundamente a nivel de mente y corazn106. 2. El celibato en el contexto de una misin realizante Un sentido de misin realizante, como la tercera dimensin directamente correlacionada con la generatividad, propuesta por Erikson, constituye tambin uno de los factores primordiales sobre los que se fundamenta la madurez en la persona adulta, complementando as el sentido de identidad y de intimidad personales, como los tres elementos esenciales que permiten la plena realizacin de la persona, en este caso del sacerdote, el religioso o la religiosa. El Padre George Aschenbrenner, refirindose en particular a la vida consagrada aunque de manera no excluyente en relacin con el sacerdote diocesano, lo expresa con las siguientes palabras: Adems de la relacin con Dios y con una comunidad religiosa, el celibato tambin involucra una relacin esencial con el ministerio. Un ministerio creativo y responsable relaciona siempre al clibe con otros hombres y mujeres de muchas maneras. Una vez ms, esta relacin ministerial no constituye ni un lujo ni una conveniencia personal: Es esencial para el celibato religioso107. As, Aschenbrenner fundamenta, sobre los mismos ejes de la teora Eriksoniana, los tres elementos que aqu se proponen como el trpode de la vida celibataria, a saber, la soledad apacible en la presencia de Dios, la interaccin afectuosa en un contexto comunitario, y la vivencia de un sentido de misin realizante. Tal y como l lo resume en sus propias palabras, de acuerdo a la visin del desarrollo humano de Erikson, la etapa adulta de la generatividad se hace efectiva solamente cuando las etapas inmediatamente anteriores de la identidad y la intimidad se mantienen vivas (y actualizadas). Consecuentemente, cuando el ministerio de una persona clibe, que de previo haba sido gozosamente generativo, parece desinflarse, esta no es necesariamente una indicacin de que deba realizarse un cambio de ministerio. Puede ser que la persona se encuentre tan excesivamente ocupada, que su identidad contemplativa (i.e., a solas con Dios) haya cado en la vaguedad, y las relaciones en comunidad no sean lo suficientemente ntimas, con el resultado inevitable de que un ministerio previamente percibido como generativo, deja de ser retante y disfrutable. Sin una clara identidad, compartida ntimamente a nivel comunitario, la generatividad no puede sostenerse ni mantener su impacto en el corazn de la persona clibe108.

Por otra parte, as como la falta de identidad en la soledad apacible de la relacin consigo mismo y de la oracin con Dios, o la falta de intimidad en la interaccin afectuosa a nivel humano, tienden a vaciar de contenido la fuerza vital necesaria para la entrega a una misin sacerdotal o religiosa, tambin es cierto que la ausencia de un trabajo ministerial realizante puede, a su vez, dejar truncas las experiencias, an autnticas, de identidad y comunin sacerdotal. Pues, como tambin lo establece el Padre Jimnez Cadena, el trabajo es para el sacerdote, como para todo ser humano, de capital importancia para vivir contento, para sentirse digno de aprecio y respeto, para sentirse til, para experimentar vivencialmente que su vida y su vocacin valen la pena de vivirse, para adquirir un claro y positivo sentido de la propia identidad. Y, consecuentemente, agrega: Qu absurda y anticuada aquella poltica de retirar a un(a) religioso(a) o sacerdote del cargo que est desempeando, con competencia y satisfaccin, por infundados temores de que se apegue demasiado a su cargo o se vuelva orgulloso y desobediente!109. En este respecto, el Padre George Aschenbrenner es muy claro al sealar el papel de la generatividad en el contexto de una misin realizante, como la culminacin de los otros elementos segn l, an ms esenciales de la identidad y la intimidad, para una autntica vida celibataria. Yo creo, explica, que la vida religiosa debe encontrar su identidad central ms en la consagracin ofrecida a Dios que en la comunidad y el servicio, y que el fundamento de una identidad celibataria debe consistir en la realizacin personal de un compaerismo singular con Dios. Por otro lado, si el celibato no se involucra creativa y responsablemente en un ministerio, difcilmente ni l ni ella (como clibes) sern capaces de alcanzar una paz fundamental y un gozo entusiasta. Producir entusiasmo por la generatividad en el ministerio constituye la esencia del celibato religioso. Si esta orientacin esencial por el ministerio no se expresa suficientemente, un impulso natural se ve frustrado, lo que a menudo conduce a una molestia paralizante en lugar de a una paz energtica110. Por lo tanto, as como al considerar los distintos estados de vida, el Padre lvaro Jimnez Cadena resalta positivamente la entrega y el sacrificio admirables de tantos padres y madres por sus hijos y sus cnyuges, l tambin destaca como encomiable y digna de admiracin la entrega incondicional de muchos hombres y mujeres consagrados a Dios y a los prjimos en una vida de apostolado111. A lo que suma el comentario de que tales individuos abundan mucho ms de lo que pudiera pensarse a primera vista, con una apreciacin superficial. Y viven felices como los mejores padres y madres de familia. Soportan tambin su dote de esfuerzo y sacrificio que todo trabajo serio implica; sus vidas, la mayor parte de las veces ocultas y silenciosas, no hacen noticia ni en la T.V., ni en la radio, ni en la prensa. La mayora transcurre calladamente en la presencia de Dios que ve en lo escondido, o se descubre tmidamente ante un confidente del espritu, un amigo sincero, o un asesor psicolgico112. En este punto, Jimnez Cadena enumera en su libro Caminos de madurez psicolgica para religiosos, mltiples ejemplos de personas consagradas que entregan positivamente sus vidas al servicio de la juventud, de los nios, ancianos y enfermos, de los pobres y desamparados de todo tipo, opinando l enfticamente que entre ellos (es sorprendente y admirable) encontramos muchas de las personas ms felices y realizadas. Han conquistado, en grado eminente, la fecundidad, la generatividad, la laboriosidad y la creatividad de que trata Erikson113. Lo que, en fin, lo lleva a concluir que todas estas personas,

autnticamente realizadas en sus diversas modalidades de servicio al prjimo, son un verdadero testimonio de consagracin religiosa y un modelo de madurez humana. Su entrega clida y afectuosa a los dems tiene por fundamento ltimo el amor a Dios y la entrega personal a Jesucristo. Constituye una sana sublimacin de su afectividad y sus energas114. En este mismo sentido, el psiclogo mexicano, Padre Luis Jorge Gonzlez, cita a Sigmund Freud al mencionar que otro rasgo de la sexualidad consiste en que ella, por estar dotada de la capacidad de sublimacin, est en grado de cambiar su meta inmediata por otras metas que pueden ser consideradas ms elevadas y no sexuales115. Ahora bien, para que esto ocurra de forma sana y madura, Gonzlez insiste en que tales metas o actividades ms elevadas han de ser tambin intrnsecamente satisfactorias, y que deben tener una relacin interna con el impulso sexual; o sea, que respondan a los mismos fines y formas de expresin de la sexualidad humana. A este respecto, l propone que la creatividad en el individuo adulto como expresin concreta de la generatividad, constituye una de esas maneras satisfactorias de sublimar adecuadamente el impulso sexual, ya que se relaciona internamente con los fines especficos que caracterizan al impulso sexual. Esta creatividad es definida, por lo tanto, dentro de su enfoque, como una relacin profunda y dialogal entre la propia experiencia personal y la experiencia de los otros-en-el-mundo. (Por lo que tal) relacin ha de manifestarse en forma de un proceso interior que genera experiencias e ideas nuevas, (as como) en forma de un producto que responde con novedad y eficacia a la novedad de los problemas cotidianos116. Ms an, para Luis Jorge Gonzlez esta relacin, que identifica los fines internos que unen a la sexualidad y la creatividad, puede darse al menos en las siguientes cuatro reas: 1. Creacin de un nuevo producto: La sexualidad, al igual que la creatividad, se orientan siempre a la creacin de algo nuevo. 2. Persona integral: La sexualidad y la creatividad ponen en juego la totalidad de la persona, en sus dimensiones tanto somticas, como afectivas, intelectivas y conductuales. 3. Gratificacin intrnseca: La sexualidad y la creatividad producen un efecto placentero y gratificante que, vinculado al amor, puede conducir incluso a las cimas de la alegra verdadera. 4. Dimensin relacional: Tanto la sexualidad como la creatividad se concretizan en una dimensin relacional, caracterizada por encuentro y dilogo. En este sentido, as como la sexualidad busca la relacin con el otro, la creatividad procura siempre la trascendencia en funcin de otros que se beneficien de ella117. En consecuencia, esta estrecha relacin entre los fines y expresiones de la sexualidad y la creatividad, lleva a Gonzlez a concluir que, en este contexto, la energa vital, que se acumula abundantemente en torno a la capacidad reproductora, no es de naturaleza estrictamente biolgica. Lo biolgico en ella es un sustrato que se alarga con caractersticas humanas y personales. (As que), en resumen, porque la energa de la sexualidad es biolgica-humana, puede ser asumida por la persona, con miras a la sublimacin, a la creatividad y a las relaciones con los dems118. LA INTEGRACIN PSICOSEXUAL EN LA VIDA CELIBATARIA

Habindose considerado, hasta aqu, los elementos de la soledad apacible, la interaccin afectuosa y la misin realizante, como las tres expresiones concretas que posibilitan una plena identidad, intimidad y generatividad en la vida sacerdotal o religiosa, resulta conveniente profundizar an ms en la bsqueda de una integracin psicosexual madura, que le permita a las personas clibes sublimar sanamente todo su caudal energtico de origen sexual y afectivo. Pues el fin de un celibato, maduramente asumido en el sacerdocio o la vida consagrada, puede apoyarse en los medios hasta aqu desarrollados soledad, afecto y misin, pero nicamente sobre las bases de comportamientos concretos que reflejen una autntica integracin psicosexual en la vida celibataria. Esto implica, como punto de partida, que la persona clibe trate de lograr una sublimacin satisfactoria de sus energas sexuales, con el objeto de canalizarlas e integrarlas dentro del propsito vital, altamente significativo y realizante, de su ministerio sacerdotal o religioso. Porque, tal y como lo explica el Padre Luis Jorge Gonzlez, un cristiano que acoge el celibato slo porque la novia no se presta o porque es una ley eclesistica para los sacerdotes, etc., no ha entendido todava el ejemplo de Jesucristo ni su mensaje de amor... El clibe cristiano, laico o sacerdote, slo justifica su comportamiento sexual, si busca una verdadera sublimacin. La cual no se realiza ms que cuando la persona se abstiene de la actividad sexual, en su rasgo procreativo o genital, por un motivo superior. Renunciar a cualquier actividad genital por indiferencia, desgano, impotencia o por cualquier otro motivo como el miedo, la falta de lugar, de tiempo, de oportunidad, etc., no sublima nada119. En este sentido, resulta de trascendental importancia descubrir, desde una perspectiva psicolgica, aquellas actividades que posibilitan una sana sublimacin sexual y afectiva, y que puedan constituirse en los fundamentos naturales sobre los cuales se erijan las razones autnticamente espirituales, as como los medios y los fines sobrenaturales, de un celibato sacerdotal o religioso. As, Luis Jorge Gonzlez, al concluir su artculo sobre Experiencia de Dios y celibato creativo, es claro al afirmar que para una vivencia plena y satisfactoria de la sexualidad en la vida celibataria, las sugerencias ms salientes van en la lnea de la creatividad, del amor y de la apertura a la experiencia del amor con que Dios nos ama120. Cada una de estas sugerencias puede correlacionarse directamente con las expresiones maduras de la generatividad, la intimidad y la identidad, segn el enfoque Eriksoniano desarrollado a lo largo de este libro. Pues, como el mismo Gonzlez insiste, si la creatividad ha de ser un estilo de vida, es inevitable que las grandes reas de la existencia estn marcadas por un comportamiento creativo. En consecuencia, las relaciones interpersonales, el trabajo, las relaciones con la naturaleza y el trato con Dios necesitan la impronta de la creatividad121. Consideremos, pues, a continuacin, algunas de estas aplicaciones prcticas, tomadas del enfoque del Padre Luis Jorge Gonzlez, para el logro de una sublimacin sana de las energas sexuales en las vidas de sacerdotes, religiosos y religiosas. 1. La creatividad como expresin de una generatividad autntica Para comenzar, el Padre Gonzlez sostiene que la creatividad aparece como una forma concreta de sublimar la sexualidad. Y puede ser un camino para superar los desbordamientos sexuales o de alejarse del peligro de caer en ellos. Pero, la creatividad del clibe cristiano requiere de un campo de accin muy amplio. De ser posible, conviene que

abarque las reas principales de la existencia humana122. Con lo que coincide tambin el Padre Aschenbrenner al manifestar que al igual que la dura tarea implicada en la formacin de comunidad, un compromiso profundo con el ministerio (tambin) le sirve al clibe para descargar inconscientemente la energa psicosexual de su vida123. Partiendo entonces, de este principio de sublimacin psicosexual madura, Luis Jorge Gonzlez recomienda el desarrollo de ciertas reas de la dimensin creativa de la generatividad, que seguidamente se desglosan: a. La personalidad creativa Para Gonzlez, la personalidad creativa est dotada, en primera instancia, por lo que l denomina el pensamiento creador, caracterizado a su vez por la fluidez de ideas, la flexibilidad y la originalidad, las cuales promueven la capacidad de ofrecer definiciones nuevas de aquello ya conocido. Adems, este tipo de personalidad posee la cualidad de la tolerancia a la ambigedad en las relaciones con los dems y con el mundo, y la capacidad de escuchar su propia experiencia, todo lo cual permite contemplar dos o ms posibilidades contrapuestas de solucin a un problema y expresarlas como una iniciativa gestada en el centro del yo, con base en sensaciones corporales, sentimientos e ideas. Asimismo, mantiene un sano espritu de autocrtica, que admite ideas diferentes a las propias, sensibilidad ante los problemas que otros no perciben, y capacidad de elaboracin para poner en prctica las soluciones propuestas. Por ltimo, para que este tipo de personalidad se desarrolle apropiadamente se requiere tambin de un ambiente externo de libertad, que le posibilite al individuo manifestar sus rasgos nicos e irrepetibles a nivel personal, as como asumir las consecuencias por sus propios actos124. Todas estas caractersticas de una personalidad creativa, cuando se promueven y cultivan adecuadamente a lo largo del tiempo, se constituyen en un cauce apropiado para la canalizacin de buena parte del caudal energtico en la vida de las personas clibes. b. El trabajo creativo Lo primordial en este punto no consiste tanto en qu es lo que se hace, sino en cmo se hace. Esto implica, quizs, el hacer aquello mismo que hay que hacer, pero tomando en cuenta los sentimientos y experiencias personales, los cuales le darn un cariz nico e innovador a la mayora de las acciones que se emprenden. Gonzlez sugiere que todas las personas, al menos en algn momento de sus actividades cotidianas, han descubierto el placer y la felicidad de expresar su ser interno en algo de lo que hacen; lo que, segn l, demuestra que es conveniente trabajar de una manera que nos permita expresar lo que somos, sentimos y pensamos125. c. Creacin de una sociedad nueva El empear todas las energas y capacidades para la promocin de una sociedad ms justa, fraterna y pacfica, constituye otro de los grandes desafos que, con un alto grado de urgencia, exige la creatividad de los cristianos, sean estos laicos, sacerdotes o consagrados. Los obispos latinoamericanos que suscribieron el Documento de Puebla, invitan a todas las personas en Latinoamrica a una conversin, no slo personal sino tambin social, debido a la injusticia que ellos mismos denominaron como institucionalizada en nuestro medio126. Ante esta realidad, y si el celibato es, al parecer, como sostiene el Padre Gonzlez, un acicate para la creatividad, entonces merece un lugar central en la vida y en la accin de los cristianos127.

d. Re-creacin de la naturaleza As como la sociedad humana necesita ser renovada, la naturaleza misma se encuentra tambin amenazada en su equilibrio ecolgico y requiere de soluciones integrales a nivel planetario, al igual que de aportes innovadores que promuevan su conservacin a escala personal y comunitaria. El Padre Gonzlez nos recuerda que, desde una perspectiva bblica, Dios ha puesto en manos del hombre no slo el dominio transformante de la naturaleza, sino tambin su conservacin128. Pues, al fin y al cabo, el conservar el equilibrio natural constituye una manera concreta y efectiva de amar al prjimo. Ya es un hecho comprobado que la contaminacin ambiental, el ruido, la ausencia de espacios verdes, etc., afectan la salud fsica y mental de las personas en nuestros das, y pueden llegar a amenazar incluso la existencia de la raza humana en el futuro. Esto lleva a Gonzlez a afirmar que la ecologa constituye un campo ms para la cristalizacin de la creatividad en los clibes cristianos129. 2. El amor como expresin de una plena intimidad afectiva La vivencia de relaciones interpersonales caracterizadas por vnculos de afecto, solidaridad y amor, en los distintos contextos en que estas pueden establecerse, constituye tambin otra manera sana de sublimar las energas sexuales, particularmente necesaria en el caso de los clibes, quienes renuncian a la expresin genital de su sexualidad en aras de su ministerio eclesial. Luis Jorge Gonzlez as lo expresa en la conclusin de su artculo, aqu citado, cuando seala claramente que el amor complemento esencial de la sexualidad realiza tambin la sublimacin sexual. Sobre todo cuando nos lleva a penetrar en el centro ms profundo de la persona amada, para ayudarla a ser el yo verdadero que realmente es en forma potencial130. Es importante resaltar, en este punto, que as como la relacin sexual, en su expresin ms total y completa, implica una unin fsica acompaada de penetracin por parte de la persona amante en el cuerpo de la persona amada lo que promueve en ambos una experiencia de profunda intimidad, esto tambin ocurre, aunque en una dimensin diferente, en toda aquella relacin autntica de amor interpersonal. De manera que la verdadera interaccin afectuosa, aqu propuesta, an cuando no participe de la dimensin genital, siempre permite una unin plena a nivel interpersonal, donde cada uno de los individuos que se aprecian y se aman penetra existencialmente en el corazn del otro; lo que produce, en consecuencia, una genuina satisfaccin psicoafectiva. Por lo tanto, al coincidir as los fines y las formas que caracterizan a la sexualidad humana y a la afectividad compartida a nivel interpersonal, consistentes ambas en una estrecha unin de quienes se aman hasta penetrar uno en el centro del otro, esto garantiza una sana sublimacin de las energas sexuales. Puesto que en todos aquellos intercambios reales y significativos a nivel afectivo como aqu se proponen para el logro de una interaccin afectuosa en la vida de las personas clibes, se estar cambiando la meta inmediata de la sexualidad, de tipo bsicamente genital, por otra meta ms elevada y no sexual que favorece siempre una expresin transformada de la libido sexual, pero igualmente satisfactoria y realizante131. En cuanto a esto, una vez ms, el Padre Aschenbrenner coincide tambin con la posicin de Luis Jorge Gonzlez, de que el amor autntico permite sublimar las energas sexuales de las personas involucradas. De hecho, al comentar sobre los esfuerzos necesarios para

construir la unidad en una comunidad religiosa, Aschenbrenner sostiene que esto nunca resulta una tarea fcil, pero que es, precisamente, en esta lucha por vivir y creer unidos que los clibes son capaces de satisfacer otra necesidad importante. (Pues) a travs de la interaccin con otras personas (sexuales y afectivas como ellos), van utilizando y expresando, de manera usualmente inconsciente, mucha de la energa psicosexual que se les acumula diariamente132. Esta vivencia del amor incluye, por lo tanto, segn el Padre Gonzlez, expresiones especficas tales como las siguientes: a. Creacin del otro como persona Dado que el amor tiene una relacin profunda con la sexualidad madura, pues en ambos casos el impulso afectivo procura penetrar en lo ms ntimo del otro para satisfacer sus necesidades y edificarlo como persona, la vivencia del amor interpersonal engendra en s misma un proceso sano de sublimacin. En este sentido, Luis Jorge Gonzlez propone que los clibes cristianos utilicen diversas tcnicas y recursos especficos que les ofrecen los enfoques psicolgicos humanistas, tales como la terapia Rogeriana o la Logoterapia Frankliana, los cuales procuran facilitar el proceso de actualizacin y realizacin personal en los individuos, como maneras de concretar la abstraccin contenida en la palabra amor. As, el sacerdote, religioso o religiosa procurar la transformacin, tanto espiritual como humana, de las personas con que se relaciona, canalizando sus mejores energas en la edificacin de aquellos a los que est llamado a amar. Y asimismo podr descubrir, como concluye a nivel psicolgico el Padre Gonzlez, que un amor capaz de crear al otro como persona, constituye el camino ms seguro para la sublimacin sexual de los cristianos133. b. Creacin de la comunidad As como la creacin del otro permite sublimar las energas sexuales en una entrega individual, hoy en da las vivencias grupales en el contexto de las familias y las vecindades, en los trabajos y centros educativos, favorecen no slo el cambio social, sino tambin la edificacin de los miembros individuales que conforman tales grupos. Es por esto, que Luis Jorge Gonzlez opina que en concreto, la formacin de comunidades, en las que haya una cierta comn-unidad de objetivos, valores, intereses y sentimientos, es una meta codiciable para la creatividad de los clibes cristianos134. Por tanto, l sugiere que las mismas actitudes propuestas por Carl Rogers de aceptacin, empata y autenticidad, que contribuyen en gran manera a las relaciones interpersonales de dar y recibir afecto como ya se vio en el captulo dedicado a este tema, tambin se aplican a las relaciones a nivel grupal. De esta manera, la prctica de estas tres actitudes a nivel grupal le ofrecen al sacerdote o religioso otro escenario concreto en el cual proyectar su entrega afectiva a los dems. Pues, como tambin establece el Padre Gonzlez, con estas tres actitudes el clibe despliega, en forma sublimada, su caudal afectivo, facilita la comunicacin grupal y colabora en la creacin de la verdadera comunidad135. En conclusin, y recurriendo a las palabras del mismo Luis Jorge Gonzlez, cuando los cristianos orientan su celibato hacia la creatividad y hacia el amor, entonces cumplen su tarea de co-creadores con Dios, en una sociedad injusta y problematizada, que tiene urgencia de una transformacin renovadora136. Ms an, esta afirmacin no solo se aplica al cambio externo de tipo interpersonal y social, sino tambin a la labor co-creadora con Dios que caracteriza la edificacin de la propia persona en su relacin consigo misma, tema que se considera a continuacin.

3. La experiencia de Dios como expresin de la identidad celibataria Aunque el Padre Luis Jorge Gonzlez desarrolla en orden descendente las tres formas de sublimacin aqu tratadas, a saber, la creatividad, el amor y la experiencia de Dios correspondientes a la generatividad, la intimidad y la identidad, esta ltima es considerada como la pieza fundamental en la vida de la persona consagrada por los votos de castidad, pobreza y obediencia, as como por el sacramento del Orden en el caso del sacerdote. Por esto mismo, al igual que lo hacen los otros autores citados en este captulo, Gonzlez expresa enfticamente que la experiencia de Dios, con su impacto profundo de amor y alegra en la personalidad del cristiano, me parece la clave ms efectiva para cumplir el celibato a semejanza de Jesucristo. (Pues), en realidad, no basta la creatividad orientada hacia los grandes horizontes de la existencia humana, para agotar el caudal enorme de la sexualidad. Aparte, incluso, del ejercicio concreto del amor al prjimo, parece indispensable la fuerza del amor eterno, que Dios quisiera transmitirnos en forma de experiencia. Tener la experiencia del amor y de la alegra de Dios me resulta lo ms seguro en el enfrentamiento del atractivo sexual. (Porque) este es muy fuerte y poderoso. Y slo la fuerza de un amor y de un placer mayores pueden motivarnos, de manera sana, a la superacin del placer sexual137. Entre las recomendaciones concretas que posibilitan el encuentro consigo mismo en la presencia de Dios, el Padre Luis Jorge Gonzlez propone las siguientes: a. Construccin del propio Yo Partiendo del concepto judeo-cristiano de persona como un ser nico e irrepetible, responsable y libre para encauzar su vida hacia el amor, el Padre Gonzlez plantea la construccin del propio yo como una de las empresas que requieren de ms creatividad, energa y entrega en la vida humana. Los dems pueden influir individual o grupalmente en la edificacin de cada uno, pero, en ltima instancia, es slo la persona misma la que puede asumir o no el compromiso de crecer al mximo de sus potencialidades. Esto implica la aceptacin realista de s mismo, con las cualidades y defectos presentes en cada individuo, y con la posibilidad de desarrollarse de una forma cada vez ms personal y ms plena. Para Gonzlez, por lo tanto, la sobreexcedencia de las energas personales no se explica solamente por la tarea creadora del hombre respecto al mundo y a los dems. El excedente energtico tambin es requerido por el individuo que se responsabiliza de su propio crecimiento138. b. Relacin con Dios en la oracin Es en el contexto de la oracin, como experiencia dialogal con el Dios que da la vida y que invita a vivirla en el amor, que el clibe encuentra el vehculo ms perfecto para una entrega total de sus energas y capacidades, as como de sus vacos y necesidades. Esta entrega en oracin le permitir, da a da, crearse y recrearse como persona consagrada al servicio de ese Dios con el que se comunica cotidianamente en profundidad. Por consiguiente, esto implica tambin la prctica de un tipo de oracin creativa y vivificante, que no resulte rutinaria o llena de formalismos carentes de sentido. Porque, como sostiene el Padre Gonzlez, una oracin que nazca de la vida y comprometa con la vida, como pide el Documento de Puebla, exige creatividad139. No es fcil buscarse tiempos y lugares para

orar en un mundo agitado y alienante como el nuestro. Tambin es difcil armonizar en un buen equilibrio el compromiso con los dems, en especial con los pobres, y la relacin amorosa con Dios en la oracin140. No obstante todas estas dificultades, Luis Jorge Gonzlez ve en la oracin dialogante y creativa ante la presencia de Dios, la vivencia que ms ayuda a sublimar sanamente el caudal energtico, de naturaleza sexual y afectiva, con que hemos sido dotados para nuestra existencia terrenal. Por eso afirma, de manera concluyente, que una relacin amorosa con el Dios-Amor abre la perspectiva ms ilimitada para el empleo ms fino y sublimado de la propia afectividad141. 4. Pasos para una sublimacin sana en momentos de excitacin sexual y de necesidad afectiva Todas las sugerencias anteriores, conducentes a una sublimacin adecuada de la sexualidad y la afectividad a travs de la creatividad, el amor interpersonal y la experiencia consigo mismo en la presencia de Dios, necesitan concretarse de formas an ms especficas en el propio momento en que se experimenta excitacin sexual o necesidades afectivas no satisfechas. Pues todo individuo sano, que haya optado por vivir una vida clibe, enfrentar regularmente estados de excitacin sexual o fantasas romnticas no provocadas de manera deliberada, debidos a los excedentes energticos de su propia vitalidad humana. Lo cual es algo bueno y deseable, siempre que sean encauzados dentro de los propsitos particulares de su estado de vida sacerdotal o consagrada. Para el Padre Luis Jorge Gonzlez, estos momentos de excitacin y fantasa no constituyen un llamado a renunciar al celibato en aras de la genitalidad y la procreacin biolgica, implcitas en el impulso sexual y afectivo. Como dice l, en el caso de los clibes resulta obvio que no se debe realizar el rasgo procreativo o genital de la sexualidad. En cambio, s es posible dar rienda suelta a la relacionalidad de la energa sexual, a travs de la sublimacin, la creatividad, el amor y la experiencia trascendente del encuentro con Dios142. Sin embargo, este difcil desafo de asumir positivamente la sexualidad dentro del contexto de la vida celibataria, implica la necesidad concreta de hacerlo efectivo en los momentos mismos de la excitacin sexual, generalizable tambin a ciertos perodos de excesivo sentimentalismo en relaciones particulares a nivel interpersonal y asociadas generalmente con fantasas romnticas fuera de contexto. A este respecto, ciertos pasos sugeridos por la experiencia exitosa de muchos clibes en su manejo sexual y afectivo, as como resultado de la prctica de orientacin psicolgica por parte de distintos profesionales en este campo, pueden ayudar a enfrentar mejor tales estados de excitacin y fantasa, aunque siempre con las debidas adaptaciones a la manera de ser de cada individuo, segn sus circunstancias especficas. A continuacin se presenta, por lo tanto, una redefinicin del enfoque propuesto por el Padre Luis Jorge Gonzlez, sintetizndolo en los cuatro pasos siguientes: a. Apertura a la experiencia sexual y afectiva No es posible canalizar sanamente la experiencia de excitacin sexual y las fantasas erticas o romnticas que lo acompaan, si estas se reprimen desde el primer momento en que se toma conciencia de su presencia. Es necesario percibir, aunque sea por unos instantes, el estado de excitacin, tratando de concientizar el tipo de impulso sexual que se experimenta y, si es del caso, las posibles fuentes que lo provocan. Recuerda el Padre

Gonzlez que sentir no es consentir, y que solo la experiencia consciente entra dentro del mbito de la libertad humana, para as manejarla apropiada o inapropiadamente por la persona que la siente143. b. Dilogo con Dios sobre la experiencia sexual y afectiva Cuando el cristiano, acostumbrado a un dilogo cotidiano con Dios en la oracin, verbaliza ante su Seor que todo lo ve y todo lo sabe, su experiencia presente de excitacin sexual y de necesidad afectiva, reduce al mnimo el riesgo de consentir en una expresin inadecuada de sus impulsos. As, al verbalizar de forma sincera y dialogante con Dios aunque cuidando de no entrar en detalles excesivos de tipo ertico, las sensaciones, imgenes o deseos que est experimentando, la persona no solo no reprime su experiencia sexual y afectiva, sino que la coloca en el mejor contexto posible para canalizarla segn el propsito especfico de su llamado vocacional. Dios mismo estar siendo invitado a colocarse a su lado para ayudarlo a sublimar sanamente el impulso vital que se manifiesta en tales momentos de excitacin o fantasas144. c. Ofrecer a Dios el don de la propia sexualidad Tal y como lo afirma de manera excelente el Padre Gonzlez, ahora s, porque la persona se adue de su experiencia sexual, mediante la percepcin consciente de la misma y el dilogo con Dios sobre ella, tiene la libertad real para hacer una opcin. Por lo mismo, puede evitar el pecado o su trmino opuesto, que en este caso sera el bloqueo sexual. Y, ms bien, puede optar por ofrecerle a Dios y regalarle con amor el rasgo genital y ertico de su experiencia sexual145. En este paso, la persona toma consciencia de que su vitalidad sexual, destinada naturalmente a la unin sexual amorosa con otra persona y a la generatividad biolgica de otras vidas que lo trasciendan a nivel personal en la historia, es el regalo ms grande que se le puede ofrecer a Dios como parte del llamado celibatario. La excitacin sexual no provocada, as como las necesidades afectivas asociadas con la sexualidad se convierten, entonces, en una oportunidad frecuente para la persona clibe de renovar conscientemente el gran valor de su consagracin a Dios. Ms an, en tales momentos el sacerdote, religioso o religiosa pueden comprobar el enorme caudal energtico que entraa su propia afectividad, destinada en este caso a otros fines superiores a los de la genitalidad y la procreacin, dentro del contexto de una vida de pareja y de familia naturalmente vividas. Por consiguiente, en este punto se puede apreciar con verdadero realismo que el llamado celibatario solo puede ser un don extraordinario de Dios, al que la persona clibe responde donndose a s misma en lo ms importante de su ser. Accin siempre difcil de realizar en el propio momento de la excitacin sexual o de las fantasas romnticas, pero extremadamente satisfactoria cuando se vive en la dimensin de la fe146. d. Reprogramacin y activacin del impulso energtico La excitacin sexual, en palabras de Luis Jorge Gonzlez, es como el detonador de un revlver cuando ha sido accionado y est a punto de disparar. En consecuencia, la persona excitada no se relaja ni descarga su tensin con buenos pensamientos o sermones. Tampoco lo consigue minimizando su situacin o regandose por tener reacciones sexuales147. Es preciso, en estos momentos, reprogramar toda esta energa sexo-afectiva, contenida y a punto de liberarse, en cualquiera de las tres dimensiones que seala el Padre George Aschenbrenner, y que aqu se designan como el trpode de la vida celibataria, a saber: La soledad apacible, la interaccin afectuosa y la misin realizante. An ms, no basta con

considerar mentalmente lo que podra hacerse en cualquiera de estas dimensiones. Se necesita entrar prontamente en accin, segn el rumbo escogido y de la manera ms sabia y realista posible, y tomar medidas en alguno de los siguientes tres niveles: personal, social o misionero148. 1. Personal: Si la persona se encuentra cansada por causa de su trabajo y saturada por un exceso de relaciones interpersonales, le convendr ms bien recurrir a formas especficas de recrearse en soledad, que le resulten tan atractivas como la misma excitacin sexual que lo incita. En este sentido, la persona clibe debe cultivar con regularidad pasatiempos motivantes en reas como la lectura recreativa, la msica o la contemplacin de la naturaleza en parajes agradables, as como rutinas de ejercicio o relajacin que lo liberen de sus tensiones. Tambin puede realizar trabajos manuales de forma creativa o actividades artsticas y deportivas, al igual que la prctica de hobbies tales como la fotografa, el coleccionar objetos de inters, etc. Asimismo, pueden procurarse opciones de tipo espiritual tales como formas apacibles de oracin personal y meditacin de textos apropiados, el cantar o interpretar msica de tipo religioso, etc., siempre y cuando a la persona clibe le resulten estas lo ms naturales y relajantes que sea posible, dentro de su situacin de cansancio y de saturacin social. 2. Social: Si, por el contrario, los momentos de excitacin sexual o fantasas romnticas se asocian con sentimientos de soledad y vaco afectivo, el clibe debera procurar prontamente alguna situacin de comunicacin afectuosa con las personas significativas en su vida. Esto puede hacerlo a travs de llamadas telefnicas, de visitas o invitaciones para compartir, y de salidas a actividades conjuntas que le resulten agradables. Asimismo, puede escribir cartas afectuosas, o, incluso, cuando las circunstancias lo permiten, aprovechar las facilidades tecnolgicas modernas del correo electrnico para ponerse en contacto, a travs de la distancia, con familiares, amigos o compaeros, con quienes comparte lazos de afecto o afinidad. 3. Misionero: Finalmente, el ponerse en actividad de maneras creativas en la lnea de su misin sacerdotal o religiosa constituye, en muchas otras situaciones, la mejor manera de sublimar apropiadamente el impulso sexual, canalizndolo hacia acciones tales como visitar a personas enfermas o familias pobres necesitadas de atencin, asistir a actividades grupales de tipo laical, o realizar toda una gama de proyectos personales como, por ejemplo, escribir un libro, disear una nueva estrategia pastoral, planear una actividad comunitaria, etc. Todas estas sugerencias para el logro de una sana sublimacin en momentos de excitacin sexual o de fantasas romnticas fuera de contexto, pueden ser utilizadas, an con mayor beneficio, cuando estas se convierten en prcticas habituales profundamente enraizadas en la vida de las personas clibes. Porque el denominado trpode de la vida celibataria, propuesto por Aschenbrenner, solamente garantiza una estabilidad psicolgica para enfrentar exitosamente las dificultades o desafos de la existencia, cuando este se convierte en una realidad permanente a nivel personal. Ya que como el mismo Padre Aschenbrenner lo seala, refirindose a la vida consagrada pero aplicable tambin con sus modificaciones a la vida de los clibes en cualquiera de sus formas, el celibato, como relacin de compaerismo singular con Dios, requiere esencialmente de las otras dos expresiones a nivel comunitario y ministerial. Existe una cierta facilidad otorgada a la vivencia de un celibato maduro, que slo puede surgir de una integracin cuidadosamente balanceada de estas tres relaciones. El celibato no ser feliz ni generativo si no logra alcanzar este equilibrio149.

Finalmente, el Padre Luis Jorge Gonzlez concluye tambin sus propuestas para una vivencia creativa de la sexualidad, afirmando que la apertura a la experiencia sexual, a la experiencia del otro y a la experiencia que se puede tener de Dios, significa una dinmica relacional muy profunda y amplia. Por lo mismo, todas las energas personales son requeridas por la libertad del individuo para mantenerse en relacin consigo mismo, con los otros y con Dios. Y de esta suerte, hay una ms alta posibilidad de evitar los desbordamientos sexuales y de emplear creativamente los mejores recursos afectivos150.

LA MADUREZ DEL AMOR COMO SNTESIS ENTRE INTERIORIDAD Y EXTERIORIDAD Este mismo equilibrio entre los tres elementos planteados por el Padre Aschenbrenner y que aqu denominamos como el trpode de la vida celibataria, otros autores lo sintetizan en trminos de una bipolaridad que se manifiesta en la integracin y el balance apropiados, fundamentados en un amor maduro, de los extremos opuestos entre la interioridad y la exterioridad en las vivencias personales151. En este sentido, al referirse el Padre Segundo Galilea, en su libro El pozo de Jacob, a la madurez cristiana que l identifica con la santidad, insiste en que la paradoja de la santidad est en que su raz es interior e invisible, arraigada slo en Dios, pero su expresin exterior inconfundible es el servicio fraterno, el compromiso con los pobres y necesitados, y la accin apostlica, segn la misin que la Providencia va indicando a cada uno152. Esto lo lleva a concluir que nuestra santidad es nuestra misin, porque en ella se expresa nuestro amor por Dios, por nosotros mismos y por nuestros hermanos, los hombres. Esta integracin de las manifestaciones internas y externas de una personalidad madura en el contexto del amor, entonces, puede interpretarse como la consolidacin de la identidad personal, que al vivirse junto a la identidad de otros en expresiones autnticas de intimidad, se proyecta hacia afuera generando vida abundante en la misin particular a la que tales personas se sienten llamadas, como parte de su propsito vital. Por lo tanto, dentro de este nuevo contexto de bipolaridad, el elemento intermedio de la intimidad viene a formar parte, a su vez, de ambos elementos extremos. De la identidad, por un lado, vista en trminos de interioridad compartida, y de la generatividad, por el otro, entendida como exterioridad compartida. Esto se explica, en cada uno de ambos casos, porque la identidad madura nunca se vive exclusivamente a nivel personal sino tambin comunitario; y porque la prctica de la soledad apacible nos sita siempre en una relacin de intimidad con nosotros mismos y, a la vez, con Dios, presente en todo momento a nuestro lado. As, entonces, la identidad incluye indudablemente elementos de intimidad. Asimismo, es posible afirmar que la generatividad madura no se vive tampoco nicamente en la dimensin individual, sino que se comparte con otros individuos comprometidos en una misma misin. Esto implica, a su vez, que la intimidad interpersonal debiera tambin trascender de alguna manera en el servicio a los dems, como, por ejemplo, hacia los hijos en el matrimonio o hacia las personas por quienes se entrega una comunidad cristiana. En fin, que la generatividad incluye ciertamente elementos de intimidad.

En su libro titulado Grandeza y miseria del celibato cristiano, el Padre Javier Garrido resalta de forma extraordinaria el papel que desempea el amor, como cumbre de la madurez humana, para el logro de una sntesis autntica entre la interioridad y la exterioridad en la vida del cristiano en cualquier estado de vida, y, ms especficamente, del sacerdote, religioso o religiosa que han asumido el celibato. Somos subjetividad viviente, afirma l, y, en consecuencia, interioridad. No slo en cuanto que lo externo nos afecta, sino, sobre todo, en cuanto que hemos de descubrir el mundo interior y hemos de configurar la existencia como algo personal desde un centro, de adentro afuera. (Asimismo), somos exterioridad, en cuanto cuerpo y comunicacin y encuentro interpersonal y sociedad y trabajo e historia. Todo lo cual lo lleva a preguntarse, entonces, qu funcin ocupa el amor en esta dialctica?. Y l mismo se responde, inmediatamente, diciendo que la sntesis pertenece al amor. Segn la calidad del amor, as se estructura la dinmica interioridad-exterioridad153. Ahora bien, aunque el propio Javier Garrido seala que no cabe sistematizar esta dinmica caracterizada por interioridad y exterioridad, pues cada persona la vive a su modo incluso dependiendo del carcter ms introvertido o extrovertido de cada uno, siempre conviene considerar si existen, en verdad, varios caminos o modos de vivirla. O, si ms bien, hay un solo camino que, transitado autnticamente en el amor, hace que distintas personas lo experimenten de formas diferentes a partir de la interioridad hacia afuera o de la exterioridad hacia adentro, pero procurndose en todos los casos una sntesis de ambas dimensiones en la experiencia madura de la santidad y del amor, segn el llamado y la personalidad de cada quien. A este respecto, el renombrado monje trapense Thomas Merton, en su libro The seven storey mountain (ttulo traducido al castellano como La montaa de los siete crculos), cita a Santo Toms de Aquino cuando afirma que existen nicamente tres vocaciones en la existencia. La primera es la vocacin a la vida activa, que en nuestro contexto de generatividad se caracterizara por una misin realizante, con un predominio de la exterioridad. La segunda corresponde a la vocacin de vida contemplativa, la cual habra de vivirse dentro del mbito de una soledad apacible en la presencia de Dios, prioritariamente a nivel de la interioridad. Y, la tercera, que l designa como la vocacin a la vida activa y contemplativa, incluye a ambas a la vez, en un balance apropiado entre interioridad y exterioridad; lo que resulta ser una mezcla de las dos anteriores, y que, en su opinin, constituye la mejor de todas las vocaciones154. El Padre Thomas Merton retoma esta conclusin a la que llega Santo Toms de Aquino, y lanza un llamado desde su experiencia de monje, a todas las personas comunes y corrientes que viven en sociedad, para que puedan experimentar tambin las ventajas de la vida contemplativa, tal y como lo propone Jess, estando en el mundo, pero sin ser del mundo (Jn 17). A este respecto, Merton manifestaba en su libro, escrito a mediados del Siglo Veinte, que Amrica est descubriendo la vida contemplativa155. Y para contribuir a este proceso, l propone que todas las personas deben asumir esa tercera opcin ms perfecta, planteada por Santo Toms de Aquino, consistente en una mezcla de vida contemplativa y activa. As, esta integracin entre contemplacin y accin, como parte del estilo de vida personal, refleja la sntesis que hace Merton de los elementos de interioridad y exterioridad, a partir de su propia experiencia monstica; lo que lo lleva a darle un nfasis especial a la vida contemplativa que se proyecta hacia afuera en el servicio amoroso a los dems. Por lo tanto, citando a Santo Toms, cuando define las caractersticas de una vida

activa realmente perfecta, Merton insiste en que esta forma de vida, apta para todo el mundo, debe entenderse con ciertos matices: Primero, la actividad slo ser ms perfecta que el gozo y el descanso de la contemplacin, si esta es emprendida como el resultado de una manifestacin sobreabundante del amor de Dios (propter abundantiam divini amoris), y con el objeto de cumplir Su Voluntad. (La actividad) no debe ser continua, slo la respuesta a una emergencia temporal. (Debe realizarse) nicamente para la Gloria de Dios, y no nos dispensa de la contemplacin. (La actividad) es una obligacin agregada, y debemos retornar tan pronto como podamos, moralmente, al silencio poderoso y fructfero de la interioridad, el cual dispone nuestras almas para la unin divina. (As que) primero viene la vida activa, la cual nos prepara para la contemplacin. La contemplacin significa descanso, suspensin de actividad, recogimiento en la misteriosa soledad interior, en la cual el alma es absorbida dentro del inmenso silencio fructfero de Dios, y (donde) aprende algo del secreto de su perfeccin, menos por lo que ve que por lo que experimenta de su amor vivido con fruicin...156. Y, por ende, este amor abundantsimo, experimentado en la contemplacin y proyectado a travs de cualquier tipo de accin salvfica, tiene una trascendencia incalculable en la vida humana. Por lo que Merton cita tambin a San Juan de la Cruz cuando dice que un poquito de este puro amor es ms preciado a la vista de Dios y de mayor beneficio para la Iglesia, aun cuando el alma parezca no estar haciendo nada, que todas las otras obras puestas juntas157. Por consiguiente, todo este anlisis que Thomas Merton realiza sobre la vida activacontemplativa, centrada en el amor de Dios, lo lleva a la conclusin de que, en la prctica, solo hay un nico tipo de vocacin. Y agrega enfticamente: Ya sea que ensees o que vivas en el claustro o que cuides de los enfermos; ya sea que participes de la religin o que ests fuera de ella; que seas casado o soltero; no importa quin seas o lo que seas, ests llamado a la cima de la perfeccin. Ests llamado a una profunda vida interior, quizs an a la oracin mstica, y a entregar los frutos de tu contemplacin a los otros. Y si no puedes hacerlo a travs de la palabra (o de la accin), lo hars mediante el ejemplo (o la intercesin)158. Para Thomas Merton, es evidente que este tipo de sntesis entre vida activa y contemplativa, como reflejo de un autntico equilibrio entre interioridad y exterioridad, fundamentado en el amor, es especialmente necesario para sacerdotes y religiosos, pues siempre ha constituido la norma de vida y el ideal de santidad, no solo del comn de los santos, sino incluso de los msticos ms renombrados en la historia de la Iglesia. Porque para todos los grandes msticos cristianos sin excepcin, dice l, San Bernardo, San Gregorio, Santa Teresa de vila, San Juan de la Cruz, el Beato Juan Ruysbroeck, San Buenaventura, la cima de la vida mstica es un matrimonio del alma con Dios que le da a los santos un poder milagroso, una energa pareja e incansable en su trabajo por Dios y por las almas, el cual produce fruto en la santidad de miles y cambia el curso de la historia religiosa e incluso secular159. Ms an, al citar a San Buenaventura en un pasaje de su obra Itinerarium (Itinerario de la mente a Dios), escrito por este en soledad durante un retiro personal realizado en el Monte Alvernia exactamente en el mismo lugar donde San Francisco de Ass tuvo la visin del serafn de las seis alas y recibi los estigmas de la pasin de Cristo, Merton afirma que San Buenaventura vio, mediante la luz de una intuicin sobrenatural, el significado pleno de este evento tremendo en la historia de la Iglesia. Y procede a copiar el texto especfico de San Buenaventura en que dice:

All San Francisco pas a Dios (Deum transit) en el xtasis (excessus) de la contemplacin. Y qued puesto como un ejemplo de la perfecta contemplacin, justamente como ya de previo haba sido un ejemplo de la perfeccin en la vida activa, de manera que a todas las personas verdaderamente espirituales Dios las invitase por l, ms con el ejemplo que con la palabra, a esta clase de trnsito (transitus) y de xtasis (excessus)160. De manera que una vez mencionado el ejemplo de los msticos, Toms Merton los enlaza aqu, a travs de San Francisco autntico contemplativo y activo a la vez, con todos aquellos otros santos que han vivido vidas fructferamente activas. Pues para Merton, as como las rdenes Cisterciense o Cartuja han sabido compartir activamente los frutos de su contemplacin, tambin los religiosos pertenecientes a las rdenes de los Franciscanos, los Dominicos o los Carmelitas debieran ser supercontemplativos, para que su amor por Dios sobreabunde en el servicio que realizan en medio de los hombres161. Por eso, dentro del contexto de esta reflexin, Merton se pregunta si es que existen, acaso, rdenes puramente activas. A lo que responde afirmando que incluso las hermanitas de los pobres, y otras rdenes creadas para la atencin de los enfermos, no pueden llevar a cabo verdaderamente sus vocaciones, a menos que experimenten algo de ese contemplata tradere, (o sea) el compartir de los frutos de la contemplacin. En consecuencia, este anlisis lo hace concluir que an la vocacin activa es estril sin una vida interior162. Si bien al escribir su libro, aqu citado, Thomas Merton probablemente no saba an de la existencia de la nueva orden de las Misioneras de la Caridad apenas recin fundada en la India por la Madre Teresa de Calcuta en esos aos, estas religiosas se han constituido tambin en un eximio ejemplo contemporneo de la necesidad de equilibrar accin y contemplacin para una fructfera vida misionera. Pues, incluso desde los mismos comienzos de su sacrificada labor, la madre Teresa de Calcuta descubri que para conservar el gozo por la misin, se haca preciso equilibrar diariamente la oracin contemplativa ante Jess-Eucarista con el extenuante servicio de muchas horas de entrega cotidiana a los ms pobres entre los pobres. En este sentido, el escritor espaol Jos Luis GonzlezBalado, bigrafo de la Madre Teresa, en su libro La sonrisa de los pobres la cita a ella directamente cuando manifiesta que tenemos que ser santos, no por el gusto de sentirnos tales, sino para ofrecer a Cristo la oportunidad de vivir de lleno su vida en nosotros. Tenemos que estar impregnados de amor, de fe, de pureza, en beneficio de los pobres a quienes servimos. Una vez que hayamos aprendido a buscar a Dios y su voluntad, nuestros contactos con los pobres se convertirn en medios de santidad para nosotros mismos y para los dems163. Esto mismo lo estableci claramente Su Santidad Pablo VI en la exhortacin apostlica sobre La Renovacin de la Vida Religiosa segn las Enseanzas del Concilio (1971), bajo el subttulo de Contemplacin y Apostolado, sealndole especficamente a los religiosos y religiosas, en sus propias palabras, que cuando vuestra vocacin os destina a otras funciones al servicio de los hombres vida pastoral, misiones, enseanza, obras de caridad, etc., no ser ante todo la intensidad de vuestra adhesin al Seor, lo que las har fecundas, justamente segn la medida de esta unin en el secreto? (Mt 6,6). Si quieren seguir siendo fieles a las enseanzas del Concilio, los miembros de todo instituto, buscando a Dios ante todo, no deben unir la contemplacin, mediante la cual se adhieren a l con el corazn y

el espritu, y el amor apostlico que se esfuerza por asociarse a la obra de la Redencin y por extender el Reino de Dios? (n.10). Ahora bien, aun cuando la necesidad de este balance entre accin (misin realizante) y contemplacin (soledad apacible en la presencia de Dios) debe afirmarse con toda claridad, tambin es posible aceptar que realistamente, en ciertas pocas de la vida sacerdotal o religiosa, el nfasis para muchas personas clibes puede inclinarse sobre todo del lado de la accin. En tales circunstancias, la sntesis que Merton propone a partir de la necesidad de interioridad en una vida contemplativa, el Padre Javier Garrido la ve posible, a su vez, desde el extremo opuesto de la exterioridad, mediante una entrega de servicio por amor a Dios. Sin embargo, en cualquiera de ambos casos, para poder mantener un verdadero equilibrio existencial, tanto a nivel psicolgico como espiritual, aquellos individuos que han decidido consagrarse totalmente a Dios deben fundamentar slidamente sus vidas sobre las bases de un amor maduro. Particularmente para muchos sacerdotes, religiosos o religiosas que asumen el celibato como norma particular de vida, esta entrega vital puede llegar a grados extremos. Quizs, como observa el Padre Garrido, has puesto en juego lo mejor de ti mismo por l, para que su proyecto de salvacin se haga realidad. Has dejado a los tuyos y has gastado los mejores aos de tu vida en un pas del Tercer Mundo. Hacas oracin cuando podas, a primera hora de la maana. El resto del da estabas a merced de la gente, devorado literalmente por las necesidades ajenas. No te arrepientas! A veces sientes la aoranza de aos anteriores de intimidad con el Seor. Pero en el fondo de tu corazn, sabes que necesitabas desapropiarte de ti. Quin tena mayor derecho a hacerlo que el hambriento, el enfermo, el abandonado? En el rostro de cada uno de estos pequeos te has encontrado con l. A veces lo olvidabas; mejor, los apremios de lo externo te despojaban hasta de las condiciones espirituales para recordar que lo hacas todo por l. Pero sin l, es tu certeza ms ntima, nada habras hecho de lo que has hecho164. Ambos planteamientos, el de Merton y el de Garrido, procuran la vivencia de un balance entre interioridad y exterioridad a partir de extremos opuestos, si bien tambin aceptan que este no siempre podr darse, de la forma ms equilibrada, debido a las exigencias propias de cada situacin de vida a nivel personal. En tales casos, aunque debiera intentarse por todos los medios restaurar ese deseado balance entre las tres patas del trpode de la vida celibataria generalizable tambin con sus modificaciones a la vida de los laicos, se hace necesario recurrir especialmente al amor de Dios como el verdadero elemento nivelador que permite superar cualquier desequilibrio temporal. A este respecto, la experiencia nos demuestra que slo aquellas personas que viven maduramente el amor son las que resultan capaces de mantenerse integradas, aun cuando el equilibrio entre interioridad y exterioridad se haya dislocado por un cierto tiempo. Esto, como acertadamente lo seala el Padre Garrido, tambin lo vemos en Jess y en las fases ltimas de la madurez cristiana. Jess no se lanza a la actividad mesinica sino cuando ha sido ungido por el Espritu en obediencia al Padre. Pero cuando, en busca de soledad, es asaltado por las masas menesterosas, se dedica tranquilamente a instruirlas, curarlas y darles de comer (Cf. Lc 3,21;4,14, 9, 10-17). En la sptima morada, dice Santa Teresa, se unen Marta y Mara165. Este mismo punto lo resalta extraordinariamente el Papa Juan Pablo II, en su exhortacin apostlica Vita Consecrata, cuando utiliza el pasaje de la Transfiguracin de

Cristo como fuente primordial de su reflexin sobre esta forma de vocacin religiosa. Juan Pablo II recuerda que toda una antigua tradicin espiritual relaciona la vida contemplativa con la oracin de Jess en el monte. Pero tambin, agrega el Papa, a ella pueden referirse, en cierto modo, las mismas dimensiones activas de la vida consagrada, ya que la Transfiguracin no es slo revelacin de la gloria de Cristo, sino tambin preparacin para afrontar la cruz. Ella implica un subir al monte y un bajar del monte: los discpulos que han gozado de la intimidad del Maestro, envueltos momentneamente por el esplendor de la vida trinitaria y de la comunin de los santos, como arrebatados en el horizonte de la eternidad, vuelven de repente a la realidad cotidiana, donde no ven ms que a Jess solo en la humildad de la naturaleza humana, y son invitados a descender para vivir con l las exigencias del designio de Dios y emprender con valor el camino de la cruz166. En conclusin, para el Padre Javier Garrido esta sntesis de interioridad y exterioridad, en la que se resumen los elementos de madurez, propuestos en este libro, de una autntica identidad, vivida en intimidad y proyectada hacia la generatividad, solo es posible, en ltima instancia, mediante la vivencia madura del amor. Porque el amor, dice l, no es ni accin ni contemplacin, ni intimidad ni quehacer. O mejor, lo es todo en cuanto fuente de todo. El Nuevo Testamento lo llama Espritu y lo identifica con el don escatolgico prometido, por el que el hombre es renovado en lo ms profundo de su ser y logra, por fin, la unidad perdida de ser y hacer, interioridad y exterioridad (Cf. Ef 3,14-19; Flp 1,9-11)167.

CONCLUSIN La identidad del sacerdote y del religioso, en su particular llamado vocacional, se fundamenta en el misterio de su configuracin con Cristo, se vive en la intimidad que le aporta su sentido de comunin a nivel eclesial, y se realiza en la generatividad de un autntico sentido de misin en el mundo. Por lo tanto, la vocacin sacerdotal o consagrada implica un camino de madurez humana, cristiana y ministerial, que le posibilita al individuo llamado por Dios a este estilo de vida, la vivencia de la santidad y del amor aqu en la tierra, como reflejo genuino de la presencia del Seor en medio de los hombres. Dentro de este contexto, el celibato alcanza su completa madurez cuando la persona que lo ha asumido libre y conscientemente, como parte de su identidad sacerdotal o religiosa, concreta su propsito de redirigir toda su energa sexual y afectiva hacia un objetivo distinto del de la intimidad sexual y la procreacin, aunque siempre dentro del contexto de una interaccin afectuosa con quienes lo rodean. De esta forma, la persona clibe interpreta el celibato como su opcin fundamental y significativa de realizarse existencialmente, en un tipo de misin que le da un sentido pleno a su vida sacerdotal o consagrada. Ahora bien, para que esto ocurra de manera satisfactoria, el psiclogo y sacerdote, Padre George Aschenbrenner, S.J., propone que la vida celibataria debe descansar sobre un trpode integrado por tres elementos fundamentales, a saber: soledad apacible en compaa de Dios, interaccin afectuosaen un contexto comunitario, y misin realizante en la vida ministerial. Un apropiado equilibrio entre estos tres elementos promueve a lo largo del tiempo una experiencia de paz, gozo y creatividad en la vida celibataria, mediante la adecuada sublimacin de las energas sexuales y afectivas. Asimismo, la bsqueda de este balance permite enfrentar ms eficazmente los inevitables momentos de excitacin

sexual o de fantasas romnticas que tienden a experimentar con alguna regularidad las personas sanas, aun cuando hayan asumido maduramente su celibato. Finalmente, el trpode de la vida celibataria puede sintetizarse, todava ms, mediante una vivencia integrada entre interioridad y exterioridad a nivel personal, la cual conduce gradualmente hacia la plena madurez en el amor. Y es esta capacidad de amor maduro, en ltima instancia, la que constituye el elemento nivelador ms importante que le posibilita al sacerdote, religioso y religiosa superar sanamente cualquier desequilibrio temporal entre los dems elementos aqu propuestos.

AUTORREFLEXIN Tanto para el seminarista o novicio(a) durante su proceso formativo, como para el sacerdote, religioso o religiosa en vida ministerial, les conviene reflexionar sobre los sentidos de misterio, comunin y misin, que estn en la mdula de toda vocacin cristiana. A continuacin se plantea una autorreflexin sobre estas tres reas, a partir del texto de la Lineamenta que sirvi de base para el Snodo sobre la Formacin Sacerdotal, pero aplicable, como ya hemos visto, a las vocaciones religiosas. I. En el rea del sentido de identidad, y particularmente en lo tocante al sacerdocio segn su Sentido de Misterio, se afirma que en un mundo secularizado, el sacerdote es, por su consagracin y su funcin, testigo del Misterio: la identidad del sacerdote es del orden de la fe. Configurado a Jesucristo por la ordenacin, el sacerdote no se comprende sino en dependencia de Jesucristo (Lineamenta, 7.1). Por lo tanto... 1. En mi llamado al sacerdocio (o a la vida consagrada), es el Seor, directamente, el origen y la meta de mi ministerio eclesial? Cultivo mi relacin con Jesucristo de manera que pueda identificarme cada vez ms con l? Permito que a travs de mi persona se refleje y se dispense la presencia misteriosa de Dios entre los hombres? 2. En relacin con mi autoestima, y especficamente dentro del contexto de la dimensin sacerdotal o consagrada, cmo evalo el nivel habitual de percepcin valorativa que tengo de mi propia persona? Cmo podra mejorar en mi forma de verme, valorarme y confiar en m mismo(a), as como de autocontrolarme, afirmarme y realizarme positivamente como sacerdote, religioso o religiosa? 3. Tras la bsqueda de una soledad apacible en la compaa de Dios, soy capaz de permanecer ciertos tiempos en soledad con un sentido de aprovechamiento existencial y espiritual? Disfruto de la compaa de m mismo y de la presencia de Dios? Practico, a su vez, actividades y pasatiempos a nivel personal que me permitan recrearme de maneras satisfactorias? Experimento la capacidad de sublimar sanamente mi sexualidad y mi afectividad en tales ratos de apacible soledad? Puedo decir que cultivo autnticamente mi interioridad, como fuente primordial para el logro de una mayor entrega amorosa a los dems? Qu podra hacer para crecer ms en cualquiera de estos aspectos? II. Al considerar el sentido de intimidad y de pertenencia a nivel eclesial, especficamente en todo lo relacionado con el sacerdocio segn su Sentido de Comunin, se dice que en un mundo dividido, como pastor al servicio de la Iglesia, en la unidad del presbiterio diocesano en torno al obispo, el sacerdote es servidor de la comunin en la fe de la Iglesia y en la caridad del Cristo (Lineamenta 7.2). En consecuencia...

4. Trato de actuar como puente entre Dios y los hombres? Intento promover la unidad de las personas a mi alrededor y las del pueblo de Dios a quien sirvo, en comunidades de amor? Me entrego a esta misin corporativamente, como persona profundamente enraizada en la vida de la Iglesia, o, salvando las apariencias, acto ms bien como francotirador solitario? 5. En lo concerniente a mi capacidad para dar y recibir afecto en el contexto particular de mi estado de vida, existe un equilibrio entre ambas formas de manifestacin afectiva? Me aslo acaso por un temor de amar en concreto o, incluso, de correr el riesgo de ser amado? Comprendo que existe una diversidad de relaciones apropiadas que podra cultivar como un medio de canalizar sanamente mi afectividad a nivel sacerdotal o religioso? 6. En busca de una interaccin afectuosa que me resulte satisfactoria a nivel interpersonal o grupal, le doy prioridad a esta dimensin en mi existencia? Me apoyo en otros en mis horas de frustracin, de desaliento o de vaco afectivo? Consigo llegar al corazn de aquellos a quienes amo para promover su crecimiento personal? Permito que otras personas significativas me conozcan, me quieran, y penetren en la profundidad de mi ser? He experimentado este tipo de relaciones clidas y profundas como una forma apropiada de sublimar sanamente mi sexualidad? Voy madurando gradualmente en el amor, como el verdadero elemento nivelador que me permite superar cualquier posible desequilibrio temporal entre interioridad y exterioridad en mi vida? Cmo podra mejorar en todo esto? III. En relacin con el sentido de generatividad en la vida, especialmente en cuanto al sacerdocio segn su Sentido de Misin, se establece que en un mundo donde tantos hombres ignoran a Cristo, el sacerdote est, dentro del pueblo de Dios, con los otros ministros y laicos, en dependencia de los obispos, al servicio de la misin de la Iglesia para la evangelizacin del mundo (Lineamenta, 7.3). Por consiguiente... 7. Estoy consciente de las distintas dimensiones de mi llamado misionero en cualquier forma de vida sacerdotal o consagrada a la que pertenezca? Me esfuerzo por practicar la caridad pastoral con todas aquellas personas a las que sirvo? Encuentro en el Seor diariamente la motivacin y la fuerza para vivir a plenitud mi entrega en este llamado vocacional? 8. En relacin con el manejo del estrs y las presiones que enfrento en mi ministerio, es mi estima propia la que est en juego en todo lo que hago? Percibo desproporcionadamente las tensiones o el desgaste que experimento en mi estado de vida, perdiendo as el gozo por la vida sacerdotal o consagrada? Ejercito elementos de control que ordenen, en lo posible, mi trabajo y mi descanso, as como mis tiempos de accin y de contemplacin? Le encuentro un verdadero significado y valor a mi vida ministerial, que me permita aceptar con paz el costo de realizarla con una entrega completa? 9. En procura de vivenciar una misin realizante en mi llamado especfico de vida sacerdotal o consagrada, trato de cultivar los rasgos distintivos de una personalidad creativa, para as llevar a cabo las actividades de servicio que tengo a mi cargo de maneras personales y creativas? Encuentro que la creatividad, canalizada hacia una misin realizante, puede constituir otra forma concreta de sublimar sanamente mi sexualidad? Me ha ayudado esto para superar situaciones de desbordamiento sexual inadecuado o fantasas romnticas que resultan impropias dentro de mi estado de vida? Cultivo autnticamente mi exterioridad, como expresin natural y necesaria

de mi experiencia de relacin personal con Dios, con el fin de proyectarme ms amorosa y concretamente hacia los dems? Cules de estas reas seran susceptibles de mejorar, tras la bsqueda de una vida cada vez ms plena y generativa?

Notas
1. 2. 3. 4. 5. 6.

7.

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9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22.

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25. 26. 27. 28. 29.

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33. 34. 35.

36. 37. 38. 39.

P.D.V.,43. P.D.V.,11. P.D.V.,12. V.C.,4. V.C.,13. J. Gill, The Development of persons, en Human Development, The Jesuit Educational Center for Human Development, vol. II 1981, p.33. Cf. E. C. KENNEDY y V. J. HECKLER, The catholic priests in the United States: psychological investigations, US. Catholic Conference Publications Office, Washington D. C., 1972. Cf. G. A. ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1985, pp.27-33. KENNEDY y HECKLER, en A. Jimnez, 1995, p.50. Ibid., p.51. M. CAVANAGH, Make your tomorrow better, Paulist Press, New York, 1980, p.127. A. JIMNEZ, Caminos de madurez religiosa, Editorial San Pablo, Santa Fe de Bogot, 1995, p.51. Ibid., p.52 Ibid. Ibid., p.61. CNBB, Instrumento Preparatorio, pp.71-7. A. JIMNEZ, 1995, p.64. MANENTI, en A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.64. P.C.,1. P.D.V.,12. Cf. Vita Consecrata, 1996. CONGREGACIN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTLICA, La vida fraterna en comunidad (congregavit nos in unum Christi amor), Tipografa Vaticana, Roma 1994 (de ahora en adelante vida fraterna) n.54. Lineamenta, 26. G.A.ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU. 1985, p.28. Ibid., p.27. Ibid., p.28. J. GARRIDO, Grandeza y miseria del celibato cristiano, Editorial Sal Terrae, Santander, 1987, p.155. Ibid., pp.155-156. L. J. GONZLEZ, Experiencia de Dios y celibato creativo a la luz de la actual psicoterapia, en Revista Medelln, Santa Fe de Bogot, 1981, p.555. J. GARRIDO, op. cit., 1987, p.49. A. JIMNEZ, Las causas del abandono del sacerdocio ministerial, en Revista Medelln (45) vol. XII, Santa Fe de Bogot, 1986, pp.88-89. G. A. ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1985, p.27. Ibid. Cf. A. JIMNEZ, 1995, op. cit., pp.15-18. L. RULLA, Psicologa profunda y vocacin, I Las personas, Sociedad de Educacin Atenas, Madrid, 1984, p.173. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.75. Ibid. CNBB, Instrumento Preparatorio, pp.75-76. Lineamenta, 13.

40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48.

49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59.

60.

61. 62. 63. 64.

65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78. 79. 80. 81.

82. 83. 84. 85. 86. 87. 88. 89.

P.D.V., 12. Directorio, 30. Vita Consecrata, 41. CNBB, Instrumento Preparatorio, p. 77. Ibid. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.77. Cf. Ibid., pp.77-79. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.81. L. RULLA, Psicologa profunda y vocacin, I Las personas, Sociedad de Educacin Atenas, Madrid, p.97. Ibid. Vida Fraterna, 35. J. GARRIDO, Grandeza y miseria del celibato cristiano, Editorial Sal Terrae, Santander, 1987, p.110. L. RULLA, op. cit., 1984, p.97. Ibid. J. GARRIDO, op. cit., 1987, p.112. L. RULLA, op. cit., 1984, p.171. J. GARRIDO, op. cit., 1987, p.112. Vida Fraterna, 37. L. RULLA, op. cit., 1984, p.172. G. A. ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1985, p.30. S. M. ALONSO, Virginidad, sexualidad, amor, en la vida religiosa, 4 Edicin, Instituto Teolgico de Vida Consagrada, Madrid, 1988, p.153. Ibid. L. J. GONZLEZ, op. cit., 1981, p.546. Cf. J. GARRIDO, op. cit., 1987, p.232. A. JIMNEZ, Aportes a la psicologa de la vida religiosa, Editorial San Pablo, Santa Fe de Bogot, 1993, p.112. ID., Caminos de madurez religiosa, Editorial San Pablo, Santa Fe de Bogot, 1995, p.84. Cf. Ibid., pp.84-89. Ibid., pp.84-85. Ibid., p.85. Ibid., p.86. Ibid. Sacerdotalis Celibatus, 79. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, pp.86-87. Ibid., p.88. Sacerdotalis Celibatus, 8l. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.88. Ibid., p.89. B. J. GROESCHEL, en A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.89. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.90. S. M. ALONSO, op. cit., 1988, pp.152-153. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.23. CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM), Puebla. La Evangelizacin en el presente y en el futuro de Amrica Latina. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santa Fe de Bogot, 1979, p.55. Ibid., p.56. Ibid., p.58. Ibid. Ibid., p.69. Ibid., p.491. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.79. J. GARRIDO, Grandeza y miseria del celibato cristiano, Editorial Sal Terrae, Santander, 1987, p.115. Ibid.

90. 91.

92. 93. 94. 95. 96. 97. 98. 99. 100. 101. 102. 103. 104. 105. 106.

107.

108. 109. 110. 111. 112. 113. 114. 115.

116. 117. 118. 119. 120. 121. 122. 123.

124. 125. 126. 127. 128. 129. 130. 131. 132.

133. 134. 135. 136. 137. 138. 139.

Ibid., p.116. G. A. ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1985, p.28. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.91. G. A. HAWLEY, en A. JIMNEZ, op. cit., 1995, pp.94-95. Ibid., p.95. Cf. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.95. Ibid., p.99. CNBB, Instrumento Preparatorio, pp.78-79. Redemptionis Unum, 5. Lineamenta, 14. V.C., 72. PO, 16; PC 12. LG 42. LG 46. Cf. LG 44; HOT 10; PO 16, en A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p. 101. E. ERIKSON, en A. JIMNEZ, op. cit., 1995, pp.100-101. J. GILL, The development of persons, en Human Development, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1981, p.33. G. A. ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1985, p.29. Ibid., p.33. A. JIMNEZ, Caminos de madurez religiosa, Editorial San Pablo, Santa Fe de Bogot, 1995, p.107. G. A. ASCHENBRENNER, op. cit., 1985, p.30. A. JIMNEZ, op. cit., 1995, p.102. Ibid. Ibid., pp.102-103. Ibid. L. J. GONZLEZ, Experiencia de Dios y celibato creativo a la luz de la actual psicoterapia, en Revista Medelln, Santa Fe de Bogot, 1981, p.540. Ibid., p.542. Ibid. Ibid., p.543. Ibid., p.560. Ibid., p.569. Ibid., p.558. Ibid., p.569. G. A. ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1985, p.30. Cf. L. J. GONZLEZ, op. cit., 1981, p.559. Ibid., p.563. Puebla, 46. L. J. GONZLEZ, op. cit., 1981, p.562. Ibid., p.563. Ibid., p.564. Ibid., p.569. Ibid., p.540. G. A. ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1985, p.28. L. J. GONZLEZ, op. cit., 1981, p.561. Ibid. Ibid., p.562. Ibid., p.569. Ibid., p.569. Ibid., p.564. Puebla, 727.

140. 141. 142. 143. 144. 145. 146. 147. 148. 149.

150. 151.

152. 153. 154.

155. 156. 157. 158. 159. 160.

161. 162. 163.

164. 165. 166. 167.

L. J. GONZLEZ, op. cit., 1981, p.565. Ibid. Ibid., p.566. Ibid. Ibid., p.567. Ibid. Ibid. Ibid., p.568. Cf. Ibid. G. A. ASCHENBRENNER, Celibacy in community and ministry, en Human Development, vol. VI, The Jesuit Educational Center for Human Development, EE.UU., 1985, p.33. L. J. GONZLEZ, op. cit., 1981, pp.569-570. Cf. J. GARRIDO, Grandeza y miseria del celibato cristiano, Editorial Sal Terrae, Santander, 1987, pp.145-153. S. GALILEA, El pozo de Jacob, Ediciones Paulinas, Santa Fe de Bogot, 1995. J. GARRIDO, op. cit., 1987, p.145. Cf. Santo Toms de Aquino, en T. MERTON, The seven storey mountain, A Mentor Book, New American Library, New York, 1948, p.404. Ibid., p.403. T. MERTON, op. cit., 1948, pp.404-405. San Juan de la Cruz, en T. MERTON, op. cit., 1948, p.408. Ibid. Ibid., p.405. Cf. San Buenaventura, Itinerario de la mente a Dios, (en Itinerarium. Obras completas de San Buenaventura, vol.I), Catlica, Madrid, 1945, p.631; en T. MERTON, op. cit., 1948, p.407. Cf. T. MERTON, op. cit., 1948, pp.405-407. Ibid., pp.406-407. Madre Teresa de Calcuta, en GONZLEZ-BALADO, La sonrisa de los pobres: ancdotas de la Madre Teresa, Ediciones Paulinas, Madrid, 1981, p.18. L. J. GARRIDO, op. cit., 1987, pp.150-151. Ibid., p.145. V.C., 14. L. J. GARRIDO, op. cit., 1987, p.148.

SOLEDAD HABITADA Mara Luisa efele (Wurzburg - Alemania)1 Introduccin Estas reflexiones en torno a lo que llamo soledad habitada no pretenden ser un discurso acadmico respecto del celibato consagrado, sino aproximaciones que -sin desacreditar la reflexin acadmica- surgen de la vida misma. Por eso, me atrevo a beber del propio pozo y voy a prescindir de citar bibliografa en notas de pie de pgina. Estas pginas quieren ser simplemente eso: unas sencillas reflexiones, fruto de una prolongada bsqueda ms o menos consciente del Amado a quien esta mujer ha entregado su vida, expresiones de una larga experiencia orante. Pero, son tambin reflexiones que saben de la bsqueda del Amado por su amada. Ser entonces mejor hablar de encuentro entre dos ena-morados. As me acerco a este tema y as debe entenderse este encuentro de soledades. Tocar distintos aspectos que hacen a la vida de una soledad habitada. No quiero prescindir de ninguno de ellos, porque se me han ido perfilando con mucha fuerza a lo largo del camino. Quiz no considere algunos otros. El lector podr complementar las reflexiones desde su camino personal con el Seor. En estos apuntes -ms bien espiritualesvoy a dejar hablar el corazn. All surgi -sin proponrmelo- el esquema para estas lneas. No son pensamientos acabados y menos an me los propuse, ms bien se podran perfeccionar bastante. Pero, no se trata de eso. Se trata de huellas de un peregrinar y los caminos y senderos nos ofrecen experiencias inesperadas, poco lineales. Quiz estas lneas sean una invitacin a dejarnos asombrar en el camino, por quien es EL CAMINO. Antes de entrar en tema quiero hacer tres aclaraciones: 1) Sin lugar a dudas estos pensamientos tendrn su toque femenino (no feminista) y, por lo tanto, quien escribe vive esta soledad habitada desde su ser mujer, que es distinta a la de sus compaeros hombres. No puedo meterme dentro de esa soledad que vive el hombre clibe, por mucho que algunos de ellos me hayan confiado vivencias muy profundas y -en algunos casos- sus crisis al respecto. Queda una parte de soledad, de intimidad, que es incomunicable. Es entonces cuando hombre y mujer clibes son conscientes de encontrarse ante el Misterio del Amor que les envuelve. Es all, sumergidos en el Misterio, donde el Amor de Dios inunda todas las dimensiones espirituales, fsicas, afectivas e intelectuales de la persona. Y esta donacin/inmersin de Dios en nosotros, la experimentamos de distinta manera el hombre y la mujer. Ese desposorio entre Dios y el alma transforma nuestra opcin clibe en una bsqueda constante del Amado. Quienes han podido compartir vivencias tan hondas a lo largo del camino, saben lo pobres que quedan las palabras. Ms bien son momentos donde todo invita a callar, a contemplar el misterio de Dios en el otro, son espacios cargados de gratitud y de asombro. Slo podemos acercarnos a ellos desde una actitud de respeto, de fe profunda, agradecidos del don. Son ocasiones donde el Magnificat se vuelve existencial, donde la vida desde su fragilidad canta las maravillas que ha obrado el Seor en ella. 2) Parece una paradoja hablar de soledad habitada en esta era de la comunicacin a todos los niveles. En esta poca, donde parece que para la tcnica en materia de comunicacin nada es imposible, nos encontramos a menudo con personas solitarias, solas, angustiadas, desesperadas, sedientas de comunicacin, de que alguien les preste un

odo. Esto tambin entre los consagrados. El celibato por el Reino podr ser discutido, pero la vida me dice (ms que los libros ledos al respecto) que seguir siendo un valor, una opcin de vida que plenifica y que en ltima instancia es gracia, regalo. No cabe la menor duda que tiene su parte de dolor, de renuncia, que pasa por carne y hueso, pero esta renuncia no ser la que pueda predominar a lo largo de una vida que ha optado en manera ms radical por el Reino y que ha sido llamada por su nombre por el Seor. Sera absurdo y ajeno a toda llamada vocacional y a toda Teologa vocacional. S habr un momento donde tanto la mujer como el hombre se coloquen de cara a la opcin con todas sus consecuencias que -al emprender el camino- slo se insinuarn. Estas ms bien van surgiendo con el tiempo. Y habr pocas donde tomemos conciencia de la renuncia, y aqu los aspectos varan para la mujer y para el hombre. Insisto, la renuncia no puede predominar a lo largo de la vida. Es por esto, que me animo aqu a hacer una opcin en favor del celibato consagrado, a pesar de la opinin contraria de muchas colegas y muchos colegas telogos, luchando incluso por conseguir el sacerdocio de la mujer.2 S de Quin me he fiado y por eso quiero animar a no perder de vista en esta lnea la misericordia y la fidelidad de Dios. Si el Seor nos ha llamado a seguirle desde una opcin radical podemos y debemos contar con su Amor. Su pasin por nosotros es mayor que la nuestra por l. Si nos ha llamado a seguirle, es para estar ms cerca de l, tal como somos, con nuestras imperfecciones, con nuestros talentos escondidos y con los ms visibles. Animmonos a seguir-le con todo nuestro ser y no slo con una parte de nosotros. 3) Hablar de encuentro de soledades puede llevar a una interpretacin equvoca al tomar conciencia que quien nos habita es Dios mismo, es decir, la Trinidad. Dios es comunin y no soledad. Por qu me atrevo a hablar de encuentro de soledades? Porque pongo el acento en que slo El o El slo ocupar el centro de nuestro corazn y desde all viviremos nuestra afectividad, nuestras amistades, nuestra sexualidad, nuestra consagracin, nuestra misin eclesial desde la vocacin especfica. ...El que permanece en mi y yo en l, se da mucho fruto... (Jn 15,5a) La ocasin privilegiada y por excelencia de este encuentro la viviremos en la eucarista diaria, en la medida que las circunstancias de los lugares lo permitan. Y este encuentro lo debemos anhelar, renovar y prolongar a lo largo de la jornada. El Seor se nos da all del todo. La eucarista es derroche de amor para con cada uno de nosotros. Slo podremos acercarnos en un gran gesto de humildad filial, de gratitud, porque nunca llegaremos a penetrar y comprender del todo este misterio de fe, alimento necesario de nuestro peregrinar en soledad. Necesitamos la eucarista para nuestro itinerario diario. Vuelvo sobre este punto ms adelante. Pero, me adelanto: Debemos ser personas ms eucarsticas, aunque en algunas latitudes eclesiales hasta se cuestione la centralidad del sacramento para la comunidad eclesial. Seguir insistiendo nuevamente, -a pesar de otras corrientes en la Iglesia- en que slo desde la Eucarista se construye la Iglesia. No s hasta qu punto tenemos en cuenta la radicalidad de la segunda parte de la frase de S.Juan en relacin al tema que nos ocupa: Porque separados de m no podis hacer nada... (Jn 15, 5b) Quiz muchas crisis vocacionales, crisis que culpan al celibato, se deben a que las personas han perdido el sabor del encuentro ntimo con el Seor. l nos invita a permanecer, a estar con l, pero no a costa de nuestra naturaleza humana, aunque a veces haya pocas de desierto, de desencuentro y soledad humana autntica. Es entonces cuando an ms debemos buscar - por encima de otras ocupaciones y posibilidades de relaciones interpersonales - el encuentro a solas con l. Es la hora de volcar el corazn con toda la herida y el dolor que lleva dentro ante Jess sacramentado, ante el crucifijo. Mi voz

hacia Dios: yo clamo, mi voz hacia Dios: l me escucha. En el da de mi angustia voy buscando al Seor, por la noche tiendo mi mano sin descanso () Se ha agotado para siempre su amor? Se acab la Palabra para todas las edades? (Salmo 76,2-3.9). Es la hora de los hijos que necesitan de la Madre y del Padre. Es sobre todo el tiempo de Mara. Es tiempo de Mara, porque su manera de hacerse presente en nuestras vidas, normalmente es en forma muy silenciosa y escondida. En el momento oportuno ella deja lugar al Hijo. Acudamos en nuestra splica confiados a ella. 1. Jess y la soledad Es bueno dirigir nuestra mirada en primer lugar hacia Jess. Reconozco que es una debilidad ma recurrir en primer lugar a la Escritura para encontrar la iluminacin necesaria. Est claro, que la Escritura no nos da respuesta a todas las preguntas que hoy da sacuden los distintos meridianos eclesiales. Pero, la Palabra de Dios nos ofrece una visin, una perspectiva que slo descubriremos desde un acercamiento en fe humilde y filial, orante. Quiz en algunos lugares se ha perdido esta dimensin contemplativa de acercamiento a la Escritura. Los mtodos exegticos ahogaron en muchos telogos y en muchos creyentes la posibilidad de acoger la novedad de la Palabra. Al dirigir nuestra mirada a la vida de Jess en los Evangelios, llama la atencin, que el Seor mismo siente la necesidad de retirarse a solas para orar: El se retiraba a los lugares solitarios para orar... (Lc 5,16). No pocas veces esto sucede ante decisiones importantes, como p.ej. ante la eleccin de los Doce: Se fue l al monte a orar, y se pas la noche en la oracin de Dios (Lc 6,12). Tambin lo vemos orando a solas la maana siguiente a la curacin de la suegra de Pedro, esta de vez de madrugada, cuando todava estaba muy oscuro, se levant, sali y fue a un lugar solitario y all se puso a hacer oracin (Mc 1,35). Al principio de su ministerio pblico Jess fue llevado por el Espritu al desierto (Mt 4,1). Se retir de all en una barca, aparte, a un lugar solitario (Mt 14,13a). Despus de despedir a la gente, subi al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo all(Mt14,13). Vemos a Jess en oracin en el monte de la Transfiguracin, en el huerto de Gethseman, en el Calvario. No solamente buscaba la soledad fsica - para estar a solas en un lugar y orar -, sino que viva una soledad interior. Su humanidad estaba siempre unida a su divinidad y por eso en unin con el Padre: Yo estoy en el Padre y el Padre est en m (Jn 14,11). Esta soledad era una caracterstica de su caminar hacia el Padre. Es significativo que l busque la noche para orar o la madrugada, cuando todava estaba muy oscuro. La soledad de Jess llega a su punto culminante -y humanamente dramtico-, en la noche de Getseman y en el calvario. Jess -hombre- experimenta la desolacin humana total hasta el extremo. Es la hora del abandono total en manos del Padre, misteriosa unin eterna. A lo largo de toda su vida pblica el Seor nos invita a vivir esa soledad habitada, nos invita a esa unin, hablando muchas veces en parbolas para que entendamos mejor. Pero, sobre todo nos invita en la gran oracin sacerdotal antes de su Pasin. El mismo suplica al Padre: Como t, Padre, en mi y yo en t, que ellos tambin sean uno en nosotros (Jn 17,21a). Y esta ser la seal para que el mundo crea (Jn 17, 21b). Qu consuelo nos debe dar esta oracin del Seor, sabiendo que ya nos ha incluido en la splica al Padre, ya l pidi por esa unin para nosotros!

1.1 De noche No pasemos de largo este detalle de la noche, quiero detenerme un poco en ella. La noche, como espacio y tiempo en nuestro ritmo cotidiano tiene su encanto y su dolor. Muchas veces puede causar miedo, inseguridad. Pensemos en la noche de tantos enfermos graves, la noche de quienes viven en guerra, en situaciones infrahumanas, etc. La lista se puede prolongar. Deseamos la noche cuando despus de una jornada de trabajo intensa nos inunda el cansancio. La noche tambin ha sido buscada, querida y padecida por los padres del desierto. San Juan de la Cruz nos habla de la noche oscura para describir el camino en los umbrales de la oracin contemplativa. Distingue la noche del sentido y la noche del espritu por la cual debe pasar el alma hasta la unin con Dios. La noche -como el fuegoson smbolos muy frecuentes entre los msticos para intentar describir el camino espiritual. Para el mstico, la noche es buscada y amada, pero tambin es temida. La noche es muchas veces tiempo de lucha, es no saber y no ver a dnde nos llevan las pisadas. Vamos a tientas. La noche es tambin tiempo de amor, se presta a la intimidad, a la comunin profunda entre quienes se aman. Slo el amor guiar entonces la noche, insinundonos algo de eternidad. La soledad de la noche, cuando tambin la naturaleza y la ciudad callan, tiene su propia sabidura. Jess la busc en momentos importantes y menos importantes, estaba integrada en su vida. Fijmonos en la dinmica que trae consigo la noche. Jess se levanta, sale, anda, entra en la noche, permanece en oracin durante toda la noche. Creo, que en relacin a lo que supone vivir en plenitud una soledad habitada es necesario de tanto en tanto, volver a hacer experiencias de noche, estando a solas con el Amado. l es quien nos espera con ms ansias que el alba. Hace varios aos voy redescubriendo la importancia y hasta la necesidad de encontrarme de tanto en tanto a solas con el Seor en el silencio de la noche. Hay que dejar reposar el corazn en el corazn de Jess y expresar mutuamente nuestro amor, regalar-nos. Aqu cada persona puede encontrar su propio ritmo y camino. S tambin lo que supone la noche interrumpida por otras fuerzas que no provienen de Dios. Es entonces cuando es necesario levantarse y postrarse ante l renovando la entrega de nuestra vida. All quedaremos hasta que recobremos la paz interior. La variedad que se nos ofrece para esta prctica de la vigilia nocturna con el Seor es amplia. Podemos emplear toda la noche en oracin, la primera mitad de la noche o la segunda mitad, una o varias horas, al comienzo, al final o en medio de la noche. Cada una de estas formas tendr sus caractersticas propias para el orante, por el mismo ritmo de la noche. Cada uno elegir segn las circunstancias de vida y las posibilidades. La frecuencia de estas vigilias puede ser muy distinta. Es posible, que en una primera fase en que comencemos con esta prctica nos propongamos la periodicidad e incluso probemos distintos modos. Pero, tambin es posible que una mocin del Espritu Santo nos mueva a adoptar un ritmo y una forma determinada para la vigilia. Puede ocurrir que la frecuencia de la vigilia obedezca ms bien a determinadas motivaciones personales o tiempos litrgicos. Me ayuda a veces prepararme a la renovacin de ciertas fechas personales pasando un rato a solas con el Seor de noche. Esto pone de manifiesto la exclusividad de la entrega de nuestro corazn. Cuando el corazn anda medio partido por mil y una tonteras o no tan tontera, es bueno volver a tomar conciencia de a quin lo hemos entregado. Oh noche que guiaste! Oh noche amable ms que la alborada! Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en Amado transformada! escribe San Juan de la Cruz en el quinto verso de la Noche Oscura. En esa soledad, que es noche y luz al mismo tiempo,

Dios gua y mueve al alma (libre de otras afecciones y ataduras) a un mayor despojo y desasimiento de s, para unirla cada vez ms con l, hasta llegar a la transformacin total en la unin, pasando anteriormente por el desposorio entre Dios y el alma, que Sta.Teresa describe en las Quintas Moradas. Recordemos cmo la misma Liturgia nos prepara a las grandes solemnidades con vigilias (la Nochebuena nos prepara a la Navidad, la vigilia pascual es camino hacia el Domingo de Resurreccin, la vigilia de Pentecosts nos invita a esperar la venida del Espritu Santo). Las vigilias nos invitan a disponer el corazn, a acoger incluso en modo sensible el nuevo da y la presencia del Seor. En muchas rdenes religiosas y comunidades de Iglesia era costumbre -en determinados das- la vigilia nocturna. En muchos casos y por razones muy diversas se ha perdido o simplificado esta tradicin. Por qu me detengo tanto en este aspecto? La experiencia me ha mostrado que la oracin de noche tiene su propia sabidura y sus frutos para quienes buscamos vivir una vida espiritual intensa. Una vida contemplativa -an en medio del mundo- necesita a ejemplos del Seor, pasar largos ratos a solas en oracin de noche3. Esto tiene mucho de inseguridad, sobre todo cuando se trata de pasar la noche entera en oracin. Ms de una vez entro en la oracin nocturna con cierto temblor, pues no s qu ir a pasar en ese dilogo con el Seor. A veces me mueven determinadas expectativas a las que quiero encontrar solucin. Y seamos sinceros: muchas veces buscamos la seguridad en la oracin y olvidamos que slo podemos andar en la fe. Me atrevo a dar una pequea ayuda en este caso, que descubr para m: Antes de iniciar la vigilia es recomendable ofrecerse y ofrecer la noche a Mara. Caminemos con Mara a travs de la noche para encontrarnos con Dios. Es bueno preparar dignamente el lugar donde se va a pasar la noche. En lo posible, es mejor tener el Santsimo expuesto toda la noche. Un gesto durante la noche puede ser, el iniciar cada hora con una decena del Rosario. Mara guiar con toda certeza el camino. Hace poco tiempo reconoc que el camino a travs de la noche es ste: Ecce - Fiat - Magnificat. Es decir, nos ponemos a disposicin, tal como somos y nos sentimos en la situacin actual. Aceptamos la Voluntad de Dios, sea cual sea, la que se manifieste en el transcurso de la noche. Permanecemos y no haremos grandes esfuerzos, dejemos hacer en nosotros: Que se haga en mi segn tu Palabra (Lc 1,38b). Slo se trata de estar, de amar. Si el Espritu Santo obra en nosotros, no podemos ms que terminar la noche con la alabanza del Magnificat. Y esto, aunque ms no haya sido que callar junto al silencio del Seor y haber experimentado una aparente ausencia de Dios y aridez sin igual. Nos hemos ofrecido a estar junto a l y hemos cumplido la Voluntad de Dios. Por eso: Magnifica! Es necesario redescubrir la noche para la oracin en soledad y para llevar una vida espiritual fecunda. Recordemos el encuentro de Jess con Nicodemo (Jn 3,1 ss.)4. Quiz hayamos vivido alguna noche de Nicodemo, queriendo preguntar muchas cosas al Seor, esperando respuestas claras y seguras. Quiz El no haya dicho nada y simplemente aguantamos Su silencio. Los motivos que nos conducen a estas vigilias pueden ser muy variados, como ya se ha expuesto. Cabe agregar un aspecto penitencial y de ascesis. Cuntas veces sacrificamos parte de nuestro sueo para concluir algn trabajo! No ser posible de tanto en tanto sacrificar algo de sueo para salir al encuentro del Seor? Me cuesta hablar de sacrificio cuando estamos hablando del encuentro de dos enamorados. En fin, a veces llevamos mucha carga encima y habr un aspecto ms penitencial que en otras oportunidades.

Los frutos de estas vigilias son muchos y sin duda marcan la trayectoria espiritual de cada uno en manera singular. S me parece importante dedicar algo de la noche a la oracin ante decisiones personales, pastorales y comunitarias importantes. Es seguir el camino de Jess, nada ms. Es integrar la oracin de Jess en nuestra propia vida. 1.2 Tiempos de soledad Al mirar la soledad de Jess, no puedo dejar de hacer una llamada a cuidar espacios y tiempos prolongados de soledad. El ritmo de las actividades diarias debe permitir estos tiempos y si no, habr que preguntarse de qu fuentes se alimenta la vida de una persona consagrada. No se trata slo de cumplir con el oficio, sino de ese encuentro diario y privilegiado con el Seor. Cuanto ms ajetreado sea nuestro ritmo, tanto ms se sentir la necesidad de estar a solas con l. Hay muchas maneras de avivar la presencia de Dios a lo largo del da, pero esto no es todo si Dios nos ha invitado a seguirle ms de cerca. El fruto de esa oracin debe ser un mayor y cualificado compromiso en nuestras tareas encomendadas. Para esto es la oracin, hijas mas; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras. Esta es la verdadera muestra de ser cosa y merced hecha de Dios () porque poco me aprovecha estarme muy recogida a solas haciendo actos con nuestro Seor, proponiendo y prometiendo de hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de all, que se ofrece la ocasin, lo hago todo al revs. (VII Mor 4,6-7). Es interesante la advertencia de la Santa en la cumbre de su experiencia mstica, su insistencia de la necesidad de las obras. Ellas sern el criterio de autenticidad de la oracin y de la experiencia mstica. Es verdad que a muchos les basta orar al hilo de la vida y habr das en que no quede otra alternativa. Pero, si esta situacin se prolonga ms de tres das seguidos, me pregunto, qu es lo que est pasando. Insisto en la necesidad de los ratos exclusivos de oracin. Somos personas de costumbres, de sistemas, en nuestros trabajos planificamos, organizamos. Pues bien, necesitamos tambin cierta disciplina para nuestro rato de oracin. Esto significa, que no vamos a orar cuando nos da la gana y sentimos un impulso del Espritu que nos invita a ello, sino a la hora en que nos lo hemos propuesto. Esto hace a la fidelidad y Dios la premiar.5 Quienes viven en comunidad tienen para ello un marco establecido que orienta y pretende ayudar. Quienes viven solos buscarn su propia regla y se atendrn a ella lo mejor que puedan. Es tambin necesario retirarse con cierto ritmo por uno o dos das para orar y reubicar un poco distintas dimensiones de la vida. Puede ayudar para ello pasar el da en camino o permanecer en un lugar. A esto agrego la necesidad de Ejercicios Espirituales anuales, que a lo largo de la vida pueden ir tomando distintas caractersticas, segn la situacin personal. Aunque parezca que todo esto se sobreentiende, la experiencia me mostr que no es siempre as en la vida de muchos consagrados. Entrar en el desierto6 es arriesgarse, es dejar atrs y dejarse llevar por el Espritu, es dejarse moldear para pisar tierra sagrada, es quitarse las sandalias (smbolo para tantas cosas que parecen tan importantes). No pensemos que debemos buscar una tierra ideal para caminar con el Seor. El desierto es cruel, pero se vuelve amable, deseado y querido en compaa de Jess. Despus, cuando volvemos a nuestro da a da, habr que cuidar el desierto interior del corazn, all donde mora Dios. Esta es la tierra ideal, la tierra de nuestros propios lmites, sin apariencias, con nuestra propia lentitud. l nos espera con una pedagoga sin igual para con cada persona. Hay que vaciarse para que Dios pueda habitar en nuestra soledad. l ser compaa que no

nos dejar ms, cremosle de una vez por todas. Pidamos al Seor que aumente nuestra fe. l quiere habitar entre nosotros. Dejmosle entrar, dejmosle acampar. 2. La soledad de una mujer: MARIA Como mujer me impresiona mucho la soledad que ha sufrido Mara, como Madre del Seor, como mujer de su pueblo con leyes bien claras. Cunta soledad, cunta oscuridad, cunta fe hay en su camino! Desde la Anunciacin hasta el Calvario y hasta la espera junto a los discpulos a la venida del Parclito, todo en ella fue pura fe, servicio humilde y obediencia a la Voluntad de Dios. Su Fiat pas por muchas pruebas: Hijo, por qu nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo angustiados, te andbamos buscando (Lc 2,48). Es la mujer atenta que en las bodas de Can observa la falta de vino y seguramente no entendi que no haba llegado la hora del Hijo, pero obedece. Mara, la oyente, la creyente, la virgen fiel, el nuevo templo del Seor, la nueva arca, es la pobre de Yaveh que cantar el Magnificat. Como hija de Sin, como inicio del nuevo pueblo de Israel, el pueblo mesinico -que es la Iglesia- , conservar todo en la soledad de su corazn. Ella es la llena de gracia, toda abierta a Dios. Su respuesta incondicional aunque no dej de preguntar qu significara aquel saludo - nos muestra una mujer libre que ser guiada en fe. En su pobreza, humildad y obediencia, es para nosotros compaera, hermana, Madre en nuestro camino en soledad. Ella nos puede ayudar a abrirnos cada vez ms a la gracia, para que una y otra vez podamos cantar y vivir con ella el Magnificat. El Magnificat de Mara es sostenido y sometido a pruebas durante toda su vida, a pesar de la espada que le atravesar el alma (Lc 2, 35). El hgase de Mara se une en la hora de la agona de su Hijo al suyo: no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42). Ella, la Seora de la Pascua, de la Cruz y de la Esperanza, de la noche y de la maana (Card. Pironio) es la mujer que caminando en soledad, es plenamente habitada por Dios. A lo largo de la vida cada vez se me hace ms claro, que para vivir una soledad habitada hay que estar muy cerca de Mara, hay que acudir a ella. Tanto la mujer como el hombre consagrado deben caminar muy cercanos a ella. Es ella quien estuvo tan cerca del Seor, desde la Anunciacin hasta el Calvario. Mara nos puede (re-)orientar en nuestro propio peregrinar. Cuando miramos para atrs en nuestras vidas, descubriremos que de una u otra manera silenciosa, pero real, Mara ha estado acompaando momentos importantes en nuestra vida de consagracin. Muchas veces tomamos conciencia de ello despus de mucho tiempo, despus de aos. Seamos mujeres y hombres enraizados en Mara. Ella hoy nos tiene mucho que decir al mundo en que vivimos, tiene preparadas grandes gracias a quienes se fan de ella. 2.1 El silencio de la entrega Paso a otro aspecto que por distintos pases de Europa, especialmente en los pases del Este (pero, tambin en Alemania) est cobrando dimensiones importantes. Existe en la Iglesia una tradicin muy antigua (no s desde cundo) de consagrar la propia vida a Mara. Durante muchos aos me resist a este acto, aunque desde chica rezaba a menudo una oracin popular de consagracin a Mara. Pronunciar esas palabras siempre me daban/dan cierto respeto y temblor. Desde muy joven intua que consagrarse a Mara traa sus consecuencias y que un paso as deba ser asumido desde la totalidad de nuestra persona. Para mi no era un acto de devocin mariana o de mayor fervor. Saba que eso peda ms, que me peda del todo, y a eso me resista. Hace muy pocos aos sent esa llamada a esta entrega de mi vida a Mara, fue ella quien lo provoc en m en un Sbado Santo. Me fui

preparando a dar ese paso segn San Luis Mara Grignn de Montfort. Las circunstancias externas fueron muy pobres como la misma ceremonia, pero cargadas de intimidad con el Seor y con su Madre. Todo fue precedido por un gran clima de silencio que se prolong hasta el da siguiente. Y este silencio, esta paz del corazn, es el lugar desde el cual vivimos nuestra entrega a los hermanos. En el corazn de la Madre est guardado nuestro S para ser entregado cada vez ms. Esta entrega a Mara genera en nosotros un despojo cada vez mayor para llenarnos cada vez ms del Seor. Esto es obra del Espritu Santo en nosotros. 2.2 La fecundidad de la entrega Desde aquella entrega a Mara, el Espritu Santo fue obrando una mayor donacin en mi vida. No es que haya habido un cambio de un da para otro, ms bien todo segua su curso normal. Pero, voy empezando a comprender lo que esto supone para mi vida y para la vida de otras personas. Porque esta entrega se vuelca en los hermanos. Tampoco puedo decir que siempre tengo presente esta consagracin a Mara. No, no es as. Lejos estoy de ello y de vivir este hecho de gracia en plenitud. Pero, ella no abandona a quien se ha ofrecido por entero y se hace presente a su manera. Voy comprendiendo de a poco que ella es verdaderamente camino seguro hacia el Seor y que le puedo confiar absolutamente todo. Lo decimos y omos tantas veces, pero esto tiene que tocar los niveles ms profundos de nuestra conciencia. Tuve oportunidad de conocer personas muy distintas que hace aos viven esta consagracin como un gran hecho de gracia en sus vidas: sacerdotes, religiosos y laicos. En algunos casos este paso del Espritu por sus vidas fue una verdadera conversin. Cada uno tiene su propia historia en ello y fue conducido por muy distintas vas a dar este paso. En personas ms cercanas me conmueve profundamente captar la accin de Mara en sus vidas. Las consecuencias de esa consagracin slo se insinan al comienzo. Al cabo del tiempo se toma conciencia de que la vida nos ha sido dada y es transformada continuamente. Relacionando esta consagracin a Mara con nuestros pensamientos sobre la soledad habitada, veo que a ella le podemos confiar tantas necesidades en esta lnea. All donde humanamente parece no haber ms camino y llegamos a nuestros lmites pastorales, ella ser quien en forma muy sencilla (es su arte), casi sin darnos cuenta, nos mostrar por dnde dar el paso siguiente. Me parece que tenemos ms necesidad que nunca de ofrecernos y ofrecer tantas situaciones personales y necesidades pastorales a Mara. Cada uno buscar formas muy suyas en esta relacin con ella. 3. Soledad y amistad Nuestro celibato por el Reino nos compromete en la relacin con el mundo en que vivimos. No vivimos al margen de este mundo, sino sumergidos en este mundo, con todo lo que esto significa en cada contexto cultural y en cada vocacin especfica por ms contemplativa o misionera que esta sea. Traemos adems nuestra propia biografa que seguiremos construyendo, dejndonos formar cada vez ms desde la amistad con Jess, desde nuestra relacin con El y la suya con nosotros. Aqu podemos distinguir estos dos aspectos a lo largo de nuestra historia. El corazn que entregamos no es que sea de nadie, pertenece al Seor y nos va haciendo cada vez ms libres, ms abiertos para la entrega a los hermanos. La tradicin cristiana vivi la opcin del celibato evanglico desde muy pronto como una opcin definitiva. Tendremos que hablar ms bien de una opcin permanente, porque no hay decisin humana que lleve consigo su propia garanta. Sea cuales fueron los

motivos que nos llevaron a realizar esta eleccin inicial, es en el hoy -en las circunstancias actuales- en que debemos volver a elegir y renovar la decisin. La fidelidad de la eleccin no depende de la pureza de nuestra primera intencin inicial, sino de mi amor actual al Padre y a los hermanos. El celibato no se elige para s mismo, sino para una misin. Elegir el celibato como estilo de vida, supone elegir a Cristo y comprometerse con l en una vida para los hermanos. Es una opcin hecha no para vaciarnos, para renunciar, sino para andar en compaa. El encuentro diario con el Seor es vivido en medio de nuestras ocupaciones y relaciones interpersonales diarias. Me quiero detener brevemente en este punto en un aspecto: la necesidad de las amistades de quienes han hecho esta opcin de vida. No perdamos de vista, que tambin Jess tena amistades donde le gustaba detenerse en el camino: Mara y su hermana Marta, Lzaro, etc. El mismo nos llama amigos (Jn 15,14). El problema de quienes han optado por el celibato no es tanto el deseo de una relacin sexual ntima, sino la necesidad de amar y ser amados, la nostalgia de la amistad y de relaciones profundas. En este aspecto se han dado avances a lo largo de la historia de la Iglesia, en los conventos y en los grupos de vida consagrada. Sin amistad, la vida de un consagrado se vuelve estril, pierde sabor y frescura. Y esto es vlido hasta para quienes llevan una vida en el claustro o como ermitaos. Estas personas viven la amistad de una manera distinta. Sin estas relaciones de amistad, nuestras relaciones corren el peligro de quedar muy superficiales. Esto no significa que necesitemos estar juntos a menudo. Sabemos por experiencia, que hay amistades que perduran a pesar de las distancias geogrficas. Cuando se vuelven a encontrar los amigos despus de mucho tiempo, parece que el tiempo no ha pasado, que podemos volver a retomar el hilo. 3.1 Crisis Quienes han entregado su vida en celibato, a veces son conducidos a vivir situaciones extremas de desolacin humana, aparente incomprensin y sin-sentido de todo lo que hasta ese momento eran grandes valores asumidos. Somos mujeres y hombres de carne y hueso, aunque hayamos hecho esta opcin de vida. Estas crisis pueden tener mltiples motivos. Pueden ser endgenas y sorprender a la persona de la noche a la maana, llevndola hasta el punto de la desesperacin. La crisis puede obedecer a motivos externos: rechazo por parte de un amigo querido o por parte de la comunidad, no ser aceptado, fracaso en el trabajo, una enfermedad, la muerte de un ser muy querido, el descubrimiento de amar a una persona del otro sexo desendola para s, etc. Empieza a aflorar el inconsciente en la superficie y no hay manera de pararlo. Hay que darle espacio y tiempo. Es el momento de prestar atencin a la dimensin psicolgica de la persona. Es tambin el tiempo de no descuidar la dimensin fsica, pues el cuerpo participa de la crisis (agotamiento, insomnio, hipertensin, lcera, depresin, achaques). Todo forma parte de la crisis. Es el momento de cuidar algo ms la salud. Adems, es un momento de no descuidar la dimensin religiosa: a m me parece que, en estas situaciones crticas es saludable contemplar la Pasin del Seor, aferrarnos al Crucifijo y dejar que afloren abundantes lgrimas. Encontraremos consuelo, nos haremos ms solidarios con la cruz de tantos hombres y mujeres en el mundo y en nuestros lugares ms cercanos. Si es necesario, llamaremos a gritos a Jess como aquellos discpulos que remaban llenos de pnico en la barca. La rebelda nos la ir quitando el mismo Seor. Pueden ser etapas de un gran crecimiento humano y espiritual, de conversin autntica. No se deben desaprovechar, aunque todo parezca ser un desierto que hunde y se busquen

distracciones de distinto tipo para sobrellevar el momento que se est padeciendo. La tentacin de tirar todo por la borda en muchos casos es fuerte y hay que orar y discernir mucho para ayudar a reorientar paso a paso el camino. Es bueno que la persona an sea capaz de buscar y desear una direccin espiritual. No siempre se da. A veces tambin ser necesario un acompaamiento psicolgico. Dios no quiere el fracaso, pero est presente en el fracaso. Hay que renunciar entonces a la decisin tomada? No, en absoluto, pues Dios no nos llama como justos, sino como pecadores. Su misericordia y su fidelidad duran para siempre. Ms le importa la perseverancia en el camino para transfigurarla. Lo importante no es no caer, sino reemprender el camino en esperanza y con paz. Se hace necesario abrir el corazn a la presencia de quien siempre nos espera como al hijo prdigo. Llevamos el tesoro en vasijas de barro (2 Cor 4,7) que somos y hemos optado por una vida arriesgada. A pesar de la madurez afectiva y espiritual en las personas, esta opcin permanece siendo un camino en fe. 3.2 Criterios de discernimiento En las relaciones de amistad entre mujeres y hombres consagrados, se me han formulado con el tiempo tres criterios para el discernimiento: En una relacin de amistad de este tipo -que entre seres espirituales cobra una intensidad fuerte y se da muy rpido, cuando se percibe esa sintona- el primer criterio es la oracin. Es decir, esta relacin nos tiene que ayudar a profundizar en nuestra vida de oracin personal, nos tiene hasta que provocar el deseo de la misma. En el momento en que la otra persona empieza a ocupar el corazn en la oracin, sin permitir la presencia de Dios, algo est pasando. Esto no significa, que no la tenga muy presente, que no la presente y encomiende al Seor de manera especial, pero, no puede ocupar la imaginacin, ni la memoria del corazn. No se puede estar pendiente de ella todo el rato y todo el da. Hay que estar atentos en esos casos. Un segundo criterio es para m el trabajo. Una relacin de amistad entre consagrados debe ayudarnos a cumplir con nuestros trabajos con ms celo apostlico, no nos puede llevar a descuidar las tareas, incluso bajo el pretexto de un servicio o gesto de misericordia con el otro. Son aspectos a veces muy sutiles que nos pueden engaar. Y esto no slo en una amistad, sino tambin ante la necesidad de otras personas que pueden acudir a nosotros o ante tareas pastorales. A veces nos dejamos llevar, porque no cabe duda que la mayora de las veces nos da ms satisfaccin. Un tercer criterio -en el caso de que las personas pertenezcan a una comunidad de vida o se trate de un sacerdote en una comunidad parroquial- es la vinculacin con la comunidad. Muchas veces se da el caso, de que la persona consagrada tiene sus relaciones interpersonales y amistades que la sostienen a niveles profundos, fuera de la propia comunidad. Esto no es grave, pero es lamentable, es triste y es frecuente. En ese caso, como en las situaciones donde esto no se da, la persona siempre tiene que volver a tomar conciencia de la comunidad a la que pertenece. Hay que volver a la fuente. Es verdad que no ha elegido sus compaeras/os de camino, Dios las ha puesto en el camino. Supone un gran acto de fe y de oblacin a veces, dar este paso interior y exterior, porque pronto pueden surgir tensiones, malentendidos y celos en la comunidad. Los que han elegido el celibato por el Reino, saben que su vocacin no les sustrae de su condicin de seres sexuados, cuyo encuentro puede poner en juego el dinamismo del amor en todas sus facetas. El amigo o la amiga no se pueden volver en seres irremplazables en

competencia con el amor de Dios y el amor a los dems. Nuestra vocacin no nos pide renunciar a la amistad o al amor (para Sta. Teresa una verdadera amistad es una relacin de amor), pero nos lleva a vivirlas con toda generosidad y desprendimiento. No hemos renunciado a amar o a ser amados, pero hemos renunciado a vivir la relacin privilegiada de amor entre los esposos. Ciertamente la mujer y el hombre consagrado se pueden encontrar a niveles muy profundos, corriendo el riesgo de convertirse en pareja, de querer extender la comunin espiritual y fsica. En ese caso, queriendo ser fieles a su opcin clibe, debern superar esa tensin e incluso dar conocimiento de ello a una tercera persona en un gesto de obediencia y fidelidad. Cuando se dan estas relaciones y son autnticas, la historia nos muestra que son hechos de gracia. Muchos msticos son testimonio de amistades autnticas entre hombre y mujer. Pensemos en S. Benito y Sta. Escolstica, en Sta. Teresa y el P. Gracin, en Francisco de Sales y Juana de Chantal, en Abelardo y Elosa. Y si miro hacia pocas ms recientes, pienso en Edith Stein y el filsofo polaco Roman Irngarden, en Teilhard de Chardin y algunas mujeres con quien tena una amistad profunda, en Karl Rahner y Luise Rinser. No puedo entrar aqu en el tema de las comunidades mixtas, sera otro captulo. S adelanto, que me acerco a l con reservas, porque en muy pocos casos se ha logrado. Quedara mucho por decir en este punto. Considero adems, que una espiritualidad autntica es una espiritualidad dialogal, de comunin, que vive a pleno su relacin con Dios, consigo misma, su compromiso con las realidades del mundo y con los hombres. Termino aqu con unas reflexiones de Sta. Teresa que siempre me resultan muy apropiadas: Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Parceme a m que si yo tuviera con quin tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergenza, ya que no la tena de Dios. Por eso, aconsejara yo a los que tienen oracin, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantsima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con sus oraciones, cunto ms que hay muchas ganancias! (Vida 7,20) 4. La mstica de la soledad Est claro que la soledad en s misma no es un valor: No es bueno que el hombre est solo (Gen 2, 18a). Sin embargo, es necesaria. Por eso quiero escribir unas breves pinceladas sobre lo que llamo la mstica de la soledad. Hablar de mstica en este contexto nos sita en un terreno amplio y complejo. Debo sintetizar -y por tanto reducir- a qu me refiero. El tema dara para un libro. Hablar de mstica en relacin a la soledad habitada significa saberse caminando en el desierto en presencia del Seor. Vivir una soledad habitada es vivir una espiritualidad de desierto (aunque vivamos en medio de la ciudad) y al mismo tiempo es espiritualidad de encarnacin (en compromiso con las realidades en que trabajamos). No son paradojas, son aspectos complementarios de un nico caminar. Es saberse envuelto, sumergido en la Presencia continua y a veces muy consciente de Dios: Anda en mi presencia y s perfecto. Yo establecer mi alianza entre nosotros dos (Gen 17,1). La mstica de la soledad es pura fe y creer es confiar, es permitir que Dios tome las riendas de nuestra vida hasta los ms mnimos detalles; es entregarse a su Voluntad, es amar. En los momentos decisivos de nuestra vida estamos solos, por muchos amigos, asesores y comunidades que tengamos. Vivir as, supone esperarlo todo de Dios (sin que quedemos inactivos; se trata de una paciencia activa). Llegar el momento en la vida donde ya no nos queda nada, slo l. Mi gracia te basta (2 Cor 12,9). Esta es la brjula en nuestro andar, nada ms y eso es

todo. Vamos empezando a realizar en nuestra vida la experiencia que slo Dios basta que describe la Santa de Avila. Sabemos que dependemos totalmente y en todo de l. Es inseguridad total, interior y exterior, locura desde una mirada mundana e invitacin de amor irresistible - aunque casi incomprensible - desde la mirada creyente. La mstica de la soledad supone andar como peregrinos sin mapa. La brjula que indicar el Norte es la gracia que nos es regalada por el Espritu Santo. Es gozo, jbilo y dolor, desgarrn constante, porque l va purficando la vida hasta los niveles ms ocultos a nosotros mismos. Nos consume una nica nostalgia: Que l venga pronto, que se haga la unin: Y as gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitacin celeste () caminamos en la fe y no en la visin (2Cor 5,2.6b). No podemos ms que ofrecer-nos una y otra vez. La hora es suya, no nos pertenece. Es la tensin de querer estar con el Seor, viendo la necesidad de permanecer en el mundo, tal como lo vivi el apstol S. Pablo: Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas por otra parte, quedarme en la carne es ms necesario para vosotros. Y as, persuadido de esto, s que me quedar y permanecer con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe (Fil 1,23.24.). La mstica de la soledad es la experiencia que Sta. Teresa describe en una poesa: Vivo sin vivir en mi, y de tal manera espero, Que muero porque no muero. Vivo ya fuera de m, Despus que muero de amor; Porque vivo en el Seor, Que me quiso para s: Cuando el corazn le di Puso en l este letrero, Que muero, porque no muero Vale la pena detenerse en toda la poesa bajo el aspecto de la soledad habitada. En el mismo sentido se lee la poesa de San Juan de la Cruz: Coplas del alma que pena por ver a Dios, que expresa casi con ms fuerza la situacin por la que pasa el alma en este estado. Tambin el Cntico Espiritual del mismo autor nos habla de esta experiencia mstica a la que estamos llamados a entrar. Tengo que remitir en este punto a la lectura de S.Juan de la Cruz, aunque podra detenerme largo rato en este punto. San Pablo lo dir con palabras similares: No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi (Gal 2,20). La mstica de la soledad habitada es justamente esa nostalgia ardiente de desear estar con el Amado. En algn caso hasta puede llevarnos a sufrirlo fsicamente, seal que an quedan dimensiones a purificar. Es a veces tensin entre Dios y el mundo que no se resiste, porque ya no hay manera de negar su Amor. 5. En atencin/tensin al mundo Al iniciar una breve reflexin sobre nuestro estar en el mundo vinculado con nuestra soledad habitada, me surge espontneamente el precioso captulo quinto de la carta de Diogneto de los primeros siglos de la era cristiana. Nos habla de la normalidad de los cristianos como ciudadanos del mundo, aunque no pertenecen a este mundo. Este

pensamiento marca un poco el estilo de nuestro andar como personas clibes en medio de este mundo y desde las vocaciones especficas. La opcin clibe nos compromete de manera cualificada con las realidades de este mundo y esto durante muchos siglos se ha visto distinto, se puso el acento en la fuga de este mundo. Esto es contrario a la Encarnacin y es importante recordarlo cuando las personas se encuentran ante la eleccin de una opcin de vida en celibato por el Evangelio. Cada vocacin en la Iglesia tiene su manera especial, su estilo propio de vivir esta relacin y este compromiso con el mundo. Siempre ser una presencia de mediacin ante Dios, unas veces ms desde una intensa vida apostlica o misionera, otras veces, ms desde una presencia de vida contemplativa. Para ello ser la llamada a vivir en soledad habitada. Santa Teresa lo expresa muy bien: Juntos andemos Seor; por donde fuereis, tengo de ir; por donde pasereis, tengo de pasar (Camino de Perfeccin: C 26,6). Me animo a hacer una doble lectura de esta frase. Por un lado, la Santa se refiere aqu al camino espiritual, a nuestro camino de seguimiento del Seor. Seguirle, supone pasar por donde l pas, aunque muchas veces reduzcamos el seguimiento de Jess a algunos aspectos de su vida. Por otro lado, podramos interpretar aqu, que no se trata de quedarnos en esa relacin ntima con el Seor, sino que supone tambin andar con l en medio de nuestros compromisos temporales. All es donde se probar la autenticidad de nuestra relacin con el Amado. Su Presencia en nuestra vida quiere ser comunicada, no es para guardarla, es para entregarla. Esta atencin al mundo muy bien se puede llamar la atencin a los signos de los tiempos. Pero, a veces estamos tan atentos al tiempo, que nos adaptamos tanto a lo mundano del mundo, sacrificando valores muy altos. Es un tema de discernimiento lgido en los grupos de Iglesia y en la Iglesia toda al plantearse los modos y medios de evangelizacin. Vivir una soledad habitada en este caso, supone a veces decir un NO, renunciar, prescindir, para pronunciar un SI ms profundo. Es duro, supone remar contra corriente y poner el centro de nuestra energa evangelizadora en la persona de Cristo y el Evangelio. No se trata de descuidar realidades, se trata de asumir el compromiso evanglico desde las claves del Evangelio con todos los medios que consideremos necesarios. Aqu corremos grandes tentaciones si no nos ponemos a discernir desde el Espritu. Veni Creator Spiritus! se me hace cada maana ms necesario. Hace poco ms de un ao empiezo la liturgia por la madrugada con el Veni Creator y dejo que l haga porque muchas veces no s ms. Ante momentos importantes. Veni Creator Spiritus! Nuestra soledad en el mundo supone vivir una cierta tensin con respecto al mundo, pero esa tensin es buena, tambin en lo personal. Por eso, hay un aspecto de soledad en este andar por el mundo en el que tenemos que caminar muy unidos al Seor. Nos puede invadir la impaciencia ante determinadas realidades que claman por soluciones, puede haber la tentacin de la resignacin, puede haber decisiones poco discernidas, demasiado rpidas, llevando muchas cosas y personas por delante, etc. Estamos llamados a ser testigos y esto slo lo podremos vivir dejndonos habitar ms y ms por Dios. Es tambin el sufrimiento del profeta que vislumbra ms all deel paso de Dios. 6. Eucarista y soledad Al tocar este punto en relacin con la soledad habitada, tocamos el centro desde donde vivir nuestro celibato evanglico. La eucarista es en mi vida una realidad muy fuerte, una gracia que no dejo de agradecer. La eucarista es el alimento de nuestro peregrinar. All nos

encontramos totalmente en la vida de Jess. No hay gesto mayor que exprese su Amor hacia nosotros que la eucarista, el pan partido y la copa ofrecida. All est l por entero en un derroche de amor. La Iglesia naci de este gesto y no cesa de alimentarse y de construirse desde all y slo desde all podremos construir comunidades de fe vivas. No bastan los esfuerzos pastorales, no bastan nuevas metodologas, no bastan comisiones, no se trata de dinmicas de grupo, hace falta celebrar y participar en torno a la mesa que nos prepara el mismo Seor. l ha querido que reiteremos ese gesto en memoria suya y nos ha prometido su Presencia. Por qu tanta duda a veces? El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en m y yo en l (Jn 6,56). En esta invitacin encontramos la dinmica en la que se juega nuestra unin con el Seor. All se juega nuestra permanencia en la opcin por el celibato. l quiere permanecer en nosotros y se adelanta, se ofrece sin reservas. Hay que animarse a penetrar ms en este Misterio que nunca podremos llegar a comprender hasta el fondo. Cuntos testigos tenemos en la historia de la Iglesia que nos han mostrado ese camino! Pienso en los primeros cristianos, pienso en los mrtires, en los santos, en mujeres y hombres que en las situaciones ms horribles de la historia de la humanidad, han buscado consuelo, valor, esperanza, fuerza en este sacramento. Me viene a la memoria la situacin de sacerdotes y religiosos en el campo de concentracin de Dachau, en Alemania. Cmo se las ingeniaron en condiciones pauprrimas y extremas para celebrar y adorar la eucarista! Oh soledad que han vivido aquellos hombres, sacerdotes de Cristo! Conmueve y mueve el corazn a la entrega desde la eucarista. All, l cada da nos dice: Aqu estoy para vos! Bajo las formas sencillas de pan y vino l est escondido: Adoro te devote, latens Deitas!() tibi se cor meum totum subjicit (Sto. Toms de Aquino). En la pobreza de estas santas especies l se acerca a nuestra pobreza y transforma nuestra pobreza cada vez ms en l. La eucarista es el sacramento del anonadamiento de Dios, centro del Amor, pasin de Dios por el hombre, es el sacramento de la unidad, de la paz y de la confianza. Es sacramento del servicio, porque continuaremos ofrecindonos a los hermanos a lo largo del da. La eucarista no termina en la misa. Somos cristificados a travs de la eucarista, con cada comunin un poco ms. Esa comunin con l hay que prolongarla a lo largo de la jornada, en nuestras tareas, en nuestros pensamientos, ante decisiones importantes. La eucarista debe dar el sello de nuestras relaciones interpersonales. Nuestra soledad queda habitada por la Presencia de Dios mismo en la eucarista. No s hasta qu punto somos conscientes de lo que supone tan gran Presencia en nuestra vida. Es desposorio de Amor. Ponme cual sello sobre tu corazn, como un sello en tu brazo (Cant 8,6). A veces me acerco a comulgar con cierto temblor de corazn. Mi Amado es para mi, y yo soy para mi Amado (Cant 2,16). Cada eucarista es celebracin pascual y es celebrar la encarnacin de Dios en nosotros: Por Cristo, con l y en l, ste es nuestro camino, esto es vivir la soledad habitada. Queda claro que no es un camino solitario y menos an un camino en aislamiento. Es camino en comunin que se har cada vez ms profunda, hasta la unin total en la muerte para estar con l para siempre. Este camino tiene sus altos y sus bajos. Nuestra relacin con el Seor en la oracin y en la eucarista no es siempre la misma. En este sentido no encuentro mejor expresin que una poesa de Sta.Teresa:

Buscando a Dios Alma, buscarte has en M, y a M buscarme has en ti. De tal suerte pudo amor, Alma, en m te retratar, Que ningn sabio pintor Supiera con tal primor Tal imagen estampar. Fuiste por amor criada Hermosa, bella, y as En mis entraas pintada, Si te perdieres, mi amada, Alma, buscarte has en M. Que yo s que te hallaras En mi pecho retratada, Y tan al vivo sacada, Que si te ves te holgaras Vindote tan bien pintada. Y si acaso no supieres Donde me hallars a M, No andes de aqu para all, Sino, si hallarme quisieres A M buscarme has en ti. Porque t eres mi aposento, Eres mi casa y mi morada, Y as llamo en cualquier tiempo, Si hallo en tu pensamiento Estar la puerta cerrada. Fuera de ti no hay buscarme, Porque para hallarme a M, Bastar slo llamarme, Y a M buscarme has en ti. Estos versos surgen al final de un largo recorrido, en la cumbre de la experiencia mstica de la Santa. Nos hablan de altos y bajos, de subidas y bajadas, de bsqueda entre el Amado y su amada. Esta bsqueda tambin es la nuestra, cada uno tiene la suya peculiar y nica. Estos versos nos invitan a entrar, a dejarnos encontrar por el Amado en el interior del corazn, para que l toque y transforme todas las fibras de nuestra existencia humana.

6.1 Adoracin eucarstica No quiero dejar de tocar un aspecto que en relacin a la dimensin eucarstica de nuestra vida hay que redescubrir ms. Se trata de la adoracin eucarstica. No hay adoracin eucarstica sin celebracin de la eucarista y sabemos que estamos hablando de una evolucin posterior en la Iglesia. La adoracin es oracin contemplativa, es estar sin esperar nada ante el Seor, es un gran gesto de humildad. En la adoracin dejamos silenciar los ruidos del corazn para penetrar en el corazn de Jess y dejarnos invadir por su Amor que no tiene fronteras. No pongamos barreras, dejmonos llevar y estemos seguros que, a pesar de Su silencio muchas veces, l llevar el camino. Adorar es confiar en el Amor de Dios, adorar es el lenguaje del amor, es el lenguaje de los enamorados. Esta adoracin encuentra en los clibes un momento de mayor unin en la postracin. Si estamos llamados a la unin (no slo los clibes) esta pasa por carne y hueso y la postracin es ese gesto en el que incluso con nuestro cuerpo expresamos la donacin total, la entrega a quien amamos: obediencia, sumisin plena a la Voluntad del Amado, libertad en l. Necesitamos de la adoracin para vivir en soledad habitada, porque es la oracin de quien espera a Dios y lo espera todo de El. Dios, t mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma (Salmo 63,2). Ya de maana oyes mi voz; de maana te presento mi splica, y me quedo a la espera (Salmo 5,4). 7. Con quien sabemos nos ama (Sta. Teresa) Slo podemos vivir una soledad habitada con quien amamos y con quien sabemos nos ama. Toda otra propuesta sera un absurdo. No es otra cosa oracin mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama escribe Teresa de Jess en su autobiografa (V 8,5). En nuestro camino hace falta estar a solas y a menudo con el Amigo, hablarle de nuestras cosas, escucharle y alguna vez soportar la opinin distinta. Muchas veces me ha ocurrido encontrarme con personas buscando orientacin para su oracin, acompaando Ejercicios en la vida y confindome sus dificultades. Ms de una vez observ que el problema muchas veces reside en la poca confianza de saberse amado por Dios y esto hace pesado el rato que se dedica a la oracin. Es verdad que no siempre sentiremos su Presencia o tendremos gusto en la oracin. Pero no debemos olvidar que ese rato, que hasta puede parecer no tener sentido, es un rato gratuito. Hay que volver al permanecer del que ya se ha hablado antes. Oracin y eucarista son dos aspectos que se reclaman en nuestro camino en soledad habitada. No podemos descuidar ninguno de los dos. All encontraremos el secreto de nuestra alegra, porque ser una alegra que perdura, que no se pierde, una alegra compatible con el dolor, una alegra que irradia y contagia. Qu pena ver una persona consagrada triste! Y qu alegra contagia aquella persona consagrada alegre! Mantengamos y renovemos con frecuencia la Presencia del Seor en nuestra celda interior, con un corazn que escucha (1 R 3,9). La oracin contemplativa es sobre todo gape, es permancer amando al Amado y dejarse amar: Permaneced en m, como yo en vosotros (Jn 15,4). Esto es amar a toda la creacin en l, con su mismo amor. Contemplacin es servicio misterioso para la Iglesia y para el mundo, es ministerio y transformacin pascual que se realiza en nosotros. La oracin contemplativa es servicio en s misma, no slo porque en alguna ocasin se nos puede pedir compartir los frutos de esa contemplacin a otros. Es pura gratuidad, presencia ante Dios, no tiene que ser para. Mucho se podra escribir de la oracin y de la necesidad para

nuestra vida. La oracin seguir siendo el foco desde donde se irradie la chispa que har creble nuestra soledad habitada. Hagamos la experiencia. 8. El secreto de nuestra alegra: Enamorados de Dios Al querer encontrar un pensamiento que sintetice la experiencia de vivir una soledad habitada espontneamente me surge ste: ser unos enamorados de Dios, amigos fuertes de Dios. Conocemos la capacidad de entrega de hombres y mujeres enamorados, la entrega de la que son testigos tantos esposos. Pues bien, la soledad habitada es un camino de amor entre Dios y la persona, con todo lo que conlleva el caminar. Y en la intimidad de ese amor se encuentra el tesoro y el secreto de nuestra alegra. Esto es realmente secreto entre los dos, intimidad que no se comparte, que queda entre Dios y el alma, pero que se vislumbra en la actuacin y en el modo de ser de la persona. El ser enamorados de Dios genera en nosotros capacidades nuevas, nos abre a las personas con un corazn amplio, sin reservas, generoso, sencillo. Dejmonos amar por Dios! Dejemos que habite y ocupe el corazn! Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entrar en su casa y cenar con l y l conmigo (Apoc 3,20) 1. La autora, laica asociada a la Institucin Teresiana, es Ingeniera en Sistemas y actualmente estudia Teologa en Alemania. 2. No puedo entrar en el espacio de estas pginas en la discusin sobre el diaconado y el sacerdocio de la mujer. Simplemente quiero hacer una llamada recordando la dimensin sacerdotal de todo bautizado. Muchas veces me he preguntado, si no se nos ha desdibujado y hasta perdido esta vocacin regalada en el bautismo. Quiz no se haya cultivado suficientemente en nuestra formacin. Veo aqu una importante tarea pastoral a cubrir, que animar an ms la participacin de los laicos en la Iglesia. Creo tambin, que la mujer bautizada es capaz de descubrir su dimensin sacerdotal cuando toma conciencia de su misin ms profunda en la Iglesia. Qu sera de la Iglesia sin la mujer? Ella cumple una misin que no puede cumplir el hombre y que es vivida ms desde la disposicin del corazn, que en las mltiples funciones que es capaz de ejercer (en algn caso hasta mejor que el hombre, pero no se trata slo de funciones a ejercer; el tema es ms hondo.). Aunque en distintas corrientes feministas se hable de la necesidad del poder para la mujer, de la igualdad, estos no son argumentos suficientes ni vlidos. Se trata de una falsa comprensin del poder (que sin duda existe en la Iglesia). Me pregunto de qu poder se est hablando, porque tambin el sacerdote sirve a Alguien que est por encima de l, el Todopoderoso, en cuyo poder est nuestra vida, el cielo y la Tierra. SU poder quiere la libertad del ser humano y no su manejo. No somos tteres en las manos de Dios, ni se trata del gran teatro del mundo en esta vida, aunque el mundo a veces parece vivirlo. 3. Quiero poner el acento en el hecho de orar a solas de noche. Es absolutamente necesario a veces aguantar-se y aguantar a Dios a solas, aunque en algunas ocasiones puede ser bueno y saludable permanecer en silencio orante en comunidad. La comunidad es una ayuda, el testimonio callado del hermano o de la hermana pueden animar mucho. En ese caso esa oracin no debe transformarse en dilogos en voz alta con el Seor ni entre los presentes. Tampoco veo bueno pasarse mucho rato cantando, aunque sintamos el deseo. Todo eso es muy bueno, pero quiero insistir en la necesidad que tenemos de permanecer en el silencio de la noche, con los ruidos y sonidos que se presenten segn los lugares. Jess oraba solo de noche.

4. Hace muchos aos en unos Ejercicios Espirituales el sacerdote que acompaaba al grupo en que me encontraba, nos invit a vivir una noche de Nicodemo. Durante toda la noche estaba expuesto el Santsimo Sacramento y nos turnbamos para la adoracin. En el suelo de la pequea capilla estaba la Biblia abierta con el pasaje de Jess con Nicodemo, que se lea a cada cambio de turno. Nunca olvidar aquella noche y desde entonces muchas veces a lo largo de la vida he vuelto a hacer esta experiencia en mis Ejercicios, ahora mucho ms en soledad y no en grupo. No hace falta estarse toda la noche despierta. Es bueno quiz alguna vez quitar parte del sueo, interrumpir la noche, levantarse para salir al encuentro del Seor en la noche. 5. Muchas dificultades que se presentan a quien se inicia en la vida de oracin, sobre todo en la oracin contemplativa, tienen su origen en la falta de buenos guas espirituales y una adecuada preparacin para discernir el momento oracional en que se encuentra el orante. La oracin tiene que estar acompaada sobre todo por la lectura meditada de la Sagrada Escritura. Me impresiona el boom de tantos libros y libritos espirituales. Son buenos en s, son en muchos casos expresin de la oracin y de la vida espiritual de los autores. Pero, cuando la persona se inicia en los umbrales de la contemplacin ver que los rechazar, que se sumergir cada vez ms en la Palabra de Dios. Todo lo dems ser estorbo intil que le distraer del camino. Quienes guan a otros en su camino oracional, deben estar atentos a estos cambios de etapas en las personas. Son momentos delicados que hay que cuidar sin acelerar pasos ni quemar etapas. 6. Hay personas que con un ritmo mensual hacen un da de desierto, pasando el da en camino. Junto a ello acostumbran ayunar, llevando simplemente una fruta, algo de pan y agua o te. Es una costumbre muy buena. Durante varios aos tena costumbre de hacer un da de desierto en medio de mis Ejercicios anuales. Slo puedo recomendar la experiencia. Notas
La autora , laica asociada a la Institucin Teresiana, es Ingeniera en Sistemas y actualmente estudia Teologa en Alemania. 2. No puedo entrar en el espacio de estas pginas en la discusin sobre el diaconado y el sacerdocio de la mujer. Simplemente quiero hacer una llamada recordando la dimensin sacerdotal de todo bautizado. Muchas veces me he preguntado, si no se nos ha desdibujado y hasta perdido esta vocacin regalada en el bautismo. Quiz no se haya cultivado suficientemente en nuestra formacin. Veo aqu una importante tarea pastoral a cubrir, que animar an ms la participacin de los laicos en la Iglesia. Creo tambin, que la mujer bautizada es capaz de descubrir su dimensin sacerdotal cuando toma conciencia de su misin ms profunda en la Iglesia. Qu sera de la Iglesia sin la mujer? Ella cumple una misin que no puede cumplir el hombre y que es vivida ms desde la disposicin del corazn, que en las mltiples funciones que es capaz de ejercer (en algn caso hasta mejor que el hombre, pero no se trata slo de funciones a ejercer; el tema es ms hondo.). Aunque en distintas corrientes feministas se hable de la necesidad del poder para la mujer, de la igualdad, estos no son argumentos suficientes ni vlidos. Se trata de una falsa comprensin del poder (que sin duda existe en la Iglesia). Me pregunto de qu poder se est hablando, porque tambin el sacerdote sirve a Alguien que est por encima de l, el Todopoderoso, en cuyo poder est nuestra vida, el cielo y la Tierra. SU poder quiere la libertad del ser humano y no su manejo. No somos tteres en las manos de Dios, ni se trata del gran teatro del mundo en esta vida, aunque el mundo a veces parece vivirlo. 3. Quiero poner el acento en el hecho de orar a solas de noche. Es absolutamente necesario a veces aguantar-se y aguantar a Dios a solas, aunque en algunas ocasiones puede ser bueno y saludable permanecer en silencio orante en comunidad. La comunidad es una ayuda, el testimonio callado del hermano o de la hermana pueden animar mucho. En ese caso esa oracin no debe transformarse en dilogos en voz alta con el Seor ni entre los presentes. Tampoco veo bueno pasarse mucho rato cantando, aunque sintamos el
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deseo. Todo eso es muy bueno, pero quiero insistir en la necesidad que tenemos de permanecer en el silencio de la noche, con los ruidos y sonidos que se presenten segn los lugares. Jess oraba solo de noche. 4. Hace muchos aos en unos Ejercicios Espirituales el sacerdote que acompaaba al grupo en que me encontraba, nos invit a vivir una noche de Nicodemo. Durante toda la noche estaba expuesto el Santsimo Sacramento y nos turnbamos para la adoracin. En el suelo de la pequea capilla estaba la Biblia abierta con el pasaje de Jess con Nicodemo, que se lea a cada cambio de turno. Nunca olvidar aquella noche y desde entonces muchas veces a lo largo de la vida he vuelto a hacer esta experiencia en mis Ejercicios, ahora mucho ms en soledad y no en grupo. No hace falta estarse toda la noche despierta. Es bueno quiz alguna vez quitar parte del sueo, interrumpir la noche, levantarse para salir al encuentro del Seor en la noche. 5. Muchas dificultades que se presentan a quien se inicia en la vida de oracin, sobre todo en la oracin contemplativa, tienen su origen en la falta de buenos guas espirituales y una adecuada preparacin para discernir el momento oracional en que se encuentra el orante. La oracin tiene que estar acompaada sobre todo por la lectura meditada de la Sagrada Escritura. Me impresiona el boom de tantos libros y libritos espirituales. Son buenos en s, son en muchos casos expresin de la oracin y de la vida espiritual de los autores. Pero, cuando la persona se inicia en los umbrales de la contemplacin ver que los rechazar, que se sumergir cada vez ms en la Palabra de Dios. Todo lo dems ser estorbo intil que le distraer del camino. Quienes guan a otros en su camino oracional, deben estar atentos a estos cambios de etapas en las personas. Son momentos delicados que hay que cuidar sin acelerar pasos ni quemar etapas. 6. Hay personas que con un ritmo mensual hacen un da de desierto, pasando el da en camino. Junto a ello acostumbran ayunar, llevando simplemente una fruta, algo de pan y agua o te. Es una costumbre muy buena. Durante varios aos tena costumbre de hacer un da de desierto en medio de mis Ejercicios anuales. Slo puedo recomendar la experiencia.

RECUPERAR LA BELLEZA DE NUESTRO CELIBATO Pbro. Carlos Franzini (San Isidro) 1. Introduccin Dios es bello y es dulce amarlo; esto debe decirlo el clibe con los ojos, con la palabra, con la accin, con el deseo, con su amor virgen por el Reino... Hoy se hace muy difcil <<decirlo>>, no slo porque faltan las palabras y los oyentes estn distrados o atrados por otras (pseudo) bellezas, sino porque est en crisis en el mismo clibe la unin entre belleza y celibato, est en crisis la certeza profunda y la conviccin experimental de que darse a Dios en la virginidad no solamente es santo o funcional para el ministerio, sino tambin <<bello>>, ... Vivir la virginidad ms all de la unin esencial con la belleza quiere decir deformarla y un poco traicionarla: quiere decir vivirla solamente como acto de la voluntad o heroico, o -por el contrario- caer lentamente tan bajo que pueda llenarse de compromisos y sucedneos que ofenden al buen gusto todava antes que a la moral, y a la esttica antes que a la asctica ...1 Este texto del P. Cencini como as tambin conversaciones tenidas con laicos y sacerdotes sobre el tema, a partir de la experiencia vivida, me han convencido de la necesidad de reflexionar sobre la belleza del celibato consagrado. Se trata de una necesidad urgente de toda la comunidad cristiana. Como seala el ttulo de este artculo, es necesario recuperar la belleza de nuestro celibato. Muchos percibimos que el celibato sobretodo en el actual contexto cultural- slo puede ser vivido en la medida que es valorado y cultivado, descubierto cordialmente en su sentido y fecundidad, en otras palabras: apreciado en su belleza. Para ello es necesario conocer su riqueza, trabajar sus razones, reformular sus contenidos, profundizar en las propias motivaciones. Las reflexiones que propongo a continuacin quieren ser un aporte ms a esta tarea de toda la comunidad cristiana, en especial de quienes hemos sido invitados al seguimiento del Seor por este camino. Responden a la experiencia compartida con muchos hermanos y no pretenden agotar la riqueza de un tema amplio y complejo. En todo caso buscan suscitar otras reflexiones que Dios lo quiera- nos ayuden a todos a vivir con mayor entusiasmo y compromiso nuestra consagracin. Al proponer estas reflexiones estoy pensando en quienes ya hemos hecho la promesa de celibato el da de nuestra ordenacin diaconal e intentamos a pesar de nuestra debilidadvivir con fidelidad este compromiso. Me refiero, por tanto, a quienes hemos reconocido esta vocacin y libremente la hemos aceptado, confiando en la Gracia de Dios y en el camino pedaggico propuesto por la Iglesia para asumirla con creciente madurez. Por tanto no es este el momento, ni el lugar, para consideraciones sobre la oportunidad de modificar o no la multisecular ley del celibato eclesistico en la Iglesia latina. Puesto que somos clibes propongo reflexionar sobre algunos elementos que nos ayuden a vivir mejor como tales. As nos hacemos eco de la invitacin que Juan Pablo II, con el Snodo del 90, nos haca a los presbteros en Pastores dabo vobis: ...El Snodo no quiere dejar ninguna duda en la mente de nadie sobre la firme voluntad de la Iglesia de mantener la ley que exige el celibato libremente escogido y perpetuo para los candidatos a la ordenacin sacerdotal en el rito latino. El Snodo solicita que el celibato sea presentado y explicado en su plena

riqueza bblica, teolgica y espiritual, como precioso don dado por Dios a su Iglesia y como signo del Reino que no es de este mundo, signo tambin del amor de Dios a este mundo, y del amor indiviso del sacerdote a Dios y al pueblo de Dios, de modo que el celibato sea visto como enriquecimiento positivo del sacerdocio... (PDV 29). 2. El celibato, un tema polmico En rigor no estamos diciendo nada original al afirmar que el celibato es un tema polmico. Con alguna frecuencia, y bastante superficialidad, suele escucharse que en los tiempos que corren debera revisarse la ley del celibato eclesistico. Para ello se alude a las dificultades con que es vivido en muchos casos, a la falta de clero, a las necesidades humano-afectivas de los pastores supuestamente insatisfechas, etc. Se podran seguir mencionando otras razones. Pero lo cierto es que el tema hoy y siempre ha suscitado polmica en lo terico y dificultad en lo vivencial. Basta mirar con sinceridad y objetividad nuestra realidad para confirmar la existencia de las mencionadas dificultades, y seguramente de algunas no mencionadas. Cmo negar la experiencia de nuestras Iglesias locales en este sentido? En el ao 1994 el Departamento de Vocaciones y Ministerios del CELAM realiz una encuesta en toda Amrica Latina sobre la causas de los abandonos del ministerio sacerdotal cuyos resultados confirmaron ampliamente esta mirada.2 Es cierto que en los ltimos aos algunas situaciones lamentables, escandalosas, se han hecho famosas por influencia de los medios de comunicacin masiva; es cierto que estas situaciones publicitadas tienden a distorsionar una mirada objetiva de la realidad. Pero no es menos cierto que sin llegar a estos casos extremos podemos constatar, con una frecuencia mayor de lo deseable, situaciones que revelan la dificultad con que muchos presbteros llevan adelante su consagracin celibataria. En realidad no se trata de un fenmeno nuevo. Junto al testimonio reconfortante de multitud de sacerdotes que han vivido con alegra y plenitud su celibato hay que reconocer que con caractersticas diversas, segn los tiempos y las culturas, siempre ha habido en la Iglesia situaciones conflictivas en relacin al fundamento terico y a la vivencia prctica del celibato sacerdotal. Basta hacer una rpida recorrida por la historia de la Iglesia para confirmarlo. Est el testimonio de varios Concilios que abordan el tema, los escritos de muchos maestros espirituales (un ejemplo paradigmtico de esto son los escritos de Santa Catalina de Siena), los distintos movimientos de Reforma en los siglos XV y XVI y, an en el siglo pasado, el tema no estuvo ausente en el cisma de los viejos catlicos. Por otra parte nuestra propia experiencia personal y eclesial nos confirma que cuando no se est bien con la opcin celibataria se emiten mensajes inconscientes que salen a la luz de diversas formas y aparecen con frecuencia en nuestras conversaciones. Ac vale el testimonio de una mdica psiquiatra sobre los tres tipos de dificultades en relacin a nuestro tema, tabulados por ella a partir del contacto con sus pacientes: mal manejo de la relacin con la mujer (a partir de sus pacientes sacerdotes o seminaristas); fantasma o realidad de homosexualidad (a partir de sus pacientes sacerdotes o seminaristas); el eterno seductor (a partir de sus pacientes mujeres). Todo esto nos habla de la necesidad de encarar este tema sin tremendismos, con sinceridad y con esperanza. Para ello necesitamos crear espacios apropiados tanto en el seminario como en el clero, que acompaen las distintas etapas de la vida ministerial con sus caractersticas propias. Por no hablar no es que las cosas no pasen... y ms vale hacerlo donde, como y con quien corresponda. Lamentablemente es frecuente encontrar ambientes

eclesisticos en los que pareciera que se busca desconocer esta problemtica: de esto no se habla; no se quiere hacer el juego a ciertos grupos que se deleitan en mostrar las miserias de la Iglesia; la realidad no es tan grave, se tratara de exageraciones de los medios de comunicacin; y otros argumentos simplistas que desconocen una realidad objetiva e inocultable. Si realmente creemos que la Verdad nos har libres se hace necesario afrontar este tema con toda claridad, con afn sincero de crecer en la fidelidad, desde la humilde conciencia de formar una comunidad de pecadores perdonados en la que todos podemos dar un paso adelante en el camino de la conversin. 3. Don precioso de Dios para la Iglesia El Papa nos exhorta a presentar la riqueza bblica, teolgica y espiritual3 y -yo agregara- humana de nuestra condicin clibe. Nos hace bien volver una y otra vez a trabajar nuestras motivaciones, para ensancharlas y purificarlas.4 Adems -segn lo ya insinuado ms arriba- el celibato se hace invivible como una carga extrnseca, con la vana ilusin de que ser abolido o que es posible la doble vida. Las dificultades (reales y previsibles) han de estimularnos a buscar personal y comunitariamente siempre ms a fondo. Hay varias perspectivas para abordar el estudio del celibato de forma tal que podamos profundizar en sus mltiples riquezas y significados. Existe abundante bibliografa y los documentos sobre formacin sacerdotal de las ltimas dcadas han abordado con notable rigor teolgico y psicolgico el tema de la madurez humano-afectiva requerida para el sacerdocio.5 Por tanto, teniendo en cuenta el objetivo del presente artculo, no me parece necesario detenerme demasiado en este punto. No obstante quisiera sealar dos aspectos complementarios que pueden ayudar a un abordaje suficientemente amplio y abarcativo del tema del celibato consagrado. En primer lugar conviene destacar que en el lenguaje del magisterio ms reciente se insiste en el carcter carismtico del celibato. Se trata de un don de Dios, de un carisma, que -como tales dado a un sujeto no para s sino para la construccin de la comunidad cristiana; es un don que recuerda la vocacin virginal de todo ser humano, ya que en el corazn de cada bautizado, ms an de cada ser humano, anida esta llamada a ser todo de Dios, a vivir slo para l. El segundo aspecto a sealar es la perspectiva amplia desde la que se entiende cabalmente toda vocacin en la Iglesia: el designio salvfico de Dios. El Dios-comunin nos ha creado para vivir en comunin con l y ha querido invitar a algunos a significar desde ya con sus vidas este destino comn. Lo dice bellamente Juan Pablo II: ...En la virginidad y el celibato la castidad mantiene su significado original, a saber, el de una sexualidad humana vivida como autntica manifestacin y precioso servicio al amor de comunin y de donacin interpersonal. Este significado subsiste plenamente en la virginidad, que realiza, en la renuncia al matrimonio, el <<significado esponsalicio>> del cuerpo mediante una donacin personal a Jesucristo y a su Iglesia, que prefiguran y anticipan la comunin y donacin perfectas y definitivas del ms all... (PDV 29). Desde esta perspectiva comunional se descubre con mayor claridad la afirmacin del Concilio Vaticano II: El celibato,..., est en gran armona con el sacerdocio6. Y por ello, en el rito latino, desde hace ms de diez siglos slo se llama al ministerio presbiteral a quienes han recibido este carisma del celibato. El presbtero, ministro de la comunin eclesial, recuerda y significa con su vida clibe cul es la fuente y el destino de toda comunin en la Iglesia.

Pero hay algo ms. Si se trata de un don hay que pedirlo con insistencia, ya que no es obra nuestra. Esta splica perseverante debe ser hecha no slo por quienes han recibido este carisma sino tambin por los beneficiarios del mismo. De all que el Concilio invite a las comunidades a rezar pidiendo el don del celibato para sus pastores.7 La oracin humilde y confiada es el primer antdoto contra ese pelagianismo larvado -tan presente entre nosotros, hijos de esta cultura secularista- que nos hace creer capaces de vivir el Evangelio desde nuestras solas fuerzas humanas. Como todo don, tambin el celibato requiere nuestra respuesta libre, generosa y disponible. Para acogerlo con libre y amorosa decisin es necesario conocerse y conocer lo que implica este compromiso, estar debidamente capacitado (no slo desearlo), descubrir la complejidad del tema y de la propia persona, tener la madurez suficiente para decisiones responsables y permanentes, estar dispuesto a dejarse formar por la Iglesia, etc. Dadas las condiciones bsicas y suficientes, se trata de asumir un itinerario que comienza en la etapa de formacin inicial (y an antes) y se contina a travs de la formacin permanente durante toda la vida ministerial. Cada etapa de la misma presenta sus caractersticas propias tambin en relacin al celibato y por tanto es necesario buscar respuestas apropiadas para cada una de ellas.8 En definitiva el gran parmetro para evaluar la fidelidad de nuestra respuesta al don recibido siempre ser la creciente capacidad de entrega pastoral. El celibato no es pura negatividad (no casarse, no tener hijos, no ejercer la genitalidad...); por el contrario, es una invitacin a amar apasionadamente a Dios, a acrecentar cada da ms la comunin con l y -por ello- a entregarse sin condiciones al servicio de la comunin fraterna9. La caridad pastoral es el eje sobre el que se articula la vida, el ministerio, la espiritualidad de los pastores; por ello la caridad pastoral es el criterio de discernimiento de un celibato fecundo y plenificante. 4. Algunas ayudas para vivir el celibato y recuperar su belleza Supuesta una asimilacin autntica de la riqueza de contenidos y significados del celibato consagrado, propongo a continuacin algunas ayudas, pistas, sugerencias para vivirlo serenamente y con creciente plenitud a partir de algunas consecuencias coherentes con esta asimilacin. Los lectores podrn ampliar, corregir, matizar cuanto aqu se propone. Como deca ms arriba, se trata de favorecer una reflexin concreta que ayude a revisar la vida y profundizar la propia opcin, entusiasmndonos con ella. Ante todo conviene recordar que nos movemos en el campo de la vida teologal; ...no todos pueden entenderlo... (Mt 19,11-12) deca Jess, hablando de los eunucos por el Reino. Si siempre fue as, mucho ms en nuestro tiempo se hace necesaria una experiencia de fe fuerte y convencida para abrazar esta opcin con entusiasmo. La experiencia confirma hasta qu punto una vida espiritual slida es condicin bsica para un celibato bien vivido (y tambin hasta qu punto el celibato bien vivido favorece la madurez espiritual). Slo quien se ha encontrado verdaderamente con Dios es capaz de descubrirlo como el Amigo, el Esposo, el Seor y est dispuesto a seguirlo hasta donde l quiera llevarle. Si es cierto que el celibato reclama una madurez humano-afectiva suficiente, no es menos cierta la necesidad de la madurez espiritual, que estimula, anima y da sentido a todo lo que implica el seguimiento radical del Seor. Tengo la impresin que en los ltimos tiempos hemos olvidado un poco esta segunda certeza. Sin una fe honda y comprometida no hay madurez humana ni apoyo psicolgico que alcance para asumir el celibato y enfrentar las dificultades que su vivencia concreta pueda depararnos. Por otra parte, hay

que tener mucha fe para perseverar en un camino tan a contrapelo del propuesto por una cultura hedonista e hipererotizada como la que vivimos. Un segundo elemento que conviene recordar es el espritu de renuncia: necesitamos del trabajo asctico para vivir el Evangelio en plenitud; se trata de una dimensin indispensable del Reino. El contexto de la cita de Mateo a la que aluda ms arriba es el Reino, ese nuevo orden de cosas que se establece a partir de la presencia salvadora de Jess entre los hombres. Jess alaba a quienes se hacen eunucos por el Reino. Conviene tener presente que los eunucos son castrados; esto nos habla de dolor, pobreza, marginalidad. Conviene tener presente, por tanto, que el celibato siempre supone un vaco, una ausencia, un deseo insatisfecho. En definitiva se trata de aceptar que nuestra condicin de clibes nos hace un poco bichos raros para la sensiblidad comn de la gente. Ms an, a menudo somos poco credos en nuestra fidelidad. Y bien, esto tambin nos identifica con Jess y con tantos carenciados afectivos, solitarios, pobres de algn modo, con los que a diario nos encontramos en nuestra vida pastoral. Es interesante trabajar esta relacin entre celibato y pobreza, a menudo pasada por alto. La vida asctica de un clibe se expresa en rasgos muy concretos caracterizados por la sobriedad, la austeridad, una cierta capacidad de silencio y soledad10, la mortificacin de pequeos (y no tan pequeos) gustos que saben a compensacin, etc. Tambin ser de gran ayuda para vivir bien el celibato un trabajo constante de conversin a la verdad; a la verdad de Dios y a la verdad de nosotros mismos; un trabajo constante por reconocer lo que somos (por libre opcin) y por obrar en consecuencia. En otras palabras se trata de crecer da a da en la sinceridad y la transparencia con uno mismo y con los dems, para no disfrazar intenciones, necesidades afectivas insatisfechas, autoestimas bajas que buscan compensaciones en lugares inadecuados. Este camino de conversin a nuestra propia verdad nos har reconocer y aceptar nuestras inmadureces, debilidades y pecados. As la verdad nos lleva a la autntica humildad que nos abre al don de Dios. Se trata de la humildad que sabe pedir ayuda y -cuando es necesario- perdn. Decamos ms arriba que el celibato no es pura negacin. El clibe ha sido invitado a amar apasionadamente y sin embargo con alguna frecuencia su imagen es la de un personaje solitario, un soltern hurao y malhumorado. Por el contrario, la imagen adecuada debera ser la del autntico enamorado. Para ello necesita cultivar una vida afectiva ordenada e intensa. Cultivo supone trabajo paciente, que necesita riego, poda frecuente (recordar lo dicho sobre la ascesis) y ritmo propio (nos vamos haciendo progresivamente clibes). La vida afectiva del clibe se despliega en distintos mbitos, cada uno con sus caractersticas, sus posibilidades, sus modos de expresin y sus lmites: los hermanos sacerdotes; la propia familia; los amigos de antes y de ahora; los feligreses (como tales, no como amigos...). Un lugar fundamental en el desarrollo de una vida afectiva intensa le cabe a la oracin. Tendemos a desconocer este aspecto de nuestra vida de oracin pero es imposible una relacin interpersonal genuina con el Dios vivo si nuestro dilogo con l no incluye la propia afectividad que adems- se enriquece con semejante interlocutor. Nos ayudar recordar el testimonio de algunos maestros de oracin para que nos animen a avanzar en esta direccin; basta mencionar dos ejemplos: San Juan de la Cruz y Carlos de Foucauld. Sus escritos revelan la intensidad de una vida afectiva totalmente orientada al Amado y -en l- a los hermanos. Un punto insoslayable de toda consideracin sobre el celibato sacerdotal es la especial atencin que merece la relacin del clibe con la mujer11. Me apresuro a aclarar que no se trata de misoginia sino de una mirada atenta y objetiva de la realidad: por que somos

sexuados, con todo lo que ello implica; y porque en la mayora de los casos son nuestras ovejas ms habituales. Me parece que se hace necesario encontrar un nuevo equilibrio. Ya no existen supuestas defensas, que en algn momento pueden haber resultado de utilidad, pero que hoy resultan de una distancia inhumana y artificial. Debemos reconocer que, a menudo, en la bsqueda de una relacin acorde a los tiempos se cae en una cercana ingenua y en cierto sentido tambin artificial, ya que no responde a nuestra verdad ms profunda de consagrados. La bsqueda de este nuevo equilibrio requiere mucho realismo y una gran prudencia; lucidez y transparencia en las motivaciones propias y de la otra parte; conciencia de lo singular de nuestra condicin de clibes, que nos da acceso a una intimidad poco comn en un mundo de incomunicados; una gran sobriedad en los gestos en tiempos de una excesiva expresividad corporal (no se puede desconocer la trascendencia del lenguaje gestual). Finalmente hay que sealar el lugar de nuestras comunidades en relacin al tema que nos ocupa. Todos somos testigos del bien inmenso que los pastores recibimos de ellas en muchos rdenes: ejemplos de entrega y servicio, fidelidad heroica de tantos matrimonios, coherencia de vida de laicos y consagrados, consejos oportunos, apoyo humano y espiritual, etc. Tambin a la hora de vivir nuestro celibato en plenitud es mucho lo que podemos recibir de nuestras comunidades. Ante todo el ireemplazable servicio de la oracin, como veamos ms arriba. Adems el apoyo humano y afectivo y la palabra clida pero firme que nos ayuda a descubrir nuestros yerros. En este contexto es necesario brindar formacin a nuestras comunidades sobre el celibato; ellas tienen derecho y necesidad de descubrir las motivaciones ms profundas del mismo, para apreciar nuestra opcin, para apoyarla y cuidarla. Hay que reconocer que en nuestro tiempo el celibato no es un bien suficientemente conocido y valorado por el comn de la gente; ello requiere una catequesis clara y concreta que favorezca el descubrimiento de su belleza no slo para nosotros, los pastores, sino tambin para los fieles, beneficiarios de nuestra entrega. __________ Seguramente se podran seguir apuntando muchas cosas sobre un tema tan amplio y comprometedor. Basten estas pginas si sirven para favorecer en quienes las lean el deseo de pensar, rezar y dialogar, pero sobretodo si favorecen la gratitud y el deseo de corresponder a este don precioso de Dios para su Iglesia.

Notas
1. 2.

3. 4.

5.

6.

Cencini, Amedeo: Por amor, con amor, en el amor. Libertad y madurez afectiva en el celibato consagrado; Sociedad de Educacin Atenas , Madrid 1998; p. 157. Sobre esta Encuesta se puede consultar el N 28 del Boletin OSLAM (Organizacin de Seminarios de Amrica Latina) dedicado ntegramente a comentar los resultados de la encuesta desde distintas perspectivas. PDV 29; citado ms arriba A este fin resultar de gran provecho la lectura de la comunicacin de Joaqun Martn Abad en el Congreso de Espiritualidad Sacerdotal, organizado por la Comisin Episcopal del Clero (Espaa-1989), titulada Celibato consagrado, publicada en Espiritualidad Sacerdotal, EDICE, Madrid 1989, pp.389418 y tambin en Pastores N 7 (diciembre de 1996) pp.41-58. Este es el tema desarrollado por el P. Amedeo Cencini en el artculo publicado en este mismo nmero de Pastores. Presbyterorum Ordinis 16

...El sacrosanto Snodo, por tanto, ruega no slo a los sacerdotes, sino tambin a todos los fieles, que amen de todo corazn este precioso don del celibato sacerdotal y que todos pidan a Dios que conceda abundantemente este don a su Iglesia.(PO 16) 8. Sobre las etapas de la vida ministerial se puede consultar con gran provecho los artculos: Crecer como personas para servir como pastores y Madurar espiritualmente durante toda la vida, de Mons. Juan Mara Uriarte, publicados en el n 6 y n10, respectivamente, de Pastores. 9. ...El que dice: amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. Cmo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?. Este es el mandamiento que hemos recibido de l: el que ama a Dios debe amar tambin a su hermano... (1 Jn 4, 20-21) 10. La relacin entre celibato y soledad merece una consideracin aparte por varios motivos. Ahora me limito a recomendar la lectura del artculo Soledad habitada, de Mara Luisa efele, publicado en este mismo nmero de Pastores. 11. Una interesante aproximacin a este tema nos ofrece el artculo El sacerdote y la mujer de Elena A. de Scasso, publicado en Pastores N 4 (diciembre 1995) pp.27-32.

7.

EL CELIBATO SACERDOTAL Mons. Bernardo Witte, omi (Concepcin - Pcia. de Tucumn) El sacerdote, clibe pero sexuado, procura descubrir serenamente por intermedio del tema sexo su identidad como Ministro de Dios, como persona y como varn. Por cierto, el celibato es frecuentemente manoseado y cuestionado, ridiculizado y rechazado como si fuera inhumano. Generalmente los sacerdotes y religiosos nos sentimos inhibidos de conversar sobre el tema, tratndose de un rea grandiosa y delicada, ya que abarca la misteriosa y maravillosa vida que Cristo mismo vivi y aconsej, precisando: Habr quienes renuncian al matrimonio por amor al reino de los cielos. Pocos son los creyentes que interpretan desde las pginas del Evangelio este consejo del Divino Maestro. Pareciera que muchos bautizados desconfan de nuestra sinceridad, otros ni siquiera creen en la posibilidad de poder vivir alegre y servicialmente el celibato con su exigente continencia. La misma es un misterioso estilo de vida sacerdotal, porque el celibato es la lgica de la consagracin total a Cristo y su Iglesia. Celibato y sexo Me permito formular la pregunta: por qu evadimos el tema sexo y sobre todo el mbito del celibato? En primer lugar, probablemente por pertenecer a un ambiente cultural donde el tema sexo era tab. Adems, por tratarse de una opcin ntima, religiosa y personal, considerada una mstica nupcial virginal sacerdotal, poco explicada y menos an tratada en la vida cotidiana. Indudablemente escasean las oportunidades adecuadas para enfocar este tema, ya que es exclusivamente comprensible desde la adhesin radical al Evangelio que menciona el tema por amor al reino de los cielos. Adems no quisiramos tirar el sagrado mbito de la virginidad consagrada a los cerdos; es decir que un santo pudor nos frena a verter la castidad consagrada en el tobogn del mundo erotizado, el cual no valora ni la dignidad del sexo ni aprecia la castidad perfecta por amor al reino de los cielos. No obstante, analizamos esta visin eclesial con evanglica transparencia desde hace tiempo en el movimiento Encuentro matrimonial, al cual le estamos muy agradecidos, porque recuperamos un vocablo para muchos integrantes del movimiento que genuinamente anima a tratar con naturalidad y confianza esa valiente opcin de vida. Adems orienta a compartir el delicado aspecto con sabia altura que dignifica, libera y santifica. Cmo nos vemos como sacerdotes ante la mujer? Con sincero afecto doy gracias a Dios por haber nacido en una familia campesina, pobre y piadosa. ramos diez hermanos. Una hermana est sirviendo al Seor desde hace 50 aos como misionera en frica. Nuestro ambiente familiar era difano, la educacin cristiana, equilibrada y firme con los vocablos de fe y trabajo, sudor y rigor, alegra y esperanza. Desde los 9 aos de edad perciba la vocacin al sacerdocio. Quera ser misionero oblato. Por la piadosa educacin eclesial y familiar me senta orientado hacia una

entraable devocin a la Virgen Santsima y a la Iglesia. Me senta atrado por el ideal de la vida religiosa que observaba en mi ta, una religiosa, y mi to, un religioso. Me maravillaba el aspecto de las vestimentas, pero sobre todo me impactaba el carcter alegre y transparente de ambos, que irradiaban alegra, pureza, honestidad. Nuestra buena madre nos orientaba a considerar en cada mujer una hermana de la Virgen Santsima. En la pubertad me habl la buena madre con ternura y franqueza. Aseguraba, diciendo palabras inolvidables y solemnes: La procreacin est reservada exclusivamente al matrimonio. Mantngase puro como tu padre y yo, que llegamos vrgenes al matrimonio. Esta es la moral cristiana. Me aconsej rechazar las tentaciones, malos pensamientos y sensaciones desordenadas mediante jaculatorias y la frecuente recepcin de los sacramentos. La misma sugerencia me recomendaba el tan estimado anciano sacerdote P. Arnoldo, motivo por el cual se me grab en la memoria y conciencia como un remedio y modo operativo de toda la vida. El tiempo del servicio militar, la breve experiencia blica y la dura escuela de dos aos de cautiverio reafirmaron la irrevocable validez del sabio consejo materno. Vida misionera en un ambiente machista Cuando llegu a Formosa, en el ao 1955, como joven misionero oblato, me sent choqueado y sorprendido por el deplorable concepto sobre el sexo y matrimonio. Nadie pareca creer ni remotamente en la posibilidad de una castidad perfecta. En una palabra: se desconfiaba de m, de mis sentimientos y conducta ms ntima en la asumida fidelidad al celibato. Senta la desvalorizacin y desconfianza de algunos miembros de la comunidad respecto a mi condicin de sacerdote y religioso, como si yo brindara una entusiasta propaganda de la devocin popular a la Virgen Pursima como oblato de Mara Inmaculada. No obstante, hall algunos feligreses que me animaban y confiaban en la sinceridad de mi sacerdocio. Con humildad y gratitud confieso que me mantuve siempre firme y fiel en mi compromiso e identidad sacerdotal oblata, mediante la oracin, confesin habitual, vida espiritual y consciente ascesis con sacrificios y penitencias. De alguna manera, sin embargo, se anid en mi corazn un cierto temor ante la mujer. Por ello surgi una permanente cautela y un estar a la defensiva, ms bien una actitud de celosa desconfianza hacia la mujer. Yo creaba distancias, las cuales, equivocadamente, consideraba imprescindibles para proteger mi vocacin en medio de una sociedad machista. Ante la festejada y siempre cantada atraccin femenina capaz de seducir los corazones ms fuertes, por un lado me indignaba, y por el otro procuraba aumentar la oracin y vida espiritual. Nunca pude aprobar interiormente los crispantes chistes verdes. No pocas veces me han herido indirectas sobre ciertos escndalos de personas clibes. Siempre me refugio en tales situaciones en la amada oracin: Bendita sea tu pureza... Matrimonio y virginidad La virginidad y el celibato por el reino de los cielos no slo no contradicen la dignidad del matrimonio sino que la presuponen y la confirman. El matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el nico misterio de la alianza de Dios con su pueblo. Cuando no se estima el matrimonio, no puede existir

tampoco valoracin de la virginidad consagrada. Cuando la sexualidad humana no es considerada como un gran valor donado por el Creador, pierde significado la renuncia por el reino de los cielos. En la virginidad el hombre est a la espera, incluso corporalmente, de las bodas escatolgicas de Cristo con la Iglesia, dndose totalmente a ella con la esperanza de gozar de la plenitud de la vida en Cristo. La persona virgen anticipa as en su carne el mundo nuevo de la resurreccin futura. Los esposos cristianos tienen el derecho de esperar de las personas vrgenes el buen ejemplo y el testimonio de la fidelidad a su vocacin hasta la muerte. As como para los esposos la fidelidad se hace a veces difcil y exige, por lo tanto, sacrificios y esfuerzos, renuncias y mortificaciones, tambin puede ocurrir en las personas vrgenes. La fidelidad de los sacerdotes debe edificar vivamente a los esposos. En la estima y valoracin mutua encontramos una maravillosa medicina de origen divino. Sacerdocio y pastoral familiar Desde la devocin mariana y desde la doctrina y conviccin sobre la dignidad de la mujer, he asumido con gozo y permanente lucha mi celibato y a su vez la tarea de pastoral familiar, especialmente en numerosas reuniones y retiros con miembros del apreciado Encuentro matrimonial. Expreso la gratitud y admiracin al divino Creador por haber confiado al ser humano la capacidad de participar desde el amor en la potencia creadora del sexo, la cual permite continuar la creacin mediante la paternidad y maternidad humana. Resulta necesario mencionar gratamente la exaltacin del rol de la mujer como madre tierna y portadora de la nueva vida. Expreso el hondo y sentido dolor por la omnipresencia del erotismo que propaga la degradacin de la mujer como puro objeto de placer. Siento y deploro el vergonzoso y denigrante machismo generalizado. A veces me invade el miedo de poder caer en las trampas del tentador, traicionando mi palabra empeada, deplorando profundamente la innegable peligrosidad de la concupiscencia de la carne. A veces percibo hasta bloqueos por estos motivos frente a la mujer. Esta situacin me inhibe de hablar con originaria sencillez y sinceridad con ellas. A veces percibo barreras infranqueables que impiden el dilogo con apertura y sencillez. A veces se me escapan gestos imprudentes, porque provienen de la autosuficiencia y del pecado de la superioridad. Anhelo crecer en la amistad fraternal con sacerdotes y matrimonios. En las agradables reuniones de Encuentro matrimonial siento el valor y la riqueza del aprecio mutuo, el gozo de servir a innumerables hogares y a mi Iglesia, que es mi esposa. As crece el sano optimismo y la firme seguridad en la paz y el equilibrio interior. Relacin esponsal El apstol Pedro se sinti interpelado por la triple pregunta: Pedro, me amas? La respuesta era toda una declaracin de amor: S, Seor, t sabes todo, tambin sabes que te amo. Esta valiente afirmacin, que el fiel apstol sell con la sangre, es su desposorio para permanecer fiel en el amor al Seor. La misma entrega de Cristo a la Iglesia es la medida de su oblacin esponsal y la de los apstoles, sacerdotes y religiosos de todos los tiempos.

La irrevocable amistad o mstico desposorio, requiere la inapelable disponibilidad de beber el cliz, de correr la misma suerte del Buen Pastor: cruz, persecucin, lucha fatigosa, entrega y sacrificio. En esta visin expreso mi sacerdocio y mi masculinidad en la entrega irrevocable al pastoreo a ejemplo de Jess el Buen Pastor. No es fcil adquirir el dominio sobre las emociones. Como sacerdotes, varones y pecadores, deploramos y combatimos incansablemente las incitaciones por malos deseos, sueos y concupiscencias. Esta realidad significa luchas y tensiones que a su vez permiten hallar la energa para vivir el espritu de las bienaventuranzas, con su objetivo ideal, porque sern felices los puros de corazn dado que vern a Dios. Esto implica apuntar hacia el gran ideal de comportarnos puros en la intencin, en la rectitud de corazn, en medio de tentaciones. Al asumir esta realidad evitamos el miedo de conversar con personas del sexo opuesto y logramos la libertad interior de tratar temas delicados con prudencia y delicadeza. Cmo puede ser amado y debera amar el sacerdote? La respuesta es precisa: hemos de alcanzar la actitud de Cristo e imitar su postura. l conversaba con frecuencia y sorprendente naturalidad con mujeres. Evoco su conversacin con la samaritana en el pozo de Jacob, donde los apstoles se sorprendieron al verlo conversar con una mujer. Tambin la mujer hemorroisa toc al Seor y qued en el acto sanada. A Cristo nadie podra acusarle de un pecado. l era puro y transparente por excelencia. Nos advierte: El que mira a una mujer para poseerla, ya est cometiendo adulterio en su corazn. He aqu una consoladora afirmacin: S, el celibato es posible, el divino Maestro nos llam confiadamente y nos capacita con su divina gracia para imitarlo, porque l mismo lo vivi y lo aconsej! Nadie puede vivir sin amor, seala la antropologa, la ley y la mstica cristiana. Cuando Jess revela el ideal del celibato, concluye: El que pueda entender, que entienda! Roguemos incansablemente, de rodillas y con esperanza, para vivir con humildad alegre y esperanza confiada nuestro evanglico y valioso celibato, que guardamos en vasijas de barro! Animmonos mutuamente para vivir y defender en nuestra erotizada sociedad permisiva los grandes ideales de Cristo Jess, confiando alcanzar en los corazones de los padres de familia y de los jvenes la comprensin misteriosa del celibato!

ENCUENTROS PERIDICOS DE SACERDOTES (DIVERSAS EXPERIENCIAS DE LA DICESIS DE RAFAELA) Nuestra experiencia de retiros espirituales mensuales Somos el P. Fabin Alesso (seis aos de sacerdocio) y el P. Gustavo Zurbriggen (nueve aos de sacerdocio). Comenzamos esta experiencia en marzo del ao 1993, uno recin ordenado dicono y el otro con dos aos de sacerdocio. Desde esa poca nos encontramos siempre una vez por mes, todos los meses, con excepcin de enero y febrero. La motivacin es el deseo de continuar con la prctica de los retiros espirituales mensuales iniciada en el seminario de Crdoba y de compartir, como sacerdotes amigos, nuestra vida de oracin, nuestro camino sacerdotal y nuestro deseo comn de progresar en la identificacin con Jess. En definitiva, siempre estuvimos absolutamente convencidos de la necesidad de compartir la interioridad con alguien, para ayudarnos a ser mutuamente fieles a la vocacin que hemos recibido. Creemos que slo se puede ser alegremente fiel cuando se camina con un hermano... aguantar, quizs se pueda lograr solo, pero no creemos que sea fcil alcanzar una fidelidad gozosa con una espiritualidad individualista. En cuanto a metodologa, al comienzo de cada ao agendamos un lunes de cada mes para el retiro mensual y nos comprometemos a no tocar esa fecha. Nos reunimos en la Abada Nuestra Seora de la Esperanza (Rafaela) alrededor de las 9 hs., compartimos el rezo de Laudes y del Oficio de Lecturas, uno de los dos presenta el material que eligi para la oracin de ese da -lo hacemos una vez cada uno-. Hemos usado textos del Cardenal Martini, del P. Segundo Galilea, del P. Cantalamessa entre otros. Este ao optamos por tomar un libro al comienzo del ao y seguirlo de corrido, un captulo cada mes. A las 11,30 hs. celebramos la Eucarista, junto a la comunidad de monjas, unida al rezo de la hora Sexta. Esta Misa es invariablemente sin homila, de manera que nada distraiga la oracin de la maana. Luego del almuerzo y la siesta cada uno retoma su oracin personal. A eso de las 19,30 hs. nos juntamos para compartir la oracin del da y, desde ella, nuestra vida personal. Celebramos el Sacramento de la Reconciliacin y terminamos compartiendo el rezo de Vsperas. Los frutos que vemos son: haber incorporado esta prctica de oracin mensual a lo ordinario de nuestro camino de espiritualidad sacerdotal (consideramos este da al mes como algo normal para un sacerdote diocesano que quiere alimentar constantemente su respuesta al Seor);el haber profundizado una amistad sacerdotal que nos lleva a comunicarnos en el mbito de la vida espiritual... Nos acompaamos mutuamente y hemos crecido en confianza, en deseos de santidad; hemos cultivado la oracin y estamos descubriendo las riquezas de la espiritualidad del sacerdote diocesano. Creemos que en todos estos aos de camino espiritual compartido, hemos crecido espiritualmente ms de lo que habamos crecido en todos los otros aos de nuestra formacin espiritual. La historia de nuestros encuentros Somos Jos Luis Riberi y Hugo Santiago, tenemos catorce y quince aos de sacerdocio respectivamente, comenzamos a reunirnos una vez por mes cuando estbamos en el Seminario, entre tercero de filosofa y primero de teologa junto con Rubn Funes, que despus dej el seminario, y Gustavo Lubatti, que hoy tiene diez aos de sacerdocio.

Despus se agregaron Enrique Monay (once aos de sacerdocio), que actualmente est como misionero en la dicesis de Xai Xai en frica, y Daniel Varayoud (once aos de sacerdocio). Estos ltimos haban hecho la filosofa en el Seminario de Azul y vinieron a Crdoba -donde estudibamos el resto de los seminaristas rafaelinos- a hacer la teologa. El objetivo de ese encuentro mensual era claro: buscar un lugar tranquilo, rezar con el tema que uno preparaba para todo el grupo de manera rotativa, descansar y a la tarde compartir el tema rezado y nuestra vida, ya que el Seminario de Crdoba tena muchos seminaristas, en ese tiempo unos ciento sesenta. Si bien nos reunamos mensualmente con los dems seminaristas de Rafaela, esta salida mensual que compartamos tena el objetivo de rezar y compartir la vida desde la fe y la oracin, buscando una relacin ms personalizada, una amistad ms profunda en el marco de la misma vocacin que nos una. Fueron cuatro o cinco aos compartidos intensamente. Sin embargo, dejamos estas reuniones con la ordenacin sacerdotal, porque, al estar en distintos aos del Seminario, no nos ordenamos juntos. A esto se agreg el factor de las distancias de nuestra dicesis; estbamos en distintas parroquias distantes entre s. No abandonamos del todo las reuniones pero se fueron haciendo espordicas hasta desaparecer. Pero despus de algunos aos sentimos la necesidad de juntarnos de nuevo. Comenzamos compartiendo la pesca o simplemente un da de descanso con un momento de oracin. Retomamos esta experiencia Jos Luis, Daniel, Hugo y se sum Jos Mara Stucky (diez aos de sacerdocio). Sin embargo, si bien nos serva, este nuevo tipo de encuentro no terminaba de satisfacernos. Pas de nuevo un tiempo y este ao Jos Luis y Hugo decidimos reencontrarnos un da una vez por mes junto con Antonio Grande (veinte aos de sacerdocio) y Carmelo Greco (dieciocho aos de ordenacin sacerdotal), fundamentalmente para rezar y compartir la vida. Tenemos grandes esperanzas en estos encuentros que de nuevo significan la opcin y la decisin de priorizar un da mensual con esa finalidad, dejando otras cosas, y defenderlo de toda tentacin, sobre todo del trabajo pastoral sobredimensionado que no da tiempo para la fraternidad y la oracin compartida. Un grupo de estudio y fraternidad En nuestro grupo participamos los siguientes sacerdotes: Hctor Casale (ocho aos de sacerdocio), Oscar Sara (once aos de sacerdocio), Jos Mara Mezzabarba (cinco aos de sacerdocio), Fernando Olivero (cuatro aos de sacerdocio), Marcelo Ferrero (cinco aos de sacerdocio), Nery Zbrun (diez aos de sacerdocio) y Jos Mara Stucky (diez aos de sacerdocio). Nos reunimos cada dos meses. El grupo nace con la inquietud de estudiar algunos temas de moral, aunque con la intencin de tener en la jornada momentos de oracin y fraternidad. De este modo, en la maana rezamos, meditamos la Palabra, compartimos experiencias de nuestras tareas pastorales y la tarde la dedicamos ms bien al estudio, leyendo y comentando artculos y documentos de inters comn. Estos encuentros nos ayudan a crecer espiritualmente y en fraternidad sacerdotal. El inconveniente que estamos afrontando es que no siempre nos resulta fcil encontrarnos debido a las distancias y a la falta de tiempo. Experiencia de retiros mensuales

Esta experiencia tiene su origen en el Seminario, ya que desde primer ao de filosofa comenzamos con los retiros mensuales, que fueron formando en nosotros un especial gusto por esos das de encuentro, en el silencio y en la oracin, con el Seor que iba madurando nuestro corazn, camino al sacerdocio. Terminado el Seminario, en nuestro primer aterrizaje en la dicesis de Rafaela como aclitos, dado que estudibamos en Crdoba, comenzamos a sentir la ausencia de este espacio, ausencia que reclamaba una respuesta. Poco a poco y con el testimonio de otros sacerdotes, comenzamos a caminar con nuestros retiros mensuales: primero como aclitos, luego como diconos y ahora como sacerdotes. Gracias a Dios, perseveramos en la bsqueda del silencio como espacio propicio para escuchar la voz del Seor, alimentar nuestra espiritualidad y profundizar en la fraternidad sacerdotal. El grupo est integrado por el P. Fernando Sepertino, el P. Gustavo Montini y el P. Ral Massini. Hace tres aos que nos ordenamos sacerdotes. Nuestros retiros son mensuales y los hacemos en la Abada Nuestra Seora de la Esperanza, de las monjas benedictinas. Como fruto, queremos compartir con ustedes que estos Retiros nos regalaron y nos regalan muchos beneficios: nos ayudan a detenernos, a mirar las cosas cotidianas con distancia, a mirarnos vindolo al Seor. Nos estn ayudando a tratar de vivir un sacerdocio serio y profundo. En este caminar los tres vamos compartiendo nuestras vivencias, nuestros problemas, nuestras bsquedas... siempre abrigados en un clima de encuentro y de amistad, rogando al Seor auxilio para poder amar, cuidar y ahondar en este don inmenso del sacerdocio. Tambin queremos destacar como fruto de estos retiros la vivencia del Sacramento de la Reconciliacin entre nosotros; les aseguramos que nos ayuda muchsimo mirarnos el uno al otro como sacerdote, ministro de la misericordia y la ternura del Padre Dios. Gracias a este confesarnos, nuestra relacin creci y se afianza, podemos decir que acrecent nuestra amistad sacerdotal. Entendemos que la amistad sacerdotal, junto con la oracin y el acompaamiento espiritual, son los pilares fundamentales con los que alimentamos y sostenemos nuestro ministerio presbiteral. Sinceramente, a veces nos resulta complicado hacernos y cuidar este espacio de encuentro; los reclamos de la gente, el hacer, son tentaciones que nos golpean a la puerta e intentan sembrar dudas y falsos cuestionamientos. Pero para nosotros estos retiros mensuales son espacios innegociables. Queremos ser sacerdotes de Jess para su pueblo, y para ello necesitamos estar con l. En el Padre que nos ama, un abrazo y hasta siempre. Grupo de alabanza y fraternidad Somos Idelso Re (cuarenta y dos aos de sacerdocio), Elvio Mautino (cuarenta y dos aos de sacerdocio), Miguel Cerminatto (trece aos de sacerdocio), Roberto Barn (diecinueve aos de sacerdocio), Antonio Navarro (veintitrs aos de sacerdocio), Faustino Torralbo (treinta y cinco aos de sacerdocio). Comenzamos nuestras reuniones en el mes de mayo de este ao y nos reunimos una vez por mes en una casa. Por la maana exponemos el Santsimo Sacramento y hacemos fundamentalmente oracin de alabanza y accin de gracias. Tambin compartimos nuestra vida sacerdotal en el marco de esta oracin. Luego compartimos el almuerzo.

Sentimos que estos encuentros nos ayudan en las dos dimensiones descritas: en una actitud de alabanza y accin de gracias por tantos dones que nos regala el Seor, especialmente el sacerdocio, y crecemos en fraternidad desde una dimensin tan profunda como es la oracin. Encuentro de todos los sacerdotes de la dicesis Tres son los encuentros anuales de un da que se suman a la semana de pastoral y de retiro anual que tenemos todos los sacerdotes de la dicesis. Estas tres jornadas comenzaron despus del encuentro nacional para responsables del clero realizado en La Falda (Crdoba) los das 3 al 7 de junio de 1996, al cual asistimos dos sacerdotes. Antes las reuniones eran ms espordicas. De esta semana nos trajimos material de trabajo y propusimos a todos los sacerdotes reunirnos peridicamente. Decidimos reunirnos un da tres veces al ao. Esa jornada qued programada de este modo: aproximadamente a las 10 de la maana celebramos la misa con homila compartida. Despus, una reflexin dada por cualquiera de los sacerdotes, una hora de oracin personal, y el asado, al medioda. Luego de un breve descanso y un partido de ftbol, por la tarde nos reunimos por edades, de la siguiente manera: de uno a cinco aos, de seis a quince aos, de diecisis a treinta aos, y los de ms de treinta aos de vida sacerdotal. Estas reuniones funcionaron bastante bien y de manera ininterrumpida por un tiempo. Luego fueron decayendo un poco. Ahora tenemos una propuesta para enriquecer estas tres jornadas anuales: en el ao 2000 desarrollaremos temas de espiritualidad contempornea tales como las corrientes de vuelta a las fuentes y de apertura al mundo que prepararon el Concilio Vaticano II, la sntesis del Concilio y cmo evolucion la espiritualidad despus del Concilio hasta nuestros das. Trataremos de ver los signos de los tiempos que surgen de estos eventos y si nuestra pastoral responde a esos signos. Compartiremos charlas y testimonios al respecto. Este proyecto ha sido aceptado por todos los sacerdotes. Tenemos esperanzas de que sacaremos provecho pastoral y espiritual de estas jornadas. Somos conscientes del valor formativo de estos encuentros, desde el punto de vista pastoral y espiritual. Estas reuniones de todos los sacerdotes, a diferencia de los encuentros de grupos formados por afinidad, estn motivadas en el hecho de que pertenecemos a una misma dicesis y estamos unidos por una fraternidad sacramental, que alimentamos al reunirnos por decisin unnime. As respondemos a PDV 70 que presenta la formacin permanente como una opcin consciente y libre que impulse el dinamismo de la caridad pastoral y del Espritu Santo, que es su fuente primera y alimento continuo. A la vez alimentamos nuestra espiritualidad sacerdotal ya que, como dice PDV 31, la pertenencia y dedicacin a la Iglesia particular tiene un valor espiritual, ya que esa pertenencia no se debe slo a razones organizativas o jurdicas sino que forma parte fundamental de la espiritualidad del sacerdote diocesano. La organizacin de estas jornadas qued pactada de esta manera: a las 9,30 hs. comenzaremos con la misa; 10,30 hs.: desarrollo del tema y testimonios de sacerdotes con relacin al mismo. A las 13,00 hs el almuerzo, luego recreacin y tiempo libre. A las 16 hs. reunin por grupos para compartir la vida sacerdotal y a las 18 hs. una hora de adoracin al Santsimo. Las propuestas de la tarde son ms libres, para no estructurar tanto el da.

De esta manera, podramos decir que providencialmente estamos tratando de vivir en el presbiterio la unidad pluriforme de la Iglesia: conservamos un equilibrio entre reuniones por afinidad y reuniones que expresan la apertura y el encuentro de todos los que formamos un solo presbiterio por la ordenacin sacerdotal y la pertenencia a una misma dicesis. Se percibe que para enriquecer este equilibrio tpico de la unidad eclesial, los dos tipos de reuniones son necesarias. Sacerdotes de la dicesis de Rafaela, noviembre de 1999.

RECENSIONES MADUREZ SACERDOTAL Y RELIGIOSA UN ENFOQUE INTEGRADO ENTRE PSICOLOGA Y MAGISTERIO Dr. Gastn de Mezerville CELAM, Coleccin Autores N 24, Bogot, 1999, Tomos I y II (353 y 410 pg.) El Dr. Gastn de Mezerville, costarricense, laico, casado, padre de tres hijos, de larga y activa participacin en grupos apostlicos, es Doctor en Orientacin Psicolgica de Rehabilitacin de la Universidad de Michigan (EEUU) y profesor en la Universidad de Costa Rica. Su labor como orientador psicolgico y profesor de psicologa desde 1985 en el Seminario Central de San Jos le ha permitido entrar en contacto personal con los seminaristas y conocer de cerca el proceso formativo que se les ofrece en el Seminario. En la dcada de los 90, invitado por el DEVYM-OSLAM (Departamento de Vocaciones y Ministerios y la Organizacin de Seminarios Latinoamericanos del CELAM) ha brindado una veintena de cursos de una semana sobre madurez humana a formadores de seminarios de toda Latinoamrica, como as tambin ha impartido numerosos cursos para religiosos y religiosas en el rea centroamericana. De esta manera ha logrado una interesante visin psicolgica sobre la formacin y la vida sacerdotal y religiosa, por medio del dilogo que se propicia en este tipo de encuentros. De aqu parte un trabajo de investigacin y anlisis, que procura integrar planteamientos afines, propuestos por la psicologa y el magisterio eclesial conciliar y postconciliar, con el fin de lograr una reflexin unificada sobre los elementos esenciales que definen la madurez humana, cristiana y de la vida sacerdotal o consagrada. El desarrollo temtico de la obra va desde un anlisis sobre la madurez del cristiano y del aspirante a la vida ministerial, pasando por unas propuestas para formacin de seminaristas y novicios sobre todo en una vivencia psicolgicamente sana del celibato y la fraternidad, hasta un enfoque pastoral-psicolgico de la madurez de sacerdotes y religiosos. El marco psicolgico de este trabajo est puesto desde el comienzo, basando el desarrollo de los temas en Erik Erikson y Vctor Frankl. As, con Erikson y Frankl ...se puede afirmar que una persona madura es aquella que, al considerarla en un momento determinado de su vida, va desarrollando un sano sentido de identidad, un clido sentido de pertenencia y fraternidad con sus semejantes, y un slido sentido de misin como significado de su existencia(pg.31-32). La Primera Parte (cap. 1 y 2) aborda la madurez del cristiano. La Segunda Parte (cap.3, 4, y 5) trata sobre la madurez del novicio o seminarista. Y la Tercera Parte (cap. 6 al 10) profundiza en la madurez del sacerdote o religioso. Se retoman aqu los conceptos de identidad, intimidad y generatividad de Erikson, asocindolos con otros parmetros de madurez, propuestos por la psicologa y el Magisterio, en las dimensiones humana, ministerial y formativa. A nivel humano, se presentan tres procesos, desarrollados por el autor, en las reas de la autoestima, el afecto y la adpatacin al estrs, que permiten correlacionar la madurez con el buen ajuste a la vida, en todo lo concerniente a la relacin de la persona consigo misma,

con los dems, y a su manera de enfrentar los desafos y demandas que le plantea la existencia. A cada uno de estos niveles se profundiza tambin en la esfera psicosexual, definindose la madurez como el logro gradual de una adecuada identidad, mutualidad e integracin psicosexual, en las reas cognitiva, emocional, social y moral de la personalidad. Asimismo, al considerarse la madurez integral del sacerdote, religioso y religiosa, se asocian los sentidos de misterio, comunin y misin, a nivel ministerial, con la experiencia de un celibato satisfactorio, mediante un apropiado equilibrio entre la vivencia de una soledad apacible, de una interaccin afectuosa y de una misin realizante. El estilo gil y pedaggico del Dr. de Mezerville no se agota en la exposicin de los temas, ya que al final de cada captulo se incluye una serie de preguntas de autorreflexin, con lo que se pretende ofrecer al lector la oportunidad de aplicar a su propia vida los conceptos de madurez ms importantes tratados en el texto. Adems, son de gran utilidad los Anexos 1, 2 y 3. El tercero ofrece una gua de estudio anual sobre la madurez sacerdotal y religiosa con metodologa, cronogramas y contenidos, en tres opciones: para laicos, seminaristas y novicios la primera, para sacerdotes, religiosos y religiosas la segunda y para formadores o superiores la tercera. Si bien concebida en un comienzo como un aporte a los formadores en los Seminarios, fue un gran acierto del autor no quedarse en esa sola perspectiva. Si consideramos que la formacin sacerdotal es un nico proceso que va de la pastoral vocacional pasando por el seminario hasta la vida y el ministerio todo del presbtero, y que la madurez no es algo esttico sino en continuo desarrollo, apreciaremos en esta obra un instrumento excepcional para la formacin sacerdotal permanente, ya sea para el estudio y aprovechamiento personal, ya sea para los responsables y acompaantes del clero. Pbro. Carlos A. Degiusti (Resistencia)

ROSTRO Y CANTO. TERESA DE LISIEUX COMO TEOLOGA AA.VV. Centro Salesiano de Estudios San Juan Bosco, Buenos Aires, 1999. 284 pgs. Teresa de Lisieux es, posiblemente una de las santas ms queridas y populares por estas latitudes. Incluso los detalles de su corta y sencilla vida son conocidos por nuestro pueblo, que experimenta una atraccin difcilmente explicable por esta monja carmelita. Su difusin y la cantidad de publicaciones referentes a ella, muchas de ellas aparecidas en torno al centenario de su muerte, nos podran hacer pensar que nada nuevo puede decirse, que nada original podra escribirse. Esta presuncin se desvanece al encontrar en nuestras manos el estudio que nos ocupa: algo nuevo, profundo y bello, se nos est diciendo sobre la carmelita francesa. La novedad, profundidad y belleza de esta obra se deben no slo al nivel de sus autores: Cecilia Avenatti de Palumbo, Virginia R. Azcuy, Silvia J. Campana, Eduardo de la Serna, Conrad De Meester, Lucio Gera, Pablo Scervino, Johannes Schiettecatte y Andreas

Wollbold (la mencin de estos nombres nos exime de los merecidos elogios a los colaboradores), sino sobre todo al amor a la santa que se trasunta de sus respectivos estudios. As es, estas pginas nos confirman que el amor siempre es capaz de brindar luz sobre lo amado, de manera de hacerlo cada vez ms y mejor conocido. La intencin y estructura del libro se encuentran expresados en las primeras lneas de su introduccin: Esta obra representa un acortamiento de distancias entre la teologa y la espiritualidad (...) las reflexiones que siguen intentan ampliar la perspectiva y dar algunas orientaciones que ayuden a comprender la existencia de Teresa de Lisieux como teologa... (pg. 13). Tal como lo refieren los autores, ellos quieren mirar a Teresa y reflexionar sobre su vida, desde la perspectiva de Hans U. Von Balthasar, quien propone considerar la vida de los santos, como existencias teolgicas sin separar teologa y espiritualidad: Si la teologa est llamada a revelar los secretos de Dios y proclamar su Reino, la vida de los santos es parte central de su contenido, es una obra de arte y una parbola viviente (ibid). La visin Balthasariana que propone recomponer la unidad perdida entre teologa y espiritualidad, all por el siglo XIV, articula las colaboraciones: esttica teolgica, teodramtica y teologa. En la esttica es destacable la colaboracin de Cecilia I. Avenatti de Palumbo, quien revela en su estudio su profundo conocimiento de la esttica teolgica de Balthasar y su amor por la santa; estudio seguido en esta primera parte, denominada Rostro entraable por Conrad De Meester, conocido teresianista a nivel internacional y por el anlisis potico del smbolo de la Rosa en Teresa, que nos entrega Pablo Scervino. La Segunda Parte Ternura Infinita es inaugurada por Virginia Azcuy, quien nos ilumina respecto a la figura de Teresa, mostrndonos la fortaleza y el genio de esta gran mujer, para quien lo de Teresita, slo cabe en cuanto diminutivo carioso. El agudo anlisis de lo que Teresa recibe de su familia y que configura su personalidad, lejos de ser una interpretacin psicologista, nos abre la puerta a la comprensin de esta personalidad total que es Teresa y su vigorosa capacidad de amar (pg.103). Esta figura femenina ilumina el misterio y el ministerio de la mujer en la Iglesia y en el mundo de hoy. Se haran muy largas estas lneas si comenzramos a hablar del resto de colaboraciones de la segunda y tercera partes, aportes todos que coinciden en profundidad, agudeza y belleza: Schiettecatte, Gera, Campana, Wollbold, De la Serna. La lectura de esta obra nos invita y nos deja con deseos de profundizar en el misterio de Teresa, bien acompaados por estos autores que nos despejan el camino. Coincido plenamente con la opinin que Carmen Balzer vierte de esta obra: es quizs el mejor aporte que se ha hecho actualmente en la 1 Argentina sobre Teresa de Lisieux. M. Marcela Mazzini de Wehner - (San Isidro)
1.

Ver revista Criterio LXXII, n2244 (1999), pg 595.

ENAMORADOS DE DIOS AUTOBIOGRAFA DE CARLOS CARRETO Ediciones Paulinas. Coleccin Caminos, Madrid 1993. (363 pgs.) Cada uno de nosotros ve su propio pasado no como algo ya terminado, desaparecido, olvidado. Yo soy tambin ese pasado, gracias al cual llegu aqu. Y para comprender adnde me lleva Dios en adelante, debo recordar de dnde l me viene trayendo. Es lo que hicieron los santos al escribir sus autobiografas. No sern slo memorias, sino Confesiones de fe, como las de San Agustn (Senderos Pastorales, cap. 1). Una autntica confesin de fe es el contenido de esta Autobiografa. Se trata del tercer volmen de los escritos inditos de Carlo Carreto. Primero: Tu amor me arrastra. Carta a Dulcida (1991). Segundo: Diario espiritual 1 El Abiodh (1991). Tercero: Enamorado de Dios Autobiografa (1993). Es un libro de una profunda densidad espiritual. Sus pginas van describiendo el ambiente, la bsqueda, la lucha interior de Carreto y su camino espiritual de seguidor de Jess en la Iglesia. Aparecen tambin los personajes de la Italia de este siglo, en particular aquellos que se cruzaron en la vida del autor. De esta autobiografa surge con nitidez el corazn de Carlo Carreto caracterizado por: - La bsqueda constante del rostro de Dios. - Su compromiso militante por Jess y la Iglesia. - La libertad interior. Aun cuando deba expresar su disenso ante posiciones oficiales de la Iglesia (caso ley de divorcio en 1994 y caso ordenacin de hombres casados, en 1983). - Su continuo mirar ms all de las cosas.

Tres pequeas perlas de este libro: En 1954: Carlo Carreto, despus de muchos aos de militancia activa en el campo de la Accin Catlica anuncia su decisin de entrar en la Comunidad de los Hermanitos de Jess. La carta de presentacin es de Mons. Juan B. Montini -despus Pablo VI- y dice as: El Profesor Carlo Carreto, ex presidente de la Juventud Catlica Italiana, me pide que lo presente. Lo hago de buen grado, diciendo que es una persona de gran sinceridad, de ardiente vida espiritual, de mucha generosidad, verdaderamente enamorado de Cristo y de su Iglesia. Debe ser aconsejado, guiado. Las vicisitudes por las cuales ha dejado su puesto directivo en la Accin Catlica aconsejan asistirlo amorosa y prudentemente; pero su alma buena y serena merece amor y confianza. Juan Bautista Montini En noviembre de 1974 le escribe a su hermano Piero, obispo en la India: Mi querido Piero: no te empees en la construccin de un seminario. Aunque sea pequeo. Creo que no es necesario. Cada vez ms nos dirigimos hacia un tiempo en el que, cuantos han construido seminarios, se arrepienten al verlos vacos. Cuando hay

vocaciones serias bastan unas chozas. No es necesario empearse con fondos y sobre todo con preocupaciones. Si t vieras cuntos seminarios vacos hay en Italia!... Pero no es solamente porque Dios los deja vacos. Es porque, estoy seguro de ello, tiene otros designios en su mente. Tenemos que estar atentos a esos designios. En 1983, Carreto habl y escribi varias veces sobre el presbiterado de los hombres casados y naturalmente suscit fuertes reacciones, entre ellas, las del Card. Ratzinger. El 2 de diciembre le escribe as a su hermana religiosa: Querida Dulcidia: Lamento haberte hecho sufrir todava por el asunto del clero casado. Yo slo he dicho lo que ha dicho algn obispo africano en el Snodo de octubre: Donde ya no hay sacerdotes, prefieres que ya no se reciba la Eucarista o aceptas que la Iglesia ordene a hombres casados? Yo, de pap, habra recibido gustoso la comunin. Pero no te das cuenta de que eres esclava de fantasmas? San Pedro no estaba casado? Yo entiendo que es mejor un sacerdote clibe. Y de hecho, yo he elegido el celibato. Pero no me escandalizara ver a un padre de familia celebrando la Eucarista. En fin, se trata de un libro testimonial, una confesin de fe que puede renovar la fe, la alegra, el amor a la Iglesia de quienes han optado en su vida por el camino de Jess. Pbro. Fernando Montes (Neuqun)

Noticias Instituto Internacional de Catequesis y Pastoral Lumen Vitae Fue creado por la Compaa de Jess en 1935. Es un Instituto afiliado a la Universidad Catlica de Lovaina (Louvain-la-Neuve). Situado en Bruselas (Blgica), el Centro Internacional LUMEN VITAE ofrece una formacin catequtica y pastoral adaptada al mundo de hoy, orientada a la promocin de la justicia y la inculturacin de la fe. Ofrece a los responsables de pastoral y catequesis de diferentes partes del mundo: - una formacin universitaria centrada en la investigacin y que da acceso al ttulo Diploma de estudios especializados en cateqiesis y pastoral (DES). - una formacin prctica que tiene por objetoel perfeccionamiento de la accin concreta que da acceso al Graduado en catequesis y pastoral. Para tener en cuenta: - Las clases y seminarios se dan en francs y es indispensable conocer suficientemente el idioma desde el comienzo del ao acadmico; existen algunos cursos en ingls. - Los cursos son de dos aos, un ao y trimestrales (septiembre a diciembre). Informes e inscripcin: Secretara Institut International Lumen Vitae rue Washington, 184 B 1050 Bruxelles Blgica. Telfono: 32-2-349 03 70 Fax: 32-2-346 57 45 E.mail: [email protected] Internet: http://www.catho.be/lumen XIII CURSO DE ANIMADORES DE LA ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL Y MISIONERA Lugar: Centro Internacional de Animacin Misionera Via Urbano VIII,16 00165 ROMA (Italia) (Tel. 698-82484; fax: 698-82864) Fecha: desde el 13 de octubre al 6 de diciembre de 2000 Temario:

Teologa, pastoral y animacin misionera; Evangelizar hoy; Espiritualidad sacerdotal y misionera; Espiritualidad sacerdotal diocesana; Situaciones misioneras; Pastoral misionera; Formacin sacerdotal hoy; Madurez afectiva en la vida espiritual; Temas de espiritualidad; Movimientos religiosos y sectas; Apostolado de la Oracin; dinmica de los ejercicios; Amrica Latina; Situacin misionera actual; Pontificia Unin Misional y Unin Apostlica del Clero. Responsable del Curso: Mons. Juan Esquerda Bifet. Participantes: slo para sacerdotes que trabajen en el campo de la animacin misionera y/o espiritualidad sacerdotal (formacin permanente, Seminarios, etc.) y que sean presentados por su propio Obispo, Superior Religioso o Director de Obras Misionales Pontificias. Notas y condiciones: El curso se dicta en espaol. Durante el curso se harn Ejercicios Espirituales. La peticin de inscripcin debe llegar a Roma (a la direccin del CIAM) en el mes de mayo. Gastos de viaje y alojamiento a cargo de los intersados o de la Institucin que les enva. El CIAM se hace cargo de la inscripcin al curso y de eventuales ayudas para el alojamiento de quienes lo soliciten. Pontificia Universidad Catlica Argentina - Facultad de Teologa Memoria, presencia y profeca de Jesucristo al cruzar el umbral del nuevo milenio El curso consta de nueve encuentros, una vez por semana, dos horas. Se ofrece de un modo simultneo en dos lugares y con dos horarios. Martes de 10:00 a 12:00. AULA MAGNA DE LA FACULTAD DE TEOLOGIA, VILLA DEVOTO. Concordia 4422, Capital Federal. Mircoles de 19:30 a 21:30. AUDITORIO MONSEOR DERISI, EDIFICIO SANTO TOMAS MORO - UCA, Subsuelo, PUERTO MADERO. Avenida Alicia Moreau de Justo 1400, Capital Federal. Informes e inscripciones: Tel-Fax (011) 4501-6428 / 6748. Lunes a viernes: de 9:00 a 13:00 y de 15:00 a 17:00 PROGRAMA:

1. UN AO DE GRACIA DEL SEOR (Lc 4,19; TMA 11) Mons. Lic. Luis H. Rivas Martes 2 de mayo y mircoles 3 de mayo 2. HAGAN ESTO EN MEMORIA MIA (1 Cor 11,24;TMA 55) Pbro. Lic. Sergio Briglia Martes 9 de mayo y mircoles 10 de mayo 3. CRISTO: PLENITUD DEL TIEMPO Y SEOR DE LA HISTORIA (Gal 4,4; TMA 1, 59) Pbro. Dr. Carlos M. Galli Martes 16 de mayo y mircoles 17 de mayo 4. GLORIFICAR A LA TRINIDAD (TMA 55a) Mons. Dr. Ricardo Ferrara Martes 23 de mayo y mircoles 24 de mayo 5.LA EUCARISTA, EL ESPIRITU Y MARIA (TMA 55b) Mons. Dr. Antonio Marino Martes 30 de mayo y mircoles 31 de mayo 6. EUCARISTIA: AMOR Y COMUNION (TMA 55b) Pbro. Dr. Fernando D. Ortega Martes 6 de junio y mircoles 7 de junio 7. HACIA LA NUEVA EVANGELIZACION (TMA 57-58) Pbro. Dr. Marcelo Gonzlez Martes 13 de junio y mircoles 14 de junio 8. HACIA UN MUNDO NUEVO (TMA 59) Pbro. Dr. Vctor Fernndez Martes 20 de junio y mircoles 21 de junio 9.HACIA LA PLENA UNIDAD CRISTIANA (TMA 55-56) Mons. Dr. Osvaldo Santagada Martes 27 de junio y mircoles 28 de junio

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