Material de Estudio
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Gracias al alto crecimiento tecnológico generado en las últimas décadas en la sociedad occidental,
tras una larga trayectoria de innovaciones, transferencias y adaptaciones tecnológicas, la
tecnología se ha convertido en objeto de interés para el diseño de políticas económicas y
programas científicos y, asimismo, de diagnósticos y evaluación de sus impactos en la sociedad.
Aunque la técnica acompaña al ser humano desde hace cientos de años, la sociedad actual avizora
un cambio radical en la forma de asimilarla: por un lado, se destaca la incorporación de la
tecnología en la vida cotidiana; por el otro, la importancia dada a los procesos más que a los
artefactos, a la información más que al desarrollo de las maquinarias. Con el acelerado crecimiento
de aplicaciones tecnológicas en la industria y en las comunicaciones, en la medicina, el comercio y
las finanzas, con las políticas nacionales e internacionales de creación e incorporación de
capacidades tecnológicas en las organizaciones, con la adopción y el consumo de medios
tecnológicos por parte de los individuos en general, suele llamarse a la época actual “era
tecnológica”, “sociedad tecnológica” o “revolución tecnológica” (Doig, 2000). En este sentido, la
forma vertiginosa en que la tecnología se ha desplegado en la sociedad occidental actual genera
preocupación en algunos investigadores y entusiasmo en otros, situación que ha permitido desde
diversas disciplinas, estudios y programas de investigación, comprender causas, efectos, procesos,
configuraciones de lo que se entiende por tecnología.
Las ciencias sociales se han ocupado poco de la temática. Apenas algunas pequeñas y periféricas
subdisciplinas de la sociología, la antropología, la filosofía y la economía se han focalizado en el
análisis de la dimensión tecnológica de la existencia humana (Thomas, 2010: 36). Las preguntas
que emanan de estas disciplinas se encuentran orientadas a identificar, explicar y comprender los
valores, las ideas, las creencias, las relaciones y las tensiones, las características sociales y
culturales de los contextos, procesos y efectos que subyacen a todo proceso tecnológico. De este
modo, se presentan dos grandes tesis. La primera define la tecnología como una variable
independiente, con un proceso lineal en el que ésta determina los aspectos sociales y contribuye al
progreso de la humanidad. De esta tesis se derivan las corrientes “deterministas”. La segunda
plantea una relación recíproca entre la tecnología y la sociedad. Esta tesis busca revestir de
elementos sociales y culturales los procesos de desarrollo tecnológico y los dispositivos culturales
que subyacen a su producción y consumo, así como también identificar los mecanismos por los
cuales la tecnología configura una cultura y formas de proceder y actuar socialmente. Aquí se
integran las perspectivas “constructivistas” (Aibar, 2002, 1996; Bijker y Pinch, 2008; Bruun y
Hukkinen, 2008; Bueno y Santos, 2003; Cutcliffe, 2003ª, 2003b; Geslin, 2003; Orlikowski, 1992;
Luján y Moreno, 1996; Rodríguez, 1989; Thomas, 2008).
Con mayor énfasis en las posturas constructivistas, este trabajo panorámico propone, en primera
instancia, describir cuáles son aquellas perspectivas disciplinarias desarrolladas en relación con la
tecnología, la sociedad y la cultura, y en segunda instancia plantear que los avances tecnológicos
no sólo obedecen al auge del crecimiento tecnológico o informacional, sino a lógicas sociales y
culturales de incorporación de determinados procesos. En otras palabras, la necesidad de
incorporar ciertos desarrollos tecnológicos debe conversar con la forma en que se interpretan
dichos avances en los entornos específicos con los grupos sociales relevantes. Así, en este artículo
se presentarán de forma sucinta aquellos enfoques de mayor desarrollo en las ciencias sociales
contemporáneas. En el primer apartado se realizará un breve recuento de los estudios sobre la
tecnología abordados desde la historia, la economía, la antropología y la sociología. En el segundo
apartado se describirán los enfoques sociológicos constructivistas que analizan la tecnología.
Finalmente, se presentará una reflexión sobre la incidencia de estos estudios en América Latina.
1. Tecnología, cultura y sociedad. Breve historia sobre los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología
La preocupación por la relación entre tecnología, cultura y sociedad puede remontarse hacia
finales del siglo XIX con las tradiciones filosóficas que se han ocupado de analizar la interacción del
hombre con la técnica y la máquina en el contexto de la revolución técnico-científica (Revolución
Industrial). Al respecto German Doig plantea:
“El término tecnología ingresó en el uso cotidiano hacia el siglo XVIII, paralelo al concepto de
técnica, etimológicamente es la suma de técnica y logos. Algunos (Ferré, 1995; Bolter, 1984) la
definen como aplicación de la inteligencia y el conocimiento de medios concretos para conseguir
fines prácticos en el orden de la producción […] Daniel Bell (1976) la define como el uso del
conocimiento científico para especificar el modo de hacer las cosas de una manera reproducible.
También se le describe como la capacidad racional de sustitución de los procesos naturales o
sociales, o elementos importantes de ellos, para subordinarlos a las finalidades que a la sociedad le
resulten de provecho” (Doig, 2000: 58).
Este artículo es producto de la investigación titulada Estrategias para el desarrollo de capacidades de adaptación y creación tecnológica en las pymes
manufactureras colombianas. Acortando el camino a la industrialización, desarrollada en 2012 por el Grupo de Investigación en Ingeniería de Diseño (GRID)
de la Escuela de Ingenierías, Universidad EAFIT, Medellín, Colombia.
Con el filósofo Ernst Kapp, considerado fundador de la filosofía de la técnica en 1877, se inaugura
una serie de estudios al respecto. Posteriormente, en la primera mitad del siglo XX un gran número
de autores extendió dicha reflexión con una perspectiva crítica sobre los efectos que la técnica y
sus avances tenían sobre la vida de los hombres en sociedad. Pero es a partir de la década del 60
que se produjo una intensificación del debate.
Los orígenes de los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad (CTS) se remontan al final de la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y principios de la Guerra Fría, cuando el papel de la ciencia
tuvo un crecimiento considerable en los Estados Unidos, especialmente con el Proyecto Manhattan
y la construcción de bombas atómicas, las investigaciones en áreas como la física fueron
financiadas por el Estado, para el desarrollo de tecnologías militares que respondieran al contexto
del momento (Cutcliffe, 2003a).
La imagen de la ciencia fue tomada como una “cumbre de la razón”. Se exaltaba y priorizaba el
conocimiento científico sobre otros conocimientos. Tanto en los Estados Unidos como en Europa
occidental, la filosofía de la ciencia daría el primer paso para justificar esta representación de la
ciencia. Los planteamientos del filósofo Karl Popper sobre la racionalidad y simultáneamente los
aportes del economista y sociólogo Max Weber sobre la neutralidad valorativa de la ciencia
abrirían el campo para tratar las implicaciones de la ciencia desde un carácter meramente racional
y neutral. De esta manera se constituyó la visión positivista de la ciencia, que daría los
lineamientos para los procedimientos científicos (Cutcliffe, 2003b). La tecnología heredaría esta
tradición, sumándose a esta corriente que analiza su impacto en la vida social, pero como un
elemento neutral, producto de la razón y la inteligencia humana (corriente determinista).
No obstante, en la década del 60, en los Estados Unidos surgieron formalmente los estudios CTS, el
campo académico explícito para la enseñanza de la investigación, donde se cuestionan los
presupuestos positivistas y se pasa de concebir la ciencia y la tecnología como resultados de
procesos científicos racionales a entenderlas con sus implicaciones valorativas y políticas. Este giro
se origina como reacción a la guerra de Vietnam, a las crisis ecológicas ocasionadas por el
desarrollo industrial y el consumo, a la gran brecha entre los pobres y los ricos, asuntos que no se
solucionaban con el progreso de la ciencia y la tecnología. 3 desde esta perspectiva se comienzan a
denunciar tales efectos, hasta posicionarse en disciplinas como la historia, la antropología y la
sociología. La temática científico-tecnológica comenzó a
En esta época, los análisis sobre los efectos de la tecnología en la sociedad se pueden estudiar con filósofos como Oswald Spengler, Nicolás Berdyaev, José
Ortega y Gasset, Friedrich Dessauer, Max Scheler, Karl Jaspers, Ernst Junger, Martin Heidegger; y desde la teoría crítica con Max Horkheimer, Theodor
Adorno, Herbert Marcuse y Jurgen Habermas, entre otros (Doig, 2000: 25). Para una mayor aproximación al tema de la filosofía de la tecnología y el
enfoque crítico en su reflexión, véase Feenberg (2005). 3. En el enfoque de ciencia, tecnología y sociedad se pueden identificar tres líneas de investigación
interdisciplinares: 1) ciencia, tecnología y políticas públicas; 2) estudios de ciencia y tecnología; y 3) programas de ciencia, tecnología y sociedad (Doig,
2000). Revista CTS, nº 26, vol. 9, Mayo de 2014 (pág. 129-144) 133 Juliana Tabares Quiroz y Santiago Correa Vélez
Hughes, en su obra titulada La evolución de los grandes sistemas tecnológicos, define los sistemas
tecnológicos como construcciones sociales que a su vez configuran la sociedad, con componentes
destinados a la resolución de problemas complejos. Este autor caracteriza dichos componentes,
los cuales poseen:
4. Sobre la base del trabajo de especialistas como Kuhn, Ziman y Bernal, los historiadores, los sociólogos y los filósofos de la ciencia y la tecnología se
alejaron paulatinamente de las subdisciplinas de orientación internalista hacia intepretaciones más externalistas o contextuales (Cutcliffe, 2003b: 15).
Revista CTS, nº 26, vol. 9, Mayo de 2014
No obstante, algunas corrientes como la economía evolucionista rechazan esta idea maximizadora
y de equilibrio, presentando el cambio técnico como un proceso de ensayo error y proponiendo la
búsqueda y selección. Los pioneros de esta corriente son los economistas Richard Nelson y Sidney
Winter. Con una raíz schumpeteriana, estos autores definen el concepto de trayectoria y ambientes
de selección y reclaman el papel protagónico de la innovación (Lujan y Moreno, 1996: 139). En esta
línea de trabajo, los economistas evolucionistas se han ocupado de analizar el cambio tecnológico
no como resultado de decisiones de agentes individuales sino desde el marco institucional que lo
origina Así, Nelson y Winter analizan que las decisiones en materia de tecnología no son
económicamente racionales sino que obedecen a procedimientos estándares y rutinas de
inversión, en este sentido, los agentes no se mueven por información perfecta sobre los mercados.
Con base en el trabajo del sociólogo austriaco Joseph Schumpeter (1883-1950), plantean que el
conocimiento es el componente clave de la dinámica económica. Para Schumpeter las
innovaciones generan variaciones en la economía y, con ello, precondiciones para el crecimiento
(Brunn y Hukkinen, 2008: 188-189).
Schumpeter plantea un ciclo en el cual las tecnologías exitosas atraen imitadores y crean los
medios para una nueva actividad económica, debido a la difusión de dicha actividad, la innovación
sería temporal, lo que conlleva a que las firmas exploren nuevas oportunidades y nuevas
tecnologías, con las cuáles se renueva el ciclo de innovación. No obstante, ésta visión se concentra
en la actividad del emprendedor, su aprendizaje individual y las innovaciones radicales. Sin tener
mucho en cuenta el carácter acumulativo, el aprendizaje colectivo y el fenómeno organizacional
innovación (Freeman, 1994 y Rosenberg, 1982 en Brunn y Hukkinen, 2008: 189-190).
Las antropólogas mexicanas María Josefa Santos y María Teresa Márquez (2003: 76) enuncian los
presupuestos básicos compartidos por la historia social de la tecnología, la construcción social de
los sistemas tecnológicos y la llamada Teoría del Actor-Red bajo el marco de los estudios de
ciencia, tecnología y sociedad. Derivada de esta perspectiva, las autoras enuncian algunos
elementos que se han dejado de lado y proponen desarrollarlos en lo que sería un nuevo enfoque
antropológico de la tecnología. Éstos son:
El estudio del uso y asimilación de tecnología debe privilegiar los procesos más que los
resultados.
Los procesos de desarrollo tecnológico tienen un fuerte componente social y cultural, y
por tanto son esencialmente conflictivos y cargados de situaciones predecibles.
Las construcciones socio-técnicas se desarrollan a partir de procesos complejos en los que
los valores culturales, políticos y económicos juegan un papel muy relevante en el interior
del proceso mismo de construcción y en la sociedad que lo sostiene.
Los procesos socio-técnicos son reconfigurados a partir de la intervención de los distintos
actores, quienes le imprimen dirección e intencionalidad. Las intervenciones de los
actores se encuentran modeladas a su vez por las referencias sociales, institucionales y
simbólicas en las que están inmersos.
El alcance de la tecnología depende de las circunstancias de su producción.
Los vacíos teóricos en los enfoques constructivistas de la tecnología hacen referencia al poco
reconocimiento del significado de la cultura en el desarrollo y adopción de las nuevas tecnologías.
Estas autoras, junto con Aibar (2002) y Doig (2000), reconocen que hay un terreno amplio por
desarrollar, especialmente en lo relacionado con el entramado de significados que le otorgan las
organizaciones a las tecnologías que desarrollan, las negociaciones culturales durante los cambios
tecnológicos, las representaciones culturales que se estructuran en la relación tecnología-sociedad
y los mecanismos para interpretar los contextos en términos técnico-simbólicos (Santos y Márquez,
2003).
La segunda afirma que el cambio social está determinado por el cambio tecnológico, donde se
asume que la transformación en la base material dada por la técnica es una condición necesaria
para afectar los modos de existencia humana. Por tal razón, los cambios tecnológicos son más
importantes que los cambios sociales (Aibar, 1996). De igual manera, en esta línea de
pensamiento, la sociedad, en tanto que conjunto de usuarios de artefactos, sólo puede aceptar o
rechazar los productos tecnológicos en función de sus efectos o impactos (Luján y Moreno, 1996).
Ambas posturas resaltan que la tecnología es el agente principal de la transformación global.
Esta perspectiva se desarrolla en disciplinas como la economía y la historia, por ejemplo con el
caso del “modelo lineal” de desarrollo tecnológico, el cual se muestra como una sucesión de
etapas conectadas entre sí de forma ascendente, donde en primer lugar se encuentra el
conocimiento científico, luego su aplicación a un problema práctico, posteriormente la innovación
y finalmente su difusión y uso. Así, posturas sobre la “revolución informática” asumen visiones
deterministas, en las cuales la Sociedad de la Información está determinada por la influencia de
los nuevos desarrollos informáticos en el trabajo, las organizaciones, el ocio y la política (Luján y
Moreno, 1996).
En esta dirección, en el campo de las organizaciones se halla una corriente que analiza la
tecnología como hardware, es decir: como equipos, máquinas e instrumentos que los humanos
usan en las actividades productivas, ya sean industriales o dispositivos de información. Algunos
matices de la definición han sido planteados por autores como Woodward (1958), quien se limita
a trabajar el concepto como técnicas de producción en el ámbito empresarial manufacturero, o
Ernest Blau (1976: 21), quien plantea la tecnología como la sustitución de equipos para el trabajo
humano (Orlikowski, 1992: 399). 5 Esta definición tiene sus límites, ya que analiza la tecnología
como un elemento externo e independiente de las mediaciones de los agentes o actores sociales.
No tiene en cuenta cómo se construye el conocimiento y las técnicas que le dan sentido al uso y la
creación de los artefactos, o a los procedimientos y la apropiación en la ejecución de tales
sistemas tecnológicos.
“El momentum tecnológico de los sistemas sociotécnicos sólidamente establecidos surge a partir
de la inversión de recursos económicos, habilidades prácticas y formas organizativas y no 5. La
traducción es de los autores. puede entenderse, pues, como un proceso natural o necesario. Las
tecnologías existentes generan una serie de núcleos cerrados en los que se mantienen cautivos
una multitud de intereses políticos y económicos, hasta que los recursos invertidos se agotan”
(Luján y Moreno, 1996: 147).
Estos estudios rompen con la idea determinista y lineal de que el progreso tecnológico es igual al
progreso de la humanidad. En esta línea se encuentran dos perspectivas sociológicas que se
presentarán brevemente a continuación: the social construction of technological systems, o la
construcción social de la tecnología, y la Actor-Network theory, o la teoría del Actor-Red.
Cutcliffe sintetiza la particularidad del enfoque constructivista de la tecnología así: “El enfoque
constructivista tiende a pensar la tecnología dentro del marco de sistemas de redes en los que los
componentes sociales modelan o construyen el resultado técnico que a su vez, por supuesto
puede influir en los valores culturales e institucionales. Éste enfoque destaca la elección humana y
la contingencia, en vez de centrarse en el cambio tecnológico linealmente determinista” (Cutcliffe,
2003a: 44).
1.4.4. La construcción social de los sistemas tecnológicos: Este enfoque se constituye como un
programa de investigación derivado del Empirical Programme of Relativism desarrollado
por el sociólogo británico Harry Collins desde la sociología del conocimiento científico,
cuyo objetivo es develar la estructura del conocimiento científico desde una óptica social,
y la Social Construction of Technology, que concibe el desarrollo tecnológico como un
proceso de variación y selección, desarrollado por Bijker, Pinch (Aibar E., 1996; Lujan y
Moreno, 1996; Bruun y Hukkinen, 2008). Bijker y Pinch, proponen el concepto de
“flexibilidad interpretativa” como una herramienta central para la explicación de las
formas que adquieren los artefactos tecnológicos. Los autores muestran que el diseño de
los artefactos constituye el resultado de procesos de disputas y negociaciones entre
diversos grupos sociales, tomando como otro de los conceptos claves el de “grupo social
relevante” (Bijker y Pinch, 2008). Asimismo, proponen otra herramienta teórica, el
concepto de “marco tecnológico” (similar al paradigma de Kuhn), que permite vincular las
descripciones técnicas de los artefactos con la formulación de relaciones problema-
solución, las determinaciones estéticas, los procesos de testeo y los conocimientos
científicos y tecnológicos, en la construcción de un elemento clave: el funcionamiento de
artefactos (Bijker y Pinch, 2008).
Este enfoque ha sido utilizado en un conjunto de estudios (Elzen, 1986; Vergragt, 1998; Rosen,
1993; Bijker y Law, 1992; Alder, 1998; Collins y Pinch, 1998), de los cuales emergen preguntas tales
como: “¿por qué se piensa que un nuevo material o artefacto funciona mejor?” y “¿cuáles son los
criterios por los cuáles la utilización social determina el funcionamiento?” (Bruun y Hukkinen,
2008: 195). No obstante, la gran aceptación de este enfoque en la sociología de la tecnología ha
tenido sus críticas, relacionadas específicamente con subestimar la estabilidad de los artefactos
tecnológicos y la solidez de las relaciones sociales, y con enfatizar una visión subjetivista de los
procesos tecnológicos sin tener en cuenta sus propias dinámicas internas (Aibar, 1996). Un
enfoque menos subjetivo y radical y más integral se encuentra en la teoría del Actor-Red
desarrollada por los autores franceses Michel Callon y Bruno Latour. A continuación se presentará
brevemente su desarrollo.
1.4.5. La teoría del Actor-Red: Esta teoría constituye uno de los enfoques más característicos en
el estudio sociológico de la ciencia y la tecnología, es una referencia obligada para los que
desean incursionar en el tema. Esta corriente se ha posicionado como una de las más
importantes en la actualidad. Desde sus inicios en 1980, ha superado en cierta medida las
limitaciones de la perspectiva de la construcción social de los sistemas tecnológicos
anteriormente mencionada, además de estar en contraposición al desarrollo de las teorías
estadounidenses sobre la tecnología. Esta propuesta se basa en el estudio de ensamblajes
o articulaciones de sistemas complejos que integran aspectos diversos: tecnológicos,
legales, organizativos, políticos y científicos, entre otros. 6 De esta manera, la teoría ha
suscitado gran interés en los investigadores sociales para analizar diferentes escenarios y
actores humanos y no humanos en su interacción. 7 Sus representantes (Michel Callon,
Bruno Latour y John Law) plantean que: “Tanto los desarrollos científicos como
tecnológicos pueden
6. “Este enfoque permite analizar la composición de sistemas, por ejemplo, una oficina gubernamental está compuesta por empleados, un edificio, una
organización espacial y temporal, una organización jerárquica, clientes, computadoras, varios artefactos (como abrochadores, biromes y teléfonos), afiches,
signos, regulaciones, procedimientos burocráticos, una estructura legal e institucional, ciertas metas y funciones, códigos de comportamiento y vestimenta,
archivos, formularios, elementos psicológicos (identificación, interpelación, etc.), relaciones con otros departamentos, etc. Parecería que todo ensamblaje
funciona, en cierto modo, como una totalidad” (Vaccari, 2008: 190). 7. Un ejemplo de esto es el trabajo del sociólogo Phillipe Vergragt, quien analiza las
opciones de investigación y desarrollo I+D como el reflejo de relaciones de poder entre los diferentes actores involucrados (Aibar, 1996).
ser analizados en términos de luchas entre los diferentes actores por imponer su definición del
problema a resolver” (Aibar, 1996: 142).
La primera obra ilustre de la teoría del Actor-Red es la de Bruno Latour, Science in action. How to
follow scientists and engineers through society, publicada en 1987. Asimismo, Michel Callon y John
Law figuran como exponentes de la teoría. Los tres proponen el concepto clave de “red de
actores”, o sea: “un grupo de entidades que incluye, además de personas, teorías, artefactos
técnicos, instituciones y actuaciones políticas e, incluso, el entorno natural […] estos ‘elementos
heterogéneos’ son importantes por igual y deben ser considerados ‘simétricamente’ importantes”
(Cutcliffe, 2003a: 44).
Las nociones de “acción” y de “agencia” son claves para interpretar dicha teoría, el punto de
partida metodológico de este enfoque es el análisis de la ciencia y la tecnología en acción que hace
referencia a los procesos colectivos de elaboración de artefactos. Este abordaje enfatiza que la
acción no depende de un único factor, sino de una cadena de factores, y que la agencia es la
capacidad de actuar donde: “… los actores pueden fortalecerse en la medida en que ganan
credibilidad como portavoces de categorías de personas estratégicamente importantes,
organizaciones, objetos y procesos y al contrario, se debilitan, cuando la representatividad
establecida degenera, por ejemplo como resultado del cuestionamiento de un actor competente”
(Brunn y Hukkinen, 2008: 201).
Aunque esta teoría ha llegado más lejos en el análisis de la tecnología y la sociedad, también ha
sufrido críticas. Un asunto problemático es que se asume la posibilidad de que la sociedad
anteceda la acción, ya que es construida a través de ella, sin tener en cuenta la resistencia del actor
en sí mismo y en el ambiente (Brunn y Hukkinen, 2008). Además, la teoría “justifica el estudio de
estos sistemas complejos y característicamente modernos en términos de unidades concretas con
sus funciones propias, pero al plantearse los pormenores de su funcionamiento, este conjunto
parece diluirse en un manojo de eventos inconmensurables entre sí” (Vaccari, 2008: 190).
En la misma etapa, la perspectiva política conformada por ingenieros y científicos resalta algunas
de las problemáticas en la concepción de la tecnología como la crítica al modelo lineal de la
innovación, los efectos de ésta y la necesidad de establecer normativas frente a la planificación del
desarrollo tecnológico a partir de políticas regionales y nacionales. Organismos internacionales
como la Comisión económica para América Latina (CEPAL) promovieron una postura de desarrollo
planificadora a través de proyectos como Science and Technology Policy Instruments, en el primer
quinquenio de la década del 70. Asimismo, la propuesta del modelo mundial latinoamericano,
desarrollada en la misma época, buscaba pensar prospectivamente la viabilidad del desarrollo
tecno-productivo. En menor medida se inicia una rama de estudios socio-antropológicos que, al
contrario de estas posturas planificadoras, buscaba analizas las prácticas y las relaciones entre los
actores que construyen la tecnología, no desde posturas funcionalistas, sino desde enfoques
constructivistas.
Posteriormente, se desarrolla una etapa de consolidación que va desde la década del 80 hasta la
actualidad, enfocada en el planteamiento de la economía del cambio tecnológico, los estudios
sobre la política de gestión tecnológica y en menor proporción, estudios sobre sociología e historia
de la tecnología. Temas como la producción de indicadores de ciencia y tecnología ligados a la
construcción de políticas públicas han sido el centro de la producción reciente y se evidencian
vacíos como la visión crítica de los trabajos orientados a la política institucional (Thomas, 2010).
Como se puede observar, Latinoamérica ha sido permeada por los enfoques mencionados en los
apartados anteriores, aunque, al igual que otras regiones de Norteamérica y Europa, las
producciones sobre el tema son escasas y fragmentadas (Thomas, 2010:36). Por lo tanto, el reto
para América Latina es generar propuestas propias conceptuales, teóricas, metodológicas y
políticas.
Conclusiones Durante el siglo XX, la tecnología ha sido analizada por disciplinas como la ingeniería
o la administración, actores como los empresarios, administradores e ingenieros asumían las
responsabilidades políticas y económicas de las invenciones, transferencias y avances tecnológicos.
Sin embargo, dados los fenómenos que traen consigo el avance y el consumo tecnológico, los
investigadores sociales se han ocupado de problematizar y estudiar la relación sociedad-ciencia-
tecnología a lo largo de las últimas tres décadas (Doig, 2000). El cambio socio-cultural que se
observa actualmente en las sociedades no se ha generado por el desarrollo tecnológico entendido
como un proceso externo y neutral, sino por las transformaciones en la relación del hombre con su
realidad, con la naturaleza, en la conjugación de diversas dimensiones y propiedades que
anteceden los procesos tecnológicos en su contexto. Por lo tanto, es un reto para los estudios de la
tecnología entenderla como una construcción social, como un sistema que se compone no sólo del
desarrollo de artefactos sino de elementos simbólicos, de tensiones, de valores sociales, de
ideologías, de ambigüedades, de dualidades, como un sistema dinámico, multidireccional,
interconectado y complejo.
las posturas de los estudios sociales de la tecnología de corte constructivista han abierto un
panorama más amplio para comprender los desarrollos, las transferencias y las innovaciones
tecnológicas desde enfoques teóricos que conciben la relación sociedad-ciencia-tecnología no
como si se tratara de cosas separadas, sino como sistemas en los cuales las sociedades son
tecnológicas y las tecnologías son sociales. Si bien en América Latina se han desarrollado algunas
propuestas que integran estos diversos enfoques planteados, es un reto analizar las
particularidades de las instituciones y del contexto donde emergen las propuestas de innovación y
desarrollo de la ciencia y la tecnología. Desde esta perspectiva, los estudios sociales de la
tecnología permiten entender la relación sociedad-ciencia-tecnología desde ópticas más
recíprocas, en las cuales las transformaciones de las relaciones sociales pueden comprenderse a la
luz del cambio tecnológico, pero también del cambio en las representaciones sociales en la
estructura material y simbólica que caracteriza las sociedades contemporáneas.