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ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS:

ÉLITE, ELECCIONES Y CIUDADANÍA


EN EL QUERÉTARO DE LA PRIMERA MITAD
DEL SIGLO XIX *

Juan Cáceres Muñoz


U n i v e r s i d a d C a t ó l i c a d e Va l pa ra í s o

E l siglo xix mexicano fue caracterizado por la historio-


grafía tradicional como un periodo complejo en virtud
del permanente estado de conmoción política vivido en el
país. La mayoría de esos trabajos mostraban la inoperancia
de la clase política a la vez que la culpaban de la inestabi-
lidad. Asimismo, esos estudios insistían en mostrar a una
élite carente de un proyecto político claro y más bien pre-
ocupada de privilegiar sus intereses políticos y económicos,
aspectos que, a la postre, habrían llevado irremediablemente
a la nación a la “anarquía”.1 En definitiva, la llamada pugna

Fecha de recepción: 6 de agosto de 2010


Fecha de aceptación: 19 de noviembre de 2010

* Agradezco al doctor Marcello Carmagnani los comentarios hechos


a una primera versión de este artículo.
1
Sobre esta forma de ver el pasado y particularmente esta etapa de la vida
nacional, véanse los trabajos de Alamán, Historia de México; Rabasa,
La evolución histórica de México; Altamirano, Historia y política de
México; Miranda, “El liberalismo mexicano y el liberalismo europeo”.

HMex, LXI: 2, 2011 477


478 JUAN CÁCERES MUÑOZ

entre liberales y conservadores (o federalistas y centralistas,


como emerge de los documentos de la época) se habría con-
cretado en la realidad del país en sucesivos motines, cuarte-
lazos, pronunciamientos, golpes militares e intrigas. Según
ellos, la prueba de esa frágil realidad estaba a la vista: entre
1824 y 1857 más de 25 individuos habían ocupado la silla
presidencial a la vez que el país inconsistentemente transi-
taba del federalismo al centralismo y viceversa. 2
Enfoques recientes de la historiografía latinoamericana,
y en particular la mexicana, han superado esa forma de ver
el proceso político recalcando que aquellos acontecimien-
tos “negativos” que la historiografía clásica destacó no eran
más que el resultado de una actividad política intensa y sig-
nificativa propia (y dentro) de la formación de una cultu-
ra política que sirvió al objetivo de crear el Estado nacio-
nal. Así, la lucha entre los distintos grupos que disputaban
el poder, los conflictos suscitados entre la Iglesia y el Esta-
do, el papel jugado por el ejército y la élite capitalina, en-
tre muchos otros hechos, fueron aspectos centrales que se
analizaron para demostrar la actividad y la cultura política
reinantes.3 Los estudios también se centraron en observar
la actuación y las reacciones de las élites de las provincias

2
Rabasa, La evolución histórica de México, p. 51.
3
Ejemplos de trabajos que tratan el problema político del siglo xix con
esta nueva visión se encuentran en Annino, Historia de las elecciones en
Iberoamérica y “El pacto y la norma”, pp. 3-31; Sabato (coord.), Ciu-
dadanía política y formación de las naciones; Sabato y Palti, “¿Quién
votaba en Buenos Aires?; Hernández, La tradición republicana del buen
gobierno; Costeloe, The central republic in Mexico, 1835-1846; Car-
magnani, “Del territorio a la región” “Territorialidad y federalismo”;
también del mismo autor, Federalismos latinoamericanos: México, Brasil
y Argentina; Stevens, Origins of instability in early republican Mexico
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 479

ante los hechos que desgarraban al país, precisándose el ca-


rácter heterogéneo y los particularismos que experimentó
el proceso político en cada región o estado.4
Este artículo centra el análisis de la realidad política en
una localidad provinciana, en este caso, Querétaro. El tra-
bajo se inscribe dentro de esa línea de estudio que algunos
historiadores han definido como la nueva historia política.
Pretende, por otro lado, cubrir un vacío historiográfico so-
bre la historia de ese estado que, como otros espacios terri-
toriales, se conformó en el siglo xix como resultado de la
crisis del imperio español y del interés particular de su éli-
te dentro del proceso general de la construcción del Esta-
do mexicano. En efecto, en el transcurso de las décadas si-
guientes a la independencia la élite local se vio enfrentada a
la tarea de conformar y estructurar política y jurídicamen-
te al nuevo Estado dentro de un marco y contexto liberal.
Temas relativos a las elecciones y el carácter de la ciudada-
nía fueron, por ejemplo, motivo particular de preocupación
de una élite que, sobre todo desde el siglo xviii, asomaba
compacta, unida e integrada por terratenientes, obrajeros
y grandes comerciantes y mineros. Esta élite, como tam-
bién se ha estudiado por la historiografía de otros lugares
de México y América Latina, se mantenía vinculada por la-
zos de parentesco y de negocios. En cierto modo, un grupo
de familias pudientes conformaban una red que controlaba

y “Conditions and convictions”, t. 1, pp. 317-335; y Guedea, “Las pri-


meras elecciones populares en la ciudad de México, 1812-1813”, pp. 1-28.
4
Véanse, por ejemplo, los trabajos de Walker, Parentesco, negocios y
política; Metcalf, Family and frontier in Colonial Brazil; Lewin, Po-
litics and parentela in Paraiba; Faoro, Os donos do poder; Cáceres
Muñoz, Poder rural y estructura social.
480 JUAN CÁCERES MUÑOZ

económica y socialmente el territorio queretano.5 Aquí se


analiza al grupo en su quehacer político. Para ello, se ha es-
cogido a miembros de familias representativas de esta élite;
en este caso, los López de Ecala, los Acevedo, los Fernán-
dez de Jáuregui y los Samaniego.6
En un segundo nivel de análisis, el trabajo intenta esta-
blecer el hecho de que la cohesión y los privilegios que el
grupo detentaba en el siglo xviii se mantuvieron a pesar
del nuevo escenario político emergente con la independen-
cia y las ideas liberales. En este caso, se analizan las reper-
cusiones en el plano queretano de las coyunturas o hitos po-
líticos relevantes de la primera mitad del siglo xix —lucha
por la independencia en 1810, promulgación de la Consti-
tución de Cádiz, instauración del sistema federal en 1824,
etc—. Como es sabido, los cabildos coloniales, entre otros
tantos aspectos, estaban controlados por los notables loca-
les quienes en su mayoría, sobre todo en el siglo xviii, llega-
ron a esos puestos mediante la compra y remate de los car-
gos públicos. Con la nueva institucionalidad que nació con
la promulgación de la Constitución de Cádiz, y luego con el
establecimiento de la República Federal, los viejos privile-

5
Al respecto véanse Balmori, Las alianzas de familias; Cicerchia
(comp.), Formas familiares; Gonzalbo, Familia y orden colonial.
6
Estas familias conformaron el grupo de la élite queretana en el trans-
curso de los siglos xviii y xix. Todas ellas estuvieron emparentadas por
vínculos matrimoniales. Así fueron parte del mismo grupo las fami-
lias del Marqués de la Villa del Villar del Águila y la del Conde de la
­Sierra Gorda, José de Escandón. Algunas de ellas se especializaron en
el rubro del comercio y otras simplemente se mantuvieron como ha-
cendados. Para mayores precisiones véanse Super, La vida en Queré-
taro; Brading, Mineros y comerciantes; Fontson y Fortson, Los go-
bernantes del estado de Querétaro.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 481

gios políticos se vieron amagados por la competencia elec-


toral que abría espacios a otros grupos sociales.
Por último, interesa también en este artículo observar los
cambios que experimentó la política local y que llevaron a
la élite queretana a implementar estrategias y mecanismos
políticos para mantenerse en el poder. Aquí se conjuga un
doble análisis de la realidad electoral vivida en Querétaro;
el primero se refiere a lo vivido en los ayuntamientos y el
segundo se centra en la realidad electoral de instituciones
republicanas del siglo xix que nacieron como resultado de
la impronta de Cádiz, como por ejemplo la diputación pro-
vincial y el establecimiento de los congreso locales y el de
la Unión. Con ello se busca precisar las tensiones vividas
entre lo que se ha llamado la libertad de los antiguos y la li-
bertad de los modernos; en definitiva, la continuidad y las
rupturas de un proceso largo e intenso.
Con estos propósitos, este artículo plantea la hipótesis de
que los acontecimientos de 1810 marcaron una época com-
pleja para la élite local, llevándola a actuar de manera uni-
da ante las adversidades que amagaban su posición políti-
ca de preeminencia. Unidos en una causa común, el triunfo
del centralismo, el grupo se adecuó hábilmente a las nuevas
circunstancias de la época liberal, participando en la crea-
ción del nuevo Estado de la federación en 1824, en las nue-
vas instituciones locales y en la creación de un sistema elec-
toral que le era favorable. De esta forma, mantuvieron los
privilegios, la presencia política y el control del territorio
que ya monopolizaban desde la época colonial. En este con-
texto, el artículo contradice viejos estudios que analizaban
el comportamiento político de la élite hacendada mexicana
y mostraban el carácter limitado de su influjo y peso polí-
482 JUAN CÁCERES MUÑOZ

tico en el siglo xix. Esos estudios también señalaban que la


élite habría tendido más bien a dividirse apoyando un sec-
tor al movimiento liberal. Por otro lado, que el ascendiente
y autoridad de esta élite fue mínima en el escenario político
como resultado de la devastación de las tierras en los años
de lucha por la independencia, lo que les produjo la ruina
y debilidad económica. En ese plano, esos estudios olvida-
ron plantear la capacidad que tuvo la élite para usar viejas
estrategias de reproducción económica y social.7

la lucha por la conservación de los privilegios.


vieja élite versus nueva élite. cambios
y continuidades

Cuando el movimiento independentista comenzó, en sep-


tiembre de 1810, en la región del Bajío, la élite queretana
ciertamente ignoraba que la revuelta sería el inicio de un
agitado periodo en la historia de la localidad y también en
la de sus familias. Aunque al comienzo algunos de sus in-
tegrantes vieron con entusiasmo el conflicto por las posi-
bilidades de lograr la autonomía respecto de España, éstos
rápidamente cambiaron de opinión cuando los aconteci-
mientos en la región tendieron a sobrepasar la autoridad
establecida y, de paso, amagaron la seguridad de sus fami-
lias y la de sus propiedades.8

7
Sobre esas ideas véase, por ejemplo, Brading, “Gobierno y élite en
el México colonial durante el siglo xviii”, p. 641; también Chevalier,
“Conservadores y liberales en México”, p. 139.
8
Sobre tal aspecto, Tutino señala que unos pocos miembros de la élite
queretana concibieron la rebelión como un medio para conseguir mayor
autonomía política. Véase Tutino, De la insurrección a la revolución,
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 483

El temor y la incertidumbre, ante los rumores de un po-


sible ataque a la ciudad de Querétaro por parte de los in-
dígenas que acompañaban al cura Hidalgo, se tradujo en la
élite en una actitud claramente defensiva. A través del ca-
bildo local, ellos se prepararon para la defensa de la ciudad
solicitando al vecindario pudiente la cooperación en ar-
mas, lanzas, caballos y peones que fueron remitidos desde
las haciendas cercanas.9 Si bien la embestida revoluciona-
ria nunca se concretó, el hecho en sí mismo —así como los
acontecimientos futuros registrados en el territorio mexi-
cano— marcaría, sin embargo, el comienzo de la lucha de
la élite local en cuanto a conservar los privilegios políticos
y sociales que detentaba desde hacía mucho tiempo.
El primer llamado de atención provino de España en
1812. La promulgación de la Constitución liberal de Cá-
diz, discutida tanto por españoles peninsulares como por
súbditos de las colonias, significó un duro golpe a los dere-
chos políticos que gozaban los notables de la provincia. La
Constitución señaló el triunfo de las ideas liberales, pero
también las de aquellos criollos que deseaban la igualdad
jurídica para todos los reinos de la antigua monarquía. La
cláusula que patentaba tal aspiración era clara al establecer
que “la nación española era la reunión de todos los españo-
les de ambos hemisferios”.10 Pero a ese reconocimiento se

p. 121; véase el proceso a los conspiradores de Querétaro en Septién


(comp.), Precursores de la independencia.
9
Sobre los preparativos de defensa del Ayuntamiento de Querétaro véase
Herrera Jiménez, Actas; y sobre el miedo a los insurgentes, Di Tella,
“Las clases peligrosas a comienzos del siglo xix en México”.
10
Constitución política de la monarquía española, 1812, cap. I, De la na-
ción española y de los españoles, art. 1.
484 JUAN CÁCERES MUÑOZ

unía explícitamente el hecho de que la ciudadanía española


recaía ahora en “todos los hombres libres nacidos y avecin-
dados en los dominios de las Españas y los hijos de éstos”.11
La Constitución produjo un doble impacto en la comu-
nidad política mexicana, en especial en aquella de espíri-
tu liberal. Por un lado, reafirmaba las ansias de libertad de
una población fuertemente nacionalista, apegada a la “pa-
tria chica”; y, por otro, los invitaba de manera implícita a
conseguir la autonomía respecto de España al permitírse-
les generar sus propias instituciones. Así, en adelante, ellos
podrían nombrar sus diputados a las Cortes españolas, sus
propios representantes a las Juntas Provinciales y, princi-
palmente, crear un nuevo órgano de gobierno, la diputación
provincial.12
La Carta de Cádiz incluyó también otros dos artículos
novedosos pero que afectaban de manera directa la perma­
nencia en el poder de las viejas élites mexicanas al abrir el
espa­cio político a otros territorios que no contaban con su
propio ayuntamiento y, en especial, a otros grupos sociales
que hasta esa fecha vivían marginados de las grandes discu-
siones públicas. El primero autorizaba crear su propio ayun-
tamiento a todos aquellos pueblos que tuvieran más de 1 000
habitantes13 y el segundo establecía que, en el futuro, la con-
11
Constitución política de la monarquía española, 1812, cap. II, De los
españoles, art. 5.
12
Según algunos estudiosos, el origen del federalismo mexicano esta-
ría en la creación de la diputación. Sobre el origen y desarrollo de la
diputación provincial en México, véase el estudio de Benson, La dipu­
tación provincial.
13
El artículo literalmente señalaba que “se pondrá ayuntamientos en los
pueblos que no lo tengan y en que convenga lo haya, no pudiendo dejar
de haberlo en los que por sí o con su comarca lleguen a mil almas, y tam-
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dición de “noble” ya no sería condición para ocupar un car-


go público.14 Así, mientras el primero les restaba control y
poder, el segundo, en cambio, los hería directamente puesto
que les cercenaba privilegios políticos que estas familias ve-
nían detentando desde hacía siglos en el cabildo local.15 La
Constitución era clara al decir que: “Los alcaldes, regidores y
procuradores síndicos se nombrarán por elección en los pue-
blos, cesando los regidores y demás que sirvan oficios perpe-
tuos en los ayuntamientos, cualquiera que sea su título […]”16

Cuadro 1
composición del cabildo de querétaro
según ocupaciones (años seleccionados)
Hacen- Comer- Indeter-
Años dados % ciantes % minados % Total
1791 13 100.0 13
1810 11 73.3 4 26.6 15
1815 3 27.2 4 36.7 4 36.3 11
1822 6 28.5 6
Fuente: Acuerdos curiosos, p. 458; Actas de cabildo de Querétaro; Wu,
“La población”, pp. 67-68; Lista de poderes de comerciantes, panade-
ros, pulperos y vinateros, dueños de obrajes y trapiches, hacendados
y curas de Querétaro relativa a dar cumplimiento a la suprema orden
del Excmo. virrey sobre contribuciones, en AHQ, Escribano, Escriba-
no Juan Domingo Vallejos, 1812-1813, ff. 27-39.

bién se les señalará término correspondiente”, Constitución política de la


monarquía española, 1812, tít. VI, Del Gobierno interior de las provin-
cias y de los pueblos, cap. I, art. 310.
14
Sobre el proceso de elecciones en otros lugares de México, véase el tra-
bajo de Guedea, “Las primeras elecciones populares”.
15
Guedea, “Las primeras elecciones populares”.
16
Constitución política de la monarquía española, 1812, tít. VI, Del go-
bierno de las provincias y de los pueblos, cap. I, art. 312.
486 JUAN CÁCERES MUÑOZ

El cuadro 1 muestra, en términos socio-ocupacionales,


cómo la continuidad en el poder de la vieja élite quereta-
na, principalmente hacendada, se vio amenazada al llegar
la independencia. Muestra también cómo una nueva élite,
integrada en su mayoría por comerciantes, va tomando las
riendas del ayuntamiento. La alta presencia de hacendados
en el cabildo colonial (100% en 1791) se desdibuja ya en
1810 al bajar a 73% y, en años posteriores, a 27.2% en 1815
y 28.5% en 1822. Tal declinación puede atribuirse a la apli-
cación del nuevo sistema electoral que favorece a los grandes
comerciantes locales quienes, desde la segunda mitad del
siglo xviii, venían ganando importancia como resultado
de la acumulación de riqueza y el aumento de su prestigio.
Así, el cuadro muestra cómo, ya en 1810, los comerciantes
representaban en el cabildo más de 25% de los cargos, y en
1815 36% y su alza continuaba. Con ello, el cabildo princi-
pal de Querétaro pierde su homogeneidad socioeconómica
y, en adelante, los cargos serían repartidos casi todos entre
hacendados y comerciantes; en otras palabras, surge una
nueva élite del poder que durante el siglo xix se fundirá en
una sola clase por vínculos sociales y económicos, y que la
historiografía latinoamericana ha identificado como la oli-
garquía.
La independencia y las ideas liberales produjeron ade-
más otros cambios en la estructura del ayuntamiento local.
Por una parte, se evidencia el reemplazo paulatino de los
cabildantes de origen peninsular por individuos nacidos en
México y, por otro lado, se manifiesta la apertura del nue-
vo sistema político y electoral que permite a otros grupos
socio-raciales participar del juego y competencia política
casi de manera democrática y provocando, de paso, el fin
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de los privilegios nacidos de la época colonial. El cuadro 2


muestra esa nueva realidad.

Cuadro 2
composición del cabildo de querétaro según origen
(años seleccionados)
Años Peninsulares % Criollos % Indios % Total
1791 7 53.8 6 46.1 13
1810 13 76.4 4 23.5 17
1815 8 72.7 1 9.0 2 18.1 11
1820 8 50.0 7 43.7 1 6.2 16
Fuentes: Actas del Cabildo correspondiente a esos años; Wu, “La po-
blación”, Poder del Ayuntamiento que niega sueldos al excorregidor
Domínguez, AHQ, Escribano. Escribano Juan Domingo Vallejo (20
dic. 1815); Padrón general de Querétaro. Pueblos y haciendas mandada a
hacer por Ignacio García Rebollo.1791, AAQ; poderes de comerciantes,
panaderos, pulperos y vinateros, dueños de obrajes y trapiches, hacen-
dados y curas de Querétaro relativa a dar cumplimiento a la ­Suprema
orden del Excmo. Virrey sobre contribuciones, en AHQ, Escribano,
Escribano Juan Domingo Vallejos, 1812-1813, ff. 27-39.

El cuadro muestra, según la procedencia étnica, el equi-


librio de fuerzas entre los cabildantes del ayuntamiento de
Querétaro y el control de la institución por el grupo crio-
llo. También confirma la observación hecha por Lucas Ala-
mán, quien señala que, antes de la independencia, las renci-
llas por los puestos políticos en México eran mínimas y que
tanto las familias criollas como las españolas convivían en
perfecta armonía.17 En el cabildo del Querétaro colonial, la
ocupación de los cargos edilicios era casi idéntica en térmi-

17
Alamán, Historia de México, t. 1, pp. 18 y ss.
488 JUAN CÁCERES MUÑOZ

nos de porcentaje como se observa, por ejemplo, en 1791,


cuando 53.8% eran españoles y 46.1% criollos. Sólo en la
época de la guerra de independencia, los llamados peninsu-
lares coparon los cargos como una manera de salvaguardar
sus intereses económicos. En definitiva, los sucesos de 1810
tendieron a unir a los elementos más reaccionarios, los que
reprimieron el movimiento iniciado en el Bajío, restaurando
el orden y protegiendo la propiedad privada. Las cifras de
1810 y 1815 (76 y 72% respectivamente) reflejan la reacción
de los hacendados de origen español, que en esos momen-
tos ocupaban en su mayoría los puestos en el ayuntamien-
to. Uno de los más connotados represores de la insurgencia
en la localidad fue el hacendado Juan Antonio del Castillo
y Llata, fundador de la llamada Casa de Samaniego.18
Por otra parte, el descrédito, el desgaste económico y
político como resultado de los largos años de lucha y, por
otro lado, las ansias independentistas que iban en aumento
en la zona, terminaron desplazando a los peninsulares del
poder. Hacia 1820 los criollos, según vemos en el cuadro
anterior, ya se equiparaban con los españoles en los cargos
cabildantes (50% cada grupo). Por tanto, una nueva élite
del poder, emergía de los acontecimientos independentis-

18
Juan Antonio del Castillo y Llata, Conde de la Sierra Gorda, títu-
lo heredado de José de Escandón al casarse con una de sus hijas, llegó a
Nueva España procedente de Santander cuando tenía 20 años. Primero
se ocupó en el comercio y luego pasó a dedicarse a la agricultura y la mi-
nería. Además, siempre estuvo vinculado al ejército español, ascendien-
do en poco tiempo desde teniente de Caballería del cuerpo de la Sierra
Gorda que dirigió su futuro suegro, a coronel, grado con el cual lo sor-
prendió la muerte. Véase con mayores detalles en Acuerdos curiosos, p.
368 y siguientes; sobre la represión a los insurgentes, en Actas del cabil-
do de Querétaro del año 1810 en adelante.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 489

tas, una élite conformada, como se señaló, por hacendados


y comerciantes. Pero la novedad fue la inclusión de indivi-
duos étnicamente distintos a los antes nombrados. Así, el
cuadro 2 muestra la presencia de tres indígenas en la com-
posición del ayuntamiento queretano, dos en 1815 y uno en
1820, lo que refleja el nivel de apertura del sistema político.
Desde ese instante, un nuevo periodo político y electoral
se abría en la historia política de la localidad.
Los alcances sociales del nuevo orden quedaron también
al descubierto. La nueva élite local, beneficiaria del nuevo
orden, no rechazó a la vieja élite hacendada sino que, por el
contrario, ansiosa de reconocimiento social, tendió a unir-
se a esas familias. Mediante viejas estrategias y mecanismos
de reproducción familiar, los nuevos notables se encerraron
en sí mismos, se aristocratizaron y terminaron aprovechan-
do las prerrogativas que la Constitución gaditana les per-
mitía; con ello, crearon una institucionalidad acorde con
sus propios fines. La genealogía comprueba las relaciones
de parentesco entre las familias importantes, situación que
no es ajena a otras realidades americanas y que, como ha
señalado Balmori, permitió ampliar el control y el poder a
los rincones remotos de los territorios.19 La familia Acevedo
constituye un buen ejemplo de este tipo de comportamien-
to. Económica y políticamente poderosa durante los siglos
coloniales, la familia tuvo que adecuarse a la nueva reali-
dad tras la independencia. Decadente su hacienda y su ac-
tividad mercantil, el jefe de la familia, Manuel de Acevedo,
tuvo que recurrir a viejas estrategias que, como la historio-

19
Sobre política y estrategia de alianzas de familias, véase Balmori, Las
alianzas de familias.
490 JUAN CÁCERES MUÑOZ

grafía ha mostrado, eran culturalmente habituales en las éli-


tes iberoamericanas. Con un padre enfermo, él, como hijo
mayor, se encargó de casar a sus hermanas con comercian-
tes y políticos connotados de la localidad: Víctor Covarru-
bias y Pánfilo Barasorda. 20 Un caso similar aconteció con
los López de Ecala, una familia de comerciantes nacida en
el siglo xviii y que rápidamente ascendió gracias a las nue-
vas oportunidades que daba la independencia. Así, uno de
sus miembros, el regidor del cabildo Tomás López de Eca-
la, buscando la perpetuidad en el poder, casó a su hija Ma-
ría Manuela con el español Tomás Rodríguez, un comer-
ciante importante de la zona del Bajío y que a la vez fungía
como regidor. Como tal, en 1810 Rodríguez había partici-
pado en las discusiones que giraban acerca de qué hacer si
las “hordas” de Hidalgo aparecían por la ciudad de Queré-
taro. 21 De esta manera y en ambos ejemplos, se observa un
20
Víctor Covarrubias y Pánfilo Barasorda pertenecían a familias dis-
tinguidas de Querétaro. El primero había heredado de su padre, Ramón
Covarrubias, quien fuera gobernador del estado, el gusto por la carre-
ra política. Como diputado en el Congreso local y nacional había defen-
dido fielmente los colores conservadores. Durante la época del centra-
lismo formó parte de la Asamblea departamental de Querétaro, como
así actuó activamente en favor del imperio de Maximiliano. Fue uno de
los primeros conservadores queretanos habilitado para poder participar
­nuevamente en la vida política en 1868. Pánfilo Barasorda, como el ante-
rior, fue político, militar y hacendado que también siguió los pasos de su
padre, el regidor español de la época de la independencia, Domingo Ba-
rasorda. Como político, ocupó la gubernatura local del 24 de noviembre
de 1853 al 28 de febrero de 1855, y durante toda su trayectoria fue un fiel
adherente a la causa de Santa Anna. Para más detalles véase Fortson y
Fortson, Los gobernantes del estado de Querétaro, pp. 56-57.
21
Tomás Rodríguez, comerciante español, había sido regidor del ayun-
tamiento en los agitados años de la independencia. Al casarse con María
Manuela López de Ecala entró a formar parte de la casa de los López de
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 491

tipo de comportamiento familiar que sólo se da en las élites


americanas y cuya simple finalidad era mantener intacto en
sus manos el prestigio y el poder local; en otras palabras,
estrategias, matrimonios que servían para la reproducción
económica, social y política del grupo.
Por otra parte y junto a las alianzas matrimoniales, la es-
trategia política de la refundada élite local cambió ante el
nuevo escenario. En adelante, y sin abandonar el control
del viejo ayuntamiento queretano, la élite extendió su in-
fluencia y control en las nuevas instituciones que la Cons-
titución de Cádiz creaba: por un lado, en la diputación pro-
vincial y, por otro, dirigiendo el proceso fundacional de
nuevos ayuntamientos en el territorio. En realidad, la ins-
talación de la diputación provincial no era mal vista ­puesto
que conservaba intactos, y lejos de la tutela de la dipu­tación
de México, los intereses económicos de la localidad, intere-
ses que, en esencia, coincidían con los del grupo. Así, duran-
te la primera etapa de las diputaciones provinciales, la élite
local se las arregló para tener como representante en la Di-
putación de la Nueva España, constituida en julio de 1814,
a alguien del grupo. De los cinco diputados de esa primera
Diputación de Nueva España, tres representaban a México,
uno a Tlaxcala y el otro, Pedro de Acevedo y Calderón, a
Querétaro.22 Pero en la década de 1820 y con la ampliación

Ecala. Sus cuñados participaron en la política local durante toda la prime-


ra mitad del siglo xix, ocupando puestos en el Congreso local y nacional,
como asimismo la gubernatura. Al respecto, véase Fortson y Fortson,
Los gobernantes del estado de Querétaro, pp. 28 y ss.
22
De los cinco diputados de la Diputación Provincial de la Nueva Espa-
ña, uno era de Querétaro. Para tal efecto la élite nombró al hacendado Pe-
dro de Acevedo y Calderón, con el fin de que representara sus intereses.
492 JUAN CÁCERES MUÑOZ

en aumento de la participación política de otros sectores so-


ciales, la preocupación de la élite por controlar el poder lo-
cal fue mayor. La nueva Diputación Provincial de Querétaro
fue el centro de su interés cuando el 7 de octubre de 1822 el
jefe y comandante de la provincia, Juan José García, publi-
có el bando del Congreso Constituyente de la Nación que
autorizaba la creación de esta nueva diputación en Queré-
taro. En su alocución al pueblo de Querétaro, García con-
sideraba que la institución traería enormes beneficios:

Su concurrencia en el repartimiento de las contribuciones que


toquen a esta provincia: su vigilancia sobre la buena inversión
de los fondos públicos de los pueblos: su cuidado para que
donde corresponda se establezcan ayuntamientos: su obliga-
ción de proponer al gobierno los arbitrios convenientes para
la reposición y creación de las obras de común utilidad: su
sagrado saber en adelantar y perfeccionar la educación de la
juventud, y fomentar la agricultura, la industria y el comer-
cio, protegiendo a los inventores de nuevos descubrimientos:
poner en noticia del gobierno los abusos en la administración
de las rentas públicas: formar el censo y la estadística de nues-
tra provincia: cuidar de que los establecimientos piadosos y de
beneficencia llenen su objeto: elevar al soberano Congreso la
noticia de las infracciones de la Constitución que se cometan

Heredero del mayorazgo fundado por su padre, Pedro García de Ace-


vedo, a mediados del siglo xviii, Acevedo y Calderón había sido regidor
del ayuntamiento durante el último tercio de dicho siglo; y durante la
insurrección en el Bajío contribuyó fielmente a la causa del rey enviando
desde su hacienda Bravo hombres y caballos para defender la ciudad de
Querétaro. Véase Herrera Jiménez, Actas, sesión extraordinaria del 21
de septiembre de 1810, pp. 23 y 24; sobre su padre y la fundación del ma-
yorazgo, Testamento de Pedro García de Acevedo, AHQ, Escribano, Es-
cribano Juan Carlos Erazo (23 abril 1765), ff. 119-128.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 493

en este territorio; y últimamente su atención, entendida gene-


ral y particularmente. 23

Es en este contexto que las familias elitistas se agrupa-


ron para tomar el control de la Diputación Provincial. El
cuadro 3 muestra el resultado de las elecciones para llenar
los cargos; refleja el triunfo de las familias de la nueva élite
del poder; grandes comerciantes y hacendados conforman
la diputación junto, además, con individuos que conforma-
ban la clientela de esas familias. Uno de ellos, por ejemplo,
fue Ramón Covarrubias, médico que, con el apoyo de la fa-
milia Acevedo, llegó a ser el gobernador del estado y cuyo
hijo, Víctor —quien también siguió sus pasos e inquietudes
políticas—, estaba también casado con una de las hijas de
la familia Acevedo. 24 No obstante, esas elecciones mostra-
ron una cara nueva y muy significativa desde la perspecti-
va política; en adelante, otros sectores de la sociedad parti-
cipaban también en los actos electorales, al igual que pasó
en el Ayuntamiento de Querétaro. Curas, médicos y mili-

23
Véase Alocución del Capitán Juan José García Enrique de Rivera,
Rebollo, Osio y Ocampo, caballero de número de la Imperial Orden
de Guadalupe y de la milicia de San Hermenegildo, jefe político supe-
rior y encargado del ramo de hacienda pública de esta provincia, so-
bre la creación de la Diputación Provincial. Querétaro, 20 de octubre
de 1822, AHQ, Ejecutivo, c. 1, 1822; también véase Benson, La dipu-
tación provincial.
24
Ramón Covarrubias era considerado un hombre distinguido en la
sociedad de la capital de Querétaro. Su ocupación de médico lo llevó
a relacionarse con las familias notables del lugar. Llegó al poder avala-
do por la élite local, que lo designó de manera directa después del pro-
nunciamiento del Plan de Jalapa. Mayores detalles de su incursión co-
mo gobernador se encuentran en Fortson y Fortson, Los gobernantes
del estado de Querétaro, pp. 25-27.
494 JUAN CÁCERES MUÑOZ

tares que votaban y eran elegidos eran la cara concreta de


los cambios que imponía la nueva institucionalidad. Para-
fraseando a una historiadora argentina que estudió la rea-
lidad electoral de Buenos Aires, las elecciones de la Dipu-
tación Provincial de Querétaro implicaban una “revolución
del voto” de índole liberal. 25

Cuadro 3
composición de la diputación provincial
de querétaro, 1823. votación y oficios
de sus integrantes
Nombres Votación Oficio
Dr. Joaquín Oteíza Unánime Sacerdote
Tomás López de Ecala Unánime Comerciante
Manuel Samaniego Unánime Hacendado
Lic. Martín Rodríguez 14 votos Abogado
Ramón Covarrubias Unánime Médico
Ramón Ceballos 10 votos Militar
Juan Pastor 15 votos Militar
Suplentes:
Felipe Ochoa 11 votos
Mariano Zubieta 14 votos Militar
Eusebio Camacho Unánime Sacerdote
Fuente: Actas de votación de los individuos que compondrán la ­Excma.
Diputación Provincial y los tres suplentes. Querétaro 8 de septiembre
de 1823, AHQ, Ejecutivo, c. 1, 1823; Poderes de comerciantes, panade­
ros, pulperos y vinateros, dueños de obrajes y trapiches, hacendados
y curas de Querétaro relativa a dar cumplimiento a la Suprema orden
del Excmo. Virrey sobre contribuciones, AHQ, Escribano, Escribano
Juan Domingo Vallejos, 1812-1813, ff. 27-39.

25
Ternavasio, La revolución del voto.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 495

Por otro lado, el control político y electoral por parte de


la élite local se extendió también hacia otras instituciones
como, por ejemplo, el ayuntamiento. Como se señaló ante-
riormente, la Constitución de Cádiz facultó a todos los pue-
blos que sobrepasaban los 1 000 habitantes para que crearan
su propia institución edilicia. 26 Sin duda que para la época
esta nueva realidad constituía un cambio importante que
parecía incluso ser un acto democrático y de libertad. Con
todo, y de acuerdo con Alicia Hernández, en la primera
fase de creación de los nuevos ayuntamientos, ésta se pre-
sentó como una alternativa ordenada y mucho más atrac-
tiva que la guerra imperante entre realistas e insurgentes. 27
Además, en el nuevo escenario de la década de 1820, esas
corporaciones representaron un claro proceso de apertura
política dado a los pueblos para que fundaran su ayunta-
miento y tuvieran también representación en las elecciones
de la provincia. No obstante, esta idea de la libertad y de la
participación de los pueblos creando sus propios ayunta-
mientos no fue del todo bien considerada por los actores del
momento, como aconteció, por ejemplo, con la comunidad
y pueblo de indios de Tolimanejo de la Sierra Gorda, quie-
nes vieron en la fundación de su ayuntamiento una lesión
a sus intereses comunitarios. Según un informe del ­alcalde
José Mariano Legorreta, el pueblo se quejaba de que “en la
legislación anterior eran una República independiente de
Tolimanejo y desde que se instaló el ayuntamiento ­están
todos bajo un mismo gobierno”. 28
26
Constitución política de la monarquía española, 1812, tít. VI, Del
gobier­no interior de las provincias y de los pueblos, cap. I, art. 30.
27
Al respecto véase Hernández, La tradición republicana, p. 23.
28
Véase el documento en Expediente electoral del Ayuntamiento de
496 JUAN CÁCERES MUÑOZ

El cuadro 4 muestra cómo el territorio queretano, que en


la colonia estuvo controlado por el cabildo de Querétaro y
el semi ayuntamiento de San Juan del Río, se fragmentó en
varias corporaciones que se crearon en el transcurso del si-
glo xix. El cuadro indica también cómo este desarrollo fun-
dacional se focalizó en aquellos pueblos donde la población
era básicamente indígena. En efecto, aparte de Querétaro
y San Juan del Río, donde las familias poderosas tenían sus
residencias y dominaban políticamente, la creación de nue-
vos ayuntamientos se centró en aquellos sectores que, des-
de tiempos coloniales, habían sido rezagados en términos
políticos, económicos y sociales; sectores que por la mis-
ma situación de rezago habían sido foco constante de rebe-
liones. 29 La Sierra era uno de esos sectores, territorio que
sirvió de refugio a los insurgentes durante la época inde-
pendentista. La Sierra también sería el lugar donde se origi-
narían los alzamientos que desestabilizarían no sólo al es-
tado de Querétaro, sino también a la República durante el
transcurso de la primera mitad del siglo xix. Independien-
temente de esa realidad, lo concreto es que, como resulta-
do del proceso fundacional de ayuntamientos, más de 55%
de los ayuntamientos creados en el territorio de Querétaro
se ubicaban en la zona de la Sierra.

Tolimanejo, AHQ, Colonial, Documentos electorales, periodo 1820-


1821, c. 28.
29
Sobre las rebeliones populares en el sector de la Sierra Gorda quere-
tana, véase Reina, Las rebeliones campesinas en México, pp. 291-321.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 497

Cuadro 4
ayuntamientos correspondientes a la jurisdicción
del estado de querétaro según distritos
Años Q % S % A % C % T % J % T
u a m a o a o
e n e d l l t
r a e i p a
é J l r m a l
t u c e á n
a a o y n
r n t
o a
d
e
l

R
í
o
1822 5 3.12 4 25.0 7 43.7 16
1825 4 20.0 2 10.0 2 10.0 2 10.0 4 20.0 6 30.0 20
1855 4 18.1 2 9.0 2 9.0 4 18.1 3 13.6 7 31.8 22
Total 13 8 4 13 7 13 58
Fuentes: en 1822, Humilpan y Amealco fueron sumados, a San Juan
del Río por no existir aún Amealco y estar comprendidos dentro del
partido. También para tal fecha Cadereyta estaba integrado por Toli-
manejo, San Pedro Tolimán, Cadereyta mismo, San Pedro Escanela,
Doctor, Landa, Peñamillera. Sobre la división administrativa puede
consultarse el trabajo de Domínguez Paulín, Integración histórica,
p. 50; también Memoria del Comandante y Jefe de Provincia Juan José
García en 1822, AHQ, Ejecutivo, c. 1, 1822. Cuaderno 17, correspon-
dencia; y para 1825, véase también la Constitución política del Estado.

Lo interesante del proceso fundacional de los ayuntamien-


tos en la Sierra queretana fue la gran capacidad de organiza-
ción que tuvo la élite capitalina de la ciudad de Querétaro,
498 JUAN CÁCERES MUÑOZ

muy interesada en mantener el control de esas zonas por los


recursos económicos existentes y la mano de obra abundante.
De hecho, la documentación muestra a los notables quereta-
nos como dueños de propiedades agrícolas y mineras en esos
sectores. Muestra también cómo ellos, a través de su cliente-
la —administradores de ranchos y haciendas, capataces, al-
caldes y regidores—, obstaculizaron la introducción de un
liberalismo más radical y proclive a esparcir ideas como, por
ejemplo, poner fin a la sujeción de los campesinos. Lo concre-
to es que siete ayuntamientos fueron creados tras la restitu-
ción de la Constitución de Cádiz —La Magdalena, Peñami-
ller, Huimilpan, Tolimanejo, Francisco Galileo, Santa Rosa
y San Pedro Tolimán— y en tres de esos pueblos, ubicados
en la Sierra, aparece involucrado el nombre del Marqués de la
Villa del Villar del Águila. Se sabe que el marqués era uno de
los sujetos más influyentes en la zona; tanto es así que podía
incidir en la nominación de los miembros del ayuntamiento
local y, cuando su influencia era resistida, no dudaba en usar
la coerción para manipular las votaciones con el fin de que los
puestos quedaran en manos de su clientela. Para ello, simple-
mente le bastaba armar a sus peones trasladándolos de sus ha-
ciendas cercanas.30 En 1821, por ejemplo, cuando se debía re-
novar el ayuntamiento de Tolimanejo, el alcalde saliente, José
Mariano Legorreta, le comunicó al jefe de la provincia que las
elecciones eran casi impracticable en ese pueblo porque tanto

30
Para mayores detalles véanse Documento electoral de San Francisco
Galileo, 1820, AHQ, Colonial, Documentos electorales, c. 28; Documen-
to electoral de Tolimanejo, AHQ, Colonial, c. 28; Documento electoral
Huimilpan, serie electoral, AHQ, Colonial, c. 28, 1820-1821; Creación
del ayuntamiento de Peñamiller, 1822, AHQ, Ejecutivo, c. 1, 1822; y
Creación del ayuntamiento de la Magdalena, AHQ, Ejecutivo, c. 1, 1822.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 499

el cura del pueblo como el “populacho indígena” se oponían


bajo el argumento de que esas elecciones eran contrarias a los
derechos del pueblo y porque “como siempre, sería igual a las
anteriores en las que el Marqués llevaría a los peones de sus
haciendas a votar por “españoles”.31
El informe de Legorreta concluía señalando que el pue-
blo de Tolimanejo exigía que el sufragio se apegara a lo es-
tablecido por la ley y habilitara para votar solamente a las
personas residentes en los límites del pueblo. Sin embar-
go, la petición no fue escuchada, usándose la fuerza y no
respetando ni la voz ni los derechos del pueblo. Desde las
­haciendas cercanas al pueblo, los notables queretanos lle-
varían a sus peones armados como queda de manifiesto en
el informe del alcalde, quien señala que la elección se reali-
zaría contra viento y marea puesto que:

[…] hemos resuelto avisar a las haciendas para que mañana


venga cuanta gente armada haya en ellas a fin de poder sos-
tener cualquiera providencia y evitar alguna tropelía que el
pueblo quisiera cometer apoyado en la opinión de un cura ex-
tremadamente orgulloso y que indebidamente ha atropellado
al Ilustre Ayuntamiento y a sus individuos en particular […].32

creando un estado de la federación mexicana

El proceso de apertura política no se interrumpió con la lle-


gada de Iturbide al poder. Ciertamente, en el ámbito nacional

31
Véase Expediente electoral de Ayuntamiento de Tolimanejo, AHQ,
Colonial, Documentos electorales, periodo 1820-1821, c. 28.
32
Expediente electoral de Ayuntamiento de Tolimanejo, AHQ, Colo-
nial, Documentos electorales, periodo 1820-1821, c. 28.
500 JUAN CÁCERES MUÑOZ

el poder se concentró en una persona, pero en localidades


como Querétaro los intereses regionales permanecieron in-
tactos y en manos de sus dueños de siempre. En realidad, la
época del emperador también permitió la restauración no-
biliaria y, para cierta parte de la élite, significó la posibili-
dad de aristocratizarse y ser parte de una remozada noble-
za mexicana.33 Sin embargo, con el alejamiento de Iturbide
del poder, las fuerzas políticas del país volvieron a buscar
un camino político nuevo y genuino dentro de un contexto
liberal. En el caso queretano, su élite reaccionó rechazando
las pretensiones más radicales del liberalismo, pretensiones
que, según ellos, tendían a crear un país con un sistema po-
lítico alejado de la realidad que históricamente había teni-
do el territorio mexicano: el centralista. Esas inquietudes de
los políticos locales, como también se dieron en otros luga-
res de América durante las primeras décadas del nuevo si-
glo, exteriorizaron la pugna entre los partidarios del federa-
lismo y los que adherían el centralismo como mejor opción
política.34 ¿Qué era lo más favorable para un país que recién
nacía y qué era lo más favorable para la localidad?; ¿se debía
seguir pensando en una monarquía a pesar del fracaso del
modelo imperial de Iturbide o, dentro de la nueva realidad
constitucional, había que experimentar con un sistema cen-
tralista que no rompiera tan radicalmente con el pasado co-
lonial y monárquico?; o pensando en la diversidad regional
del territorio mexicano, ¿era mejor la idea de crear un país
federal como lo había hecho su vecino del norte? Lo cierto
33
Al respecto véase el excelente estudio de Ladd, La nobleza mexicana.
34
Sobre el centralismo en América Latina véase el trabajo de Véliz,
La tradición centralista de América Latina; sobre el federalismo, véa-
se Carmagnani, Federalismos latinoamericanos.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 501

es que el dilema, independientemente del triunfo posterior


de las ideas federales, marcó una nueva etapa en la conflicti-
va vida política de la élite de Querétaro, por cuanto algunos
decidieron apoyar la causa federal y otros, la mayoría, opta-
ron por enarbolar la bandera del centralismo. Sin embargo,
esa división fue breve y casi hasta artificial pues, no obstante
cómo haya sido la controversia, la élite local en su conjunto,
federalistas o centralistas, funcionaba como una sola fami-
lia y —como en otras partes de México y de América La-
tina— le interesaba mantener viejas prerrogativas. Después
de todo, el centralismo y el propio federalismo le garanti-
zaban mantener esos privilegios. En ese contexto puede ser
comprendido el escaso componente liberal de las reformas
políticas y electorales de la primera mitad del siglo xix. Sin
duda, los actos relativos a las elecciones eran absolutamen-
te revolucionarios porque incluían, a otros grupos sociales,
como hemos visto, pero en la realidad las prácticas no cam-
biaron. Nepotismo, clientelismo, cohecho, entre otros vicios
electorales, los alejaban de una democracia liberal.
Con todo, y ante el triunfo del federalismo en la déca-
da de 1820, la élite —sobre todo aquella que apoyó al cen-
tralismo— optó por adecuarse a las nuevas circunstancias
­políticas y, ante la posibilidad de perderlo todo, decidió par-
ticipar en la construcción del nuevo Estado para, con ello,
evitar el derrumbe total. Así, para sobrevivir políticamente
en medio de este mundo hostil, la estrategia usada fue ganar
todos los espacios posibles que brindaba el nuevo escenario
político, controlando, por tanto, las nuevas instituciones.
No era una táctica muy novedosa porque, en los años de la
independencia, el camino seguido fue parecido al contro-
lar la Diputación provincial y los ayuntamientos. Pero en
502 JUAN CÁCERES MUÑOZ

la década de 1820, y sobre todo en los tiempos del federa-


lismo, la estrategia fue controlar el acceso a los cargos par-
lamentarios en el Congreso local y el de la Unión para el
grupo. Así, por ejemplo, en las elecciones de representan-
tes al Congreso Constituyente de la nación en 1822, lugar
donde se debatiría el nuevo sistema político que tendría el
país, la élite local se aseguró de que los diputados electos
fueran proclives a sus ideas y defendieran los intereses de la
región, intereses que, como se ha señalado, se confundían
con los propios. El cuadro siguiente muestra la elección de
dos sacerdotes junto a comerciantes y hacendados para re-
presentar a Querétaro.

Cuadro 5
diputados queretanos al congreso constituyente
de la nación, 1823
Nombre Votos Ocupación
Félix Osores Unánime Sacerdote
Agustín Paz 13 votos Comerciante
Marqués de Vivanco Unánime Hacendado
Manuel López de Ecala 15 votos Comerciante
Suplentes:
Joaquín Guerra 17 votos Hacendado
Juan Mendiola 16 votos Sacerdote
Fuente: Acta de elección de diputados propietarios y suplentes al Con-
greso Constituyente de la Nación, 7 de septiembre de 1823, ahq, Eje-
cutivo, c. 1, 1823.

En esa elección la familia del marqués y la de los López


de Ecala también estuvieron presentes, pero quien desta-
có del grupo fue el sacerdote y doctor en teología Félix
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 503

Osores, quien tuvo la misión de defender la posición de


Querétaro para ser considerado un estado más dentro del
sistema federal. Osores, sin duda, fue un personaje atracti-
vo para la élite local. Nacido en Tulancingo, Hidalgo, había
estudiado en el Colegio de San Pedro y San Pablo y en San
Ildefonso en México. En la Universidad destacó al recibir
los grados en Filosofía, Teología y Cánones y, más tarde, al
obtener el grado de doctor en teología. Por esa misma con-
dición de erudito, la élite lo había reclutado entre sus filas
y nombrado su diputado en las Cortes de España, tanto en
1814 como en 1820. Fue ese prestigio, su adhesión a la cau-
sa de Querétaro y la lealtad hacia la élite la que lo llevó a
ser nombrado de nuevo diputado titular para el Congreso
Constituyente en el periodo 1822-1823. Durante esa etapa
presentó, entre otras iniciativas, la petición de que el ejér-
cito volviera a vestirse con paños nacionales, petición que
servía a los propósitos económicos de la élite obrajera y co-
merciante de Querétaro.35
Aunque no contamos con las actas de sesiones de dicho
Congreso para seguir la actuación política de Osores, la
defensa que realizó en el Congreso Constituyente puso a
prueba su capacidad de oratoria y política para que los in-
tereses del territorio de Querétaro no fueran dañados por
las ambiciones de Guanajuato, San Luis y México, que as-
piraban a anexar a Querétaro a su territorio.36 Ante muchos
argumentos esgrimidos, sobre todo la acusación de ser una
entidad conservadora y realista durante la independencia

35
Sobre Félix Osores, véase Septién, En defensa de Querétaro (prólo-
go), pp. viii y ix.
36
Véase Septién, En defensa de Querétaro (prólogo), p. iv.
504 JUAN CÁCERES MUÑOZ

y la época de Iturbide, el cura Osores —apoyado en el co-


nocimiento de la historia de Querétaro— convenció a los
miembros del Congreso de los suficientes derechos que te-
nía el territorio para ser un estado libre y soberano.37
Un primer punto que destacó fue el demográfico, pues-
to que Querétaro era considerado un territorio pequeño.
Según él, Querétaro tenía más derechos que otros estados
de México puesto que su población superaba los 200 000
habitantes, cifra que le había significado elegir cuatro re-
presentantes a ese congreso.38 Un segundo aspecto que de-
fendió Osores fue el económico en virtud de que se le veía
como una entidad pobre y carente de recursos económi-
cos. Frente a eso, él mostró que un territorio de 900 leguas
cuadradas de superficie era y siempre sería un lugar prós-
pero. Según él, las tierras queretanas eran las más fértiles
del Bajío, teniendo una producción de alimentos abundan-
te, aspecto que le valió ser considerado el “Granero Gene-
ral” de la Nueva España en la época colonial. Asimismo,
las minas de plata ubicadas en el sector de Cadereyta, en la
Sierra, producían anualmente entre 500 y 600 barras. Con
todo, él aseveraba que la riqueza minera era extraordina-
ria puesto que, tomando como ejemplo el caso de la mina
de Real del Doctor, también situada en la Sierra, ésta había
producido desde 1799, en 30 años de labores, 18 000 000 de
pesos de la época. Con contundencia, en su discurso Oso-
res terminaba señalando que Querétaro destacaba también
por sus actividades manufactureras, siendo conocido du-

37
Véase la acepción en Septién, En defensa de Querétaro, (prólogo), p. iv.
38
En esa época, San Luis poseía 186 000 habitantes, Veracruz 154 000
y Zacatecas 151 000. Incluso Durango contaba con 121 000 personas.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 505

rante la colonia como la “Nueva Barcelona”, apodo naci-


do del prestigio de su producción obrajera porque, según
él, anualmente los obrajeros queretanos enviaba a la capital
del virreinato e inmediaciones más de 50 000 arrobas de la-
nas en tejidos anchos y angostos, ordinarios y finos. Así, la
consecuencia inmediata de esa prosperidad era la existen-
cia de un comercio considerable que rendía por año más de
280 000 pesos en alcabalas, es decir, un capital circulante
de 3 000 000 de pesos.39

Cuadro 6
primer congreso constituyente, 1824-1825
Nombre Ocupación Tendencia política
Presidente José Manuel Septién Hacendado Conservador
Vicepresidente Anastasio Ochoa Cura
Dip. secretario: José Mariano Blasco Hacendado Conservador
Juan Nepomuceno Acosta Cura
Ramón Covarrubias Médico Conservador
Juan José García Militar Conservador
Agustín Guerrero y Osio Hacendado Conservador
Ignacio Yáñez
Ignacio de la Fuente
José Diego Septién Hacendado Conservador
Sabás Antonio Domínguez Hacendado Conservador
José Mariano Blasco
Fuentes: Gobierno del Estado de Querétaro, Acuerdos curiosos, p. 472;
Constitución política del Estado.

39
Para mayores detalles de la representación de Querétaro, véase Biblio-
teca del Congreso del Estado de Querétaro, Discurso.
506 JUAN CÁCERES MUÑOZ

Con el ingreso asegurado a la federación mexicana y


muy a pesar de algunos que seguían pensando en la alter-
nativa monárquica, la élite se dio a la tarea de conformar
la nueva institucionalidad local dentro del marco federal.
Ante este nuevo orden, el primer paso fue la instalación del
Congreso Constituyente de Querétaro (véase el cuadro 6)
y luego, la consiguiente redacción de una constitución que
rigiera el territorio. Dominado por el ala más conservado-
ra de la ­élite, el congreso se abocó a darle la forma jurídica
al ­naciente estado, que debía basarse principalmente en las
consideraciones de su realidad política, económica y social.
Así, y sin desconocer el peso histórico del territorio y del
predominio de su élite, compuesta de terratenientes y mer-
caderes, la redacción de la Constitución de Querétaro de
1825 reflejó fielmente los intereses del grupo bajo una fa-
chada liberal. En efecto, la Constitución promulgada el 12
de agosto de 1825, en la forma era liberal. Se establecía la
división del territorio en seis distritos con sus respectivas
municipalidades40 y se declaraba, asimismo, que el gobier-

40
Antes de la federación, la provincia estaba dividida en tres partidos:
Querétaro, San Juan del Río y Cadereyta. Con la creación de la Repú-
blica Federal, Querétaro quedó dividido para efectos administrativos
del modo siguiente: Amealco: municipios Amealco y Huimilpan; Ca-
dereyta: municipalidades de Cadereyta y Real del Doctor; San Juan del
Río: ­municipios de San Juan del Río y Tequisquiapan; San Pedro Toli-
mán: muni­cipios de San Pedro Tolimán, San Francisco Tolimanejo, ­Santa
María Peñamillera y San Miguel Tolimán. Querétaro: con los munici-
pios de su capital, San Francisco Galileo, San Pedro de la Cañada y San-
ta ­Rosa. Jalpan: municipios de Jalpan, San José de los Amoles, San Pedro
Escanela, Landa, Arroyo Seco y Nuestra Señora de Guadalupe Ahuacat-
lán. Véase Gobierno del Estado de Querétaro, Constitución política del
estado de Querétaro promulgada en 12 de agosto de 1825, tít. II, Del te-
rritorio del estado y su división, sección segunda, art. 5.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 507

no tendría el carácter de republicano representativo, popu-


lar y federal.41 Con ese fin se instituía, además, la división
de poderes —legislativo, ejecutivo y judicial—42 y se entre-
gaba el máximo de atribuciones a un congreso43 que debía
impedir el resurgimiento monárquico bajo la figura de un
ejecutivo fuerte.44

41
Véase Gobierno del Estado de Querétaro, Constitución política del es-
tado de Querétaro, tít. V, De la religión del estado, forma de su gobier-
no y división de poderes, sección primera, art. 27.
42
Véase Gobierno del Estado de Querétaro, Constitución política del es-
tado de Querétaro, tít. V, De la religión del estado, forma de su gobierno
y división de poderes, sección tercera, arts. 29, 30 y 31.
43
Las múltiples atribuciones del Congreso se dividían en jurídicas, pues
podía decretar leyes, conceder indultos y crear tribunales superiores; eco-
nómicas, ya que fijaba los gastos de la administración pública, decreta-
ba las contribuciones y su distribución, y sistematizaba el manejo de las
rentas del estado; políticas, porque concedía facultades extraordinarias
al Ejecutivo y juzgaba a los funcionarios del gobierno; administrativas, al
conceder cartas de ciudadanía y aprobar las ordenanzas municipales de
los pueblos; sociales, porque concedía premios y recompensas a los bue-
nos ciudadanos, decretaba los planes de enseñanza, protegía la libertad de
imprenta y recibía el juramento de los funcionarios públicos; electorales,
al calificar las elecciones del estado, elegir a los senadores para el Con-
greso General de la Nación y sufragar en las elecciones de presidente y
vicepresidente de la República; y por último, militares, al aprobar el nú-
mero de hombres por distritos aptos para el servicio de la milicia cívica.
Al respecto, véanse mayores detalles en Constitución política del ­estado
de Querétaro, tít. VI, Del poder legislativo, sección segunda, art. 35.
44
Las atribuciones del Ejecutivo eran: cuidar la observancia del ­Acta
Constitutiva, la Constitución federal y la del estado; publicar las leyes
generales y del Congreso local; proteger la libertad individual de los ha-
bitantes, cuidar el orden y seguridad del estado, nombrar y remover al
secretario de despacho, cuidar que se administre justicia, nombrar a pro-
puesta de la Junta Consultiva los funcionarios del estado, suspender a
propuesta de la Junta Consultiva a los funcionarios del estado; presen-
tar el presupuesto del estado; disponer de la milicia nacional conforme
508 JUAN CÁCERES MUÑOZ

Sin embargo, tanto en la Constitución como en el sistema


electoral que se creó paralelamente, la élite queretana se las
arregló para dejar intactas sus prerrogativas. Al viejo esti-
lo, propio de una carta de antiguo régimen, la Constitución
invocaba la protección divina y declaraba que la religión
oficial del estado era la católica. Junto con ello, la Consti-
tución, en un acto sin precedente en otros lugares de Méxi-
co, autorizaba a los ayuntamientos para que, junto con el
Congreso, también crearan sus propias leyes, situación que
permitió al viejo cabildo capitalino alzarse como un poder
paralelo y que a futuro se transformaría en un peligro para
la nueva institucionalidad.45 De hecho, desde esa corpora-
ción, que reunía al sector más recalcitrante de la élite, par-
tió la conspiración contra el orden federal en la provincia
años después. Con todo, hacia fines de la década de 1820,
el nuevo sistema político entró en crisis.46 En todas partes
de México, las clases privilegiadas reaccionaron contra el
federalismo pese a que, incluso, lo habían apoyado en un
comienzo. La crítica a un sistema imperfecto fue el argu-
mento principal para demandar el regreso del sistema cen-
tralista y con ello proteger sus intereses económicos. Con
ese fin, eliminaron a todas las autoridades y legislaturas es-

convenga a la tranquilidad y conservación del orden público. Véanse ma-


yores detalles en Constitución política del estado de Querétaro, Sección
séptima, De las atribuciones del Gobernador, art. 119.
45
El artículo referido señalaba que se tendría por iniciativa de ley “las
proposiciones que hagan […] los ayuntamientos”. Véase Constitución po-
lítica del estado de Querétaro, sección novena, De la formación de las le-
yes y de su sanción, art. 75.
46
Memoria que presenta el secretario de despacho del gobierno de Que-
rétaro ante el H. Congreso del Estado el 19 de agosto de 1826, AHQ,
Ejecutivo, c. 1, 1826, f. 1.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 509

tatales hostiles y separaron de sus funciones a las personas


que defendían (y podían defender) el sistema federal y su
Constitución.47De este modo, y siguiendo las indicaciones
del llamado Plan de Jalapa,48 en Querétaro, por ejemplo, el
ayuntamiento capitalino, que seguía teniendo gran influ-
jo en la provincia y estaba apoyado por la guarnición mili-
tar acantonada en el lugar, destituyó en la noche del 22 de
diciembre de 1829 a las autoridades legítimamente estable-
cidas. En la alocución al pueblo de Querétaro, documento
que circuló por los distritos del estado, la corporación seña-
ló que el gobierno en turno era depuesto por su condición
ilegitima puesto que era el resultado del fraude electoral que
los llevó al poder y porque durante su gestión ese gobierno
había sido incapaz —usando un concepto colonial— de dar-
le felicidad a los “súbditos”. Justificaba su actuación acla-
rando que el pronunciamiento no obedecía a una defensa
de intereses particulares sino que, por el contrario, estaba
preocupada por el bien del vecindario.49

47
Costeloe, La primera república federal de México, p. 249.
48
El plan lanzado por el ejército en Jalapa se resumía en varios puntos: la
determinación del ejército de defender el pacto federal; que las leyes fue-
ran observadas estrictamente; que el ejecutivo del país debía renunciara
a sus poderes extraordinarios; que los funcionarios denunciados por la
opinión pública fueran destituidos. Véase Costeloe, La primera repú-
blica federal de México, p. 243.
49
Dentro de las medidas dictadas por el ayuntamiento ante la crítica si-
tuación se contaba la de declarar convocante al Congreso del estado y
arreglar las próximas elecciones de diputados, gobernador, vicegoberna-
dor e individuos de la Junta Consultiva. Mientras el poder ejecutivo estu-
viera acéfalo, éste se depositaba en un individuo de la Junta Consultiva.
Para mayores detalles véase “El Ayuntamiento de la capital de Querétaro
al público, Querétaro, diciembre 31 de 1829”, en Biblioteca del Congreso
del Estado de Querétaro, en Primeros impresos de Querétaro, 1822-1899.
510 JUAN CÁCERES MUÑOZ

A pesar de las protestas de los miembros del Congre-


so local, que denunciaron el golpe de fuerza como “ilícito,
monstruoso y contradictorio e hijo de la opresión y pro-
ducto de un acto de armas”,50 y a pesar del llamado al pue-
blo para que desobedeciera los dictámenes del ayuntamien-
to, la élite local conservadora retomó de nuevo el control
de Querétaro usando como fundamento legitimador la pro-
pia Constitución federal. En adelante, Querétaro mostra-
ría un nuevo perfil no sólo conservador sino, además, incli-
nado a posturas centralistas. El punto inicial comenzó con
la instauración del nuevo gobierno, el que recayó en algu-
nos de sus miembros más connotados. Primero fue Ramón
Covarru­bias, quien gobernó del 23 de diciembre de 1829 al
1º de junio de 1830,51 y luego Manuel López de Ecala, quien
estuvo del 1º de junio de 1830 al 19 de diciembre de 1832. Un
segundo acto provino de su aliado institucional, el ayunta-
miento capitalino que, junto a un Congreso dócil, se dieron
a la tarea de remodelar el nuevo orden institucional de sello
conservador. Su primera medida fue homenajear, recono-
ciéndolas como beneméritas, a aquellas figuras que a nivel
nacional habían destacado luchando por la causa del cen-
tralismo. Así, mediante el decreto núm. 96, del 16 de abril
de 1831, se estableció que eran beneméritos del Estado y en
grado heroico los ciudadanos Anastasio Bustamante, Lucas

50
“Alocución a los queretanos por el Congreso del Estado de Queréta-
ro en 29 de diciembre de 1829”, en Biblioteca del Congreso del Estado
de Querétaro, Primeros impresos de Querétaro, 1822-1899.
51
Covarrubias sería nuevamente gobernador del estado durante la re-
pública centralista (del 12 de abril de 1837 al 30 de noviembre de 1840).
Véase al respecto Fortson y Fortson, Los gobernantes del estado de
Querétaro, pp. 25 y ss.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 511

Alamán, José Antonio Facio, Rafael Mangino y José Igna-


cio Espinosa.52 Su segunda gran medida fue dotar al gobier-
no de facultades extraordinarias que limitaban la libertad
de las personas y aseguraban la tranquilidad de las propie-
dades. La refundación del nuevo estado de Querétaro se
completaba con el control y el disciplinamiento de algunos
grupos sociales vistos como peligrosos y delincuentes.53 En
adelante, los castigos a bandidos y vagos se multiplicaron,
estableciéndose penas severas que incluso llegaban hasta la
pena de muerte a los infractores. Según esos artículos:

Art. 41. Todos los que desde las seis de la tarde hasta las seis de
la mañana se introdujeren en casas habitadas, o sus dependen-
cias, y cometieran hurto o robo, sufrirán la pena de muerte,
cualquiera que sea el modo con que hayan entrado, y aunque
no se les encuentre armas.
Art. 43. También sufrirán la pena de muerte los criados
y domésticos que a cualquier hora del día o de la noche, in­
trodujeren ladrones en la casa donde sirvan o en alguna de sus
dependencias.
Art. 44. La propia pena se aplicará a los salteadores.54

52
Véase el decreto en Biblioteca del Congreso del Estado de Querétaro,
Colección de órdenes y decretos del Congreso del estado de Querétaro des-
de 15 de agosto de 1830 hasta 13 de igual mes de 1831, México, 1831, p. 39.
53
Memoria que presenta el Jefe de la provincia, Juan José García, a la
Excma. Diputación Provincial de Querétaro. Octubre de 1822, AHQ,
Ejecutivo, c. 1, 1822.
54
Véase el decreto núm. 69 del 24 de septiembre de 1830, Varias medidas
sobre procedimientos en las causas criminales contra ladrones, y las penas
con que éstos deben castigarse, en Gobierno del Estado de Que­rétaro, Co-
lección de órdenes y decretos del Congreso del estado de Queréta­ro, desde
15 de agosto de 1830 hasta 13 de igual mes de 1831, México, 1831, pp. 9-19.
512 JUAN CÁCERES MUÑOZ

Por último, y como corolario del nuevo orden que se


imponía, el sistema electoral también sufría modificacio-
nes que cercenaban la participación de la gente. Un primer
cambio fue dirigido a controlar a los votantes. Para ello, en
las siguientes elecciones los ayuntamientos dividirían sus
territorios en cuarteles que no bajaran de 500 ni tampoco
excedieran las 2 500 personas. De esta manera los regidores
llevarían la vigilancia del vecindario a través de un registro
minucioso de los electores y de la ocupación que éstos te-
nían en su vida diaria.55 Un segundo cambio fue la reintro-
ducción del viejo criterio de la riqueza para poder votar. En
adelante, el sistema electoral queretano exigió a las personas
que declararan sus bienes, sobre todo si aspiraban a ocupar
un cargo público. En ese tono fue, por ejemplo, la decla-
ración que tuvo que realizar en 1831 el sacerdote Eusebio
García para ser parte de la Cámara de Diputados. En su de-
claración, hecha ante el notario público de la ciudad, mani-
festó que poseía “bienes propios hasta la cantidad de más
de cuatro mil pesos consistentes en un rancho habilitado de
muebles y semillas en la Hacienda de Esperanza […]”.56
55
Decreto núm. 103 del 21 de mayo de 1831 sobre arreglo de elecciones
de diputados al congreso general, en Gobierno del Estado de Queréta-
ro, Colección de órdenes y decretos del congreso de estado de Queréta-
ro, desde 15 de agosto de 1830 hasta 13 de igual mes de 1831, México,
1831, pp. 43-53.
56
En dicha declaración, García presentó también un testigo que señaló
que el diputado poseía un rancho con 1 650 fanegas de maíz, lo cual valía
3 300 pesos; 40 reses, que valían 400 pesos; 150 carneros, 300 pesos; una
cría de cerdos, 100 pesos; 5 caballos, 300 pesos. Véase Exposición por la
que aparece el S. Diputado Dn. Br. Eusebio García tiene congrua sufi-
ciente para su mantenimiento. Declaración de bienes del diputado Euse-
bio García, AHQ, Escribanos, Escribano Juan Domingo Vallejo, 10 de
noviembre de 1831, ff. 211-211v.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 513

Por otra parte, el sistema electoral se ideó como la con-


fección de un traje a la medida que sirviera a los intereses de
la élite. A través de un complejo sistema, doblemente indi-
recto, considerado típico para sociedades rurales conserva-
doras y que, además, servía para reducir el impacto sobre las
estructuras políticas de aquellos políticos de espíritu inno-
vador y potencialmente peligroso,57 la élite aseguró la exclu-
sión de los sujetos talentosos de los sectores medios y popu-
lares. Con ello, no dejó ninguna posibilidad de cambio. De
este modo, no sólo volvieron a una realidad pasada sino que
también frenaron la construcción de una ciudadanía parti-
cipativa y democrática en el contexto del liberalismo y de la
construcción de un Estado nuevo.
Para probar esta aseveración del cambio electoral, hemos
tomado como muestra el censo de 1868 hecho para el dis-
trito principal de la comunidad de la Sierra conocida como
Jalpan. El nuevo sistema, y que se mantuvo por largo tiem-
po, partía de considerar las diferencias sociales existentes.
Con un total de 653 habitantes, Jalpan y algunos ranchos
cercanos presentaban una población claramente estratifica-
da donde más de 80% de las personas se dedicaban a labores
propias del mundo rural, según se puede ver en el cuadro 7.
El censo mostraba además la existencia de 160 familias, de
las cuales 117 estaban encabezadas por hombres; es decir,
en términos electorales, eran potenciales electores prima-
rios en futuros sufragios. Precisamente, y para la realidad
social del Querétaro del siglo xix, fue de esta base social ru-
ral —sobre todo campesina e indígena, y común a todo el
estado— de donde se escogería a los “vecinos” que el mu-

57
Véase Annino, Historia de las elecciones, p. 25.
514 JUAN CÁCERES MUÑOZ

Cuadro 7
estructura socioocupacional. jalpan y ranchos
cercanos según censo de 1868. porcentajes
Ocupación %
Labradores 20.3
Jornaleros 69.1
Domésticos    6.4
Filarmónicos    0.5
Carpinteros    1.7
Sastres    0.5
Comerciantes    0.5
Herreros    0.5
Total 100.0
Fuente: Padrón que comprende el cuartel cuarto de esta villa de Jal-
pan, AHQ, Ejecutivo, c. 1, 1868.

nicipio local buscaría para formar el grupo de los electores


primarios.
Esa realidad social de Jalpan, replicada en tantos otros
lugares del territorio queretano, la encontramos en loca-
lidades como San Juan del Río. 58 Considerando esa base
social, hemos encontrado para San Juan del Río una lista
de electores primarios de cinco cuarteles en los que se di-
vidió la jurisdicción del lugar, faltando sólo la lista de Te-
quisquiapan. Así, manteniéndose la estratificación social,
compuesta de campesinos, en su base primaria el sistema
58
Aunque San Juan del Río puede ser considerada para la época una
ciudad secundaria comparada con Querétaro u otras de México, lo cier-
to es que la vida cotidiana, el ritmo, el estilo de vida e incluso las fun-
ciones que los hombres realizaban eran esencialmente de índole cam-
pesina. El campo dominaba la ciudad.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 515

Cuadro 8
electores primarios de san juan del río según
estructura socioocupacional, 1847.
porcentajes
Ocupación % Ocupación % Ocupación % Ocupación %
Abogados 0.8 Albañiles 0.8 Herreros 0.8 Hojalateros 0.4
Arrieros 1.2 Barberos 2.1 Indeterminados 0.8 Jaboneros 1.2
Billaristas 0.4 Boticarios 0.4 Labradores 26.7 Manteros 0.4
Carniceros 0.8 Carpinteros 2.5 Médicos 0.4 Militares 0.4
Cocteros 0.4 Comerciantes 21.1 Músicos 1.2 Obrajeros 2.1
Ocupación % Ocupación % Ocupación % Ocupación %
Corredor 0.4 Curtidores 1.2 Panaderos 0.4 Pintores 0.4
de número
Eclesiásticos 2.5 Empleados 3.0 Plateros 1.2 Preceptores 0.8
Escribanos 0.4 Escribientes 1.2 Sastres 5.1 Sombrereros 0.4
públicos
Escultores 1.7 Guardas 1.7 Talabarteros 0.4 Tocineros 1.7
Trapicheros 4.3 Zapateros 7.3
Fuente: Padrón de los ciudadanos que han de votar en las Seccio-
nes, primera, segunda, tercera, cuarta y quinta para las elecciones
primarias de diputados al Soberano Congreso Nacional, ahq, Eje-
cutivo, c. 1, 1847.

electoral permitía la participación de todos los vecinos de


la comunidad local considerados “distinguidos”. En la
muestra, como se aprecia en el cuadro 8, de un universo
de 232 personas, el componente rural destaca representado
por el componente de los labradores, denominación usada
por el censo para referirse a los hacendados locales. Pero
también se observa la impronta semiurbana al notarse el
grupo de comerciantes locales. El universo de individuos
se completa con un conjunto de personas que se ocupaban
516 JUAN CÁCERES MUÑOZ

en oficios socialmente menos importantes. Esta lista mues-


tra también la constitución de la llamada Junta Primaria
o Parroquial, desde donde debían surgir los electores se-
cundarios que, más tarde, se encargarían de nominar a los
diputados que ocuparían un escaño en el Congreso local
instalado en la capital del estado. Como es sabido, aunque
la votación era personal, los ciudadanos podían llevar pre-
paradas las listas de sus candidatos, situación que muchas
veces se prestó a la manipulación tanto de parte de los par-
tidarios liberales como de los conservadores.
Pero era en la segunda etapa de los comicios, en la lla-
mada Junta Secundaria, donde la elitización del sistema
electoral quedaba a la vista. Reunidos en las cabeceras de
cada uno de los distritos del territorio queretano, los elec-
tores primarios escogían a los representantes secundarios
según lo establecido por la ley, la cual garantizaba que, si
la población de un determinado distrito era insuficiente
para elegir 20 electores, de todos modos podían nombrar
un representante secundario.59 Como era evidente, la elec-
ción recaía en los “labradores” o latifundistas y en miem-
bros del grupo de los comerciantes, según se puede apre-
ciar en el cuadro 9. En definitiva, estos últimos serían los
que pasarían a la capital del estado, la ciudad de Queréta-
ro, para designar a los diputados locales. Y a diferencia de
la etapa primaria, los electores secundarios podían optar
entre votar en forma secreta mediante células o hacer pú-
blico su voto.

59
Véase en Ley para las elecciones de diputado al soberano Congreso ge-
neral decretada y sancionada por el constituyente del estado de Queréta-
ro, Querétaro, 1825, cap. 3, De las juntas secundarias o de distrito, art. 37.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 517

Cuadro 9
electores secundarios. san juan de río, 1847
Nombre Ocupación
Manuel Casabal Hacendado
Juan Llaca Hacendado
Ignacio Uribe Comerciante
Fuente: Acta de Elecciones. San Juan del Río, ahq, Ejecutivo, c. 1.
1847.

Cuadro 10
electores secundarios por distritos, 1847
Nombre Ocupación Distrito
Víctor Covarrubias Hacendado Querétaro
José María Pizaña Comerciante Querétaro
Vicente Domínguez Comerciante Querétaro
Ignacio Herrera Hacendado Querétaro
Anastasio Pacheco Comerciate Querétaro
Manuel Casabal Hacendado San Juan del Río
Ignacio Uribe Comerciante San Juan del Río
Juan Llaca Hacendado San Juan del Río
Amado de la Mota Hacendado Tolimán
Francisco Padilla Comerciante Tolimán
Nombre Ocupación Distrito
José María Herrera Hacendado Cadereyta
José María Almaraz Hacendado Jalpan
Fuente: Poder de los electores secundarios a los señores diputados al
Congreso de la Nación, AHQ, Escribano, Escribano Mariano Mal-
donado, 1847, ff. 162-164. También, para conocer la ocupación de ca-
da persona, véase Actas de elecciones secundarias por distritos, 1846,
AHQ, Ejecutivo, c. 1, 1846.
518 JUAN CÁCERES MUÑOZ

De este modo, y en la llamada Junta de Estado que se ce-


lebraba el primer domingo de octubre bajo la vigilancia del
prefecto de Querétaro, los electores de cada uno de los dis-
tritos se reunían para designar a los representantes locales
al Congreso de la Nación. Ciertamente, ellos son parte in-
tegrante de la clase política del territorio y, como tales, de-
ciden el futuro de Querétaro. En el cuadro siguiente se con-
signan estos electores secundarios.
Las elecciones llegaban a su fin con la designación de los
diputados, miembros pertenecientes en su mayoría a la éli-
te local compuesta de familias hacendadas y comerciantes
que, como se señaló en otra parte de este artículo, coexis-
tían emparentadas por matrimonios y unidas a la vez por
los negocios y los ideales políticos. Después de todo, el fin
era mantener incólumes los privilegios, y con ello se con-
cretaba además la estrategia de la reproducción política del
grupo en el poder. El cuadro 11 muestra la elección de los
diputados queretanos al Congreso de la Unión.60
En consecuencia, el análisis de la historia electoral de
Querétaro muestra una primera etapa de votación popular
que se caracterizó por el “acarreo” de la gente común; cam-
pesinos y jornaleros eran llevados a los lugares de votación
por sus propios patrones o capataces con las papeletas de
votación preparadas de antemano con el nombre de las per-
sonas que se quería favorecer. Con ello, una falsa fachada

60
La ley aclaraba que cada elector nombraría a los diputados de uno en
uno y sólo se estaría en presencia de un diputado cuando nueve electores
secundarios lo eligieran. Véase en Ley para las elecciones de ­diputados
al soberano Congreso general decretada y sancionada por el constitu-
yente del estado de Querétaro, Querétaro, 1825, cap. IV, De las juntas
de Estado, art. 60.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 519

Cuadro 11
diputados queretanos al congreso de la nación, 1847
Nombre Ocupación Carácter del cargo
Víctor Covarrubias Hacendado Propietario o titular
Miguel Vicente Bravo Sacerdote Propietario o titular
Manuel Alvear Comerciante Suplente
Sabás Antonio Domínguez Hacendado Suplente
Fuente: Poder de los electores secundarios a los señores diputados al
Congreso de la Nación, AHQ, Escribano, Escribano Mariano Maldo-
nado, 1847, ff. 162-164.

liberal y democrática se levantaba para cuidar el poder y los


privilegios políticos. Y en la segunda fase de las elecciones,
como se demostró, la elitización de la política y de las elec-
ciones era palpable. Así, quedaba claro que los ciudadanos
comunes podían votar pero jamás detentar el poder. En de-
finitiva, una comunidad absolutamente imaginada y con
ciudadanos imaginarios.61
En efecto, en Querétaro las restricciones a los electores
aumentaron. Por ejemplo, para ser nombrado elector se-
cundario, aparte de estar en pleno goce de los derechos y
ser mayor de 25 años, en adelante también habría que de-
mostrar cinco años de vecindad en el distrito. Pero el mayor
golpe fue dado a las aspiraciones políticas de los sectores
populares. La Constitución de 1825 introdujo una primera
limitación a todas las personas carentes de recursos econó-
micos y las clasificó como ciudadanos pasivos.62Además, les
61
Sobre la comunidad imaginada y el ciudadano imaginario, véan-
se Anderson, Comunidades imaginadas y Escalante, Ciudadanos
imaginarios.
62
Véase al respecto La constitución política del estado de Querétaro
520 JUAN CÁCERES MUÑOZ

señaló que sus derechos ciudadanos podían perderse si te-


nían la condición de sirviente doméstico y, sobre todo, si no
sabían leer ni escribir, medida absolutamente paradójica en
una época de gran analfabetismo en la población mexicana.
De hecho, por ejemplo, hacia 1895, 82.1% de la población
total mexicana no sabía leer ni escribir.63 Con las reformas
posteriores hechas a la Constitución e insertas en la segun-
da Carta Fundamental, promulgada en 1833, el proceso de
exclusión y, por consiguiente, de elitización política ten-
dió a reforzarse. Por iniciativa del ayuntamiento capitali-
no, controlado por la élite de hacendados y comerciantes, la
ciudadanía adquirió una connotación moral quedando ve-
dada a todos los individuos que carecían de “honor”, y ello
comprendía no sólo a los procesados criminalmente, sino
además a los malos padres, los malos hijos y los malos es-
posos; en definitiva, los que causaban deshonra. Así, se se-
ñalaba que no podían votar “los ebrios, los jugadores, los
casados separados arbitrariamente faltando a sus obligacio-
nes; a los hijos ingratos […] porque son monstruos sin ho-
nor y probidad”.64

p­ romulgada el 12 de agosto de 1825, cap. IV, De los queretanos y ciuda-


danos queretanos, artículos 22 y siguiente.
63
Sobre el analfabetismo en el siglo xix, véase Instituto Nacional de Es-
tadística, Geografía e Historia, Estadísticas históricas de México, vol. 1,
p. 90.
64
Véanse los puntos de reformas a la Constitución presentados por el
Ayuntamiento de Querétaro en Papeles varios del ciudadano Antonio
del Raso, exdiputado de los congresos de Guanajuato y Querétaro en
los años de 1826 a 1832, tomo i, pp. 149-193, AHCONDUMEX, fondo
DCLVII; véase también la Constitución política del estado de Queréta-
ro, sancionada por su congreso constituyente el 12 de agosto de 1825; y
reformada por la quinta legislatura constitucional del mismo, en 7 de oc-
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 521

El proceso inverso fue a la vez evidente. A medida que


se limitaba el derecho al voto de los grupos populares, la
ciudadanía se amplió a la gente adinerada y fuereña, so-
bre todo empresarios o grandes comerciantes; bastaba con
cumplir con el requisito de riqueza para rebajarle en un par
de años el de la vecindad puesto que, como se decía, con-
venía al estado y “al interés de los capitalistas”. 65 Volvien-
do al pasado monárquico, la élite restauró la vieja condi-
ción colonial de vecindad para definir la ciudadanía y, con
ello, mantener sus viejos propósitos de controlar la vida
política, social y económica del territorio queretano. 66 El
viejo concepto de “vecino” se constituyó en un elemento
de continuidad inserto en las leyes locales. Como en otros
lugares de América, los ayuntamientos y cabildos exigi-
rían a quienes postularan a un cargo público la presenta-
ción de una carta de vecindad en que se probara tal condi-
ción por una autoridad calificada.67 No obstante, y como
pleno legado colonial e hispánico, durante las primeras dé-
cadas del siglo xix la vecindad no tendría un componente
de carácter censitario como lo tendría más adelante con la
Constitución plenamente liberal de 1867. Por el contrario,
la vecindad en esos años fue el resultado de la condición
sine qua non de suficiencia económica y social de todos

tubre del año de 1833, México, 1833, tít. IV, De los queretanos y ciuda-
danos queretanos, arts. 20 y 21.
65
Véase Papeles varios del ciudadano Antonio del Raso. Exdiputado de
los congresos de Guanajuato y Querétaro en los años de 1826 a 1832, t. i,
AHCondumex, fondo DCLVII.
66
Véase Carmagnani, “Del territorio a la región”, p. 224.
67
Al respecto puede verse con mayores detalles una carta de vecindad
en Alemparte, El cabildo en Chile colonial, p. 124.
522 JUAN CÁCERES MUÑOZ

aquellos vecinos con derecho a ciudadanía; en otras pala-


bras, la vecindad traducía los valores propios del Antiguo
Régimen donde el honor, el prestigio y la riqueza eran fun-
damentales.68
En consecuencia y como bien ha señalado Annino, la
élite local mantuvo el control social y la representatividad
que, en el plano del Estado, representó la mejor garantía de
la realización de un pacto entre los sectores elitistas, hacen-
dados y comerciantes, constituyéndose en el mayor ejem-
plo histórico de continuidad normativa.69 Así, por último,
la lucha frente al liberalismo federal de la primera época
estaba ganada y, por tanto, se estaba ya en condiciones, al
igual que en el resto del país, de ingresar en lo que sería la
época del centralismo.

conclusiones

En el desarrollo de la historia de la vida política y electoral


de Querétaro durante las primeras décadas del siglo xix re-
sulta difícil no reconocer el papel jugado por la élite local;
una élite nacida en tiempos de la colonia, principalmente
hacendada y que a fines del siglo xviii aceptaba fundirse
con comerciantes enriquecidos y provenientes del mundo
vasco. Fue este grupo el que participó en los hechos que
rodearon la independencia y en las primeras escaramuzas
orientadas a formar el país, y el estado de Querétaro en par-
ticular. Políticamente su actuar fue el resultado de los cam-
bios que se estaban produciendo. Con el fin de mantener

68
Carmagnani, “Del territorio a la región”, p. 224.
69
Véase Annino, “El pacto y la norma”, p. 22.
ENTRE LA LIBERTAD Y LOS PRIVILEGIOS 523

el control del territorio no dudó en echar mano de viejos


mecanismos que le facilitaran su sobrevivencia en el nuevo
siglo. Cooptación, alianzas de familias, cohecho electoral
fueron mecanismos habituales que sirvieron para controlar
las localidades. No titubearon tampoco en usar el dinero y
el prestigio para consagrar el poder y el monopolio político.
Por otro lado, resulta imposible desconocer la influencia
del liberalismo de estos primeros años. Un liberalismo que
se nutría también de formas arcaicas en la elaboración de las
constituciones políticas pero que, a la vez, buscaba confor-
mar sociedades más abiertas y participativas. Fue esa ten-
sión, que ha sido vista como la tensión entre la libertad de
los antiguos y la libertad de los modernos, la que los separó
en un primer instante, pero luego de nuevo se unieron para
defender sus intereses y privilegios familiares. Ellos enten-
dieron que la defensa de esos intereses debía ser usando la
legalidad de las instituciones que el nuevo orden iba impo-
niendo. Una constitución adecuada y un sistema electoral
propicio fueron claves para seguir controlando la vida polí-
tica local. Con un sistema doblemente indirecto inclinaron
las elecciones a su favor, aceptando la participación popular
en un nivel primario pero negándole detentar el poder. Los
cargos de representación en los ayuntamientos del territo-
rio, en los congresos locales y en el de la Unión fueron para
miembros de la élite. Los requisitos de vecindad usados en
tiempos de la colonia se mantuvieron y la exclusión de los
sectores populares y medios fue reforzada con restriccio-
nes ligadas a las condiciones de riqueza, prestigio y honor,
condiciones que eran aplicadas durante el mundo colonial
español, conocido también como Antiguo Régimen. El nue-
vo orden se basó en la implantación de un sistema político
524 JUAN CÁCERES MUÑOZ

más adecuado a sus intereses; de allí, por tanto, se explica


la fachada liberal y democrática pero que escondía profun-
damente la tendencia hacia un centralismo anacrónico para
la nueva realidad que se estaba viviendo.
Esta situación de privilegios políticos, propia de esas so-
ciedades notabiliarias, vino a cambiar, pero lentamente, a
fines del siglo xix con la irrupción de los sectores medios
y populares que presionaron a la oligarquía por una parti-
cipación genuina en el mundo político y pidiendo cambios
como el establecimiento del sufragio universal y la creación
de la dieta parlamentaria. De hecho, el golpe de gracia lo
dio otro hecho revolucionario 100 años más tarde. La revo-
lución de 1910 irrumpió transformando la fisonomía polí-
tica local y, en adelante, los sectores populares y una clase
media consciente de su identidad social y política pasaron
a ser parte activa de las transformaciones del México pos-
revolucionario.

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