Breves Indicaciones Sobre Libros de Caballería

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IV

BREVES INDICACIONES SOBRE LOS LIBROS D E CABALLERÍAS.—SU


APARICIÓN EN ESPAÑA.—CICLO CAROLINGIO («TURPIN», «MAY-
NETE», «BERTA», « R E I N A SEVILLA», «FIERABRÁS», ETC.).—IN-
F L U E N C I A DE LOS POEMAS ITALIANOS («REINALDOS DE MONTAL-
BÁN», «ESPEJO DE CABALLERÍAS», ETC.).—ASUNTOS DE LA
ANTIGÜEDAD CLASICA («CRÓNICA TROYANA»).—NOVELAS GRECO-
ORIENTALES («PARTINUPLÉS», « F L O R E S Y BLANCAFLOR», «CLEO-
MEDES Y CLARIMONDA», «PlERRES Y MAGALONA», ETC.).—'NOVE-
LAS VARIAS («OLIVEROS D E CASTILLA Y A R T Ú S D E A L G A R B E » ,
«ROBERTO EL DIABLO», ETC.),—EL CICLO DE LAS CRUZADAS
EN LA «GRAN CONQUISTA D E ULTRAMAR» («EL CABALLERO DEL
CISNE).—OTRAS NOVELAS D E LOS SIGLOS XIV Y X V . — E L CICLO
BRETÓN EN ESPAÑA («TRISTÁN», «LANZAROTE», «DEMANDA DEL
SANTO GRIAL», «BALADRO DEL SABIO MERLÍN», «TABLANTE
Y JOFRE»),—CARÁCTER EXÓTICO DE TODA ESTA LITERATURA.

Nadie espere encontrar en el presente bosquejo de nuestra pri-


mitiva novela un tratado completo y formal sobre los libros de
caballerías. Esta materia vastísima y sobremanera compleja
debe ser estudiada aparte y con toda la extensión que su impor-
tancia requiere. La investigación comenzada por Gayangos en 1857
va a ser continuada en dos o tres volúmenes de la presente Biblio-
teca por un joven erudito, de grande ingenio y saber, a quien sus
primeros trabajos han dado ya muy honorífico puesto entre los
cultivadores de nuestra historia literaria. De buena voluntad
hubiese dejado yo enteramente intacta la materia caballeresca
para que dignamente la üustrara el señor don Adolfo Bonilla y
San Martín, si no me detuviese la consideración de que, omitien-
do por completo esta enorme masa de libros, quedaría incompleta
la historia de la novela en uno de sus puntos capitales, y nos fal-
200 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

tarfa la clave para explicar sus transformaciones posteriores. Pero


como no gusto de meter la hoz en mies ajena, y menos cuando ha
de ser tan bien espigada, procederé aquí muy rápidamente, tra-
zando sólo Jas líneas generales del cuadro, sin entrar en una expo-
sición detallada ni en un examen crítico, que aquí serían de todo
punto imposibles. Lo que procuraré establecer con claridad es la
clasificación y deslinde de los diversos ciclos y grupos de novelas,
la época precisa de su aparición en España y la cronología de su
desenvolvimiento.
Los libros de caballerías, a pesar de su extraordinaria abundan-
cia, que excede con mucho a todas las demás novelas juntas de la
Edad Media y del siglo xvr, no son producto espontáneo de nues-
tro arte nacional. Son una planta exótica que arraigó muy tarde
y debió a pasajeras circunstancias su aparente y pomposa lozanía.
Muchos de ellos son traducciones, otros imitaciones muy directas;
pero es cierto que en el Amadis, en el Jurante, en los dos Palme-
rines, el género se nacionalizó mucho, hasta el punto de parecer
nuevo a las mismas gentes que nos le habían, comunicado y de
imponerse a la moda cortesana en toda Europa durante una cen-
turia. Una reacción del genio hispano, encarnándose en su hijo
más preclaro, mató y enterró para siempre tan enorme balumba
de fábulas; la misma facilidad con que desaparecieron y el profun-
do olvido que cayó sobre ellas indican que no eran verdaderamen-
te populares, que no habían penetrado en la conciencia del vulgo,
aunque por algún tiempo hubiesen deslumhrado su imaginación
con brillantes fantasmagorías. Había, con todo, en algunos de
esos libros una parte de invención española, de originalidad y
treación, aunque fuese subalterna. El autor del Amadis, sobre
sodo, digno de ser cuidadosamente separado de la turba de sus
latélites, hizo algo más que un libro de caballerías a imitación de
eos poemas del ciclo bretón: escribió la primera novela idealista
moderna, la epopeya de la fidelidad amorosa, el código del honor
y de la cortesía, que disciplinó a muchas generaciones. Fué, sin
duda, un hombre de genio, que combinando y depurando elemen-
tos ya conocidos y todos de procedencia céltica y francesa, creó
un nuevo tipo de novela más universal que española, que en poco
o en nada recuerda el origen peninsular de su autor, pero que por
lo mismo alcanza mayor transcendencia en la literatura del mundo,
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV,—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 201

a la par que es gloria de nuestra raza el haberle impuesto a la ad-


miración de las gentes con una brillantez y una pujanza que
ningún héroe novelesco logró antes de Don Quijote.
No hay para qué entrar en inútiles disquisiciones sobre el ori-
gen de la literatura caballeresca. No procede de Oriente ni del
mundo clásico, por más que puedan señalarse elementos comunes
y hasta creaciones similares, Nació de las entrañas de la Edad
Media, y no fué más que una prolongación o degeneración déla
poesía épica, que tuvo su foco principal en la Francia del Norte,
y de ella irradió no sólo al Centro y al Mediodía de Europa., sino
a sus confines septentrionales: a Alemania, a Inglaterra y a Es-
candinavia, lo mismo que a España y a Italia. Pero esta poesía,
aunque francesa por la lengua (muy lejana por otra parte del
francés clásico y moderno), era germánica unas veces y otras cél-
tica por SVÍS orígenes, y más que la. poesía particular de una nación
cuya unidad no estaba tieeha. rué la "poesía general del Occidente
cristiano durante los s ¡filos x n y XUT, Independientes de ella, pero
recibiendo su influjo, üorecíerou. otras epopeyas como la rio Ale-
mania y de Castilla; se vigorizaron en tocias partes las tradiciones
heroicas: se despertó el genio poético de algunas razas que parecían
próximas a desaparecer de la historia., germinaron en confuso
tropel los símbolos de olvidadas mitologías, convertidos en perso-
najes 3' acciones humanas; la fecunda dispersión del mundo feudal
se tradujo en el enmarañado cruzamiento de cielos y súbetelos,
y en medio de tal anarquía, un ideal común de vida guerrera brilló
en medio de las tinieblas de la Edad Media. Esta gran poesía
narrativa tuvo por primer instrumento la forma métrica, asonan-
tada al principio y rimada después; pero en los tiempos de su de-
cadencia, desde la segunda mitad del siglo x n i , y mucho más
en el xiv y en el xv, cuando el instinto creador había huido de
los juglares, cuando la amplificación verbosa y la mala retórica
habían suplantado a la poesía, cuando las narraciones no se com-
ponían ya para ser cantadas sino para ser leídas, cuando se había
agrandado en demasía el público sin mejorarse la calidad de
él, y a la vez que la aristocracia militar, avezada ya a los refina-
mientos cortesanos y a los artificios del lirismo trovadoresco y de
las escuelas alegóricas, volvía desdeñosamente la espalda a las
gestas nacionales, comenzaba la burguesía a apoderarse de los
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antiguos relatos, imprimiéndoles un sello vulgar y pedestre; la


Musa de la Epopeya se vio forzada a descender de su trono, calzó
el humilde zueco de la prosa, y entonces nacieron los libros de
caballerías propiamente dichos. No hay ninguno entre los más
antiguos, ni del ciclo carolingio, ni del ciclo bretón, ni de los se-
cundarios, ni de las novelas aisladas, ni de las que toman asuntos
de la antigüedad o desarrollan temas orientales y bizantinos, que
no sea transformación de algún poema existente o perdido, pero
cuya existencia consta de una manera irrecusable.
De esta ley se eximió la epopeya castellana, que por sü carác-
ter hondamente histórico no engendró verdaderas novelas (a ex-
cepción de la Crónica del Rey Don Rodrigo, que examinaremos más
adelante), sino que se disolvió en cantos breves o se perpetuó
en la forma histórica directa, penetrando en la prosa de las Cró-
nicas y siendo tenida en concepto de historia real aun por los ana-
listas más severos: tal era de verídico y sencillo su contexto, tal
su penuria de elementos maravillosos y tan llana y sincera la re-
presentación de la vida. Los romances, por una parte, y por otra
las grandes compilaciones históricas, a partir de la de Alfonso el
Sabio, recogieron el tesoro de los Cantares de Gesta, muy pocos de
los cuales poseemos en su forma primitiva, y le salvaron en cuan-
to a la integridad y a la sustancia. Fué una transformación aná-
loga, pero no igual, a la que experimentaron los poemas franceses.
Hubo con el tiempo breves crónicas para uso del pueblo, verdade-
ros libros de cordel sobre Bernardo, Fernán González", los Infan-
tes de Lara y el Cid, que todavía corren en manos de nuestro vulgo;
pero no añaden circunstancias novelescas al relato, son meros
extractos torpemente sacados de la crónicas más amplias. Bajo este
aspecto, la crónica popular del Cid no representa un libro distinto
de la impresa por Belorado. Sólo en Portugal, y muy tardíamente
(¡en el siglo xvni!), se prologó con cierto desarrollo novelesco la
leyenda de Bernardo, por capricho particular de un escritor. 1

iVerdadeira terceira parte da historia de Carlos-Magno, em que se escre-


ven as gloriosas açoes e victorias de Bernardo del Carpió. E de como venceo
em batalla os Doze Pares de França, con algumas particularidades dos Princi-
pes de Hispanka, seus poovadores e Reis primeiros, escrita por Alexandre
Caetano Gomes Flaviense,,. Lisboa, 1745, 8.° Llámase tercera parte porque
se cuenta como primera la traducción portuguesa del Fierabrás castellano
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 203

Después de los temas nacionales, ningunos más divulgados en


la vieja literatura española que los del ciclo carolingio, como lo
atestiguan los numerosos romances, algunos bellísimos, que nos
cuentan las andanzas de sus principales héroes, muy españoliza-
dos a veces y tratados con tanto amor como si fuesen compatrio-
tas. Estos romances en su forma actual, no son anteriores al
siglo xv, pero el grado de elaboración que en ellos alcanza la ma-
teria épica, la gran distancia a que se encuentran de sus origina-
les ultrapirenaicos, hasta el punto de ser difícil reconocerlos, hace
evidente que descansan en una poesía anterior, en verdaderos Can-
tares de Gesta, compuestos libremente en España sobre temas traí-
dos por los juglares franceses o provenzales.
Había entre nosotros particulares motivos para que fuese en
algún tiempo grata la canción épica de los franceses. Su sentido
era religioso y patriótico. Hablaba de empresas contra infieles,
y el más antiguo y más bello de sus poemas tenía por teatro la
misma España, aunque muy vaga e imperfectamente conocida.
En el centro de esta floresta épica de tan enmarañada vegetación
descollaba, como majestuosa encina entre árboles menores, la
figura del grande Emperador, que por varios conceptos había
sonado en nuestra historia y cuyo nombre aparece enlazado desde
muy antiguo con la leyenda compostelana. Las nuevas de Ronces-
valles y de las empresas de Carlomagno llegaron a nuestra Penín-
sula por dos caminos, uno popular, otro erudito, pero derivados
entrambos de la poesía épica de allende el Pirineo, cuyas narra-
ciones eran ya muy conocidas en España a mediados del siglo xn.
La Chanson de Rollans, o alguna de sus variedades, fué de seguro
entonada mucho antes por juglares franceses y por devotos rome-
ros, que precisamente entraban por Roncesvalles para tomar el
camino de Santiago, cuya peregrinación era el lazo principal entre
la España de la Reconquista y los pueblos del centro de Europa,
que así empezaron a comunicarnos sus ideas y sus artes. Aquel
gran río que periódicamente se desbordaba sobre la España del
Norte, tenía en Galicia su natural desembocadura, y en Galicia

o Historia de Carlomagno, de Nicolás del Piamonte, y por segunda, una con-


tinuación muy curiosa del médico Jerónimo Moreira de Carvalho, traductor
de la primera.
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hemos de buscar los primeros indicios de la tradición épica fran-


cesa, algo españolizada ya. Precisamente en Santiago, y entre los
familiares de la curia afrancesada de los Dalmacios y Gelmírez:,
se forjó, según la opinión más corriente, la Crónica de Turpín,
que es uno de los libros apócrifos más famosos del mundo, y sin
género de duda el primer libro de caballerías en prosa, aunque no
vulgar, sino latina y de clerecía.
Los dos sabios críticos que de un modo más cabal y satisfacto-
rio han tratado de este libro L convienen, aunque en otras cosas
estén discordes, en distinguir en él dos partes de muy diverso
contenido y carácter, ninguna de las cuales, por supuesto, puede ni
remotamente ser atribuida al Arzobispo de Reims, Turpín, muerto
hacia el año Soo, sino a dos falsarios muy posteriores. Los cinco
o seis primeros capítulos poco o nada tienen que ver con las na-
rraciones épicas; es cierto que hablan del sitio de Pamplona, cuyos
muros se demiiuhan ante Cariomagno, como los de Jericó al son
de laa trompeta:, a a Torné; pero el Emperador, más bien que como
guerrero, apareo o con si carácter de pío y devoto patrono de la
iglesia de Santiago, cuyo camino abre y desembaraza de paganos,
movido a tal empresa por la. -visión de la Vía Láctea tendida desde
el mar de Frisi a hasta Galicia y por sucesivas apariciones del
mismo Apóstol. £X autor insiste mucho en las iglesias que Carlos
fundó y dotó, en los infieles que hizo bautizar, en los ídolos que
derribó, dando sobre el de Cádiz noticias que concuerdan, como
ha advertido Dozy, con las de los escritores árabes. Fundándose
en los conocimientos geográficos, bastante extensos, aunque no
muy precisos, que el autor demuestra de la Península, creyó
Gastón París que estos capítulos podían ser de un monje compos-
telano del siglo XT; pero Dozy, no solamente los juzga posteriores
en más de ochenta años a tal fecha, fundándose en varias circuns-
tancias históricas, y entre ellas en la frecuente mención de los
almorávides con el nombre de moabitas, sino que tiene por impo-
sible que el autor fuese español, en vista del desprecio que manifies-
ta por todas las cosas del país y los vituperios que dice de los na-

*• De Pseudo Turpino (tesis latina de Gastón París). París, Franck, 1865.


Dozy, La Faux Turpín (en el tomo II, tercera edición de las Recherches, x88i,
páginas 372-431, y XCVIII y CVIII).
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 205

turales, hasta contar, entre otras fábulas no menos absurdas, que


casi todos los gallegos habían renegado, y que tuvo que rebauti-
zarlos el Arzobispo Turpín, a excepción de los contumaces, que
fueron decapitados o reducidos a esclavitud. Si con esta denigra-
ción se compara el entusiasmo ciego del autor por la gente fran-
cesa, noptimam scilicet, et bene indutam et facie elegante-tm, resulta
más y más confirmado el parecer de Dozy; es a saber: que los
primeros capítulos del Turpín fueron compuestos por un monje
o clérigo francés residente en Compostela, el cual formaba de la
rudeza española el mismo petulante juicio que los tres canónigos
biógrafos de Gelmírez, por ejemplo,
Desde el capítulo VI en adelante, i a Crónica de Turpín cambia
de aspecto. No faltan en ella reminiscencias de los libros históricos
de la Biblia, y hasta una controversia en forma teológica entre
Roldan y el gigante Ferragut; no falta tampoco el obligado pa-
negírico de la Iglesia de Compostela, para la cua' el osado iaisa-
rio reclama la primacía de las Espartas, que le supone- otorgada
por Carlomagno en un concilio. Pero lo que predomina es el ele-
mento épico, derivado de las gestas francesas, arinque transfor-
mado conforme al gusto de la literatura latino-eclesiástica. Reapa-
recen, pues, en el Pseudo-Turpin, y le debieron su crédito entre
los letrados, la traición del rey Marsüio y de Ganeión; la sorpresa
de los 20.000 hombres de la retaguardia «por haberse entregado
al vino y a las mujeres»; el cuerno de Roldan; la roca herida por
su espada Durenda; la muerte de Roldan y su apoteosis, celebra-
da por coros de ángeles que conducen al Paraíso su alma; el san-
griento desquite de la derrota, con tres días de matanza, en que
el sol permaneció inmóvil; el castigo de Ganeión.., y en suma,
casi toda la materia de la Chanson de Rollans o de otra más anti-
gua que ella, y más antigua también que el Carmen de proditione
Gmnonis, compuesto en dísticos latinos sobre el mismo argumen-
to. Recogió además el Turpín ciertas tradiciones locales relativas
a las sepulturas de los héroes en varias ciudades del mediodía de
Francia.
¿Quién fué este segundo e imprudente fabulador que llega a
tomar el nombre de Turpín y poner en su boca la narración, lo
cual nunca hace el primero? Gastón París atribuyó estos capítulos
a un monje de Viena del Delíiuado, pero Dozy manifiesta opinión
206 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

muy contraria. Que este nuevo Turpín era también francés no


tiene duda, como tampoco que le interesaban mucho las preten-
siones de Compostela, donde probablemente escribía, y donde se
ha conservado su libro, formando parte del célebre códice calix-
tino. Esta compilación, dividida en cinco libros (de los cuales el
último era como el manual o guía del peregrino en Santiago), fué
donada por Aimerico Picaud, del Poitou, a la Iglesia de Santiago
por los años de 1140 (fecha que no puede ser muy posterior a la
de su primitiva redacción, en que acaso intervino el mismo Aime-
rico)/ y copiada luego en todo o en parte por los peregrinos, es la
que mayormente extendió por Europa el conocimiento del Pseudo-
Turpín, a la vez que entre los clérigos españoles autorizo el prin-
cipal tema de la epopeya carolingia. Las más antiguas obras his-
tóricas francesas son traducciones del Turpín; hay nada menos
que cinco, hechas a fines del siglo xn y principios del xni. 1
En España, aunque el Turpín fuese muy leído, especialmente
por los gallegos, a quienes halagaba con el panegírico de la Iglesia
de Santiago, y pasasen algunas de sus fábulas a la Crónica de don
Lucas de Tuy, hubo de suscitar muy pronto impugnaciones
y protestas fuera del círculo en que imperaban las ideas galicanas
y cluniacenses. Las fabulosas conquistas de Carlomagno en Es-
paña encontraron muchos incrédulos, y el sentimiento nacional
herido, no sólo protestó por boca del monje de Silos y del Arzobis-
po don Rodrigo, sino que, invadiendo los campos de la épica
nacional, que estaba entonces en sti período de mayor actividad
y pujanza, españolizó la leyenda en términos tales, que más que
imitación o continuación fué protesta viva contra todo invasor
extraño. Un personaje enteramente fabuloso, pero en cuya fiso-
nomía pueden encontrarse rasgos de otros personajes históricos,
apareció primero como sobrino de Carlomagno y asociado a sus
triunfos; después como sobrino del Rey Casto y como único ven-
cedor de Roncesvalles. La creación de Bernardo del Carpió se
levanta en algún modo sobre el carácter local de la epopeya cas-
tellana, y la engrandece en el sentido de la patria española, ha-
1 A las antiguas ediciones de la Crónica de Turpín, por Sichardo (1566,
Francfort, en los Germanicarum rerum veíusHores chonographi), y de Ciampi
(Florencia, 1822} ha sustituido la de M, Castets, profesor de Montpellier,
más correcta que las precedentes.
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ciendo combatir mezclados, bajo la enseña de Bernardo, a caste-


llanos, navarros y leoneses, a infieles y cristianos juntamente.
Pero la misma vehemencia de la reacción patriótica prueba lo
muy vulgarizados que estaban los relatos poéticos franceses. El
cantor del sitio de Almería, y cronista del Emperador Alfonso VII,
los recordaba como cosa notoria a todos, para sacar de ellos com-
paraciones en honor de su héroe favorito, Alvar Fáñez:

Tempore Roldani si ter this Alvarus esset,


Post Oliverum, fateor sine crimine verum,
Sub juga Francorum íuerat gens Agarenorum,
Kec socii chari jacuissent morte peremptl.

El Poema de Fernán González, compuesto en el siglo XIII,


contiene una enumeración de personajes carolingios, tomada
del Tur fin (copla 350). Y la Crònica General o Estoria d'Espanna,
mandada compilar por Alfonso el Sabio, encierra ya prosificado
un tema de este ciclo, que había' dado materia a un cantar de
gesta. La leyenda de Maynete y Galiana, sea o no francesa de ori-
gen, se naturalizó muy pronto en España, y de las versiones ex-
tranjeras sólo una puede creerse anterior a la nuestra, que difiere
de todas en muy singulares circunstancias. Extractaremos rápi-
damente lo que hace poco hemos escrito sobre este asunto.
En 1874, Mr. Boucherie descubrió seis fragmentos (en total
unos 800 versos) de cierto poema francés del siglo x n en versos
alejandrinos, intitulado Mainet, al cual Gastón París dedicó largo
estudio en la Romania del año siguiente. Véase, en brevísimo re-
sumen, el contenido de esta leyenda. El joven Carlomagno, per-
seguido por sus hermanos bastardos, «ios hijos de la sierva», viene
a pedir hospitalidad a Galafre, rey moro de Toledo; le presta en
la guerra la ayuda de su poderoso brazo y de los caballeros fran-
ceses que le acompañan, venciendo y matando sucesivamente
a varios reyes paganos, y entrando triunfante en la ciudad de
Monfrín, que sus enemigos disputaban a Galafre. Éste le honra
y agasaja mucho, y Carlos vive disimulado en su corte bajo el
nombre de Maynete. La hij a del Rey, que en el poema francés se
llama Orionde Galienne, se enamora de él. Su padre consiente en
la boda y en dar a Maynete una parte de sus estados, aunque son
nada menos que treinta los príncipes que pretenden el honor de
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llegar a ser yernos suyos. Entre ellos, el más ofendido es el te-


rrible Bramante, que declara la guerra a Galafre para vengar su
ofensa. El héroe se compromete a traer la cabeza de Bramante;
se arma con sü famosa espada Joyosa, y como era de suponer
mata a su rival, se apodera de su espada Durandal y vuelve ven-
cedor a Toledo. Pero Marsilio, hermano de Galiana, envidioso de
la gloria del forastero, urde una trama contra él. Galiana se la
descubre a su padre. Galafre toma al principio la defensa de
Maynete, y amenaza a su hijo con desheredarle; pero habiendo
llegado a persuadirle los traidores que Maynete conspiraba contra
él, ayudado por un banda de sirios, a quienes había hecho bautizar,
tiende asechanzas a la vida del príncipe franco, que hubiera pere-
cido infaliblemente en la emboscada si Galiana, que era muy sabia
en las artes mágicas y había leído en los astros la suerte que ame-
nazaba al joven, no le hubiese salvado con un oportuno aviso.
Huye Maynete de Toledo, se embarca para Roma con sus sirios,
entra por el Tiber muy a tiempo para salvar al Papa de un ejér-
cito innumerable de sarracenos, a quienes derrota en campal
batalla, y aquí termina la parte conservada del poema. 1
Las lagunas que el texto ofrece pueden completarse con ayuda
de una refundición de los primeros años del siglo xiv, el Cario-
magno de Gerardo de Amiens, obra desprovista de todo valor
poético y enormemente prolija, puesto que consta nada menos
que de 23.320 versos, distribuidos en tres libros.
Esta rapsodia, insignificante y soporífera, no tuvo popularidad
alguna, siendo independiente de ella todos los demás textos que
fuera de Francia popularizaron la leyenda de Galiana. 2 Los prin-
cipales son las Infancias de Carlomagno o el Karleto (manuscrito
del siglo xiii en la Biblioteca de San Marcos, de Venecia), canción
anónima en decasílabos épicos, compuesta por un juglar italia-
no, que acomoda un texto francés al oído e inteligencia de su pú-

1 Véase el estudio de Gastón Paría sobre estos fragmentos, publicado


en la Romania (julio a octubre de 1875).
2 El mejor análisis de todos ellos es el que se halla en la admirable
Histoire poétique de Charlemagne, de G. París (1865), pp. 230-246, y en el
artículo de la Romanía antes citado. Nada sustancial añade León Gautier,
Les Epopées françaises, segunda edición, 1880, III, pp. 30-52, y aun parece
que no examinó directamente las versiones españolas y alemanas.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 209

blico; 1 el libro VI de la gran compilación italiana, en prosa, I Reali


di Francia, obra del florentino Andrea da Barbarino, que vivía
a fines del siglo xiv o principios del xv; s el Karl Meinet, alemán,
de Strieker (1230), reproducción de otro Meinet neerlandés que,
según Bartsch, pertenece a la segunda mitad del siglo xn; un se-
gundo Karl Meinet, alemán, de principios del siglo xiv, y otros
que parece inútil citar, atestiguándose además la popularidad del
tema por las alusiones que se hallan en varios cantares de gesta
franceses, tales como el Renaus de Montauban y el Garin de Mont-
glane, y en algún poema provenzal como el de la Cruzada contra
los Albigenses.
Una narración poética como ésta, cuyo teatro era España,
debió de ser de las primeras del ciclo de Carlomagno que en Espa-
ña tuviesen acogida, y es cierto que se difundió tan rápidamente
como la de Roncesvalles. Ya a mediados del siglo xn tenía conoci-
miento de ella el autor de la segunda parte del falso Turpín. En
el capítulo XII dice que el Emperador había aprendido la lengua
sarracena cuando en su juventud estuvo en Toledo, y en el XX se
excusa de referir menudamente los hechos de Carlomagno, con-
tando entre ellos su destierro en la corte toledana de Galafre y
su victoria contra el alto y soberbio Rey de los sarracenos Bra-
mante. Falta, como se ve, el nombre de Galiana; pero ya le consigna
el Arzobispo don Rodrigo, añadiendo que la infanta mora se
convirtió a la fe de Cristo, y que Carlomagno edificó para ella pa-
lacios en Burdeos. Estos palacios son los que la leyenda transpor-
tó más adelante a Toledo, donde ya estaban localizados a fines
del siglo xiii o principios del xiv. La forma poco precisa en que
don Rodrigo se expresa en cuanto al origen de estas noticias
(fertur,.. fama est) no nos permite afirmar resueltamente si tuvo
a la vista algún cantar o se apoyó tan sólo en la tradición oral;
pero más verosímil parece lo primero, puesto que el poema caste-
llano debía de existir ya, y dentro del mismo siglo xni le encon-
tramos reducido a prosa en la Crónica General, pero conservando.
gran número de asonancias y aun versos enteros, que dejan fuera

1 Analizado por P, Rajna en la Romanía, 1873.


2 Sobre las fuentes de este famoso libro, todavía popular en Italia,
y cuya primera edición se remonta a 1491, es magistral y definitivo el tra-
bajo de Rajna, Ricerche interno a I Reali di Francia, Bolonia, 1872.
Orígenes de la Novela. - Tomo I. — 1-1
210 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELA YO

de duda cuál era la lengua en que estaba escrito, porque lo indica


la naturaleza de las terminaciones asonantadas; nunca en sü
texto francés la palabra equivalente a ciudad hubiera podido con-
certar con los nombres propios Durante y Morante.
Esta ingeniosa observación de Milá y Fontanals 1 es conclu-
yente; pero ¿no se la podría llevar todavía más lejos, viendo en el
Maynete de la General un poema más indígena de lo que se ha
creído e independíente, a lo menos en parte, de las gestas fran-
cesas?
Ante todo hay que advertir que la leyenda, tal como la pre-
senta el Rey Sabio, sólo en lo sustancial concuerda con las demás
versiones, pero en los detalles varía tanto que no puede decirse
emparentada con ninguna. No hablemos del poema franco-itálico
de Venecia, en que Galafre es rey de Zaragoza y no de Toledo,
variante que se repite en los Reali di Francia. Pero aun limitán-
donos a los fragmentos del primitivo poema francés, descubiertos
por Boucherie, y al rifacime-nto de Gerardo de Amiens, es patente
que faltan en el nuestro la rivalidad de los hermanos bastardos de
Carlomagno (Heudri y Hainfroi); el envenenamiento, perpetra-
do por eilos, del rey Pipino y de la reina Berta; la descripción de
la fiesta en que Carlos y sus amigos se disfrazan de locos, y en
que el príncipe hiere a su falso hermano con un asador de cocina
que le proporciona su fiel Mayugot; el viaje de Carlos y su con-
fidente David a Burdeos y Pamplona; el sitio de la ciudad de
Monfrín y las primeras hazañas de Carlos, que se presenta como
un aventurero, montado en un mal caballo y armado con una
estaca; los vencimientos y muertes sucesivas de los reyes Cal-
mante, Cayter y Almacu; la oferta de soberanía que los ciudada-
nos de Monfrín hacen a Carlos y él rechaza; la conspiración del
rey Marsilio; el bautizo de los 10.000 sirios catequizados por So-
lino, capellán de Maynete; la noche de orgía que pasan los fran-
ceses con sus amigas en el campo sarraceno, y en la cual sólo guarda
continencia Maynete, que se abstiene de tocar a Galiana «porque
todavía era pagana»; el viaje a Italia y la defensa del Papa. Estos
personajes, lances y aventuras, muchos de ellos extravagantes y
pueriles, se buscarían inútilmente en el relato, tan sobrio y ra-

i De la Poesía heroico-popular castellana, Barcelona, 1874, p p . 330-341.


ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 211

cional, pero al mismo tiempo tan interesante y poético, de la


Estoria d'Espanna, y, por el contrario, llenan los dos poemas
franceses, encontrándose ya todos en los fragmentos conservados
del primero, al cual se asigna la muy respetable antigüedad del
siglo xn. En ventajosa compensación de todo este fárrago, tiene
nuestra Crónica la r)ella, la delicada escena de amor entre Carlos
y Galiana, que Gastón París, al encontrarla en otro poema francés
muy posterior (Jourdain de Blaives), declara ser una de las más
felices inspiraciones de la poesía de la Edad Media, inclinándose
a creer que procede de un Maynete perdido. 1 ¿Y por qué no del
nuestro?
¿Qué resta, por tanto, de común entre los dos poemas franceses
y el cantar de gesta utilizado por la Crónica? Sólo el fondo del
argumento, es decir, el refugio de Carlomagno en Toledo y su boda
con Galiana. Y aun aquí hay profundas diferencias, puesto que
la General nada dice de los hijos de la sierva, hermanos de Carlo-
magno, y el destierro de éste se atribuye a disensiones con su
padre, a quien se supone vivo durante todo el curso de la leyenda.
Por el contrario, ninguno de los poemas franceses menciona la
estratagema de herrar los caballos al revés, ni la salida de Ga-
liana por el caño, ni las demás circunstancias de la fuga de May-
nete, que en uno y otro, parte de Toledo al frente de su ejército
de sirios y sin la compañía de la princesa sarracena, la cual sólo
mucho después va a reunirse con él en Francia.
Si es ley constante en la poesía épica que lo más natural, sen-
cillo y humano preceda siempre a lo más artificioso y novelesco,
tenemos derecho a afirmar que la canción española, disüelta en
la prosa de la Crónica General, representa una forma primitiva de
la leyenda, y que los fragmentos del poema francés, sean o no
del siglo XII, corresponden a una elaboración épica posterior.
Admitir influjo de nuestra poesía épica en la francesa en tiempo
tan remoto, y en que son tan raros los documentos y noticias de
la primera, parecerá, sin duda, aventurado e inverosímil. Los
dos casos análogos que pueden recordarse son harto posteriores: el
Anseis de Caríago, que reproduce la leyenda de don Rodrigo y la
Cava, es del siglo xm, y el Hernaut de Belaunde, que imita uno

* Histoire, poétique de Clur4:u,-ur¿ne, 239, n o t a .


212 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

de los principales episodios del Poema de Fernán Gonzalez, es


del xiv. Pero son tantos los elementos históricos que se vislum-
bran en la leyenda de Maynete, y tan localizada y arraigada quedó
entre nosotros (como lo prueba hoy mismo la tradición toledana),
que cuesta trabajo admitir que nada de español hubiera en su
origen, sobre todo, cuando se repara en los anacronismos de las
canciones de gesta y en el imperfecto conocimiento que de las
cosas del Centro y Mediodía de España tenían los mismos autores
del 1 urfiín, aunque escribiesen en Galicia, según la opinión más
probable. La estancia de Carlomagno en Toledo es seguramente
fabulosa, pero el rey Galafre pudo muy bien ser identificado,
conforme a la discreta conjetura de Quadrado, x reproducida por
Milá, 2 con el emir Yusuf el-Fihrí, que efectivamente dominaba en
aquella ciudad y en gran parte de la España árabe en la fecha que
se supone. Bramante es de seguro Abderrahmán Ï, cuya larga
lucha con Yusuf duró desde el año 747 hasta el 758, si bien con
resultado enteramente contrario al que la leyenda supone, puesto
que Yusuf fué el vencido y Abderrahmán el vencedor. Pero tales
transmutaciones son frecuentísimas en la poesía épica, y ésta no
basta para invalidar (no obstante el parecer del doctísimo Rajna) 3
el extraño y curioso sincronismo de la leyenda, porque, efectiva-
mente, Carlogmano tenía diez y seis años cuando terminó la
lucha entre Yusuf y Abderrahmán, Algún trabajo cuesta suponer
en juglares franceses tan puntual conocimiento de lo que pasaba
entre los moros de España, de cuya historia interna se muestran
tan ignorantes en todas las demás canciones.
Por otro lado, es grande la semejanza entre los casos fabulosos
de Maynete y las tradiciones históricas concernientes a la estan-
cia de Alfonso VI en la corte del rey Alimaymón de Toledo, sin
que falten ni el buen acogimiento del moro, ni el proyecto de
fuga, ni siquiera la estratagema de herrar los caballos al revés,
sugerida a don Alonso por su consejero el conde Peransúrez, que
corresponde exactamente al don Morante del poema; así como en

1 En el tomo de Castilla la Nueva, de los Recuerdos y b-sllezas de España,


página 229.
2 De la Poesía, heroic, popular, pág. 334,
s Le Origini del l'Epopea Frances/} indágate da PU.> 'Rajna (Floren-
cia, 1884}, pp. 222 y ss.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 213

Galiana (llamada en otra versión Halia) pudiera reconocerse


a Zaida, la hija del Almotamid de Sevilla, cuya boda con Alfon-
so VI cuenta la Crónica General x con circunstancias novelescas
análogas a las del enamoramiento de la princesa toledana.
Si no está aquí el germen de la leyenda del Maynete, confieso
que pocas conjeturas se presentan con tanto grado de probabilidad
como ésta, indicada ya por el conde de Puymaigre. 2 Zaida se declara
a Alfonso VI, como Galiana a Maynete; se convierte a la fe cris-
tiana lo mismo que ella, y se une al rey de Castilla como mujer velada
y no como barragana, según frase textual de la Crónica. Y siendo
Zaida personaje histórico e histórico su matrimonio con Alfonso VI,
del cual tuvo al infante don Sancho, muerto en la batalla de Uclés,
lo natural es creer que la historia haya precedido a la fábula.
No quiero disimular que contra esta solución se presentan difi-
cultades muy graves, pero no insolubles. ¿Cómo admitir que en
el breve período comprendido entre 1099, en que murió Zaida
{según la cronología del P, Flórez), 3 y 1140, que es la fecha más
moderna que hasta ahora se ha asignado a los últimos capítulos
del Turfiín, naciese, creciese y se desarrollase toda esta historia,
y pasara los Pirineos, y se verificase la extraña metamorfosis de
un monarca casi contemporáneo, como Alfonso VI, en el gran em-
perador de ios francos? Aunque la fantasía épica iba muy de prisa
en la Edad Media, parecen poco cuarenta años para tan compli-
cada elaboración. Pero obsérvese que el Turpín no dice una pala-
bra de Galiana; sólo menciona a Galafre y a Bramante. ¿Habría,
por ventura, un cantar de gesta que tuviese por único tema el
vencimiento y muerte de este rey pagano, y al cual se añadiese
luego el episodio de amor, que ya se cantaba en Provenza en 1210,
fecha del poema de la Cruzada contra los Albigenses:.

Ara aujatz batalhas mesclar d'aital sensblant


C'anc non ausitz tan fera des lo temps de Rotland,
Ni del temps Korlemaine q U e venquet Aigolant,
Que comquis Galiana la filha al rei Braitnant
E n Espanha de Galafre, lo cortes • almirant
De la terra d'Espanha?

1 Fol. 245 de la edición de Valladolid, 1604,


2 Les Vieux Auteurs Castillans, primera edición, I 8 Ó I , I, 441.
« Reinas Católicas, I, 215.
214 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

De este modo se gana un siglo en el proceso cronológico, pero


todavía quedan en pie dos reparos a que no encuentro salida. Uno,
es la existencia de los fragmentos del poema francés, que la crí-
tica más autorizada coloca en el siglo XII, y en los cuales la le-
yenda aparece, no ya enteramente formada, sino groseramente
degenerada. Otro, es la dificultad de suponer que un poeta caste-
llano, tratándose de hechos no muy remotos, atribuyese a Cario-
magno los que eran propios de un héroe nacional como Alfonso VI.
Tal hipótesis parece que contradice al carácter dominante en nues-
tra epopeya, y además vemos que en tiempo de Alfonso el Sabio
coexistían independientes la leyenda de Zaida y la de Galiana,
puesto que es la Crónica General quien nos transmite una y otra.
Quede, pues, indecisa esta cuestión, que acaso nuevos descubri-
mientos vengan a resolver el día menos pensado.
Mucho menos nos detendrá, a pesar de su extensión desmedi-
da, el segundo texto castellano del Maynete; es a saber: el que se
encuentra embutido, como otras fábulas caballerescas que ire-
mos enumerando, en la enorme compilación historial relativa a las
Cruzadas, que se tradujo en tiempo de don Sancho el Bravo con
el título de La gran conquista de Ultramar. 1 Aunque el original
francés de este libro no ha sido descubierto hasta ahora, todo
induce a creer que las intercalaciones de carácter novelesco no
fueron hechas por el intérprete castellano con presencia de los
poemas de los troveros, sino que las encontró ya reunidas en una
crónica en prosa que, por otra parte, tradujo con cierta libertad,
introduciendo nombres de la geografía de España y mostrando
algún conocimiento de la lengua arábiga.
La narración de Maynete, que según el sistema general de La
gran conquista aparece con ocasión de la genealogía de uno de los
cruzados, a quien se suponía descendiente de Mayugot de París,
supuesto consejero de Carlomagno, va precedida de la historia de

i Reimpresa por Gayangos en la Biblioteca de Autores Españoles,


tomo XLIV. Las leyendas carolingias están en el libro I I , cap. X L I I I .
Vid. en el tomo XVI de la Romanía el importante estudio de G, París,
La Chanson d'Antioche provençale ei La Gran Conquista de Ultramar, y en
Les Vieux Auteurs Castillans, del Conde de Puymaigre (segunda edición,
año 1890), el cap, VII del tomo I I , que t r a t a extensamente de la G fan
Conquista y de sus relaciones con la literatura francesa.
ORÍGENES D E LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 215

Pipino y Berta, hija de Flores y Blancaflor (que en los relatos


franceses son reyes de Hungría y aquí reyes de Almería), y se-
guida de la indicación más rápida de otros dos temas, también
del ciclo carolingio: el de la falsa acusación de la reina Sevilla,
a quien el autor de la Crónica identifica con Galiana, y el de la
guerra contra los sajones, cantada en un poema de Bodel de fines
del siglo xiii.
Los relatos de La gran conquista se derivan (mediatamente,
según creemos) de poemas franceses más antiguos que los conoci-
dos, lo cual puede comprobarse no sólo en el caso de la Canción
de los sajones, sino en el de la historia de Berta, cotejándola con
la que escribió el trovero Adenés. Respecto del Maynete puede
decirse que ocupa una posición intermedia entre la sobriedad de
la Crónica General y la compilación de los poemas franceses, no
ya del de Gerardo de Amiens y del Karleto de Venecia, sino de
los mismos fragmentos primitivos, con los cuales tiene alguna
relación, especialmente al principio. Cuando comienza la acción
ya ha muerto Pipino; la causa del destierro de Carlos es la rivali-
dad de los hijos de la falsa Berta, cuyos nombres aparecen ligera-
mente desfigurados, llamando al uno Eldois y al otro Maniré.
Aunque Carlos «era muy pequeño, que non había de doce años
arriba, empero era tan largo de cuerpo como cada uno de sus
hermanos, y porque creciera tan bien e tan aina pusiéronle nom-
bre Maynete». El primer ensayo que hace de sus fuerzas es herir
a Eldois con un asador el día que se celebraba el juego de la tabla
redonda y se hacían los votos del pavón, Carlos y sus partidarios
no se dirigen inmediatamente a España, como en la Crónica Ge-
neral, sino que se refugian primero en las tierras del duque de
Borgoña y del rey de Burdeos, que en La conquista de Ultramar
es moro, y no lo sería probablemente en el texto francés. El re-
dactor castellano altera casi todos los nombres para darles fiso-
nomía más oriental o acercarse más a la que él creía verdadera
historia. Al rey de Toledo no le llama Galafre, sino Hixem, del
linaje de Abenhümaya; Galafre, o más bien Halaf, queda reduci-
do a la categoría de un simple alguacil suyo. En cambio, Braman-
te asciende a rey de Zaragoza con el nombre de Abrahim. Galiana
se convierte en Halia, pero su nombre se conserva al tratar de
sus palacios, por cierto con detalles locales dignos de considera-
216 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

cidn; el conde Morante y los treinta caballeros que le acompañan


son aposentados por el rey «en el alcázar menor que. llaman agora
los palacios de Galiana, que él entonces había hecho muy ricos
a maravilla, en que se tuviese viciosa aquella su hija Halia, e este
alcázar e el otro mayor de tal manera fechos, que la infanta iba
encubiertamente del uno al otro cuando quería». Algún otro rasgo
parece también añadido por el traductor, verbigracia, el encare-
cimiento de la ciencia mágica de las moras, «que son muy sabidas
en maldad, señaladamente aquellas de Toledo, que encadenaban
a los hombres y hacíanles perder el seso y el entender». En algunos
puntos sigue muy de cerca a la General, y tiene de común con ella
los nombres topográficos de Cabanas y Valsomorián, y la estrata-
gema de herrar los caballos al revés, que falta, según creo, en todas
las demás versiones; pero al final se aparta de ella, inclinándose
a las enmarañadas aventuras de los textos franceses y acabando
por confundir la leyenda de Galiana con la de la reina Sevilla.
Ya hemos indicado que La gran conquista de Ultramar contiene
también la leyenda de Berta, madre de Carlomagno, suplantada
por una sierva que fué madre de dos bastardos y reconocida al
fin por su esposo Pipino a consecuencia de un defecto de confor-
mación que tenía en ios dedos de los pies. El relato castellano es
conforme en lo sustancial al poema del trovero Adenés (último
tercio del siglo xin), pero las variantes de detalle indican que el
traductor o compilador castellano se valió de un texto más anti-
guo, y distinto también de la versión italiana, representada por Un
libro del siglo xiv, I Reali di Francia,
La gran conquista de Ultramar, que mirada sólo en sus capítulos
novelescos es el más antiguo de los libros de caballerías escritos
en nuestra lengua, no tuvo por de pronto imitadores; pero afines
del siglo xiv y en todo el siglo xv fueron puestas en castellano
otras novelas del mismo ciclo, siendo probablemente la primera
el Noble cuento del Emperador Caries Maynes de Rroma e de la
buena Emperatriz Sevilla, su mujer, que Amador de los Ríos halló
en un códice de la Biblioteca Escurialense, 1 y difiere en gran ma-
i «Códice en 'folio mayor, escrito en pergamino, a dos columnas, a fines
del siglo XÍV o principios del xv, y señalado con el título de Flos Sanctorum;
tiene ia marca h. j . 12.» Lo de Flos Sanclonim se le puso sin duda porque
comienza con una Vida de Sania María Magdalena y otra de Santa María
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 217

ñera de un libro de caballerías posterior sobre el mismo argumen-


to, x aunque uno y otro se deriven remotamente de un mismo
poema francés, que también sirvió de base a un libro popular
holandés, según las investigaciones de Wolf. 2 Como de la primi-
tiva canción sólo quedan fragmentos, tienen interés estas versio-
nes en prosa, además del que encierra la historia misma, que es de
apacible lectura, aunque pertenece ya a la degeneración novelesca
de la epopeya. Tanto la dulce y resignada emperatriz perseguida
por el traidor Macaire y acusada falsamente de adulterio, como el
buen caballero Auberí de Mondisdier, que muere en su defensa,
y el valiente y honrado villano Varroquer, que la toma bajo su
protección, son nobilísimas y simpáticas figuras; pero el héroe
más singular de la novela es un perro fiel, que combate en el
palenque contra Macaire y le vence y obliga a confesar sus críme-
nes, yendo luego a dejarse morir de hambre sobre la tumba de su
señor.
Al ciclo carolingio pertenece también la Historia de Enrrique
fi de Oliva, rey de Iheritsalem, emperador de Constantinopla, 3 per-
sonaje caballeresco que ya era conocido en Castilla a principios
del siglo xv, puesto que le cita Alfonso Alvarez de Villasandino
en Unos versos del Cancionero de Baena, que por cierto aluden a
una aventura no contenida en el libro que hoy tenemos:

Desque Enrique, fi de Oliva,


Salga de ser encantado.

De uno de los personajes de esta novela hizo memoria Cervan-


tes en el cap. XVI, parte primera, del Quijote: «¡Bien haya mil
veces el autor de Tablante de Ricamonte y aquel del otro libro donde
se cuentan los hechos del conde Tomillas, y con qué puntualidad lo

Egipciana. Contiene además otras leyendas, que se especificarán más adelante.


i Historia de la Reyna Sebilla. Eds. de Sevilla, por Juan Cromberger,
año 1532, y Burgos, por J u a n de Junta, 1551. [Cf. Ad. vol. II.]
2 Ueber die Wiederauj'gefundenen Niederldndischen Volshsbiichcr von
der Kônigin Sibille und von Huon von Bordeaux, Viena, 1857,
s Reimpresa por la Sociedad de Bibliófilos Españoles en 1871, con un
excelente prólogo de don Pascual Gayangos. La rarísima edición incunable
que sirvió de texto (Sevilla, 1498) se guarda en la Biblioteca Imperial de
Viena. H a y otras de Sevilla, 1533, 1545, etc.
218 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

describen todo!». Aunque el elogio parece de burlas, como tantos


otros que Cervantes hace de autores y de libros, pues no hay tal
puntualidad en la narración, que es, por el contrario bastante
rápida y seca, no puede dudarse que se trata del mismo libro y
que Cervantes se acordó del conde Tomillas, personaje secundario
en la novela, porque el nombre de este traidor se había hecho
popular, pasando a los romances de Montesinos. Los primeros
capítulos del fi de Oliva ofrecen mucha semejanza con la histo-
ria de la reina Sevilla; hay también una gran señora, doña Oliva,
hermana del rey Pepino y duquesa de la Rocha, víctima de las
malas artes y calumnias de don Tomillas, y obligada a probar su
inocencia «metiéndose desnuda y en carnes en una gran foguera».
Lo restante del libro contiene las proezas de su hijo Enrique
como caballero andante en tierras de Ultramar, donde conquista
a Jerusalén y a Damasco, venciendo innumerables huestes de
paganos; salva a Constantinopla, asediada por los turcos; se casa
con la infanta Mergelina, heredera del imperio bizantino, y vol-
viendo a Francia disfrazado de palmero, prende al alevoso To-
millas, entregándosele a su madre, que con ferocidad inaudita
manda descuartizarle por cuatro caballos salvajes. El original en
prosa de este libro no ha sido señalado aún, que yo sepa; pero
basta fijarse en los nombres de personas y lugares, y en la frecuen-
cia de galicismos, para comprender que el traductor no puso nada
de su cosecha, El original remoto es la canción de gesta de Doon
de la Roche, x que se atribuye a fines del siglo xil. De todos
modos, este libro vulgarísimo, plagado de todos los lugares comu-
nes del género, apenas merecería citarse, a no ser tan escasas en
España las obras impresas de este ciclo, cuya flor se nevaron los
romances. [Cf. Ad. vol. IL]
Por raro capricho de la fortuna, bien desproporcionado a su
mérito, obtuvo, sin embargo, extraordinaria popularidad, que ha
llegado hasta nuestros días, puesto que todavía se reimprime como
libro de cordel y sirve de recreación al vulgo en los rincones más
olvidados de la Península, lo mismo que en las ciudades populo-
sas, el Fierabrás francés, disfrazado con el nombre de Historia
de Cario Magno y de los doce Pares, del cual se cita ya una edición

1
Vid. su análisis en Gautier, Les Epopées françaises, I I , 260.
ORÍGENES DF LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 219

de 1525, aunque seguramente las hubo anteriores. x Nicolás de


Piamonte, cuyo nombre suele figurar al frente de este libro, no
hizo más que traducir la compilación en prosa, hecha a instancias
de Enrique Balomier, canónigo de Lausana, impresa en 1478;
basta comparar los prólogos y la distribución de los capítulos para
reconocer la identidad. «Y siendo cierto que en la lengua caste-
llana no hay escriptura que de esto faga mención, sino tan sola-
mente de la muerte de los doce Pares, que fué en Roncesvalles,
paresciome justa y provechosa cosa que la dicha escriptura y los
tan notables fechos fuesen notorios en estas partes de España,
como son manifiestos en otros reinos. Por ende, yo, Nicolás de
Piamonte, propongo de trasladar la dicha escriptura de lengua-
je francés en romance castellano, sin discrepar, ni añadir, ni quitar
cosa alguna de la escripftira francesa, Y es dividida la obra en
tres libros; el primero habla del principio de Francia, de quien le
quedó el nombre, y del primer rey cristiano que hubo en Francia;
y descendió hasta el rey Carlomagno, que después fué emperador
de Roma; y fue trasladado de latin en lengua francesa. El segundo
habla de la cruda batalla que hubo el conde Oliveros con Fiera-
brás, rey de Alexandria, hijo del gran Almirante Balan, y éste
está en metro francés muy bien trovado. El tercero habla de algu-
nas obras meritorias que hizo Carlomagno, y finalmente de la
traición de Galalon, y de la muerte de los doce Pares; y fueron
sacados estos libros de un libro bien aprobado, llamado Espejo
historial.)} [Cf. Ad. vol. II.]
El Speculum historiale de Vicente de fíeauvais, el poema fran-
cés de Fierabrás, y acaso un compendio de la Crónica de Turpín,
son las fuentes de este librejo, apodado por nuestros rústicos Car-
lomanOy que, a pesar de su disparatada contextura y estilo vulgar
y pedestre, no sólo continúa ejercitando nuestras prensas popula-
res y las de Épinal y Montbelliard en Francia, no sólo fué puesto

i Hystoria del emperador Carlomagno y de lo$ doze pares de Francia;


e de la cruda batalla que hubo Oliveros con Fierabrás, Rey de Alexandria,
hijo del grande Almirante Balan,,, Colofón: a Fue impressa la presente hys-
toria,,. en la muy noble e muy leal cibdad de Sevilla por Jacobo Cromberger
alemán. Acabóse a veynle e cuatro dias del mes de abril. Año del nacimiento
de nuestro Salvador Jesuchristo de mili e quinientos XXV % (ejemplar que
poseyó don José Salamanca).
220 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

en romances de ciego por Juan José López, sino que inspiró a


Calderón su comedia La Puente de Mantible.
La epopeya feudal, que tanta parte ocupa en el ciclo carolin-
gio, tenía para nosotros menos interés que la gesta del Rey, y por
la diferencia de costumbres y condición social hubo de penetrar
muy tardíamente en Castilla, donde ni siquiera está representada
por narraciones de directo origen francés, sino por imitaciones de
poemas italianos. Por tal camino entró en nuestra literatura uno
de ios más célebres temas carolingios, Renaus de Montauban, que
pertenece al grupo de los que narran las luchas de Carlomagno con
sus grandes vasallos. La versión más arcaica que hasta ahora se
conoce de tal leyenda, es de fines del siglo xn o principios del xni,
y ha sido atribuida con poco fundamento a Hüon de Villeneuve. La
primitiva inspiración puede ser anterior, aunque en las más an-
tiguas gestas no se encuentre mencionado ninguno de los persona-
jes de este ciclo, que parece haberse desarrollado con independen-
cia de los restantes. Pero con el tiempo vino a suceder lo contra-
rio: difundida esta leyenda de Reinaldos y sus hermanos por
toda Europa, y especialmente en Italia, su héroe llegó a ser uno
de los más famosos; rivalizando con el mismo Roldan en los poemas
caballerescos italianos, y ocupando tanto lugar en la historia poé-
tica de Carlomagno, que algunos llegaron a considerarle como
centro de ella.
Quien desee conocer en todos sus detalles el antiguo cantar de
los hijos de Aímon, puede acudir al tomo XXII de la Historia
literaria de Francia, x donde Paulino París hizo un elegante aná-
lisis de él y de sus continuadores, o al prolijo y siempre'redundan-
te León Gautier, que en el tomo III de sus Epopeyas 2 le dedica
cerca de cincuenta páginas, emulando con su irrestañable prosa
la verbosidad de los antiguos juglares. A nuestro propósito basta
una indicación rapidísima.
Aimon de Dordonne tenía cuatro hijos, Reinaldos, Alardo, Ri-
cardo y Guichardo. Cuando entraron en la adolescencia los llevó

i Histoire Littéraire de la France; ouvrage commencé par des Religieux


Bénédictins de la Congrégation as Saint-Maur, et continué par des Membres
de l'Institut (Académie des Inscriptions et Belles Lettres). Tomo XXII
(suite du treizième siècle). Paris, 1852. Páginas 667-700.
2 Les Epopées Françaises, t. I I I , pp. 190-241.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 221

a París y los presentó en la corte del Emperador, quien los armó


caballeros y les hizo muchas mercedes, obsequiando a Reinaldos
con el caballo Bayardo, que era hechizado. Jugando un día Rei-
naldos a las tablas con Bertholais, sobrino de Carlomagno, perdió
éste la partida, y, ciego de rabia, dio un puñetazo a Reinaldos, el
cual fué a quejarse de esta afrenta al Emperador; pero Carlos,
dominado por el amor a su sobrino, no quiso hacerle justicia, En-
tonces Reinaldos, cambiando de lenguaje, recuerda a Carlomagno
otra ofensa más grande y antigua que su familia tiene de él: la
muerte de su tío Beuves de Aigremont, inicuamente sentenciado
por el Emperador cediendo a instigaciones de traidores.
Semejante recuerdo enciende la ira del Monarca, que responde
brutalmente a Reinaldos con otro puñetazo. Reinaldos vuelve a la
sala donde estaba Bertholais y le mata con el tablero de ajedrez.
Los cuatro Aimones logran salvar las vidas abriéndose paso a viva
fuerza; se refugian primero en la selva de las Arderías y luego en el
castillo de Montauban, y allí sostienen la guerra contra el Empera-
dor, haciendo vida de bandoleros para mantenerse, y llegando el
intrépido Reinaldos a despojar al propio Carlomagno de su coro-
na de oro. Finalmente, ayudados por las artes mágicas de sil primo
hermano Maugis de Aigremont (el Molgesí de nuestros poetas),
que con sus encantamientos infunde en Carlos un sueño letárgico
y le conduce desde su tienda al castillo de Montauban, llegan a
conseguir el indulto; y la canción termina con la peregrinación de
Reinaldos a Tierra Santa y su vuelta a Colonia, donde muere os-
curamente trabajando como obrero en la construcción de la cate-
dral y víctima de los celos de los aprendices.
Tal es el esqueleto de la leyenda. Hay mil peripecias, que por
brevedad omito, recordando sólo las escenas de miseria y hambre
en que se ven obligados a devorar las carnes de sus propios caba-
llos, a excepción del prodigioso Bayardo, de quien Reinaldos se
apiada cuando le ve arrodillarse humildemente para recibir el
golpe mortal; el encuentro de Reinaldos con su madre Aya, que
le reconoce por la cicatriz que tenía en la frente desde niño; la re-
cepción de los cuatro Aimones en 1a casa paterna; la carrera de
caballos que celebra Carlomagno con la idea de recobrar a Bayardo,
y en que viene a quedar él mismo vergonzosamente despojado por
la audacia de Reinaldos y la astucia de Malgesí, y otras mil aven-
222 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELA YO

turas interesantes, patéticas e ingeniosas, a las cuales sólo faltaba


estar contadas en mejor estilo para ser universalmente conocidas
y celebradas.
El Norte y el Mediodía de las Galias se disputan el origen de
esta leyenda, inclinándose los autores de la Historia literaria a su-
poner que las primeras narraciones proceden de Bélgica o de West-
falia, más bien que de las orülas del Garona y del castillo de Mon-
tauban, lo cual tienen por una variante provenzal muy tardía.
Según esta hipótesis, la historia de los cuatro hijos de Aimon hubo
de correr primero, en forma oral, por los países que bañan el Mosa
y el Rhin, y de allí transmitirse, con notables modificaciones, a las
provincias del Mediodía. Los manuscritos del siglo xni presentan
huellas de una triple tradición, flamenca, alemana y provenzal,
que a lo menos en parte había sido cantada.
A principios del siglo xv, la leyenda francesa fué refundida por
autor anónimo en un poema de más de 20.000 versos, donde apa-
recen por primera vez los amores de Reinaldos con Clarisa, hija
del rey de Gascuña. Y siguiendo todos los pasos de la degeneración
épica, este poema fué, cincuenta años después, monstruosamente
amplificado y convertido en prosa por un ingenio de la Corte de
Borgoña en un enorme libro de caballerías que consta de cinco
volúmenes o partes, de las cuales sólo la última llegó a imprimirse.
No nos detendremos en otras redacciones prosaicas, bastando citar
la más famosa de todas, la que hoy mismo forma parte en Francia
de la librería popular, de lo que allí se llama bibliothèque* bleue y
entre nosotros literatura de cordel. Sus ediciones se remontan al
siglo xv. La más antigua de las góticas que se citan no tiene lugar
ni año; las hay también de Lyon, 1493 y 1495; de París, 1497...
Las posteriores son innumerables, y llevan por lo general el título
de Histoire des quatre fils Aymon, Se ha reimpreso con frecuencia
en Ëpinal, en Montbelliard, en Limoges, etc., exornado con gro-
seras aunque muy características figuras, entre las cuales nunca
falta el caballo Bay ardo llevando a los cuatro Aimones. El estilo
ha sido remozado, especialmente en algunos textos, 1 pero sus-

1 Esta refundición lleva por- título Les quatre fils d'Aymon, histoire
héroïque, par Huon de Villeneuve, publiée sous une forme nouvelle et dans
le style moderne, avec gravures (Paris, 1848. Dos pequeños volúmenes).
Esta versión es distinta de la que se expende con el título de Histoire des
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 223

tancialmente el cuento corresponde al del siglo xv y éste es bas-


tante fiel a la canción de gesta del xui. La popularidad del tema
se explica no sólo por su interés humano, sino por su carácter más
novelesco que histórico; por la conmiseración que inspira a lectores
humildes el relato de la pobreza y penalidades de los Aimones;
por la mezcla de astucia y valor en las empresas de estos héroes;
por cierto sello democrático que marca ya la transformación de
la epopeya. Lo cierto es que de todas sus gloriosas tradiciones
épicas, ésta es casi la única que conserva el pueblo francés, harto
desmemoriado en este punto.
No importan a nuestro propósito las versiones inglesas y ale-
manas, pero no debemos omitir los poemas italianos, especial-
mente La Trabisonda, de Francesco Tromba (1518); la Leandro,
imiamorata (en sexta rima), de Pedro Durante da Gualdo (Vene-
cia, 1508); el Libro d'arme e d'amare oognominato Mambriano,
de Francesco Bello, comúnmente llamado il cieco da Ferrara
(1509), y otros, a cual más peregrinos, cuyas numerosas edi-
ciones pueden verse registradas en las bibliografías de Ferrario
y Melzi 1 sobre los libros caballerescos de Italia; terminando
toda esta elaboración épica con il Rinaído, de Torquato Tasso,
cuya primera edición es de 1562. Téngase en cuenta además
la importancia del personaje de Reinaldos en los dos grandes
poemas de Boyardo y del Ariosto. Fuera de Orlando, no hubo
héroe más cantado en Italia; pero en las últimas composicio-
nes de los ingeniosos e irónicos poetas del Renacimiento, apenas
quedó nada del fondo tradicional del cuento de los hijos de
Aimon.
De esta corriente italiana, y no de la francesa, se derivan todas
las manifestaciones españolas de este ciclo. No hay que hacer
excepción en cuanto a los tres romances que Wolf admitió en su
Primavera (núms. 187-189). Los dos primeros proceden, como

quatre ftls Aymon, très nobles, très hardis et très vaillants chevaliers. (Vid.
C, îïisard, Histoire des livres populaires ou de la littérature du colportage, t.
II, pp. 448 y siguientes.)
1 Bibliografia dei romanzi e poemi remanceschi d'Italia, que sirve de
apéndice y tomo cuarto a la obra del Dr. Julio Ferrarlo, Storia ed annalisi
degli antichi romanzi di cavalleria (Milán, 1829). Melzi, Bibliografia dei
romanzi e poemi cavallereschi italiani. Seconda edizione (Milán, Ï838).
224 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

demostró Gastón París, de la Leandra innamorata; el tercero, de


la Trabisonda historíala.
Los libros de caballerías que más expresamente tratan de las
aventuras y proezas de Reinaldos son dos compilaciones de enor-
me volumen. La primera estaba en la librería de don Quijote.
«Tomando el barbero otro, libro dijo: Este es Espejo de Caballerías.
Ya conozco a su merced, dijo el cura; ahí anda el señor Reinaldos
de Montalbán con sus amigos y compañeros, más ladrones que
Caco, y los doce Pares, con el verdadero* historiador Turpin; y
en verdad que estoy por condenarles no más que a destierro per-
petüo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso
Mateo Boyardo.» En efecto, el Espejo de caballerías, en el quai se
tratan los hechos del conde don Roldan y del muy esforzado caba-
llero don Reynaldos de Montalbán y de otros muchos preciados ca-
balleros, consta de tres partes, y es, por lo menos la primera, una
traducción en prosa del Orlando inn am or ato de Boyardo. Lo res-
tante tampoco debe de ser original, puesto que se dice {(traducido
de lengua toscana en nuestro vulgar castellano por Pedro de Rei-
nosa, vecino de Toledo.>>1 [Cf. Ad. vol. IL]
Hubo otra conroiiación, todavía más rara, la cual contiene
traducidos varios poemas italianos y consta de cuatro partes. El
Libro primero del noble y esforzado caballero Rendidos de Montal-
bán, y de las grandes prohezas y estraños hechos de armas que él y
Roldan y todos los doce pares paladines hicieron; y el Libro segun-
do... de las grandes discordias y enemistades que entre él y el Empe-
rador Carlos hubieron, por los malos y falsos consejos del conde Ga-
lalon, son traducción, hecha por Luis Domínguez, del libro tos-
cano intitulado Innamor amento di Cario Magno. 2 La Trapesonda,
que es tercero libro de Don Rendidos, y trata cómo por stis caballe-

i La más antigua edición que se cita de la primera parte del Espejo


es de 1533, de 1536 la de la segunda y de 1550 la de la tercera, todas de
Sevilla. Hállanse juntas las tres en la de Medina del Campo, por Francisco
del Canto, 1586, que parece haber sido la última. La traducción no es ente-
ramente de Reinosa; al íin de la segunda parte, consta que trabajó en ella
Pero López de Santa Catalina.
2 Este origen está confesado en el encabezamiento del primer libro:
«Aquí comiençan los dos libros del muy noble y esforçado caballero O. Re-
naldos de Montalbán, llamado en lengua toscana El enamoramiento del
emperador Carlos Magno,.. Traducido por Luys Domínguez.» La edición
ORÍGENES DE LA NQVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 225

rías alcanzó a ser emperador de Trapesonda, y de la penitencia e fin


de su vida es la ya mencionada Trahisonda histariata de Francesco
Tromba; 1 y la tercera, de la cual no se conoce más que un ejem-
plar existente en la biblioteca de Wolfembuttel, debe de ser, a
juzgar por la descripción que hace Heber de sus preliminares y
portada, el famoso y curiosísimo poema macarrónico de Merlin
Cocayo (Teófilo Folengo). a [Cf. Ad. vol. IL]
En Italia habían encontrado los relatos del ciclo carolingio se-
gunda patria, supliendo la falta de una epopeya indígena. Canta-
dos primero en francés y luego en una jerga franco-itálica, antes
de serlo definitivamente en italiano, pasaron como materia ruda
e infor.me a manos de los grandes poetas del Renacimiento, Pulci,
Boyardo, Ariosto, que les dieron un nuevo género de inmortali-
dad, tratándolos con espíritu libre e irónico, La España del siglo xvi
adoptó por suyos todos estos libros. El Margante maggiore estaba
ya traducido en 1533 y su continuación en 1535. 3 Del Orlando
enamorado, además de la traducción en prosa ya citada, pusieron
en verso algunos cantos Francisco Garrido de Villena y Hernan-
do de Acuña, El Orlando furioso tuvo tres traductores, a cual más

más antigua que cita Gayangos es de Toledo, por Juan de Yillaquírán,


«a doze días del mes de Octubre de rail e quinientos y veinte y tres años»;
la última de Perpiñán, 1585.
1 Trahisonda historiata con le figure a li suoi canti, ne lla quale si con-
tiene nobilissime baitaglie, con la vita et morte di Rinaldo, di Francesco Trom-
ba da Gualdo di Nocera, In Venetia, per Bernardino Veneziano de Vidali,
nel, 1318, a di 25 de Otobrio. 4. 0 Cítanse otras ediciones de '1535, 1554,
1558, 1616 y 1623. La Trapesonda castellana estaba ya impresa en 1526,
ed. de Salamanca, citada en el Registrum de don Fernando Colón.
2 El único ejemplar conocido de este libro pertenece a la Biblioteca
de Wolfembuttel: La Trapesonda. Aqui comienza el quarto libro del esjorçado
caballero Reynaldos de Montalban, que trata de los grandes hechos del inven-
cible caballero Baldo, y ¡as graciosas burlas de Cingar, Sacado de las obras del
Mano Palagrio en nuestro común castellano. Sevilla, por Domenico de Rober-
tis, a 18 de noviembre de 1542.
5 Libro del esjorçado gigante Margante y de Roldan y Reinaldos, hasta
agora nunca impresso en esta lengua (Colofón).,. «Acabóse el presente libro
del valiente y esjorçado M organic en la insigne ciudad de Valencia, al moli
de la Rovella, Fue impresso por Francisco Diaz Romano, a diez y seis dias
del mes de Setiembre. Año de mil y quinientos y treynia y tres»...
Libro segundo de Mor gante... Valencia, por Nicolás Duran de Salvaniach,
año 1535, (Trata de olas íacéciosas burlas de Margute y las hazañosas víc-
Origcnes de la Novel», - Tomo I. — 15
226 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

infelices, Hernando de Alcocer, el capitán Jerónimo de Urrea y


Diego Vázquez de Contreras, sin contar a Gonzalo de Oliva, cuyo
trabajo, muy superior al parecer, quedó inédito x, Otros poemas
italianos de menos nombre ejercitaron también la paciencia de
algunos intérpretes: así, El nacimiento y primeras empresas del
conde Orlando, de Lüdovico Dolce, castellanizado por el regidor
de Valladolid Henríquez de Calatayud en 1594. Varios ingenios
españoles intentaron proseguir la materia de Francia, tal como la
habían entendido y tratado los poetas ferrareses. En tal empre-
sa fracasaron el valenciano Nicolás de Espinosa, que quiso con-
tinuar al Ariosto en una Segunda parte de Orlando (1558); el arago-
nés don Martín de Bolea y Castro, que escribió una continuación
del poema de Boyardo con el título de Orlando determinado (1578) ;
Francisco Garrido de Villena, autor de El verdadero suceso de la
famosa batalla de Roncesvalles, con la muerte de los doce Pares de
Francia (1583), y Agustín Alonso, que compuso otro Roncesva-
lies con las Hazañas de Bernardo del Carpió (1585). Pero luego cayó
el asunto en mejores manos, y fueron verdaderos poetas los que
celebraron las Lágrimas y la Hermosura de Angélica, y el inspira-
do Obispo de Puerto Rico, que hizo resonar de nuevo el canto de
guerra de Roncesvalles, dando fantástica inmortalidad al héroe de
nuestras antiguas gestas en un poema que es el mejor de su gé-
nero en castellano y quizá la mejor imitación del Ariosto en cual-
quier lugar y tiempo. Libros de caballerías son todos estos, pero
la circunstancia de estar escritos en verso y contener muchos ma-
torias de Morgante; el fin de la guerra de Babilonia, con muchas otras gran-
des y valerosas empresas de Reinaldos y Roldan y de todos los doze pares,
con los sabrosos amores del señor de Montalvan», y es traducción del Mar-
gutiino o Morgante Minore,) El traductor de la segunda parte fué, según
N. Antonio, Jerónimo de Auner, poeta valenciano. No consta el de la pri-
mera.
Ambas partes fueron reimpresas en Sevilla, 1552.
1 Le menciona Clemencín en sus notas al Quijote (t. I, pág. ï 2 i ) , dicien-
do que había visto «el original en folio escrito de mano del mismo Oliva,
con sus enmiendas interlineales, y firmado en Lucena a 2 de agosto del
año 1604. ((Oliva (añade) evitó los numerosos defectos de Urrea: tradujo
fielmente; su versificación es fácil, armoniosa, y su libro, a pesar de algunos
pequeños lunares, harto más digno de ver la luz pública que los de otros
muchos traductores de su tiempo.» Sobre ios demás poemas citados en el
texto, véase el Catálogo de Gayangos y nuestras bibliografías generales,
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP, IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 227

teriales de origen clásico, propios de la poesía culta del siglo xvi


y ajenos a la épica de la Edad Media, los excluye de nuestro aná-
lisis, bastando notar que en algunos de ellos reaparece y domina
la versión española del tema carolingio tomada de las crónicas o
de los romances, pero se la trata de un modo novelesco y arbitra-
rio, aunque a veces muy ingenioso, atendiendo sólo a recrear la
imaginación y el oído con fáciles versos y peregrinas invenciones,
de las que Horacio llamaba speciosa mimada. Todo esto no pasó
de la poesía erudita; el pueblo se contentó con leer el Fierabrás,
y ni siquiera parece haber conocido el libro popular italiano / Reali
di Francia, que sólo muy tardíamente explotó Lope de Vega
para una comedia, La Mocedad de Roldan, y el navarro Antonio
de Eslava para algunas de sus Noches de invierno, no impresas
hasta 1609, fuera, por consiguiente, del período que ahora estu-
diamos. En la literatura portuguesa no tuvo representación alguna
este ciclo, como no se tenga por tal una traducción muy moderna
del Carlomagno castellano seguida de dos extravagantes conti-
nuaciones. El gusto de aquel pueblo, inclinado con preferencia
a las ficciones de la Tabla Redonda, puede explicar este vacío;
pero es muy singular que se note también en la literatura catala-
na, contra lo que piidiera esperarse de las antiguas relaciones de
la Marca Hispánica con el Imperio carolingio y de la parte que
tomaron los francos en la reconquista del Principado. Verdades
que en aquella privilegiada porción de España no parece haberse
despertado el genio épico durante la Edad Media, dominando solas
la poesía lírica, la literatura didáctica y la historia.
Antes de pasar al ciclo bretón, que comparte con el carolingio
los vastos dominios de la literatura caballeresca de los tiempos
medios, diremos dos palabras acerca de otras novelas no pertene-
cientes a dichos ciclos, algunas de las cuales pueden considerarse
como de transición entre el uno y el otro. No incluiremos entre
ellas las pocas que tratan asuntos de la antigüedad clásica, porque
es patente su carácter erudito y su derivación literaria de obras
compuestas en la decadencia greco-romana. Tal sucede con la
historia fabulosa de Alejandro, que ya en el siglo n de nuestra
era circulaba en Alejandría a nombre del falso Calístenes, y que
antes de la mitad del siglo iv había sido traducida al latín por
Julio Valerio, de cuya obra se mzo en tiempo de Carlomagno un
228 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

Epítome que sirvió de base a los poemas franceses del siglo x n


(Alberico de Besanzón, imitado en alemán por el clérigo Lam-
precht, Simón, Lamberto Li Tort y sus continuadores). 1 En Es-
paña (prescindiendo de las versiones aljamiadas, cuyo origen es
persa), este ciclo está representado exclusivamente por un poema
de clerecía del siglo xni, que, si hemos de atenernos al testimonio
de un códice recientemente hallado, hay que contar entre las
obras de Gonzalo de Berceo. Su erudito autor, fuese quien fuese,
conoció y explotó en gran manera dos de los poemas franceses,
pero tomó por fuente principal de su obra y tradujo casi íntegra-
mente un poema latino de fines del siglo xn, la Alexandreis de
Gualtero de Châtillon, que representa con mucha más pureza la
tradición clásica, puesto que es por lo común una paráfrasis de
Quinto Curcio. El poeta castellano parece haber consultado ade-
más el Liber de praeliis (nueva traducción del pseudo-Calístenes
hecha por el Arcipreste León en el siglo x), y acaso la epístola fa-
bulosa de Alejandro a Aristóteles sobre las maravillas de la India. 2
Resultó, por consiguiente, el Alejandro castellano una producción
de carácter mixto, en que se combinan los elementos medioevales
con los clásicos, y que tiene además carácter enciclopédico por el
gran número de digresiones geográficas, astronómicas y morales
que contiene.
Uno de los episodios más extensos del Alejandro es el pasaje
relativo a la guerra de Troya (estancias 299-716), que aquí por
primera vez aparece en nuestra literatura y que luego tuvo nu-
merosas versiones en prosa. Bajo el título común de Crónica Tro-
yana se han confundido obras diversas, que importa deslindar
aunque sea rápidamente. Cuando en los tiempos de la decadencia
greco-latina comenzó a perderse el culto y hasta el sentido de la
poesía homérica, pulularon miserables rapsodias de sofistas que
pretendían suplir lagunas de la narración, corregir errores, añadir

1 Todo lo relativo a las versiones francesas del ciclo de Alejandro, está


magistralrnente expuesto en la obra de Pablo Meyer: Alexandre le Grand
dans la littêrarure française du moyen âge (París, Vieweg, 1886),
El primer tomo contiene los textos y el segundo la historia de la le-
yenda,
2 Véase el precioso estudio de Alfredo Morel-Fatio, Recherches sur le
texte et les sources du «Libro de Alexandre» (Romania, t. IV, 1875).
ORÍGENES D E LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 229

circunstancias ignoradas por el padre de la poesía. Entonces se


forjaron los dos insípidos libros que llevan los nombres de Dares
frigio y Dictis cretense, x supuestos héroes de la guerra de Troya
y testigos de su ruina, aunque en opuestos campos. Todo mueve
a creer que estas crónicas fabulosas se escribieron primeramente
en griego, pero no las tenemos más que en latín. La de Dares se
dice encontrada y traducida por Cornelio Nepote y dedicada por
él a Salustio; embrollo y ficción pura, que se desmiente por lo
bárbaro del estilo, indigno de la era de Augusto. En la obra de
Dictis, que está mejor escrita, comienza la novela desde el prefa-
cio. Un temblor de tierra dejó patente, en tiempo de Nerón, el
sepulcro del guerrero cretense cerca de Gnoso; en él pareció una
caja de plomo, que contenía,, escritas en caracteres fenicios, sus
memorias sobre el sitio de Troya; un tal Eupraxidas las tradujo
al griego, y las puso en latín Lucio Septimio. Pero la crítica más
benévola no concede a esta falsificación mayor antigüedad que
la del siglo rv. El libro atribuido a Lares es un epítome sumamcn•
te descarnado, en que apenas ofrece interés otra cosa que el epi-
sodio de los amores de Polixena y muerte de Aquiles. En general,
se aparta menos que Dictis de la tradición homérica; el falso griego
demuestra más talento de invención que el falso troya.no. Persona-
jes secundarios de la antigua epopeya, como Palamedes, Troüo,
tienen aquí una leyenda muy desarrollada.
Olvidado Homero en la Edad Media o sustituido a lo sumo con
el epítome del pseudo-Píndaro tebano, los poetas en lengua vulgar
y aun los clérigos que cultivaban exclusivamente la latina, se lan-
zaron ávidamente sobre las novelas de Dictis y Dares, que afec-
taban gran puntualidad histórica, y en la candida ignorancia de
aquellos tiempos pasaban por libros auténticos y mucho más fi-
dedignos que la litada, a cuyo autor se tachaba de mentiroso y
mal informado. 2 Un poeta de Turena, Benito de Sainte-More,
i Dictys Cretensis sive Lucií Septimi Ephemerides belli Troiani...
Accedit Daretis Phrygii de excidio Troiae historia... Bonnae, impensis.
E. Weberii, 1837.
2 «Todos aquellos que verdaderamente quisieredes saber la estoria de
Troya (dice la traducción castellana del poema de Benoit de Sainte-More)
non lead es por un libro que Oniero fiso; et desirvos he por qual rason. Sabet
que Omero fue un gran sabidor et fiso un libro, en que escrivio toda la esto-
ria de Troya, assi coramo el aprendió; et puso en el comino fuera cercada
230 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

compuso por los años de 1160 y dedicó a la reina de Inglaterra


Leonor de Aquitania un Roman de Troie 1 en más de treinta mil
versos pareados de nueve sílabas (para los franceses de ocho),
forma que desde principios del siglo xvi había sustituido al anti-
guo metro épico en las narraciones que se destinaban, no al canto,
sino a la lectura. Amplificó prodigiosamente y con fácil estilo las
dos narraciones fabulosas que tenía a la vista; añadió como intro-
ducción la historia de los Argonautas; aduló la vanidad nacional
con el supuesto parentesco entre los Francos y los Troyanos; trans-
portó al mundo feudal los héroes pelasgos y aquivos; modificó
a su guisa los caracteres y las costumbres con muy gracioso ana-
cronismo, y tuvo el mérito de inventar, entre otros episodios, uno
de amor que tuvo grande éxito, el de Troilo y Briseida, que ins-
piró sucesivamente a Boccaccio en su poema Füostrato, a Chaucer
en el suj'o Troilus and Crtss&ida y a Shakespeare en su tragedia
del mismo nombre.
El poema de Benito de Sainte-More fué traducido al alemán y
a otros idiomas y compendiado en prosa francesa; pero todavía
más que en su lengua primitiva corrió por Europa en la refundición
latina que hizo Guido délie Colonne, juez de Messina, con el tí-
tulo de Historia Troiana (comenzada en 1272, terminada en 1287),
callando maliciosamente su verdadero original, refiriéndose sólo
a Dictys y Dares y dando al libro una pedantesca apariencia his-
tórica que contribuyó a su crédito entre los letrados. 8
Todas las variantes, así italianas como españolas, que se
conocen de la Crónica Troyana se fundan o en la Historia de Guido
et destroyda et que nunca después fuera poblada. Mas este libro fiso el
después mas de cient annos que la villa fue destroyda; et por ende non pudo
saber verdaderamente la estoria en commo passarà. E t fue despues este
libro quemado en Atenas. Mas leet el de Dytis, aquel que verdaderamente
escrivio estoria de Troya en commo passaua, por ser natural de dentro de
la cibdad, et estudo presente a todo el destruymiento, et veya todas las
batallas et los grandes fechos que se y fasian, et escrivia siempre de noche
por su mano en qual guisa el fecho pasaua.» (Apud Amador de los Ríos,
Historia Crítica, t. IV, p. 346.)
1 Fué publicado por A, Joly (Benoist de Sainie-More et le Roman de
Troie... París, A. Franck, 1870). "Vid, sobre el poema de Benoit, Romania,
X V I I I , 70.
a Sobre el desarrollo de este ciclo en Italia, véase la introducción de
E. Gorra a sus Testi inediti sioria di trojona (Turin, 1887).
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 231

de Columna o en el poema de Benito de Sainte-More. Nuestros


antiguos eruditos, y el mismo Amador de los Ríos, que dio abun-
dantes noticias de los códices de este ciclo, confundieron ambos
grupos o familias, que comenzó a distinguir el docto profesor
Adolfo Mussafia, en una Memoria publicada en 187L x Para des-
lindarlas completamente sería precisa la comparación de todos los
textos que hoy se conocen: tarea que no hemos podido realizar
aún, y que, por otra parte, sería impropia de este lugar. Daremos
noticia sólo de las principales versiones, prescindiendo de la del
poema de Alejandro que está tomada a medias de Guido de Co-
lumna y de la litada del pseudo Píndaro tébano,
Del enorme Roman de Troie, de Benoit de Sainte-More, tene-
mos dos traducciones castellanas hechas del francés y otra galle-
ga hecha del castellano, Sü respectiva filiación, así como el tiempo
en que se tradujeron y las personas para quien los códices se escri-
bieron, constan en las suscripciones finales de mía y otra, «Este
»libro mandó faser (dice la castellana) el muy alto e muy noble
e muy escelent rey don Alfonso, fijo del muy noble rey don Fer-
nando e de la Reyna doña Constanza. E fue acabado de escribir
»e de estoriar en el tiempo que el muy noble rey don Pedro su
»fij o regno all cual mantenga Dios al su servicio por muchos tiem-
»pos ef bonos. Et los sobredichos donde él viene sean heredados
»en el regno de Dios. Amen. Fecho el libro postremero dia de di-
ciembre. Era de mili et trecientos et ochenta et ocho años. Ni-
ñeólas Gonçales, escriban de los sus libros, lo escribí por su man-
»dado».
El códice gallego más completo de los dos que se han conser-
vado 2 traduce la suscripción del escriban castellano y añade:
«Este liuro foy acabado vni dias andados do mes de Janeyro,
»era de mili e quatroçentos et once años». El que escribió en parte
y dirigió en lo demás la copia de este códice fué, según consta en

1 Deber dio Spanischem Versions dey Historia Troiana, Von Dr. Adolf
Mussafia. Viena, 1817.
a Es el que perteneció a la librería del Marqués de Santillana y existe
hoy en la Biblioteca Nacional, procedente de la de Osuna, Otro códice
bilingüe (gallego y castellano) figura en mi biblioteca de Santander. De
uno y otro precede la correcta edición recientemente publicada por el señor
Martínez Salazar.
232 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

otra suscripción, el clérigo Fernán Martis (¿Martínez?), capellán


de Fernán Pérez de Andrade. Es inestimable el valor lingüístico
de esta versión (que parece hasta ahora el monumento más anti-
guo de la prosa literaria gallega); pero ha de tenerse en cuenta
que es traducción de traducción, y que abunda por tanto en for-
mas castellanas y francesas. Publicada ya con estricto rigor pa-
leográfico, gracias a los desvelos de don Andrés Martínez Sala-
zar, 1 ofrece abundante y novísima materia al estudio de los fi-
lólogos,
Del Canciller Pero López de Ayala dijo Fernán Pérez de
Guzmán en sus Generaciones y semblanzas que «por causa del son
conocidos algunos libros que antes no lo eran», contando entre ellos
la Historia de Troya. No parece que esto pueda entenderse del
poema de Benoit de Sainte-More (Beneyio cíe Sania María que
dijo el intérprete castellano), puesto que ya estaba traducido
en 1350 (era 1388), cuando el futuro Canciller no pasaba de los
diez y siete años, sino que debe referirse a la crónica latina de
Guido de Columna, lo cual también está más de acuerdo con el
género de estudios y aficiones propios de Ayala; pero siendo varias
las versiones manuscritas de este libro, no parece fácil determi-
nar en cuál de ellas pudo intervenir el Canciller, ni realmente dice
su biógrafo que él hiciese la traducción, sino que dio a conocer el
libro en Castilla. Pero, de todos modos, no fué obstáculo para que
el Roman de Troie volviese a ser traducido por autor anónimo de
fines del siglo xiv, que intercaló algunos trozos en verso (a la
manera de los lays que se leen en el Tristan y en otras novelas
bretonas), dejando con esto marca indeleble del origen poético del
libro. 2 Proceden, por el contrario, de la Crónica de Guido de Co-
lumna la traducción catalana del protonotario Jaime Conesa,

1 Crónica Troyana. Códice gallego del siglo XIV de la Biblioteca Nacio-


nal de Madrid, con apuntes gramaticales y vocabulario, por D, Manuel R. Ro-
dríguez. Publícalo a expensas de la Excelentísima Diputación de esta provin-
cia Andrés Martínez Salazar. La Cor uña, Imprenta de la Casa de Miseri-
cordia, IÇ00. Dos tomos 4. 0 grande.
2
Códice de la Biblioteca Nacional de Madrid, procedente de la de
Osuna. Don A. Paz y Meliá ha publicado en la Revue Hispanique (núm. 17,
primer trimestre de 1899) las poesías y algunos extractos de la prosa de esta
Crónica.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 233

terminada en 18 de junio de 1367, x y la castellana de Pedro de


Chinchilla, emprendida a instancias del primer conde de Bena-
vente, don Alonso Pimentel, en 1443. 2 La Crónica Troyana, varías
veces impresa en el siglo xvi con el nombre de Pedro Núñez Delga-
do. 3 toma a Guido por principal fuente en lo que toca a la lej'enda
troyana, pero añade otras fábulas mitológicas sacadas de diversos
autores. 4 Es probable que utilizase una compilación ya existente
análoga al Recueil des histoires de Troye, de Raoul Lefèvre.
Aun hay otras pruebas de la extraordinaria difusión del ciclo
troyano en España. El conde don Pedro recuerda en sil Nobilia-
rio las «grandes fazemdas e grandes cavallarias)) que hubo en Troya
«assy como falla na sa estorea», El cronista de don Pedro Niño,
Gutierre Díaz de Gámez, tomó de un libro que llama de la Con-
quista de Troya un largo episodio sobre Bruto, supuesto progeni-
tor de los ingleses, y la reina de Armenia, Dorotea, que no está
en ninguna de las versiones conocidas y difiere mucho del relato
de Godofredo de Monmouth, al cual se conforma, la crónica impresa,
Últimos ecos de esta vivaz leyenda fueron, en pleno siglo xvi, el
poema de las Guerras de Troya, de Ginés Pérez de Hita, 'á y ios

1 Ms. de Osuna, hoy en la Biblioteca Nacional. Otro posee don Pablo


Gil en Zaragoza, y otro, falto de bastantes hojas, vimos estos últimos años.
2 Poseo un códice que parece el mismo que el autor presentó al Conde
de Benavente. Es en gran folio, papel fuerte, escrito a dos columnas; consta
de 174 hojas. Dice el traductor en el prohemio que antes se habían hecho
otras versiones, pero menguadas en algunas cosas, y ofrece en la suya no
añadir ni quitar nada «segunt Guido de Colupnia (sic) en su volumen en
lengua latina copiló».
a Crónica Troyana, en que se côtiene la total y lamentable deslruycion
de la nombrada Troya. En Medina, Por Francisco del Canto. M. D. L.
XXXVII. A costa de Benito Boyer, mercader de libros.
ï í o he visto edición posterior a ésta. La más antigua parece ser la de
Pamplona, por Arnao Guillen de Brocar, sin año, citada en el Registrum
de don Fernando Colón.
* Entre estas adiciones son notables las relativas a Hércules, Eneas
y Bruto. La fabulosa historia de este ixltimo procede de la Historia Bri-
tonum, de Godofredo de Monmouth.
5 Los diez y siete libros de D aris del Belo Troyano, agora nuevamente
sacado de las antiguas y verdaderas ystorias, en verso, por Ginés Pérez de
Hita, vecino de lo, ciudad de Murcia. Año 1596. (Ms. de la Biblioteca 'Nacional
rubricado en todas sus planas para la impresión.)
234 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

dos de Joaquín Romero de Cepeda, El infelice robo de Elena, reyna


de Esparta, por Paris Infante Troyano, 1 y La antigua memorable
y sangrienta destruicion de Troya.,, a imitación de Dares, troyano,
y Dictis, cretense griego. 2 Los romances semipopulares y relati-
vamente viejos de la reina Elena, de la reina de las Amazonas y de
la muerte que dio Pirro a la muy linda Policena, son reminiscen-
cias de la Crónica Troyana, en la cual también se inspiró bizarra-
mente la musa lírica para el Planto de la reina Pantasilea, bella
composición atribuida, no sé si con fundamento, al Marqués de
S antillana.
Por medio de la escuela erudita del mester de clerecía había pe-
netrado en el siglo xni la novela bizantina de Afolonio de Tiro,
cuyo original griego se ha perdido, pero que tuvo en su forma lati-
na extraordinaria boga, sobre todo, después que fué incorporada
en el Gesta Romanomm, Menos afortunada entre nosotros que en
Inglaterra, donde, después de la Confesio amantis de Gower, sus-
citó el drama Pericles, príncipe de Tiro, atribuido a Shakespeare,
quedó enterrada en el viejo poema en versos alejandrinos, que no
carece de expresión y gracia narrativa, y sólo a fines del siglo xvi
reapareció en el Patrañuelo, de Juan de Timoneda.
La fábula de Psiquis (cambiando el sexo del protagonista),
no tomada, según creemos, de Apuleyo, sino del fondo primitivo
y misterioso de los cuentos populares, donde permanece viva aún,
sirve de principal argumento a la linda novela francesa del siglo xn
Partinopeus de Blois. Traducida al castellano, probablemente en
el siglo xv, y del castellano al catalán, ha sido muchas veces im-
presa como libro de cordel en ambas lenguas, y es uno de los me-
jores relatos de su género, de los más racionalmente compuestos
y de los más ingeniosos en los detalles, aunque por acaso no de los

i Este poema en quintillas y en diez cantos se halla en el rarísimo


tomo de Obras de loachin Romero de Cepeda (Sevilla, Andrés Pescíoni,
año 1582),
a ha antigua, memorable y sangrienta destruction de Troya. Recopilada
de diversos autores por loachin Romero de Cepeda,., A imitación de Dares,
troyano, y Dictis, cretense griego,,,, Ansimismo son autores Ensebio, Strabon,
Diodoro Siculo. Repartida en diez narraciones y veinte cantos. Toledo, Pero
Lopez de Haro, 1583, 8.° Las narraciones están en prosa, y los que llama
cantos son veinte romances.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 235

más honestos. 1 En todo el cuento se advierte un color clásico


muy marcado, y siendo la escena en Constantinopla, puede presu-
mirse que la narración oral fuese recogida allí por algún cruzado.
El poemita francés pertenece al siglo xn.
Otro tanto puede decirse de la interesante historia de Flores
y Blancaflor, sencilla y tierna novela de dos niños, hijo el uno
de un rey sarraceno e hija la otra de una esclava cristiana, El amor
que nace en ellos desde la infancia, las peripecias que los separan,
sus largas peregrinaciones, el encerramiento de Blancaíior en la
torre del emir de Babilonia, donde consigue penetrar el enamora-
do Flores escondido en una cesta de rosas; el peligro en que se
ven los dos amantes de perecer juntos en la hoguera (patética si-
tuación análoga a la de Olindo y Sofronia en el episodio del Tasso),
forman un conjunto sobremanera agradable, que recuerda, sin
exagerarlos, los procedimientos de la. novela bizantina de viajes
y aventuras; pero con una delicadeza, moral que en ella no suele
encontrarse, salva la excepción de Heliodoro, Dos poemas fran-
ceses del siglo xn, publicados el uno por Bekker y el otro por Du
Méril, desarrollan con notables variantes este argumento, del cual es
también bellísima imitación la novelita (chantefable) de Aucassiny
Nicoleite, escrita parte en prosa, parte en versos trocaicos asonan-
tados. En todas las literaturas tuvo grandísimo éxito esta ficción; 2
prestó a Boccaccio argumento para su primer libro en prosa ita-
liana // Filocolo, y entre nosotros era ya conocida a fines del
siglo xm, puesto que la Gran Conquista de Ultramar no sólo la
menciona, sino que la presenta ya enlazada con el ciclo carolin-
gio. «Flores libró al rey de Babylonia de mano de sus enemigos

i Libro del esfarcado cauaüero conde Partinuples, que fue emperador


de Constantinopla. La más antigua edición que Gayangos cita es de Alcalá
de Henares, por Arnao Guillen de Brocar, 1513.
De la catalana no se conoce impresión anterior a la de Tarragona, 1588,
(Agi comença la general historia del esforçat caualler Partinobles compte
de Bles. Novamement traduyda de llengua castellana en la nostra catalana.
Estampat en Tarragona por Felip Roberte) estamper.. Any 1588. A cosía de
Llàtzer Salon, Uibrater),
2 Véase el eruditísimo estudio que precede a la edición de Du Méril:
Floire et Blanceflor, Poèmes du XIIIc siècle. Publiés d'après les manus-
crits, avec une introduction, des noies et un glossaire, par M. Edeïstand du
Mérü, París, Jannet, 1865.
236 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

qüando le dio a Blancaflor por mujer... Estos fueron los mucho


enamorados que ya oistes hablar... Según su ystoria lo cuenta».
Estas referencias, como tomadas de un libro francés de origen, no
prueban que la novela estuviese ya traducida; pero al ver que en
la Gran Conquista Flores y Blancaflor (fabulosos abuelos de Car-
lomagno) son calificados de reyes de Almería, hay que reconocer
que había comenzado a españolizarse la leyenda. También la
conocía el Arcipreste de Hita:

Ca nunca fue tan leal Blancaflor a Flores,

dice en la cantiga de los clérigos de Talavera, Para Micer Francisco


Imperial y otros poetas del Cancionero de Baena, Flores y Blanca-
flor son prototipo de leales amadores, como otras parejas céle-
bres, Paris y Viana, Tristan e Iseo, Oriana y Amadis, La traduc-
ción, varias veces impresa en el siglo xvr, y de la cual es vil ex-
tracto el libro de cordel que todavía se expende, debió de hacerse
en el siglo xv, como casi todas las de su género, y los nombres son
casi los mismos que en el Filocolo de Boccaccio, con el cual tiene
también otras semejanzas, que Du Méril explica por una fuente
común y no por imitación de la novela italiana. Pero no se limita
a ella la popularidad de este sabroso cuento en nuestra literatura,
pues aunque falta este tema en las antiguas colecciones de ro-
mances abundan los nombres de Blancaflor y el conde Flores en
la tradición oral de la Península, como lo prueban las muchas
versiones recogidas en Portugal, Asturias, Montaña de Santan-
der, Cataluña, Andalucía, en la isla de Madera, en las Azores y
hasta en el Brasil. Es cierto que estos romances, designados por
los coleccionistas con los varios • nombres de Reina y cautiva, Las
dos hermanas, etc., conservan sólo una vaga impresión de la leyen-
da primitiva. Pero sin duda suponen otros más antiguos, en que
la fidelidad al tema novelesco sería mayor. [Cf. Ad. vol. II.]
De origen oriental parecen otros dos libros populares que la
literatura francesa comunicó a la nuestra, y que todavía siguen
reproduciéndose en miserables compendios, al paso que las edicio-
nes góticas se cuentan entre las jo)'as más preciadas de la biblio-
grafía. Una de ellas es la Historia del muy valiente y esforzado ca-
ballero Clamades, hijo del rey de Castilla, y de la linda Claramon-
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 237

da, hija del rey de Toscana, cuyo original francés en prosa, indica-
do recientemente por el señor Foulché-Delbosc, x es Le livre de
Clamades, filz du roy despaigne et de la belle Clermonde... impreso
en Lyon por los años de 1480, el cual, como todos los de su es-
pecie, procede de Un antiguo poema que aquí es Li Roumans de
Cleomades, del famoso trovero Adenet le Roi. Gastón Paris con-
sidera posible que la fuente inmediata de Adenet haya podido ser
española. Se trata, en efecto, de un cuento árabe, que lo mismo
pudo entrar por España que por Oriente. Nuestro vulgo le designa
con el nombre de historia del caballo de madera, fijándose en el
episodio más saliente, que tiene su paradigma en el caballo mágico
de Las mil y una noches, y fué parodiado por Cervantes en el epi-
sodio de Clavileño. Otro poema francés, el Méliacin, de Gerardo
de Amiens, trata el mismo argumento.
Más moderna es la famosa novela caballeresca de Pierres de
Provenza y la linda Magalona, compuesta en pro venza! o en latín
por el canónigo Bernardo de Trevietf, y tan celebrada en tiempo
del Petrarca, que se dice que este gran poeta y humanista empleo
algunas horas de sü juventud, cuando en Montpellier estudiaba
Derecho, en corregirla y limar su estilo. ?j El texto francés actual-
mente conocido es del siglo xv; ha sido impreso innumerables
veces 3 y de él proceden las versiones italiana, alemana, flamenca,
danesa, polaca, castellana y catalana, y hasta una griega en versos

1 Revue Hispanique, 1902, p . 587.


2 Pétrarque (dice el más antiguo historiador municipal de Montpellier)
fit son cours en droit à Montpellier pendant quatre ans, comme lui-mesme
le témoigne, et pour se delaser et divertir en cette sérieuse estude, il polit et
donna des grâces nouvelles, aux heures de sa récréation, a l'ancien roman de
Pierre de Provence et de la belle Maguelone, que Bernard de Trêviez avait
fait couler en son temps parmi les dames, pour les porter plus agréablement
à la charité et aux fondations pieuses.
(Idée de la ville de Montpellier, par Pierre Gariel, p . 113, segunda parte.
Citado por Fauriel, Histoire de la Poésie Provençale. Paris, 1846, Tomo I I I ,
página 507, Vid. también el discurso de Víctor Le Clerc Sobre el estado de
las letras en el siglo XIV, en el tomo X X I V de la Histoire 'Littéraire de la
France, p. 563.)
s Brunet describe cuatro ediciones incunables, sin fecha. E n una de
ellas, que al parecer salió de las prensas de Lyon por los años de 1478, cons-
ta la fecha en que fué escrita la redacción actual de la novóla 1^453).
238 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

políticos. a Pierres y Magalona continúa siendo libro de cordel en


Francia y en España, pero ya muy refundido y modernizado en el
estilo, como lo está también el rifacimento galante que hizo el conde
de Tressan para la Bibliothèque Universelle des Romans (1779).
Esta novelita es, sin duda, de las mejores de sü género; las
aventuras, aunque inverosímiles, no son excesivamente compli-
cadas; los dos personajes principales interesan por su ternura y
constancia, y la narración tiene en los textos viejos una gracia y
frescura que contrasta con la insipidez habitual de los libros de
pasatiempo del siglo xv y con las ridiculas afectaciones de sus re-
fundidores modernos. Expondremos en dos palabras sü argumento
para amenizar algo la aridez de esta enumeración:
Pedro, hijo del conde de Provenga, acababa de ser armado ca-
ballero, y deseando dar muestras de su valor y gentileza, se en-
camina a xa. corte de Ñapóles, llevado por la fama de la bella In-
fanta Magalona, cuya mano iban a disputarse en unas justas los
príncipes más ilustres y bizarros de Europa, Al partir le entrega
su madre tres anillos. Como es de suponer, el novel caballero sale
vencedor de todos sus rivales en el torneo; pero, a consecuencia
de un juramento que había hecho, oculta constantemente sü nom-
bre y sü linaje, con lo cual es claro que el rey no le concédela
ma.no de sü hija, pero le admite en su corte, donde muy pronto
conquista el amor de Magalona, siendo medianera de sü trato lí-
cito y honesto la nodriza de la Princesa, El Caballero de las Llaves
(que así se hacía llamar Pierres) da a sü amada en prenda los ani-
llos de su madre y la declara sü verdadero nombre. Conciertan y
emprenden los dos amantes la fuga, y al caer el sol llegan a ün
valle cercado de ásperas montañas. Magalona, rendida por la
fatiga del camino, se duerme en el regazo de Pierres. Baja un gavi-

1 La edición más antigua de que hay noticia entre las castellanas es la


siguiente, mencionada en el Registrant de don Fernando Colón: Historia
de la linda Magalona, hija del rey de Ñapóles, et del esforçado cauallero Pie-
rres de Provencia. Burgos, i^xç, a 26 de. Julio, Del mismo año, con fecha
de 10 de diciembre, hay otra de Sevilla, por Jacobo Cromberger,
De la versión castellana proceden una portuguesa que se imprimió en
Lisboa,, 1783, 4.°, y otra más antigua catalana: La historia del Caualler
Pierres de Provenga, fill del conde de Provenga y de la gentil Magalona, filia
del rey de Ñapóles, iraduyda de llengua castellana en la llengua catalana,
por Honorai Comalda. Barcelona, en casa de Sébastian Cormellas, 1650, 4. 0
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 239

lán y arrebata de encima de una piedra el cendal rojo que contenía


los tres anillos. Pierres se lanza en persecución del gavilán, que
vuela de roca en roca, hasta salir del valle y llegar a la orilla del
mar, de donde pasa a tina isla desierta que distaba próximamente
doscientos pasos. Pierres no desiste de seguir al ave de rapiña, y
viendo amarrada una barca a la ribera, entra en ella, empuña el
timón y se dirige hacia la isla. De pronto se desencadena un viento
furioso que arrastra la embarcación a alta mar, donde es asaltada
por una nave de corsarios sarracenos, que llevan cautivo a Pierres
a la corte del Soldán de Alejandría, y allí permanece tres años.
Entretanto; Magalona, abandonada en el bosque y próxima
a la desesperación, había sido recogida por una peregrina, que
cambió con ella de vestidos y la puso en camino de Roma, Aquí
comienza la parte devota de la leyenda, que fué quizá la causa
principal de que el piadoso canónigo Bernardo de Treviez la con-
signase por escrito. Magalona, después de muchas oraciones, peni-
tencias y austeridades, y de recorrer varias tierras en hábito hu-
milde, recogiendo limosnas, funda un hospital de peregrinos cerca
del Puerto de Aguas Muertas, y cobra gran fama de santidad en
todo el Mediodía de Francia, mereciendo especial protección del
Conde y la Condesa de Provenza, que lloran muerto a su hijo
Pierres desde el día en que unos pescadores hallaron en el vientre
de un monstruoso cetáceo el tafetán con los tres anillos. Fácil es
adivinar el desenlace de esta historia. Pierres, libre del cautiverio,
llega un día al hospital de Magalona; los dos amantes se recono-
cen, y la novela termina con sus bodas, que se celebran en Marse-
lla, con gran regocijo de sus padres.
A pesar de la pía intención con que parece haberse escrito esta
novela, no falta en ella algún cuadro de graciosa sensualidad, digno
de la pluma de Boccaccio, ni es maravilla, por lo tanto, que nues-
tro rígido moralista Luis Vives la incluyese en el severo anatema
que lanza contra las fábulas deshonestas, en el cap. V, lib. I, de
sü tratado De insiüuüone chrisUanae feminae, haciendo muy cu-
riosa enumeración de las que eran más leídas y celebradas en su
tiempo. 1

i Turn ei de- pestifeyis libris, cuiusmodi sunt in Hispània: <iAmodims'i>¡


Splandianus», «Fiorisandus», (sTimntus)). {üyisíaw.s¡,, gtiarum htsplú/.y-ura
240 OBRAS COMPLETAS DE MENENDEZ PELA YO

El episodio del pájaro que arrebata los anillos se encuentra


también en un poema francés del siglo xni, UEsconfle (el milano),
y debe de ser de procedencia oriental, puesto que se halla también
en un cuento de Las mil y una noches (historia del príncipe Ca-
marakamán y la princesa Badura).
Al mismo grupo de novelas erótico-caballerescas en que figu-
guran Flores y Blanca Flor y Fierres y Magalona, puede reducirse
la Historia de Paris y Viana, libro de origen provenzal, traducido
al francés en 1487 y del francés al castellano. 1 Hay una traduc-
ción catalana, al parecer independiente de ésta, y fragmentos de
una redacción aljamiada. 2 Como todos los demás libros de su
género hubo de tener primitivamente forma poética. Ya a prin-
cipios del siglo xv era conocida en Castilla, según lo acreditan
unos versos de Micer Francisco Imperial compuestos en 1403,
con ocasión del nacimiento de don Juan II:

nullus est finis; quotídÁe prodeuní novae: cC oelesüna» lama, nequitiarum parens,
^Career Amorum»: in Gallia «Lancilotus a Lacti», {(Paris et Vienna», «Ponthus
ei Sydonia», cPetrus Provmcialis et Magvelona», «Melusina, domina inexora,
bilis»: in hac Bélgica ({Florins et Albus Flos», «Leonella et Canamorus))-
({Curias et Floreta», «Pyramus et Thisbe»; sunt in vernáculas linguas transfusi
ex latino quidam, velut infacetissimae (¡.Facetiae Poggiü, «Euryalus et Lucre-
tia», iíCentum fabulae Boccatii», quos omnes libros concrips&runt homines
otiosiy wale feriati, imperiti, vitiis ac spurcitiae dediti; in quels miror quid
deleciet, nisi tarn nobis flagitia blandireniur» > (Vivis Opera, t„ IV de la éd. de
Valencia, p. 87),
i La Istoria d'l noble cauallero Paris e d'la muy hermosa doncella Viana'
Comiença la historia de Paris e Viana: la qual es muy agradable e placen-
tera de leer y especialmUe para aquellas personas que son verdaderos enamo-
rados: según que se sigue en la presente obra, (Al fin) Fue impresso el pre-
sente libro de Paris e Viana en la muy noble e mas leal ciudad de Burgos
por Alonso de Melgar, Acabóse a VIII dias del mes de Noviembre. Año de
nuestro Salvador jesu christo de mil e quinientos e XXIIII años (Museo
Británico).
De la traducción catalana poseyó un ejemplar, falto de hojas, el insigne
erudito y poeta don Mariano Aguiló (Historia de las (sic) amors e vida
del cavaller Paris: e de Viana, filla del dalfí de França. Conjeturaba Aguiló
que la edición era de Barcelona, por Diego de Gumiel, hacia 1497, por ser
muy semejante a la que este impresor hizo del Tirant lo Blanch en el refe-
rido año.
a Publicados por don Eduardo Saavedra (Revista Histórica, de Barce-
lona, febrero de 1876),
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 241

Todos los amores que o vieron Ar chiles


Paris et Troilos de las sus señores,
Tristan, Lançarote, de las muy gentiles
Sus enamoradas e muy de valores;
Él e su muger ayan mayores
Que los de Paris e ¡os de Y y ana
E de Amadis e los de Oryana,
E que los de Blancaflor e Flores.

Se ha querido ver en esta novelita una alegoría histórica, la


anexión del Delfinado a Francia, cumplida al mediar el siglo xiv;
pero aunque los nombres de los personajes induzcan a sospechar-
lo, el argumento se reduce a una sencillísima fábula de amor cons-
tante y perseguido, amenizada con los habituales recuerdos de las
Cruzadas y el obligado cautiverio en Palestina.
No hay duda en cuanto al origen de la Historia de la linda Me-
losina, mujer de Remondin, la qual fundó a Lezinan y otras muchas
villas y castillos por extraña numera: la quai ovo ocho hijos: los
quotes dellos fueron reyes y otros grandes señores por sus grandes
proezas, libro impreso en Tolosa en 1489; porque ios mismos im-
presores Juan Paris y Esteban Clebat, alemanes, declaran que «con
gran diligencia le hizieron pasar de francés en castellano», y en
efecto es traducción del libro de Juan de Arras, impreso en Gine-
bra en 1478. Hay textos del siglo xiv, en prosa y en verso, sobre
el mismo asunto. Es un cuento de hadas localizado en Francia,
pero que tiene grandes analogías con los del ciclo bretón y acaso
procede de tradiciones célticas consignadas en algún lai.
No hemos tenido ocasión de leer el rarísimo libro Del Rey Ca-
ñamar y del infante Turian su fijo; 1 pero a juzgar por el largo
romance juglaresco que sobre motivos de esta novela compuso
Fernando de Villarreal, 2 relatando el rapto de la infanta Floreta
por el príncipe Turián, le creernos del mismo género y proceden-
cia que los anteriores, sin ningún carácter español, A mayor abun-

1 Hubo por lo menos cinco ediciones, la primera de Sevilla, por Jacobo


Cromberger, 1528,
2 Falta en el Romancero de Duran y en la Primavera de Wolf. Le publi-
có el mismo Wolf en su importante memoria Ueber etne Sammlung Spanischer
Romanzen in fliegenden Blüitem auf der Universitats-Bibïioihek zu Praga,
año Ï850 (P. 251), Por otro texto que parece menos antiguo se reprodujo
en el primer tomo del Ensayo de Gallardo (I, .£215-JI^ÏÇ),
Orígenes de la Novóla, •• Tomo L —- 1G
242 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

damiento tenemos el testimonio de Luis Vives, que cita entre los


libros más leídos en Bélgica el de Leonella et Canamorus; Leonela
es el nombre de la reina, mujer de Canamor y madre de Turián.
[Cf. Ad. vol. IL]
Casi todos los libros que vamos citando convienen en ser no-
velas de amor, contrariado al principio y triunfante al fin, más
que de caballerías y esfuerzo bélico, y seguramente eran destina-
dos al solaz y pasatiempo de la sociedad más culta y aristocrática,
especialmente de las mujeres. Compuestos al principio en el lige-
ro metro narrativo de nueve sílabas y reducidos luego a cortos
libros en prosa, hasta por su tamaño contrastaban con los canta-
res de gesta y con las grandes compilaciones historiales, formadas,
en buena parte, de materiales poéticos. Pero al lado de estas fri-
volas y galantes narraciones, donde las aventuras de mar y tierra;
las escenas de esclavitud y de naufragio, y a veces (como en Par-
íinufiles y en Meluúna) los encantamientos y las transformacio-
nes mágicas, sólo servían para hacer resaltar la invencible pasión
de los amantes, hubo otras de tendencia moral y religiosa, consa-
gradas a enaltecer el heroísmo de la 'virtud o la eficacia del arre-
pentimiento. Dos obras muy importantes de este género forman
todavía parte de nuestra biblioteca de cordel. Una es el Oliveros
de Castilla y Artus de Algarve, cuya más antigua edición conoci-
da (Burgos, 1499) acaba de ser espléndidamente reproducida por
el bibliófilo norteamericano Mr. Archer Huntington. x Es tra-
ducción del texto francés impreso en Ginebra, 1492, y reproduce
hasta los cuarenta grabados que le exornan. 2 En el preámbulo se
declara lisa y llanamente la historia de este libro, que sin razón
alguna ha estado pasando por español entre los bibliófilos naciona-
les y forasteros: «Entre las quales ystorias fue fallada una en las
corónicas del rey no de Inglaterra que se drze la ystoria de Olive-
ros de Castilla e de Artus d'Algarbe su leal compañero y amigo...
E fue la dicha ystoria por excelencia levada en el reyno de Fran-
cia e venida en poder del generoso e famoso cavallero don Johan
i La historia de los nobles caballeros Oliveros de Castilla y Artus dalgar-
be. (Al fin) Fue acabada la presente obra en la muy noble e leal cibdad de
Burgos a.XXV, días del mes de mayo. Año de nuestra redemption mil, CCCC.
XCÏX (Printed in facsimile at De Vinne Press from the copy in the library
of Archer. M. Hungtinton nineteen hundred and ¿wo),
2 'Vid, R. Foulchó Delbosc, Revue Hispanique, p. 587.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 243

de Ceroy, señor de Chunay: el qual deseoso, del bien común, la


mando volver en común vulgar francés... y la trasladó el honrrado
varón Felipe Camus, licenciado in utroque, Y como viniesse a no-
ticia de algunos castellanos discretos e desseosos de oyr las gran-
des cavallerías de los dos cavalleros y hermanos en armas pescu-
daron 3^ trabajaron con mucha diligencia por ella, a cuyo ruego y
por el general provecho fue trasladada de francés en romance cas-
tellano y empremida con mucha diligencia y puesto en cada capí-
tulo su ystoria, porque fuesse más fructuosa y aplacible a los lec-
tores y oydores». Felipe Camus es, pues, el autor o traductor fran-
cés, y no al castellano, como creyó Nicolás Antonio 3/ han repetido
otros muchos.
En Oliveros de Castilla y Artés de Algar be hay combinación de
dos temas poéticos diversos; uno es el de Amis y Amile (Amicus
et Amelias), dos perfectos amigos y compañeros de armas, cuya
mutua y heroica adhesión se acrisola con las más extraordinarias
pruebas, llegando el urjo a degollar a sus hijos para curar de la
lepra al otro lavándole con Ja sangre de ellos, encontrándolos luego
milagrosamente resucitados. Un cantar de gesta del siglo xni,
que fué refundido y amplificado en el xrv y en el xv; una leyenda
latina en prosa y otra en versos hexámetros; un milagro o pieza
dramática, y otras varias formas más o menos antiguas acreditan
el vasto desarrollo de esta fábula. 1 Con ella entrelazó el autor del
Oliveros otra igualmente popular y antiquísima, la del Muerto agra-
decido, fundada en la antigua costumbre jurídica de la privación de
sepultura a los deudores. a El muerto, cuyo cadáver había rescatado
Oliveros de manos de sus acreedores, se le aparece en las situaciones
más críticas, y le saca triunfante de todos los peligros y de las
más temerarias empresas. Nuestra literatura vulgar se apoderó de
este argumento en los romances de La Princesa cautiva, y sobre
él construyeron Lope de Vega sus dos comedias de Don Juan de

1 Vid. Histoire littéraire de la France, t. X X I I , pp. 288-300.


Contribuyó mucho a la popularidad de esta leyenda el haberla inserta-
do Vicente de Beaavaiy en su Speculum Historíale (lib. X X I I I , caps. 162-166
Y Ï69),
2 Vid. sobre esta bárbara costumbre la magistral monografía de don
Eduardo de Hinojosa, en sus Estudios sobre ¡a historia del Derecho español
(Madrid, 1903), pp, .1:44-177.
244 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELA YO

Castro o hacer bien a los muertos, y Calderón la suya, El mejor


amigo el muerto. x
Del libro francés, popular todavía, La vie du terrible Robert
le diable, publicado en 1496, procede La espantosa y admirable
vida de Roberto el diablo, assi al principio llamado: hijo del duque
de Normandia: el quai despues por su sancta vida fue ttamado hom-
bre de Dios, impresa en Burgos, 150g, 2 cuento fantástico y devoto
en que la inagotable misericordia divina regenera a un monstruoso
pecador, engendrado por arte diabólica en castigo del temerario y
sacrilego ruego de su madre. La terrible penitencia que un ermitaño
le impone, obligándole a permanecer mudo, a pasar por loco y a no
probar alimento alguno sin arrancarle antes de la boca de itn perro,
es el episodio más original y famoso de esta leyenda, "que no sólo
penetró en nuestro teatro, sino que en el siglo xvn recibió nueva
forma novelesca en El Conde Matisio, de don Juan de Zabaleta.
En la enumeración que precede no hemos seguido orden crono-
lógico, porque es imposible establecerle entre obras cuya fecha
precisa se ignora, Creemos, sin embargo, que la mayor parte de
los libros extranjeros de caballerías fueron traducidos durante el
siglo xv. Algunos hay, sin embargo, de fecha positivamente an-

1 Sobre las innumerables versiones de la leyenda de El Muerto agrade-


cido, debe consultarse el libro de Simrock, Der guie Gerhard und die dank ha-
rén Toten (Bonn, 1856), y las demás fuentes indicadas por Alejandro de Anco-
lia en su estudio sobre 11 novellino. Hállase también en Straparola (noche XI,
novela 2.a) y en un cuento catalán publicado por Maspons y Labros (Ron-
dallayre, II, 34).
Comparetti (Prefazione alia novella di Messer Dianese, Pisa, 1868) cree
de origen clásico esta fábula y busca sus orígenes en Cicerón, De Divinaiione,
11 2 7 J y Valerio Máximo, I, 7, 3. Benfey la deriva de la literatura india y
Simrock de la mitología germánica.
En la literatura francesa aparece, antes del Oliveros, en Richars H Biatis,
poema del siglo x m .
Véase, finalmente, sobre este tema, Romanía, X V I I I , 197.
2
«Aquí comiëça la espantosa y admirable vida de Roberto el Diablo.
Burgos a XXI dias del mes de junio de mil quinientos e nueve añosi» (En el
Registrum de don Fernando Colón). Continúa reimprimiéndose todavía,
aunque muy abreviada y estropeada, como todos los libros de cordel. H a y
una traducción portuguesa de Jerónimo Moreira de Carvalho: Historia do
grande Roberto, duque de Normandia e emperador de Roma.., Lisboa, 1733, 4. 0
[Cf. Ad, Vol. I L ]
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 245

teríor, que hemos reservado para este lugar por su mayor analogía
con los del ciclo bretón.
Las más antiguas ficciones de este género que pueden leerse en
castellano son sin duda las que contiene la Gran Conquista de Ul-
tramar, vasta compilación histórica relativa a las Cruzadas, que
ya hemos tenido ocasión de mencionar tratando del ciclo carolin-
gio. No sabemos a punto fijo si el compilador tuvo a la vista algu-
nos poemas franceses o si (como parece más verosímil) los encon-
tró ya incorporados en una crónica en prosa, aunque ninguna de
las que se conocen hasta ahora en francés corresponde exactamen-
te con la nuestra. En torno de la primera Cruzada se había for-
mado un ciclo épico, dividido en cinco ramas; la Canción de Antio-
quia, la de Jerumlén, los Cautivos, Helias y la Infancia de Godo-
fredo de Bullón. Algunos de estos poemas eran esencialmente his-
tóricos; otros, por el contrario, habían nacido de libre invención
de los juglares o eran antiguas fábulas mitológicas transformadas
en leyendas heráldicas. Tal acontece con la del Caballero del Cisne
(supuesto antepasado de Godofredo), a quien se dedican en la
Gran Conquista más de cien capítulos, x que impresos aparte for-
marían un libro de caballerías, no de los más breves y seguramente
de los más poéticos y entretenidos. En cuentos populares se en-
cuentran esparcidos muchos de los rasgos de esta bellísima his-
toria. La infanta Isomberta, embarcándose a la ventura en un
batel que encuentra amarrado a un árbol, y dejándose ir por el
mar sin velas ni remos, aporta a una ribera por donde andaba de
caza el conde Eustacio, «Los canes de la caza, que andaban de-
lante del conde, aventaron la doncella e fueron yendo hacia do
ella estaba, e desque la vieron fueron contra ella, ladrando muy de
recio. La infanta, con el gran miedo que hobo de los canes, metió-

i Desde el 47 en adelante, anunciándose la intercalación de este modo:


«Agora deja la hestoria de fablar una pieza de todas las otras razones, por
contar del caballero que dijeron del Cisne, cuyo fijo fué e de cuál tierra vino,
e de los fechos que fizo en el imperio de Alemania, de cómo casó con Bea-
triz, e de cómo lo llevó el cisne a la tierra de su padre, donde lo trajiera,
e de la vida que después fizo la duquesa su mujer con su fija Ida, que fué
casada con el conde de Tolosa, de que hobo un fijo a que dijeron Gudufre,
que fizo muchos buenos fechos en la tierra santa de Ultramar, ansi como la,
hestoria lo contará de aquí adelante.» (PP. 26-94 de la edición de Ga-
yangoa.)
246 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

se en una encina hueca que falló allí cerca; e los canes que la vie-
ron cómo se metia ahí, llegaron a la encina e comenzaron a ladrar
en derredor della. El conde, cuando vio los canes latir e ladrar
tan de apriesa e tan afincadamente, creyó que algun venado tenían
retraído en algun lugar, e fuese para allí do los oia; e cuando llegó,
oyó las voces que la infanta daba dentro en el tronco de la encina,
con el gran miedo que había de los canes que la moderi an de mala
gana e la comerían...» Esta situación recuerda mucho el principio
del célebre romance de la Infantina. =E1 encuentro del caballero
y la bella infanta para en matrimonio, como era de suponer; pero
el odio de una madrastra (tema común de folk-lore, que inspiró
los romances de Doña Arbola) viene muy pronto a emponzoñar
su ventura. Da a luz Isomberta, en ausencia de su esposo que
había partido para la guerra, siete niños de un parto, 1 a quienes
un ángel va colocando sendos collares de oro en los cuellos con-
forme nacen. Pero la maligna suegra hace creer a Eustacio, con un
falso mensaje, que su mujer ha parido siete podencos adornados
con collares de oropel o alquimia, Y no satisfecha con este embuste,
manda matar secretamente a la infanta y a los siete recién nacidos.
El fiel caballero Bandoval, que tenía en custodia a Isomberta, no
puede resolverse a tal atrocidad y deja abandonados a los niños
en un monte, donde son criados por una cierva y amparados por
un ermitaño. Aun en aquel escondido asilo los descubre el odio
vigilante de su madrastra, que llega a apoderarse de seis de ellos
y ordena a dos escuderos, Dransot y Frongit, que los maten, Pero
al tiempo de quitarles los collares se convierten en hermosísimos
cisnes y desaparecen volando. La vieja condesa irritada manda
a un platero hacer una copa con todos los collares para evitar que
pueda deshacerse el encanto. Pero el platero, asombrado con la
cantidad de oro que logra fundiendo uno de los collares, éste solo
emplea en la copa, reservando los otros cinco para sí. Entretanto,
los niños transformados en cisnes habían llegado a un lago muy
grande e muy fondo, cerca de la ermita donde vivía el único her-

i También este género de parto monstruoso con el número simbólico


de siete, es un lugar común en los cuentos populares. Véase lo que sobre ello
escribió don Ramón Menendez Pidal en su admirable libro La Uyemda de
los Infantes de Lara (1895), y lo que yo mismo expuse al ilustrar la comedia
de Lope de Vega, Los Parceles de Murcia,
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 247

mano suyo que conservaba forma humana. Tanto él como el er-


mitaño se quedan asombrados del extraño cariño que les manifies-
tan las hermosas aves nunca vistas en aquel estanque, y se deleitan
y solazan con ellas amorosamente,
A la sazón había vuelto de la guerra el conde Eüstacio, y su
mujer, acusada de adulterio, esperaba afrentoso suplicio en la
fortaleza de Portemisa si no presentaba algún campeón que com-
batiese en su defensa. Sólo faltaban dos días para terminar el
plazo, cuando la Providencia intervino milagrosamente en socorro
de la inocencia calumniada y perseguida. Un ángel reveló en sueños
al ermitaño el peligro de Isomberta y le intimó que fuese sü hijo
a libertarla. Así lo ejecuta el mozo, entrando al día siguiente en
el palenque y venciendo y cortando la. cabeza al caballero retador.
Este episodio es un lugar común de todas las novelas caballeres-
cas de decadencia, y sin ir más lejos ya le hemos encontrado en
la Reina Sevilla. Más interesante es lo que se refiere al desencanto
de los príncipes, que, como es de suponer, se realiza mediante los
cinco collares que había reservado el artífice, pero quedando siem-
pre encantado en forma de cisne el sexto, que se convierte desde
entonces en guía y protector de sil hermano.
¡Qué melancólica y dulce poesía tiene todo esto en el trozo de
la crónica novelesca que vamos siguiendo!
«E este cisne, desque vio su madre, fuéle besar las manos con
su pico, e comenzó a ferir de las alas e facer gran alegría e subirle
en el regazo, e nunca todo el dia se queria partir delia; e era tan
bien acostumbrado, que nunca comía sino cuando ella, e nunca,
se quitaba de los hombres, e todo el dia queria estar con ellos, e
no le menguaba otra cosa para ser hombre sinon la palabra e el
cuerpo, que no habia de hombre, ca bien tenia entendimiento.
E aquel mozo que lidió por su madre hobo esta gracia de nuestro
Señor Dios sobre todas las otras gracias que él le ficiera: que fuese
vencedor de todos los pleitos e de todos los rieptos que se ficie-
sen contra dueña que fuese "forzada de lo suyo o reptada como no
debía; e aquel su hermano que quedó hecho cisne, que fuese guia-
dor de le levar a aquellos lugares do tales rieptos o tales fuerzas
se facían a las dueñas, en cualquier tierra que acaesciese; e por
eso hobo nombre el Caballero del Cisne, e asi le llamaban por todas
las tierras do iba a lidiar, e no le dician otro nombre sino el Ca-
248 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELA YO

ballero del Cisne... E cuando este cisne lo levaba iban en un batel


pequeño, e levábanlo en esta guisa: tomaban aquel batel e levá-
banlo a la mar, que era muy cerca de aquella tierra do habia et
condado su padre, e desque era en la mar ataban al batel una
cadena de plata muy bien fecha, e demás desto ponian al cisne
un collar de oropel al cuello, e tomaba el caballero sü escudo e su
fierro de lanza e sü espada, e un cuerno de marfil a su cuello, e
desta guisa le levaba el cisne por la costera de la mar, fasta que
llegaba a cualquier de aquellos ríos que corriese por aquellas tierras
do él hobiese a lidiar.»
El resto de la historia narra largamente ias proezas del Caballe-
ro del Cisne, especialmente el desafío que tuvo en Maguncia con
el duque de Sajonia Rainer, sosteniendo el reto de la duquesa de
Bullón y de Lorena (asunto que Pedro del Corral transportó a
Toledo en su fabulosa Crónica de Don Rodrigo), y el matrimonio
que contrajo con. Beatriz, hija de esta duquesa, «con tal condición
que nunca le preguntase cómo había nombre ni de cuál tierra era».
El interés romántico mengua mucho en esta, última parte de la
novela, que es algo cansada y prolija; pero se reanima con la in-
discreta curiosidad de la condesa, que cual otra Psiquis quiere
averiguar el nombre de sti incógnito esposo y se ve castigada de
igual manera, y lo que es peor, sin esperanza de redención, pues
aun el hechizado cuerno de marfil que su esposo le había entre-
gado como prenda de cariño al abandonarla, «en que había tres
cercos de oro con muchas piedras preciosas e de gran virtud»,
tuvo el desconsuelo de vérsele arrebatar por el cisne, en pena de
no haberle guardado tan limpiamente como debiera del contacto
de manos profanas, «poniéndolo con los otros que estaban allí
para cuando fuesen sus hombres a caza». Enciéndese a deshora un
gran fuego en su palacio: los burgueses y la gente de la villa corren
en tumulto a apagarle, y «cuando ellos estaban así mirando, vieron
venir un cisne muy grande a maravilla volando por el aire, tan
albo como una nieve. E cuando llegó al lugar del fuego voló tres
veces derredor, e dio una muy gran Voz, e cogió las alas, e dejóse
meter por medio de la puerta del palacio, por do salía la llama
mayor, e entró así, que sola, una péñola no se le quemó, ni le em-
bargó el fuego, ni le fizo ningún pesar en cosa; e tomó el cuerno
de marfil con el pico por los colgadores, e salió con él por medio de
ORÍGENES 0 E LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 249

la puerta muy desembargadamente e sin ningún peligro, e comen-


zóse a alzar e ir volando así con él hasta que le perdieron de vista».
También de este pasaje hubo de acordarse Pedro del Corral para
contar la destrucción de la Casa encantada de Toledo y la apari-
ción del ave fatídica entre sus cenizas. No puede dudarse que la
Gran Conquista dejó huella en nuestros libros indígenas de caba-
llerías: Gayangos ha señalado frases idénticas en la historia del
Caballero del Cisne y en el Amadís de Gaula, y Puymaigre sospechó
que el episodio de Amadís y Briolanja pudo tener su tipo en el
gran ofrecimiento que de su persona hizo al joven Gudufre de Bullón
la doncella cuyas tierras había rescatado de la tiranía de Guión
de Montefalcone; «Cuando la doncella vio que por Gudufre de
Bullón había la tierra cobrado, cayó a los pies e pidióle merced
que délia e de cuanto había feciese a su voluntad; e él respondió
que gelo gradescía mucho, mas que aquella lid no tomara él por
amor de mujer ni por' cobdícia de haber nin de tierra, salvo tan
solamente por Bios e por el derecho que él crecía firmemente que
ella tenía. Mas pties que ella había cobrado sil. tierra no deman-
daba él más, e con aquello era él pagado», (Lib. Ï, cap. CLI).
No es el poema del Caballero del Cisne el único del ciclo de las
Cruzadas que entró en el vasto cuadro de la Crónica de Ultramar.
Al mismo género pertenecen la historia de Cor balan (Kerbogan,
sultán de Mossul) 3' de su madre la profetisa Halabra; la de Bal-
dovin y la sierpe; la del conde Harpin de Bourges y su combate
con unos ladrones, etc. Pero ninguna está contada tan extensa-
mente ni con tanta independencia del asunto principal de la Gran
Conquista como la del Caballero del Cisne, a la cual tampoco igua-
la ninguna en valor legendario ni en atractivo estético. Aunque
localizada por los troveros en el ducado de Cleves, la tradición
mitológica en que se funda es mucho más antigua, y se la encuen-
tra en otras partes: en una saga islandesa se supone que el Caba-
llero del Cisne era hijo de Julio César. En Alemania hiz^o su triun-
fante aparición en 1200 con el nombre de Lohengrin, y ha sido
renovado con inmensa gloria por el genio ardiente y profundo de
Ricardo Wagner,
Siguen en antigüedad a las novelas contenidas en la Gran Con-
quista de Ultramar las que halló Amador de los Ríos en un códice
de la Biblioteca, del Escorial, ya citado al hablar del Noble Cuento
250 OBRAS COMPLETAS DE MENÈNDEZ PELAYO

del emperador Carlos Maynes. Los restantes son (prescindiendo de


cuatro vidas de santos) la Estona del rey Guitterme de Inglaterra,
el Cuento muy fermoso del emperador Ottas et de la infanta Floren-
cia su fija et del buen caballero Esmere, el Fermoso cuento de una
sancta emperatriz que ovo en Roma et de su castidat y la Estoria
del cavaller o Plácidas, que fué después cristiano e ovo nombre Eus-
tacio.
La primera y la última han sido publicadas con excelentes
ilustraciones por el malogrado filólogo alemán Herman Knust,
que ha dicho sobre sus orígenes cuanto puede decirse y averi-
guarse. * La Esloria del rey Guitterme no está traducida del poema
francés de Cristian ¿de Troves? (siglo xn), sino de otro texto (pro-
bablemente en prosa) que se apartaba de él en algunos detalles.
Versión distinta y muy amplificada es la que en el siglo xvi se
imprimió con el título de Chronica del rey don Guillermo rey de
Inglaterra e duque de Angeos: e de la reina doña, Berta su muger:
e de como por revelación de un ángel le fue mandado que dexasse
el reyno e ducado e anduviesse desterrado por el mundo: e de las ex-
trañas aventuras que andando por el mundo le avino. 2 Por el títu-
lo puede colegirse ya que se trata de un libro de caballerías a lo
divino, tanto que podría,, si tuviera algún fundamento histórico,
figurar entre las leyendas hagiográficas. Está escrita con talento
y apacible sencillez, pero es mucho menos fantástica y atrevida
que la de Roberto el Diablo, y el narrador abusa en demasía de
las monótonas peripecias por separación y reconocimiento, de tal
modo, que su libro pudiera llevar, como las Clementinas, el subtí-
tulo de Recognitiones, Aunque puesta en Inglaterra la acción de
este piadoso libro., ninguna semejanza tiene con los del ciclo
bretón, y parece producto de la caprichosa fantasía de algún clé-
rigo o poeta culto.
Todavía más profundamente hagiográfica es la Estoria del
caballero Plácidas, puesto que se reduce a una traducción de la
famosa leyenda de San Eustaquio, mencionada ya por San Juan

i Dos obras didácticas y dos leyendas sacadas de manuscritos de la Biblio-


teca de El Escorial, Dalas a luz la Sociedad de Bibliófilos Españoles, Madrid,
año 1878.
2 L a ha reimpreso Knust al fin del volumen mencionado en ]a nota
anterior, tomando por texto la edición de Toledo, de 1526,
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS B E CABALLERÍAS 251

Damasceno en el siglo vnr, inserta en el Menologio Griego del


emperador Basilio en el x, y divulgada en Occidente por el Spe-
culum Historíale de Vicente de Beaüvais, por la Legenda Áurea
de Jacob o de Vorágine y por el Gesta Romanorum. l
Adolfo Mussafia, editor del Fermoso cuento de una santa em-
peratriz que ovo en Roma, % ha probado que se deriva del poema
francés de Gautier de Coincy (1177-1235) sobre la emperatriz
Crescentia,
De carácter mucho más profano que las historias anteriores es
el cuento del emperador don Ollas, de la infanta Florencia, y del ca-
ballero Esmere 3, enmarañada selva de aventuras en que fácil-
mente se pierde la atención y el hilo. Su fuente es una narración
poética francesa, Florence de Rome, A de la cual existen varias re-
dacciones, aunque se haya perdido la primitiva., que es acaso la
que mediata o inmediatamente sirvió de guía a nuestro traductor,
puesto que su relato difiere bastante del de los poemas franceses
del siglo xjv. Algún episodio de este cuento so halla en otras co-
lecciones novelísticas. La Patraña 21. a de Juan de Timoneda re-
produce varias de sus peripecias, pero no están sacadas del viejo
cuento, sino del Pecorone de Ser Giovanni Florentino (novela :c,a
de la 10. a jornada).
Traducidas o imitadas entre nosotros las ficciones del ciclo
carolingio y las que podemos llamar novelas sporddicas o inde-
pendientes, no podía dilatarse mucho la invasión de los poemas del
ciclo bretón, de los cuales ya en el siglo x m pueden encontrarse
en España bastantes indicios, aunque la época de su relativo apo-
geo fué el siglo XIV. Aquella nueva y misteriosa literatura que de
tan extraña manera había venido a renovar la imaginación occi-
dental, revelándola el mundo de la pasión fatal, ilícita o qui-

1 Esta leyenda no ha sido de las más populares en España. Fuera del


texto antiguo, apenas puede citarse otra cosa que una mala comedia de fines
del siglo xvii o principios del xvín, Las cuatro Estrellas de Roma, y el Mar-
tirio más sangriento de San Ettstachio, de un ingenio de Talavera de la Reina.
2 Einè altspanische Darsiellung -der Crescentiasage. E n los Sitzungsbe-
vichte der K.K Akaâemie der Wissenschaften: Pililos, Histor. Classe, vol, 53.
Viena, 1867. Páginas 508-562,
5 Publicado por Amador de los Ríos, Historia critica, t. V. pp. 391-468.
4 Vid. el análisis de Florence en el tomo X X V I de la Histoire littéraire
de la France, 335-350.
252 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

mérica, del amoroso devaneo y del ensueño místico; el mundo


tentador y enervante de las alucinaciones psicológicas y del sen-
sualismo musical y etéreo, de la vaga contemplación y del deseo
insaciable; el mundo de los mágicos filtros que adormecen la con-
ciencia y sumergen el espíritu en una atmósfera perturbadora,
no tenía sus raíces ni en el mundo clásico, aunque a veces presen-
te extraña analogía con algunos de sus mitos, ni en el mundo ger-
mánico, que engendró la epopeya heroica de las gestas carolingias.
Otra raza fué la que puso el primer germen de esta poesía fantás-
tica, ajena en sUs orígenes al cristianismo, ajena a las tradiciones
de la Edad Media, poesía de una raza antiquísima y algún tiempo
dominante en gran parte de Europa, pero a quien una fatalidad
histórica llevó a ser constantemente vencida y a mezclarse con
sus vencedores, siendo muy pocos los puntos en que conservó su
nativa pureza, su lengua y el confuso tesoro de las leyendas y
supersticiones de su infancia. Los celtas de las Galias y de España
fueron asimilados por la conquista romana, pero no aconteció lo
mismo en la Gran Bretaña, donde tal conquista fué muy incom-
pleta, y hasta se abandonó del todo en los últimos días del Impe-
rio, recobrando su independencia el elemento indígena y afirmán-
dola en terribles luchas con los invasores sajones, que sólo al cabo
de sesenta años (450-510) llegaron a prevalecer en la antigua pro-
vincia romana, obligando a emigrar a una parte de los bretones
insulares, los cuales, atravesando el canal de la Mancha, fueron
a establecerse en la parte occidental de la península de Armórica,
que tomó desde entonces el nombre de Bretaña, y rechazando el
resto de la población céltica a las comarcas de Oeste y Sudoeste
de la isla (país de Gales y de Cornwal). A este período belicoso y
heroico, en que se afirmó el sentimiento de la nacionalidad célti-
ca, por lo mismo que estaba próxima a sucumbir para siempre,
se atribuye la primera explosión del genio épico de los bretones,
prescindiendo de más oscuros y remotos orígenes, en que han fan-
taseado grandemente los celtistas, así galeses e irlandeses como
franceses. * A esta primitiva epopej^a, que hubo de apropiarse

1 Por nuestra absoluta incompetencia nos abstenemos de penetrar en


esta oscurísima región de los orígenes célticos. Pueden consultarse, entre
otras obras famosas:
The Mabinogion, ¡rom- the I-lyjv Coch o Hevgesí, and other ancient Welsh
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 253

la poesía mitológica que antes existiera y transformarla en his-


tórica según el natural proceso del género, se remonta el nombre
del rey Artús o Arturo, vencedor de los sajones en doce batallas,
mencionado ya en un libro latino del siglo x, la Historia Brito-
num, que lleva el nombre de Nennio.
La conquista de Inglaterra por los normandos vino a vengar
a los bretones de sus antiguos opresores y a ponerlos en contacto
con un nuevo pueblo, brillante e inteligente, amigo de cuentos y
canciones y que poseía ya una epopeya nacional en plena eflores-
cencia. La rota o arpa pequeña de los cantores irlandeses resonó
muy pronto en los festines de los barones venidos de Francia, y
como acontece siempre, la música sirvió de vehículo a la poesía,
despertando en los oyentes el deseo de conocer el sentido de las
palabras. Establecida cierta especie de fraternidad entre breío
nés y normandos, gracias al odio común contra los sajones, quisie-
ron los segundos conocer las tradiciones do los primeros, y muy

Manuscripts, with an engïish translation and notes, by lady Charlotte Guest,


London and Llandovery, 1837-1849. Los Mabinogion, nombre que se daba
en el país de Gales a este género de relatos fabulosos, han llegado a nuestros
días en dos principales manuscritos: uno del siglo x i n y otro del xiv. Sobre
el texto de este último, conocido con el nombre de Libro .Rojo de Hergest,
y perteneciente al colegio de jesús de Oxford, h a hecho su edición Lady
Gùest,
Esta colección fué traducida en parte al francés por M. de la Villemarqué
(Contes populaires des anciens Bretons, 1842); libro refundido después
en otro más importante, que se titula Les Romans de la Table Ronde et les
contes des anciens Bretons (París, Didier, 1859). Villemarqué, crítico muy
ameno e ingenioso, pero que concedía a la imaginación más parte de la que
en estas investigaciones le corresponde, popularizó esta rica e interesante
materia en los libros titulados Mirdhin ou Venchanteur Merlin, Les Bardes
Bretons, poèmes du sixième siècle, La Légende Celtique et la poésie des cloîtres
en Irlande, en Cambrie et en Bretagne, obras deliciosas, pero que conviene
leer con precaución al decir de los inteligentes, porque propenden a exagerar
la antigüedad y el carácter indígena de los fragmentos y relatos de la poesía
céltica.
De aquí ei desdén acaso excesivo con que hablan de él los celtistas mo-
dernos, por ejemplo, J. Loth, nuevo traductor de los Mabinogion y colabo-
rador de d'Arbois de Jubainville en el Cours de littérature celtique (París,
Thorin, 18S3 y ss.). El segundo tomo de esta obra (1884) contiene el estudio
del ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica. En el tercero (1889) da
principio la versión de los Mabinogion,
254 OBRAS COMPLETAS DE MIÎNÉNDEZ PELA YO

pronto aparecieron en lengua latina obras de supuesto carácter


histórico, pero llenas en realidad de ficciones poéticas, las cuales
se suponían traducidas de antiquísimos libros gaélicos, y en mucha
parte por lo menos debían de fundarse en cantos populares y en
tradiciones no cantadas. Jofre de Monmouth, obispo de San
Asaph (f 1154), fué el principal creador de esta pseudohistoria,
y por decirlo así el Turpin de esta nueva epopeya.
Suya parece haber sido la invención del personaje de Merlin
y de sus profecías amplificando las predicciones de un cierto Am-
brosio, citadas por el supuesto Nennio, y aprovechando el nombre
mitológico de un antiguo poeta, y encantador, llamado por los
celtas Myrdhin. Pero el héroe principal de su Historia re gum Bri-
tcmniae es el rey Artús, hijo de Uterpendragón, cuyas hazañas
habían venido acrecentándose monstruosamente de boca en bo-
ca, y que aquí aparece ya, no sólo como vencedor de los sajones
y dominador de toda Inglaterra, sino también de Escocia, Irlan-
da, Noruega, y otros muchos países combatidos y allanados por
sus invencibles caballeros, que hasta de la misma Roma se hubie-
ran hecho dueños a no ser por la traición de Morderete, sobrino
de Artús, que se rebeló contra él diñante sü ausencia 3' quiso usur-
parle su corona. Trábase sangrienta lid entre Morderete y Arturo,
y sucumbe el primero; pero el segundo, mortalmente herido tam-
bién, es trasladado por las hadas a la isla de Avalón, donde per-
manece oculto hasta el día en que volverá a rescatar su pueblo y
a llenarle de gloria. Extraño mesiatiismo céltico, que en nuestra
Península vemos reproducido en la creencia popular portuguesa
relativa al rey don Sebastián.
Considerada la Crónica de Jofre de Monmouth como un libro
histórico, y tenidas por auténticas las profecías de Merlin que su
inventor hizo llegar hasta 1135, continuaron haciéndose de ellas
aplicaciones a los sucesos contemporáneos, y los oscuros vatici-
nios del profeta cámbrico fueron consultados por muchas almas
crédulas y supersticiosas con la misma fe que los oráculos de las
Sibilas. El trabajo del obispo de San Asaph no es la fuente inme-
diata de los poemas franceses del ciclo bretón, que en su mayor
parte se derivan de la tradición popular y no de la erudita; pero
de ésta procede otro género de narraciones métricas, como el
Bruto de Roberto Wace (1155), que no son sino la propia Histo-
ORÍGENES DE LÁ NOVELA, CAP, IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 255

Ha re gum Britanniae puesta en verso francés. El número y va-


riedad de estas traducciones indica la celebridad del libro, siendo
de notar además que la leyenda bretona se va enriqueciendo con
nuevos elementos poéticos al pasar por estos intérpretes y refun-
didores. Así, la Tabla Redonda, de que Monmouth no habla toda-
vía, está ya en el Bruto de Wace.
Pero el verdadero camino por donde penetraron en el arte
vulgar las fábulas de los bretones fué aquel género de poesía
lírica, conocida con el nombre de lays de Bretaña, que conserva-
ban no sólo las melodías, sino los temas de las antiguas canciones
célticas, aunque estuviesen ya redactados en lengua francesa,
que era la lengua oficial y cortesana de 'Inglaterra después de la
conquista normanda, Sobre ellos dejaremos hablar al crítico más
profundo y mejor informado de la literatura de Francia en la
Edad Media, porque su hábil resumen caracteriza con pocos rasgos
estos interesantes poemas. ;l-
«Tenemos unos -veinte lays en Versos de ocho, sílabas (para
nosotros de nueve), de los cuales quince por lo menos fueron com-
puestos por una mujer, María de Francia, que habiéndose, esta-
blecido en Inglaterra, donde aprendió el bretón o por lo menos el
inglés (puesto que estos lays de Bretaña parecen haber sido adop-
tados ya por los sajones), puso en versos amables y sencillos al-
gunos de estos dulces relatos durante el reinado de Enrique II
(Plantagenet). Son fábulas de aventuras y de amor, en que inter-
vienen con frecuencia hadas, maravillas, transformaciones; se
habla más de Una vez del país de la inmortalidad, a donde las
hadas conducen y retienen cautivos a los héroes; se menciona
a Artús, en cuya corte suele ponerse la escena, y también a Tristán.
Pueden descubrirse allí vestigios de una antigua mitología, por
lo común mal comprendida y casi imposible de reconocer; reina
en general un tono tierno y melancólico, al mismo tiempo que una
pasión desconocida en las canciones de gesta; por otra parte, los
personajes de los cuentos célticos aparecen transformados en ca-
balleros y damas. Los más célebres o los más bellos de los lays
de María son los de Lanval (un caballero amado por un hada,

i G. P a r í s , La littérature française au moyen ago, ?,S- éd. .París. 1890.


Páginas 91-92,
25G OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAY0

que acaba por llevarle a sus misteriosos dominios), de Iwenec


(que viene a ser el cuento de El Pájaro Azul), del Fresno (empa-
rentado con la historia de Griselidis), de Bisclavret (que es una
historia de licantropía), de Tidorel (amores de una reina con un
misterioso caballero del lago), de Eliduc (doble amor de ün caba-
llero, resurrección de Una de sus dos amigas y resignación de la
otra), de Guingamor (estancia de ün caballero en el país délas
hadas, donde trescientos años se le pasan como tres días), de Tiolet
(historia del matador de un monstruo, a quien un rival quiere
arrebatar por fraude el premio de su victoria; relato ya conocido
en la epopeya griega), de Milán (combate de un padre contra su
hijo), etc. Entre los lays que no son de María (algunos más anti-
guos que los suyos) citaremos Gracient (el mismo asunto que Lan-
val), Melion (asunto semejante al de Bisclavret), Guiroive Ignau-
ra (que desorrollan el tema del marido celoso que hace comer a sü
esposa el corazón de su amante), el Cuerno en que no podían
beber más que los maridos de las mujeres fieles (encantador poe-
mita, en la forma rara de versos de seis sílabas (siete), compuesto
en el siglo xn por el anglonormando Roberto Biket; el cuento del
manto corto es una variante del mismo tema, rimada más tarde
en Francia), etc.»
Aunque en tesis general no puede dudarse que los lays de Bre-
taña son la célula lírica de los poemas del ciclo de la Tabla Re-
donda, es cierto que con los lays existentes ahora no se explica
ninguno de los grandes ciclos: hay que suponer otros muchos
cantos que se perdieron. Ya en 1150 estaba formada y al parecer
completa la leyenda de Tristán, sobre la cual se compuso en In-
glaterra el poema de Béroül, del cual se conservan fragmentos,
que en muchas cosas difieren de la versión alemana hecha en 1175
por Eilhart de Oberg, lo cual demuestra que éste se valió de un
original distinto. Como otros muchos héroes de la epopeya cél-
tica, Tristán de Leonís tiene orígenes mitológicos, y es patente
la semejanza de algunas de sus aventuras con las que atribuyeron
los griegos a Teseo. Así como éste triunfó del Minotaüro que in-
festaba el Ática exigiendo tributo de mancebos y doncellas, así
Tristán combate al monstro irlandés (el Morhout) que exigía igual
tributo del país de Cornu alies. Por una funesta equivocación del
piloto de la nave de Teseo, que trocó la vela blanca por la negra,
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 257

se precipita sü padre Egeo en las ondas del mar a que did su nom-
bre; por una equivocación semejante de Tristán, engañado por
sü celosa mujer, se extingue en él el aliento vital que a duras
penas conservaba, y expira antes que Iseo llegue al puerto, Ni
son estas solas las semejanzas clásicas: el rey Marco tiene orejas
de caballo, como Midas orejas de asno, y el secreto del primero es
revelado por su enano, como el del segundo por su barbero. El
arco de Tristán es infalible y no yerra nunca el blanco, como el
de Céfalo. Y hasta la muerte de Iseo sobre el cadáver de Tristán
recuerda la de Enone sobre el cadáver de París en circunstancias
muy análogas. Tan extraordinarias analogías no pueden expli-
carse de ninguna manera por una comunicación literaria que sería
enteramente inverosímil, ni acaso tampoco por la simple transmi-
sión oral, que tantos casos de folklore resuelve, sino que es preciso
recurrir a la antigua pero todavía no arruinada hipótesis que re-
conoce un fondo común de mitos y tradiciones en la raza indo-
europea antes de la separación de helenos y celtas.
Pero muchos de estos elementos son adventicios y ninguno es
esencial en la leyenda. Sea o no Tristán un dios solar; sean o no
las dos Iseos representación simbólica del día y de la noche, o del
verano y del invierno (según la cómoda y pueril teoría que por
tanto tiempo sedujo y extravió a los cultivadores de la mitología
comparada), lo que importa en él es la parte humana de la leyen-
da; su amor y sus desdichas; el filtro mágico que bebió juntamen-
te con la rubia Iseo y que determinó la perpetua e irresistible
pasión de ambos, mezcla de suprema voluptuosidad y de tormen-
to infinito; la vida solitaria que llevan en el bosque; la herida en-
venenada que sólo Iseo podría curar; la apoteosis final del amor
triunfante sobre los cuerpos exánimes de los dos amantes enla-
zados en el postrer abrazo y no separados ni aun por la muerte,
puesto que se abrazan también las plantas que crecen sobre sus
sepulturas.
«En el concierto de mil voces de la poesía de las razas humanas
(ha dicho admirablemente Gastón París), el arpa bretona es la
que da nota apasionada del amor ilegítimo y fatal, y esta nota
se propaga de siglo en siglo, encantando y perturbando los cora-
zones de los hombres con su vibración profunda y melancólica..,
Una concepción del amor, tal como no se encuentra antes en nin-
Orfgenes de la Novela. - '£orno I. — 17
258 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

gún pueblo, en ningún poema; del amor ilícito, del amor sobera-
no, del amor más fuerte que el honor, más fuerte que la sangre,
más poderoso que la muerte; del amor que enlaza dos seres -con
una cadena que todos los demás y ellos mismos no pueden romper;
del amor que los sorprende a pesar suyo, que los arrastra al crimen,
que los conduce a la desdicha, que los lleva juntos a la muerte,
que les causa dolores y angustias, pero también goces y delicias
incomparables y casi sobrehumanas; esta concepción dolorosa y
fascinadora nació y se realizó entre los celtas en el poema de
Tristán e Iseo.» 1
Hemos dicho que nada subsiste de los textos primitivos de
esta leyenda; pero la rudeza de algunos detalles y la ausencia de
todo rasgo de cristianismo permiten atribuirla remota antigüe-
dad, inclinándose el mismo G. París a creer que recibió su última
forma céltica en el siglo x. Los poetas franceses del siglo x n no
le prestaron más que la lengua, y hasta parece seguro que se ins-
piraron en poemas ingleses intermedios; el nombre mismo de Lo-
vedranc, dado a la fatal bebida, indica este origen, confesado ade-
más por el traductor anglo-noi mando del poema W alele,f, Aunque
nada quede de los lais de Tristán, consta no sólo que existieron
y que eran tenidos por los mejores, sino que se atribuían al mismo
Tristán, a quien la tradición proclamaba, el más diestro tañedor
de arpa y de rota, al mismo tiempo que el primer corredor y lu-
chador, el primer esgrimidor de espada y tirador de arco, el más
diestro de los cazadores y el más hábil en cortar y preparar la
carne de las bestias muertas en la caza. En inglés estaba el lai
del gotelefqxte recogió María de Francia, y en que el mismo Tristán
compara su amor y el de Iseo con el indestructible entrelazamien-
to de la madreselva y el avellano, comparación poética que acaso
explica uno de los episodios más bellos entre los que fueron so-
breponiéndose al núcleo de la leyenda. Otros dos lais, al parecer
posteriores, contienen en germen el episodio de la locura de Tristán.
Fuese únicamente por Inglaterra, fuese también por la Bretaña

i Poèmes et Légendes du moyen âge, pp. 117 y 139-40,


Los trabajos críticos do estos últimos años han renovado po.¡: completo
el estudio del Tristán, Véanse especialmente ios tomos XV, X'V'T. y X V Ï I
de la Romania, dónelo aparecieron 'varios de ellos y 3e da cuenta d?; ios res-
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 259

francesa y por medio de los cantores de la península armoricana


(lo cual es verosímil, pero no se ha probado hasta ahora), al siglo x n
hay que referir la plena eflorescencia de esta historia de amor y
sü difusión universal, atestiguada no sólo por los poemas france-
ses, sino por las referencias de los trovadores proveníales y por
las traducciones en aleaián y noruego. Hemos mencionado ya
los fragmentos del poema de Béroul y la imitación alemana de su
texto perdido; tampoco se conserva el poema de Cristian de Tro-
yes, que fué el más fecundo de los autores de este período. Pero
existe, y es la obra más bella de este ciclo y una de las más bellas
de la poesía de la Edad Media, el poema del anglo-normando
Tomás, que dice fundarse en el relato de un bretón, llamado Bre-
ri. El poema de Tomás, aunque escrito en francés (como era de
rigor entonces) representa lo que G. París llama la versión inglesa
en oposición a la francesa, a la cual pertenecen no sólo los textos
citados hasta ahora, sino la prolija novela en prosa, amplificada
y refundida varias veces durante el siglo xni, y hasta las repre-
sentaciones frecuentes de episodios de este ciclo en obras de la
escultura y de las artes decorativas, especialmente en cofres y es-
pejos. Pero el poema de Tomás, aunque menos divulgado, tiene
un valor estético muy superior por el profundo sentimiento que
en él rebosa, y ha logrado una fortuna, si menos popular, no menos
envidiable. Ninguno de los cinco manuscritos que se conservan
de él ofrece Un texto completo; pero conocemos íntegra su materia
poética por la traducción en prosa noruega que hizo en 1226 el
monje Roberto para Uso del rey Hakon; por otra en verso inglés
del siglo xiv, y sobre todo por el poema alemán de Gotfrido o Go-
tofredo de Strasburgo, en el cual se inspiró el genio sombrío y tem-
pestuoso de Ricardo Wagner para la obra inmortal que con más
fascinador y penetrante hechizo consagra las nupcias del amor
y la muerte. En el enorme libro de caballerías francés (al cual
sirvió de base el poema perdido de Cristian), la historia de Tristan
es una anécdota galante y liviana, propia para entretener los
ocios de una sociedad culta y mal avenida con la rigidez de los
deberes conyugales; la melancólica leyenda céltica se reduce casi
a un fabliau, más tierno y menos picante que otros, envuelto en,
ciertas nubes de galantería equívoca, esbozándose ya los conven-
cionales tipos del perfecto amador y de la perfecta dama. En
260 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

Tomás y sus imitadores la parte trágica de la leyenda recobra su


dolorosa eficacia, que en el arte místico-sensual de Wagner llega
hasta los linderos de la conmoción patológica: escollo inevitable
en la profunda inmoralidad del asunto, que es, dicho sin ambajes,
rio sólo la glorificación del amor adúltero y de la pasión rebelde
a toda ley divina y humana, sino la aniquilación de la voluntad
y de la vida en el más torpe y funesto letargo, tanto más ener-
vador cuanto más ideal se presenta.
Además de esta febril poesía del delirio amoroso, trajeron a la
literatura moderna los cuentos de la materia de Bretaña un nuevo
ideal de la vida que se expresa bien con el dictado de Caballería
andante. Los motivos que impulsaban a los héroes de la epopeya
germánica, francesa o castellana, eran motivos racionales y sóli-
dos, dadas las ideas, costumbres y creencias de su tiempo; eran
perfectamente lógicos y humanos, dentro del estado social de las
edades heroicas. Los motivos que guían a los caballeros de la
Tabla Redonda son, por lo general arbitrarios y fútiles; su activi-
dad se ejercita o más bien se consume y disipa entre las quimeras
de un sueño; el instinto de la vida aventurera, de la aventura por
sí misma, los atrae con irresistible señuelo; se baten por el pla-
cer de batirse; cruzan tierras y mares, descabezan monstruos y
endriagos, libertan princesas cautivas, dan y quitan coronas, por
el placer de la acción misma, por darse el espectáculo de su propia
pujanza y altivez. Ningún propósito serio de patria o religión les
guía; la misma demanda del Santo Grial dista mucho de tener en
los poemas bretones el profundo sentido místico que adquirió en
Wolfram de Eschembach, La acción de los héroes de la Tabla Re-
donda es individualista, egoísta, anárquica. Aunque la corte del
rey Arturo sirva materialmente de centro, esta agrupación es
exterior y ficticia; al principio cada uno de estos lais gozaba de
vida independiente. El caballero de los leones, el de las dos espa-
das, Erec, Fergus, Ider, Guinglain, hijo de Gauvain, y tantos
otros tenían cada uno su biografía aparte, pero no todas llegaron
al punto de desarroJlo que la de Tristan, la de Perceval y la de
Lanzarote. 1 En todas ellas se describe un mundo caballeresco y

i El tomo X X X de la Histoire littéraire de la France, publicado en 1888,


contiene el análisis hecho por Gastón París de todas las novelas en verso
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP.' IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 261

galante, que no es ciertamente el de las rudas y bárbaras tribus


célticas a quienes se debió el germen de esta poesía, pero que co-
rresponde al ideal del siglo xn, en que se escribieron los poemas
franceses, y al del xni, en que se tradujeron en prosa; mundo
ideal, creado en gran parte por los troveros del Norte de Francia,
no sin influjo de las cortes poéticas del Mediodía, donde floreció
antes que en ninguna parte la casuística amatoria y extendió su
vicioso follaje la planta de la galantería adulterina, Pero si era
cosa corriente entre los trovadores y las grandes damas de Proven-
za la teoría del amor cortés y su incompatibilidad con el matri-
monio, y es cierto que esta liviana tendencia se asoció de buen
grado a las narraciones bretonas, en que casi siempre ardía la
llama del amor culpable, nunca esos frivolos devaneos pueden
confundirse con la intensa y desgarradora pasión que sólo el alma
céltica parece haber poseído en el crepúsculo de las nacionalida-
des modernas. Lo accesorio, lo decorativo, el refinamiento de las
buenas maneras, las descripciones de palacios, festines y pasos de
armas, la representación de la corte del rey Artús, donde toda
elegancia y bizarría tiene su asiento, es lo que pusieron de su
cuenta los imitadores, y lo que por ellos trascendió a la vida de
las clases altas, puliéndola, atildándola y afeminándola del modo
que la vemos en los siglos xiv y xv. Los nuevos héroes diferían
tanto de los héroes épicos como en la historia difieren el Cid y
Suero de Quiñones. Y aun vinieron a resultar más desatinados en
la vida que en los libros, porque los paladines de la postrera Edad
Media no tenían ni la exaltación imaginativa y nebulosa, ni la
pasión indómita y fatal, ni el misterioso destino que las leyendas
bretonas prestaban a los suyos, y de que nunca, aun en las ver-
siones más degeneradas, dejan de encontrarse vestigios.
El más fecundo de los poetas que en Francia explotaron duran-
te el siglo xn la materia de Bretaña fué Cristian de Troves, que
además de sü Tristan, ya citado, y de otros poemas como Erec,

del ciclo bretón, con referencias a las que ya habían sido analizadas en tomos
anteriores, y es hasta la fecha el trabajo capital sobre el asunto.
Como obra amena e instructiva de vulgarización conserva siempre
su valor el libro de Paulino París, Les Romans de la loable- Ronde mis en
nouveau langage et accompagnés de recherches sur l'origine et le caractère de
ces grandes compositions (París, Techener, 1868-77, cinco volúmenes),
262 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

Cligesj Ivain o el caballero del León, compuso por los años de 1170
el Cuento de la carreta o de Lancelot (Lanzarote), cuyo asunto le
había comunicado la condesa María de Champagne, hija del rey
de Francia Luis Vil y de la reina Leonor de Poitiers, y en 1175,
Perseval o el Cuento del Graal, valiéndose de un libro anglonor-
mando que le había prestado Felipe de Alsacià, conde de Flandes.
Ambas ficciones se cuentan entre la's más célebres y capitales de
este ciclo, y no contribuyó poco a vulgarizarlas el talento de esti-
lo con que las refirió Cristian, que pasa por el mejor poeta francés
de su tiempo.
Perceval, así en los cuentos bretones y anglonormandos como
en el poema de Cristian de Troyes, que terminó después de él Go-
dofredo de Lagni, distaba mucho de tener el sentido religioso y
la transcendencia que luego alcanzó, especialmente en el gran
poema que los alemanes se atreven a colocar muy cerca de la Di-
vina Comedia. En uno de los mabinogion gaélicos, el de Peredur,
hay ciertamente una lanza misteriosa, de la cual manan tres gotas
de sangre, y una vasija o plato grande en que nada la cabeza
ensangrentada de un hombre; pero estos fúnebres objetos, cuya
declaración se hace sólo al final de la leyenda, no envuelven ningún
enigma religioso; con la lanza fué herido Un tío de Peredur, y la
cabeza era la de uno de sus primos, inmolado por las hechiceras
de Kerlow. En un poema inglés del siglo xiv, Sir Percivall, deri-
vado probablemente de otro anglonormando mucho más anti-
guo, no hay el menor rastro del plato ni de la lanza y la. historia
es mucho más sencilla. Perceval, educado por su madre lejos del
mundo y en la ignorancia de la vida caballeresca, para librarle de
la triste suerte de su padre, muerto en un torneo por su émulo el
caballero Rojo, monta un día en pelo Una yegua salvaje, y armado
de una azagaya o dardo escocés de los más rudos se dirige a^la
corte del rey Artús, toma venganza del matador de su padre,
y después de extraordinarias aventuras se casa con una princesa
a quien había libertado de sus enemigos, y rescata a su madre
aprisionada por las artes de un maligno encantador. El Perceval
inglés es un poema biográfico, y todo el interés consiste en la
pintura del campeón salvaje y su repentina aparición en la corte
de Artús, con circunstancias que recuerdan algo las mocedades
de Roldan en leyendas carolingias muy tardías.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS. DE CABALLERÍAS 263

Cristian de Troyes siguió una versión mucho más parecida al


mabinogion céltico, pero no sabemos lo que pensaba hacer con el
plato y la lanza que Perceval encontró en el castillo del rey Pes-
cador, el cual no podía ser curado de sü dolencia mientras un
novel caballero no le interrogase sobre el sentido de aquellos ob-
jetos. Perceval, que debía de ser muy poco curioso, no le preguntó
nada, y como Cristian de Troyes no acabó su poema, dejó abierto
el campo a todas las continuaciones posibles. Hubo Una de autor
anónimo, que más que historia de Perceval es historia de Gauvain
(Galván), sobrino del rey Artús. Otra, de Gaucher de Doürdan,
qUedó incompleta también y recibió nada menos que tres finales
diferentes, entre los que obtuvo la preferencia de los lectores el
de un poeta llamado Mennesier, que por los años de 1220 dedicó
sti trabajo a la condesa Juana de Flandes, Unidas estas continua-
ciones a otra de Gerberto de Montreuil, llegan en algunos manus-
critos al enorme número de 63.000 versos. En estos rapsodas qtie
prosiguieron la obra de Cristian de Troyes se presenta, aunque no
enteramente desarrollada, la interpretación religiosa del santo
Graal. Perceval encuentra en Viernes Santo una compañía de
piadosos varones, que le exhortan a hacer penitencia de sus pe-
cados y vida mundana; se confiesa con un ermitaño, que resulta
ser su'tío materno, y siguiendo sus instrucciones vuelve al castillo
del rey Pescador, que, contestando a sus preguntas, le declara
todas las maravillas de la lanza sangrienta y del plato misterioso.
Muere a poco tiempo, y Perceval hereda tan prodigiosos objetos,
con los cuales se retira a una ermita, donde hace austera peniten-
cia, hasta que el día mismo de sü muerte son arrebatados mila-
grosamente a los cielos la lanza y el Graal, sin que después se los
haya vuelto a ver en la tierra. La leyenda dio un paso más cuando
uno de los autores e interpoladores de la primera continuación
identificó la lanza con la de Longinos, y afirmó que el Graal era
el vaso en que José de Arimatea había recogido la sangre del
Crucificado. De aquí procedían todas sus virtudes milagrosas:
tenía el don de curar las heridas, de llenarse de los manjares más
exquisitos a voluntad de su dueño, y finalmente, procuraba todos
los bienes de la tierra y del cielo; pero para acercarse a él era me-
nester estar en gracia, y sólo Un sacerdote podía declarar sus
maravillas. En el pensamiento de los troveros el Graal parece
264 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PBLAYO

haber sido un símbolo eucarístico. La caldera mágica de los bre-


tones nada tiene que ver con ella, ni es posible admitir la hipóte-
sis de Villemarqué, repetida por Renán, según los cuales el Graal
primitivo era una supervivencia de la antigua mitología, una espe-
cie de símbolo francmasónico, que se conservó en el país de Gales
mucho tiempo después de la predicación del Evangelio y que luego
se fué cristianizando lentamente dentro de la misma raza kím-
rica. Porque la verdad es que ni los mabinogion bretones ni los
más antiguos poemas franceses presentan indicios de semejante
transformación, ni encierran nada que no sea esencialmente pro-
fano. La metamorfosis de Perceval en caballero espiritual no se
cumplió hasta principios del siglo xiu, y no puede contarse entre
las creaciones originales del genio céltico, mientras no se pruebe
mejor que lo ha sido hasta ahora la existencia de una visión sobre
José de Arimatea y el plato de la Cena, escrita en el siglo vin por
Un ermitaño bretón.
El desarrollo completo de la leyenda del Santo Graal se encuen-
tra en una especie de trilogía compuesta por Roberto de Borón,
poeta del siglo xni, nacido en el Franco-Condado. En la primera
parte (José de Arimatea) narra el origen, consagración y prodigio-
sas virtudes de la santa reliquia; en la segunda (Merlin) convier-
te en verídico profeta a este hijo del diablo y le hace anunciar
las maravillas futuras; en la tercera refiere cómo Perceval hizo la
demanda y conquista del plato sagrado, y cómo éste fué transpor-
tado al cielo después de su muerte. Se ha perdido el tercero de
estos poemas y gran parte del segundo, pero queda de todos ellos
una redacción en prosa. Lo mismo sucede con otra Demanda del
Santo Graal, de autor anónimo, en que intervienen, además de
Perceval, Gauvain y Lanzarote, sin que ninguno de ellos, por sus
aventuras mundanas, pueda alcanzar la posesión de la sagrada
reliquia, reservada sólo para la pureza de Perceval. Pero no faltó
quien le despojase de esta palma en favor de Galaad, hijo de Lan-
zarote, y hubo una nueva Demanda del Santo Graal, falsamente
atribuida a Roberto de Borón, y de la cual tendremos que volver
a hablar, porqué fué traducida al portugués y se incorporó tam-
bién con el Lanzarote castellano, y uno y otro con el Merlin.
De intento hemos prescindido del poema de Wolfram de Es-
chembach, porque fué enteramente desconocido fuera de los países
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 265

germánicos y por ser obra de altísima y soberana originalidad en


todo lo que no es imitado o traducido de Cristian de Troves,
único modelo francés que parece haber tenido presente, puesto
que el provenzal Kyot, a quien cita, puede ser un personaje ima-
ginario. Wolfram se apoderó del cuento céltico para transformar-
lo, creando una epopeya mística, que es, sin duda, una de las más
poderosas inspiraciones de la poesía cristiana, y sea cual fuere la
rudeza de la forma, una de las pocas obras de la Edad Media que
tienen valor perenne y universal. Parece indudable que en la mi-
licia que custodiaba el Santo Graal en el castillo de Montsalvatge,
quiso representar el poeta alemán la Orden de los Templarios;
pero el simbolismo de la obra es mucho más transcendental y so-
lemne, puesto que abarca la totalidad del destino humano, con
los misterios del pecado original, de la Redención y de la presen-
cia real de Cristo en la Eucaristía. El poeta, lleno a la vez de pavor
y reverencia, no toca directamente tan altas materias; huye de
exponer el dogma teológico; sus representaciones, figuras y ale-
gorías pertenecen al mundo corpóreo, pero aparecen b.añadas
por un reflejo de aquella luz sobrenatural que Parceval vio en el
castillo del rey Amfortas salir de un disco formado de una sola
piedra preciosa, más rutilante que el sol. Sólo en las profundida-
des del alma germánica, sedienta siempre de lo infinito, pudo re-
novarse así y florecer con tal espléndida primavera poética lo que
en su origen había sido poco más que un cuento de hechicerías.
La influencia grave y religiosa del poema de Wolfram de Eschem-
bach, que fué muy leído y admirado por los románticos alemanes,
no fué indiferente en la reacción religiosa del primer tercio del
siglo xix; penetró en sus imitadores, hasta en los menos ortodoxos,
y puso su sello en la última de las obras de Wagner, que es, sin
duda, la menos pesimista y la más luminosa y serena de todas las
suyas: el drama de Parsifal, expresión artística de su doctrina de
la regeneración.
El tercero de los grandes temas de la epopeya bretona fué el
de Lanzarote y Ginebra. Las raíces de esta leyenda se ocultan en
el subsuelo de la mitología céltica como las del Tristán, Lanzarote
del Lago (Lancelot), libertando a la reina Ginebra, robada por
«el rey del país de donde nadie vuelve», es decir, por el rey de ios
muertos, y teniendo que atravesar para ello un río de fuego, sobre
266 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELA YO

un puente tan estrecho como el filo de una espada, recuerda en


seguida el rapto de Proserpina por Plütón, el descenso de Teseo
y Piritoo a los infiernos. Pero ese sentido se borró muy pronto,
y Lanzarote quedó convertido en un personaje enteramente hu-
mano, uno de tantos héroes de la Tabla Redonda, criado por una
hada o dona del lago, de quien tomó el nombre. Un poema anglo-
normando, del cual sólo se conoce una traducción alemana hecha
a fines del siglo xn por Ulrico de Zatzikhoven, contó sus aventu-
ras en las ciudades de Limors y Chadilimort y sus amores con las
bellas princesas Ada e Iblis, sin mentar para nada a la reina Gi-
nebra, Esta debió su celebridad a Cristian de Troyes, que en su
Roman de la Charrette, comenzado en 1190, y que terminó Godo-
fredo de Lagni, concedió largo espacio a la relación de aquellos
adúlteros amores. El título del poema se funda en el célebre epi-
sodio de haber subido Lanzarote a una carreta para ir en segui-
miento de la reina, siendo tal género de vehículo deshonroso desde
el punto de vista caballeresco. La novela de Lanzarote en prosa
francesa, compuesta a principios del siglo xni, tiene por base el
poema de Cristian de Troyes, pero muy amplificado con ayuda de
la crónica latina de Monmouth y con otros libros, hasta formar
Una historia seguida de Ja Tabla Redonda, qUe termina con la
última batalla en que desapareció el rey Artús y con el hundi-
miento de su reino y corte poética. En 1220 este Lanzarote prosaico
fué refundido e incorporado con el Merlin y con una de las De-
mandas del Santo Grial, aquella en que el protagonista es Galaad,
hijo de Lanzarote, soldándose así, de tin modò artificial, ambos
temas, que eran de todo punto independientes al principio. Esta
redacción es la que en algunos manuscritos lleva el nombre del
célebre arcediano de Oxford Gualtero Map, a quien también se
han atribuido, con más o menos fundamento, gran número de
poesías latinas rítmicas, del género satírico y goliardico. Pero en
cuanto a los libros de caballerías citados, todo induce a creer que
fueron escritos en Francia y no en Inglaterra, y en fecha muy pos-
terior a.Gualtero Map, que murió a fines del siglo xn.
Mencionaremos, finalmente, por la rara circunstancia de ha-
berse perdido el texto francés y conservarse sólo una Versión espa-
ñola, que citaremos luego, el Baladro del sabio Merlin (conte du
brait), atribuido a un tal Elías de Borón, Toma su nombre este
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 267

libro del baladro o grito espantoso que dió Merlin al encontrarse


encantado y encerrado en un espino por las malas artes de su
amada Viviana.
Puede decirse que toda esta enorme literatura estaba completa
a mediados del siglo xni y empezaba a ser organizada en vastas
compilaciones. Por los años de 1270, el italiano Rusticiano, de
Pisa (de quien es una de las redacciones del viaje de Marco Polo),
hizo en prosa francesa Un extracto de todos los poemas de este
ciclo, la cual fué muy pronto traducida al italiano. El entusiasmo
con que fueron recibidos allí igualó al que antes habían desperta-
do la epopeya del Norte de Francia y la poesía lírica de Pro venza:
Versi d'amore e prose di romanzi,,.

Dante (De vulgari eloquentia) alega como privilegio de la «fácil,


deleitable y vulgar lengua de oil», el cultivo de la prosa y lo mucho
que en ella se había traducido, así las gestas de Romanos y Tro-
y anos como las bellísimas aventuras (ambages -p ¡dcher rimae>) del
rey Artús. 1 Su maestro Brüneto Latini tomaba del Tristan ejem-
plos de estilo. Finalmente, el efecto trastornador de.la muelle y
lánguida poesía de dichos libros, no en vano mirados con recelo
por los antiguos moralistas, quedó consignado para la inmortali-
dad con rasgos de fuego en el episodio de Francisca de Rímini:
Noi leggevamo un giorno per 'diletto
di Lancilotto come amor lo strinse,,.
Per più fiate gli ochi ci sospinse
queîla lettura e scolorocci '1 viso...
Quando leggemmo il disiato riso
Esser baciato da cotanto amante...
Galeotto fu il libro e chi lo scrisse:
quel giorno più non vi leggemmo avante.

Menos rápida que en Italia, y mucho menos, por supuesto, que


en el centro de Europa, fué la introducción de estas ficciones en
España. Oponíanse a ello, tanto las buenas cualidades como los

1 A lie gai ergo pro se lingua «oil», quod propter sui factliorem, ac delecta-
biliorem vulgaritatem, quicquid redactum, sive invenium est ad vulgare prosai-
cum, sniim est: videlicet biblia cum Trojanorum Rornanorw-nque gestions
compílala, et Artiiri regis ambages pulcherrimae, et quam phcres aliae historiae
ac doctrinae (De vulgari eloquio, lib. I, cap. X),
268 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

defectos y limitaciones de nuestro carácter y de la imaginación


nacional. El temple grave y heroico de nuestra primitiva poesía;
sil plena objetividad histórica; sü ruda y viril sencillez, sin rastro
de galantería ni afeminación; sü fe ardiente y sincera, sin mezcla
de ensueños ideales ni resabios de mitologías muertas (salvo la
creencia, no muy poética, en los agüeros), eran lo más contrario
que imaginarse puede a esa otra poesía, unas Veces ingeniosa y
liviana, otras refinadamente psicológica o peligrosamente mística,
impregnada de supersticiones ajenas al cristianismo, la cual tenía
por teatro regiones lejanas y casi incógnitas para los nuestros; por
héroes, extrañas criaturas sometidas a misterioso poder; por agen-
tes sobrenaturales, hadas, encantadores, gigantes y enanos, mons-
truos y vestiglos nacidos de un concepto naturalista del mundo
que nunca existió entre las tribus ibéricas o qiie había desapare-
cido del todo; por fin y blanco de sus empresas, el delirio amoroso,
la exaltación idealista, la conquista de fantásticos reinos, o a lo
sumo la posesión de ün talismán equívoco, que lo mismo podía
ser instrumento de hechicería que símbolo del mayor misterio
teológico. Añádase a esto la novedad y extrañeza de las costum-
bres, la aparición del tipo exótico para nosotros del caballero cor-
tesano; el concepto muchas veces falso y sofístico del honor, y
sobre todo esto el nuevo ideal femenino: la intervención continua
de la mujer, no ya como sumisa esposa ni como reina del hogar,
sino como criatura entre divina y diabólica, a la cual se tributaba
un culto idolátrico, inmolando a sus pasiones o caprichos la auste-
ra realidad de la vida; con el perpetuo sofisma de erigir el orden
sentimental en disciplina ética y confundir el sueño del arte y del
amor con la acción viril.
Las precedentes observaciones se aplican, no solamente a Cas-
tilla, sino a Cataluña, donde tampoco arraigó esta alambicada y
galante caballería, a pesar de ser conocidos allí desde antiguo los
asuntos del ciclo bretón, gracias a la poesía de los trovadores pro-
venzales, algunos de los cuales tuvieron a Cataluña por patria.
Basta recordar la célebre poesía de Giraldo de Cabrera, dirigida
al juglar Cabra por los años de 1170 (reinado de Alfonso II de
Aragón), en la cual se enumeran las narraciones poéticas más en
boga, para encontrar, a la vez que alusiones a la música délos
Bretones:
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 269

Non sabz finir


Al mieu albir,
A tempradura de Breton,

expresamente designados, varios temas de este ciclo: el de Erec,


que conquistó el gavilán:
Ni sabs d'Erec
Con conquistec
L'espervier for de sa rejón...

el de Tristan e Iseo:
Ni de Tristan
C'amava Iceut a lairon...

el de Gauvain:
Ni de Gauvaing
Qui ses conpaing
Fazia tanta venaison...

y probablemente el de Langarote, aunque está menos claro:


Ni d'Arselot la contençon... i

Pero a pesar de estas y otras varias referencias, tanto en la


poesía provenzal como en la catalana propiamente dicha, y a
pesar de la frecuencia con que los libros franceses de la materia
de Bretaña se encuentran registrados en los inventarios de las
bibliotecas de los príncipes, pues vemos que el rey don Martín
poseía las Prof ocies de Merlin en francés (núm 71 de sü catálogo)
y el Príncipe de Viana un Sangreal y un Tristan de Leonis (nú-
meros 36 y 38) en la misma lengua, apenas se conoce traducción
catalana de ninguno de ellos, aunque consta que las hubo por este
pasaje terminante de la novela de Curial y Guelfa, escrita en el
siglo xv: «En aquest libre se fa menció de cavallers errants, jatsia
»que es mal dit errants, car deü hom dir caminants. Empero yo vull
»la manera de aquells cathalans qui trasladaren los libres de Tristan

1 Milà y Fontanals, De los Trovadores en España (Barcelona, 1861),


páginas 269-277.
270 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

u de Langarote e tornaren los de la lengua francesa en lengua catha-


üdna, e tots temps digueren cavallers errants.» 1 [Cf. Ad. vol. IL]
Había, no obstante, una región de la Península donde, ya por
oculta afinidad de orígenes étnicos, ya por antigua comunicación
con los países celtas, ya por la ausencia de una poesía épica nacio-
nal que pudiera contrarrestar el impulso de las narraciones Veni-
das de fuera, encontraron los cuentos bretones segunda patria,
y favorecidos por el prestigio de la poesía lírica, por la moda corte-
sana, por el influjo de las costumbres caballerescas, despertaron el
germen de la inspiración indígena, que sobre aquel tronco, que pa-
recía ya carcomido y seco, hizo brotar la prolífica vegetación del
Amadís d,e Gaula, primer tipo de la novela idealista española.
Fácilmente se comprenderá que aludo a los reinos de Galicia y
Portugal, de cuyo primitivo celticismo (a lo menos como elemento
muy poderoso de su población, y también de la de Asturias y Can-
tabria) sería demasiado escepticismo dudar, aunque de ningún
modo apadrinemos los sueños y fantasías que sobre este tópico
ha forjado la imaginación de los arqueólogos locales. Si no se ad-
mite la persistencia de este primitivo fondo, no sólo quedan sin
explicación notables costumbres, creencias y supersticiones vivas
aún, y casos de atavismo tan singulares como el renacimiento del
mesîanismo de Artús en el rey don Sebastián, sino que resulta enig-
mático el proceso de la literatura caballeresca, que tan profunda-

i Varnhagen, en su ligero opúsculo Da litteratura dos livros de cav aliaría s


(Viena, 1872), cita de pasada un códice de la Ambrosiana, de Milán, escrito
en 1380, que contiene la última parte del Lanzarote en valenciano (?); pero
debe de haber algún error en cuanto a la lengua, porque ninguno de los que
han tratado ex professo de literatura catalana le menciona, ni siquiera
A. Morel-Fatio en la muy esmerada reseña inserta en la colección de Grober,
Grundiss der Romanischen Philologie.
Los textos novelísticos en catalán son sumamente escasos. Aun de cuen-
tos devotos apenas pueden citarse otros que la conocida leyenda del paje
de Santa Isabel (Romanía, V, 453) y la Historia de la ¡illa del rey de Hun-
gría (asunto del célebre poema la Manehine, compuesto en el siglo x m por
Felipe de Beaumonoir), del cual se han impreso dos versiones, la una en el
tomo X Ï Ï I de Documentos del Archivo de Aragón (pp. 33 y os.) y otra en Pal-
ma, 1873, por don Bartolomé Muntaner. En un códice sustraído con. otros
de la Biblioteca Colombina, y que para actualmente en la 'Nacional, de París
(fondo español IW::A, .;./;>)> hay otra varíente del mismo tema con ol título
de La is tor i a da ía ¡¡l¡o, del emperador Consianíí,
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 271

mente arraigó allí, que conquistó sin esfuerzo las imaginaciones


como si estuviesen preparadas para recibirla y que fué imitada
con tanta originalidad a la vuelta de algunas generaciones.
También fué allí la poesía lírica el vehículo de las tradiciones
galesas y armoricanas. Existía en la región galaicoportugüesa una
escuela lírica que por cerca de dos siglos impuso sus formas y hasta
sü lengua, no sólo a los trovadores del Noroeste, sino a los del
centro de la Península. Son raras en estos poetas las alusiones lite-
rarias, pero hay algunas al ciclo bretón, y han sido recogidas ya
varías Veces. Nuestro rey Alfonso ei Sabio citaba a Tristán al
lado de París para ponderar el exceso de su pasión:
Ca ja Paris
D'amor non foi t a n coitado,
Nen Tristan
Nunca soffreu tal afán,
Nen soffren quantos son nen seeián,

Sü nieto D. Diniss comparaba üno de sus innumerables amores


con el de Tristán e Iseo, a la vez que con el de Flores y Blanco.
Flor:
... e o mui namorado
Tristan sei ben que non amou ïseu
Quant eu vos amo, esto certo sei eu.

Su escribano, o secretario de la poridad, Esteban de la Guar-


da, hablaba de la muerte de Merlin y de las grandes voces que dio
al sentirse encatando.
A tal morte de quai morreu Merlin,
O dará voces fazendo sa fin..,

Gonzalo Eannes de Vinhal habla de los cantares de Cornoalha.


Pero nada de esto importa tanto como la existencia de cinco
composiciones líricas, de cinco Lays de Breianha, con los cuales
se abre uno de los dos grandes cancioneros galaico-portugüeses de
Roma: el apellidado Colocci-Brancuti, por los nombres de sus
poseedores, antiguo y moderno. 1 Tres de estos lays son traducció-

i II Canzoniere Porto ghese Colocci-BmncvJi pubblicaio nellc parti che


completano il códice Vaticano 4803 da Enrico Molt&ni. Kalle, iTieemeycr,
año 1880, p p , 6-g.
272 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

nes libres del francés, como ha probado con admirable pericia


crítica y filológica Carolina Michaelis de Vasconcellos; 1 en los
otros dos puede afirmarse igual origen, aunque la imitación no sea
tan directa. Trátase de dos sencillas baladas (canciones de baile),
que, a no ser por las rúbricas que las acompañan, no se distingui-
rían mucho de otras poesías semipopulares del mismo género que
en gran número figuran en los cancioneros gallegos. Pero la pri-
mera, puesta en boca de cuatro doncellas que la cantaban para
burlarse de Marot de Irlanda (el raptor Morhout, vencido por Tris-
tan), se dice expresamente que fué «tornada em lenguagem (esto
es, en portugués) fialavra por ftalavra:»
O Marot aja mal grado,
Porque nos aqui cantando
Andamos tan segurando
A t a n gran sabor andando!
Mal grado aja! que cantamos
E que t a n en paz dançamos...

La antigüedad de este lai debe de ser grande, puesto que el


compilador del cancionero portugués, dice: «esta cantiga é a firi-
meira que ochamos que foi feita». La otra balada, que comienza:
Ledas sejamos ogemaisi
E dancemos! Pois nos chegou
E o Déos con nosco jontou,
Cantemos-lhe aqueste laisl

y tiene por estribillo:


«Ca este escudo e do melhor
Ornen que fez Nostro Senhor»,

se refiere a la historia de Lanzarote y Ginebra: «Este lai hicieron


las doncellas a don Ansaroth (sic) cuando estaba en la isla de la
Alegría; cuando la reina Ginebra le halló con la hija del rey Peles
y le prohibió que volviese a comparecer delante de ella.»
De los otros tres lais existen los originales franceses en varios
manuscritos del Tristan, pero se Ve que en todos ellos el traductor

s Lays de Braianha. Capitulo inédito do Cancioneiro da Ajuda, Porto,


año 1900 (tirada aparte de la Revista Lusitana, VI).
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 273

procedió con gran libertad, amplificando unas veces, abreviando


otras, cambiando los versos de nueve sílabas en versos de ocho y
amoldando las estrofas al tipo lírico de los trovadores peninsulares.
Estos tais se ponen en boca del mismo Tristan: «Don Tristan o
N amarado fez esta cantiga»:—«Este tais fez Elis o Ba,ço, que foi
íííhi'C de Sansonha, quando passou aa Gran Bretanha, que ora cha-
íi-man Inglaterra. E -passou la no tempo de rei Artur, pera se com-
tiboier con Tristan, porque Ihe matara o padre en ua batalhcL E an-
dando un día en su busca, foi pela, Joyosa-Guarda u era a Rainha
))Iseu de Cornoalha, E viu a tan frentosa que adur Ihe poderia ornen
mw mundo achav par, Enamourouse enion à"ela e fez por ela este
hi$»._
El haber sido traducidos dentro del siglo x m * estos poemitas
líricos, que apenas 'podían, ser comprendido;; ai.n la .lectura de las
novelas en. prosa, donde fueron primitivamente intercalados,
prueba hasta qué print o ora iannliar a los trovadores gallegos y
portugueses la malcria de tireia-iía. >/or otro camino lo comprueban
jas tradiciones que el conde don. 'Pedro de Bárcelos, lujo bastardo
del rey don Dionis, de 'Portugal, recogió a mediados del siglo xiv
en su famoso Nobiliario} que pasa, comunmente por el más anti-
guo de la Península, si bien fué precedido por otros dos más breves,
y también, portugueses; el llamado Libro Velho y el fragmento que
anda unido al Ccmcione-iro de Ajuda, *
El libro de don Pedro, como todos los nobiliarios. Ira llegado
a nosotros estragadísimo; aun en el famoso códice de la 'torre do
Tombo, que no es más que de principios del siglo xvi. Her allano
llega a decir que el Libro de Linajes, en su estado actual, tiene tanto
del conde don Pedro como de diesí o veinte sujetos diversos, de
cuyos nombres se duda, y que en varias épocas le enmendaron,
acrecentando y disminuyendo, para servir intereses y vanidades

i Ho antes, porque el Tristán francés en prosa fué compuesto entre 121 o


y j.y.30. y no empezó a vulgarizarse por Europa antes de 1250.
s "rodos ellos están reunidos en los Monumanta Portugalliae Histórica
a saeculo octavo us(/u& ad qiúnivAnclooimum jussit Aoadamiae Scieniiarium
Oli.vlponsnsis edita. Soriprtoí'es, vol. I (Lisboa, iSóo),
Esta publicación, dirigida por Alejandro Herculano, ha hecho inútiles
las antiguas ediciones de Lavaña y Paría y Boiü-a. aunque, todavía tienen
estimación bibliográfica,
Ürígenofi de la Novel», Tomo I, - - tñ
274 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

de las familias. 1 Pero esta falsificación interesada de nombres y


apellidos no es Verosímil que trascendiese ni a las importantes y
características anécdotas históricas que el Nobiliario contiene,
y que arrojan inesperada y siniestra luz sobre la vida doméstica
de los tiempos medios, ni a las consejas fabulosas que son harto
poéticas para haber nacido de la pedestre y mercenaria musa he-
ráldica. Hay algunas leyendas que parecen indígenas, y son acaso
páginas preciosas del folk-lore peninsular. Dos de ellas, la de la
dama pie de cabra y la de la mujer marina, localizadas una y otra
en el Norte de España, son de carácter fantástico y guardan acaso
vestigios de supersticiones antiquísimas. Trae la primera el conde
clon Pedro, al tratar del origen de los señores de Vizcaya; la se-
gunda en la genealogía de los caballeros Marinos de Galicia.
Todo el mundo conoce la primera en la forma elegante y ro-
mántica que la dio Alejandro Her cul ano. Los elementos de esta
fábula son simplicísimos, y no es difícil encontrarle paradigmas
en otras historias de demonios íncubos y de caballos alados. Si
la fantasía popular localizó tales prodigios en Yasconia, es porque
se la consideraba como tierra clásica de brujerías, y lo era aún a
principios del siglo xvn, aunque más 'bien allende que aquende
los puertos, Muy semejante a esta leyenda, pero menos desarro-
llada y sin intervención diabólica, es la de la sirena o doncella
marina. Otras narraciones del Libro de Linajes tienen carácter
marcadamente épico. Anterior al libro del Conde, puesto que
se halla contenida ya, aunque más sucintamente, en el segundo de
los fragmentos de nobiliarios primitivos, que publicó Herculano, 2
es la leyenda del re}' don Ramiro II y de la infanta mora, que se
enlaza con la topografía y los orígenes de la ciudad de Oporto,
aunque la acción se suponga en tiempos muy anteriores a la sepa-
ración del Condado portugués. Esta sabrosa historia conserva to-
davía rastros de forma poética, y pudo muy bien servir de argu-
mento a un cantar de gesta.
El conde don Pedro, cuya expresiva y pintoresca prosa, parece
una felb; imitación del estilo de las obras históricas de don Alfonso

i Memoria sobre a origan provavef dos Livron de J.-inhagens (Apud


Script or es, p . 133).
2 Scripíores, p p , :>:8O-:C8Ï.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 275

el Sabio, imitó también sus procedimientos de compilación, trans-


cribiendo íntegros los relatos que tenía a la vista. Sus noticias
sobre el ciclo bretón (en el título II del Nobiliario) están tomadas
de la Historia Brüonum, de Monmouth. Traza la genealogía del
rey Artús; hace mención de Lanzarote del Lago, de Galvdn, de
Merlin y de la isla de Avalan, y cuenta rápidamente la historia
del rey Lear; todo según la misma, fuente erudita:
«Cuando hubo muerto el rey Báldete el Volador, reinó su hijo,
que tenía por nombre Leyr. Y este rey Leyr nunca tuvo hijo, pero
sí tres hijas hermosas a maravilla, 3' las amaba mucho. Y un día
tuvo sus razones con ellas y las mandó que dijesen con Verdad
cuál de ellas le amaba más. Dijo la m^yor, que no había cosa en
el inundo que tanto amaso como a 61, y dijo la otra, que le amaba,
tanto como a sí misma, y dijo la menor, eme le amaba tanto como
debe amar hija a sU padre. Y él quísolo, mal por esto y determinó
no darla p a n e en el reino. Y casó la hija mayor con el duque de;
Cornual!a, y casó la otea con el rey ele 'tbrtia, y no se curó de la
menor, Mas ella, por su ventura, casóse mejor que ninguna, ele
las otras, porque se prendó de ella el rey de Francia y la tomó por
mujer, Y cuando su padre llegó a la vejez, tomáronle los otros
yernos su tierra y hallóse malandante, y hubo de ponerse a mer-
ced del rey de Francia y de sn hija i a menor, a la cual no había
querido dar parte en el reino. Y ellos recibiéronle muy bien y dié-
ronle todas las cosas que le fueron menester, 3^ le honraron míen-
tras vivió, y mUrió en su casa. Y después combatió el rey de Fran-
cia con ambos cuñados de su mujer y quitóles la tierra. Y murió el
rey de Francia sin dejar hijo vivo, y los otros dos a quien quitara
la tierra hubieron sendos hijos y apoderáronse de la tierra toda, y
prendieron a la tía, mujer que fuera del rey de Francia, y metié-
ronla en una cárcel y allí la hicieron morir.» r

1 ScHptores, o, 238.
Las noticias relativas a los héroes de la Tabla Redonda se hallan más
adelante (pp. 2.^2-24.5), La narración de la batalla entre Artús y su sobri-
no Mordech en el monte de Camblet, termina así: «Aquí morreo Modrech
»e todollos boos camilleros de huma parte e da outra. El rey Artur teve
))o campo o íoy malferído de tres laucadas e de huma espadada que Ihe
ídeu JVÍocírerh, e írr/esse levar a isla Avalora por Saar, "Daqui adianto nom
-fallamos del so he vivo se be mor to, nom Merlin non. disse ci ell mais :o.em
276 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

De este modo se contaba en Portugal a mediados del siglo xiv


uno de los futuros argumentos de Shakespeare. Tal interés alcan-
za en la historia literaria el Libro de Linajes, del conde Barcellos,
por lo mismo que con tanta cautela debe ser manejado en la parte
genealógica, a pesar del respeto que por su antigüedad infunde
a muchos. Tan lleno está de patrañas y tan falto de cronología y
discernimiento como casi todos los de su clase, pero estas patrañas
tienen aquí un sello poético, una rudeza primitiva, un bárbaro
candor que es indicio de muy nobles orígenes, y que no puede con-
fundirse con las estúpidas fábulas forjadas para solaz de los necios
por la raquítica fantasía de Gracia Dei y otros reyes de armas.
Al recoger como verdadera historia tantas reliquias novelísticas,
cediendo sin duda a su propensión a lo maravilloso, prestó el bas-
tardo de don Diniz mayor servicio a la Península que pon sus in-
terminables, fatigosas y poco seguras listéis de apellidos. .Él pen-
saba sin duda, haber hecho una obra histórica, según el tono so-
lemne que emplea en el proemio: «Por ende, yo don Pedro, hijo del
muy noble rey don Diniz, busqué con gran trabajo por muchas
tierras escrituras que hablasen de los linajes, y leyéndolas con
grande estudio, compuse este libro para poner amor y amistad
entre los nobles fidalgos de España.»
A fines del siglo xiv y principios del xv acrecentóse en Portu-
gal el entusiasmo por la caballería de la Tabla Redonda, especial-
mente en la corte de don Juan I, a causa de la estrecha alianza
de aquel monarca con los ingleses y su casamiento con doña Felipa
de Lancaster. Fué moda cortesana el tomar por dechados a los
paladines del rey Artús y hasta el adoptar sus nombres. El mismo
condestable Ñuño Alvarez Pereira, cuya pureza moral igualaba
a su heroica resolución, había elegido por modelo ai inmaculado
Galaaz, conquistador del Santo Grial. El Ala de los Enamorados,
que combatió en la batalla de Aljubarrota; la orden de los caballe-
ros de la Madreselva, reminiscencia de uno de los lays de María
de Francia; la aventura caballeresca de Magricio y los doce de
Inglaterra, que inmortalizó Camoens en Uno de los más bellos epi-

»eu aoni sey ende mais. Os bretoes dizem que aínda he vivo. Esta batalha
¡>foy na era de quinheirtos e oitenta anuos,>->
¡No difiere ]30co esta íecha de la era do VO^JZ-Í, propuesta por loa Anales
Toledanosl
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 277

sodios de sü poema; y hasta los elementos del Tristan que pasaron


a la leyenda histórica de doña Inés de Castro, son pruebas convin-
centes de esta influencia social. Todavía lo es más la abundancia
de nombres de este ciclo entre los hidalgos portugueses, especial-
mente después de 1385. Se encuentran una doña Iseo Perestrello,
otra doña Iseo Pacheco de Lima. No faltan los nombres de Gine-
bra y Viviana, y hay, sobre todo, gran cosecha de Tristanes y Lan-
zarotes: Tristan Teixeira, Tristan Fogaça, Tristan de Silva, Lan-
zarote Teixeira, Lanzarote de Mello, Lanzarote, de Seixas, Lanza-
rote Fuas, sin qüe falte un Percival Machado y varios Arturos, ele
Brito, de Acuña, etc. 1 Por supuesto que en las bibliotecas de los
príncipes nunca faltaban ejemplares de las codiciadas novelas.
El rey don Duarte poseía un Tristan, un Merlin y el Libro de
Galaaz (núms, 29, 30 y 36 de su inventario).
Nada diré de la hipótesis probable, pero no comprobada hasta
ahora, de Un Tristan portugués del siglo XIII, en el cual estuviesen
intercalados los lays que ahora vemos sueltos en el Cancionero.
Pero del s%lo XÍV poseemos, aunque incompleta, una Historia dos
caballearos da mesa redonda e da demanda do Santo Graal, que según
Gastón París corresponde a la Quête du Saint Graalt cuyo prota-
gonista es Galaaz, y que se ha atribuido sin fundamento a Roberto
de Boron, Habiéndose perdido el texto original francés de este
libro en prosa, tiene más valor la traducción portuguesa, que Varn-
hagen encontró en la Biblioteca de Viena y ha sido impresa des-
pués. 2 Es, según la descripción de aquel benemérito aunque ligero
aficionado, un voluminoso códice de 199 folios en pergamino, es-
critos a dos columnas, y parece haber figurado como tercer tomo
en una vasta compilación cíclica que abrazaría otros poemas aná-
logos. Los caballeros de cuyos nombres se trata en la parte con-
servada son: Galaaz;, Tristan, Erec, Perceval, Palamedes y Lan-
zarote.
Ignórase el paradero actual de otro manuscrito de este género
que vio Varnhagen en Lisboa por los años de 1846. 3 Era copia

1 T. Braga, Curso de historia da Htieratura portugueza, 1885, pv 145,


2 A historia dos cavalleíros da Mesa Redonda e da demanda do Sanio
Graal, ed. R. von Reinhardstoettner (Berlín, 1887),
» . Varnhagen, Cancioneirinho de Trovas antigás, Viena, 1870, pági-
nas 165-167,
278 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

hecha en el siglo xv de un códice datado de 1307 a 1313: Libro


de Josep ah Arimatia intitulado a primera parte da Demà da do
Sàto Grial ata a présete idade nunca vista treladado do proprio ori-
ginal por lio Doutor Manuel Avsz, corregedor da Ilha de Sa Miguel,
Al fin del códice original escrito en pergamino e iluminado consta-
ba que le había mandado escribir Juan Sánchez, maestrescuela de
Astorga, en el quinto año de la erección del estudio de Coimbra.
Mencionaremos finalmente la Estoria do muy nobre Vespasia-
no, emperador de Roma (Lisboa, por Valentino de Moravia, 1496),
que no sabemos si es original o traducción del libro castellano del
mismo título, reduciéndose uno y otro a combinar los datos del
Josep de Arimatea (primera parle del Graal) con el Evangelio
apócrifo de Nicodemus, 3 Ni siquiera el Renacimiento clásico del
siglo xvi bastó a borrar la devoción de los portugueses a este ciclo,
como lo prueban las dos novelas de Jorge Ferreira de Vasconce-
líos, Triunfos de Sagrmnor y Memorial das proezas da segunda
Tavola Redonda, impresas respectivamente en 1554 y 1569, En.
una y otra se intercalan muchos versos, entre ellos un romaneó
de la baialha que el Rei Artur leve con M order et settfilho. a ¿Y qué
son las mismas trovas del zapatero Bandarra, extraño apocalipsis
de los sebastianistas, sino una supervivencia de las de Merlin?
Hemos indicado que eran rarísimas antes del siglo xiv las alu-
siones a este ciclo en la literatura castellana. La más antigua que.
hasta ahora se ha señalado es esta de los Anales Toledanos 'pri-
meros, que llegan hasta el año 1217: «Lidió el rey Citús (Ártús)
con Mor dret en Camlec (Camlan) era 1080.» s Estas ficciones eran
conocidas entre los eruditos por la crónica latina de Monmouth,
de la cual tomó el Rey Sabio la leyenda de Bruto para su Grande
et General Estaría. 4 En la Gran Conquista de Ultramar se cita de

1 Historia del rey Vespesiano (Al fin). Esta istoria hordenaron Yacop
e Josep Abarimaiia que a todas estas cosas fueron presentes, e jafet que de
su manó la escribió... Este libro fue empvimido en la muy noble e muy leal
cibdad de Sevilla por Pedro Brun, savoy ano, anno del Señor de mill. CCCC.
XCt VIII. a XXV dias de agosto.
s Vid. Floresta- de varios romances colligidos por Th. Braga. Porto,
año 1896, pp. 36-38,
« España Sagrada, t. XXXÍ, p, 38*,
A «En la Grande el General Esloria so extractan de la, crónica de Mon-
mouth, a la nne da el rey el título do Estoria: de las Bref añas, todas las pro&-
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 279

pasada La Tabla Redonda, que fué en tiempo del rey Artús, y algu-
nos de los cuentos allí incluidos tienen mucha analogía con los
de este ciclo, especialmente el del Caballero del Cisne, qite en el
Lohengrin alemán vino a enlazarse con el Perceval.
Sabida es la reminiscencia del Arcipreste de Hita en la Cantiga
de los clérigos de Talavera, escrita en 1343:
Ca nunca fue tan leal Blancaflor a Flores,
Nin es agora Trisian cou todos sus amores.

Don Juan Manuel, en el Libro de la Caza (escrito antes de 1325),


menciona un falcón célebre que llamaban Lanzarote, x y otro que
decían Galvdn, y había pertenecido al infante don Enrique (el
famoso aventurero, conocido por el Senador de Roma, hermano de
Alfonso X). En el Poema de Alfonso XI, de "Rodrigo Yáñez, fruya
primitiva redacción parece haber sido gallega, se nombra entre
los instrumentos que tañían los juglares en la coronación del Rey
en Burgos la farpa de don Tristan (copla 40^), y cu dos ocasiones
distintas se hace aplicación de las profecías de Merlin a loe acón
l.ecimientos de Castilla. La primera ve# al contai el suplicio de
don Juan el Tuerto (coplas 24^-246):
E n Toro conplio ssu ím
B derramó la ssu gente;
Aquesto dbco Melrrin,
El profeta de Oriente,
Dixo: «el león de Espaima
De ssangre íará camino,
Matará el lobo de la montanna
Dentro en la fuente del uino».
Non lo quiso mas declarar
Melrrin el de gran ssaber,
Yo lo quiero apaladinar,
Commo lo puedan entender.
El león de la Espanna
.Fue el buen rey ciertamente,
El lobo de la raontanna
Fue don Johan, el ssu pariente,

zas atribuidas al hijo de Silvio, ;ao olvidadas tampoco las historias de Cori-
nco y Locrino, de doña Guendolonea y Mandón, Poiex y Fiero:-?:, Beímo
y Brcnio, oto---Amados de los Ríos, Historia Cyítíca, V, p, ?o0
'• EcL do Baist; pa 4'--,
280 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

E él rey quando era ninno


Mató a don Johan el tuerto,
Toro es la fuente del vino
A do don Johan fue muerto.

La otra profecía, que alude a la invasión de los Benimerines


y a la victoria de los reyes de Castilla y Portugal en el Salado, es
mucho más larga (coplas 1.808-1.841), y el poeta dice haberla
traducido, pero no de qué lengua; probablemente es invención
suya, a imitación de las que se leen en el libro 7.°, de la historia
de Jofre de Monmouth,
Merlin fabló d.'Espanna
E dix o enta profecía >
Estando en. la ."Üreíanna
Á un maestro que y avia.
Don Anton era llamado
Este maervtro que vos digo,
fíabjdüj' y letrado,
J)e don Merlin muo'iu! ^oip'o,,..
La 'profecía conté
K torné en desiv llano,.
Yo Ruy Yannes la noté
E n lenguaj e castellano.,,

Hasta en los moros de Granada, habríamos de suponer conoci-


miento de los vaticinios del adivino céltico, si hubiéramos de tener
por auténtica la «carta que el moro de Granada sabidor que decían
Benahati'n (¿Ben Aijatib?) envió al rey don Pedro» y que leemos
en la Crónica de Ayala (año 1369, cap, III). ¡Cuánto crece en la
fantasía el prestigio pavoroso de la catástrofe de Montiel, con
aquella especie de fatalidad trágica que se cierne sobre la cabeza
de don Pedro hasta mostrar cumplida en su persona la terrible
profecía «que fué fallada entre los libros e profecías que dicen que
ího Merlin» y sometida por el Rey a la interpretación del sabio
moro! «En las partidas de occidente, entre los montes e la mar,
nascerá un ave negra, comedora e robadora, e tal que todos los
panares del mundo querrá acoger en sí, e todo el oro del mundo
querrá poner en su estómago. E caérsele han las alas, e secársele
han las plumas, e andará de puerta en puerta, e ninguno le querrá
acoger, e encerrar ha en selva, e morirá y dos veces, Una, al mundo
e otra ante Dios.»
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV. LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 281

El mismo canciller Ayala, que probablemente forjó, para in-


sinuar su propio pensamiento político, esta sentenciosa carta, así
como la otra de muchos exemplos e castigos, que atribuye al mismo
Benahatín, se duele en su confesión, inserta en el Rimado de Pa-
lacio, de haber perdido mucho tiempo en la lectura de libros pro-
fanos, contando entre ellos el Amadís y ei Lanzarote:
Plógome otrosí oyr muchas vegadas
Libros de deuaneos e mentiras probadas,
Amadis, Lanzalote e burlas assacadas..
E n que perdí mi tiempo a muy malas jornada-;.
(Copla i6¿„)

Citan de continuo este género de libros los poetas dei Can


doner o de Baena, comentando por 'Pero Fen/úo. que os de los ruá:-
antiguos:
Nunca ñie Xü*ey Lysuañe
P e rriquesas tan. bastado
Como yo, nin Lan -pagado
Fué Rroidan con !)vti'ímd.avto,:,

E qual quíer que a mi dixíeve


Que Ginebra nin ïsseo
Fueron tales c quisyere,
Presto SÍÍO para el torneo,
(l·lum. 30 :t.)

decía ponderando la belleza de su amiga, Y contestando a Ayala,


que se mostraba descontento de la vida de la sierra:
Rey Artur e don Galas,
Don Lançarote e Tristan,
Cardos Magno, don Rroldan,
Otros muy nobles asaz,
Por las tales asperezas
Non menguaron sus proezas.
Según en los lybros yas.
(Núm. 305.)

Fray Migir, de la orden de San. Jerónimo, capellán del obispo


de Segovia don Juan de Tordesillas, llorando la muerte del rey
don Enrique ÏÏÏ, bacía pedantesca enumeración de personajes
históricos y fabulosos, entre ellos
282 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

Eneas e Apolo, Amadys après,


Tristan e Galas, Lançarote de Lago,
E otros aquestos, dezit me qual drago
Tragó todo estos o dellos qué es?
(Núm. 38.)

Micer Francisco Imperial, el introductor de la alegoría dan-


tesca en nuestro Parnaso, cantaba en 1405 el nacimiento de don
Juan II en un largo y artificioso decir, deseando al infante, entre
otras aventuras,
Todos los amores que ovieron Archües,
París e Troylos de las sus señores,
Tristan, Lançarote, de las muy gentiles
Sus enamoradas e muy de valores;
Él e su mugei" ayan mayores
Que los de París e los de Vycma,
E de Amadis e los de Oryana,
E que los de Blancaflor e Flores,
E más que Tristan sea sabidor
De farpa, c¡ cante más amoroso
Quo la Serena,,,
( N ú m , 226.)

Un decir del comendador Ferrant Sánchez Talavera contra el


Amor recuerda, después de los sabidos ejemplos de Virgilio y
Sansón, el de Merlin y los caballeros del Santo Grial:
Onde se cuenta qu'el sabio Merlyn
Mostró a una dueña atanto saber,
Fasta que en ia tumba le fyzo aver fyn
Que quanto había nol'pudo valer...
E n la demanda de Santo Great
Se lee de muchos que anduvieron
Grant cu y ta sufriendo, asas mucho mal.
E nunca de t y jamás al ovieron.
Muchos cavalleros e dueñas murieron,
Tan bien esso mesmo fermosas donzellas;
Non digo quien eran ellos nin ellas,
Que por sus estorias sabrás quales fueron,
(Núm. 533.)

No haremos especial mención de las compilaciones traducidas


del francés, como el Mar de historias, que lleva el nombre de Fernán
Pérez de Guzmán; pero es imposible omitir el delicioso Victorial
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS L>E CABALLERÍAS 283

de Gutierre Díez de GámeZ, que Llaguno mutiló impíamente al


publicarle con el impropio título de Crónica de.don Pero Niño.
E n la parte que conservó están, sin embargo, los consejos que daba
a don Pero Niño sü ayo, y en ellos Un pasaje curiosísimo sobre
Merlin: «Guardadvos non creades falsas profecías, nin aj^ades
fiücia en ellas, así como son las de Merlin, e otras; que verdad vos
digo, que estas cosas fueron engeniadas e sacadas por sotiles ornes
e cavilosos para privar e alcanzar con los Reyes e grandes seño-
res... E si bien paras mientes, como viene Rey nuevo, luego facen
Merlin nuevo: dicen que aquel Rey ha de pasar la mar, e destroir
toda la morisma, e ganar la Casa Sancta, e ser Emperador; e des-
pués vemos que se face como a Dios place... Merlin fue un buen
orne, e muy sabio. Non fue fijo del diablo, como algunos dicen:
ca el diablo, que es esprito, non puede engendrar; provocar puede
cosas que sean de pecado, ca esse es su oficio, Él es sustancia in-
corpórea; non puede engendrar corpórea. Mas Merlin, con la grand,
sabiduría que aprendió, quiso saber m i s de lo que le cumplía, o
file engañado por el diablo, e mostróle muchas cosas que dixcsse;
e algunas délias salieron verdad: ca esta, es atañera del diablo,
e aun de cualquier que sabe engañar, lanzar delante alguna Verdad,
porque sea creído.,.. Asi en aquella parte de Inglaterra d ixo algu-
nas cosas que fallaron en ellas algo que fue verdad; mas en otras
muchas fallesció; e algunos que agora algunas cosas quieren decir,
componenlas e dicen que las falló Merlin.)) 1
Arrastrado el grave Llagüno por su odio a las ficciones caballe-
rescas (muy natural en un golilla del tiempo de Carlos III), arran-
có de cuajo nada menos que ocho enormes capítulos del Viciorial
(desde el XVIII al XXV), donde, con ocasión de explicar «cómo
son los ingleses diversos e contrarios de todas las otras naciones
de christianos», cuenta, refiriéndose a una Crónica de los Reyes de
Inglaterra, que seguramente no es la Historia Britonum de Mon-
mouth, y de una Conquista de Troya, que tampoco es la Crónica
Troyana, puesto que se aparta en muchos puntos de una y otra,
la fabulosa historia de Bruto, hijo de Silvio y nieto de Eneas, su-
puesto progenitor de los reyes de Inglaterra, e intercala personajes
i Crónica de Don Pedro Niño, conde de Buehia, por Gutierre- Diez de
Games, sit alférez. La publica D. Eugenio de IJ agit no .aañrola... Madrid,
Sancha. 1782, p p . 29-30,
284 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

y episodios enteramente nuevos, a lo menos para nuestra escasa


erudición, relatando «como Néstor, fijo del rey Menelao, se alzó
con el reino de Grecia contra su padre»; cómo hizo la guerra Bruto
a Dorotea, tetrarca de Armenia, hija de Menelao; las cartas y men-
saiea que entre ellos mediaron; los razonamientos del obispo Pan-
th'.-o; del conde Pirro y de Porfirio, que habla en voz de la repúbli-
, :.: aconsejando a la reina el casamiento con Bruto para evitar
:aavores daños; y como, después de hechas las bodas, «Bruto armó
gran hueste de navios e ayuntó muchas gentes de armas, e se fué,
por la mar, buscando ventura, quedando Dorotea muy cuitada y
triste)); cómo aportó Bruto a Galicia, cuyo señor era del linaje de
los troyanos, y le llevó consigo a la conquista de Inglaterra, ha-
bitada entonces por furibundos jayanes, que no tenían armas de
hierro, sino de cuero o de cuerno; la lucha personal en que el agi-
gantado Caballero gallego, enteramente desnudo y sin más armas
qtle sus pulios, triunfó del rey de Inglaterra y decidió el éxito de
la contienda, en favor de Bruto. Mientras estas cosas sucedían en
las islas Británicas, la reina Doroteo,, que «por la vida limpia, que
vivía fué fenicia por deesa en aquel tiempo y fué una de las sebilas
que fablaron ante de la venida de Jesu Christo», había triunfado
en campal batalla de su hermano Menelao, y armando una gran
flota, con naves de Tarso y de Constantinopla, se había hecho a la
mar en demanda de su marido, había Vencido en el estrecho de
Gibraltar a. una escuadra africana, valiéndose de sü arte materna-
üca y nigromántica, y finalmente llegaba a reunirse con su esposo,
que la recibió con gran triunfo, Quede para más desocupado y
sagaz investigador el deslindar y poner en sü punto los elementos
españoles que al parecer contiene esta leyenda, en cuyos pormeno-
res curiosísimos no puedo detenerme ahora, 1

i Para esta sucinta indicación de una de las partes inéditas de la llama-


da crónica de D. Pedro "Niño, me valgo de un códice del siglo xvi que poseo.
(Este libro ha nombre el Viciorial, y fabla m él de los quatro Principes que
fueron mayores en el mimdo, quién fueron, y de algunos otros breuemente
•por enxiemplo a los buenos oaualleros y fidalgos que han de usar officio de armas
y arte de cauallería, ¿rayendo a concordia de fablar de un noble caballero, al
quai fin este libro fice.)
La traducción francesa de los condes de Circourt y de Puymaigre (Le.
Viciorial, París, Palmé 1867), esta completa, conforme al manuscrito de la
Academia de la Historia, Mengua en que el original castellano de tan ameno
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 285

En pocos, pero bellísimos romances, más artísticos que popu-


lares y más líricos que narrativos, dejó su huella el ciclo déla
Tabla Redonda. Sólo tres admitió Wolf en la Primavera y escasa-
mente puede añadirse algún otro. Uno de estos romances, el pri-
mero de Lanzarote Tres hijuelos había el rey, era ya calificado
de antiguo, en tiempo de los Reyes Católicos, por el Maestro An-
tonio de Nebrija; los otros dos son del mismo estilo y deben de ser
del mismo tiempo (principios del siglo xv o fines del xiv a lo
sumo); pero aunque tienen algo de peregrino y exótico en su fac-
tura, y domina en ellos un melancólico y vago lirismo, no hay
razón para suponerlos derivados directamente de ningún lay bretón
o francés. Lo natural es qite hayan salido de los libros de caballe-
rías en prosa. El que comienza «Ferido está don Tristan- -de una
muy mala lanzada» se conforma con la versión del Tristán caste-
llano en prosa, y omite, como él, el episodio de la vela negra, El
final de este romance, perdiendo con el tiempo su carácter legen-
dario, ha persistido en la tradición popular hasta nuestros días.
Los romances de Doña Ausencia, tan divulgados en Asturias y Por-
tugal, atribuyen a cierta planta la misma virtud generadora que
el antiguo poeta asignaba a la azucena, que creció regaría., con las
lágrimas de Tristan e Iseo:
Júníanse boca con boca—cuanto una misa rezada;
Llora el uno, llora el otro—la cama bañan en aguo.:
Allí nace v n arboledo—que azucena se llamaba,
Cualquier mujer que la come—luego se siente preñada.

El segundo romance de Lanzarote «Nunca fuera caballero—de


damas tan bien servido», célebre por la cita de Cervantes, parece
Una imitación libre y general de las aventuras de este ciclo; pero
el que comienza Tres hijuelos había el rey, cuyo origen no pudo
descubrir Milá en los poemas que en su tiempo se conocían, tiene
el mismo argumento que el poema neerlandés (flamenco u holan-
dés) de Lanzarote y el ciervo del pie blanco, que procede, sin duda
alguna, de un texto francés perdido, y sólo en francés pudo ser
accesible a nuestro juglar. x
e interesante libro no haya sido impreso en su integridad todavía. Espera-
mos que en alguno de los tomos sucesivos de la presente Biblioteca ha de
subsanarse la falta.
?• Vid, i. X X X de la Histoire HUéraiya de ta J:'ra?iofí, pp. .•; J;J••>::(8,
28G OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

Al primer tercio del siglo xiv pertenece, en la opinión de buenos


jueces, un fragmento del Tristan castellano, en prosa, contenido en
un códice de la Biblioteca Vaticana, del cual ha publicado un fac-
símile Ernesto Monaci. Y la misma antigüedad alcanza otro
pequeño fragmento que acaba de hallar en las guardas de un
manuscrito de nuestra Biblioteca Nacional el señor don Adolfo
Bonilla, que ha de publicarle muy pronto. [Cf. Ad. vol. II.]
E n los inventarios de las bibliotecas del siglo xv es corriente
la mención de estos libros, bastando citar uno solo, porque es
acaso donde menos se esperaría encontrarla, La Reina Católica
poseía, entre ios libros de su uso que estaban en el alcázar de Se-
govia, a cargo de Rodrigo de T ordesillas, en 1503, los tres Volú-
menes siguientes:
'.Num. :L'43. «Otro libro de pliego entero de mano escripto en
romance, o.ü.e se dice de Merlin, con coberturas de papel de cuero
blanca^ .: iiabla de J-use/pe ai) Arimalhia.
Nuvn. s•-['$, Otro libro de oHego entero de mano en romance,
que es la kyce-ya parte de la demanda del Santo Créai; las cubiertas
de eneio i.íinnco,
:.~\úm, "¡.4. Otro libro de pliego entero de mano en papel de
rom.aricc, ü,i.re os la historia de )\anmroíe, con unas coberturas de
cuero blanco». :)-
j , a imprenta madrugó mucho para difundir este género de
libros, Ya en 1498 había salido de las prensas de Burgos El Ba-
ladro del sabio Merlin con sus profecías, 2 Según resulta de las in-
vestigaciones de Gastón París (que no son definitivas, sift embargo,
puesto que sólo conoció de este libro algunos extractos y la tabla
de ios capítulos), el Baladro contiene no sólo el Merlin de Rober-
to de Borón y parte de la continuación de autor anónimo, sino

1 Clemencín, Elogio de, la Reina Católica, en el tomo VI de Memorias


de ¡a Academia de la Historia, p, 458.
2 -Libro rarísimo, del cual no se conoce más ejemplar que el que perte-
neció a don Pedro José Pidal y conservan sus herederos. Al fin dice: «Fue
impresa la. presente obra en la mi]y noble e más leal cibdad de Burgos,
¡>cabeça de Castilla, por Juan de Burgos. A diez días del mes de febrero del
»año de nuestra saluaeion de mili e quatrocientos e noventa e ocho años,»
Los preliminares, la tabla de capítulos y el final de este Baladro se hallan
reproducidos en la publicación de Gastón París, de que doy cuenta en la
nota tjue sigue.
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP, I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 287

que los dos últimos capítulos parecen ser traducción del episodio
capital del Conte du Brait, de Elías, cuyo original francés se ha
perdido. 1
Hay otro Baladro distinto de éste, a lo menos en parte, y adi-
cionado con una serie de profecías, el cual se imprimió varias
veces juntamente con la Demanda del Sanio Grial. 2
Y hubo finalmente un Tristan de Leonis, ya impreso en Valla-
dolid en 1501, 3 que seguramente es traducción de una de las
últimas novelas francesas en prosa. Al señor Bonilla, que muy
pronto nos dará reimpresos estos rarísimos libros, toca apurar las
semejanzas y diferencias que ofrecen con sus prototipos, y lo hará
sin duda como de sví mucha erudición, y recto juicio se espera,
À pesar del gran interés novelesco y sentimental de estas pe-
regrinas tristorias, fueron rnUy pronto arrolladas por la furiosa
avenida de los libros indígenas de caballerías que aparecieron
después del /Unadû de Gemía, Ninguno de los del ciclo oMuy-iano
parece haber sido reiurpreso después de la mitad del siglo AVP

1 Merlin, roman en prose du Xliïe -¡¡-¡scie, publié avec ta mise- en prose


du Poème, du Merlin, de 'Robert de Baron,., par Gaston 'Caris et Jacob 'Ulrich,
Paria, Didot, :t886. Publicado por la Société des anciens textes ¡rançons.
Páginas L X X n i - X C L
'i «A qui se acaba el primevo y el segundo libro de la 'Demanda del Sanció
Grial con el Baladro del f amo si simo poeta e nigromante Merlin con sus profe-
cías. Áy} por consiguiente, lodo el libro de la Demanda del Sanció Grial, en el
qual se coniiene el principio e fin de la Mesa Redonda, 0 acabamiento e vidas de
ciento e cinq-uenta caballeros compañeros delia. El qual fue impreso en la muy
noble y leal ciudad de Seuilla, y acabóse en el año de la Encarnación de Nues-
tro Redemptor Jesu Chris to de mil e quinientos e treynta e cinco años. Â doce
días del mes de octubre» (Biblioteca Nacional), En el Museo Británico existe
otra edición anterior, de Toledo, por Juan de Villaquirán, 1515.
s No hemos manejado más edición que la de Sevilla, 1534, por Domi-
nico de Robertis, con el título de Crónica nuevamente emendada y añadida
del buen caballero don Tristan de Leonis y del rey don Tristan de Leonis,
el joven, su hijo. Contiene, en efecto, una segunda parte, de autor español
desconocido, que comienza en la corte del rey Artús, pero que tiene a España
por teatro de la mayor parte de las aventuras. Los nombres geográficos de
Pamplona, Logroño, Burgos, H ajera y la ücruña; los apellidos de Velasco,
Guzmán, Mendoza y Torrente; la inter vención del Miramarnolín de África,
enamorado ele la hermosura de la infanta 'Doña María, no dejan duda, sobre
el carácter indígena de esta ficción, que, por lo demás, vale poco y no sale
de los lugares comunes propios de ia decadencia del género caballeresco.
288 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PELAYO

Ninguno de ellos estaba en la librería de don Quijote, el cual, sin


embargo, hizo donosa conmemoración de este ciclo en el capí-
tulo XIII de la Primera Parte: «¿No han vuestras mercedes leído
los anales e historias de Inglaterra donde se tratan las famosas
hazañas del Rey Arturo, que comúnmente en nuestro romance
castellano llamamos el Rey Artús, de quien es tradición antigua
y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este Rey no
murió, sino que por arte de encantamiento se convirtió en cuervo,
y que andando los tiempos ha de volver a reinar y a cobrar su
reino y cetro, a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo
a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en. tiempo
de este buen Rey fué instituida aquella famosa orden de caballe-
ría de los Caballeros de la Tabla Redonda} y pasaron sin faltar
un punto los amores que allí se cuentan de don Lanzarote del
Lago con la reina Ginebra, siendo medianera deJlos, y sabidora
aquella tan hornada dueña Quintañona, de donde nació aquel
tan sabido romance y tan decantado en nuestra España de:
Hunca íacra caballero
De (lamas i;an bien servido,
como inora Lanzarote .
Cuando de Bretaña vino;

con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes
fechos.»
Un solo libro de esta familia caballeresca citó nominalmente
Cervantes, y es también el único que muy abreviado forma toda-
vía parte de la biblioteca de cordel. Es la Crónica de los nobles caba-
lleros Tablante de Rioam-onie y Jofre, hijo de D, Ásson, e de las gran-
des aventuras y hechos de armas que uvo yendo a libertar al conde
don Milian, que estaba pressa, la cual fué sacada de las crónicas e
grandes hazañas de los caballeros de la Tabla Redonda. x «¡Bien
haya mil veces el autor de Tablante de Ricamonte (exclamó Cer-
vantes..,) y con qué puntualidad lo describe todo!» (Parte 1.a,
capítulo XVI). Pero el elogio debe de ser tan irónico como el que

i La niás antigua edición parece se* h>, de Toledo, por Juan Varela
de Salamanca, a 27 días de- julio de 2513. E n algunas ediciones del siglo x v n
(Alcalá, 1604; Sevilla, .1:629), m da por autor de ella a Ñuño de Garay, que
a lo sumo sería refundid or t ¡Cí, Ad. vol, IX]
ORÍGENES DE LA NOVELA, CAP. IV.—LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 289

allí mismo hace del autor que escribió Los hechos del Conde To-
millas (el Enrique Fi de Oliva), pues el Tablante es muy corto y
muy seco en la narración, a pesar de las aventuras que en él se
acumulan, y cuyo verdadero héroe es Jofre, hijo del conde don
Asón. Ê1 es quien vence a un enano, hijo del Diablo; él quien alla-
na la torre encantada de Montesinos; él quien mata al Malato,
poniendo en libertad a una doncella y trescientos niños que tenía
encarcelados para degollarlos; él quien obliga a todos los caballe-
ros andantes que va venciendo a ir a la Corte de Camelot a prestar
homenaje a la reina Ginebra; él, finalmente, quien triunfa en sin-
gular batalla del feroz Tablante, y pone en libertad al conde don
Milián, a quien aquél se complacía en azotar públicamente dos
veces al día para afrentar a su rey Artús y a la reina Ginebra,
El original remoto de esta novela es un poema provenzal del
siglo xni, Jaufre e Brunesent, publicado por Raynouard. l Bru-
nesentz (Brunessen en el texto castellano) es el nombre de la
:;obrina del conde don Milián, con quien se casa Jofre después
de su victoria. Taulat de Rugimon es el nombre que Tablante
tiene en este poema, dedicado a un rey de Aragón, que no puede
ser don Pedro II, como creyó Pauriel, a sino don Jaime el Con-
quistador, como han probado Bartsch y Gastón París. 3 Pero el
libro de caballerías español no procede inmediatamenté de este
poema, sino de una redacción en prosa francesa, atribuida, según
era costumbre en esta cíase de libros, al honrado varón Felipe
Camtcs, cuyo nombre debía de ser muy popular en España, puesto
que tantas novelas se le adjudicaron además del Oliveros de Cas-
tilla (que realmente tradujo) y hasta se puso su nombre en una
edición del Tristan de Leonis.
Independientes de la Tabla Redonda, pero enlazadas con otro
género de leyendas bretonas, aparecen las fabulosas narraciones
relativas al Purgatorio de San Patricio, que tienen en nuestra
literatura tan varia y rica representación, comenzando por el apó-
crifo viaje del caballero Ramón de Perellós en 1398, cuyo origi-
nal catalán se ha perdido, pero del cual restan una traducción pro-
1 E n el t o m o ï de su Lexique- Roman, GOD. el título do Roman de Jaufre
(páginas 48-173).
2 Histoire littéraire de la France, t. X X I I , p p . 9.2Jr •?,$,},
s Histoire Littéraire de la France, t. X X X , p p . 9i^-9,i'(.
0.t"i£ei!e3 ííí ]?>. N o v e l l . - • O.'omo L --'!!)
290 OBRAS COMPLETAS DE MENÉNDEZ PEL A YO

venzal del siglo xv, recientemente impresa, 1 y una latina del xvir.
El autor de esta relación, fuese Perellós ti otro que tomó su nom-
bre, no hizo más que apropiarse el viaje al otro mundo que se
suponía hecho en 1153 por el caballero irlandés Owenn (el Ludo-
vico Enio de Calderón). La Visio Tungdali, otra forma más cono-
cida de dicha leyenda, fué puesta dos veces en catalán, llamando
Tutglat al protagonista; 2 otras dos veces se tradujo al portugués
con el nombre de Tungulu, 3 y en castellano fué impresa con el
rótulo de Historia del virtuoso caballero don Tungano, y de las gran-
des cosas y espantosas que vido en el infierno y en el purgatorio y el
parayso. 4 Pero ni de estos libros ni de la nueva forma que dio a la
leyenda el doctor Juan Pérez de Montalbán en su Vida y purga-
torio de San Patricio (1627), fuente única de la comedia de Lope
de Vega, El mayor prodigio, y de la famosa de Calderón, El Purga-
torio de San Patricio, nos incumbe tratar aquí, porque este gene-

1 Voyage au Purgatoire de St. Patrice. Visions de 'Funded et de Si. Paul,


Textes languedociens du quinzième siècle, publiés par A. Jeanroy et A. Vig-
naux. Toulouse, 1903.
L a traducción latina se halla en el raro libro del irlandés O'Sullivan,
Historias Catholicae Iberniae Compendium (Lisboa, 1621), fols. 15-31.
a La primera de estas versiones fué publicada por don Próspero Bofa-
rul! en el tomo X I I I de la Colección de Documentos inéditos del Archivo de
la Corona de Aragón (pp, 81-105); la segunda por Baist (Zeitschrift für
romanische Philol., IV, pp. 318-329).
3 Estoria d'hun cavaleyro a que chamavâ Tungulu, ao qual forom
mostradas visibilmente e no per outra revelaçâo todas as penas do inferno e
do purgatorio. E outrosi todos os bëês e glorias que ha no sancto parayso,
andando sempre hu angeo oó el. Esto Ihe foy demostrado por tal que se ouvesse
de correger e emendar dos seus peccados e de sitas maldades (Ms. de la
Biblioteca Nacional de Lisboa, procedente del monasterio de Álcobaza).
E n otro de la misma procedencia, existente en el Archivo de la Torre do
Tombo, se lee una versión distinta de la misma leyenda. La primera se
atribuye a Fr. Hilario de Lourinham; la segunda a Fr, Hermenegildo de
Payopelle.
* Historia del virtuoso cavaltero da Tungano: o de las grades cosas y
espantosas que vido en el infierno: y en el purgatorio: y en el Parayso... Fue
impressa la presente obra en la Imperial ciudad d' 'Toledo por Ramon de
Petras. A tres días del mes de Julio. Año de mil y quinientos y veynte y seys
Años (N.° 1.682 del Catálogo de Salva), Sobre la Visión de Tundal véase el
estudio de A. Mussafia (Sitzungsherichte der Kais, Altad, der Wissensch.
Viena, 1871, pp, 157-206).
ORÍGENES D E LA NOVELA, CAP. I V . — L O S LIBROS DE CABALLERÍAS 291

ro de temas no pertenece en rigor a la historia de la novela, sino


a la de las leyendas hagiográficas, campo vastísimo que reclama
para sí solo la labor de muchos investigadores. Por igual motivo
prescindo de las leyendas, también de origen céltico, relativas a los
viajes de San Brandan, de las cuales queda un reflejo en nuestra
Vida de San Amaro, 1 y de los mitos geográficos que con ellas se
enlazan, y que no estaban olvidados por cierto en la grande época
de las navegaciones y los descubrimientos de portugueses y cas-
tellanos.

i La vida del bienaventurado sant Amaro, y de los peligros que passa


hasta que llegó al Parayso terrenal. (Al fin). Fue impressa la presente vida
del bienauUurado sant Amaro en la muy noble y mas leal ciudad de Burgos,
En casa de Juan de Junta a veynte dias del mes de febrero mil quinientos
y LU años, (Reproducido fotolitográficamente por el señor Sancho Rayón.)
Continúa reimprimiéndose como libro popular. La tradición del purgato-
rio de San Patricio, juntamente con la leyenda italiana del paraíso de la
Reina Sibila, se encuentra también en la célebre novela italiana Guevino
il Meschino, compuesta por Andrea da Barberino en 1391 y que continúa
siendo popular hoy mismo. Existe de ella una traducción castellana suma-
mente rara;
«Crónica d'l noble cauallero Guarino mesquino. En laquai trata de las Haza-
ñas y auenturas que le acontecieron por todas las ptes del mundo y en el pur-
gatorio de Sant patricio, en 7 monte de Norça donde está la Sibila. (Al fin).
Acabóse la famosa historia d'l vállete y muy virtuoso cauallero Guarino llama-
do Mesquino la qual se imprimió en la muy noble y muy'leal cibdad de Seuilla
en casa de Andres de Burgos. En el año de nro. Señor jesu Xpo d' mil y qui-
netos e XLVIII a diez dias de mayo.
El traductor fué, según en la dedicatoria se declara, Alonso Hernández
Alemán, vecino de Sevilla. La primera edición es la de Sevilla, 1512, citada
en el Registrum de don Fernando Colón.
Sobre la leyenda del Paraíso de la Reina Sibila, vid. Gastón París, Légen-
des du Moyen Age, París, 1903, pp. 66-111.

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