Cornelius Castoradis Antropogenia y Autocreacion RESUMEN

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Cornelius Castoradis – Figuras de lo pensable

Antropogenia en Esquilo y autocreación del hombre en Sófocles.


La pregunta ¿Qué es un hombre? Se mantiene siempre presente. Se plantea de un modo muy claro y llamativo
en dos de las tragedias más importantes y más maravillosas: el Prometeo encadenado de Esquilo y la Antígona
de Sófocles.
Nuestro tema aquí consiste en lo que se dice, por un lado, en Prometeo, por otro lado, en Antígona, a propósito
del hombre y de sus atributos esenciales. Lo que vamos a exponer podía pensarse en la Atenas de 460-440
a.C., se lo podía expresar, presentarlo al pueblo y (al menos en el caso de Antígona) hacerse coronar por
haberlo pensado, expresado, presentado.
Mencionaré brevemente sólo dos puntos. En primer lugar, la traducción y la interpretación por parte de
Heidegger de Antígona. Su traducción ejerce una violencia tremenda sobre el texto de Sófocles. Apuntala y se
basa sobre una interpretación que consiste, en una proyección de los propios esquemas de Heidegger. Los
mismos pueden llevar a la reflexión y a estimular de manera fecunda al lector a menudo perezoso, en este caso
concreto conducen a una construcción artificial y frágil que, presentando al hombre de Sófocles como una
encarnación del Dasein heideggeriano, se caracteriza por alcanzar un grado increíble y monstruoso de
ignorancia sistemática sobre la polis, la política, la democracia y la posición central que ocupan en la creación
griega. El resultado ineludible de esta ignorancia consiste, evidentemente, en una comprensión errónea de la
filosofía, que está indisociablemente vinculada a la polis y a la democracia.
La concepción griega del hombre se define generalmente a través de la estructura organizativa
animales/hombres/dioses, presente de alguna manera desde los albores de la civilización griega hasta los
tiempos clásicos, y aún más allá de los mismos.
Hablaremos del hombre griego, de la ciudad griega, de la concepción de la naturaleza griega, olvidándonos de
que la característica esencial de la historia griega antigua consiste justamente en el hecho de que es historia en
el sentido más fuerte de este término, que el espíritu de los griegos se realiza justamente como alteración, auto-
alteración, auto-institución; todas consustanciales con el intento del conocimiento de sí, que es acción continua,
trabajo, proceso y no resultado congelado.
El análisis y la comparación de la antropología en Esquilo y Sófocles nos permiten aprehender un momento
decisivo de esta alteración. La comparación entre los dos poetas nos muestra claramente un vuelco ontológico
de una enorme importancia, que se lleva a cabo durante esos veinte años.
La pregunta ¿Qué es el hombre? No está explícitamente formulada en estas dos tragedias, como sería el caso
en un texto filosófico. A esta pregunta implícita, Esquilo contesta a través de una antropogenia. Esta
antropogenia es mítica, no simplemente en un sentido exterior, ya que se refiere a un mito, el mito de Prometeo,
que vuelve a utilizar, es mítica en el sentido profundo, filosófico del término, ya que responde a la pregunta
sobre el hombre retrotrayéndola a su origen y presentando un relato: el hombre es lo que es porque antaño, en
tiempo muy remotos, ocurrió algo que sobrepasa nuestra experiencia habitual. Los hombres deben a un ser
sobrehumano, Prometeo, lo que hace a su condición de seres verdaderamente humanos. Definición del mito: el
relato del origen corresponde a la cuestión de la esencia. En Sófocles, como lo vamos a ver, la presentación de
la esencia responde simultáneamente a la pregunta sobre la esencia y a la pregunta sobre el origen. La esencia
del hombre es su propia auto-creación.
Examinemos más de cerca el texto de Esquilo. La antropogenia se presenta como la obra de Prometeo,
resultante de su decisión y de su acción. Esta decisión se desprende, de un conflicto de fuerzas sobre humanas
(conflicto entre Zeus y Prometeo). Zeus anhelaba destruir a los hombres, Prometeo decide salvarlos y lo hace
transmitiéndoles una parte de esta posibilidad del actuar/crear, que hasta entonces era una prerrogativa de las
fuerzas divinas.
¿Cuál es la situación de la humanidad antes de la intervención de Prometeo? Esquilo brinda también una
respuesta directa, a través de la descripción positiva de la humanidad pre-humana.
Estos hombres-allí, si podemos llamarlos de esta manera, son como sombras vacías. Veían sin ver, sin sacar
ningún provecho de la mirada, escuchaban sin escuchar y, parecidos a las figuras de los sueños, sus largas
vidas transcurrían sin ningún orden, al azar. Vivían bajo tierra, en cavernas oscuras, sin poder distinguir invierno,
primavera y verano; hacían todo sin reflexionar, sin pensar. Y no podían prever, no conocían, la muerte.
El estado pre-humano de la humanidad no es para Esquilo un estado animal corriente. Desde el punto de vista
biológico, estos seres son monstruosos y radicalmente inadaptados para la vida. Suponiendo que algún día
hubieran aparecido, no habrían sobrevivido más allá de la segunda generación.
La descripción de Esquilo nos permite entrever algo más importante que la realidad: la condición del hombre
antes o fuera de la institución de la vida social. Lo que se describe aquí es el hombre tal como sería si tuviese
evidentemente un cuerpo, y un alma, pero sin pensamiento. Es lo que llamaría el inconsciente original, la a-
racionalidad o la a-realidad de la mónada psíquica.
Esta abstracción es más importante que la realidad, ya que solamente ella nos permite comprender todo lo que,
en el hombre, proviene de lo que se sitúa más allá de los datos psíquicos primarios y remite a la dimensión
social, a lo que, para nosotros, es la institución del pensamiento y de las artes y, para Esquilo, es el regalo de
Prometeo a los hombres; ellos que eran como los bebés antes de hablar, han sido llenados con pensamiento y
poseyendo el pensamiento que puede imponerse a lo que es.
Prometeo habla, en primer lugar, de las apariciones y desapariciones de las estrellas difíciles de discernir.
Apariciones y desapariciones deben ser, aquí, simultáneamente los fenómenos cotidianos, pero sobre todo las
epitolai, momentos en los cuales una estrella reaparece en el ciclo anual y permite, de esa manera, ubicar la
estación. Prometeo brinda a los hombres signos, puntos de referencia estables, que son los que hacen posibles
a aprehensión y la medida del tiempo. Esta medida, del tiempo y de todo lo que es mensurable, aparece
inmediatamente después: he inventado para ellos el número, el sofisma (invento, hallazgo), más excelso.
Luego de este don del tiempo, de los números y de los signos que sostienen y representan la memoria, tenemos
las artes productivas. Todas las artes llegan a los mortales por parte de Prometeo. Prometeo no dio a los
hombres algunos elementos con los cuales se podía componer y ensamblar el resto; de él derivan todas las
artes. Se trata aquí de una ruptura total con la condición pre-humana y de la emergencia repentina de las artes
como tales. La aparición del arte no puede ser otra cosa que pasaje del no-arte al arte, ruptura alteridad
absoluta que no acepta graduaciones. De repente y globalmente, pasamos de un nivel al otro, por más primitivo
quesea. De la condición pre-humana a la condición humana, no hay una transición progresiva. Esta transición
se produce o no se produce; cuando se produce, ella es alteración total, o sea, creación.
Prometeo ha dado a los hombres la aprehensión y la medida del tiempo. Igualmente, les proporcionó un modo
de instituir una relación con el pasado: combinaciones de letras, que son la memoria que abarca todo. A través
de la mántica y de la interpretación de los sueños, les permite relacionarse con el futuro, orientándolos hacia
este arte muy difícil de penetrar, y haciéndoles comprender los signos del fuego de los sacrificios.
A partir del momento en que existe la concepción del tiempo, el horizonte del futuro existe, con sus
determinaciones fundamentales: la incertidumbre, la espera, la esperanza. Para que puedan enfrentar estas
características del futuro, Prometeo proporciona a los hombres la mántica y la interpretación de los sueños.
Prometeo dice que salvó a los mortales de la destrucción que Zeus les tenía reservada de todo lo que hizo para
los hombres.
Prometeo.- He hecho que termine para los mortales la no-previsión de la muerte.
El Coro.- ¿Habiendo encontrado qué medicamento para esta enfermedad?
Prometeo.- Les he inculcado esperanzas ciegas.
El Coro.- Es un regalo de gran utilidad el que hiciste a los mortales.
En los versos que examinamos, se trata claramente del pasaje de la condición pre-humana a la humana.
En segundo lugar, el texto dice: he puesto un término a la condición en la cual los mortales no podían prever su
muerte (hecho evidente, ya que vivían sin pensamiento). No se trata evidentemente de prever la hora o el
momento, sino de prever el hecho: he enseñado a los mortales que son mortales. En tercer lugar, no es posible
atribuir a Prometeo esta idea extravagante según la cual él habría hecho que estos mortales no supieran más
que son mortales. Si hay algo seguro entre los hombres, y en todo caso para los griegos, es el hecho de su
mortalidad.
Prometeo enseñó a los hombres la verdad: son mortales. Pero ser mortal y saberlo consiste, como lo dice el
coro en el verso siguiente, en una enfermedad que requiere un remedio. Este remedio, Prometeo lo encontró y
lo entregó: inculcó a los hombres “esperanzas ciegas”. Si se trataba de que los hombres se desprendieran de su
condición prehumana, tenían que saber la verdad primera y última, el hecho de que son mortales. Esta verdad
podía haberlos aplastado, como nos aplasta a nosotros tan a menudo. El contrapeso para aquello consiste en
las esperanzas ciegas. Tienen que ver con todo lo que el hombre hace o puede hacer en su vida. Por supuesto,
están ciegos ya que el futuro se desconoce y los dioses son envidiosos. Pero estos dos elementos constituyen
al hombre, por lo menos al hombre griego; el conocimiento de la muerte y la posibilidad de un hacer/crear que
este conocimiento agudiza en vez de ahogar.
Entre otros grandes personajes que visitan Atenas o que viven en la ciudad, tenemos que mencionar a
Protágoras. Describía el invento sucesivo por parte de los hombres de las artes y del conocimiento, así como
también la igual repartición entre ellos del juicio político, fundamento de la democracia. En los años 444/443, los
atenienses, deciden crear una colonia. Eligen como legislador a un hombre que no era ateniense, Protágoras de
Abdera. Esquilo muerte en Sicilia. En los años 443/442, escribe o termina Antígona; los ciudadanos de Atenas lo
han nombrado helenótamo.
Esquilo, veinte o veinticinco años antes, exponía su antropogenia, no como un proceso gradual, sino como un
pasaje abrupto de un antes a un después, que resulta de la decisión y del acto de un Titán sublevado, como la
arrancadura y casi el robo, por parte de una fuerza sobrehumana, de capacidades y potencialidades que
pertenecen a otras fuerzas sobrehumanas. La antropología de Sófocles, en cambio, no presupone nada los
hombres crean ellos mismos sus capacidades y potencialidades; pone de manifiesto claramente y con
insistencia a la humanidad como autocreación. Los hombres no han tomado nada de los dioses, y ningún dios
les dio nada. Este es el espíritu del siglo V, y es esta tragedia la que han coronado los atenienses.
Su sabiduría y su arte sobrepasan cualquier expectativa, pero su realidad es doble, los dirige a veces hacia el
bien, otra veces hacia el mal. Este bien y este mal no están definidos por parte del poeta desde un punto de
vista moral, sino políticamente. El hombre camina hacia el bien cuando llega a tejer conjuntamente las leyes de
su ciudad con el juicio/justicia de los dioses, garantizado por los juramentos. El hombre llegar a ser hupsípolis.
Hupsípolis grande en su ciudad, pero ante todo grande como miembro de la polis, de la comunidad política, es
decir, humana. Inmediatamente, a hupsípolis se opone el hombre ápolis (húbris); lo contrario de lo bello/bien. El
que está poseído por húbris sale de la comunidad política de los hombres (y el resultado no puede ser otra cosa
que la muerte, la huida o el exilio). Se transforma en un individuo sin fe ni ley, sin fuego ni lugar.
El tema no es la lucha de Antígona, víctima inocente, en contra del tirano Creonte, ni la contradicción entre
moral y razón de Estado, ni la oposición del individuo al Estado, ni el conflicto de la familia con la Ley y la
política. El tema de la tragedia es, más allá, de todo eso, la húbris, el acto cometido. Evidentemente, Antígona y
Creonte representan dos autoridades en conflicto. Pero sin embargo, estas autoridades no están consideradas
por el poeta como totalmente incompatibles, ya que el hombre puede llegar a ser hupsípolis tejiéndolas
conjuntamente. Tanto Antígona como Creonte son incapaces de tejerlas juntas; cada uno de ellos, por haberse
dedicado a la defensa ciega y absoluta de uno de los dos principios, pasa a ser hubristés y ápolis.
El defensor de las leyes de la pólis, Creonte pasa a ser ápolis. Pero es evidente que Antígona misma es ápolis.
La locura de Antígona se debe a que ella también no solamente es incapaz de tejer conjuntamente los dos
principios, sino que además supera los límites. No puede haber polis sin leyes propias, y violando estas leyes,
Antígona pasa a ser también ápolis y sale del íson phronein.
Creonte está equivocado, aun cuando tiene razón, porque se atiene al mónos phroneín; no se encuentra en el
íson phronein, no quiere ni puede escuchar el discurso y las razones del otro, de los otros. Está en húbris, no
alcanza a tejer conjuntamente.
Antígona es una cima del pensamiento, de la actitud política democrática, enfrenta el problema último del
hombre autónomo: la autolimitación del individuo y de la comunidad política.
A fin de resumir, diré que Sófocles no sólo no está obligado a elegir siempre entre las diferentes significaciones
de una palabra, sino que evidentemente casi nunca elige. Puede y quiere brindar todas las significaciones
juntas.
Deinós significa, a partir de su Antígona, todos los atributos deinón que Sófocles encuentra en el hombre. Nada
es más terrible que el hombre. El deinós define al hombre y es definido por el hombre: es una característica que
ningún ser presenta en el mismo grado que el hombre.
El hombre es el ser más terrible que existe, porque nada de lo que hace puede ser atribuido a un don natural. El
ti estin del hombre, que se expresa y se desarrolla a través de sus diferentes atributos, es obra del mismo
hombre. El hombre se plantea a sí mismo, la esencia del hombre es autocreación; y esta frase puede ser
entendida de dos maneras: el hombre es el creador de su esencia, y esta esencia es creación y autocreación.
“Él se ha enseñado”; el hombre no recibió la enseñanza de nadie (por ejemplo de Prometeo), es él mismo quien
se instruye. Cuando me enseño, me brindo a mí mismo algo que no poseo y que al mismo tiempo poseo.
El poeta conoce un primer limite a esta deinotés, la muerte: “la única cosa que no encontrará es el manera de
huir de Hades”. Sin embargo no cesa de avanzar y de enseñarse a sí mismo.
Un segundo límite interior, lo proporciona su doble naturaleza, que lo lleva a caminar algunas veces hacia el
mal, otras veces hacia el bien.
En Antígona, la justicia de los dioses tiene un contenido concentro: se refiere a los ritos consagrados al entierro.
Las ordenes de los dioses son oscuras y polisémicas, pueden conducir a la catástrofe, como ocurrió con
Antígona. Antígona nos permite afirmar una cosa sin vacilar: la justicia de los dioses no alcanza, como tampoco
son suficientes las leyes de la tierra. Obedeciendo a estas leyes, el hombre debe saber que no definen
exclusivamente lo que está permitido, no agotan tampoco lo que está prohibido.
Confrontemos rápidamente las antropogenias de los dos poetas. Su punto en común es, evidentemente, la
significación determinante del pensamiento y del arte. Esquilo no menciona la inauguración y la institución de la
sociedad política, mientras que Sófocles centra todo su estásimo sobre los astunómous orgás, el hupsípoolis y
el ápolis. Esquilo parte de una condición prehumana onírica, de pesadilla, y presenta el pasaje hacia la
condición humana como un don, fruto de la decisión y de la acción de un ser sobrehumano. Nada parecido en
Sófocles, para quien no hay condición prehumana del hombre, ya que a partir del momento en que el hombre
existe se define por una acción práctica poiética autocreadora, por una actividad de autoenseñanza. El hombre
de Esquilo recibió la enseñanza de Prometeo con respecto a su ser mortal, compensando el peso insostenible
de este saber con las esperanzas ciegas. El hombre de Sófocles sabe que es mortal y que esta determinación
fundamental resulta insoslayable.
El autoconomiento griego pasa de la idea de una antropogenia divina a la idea de autocreación del hombre.

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