Ressumen Miguel Acomodar

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BASES Y ESTRATEGIAS AGROECOLOGICAS PARA

UNA AGRICULTURA SUSTENTABLEMiguel A. Altieri /


Universidad de California, Berkeley
volver Nº 8

En la mayoría de los círculos agrícolas científicos, se ha llegado a la percepción


general de que la agricultura moderna enfrenta una crisis ambiental (Conway y
Barbier, 1990). La raíz de esta crisis radica en el uso de prácticas agrícolas
intensivas basadas en altos insumos que llevan a la degradación de los recursos
naturales a través de procesos de erosión de suelos, salinización, contaminación
con pesticidas, desertificación y pérdida de la biomasa, lo que finalmente
repercute en reducciones progresivas de la productividad. La pérdida de
rendimiento por plagas en muchos cultivos, a pesar del incremento substancial
en el uso de pesticidas es un síntoma de esta crisis (Pimentel y otros, 1980). Es
bien sabido que las plantas cultivadas en monocultivos genéticamente
homogéneos no poseen las defensas necesarias para resistir o tolerar el impacto
de poblaciones de insectos fitófagos (Altieri y Letourneau, 1982).

Los cultivos han sido seleccionados para altos rendimientos y alta palatabilidad
haciéndolos más susceptibles a las plagas. Por otro lado, la mayoría de las
prácticas agrícolas afectan negativamente a los enemigos naturales, los que a
su vez no encuentran los recursos ambientales necesarios en los monocultivos
para dar una respuesta funcional efectiva (Price, 1989). Es así que mientras se
mantenga el monocultivo como estructura básica de los sistemas agrícolas, las
plagas serán el resultado de un espiral negativo que tiende a autorreforzarse.

El desarrollo del concepto de Agricultura Sustentable es una respuesta


relativamente reciente a la preocupación por la degradación de los recursos
naturales asociada a la agricultura moderna. Hoy en día, la problemática
contemporánea de la producción agrícola ha evolucionado de una dimensión
meramente técnica a una de dimensiones más sociales, económicas, políticas,
culturales y ambientales. El concepto de sustentabilidad es útil porque captura
un conjunto de preocupaciones sobre la agricultura concebida como un sistema
tanto económico, como un sistema social y ecológico. La comprensión de estos
tópicos más amplios sobre la agricultura requieren entender la relación entre la
agricultura y el ambiente global, ya que el desarrollo agrícola depende de la
interacción de subsistemas biofísicos, técnicos y socioeconómicos. Este
concepto ha provocado mucha discusión y ha promovido la necesidad de
realizar ajustes en la agricultura convencional para que esta se vuelva ambiental,
social y económicamente viable y compatible (Edwards y col, 1990). La idea es
desarrollar agroecosistemas con mínima dependencia de altos insumos
agroquímicos y energéticos y que enfaticen las interacciones y sinergismos entre
los varios componentes biológicos de los agroecosistemas, mejorando así la
eficiencia biológica, y económica y también la protección del medio ambiente
(Altieri, 1987).

A pesar de cientos de proyectos de investigación, del impulso que se le ha dado


al desarrollo tecnológico para lograr la sustentabilidad agrícola, y las muchas
lecciones que se han aprendido, el enfoque sigue siendo dominantemente
tecnológico, enfatizando por un lado la biotecnología con el desarrollo de
variedades transgénicas resistentes a herbicidas u otros factores, y por el otro,
una agricultura orgánica de sustitución de insumos que promociona un
reemplazo de insumos agroquímicos tóxicos y caros, por insumos alternativos
(biofertilizantes y biopesticidas) más benignos ambientalmente. Estos enfoques
no hacen nada por ir a la raíz de los problemas ambientales de la agricultura, ni
cuestionan la estructura del monocultivo que es la base ecológica de la
inestabilidad de la agricultura moderna.

Aún prevalece una visión estrecha enfocada sobre las causas específicas que
afectan la producción, por lo que la superación del factor limitante, aún con
insumos alternativos, continúa siendo el objetivo principal. Esta visión no ha
permitido a los investigadores apreciar el contexto y complejidad de los procesos
agroecológicos y socioeconómicos que caracterizan el proceso de desarrollo
rural.

En este artículo se describen las bases agroecológicas que permiten guiar el


proceso de transición de una agricultura degradante a una sustentable,
especificando los objetivos y criterios de formas de producción más armónicas
con el ambiente. Se detalla además una metodología para la conversión hacia
un manejo agroecológico, así como para la evaluación del estado de la salud
ecológica de agroecosistemas en proceso de conversión.

Alcances teóricos de la agroecología

La disciplina científica que enfoca el estudio de la agricultura desde una


perspectiva ecológica se denomina "agroecología" y se define como un marco
teórico cuyo fin es analizar los procesos agrícolas del modo más amplio,
permitiendo entender la problemática agrícola en forma integral y holística. El
enfoque agroecológico considera a los ecosistemas agrícolas como las unidades
fundamentales de estudio; y en estos sistemas, los ciclos minerales, las
transformaciones de la energía, los procesos biológicos y las relaciones
socioeconómicas, los que son investigados y analizados como un todo (Altieri,
1987).

En la búsqueda por reincorporar una racionalidad más ecológica a la producción


agropecuaria, los científicos y practicantes agrícolas han ignorado un punto
crucial en el desarrollo de una agricultura más autosuficiente y sostenible: el
entendimiento profundo de la naturaleza de los agroecosistemas y los principios
que gobiernan su funcionamiento. En este sentido la agroecología se perfila
como una disciplina única que delinea los principios ecológicos básicos para
estudiar, diseñar, manejar y evaluar agroecosistemas desde un punto de vista
integral, incorporando dimensiones culturales, socioeconómicas, biofísicas y
técnicas.

A la investigación agroecológica le interesa no sólo la maximización de la


producción de un componente particular, sino más bien la optimización del
agroecosistema como un todo. Esto tiende a reenfocar el énfasis en la
investigación agrícola más allá de las consideraciones disciplinarias, hacia
interacciones complejas entre personas, cultivos, suelo, animales, etc.

En la medida que se reconoce la necesidad de trabajar con unidades mayores


que el cultivo (por ejemplo una cuenca o una región agrícola) y con procesos
(por ejemplo el reciclaje de nutrientes), la especialización científica aparece
como una barrera para un entendimiento más integrado. Aún cuando
especialistas en varias disciplinas se juntan para estudiar un sistema de
producción, la comprensión integral se ve limitada por la falta de un enfoque
conceptual común. El paradigma agroecológico provee este enfoque común y
permite entender las relaciones entre las varias disciplinas y la unidad de
estudio: el agroecosistema con todos sus componentes.

La agroecología va más allá de una visión uni-dimensional de los


agroecosistemas, de su genética, edafología o agronomía, para abarcar una
perspectiva que interrelacione los niveles ecológicos y sociales de coevolución,
estructura y función de la agricultura. La agroecología estimula a los
investigadores a capitalizar en el conocimiento y habilidades de los agricultores y
a identificar el potencial ilimitado que resulta de ensamblar la biodiversidad para
crear sinergismos benéficos que provean a los agroecosistemas de la capacidad
de permanecer y aún retornar a un estado innato de estabilidad natural. La
agroecología define los principios ecológicos necesarios para desarrollar
sistemas de producción sostenibles dentro de marcos socioeconómicos y
culturales específicos.

La producción sostenible se deriva del balance apropiado de suelos, cultivos,


nutrientes, luz solar, humedad y de los sinergismos entre organismos existentes.
El agroecosistema es productivo cuando este balance y las condiciones óptimas
prevalecen y cuando las plantas cultivadas son resilientes para tolerar el stress y
la adversidad. Alteraciones ocasionales se pueden superar con un
agroecosistema robusto, adaptable y lo suficientemente diversificado para
recuperarse una vez que el stress haya pasado. Ocasionalmente, medidas más
fuertes (p. ej. insecticidas botánicos, fertilizantes alternativos, etc.) puede que
sean necesarias para controlar plagas, enfermedades específicas o problemas
de suelo, pero la agroecología provee las directrices para un manejo cuidadoso
de manera de no dañar irreparablemente al agroecosistema. Simultáneamente al
enfrentamiento con la plaga, enfermedad o deficiencia del suelo, el agroecólogo
se esfuerza por restaurar la resiliencia y vigor del agroecosistema. Si la causa de
la enfermedad, plago o degradación del suelo, se entiende como desbalance,
entonces el objetivo del tratamiento agroecológico es recuperar el balance.

Pero la protección y producción estables no son el único propósito de la


agroecología. De hecho, en el contexto de la agricultura campesina, la
sustentabilidad no es posible sin la preservación de la diversidad cultural que ha
nutrido a las agriculturas locales, y una producción estable es sólo posible en el
contexto de una organización social que proteja la integridad de los recursos
naturales y que estimule la interacción armónica entre las personas, el
agroecosistema y el ambiente.

Entonces, el objetivo fundamental de la agroecología es permitir a los


investigadores, estudiantes y practicantes de la agricultura, desarrollar una
comprensión más profunda de la ecología de los sistemas agrarios, de manera
de abrir las puertas a opciones de manejo adecuadas a los objetivos de una
agricultura verdaderamente sustentable.

La agricultura sustentable hace referencia a un modo de agricultura que intenta


proporcionar rendimientos sostenidos a largo plazo, mediante el uso de
tecnologías de manejo que integren los componentes del predio de manera de
mejorar la eficiencia biológica del sistema, la mantención de la capacidad
productiva del agroecosistema, la preservación de la biodiversidad y la
capacidad del agroecosistema para automantenerse y autorregularse.

Aunque existen muchas definiciones de agricultura sostenible, varios objetivos


sociales, económicos y ambientales son comunes a la mayoría de las
definiciones:

a. Producción estable y eficiente de recursos productivos.

b. Seguridad y autosuficiencia alimentaria.

c. Uso de prácticas agroecológicas o tradicionales de manejo.


d. Preservación de la cultura local y de la pequeña propiedad.

e. Asistencia de los más pobres a través de un proceso de autogestión.

f. Un alto nivel de participación de la comunidad en decidir la dirección de su


propio desarrollo agrícola.

g. Conservación y regeneración de los recursos naturales.

Es claro que no será posible lograr simultáneamente todos estos objetivos en


todos los proyectos de desarrollo rural. Existen intercambios (trade-offs) entre los
varios objetivos, ya que no es fácil obtener a la vez alta producción, estabilidad y
equidad. Además, los sistemas agrícolas no existen aislados. Agroecosistemas
locales pueden ser afectados por cambios en los mercados nacionales e
internacionales. A su vez cambios climáticas globales pueden afectar
agroecosistemas locales a través de sequías e inundaciones. Además, los
problemas productivos de cada agroecosistema son altamente específicos del
sitio y requieren de soluciones específicas. El desafío es mantener una
flexibilidad suficiente que permita una adaptación a los cambios ambientales y
socioeconómicos impuestos desde afuera.

Una característica importante de la sustentabilidad es la capacidad del


agroecosistema para mantener un rendimiento que no decline a lo largo del
tiempo, dentro de una amplia gama de condiciones. La mayoría de los conceptos
de sustentabilidad requieren a la vez, un rendimiento constante y la prevención
de la degradación ambiental. Estas dos demandas, a menudo se perciben como
si fueran mutuamente incompatibles, ya que la producción agrícola demanda un
nivel de utilización de recursos mientras que la protección ambiental requiere un
cierto nivel de conservación (Conway y Babiere, 1990).

Los requisitos básicos de un agroecosistema sustentable son la conservación de


los recursos renovables, la adaptación del cultivo al ambiente y el mantenimiento
de un nivel, aunque estable, de productividad. Para enfatizar la sustentabilidad
ecológica a largo plazo, más que la productividad a corto plazo, el sistema debe
(Altieri, 1987):

-Reducir el uso de energía, la degradación de recursos y las pérdidas de


nutrientes.

-Emplear métodos de producción que restablezcan los mecanismos


homeostáticos conducentes a la estabilidad de la comunidad, optimizar las tasas
de reciclaje de materia orgánica y nutrientes, utilizar al máximo la capacidad
multiuso del sistema y asegurar un flujo eficiente de energía.

-Fomentar la producción local de productos alimenticios adaptados al entorno


socioeconómico y natural.

-Reducir los costos y aumentar la eficiencia y la viabilidad económica,


fomentando así un sistema agrícola potencialmente resiliente y diverso.

Desde el punto de vista de manejo, los componentes básicos de un


agroecosistema sustentable incluyen: (Heilchel, 1987; Edwards y col., 1993).

1) Cubierta vegetativa como medida efectiva de conservación del suelo y el


agua, mediante el uso de prácticas de cero-labranza, cultivos con "mulch", uso
de cultivos de cobertura, etc.

2) Suplementación regular de materia orgánica, mediante la incorporación


continua de abono orgánico y compost incrementando la actividad biótica del
suelo.

3) Mecanismos de reciclado de nutrientes mediante el uso de rotaciones de


cultivos, sistemas de mezclas cultivo/ganado, sistemas agroforestales y de
intercultivos basados en leguminosas, etc.

4) Regulación de plagas asegurada mediante la actividad estimulada de los


agentes de control biológico, alcanzada mediante la manipulación de la
biodiversidad y por introducción y/o la conservación de los enemigos naturales.

El grado en que un agroecosistema aumenta en su sustentabilidad dependerá


básicamente de un manejo agroecológico que conlleve a la optimización de los
siguientes procesos (Altieri, 1987; Reinjtjes y col., 1992).

1. Disponibilidad y equilibrio del flujo de nutrientes: la productividad de una


agroecosistema está directamente relacionada con la magnitud del flujo,
movilización y conservación de nutrientes, lo que a su vez depende del
suministro continuo de materia orgánica y la promoción de la actividad biológica
del suelo.

2. Protección y conservación de la superficie del suelo: el manejo de la cubierta


vegetal mediante el uso de cultivos de cobertura, mulch, cero labranza, etc. que
minimizan la erosión, es una medida eficaz para la conservación del suelo y del
agua. La cubierta protectora debe además proteger al suelo de la oxidación u
otro deterioro químico.

El deterioro físico debido a la compactación y pérdida de estructura producto de


las precipitaciones, puede ser igualmente desastroso reduciendo el potencial
productivo. El cultivo continuado o la cubierta con residuos de cultivo
provenientes de sistemas manejados apropiadamente, es crucial para mantener
el potencial productivo.

3. Utilización eficiente de los recursos de agua, luz y suelo: es importante reducir


al mínimo las pérdidas debido a los flujos de radiación solar, aire y agua, por
medio de un manejo del microclima, del agua y del control de la erosión.

4. Mantención de un nivel alto de biomasa total y residual: con el fin de sostener


la biología del suelo y la productividad animal y vegetal es de vital importancia
una fuente alta de carbono que aporte energía y facilite la retención de
nutrientes. Esto se logra adicionando materia orgánica, con el uso de
leguminosas, la integración animal y removiendo en la cosecha una porción
pequeña de nutrientes en relación a la biomasa total.

5. Explotación de la adaptabilidad y complementariedad en el uso de recursos


genéticos de animales y vegetales: esto implica la utilización de variedades y
razas autóctonas y rústicas adaptadas a la heterogeneidad ambiental persistente
y que responden a un manejo de bajos insumos.

6. Preservación e integración de la biodiversidad: la eficiencia del reciclaje de


nutrientes y la estabilidad frente al ataque de plagas y enfermedades al sistema,
dependen de la cantidad y tipo de biodiversidad presente, así como también de
su organización espacial y temporal (diversidad, estructural), y en especial, de
sus interacciones y sinergismos (diversidad funcional). Los agroecosistemas
tradicionales, especialmente aquellos en ambientes marginales, poseen a
menudo una estabilidad y una elasticidad significativa, como resultado del alto
nivel de diversidad estructural y funcional que se deriva del uso de policultivos,
sistemas agroforestales y sistemas mixtos cultivos-animales.

Indicadores de la Sostenibilidad

Hay una necesidad urgente por desarrollar un conjunto de indicadores de


comportamiento (performance) socio-económico y agroecológico para juzgar el
éxito de un proyecto, su durabilidad, adaptabilidad, estabilidad, equidad, etc.
Estos indicadores de performance deben demostrar una capacidad de
evaluación interdisciplinaria (Conway, 1985). Un método de análisis y desarrollo
tecnológico no sólo se debe concentrar en la productividad, sino también en
otros indicadores del comportamiento del agroecosistema, tales como la
estabilidad, la sustentabilidad, la equidad y la relación entre éstos.

El desafío para la evaluación de la salud de los agroecosistemas es asegurar un


monitoreo equilibrado de la productividad y de la integridad ecológica del
sistema.

Históricamente, la evaluación de los sistemas agrícolas se ha centrado en la


cuantificación de la producción de alimentos y fibras, y hasta cierto punto en el
estado y la condición del suelo, del agua y de los recursos relacionados. El
monitoreo del estado de los componentes o procesos biológicos esenciales de
los agroecosistemas ha sido hasta el momento extremadamente deficiente. En
un intento por desarrollar un planteamiento más holístico para evaluar la
condición agroecológica de los agroecosistemas, es posible identificar tres
parámetros de evaluación de agroecosistemas que son capaces de expresar
cuantitativamente las dimensiones del cambio ambiental. Estos parámetros son:
(Meyer y col., 1992).

a) Sustentabilidad:

Capacidad para mantener el nivel de productividad de los cultivos a través del


tiempo, sin arriesgar los componentes estructurales y funcionales de los
agroecosistemas.

b) Contaminación de recursos naturales:

Alteración de la calidad del aire, agua y suelo causada por las prácticas
agrícolas, los insumos químicos o productos de los agroecosistemas.

c) Calidad del paisaje agrícola:

Las diversas formas en que los modelos agrícolas de uso de la tierra modifican
el entorno e influencian los procesos ecológicos.

Tabla 1
Asociación entre los parámetros de evaluación y los indicadores
(Mayor y col., 1992)

Contaminación Calidad
de del
Indicador Sustentabilidad
recursos paisaje
naturales agrícola
Productividad
X
del cultivo
Productividad
X X
del suelo
Capacidad de
retención de X
nutrientes
Erosión del
X X
suelo
Contaminación X X
Componentes
X X
microbianos
Uso de la tierra X X
Poblaciones de
X
la fauna silvestre
Diversidad y
abundancia de
X X
insectos
benéficos
Prevalencia de
plagas y salud X
del cultivo
Estado de
especies X
biomonitoras
Cantidad y
calidad del agua X X
para riego
Uso de
X X
agroquímicos
Diversidad
genética y
X X
estado de la
biodiversidad

Los indicadores que se consideran normalmente para el monitoreo


agroecológico y su asociación con los parámetros de evaluación se describen en
la Tabla 1. Entre estos destacan cinco importantes indicadores para le
evaluación inicial:

a) Productividad del cultivo:

Este indicador se evalúa estimando la eficiencia con que los insumos lograr el
rendimiento deseado, contabilizando además de los insumos, los costos
ambientales y productos beneficiosos o perjudiciales.

b) Productividad del suelo:

Para un recurso renovable como el suelo que necesariamente se degrada al


extraerle su riqueza, el nivel de uso máximo sustentable (MSU) es equivalente a
su tasa de renovación. Mientras la profundidad del suelo sea mayor que la
requerida por las raíces de los cultivos y otras plantas, la pérdida del suelo tiene
poco o ningún efecto negativo sobre la productividad, no obstante, la
productividad disminuye cuando la profundidad del suelo es inferior a este
umbral. Los costos de pérdida del suelo por la erosión se tornan excesivos a
medida que el suelo se adelgaza más allá del umbral.

En términos prácticos, la productividad del suelo estará determinada por la


capacidad para retener y reciclar nutrientes, la biota del suelo, el grado de
contaminación y la tasa de erosión.

c) Cantidad y calidad del agua para riego:

Se destacan dos aspectos:

1. Los impactos de la cantidad de agua y su calidad sobre la condición ecológica


de los agroecosistemas regados y

2. Los impactos del manejo del agroecosistema sobre la cantidad y calidad del
agua.

d) Abundancia y diversidad de insectos benéficos:

La presencia y eficiencia de predadores, parásitos y agentes polinizantes.

e) Uso de productos químicos en la agricultura:

Efectos sobre la producción de los cultivos, la biodiversidad funcional y los


ecosistemas adyacentes.

f) Diversidad genética:

Mantención de la diversidad genética autóctona versus exótica y las tasas de


erosión genética del germoplasma local.

Utilizando un conjunto de indicadores biofísicos y socioeconómicos es posible


evaluar y comparar tanto los atributos como la contribución potencial para la
sustentabilidad, en agroecosistemas bajo manejo convencional v/s aquellos con
un manejo agroecológico. Aún es difícil categorizar y cuantificar muchos
aspectos de la sustentabilidad agrícola, sin embargo, en la Tabla 2 se ofrecen
valores cualitativos para los diferentes atributos, con lo cual es posible visualizar
las ventajas de los sistemas alternativos (NRC, 1989).

Tabla 2
Comparación de atributos biofísicos, sociales y económicos
entre agrosistemas convencionales y alternativos

Atributos Agroecosistema Agroecosistema


convencional alternativo
BIOFISICOS
Capacidad de reciclaje
BM M-A
de nutrientes
Capacidad de
conservación de agua B M-A
y suelo
Nivel de biodiversidad B M-A
Estabilidad frente a
plagas y B M-A
enfermedades
Almacenaje de
B-M A
carbono
SOCIALES
Salud y nutrición B-M M-A
Viabilidad cultural B-M M-A
Aceptabilidad política M-A M-A
Equidad B-M M-A
Económicos
Dependencia de
A B
insumos externos
Empleo A1 M
Ingreso A2 M
B: bajo M: medio A: alto
1: estacional 2: no contabiliza extenalidades ni impacto sobre recursos naturales

Los científicos del suelo han desarrollado una metodología para la evaluación de
la sustentabilidad de éste. Al respecto, Lal, R., 1994, propone como primer paso
identificar los procesos degradativos actuales o potenciales del suelo, y las
propiedades de éste que serán afectadas por procesos como los de erosión,
compactación, degradación química y biológica, salinización, etc. (Tabla 3).

Tabla 3
Indicadores de la sustentabilidad influenciada por proceso
de degradación del suelo (Lal, 1994)

Procesos Indicadores del suelo afectados


Carbón orgánico, profundidad del
Erosión
suelo, agua disponible, capacidad
acelerada
nutricional
Densidad del suelo, porosidad,
Compactación
tasa de infiltración
Degradación Reducción en CIC, agotamiento de
química nutrientes, eliminación biológica
Acidez Bajo de PH, decreciente en
situación de bases, concentración
de Al.
Incremento en conductibilidad
eléctrica, cambio en color del
Salinización
suelo debido a salinización del
carbono
Reducción en contenido de
materia orgánica y biomasa de
Degradación
carbono, reducción de
biológica
biodiversidad (poblaciones de
lombrices, etc.)

El segundo paso consiste en reevaluar estos indicadores afectados por los


procesos modificadores del suelo, de acuerdo al tipo de uso del suelo y a los
sistemas de cultivo usados. Es claro que el tipo y tasa de degradación están
determinados por el uso y manejo del suelo. Esto es importante para identificar
las prácticas de conservación (mulch, cultivos de cobertura, aplicación de
materia orgánica, etc.) que sirvan para mejorar y proteger la estructura del suelo,
su biología, su capacidad de retención de humedad, etc., así como los diferentes
mecanismos involucrados en el reciclaje de los nutrientes (Tabla 4).

Tabla 4
Principios básicos y opciones tecnológicas para mejorar el uso
sustentable de recursos del suelo (Lal, 1994)

Estrategia Opciones tecnológicas


Mejorar estructura Cultivos de cobertura, mulching,
del suelo labranza de conservación
Aplicación de estiércol, desechos
Elevar contenido
orgánicos, abonos verdes y labranza
de materia
de conservación
Reducir Tracción animal, labranza mínima, uso
compactación de eco-arados
Aplicación de materia orgánica,
Mejorar reciclaje agroforesteria, cultivos múltiples,
de nutrientes rotaciones con leguminosas,
integración animal
Uso de variedades tolerantes,
Manejar la acidez
aplicación de cal, adición materia
del suelo
orgánica y enmiendas
Manejo de Riesgos especiales para mejorar
salinidad y lixiviación de sales, aplicación de
alcanilidad enmiendas, uso de cultivos apropiados
Activación biológica del suelo, reciclar
Mejorar fertilidad desechos orgánicos, integración
animal
Como la agricultura implica necesariamente un proceso de artificialización
ecológica, esta se asocia al agotamiento de algunos recursos. El decrecimiento
de la fertilidad del suelo, la erosión, la contaminación, la pérdida de recursos
genético, etc. son manifestaciones de las externalidades de la agricultura.
Además de implicar costos ambientales, estas externalidades también implican
costos económicos. En la medida de que la degradación es más aguda, los
costos de conservación son mayores. Uno de los desafíos importantes, es
entonces, analizar estos costos ambientales como parte del análisis económico
que se realiza rutinariamente en operaciones agrícolas (Altieri y col., 1994).

Uno de los pocos intentos que se han hecho para cuantificar la economía de la
sustentabilidad agrícola es el estudio de Feath y col., 1991, mediante el cual se
comparó la economía de los sistemas de producción alternativos y
convencionales en Pennsylvania y Nebraska cuando los recursos naturales son
contabilizados, en especial, la depreciación del suelo. Los autores utilizaron un
método para la contabilización de recursos naturales que, al utilizar datos
económicos, puede proporcionar mediciones cuantitativas de la sustentabilidad.
La productividad del suelo, la utilidad del predio, los impactos ambientales
regionales y los costos fiscales son todos incluidos dentro de este esquema de
contabilidad de los recursos naturales.

El proceso de conversión agroecológica: una transición necesaria


Romper el monocultivo implica un proceso de conversión paulatino que permite
la restauración de una biodiversidad funcional en los agroecosistemas. Este
proceso de conversión de un sistema convencional de producción basado en el
monocultivo y altos insumos, a un sistema que se basa en insumos locales e
internos del predio con un manejo diversificado, no es meramente un proceso de
eliminación de insumos externos sin un reemplazo compensatorio o manejo
alternativo que equilibre el sistema. La agroecología provee las directrices para
dirigir los flujos y sinergismos naturales necesarios para sustentar la
productividad de un sistema de bajos insumos externos.

Este proceso de conversión es de carácter transicional, compuesto de cuatro


fases (figura 1):

1. Eliminación progresiva de insumos químicos.

2. Racionamiento del uso agroquímico mediante el manejo integrado de plagas


(MIP) y nutrientes.

3. Sustitución de insumos agroquímicos, por otros alternativos de baja energía y


de carácter biológico.

4. Rediseño diversificado de los sistemas agrícolas con un óptimo equilibrio de


cultivos/animales, estimulando sinergismos de manera que el sistema pueda
subsidiar su propia fertilidad, permita también la regulación natural de plagas y
optimice la producción de los cultivos.

A lo largo de las cuatro fases es necesario asegurar mediante el manejo que se


den los siguientes procesos:

1. Aumento de la biodiversidad tanto el suelo como de la vegetación y fauna


benéfica asociada.

2. Aumento de la producción de biomasa y del contenido de materia orgánica del


suelo.

3. Disminución de los niveles de residuos de plaguicidas y de las pérdidas de


nutrientes y agua.

4. Establecimiento de relaciones funcionales entre los diversos componentes


agrícolas.

5. Optima planificación de secuencias y combinaciones de cultivos y uso eficaz


de los recurso disponibles a niel local.

El objetivo final de esta secuencia es lograr el establecimiento de un


agroecosistema sustentable que posea características similares a los programas
de un ecosistema natural maduro (Altieri, 1987);

- Alta diversidad de especies y cadenas e interacciones tróficas complejas.

- Ciclos minerales relativamente cerrados que atrapan nutrientes y evitan su


lixiviación.

- La razón entre productividad y biomasa decrece y la energía se utiliza más


para la mantención del sistema que para la producción de biomasa adicional.

- La mantención de poblaciones estables de insectos, patógenos y maleza


depende de la diversidad y eficiencia de predadores, parásitos, competidores y
antagonistas.

- La descomposición de la materia orgánica depende no sólo de la diversidad de


microorganismos e invertebrados, sino también de las complejas interacciones
entre los organismos del suelo.

Uno de los desafíos más importantes de la transición es la de mantener un


equilibrio económico, de modo de facilitar a los agricultores a absorber las
posibles pérdidas iniciales en el ingreso por una baja en los rendimientos. En
algunos países desarrollados, ya se cuenta con subsidios y otros incentivos que
permiten a los agricultores viabilizar sus sistemas productivos en espera de las
ganancias futuras que aseguran la conversión agroecológica.

Conversión de viñedos de exportación a un manejo


agroecológico: un estudio de caso en Chile

"Los productores de uva de mesa de exportación


en Chile están interesados en producir a bajo
costo, uva de buena calidad, pero también hacerlo
con tecnologías ambientalmente sanas, ya que el
consumidor extranjero progresivamente tiende a preferir y a demandar
alimentos libres de residuos de todo tipo de agroquímicos. De esta manera,
los exportadores de uva de mesa tendrán la posibilidad de capitalizar en
los mercados verdes del Norte ofreciendo un producto limpio,
satisfaciendo así este creciente interés por el cuidado del medio ambiente
y la salud personal, obteniendo un valor agregado y disminuyendo los
costos de producción (Altieri y col., 1994)."

Usando principios agroecológicos es posible desarrollar sistemas de producción


de uva que no requieren insumos externos ni productos agroquímicos sintéticos.
Utilizando tecnologías agroecológicas -como el uso de leguminosas como
coberturas y/o abonos verdes, aplicaciones de compost, liberaciones de
enemigos naturales para control biológico y otros manejos conservacionistas de
suelo y agua, así como el control cultural de enfermedades- los viticultores
pueden lograr producciones aceptables, a menor costo económico y ambiental,
obteniendo potencialmente un sobreprecio por su uva libre de pesticidas.

De manera de probar el potencial productivo de un manejo agroecológico en


viñedos chilenos, se inició un proyecto de investigación a tres años, llamado
"Aconcagua Verde", en el que bloques de varios viñedos manejados con
tecnología convencional, se someten a un proceso gradual de conversión a un
manejo diversificado y basado en insumos biológicos y locales.

A partir de Julio de 1993 se establecieron varios ensayos en parronales


destinados a producir uva de exportación para evaluar los efectos de
tratamientos alternativos de manejo de viñedos incluyendo:

- Uso de la leguminosa Vicia atropurpurea como cultivo de cobertura.

- Aplicaciones de estiércol de cabra localizado en las hileras de la parra o


distribuido homogéneamente en el suelo.

- Liberación del parásito Pseudaphycus flavidulus y del predador Cryptolaemus


monstrouzieri.

- Control de enfermedades (principalmente Botrytis cinerea) con azufre y


aplicaciones foliares de extracto de compost para estimular poblaciones de
antagonistas.

Esta experiencia que se está llevando a cabo en el Valle del Aconcagua,


contempla las cuatro fases que requiere el proceso de conversión, sin embargo
el elemento de diversificación se inicia desde el comienzo con la siembra de la
Vicia atropurpúrea como cobertura. Esta flora funciona como una especie de
"mesa de control ecológica" (ecological turn-table) en el agroecosistema al
activar e influenciar cuatro procesos fundamentales: estructura/fertilidad del
suelo, biología del suelo, microclima y regulación de plagas. La función ecológica
de esta cobertura puede incrementarse alternando un régimen de segado en un
50% de la superficie, adicionando materia orgánica y creando un mulch en el
suelo en el área segada, y mantener la diversidad de artrópodos del viñedo en el
resto de las hileras con vegetación no segada.

A continuación se resumen los efectos observados por la incorporación de la


Vicia y los manejos complementarios en los parronales, después de un año de
experimentación (Altieri y col, 1994).

a. En los que se refiere a los efectos sobre los rendimientos y la calidad de la


uva, se puede señalar que si bien existió una variación marcada en la
producción de los diversos viñedos estudiados, en la mayoría de los casos los
rendimientos de uva fueron similares en los sistemas comparados. Una notable
excepción fue una parronal de variedad Ribier, en el que el peso promedio de los
racimos y el porcentaje de racimos de la mejor categoría para exportación
(categoría 1) fueron significativamente mayores en el manejo orgánico.

b. La cobertura adiciona cantidades importantes de biomasa que sirve como


fuente abundante de materia orgánica, esencial para activar la biología del suelo
y la mineralización de nutrientes. La incorporación de la biomasa de una mezcla
de vicia más avena, suple más del 75% de los nutrientes (Nitrógeno, Fósforo y
Potasio) teóricamente requeridos por las variedades de uva Ribier y Thompson
seedless. La aplicación de guano de cabra a una tasa de 25 ton/ha por su parte,
suple el resto de los nutrientes, con la ventaja de que, por ser de liberación lenta,
el abono orgánico constituye una fuente continua de nutrientes para la parra.
Aunque después de siete meses el manejo orgánico del suelo no influye
significativamente sobre las características del suelo en lo que se refiere al ph.,
conductividad eléctrica y cantidades de macronutrientes, el contenido de materia
orgánica se incrementó sustancialmente en el sistema orgánico si se le compara
con el convencional.

c. Este incremento en el contenido de materia orgánica, sumado al efecto


ambiental de la cobertura, estimula la mesofauna del suelo en forma
significativa, tal como lo indica la figura 2 en que la densidad poblacional total de
mesofauna (Oribatei, Tarsonemini, Acaridae, Gemásidos y Prostigmata
combinados) es significativamente mayor a partir de los 50 días en los predios
orgánicos que en los convencionales. Por otra parte, aunque las poblaciones de
mesofauna son mayores en los sistemas con cobertura y estiércol, sus niveles
descienden a niveles mínimos -similares a los que se detectan en viñedos
manejados convencionalmente- desde el momento en que las coberturas se
incorporan al suelo. Sin embargo, los sistemas que mantienen una cobertura
permanente o mulch, exhiben poblaciones constantes durante toda la estación.

d. Para complementar en algunos viñedos el control natural del chanchito blanco


(Pseudococcus affinis), principal plaga de la uva de mesa en el valle, se
realizaron liberaciones mensuales del parásito P. flavidulus en una dosis
equivalente a 200 individuos/há., y cada quince días del predador C.
monstruozieri a una tasa de 10-15 larvas por planta. Los resultados obtenidos en
el primer muestreo en Octubre de 1993, no presentaron diferencias significativas
entre los tratamientos orgánicos y convencional para ninguna de las cinco
clasificaciones (estadios del ciclo de vida) de la plaga -huevos, larvas, ninfas y
adultos (hembras y machos) -lo que indica que durante el período de
colonización el chanchito blanco se encontraba distribuido uniformemente dentro
de las parcelas donde se realizó el estudio.

A partir de Enero de 1994, sin embargo, se encontraron diferencias importantes


entre los tratamientos convencionales y orgánicos para las clasificaciones de
este insecto; huevos, ninfas y hembras, las cuales mostraron una población
promedio mayor en el tratamiento convencional (Figura 2). Cabe destacar que
las tres categorías que se encontró significativamente diferentes, representan el
potencial de daño más importante para la uva de mesa por parte del chanchito
blanco. Las masas de huevo representan el potencial de la plaga para las futuras
generaciones; las hembras, el potencial reproductivo de la plaga; y las ninfas
(junto con las hembras), el potencial de daño plaga; ya que son éstas las que
ascienden por la parra y colonizan los racimos, provocando el principal daño de
la plaga sobre la vida de mesa.

Los resultados señalan que el control biológico de la plaga es más eficiente que
las aspersiones de insecticidas, al menos para la primera parte de la temporada
a comienzos de Enero, lo que coincide con la segunda generación del chanchito
blanco.

Conclusiones

La limitación principal que ha tenido la agronomía convencional, es que al


enfocar sus esfuerzos sobre una limitante particular de un cultivo no ha sido
capaz de generar soluciones a la causas de los problemas y limitantes, ni
tampoco de sugerir soluciones a problemas que afectan al predio como un todo.
Enfoques como el manejo integrado de plagas (MIP) sigue siendo
dominantemente tecnológicos enfatizando por un lado la racionalización en el
uso de insumos agroquímicos mediante el monitoreo y el establecimiento de
umbrales económicos, o la sustitución de insumos que promociona un
reemplazo de insumos agroquímios tóxicos y caros, por insumos alternativos
(biofertilizantes y biopesticidas) más benignos ambientalmente. Estos enfoques
no hacen hada por ir a la raíz de los problemas ambientales de la agricultura, ni
cuestionan la estructura del monocultivo que es la base ecológica de la aparición
de plagas y de la inestabilidad de la agricultura moderna.

Como se ha enfatizado en este artículo, enfoques como el MIP constituyen sólo


una fase dentro del complejo proceso de la conversión de monocultivos a
sistemas biodiversificados capaces de subsidiar su propia regulación biótica. Se
ha enfatizado que la conversión no es meramente un proceso de eliminación de
insumos externos, sin un reemplazo compensatorio o control alternativo que los
equilibre. Para dirigir los flujos y sinergismos naturales necesarios para sustentar
la productividad en un sistema de bajos insumos, se requiere de un
conocimiento ecológico considerable. Muchos de los mecanismos específicos de
muchos de estos fenómenos e interacciones que se dan durante la transición
necesitan aún de mayor estudio. Por ejemplo, se sabe poco en relación a
qué tipo y cuánta biodiversidad es necesaria para estabilizar un agroecosistema.
En general, está bastante claro el comportamiento de algunos de los
componentes de los sistemas alternativos, pero en la mayoría de los casos no se
conoce bien cómo funcionan éstos sistemas como un todo. Lo que sí es claro, es
que de todos los procesos involucrados, la mantención de la biodiversidad y de
los mecanismos de reciclaje de nutrientes son claves para el diseño
de agroecosistemas sustentables (Edwards y col., 1993).

Cuando se examinan los problemas que confrontan el desarrollo y la adopción


de agroecosistemas sustentables, resulta imposible separar los problemas
biológicos de los socioeconómicos en la práctica agrícola. Muchas veces las
complicaciones sociales y las limitantes políticas, más que los problemas
técnicos, se transforman en barreras para cualquier transición desde sistemas
convencionales de altos insumos a sistemas agrícolas que consumen poca
energía y que conservan el medio ambiente.

Una estrategia para lograr una productividad agrícola sostenida tendrá que hacer
mucho más que simplemente modificar las técnicas tradicionales. Una estrategia
exitosa será el resultado de enfoques novedosos de diseño de agroecosistemas
que integren el manejo en base a recursos regionales y que operen dentro del
marco de condiciones ambientales y socioeconómicos imperantes. Las
selecciones tendrán que basarse en la interacción de factores como: especies
de cultivos, rotaciones, nutrientes y humedad del suelo, temperatura, plagas,
cosecha y otros procedimientos agronómicos; además tendrán que acomodarse
a la calidad del medio ambiente, la salud pública y promover el desarrollo
socioeconómico equitativo.

Estos sistemas deberán contribuir al desarrollo rural y a la igualdad social. Para


que esto suceda, los mecanismos políticos deberán incentivar la sustitución de
capital por mano de obra, reducir los niveles de mecanización y el tamaño
predial, diversificar la producción agrícola y hacer hincapié en la participación de
los agricultores y trabajadores en el proceso de desarrollo. Reformas sociales en
esta dirección proveerán los beneficios adicionales de aumentar el empleo y
reducir la dependencia de los agricultores en el gobierno, el crédito y la industria.
Es evidente, entonces, que los requisitos de una agricultura sustentable
engloban aspectos técnicos, ambientales, institucionales y de cambios en
políticas agrarias que provean los incentivos necesarios para que los agricultores
inicien la transición.

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