Varela-Nuria - Feminismo-Para-Principiantes-35-38

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combativa sufragista que se convertía en mártir al perder la vida

por sus ideas: el derecho al voto de las mujeres.

El funeral de Emily W. Davison constituyó un gran acto


feminista en las calles de Londres. Las sufragistas inglesas
llevaban ya sesenta años de lucha por el derecho al voto, sin
ningún resultado. Antes, habían comenzado las norteamericanas.
La segunda mitad del siglo XIX y principios del XX supuso una
gran prueba de la capacidad, estrategia y, sobre todo, paciencia,
de las feministas. Esta vez sí, consiguieron su primera gran
victoria.

¿DE DÓNDE SALEN LOS SUFRAGISTAS?

A las mujeres estadounidenses del siglo XIX no las sacaron


de casa sus propios problemas, sino un injusticia que se
desarrollaba a su alrededor y que, por lo visto, percibían mejor
que su propia realidad: la esclavitud. Las mujeres, que ya habían
luchado junto a los hombres por la independencia de su país,
hasta entonces una colonia inglesa, se organizaron para terminar
con la situación de los esclavos. Esta actividad les aportó
experiencia en la lucha civil, en la oratoria, en los asuntos
políticos y sociales, y, por otro lado, les sirvió de «linterna» para
ver cómo la opresión de los esclavos era muy similar a su propia
opresión. Las hermanas Sarah y Angelina Grimké, nacidas en
una familia propietaria de esclavos de Carolina del Sur, fueron de
las primeras activistas en el movimiento de abolición de la
esclavitud que luego aplicaron su crítica social a la condición de
la mujer.52

Como anécdota —o quizá no por casualidad—, la primera


novela antiesclavista del continente americano es una obra de
Harriet Beecher Stowe, escritora estadounidense que en 1851
publica por entregas la conocida La cabaña del tío Tom.

Paralelamente, Estados Unidos estaba inmerso en otro


proceso: el movimiento de reforma moral.53 La Reforma
protestante, iniciada por Lutero en la Europa del siglo XVI frente
a la Iglesia católica, defendía la libertad de cada creyente para
interpretar personalmente las sagradas escrituras, y afirmaba
que lo importante era la conciencia de cada individuo. La
Reforma prendió de distinta manera por Centroeuropa y tuvo
especial importancia en Inglaterra bajo el nombre de puritanismo.
Su fuerza, ya a mediados del siglo XVII, dio lugar a algunas
sectas que, como los cuáqueros, desafiaron a la iglesia oficial.

Las prácticas políticas protestantes —evangelistas, pero


sobre todo las cuáqueras—, permitían la presencia de las
mujeres en las tareas de la iglesia. Las mujeres podían intervenir
públicamente en la oración y hablaban ante toda la congregación.

La nueva iglesia llegó al Nuevo Continente. Los cuáqueros,


por ejemplo, fundaron su propia colonia en Pensilvania, en 1682.
Y, como al contrario que el catolicismo, defendían la
interpretación individual de los textos sagrados, favorecían que
las mujeres aprendieran a leer y escribir. Este motivo fue
fundamental para que en Estados Unidos el analfabetismo
femenino fuera mucho menor que en Europa y para que se
crearan colegios universitarios femeninos. Con la educación se
desarrolló una clase media de mujeres educadas que fueron el
núcleo y dieron cuerpo al feminismo norteamericano del XIX.54

Con todas estas condiciones —explica María Salas—, ya


existían las bases para un movimiento de mujeres real. Lo que
hacía falta era un impulso que le diese vida, una cabeza y un
programa.55 Quizá también necesitasen una última injusticia.
Todas esas circunstancias se dieron en el Congreso
Antiesclavista Mundial celebrado en Londres en 1840. De la
delegación norteamericana formaban parte cuatro mujeres que,
sin embargo, no fueron bien recibidas en Inglaterra. Todo lo
contrario. El Congreso, escandalizado por su presencia, no las
reconoció como delegadas e impidió que participaran. Las cuatro
mujeres tuvieron que seguir las sesiones tras unas cortinas.

Efectivamente, el Congreso fue el detonante. Las delegadas


regresaron de Londres a Estados Unidos humilladas, indignadas
y decididas a centrar su actividad en el reconocimiento de sus
propios derechos, los derechos de las mujeres. Especial empeño
pusieron en ello Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton.

Lucretia Mott era una cuáquera que fundó la primera


sociedad femenina contra la esclavitud y cuya casa se utilizaba
como refugio en el camino de huida de los esclavos. Tenía unos
20 años más que Elizabeth Cady Stanton, quien fue en cierto
modo su discípula, convirtiéndose con el tiempo en la intelectual
más destacada del movimiento americano.56

LA DECLARACIÓN DE SENTIMIENTOS

Si los años pueden tener apellidos, 1848 ha pasado a la


historia como un año «revolucionario». Tomó su nombre la
revolución que se desarrolló en Francia, la revolución de 1848, y
además es la fecha en la que Marx y Engels publicaron su célebre
Manifiesto comunista. Pero en la mayoría de los libros de historia,
le falta el segundo apellido. En verano, 1848 también vio nacer la
Declaración de Seneca Falls o Declaración de Sentimientos,57 el
texto fundacional del sufragismo norteamericano.

Ocurrió en un pueblecito al oeste del estado de Nueva York.


En una capilla metodista, Elizabeth Cady Stanton convocó a cien
personas —más del doble de mujeres que de hombres—, de
distintas asociaciones y organizaciones políticas del ámbito
liberal —fundamentalmente comprometidas todas con la lucha
abolicionista—, a una reunión. Elizabeth Cady Stanton era hija
de un juez y estaba casada con un abogado. Tenía ya experiencia
en hablar en público por sus actividades en contra de la
esclavitud y, además, habían pasado ya ocho años tras el
vergonzoso episodio del Congreso Antiesclavista Mundial de
Londres. Tiempo suficiente para haber madurado la rabia y la
humillación y para haber tomado decisiones.

La reunión se anunció públicamente en el periódico local:

Convención sobre los derechos de la mujer. El miércoles y


jueves, 19 y 20 de julio a las 10.00 horas de la mañana, se
celebrará en la capilla metodista, Seneca Falls, estado de Nueva
York, una convención para discutir los derechos y la condición
social, civil y religiosa de la mujer. El primer día se celebrará una
sesión exclusivamente para mujeres, a las que se invita
cordialmente. El público en general está invitado a la sesión del
segundo día, cuando Lucretia Mott de Filadelfia, y otras damas y
caballeros, se dirigirán a los presentes.58

Parece que en total, entre los invitados y el público que


acudió tras leer el periódico, se congregaron alrededor de 300
personas. La reunión, como decía el anuncio, se había convocado
para estudiar las condiciones y derechos sociales, civiles y
religiosos de la mujer. Cuando ésta terminó, después de los dos
días de conversaciones, redactaron un texto cuyo modelo es la
Declaración de Independencia de Estados Unidos. Era la
Declaración de Seneca Falls, que ellas llamaron «Declaración de
Sentimientos». Este acontecimiento marcó un hito en el
feminismo internacional al quedar consensuado uno de los
primeros programas políticos feministas. La Convención fue el
primer foro público y colectivo de las mujeres.59

El texto fue aprobado por unanimidad y firmado por las


sesenta y ocho mujeres y los treinta y dos hombres convocados,
salvo una cláusula, la que reclamaba el derecho al voto. En ese
momento, aún no era una reivindicación clara para todas. Como
«hijas de la libertad», las mujeres de Seneca Falls se apropiaron
de los discursos políticos del momento en la cultura
norteamericana para legitimar su filosofía feminista. Por eso, la
Declaración fue calcada de la Declaración de Independencia
americana, porque al hacerlo así daban legitimidad política a sus
reivindicaciones y entroncaban con la filosofía que ya estaba
asentada en la cultura política de su país.60

Explica Alicia Miyares que la Declaración de Seneca Falls se


enfrentaba a las restricciones políticas: no poder votar, ni
presentarse a elecciones, ni ocupar cargos públicos, ni afiliarse a
organizaciones políticas o asistir a reuniones políticas. Iba
también contra las restricciones económicas: la prohibición de
tener propiedades, puesto que los bienes eran transferidos al
marido; la prohibición de dedicarse al comercio, tener negocios

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