Las "Olas" Del Feminismo

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Las “olas” del Feminismo

Durante generaciones, el movimiento feminista ha avanzado notablemente en la


defensa de los derechos de las mujeres. Muchos académicos y activistas asumen
que ha habido tres “olas” distintas de feminismo, y que el "Movimiento
#MeToo" supone una cuarta ola contemporánea. Sin embargo, la historia del
movimiento feminista es mucho más compleja.
La metáfora de las “olas" como representación de los diversos momentos de
auge del feminismo comenzó en 1968, cuando Martha Weinman Lear publicó
un artículo en el New York Times titulado “La segunda ola feminista”. El
artículo de Lear conectaba al movimiento sufragista del siglo XIX con los
movimientos de mujeres en la década de 1960. Esta nueva terminología se
difundió rápidamente y se convirtió en la manera popular de definir el
feminismo.
Aunque la metáfora de las “olas feministas” es útil para que la gente haga un
distinción entre las distintas etapas del activismo de las mujeres, es imposible
precisar con exactitud las fechas específicas del comienzo o el final de cada ola
del feminismo. En realidad, cada época histórica se inspira en una larga
tradición de activismo que logró trascender las líneas generacionales.
Los orígenes del movimiento

La primera ola del movimiento feminista suele vincularse con la primera


convención formal sobre los Derechos de la Mujer que se celebró en 1848. Sin
embargo, las feministas de la primera ola estaban  influenciadas por el activismo
colectivo de las mujeres en muchos otros movimientos de propósitos
reformistas. En particular, las feministas obtuvieron conocimientos estratégicos
y tácticos de las mujeres que tomaron partido en la Revolución Francesa, el
Movimiento por la Templanza y el Movimiento Abolicionista.
La Revolución Francesa

“La Revolución Francesa marcó el inicio de la participación organizada de las


mujeres en la política”. -- Historiador R.B. Rose en “Feminismo, mujeres y la
Revolución Francesa” Con el inicio de la Revolución Francesa en 1789, muchas
mujeres se pusieron en la primera línea para defender sus derechos. A pesar de
que se les consideraba “ciudadanas pasivas”, estas mujeres asumieron un papel
activo en el clima político de su país. El 5 de octubre de 1789, miles de mujeres
francesas armadas marcharon desde los mercados de París hasta el Palacio de
Versalles. Exigían que el Rey atendiera sus preocupaciones económicas y la
drástica escasez de alimentos que estaba teniendo lugar en Francia.
Desafortunadamente, su lucha estaba lejos de terminar.
Unos meses antes, los reformistas lograron persuadir a la Asamblea Nacional
Constituyente francesa para que adoptara la “Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano”. Este documento otorgó derechos de ciudadanía a
varios miembros de la población. Desafortunadamente, seguía excluyendo de la
ciudadanía a las mujeres y otros grupos minoritarios. Cuando este documento se
convirtió en el preámbulo de la Constitución Francesa de 1791, muchas mujeres
comenzaron a enfocarse en la obtención la ciudadanía y la igualdad de derechos.
Una de estas mujeres, la dramaturga Olympes de Gouges, escribió la
“Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” en 1791. La
declaración de Gouges comienza así: “Las mujeres nacen libres y son iguales a
los hombres ante la ley. Las distinciones sociales solo pueden fundarse en la
utilidad común”. Su declaración también incluyó los variados derechos que
deben poseer tanto el hombre como la mujer. Este documento y el activismo
colectivo de las mujeres en la Revolución Francesa se convirtieron en fuente de
inspiración para las feministas de la primera ola.
El Movimiento por la Templanza

Las feministas de la primera ola también se vieron influenciadas por el


activismo generalizado de las mujeres durante el Movimiento por la Templanza.
A principios del siglo 19, muchos ciudadanos de Estados Unidos comenzaron a
promover la “reforma moral”. En un esfuerzo por luchar contra la inmoralidad,
en la década de 1820 se desarrolló el Movimiento por la Templanza para limitar
o prohibir el consumo de alcohol. Para muchas mujeres blancas de clase media,
a quienes se les consideraba como las “autoridades morales de sus hogares”, el
consumo de alcohol suponía una amenaza para la estabilidad de sus hogares.
Estas mujeres, junto con los partidarios masculinos de la templanza, comenzaron
a crear caricaturas, panfletos, canciones y discursos sobre los daños del consumo
de alcohol.
En 1826, la Sociedad Estadounidense para la Promoción de la Templanza (la
Sociedad Estadounidense por la Templanza) se formó en Boston, Massachusetts.
La sociedad se extendió rápidamente, con activistas de la templanza iniciando
capítulos locales en todo el país. Además, para 1831 había más de veinticuatro
organizaciones de mujeres dedicadas al Movimiento de la Templanza. Uno de
los grupos más notables que se desarrolló posteriormente en el movimiento fue
la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza.
Miles de mujeres de esta organización marcharon hacia las licorerías y bares
exigiendo que los dueños firmaran un compromiso para dejar de vender bebidas
alcohólicas. Así como estas mujeres abogaban por la templanza y los asuntos
concernientes a sus hogares, también exigían tener un rol igualitario en la
actividad pública.
“El Movimiento por la Templanza, de hecho, dio a las mujeres la oportunidad de
participar en la vida política pública por primera vez”.
-- Tara Isabella Burton en “La historia feminista de la prohibición”
El Movimiento Abolicionista 

A la vez que muchas de esas mujeres comenzaban a abogar por tener su voz
política, las mujeres de distintos grupos étnicos y orígenes también luchaban por
tener derechos humanos básicos. A principios del siglo 19, gran parte de la
población afroamericana de Estados Unidos estaba esclavizada. Dado que el
primer grupo de africanos esclavizados llegó al país a principios del siglo 17, ya
para entonces los hombres y mujeres afroamericanos habían estado luchando por
la libertad y la ciudadanía durante dos siglos. Su activismo colectivo fue la base
del Movimiento Abolicionista que impulsó el fin de la esclavitud.
Las mujeres afroamericanas fueron cruciales para el abolicionismo de principios
del siglo 19. Durante las décadas de 1820 y 1830, estas mujeres establecieron
organizaciones sociales y literarias, así como grupos religiosos para desafiar la
esclavitud y apoyar a sus comunidades.
El 12 de febrero de 1821, doscientas mujeres afroamericanas de clase
trabajadora establecieron la Sociedad de Hijas de África en Filadelfia. Esta
sociedad brindó apoyo a sus miembros y una asignación semanal de 1,50 dólares
para cuando se enfermaban. De igual manera, en 1831 se conformó la Free
Produce Society de las Mujeres de Color para boicotear la explotación de la
mano de obra esclava, vendiendo únicamente artículos producidos por
afroamericanos libres.
También se conformaron varias sociedades literarias durante este tiempo que se
dedicaron a la “difusión del conocimiento y la supresión del vicio y la
inmoralidad". La Asociación Literaria Femenina, la Sociedad de Inteligencia
Femenina Afroamericana y la Sociedad Literaria de Damas de Color se
formaron a principios de la década de 1830.
Además de su labor estableciendo organizaciones, las mujeres afroamericanas
realizaron extensas giras de conferencias por todo el país y publicaron cartas,
poemas y narraciones de esclavos para luchar por la abolición de la esclavitud.
Mujeres como Maria Stewart, Jarena Lee, Sarah Louise Forten y Sarah Mapps
Douglass se pronunciaron abiertamente contra la esclavitud y abogaron por la
educación de las mujeres y los derechos de ciudadanía.
Video de Maria Stewart - https://youtu.be/5S2myN5gl3M
Si bien no todas las mujeres abolicionistas se convirtieron en activistas por los
derechos de las mujeres, las feministas pioneras debieron sus carreras públicas a
la abolición”.
- Historiadora Manisha Sinha en “La causa del esclavo: una historia de la
abolición”
La cuestión femenina

A partir del activismo de las mujeres en estos movimientos sociales, muchas


mujeres blancas de clase media y alta se

unieron al Movimiento Abolicionista. Mujeres como Lucretia Mott, Lucy Stone


y las hermanas Angelina y Sarah Moore Grimké se unieron a varias
organizaciones blancas contra la esclavitud. Sin embargo, estas sociedades
estaban dominadas por hombres y por lo general no permitían que las mujeres
hablaran en público ante una audiencia masculina. Cuando las mujeres
ignoraban estas reglas sociales, los hombres se burlaban de ellas y las
despreciaban. Por ejemplo, las hermanas Grimké fueron ridiculizadas por sus
escritos y la Asociación General de Ministros Congregacionales de
Massachusetts escribió una declaración pública en contra de ellas por dar
discursos frente a hombres. Las mujeres abolicionistas tomaron cartas en el
asunto y  organizaron la Convención contra la Esclavitud de las Mujeres
Estadounidenses en la ciudad de Nueva York en 1837.

Si bien estas mujeres buscaban generar reformas, la privación colectiva de sus


derechos se hizo aún más evidente. En 1840, se celebró en Londres la primera
Convención Mundial contra la Esclavitud. Desafortunadamente, los
organizadores dejaron claro que solo podían asistir hombres al encuentro. Aun
así, Lucretia Mott asistió y a ella se les unieron otras mujeres activistas,
incluyendo a Elizabeth Cady Stanton. Luego de varias horas de debate, los
organizadores masculinos decidieron que solo los hombres podrían hablar y
votar en la convención. Las mujeres fueron enviadas a la galería de espectadores
y solo se les permitió mirar y escuchar. Después de esta reunión, Mott y Stanton
decidieron formar una sociedad y celebrar su propia convención para defender
los derechos de las mujeres.
Ocho años después, Mott, Stanton y otras trescientas mujeres celebraron la
primera Convención sobre los Derechos de la Mujer. Este grupo de mujeres y
hombres seguidores se reunió en julio de 1848 en Seneca Falls, Nueva York. En
esta reunión, discutieron y votaron por la “Declaración de Sentimientos”,
organizada por Stanton. Muy a semejanza de la “Declaración de los Derechos de
la Mujer y de la Ciudadana” escrita por Olympes de Gouges durante la
Revolución Francesa, Stanton declaró que “todos los hombres y mujeres son
creados iguales”.
El documento también abogaba por la educación de las mujeres, el derecho a la
propiedad y el liderazgo organizacional. Uno de los temas más controvertidos
del programa fue el del sufragio femenino. Aunque no todas estuvieron de
acuerdo, muchas de estas activistas de los derechos de las mujeres creían que sus
objetivos serían difíciles de alcanzar sin el derecho al voto. Después de la
primera convención, este grupo de mujeres comenzó a reunirse con regularidad,
y el creciente movimiento feminista comenzó a centrarse en alcanzar el derecho
al sufragio y el poder político.
Durante los siguientes 70 años, el objetivo central del movimiento feminista fue
que las mujeres lograran el derecho al voto. Aunque siguieron participando en
otros movimientos sociales, muchas feministas de la primera ola creían que el
sufragio era la clave para desbloquear otros derechos.
Sin embargo, para otros grupos de mujeres, el derecho al voto no solo estaba
ligado al género, sino también a la raza y la clase social. Aun cuando el
movimiento progresaba, a menudo las feministas de la primera ola pasaban por
alto las inquietudes de las mujeres de color. A pesar de que, por lo general, no se
les invitaba o las excluían de participar plenamente en las organizaciones
blancas, las mujeres de color no solo se pronunciaban sobre hacer frente al
sexismo, sino también al racismo y al clasismo.
“La primera y verdadera razón por la que nuestras mujeres comenzaron a utilizar
los clubes como un medio para mejorar su propia condición y la de su raza es
que son PROGRESISTAS”.
-Mary Church Terrell, cofundadora de la Asociación Nacional de Mujeres de
Color
Las mujeres afroamericanas abogaron por los derechos de las mujeres junto con
su lucha por la libertad y el bienestar de sus comunidades. Frances Ellen
Watkins Harper fue una de las fundadoras de la Asociación Estadounidense por
el Sufragio de la Mujer (AWSA, por sus siglas en inglés) en 1869 junto con la
abolicionista blanca Lucy Stone y Frederick Douglass. Otras mujeres negras
como Sojourner Truth y Charlotte Forten se unieron a la AWSA para promover
el sufragio universal. Las tías de Forten, Harriet Forten Purvis y Margaretta
Forten, fueron, también, dos de los “principales actores” que ayudaron a
organizar la Quinta Convención Nacional de los Derechos de la Mujer en
Filadelfia.
Sin embargo, las mujeres afroamericanas seguían siendo objeto de
discriminación y a menudo tenían que unirse a asociaciones pro sufragio
segregadas. En 1876, Mary Ann Shadd Cary escribió una carta a la Asociación
Nacional por el Sufragio de la Mujer en nombre de 94 mujeres negras
solicitando que se añadieran sus nombres como firmantes de la “Declaración de
Sentimientos” de Stanton.
El 3 de marzo de 1913, la Asociación Nacional Estadounidense por el Sufragio
de la Mujer (NAWSA, por sus siglas en inglés) liderada por Stanton, organizó
su primer desfile por el sufragio en Washington, D.C. Aun cuando requirieron
que las mujeres afroamericanas marcharan de últimas en el desfile, las mujeres
negras participaron en el evento, incluyendo a las fundadoras de la Asociación
Nacional de Mujeres de Color.
Las mujeres asiáticas también lucharon contra el sexismo, el racismo y el
clasismo en defensa de sus derechos. La Ley Page de 1875 prohibía a las
mujeres chinas inmigrar a los Estados Unidos, y la Ley de Exclusión China de
1882 impidió que los inmigrantes chinos obtuvieran la ciudadanía y el derecho
al voto. Esto no detuvo a Mabel Ping-Hua Lee para encabezar a caballo a casi
10.000 personas en el desfile por el sufragio de Nueva York de 1912.
Dos años después, Lee pronunció un discurso en la tienda de la Unión Política
de las Mujeres alentando la participación cívica de las mujeres chinas.
Desafortunadamente, cuando a las mujeres en el estado de Nueva York se les
otorgó el derecho al voto en 1917, la Ley de Exclusión China aún impidió a Lee
votar. Sin embargo, cuando las mujeres de California obtuvieron el derecho al
voto en 1912, Tye Leung Schulze se convirtió en la primera mujer china en
votar en los Estados Unidos.
Las mujeres de Filipinas también defendieron sus derechos. En la década de
1900, Filipinas era una colonia de los Estados Unidos, pero estas mujeres no
podían votar en ninguno de los dos lugares. En 1905, se fundó la Asociación
Feminista Filipina para fomentar la “participación de las mujeres en los asuntos
públicos”. Algunos de sus miembros se reunieron con la Primera Dama Florence
Harding en la Casa Blanca en 1922.
Las mujeres latinas también lucharon por los derechos de la mujer a la vez que
promovían la reforma social. En 1917, la sufragista Adelina Otero-Warren fue
invitada por el Partido Nacional de la Mujer (Unión del Congreso) a dirigir su
capítulo de Nuevo México. Otero-Warren abogó por que la literatura sobre el
sufragio se publicara en inglés y en español, para que fuera accesible al público
latino. También jugó un papel decisivo en la ratificación de la 19ª Enmienda en
Nuevo México, que otorgaba el derecho al voto a las mujeres.
Luisa Capetillo utilizó, en cambio, un enfoque de base como defensora de los
trabajadores y escritora para promover los derechos de los trabajadores y la
educación de las mujeres. En 1909 publicó “Mi opinión sobre las libertades,
derechos y deberes de la mujer”, que se convirtió en la primera tesis feminista
escrita en Puerto Rico. También editó el primer periódico feminista de Puerto
Rico, La Mujer, fundado por Ana Roqué de Duprey.
Duprey era una feminista muy conocida y en 1917 estableció la Liga Feminista
Puertorriqueña. Junto con otros miembros de esta liga, también creó la Liga
Social Sufragista, la Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas y la
Asociación Insular de Mujeres Votantes
A medida que estas mujeres de color y feministas de la primera ola iban
persiguiendo sus objetivos, pudieron alcanzar varias pequeñas victorias en pro
de los derechos de las mujeres a lo largo del camino. Por ejemplo, en 1916,
Jeannette Rankin se convirtió en la primera mujer elegida para la Cámara de
Representantes. Ese mismo año, Margaret Sanger abrió la primera clínica de
control de la natalidad en los Estados Unidos, a pesar de que la ley del estado de
Nueva York prohibía la distribución de anticonceptivos. Posteriormente, Sanger
estableció la clínica que se convertiría en Planned Parenthood.
Aun así, las feministas de la primera ola tuvieron que esperar hasta agosto de
1920 para presenciar la ratificación de la 19ª Enmienda, que otorgó a las mujeres
el derecho al voto. Desafortunadamente, las mujeres de color tendrían que
esperar mucho más tiempo para ejercer su derecho al voto debido a la
discriminación racial.
El final de la primera ola

Después de la ratificación de la 19ª Enmienda, el impulso que tuvo la primera


ola empezó a disminuir. Para muchos, la 19ª Enmienda fue el gran logro
legislativo por el cual ellas habían estado luchando. Sin embargo, otras mujeres
siguieron defendiendo sus derechos dentro de organizaciones locales y grupos
de intereses específicos. La militante sufragista y fundadora del Partido
Nacional de la Mujer, Alice Paul, creía que la 19ª Enmienda no era suficiente
para garantizar la plena igualdad de las mujeres. En 1923, presentó la Enmienda
de Igualdad de Derechos ante el Congreso para consolidar los derechos
constitucionales de la mujer. Sin embargo, muchas otras feministas se opusieron
a esta legislación porque ponía en riesgo las protecciones laborales de las
mujeres. Estas diferencias ideológicas separaron aún más a las feministas hasta
que este capítulo del movimiento llegó a su fin. La siguiente explosión feminista
a gran escala no ocurriría hasta la “segunda ola” de los años 60.
Exhibición escrita y curada por Kerri Lee Alexander, Miembro del NWHM

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