La Emocionalidad

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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN.


UNIDAD EDUCATIVA COLEGIO DOMINGO SAVIO.
LA ASUNCIÓN- NUEVA ESPARTA.

HOLA… LEAMOS UN POCO, SOBRE EL MANEJO DE

LA EMOCIONALIDAD.

La intensidad emocional varía de una persona a otra. De hecho, las


personas con una intensidad emocional alta, son más pasionales y
expresan sus emociones más vivamente que otras. Por ello, saber
gestionarlas cuando se sienten mal o están frustrados o enfadados se
convierte en un gran desafío para estas personas. Solo es cuestión de
tiempo, paciencia, esfuerzo y práctica desarrollar la destreza suficiente
para gestionar y controlar la inteligencia emocional.

Acompañar a los adolescentes en su emocionalidad.

Según explican desde Youthcamp, el concepto de inteligencia


emocional ha ganado fuerza en los últimos años y muchas de las nuevas
generaciones están descubriendo los principios básicos de la inteligencia
emocional y sus beneficios.

Asimismo, este concepto también ocupa


un lugar importante en el panorama educativo
de los padres. Una de las cosas más importantes
que se le puede enseñar a un hijo acerca de las
emociones es que no son buenas o malas. Es
vital saber expresarles que no necesitan juzgar
las emociones, simplemente notarlas y sentirlas,
para después identificarlas como cómodas o
incómodas.
Por ello, desde Youthcamp nos dan las claves para realizar con
nuestros hijos unas actividades y reflexiones para construir, desarrollar y
mantener la inteligencia emocional.

Una de las cosas más importantes que se le puede enseñar a un hijo


acerca de las emociones, es que no son buenas o malas.

1. Categorización de las emociones. Un buen ejercicio sería escribir


cinco emociones básicas en notas adhesivas o en tarjetas, así como
palabras que pudieran identificarse con situaciones. Posteriormente
hablar con los jóvenes sobre cada emoción y dónde podrían encajar
cada una de esas palabras en la categoría de situaciones.

2. Pregunte y reflexione con su hijo. Tómese un tiempo para hablar con


su hijo y responder algunas de las siguientes preguntas:
 ¿Cómo afectan mis estados de ánimo a mis pensamientos y
toma de decisiones?
 ¿Cómo describiría mi estilo de comunicación y su efecto en los
demás?
 ¿Qué rasgos en los demás me molestan y por qué?
 ¿Me resulta difícil admitir que estoy equivocado? ¿Por qué o
por qué no?
 ¿Cuáles son mis puntos fuertes?; ¿cuáles son mis debilidades?

Debemos pensar profundamente las respuestas, usándolas para


hacer comprender a nuestro hijo sus emociones.
3. Use vocabulario emocional. Cuando un médico trata de
diagnosticar un problema, él o ella le pedirá que describa el dolor
que está sintiendo. Podrían pedirle que use palabras como agudo,
dolorido, calambres, o sensible entre otros. Cuanto más específico
sea, más fácil será para su médico diagnosticar el problema y
prescribir el tratamiento adecuado. Con las emociones el
funcionamiento es parecido: al usar palabras específicas para
describir sus sentimientos, es más fácil llegar a su causa raíz, lo que le
permite lidiar mejor con ellos. Entonces, la próxima vez que nuestro
hijo experimente una fuerte reacción emocional, tómese un tiempo
para procesar con él la situación. No solo lo que está sintiendo, sino
también el motivo. Trate de dar palabras a sus sentimientos; luego,
determine junto a él lo que quiere hacer sobre la situación.

4. Pausa. Ayude a su hijo a tomar descansos. Hágalo comprender que,


si siente que está empezando a responder emocionalmente a una
situación, debe primero tomar una pausa. Si es posible, aconséjalo
que vaya a dar un paseo. Una vez que haya tenido la oportunidad
de calmarse, anímale a decidir cómo querer avanzar.

5. Enséñalo a utilizar el truco de tres segundos. Si tiendes a contestar


rápidamente, aceptas los compromisos demasiado deprisa y puedes
decir algo que luego lamentarás. Para prevenirlo, podemos practicar
con nuestros hijos estas tres preguntas rápidas antes de contestar: ¿es
necesario decir esto?; ¿es necesario que lo diga yo?; ¿necesito decir
esto ahora? En cambio, si es el joven es más introvertido y a menudo
siente que desearía haberse expresado en un momento o situación
específica, ayúdalo a preguntarse: ¿me arrepentiré de no hablar
más tarde? Las preguntas correctas pueden ayudar a cualquier
persona a manejar sus reacciones emocionales y evitar
arrepentimientos.
6. Aprende a decir no. Es genial ser amable y servicial con los demás,
pero los jóvenes tienen que aprender a poner sus límites. Para ello,
podemos hablar con nuestros hijos y poner ejemplos de situaciones
en las que, si respondemos sí a todas las solicitudes, podemos elegir el
camino del agotamiento y gastar nuestro tiempo y energía.
Debemos explicar que, cada vez que decimos que sí a algo que
realmente no queremos, en realidad estás diciendo que no a las
cosas que sí queremos.

7. Convertir las críticas en comentarios constructivos. Una de las


actividades que podemos realizar con nuestros hijos está relacionada
con las críticas y el peligro de tomarlas de forma personal. En su lugar,
debemos enseñar a los jóvenes a responder dos preguntas: dejando
de lado los sentimientos personales, ¿qué puedo aprender de esta
opinión alternativa?; ¿cómo puedo usar estos comentarios para
ayudarme a mejorar? Recuerda que la mayoría de las críticas están
enraizadas en la verdad e, incluso cuando no lo es, ofrecen la
oportunidad de ver la realidad desde la perspectiva de los demás.

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