La Meta Es El Origen - Prologo A Patrim
La Meta Es El Origen - Prologo A Patrim
La Meta Es El Origen - Prologo A Patrim
32/vol. i
Direttore
Olimpia Niglio
Kyoto University, Japan
Comitato scientifico
Taisuke Kuroda
Kanto Gakuin University, Yokohama, Japan
Rubén Hernández Molina
Universidad Nacional, Bogotá, Colombia
Alberto Parducci
Università degli Studi di Perugia
Pastor Alfonso Sánchez Cruz
Revista Horizontes de Arquitectura, Mexico
Enzo Siviero
Università Iuav di Venezia, Venezia
Alberto Sposito
Università degli Studi di Palermo
Karin Templin
University of Cambridge, Cambridge, UK
Comitato di redazione
Giuseppe De Giovanni
Università degli Studi di Palermo
Marzia Marandola
Sapienza Università di Roma
Mabel Matamoros Tuma
Instituto Superior Politécnico José A. Echeverría, La Habana, Cuba
Alessio Pipinato
Università degli Studi di Padova
Bruno Pelucca
Università degli Studi di Firenze
Chiara Visentin
Universita degli Studi di Pisa, Campus di Lucca
PEER REVIEW: Lina Constanza Beltrán Beltrán (Colombia), Estrellita García Fernández (Méxi-
co), Mabel Matamoros Tuma (Cuba), Elizabeth Torres Carrasco (México).
EdA – Collana editoriale internazionale con obbligo del Peer review (SSD A08 – Ingegneria
Civile e Architettura), in ottemperanza alle direttive del Consiglio Universitario Nazio-
nale (CUN), dell’Agenzia Nazionale del sistema Universitario e della Ricerca (ANVUR) e
della Valutazione Qualità della Ricerca (VQR). Peer Review per conto della Direzione o
di un membro della Redazione e di un Esperto Esterno (clear peer review).
Conservación de centros históricos en Cuba
Volumen I
editado por
Lourdes Gómez Consuegra
Olimpia Niglio
A Mario Coyula Cowley
1935-2014
17 Prólogo
Patrimonio arquitectónico e Historia. “La meta es el origen”.
Carlos Sambricio
27 Introducción
Lourdes Gómez Consuegra, Olimpia Niglio
VOLUMEN I
REFLEXIONES PRELIMINARES
61 Tiempos y coincidencias
Ángela Rojas Ávalos
VOLUMEN II
17
18 Conservación de centros históricos en Cuba
dalosas, se hayan cruzado razas más dispares y donde sus abrazos amoro-
sos hayan sido más frecuentes, más complejos, más tolerados y más augu-
rales de una paz universal de las sangres afirmaba tajante como la llamada
raza cósmica no era sino para paradoja de una posible, deseable y futura
desacralización de la humanidad.
La “verdadera” historia de Cuba, para Fernando Ortiz, debía partir de una
premisa clara: Cuba es a la vez una tierra y un pueblo y “lo cubano” es lo
propio de este país y de su gente. Importaba, en consecuencia, tanto el medio
como sus habitantes apuntando como ...hay una cubanidad ...que sale de la
entraña patria y nos envuelve y penetra como el vaho de creación que brota
de nuestra Madre Tierra después de fecundada por la lluvia que le manda el
Padre Sol; algo que nos languidece al amor de nuestras brisas y nos
arrebata al vértigo de nuestros huracanes. De manera implícita señalaba
cuanto cualquier reflexión sobre el pasado arquitectónico debía plantearse no
enfatizando determinado “estilo” sobre otro cuanto sobrevalorando la
pervivencia de determinados elementos en una cultura cambiante. Entendía
en consecuencia la cultura como creadora, dinámica y social (...no solo en su
transplantación desde múltiples ambientes extraños al singular de Cuba,
sino en sus transformaciones locales) proponiendo -a modo de imagen
esclarecedora- el ajiaco criollo -guiso compuesto por distintos tipos de
carmes en lenta cocción- como símbolo de la configuración de la identidad
cubana, del mismo modo que reclamaba las citadas lluvias, brisas, ve-
getación o luz como características básicas de un patrimonio arquitectónico.
Para un Ortiz mas preocupado por conocer que configuraba la
“cubanidad” que no en profundizar sobre la fortuna que determinada cultura
pudo tener sobre otra la “cubanidad” no era ni una tendencia ni un rasgo sino
...una específica cualidad de cubano. Entendiendo que no hay una raza
cubana; y raza pura no hay ninguna analizaba las intrincadísimas trans-
culturaciones ocurridas en Cuba apuntando la necesidad de entender la
transculturación del indio paleolítico al neolítico y la desaparición de éste
por no acomodarse al impacto de la nueva cultura castellana. Sin conocer las
transculturaciones se hacía imposible -apuntaba- entender la evolución del
pueblo por cuanto si bien evolución histórica significa tránsito de culturas -a
ritmo más o menos veloz-entendía que lo singular de Cuba es que fueron
tantas y tan diversas las culturas que -en posiciones de espacio y categorías
estructurales- que han influido en la formación de su pueblo que ese inmenso
amestizamiento de razas y culturas sobrepuja en trascendencia a todo otro
fenómeno histórico. En este sentido, el concepto “transculturación”
expresaba para él las fases del proceso transitivo de una cultura a otra, no
Prólogo 23
consistiendo en asumir una distinta cultura sino que valorar que supone el
desarraigo de la cultura precedente.
Junto con Nicolás Guillén, Fernando Ortiz evidenció su defensa de un na-
cionalismo (identificando este con patrimonio cultural) capaz de integrar
factores sociales bien distintos. Enfatizando la importancia del concepto
“cultura” como condensación de las heterogéneas formaciones étnicas, la
cultura servía a Ortiz como artificio para desarrollar su proyecto naciona-
lista, apuntando como ...lo realmente nuestro, lo que nos pertenece troncal-
mente a todos, es ‘una misma cultura’, aunque de matices variados, y en que
lo único que puede vincularnos unos a otros en el porvenir para nobles y
puras actividades no es sino ‘la cultura’ en su sentido más comprensivo y
supremo, sin las colocaciones parciales de tal o cual política, religión, es-
cuela o raza. Reclamaba lo nacional o, lo que es lo mismo, lo que con el
tiempo ha configurado una cultura, enfrentándose en consecuencia tanto a la
influencia norteamericana del Decó como a la reacción de quienes -como
Bens Arrate y Luis Bay- decían apoyarse en la búsqueda de una expresión
arquitectónica latinoamericana basada en el rescate de la herencia colonial
(en los países andino, la reivindicación era recuperar las tradiciones indíge-
nas) razón por la que desde la revista del Colegio de los arquitectos enfati-
zarían la importancia de los monumentos coloniales cubanos.
Fernando Ortiz encontraría apoyo en los profesores de Historia de la Ar-
quitectura de la Facultad de la Habana, jugando tanto Alberto Camacho
como luego los más jóvenes Joaquín Weiss, Pedro Martínez Inclán o Alberto
Prieto un singular papel. Frente a quienes entendían lo colonial como estilo
(esto es, frente a quienes entendían la arquitectura desde un rígido repertorio
decorativo) la preocupación común a los cuatro citados fue integrar los
elementos de la casa popular en el lenguaje de la arquitectura moderna. Si
Camacho había criticado la nueva academia que Le Corbusier buscó
imponer en La Sarraz (en su artículo El Congreso de Sarraz, publicado en la
Revista del Colegio de Arquitectos de Habana, en 1928, hizo hincapié en lo
que definía como “falsa visión del arte moderno”), el paso siguiente fue
definir las características de la herencia histórica valonado el aire, la
vegetación o la luz como determinantes en una forma de hacer y entender.
La idea “patrimonio” suponía en consecuencia encarar lo existente no desde
el erudito estudio de los estilos (rígidos y encorsetados códigos) sino desde
la voluntad por formular una expresión compositiva ligada a la tradición, lo
que coincidía con la reflexión abierta por Ortiz en su Contrapunteo cubano
del tabaco y del azúcar sobre la identidad cubana.
La prematura muerte de Camacho no impidió que Weiss, Martínez Inclán
y Prieto (si bien este ultimo desde posiciones distintas) reclamaran una ar-
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