Criterios para Secuenciar Las Actividades - Neus Sanmartí
Criterios para Secuenciar Las Actividades - Neus Sanmartí
Criterios para Secuenciar Las Actividades - Neus Sanmartí
Estos esquemas y mapas permiten visualizar los principales contenidos interrelacionados alrededor de un
problema, idea o concepto, pero no dicen nada sobre los criterios de secuenciación. Sin embargo, como
enseñar es un proceso que se realiza a lo largo de un tiempo determinado, estas ideas deberán introducirse
de forma más o menos ordenada.
Hasta hace pocos años se secuenciaba básicamente en función de la Biología, la Física, la Geología o la
Química General del primer curso de las licenciaturas universitarias y casi todos los currículos
presentaban una ordenación muy común. Por ejemplo, el estudio de la Física en secundaria debía empezar
forzosamente por la cinemática y el de la Biología por el estudio de la célula. Y dentro de la cinemática,
primero se estudiaba el movimiento rectilíneo uniforme, y luego el acelerado, el circular, etc.
Pero desde las nuevas aproximaciones a la definición de la ciencia escolar estas ordenaciones dejan de
tener sentido.
Así, desde una aproximación más sistémica, el problema didáctico es cómo favorecer que los modelos
iniciales de los estudiantes evolucionen, desde sus representaciones simples y/o alternativas, a otras más
complejas y/o cercanas a los modelos científicos actuales (figura 10.3.). Por ello será importante analizar
el modelo de forma holística, es decir, profundizando de forma interrelacionada en las distintas variables.
Desde este punto de vista no es tan importante decidir por qué contenido empezar, sino que los que se
vayan introduciendo sirvan para que el alumnado autoevalúe y regule sus dificultades. Dichas dificultades
son, como la investigación didáctica ha destacado, obstáculos a superar para que el modelo inicial
evolucione.
Así, por ejemplo, diferenciar entre una disolución y un compuesto no es sólo un problema de aprender a
clasificar sustancias, sino que requiere reconocer que en un compuesto las propiedades de sus
componentes no se conservan, y esta idea está muy lejos de ser intuitiva y aceptada. Los estudiantes
asocian propiedades a elementos (o a algo “sustancial”), y les cuesta admitir que el color azul del sulfato
de cobre hidratado no se deba a alguna sustancia que contiene y lo “tiñe”, o que el elemento-cobre tenga
propiedades distintas del ión-cobre.
Pero es más: construir el concepto “compuesto” implica construir también el concepto de sustancia pura,
de cambio químico, conocer procedimientos de separación, aceptar que la proporción entre sus
componentes (en masa, en n° de átomos) se conserva, etc. etc. Todos estos atributos que permiten
conceptualizar la idea de compuesto químico deberán ser introducidos a lo largo de los años de
escolaridad del estudiante. Es posible que haya muchas vías distintas, pero todas ellas deberán posibilitar
que los estudiantes vayan aumentado el grado de complejidad de su idea de compuesto.
Estas reflexiones conducen a reconocer que es necesario tomar decisiones argumentadas didácticamente
acerca del orden de presentación de las nuevas ideas a construir. Parece razonable tener en cuenta
variables como: su posible grado de concreción vs abstracción, el nivel de simplicidad vs complejidad, su
carácter más general vs particular y, también y muy especialmente, la proximidad con las intuiciones o
ideas previas de los alumnos y alumnas. Una regla a tener en cuenta es que las nuevas ideas no deben ser
tan distintas de sus puntos de partida que imposibiliten apropiarse de ellas, ni tan cercanas que no
permitan la construcción de algo nuevo y significativo. Consecuentemente será importante proponer el
aprendizaje de un modelo o idea a través de aproximaciones sucesivas, a partir de definir posibles
hipótesis de evolución o progresión (currículo en espiral), tanto a lo largo de una unidad didáctica como
de un curso y de toda la escolaridad.
Pero no es una actividad concreta la que posibilita aprender, sino el proceso diseñado, es decir, el
conjunto de actividades organizadas y secuenciadas, que posibilitan un flujo de interacciones con y entre
el alumnado y entre el alumnado y el profesorado (figura 10.7). Por ello, la actividad no tiene la función
de promover un determinado conocimiento, como si éste se pudiera transmitir en porciones, sino de
plantear situaciones propicias para que los estudiantes actúen (a nivel manipulativo y de pensamiento), y
sus ideas evolucionen en función de su situación personal (puntos de partida, actitudes, estilos, etc.).
Desde este punto de vista, las actividades se diferencian no sólo por los contenidos que introducen, sino
sobretodo por sus finalidades didácticas, es decir, por la función que el enseñante cree que puede tener en
relación al proceso de enseñanza diseñado. Este proceso de enseñanza es la hipótesis que formula el
profesor o profesora sobre cuál puede ser el mejor itinerario para sus alumnos con el objetivo de que
aprendan, teniendo en cuenta tanto los contenidos a introducir como las características y diversidad de su
alumnado, así como otras variables como el tiempo y material disponible.
Por ejemplo, una misma actividad experimental puede tener objetivos didácticos muy diferenciados.
Puede ser útil para explorar ideas del alumnado y motivarlos, para promover que identifiquen nuevas
variables y/o relaciones, o para aplicar conocimientos introducidos anteriormente. En cada caso, aunque
el experimento sea básicamente el mismo, variaría la forma de plantearlo, cómo presentarlo a los alumnos
y alumnas, la discusión acerca de las observaciones realizadas, el tipo de conclusiones esperadas, etc.
La selección y secuenciación de las actividades depende, pues, del modelo o enfoque que cada profesor
tiene acerca de cómo mejor aprenden sus alumnos. Así, desde un modelo transmisivo de enseñanza, la
explicación del enseñante, la lectura del libro de texto y las experiencias de tipo demostrativo, se
consideran básicas. En cambio, desde modelos constructivistas serán fundamentales las actividades que
tiendan a promover que el alumnado autoevalúe y regule sus formas de pensar y actuar, como serán las
que favorezcan la expresión de sus ideas, su contrastación -entre el alumando y/o con la observación
experimental-, el establecimiento de nuevas interrelaciones, la toma de conciencia de los cambios en los
puntos de vista, etc.
Aún así, en base a los supuestos constructivistas, existen diversas propuestas que confieren diferentes
finalidades didácticas a las actividades de enseñanza (Pozo y Gómez Crespo, 1998; Astolfi y Peterfalvi,
1997). Por ejemplo, para unas propuestas las actividades tienen fundamentalmente la función de estimular
el conflicto cognitivo y el cambio conceptual. Otras se proponen promover el redescubrimiento de las
ideas científicas a partir de la investigación. Otras, facilitar la reorganización del conocimiento mientras
que, para otras propuestas, se trata de promover la evolución y enriquecimiento de los modelos
elaborados por los propios alumnos
De hecho, estas propuestas son más complementarias que divergentes. Debe recordarse que, tal como
indican Johsua y Dupin (1983), las leyes de la didáctica que se puedan enunciar se referirán más a las
cosas que no pueden suceder (constricciones) que a cómo deberían suceder (prescripciones). Así,
podemos afirmar que, para aprender ideas científicas que representen cambios importantes en las formas
cotidianas de explicar los fenómenos, no sirven actividades basadas sólo en la transmisión de las nuevas
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Pueden ser actividades en las que los estudiantes se planteen nuevos problemas, pequeños proyectos o
investigaciones. Muchas veces se confunde este tipo de actividades con los tradicionales problemas o
ejercicios, en los que se busca más la mecanización que dar oportunidades reales de usar y aplicar las
nuevas ideas a la interpretación de fenómenos más complejos que los iniciales. Más bien deberían ser
actividades que, de hecho, iniciaran un nuevo proceso de aprendizaje, y posibilitar el planteamiento de
nuevas preguntas e interrogantes.
En el esquema de la figura 10.8. se resumen estos tipos de actividades situándolas en función de sus
niveles de abstracción y de complejidad. Es importante tener en cuenta que esta clasificación no implica
que el proceso de enseñanza se reduzca a la aplicación mecanicista de las mismas, en el orden señalado.
Habitualmente, en una misma hora de clase se combinan momentos de actividad con finalidades
didácticas variadas y, al mismo tiempo, dichas actividades se puede considerar que forman parte de un
ciclo más general. Tampoco necesariamente deben ser actividades distintas, ya que a menudo una
actividad puede tener funciones simultáneas de exploración, de reconocimiento de nuevas variables, etc.,
según cómo profesor y alumnos reflexionen a partir de ella. Pero su diferenciación puede ser útil para
analizar la calidad del diseño de una unidad didáctica.