Selección de Poemas de Antonio Machado-1
Selección de Poemas de Antonio Machado-1
Selección de Poemas de Antonio Machado-1
Galería del alma… ¡El alma niña! Poeta ayer, hoy triste y pobre
Su clara luz risueña; filósofo trasnochado,
y la pequeña historia, tengo en monedas de cobre
y la alegría de la vida nueva… el oro de ayer cambiado.
»¡Señor, hoy paternal, ayer cruento, Y otra vez roca y roca, pedregales
con doble faz de amor y de venganza, desnudos y pelados serrijones,
a Ti, en un dado de tahúr al viento, la tierra de las águilas caudales,
va mi oración, blasfemia y alabanza!» malezas y jarales,
hierbas monteses, zarzas y cambrones.
Este que insulta a Dios en los altares,
no más atento al ceño del Destino, ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
también soñó caminos en los mares ¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
y dijo: «Es Dios sobre la mar camino». ¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades!
¿No es él quien puso a Dios sobre la guerra
más allá de la suerte, ¡Castilla varonil, adusta tierra;
más allá de la tierra, Castilla del desdén contra la suerte,
más allá de la mar y de la muerte? Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!
¿No dio la encina ibera
para el fuego de Dios la buena rama, Era una tarde, cuando el campo huía
que fue en la santa hoguera del sol, y en el asombro del planeta,
de amor una con Dios en pura llama? como un globo morado aparecía
la hermosa luna, amada del poeta.
Mas hoy… ¡Qué importa un día!
Para los nuevos lares En el cárdeno cielo vïoleta
estepas hay en la floresta umbría, alguna clara estrella fulguraba.
leña verde en los viejos encinares. El aire ensombrecido
oreaba mis sienes y acercaba
Aún larga patria espera el murmullo del agua hasta mi oído.
abrir al corvo arado sus besanas;
para el grano de Dios hay sementera Entre cerros de plomo y de ceniza
bajo cardos y abrojos y bardanas. manchados de roídos encanares,
y entre calvas roquedas de caliza,
¡Qué importa un día! Está el ayer alerto iba a embestir los ocho tajamares
al mañana, mañana al infinito; del puente el padre río,
¡hombres de España, ni el pasado ha muerto, que surca de Castilla el yermo frío.
ni está el mañana —ni el ayer— escrito!
¡Oh Duero, tu agua corre
¿Quién ha visto la faz al Dios hispano? y correrá mientras las nieves blancas
Mi corazón aguarda de enero el sol de mayo
al hombre ibero de la recia mano, haga fluir por hoces y barrancas;
mientras tengan las sierras su turbante No fue por una trágica amargura
de nieve y de tormenta, esta alma errante desgajada y rota;
y brille el olifante purga un pecado ajeno: la cordura,
del sol, tras de la nube cenicienta!… la terrible cordura del idiota.
¿Y el viejo romancero XII. Un criminal.
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?
El acusado es pálido y lampiño.
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,
Arde en sus ojos una fosca lumbre
irá corriendo hacia la mar Castilla?
que repugna a su máscara de niño
y ademán de piadosa mansedumbre.
VIII. Caminos
Conserva del oscuro seminario
¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
el talante modesto y la costumbre
la sierra gris y blanca,
de mirar a la tierra o al breviario.
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada? Devoto de María,
Por tus barrancos hondos madre de pecadores,
y por tus cumbres agrias, por Burgos bachiller en teología,
mil Guadarramas y mil soles vienen, presto a tomar las órdenes menores.
cabalgando conmigo, a tus entrañas.
Camino de Balsaín, 1911. Fue su crimen atroz. Hartóse un día
de los textos profanos y divinos,
XI. Un loco. sintió pesar del tiempo que perdía
enderezando hipérbatons latinos.
Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra Enamoróse de una hermosa niña;
estéril y raída subiósele el amor a la cabeza
donde la sombra de un centauro yerra. como el zumo dorado de la viña,
y despertó su natural fiereza.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos, En sueños vio a sus padres —labradores
a solas con su sombra y su locura de mediano caudal —iluminados
va el loco, hablando a gritos. del hogar por los rojos resplandores,
los campesinos rostros atezados,
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones, Quiso heredar. ¡Oh guindos y nogales
y ruinas de viejos encinares, del huerto familiar verde y sombrío,
coronando los agrios serrijones. y doradas espigas candeales
que colmarán las trojes del estío!
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera. Y se acordó del hacha que pendía
Es horrible y grotesca su figura; en el muro, luciente y afilada;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado, el hacha fuerte que la leña hacía
ojos de calentura de la rama de roble cercenada.
iluminan su rostro demacrado. .................................................
Frente al reo, los jueces en sus viejos
Huye de la ciudad… Pobres maldades, ropones enlutados
misérrimas virtudes y quehaceres y una hilera de oscuros entrecejos
de chulos aburridos, y ruindades y de plebeyos rostros: los jurados.
de ociosos mercaderes.
El abogado defensor perora,
Por los campos de Dios el loco avanza. golpeando el pupitre con la mano;
Tras la tierra esquelética y sequiza emborrona papel un escribano,
—rojo de herrumbre y pardo de ceniza— mientras oye el fiscal, indiferente,
hay un sueño de lirio en lontananza. el alegato enfático y sonoro,
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano! y repasa los autos judiciales
—¡carne triste y espíritu villano!—. o, entre sus dedos, de las gafas de oro
acaricia los límpidos cristales. Y la niña que yo quiero,
¡ay!, preferirá casarse
Dice un ujier: «Va sin remedio al palo».
con un mocito barbero!
El joven cuervo la clemencia espera.
El tren camina y camina,
Un pueblo carne de horca, la severa
y la máquina resuella,
justicia aguarda que castiga al malo.
y tose con tos ferina.
XIV. El tren. ¡Vamos en una centella!