Antología de Antonio Machado Pau Canarias
Antología de Antonio Machado Pau Canarias
Antología de Antonio Machado Pau Canarias
Soledades
II VI XIII
He andado muchos caminos, Fue una clara tarde, triste y soñolienta... Hacia un ocaso radiante
he abierto muchas veredas; tarde de verano. La hiedra asomaba caminaba el sol de estío,
he navegado en cien mares, al muro del parque, negra y polvorienta... y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,
y atracado en cien riberas. La fuente sonaba. tras de los álamos verdes de las márgenes del río.
En todas partes he visto Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
caravanas de tristeza, de la cigarra cantora, el monorritmo jovial,
con agrio ruido abrióse la puerta
soberbios y melancólicos entre metal y madera,
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
borrachos de sombra negra, que es la canción estival.
golpeó el silencio de la tarde muerta.
y pedantones al paño En una huerta sombría
que miran, callan, y piensan En el solitario parque, la sonora giraban los cangilones de la noria soñolienta.
que saben, porque no beben copla borbollante del agua cantora Bajo las ramas obscuras el son del agua se oía.
el vino de las tabernas. me guía a la fuente. La fuente vertía Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.
sobre el blanco mármol su monotonía.
Mala gente que camina Yo iba haciendo mi camino,
y va apestando la tierra... La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano, absorto en el solitario crepúsculo campesino.
Y en todas partes he visto un sueño lejano mi canto presente? Y pensaba: "¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa
gentes que danzan o juegan, Fue una tarde lenta del lento verano. toda desdén y armonía;
cuando pueden, y laboran Respondí a la fuente: hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía
sus cuatro palmos de tierra. No recuerdo, hermana, de este rincón vanidoso, obscuro rincón que piensa!"
mas sé que tu copla presente es lejana.
Nunca, si llegan a un sitio, Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente.
preguntan adonde llegan. Fue esta misma tarde: mi cristal vertía Lejos la ciudad dormía,
Cuando caminan, cabalgan como hoy sobre el mármol su monotonía. como cubierta de un mago fanal de oro transparente.
a lomos de mula vieja, ¿Recuerdas, hermano? ... Los mirtos talares, Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.
y no conocen la prisa que ves, sombreaban los claros cantares Los últimos arreboles coronaban las colinas
ni aun en los días de fiesta. que escuchas. Del rubio color de la llama, manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas.
Donde hay vino, beben vino; el fruto maduro pendía en la rama, Yo caminaba cansado,
donde no hay vino, agua fresca. lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano? sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.
Fue esta misma lenta tarde de verano.
Son buenas gentes que viven, El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,
laboran, pasan y sueñan, —No sé qué me dice tu copla riente bajo los arcos del puente,
y en un día como tantos, de ensueños lejanos, hermana la fuente. como si al pasar dijera:
descansan bajo la tierra.
"Apenas desamarrada
Yo sé que tu claro cristal de alegría
V (RECUERDO INFANTIL) la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,
ya supo del árbol la fruta bermeja;
se canta: no somos nada.
Una tarde parda y fría yo sé que es lejana la amargura mía
Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera."
de invierno. Los colegiales que sueña en la tarde de verano vieja.
estudian. Monotonía Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría.
de lluvia tras los cristales. Yo sé que tus bellos espejos cantores (Yo pensaba: ¡el alma mía!)
Es la clase. En un cartel copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada, Y me detuve un momento,
se representa a Caín
cuéntame mi alegre leyenda olvidada. en la tarde, a meditar...
fugitivo, y muerto Abel,
¿Qué es esta gota en el viento
junto a una mancha carmín.
—Yo no sé leyendas de antigua alegría, que grita al mar: soy el mar?
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano sino historias viejas de melancolía. Vibraba el aire asordado
mal vestido, enjuto y seco, por los élitros cantores que hacen el campo sonoro,
que lleva un libro en la mano. Fue una clara tarde del lento verano.. cual si estuviera sembrado
Y todo un coro infantil Tú venías solo con tu pena, hermano; de campanitas de oro.
va cantando la lección; tus labios besaron mi linfa serena,
mil veces ciento, cien mil, y en la clara tarde, dijeron tu pena. En el azul fulguraba
mil veces mil, un millón. un lucero diamantino.
Una tarde parda y fría Dijeron tu pena tus labios que ardían; Cálido viento soplaba,
de invierno. Los colegiales la sed que ahora tienen, entonces tenían. alborotando el camino.
estudian. Monotonía —Adiós para siempre la fuente sonora, Yo, en la tarde polvorienta,
de la lluvia en los cristales. del parque dormido eterna cantora. hacia la ciudad volvía.
Adiós para siempre; tu monotonía, Sonaban los cangilones de la noria soñolienta.
fuente, es más amarga que la pena mía. Bajo las ramas obscuras caer el agua se oía.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.
XI
LXXVII
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas Es una tarde cenicienta y mustia,
doradas, los verdes pinos, destartalada, como el alma mía;
las polvorientas encinas!... y es esta vieja angustia
¿Adonde el camino irá? que habita mi usual hipocondría.
Yo voy cantando, viajero La causa de esta angustia no consigo
a lo largo del sendero... ni vagamente comprender siquiera;
—La tarde cayendo está—, pero recuerdo y, recordando, digo:
"En el corazón tenía —Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
la espina de una pasión; *
logré arrancármela un día: Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
ya no siento el corazón." tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
Y todo el campo un momento de barco sin naufragio y sin estrella.
se queda, mudo y sombrío, Como perro olvidado que no tiene
meditando. Suena el viento huella ni olfato y yerra
en los álamos del río. por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
La tarde más se obscurece;
se pierde entre el gentío
y el camino que serpea
y el aire polvoriento y las candelas
y débilmente blanquea,
chispeantes, atónito, y asombra
se enturbia y desaparece.
su corazón de música y de pena,
Mi cantar vuelve a plañir: así voy yo, borracho melancólico,
"Aguda espina dorada, guitarrista lunático, poeta,
quién te pudiera sentir y pobre hombre en sueños,
en el corazón clavada." siempre buscando a Dios entre la niebla.
Campos de Castilla
XCVII (RETRATO) CXV (A UN OLMO SECO)
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, Al olmo viejo, hendido por el rayo
y un huerto claro donde madura el limonero; y en su mitad podrido,
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla; con las lluvias de abril y el sol de mayo,
mi historia, algunos casos que recordar no quiero. algunas hojas verdes le han salido.
Ni un seductor Manara, ni un Bradomín he sido ¡El olmo centenario en la colina
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, que lame el Duero! Un musgo amarillento
mas recibí la flecha que me asignó Cupido, le mancha la corteza blanquecina
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. al tronco carcomido y polvoriento.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, No será, cual los álamos cantores
pero mi verso brota de manantial sereno; que guardan el camino y la ribera,
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, habitado de pardos ruiseñores.
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
urden sus telas grises las arañas.
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética, Antes que te derribe, olmo del Duero,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
Desdeño las romanzas de los tenores huecos lanza de carro o yugo de carreta;
y el coro de los grillos que cantan a la luna. antes que rojo en el hogar, mañana,
A distinguir me paro las voces de los ecos, ardas de alguna mísera caseta,
y escucho solamente, entre las voces, una. al borde de un camino;
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera antes que te descuaje un torbellino
mi verso, como deja el capitán su espada: y tronche el soplo de las sierras blancas;
famosa por la mano viril que la blandiera, antes que el río hasta la mar te empuje
no por el docto oficio del forjador preciada. por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
Converso con el hombre que siempre va conmigo la gracia de tu rama verdecida.
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—; Mi corazón espera
mi soliloquio es plática con este buen amigo también, hacia la luz y hacia la vida,
que me enseñó el secreto de la filantropía. otro milagro de la primavera.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. Soria 1912
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
XCVIII (A ORILLAS DEL DUERO)
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
que aun van, abandonando el mortecino hogar,
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente. como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
A trechos me paraba para enjugar mi frente Castilla miserable, ayer dominadora,
y dar algún respiro al pecho jadeante; envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
y hacia la mano diestra vencido y apoyado recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
en un bastón, a guisa de pastoril cayado, Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
trepaba por los cerros que habitan las rapaces cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
aves de altura, hollando las hierbas montaraces ¿Pasó? Sobre sus campos aun el fantasma yerra
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—. de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
cruzaba solitario el puro azul del cielo. Castilla no es aquella tan generosa un día,
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, cuando Mio Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
y una redonda loma cual recamado escudo, ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—, o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero pedía la conquista de los inmensos ríos
para formar la corva ballesta de un arquero indianos a la corte, la madre de soldados,
en torno a Soria. —Soria es una barbacana, guerreros y adalides que han de tornar, cargados
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—. de plata y oro, a España, en regios galeones,
Veía el horizonte cerrado por colinas para la presa cuervos, para la lid leones.
obscuras, coronadas de robles y de encinas; Filósofos nutridos de sopa de convento
desnudos peñascales, algún humilde prado contemplan impasibles el amplio firmamento;
donde el merino pace y el toro, arrodillado y se les llega en sueños, como un rumor distante,
sobre la hierba, rumia; las márgenes del río clamor de mercaderes de muelles de Levante,
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío, no acudirán siquiera a preguntar: ¿qué pasa?
y, silenciosamente, lejanos pasajeros, Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros,
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas Castilla miserable, ayer dominadora,
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
del Duero. El sol va declinando. De la ciudad lejana
El Duero cruza el corazón de roble me llega un armonioso tañido de campana
de Iberia y de Castilla. —ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
¡Oh tierra triste y noble, De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
la de los altos llanos y yermos y roquedas, me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de campos sin arados, regatos ni arboledas; de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.
decrépitas ciudades, caminos sin mesones, Hacia el camino blanco está el mesón abierto
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
El hombre de estos campos que incendia los pinares Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
y su despojo aguarda como botín de guerra, capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
antaño hubo raído los negros encinares, que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
talado los robustos robledos de la sierra. esclava de los siete pecados capitales.
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares; Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
la tempestad llevarse los limos de la tierra guarda su presa y libra la que el vecino alcanza;
por los sagrados ríos hacia los anchos mares; ni para su infortunio ni goza su riqueza;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra. le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes, El numen de estos campos es sanguinario y fiero;
pastores que conducen sus hordas de merinos al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes veréis agigantarse la forma de un arquero,
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos. la forma de un inmenso centauro flechador.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto, Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas —no fue por estos campos el bíblico jardín—;
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto son tierras para el águila, un trozo de planeta
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas. por donde cruza errante la sombra de Caín.
CXXVII (POEMA DE UN DÍA) MEDITACIONES RURALES
En estos pueblos, ¿se escucha
He aquí ya, profesor ¡Oh, el dilecto, Es de noche. Se platica
el latir del tiempo? No.
de lenguas vivas (ayer En estos pueblos se lucha predilecto al fondo de una botica.
maestro de gay-saber, sin tregua con el reloj, de esta España que se agita,
aprendiz de ruiseñor), porque nace o resucita! —Yo no sé,
con esa monotonía Don José,
en un pueblo húmedo y frío, que mide un tiempo vacío. Siempre te ha sido, ¡oh Rector
destartalado y sombrío, de Salamanca!, leal cómo son los liberales
Pero ¿tu hora es la mía? tan perros, tan inmorales.
entre andaluz y manchego. este humilde profesor
¿Tu tiempo, reloj, el mío? de un instituto rural. — ¡Oh, tranquilícese usté!
Invierno. Cerca del fuego. (Tic-tic, tic-tic...) Era un día Ésa tu filosofía Pasados los carnavales;
Fuera llueve un agua fina, (Tic-tic, tic-tic) que pasó, que llamas diletantesca, vendrán los conservadores,
que ora se trueca en neblina, buenos administradores,
y lo que yo más quería voltaria y funambulesca,
ora se torna aguanieve. la muerte se lo llevó. gran Don Miguel, es la mía. de su casa.
Agua del buen manantial, Todo llega y todo pasa.
Fantástico labrador, Lejos suena un clamoreo Nada eterno:
pienso en los campos. ¡Señor, siempre viva,
de campanas... fugitiva; ni gobierno
qué bien haces! Llueve, llueve que perdure,
tu agua constante y menuda Arrecia el repiqueteo poesía, cosa cordial.
¿Constructora? ni mal que cien años dure.
sobre alcaceles y habares, de la lluvia en las ventanas. —Tras estos tiempos, vendrán
tu agua muda, —No hay cimiento
Fantástico labrador, otros tiempos y otros y otros,
en viñedos y olivares. ni en el alma ni el viento—.
vuelvo a mis campos. ¡Señor, Bogadora, y lo mismo que nosotros
Te bendecirán conmigo cuánto te bendecirán marinera, otros se jorobarán.
los sembradores del trigo; los sembradores del pan! hacia la mar sin ribera. Así es la vida Don Juan.
los que viven de coger Señor, ¿no es tu lluvia ley, —Es verdad, así es la vida.
la aceituna; en los campos que ara el buey, Enrique Bergson: Los datos
inmediatos —La cebada está crecida.
los que esperan la fortuna y en los palacios del rey? —Con estas lluvias...
de comer; ¡Oh, agua buena, deja vida de la conciencia, ¿Esto es
los que hogaño, en tu huida! otro embeleco francés? Y van
como antaño, las habas que es un primor.
¡Oh, tú, que vas gota a gota, Este Bergson es un tuno;
tienen toda su moneda ¿verdad, maestro Uhamuno? —Cierto; para marzo, en flor.
en la rueda, fuente a fuente y río a río, Pero la escarcha, los hielos...
como este tiempo de hastío Bergson no da como aquel
traidora rueda del año. Immamuel — Y además, los olivares
corriendo a la mar remota, están pidiendo a los cielos
¡Llueve, llueve; tu neblina con cuanto quiere nacer, él volatín Inmortal;
este endiablado judío agua a torrentes.
que se torne en aguanieve, cuanto espera — A mares.
y otra vez en agua fina! florecer ha hallado el libre albedrío
dentro de su mechinal. ¡Las fatigas, los sudores
al sol de la primavera, que pasan los labradores!
¡Llueve, Señor, llueve, llueve! sé piadosa, No está mal:
cada sabio, su problema En otro tiempo...
En mi estancia, iluminada que mañana
por esta luz invernal, serás espiga temprana, y cada loco, su tema.
Llovía
—la tarde gris tamizada prado verde, carne rosa, Algo importa también cuando Dios quería.
por la lluvia y el cristal—, y más: razón y locura que en la vida mala y corta —Hasta mañana, señores.
sueño y medito. y amargura que llevamos Tic-tic, tic-tic... Ya pasó
de querer y no poder libres o siervos seamos; un día como otro día,
Clarea creer, creer y creer!
el reloj arrinconado, mas, si vamos dice la monotonía
y su tic-tac, olvidado Anochece; a la mar, del reló.
por repetido, golpea. el hilo de la bombilla lo mismo nos han de dar. Sobre mi mesa Los datos
se enrojece, de la conciencia, inmediatos.
Tic-tic, tic-tic... Ya te he oído. ¡Oh, estos pueblos! Reflexiones, No está mal
luego brilla, lecturas y acotaciones
Tic-tic, tic-tic... Siempre igual resplandece, este yo fundamental,
monótono y aburrido. pronto dan en lo que son: contingente y libre, a ratos,
poco más que una cerilla. bostezos de Salomón.
Dios sabe dónde andarán creativo, original;
Tic-tic, tic-tic, el latido ¿Todo es
mis gafas... entre librotes, este yo que vive y siente
de un corazón de metal. soledad de soledades,
revistas y papelotes, dentro la carne mortal,
vanidad de vanidades,
¿quién las encuentra?... Aquí están. ¡ay!, por saltar impaciente
que dijo el Eclesiastés? las bardas de su corral.
Libros nuevos. Abro uno Mi paraguas, mi sombrero,
de Unamuno. Baeza, 1918
mi gabán... El aguacero
amaina... Vámonos, pues.
CXXXV (EL MAÑANA EFÍMERO) CXLIV (UNA ESPAÑA JOVEN)
A Roberto Castrovido ... Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,
La España de charanga y pandereta, la malherida España, de Carnaval vestida
cerrado y sacristía, nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
devota de Frascuelo y de María, para que no acertara la mano con la herida.
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día, Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
su infalible mañana y su poeta. con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,
cuando montar quisimos en pelo una quimera,
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero. mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
Será un joven lechuzo y tarambana, Dejamos en el puerto la sórdida galera,
un sayón con hechuras de bolero, y en una nave de oro nos plugo navegar
a la moda de Francia realista, hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
un poco al uso de París pagano, lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano. Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño —herencia
Esa España inferior que ora y bosteza, de un siglo que vencido sin gloria se alejaba—
vieja y tahúr, zaragatera y triste; una alba entrar quería; con nuestra turbulencia
esa España inferior que ora y embiste, la luz de las divinas ideas batallaba.
cuando se digna usar de la cabeza, Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;
aun tendrá luengo parto de varones agilitó su brazo, acreditó su brío;
amantes de sagradas tradiciones dejó como un espejo bruñida su armadura
y de sagradas formas y maneras; y dijo: "El hoy es malo, pero el mañana... es mío."
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras Y es hoy aquel mañana de ayer... Y España toda,
brillarán, venerables y católicas. con sucios oropeles de Carnaval vestida
El vano ayer engendrará un mañana aun la tenemos: pobre y escuálida y beoda;
vacío y ¡por ventura! pasajero, mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
la sombra de un lechuzo tarambana,
Tú juventud más joven, si de más alta cumbre
de un sayón con hechuras de bolero,
la voluntad te llega, irás a tu ventura
el vacuo ayer dará un mañana huero.
despierta y transparente a la divina lumbre,
Como la náusea de un borracho ahíto
como el diamante clara, como el diamante pura.
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias, las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!
Cancionero apócrifo Poesías de la Guerra Civil
CLXIX ULTIMAS EL CRIMEN FUE EN GRANADA LA MUERTE DEL NIÑO HERIDO
LAMENTACIONES DE ABEL MARTÍN
I EL CRIMEN Otra vez en la noche... Es el martillo
Hoy, con la primavera,
soñé que un fino cuerpo me seguía de la fiebre en las sienes bien vendadas
Se le vio, caminando entre fusiles, del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
cual dócil sombra. Era por una calle larga,
mi cuerpo juvenil, el que subía ¡Las mariposas negras y moradas!
salir al campo frío, —Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime
de tres en tres peldaños la escalera. aún con estrellas, de la madrugada. la madre, junto al lecho. —¡Oh, flor de fuego!
—Hola, galgo de ayer. (Su luz de acuario Mataron a Federico ¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
trocaba el hondo espejo cuando la luz asomaba. Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
por agria luz sobre un rincón de osario.) El pelotón de verdugos fuera, la oronda luna que blanquea
no osó mirarle la cara. cúpula y torre a la ciudad sombría.
— ¿Tú, conmigo, rapaz? Todos cerraron los ojos;
—Contigo, viejo. Invisible avión moscardonea.
rezaron: ¡ni Dios te salva! —¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
Soñé la galería Muerto cayó Federico El cristal del balcón repiquetea.
al huerto de ciprés y limonero; —sangre en la frente y plomo en las —¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!
tibias palomas en la piedra fría, entrañas—
en el cielo de añil rojo pandero, … Que fue en Granada el crimen
y en la mágica angustia de la infancia sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada...
la vigilia del ángel más austero.
II EL POETA Y LA MUERTE
La ausencia y la distancia
volví a soñar con túnicas de aurora; Se le vio caminar sólo con Ella,
firme en el arco tenso la saeta sin miedo a su guadaña.
del mañana, la vista aterradora —Ya el sol en torre y torre; los martillos
de la llama prendida en la espoleta en yunque-yunque y yunque de las fraguas. DOS SONETOS A GUIOMAR
de su granada. Hablaba Federico, II
requebrando a la muerte. Ella escuchaba. De mar a mar entre los dos la guerra,
¡Oh Tiempo, oh Todavía
«Porque ayer en mi verso, compañera, más honda que la mar. En mi parterre,
preñado de inminencias!,
sonaba el golpe de tus secas palmas, miro a la mar que el horizonte cierra.
tú me acompañas en la senda fría,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,
tejedor de esperanzas e impaciencias.
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes, miras hacia otro mar, la mar de España
***
los ojos que te faltan, que Camoens cantara, tenebrosa.
¡El tiempo y sus banderas desplegadas! tus cabellos que el viento sacudía, Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
(¿Yo, capitán? Mas yo no voy contigo.) los rojos labios donde te besaban... A mí me duele tu recuerdo, diosa.
¡Hacia lejanas torres soleadas Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
el perdurable asalto por castigo! qué bien contigo a solas, La guerra dio al amor el tajo fuerte.
Hoy, como un día, en la ancha mar violeta por estos aires de Granada, ¡mi Granada! Y es la total angustia de la muerte,
hunde el sueño su pétrea escalinata, con la sombra infecunda de tu llama
y hace camino la infantil goleta, III
y le salta el delfín de bronce y plata. y la soñada miel de amor tardío,
La hazaña y la aventura Se le vio caminar y la flor imposible de la rama
cercando un corazón entelerido... Labrad, amigos, que ha sentido del hacha el corte frío.
Montes de piedra dura de piedra y sueño en el Alhambra,
—eco y eco— mi voz han repetido. un túmulo al poeta,
¡Oh, descansar en el azul del día sobre una fuente donde llore el agua,
como descansa el águila en el viento, y eternamente diga:
pobre la sierra fría, el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
segura de sus alas y su aliento!
La augusta confianza
a ti, Naturaleza, y paz te pido,
mi tregua de temor y de esperanza,
un grano de alegría, un mar de olvido...