La Oración en La Cartuja

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LA ORACIÓN EN LA CARTUJA

1. Un ambiente de oración

Si algo distingue la oración del cartujo es la sencillez. Dado que


nuestro género de vida transcurre en un ambiente de silencio y retiro,
la oración para el cartujo es algo tan sencillo como estarse con el
Señor. A veces nos preguntan cuántas horas de oración hay en la
Cartuja. Sólo la oración litúrgica ocupa tres o cuatro horas diarias.
Después habría que añadir el tiempo que cada uno dedica a la
oración en su celda. Todo esto es un poco teórico ya que, en realidad,
toda la vida del cartujo está empapada, sumergida en la oración. El
silencio y retiro de su celda no tienen otro fin que la de crear un
ambiente favorable a la oración, un ambiente propicio para que viva
en una oración constante, en cuanto sea posible. La oración es la
entraña misma del cartujo. Del cartujo fiel a su vocación podría
decirse lo que uno de los primeros biógrafos dijo de San Francisco de
Asís: “Non tam orans, quam oratio factus” , un hombre que más que
orar era todo él una oración.

Los “Estatutos”, que regulan la vida del cartujo, sólo persiguen un fin:
ordenar todo de tal manera que el monje logre la unión con Dios a
través de la dedicación asidua a la oración.

2. Inmersión en la oración

La ceremonia del enceldamiento, con la que el joven monje comienza


el noviciado, escenifica la importancia que, en adelante, va a tener la
oración en su vida.

“El mismo día, si es posible, al novicio, vestido en privado, se lo


conduce a la iglesia, y, postrado, ora en la grada del presbiterio. El
Prior, revestido de cogulla eclesiástica y estola blanca, se coloca en la
última silla del coro derecho. Los monjes, de rodillas, coro contra
coro, cantan el versículo "Veni, Sancte Spiritus". Una vez terminado,
inclinados todos sobre las misericordias, el Prior dice un versículo y
añade una oración.

Después, el novicio es conducido por todos a la celda, cubiertos,


cantando los salmos 83 ("¡Qué deseables..."), 131 ("Señor, tenle en
cuenta...") y 50 ("Misericordia..."). Va primero el Prior, sigue el
novicio, después el Procurador u otro llevando el agua bendita y,
finalmente, la Comunidad por orden de antigüedad. Al llegar el Prior a
la puerta de la celda, asperja al novicio y a la celda misma, diciendo:

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"Paz a esta casa", y, tomando al novicio de la mano, lo introduce y lo
lleva al oratorio, donde éste ora arrodillado. Terminado el rezo de los
salmos por la Comunidad, siguen las preces indicadas en el Ritual.

Una vez concluidas las preces, el Prior impone al novicio la obligación


de guardar la celda y todas las demás observancias y ejercicios
propios de nuestra Orden, a fin de que en soledad y silencio, y en
asidua oración y generosa penitencia, se consagre a solo Dios. Y lo
encomienda al Maestro de novicios” (Estatutos 36,5). Con esta
ceremonia se quiere dar a entender al novicio que, en adelante “su
vida estará principalmente consagrada a la oración” (Ib.36,1).

La oración suele costar en los comienzos de la vida religiosa. Los


jóvenes han vivido normalmente sumergidos en un mundo de
imágenes, de ruidos, de cambios constantes. Estarse quieto, hacer
silencio, concentrarse, orar despacio, cuesta. Se requiere constancia
para perseverar en la oración y no desanimarse porque, sobre todo
en los comienzos, las distracciones son frecuentes, la falta de hábito
hace penoso y largo el tiempo dedicado a la oración.

3. La lectio Divina

No existe un método particular de oración en la Cartuja. Más bien el


P. Maestro tiene que adaptarse a las necesidades, tendencias
personales y al grado de adelantamiento espiritual de cada novicio.

Normalmente el novicio cartujo comienza su aprendizaje en los


caminos de la oración por lo que en la tradición monástica se ha
llamado la “Lectio divina”. Este método de oración tradicional en los
monasterios consiste en leer pausadamente un pasaje de la Sda.
Escritura y rumiarlo lentamente. Después, en silencio, uno se sirve de
los sentimientos de agradecimiento, alabanza, arrepentimiento, que
dicho texto provoca en nuestro interior para hacer de ello oración al
Señor. Cuando ese texto ya no nos dice nada especial, o sobreviene
la distracción, se vuelve a leer otro corto texto y se le deja calar en el
corazón. Este método de oración es muy sencillo y reduce
notablemente las distracciones.

4. Educar para la contemplación

Es importante que la oración del novicio, tienda a la simplificación


convirtiéndose en una sencilla y amorosa mirada al Señor. Aunque
sólo sea en sus primeros grados de simple mirada, o de quietud es
vital que el novicio saboree la oración contemplativa. El P. Maestro,

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con mucha prudencia debe educar en la contemplación, consciente
de que ésta es la meta de la oración.

Normalmente si un novicio recibe la gracia de la experiencia


contemplativa, por sencilla y corta que sea, estará ya preparado para
superar los momentos de desaliento, aridez y crisis que no suelen
faltar en el tiempo de noviciado. Vivir habitualmente en la presencia
de Dios, en el trato continuo y orante con la palabra de Dios en el
Oficio Divino y en los ratos dedicados a la “Lectio Divina”, van
arrancando el “hombre viejo” que duerme en las profundidades de
cada uno. El joven monje va liberándose de la tiranía de los sentidos
y pasiones, del fuerte reclamo del mundo sensible del que
ciertamente se despidió al entrar en la Cartuja pero que sigue ahí,
agazapado en su interior. Va superando así la dispersión de los
sentidos, la superficialidad, la inconstancia y toda su vida se va
penetrando casi imperceptiblemente de la cercanía de Dios. Ahora, en
el recogimiento, en el silencio interior que invaden su espíritu le son
casi connaturales los sentimientos de adoración, de gratitud y gozo
en el espíritu. Si falta este pilar de la oración contemplativa, la
vocación estará siempre expuesta al desaliento, a los vaivenes de los
sentimientos cambiantes, al cansancio, a la aridez y falta de ilusión
por las cosas del espíritu, que suelen estar muchas veces en la base
de la mayoría de los abandonos de la vida monástica.

5. Oración y trabajo

Pero la vida del monje no es sólo oración. El trabajo ocupa un puesto


importante sobre todo en la vida del Hermano ya que cada día dedica
entre cinco y seis horas a las diversas labores del monasterio: campo,
cocina, sastrería, carpintería, albañilería, etc. El trabajo de los monjes
del claustro, por el contrario se realiza, salvo raras excepciones, en el
ámbito de su celda, donde dispone de un pequeño taller de
carpintería, torno de madera, o puede dedicarse a tareas de
encuadernación, escultura, cerámica o pintura según sus habilidades.
También cada celda dispone de un huerto que el monje del claustro
cultiva plantando flores y hortalizas.

Y surge el viejo problema de la compatibilidad o incompatibilidad


entre oración y trabajo manual. Los Estatutos son conscientes de esta
dificultad práctica, por eso inculcan frecuentemente al monje: “…que
toda nuestra actividad nazca siempre de la fuente interior, a ejemplo
de Cristo…Así seguiremos a Cristo en su vida humilde y oculta de
Nazaret, tanto cuando oramos a Dios en lo secreto, como cuando
trabajamos por obediencia en su presencia” (Estatutos 5,7)

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Realizar el trabajo manual “en su presencia” es una buena receta
para que el recogimiento y el ambiente de oración no quede ahogado
por los trabajos que se realizan y que normalmente requieren
atención. Sería difícil, incluso peligroso, empeñarse en una oración
continua en el trabajo, a modo del peregrino ruso, repitiendo
incesantemente “la oración de Jesús”: “Jesús, Hijo de Dios, ten
misericordia de mí, pecador”, que ha caracterizado cierta
espiritualidad del monacato oriental. Hay que buscar otros medios
más normales y equilibrados de mantener una suave presencia de
Dios en medio de los trabajos y ocupaciones de la jornada:

“Trabajar por obediencia en su presencia”, como proponen los


Estatutos (5,7) es ya una manera práctica de convertir el trabajo en
oración. Eso sí, levantando con frecuencia la mente y el corazón a
Dios por medio de cortas oraciones jaculatorias, una sencilla mirada a
Dios, de forma que no transcurra un cuarto de hora sin que nuestro
espíritu se haya acercado al Señor con una humilde oración o una
mirada del corazón. Eso es lo que los Estatutos recomiendan al
cartujo: “…siempre es aconsejable, mientras se trabaja recurrir por lo
menos a las breves oraciones llamadas jaculatorias” (Estatutos,5,3).

El trabajo, así realizado, apenas se distingue de la oración. Puede


incluso suceder que para algunos caracteres “el peso del trabajo sirva
de ancla que sujete el vaivén de los pensamientos, ayudando con ello
al corazón a permanecer fijo en Dios constantemente, sin fatiga
mental” (Estatutos, 5,3).

En concreto este espíritu de oración en el trabajo es algo así como un


sacramento que llevará al hermano cartujo, que dedica buena parte
de su jornada al trabajo manual, a una auténtica oración
contemplativa: “El recogimiento de espíritu durante el trabajo
conducirá al hermano a la contemplación. Para conseguirla podrá
recurrir siempre durante el trabajo a breves oraciones, como dardos,
incluso interrumpir a veces su tarea con alguna breve oración”
(Estatutos, 15,10) cosa que normalmente se hace en la Cartuja
siempre que el reloj de la torre da la hora, para rezar una breve
oración en memoria de la Anunciación del Señor a María.

6. Una elección radical

Podría escandalizar que los Estatutos prohíban al cartujo cualquier


ministerio pastoral externo: en concreto se le prohíbe predicar,
confesar, dar dirección espiritual, incluso por carta. Y es que en una
orquesta uno no puede tocar todos los instrumentos. La elección de la
vida de oración en soledad exige al cartujo renunciar a cosas muy
buenas y santas en sí mismas, pero que le impedirían realizar su
vocación específica: dedicar su vida a Dios en el silencio de su celda.

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En este sentido nuestros Estatutos son claros y no dejan ningún
resquicio a situaciones particulares ni se prevén excepciones:

” Como nuestro Instituto está ordenado enteramente a la


contemplación, hemos de guardar fidelísimamente nuestra separación
del mundo. Estamos, por tanto, exentos de todo ministerio pastoral,
por mucho que urjan las necesidades del apostolado activo, a fin de
cumplir nuestra propia misión dentro del Cuerpo Místico.

Mantenga Marta su ministerio, laudable ciertamente, aunque no


exento de inquietud y turbación; pero permita a su hermana que,
sentada junto a los pies del Señor, se dedique a contemplar que Él es
Dios, a purificar su espíritu, a adentrarse en la oración del corazón, a
escuchar lo que el Señor le diga en su interior; y así pueda gustar y
ver un poquito, como en un espejo y confusamente, cuán bueno es el
Señor, mientras ruega por su hermana y por todos los que se afanan
como ella. María tiene a su favor no sólo al más imparcial de los
jueces, sino también al más fiel de los abogados, al mismo Señor,
que no se limita a defender su vocación, sino que hace su elogio,
diciendo: "María ha escogido la mejor parte, que no le será quitada".
De esta manera la excusó de mezclarse en los cuidados y
desasosiegos de Marta, por piadosos que fuesen”. (Estatutos, 3,9)

7. Una vida jalonada por la oración litúrgica.

La liturgia tiene en la Cartuja un lugar relevante y a ella dedica el


cartujo bastantes horas al día, ya en la iglesia, ya en su celda.

A diferencia de la mayoría de las órdenes monásticas, el cartujo reza


en el oratorio de su celda las Horas de Prima, Tercia, Sexta, Nona y
Completas.

La Vigilia nocturna, es decir, Maitines y Laudes, que se cantan en la


iglesia a media noche, es sin duda uno de los momentos de oración
más apreciados por el cartujo. En vistas a la Vigilia nocturna, el
cartujo se acuesta muy pronto, entre las 7,30 y 8 de la tarde, para
levantarse a las 11,30 de la noche. En su celda reza primero Maitines
del Oficio de la Santísima Virgen y a las 0,15 se dirige a la iglesia
conventual donde se cantan Matines y, tras un rato de silencio,
Laudes. La duración de estos oficios varía según las épocas del año y
la importancia litúrgica de cada fiesta. Los días con Oficios de doce
lecturas los ocficios se prolongan hasta las 3 de la mañana. Llegado a
su celda, después de rezar Laudes del Oficio de la Virgen, el monje
vuelve a acostarse hasta las 6,45 de la mañana que empieza su
nuevo día.

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Una curiosidad de la Orden es que siempre se antepone la Hora del
Oficio de la Virgen María a su correspondiente Hora del Oficio del día,
excepto en la Hora de completas, que cierra la jornada; aquí se
rezan primero las Completas del día y a continuación Completas de la
Virgen, para terminar el día con María, como se comenzó.

La Misa conventual se suele tener a las 8 de la mañana y es cantada.


Dada la vida básicamente eremítica del cartujo, éste suele celebrar
privadamente su misa, excepto los domingos y solemnidades en que
normalmente se concelebra.

A las 4,15 de la tarde la comunidad vuelve a reunirse en la iglesia


para el canto de Vísperas.

8. Vida litúrgica y oración silenciosa.

Los Estatutos destacan la importancia que tiene en la vida del cartujo


la oración litúrgica:

“Mientras celebran el Oficio divino, los monjes se hacen voz y corazón


de la misma Iglesia, que por medio de ellos ofrece a Dios Padre, en
Cristo, culto de adoración, alabanza y súplica, y pide humildemente
perdón por los pecados. Cargo de suma importancia, que
desempeñan los monjes, ciertamente a través de toda su vida, pero
más expresa y públicamente por medio de la sagrada Liturgia.

Siendo ocupación del monje meditar asiduamente las Sagradas


Escrituras, hasta que se conviertan en algo connatural, cuando se nos
presentan por la Iglesia en la Sagrada Liturgia, las acogemos como
pan de Cristo.

La Liturgia conventual se canta siempre. Nuestro canto gregoriano, el


cual sabemos que fomenta la interioridad y la sobriedad del espíritu,
es parte tradicional y sólida del patrimonio de la Orden.” (Estatutos,
21,8-10).

La oración litúrgica hace al cartujo consciente de que, a pesar de ser


un solitario, su oración se une a la de toda la Iglesia y hace presente
ante el Padre la alabanza, los deseos, las necesidades de todos los
hombres:

“Cuando celebramos en el coro el culto divino o recitamos en la celda


el Oficio, nuestros labios pronuncian la plegaria de la Iglesia
universal, pues la oración de Cristo es única, y por medio de la
sagrada Liturgia se hace extensiva a cada uno de sus miembros.
Además, entre los monjes solitarios los actos litúrgicos manifiestan de

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un modo peculiar la índole de la Iglesia, en la cual lo humano está
ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción
a la contemplación.” (Estatutos, 41,2).

Pero incluso la oración litúrgica en la iglesia está marcada por


silencios que, a primera vista, la hacen poco participativa, pero más
honda y vital. Así, por ejemplo, al hablar de la Misa conventual en la
que los momentos de silencio abundan, dicen los Estatutos: “En los
momentos de silencio durante la Misa se da lugar a la oración y
meditación de lo que hace y ofrece el celebrante, para que todos
participen en el sacrificio tanto ofreciéndolo como comulgando
espiritualmente. Pues no hay sobre la tierra lugar tan apto ni
tampoco tan oportuno para la oración en Espíritu, por la singular
presencia de la divina Majestad, como aquellos en que se ofrece a
Dios el santísimo Sacrificio redentor” (Estatutos, 59,9).

Igualmente durante el rezo de las Horas “…se alimenta la devoción


interna con la salmodia y se puede vacar el tiempo restante a la
oración callada del corazón sin hastío ni cansancio” (Estatutos,3, 7).

A los Hermanos, aunque se les aconseja participar en el canto del


Oficio Divino, se les permite “…unirse al Oficio diurno o nocturno
mediante una oración libre y silenciosa” (Estatutos, 49, 10)

9. La oración de intercesión hace al cartujo cercano a los


problemas y necesidades del mundo.

“Puesto que el Señor nos ha llamado para que representemos ante él


a toda criatura, es necesario que intercedamos por todos: por
nuestros hermanos, familiares y bienhechores y por todos los vivos y
difuntos”. (Estatutos,21,13).

Ésta es una parte importante de la oración, presentar al Padre las


necesidades del mundo. Son muchas las personas que de una forma
o de otra nos piden oraciones: enfermos, padres angustiados por
problemas familiares de todo tipo, personas que tienen que tomar
decisiones importes, súplicas por familiares o amigos difuntos…
Aunque el cartujo no lee periódicos ni escucha radio ni ve televisión,
tiene suficiente conocimiento de las necesidades del mundo y de la
Iglesia gracias a media docena de revistas religiosas que puede
consultar.

“Separados de todos, nos unimos a todos para, en nombre de todos,


permanecer en la presencia de Dios vivo”. (Estatutos, 34,2). Sería
una contradicción que nuestra unión con el Señor nos alejara de los
problemas y necesidades del mundo y de las personas particulares.

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Ciertamente no es propio del cartujo andar pendiente de los asuntos
de las familias, ni tratar de solucionar problemas con su palabra, por
teléfono o por escrito, pero en la oración presenta a Dios todas esas
necesidades que vive y siente de manera muy real: “Si realmente
estamos unidos a Dios, no nos encerramos en nosotros mismos, sino
que, por el contrario, nuestra mente se abre y nuestro corazón se
dilata, de tal forma que puede abarcar al universo entero y el
misterio salvador de Cristo.” (Estatutos,34,2).

De hecho, todos los rezos de las Horas del Oficio Divino terminan con
las “preces” o súplicas por todas las necesidades del mundo y de la
Iglesia. A modo de ejemplo en los tres formularios de “preces” más
corrientes, con las que terminan las Horas del tiempo ferial, se puede
ver qué tipo de súplicas presenta el cartujo diariamente al Señor .

En Laudes:
A ti, Dios Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo.
Todo honor y gloria.
Tú, que de las tinieblas nos has llamado a tu luz admirable.
Concédenos vivir como hijos de la luz, en Cristo.
El Espíritu Santo venga en ayuda de nuestra debilidad,
Para que sepamos orar por los hijos de Dios como conviene.
Aliméntanos con el manjar espiritual,
Para que tu amor llegue en nosotros a su plenitud.
Todo lo que hoy se haga en la tierra.
Cúmplase en nombre de nuestro Señor Jesucrı sto.
Envía, Señor, trabajadores a tu campo.
Pues la mies es mucha y los obreros pocos.
Haz que permanezcamos en tu presencia.
Como víctimas santas, agradables a Dios.
Enséñanos a amarnos de corazón unos a otros.
Como Cristo nos ha amado.

En Vísperas:
Por la sangre del Hijo y con la fuerza del Espíritu.
Padre, congrega en torno a ti la creación entera.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Y haz que crezca en tu amor.
Pastor bueno, atrae a todas las ovejas.
Para que haya un solo rebaño y un solo Pastor.
Oremos por los que lloran y sufren.
Consuélalos, Señor.
Por los que tienen hambre y sed de justı cia.
Sácialos, Señor.
Por los perseguidos por causa de tu Nombre.
Concédeles, Señor, tu reı no.
Que todos los pueblos te reconozcan como el único Dios verdadero.
Y a tu enviado, Jesucrısto.

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Acoge en tu gloria a todos los difuntos.
Cuyo corazón tú solo conocı ste.
Para que concordes y a una voz alabemos a Dios,
Ven, Señor Jesús.

Horas menores:
Concédenos, Padre, el espíritu de fe y de revelación.
Para comprender cuál es nuestra esperanza.
Haz que reine entre los hombres.
La paz y la concordia.
A los que ejercen servicio de autoridad entre sus hermanos.
Infúndeles el espíritu de sabiduría y humildad.
Todos los consagrados a ti.
Perseveren en la oración con un mismo espíritu.
Otórganos, Señor, completar en nuestra carne.
Lo que falta a los padecimientos de Cristo por su Iglesia.
A nuestros parientes y bienhechores.
Concédeles tu bendición para la vida eterna.
Ensalza a los humildes, sacia a los hambrientos.
Pues eres un Dios misericordioso.
En la vida y en la muerte.
Siempre tuyos, Señor.
Libera a la creación de la servidumbre de la corrupción.
Para que alcance la libertad y la gloria de los hijos de Dios.

10. Todo en nuestra vida converge hacia la oración


contemplativa.

El cartujo no tiene como misión la enseñanza, ni la predicación, ni el


estudio. Nadie espera del cartujo que sea un especialista en teología,
ni un investigador, ni un escritor. Los Estatutos dejan bien claro que
la oración es la gran vocación del monje cartujo y por eso se le pide
que sea parco en lecturas profanas. Incluso los libros “que son el
alimento perenne de nuestras almas… deben ser cuidadosamente
seleccionados para utilidad de cada cual. Pues en la soledad nos
dedicamos a la lectura no para conocer todas las nuevas opiniones,
sino para alimentar la fe en la paz y favorecer la oración” (Estatutos,
23,15).

En la Cartuja todo se subordina a la oración y todo debe terminar en


oración. Los Estatutos dicen que todo el conjunto de nuestra vida
debe unificarse y convertirse en una constante oración.

Día a día, en el silencio de su celda, el monje, de manera casi


siempre imperceptiblemente, va consiguiendo unificar su vida,
poseerse a sí mismo, orar desde lo hondo, pasándolo todo por el
corazón, esperando que el Señor, con sus gracias de oración, le vaya

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acercando cada vez más a Él en una oración cada vez más pura y
contemplativa.

Expresiones como: “conseguir que todo el conjunto de su vida se


convierta en una constante oración”, “…que nuestro corazón
permanezca fijo en Dios constantemente” “…estabilizar en Dios
nuestros pensamientos y afectos” y otras parecidas que aparecen
frecuentemente en los Estatutos, sólo se pueden entender y vivir a la
luz de la gracia de la contemplación, ese don que Dios concede a las
almas sencillas, abiertas a su gracia, olvidadas de sí mismas y
definitivamente fascinadas por Él. Esto es sin duda lo que la Iglesia
espera del cartujo.

ALGUNAS ORACIONES DE LA CARTUJA

Padre, por medio de tu Espíritu nos has conducido al desierto para


unirnos as ti con íntimo amor; concédenos escuchar en silencio tu
Palabra y arder siempre en el fuego de tu divina caridad.

Llena, Señor, nuestro corazón de compunción y mantenlo en tu


presencia, para que nos convirtamos cada día ti.

Acrecienta, Señor, tu misericordia sobre nosotros, para que en el


silencio del desierto, consigamos aquel ojo limpio cuya serena mirada
hiere de amor, y aquella caridad cuya pura transparencia permite
contemplarte.

Acaba, Señor, en nosotros la obra comenzada para que, sin fiarnos


de nuestras fuerzas, sigamos a Cristo pobre y merezcamos ser
enriquecidos con su pobreza.

Oh, Dios, que penetras los corazones y colmas sus más callados
deseos, concédenos dar testimonio de tu Majestad hasta con nuestro
mismo silencio.

Dios de misericordia, haz que olvidemos cuanto dejamos ya atrás


para que, con corazón sencillo y espíritu purificado, podamos fijar
siempre en ti nuestros pensamientos y afectos.

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Padre de inmensa bondad, cuya divinidad infinita está por entero
presente en todas las criaturas, enséñanos a descubrir tu imagen en
todos los hombres, y a servirte en cada uno de ellos.

Te pedimos, Señor, que nuestros corazones encendidos por la luz del


Espíritu Santo busquen y conserven, a ejemplo de María, tu voluntad
y tu palabra.

Dios y Creador del universo, secunda el trabajo de nuestras manos y


pues vivimos y existimos en ti, dígnate asociarnos al
perfeccionamiento de tu creación.

Padre santo, nosotros no sabemos orar como conviene; danos tu


Espíritu para que venga en ayuda de nuestra debilidad e interceda
por nosotros como tú quieres.

Seño, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio,


porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y
verdadero.

Seño, sin mérito por parte nuestra, nos has concedido el sosiego de
la soledad; haz que viviendo sólo para ti en el silencio, ofrezcamos
frutos de salvación a la iglesia y al mundo.

Dirige, Señor, tu mirada sobre las tareas de nuestra humilde


existencia y acoge las plegarias de tus siervos, para que, después de
haberte buscado con perseverancia en la oración, nos alegremos por
la fe de haberte encontrado.

Los caminos de tus preceptos nos deleiten, Señor, más que todas las
riquezas y no temeros carecer de nada, al saberte junto a nosotros.

Oh Dios, Bondad infinita, haznos comprender siempre, cuán


hermosos es dejarnos aleccionar por el Espíritu Santo, para que
gustemos ya en esta tierra, un anticipo de los frutos de la divina
sabiduría.

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Fortalécenos, Señor, con tu Espíritu para que formado nuestro
hombre exterior por la observancia monástica, te busquemos con
mayor fervor en nuestro hombre interior.

Infunde, Señor, en nuestros corazones el deseo ardiente de buscarte,


para que te encontremos en todas las cosas.

Seño, dígnate unirnos a la asamblea de tus santos Ángeles y haznos


partícipes de su silencio para adorarte con corazón alegre.

Señor Jesús, que proclamaste dichosos a los puros de corazón;


concédenos, cual lago límpido, reflejar la sola imagen de Dios.

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POEMAS ORANTES

MISA DEL ERMITAÑO

Me será difícil acostumbrarme


a que no haya otros labios en mi Copa;
y no acuda nadie a mi campana,
y mi Pan lo desmigue siempre a solas.

Ni siquiera habrá niños distraídos,


ni vendrá el mendigo por las sobras;
ningún coro cantará en esta Fiesta,
pero nadie faltará a la Ceremonia.

Y en mis labios, Dios, habrá muchos que te besen;


y en mis manos, muchas manos que te rozan;
y mi ama será el hueco donde viertas
el Amor infinito que rebosas.

Aunque nadie en mi Mesa me acompañe,


en mi ermita un universo se convoca.

MÍSTICA DEL CIRIO

Con lentitud de vela me consumo


en el humilde oficio de la llama
y como todo fuego tengo el drama
de alcanzar a los cielos hecho humo.

Sin alarde lumínico y sin fama,


que de arder ante Dios sólo presumo,
y son las oraciones que rezumo
la derretida cera de quien ama.

Con silencios de cirio ¡incendiado!,


sin llevar nunca cuenta de lo ardido,
feliz de mi brillar anonimado.

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Hasta el día en que me apague sin ruido
cuando el labio divino me haya dado
su enamorado Soplo prometido.

_________________

ERMITA CONSUMADA

Yo quisiera ser digno de los llantos


que los hombres derraman en la Historia,
quisiera que mis versos fueran noria
que achicasen las lágrimas de tantos.

Yo quisiera ser digno de los cantos


de cuna de la madres, de la euforia
del abrazo de amigos, de la gloria
del soñador inmune a desencantos.

Nunca más lloraré penas a solas,


nunca más solitaria mi alegría;
en mi ermita comulgo la utopía
de los hombres y sangres de amapolas.
Y en el amanecer de cada día
pongo mi corazón de rompeolas.

________

Siembra, Señor, tu semilla


en mi silencio;

no habrá cosecha este año,


tampoco los venideros;
no es semilla de trigos
y sí de olivo muy lento...

Y lento
sumo en la plegaria
gota a gota
lo eterno.

Siembra, Señor, tu semilla

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en mi silencio.

CAMPANAS

Lentos latidos de badajo


pellizcando eternidades en el tiempo;
cuenco de estrellas, cáliz de nubes;
nido musical de nuestros rezos.

Cascabeles de Dios que nos celebran


cotidianamente el universo;
poemas de metal, porque nos dejan,
al final, vibrándonos el silencio.

____________

MAITINES

Cántanos hoy, monjecillo,


cántanos dulce tu salmo,
aunque quizás en tu alma
hoy sea un día nublado.
No dejes, no, a la pena
enmudecer a tu salmo,
pues tu voz, hace ya tiempo,
monjecillo ¡es de tantos!.
Si callas tú por las noches,
si el alba no oye tu cántico,
será la noche muy triste
y el día más desolado.
Esperan tu voz los que lloran,
los pobres y silenciados,
esperan tu voz esos niños
que nadie quiso acunarlos.
Los hombres que buscan a Dios
tu voz están esperando
¡y tú aún, monjecillo,
en tu dolor encerrado!.
Mira, ya cantan las aguas
y trinan y trinan los pájaros;
si falta tu corazón
a todos nos falta algo.
Tu pena, no es sólo tu pena,
ni tu alegría ni llanto;

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tu voz ahora es de muchos
y universal es tu salmo.
Bébete hoy esa lágrima
apenas haya brotado,
no dejes, no, que se lleve
las esperanzas de tantos.
¡Canta! que hoy, monjecillo
tú mismo eres el salmo.

_____________

SONETO AL SAN BRUNO DE PEREIRA (Cartuja de Miraflores)

Esos ojos cautivos que no miran


como estos ojos nuestros tan terrenos;
clavados en la Cruz están, serenos
y humildes, sin saber que los admiran.

Potentes ojos de dulzuras llenos,


de su Foco de Amor no se retiran;
puras ascuas, y pozos que deliran
en silencio, infinitamente plenos.

Obsesionante Cruz que ha capturado


con sus destellos de fe abrasadores
el mirar de un paciente enamorado.

Ojos nuevo...¡de Dios espectadores!,


pupilas que la Luz ha calcinado;
y si ciegos, lo son sólo de amores.

_____________

EL JARDÍN DE MI CELDA

Me basta este trocito


pequeño de universo;

de otros lo he recibido,
de prestado ¡tan pequeño!.
Dos dalias grandotas, un estrecho

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ciprés, ¡y mil sueños!.
Nada mío, nada de nadie
¡todo nuestro!.

Aquí llueve, y cabe un pedacito


de noche y dos de silencio,
y se le cuela septiembre
por cualquier agujero.
Jardín de lágrimas;
prisión de versos;
vergel de todos
con un solo beso.

Me basta, sí, este


trocito pequeño
de universo.

Más y más
pura,

soledad a solas,

soledad sin
mí mismo.

_________

Solamente la paz que Dios desea,


la que va empapando el corazón
con cadencias de lluvia silenciosa.

No esas paces que tanto nos seducen,


expertas en mentir tranquilidades;
sublimes paraísos alquilados
- remansos que robamos a la vida
y a la primera lágrima se pierden...–

Solamente la paz que Dios desea,


la enredada ya en el alma
como brisa de junio en los pinares,
y que un día invade nuestro ser
con sosegado flujo de marea.

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“BIENAVENTURADOS LOS QUE, AUNQUE NO VIERON, CREEN”

(San Juan 20’29)

Los que no vimos el Reino


ni presenciamos milagros;
los que a pesar del silencio
de Dios, aún rezamos.

Los que creímos en soles


cuando los años nublados;
los que su Estrella jamás
de los cielos descolgaron.

Los que acosamos a Dios


con gritos, rezos y llantos
y aún miramos al cielo
en pura fe, esperando...

Por locos aquí nos tienen,


a la oración aferrados
como goteo continuo
que los cielos taladraron.

La Luz que no veis está


a muchos iluminando,
que no hay tinieblas más breves
que las del Viernes Santo.

Creyentes a golpes de fe;


a músculos, esperanzados,
aunque se hagan los días
hasta la PASCUA tan largos.

Los que no visteis el Reino,


¡vosotros sois el milagro!
pues la Esperanza os hizo
DICHOSOS...a largo plazo.

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ORANTE LITÚRGICO NOCTURNO
(MAITINES-LAUDES)

En el borde de la noche os espero


con un salmo adormecido y una lágrima;

en la orilla final de las penumbras


allí donde nace la esperanza.

Os espero en las últimas estrellas


que llegaron conmigo a ver el alba;

en el seno de silencios asumidos,


en nocturnos de música y plegaria.

Os espero con un salmo entre los labios


que os haga la noche menos larga;

tu silencio lo he hecho mi silencio,


tus amores también los de mi alma.

Os espero en el sueño de los niños


que nos hacen posible la mañana.

Y cantando entre sombras os espero


porque encuentres tú también la MADRUGADA.

Silenciar el silencio, lentamente,


haciéndolo remanso de la vida,
es tarea difícil y atrevida,
por humana, quizás, la más urgente.

Retumba el corazón ruidosamente,


es corcel receloso de la brida;
si el silencio es la Tierra Prometida,
de cierto es vocación de penitente.

Cuánto y cuánto silencio pordiosero


mendigando de modo vergonzoso
un mendrugo de calma pasajero.

19
Silenciar el silencio es trabajoso,
es paciente labor de jardinero
que un día, en una flor, halla reposo.

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Un cartujo

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