D Por Mi Pa Anel
D Por Mi Pa Anel
D Por Mi Pa Anel
Desde chica tuve un gran apego por mi padre, hombre muy apuesto, que, por
supuesto me adoraba, mi hermano mayor lo era con mi madre, algo que es
común, en muchas familias. Pero por lo que recuerdo, solía decirle que era mi
novio y que me casaría con él, que lo tomaba como una gracia, aunque sentía
eso, presta a besarlo en cualquier oportunidad, creo que se llegó a crear una
rivalidad entre mi madre y yo.
Me llamo Adriana, esto sucedió hace un tiempo, creo que la atracción hacia mi
progenitor, lo descubrí, cuando era una adolescente bastante inquieta y curiosa.
Aunque parezca mentira, a pesar del dolor sentí una extraña excitación, producto
de ese castigo, al sentir su mano golpear mis glúteos. Mi madre le reprochó lo
que me había hecho, al que yo, que me mantuve varios días sin dirigirle la
palabra, pero nunca volví a fumar eso.
Hasta que un día, me habló, disculpándose de ese proceder, que, sin esperar
demasiado, lo abracé y besé sus mejillas, contenta por lo que me dijo, motivo
suficiente, que a partir de ese día hubo algo entre nosotros, o más bien sentí algo
más hacia él.
Cada fin de semana llegaba mi hermano comiendo los tres, e intentando alegrar
a papá, a fin de poder sacarlo de ese ostracismo que lo embargaba.
Esperé que después de hablar un buen rato, retornáramos a nuestro “juego”, pero
no fue así, no creí conveniente continuarlo, posiblemente no era ni seria lo
adecuado.
La vez que salía de ducharme, suponiendo que estaba sola en la casa, me envolví
el toallón a la cintura, con mis florecientes tetas al aire, de improviso surge mi
padre, sin llegarme a tapar, me quedé parada, mientras me observó durante unos
segundos, continué mi camino, mientras él se dirigía a su dormitorio.
Jamás comentamos nada al respecto, pero una noche llegué a casa, bastante
pasada de bebida, había vomitado, al entrar, tropecé con algo, lo que atrajo la
atención de mi padre que vino a ver lo sucedido, que, al verme en ese estado, me
levantó, diciéndome:
Ahí permanecí, toda mojada y vestida en la tina, no le quedó más remedio, que,
sacarme, tratar de sentarme en un banquito, mientras me secaba, y teniendo que
optar por quitarme la ropa mojada.
“Lo hubieses hecho, papi, solo tenías que bajarme las bragas”
Una noche opte por tener algo más con mi padre, así que me puse mi más
corto camisón, sin nada en mi interior, era una noche ideal, una fuerte tormenta
eléctrica azotaba la ciudad, papá sabia de mi temor hacia las tormentas, así que
mientras mirábamos televisión me acurruqué muy junto a él, mis piernas
contraídas apenas tapaban mi pubis, aunque al tenerlas juntas no se notaba si
tenía algo puesto.
“Muy bien, hacia largo tiempo que no me sentía así. Te diré algo, te
pareces muchísimo a tu madre cuando era joven como tú”
Me recosté sobre sus piernas, entrecerrando los ojos, disfrutando de sus caricias
suaves y continuas. Rascaba mi cuello, llevándome a un estado de somnolencia,
relajando mi cuerpo, mientras sentía como su mano subía por mi muslo hasta
llegar cerca de la cintura. No sé qué pasó, pero en determinado momento me
desperté, sola en mi cama, realmente me sentí molesta, pero comprendí la
actitud de papá.
Pasaron unos días, sin llegar a pretender algo más, notaba que mi padre trataba
de eludirme, aunque mi presencia parecía alterarlo, lo que noté es, que
nuevamente mantenía su aspecto físico.
Una noche, al llegar a casa no estaba, me extrañó, dado que siempre permanecía
a esa hora en casa. Aproveché para darme un baño, después de ducharme me
envolví con la toalla, me preparé un sándwich, llevándolo a la sala mientras veía
televisión.
Media dormida, en esa posición, con un movimiento que hice, un pecho quedó
al descubierto, si bien no me percaté enseguida, al darme cuenta, no hice nada
para cubrirlo. Mi cabeza sobre sus piernas me hizo percibir que se estaba
excitando. Me contenté de esa reacción, a lo que moví más mi cabeza sobre su
bulto, giré un poco mi cabeza, intentando poner mi boca sobre su bulto, mientras
pretendía ir abriendo algo la toalla que me cubría. Percibía la tensión que se
había creado entre ambos, llevé mi mano a su verga, mientras intentaba
levantarme, deslizándose la toalla quedando mis senos, al descubierto.
En un momento me dice:
“No dañamos a nadie, papi, estamos solos, sé que me deseas, que tiene
de malo, hacer algo que anhelamos, si realmente lo que digo no es así, me
levanto y me voy a mi cuarto”.
Poco a poco llegó a mi sexo, muy húmedo, por cierto, sus dedos rozaban mis
labios inferiores, introduciéndolos con algo de cautela, en mi vagina. Así
continúo besándome y excitando mi clítoris, el nerviosismo perduraba, pero
estaba encantada de lo que me hacía, después de varios minutos me fue llevando
a un largo y exquisito orgasmo, para finalmente besarme.
Mientras mis manos buscaban su verga, que no tardo en surgir grande y muy
erguida, mi boca se acercó a ella lamiéndola y mamándosela suavemente, al
momento que sus manos abrían mis piernas para introducirla en el sexo de su
amada hija. No llego a realizarlo, no porque lo haya impedido sino porque se
detuvo en su intención, así que tomé su erguida y la fui acariciando hasta
llevarla a mi boca para mamársela levemente. Me encantaba su miembro grande
y viril, comprendí los gemidos de mi madre, cuando los espiaba, al recibir
semejante elemento.
Creo que, en ese momento, se rompió el tabú, ya no éramos padre e hija, nos
habíamos convertido en amantes, aunque ante los ojos de la sociedad no lo era
así.
Dormimos lo que restaba de la noche, yo no me lave, cada tanto olía los restos,
del aroma de su semen, que erizaba todo mi cuerpo. Unas succiones en mis
pezones me despertaron, me sentí muy feliz al sentirlos, su mano buscaba mi
cuerpo, hasta llegar a mi genital, sus leves mordidas en mis tetillas y sus dedos
introduciéndose en mi vagina, me estimularon rápidamente. Me beso por todos
lados, hasta lamer mi húmeda vagina, la punta de su lengua provocaba mi
clítoris, había alborotado mis hormonas, me deje llevar, cuando su dedo palpaba
el borde de mi ano, sin introducirlo, la emanación de mi flujo, lo estimulaba,
acelerando su labor, no parando hasta lograr producirme una serie de gritos y
gemidos, que finalizaron con un fuerte orgasmo.
Aunque ese secreto que manteníamos, llevaba implícito nuestra relación, que
supongo alguien podría suponerme, al punto que un par de personas nos dijo que
parecíamos novios.
Al regresar a casa, mi padre estaba algo estimulado por lo que había tomado, la
forma de mirarme y su manera de abrazarme, me dio a entender que me deseaba.
A pesar que habíamos considerado cortar con esa relación, la que llevábamos
más de 3 meses, pero que nunca terminamos de concretarlo.
Su mano, se deslizaba entre mis piernas, las que fui abriendo lentamente, al
llegar a mi entrepierna, percibió que carecía de bragas, eso pareció alterar su
sentido sexual. Me giró, dejándome boca abajo, levantando el vestido hasta la
altura de mi cintura, quedando mí pomposo culito al descubierto, acaricio mis
cachetes, abriéndolos para exponer mi orificio, friccionándolo con su dedo, he
intentado introducirlo.
A pesar de nunca haber tenido sexo anal, eleve mi culo, como aceptando su
intención, mientras me quitaba mi vestido, dejándome como dios me trajo al
mundo.
Era algo cruel sentir su falo metido hasta mis entrañas, dando la sensación de
partirme, a pesar del dolor que me provocaba me encantaba ser tratada con ese
ímpetu. Le rogué, que no se moviera, quería disfrutar su aparato en mi interior,
mientras mi conducto se amoldaba a su tamaño Percibía los latidos de su falo en
mi íntimo conducto, que no dejaba de hacerme vibrar. Estrechaba mi ano,
aprisionando su verga, hasta que súbitamente empezó su impetuoso bombeo, fue
fabuloso, lo hacía de una manera algo brutal, al punto de hacerme sentir una
prostituta, no era como otra vez, era algo irracional, como si en ese contacto anal
estuviese descargando su voracidad, en parte me asusto pero a su vez me
incitaba esa comunión anti natura.
Cada vez que penetra su verga, mi cabeza se elevaba, esa circunstancia parecía
excitar más a mi padre, quien me bombeaba con mayor violencia. El dolor y el
goce se mezclaban, haciendo ese contacto en algo impresionante. Era todo tan
delicioso, que, si bien mi actitud era pasiva, recibía constantemente el ímpetu de
su actividad, manteniendo mi cuerpo en un estremecimiento continuo.
La relación con mi padre, duro bastante tiempo, y tengo que reconocer que
comenzó a celarme constantemente. Creo que hubo dos etapas, la primera fue
como más delicada, más cálida, en donde el pecado nos contenía, donde solo nos
manteníamos con caricias, besos y una penetración vaginal, mientras que, en la
siguiente, fue bastante brutal, sentía que pretendía castigarme, siendo la relación
anal la de mayor intimidación.