D Por Mi Pa Anel

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Desvirgada analmente por mi padre.

Desde chica tuve un gran apego por mi padre, hombre muy apuesto, que, por
supuesto me adoraba, mi hermano mayor lo era con mi madre, algo que es
común, en muchas familias. Pero por lo que recuerdo, solía decirle que era mi
novio y que me casaría con él, que lo tomaba como una gracia, aunque sentía
eso, presta a besarlo en cualquier oportunidad, creo que se llegó a crear una
rivalidad entre mi madre y yo.

Me llamo Adriana, esto sucedió hace un tiempo, creo que la atracción hacia mi
progenitor, lo descubrí, cuando era una adolescente bastante inquieta y curiosa.

Y sucedió un día en que mi padre me descubre, al pescarme fumando un porro,


no tenía más de catorce años, pero nunca lo había visto tan furioso, al tomarme
de un brazo colocándome sobre sus rodillas, levantando mi falda, y bajando mi
bombacha, dándome una seguidilla de chirlos hasta hacerme llorar.

Aunque parezca mentira, a pesar del dolor sentí una extraña excitación, producto
de ese castigo, al sentir su mano golpear mis glúteos. Mi madre le reprochó lo
que me había hecho, al que yo, que me mantuve varios días sin dirigirle la
palabra, pero nunca volví a fumar eso.

Hasta que un día, me habló, disculpándose de ese proceder, que, sin esperar
demasiado, lo abracé y besé sus mejillas, contenta por lo que me dijo, motivo
suficiente, que a partir de ese día hubo algo entre nosotros, o más bien sentí algo
más hacia él.

En ese periodo mi madre se enferma, a pesar de los esfuerzos y tratamientos


para curarla antes de cumplir los 17, falleció. Fue un golpe terrible,
principalmente para mi padre, un hombre muy apegado a ella que en ese
momento tendría 41 años. Realmente esta desgracia destruyó a todos, pero
especialmente a papá, apenas atendía la empresa, se había abandonado en lo
personal, y permanecía cuando estaba en casa, mirando televisión, aunque
parecía bastante ausente en lo que veía, sumado la lejanía de mi hermano, que
estudiaba en otra ciudad.
Por mi parte, comenzaba mis estudios terciarios lo que también permanecía
fuera de casa, a pesar que había decidido viajar todos los días para tratar de
acompañar más a mi padre. Siempre tuve un gran apego a él, mayor que a mi
madre, trataba de entretenerlo, le contaba cosas de mis compañeros de clase,
intentaba distraerlo y sacarlo de ese estado depresivo. Desde chica me sentaba
en su falda y me dormía abrazada a él, cosa que, al crecer, fui abandonando esa
costumbre, pero retomé ese hábito para intentar divertirlo y demostrarle mi
cariño.

Cada fin de semana llegaba mi hermano comiendo los tres, e intentando alegrar
a papá, a fin de poder sacarlo de ese ostracismo que lo embargaba.

El hecho de acariciarlo, mimarlo, tratar de recrearlo, fue modificando su estado,


aunque no lo suficiente. En dos o tres oportunidades que estaba sentada sobre su
regazo, me dio la sensación en que lo motivaba, creo que me alegró, no desde el
punto de vista sexual, sino que algo lo estimulaba y que era su hija, la que le
provocaba esa nueva sensación. Así que a partir de ese momento continúe con
esa práctica, en algunos momentos intentaba rechazarme y en otros
permanecíamos callados, disfrutando ese placer inesperado, de una manera
individual y como algo tácito.

A veces lo besaba muy cerca de su boca, diciéndole que lo quería mucho, él


sonreía y me abrazaba, retribuyendo los besos. Esto fue aparejando cosas, al
punto que me obsesioné hasta ir un poco más, aunque pensaba que no debía de
ser lo correcto. Lo más cercano que logré fue que me acariciase las piernas, fue
una noche, mientras veíamos televisión, estaba con un corto camisón, pegada a
mi padre, su mano se posó en mi pierna, acariciándomela suavemente. Me pegué
más a su cuerpo, como disfrutando en lo que me hacía, mientras su mano rosaba
mi entrepierna, sentí que mi vagina comenzaba a segregar, por efecto de esos
mimos.

Me fui, como acomodando, entreabriendo mis piernas, a la espera de que su


mano continuase internándose, hasta llegar a mi sexo, ya no pensaba que era mi
padre, sino en un hombre maduro al que podría llegar a entregarme. Su mano
con total lentitud rosaba mis bragas, deseaba desesperaba que tocase mi
intimidad, cuando inesperadamente parecía hacerlo, el maldito sonido del
teléfono nos trajo a la realidad, saliendo de ese momento de deleite. Mi padre se
levantó rápidamente para atender, cosa que entendí perfectamente, fue como un
aviso, que le indicaba que no estaba haciendo lo correcto.

Esperé que después de hablar un buen rato, retornáramos a nuestro “juego”, pero
no fue así, no creí conveniente continuarlo, posiblemente no era ni seria lo
adecuado.

Si bien, tenía relaciones esporádicas con un amigo, la idea de tenerlas con mi


padre fue prosperando, transformándose en una obsesión. Sabía que mi padre
era una persona muy correcta, que sería algo difícil llegar a tener algo así.

La vez que salía de ducharme, suponiendo que estaba sola en la casa, me envolví
el toallón a la cintura, con mis florecientes tetas al aire, de improviso surge mi
padre, sin llegarme a tapar, me quedé parada, mientras me observó durante unos
segundos, continué mi camino, mientras él se dirigía a su dormitorio.

Jamás comentamos nada al respecto, pero una noche llegué a casa, bastante
pasada de bebida, había vomitado, al entrar, tropecé con algo, lo que atrajo la
atención de mi padre que vino a ver lo sucedido, que, al verme en ese estado, me
levantó, diciéndome:

“Vete a duchar, hija” Dándose cuenta que no me podía mantener en pie,


alzándome, metiéndome en la tina, abrió el grifo de la ducha, despejándome un
poco.

Ahí permanecí, toda mojada y vestida en la tina, no le quedó más remedio, que,
sacarme, tratar de sentarme en un banquito, mientras me secaba, y teniendo que
optar por quitarme la ropa mojada.

Termino por ponerme el camisón, alzándome para llevarme a mi dormitorio,


que, como una chica mal criada, comencé a berrear, diciéndole que me dejase
dormir con él, que me sentía mal, que tenía miedo y una sarta de estupideces,
pero a pesar de su negación, continúe insistiendo hasta que lo aceptó.
Me acosté, sintiendo su cuerpo caliente, me pequé a su espalda, enervando mi
cuerpo ante ese contacto, hasta que pasé mi mano por su cintura, hasta adquirir
la pose “cucharita”, perspectiva muy deliciosa, que fue acatado por mi padre.

A la mañana siguiente mientras desayunábamos. Me dice:

“Anoche merecías unos buenos chirlos, por tu estado deplorable”

“Lo hubieses hecho, papi, solo tenías que bajarme las bragas”

Automáticamente cambio el tema, hablando de otra cosa.

Una noche opte por tener algo más con mi padre, así que me puse mi más
corto camisón, sin nada en mi interior, era una noche ideal, una fuerte tormenta
eléctrica azotaba la ciudad, papá sabia de mi temor hacia las tormentas, así que
mientras mirábamos televisión me acurruqué muy junto a él, mis piernas
contraídas apenas tapaban mi pubis, aunque al tenerlas juntas no se notaba si
tenía algo puesto.

Tomé la mano de mi padre, acariciándola y colocándola sobre mi muslo, su


contacto se hizo sentir rápidamente, eso me permitió juntarme más a él,
demostrando mi placer al apreciar su mano. Así permanecíamos mientras su
mano subía y bajaba por mi muslo. Mi mente estaba más pendiente de su
contacto que de lo que veíamos por televisión.

Le pregunté cómo estaba:

“Muy bien, hacia largo tiempo que no me sentía así. Te diré algo, te
pareces muchísimo a tu madre cuando era joven como tú”

“Gracias, me da mucha satisfacción que me lo digas. Ojala pueda llegar


a aportar lo mismo que ella” le digo. Me miró algo confuso por mi
contestación, diciéndome
“Que quieres decir?”

“No nada, papi, nada”

Me recosté sobre sus piernas, entrecerrando los ojos, disfrutando de sus caricias
suaves y continuas. Rascaba mi cuello, llevándome a un estado de somnolencia,
relajando mi cuerpo, mientras sentía como su mano subía por mi muslo hasta
llegar cerca de la cintura. No sé qué pasó, pero en determinado momento me
desperté, sola en mi cama, realmente me sentí molesta, pero comprendí la
actitud de papá.

Pasaron unos días, sin llegar a pretender algo más, notaba que mi padre trataba
de eludirme, aunque mi presencia parecía alterarlo, lo que noté es, que
nuevamente mantenía su aspecto físico.

Una noche, al llegar a casa no estaba, me extrañó, dado que siempre permanecía
a esa hora en casa. Aproveché para darme un baño, después de ducharme me
envolví con la toalla, me preparé un sándwich, llevándolo a la sala mientras veía
televisión.

Como a la hora regreso mi padre, me besó y se sentó a mi lado, hablamos un


poco, lo veía bastante animado, me recosté sobre sus piernas apoyando mi
cabeza muy cerca de su miembro.

Media dormida, en esa posición, con un movimiento que hice, un pecho quedó
al descubierto, si bien no me percaté enseguida, al darme cuenta, no hice nada
para cubrirlo. Mi cabeza sobre sus piernas me hizo percibir que se estaba
excitando. Me contenté de esa reacción, a lo que moví más mi cabeza sobre su
bulto, giré un poco mi cabeza, intentando poner mi boca sobre su bulto, mientras
pretendía ir abriendo algo la toalla que me cubría. Percibía la tensión que se
había creado entre ambos, llevé mi mano a su verga, mientras intentaba
levantarme, deslizándose la toalla quedando mis senos, al descubierto.

Mi respiración entrecortada demostraba mi estado de ansiedad y nerviosismo, en


parte temía que reaccionase impulsivamente, dándome una bofetada por ser tan
osada. Sin ninguna pausa, besé a mi padre en sus labios, mientras apretaba su
miembro bastante erecto, sus manos tomaron mis pechos y yo trataba de sacar su
verga, bajé su cremallera, mientras papá me besaba y manoseaba mis tetas,
apretando mi pezón ya bastante duro. Al tiempo en que mi mano llegaba a su
miembro bien erecto.

Agitaba su aparato, mientras papá me quitaba la toalla, nuestras bocas estaban


en un contacto permanente su lengua hurgaba a la mía, era un paroxismo total.
Removía totalmente su erecto pene, cuando traté de mamárselo, pero un chorro
de su esperma mojó mi rostro.

Automáticamente papá se contuvo, pero yo continúe hasta sentir que había


eyaculado la totalidad. Papá me abrazó y hasta se puso a llorar, por la tensión o
no sé por qué otro motivo.

“Pero eres mi hija” fueron sus palabras.

Lo besé cariñosamente, mientras le decía

“Tranquilo pa, me encanto hacerlo, disfrútalo”

En un momento me dice:

“Es una locura, pero no pude de dejar de acariciar tu bello y atractivo


cuerpo”

“No dañamos a nadie, papi, estamos solos, sé que me deseas, que tiene
de malo, hacer algo que anhelamos, si realmente lo que digo no es así, me
levanto y me voy a mi cuarto”.

No mantuvimos un rato largo abrazados, mirando sin prestar demasiada


atención, a lo que el televisor mostraba. Sin decirle más nada, termine
quitándome el toallon, y lo abracé, sintiendo como su mano acariciaba mi
cuerpo, con mucha suavidad, recordé cuando era muy chica que lo llegó a hacer,
permitiéndole que tomase la iniciativa, gimiendo suavemente ante el recorrido
de su mano.

Poco a poco llegó a mi sexo, muy húmedo, por cierto, sus dedos rozaban mis
labios inferiores, introduciéndolos con algo de cautela, en mi vagina. Así
continúo besándome y excitando mi clítoris, el nerviosismo perduraba, pero
estaba encantada de lo que me hacía, después de varios minutos me fue llevando
a un largo y exquisito orgasmo, para finalmente besarme.

Fui desabrochando su cinturón, tratando de ir confirmando mi deseo, bajé su


cremallera, todo se fue desarrollando de una manera muy gradual, como
disfrutando de ese momento, descubriendo nuestros cuerpos necesitados de
sexo.

Como dios me trajo al mundo me sitúo sobre el sillón, admirando y besando mi


desnudez, mientras me acostaba sobre el sofá, metiendo su mano entre mis
piernas, descubriendo mi sexo saturado por la emanación de mis jugos
vaginales.

Mientras mis manos buscaban su verga, que no tardo en surgir grande y muy
erguida, mi boca se acercó a ella lamiéndola y mamándosela suavemente, al
momento que sus manos abrían mis piernas para introducirla en el sexo de su
amada hija. No llego a realizarlo, no porque lo haya impedido sino porque se
detuvo en su intención, así que tomé su erguida y la fui acariciando hasta
llevarla a mi boca para mamársela levemente. Me encantaba su miembro grande
y viril, comprendí los gemidos de mi madre, cuando los espiaba, al recibir
semejante elemento.

La fui introduciendo, hasta alcanzar la totalidad, succionándosela y chupándola


lentamente, noté que estaba algo perplejo, pero bastante excitado. Notaba que
parecía tener una lucha interna, así que, besándolo suavemente en sus labios, le
digo

“Tranquilo, pa, déjate llevar, soy una mujer que te ama”’


Eso pareció agradarle, así que mi mano continúa jugando con su miembro, que
rápidamente se fue poniendo muy erguido, y a pesar de la poca luz que invadía
al recinto, pude ver por vez primera su verga, por cierto, bastante grande. Sin
darle demasiado respiro, le succione sus tetillas, mientras mi mano captaba la
reacción de su miembro.

Eso me provocaba, continúe besando su pecho, abdomen, bajándome lentamente


hacia su sexo, al llegar mi boca nuevamente, hasta su miembro, trató de
impedirlo.

“’ Si no te agrada, lo suspendo”’ le digo

Al no responderme, proseguí con mi labor, mi lengua lamio la totalidad de su


empinada verga, hasta que me la introduje en mi boca, me fue imposible
tragarme totalmente, pero la disfrutaba, subía y bajaba mi orificio bucal, mis
labios rozaban ese miembro, con total devoción, al notar la convulsión de mi
padre, me incitaban a acelerar esa encantadora mamada que le estaba
proporcionando. Seguí sin darle tregua, me fascinaba hacerlo, hasta que
eyaculó fuertemente en el interior de mi boca, aflorando por las comisuras de
mis labios, a pesar de eso, no pare en mi labor, hasta notar que había evacuado la
totalidad de su semen. Con los labios y mi boca bien humedecidos por su flujo,
apoye mi boca en la suya, buscando su lengua, unificando nuestros respectivos
jugos.

Creo que, en ese momento, se rompió el tabú, ya no éramos padre e hija, nos
habíamos convertido en amantes, aunque ante los ojos de la sociedad no lo era
así.

Dormimos lo que restaba de la noche, yo no me lave, cada tanto olía los restos,
del aroma de su semen, que erizaba todo mi cuerpo. Unas succiones en mis
pezones me despertaron, me sentí muy feliz al sentirlos, su mano buscaba mi
cuerpo, hasta llegar a mi genital, sus leves mordidas en mis tetillas y sus dedos
introduciéndose en mi vagina, me estimularon rápidamente. Me beso por todos
lados, hasta lamer mi húmeda vagina, la punta de su lengua provocaba mi
clítoris, había alborotado mis hormonas, me deje llevar, cuando su dedo palpaba
el borde de mi ano, sin introducirlo, la emanación de mi flujo, lo estimulaba,
acelerando su labor, no parando hasta lograr producirme una serie de gritos y
gemidos, que finalizaron con un fuerte orgasmo.

Después de eso su pene busco mi cavidad vaginal, para introducir su erecto


aparato, que después de un apasionado bombeo, me llevo a un segundo orgasmo.
Está de más decirlo, que prácticamente ese día no salimos de la cama, nunca lo
olvidaré, estaba realmente feliz, pero creo que más por mi querido padre, que
volvió a ser alguien alegre, con nuevas ganas de vivir.

Nuestros roles se alteraron de padre e hija pasamos a marido y mujer, o esposos


o amantes, o como les parezca, salíamos, viajamos mucho todo lo que una pareja
hace, disfrutar de la vida. Pero como a los tres meses de nuestra relación,
temíamos una fiesta de unos parientes, que era la primera vez que nos
presentábamos en público, por supuesto nos relacionaban como padre e hija.

Aunque ese secreto que manteníamos, llevaba implícito nuestra relación, que
supongo alguien podría suponerme, al punto que un par de personas nos dijo que
parecíamos novios.

Dado el acontecimiento mi padre me había comprado un vestido largo para esa


ocasión, me lo puse, pero al notar que se marcaba mi ropa interior, opté por
sacármela, dado el gran escote, me puse un collar de mi madre, que después de
finalizar de vestirme, mi padre comenta:

“Cada vez te pareces más a tu madre” palabras que me alegaron


muchísimo, aunque prefería que fuese su amor por mí, no por mi madre.

Evidentemente fui la atracción de la fiesta, dado que el vestido ayudaba a


destacar las curvas y la desnudez de mi cuerpo, está de más decir que papá
estaba muy orgulloso de su amante-hija. No bailamos juntos, creo que más que
nada era para preservar nuestro parentesco. Estuve toda la noche con primos y
amigos y mi padre con los de su edad.

Al regresar a casa, mi padre estaba algo estimulado por lo que había tomado, la
forma de mirarme y su manera de abrazarme, me dio a entender que me deseaba.
A pesar que habíamos considerado cortar con esa relación, la que llevábamos
más de 3 meses, pero que nunca terminamos de concretarlo.

Nos sentamos en el sofá, y me beso en la mejilla, sus suaves caricias me


comenzaron a incitar, me acurruqué a su lado a la espera de su calor, fue
levantando la falda de mi vestido, sintiendo como el satén se desplazaba sobre
mi piel, mis pezones se erizaron y sentí como una descarga húmeda entre mis
piernas.

Su mano, se deslizaba entre mis piernas, las que fui abriendo lentamente, al
llegar a mi entrepierna, percibió que carecía de bragas, eso pareció alterar su
sentido sexual. Me giró, dejándome boca abajo, levantando el vestido hasta la
altura de mi cintura, quedando mí pomposo culito al descubierto, acaricio mis
cachetes, abriéndolos para exponer mi orificio, friccionándolo con su dedo, he
intentado introducirlo.

Lo que me hizo recordar aquella tunda que me propinó, mi corazón latía


apresuradamente, aumentando mi agitación, su lengua jugueteo en mi ano, mis
pezones se erizaron, su saliva humedecía mi cavidad, evidentemente para
lubricarlo, sin oponerme permití su juego.

En escasos minutos, sentí su miembro recorrer mi raya hasta detenerse en mi


abertura, para hurgar alrededor de mi ano, me relaje dispuesta a satisfacer su
intención. Su glande comenzó a penetrarme unos centímetros, me invadió un
fuerte dolor, pero a pesar de ese malestar permanecí inmutable a la espera de su
penetración, a pesar de conocer el tamaño de su aparato. Me agradaba que mi
padre fuese el primero en desvirgarme analmente, su glande se oprimía contra
mi orificio con la intención de penetrarme, mi esfínter parecía dilatarse.

A pesar de nunca haber tenido sexo anal, eleve mi culo, como aceptando su
intención, mientras me quitaba mi vestido, dejándome como dios me trajo al
mundo.

Acariciaba mi espalda para darme tranquilidad mientras el extremo de su pene


permanecía oprimiendo mi acceso anal. Al pretender introducirlo, exhale un
grito de dolor, se detuvo de su propósito, y girándome llevo su miembro a mi
boca para que se lo lubricase. No hacían falta muchas palabras, como una buena
hija abrí mi boca acatando su pedido. Fue algo delicioso hacerlo, mi saliva lo
lubricó, sin dejar de succionarlo, con entera satisfacción, me sentía alagada,
quería hacerlo gozar más que las veces anteriores.

Cuando terminé de sorberla, me giré, elevando mi trasero a la espera de la visita


de su pene, en mi virgen conducto anal. Aunque comenzó a producir una serie
de chirlos, bastantes fuertes, donde mis gemidos no era de dolor sino de placer
Templaba como una hoja, como si esa fuese la primera relación que tenía, que
después de finalizar con ese sensual castigo, inmediatamente percibí su punta
introducirse, algo más rápida, tomándome de la cintura, empujo, sintiendo un
fuerte dolor, al que traté de no anunciarlo.

Lo sentía entrar dolorosamente centímetro a centímetro, usurpando poco a poco


la intimidad de mi recto, presumo que cada vez más enrojecido por el elemento
penetrador, hasta que el esfínter parecía latir, tolerando mejor la incursión.
Sentía las palpitaciones de su aparato reproductor a través de la membrana de mi
recto, sus manos apretaban mis senos, hasta que al fin terminó de entrar y la
cabeza se alojó profundamente, dejando sus genitales pegados a mi ano,
anunciando que sus 20 cm se cobijaban en mi recto. Mis gritos y gemidos
parecía que lo provocaba, porque sus empellones se acentuaban, provocándome
un ardor en mi recto ya algo afectado por tal violento acoso.

Era algo cruel sentir su falo metido hasta mis entrañas, dando la sensación de
partirme, a pesar del dolor que me provocaba me encantaba ser tratada con ese
ímpetu. Le rogué, que no se moviera, quería disfrutar su aparato en mi interior,
mientras mi conducto se amoldaba a su tamaño Percibía los latidos de su falo en
mi íntimo conducto, que no dejaba de hacerme vibrar. Estrechaba mi ano,
aprisionando su verga, hasta que súbitamente empezó su impetuoso bombeo, fue
fabuloso, lo hacía de una manera algo brutal, al punto de hacerme sentir una
prostituta, no era como otra vez, era algo irracional, como si en ese contacto anal
estuviese descargando su voracidad, en parte me asusto pero a su vez me
incitaba esa comunión anti natura.

Cada vez que penetra su verga, mi cabeza se elevaba, esa circunstancia parecía
excitar más a mi padre, quien me bombeaba con mayor violencia. El dolor y el
goce se mezclaban, haciendo ese contacto en algo impresionante. Era todo tan
delicioso, que, si bien mi actitud era pasiva, recibía constantemente el ímpetu de
su actividad, manteniendo mi cuerpo en un estremecimiento continuo.

Gritaba como desaforada, ese roce en las paredes de mi conducto, era


alucinante. Exhalando, gemidos y gritos de placer hasta mi último aliento,
cuando una maravillosa convulsión inundó mí ser. No tardé en tener un segundo,
al percibir el esperma de mi padre, colmando el recinto de mi recto. Después de
haber eyaculado, su cuerpo extenuado cayó sobre mi espalda, sin quitar su
miembro de mi interior, así permanecimos abrazados, hasta que no dormimos.

No dejo de excitarme cuando recuerdo aquel momento, a pesar de haberme


hecho sangrar mi esfínter, y tenerlo dolorido un par de días.

A la mañana siguiente sucedió algo inesperado, no sé por qué razón mi hermano


llegó antes del mediodía, papá se había levantado para bañarse, y yo permanecía
tendida, reponiéndome de la noche anterior. En la cama de mi padre, totalmente
desnuda y apenas tapada por la sabana, ciertas manchas de semen seco y algunas
de sangre, deban las pautas necesarias de nuestra relación. Al ver Carlos esa
escena me miró y sin darme tiempo a nada se fue como una tromba. No supe
que hacer, tardé bastante tiempo en contarle a papá, porque Carlos ya no venía a
casa y carecía de excusas para seguir mintiéndole.

La relación con mi padre, duro bastante tiempo, y tengo que reconocer que
comenzó a celarme constantemente. Creo que hubo dos etapas, la primera fue
como más delicada, más cálida, en donde el pecado nos contenía, donde solo nos
manteníamos con caricias, besos y una penetración vaginal, mientras que, en la
siguiente, fue bastante brutal, sentía que pretendía castigarme, siendo la relación
anal la de mayor intimidación.

Todo se fue cambiando, ya no era su hija, así lo percibía, aunque él seguía


siendo mi padre, o por lo menos era lo que apreciaba. Mi hermano ya no venía a
casa, lo volví a ver cuándo falleció papá, hace un par de años

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