Enseñando A Perdonar 03

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POSTULACIÓN GENERAL DE LAS ESCUELAS PÍAS

ENSEÑANDO A PERDONAR
Escolapios, 1936

PUBLICACIONES ICCE
Madrid, 1995
Las biografías de los trece mártires se han tomado de MARIO CARISIO, Sch. P.,
«Tes:igos de la Fe» (ICCE, Madrid 1990), siendo nuevos los demás textos
de la presente pubiicación.

Pm:.d,1· T\\"íFR DEL Río v Juuo DEL Río

©Ediciones ICCE Madrid


© Postulación General de las Escuelas Pías. Roma

Depósito Legal: S. 719-1995

Imprime:
Gráficas VARONA
Rúa Mayor, 44. Teléf. (923) 263388. Fax 271512
37008 Salamanca
ENSEÑANDO A PERDONAR
Escolapios, 1936
Cada una de las Provincias escolapias y de las Diócesis en
que murieron estos trece escolapios realizaron el proceso exigi-
do para analizar la autenticidad de su presunto martirio. Las
conclusiones de tales trabajos fueron aceptadas en el Vaticano
por la Comisión para las Causas de los Santos el 15 de marzo
de 1985.

Terminados cuantos exámenes y consultas se requieren, Su


Santidad, Juan Pablo II, ante la citada Congregación, declaró
"que consta del martirio y su causa de los Siervos de Dios
Dionisia Pamplona Polo y doce compañeros, de la Orden de los
Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas
[,~.s (PF. Escolapios), muertos el ar7.o 1936"; -:ra el 15 de diciem-
bre de 1994.

Al ser diversos los días de sus respectivos martirios se esco-


gió el 22 de septiembre, fecha en que murió el valenciano Carlos
Navarro, para celebrar litúrgicamente la memoria de los trece,
encabezados por el rector de Peralta y el primero en dar su vida.
¡

El 1 de octubre de 1995, en una ceremonia en que se beatifi-


có a un grupo muy numeroso de mártires (entre ellos del seglar
Vicente Vilar David, ex-alumno del Colegio escolapio San Joa-
quín de Valencia, y a un sólo "confesor", el escolapio P. Pietro
Casani) el Papa Juan Pablo II los proclamó "Beatos"; desde ese
día se les puede dar culto público en sus parroquias, en sus
Diócesis de origen o martirio y en las casas escolapias.

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--~.----

Llamada a la propia Santidad

Es justo que diga dos palabras en la beatificación de catorce hermanos


nuestros, el P. Casani y trece mártires españoles.
La santidad es un don para la Iglesia, para esta pequeña Iglesia que
son la Escuelas Pías, y para esa Iglesia que sois los familiares de los már-
tires escolapios, las parroquias en que nació su fe, amén de los que entren
en la órbita de su iradiación martirial. Y por ser don es, también, motivo
de acción de gracias. El don es más don cuando se complementa con el re-
conocimiento. Y no sólo reconocimiento en causa ajena, sino sintiendo el
don de la santidad como propio, como hecho a uno mismo.
Cuando la santidad nos visita en la vida de nuestros hermanos, es pre-
cisamente porque Dios aldabonea nuestro corazón, en espera de que nos
sintamos heridos por la gracia de una exquisista llamada a la propia san-
tidad.
¿Qué significa la 'propia santidad', sino el bautismo en el Espíritu, en
el mismo y único Espíritu que da, refuerza, unge sin interrupción de y en
espiritualidaci de cada uno de nosotros?. Espírirtu Santo y espiritualidad
de santidad. Perfecta ecuación:
- Ser santo es ser hijo de Dios, ni más ni menos.
- Ser santo es seguir a Jesús, en un discipulado que se va adentrando
en los pensares, sentires y quereres del Maestro. Lento, tenaz, defi-
nitivo. Maravillado siempre.
¡
- Ser santo no es más que ser mejor lo que somos. Es ir adecuando
nuestro caminar al ideal del Evangelio y al que hemos profesado.
- Ser santo es dejarse conducir por el Espíritu Santo. Dejarse: ¡Qué
expresión tan bella referida al Espíritu! La navecilla oreada por la
brisa del Espíritu, comentaba Calasanz en una carta. Me subyuga,
de pronto, la imagen de las Constituciones de Calsanz: "Dejándose

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llevar y traer por la Providencia ... ; como el borriquillo aquel que
Cristo cabalgaba el día de Ramos, que se dejaba conducir y enca-
minar a todas partes".
La única tristeza que nos cabe es la de no ser santos, decía León Bloy.
Le tenemos miedo, acaso, a la santidad y nos excusamos en todo el
andamiaje de las Causas de los santos, beatos, venerables y siervos de
Dios: que si al Papa se le va la mano en lo referente a las Causas; que si el
dinero que supo;-:c una beatificación, como la de nuestros catorce herma-
nos; que ... Dinero de y para los pobres, es la excusa sempiterna Un. 12,5 ).
Con todo, la santidad no es más que el itinerario de la mente hacia
Dios, el camino inexcusable de purificación, iluminación y de unión con
Dios. Es el "descálzate, que pisas tierra sagrada" con que Dios llamó a
Moisés en el desierto para que liberara al pueblo esclavizado (Ex. 3,5). Es
el compromiso con el hermano, con el hombre viviente que es el camino
de Dios, según apreciación de S. Ireneo.
Mírese por donde se mire, enfóquese por donde se enfoque, en nues-
tro ser cristianos, religiosos, sólo hay una salida: la santidad de y en Dios.
Esta es la dulce o terrible invitación. Estamos irremisiblemente en la ór-
bita de la santidad. Quedaremos, quizá, a mitad de camino, remoloneare-
mos sin dar pasos decididos, nos lanzaremos finalmente a la aventura ...
No hay otra ruta posible. "Ir a Dios, ir a no-Dios": ésta es la cuestión. En
medio, la santidad. Esta santidad nuestra de cada día. Nuestra, no porque
la hayamos trabajado tanto que nos pertenezca, sino porque Dios nos la
da, nos remite a El; agraciados nosotros. La santidad siempre es recibida,
es don y gracia. "Sed perfectos como lo es vuestro Padre". 'Perfecto'
quiere decir pulido, acabado, redondeado, hecho en plenitud. Así se po-
ne de relieve la activísima pasividad que entraña la perfección. Arcilla y
divino alfarero. Obra maestra, del Maestro. 'Dejarse', otra vez y siempre.
Pues sí, hermanos, yo quisiera que aprovecháramos el acontecimien-
to del uno de octubre para reconciliarnos -cada uno desde donde esté-
con la santidad, con la propia s~ntidad, como espectativa.
La beatificación de Pedro Casani y de nuestros hermanos Dionisio y
compañeros mártires es, debe ser, ¿será?, un acontecimiento de gracia y
santidad.
San José de Calasanz ponderaba la renovación de los votos de los re-
ligiosos como punto menos que el martirio. Así se expresaba: "La ratifi-
cación de los votos solemnes o profesión, hecha por puro amor de Dios,

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es una acción tan grata a Dios, que sobrepasa a todas las otras que puede
hacer el hombre, salvo el martirio" (carta del 20-7-1642).
Quizás sería una buena manera de sintonizar con nuestros mártires:
los que serán próximamente beatificados y los que, en número de 256 (?)
en España, convalidaron sus repetidas renovaciones de los votos con la
última, la que las lleva atadas a plenitud, su martirio.
El Papa en su Carta Apostólica Tetio Millenio Adveniente en prepa-
ración al Jubileo del año 2000, después de ponderar la siembra de márti-
res y el patrimonio de santidad que caracterizaron las primeras genera-
ciones cristianas, a las que presenta como motores del desarrollo de la
Iglesia en el primer milenio, invita a no perder esos testimonios y semillas
de santidad. En efecto, dice: "En nuestro siglo han retornado los márti-
res, muchas veces ignorados, como 'soldados desconocidos' de la gran
causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia
estos testimonios. Como ha sido sugerido en el Consistorio, conviene
que las Iglesias locales se esmeren en no dejar perder la memoria de cuan-
tos han sufrido el martirio, recogiendo la necesaria documentación". Y
concluye así: "El mayor homenaje que todas las Iglesias tributarán a
Cristo, en el umbral del tercer milenio, será la demostración de la omni-
potente presencia del Redentor, mediante frutos de fe, esperanza y cari-
dad, en los hombres y mujeres de tantas lenguas y razas, que han seguido
a Cristo en las diversas formas de la vocación cristiana". El reciente
Sínodo sobre la Vida Consagrada pide que se prepare la edición del mar-
tirologio del siglo XX (proposiLión nº .:53 ).
No puedo dejar de pensar en tanto don de santidad derramado por el
Espíritu S:rnto en nuestrJ.s amadas Escuelas Pías, en el martirio cruento o
incruento en España, Europa Central, América Latina, donde hermanos
nuestros, copartícipes del patrimonio de santidad de nuestro padre, San
José de Calasanz, dejaron testimonio de su vocación escolapia llevada
hasta donde el don de Dios tuvo a bien conducirles 'para gloria de Dios
y utilidad del prójimo'. /
Estamos ya en la primera fase de preparación para la celebración ju-
bilar del año 2000. La Iglesia nos ha permitido poner, con este granito de
santidad celebrada en estas beatificaciones, nuestra pequeña contribución
inicial al Jubileo en su momento antepreparatorio. Ojalá podamos, en un
profundo 'sentire cum Ecclesia', acompañar las etapas previstas que nos
han de llevar al año 2000 con pasos y hechos significativos. El mejor de

11
-- ;---
los cuales será, desde luego, un renovado compromiso de santidad.
Inexcusable, al estilo de Jesús: "Me santifico a mí mismo, para que ellos
se santifiquen a su vez" Qn. 17,19).
El Apocalipsis acaba así: "El que es justo, siga practicando la justicia;
y el que es santo, siga santificándose. He aquí que vengo pronto y mi re-
compensa va conmigo para pagar a cada uno según sus obras. Yo soy el
alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin. ¡Biena-
ver:ti.:rz.jos los que lavan sus vestiduras en la sangre del Cordero para
que tengan parte en el árbol de la vida y entren por las puertas de la ciu-
dad! ... El Espíritu y la esposa dicen: 'Ven'. El que lo oye diga: 'Ven'. El
que tenga sed, venga; el que quiera, tome gratis el agua de la vida ...
1¡1 'Ciertamente vengo pronto'. Amén. Ven, Señor Jesús" (Ap. 22).
Quisiera invitar a toda la Orden, a los familiares de los mártires y a
sus parroquias, y al pueblo cristiano que entre en conocimiento de sus vi-
das testimoniales, a poneros, serena y humildemente, en estado de santi-
ficación acelerada. Vivamos la alegría de ser llamados de nuevo a la santi-
dad, en la beatificación de nuestros hermanos.
Y me gusta terminar como concluía la lectura diaria del Martirologio
de otros tiempos, que, tras relatar la vida de los santos más conocidos del
día, añadía: y en otros lugares se celebra a otros muchos santos mártires,
confesores y santas vírgenes. ¡Demos gracias a Dios!
Con afecto

Roma, 27 de junio de 1995

]osEP MARÍA BALCELLS, Padre General

- -- ------ 12
San José de Calasanz, fundador de los Escolapios. Escultura en
el Monasterio de !rache (Navarra) ante la que rezaron los once
mártires sacerdotes.

13
Introducción

La Orden de las Escuelas Pías tiene un fecundo martirologio. Más de


doscientos religiosos hijos de S. José de Calasanz fueron testigos de la fe
y sellaron con el sacrificio de sus vidas su fidelidad a Cristo durante la
Guerra Civil española.
Entre ellos seleccionaron trece, cuyos martirios fueron probados en
los respectivos procesos y confirmó solemnemente el Papa Juan Pablo II
el 15 de diciembre del año 1994:

Los PP. Dionisia Pamplona, Manuel Segura, Faustino Oteiza y los


HH. Florentín Felipe y David Carlos de la Comunidad de Peralta de
la Sal, pertenecen a la Provincia escolapia de Aragón.
A las Escuelas Pías de la Provincia de Cataluña pertenecen los PP.
Enrie Canadell, Maties Cardona, Francesc Carceller e Ignasi
Casanovas, todos ellos fueron apresados mientras se encontraban en
cz,:>a de: sus familiares y sacrificados en Olot, V.1llibona, f orcail y en
Can Brunet en el municipio de Odena.
Los Y Y. L.arios Navarro, José Ferrer y Juan Agramunt eran miembros
de la Provincia escolapia de Valencia y sufrieron el martirio buscando
refugio en sus familias.
El P. Alfredo Parte, al confesar ser sacerdote escolapio de Villaca-
rriedo (Cantabria), murió mártir tfas penosa prisión; pertenece a la
Provincia escolapia III Demarcación.

Fueron sacrificados entre los meses de julio a diciembre del año 1936.
Vidas sencillas, ejemplares, empapadas de bienaventuranzas y sonri-
sas. Vidas entregadas a la educación de los niños y jóvenes bajo el lema ca-
lasancio de "Piedad y Letras".

15
La beatificación nos recue.rda la fidelidad heroica de unas vidas con-
sagradas a Dios en las Escuelas Pías; su ejemplo, coronado por el don del
martirio, ayudará a gastar y dar nuestras vidas con la máxima generosidad
en favor de la juventud de nuestro tiempo.
Al leer estas páginas recordemos el coraje de la fe de estos testigos. A
imitación de Cristo supieron responder al insulto y a la violencia de la
muerte, con el perdón y la comprensión.
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carne de convicción y ejemplo testimonial. Levantaron cátedra ante la::i
fosas de los cementerios, o en cárceles inhóspitas, o en la cuneta de las ca-
rreteras, o frente a un muro acribillado.
Al vivir el gozo de su glorificación como mártires y testigos de la fe,
decimos con el escolapio Ramón Castelltor:
1

1
"Polvo de huesos, eco de lecciones,
ceniza de recuerdos y rocío de lágrimas,
flotan y brillan y se transfiguran y se hacen
rostro, voz, nombre, sonrisa, abrazo ... "

Los nombres de estos mártires escolapios se grabarán profundamen-


te en nuestros corazones y se convertirán en plegarias emocionadas. La
Familia Calasancia siente alborozo al poder comprobar que el llanto de
ayer suena ahora a Aleluya Pascual. Lo que ayer fue siembra cargada de
dolor y lágrimas, hoy es un mensaje de esperanza, un himno al valor, a la
fidelidad.
Los mártires escolapios son unsímbolo de abnegación y valentía, al
entregar su vidd. sembraron amor. Reconozcamos su mensaje para cons-
truir la civilización del amor que será posible desde la riqueza de la vida
fecundada por ideales espirituales mantenidos con heroísmo en el mo-
mento de la cruz y de la prueba.
En la beatificación de estos hijos de Calasanz brota algo nuevo que
llama a la esperanza. Con el perdón total del pasado, Cristo en sus confe-
sores y mártires infunde ánimo y confianza para poder decir con el
Apóstol: "Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lan-
zándome hacia lo que está delante, corro hacia la meta, para ganar el pre-
mio, al que Dios llama desde arriba en Cristo Jesús" (Fl. 3,14).
Provincia escolapia de

Aragón
Peralta de la Sal está en el corazón de todos los escolapios; es la cuna de
San José de Calasanz.
Los primeros religiosos de la Orden llegaron por primera vez en
1695. Y en Peralta construyeron el Noviciado, un Colegio y la Capilla en
el mismo lugar donde estaba la casa paterna de Calasanz.
En el centro de la plaza, situada delante del Santuario, en el año 1902,
se colocó una estatua de bronce del Santo, regalo de la reina María Cristina.
"Aquí nació José -aquí estuvo la Casa de los Calasanz-. Aquí, donde
su cuna estuvo, está su altar ahora". Esta es la leyenda que corona en la-
tín la cima del retablo del Santuario escolapio de Peralta.
Ahora, desde el 1 de octubre de 1995, cinco hijos de Calasanz decla-
rados beatos por la Iglesia enriquecen este lugar calasancio. Estos cinco
mártires de la Provincia de Aragón vivieron en Peralta de la Sal. Son ya
cinco nuevos motivos de la historia que el pueblo comparte con la Orden
rl.e bs E~'C 1Jeks Pfas, fund-i._lz.. po:' el h;jc nüs ilustre d.: este pequeño rue-
blo aragonés.
Peralta es la tierra en que vivían, rezaban. trabajaban v enseñaban es-
tos mártires escolapios. El P. Dionisio Pamplona, el P. Rector, cuidaba la
comunidad y la parroquia; el P. Manuel Segura formaba a los novicios y
postulantes; el P. Faustino Oteiza enseñaba a los niños en la escuela; el H.
Florentín, viejito, rezador; y el H. David Carlos, en el vigor de sus casi
treinta años, estaba entregado a los trabajos de la huerta y la cocina.
Sobre aquella monotonía en la vida tranquila, sobre aquel Valle de la
Ganza, poblado de encinas, olivares, los mares verdes o dorados de trigos,
las ermitas de la Virgen, se iba cerniendo un huracán, fruto de un fenó-
meno muy complejo, de causas enormemente adversas y difusas, nacidas
en todos los rincones de España.
Los acontecimientos que se sucedieron a partir del año 1931 rompieron
todas las previsiones. Fueron obra de elementos exaltados que destruyeron

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toda disciplina y aprovecharon para desahogos y venganzas. A partir del 23
de julio de 1936 se perdió totalmente la calma y, con la llegada de extremis-
tas venidos de fuera, comenzó la serie de acontecimientos que golpearon
fuertemente a la Comunidad Escolapia de Peralta.
En medio de un clima de desorden y turbación a cada uno de los cin-
co escolapios de Peralta les fue quitada la vida con violencias porque eran
rcli:~iosos. Tcnfa:n <'r. el pueblo amigos y discírulos que les dc~pidicron
enm: espanto y lágrimas, dcsconccnados e impotcmes.
Emociona escuchar el recuerdo lleno de veneración de aquellos ado-
lescentes de entonces que, atónitos y turbados, vieron escenas dolorosas.
Hoy solo quieren contemplar la palma hermosa que les regala la Iglesia al
proclamarlos "beatos", "mártires'', y revivir el testimonio de sus vidas
ejemplares.
Los mártires son también hijos predilectos de este pueblo. San José de
Calasanz, el Padre, el maestro, el paisano, adoraba a su patria. Acariciaba
y recibía muy familiarmente en Roma a los de dicho lugar, se ufanaba de
ser hijo de ese lugar, les regalaba medallas, les encomendaba cartas, les pre-
guntaba por sus parientes y por los hijos de sus hermanas y otras personas
del pueblo, así testificó Juan Azen, agricultor natural y habitante de Peralta
de la Sal, cuando el proceso de beatificación calasancio.
Y ahora, José de Calasanz es el primero que los recibe sobre los cie-
los del Valle de la Ganza, en esa fiesta romana en que Juan Pablo 11 de-
clara "be2.tos", "felices'', a esos hijos de Peralta.
El Beato P. Dionisio Pamplona levanta la llave de la parroquia. Y
bendice. El Beato P. Manuel Segura, con las Constituciones de la Orden,
mira a los novicios de hoy. El Beato P. Faustino Oteiza enseña y cuida
con amor a sus gentes de Peralta. Camina despacio en sus pasos ancia-
nos el Beato Florentín Felipe y nos cuenta que estrena oídos nuevos, él
que vivía el silencio de su sordera. Y el Beato David Carlos, juvenil y
alegre, verá cumplido su deseo dt'i ser santo, de "hacer algo por Dios".
Estos escolapios, hombres buenos, sencillos, que murieron rezando y
perdonando, nos invitan a mirar hacia la meta. Las vidas tronchas ayer,
hoy son pletórica espiga. La crueldad del final de sus historias se corona
con la flor de Aragón y Peralta: unas ramas de olivo que son paz. Para to-
dos. Aquel huracán en que todos, todos perdimos, sacudió duramente.
Ahora, ya, todo alegría. Y gratitud a Jesucristo.

¡l___ . 20
HNO. DAVID CARLOS MARAÑÓN
(1907-1936)

El 23 de julio de 1936 llegó a Peralta de la Sal un grupo de extremistas des-


de Binéfar con la intención de incendiar el Colegio. El Hno. David, junto
con los demás religiosos, novicios y postulantes, se dirigió al oratorio del
Noviciado, para recibir la absolución y prepararse para el martirio.

"Terminadas las preces -escribía uno de los ex novicios- bajó el Hno.


David, que también estaba entre nosotros, a la portería y, por el agujero
de la cerraja, vio que en la plaza había unos chiquillos que estaban ju-
gando. Abrió la puerta, se dirigió hacia ellos y les preguntó si sabían
dónde estaban aquellos hombres que habían venido en un camión con
armas para incendiar el Colegio. Le dijeron que se habían marchado ... "

El Hno. David llevó la noticia


al P. Rector y la Comunidad pu-
do tener un !n0mento de , espiro.
Seguidamente se dirigió a la coci-
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20.30 horas, sin embargo, los reli-


giosos, junto con los novicios y
los postulantes, fueron obligados
a abandonar el Colegio y ence-
rrados en Casa Llari. El Hno.
David Carlos llegó poco después,
junto con el Rector, P. Dionisio
Pamplona, escoltados por hom-
bres armados.
En Casa Llari se buscó man-
tener un clima religioso y de ora- H. David Carlos, en tomo a sus 25 años.

37
ción, en una auténtica atmósfera martirial. Los religiosos, tres padres y
dos hermanos, eran plenamente conscientes de estar prisioneros, sobre
todo tras el asesinato del P. Dionisio Pamplona. Esperaban ser ajusticia-
dos de un momento a otro. En la mañana del 28 de julio llegaron a
Peralta gentes de otros pueblos con la intención de matar a los religiosos
que allí se encontraran. El Hno. David y el P. Manuel Segura fueron las
víctimas elegidas. El día 25, fiesta de Santiago Apóstol, confortados con
la t.uc,u-istía, teniendo así su ánimo pronto p<1r::-, cbr testimoJiio de la fe,
abrazaron afectuosamente al P. Faustino Oteiza y al Hno. Florentín Fe-
lipe y se dirigieron alegres hacia el coche que les esperaba en la puerta de
Casa Llari. Pasando por la plazuela del Colegio, le impresionó ver las
imágenes sagradas y los ornamentos de la iglesia desparramados por el
suelo y, más aún, la estatua de San José de Calasanz derribada por tierra.
Era muy devoto del Fundador de las Escuelas Pías y esta visión fue para
él motivo de un gran dolor. En aquella misma plazuela recibió también
él, al igual que el P. Manuel Segura, la bofetada de un joven, que había
subido al estribo del coche; la aceptó sin pronunciar palabras de resenti-
miento. Abandonando Peralta, donde habían transcurrido cinco felices
años de vida religiosa en el humilde trabajo de la cocina y de la huerta,
daba gracias al Señor, que le había concedido "hacer algo por El". En el
martirio veía, además, una nueva ocasión de demostrarle su agradeci-
miento.
s.~gún el testÍITlO'l.ÍO del P. Hilario Fernández, novicio aquel afio en
Peralta, parecía que el Hno. David no estaba destinado a la muerte al no
ser sacerdote y ser, por otra parte, conocido como trabajador ejemplar.
Por ello le fue dicho que, si quería salvar su vida, bastaba con que se qui-
tase el hábito religioso. Este gesto habría sido considerado suficiente pa-
ra reparar sus «errores» pasados. Pero el Hno. David no aceptó esta pro-
puesta, que para él significaba renegar de su propia fe y de su identidad de
religioso. Respondió con sencillez que podían matarlo.
Y así sucedió. Apenas el coche' llegó a un lugar de la carretera de
Gabasa, desde donde se divisa Purroy de la Solana, fue obligado a des-
cender, junto con el P. Manuel Segura, y conducido hacia ·unas carrascas,
a unos cincuenta metros de la carretera.
Lo que sucedió en aquellos momentos, fuera de los disparos y de la
quema de los cadáveres, no ha podido saberse con certeza. Hay quien
afirma que el Hno. David se arrodilló y esperó la muerte en aquella posi-
ción. U na cosa es cierta: su rostro
estaba vuelto hacia el ciclo y su
manos, cruzadas sobre el pecho.
Su cádaver, como el del P.
Manuel Segura, fue quemado,
tras ser rociado varias veces con
gasolina. De sus restos quedó
muy poco: un poco de ceniza y
algunos fragmentos de hueso,
ahora conservados en la iglesia es-
colapia de Peralta de la Sal. El cie-
lo fue su única tumba como reza
la inscripción colocada en el pe-
queño monumento erigido en el
lugar donde sufrió el martirio.

Casa natal del H. David en Asarta (Nava-


La biografía escolapia del Hno. rra), recientemente restaurada.
David Carlos es parca en noti-
cias, pues fueron pocos los años
que perteneció a la Orden, transcurridos, además, todos ellos en la casa
de Peralta de la Sal. Pero no han sido olvidados los rasgos característicos
de la personalidad de este humilde religioso, a quien el Señor condujo,
¡:.0r el sendero de la senciliez, a la gioria del nanirio. Las principale~ no-
ticias sobre su vida las debemos a su hermana, religiosa escolapia, Paula
Carlos.
Su familia, gozaba de buena posición en Asarta, pueblecito navarro.
Enriquecida con doce hijos, la casa rezumaba piedad: rosario todas lastar-
des, dirigido por el padre; oración por la mañana y por la noche, antes y
después de las comidas; asiduidad a la iglesia; caridad hacia los pobres; vi-
da sobria y hacendosa. /
El Hno. David, nacido el 29 de diciembre de 1907, recibió de su fami-
lia muchos ejemplos que imitar y lo hizo con fruto. Desde pequeño mos-
~ tró una especial piedad, manifestada en el interés con que seguía las leccio-
nes del catecismo y ayudaba al altar como monaguillo, y en otros pequeños
1 pero significativos gestos, como el acompañar a su casa a una anciana todas
las tardes, tras las funciones religiosas en la iglesia.

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1
Su hermana Paula lo recordaba como juguetón y travieso, suma-
mente puro, y "siempre se conservo muy niño". No le gustaba la escue-
la. Pero le encantaba la vida del campo, especialmente el riego de la
huerta. Cuando regresaba a casa, tras el trabajo del campo, decía con-
tento a su madre: «¡Madre, pronto le voy a traer unas ricas lechugas! ...
¡Los tomates ya están madurando! ... Qué cardos más ricos vamos a te-
ner este año! ... Ya hay pepinos y cebollas pequeñitas!"·
l\la) 1_)i y¿:, acorn;:"añaba al campo a su madre y al liv mano mayor, y
trabajaba con entusiasmo para mejorar la hacienda y la casa. En Yerano se
levantaba temprano para acarrear y después se quedaba en el campo re-
gando hasta bien entrada la tarde.
Cuando David cumplió 17 años, su hermana Paula dejó la familia e
ingresó en la vida religiosa. Recordando su último día en familia, escri-
be así:

"El último día que pasé en casa, lo vi muy triste. Por fin se me acercó
y me dijo: '¿Por qué te vas religiosa? Siempre que hay alguna revolu-
ción lo primero que hacen es matar a los frailes y a las monjas"'.

A los 21 años hubo de prestar el servicio militar. Permaneció durante


tres meses en Hu esca y después fue enviado a la Capitanía General de
Zaragoza, en calidad de ordenanza del Capitán. No tenía otra ocupación
que la de acompañar a un niño a la escuela y hacer algún encargo. Tenía
mucho tiempo libre, iba con frecuencia a visitar a su hermana Paula, que
en aquellos años se encontraba en el Colegio de las Delicias de Zaragoza;
intercambiaba con ella noticias referentes a la familia y hablaba de su vi-
da en el cuartel. Fue así como Paula se enteró de que su hermano com-
partía con los compañeros más pobres el dinero que recibía de su familia.
Con frecuencia rezaban juntos el rosario, paseando por el jardín o la
huerta y, antes de dejar el Colegio, se derigía a la capilla para visitar al
Señor.

"Yo, algunas veces -recuerda M. Paula- cuando él se despedía de mí en


las Delicias, me preguntaba, o mejor, reflexionaba: dicen que la familia
distrae un poco de Dios, pero a mí me sucede lo contrario. Estoy un
rato con mi hermano David y tengo más ansia y hambre de Dios ... Y...
es que tenía... no sé que tenía ... algo de Dios; y esto mismo parece co-
rno que te lo transmitía y te dejara más cerca de El...".

40
La sencillez que caracterizaba su juventud, adornada de virtudes sen-
cillas, pero no por esto menos meritorias, preparaba su alma a recibir gra-
cias especiales del Señor. La primera fue la vocación religiosa. Cómo sur-
gió en él la idea de hacerse religioso escolapio, nos lo cuenta, una vez más,
M. Paula, confidente de aquel singular soldado:

"Me visitó un día en las Delicias y me dijo: 'Mira, ya tengo 21 años y


aún no he hecho nada por Dios, así que he pensado ser religioso y, pa-
ra mí, ser redentorista es lo mejor. Me gusta mucho el espíritu austero
que tienen'. (El conocía distintas Congregaciones por tener al sacerdo-
te del pueblo en mi casa, por lo cual, cuando iban a predicar algún no-
venario o en alguna festividad, o bien a dar misiones, siempre paraban
en mi casa). A mí me hubiera gustado que fuera escolapio, pero no di-
je nada, o mejor, le dije: 'Si es tu vocación, síguela'. Al poco tiempo vi-
no a visitarme y me contó con toda naturalidad lo que había ocurrido.
Iba caminando por Zaragoza y se le acercó un sacerdote que le pidió
una limosna. El se llevó la mano al bolsillo, sacó una ochena (-peque-
ña moneda de 10 céntimos-) y se la dio. Pero el sacerdote le in-
terrumpió: '¿No te gustaría ser escolapio?'. A mí m~ dio un escalofrío
por todo el cuerpo y le pregunté: '¿Cómo iba vestido?'. 'De negro', me
respondió. 'Que raro! -le dije- porque los escolapios no piden limos-
na .. .'. Y viendo que esto era una gracia especial de Dios, no insistí en
preguntarle más, por miedo de que se pudiera vanagloriar. Siempre que
estaba con él habría deseado hacerle muchas preguntas sobre esto, pe-
ro el temor de lo mismo me impedía hacerlo. Lo cierto es que desde ese
día no pensó en otra cosa que en ser escolapio, y el amor que siempre
sintió por el Santo Padre y las Escuelas Pías me hacen creer que el que
le pidió la limosna no fue otro que San José de Calasanz. Cuando yo le
oía después hablar de nuestro Santo Padre, de la grandeza de las Es-
cuelas Pías y de cada uno de sus miembros, me parecía estar, no ante un
hermanito lego, sino más bien ante un letrado. Tal era el fuego, el ardor
y el entusiasmo con que hablaba, qye me dejaba con la boca abierta".

Llegó el día en que David comunicó en casa su decisión; su padre lo


abrazó y exclamó: "¿Qué te falta en casa, que te quieres ir de nosotros?".
Su respuesta fue la misma que la expresada a su hermana Paula: "Ya ten-
go 21 años y no he hecho nada por Dios", A su madre, no le agradaba su
marcha, tanto más cuanto que, tras su regreso, al término del servicio mi-
litar, con él había vuelto también la alegría a la casa.

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.,.···~
Casa escolapia
de Peralta de la Sal
(Huesca) tal
y como era cuando
vivían allí los cinco
mártires. Hoy
ofrece otra fachada
y distri!mción
Ía est~u ¡,¡,1,
11: tcrior;
destruida aquel
verano de 1936,
se reemplazó
por otra igual.

Aún sintiendo el peso del sacrificio de dejar la familia y la hacienda,


el Hno. David era feliz por poder llegar a ser religioso. Estaba contento,
sobre todo, porque se le ofrecía la oportunidad de "hacer algo por Dios".
Su padre le acompañó al Colegio escolapio de Estella, donde fue recibido
por el P. Manuel Pazos con los brazos abiertos.
Durante el período de prueba transcurrido en Estella, le fueron con-
fiados los trabajos de la huerta y se dio a ellos con el mismo interés y cui-
dado que había puesto en su casa. Cuando gente de su pueblo le decía:
"¿Para eso has dejado tu casa, para hacer ricos a los frailes?", el respon-
día: "¡Qué tontos son los que no se dan cuenta de que el provecho es pa-
ra mí y no para ellos!".
Terminó el período de prueba, el 9 de abril de 1931 pasó a Peralta de
la Sal, sede del Noviciado, donde recibió el hábito escolapio el 4 de junio
del mismo año. Tuvo como Maestro al P. Faustino Oteiza, quien pronto
supo valorar el acervo de virtudes qe aquel trabajador navarro, converti-
do ahora en novicio y cocinero de la Comunidad. En su tiempo libre se
dedicaba a la huerta donde, habilísimo y diligente, no tenía nada que
aprender.
Su vida transcurría en la sencillez y en la humildad, con una conduc-
ta intachable y gran espíritu de oración. Durante su noviciado, supo sacar
provecho de los ejemplos de virtud que religiosos escogidos, como los PP.
Faustino Oteiza y Manuel Segura, le ofrecían.

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Tras la primera profesión, hecha el 12 de junio de 1932, permaneció
en Peralta de la Sal, en calidad de cocinero y hortelano. Una de las pri-
meras iniciativas que tomó fue la de impedir que entraran en la cocina
personas extrañas. Acostumbraba a decir: "Esta medida nos obligará a to-
dos a una más estricta observancia del silencio y aprovechamiento del
.
tiempo ".
Como religioso estaba completamente satisfecho. Escribía así a su
hermana, M. Paula:

"Yo, cada día que pasa, estoy más contento".

Y en otra carta a sus familiares, dice:

" .. .lo feliz que me encuentro en esta casa; así no pasen pena por mí, ya
que si Uds. vieran mi corazón, a veces parece que se sale de su sitio de
alegría y satisfacción que siente".
"Si se hubiera de condensar en pocas palabras suyas -escribía el
P. Valentín Aísa- el ideal, la ilusión de su vida, el motor y el estímulo
de sus obras en todo el tiempo que estuvo en Peralta, lo formularía así:
'¡Hala, a ser santos!'".

Hizo su profesión solemne el 12 de julio de 1935. Su breve vida en las


Escuelas Pías, poco más de cinco años, merece ser recordada no sólo por
el martirio, sino por su sencillez y ejemplaridad.
Cuando llegó el momento de testimoniar su fe y su opción de vida re-
ligiosa, no perdió la serenidad: siguiendo el ejemplo del P. Segura, se arro-
dilló a los pies del P. Faustino Oteiza, que era su confesor, y se preparó
para el martirio.
Sin lugar a dudas, mientras bajaba las escaleras de Casa Llari y subía
al coche que lo llevaría en su último via1e por la tierra, se sentiría tan con-
tento de morir por Cristo, de "hacer algo por Dios", que su corazón "pa-
recía se saliera de su sitio", de alegría y satisfacción.

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