Enseñando A Perdonar 03
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i Coordina
POSTULACIÓN GENERAL DE LAS ESCUELAS PÍAS
ENSEÑANDO A PERDONAR
Escolapios, 1936
PUBLICACIONES ICCE
Madrid, 1995
Las biografías de los trece mártires se han tomado de MARIO CARISIO, Sch. P.,
«Tes:igos de la Fe» (ICCE, Madrid 1990), siendo nuevos los demás textos
de la presente pubiicación.
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ENSEÑANDO A PERDONAR
Escolapios, 1936
Cada una de las Provincias escolapias y de las Diócesis en
que murieron estos trece escolapios realizaron el proceso exigi-
do para analizar la autenticidad de su presunto martirio. Las
conclusiones de tales trabajos fueron aceptadas en el Vaticano
por la Comisión para las Causas de los Santos el 15 de marzo
de 1985.
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llevar y traer por la Providencia ... ; como el borriquillo aquel que
Cristo cabalgaba el día de Ramos, que se dejaba conducir y enca-
minar a todas partes".
La única tristeza que nos cabe es la de no ser santos, decía León Bloy.
Le tenemos miedo, acaso, a la santidad y nos excusamos en todo el
andamiaje de las Causas de los santos, beatos, venerables y siervos de
Dios: que si al Papa se le va la mano en lo referente a las Causas; que si el
dinero que supo;-:c una beatificación, como la de nuestros catorce herma-
nos; que ... Dinero de y para los pobres, es la excusa sempiterna Un. 12,5 ).
Con todo, la santidad no es más que el itinerario de la mente hacia
Dios, el camino inexcusable de purificación, iluminación y de unión con
Dios. Es el "descálzate, que pisas tierra sagrada" con que Dios llamó a
Moisés en el desierto para que liberara al pueblo esclavizado (Ex. 3,5). Es
el compromiso con el hermano, con el hombre viviente que es el camino
de Dios, según apreciación de S. Ireneo.
Mírese por donde se mire, enfóquese por donde se enfoque, en nues-
tro ser cristianos, religiosos, sólo hay una salida: la santidad de y en Dios.
Esta es la dulce o terrible invitación. Estamos irremisiblemente en la ór-
bita de la santidad. Quedaremos, quizá, a mitad de camino, remoloneare-
mos sin dar pasos decididos, nos lanzaremos finalmente a la aventura ...
No hay otra ruta posible. "Ir a Dios, ir a no-Dios": ésta es la cuestión. En
medio, la santidad. Esta santidad nuestra de cada día. Nuestra, no porque
la hayamos trabajado tanto que nos pertenezca, sino porque Dios nos la
da, nos remite a El; agraciados nosotros. La santidad siempre es recibida,
es don y gracia. "Sed perfectos como lo es vuestro Padre". 'Perfecto'
quiere decir pulido, acabado, redondeado, hecho en plenitud. Así se po-
ne de relieve la activísima pasividad que entraña la perfección. Arcilla y
divino alfarero. Obra maestra, del Maestro. 'Dejarse', otra vez y siempre.
Pues sí, hermanos, yo quisiera que aprovecháramos el acontecimien-
to del uno de octubre para reconciliarnos -cada uno desde donde esté-
con la santidad, con la propia s~ntidad, como espectativa.
La beatificación de Pedro Casani y de nuestros hermanos Dionisio y
compañeros mártires es, debe ser, ¿será?, un acontecimiento de gracia y
santidad.
San José de Calasanz ponderaba la renovación de los votos de los re-
ligiosos como punto menos que el martirio. Así se expresaba: "La ratifi-
cación de los votos solemnes o profesión, hecha por puro amor de Dios,
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es una acción tan grata a Dios, que sobrepasa a todas las otras que puede
hacer el hombre, salvo el martirio" (carta del 20-7-1642).
Quizás sería una buena manera de sintonizar con nuestros mártires:
los que serán próximamente beatificados y los que, en número de 256 (?)
en España, convalidaron sus repetidas renovaciones de los votos con la
última, la que las lleva atadas a plenitud, su martirio.
El Papa en su Carta Apostólica Tetio Millenio Adveniente en prepa-
ración al Jubileo del año 2000, después de ponderar la siembra de márti-
res y el patrimonio de santidad que caracterizaron las primeras genera-
ciones cristianas, a las que presenta como motores del desarrollo de la
Iglesia en el primer milenio, invita a no perder esos testimonios y semillas
de santidad. En efecto, dice: "En nuestro siglo han retornado los márti-
res, muchas veces ignorados, como 'soldados desconocidos' de la gran
causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia
estos testimonios. Como ha sido sugerido en el Consistorio, conviene
que las Iglesias locales se esmeren en no dejar perder la memoria de cuan-
tos han sufrido el martirio, recogiendo la necesaria documentación". Y
concluye así: "El mayor homenaje que todas las Iglesias tributarán a
Cristo, en el umbral del tercer milenio, será la demostración de la omni-
potente presencia del Redentor, mediante frutos de fe, esperanza y cari-
dad, en los hombres y mujeres de tantas lenguas y razas, que han seguido
a Cristo en las diversas formas de la vocación cristiana". El reciente
Sínodo sobre la Vida Consagrada pide que se prepare la edición del mar-
tirologio del siglo XX (proposiLión nº .:53 ).
No puedo dejar de pensar en tanto don de santidad derramado por el
Espíritu S:rnto en nuestrJ.s amadas Escuelas Pías, en el martirio cruento o
incruento en España, Europa Central, América Latina, donde hermanos
nuestros, copartícipes del patrimonio de santidad de nuestro padre, San
José de Calasanz, dejaron testimonio de su vocación escolapia llevada
hasta donde el don de Dios tuvo a bien conducirles 'para gloria de Dios
y utilidad del prójimo'. /
Estamos ya en la primera fase de preparación para la celebración ju-
bilar del año 2000. La Iglesia nos ha permitido poner, con este granito de
santidad celebrada en estas beatificaciones, nuestra pequeña contribución
inicial al Jubileo en su momento antepreparatorio. Ojalá podamos, en un
profundo 'sentire cum Ecclesia', acompañar las etapas previstas que nos
han de llevar al año 2000 con pasos y hechos significativos. El mejor de
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los cuales será, desde luego, un renovado compromiso de santidad.
Inexcusable, al estilo de Jesús: "Me santifico a mí mismo, para que ellos
se santifiquen a su vez" Qn. 17,19).
El Apocalipsis acaba así: "El que es justo, siga practicando la justicia;
y el que es santo, siga santificándose. He aquí que vengo pronto y mi re-
compensa va conmigo para pagar a cada uno según sus obras. Yo soy el
alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin. ¡Biena-
ver:ti.:rz.jos los que lavan sus vestiduras en la sangre del Cordero para
que tengan parte en el árbol de la vida y entren por las puertas de la ciu-
dad! ... El Espíritu y la esposa dicen: 'Ven'. El que lo oye diga: 'Ven'. El
que tenga sed, venga; el que quiera, tome gratis el agua de la vida ...
1¡1 'Ciertamente vengo pronto'. Amén. Ven, Señor Jesús" (Ap. 22).
Quisiera invitar a toda la Orden, a los familiares de los mártires y a
sus parroquias, y al pueblo cristiano que entre en conocimiento de sus vi-
das testimoniales, a poneros, serena y humildemente, en estado de santi-
ficación acelerada. Vivamos la alegría de ser llamados de nuevo a la santi-
dad, en la beatificación de nuestros hermanos.
Y me gusta terminar como concluía la lectura diaria del Martirologio
de otros tiempos, que, tras relatar la vida de los santos más conocidos del
día, añadía: y en otros lugares se celebra a otros muchos santos mártires,
confesores y santas vírgenes. ¡Demos gracias a Dios!
Con afecto
- -- ------ 12
San José de Calasanz, fundador de los Escolapios. Escultura en
el Monasterio de !rache (Navarra) ante la que rezaron los once
mártires sacerdotes.
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Introducción
Fueron sacrificados entre los meses de julio a diciembre del año 1936.
Vidas sencillas, ejemplares, empapadas de bienaventuranzas y sonri-
sas. Vidas entregadas a la educación de los niños y jóvenes bajo el lema ca-
lasancio de "Piedad y Letras".
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La beatificación nos recue.rda la fidelidad heroica de unas vidas con-
sagradas a Dios en las Escuelas Pías; su ejemplo, coronado por el don del
martirio, ayudará a gastar y dar nuestras vidas con la máxima generosidad
en favor de la juventud de nuestro tiempo.
Al leer estas páginas recordemos el coraje de la fe de estos testigos. A
imitación de Cristo supieron responder al insulto y a la violencia de la
muerte, con el perdón y la comprensión.
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carne de convicción y ejemplo testimonial. Levantaron cátedra ante la::i
fosas de los cementerios, o en cárceles inhóspitas, o en la cuneta de las ca-
rreteras, o frente a un muro acribillado.
Al vivir el gozo de su glorificación como mártires y testigos de la fe,
decimos con el escolapio Ramón Castelltor:
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"Polvo de huesos, eco de lecciones,
ceniza de recuerdos y rocío de lágrimas,
flotan y brillan y se transfiguran y se hacen
rostro, voz, nombre, sonrisa, abrazo ... "
Aragón
Peralta de la Sal está en el corazón de todos los escolapios; es la cuna de
San José de Calasanz.
Los primeros religiosos de la Orden llegaron por primera vez en
1695. Y en Peralta construyeron el Noviciado, un Colegio y la Capilla en
el mismo lugar donde estaba la casa paterna de Calasanz.
En el centro de la plaza, situada delante del Santuario, en el año 1902,
se colocó una estatua de bronce del Santo, regalo de la reina María Cristina.
"Aquí nació José -aquí estuvo la Casa de los Calasanz-. Aquí, donde
su cuna estuvo, está su altar ahora". Esta es la leyenda que corona en la-
tín la cima del retablo del Santuario escolapio de Peralta.
Ahora, desde el 1 de octubre de 1995, cinco hijos de Calasanz decla-
rados beatos por la Iglesia enriquecen este lugar calasancio. Estos cinco
mártires de la Provincia de Aragón vivieron en Peralta de la Sal. Son ya
cinco nuevos motivos de la historia que el pueblo comparte con la Orden
rl.e bs E~'C 1Jeks Pfas, fund-i._lz.. po:' el h;jc nüs ilustre d.: este pequeño rue-
blo aragonés.
Peralta es la tierra en que vivían, rezaban. trabajaban v enseñaban es-
tos mártires escolapios. El P. Dionisio Pamplona, el P. Rector, cuidaba la
comunidad y la parroquia; el P. Manuel Segura formaba a los novicios y
postulantes; el P. Faustino Oteiza enseñaba a los niños en la escuela; el H.
Florentín, viejito, rezador; y el H. David Carlos, en el vigor de sus casi
treinta años, estaba entregado a los trabajos de la huerta y la cocina.
Sobre aquella monotonía en la vida tranquila, sobre aquel Valle de la
Ganza, poblado de encinas, olivares, los mares verdes o dorados de trigos,
las ermitas de la Virgen, se iba cerniendo un huracán, fruto de un fenó-
meno muy complejo, de causas enormemente adversas y difusas, nacidas
en todos los rincones de España.
Los acontecimientos que se sucedieron a partir del año 1931 rompieron
todas las previsiones. Fueron obra de elementos exaltados que destruyeron
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toda disciplina y aprovecharon para desahogos y venganzas. A partir del 23
de julio de 1936 se perdió totalmente la calma y, con la llegada de extremis-
tas venidos de fuera, comenzó la serie de acontecimientos que golpearon
fuertemente a la Comunidad Escolapia de Peralta.
En medio de un clima de desorden y turbación a cada uno de los cin-
co escolapios de Peralta les fue quitada la vida con violencias porque eran
rcli:~iosos. Tcnfa:n <'r. el pueblo amigos y discírulos que les dc~pidicron
enm: espanto y lágrimas, dcsconccnados e impotcmes.
Emociona escuchar el recuerdo lleno de veneración de aquellos ado-
lescentes de entonces que, atónitos y turbados, vieron escenas dolorosas.
Hoy solo quieren contemplar la palma hermosa que les regala la Iglesia al
proclamarlos "beatos", "mártires'', y revivir el testimonio de sus vidas
ejemplares.
Los mártires son también hijos predilectos de este pueblo. San José de
Calasanz, el Padre, el maestro, el paisano, adoraba a su patria. Acariciaba
y recibía muy familiarmente en Roma a los de dicho lugar, se ufanaba de
ser hijo de ese lugar, les regalaba medallas, les encomendaba cartas, les pre-
guntaba por sus parientes y por los hijos de sus hermanas y otras personas
del pueblo, así testificó Juan Azen, agricultor natural y habitante de Peralta
de la Sal, cuando el proceso de beatificación calasancio.
Y ahora, José de Calasanz es el primero que los recibe sobre los cie-
los del Valle de la Ganza, en esa fiesta romana en que Juan Pablo 11 de-
clara "be2.tos", "felices'', a esos hijos de Peralta.
El Beato P. Dionisio Pamplona levanta la llave de la parroquia. Y
bendice. El Beato P. Manuel Segura, con las Constituciones de la Orden,
mira a los novicios de hoy. El Beato P. Faustino Oteiza enseña y cuida
con amor a sus gentes de Peralta. Camina despacio en sus pasos ancia-
nos el Beato Florentín Felipe y nos cuenta que estrena oídos nuevos, él
que vivía el silencio de su sordera. Y el Beato David Carlos, juvenil y
alegre, verá cumplido su deseo dt'i ser santo, de "hacer algo por Dios".
Estos escolapios, hombres buenos, sencillos, que murieron rezando y
perdonando, nos invitan a mirar hacia la meta. Las vidas tronchas ayer,
hoy son pletórica espiga. La crueldad del final de sus historias se corona
con la flor de Aragón y Peralta: unas ramas de olivo que son paz. Para to-
dos. Aquel huracán en que todos, todos perdimos, sacudió duramente.
Ahora, ya, todo alegría. Y gratitud a Jesucristo.
¡l___ . 20
HNO. DAVID CARLOS MARAÑÓN
(1907-1936)
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ción, en una auténtica atmósfera martirial. Los religiosos, tres padres y
dos hermanos, eran plenamente conscientes de estar prisioneros, sobre
todo tras el asesinato del P. Dionisio Pamplona. Esperaban ser ajusticia-
dos de un momento a otro. En la mañana del 28 de julio llegaron a
Peralta gentes de otros pueblos con la intención de matar a los religiosos
que allí se encontraran. El Hno. David y el P. Manuel Segura fueron las
víctimas elegidas. El día 25, fiesta de Santiago Apóstol, confortados con
la t.uc,u-istía, teniendo así su ánimo pronto p<1r::-, cbr testimoJiio de la fe,
abrazaron afectuosamente al P. Faustino Oteiza y al Hno. Florentín Fe-
lipe y se dirigieron alegres hacia el coche que les esperaba en la puerta de
Casa Llari. Pasando por la plazuela del Colegio, le impresionó ver las
imágenes sagradas y los ornamentos de la iglesia desparramados por el
suelo y, más aún, la estatua de San José de Calasanz derribada por tierra.
Era muy devoto del Fundador de las Escuelas Pías y esta visión fue para
él motivo de un gran dolor. En aquella misma plazuela recibió también
él, al igual que el P. Manuel Segura, la bofetada de un joven, que había
subido al estribo del coche; la aceptó sin pronunciar palabras de resenti-
miento. Abandonando Peralta, donde habían transcurrido cinco felices
años de vida religiosa en el humilde trabajo de la cocina y de la huerta,
daba gracias al Señor, que le había concedido "hacer algo por El". En el
martirio veía, además, una nueva ocasión de demostrarle su agradeci-
miento.
s.~gún el testÍITlO'l.ÍO del P. Hilario Fernández, novicio aquel afio en
Peralta, parecía que el Hno. David no estaba destinado a la muerte al no
ser sacerdote y ser, por otra parte, conocido como trabajador ejemplar.
Por ello le fue dicho que, si quería salvar su vida, bastaba con que se qui-
tase el hábito religioso. Este gesto habría sido considerado suficiente pa-
ra reparar sus «errores» pasados. Pero el Hno. David no aceptó esta pro-
puesta, que para él significaba renegar de su propia fe y de su identidad de
religioso. Respondió con sencillez que podían matarlo.
Y así sucedió. Apenas el coche' llegó a un lugar de la carretera de
Gabasa, desde donde se divisa Purroy de la Solana, fue obligado a des-
cender, junto con el P. Manuel Segura, y conducido hacia ·unas carrascas,
a unos cincuenta metros de la carretera.
Lo que sucedió en aquellos momentos, fuera de los disparos y de la
quema de los cadáveres, no ha podido saberse con certeza. Hay quien
afirma que el Hno. David se arrodilló y esperó la muerte en aquella posi-
ción. U na cosa es cierta: su rostro
estaba vuelto hacia el ciclo y su
manos, cruzadas sobre el pecho.
Su cádaver, como el del P.
Manuel Segura, fue quemado,
tras ser rociado varias veces con
gasolina. De sus restos quedó
muy poco: un poco de ceniza y
algunos fragmentos de hueso,
ahora conservados en la iglesia es-
colapia de Peralta de la Sal. El cie-
lo fue su única tumba como reza
la inscripción colocada en el pe-
queño monumento erigido en el
lugar donde sufrió el martirio.
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Su hermana Paula lo recordaba como juguetón y travieso, suma-
mente puro, y "siempre se conservo muy niño". No le gustaba la escue-
la. Pero le encantaba la vida del campo, especialmente el riego de la
huerta. Cuando regresaba a casa, tras el trabajo del campo, decía con-
tento a su madre: «¡Madre, pronto le voy a traer unas ricas lechugas! ...
¡Los tomates ya están madurando! ... Qué cardos más ricos vamos a te-
ner este año! ... Ya hay pepinos y cebollas pequeñitas!"·
l\la) 1_)i y¿:, acorn;:"añaba al campo a su madre y al liv mano mayor, y
trabajaba con entusiasmo para mejorar la hacienda y la casa. En Yerano se
levantaba temprano para acarrear y después se quedaba en el campo re-
gando hasta bien entrada la tarde.
Cuando David cumplió 17 años, su hermana Paula dejó la familia e
ingresó en la vida religiosa. Recordando su último día en familia, escri-
be así:
"El último día que pasé en casa, lo vi muy triste. Por fin se me acercó
y me dijo: '¿Por qué te vas religiosa? Siempre que hay alguna revolu-
ción lo primero que hacen es matar a los frailes y a las monjas"'.
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La sencillez que caracterizaba su juventud, adornada de virtudes sen-
cillas, pero no por esto menos meritorias, preparaba su alma a recibir gra-
cias especiales del Señor. La primera fue la vocación religiosa. Cómo sur-
gió en él la idea de hacerse religioso escolapio, nos lo cuenta, una vez más,
M. Paula, confidente de aquel singular soldado:
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Tras la primera profesión, hecha el 12 de junio de 1932, permaneció
en Peralta de la Sal, en calidad de cocinero y hortelano. Una de las pri-
meras iniciativas que tomó fue la de impedir que entraran en la cocina
personas extrañas. Acostumbraba a decir: "Esta medida nos obligará a to-
dos a una más estricta observancia del silencio y aprovechamiento del
.
tiempo ".
Como religioso estaba completamente satisfecho. Escribía así a su
hermana, M. Paula:
" .. .lo feliz que me encuentro en esta casa; así no pasen pena por mí, ya
que si Uds. vieran mi corazón, a veces parece que se sale de su sitio de
alegría y satisfacción que siente".
"Si se hubiera de condensar en pocas palabras suyas -escribía el
P. Valentín Aísa- el ideal, la ilusión de su vida, el motor y el estímulo
de sus obras en todo el tiempo que estuvo en Peralta, lo formularía así:
'¡Hala, a ser santos!'".