Ministerio Público Con Vilches (2017)

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Santiago, veinte de abril de dos mil diecisiete.

Vistos:

El Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de San Antonio condenó en

procedimiento ordinario, por sentencia de once de junio de dos mil dieciséis, a

la imputada Nicole Andrea Vilches Arenas como autora de los delitos de tráfico

ilícito de estupefacientes de pequeñas cantidades y porte ilegal de arma de

fuego, cometidos el día 1º de abril de 2015 en la ciudad de San Antonio, a sufrir

las penas de quinientos cuarenta y un días de presidio menor en su grado

medio, multa de una unidad tributaria mensual y accesorias legales de

suspensión de cargo u oficio público durante el tiempo de la condena por el

primer delito; y a soportar la pena de tres años y un día de presidio menor en

su grado máximo, más accesorias de inhabilitación absoluta perpetua para

derechos políticos y la de inhabilitación absoluta para cargos y oficios públicos

durante el tiempo de la condena, por el segundo ilícito, decretando además el

comiso de la droga, contenedores y arma incautados.

Su defensa dedujo recurso de nulidad, el que fue admitido a tramitación

por resolución de dieciocho de enero de dos mil dieciséis, fijándose el día

veintisiete de julio en curso la audiencia en que se llevó a cabo su

conocimiento.

El día fijado se realizó la audiencia de rigor, incorporándose el acta que

da cuenta de la misma.

Considerando:

Primero: Que el recurso invoca la causal del artículo 373 letra a) del

Código Procesal Penal, esto es, la infracción sustancial de garantías

constitucionales durante la tramitación del proceso. Sostiene su impugnación

en los derechos fundamentales consagrados en los artículos 19 numerales 3°,

4° y 7° de la Constitución Política de la República, 11 de la Convención

Americana sobre Derechos Humanos y 17 del Pacto Internacional de Derechos

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Civiles y Políticos, en relación con los artículos 5, 83 y 85 del Código Procesal

Penal.

Indica el recurrente que el control de identidad de que fue objeto la

imputada Nicole Vilches se realizó fuera de las hipótesis previstas en la ley,

vulnerándose con ello el derecho a un debido proceso, razón por la cual la

prueba de la fiscalía fue obtenida o deriva directamente de una actuación

ilegal. Funda la ilegalidad en la circunstancia de que el control de identidad fue

motivado por una infracción de tránsito, no existiendo indicios de alguna falta

penal que hiciera aplicable el artículo 85 del Código Procesal Penal, norma de

carácter excepcional y que debe ser aplicada restrictivamente conforme al

artículo 5º del mismo cuerpo legal. Estima que el actuar de los funcionarios

policiales infringió las garantías constitucionales de la sentenciada.

Añade que la evidencia obtenida durante la diligencia que califica de

ilícita fue el único sustento para que el tribunal adquiriera la convicción de

condena, condicionándose, de esta forma, la legitimidad de la decisión

jurisdiccional. Explica que en la audiencia de preparación de juicio oral solicitó

la exclusión de la totalidad de la prueba de cargo, incidencia que fue rechazada

por el juez de garantía. Durante el juicio oral solicitó la no valoración de la

prueba contaminada, petición que igualmente fue desestimada por parte de los

juzgadores, quienes dictaron sentencia condenatoria.

Sostiene que el debido proceso ha sido abiertamente vulnerado pues a

través de un control de identidad ilegal, se obtuvo ilícitamente prueba, y dicha

prueba ilícita fue el único sustento para adquirir una convicción “suficiente”

condenatoria.

Señala que de acuerdo a lo consignado en el fallo, el testigo de cargo

Diego Rivera Bravo relata que el día y hora de los hechos se encontraba

efectuando controles vehiculares rutinarios y en el marco de esa fiscalización

detuvo un vehículo y controló a una pareja que venía en el interior; le pidio al

conductor su licencia de conducir, que no portaba; solicitó luego la

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documentación del vehículo, la que se encontraba atrasada, y al percatarse

que la acompañante no utilizaba cinturón de seguridad, le solicitó también su

carnet de identidad, el que tampoco portaba, ni contaba con algún otro

documento identificatorio, por lo que fue trasladada a la comisaría, junto con el

conductor –quién tampoco logró acreditar su identidad- lugar donde quedaron

en una dependencia establecida para efectos de control de identidad, y en ese

momento observó como la mujer arrojó sigilosamente al suelo una bolsa azul,

la que el testigo abrió percatándose que contenía cocaina. Ante tal indicio, la

imputada fue registrada y en la pretina de su pantalón se le encontró un arma

de fuego tipo revólver. Estos dichos fueron ratificados en el juicio por el

funcionario Mario Aguayo Valdivia. En concepto del recurrente, lo anterior deja

en evidencia que el control de identidad se practica no obstante la falta de

pluralidad de indicios que exige el artículo 85.

Agrega que los sentenciadores justificaron la legitimidad del control de

identidad al señalar que “los funcionarios no estaban en condiciones de estimar

como independientes los indicios para validar el control de cada acusado de

manera independiente, porque ambos iban juntos en el mismo vehículo con la

documentación vencida del cual ni siquiera estaba clara la persona del dueño”.

Asevera que la acción desplegada por su representada no tiene

sanción, por lo que no constituye indicio, ya que la sola conducta consistente

en conducirse sin su cinturón de seguridad es constitutiva de una falta a la Ley

de Tránsito que no es imputable al copiloto tratándose de un vehículo

particular, por lo que por si sola no puede erigirse como indicio para fundar un

control de identidad. El control de identidad sólo procede ante indicios de una

conducta que constituya una falta, crimen o simple delito, no respecto de una

infracción de caracter civil de competencia de los Juzgados de Policía Local.

Ello implica, en el parecer del recurrente, que la actuación a desarrollar

por los funcionarios de Carabineros debía ajustarse a lo establecido en el

artículo 3° de la Ley N° 18.287, sobre tramitación ante los Juzgados de Policía

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Local, y en consecuencia citar al infractor al tribunal correspondiente. De este

modo, la detección de evidencias surge de una privación de libertad carente de

fundamento legal.

Señala que la infracción de derechos fundamentales fue trascendente,

por cuanto la evidencia ilícitamente obtenida fundó la acusación y posterior

condena, en circunstancias que los artículos 295 y 340 del Código Procesal

Penal exigen que la sentencia se sostenga en una convicción más allá de toda

duda razonable adquirida sobre la base de prueba producida e incorporada en

conformidad a la ley y con estricto respeto y apego a las garantías

fundamentales reconocidas por el derecho, puesto que con ello se observa el

principio de integridad judicial.

Finaliza solicitando se anule el juicio oral y la sentencia, debiendo

retrotraerse la causa al estado de celebrarse una nueva audiencia de juicio oral

ante tribunal no inhabilitado que corresponda excluyéndose del auto de

apertura la prueba ofrecida por el Ministerio Público.

Segundo: Que la decisión condenatoria impugnada se fundamentó en

los siguientes hechos:

“El día 1 de abril de 2015, alrededor de las 17:45 horas, personal de

Carabineros de Chile realizaba un control vehicular selectivo en la intersección

de las calles Independencia con Luis González de San Antonio y en esas

circunstancias fiscalizaron el vehículo Nissan V-16, que era conducido por el

acusado Cristian Orellana y en el cual también viajaba en el asiento del

acompañante la acusada Nicole Vilches Arenas. Los Carabineros constataron

que el acusado no portaba la documentación necesaria para conducir y cédula

de identidad y que la acusada no mantenía puesto su cinturón de seguridad y

tampoco portaba su cédula de identidad. Por esos motivos, ambos acusados

fueron conducidos hasta la unidad policial con el objeto de obtener sus

identidades.

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Ya en la unidad policial, uno de los funcionarios de Carabineros

observó cuando la acusada Vilches Arenas de manera sigilosa arrojó al piso

una bolsa de género donde mantenía una bolsa de nylon contenedora de 93.02

gramos netos de Clorhidrato de Cocaína y tres envoltorios de papel blanco,

uno con 0,21 gramos de Cocaína y otros dos con 8,11 gramos netos de pasta

base de la misma sustancia. Luego de su registro corporal, se encontró en la

pretina del pantalón que vestía un revolver con un proyectil balístico calibre .32

en su interior. Se verificó el registro del acusado Orellana Reyes y se encontró

en su poder la suma de $56.170 en dinero, en tanto que en el registro del

vehículo, debajo del asiento del conductor se incautó una pistola de fogueo

marca Brunni, calibre 9 mm, con un cargador que contenía dos proyectiles

balísticos no percutidos y un proyectil de fogueo.”

Tercero: Que en la audiencia llevada a cabo para el conocimiento del

recurso se rindió prueba consistente en las pistas de audio en que constan las

declaraciones en juicio de los testigos Diego Rivera Bravo (minutos 00:59 a

07:27 y 23:08 a 25:58) y Marcelo Aguayo (minuto 03:27 A 04:32), las que dan

cuenta de que el control de identidad practicado a la recurrente fue motivado

por el hecho de que ésta no usaba el cinturón de seguridad y su traslado a la

unidad policial por la circunstancia de que tampoco portaba alguna clase de

documento identificatorio.

Al respecto, cabe señalar que el recurso y las alegaciones vertidas en

estrados se centraron en determinar si los hechos descritos como detonantes

del control de identidad de doña Nicole Vilches Arenas, podían efectivamente

ser subsumidos en alguna de las hipótesis previstas en el artículo 85 del

Código Procesal Penal.

Cuarto: Que el artículo 85 del Código Procesal Penal, en su redacción

a la fecha de los hechos prescribía que “Los funcionarios policiales señalados

en el artículo 83 deberán, además, sin orden previa de los fiscales, solicitar la

identificación de cualquier persona en los casos fundados, en que, según las

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circunstancias, estimaren que existen indicios de que ella hubiere cometido o

intentado cometer un crimen, simple delito o falta; de que se dispusiere a

cometerlo; de que pudiere suministrar informaciones útiles para la indagación

de un crimen, simple delito o falta; o en el caso de la persona que se

encapuche o emboce para ocultar, dificultar o disimular su identidad. La

identificación se realizará en el lugar en que la persona se encontrare, por

medio de documentos de identificación expedidos por la autoridad pública,

como cédula de identidad, licencia de conducir o pasaporte. El funcionario

policial deberá otorgar a la persona facilidades para encontrar y exhibir estos

instrumentos.

Durante este procedimiento, sin necesidad de nuevos indicios, la

policía podrá proceder al registro de las vestimentas, equipaje o vehículo de la

persona cuya identidad se controla, y cotejar la existencia de las órdenes de

detención que pudieren afectarle. La policía procederá a la detención, sin

necesidad de orden judicial y en conformidad a lo dispuesto en el artículo 129,

de quienes se sorprenda, a propósito del registro, en alguna de las hipótesis

del artículo 130, así como de quienes al momento del cotejo registren orden de

detención pendiente.

En caso de negativa de una persona a acreditar su identidad, o si

habiendo recibido las facilidades del caso no le fuere posible hacerlo, la policía

la conducirá a la unidad policial más cercana para fines de identificación. En

dicha unidad se le darán facilidades para procurar una identificación

satisfactoria por otros medios distintos de los ya mencionados, dejándola en

libertad en caso de obtenerse dicho resultado, previo cotejo de la existencia de

órdenes de detención que pudieren afectarle. Si no resultare posible acreditar

su identidad, se le tomarán huellas digitales, las que sólo podrán ser usadas

para fines de identificación y, cumplido dicho propósito, serán destruidas.”

Es necesario traer a colación, además, lo previsto en el artículo 200 de

la ley del tránsito, que en su ordinal 31° considera infracciones o

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contravenciones menos graves “conducir un vehículo infringiendo lo dispuesto

en el número 10 del artículo 75”. El artículo 75 Nº 10 de la misma ley por su

parte dispone: “El uso de cinturón de seguridad será obligatorio para los

ocupantes de los asientos delanteros”.

Quinto: Que el recurrente reclama la infracción de la garantía del

debido proceso.

El origen de esta garantía fundamental se asocia a la tradición jurídica

anglosajona, y su primera manifestación escrita arranca de la Carta Magna

Inglesa de 1215: “Ningún hombre libre deberá ser arrestado, detenido o preso,

o desposeído de su propiedad, o de ninguna otra manera molestado, y no

iremos en su busca ni mandaremos prenderlo, salvo en virtud de

enjuiciamiento legal de sus pares y por la ley de la tierra”. Con esta

declaración, los barones normandos frenan al rey Juan Sin Tierra imponiéndole

reglas de proceso limpio, castigando la arbitrariedad política y las violaciones a

la libertad personal y la propiedad, conquista que se mantiene desde entonces

en el Common Law británico, de donde pasa a Norteamérica. (Juan Colombo

Campbell, “El Debido Proceso Constitucional”, en Cuadernos del Tribunal

Constitucional Número 32, año 2006, página 28). Así, encontramos consagrado

este derecho en la enmienda V a la Constitución de Estados Unidos, la que

plantea que los derechos fundamentales a la vida, libertad y propiedad se

garantizan a través del debido proceso. Con posterioridad, con la enmienda

XIV, promulgada en 1866, el derecho a un debido proceso se consolida

definitivamente en la tradición jurídica de ese país como un principio informador

de todo el sistema jurídico, trascendiendo del aspecto meramente

procedimental hacia una faz sustantiva del debido proceso (Constanza Toro

Justiniano, El Debido Proceso Penal, Ediciones Jurídicas de Santiago, 2010,

pag. 22)

Incorporado en Chile mediante el texto de la Constitución de 1980,

cabe resaltar que los comisionados entendieron el debido proceso como un

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principio que comprendía múltiples otras garantías judiciales y consideraron

favorablemente la posibilidad de que su consagración cumpliera una función

integradora de los derechos fundamentales. Siguiendo esa línea, se prefirió un

concepto cuyas precisiones pudieran ir evolucionando de acuerdo con el

tiempo y ser recogidas y precisadas por la jurisprudencia; así, decidieron

utilizar los términos de “racional” y “justo”, entendiendo que “la racionalidad

está referida al procedimiento, y lo justo, a lo sustantivo”. La reforma procesal

penal, a propósito del derecho a un debido proceso, convirtió en función central

de la judicatura asegurar el respeto de los derechos fundamentales a través de

una serie de sistemas de control, preventivos y correctivos, recogidos en

diversas reglas del Código Procesal Penal. En esta realidad normativa, resulta

evidente que se impone a los jueces la utilización de los principios

constitucionales como estándares frente a los cuales debe enfrentarse ya no

sólo la legislación, sino también la conducta de los agentes de la persecución

penal.

Acorde con ese contexto, cabe recordar que esta Corte ha sostenido

consistentemente, en torno al debido proceso, que se trata de un derecho

asegurado por la Constitución Política de la República el que toda decisión de

un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo

legalmente tramitado, y al efecto el artículo 19, N° 3°, inciso sexto, le confiere al

legislador la misión de definir las condiciones de un procedimiento racional y

justo. Sobre los presupuestos básicos que tal salvaguardia supone, se ha dicho

que el debido proceso lo constituyen a lo menos un conjunto de resguardos

que la Constitución Política de la República, los tratados internacionales

ratificados por Chile en vigor y las leyes les entregan a las partes de la relación

procesal, por medio de las cuales se procura, a vía de ejemplo, que todos

puedan hacer valer sus pretensiones en los tribunales, que sean escuchados,

que puedan impugnar las resoluciones con las que no estén conformes, que se

respeten los procedimientos fijados en la ley, y que las sentencias sean

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debidamente motivadas y fundadas (SCS N° 6902-2012, de 06 de noviembre

de 2012, N° 2747-13 de 24 de junio de 2013, N° 6250-2014, de 07 de mayo de

2014, entre otras).

Sexto: Que la garantía constitucional del debido proceso, supone

además, que cada autoridad actúe dentro de los límites de sus propias

atribuciones, como lo indican los artículos 6 y 7 de la Constitución Política de la

República. En lo que dice relación con la indagación de hechos ilícitos, el

sistema procesal penal estatuye que, por regla general, las pesquisas de

investigación sean sometidas a la dirección y responsabilidad de los

representantes del Ministerio Público y a la supervisión de los jueces (artículo

80 del Código Procesal Penal). El apego a la legalidad a que se encuentran

obligadas exige de las policías que ejecuten sus facultades de investigación

con estricta observancia de las condiciones establecidas en la ley y que, en

aquellos casos en que pudiese privarse, restringirse o perturbarse al imputado

o a un tercero del ejercicio de los derechos que la Constitución asegura, se

obtenga autorización judicial previa. De lo anterior se sigue que aquellas

actuaciones que se llevan a cabo de manera autónoma, esto es, sin necesidad

de previa orden del fiscal, y dentro de las cuales se encuentra el control de

identidad, son excepcionales.

Séptimo: Que, en consonancia con lo que se viene señalando, la

facultad que el artículo 85 del Código Procesal Penal otorga a los funcionarios

policiales debe ser examinada a fin de establecer sus objetivos, dentro del

contexto general de la legislación en que está inserta. Se trata de una

actuación entregada a las policías, que ha sido regulada en el Código Procesal

Penal a propósito de sus facultades autónomas, pero no por ello es una

actuación investigativa del tipo de aquellas que encomienda el Ministerio

Público porque al iniciarse se ignora la ocurrencia de algún delito. Es una

función policial preventiva que puede conducir a la verificación de hechos

delictivos, caso en el cual se debe detener y cautelar la prueba.

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Ahora bien, la protección de los derechos de quienes son objeto de la

intervención policial autónoma también vincula a los órganos jurisdiccionales,

pues la actividad policial puede afectar los derechos individuales de las

personas. La diligencia de control de identidad cuyo alcance ha sido expandido

a traves de sucesivas reformas legislativas, fue claramente establecida como

una actividad “ex ante” de la que debe ejecutar el Ministerio Público, pero

evidentemente sujeta a la regla general de cautela de los derechos de las

personas que deben observar todos los órganos del Estado.

De tal modo, es posible concluir que tanto los principios y directrices

generales del proceso penal como la regulación específica del control de

identidad llevan inequívocamente a darle un sentido limitado a tal actuación,

por afectar garantías constitucionales de los ciudadanos, y por tener un

objetivo preciso, como es obtener la identidad de los sujetos que se encuentran

en la situación prevista en la norma. En ese entendido, y teniendo en

consideración que se trata de una facultad autónoma de la policía, esta Corte

ya ha sostenido que resulta claro que puede llevarse a cabo solamente cuando

se presentan las hipótesis fácticas contenidas en el texto legal, esto es, cuando

existan indicios de que un sujeto haya cometido o intentado cometer un crimen,

simple delito o falta; se disponga a cometerlo; pueda suministrar informaciones

útiles para la indagación de tales ilícitos; o se encapuche o emboce; siempre

que se trate de un caso fundado y con el objeto preciso de solicitar su

identificación (SCS N° 4814-15, de 02 de junio de 2015).

Octavo: Que, empero, teniendo en cuenta que el control de identidad

constituye una facultad autónoma de las policías, conforme surge del contenido

del texto del artículo 85 del Código Procesal Penal vigente a la época de los

hechos, lo cierto es que del ejercicio hermenéutico relativo al sentido de la

expresión “falta” que usa esta norma, aparece con toda evidencia que la

afectación de garantías constitucionales sin previa autorización judicial sólo se

justifica en la medida que se relacione con hechos de naturaleza penal, dado

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que éste es el contexto normativo dentro del cual la ley otorga esta facultad a

las policías y porque sólo las infracciones al ordenamiento jurídico que estén

revestidas de una mayor gravedad pueden justificar la afección de los derechos

constitucionales de los ciudadanos de una envergadura como la que supone el

control de identidad, que en concreto implica, al menos, una intromisión a la

libertad ambulatoria y al derecho a la intimidad.

La conclusión precedente, además, cautela el principio de

proporcionalidad, criterio que ha de orientar toda intervención del Estado en

esta clase de materias.

Noveno: Que, en esas condiciones, la sospecha del vínculo de un

individuo con la comisión de una falta a los reglamentos del tránsito público,

atendida su mínima lesividad, no puede erigirse como un indicio que sirva de

base a la práctica de un control de identidad, pues los hechos que la

constituyen no son indicativos de ningún proceder delictuoso, más aún en el

caso en estudio en que resulta discutible que la imputada, quién no conducía el

vehículo, pudiere haber sido sancionada por tal infracción. De tal forma, la

actuación llevada a cabo por los funcionarios policiales en este caso contravino

la norma legal en comento. Ello implica que la vulneración de la disposición de

ese rango, que ha de tenerse como de aquellas que resguardan un justo y

racional procedimiento, trajo consigo la trasgresión de la garantía constitucional

del debido proceso del imputado en su vertiente de legalidad de los actos del

procedimiento.

Décimo: Que también se denuncia como vulnerado el artículo 19 Nº 7

de la Carta Fundamental, que consagra el derecho a la libertad personal y a la

seguridad individual, resguardando tanto la libertad física como la libertad

ambulatoria de los ciudadanos y obligando a los órganos del estado a actuar

conforme a los principios de necesidad, proporcionalidad y excepcionalidad

cada vez que el legislador imponga restricciones a este derecho.

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Como ya se ha señalado en los motivos que anteceden, no cabe duda

que el artículo 85 del Código Procesal Penal constituye una excepción a la

garantía constitucional de la libertad ambulatoria o de desplazamiento y de ahí

su construcción restrictiva. La aplicación del principio de proporcionalidad, en

sentido estricto, implica ponderar si el sacrificio de los intereses individuales

que trae consigo la intervención y afectación de la libertad personal guarda una

relación proporcionada y razonable con la importancia del interés público que

se trata de preservar (Humberto Nogueira Alcalá, Derechos Fundamentales y

Garantías Constitucionales, Tomo 2, Pág. 448). De lo anterior se reafirma que

la institución del control de identidad, en tanto medida de restricción de la

libertad, sólo se justifica en aras de la protección del bien superior común,

criterio que no concurre en el caso en estudio, comprometiéndose la

legitimidad de la actuación policial.

Décimo Primero: Que, frente a tales atropellos, la defensa ha

solicitado la exclusión de toda la evidencia derivada del acto vulneratorio de

derechos fundamentales.

Cabe recordar que la consagración legislativa de la institución de la

exclusión de prueba es de reciente data en nuestro ordenamiento jurídico y se

encuentra plasmada en el artículo 276 del Código Procesal Penal, el cual en su

inciso tercero, dispone: “Del mismo modo, el juez excluirá las pruebas que

provinieren de actuaciones o diligencias que hubieren sido declaradas nulas y

aquellas que hubieren sido obtenidas con inobservancia de garantías

fundamentales.”

De igual manera, es una institución relativamente nueva y no exenta de

polémica en el derecho comparado; precisamente en el derecho

norteamericano, donde la teoría de exclusión de prueba ha logrado mayor

desarrollo. Recién con Mapp v. Ohio, 367 U.S. 643 (1961) el remedio judicial

de exclusión se torna aplicable a violaciones de la cuarta enmienda cometidas

por los gobiernos estatales, y ha sido objeto de constantes cuestionamientos,

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incluso de la propia Corte Suprema de los Estados Unidos, que,

fundamentalmente a partir de Leon v. United States, 468 U.S. 897 (1984) ha

desarrollado una compleja teoría limitando las reglas de exclusión a través de

numerosas excepciones, algunas de las cuales han hecho eco en esta Corte,

pese a que los principios motivadores de la institución claramente no son los

mismos del Derecho Anglosajón, el cual a lo largo de los años ha construído la

supresión de evidencias como una sanción a los agentes policiales, con la

finalidad de disuadirlos de nuevas conductas infractoras de derechos

individuales.

En el contexto nacional, la negativa a admitir prueba ilícita tiene como

fundamento la preservación de la integridad judicial y la concepción del

proceso como instrumento de resolución jurisdiccional de litigios dentro del

ordenamiento jurídico, aspecto que conduce a excluir del proceso a todo acto

que quebranta dicho sistema. En este sentido, Hernández Basualto afirma que

“el Estado está obligado de modo especial a velar por el irrestricto respeto de

las garantías fundamentales y a evitar sin más los efectos ilegítimos de los

atentados de que son objeto, (…) de no verificarse la exclusión de la prueba

obtenida con inobservancia de tales garantías fundamentales el Estado estaría

usando como fundamento de una eventual condena el resultado de una

vulneración constitucional”. (Héctor Hernández Basualto, La exclusión de la

prueba ilícita en el nuevo proceso penal chileno, Colección de Investigaciones

Jurídicas, Universidad Alberto Hurtado, año 2005, N° 2, págs. 65-66).

Décimo Segundo: Que, analizado el escenario doctrinal y fáctico, y

establecida la vulneración de derechos fundamentales, cabe examinar

entonces si dicha ilicitud de base acarrea como necesaria consecuencia la

exclusión probatoria.

Para tal fin, resulta indispensable determinar si la evidencia objetada,

proviene directa y necesariamente del actuar ilegítimo de los agentes de

persecución o, si por el contrario, deriva de una fuente independiente,

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constituye un descubrimiento inevitable o nos encontramos en presencia de un

vínculo causal atenuado, excepciones a la regla de exclusión forjadas en la

tradición casuística norteamericana y recogidas por la doctrina y jurisprudencia

nacional.

De acuerdo a los supuestos de hecho de esta litis, la enjuiciada fue

trasladada a la Comisaría luego de no lograr acreditar su identidad ante los

funcionarios policiales, quienes, en opinión de esta Corte y como latamente se

ha señalado, obraron fuera de los márgenes de actuación legalmente

permitidos para controlar la identidad. Una vez en la dependencia policial, sin

estar con medidas de sujeción, sin que mediara registro alguno, sin ser objeto

de presiones indebidas y sin haber sido requerida por los agentes policiales,

Vilches Arenas se despojó, voluntariamente, de una pequeña bolsa,

arrojándola al suelo. Al ser revisada tal especie, en su interior se encontró

droga, lo que motivó su incautación además de la revisión de las vestimentas

de la enjuiciada, lo que a su vez originó el hallazgo, en la pretina de su

pantalón, de un revólver. La defensa, invocando la ilicitud originaria, solicita

que esta Corte excluya toda la evidencia obtenida, incluyendo la droga, el arma

de fuego y las pericias que sobre ellos obran.

Décimo Tercero: Que, la dinámica de ocurrencia de los hechos

descritos en el considerando precedente, declarados en la sentencia

impugnada, lleva a esta Corte a estimar que el nexo causal entre la vulneración

de derechos fundamentales y la obtención de evidencia material se encuentra

atenuado por la falta de proximidad espacio-temporal y, especialmente, por la

presencia de circunstancias externas imputables a la acusada, posteriores a la

acción policial censurada, que intervienen en el curso causal y quiebran la

cadena de ilegalidad. Esta circunstancia es el abandono voluntario de la

evidencia que hizo doña Nicole Vilches Arenas, generando una hipótesis de

flagrancia de acuerdo a la normativa procesal.

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En efecto, los hechos de la causa pueden separarse claramente en dos

momentos; el primero, en la vía pública, donde se requiere a los imputados su

identificación pero no se les registra ni esposa, siendo trasladados a la unidad

policial a resultas de la falta de identificación. El segundo, ocurre en el recinto

policial, sentados ambos en una banca, esperando ser identificados, instantes

en que la imputada se desprende flagrantemente de la bolsa contenedora de la

sustancia ilícita, lo que trae como consecuencia la revisión de la bolsa, el

registro corporal de Vilches Arenas y el hallazgo de la prueba material;

descubrimientos que no se encuentran teñidos de ilicitud, por cuanto el vínculo

causal se interrumpió con el acto espontáneo y voluntario de la propia acusada,

disipándose así de tal forma la relación entre ambos actos, de modo que el

segundo de ellos no puede ser considerado un fruto proveniente del primero. El

acto libre de voluntad de la imputada, purga el vicio y desvanece el sentido

disuasivo o fin preventivo de la regla de exclusión, dando lugar a la excepción a

la teoría de los frutos del árbol envenenado, conocida como doctrina del

vínculo atenuado, desarrollada por la Corte Suprema de los Estados Unidos en

Wong Sun v. United States, 371 U.S. 471 (1963) y Brown v. Illinois, 422 U.S.

590 (1975), reafirmada este año en Utah v. Strieff ( 20 de junio de 2016),

precisamente a propósito de una detención investigativa declarada

inconstitucional. Así también lo ha resuelto esta Corte de manera previa, dando

plena aplicación a esta doctrina en los autos rol 2095-2011, en decisión de dos

de mayo de dos mil once.

Décimo Cuarto: Que, de esta forma, la decisión del Tribunal Oral en lo

Penal en orden a valorar positivamente la evidencia de cargo y fundar en ella

una decisión condenatoria, no contraría el ordenamiento constitucional, por

cuanto en este caso la ilegalidad del control de identidad no acarrea la

ilegitimidad de la evidencia encontrada en un momento posterior en situación

de flagrancia, razón por la cual se impone el rechazo del recurso.

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Por estas consideraciones y de acuerdo, además, a lo dispuesto en los

artículos 373 y 384 del Código Procesal Penal, se rechaza el recurso de

nulidad deducido por la defensa del acusado Nicole Andrea Vilches Arenas

contra la sentencia de once de junio de dos mil dieciséis, dictada por el

Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de San Antonio y contra el juicio oral que le

antecedió en el proceso RUC 1500317432-5, RIT 76-2016, los que en

consecuencia, no son nulos.

Acordada con la prevención de los Ministros Sres. Cisternas y

Valderrama, quienes estuvieron por rechazar el recurso de nulidad únicamente

por los siguientes fundamentos:

Primero: Que, el examen de validez de la prueba de cargo, que

sustentó la decisión de condena, pasa por revisar la normativa aplicable a la

diligencia de control de identidad, puesto que en la medida en que se hayan

respetado los parámetros establecidos por el legislador con miras a una

efectiva persecución penal, desarrollada en observancia de la garantía del

debido proceso, se estará ante una evidencia legítima. Al contrario, si la ley ha

sido quebrantada, se hace necesario determinar si ello ha acarreado el

desconocimiento de los derechos fundamentales del enjuiciado, y en la

afirmativa, la trascendencia de tal transgresión.

Segundo: Que, por otro lado, el artículo 4° de la Ley del Tránsito

otorga a Carabineros de Chile y los Inspectores Fiscales y Municipales la labor

de supervigilancia del cumplimiento de sus disposiciones, sus reglamentos y

las de transporte y tránsito terrestre que dicte el Ministerio de Transportes y

Telecomunicaciones o las Municipalidades, y el deber de denunciar al juzgado

que corresponda las infracciones o contravenciones que se cometan.

Tercero: Que cabe tener en cuenta, además, que en relación con

hechos de carácter ilícito una de las principales funciones de la institución

Carabineros de Chile consiste en la prevención de la comisión de delitos al ser

garante del orden público y la seguridad pública interior, además de ser un

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organismo auxiliar del Ministerio Público en la investigación de ilícitos, y en ese

sentido, como ya ha sostenido esta Corte Suprema, entre otros, en los

pronunciamientos SCS N° 4653-13 de 16 de septiembre de 2013, N° 11.767-13

de 30 de diciembre de 2013, N° 23.683-2014 de 22 de octubre de 2014, N°

29.534-14 de 20 de enero de 2015 y N° 5711-15 de 09 de junio de 2015; el

Código Procesal Penal regula las funciones de la policía en relación a la

investigación de hechos punibles y le entrega un cierto nivel de autonomía para

desarrollar actuaciones que tiendan al éxito de la investigación, dentro de las

cuales se encuentran el control de identidad y la detención por flagrancia.

En ese contexto el artículo 83 del mismo texto legal establece

expresamente el marco reglamentario de la intervención policial sin orden

previa o instrucción específica de los fiscales, admitiendo su gestión sin

necesidad de autorización previa cuando se trata de prestar auxilio a la víctima,

practicar la detención en situación de flagrancia con arreglo a la ley, resguardar

el sitio del suceso, identificar testigos y consignar sus declaraciones voluntarias

en los supuestos que enuncia, recibir las denuncias del público y desarrollar las

demás diligencias que dispusieren otros cuerpos legales.

De la normativa reseñada es dable inferir que la regla general de la

intervención policial estriba en que se hace bajo las órdenes o instrucciones del

Ministerio Público, y como excepción, su desempeño autónomo en la ejecución

de pesquisas y detenciones en precisos y determinados casos reglamentados

claramente por el legislador, que incluso ha fijado un deslinde temporal para su

vertiente más gravosa (las detenciones), con el objeto de eliminar o reducir al

máximo la discrecionalidad en el actuar policial susceptible de derivar

restricción de derechos.

Dicha preceptiva procura conciliar una efectiva persecución y pesquisa

de los delitos con los derechos y garantías de los ciudadanos a través de la

subordinación de los entes encargados de la ejecución material de las órdenes

de indagación y aseguramiento de evidencias y sujetos de investigación al

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organismo encargado por ley de la referida tarea, los que a su vez se

desenvuelven conforme a un estatuto no menos regulado – y sujeto a control

jurisdiccional- en lo atinente a las medidas que comprometen los derechos

constitucionalmente protegidos de los habitantes (SCS N° 20.415-15 de 15 de

diciembre de 2015).

Cuarto: Que a resultas de lo que se viene señalando, es posible

concluir que el derecho al debido proceso se materializa en las diversas

disposiciones de rango legal que rigen el procedimiento judicial, estando

obligados los partícipes del sistema penal a respetar tales reglas, puesto que la

contravención de tal derecho en la obtención de evidencias supone la ilicitud de

las mismas y la imposibilidad de su valoración.

En cuanto a la indagación, la regla general es que ella se desenvuelve

bajo la dirección del Ministerio Público, pero como ya se ha dicho,

excepcionalmente las policías pueden realizar autónomamente ciertas

actuaciones. Además de tales acciones, es importante considerar que en lo

que atañe a la institución de Carabineros de Chile, ella tiene como una de sus

principales funciones la de prevención de la comisión de delitos, al ser garante

del orden público y la seguridad pública interior, área en que tienen un papel

relevante dentro de la comunidad, a lo que se suma el rol de supervisión del

cumplimiento ciudadano de las normas de tránsito.

Completado el estudio del contexto normativo atingente a este caso,

importa tener en cuenta las circunstancias de la aprehensión de la imputada.

Sobre el particular, no existe discusión entre los intervinientes en orden a que,

mientras funcionarios de Carabineros se encontraban realizando controles

vehiculares selectivos, detuvieron el vehículo en que circulaba, como

acompañante del conductor, doña Nicole Vilches Arenas. El conductor del

automóvil no portaba licencia de conducir, tampoco cédula de identidad o algún

otro documento identificatorio, y la documentación del vehículo se encontraba

vencida. Vilches Arenas, por su parte, no llevaba puesto el cinturón de

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seguridad, por lo que se le requirió su cédula de identidad, la que no portaba.

Lo anterior motivó que ambos fueran trasladados a la unidad policial para

verificar sus respectivas identidades.

Este es el escenario fáctico sobre el cual cabe decidir si, en el caso

concreto, se observó el necesario equilibrio contemplado por la ley entre los

derechos de los involucrados en el ilícito, las facultades generales de la policía

y la eficacia de la persecución penal.

Quinto: Que, desde luego, no resulta cuestionable que los funcionarios

de Carabineros realicen controles vehiculares, pues dicha actividad integra sus

obligaciones habituales en materia de prevención de delitos y fiscalización del

cumplimiento de las normas del tránsito, insertas dentro de los fines

institucionales. En seguida, la observación de un conductor que no porta

licencia de conducir ni documentación del vehículo, y de una pasajera que

circula en el asiento delantero sin su cinturón de seguridad, infringiéndose así

varias normas del tránsito, detona una reacción policial, en cuanto deben

cursar la infracción respectiva –citando a los infractores al Juzgado de Policía

Local competente-, o bien desarrollar una labor educativa. Ahora bien, ello

implica la averiguación de la identidad del infractor, para lo cual resulta

absolutamente natural pedirle su documento de identificación, petición ante la

cual se constató que Vilches Arenas no la portaba.

En ese orden de cosas, la conducta infractora de la normativa del

tránsito, que faculta a los funcionarios policiales para solicitar la identificación,

constituye un indicio que motiva la actuación policial fundada en la

supervigilancia del cumplimiento de las normas de tránsito. Se suma a ello la

verificación de que no portaba su cédula de identidad –solicitada a propósito de

la infracción a la Ley de Tránsito-, situación que da cabida a un segundo

indicio, y a la conducta infractora del conductor del automóvil, indicios que

justifican el control de identidad practicado, que por ello se llevó a cabo dentro

de los límites previstos en la ley.

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Sexto: Que de lo señalado es posible advertir que en el caso sublite se

presentó una pluralidad de circunstancias, motivo por el que no se transgredió

la situación prevista en la norma del artículo 85 del Código Procesal Penal ni

garantía constitucional alguna, porque la diligencia policial de excepción ha de

tenerse, en dichas circunstancias, como racional y justa, fundada en

condiciones objetivas apreciadas por los funcionarios policiales que

razonablemente permitían sostener la posibilidad de corresponderse con un

hecho delictivo.

En este estado de cosas, la detección de la droga luego de trasladada

la acusada a la unidad policial –que no requiere la presencia de nuevos indicios

conforme prescribe el artículo 85 del Código Procesal Penal- devela el porte de

una sustancia prohibida por el reglamento de la ley N° 20.000, y de un arma de

fuego, por ende se verifica con certeza la comisión de los delitos flagrantes de

tráfico de pequeñas cantidades de estupefacientes y porte ilegal de arma de

fuego que habilitan la detención de la imputada.

En ese sentido, es importante dejar constancia que no obsta a la

diligencia la circunstancia que uno de los indicios lo constituya la comisión de

una infracción a la Ley de Tránsito, por cuanto la disposición del artículo 85 del

Código Procesal Penal se vincula con la perpetración de un crimen, simple

delito o falta, sin exigir que estas últimas sean de naturaleza penal, de manera

que no resulta ajustado al texto legal estimar que sólo la eventual existencia de

aquellas faltas contempladas en el Código Penal sean las que ameritan llevar a

cabo esta actuación.

Séptimo: Que, en estas circunstancias, resulta claro que los

funcionarios de Carabineros que efectuaron el control de identidad de estos

antecedentes obraron dentro de los márgenes conferidos por la ley, y que en

consecuencia no se ha vulnerado la garantía constitucional del debido proceso

al haberse observado las pautas que el legislador ha establecido para que las

diligencias de investigación resguarden tal derecho, de manera que las

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evidencias obtenidas a partir de esa actuación pueden ser valoradas por el

tribunal y sostener una decisión de condena, razones por las cuales se impone

el rechazo del recurso.

En lo que respecta a la sentencia del Tribunal Constitucional, el de la

causa dispondrá lo que corresponda.

Regístrese y devuélvase.

Redacción del fallo a cargo del Ministro Sr. Brito y de la prevención, sus

autores.

Rol N° 39.475-16

Pronunciado por la Segunda Sala integrada por los Ministros Sres. Carlos

Künsemüller L., Haroldo Brito C., Lamberto Cisternas R., Manuel Valderrama

R., y Jorge Dahm O. No firma el Ministro Sr. Cisternas, no obstante haber

estado en la vista de la causa y acuerdo del fallo, por estar en comisión de

servicios.

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Autoriza el Ministro de Fe de la Excma. Corte Suprema

En Santiago, a veinte de abril de dos mil diecisiete, notifiqué en Secretaría


por el Estado Diario la resolución precedente.

Este documento tiene firma electrónica y su original puede ser


validado en http://verificadoc.pjud.cl o en la tramitación de la
causa.
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