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REVISTA DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE PSICOANÁLISIS - NÚMERO 14 2010 PÁGINAS 43 A 50

Recibido: Marzo 28 de 2010


Aceptado: Septiembre 9 de 2011 La infancia a lo largo
de la vida y de la
historia

Julia Braun
Sociedad Argentina de Psicoanálisis
ABSTRACT RESUMEN
This paper examines the concepts of El trabajo recorre los conceptos de in-
childhood throughout history in order to fancia a lo largo de la historia para destacar
emphasize that ‘childhood’ and ‘motherhood’ que niñez y maternidad no constituyen con-
do not constitute natural or ontological ceptos naturales u ontológicos. Desde la con-
concepts. cepción del niño como un ser inacabado, dia-
From the conception of the child as an bólico y perturbador, o como un estado de pa-
unfinished, diabolical and disturbing being, saje que no merece especial atención hasta lle-
or of childhood as a passage undeserving of gar a constituirse en un “ser para la guerra”, o
any particular attention until the child has como un aprendiz de adulto, es necesario lle-
become a being ‘for the war’, or an ‘apprentice gar a Freud para otorgar al niño el status de
adult’, it was necessary to wait for Freud, who “sujeto”.
gave the child the status of subject. En el trabajo se considera la importan-
The paper discusses the importance of cia de descubrir o, en todo caso, construir, en
discovering, or else, ‘constructing’, in the trans- el campo transferencial de todo análisis, el niño
ference field of every analysis, the child within en el adulto, generando un espacio lúdico. Dado
the adult, generating a space of play, as the que la demanda de análisis es generada en el
search for analysis is launched in the adult by adulto por aquellos restos infantiles ineducables
those disharmonious and ineducable infantile y disarmónicos que le impiden cumplir el ideal
remains that prevent the adult from fulfilling de adulto sin fallas.
the ideal of a faultless individual. El cambio radical en la concepción de
The radical change in the conception la niñez producido por el psicoanálisis fue re-
of childhood made by psychoanalysis has been conocido por la Convención sobre los Derechos

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acknowledged by the United Nations’ del Niño de las Naciones Unidas cuando para
Convention on the Rights of the Child. In instituir los Estatutos de los Derechos del Niño
fact, the United Nations requested the pide el aporte del psicoanálisis. Y es John Bowlby
contributions made by psychoanalysis on this quien lo elabora en un texto que luego será pu-
subject and John Bowlby was the one who blicado con el nombre de Los cuidados mater-
prepared a report which later became known nos y la salud mental.
as Maternal Care and Mental Health.

DESCRIPTORES: PICOANÁLISIS DE NIÑOS - SUJETO - JUEGO -


INTERPRETACIÓN - ATENCIÓN - DERECHO - NIÑO

La infancia a lo largo de la vida y de la historia


En recuerdo de Emilio Rodrigué que
supo ofrecerme su atención lúdica

Llamamos infancia al primer período de la vida. Es el período en el que


los humanos nos llamamos niños, luego siguen otros, como adolescencia, ju-
ventud, edad adulta, vejez…
Dentro del gran arco de la infancia a lo largo de la vida, me centraré en
el interrogante que plantea el niño presente en la vida adulta valiéndome del
psicoanálisis, que nos proporciona un buen puesto de observación desde el
dispositivo que induce la regresión y el andamiaje teórico como guía.

En principio debemos advertir que no hablamos siempre del mismo


niño, no es el mismo niño a lo largo de la vida ni es el mismo niño a lo largo
de la historia social. Tampoco el “niño del psicoanálisis” es el mismo después
de cien años de teoría y práctica. Ni el adulto es una acumulación lineal de
experiencias que comienzan en la niñez. El trayecto del niño al adulto es el
producto de sucesivas re-subjetivaciones que acaecen en el transcurso de las
etapas vitales.
El recorrido de la niñez a la adultez se conforma por rupturas, nuevas
construcciones y resignificaciones que transforman, conservan, pierden, ga-
nan, modifican y crean nuevos sentidos, estructuras, matrices, códigos, etcé-
tera. Así podemos decir que en el sujeto adulto se amalgaman adquisiciones
adultas con las infantiles que permanecen y cambian, conformando una orga-
nización psíquica compleja y dinámica. Haciendo extensivo el concepto
kuhniano podríamos pensar que nos encontramos con cambios de paradig-

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LA INFANCIA A LO LARGO DE LA VIDA Y DE LA HISTORIA

mas para comprender la infancia tanto al nivel de la historia social como de la


historia individual.
Si bien Freud realizó una brillante inferencia observando a su nieto en
el juego del carretel, sabe más del niño por lo que descubrió en el adulto. En
Tres Ensayos, Freud construye las teorías sobre la sexualidad infantil desde su
trato con pacientes adultos. Y sabemos que aprendió sobre el niño mucho
más del análisis del Hombre de los Lobos, que del intermediado análisis que
realizó con Juanito.
Si bien niñez y maternidad se conciben como conceptos naturales,
ontológicos, fuertemente asociados en nuestro imaginario actual a la condi-
ción de inermidad de la cría humana, ambos son sin embargo constructos
epocales si los enfocamos desde la perspectiva de la historia social.

La infancia en la historia

Durante siglos la infancia fue considerada como un tiempo de pasaje


sin importancia, confinada a extramuros de la ciudadanía, en la que el niño
aprendía simplemente de su coexistencia con los adultos y en algunos casos se
encontraba a su servicio utilitario. Imperaba la concepción del niño como ser
inacabado, sujeto ignorado, forma inmadura de adulto, o ser diabólico y per-
turbador que no merecía ninguna especial atención. Veamos algunos de los
paradigmas vigentes en las distintas épocas y culturas.
Ignacio Lewkowicz (2004) realizó una investigación sobre creencias y
costumbres en la sociedad espartana. En Esparta, se consideraba que cuando
un hombre alcanzaba el quinto ciclo de siete años, es decir cuando llegaba a
los 35 años, comenzaba su decadencia. Los espartanos creían también que los
hijos heredaban las cualidades adquiridas y presentes en el momento de la
fecundación. Es decir que un niño engendrado después de los 35 años, here-
daría sus cualidades decadentes. Así que, si un hombre a partir de los 35 años,
quiere darle un hijo “a la comunidad”, se prescribe que debe hacer fecundar a
su mujer por un soldado en la plenitud de su edad. Luego el niño sería ali-
mentado por una comunidad rotativa de nodrizas. Si el cachorro humano
sobrevivía, era porque el padre había engendrado en buenas condiciones o,
porque había dejado a tiempo el lugar a otro hombre más joven para que
fecunde a su mujer. Cuando pasados los años, esos hijos partían a la guerra, el
coro de madres entonaba cánticos para rogar que los hijos regresaran sobre sus
escudos es decir, muertos en batalla. En estas condiciones, esas madres serían

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homenajeadas. Regresaban sin escudo los que abandonaban la lucha, y en este


caso, las madres se encerraban avergonzadas.
En otro modelo social de la Grecia Antigua, un ciudadano ateniense se
servía de tres mujeres: una era la esposa para la descendencia legítima, otra la
concubina para los cuidados cotidianos y la tercera, la cortesana, para los pla-
ceres de la carne. Desde la mirada del hijo la madre no era la amante, ni la
mujer que cumplía la función de cuidar al padre, era una mujer que cumplía
exclusivamente la función de la maternidad.
Distinta era la concepción de familia en la Roma Antigua donde se la
consideraba uno de los pilares de la sociedad. Cicerón resolvió que el amor
debía quedar fuera del matrimonio ya que una institución primordial de la
República como el matrimonio, no podía estar sometida al vaivén de las pa-
siones.
El amor y la familia se constituyen en valores con la institución de la
sociedad burguesa. Se unifican las tres funciones que cumplía la mujer para
los atenienses: esposa, concubina y cortesana convergen en la madre, que esta-
rá destinada fundamentalmente a amparar al hijo que llega al mundo en con-
diciones de desamparo primordial.
Para la concepción burguesa los niños son aprendices de adultos. Des-
estima al niño en sus capacidades y potencialidades como consecuencia de
concebirlo incapacitado para pensar. La familia y luego la escuela ejercen la
función de prepararlos para ocupar el lugar de futuros ciudadanos concebidos
a imagen y semejanza del ideal social y del orden prevalente en las familias
pertenecientes a los distintos estratos sociales. En las clases altas, para que
cumplan los ideales de la burguesía ascendente. En las clases populares, para
la educación práctica.
En este entorno, en el más conspicuo espacio de la sociedad victoriana,
la Viena de principios del siglo XX, Freud introduce un cambio radical al
otorgar al niño su condición de “sujeto” al mismo tiempo que reconoce la
prematuridad de su nacimiento y la necesidad del cuidado de otro. Conti-
nuando con este desarrollo Winnicott establece la figura de la dupla madre-
bebé.
El psicoanálisis instituye por primera vez al niño como sujeto con voz,
necesidades y derechos propios, con necesidad de ser escuchado y reconocido
y le asigna el importante lugar de ser el cimiento del ser adulto que va a adve-
nir.

La concepción del “niño de Freud” es un total desafío al niño de la

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sociedad victoriana disciplinado, educado y desconsiderado. Freud reconoce


a un niño del goce instalado en el principio del placer, el yo ideal, la perver-
sión polimorfa y la progresión hacia la institución del principio de realidad.
En el siglo XX los hallazgos del psicoanálisis cambiaron el rumbo del
concepto de infancia y crearon pautas nuevas para la crianza, la puericultura,
la educación, la legislación, pautas que se extendieron a todos los aspectos de
la cultura.
Cuando en 1948 la Comisión Social de las Naciones Unidas, frente a
los estragos producidos por la guerra, resolvió realizar un estudio acerca de las
necesidades de los niños sin hogar, la Organización Mundial de la Salud recu-
rrió a una prestigiosa institución psicoanalítica, la Clínica Tavistock, para abor-
dar el problema. El informe fue realizado por el psicoanalista John Bowlby,
investigación que posteriormente dio lugar al libro: “Los cuidados maternos y
la salud mental”.
En 1989 la Asamblea de las Naciones Unidas adoptó la Convención
sobre los Derechos del Niño, que fue ratificada por 191 países. Argentina lo
hizo en 1994 y la incorporó a la Constitución Nacional.

El niño en el adulto

El tránsito de la infancia a la adultez es un pasaje disarmónico e imper-


fecto que va a dejar siempre un resto ineducable y significativo en la vida
adulta. El psicoanálisis lo reconoce como “neurosis infantil” y va a constituir
uno de los pilares teóricos y clínicos, fuente explicativa de malestares y sínto-
mas que pueden aparecer a lo largo de la vida.
Es ese resto ineducable el que va a generar la demanda de análisis. El
sujeto que se supone adulto acude al análisis cuando de alguna manera no
logró cumplir el ideal de un grande sin fallas¸ así como se supone que tampo-
co ese adulto habrá atravesado una niñez sin fallas.
Del niño que existe en el adulto tomamos conocimiento a partir de
mitos y relatos, que descubren versiones de infancia. Muchas veces éstas se
corresponden con relictos de aquellos paradigmas de la historia de la niñez
antes mencionada, que se creían superados. Las versiones nos ponen en con-
tacto con historias “fantasmagóricas” del niño y su entorno: deseado, no de-
seado, ignorado, desestimado, diabólico, utilitario, víctima de indiferencia,
violencia, sobreprotegido, abandonado. Con sus potencialidades, logros, fra-
casos y sus diversos avatares.
El niño va a ser atravesado por los cambios de las configuraciones que
adoptan las familias y los vínculos familiares, los cambiantes modelos de

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parentalidad, el avance de la tecnociencia y va a ser portador de las marcas de


las diversas circunstancias y el azar que le depare su historia personal
En el análisis, se construye la infancia con elementos de memorias, tra-
zas, huellas, matrices, insights, estructura, rasgos, cicatrices, carencias, vacíos
amalgamados en la subjetividad, integrados o disociados del tejido y la trama
constitutiva que el sujeto adulto nos va a proporcionar. El campo transferen-
cial lo hace posible en un clima propicio de calidez, aceptación y confianza.
Disponemos para ello de un abanico de teorías, la sexualidad infantil, la
genitalidad, el Edipo, las posiciones kleinianas, el verdadero o falso self, el
espacio transicional, la madre suficientemente buena, el pictograma, el pro-
yecto identificatorio, el padre idealizado asegurador, la fortaleza del Yo, la
institución de la ley del padre, etcétera.
Se supone que todo análisis debería llegar a descubrir el niño en el adul-
to, aunque se reconoce que en los distintos modos de concebir el análisis en la
contemporaneidad el valor que se asigna al análisis de la neurosis infantil ha
variado.
Una vía de acceso facilitadora a las memorias de infancia en el campo
analítico es la posibilidad de integrar la experiencia lúdica y el humor, en
tanto vivencias transferenciales como respuestas emocionales significativas.
Emilio y Genevieve Rodrigué hablan de la interpretación lúdica, de la
caja de juegos del niño equivalente a la caja de fantasías del adulto y de la
atención lúdica del analista.

“de la misma manera como el terapeuta de niños le ofrece el cajón de


juguetes al chico al iniciar el tratamiento, en el análisis de adultos los
pacientes encuentran dentro de los confines de la situación analítica,
que una oportunidad se les brinda para que “saquen afuera” y movili-
cen su bagaje de fantasías” […] “El adulto operará con ellas en el en-
cuadre terapéutico de la misma manera como el niño juega con sus
juguetes” (Genevieve de Rodrigué, 1966, p. 120). “La interpretación
lúdica comienza con una toma de contacto directa y sensorial del ma-
terial empleado por el niño” (E. Rodrigué, 1966, p. 135).

Una pequeña viñeta puede ilustrarlo. El paciente es un hombre que


ocupa el más alto cargo en una importante institución donde se desempeña
con gran eficiencia y reconocimiento. Este aspecto valorado de su self se regis-
tra en un espacio disociado de su mente del que no puede obtener ninguna
gratificación sino por el contrario, una permanente sensación de esfuerzo ago-
biante . Prima en él un sentimiento trágico de la vida, cargado de culpa, deu-

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LA INFANCIA A LO LARGO DE LA VIDA Y DE LA HISTORIA

das morales impagas y exigencias. Se declara “un hombre sin infancia”. Como
se podrá suponer, el tema fue muy analizado en sus distintos aspectos a lo
largo de mucho tiempo, pero el sufrimiento y la desesperanza se mantenían
incólumes.
El paciente comienza una sesión diciendo que se va por el fin de semana
largo a su casa de campo ya que se encuentra terriblemente agotado y desbor-
dado y le es muy necesario tomarse esos días de vacaciones para descansar. Y
continúa, pero… y las obligaciones que quedan sin resolver, el trabajo que va
a seguir acumulándose, a la vuelta va a ser terrible y el agotamiento va a au-
mentar y en lugar de alcanzar el anhelado descanso voy a terminar sintiéndo-
me peor. Al final como siempre, va a ser peor el remedio que la enfermedad.
En esta oportunidad a diferencia de lo habitual lo que escuchaba pro-
dujo en el analista un sentimiento de ternura, al mismo tiempo que debía
contener la risa. La escena semejaba una parodia de sí mismo, como si el
paciente estuviera actuando su propia caricatura. En un estado de absoluta
disociación no trasuntaba el más mínimo sentido de humor. Este efecto con-
tratransferencial gozoso no compartido constituyó para el analista, un indica-
dor de la imposibilidad que tenía el paciente para crear un espacio lúdico-
transicional. Este hombre cargaba con una madre quejumbrosa, demandante
e hipocondríaca, lugar que aún hoy sigue ocupando. El analista pensó en la
necesidad de construir compartidamente ese espacio en su análisis, que le
ofreciera la posibilidad de una vivencia confiable distendida y lúdica. Algo de
eso pudo transmitirle, el paciente terminó la sesión extrañado y se fue con un
asomo de sonrisa en su rostro. El analista pudo comprobar con el paso del
tiempo que esta sesión había constituido una bisagra en su análisis, a partir de
la cual pudo comenzar a construirse el espacio transicional lúdico que permi-
tió abordar la carga que significaba su sobreadaptación instalada en su infan-
cia. Sobreadaptación que en razón de su sentido trágico de la vida y la carga de
deuda moral crónica, había sido imposible abordar. La creación de un espacio
lúdico, constituyó una experiencia vivencial que dio cuerpo a una afirmación
permanente repetida y vacía: “soy un hombre que no tuvo infancia”. Pudo
llegar a “descubrir su infancia” no vivida, en tanto había sido uno de esos
niños condenados a soportar la depresión de su madre, al mismo tiempo que
debía de hacerse cargo de los graves problemas de la cotidianeidad familiar,
posición que aún hoy persiste.
Por último, unas palabras de Jean Bertrand Pontalis, un psicoanalista
que con el psicoanálisis sabe hacer poesía:

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“Son un manantial en el presente, una fuente viva, nunca agotada, que


Freud llama infantil. Lo infantil es lo sexual indiferenciado en que
pueden coexistir ternura y sensualidad, masculino y femenino, activo
y pasivo. Al no estar subordinado a una función, ni ligado a órganos
específicos, permanece totalmente ignorante del principio de realidad
y quizás incluso no sometido al principio del placer que implica una
cierta finalidad. Lo sexual sin principio. Lo infantil no tiene edad. No
corresponde a ningún lugar, a ningún tiempo asignable.” (Pontalis,
2005, p. 25)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Corea, C., Lewkowicz I. (2004). La institución materna. En Peda-


gogía del aburrido, Cap. 5 pp. 95-103. Buenos Aires: Paidós.
Freud, S. Tres ensayos de teoría sexual (1978[1905]). Buenos Aires:
Amorrortu Editores, 1978.
Pontalis, J.B. (2005). Este tiempo que no pasa, Buenos Aires: Topía
Editorial.
Rodrigué, E. Rodrigué, G. T. de (1966). El contexto del proceso ana-
lítico, Buenos Aires: Paidós.

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