1.0. Manual Qué Es Un Niño
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¿QUÉ ES UN NIÑO?
ICEPH
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INSTITUTO DE CAPACITACION Y ESPECIALIZACION PADRE HURTADO
¿QUÉ ES UN NIÑO?
Etapa Clásica
Etapa cristiana
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Etapa medieval
La revolución francesa
Es en esta época donde se produce un gran cambio a favor del espacio del
niño en lo social. El niño comienza a ser considerado como un futuro ciudadano,
su salud y educación se incluyen en los programas de gobierno republicano.
En las pinturas ya aparece representado de otra forma, con sus ropas
habituales y generalmente jugando en la familia. La característica principal es
como se intenta resaltar siempre la ingenuidad y el juego. La Iglesia, el Estado y
los moralistas se preocupaban de la infancia para preservarla. Aparece la
necesidad de cuidarla y protegerla. Se intensifica la idea de su inocencia.
Es en este momento donde la pedagogía destaca y sobre todo destaca
Rousseau quien propone que “el niño es bueno por naturaleza, siendo la sociedad
quien lo corrompe”. Según él el niño es un ser asexuado de tal manera que nada
diferencia a los niños de las niñas. Su pensamiento produjo una revolución en la
posición pedagógica.
La vida de los niños pasó a ser tutelada por el sacerdote de la familia, el
médico o el profesor particular, los cuales le daban consejos a la madre, a la que
se le iba responsabilizando del éxito en la formación de sus pequeños. Es decir, el
otro de fuera, que posteriormente sería el Estado, asume la formación y guía a la
madre, asumiendo un lugar de función paterna.
Sin embargo, nuevamente encontramos cierta ambivalencia ya que se da
un alto índice de niños abandonados.
Siglo XIX
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Siglo XX
Son varios los autores que estimulan los estudios sobre los niños. El
psicólogo estadounidense Lewis Terman editó en 1916 el test de inteligencia de
Stanford-Binet que fue aplicado ampliamente en EE.UU y dio lugar a diversos
estudios sobre el desarrollo intelectual infantil. Otro psicólogo estadounidense,
Arnold Gesell creó un instituto de investigación en la Universidad de Yale con el
objetivo de estudiar el comportamiento de los niños.
En Europa, destaca la figura del psicólogo suizo Jean Piaget (1896-1980) y
sus aportaciones sobre el desarrollo intelectual del niño. Piaget subraya el proceso
de aprendizaje activo del niño y detecta cuatro etapas bien diferenciadas en
función del tipo de operaciones lógicas que se puedan o no realizar:
El niño en el psicoanálisis
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“Es un buen ejercicio ser completamente sincero con uno mismo. Encontré en mí,
como por otra parte en todos, sentimientos de amor hacia mi madre y de celos
hacia mi padre, creo que son sentimientos comunes a todos los niños... Esta es
una compulsión que todos pueden reconocer porque encuentran una marca en sí
mismos. Cada espectador fue un día un Edipo en germen, en imaginación, y se
horrorizó con la realización de su sueño representado como si fuera real sobre la
escena, y su horror mide la represión que separa su estado infantil de su estado
actual”.
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La equilibrada articulación de estos tres tiempos lógicos hace del niño objeto
un sujeto independiente.
Lacan realiza una lectura de Freud tremendamente talentosa y estructura una
articulación de la sexualidad al significante que le permite considerar al niño como
un significante que es efecto del lenguaje y no simple desarrollo evolutivo.
Podríamos decir incluso que el niño es un efecto del lenguaje antes de advenir
al mundo. Ya antes se suele decidir su nombre y, en todo caso, siempre es
nombrado de alguna manera. Digamos que ello alude y significa una existencia
más allá del cuerpo biológico. La condición del ser humano de venir inmerso en el
lenguaje hace que el sujeto comience su existencia desde el momento en que le
es atribuido un nombre, y esta misma condición hace que el sujeto siga existiendo
más allá de la muerte biológica del ser vivo.
Concluimos que lo que marca la constitución psíquica no es lo biológico ni un
desarrollo natural, ni siquiera la supuesta tendencia natural al aprendizaje que
destacaba Piaget. Lo que marca es el encuentro con el lenguaje y, más
concretamente con dos significantes representantes de los deseos de los
progenitores. Y sobre todo la madre con su deseo de vida o de muerte, un deseo
que sea por presencia o por ausencia marca la constitución subjetiva.
La innovación que introduce Lacan es que el niño es un sujeto en pleno
ejercicio, se trabaja con un sujeto, no con el individuo en proceso evolutivo ni
tampoco con el yo, pues el concepto de sujeto es más amplio.
Lo simbólico preexiste al sujeto y esto adquiere una gran importancia
porque representa una de las coordenadas que se juega en la constitución
subjetiva y en la inscripción de ese sujeto en una estructura, sea neurótica,
psicótica o perversa.
El psicoanálisis ha demostrado que el niño sufre, hace elecciones, es
responsable de su forma de goce, es un sujeto atravesado por el lenguaje y ello es
lo que origina los cuadros sintomatológicos propios de la infancia: enuresis,
hiperactividad, problemas de aprendizaje, etc.
Un sufrimiento que es explicado por el lenguaje, un lenguaje que proviene
de sus padres y que le dan un sitio en el mundo a través de demandas que van
más allá de sus pulsiones originales, se le dice cuando tiene que dormir, jugar, etc.
Este lugar no es claro para el niño, de ahí tendrá que descifrarlo e interpretarlo
para incluirse en la vida, llegando a preguntarse ¿Qué quiere mi madre de mí?
¿Qué soy yo para ella?
A estas preguntas llega a través de recurrir al Otro, representado primero
por la madre quien en primera instancia es todo poder para el niño, ya que puede
darle o quitarle su amor, su protección, su presencia.
Luego el padre que representa la ley en el deseo, en tanto es el que
prohíbe y priva al niño del goce sexual con su madre. Se trata del taller edípico de
la subjetividad. La necesidad, el deseo y el amor pasan por el lenguaje.
Partimos fundamentalmente de que la diferencia entre la naturaleza y la
cultura es originada por el lenguaje. Es el lenguaje humano el que marca un orden
simbólico que va más allá del orden natural. Es por eso que en psicoanálisis se
prefiere hablar de pulsión y no de instinto. El instinto tendría que ver con los
impulsos naturales, pero la pulsión es un producto del efecto del lenguaje. Por
ejemplo, la comida en el ser humano va más allá del instinto de supervivencia,
tiene un contenido sobre todo simbólico, hasta el punto que puede convertirse en
un síntoma mortal como en la anorexia (nada más lejos de la supervivencia).
También un banquete de bodas es un acto simbólico.
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BIBLIOGRAFÍA
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