Bajo El Volcán, Toma Uno

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Bajo el volcán, toma uno

Juan José Hoyos

Fredy Serna. La tienda. Lápiz Mirado 2 sobre cartulina. 1988

N
¿ o es cierto que cuando uno acaba de de los muertos, en Cuernavaca, muy cer-
leer un buen libro y cierra sus hojas, siente ca de Ciudad de México. Y un dos de no-
un poquito de tristeza y, tal vez tratando de viembre le prendí velas al altar. Un amigo
volver eterna esa conversación misteriosa que fue a visitarme miró las velas, me miró
y cargada de amor y de silencio que es en a mí y se fue a los cinco minutos sin hablar.
verdad una lectura, a veces hasta quisie-
ra llamar al autor por teléfono? A mí me Estoy seguro de que no soy el único al que
ha pasado varias veces. Una de ellas fue le han pasado esas cosas con Bajo el volcán.
cuando acabé de leer Bajo el volcán, la no- A una amiga, los ladrones le vaciaron la
vela de Malcolm Lowry. Él estaba muerto casa un fin de semana y lo único que no le
hacía más de veinte años. Entonces busqué robaron fue ese libro. Se lo dejaron intacto,
una foto y le hice un altar. La historia de la sobre el piso. Se ve que no solo eran ladro-
novela sucede un dos de noviembre, el día nes honrados sino buenos lectores. Marco

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Antonio, otro amigo que quiero mucho, el Cónsul cada mañana. Lo compré marca
cada dos de noviembre tiene permiso de Tizoc, con gusano, destilado y envasado
María Soledad para perderse por las calles en Oaxaca, como dicen que le gustaba a
de Caldas y hacer todas las ceremonias que Lowry. Antes de volver a pisar la calle me
quiera, solo o acompañado, en memoria del tomé el primer trago. Mis amigos me di-
Cónsul. Tanto para él como para mí, el día jeron que tuviera cuidado, que el mezcal
de los muertos es nuestro Bloomsday. producía alucinaciones. Yo no les hice caso
y me perdí en Cuernavaca en busca de las
Confieso que mi amor por Malcolm Lowry calles, las plazas, los teatros y las cantinas
es un poco enfermizo. Tanto, que un día donde sucedió la historia de Bajo el volcán.
no aguanté más y fui hasta Cuernavaca en Cuando atajaba a la gente para preguntar
busca de él, como si todavía estuviera vivo por El Farolito, me miraban como si fuera
tomando mezcal en una cantina de México. un marciano. Nadie había oído hablar de
Por supuesto que como los periodistas sólo Lowry, ni de la novela, ni mucho menos del
viajamos a otros países en las películas, no Cónsul. Mis amigos, un poco apenados, me
fui por mis propios medios: aproveché una llevaron a una librería. No había ni un solo
invitación a una feria del libro de la Uni- ejemplar de Bajo el volcán. Entonces decidí
versidad Autónoma de México. Apenas comprar un mapa turístico de Cuernavaca.
tuve un día libre, fui a una estación de bu- Nos sentamos en una cantina de la plaza
ses y compré un pasaje para Cuernavaca. principal a tratar de descubrir los lugares.
Me acompañaron dos amigos mexicanos a ¡Qué tristeza! Por ningún lado figuraban ni
4 los que les dio miedo que me atracaran en la cantina de Bustamante, ni el teatro don-
el camino: pobrecitos, se ve que no saben de estaban presentando Las manos de Orlac,
dónde está Colombia en el mapa ni cono- con Peter Lorre. El Palacio de Maximiliano
cen el talento nacional. Yo fui el que los estaba cerrado, por ser lunes. Solo estaba
tuve que cuidar. abierto una especie de museo con un nom-
bre triste, que me sirvió para comprender
Mi primer susto me lo llevé cuando el ca- lo que estaba sucediendo. Se llamaba La
rro llegó a la misma estación de autobuses Casa del Olvido...
donde el Cónsul fue a despedir a Yvon-
ne por última vez. Allí me recibió un afi- Me tomé otro trago de mezcal puro de
che inmenso de la Oficina de Turismo de Oaxaca, sin acordarme del gusano, y mis
la municipalidad con un letrero que decía: amigos pidieron un par de cervezas. Yo
“¡Bienvenido a la ciudad de la eterna pri- les dije, mostrándoles en el mapa La Casa
mavera!”. Me sentí como un personaje más del Olvido: “Aquí es donde estamos”.
de la novela de Lowry que empezaba a vi- Ellos se miraron perplejos y yo me dije: no
vir su propia pesadilla. ¿De modo que había me puedo dejar derrotar por la tristeza. Y
viajado durante dos semanas a más de tres después de echarme entre pecho y espal-
mil kilómetros de mi país para bajar de un da otro mezcal, me levanté de la mesa y
bus en una ciudad como la mía? ¿El paraíso me fui solo por la avenida principal en
perdido del Medellín de la eterna prima- busca de Malcolm Lowry. Un policía que
vera? Lo primero que hice para calmar los estaba dirigiendo el tráfico me dijo, entre
nervios fue buscar una venta de licores y pito y pito, que no sabía dónde quedaba
comprar una botella de mezcal, como hacía nada pero que por ahí cerca había un ho-

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Fredy Serna. Gran-eros. Acrílico sobre lienzo. Tríptico. 170 x 270 cm. 1993

tel que tenía un nombre de un volcán. Yo fui capaz de orinar. Me sentía como profa-
me fui solo, esquivando los camiones, y a nando un lugar sagrado.
las dos o tres cuadras vi a lo lejos un le-
trero que me puso a temblar: “Hotel Bajo Cuando salí del baño, descubrí en el fondo
el Volcán”. En menos de dos minutos es- de la casa el patio y la piscina donde Yvonne
taba en la puerta. No tuve necesidad de se bañó ese dos de noviembre en que re-
guías para reconocer la casa del Cónsul, a gresó a Cuernavaca en busca de Lowry y lo
pesar de que le habían tumbado la mitad encontró, como todos los días, borracho, en
de la fachada para construir una boutique. una cantina. En ese momento me di cuenta
Adentro, la casa donde el Cónsul e Yvonne de que mis amigos mexicanos me habían
vivieron su infierno estaba intacta. Era un seguido de lejos, en silencio. Sin siquiera
hotel de paso, para excursionistas gringos mirarlos, me fui como un rayo hasta la pisci-
con camionetas Ford Explorer de alto ci- na, me arrodillé y metí la mano en la misma
lindraje. Pedí permiso para recorrer la casa agua azul donde Yvonne se había bañado
y, como aconseja San Ignacio de Loyola, mientras el Cónsul, encerrado en su cuarto,
me fui directo al baño. Apenas abrí la llave luchaba por afeitarse mientras las manos le
del agua, mi mano se me quedó pegada de temblaban. Después, como si estuviera jun-
la llave, como si me hubiera electrocutado. to a la pila de agua bendita de una iglesia,
Me costó varios minutos despegarla. Pen- me eché la bendición. Las carcajadas de mis
sé que el Cónsul estaba allí en una de sus amigos me devolvieron a la realidad: esta-
mil noches de insomnio y de agonía. No ba en Cuernavaca, eran las doce y media del

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día y los empleados del hotel estaban a pun-
to de llamar a la policía. Me tomé otro trago
de mezcal.

La historia terminó con un almuerzo epis-


copal en mitad del patio y con dos o tres
incidentes más: el hallazgo del teatro, de la
cantina de Bustamante, del parque de di-
versiones donde daba vueltas la rueda
infernal...

Pero déjenme que les cuente otro día el resto


de la historia, porque ahora estoy celebran-
do con un tequila la primera toma de la pelí-
cula que Ignacio Ortiz Cruz empezó a rodar
en Oaxaca. Se llama Mezcal y está basada
en la novela de Lowry. No he visto ningu-
na película de él, pero sé que ha ganado los
premios de cine más importantes de Méxi-
co. Además, antes de dar la orden de empe-
zar a rodar, dijo que Mezcal era la historia
6 de la vida de seis personas habitadas por la
culpa y por el dolor, que se encuentran en Taller cuidanderas. Bajos de la Estación Doce de octubre del
El Farolito un dos de noviembre para hablar Metrocable Picacho - Línea P. Diciembre de 2022
De izquierda a derecha: Daniela Arteaga y Lizet Macías. Fotografía
de sus vidas. Apenas leí en la prensa sus pa- de Hamilton A. Suárez Betancur. Diciembre de 2022

labras, me dije: a Ignacio no le va a pasar lo


mismo que a John Houston, ese gran direc- zo de la cinta y empezó a mascar y mascar.
tor de cine, que se equivocó de principio a Tratándose de un celuloide de última gene-
fin cuando filmó su versión de Bajo el volcán: ración y de alta calidad, la tarea no era fácil.
convirtió el drama íntimo del Cónsul —un Entonces el otro chivo se le acercó y le dijo:
borracho que no habla— en un sainete don- “¿Cómo te parece?”. El chivo que luchaba
de un borracho no para de hablar. Creo que por tragarse el primer bocado dejó de mas-
Ignacio encontrará su Parián, ese pueblo car para darle su respuesta: “¡Me gustó más
apartado del mundo adonde viajan Yvonne el libro!”.
y el Cónsul el día de los muertos a ver una
corrida de toros y encontrarse con la muer- Juan José Hoyos es periodista egresado
te. Estoy seguro de que de su película habla- de la Universidad de Antioquia y escri-
rán mejor hasta los chivos. tor. Ha publicado los libros Tuyo es mi co-
razón, El cielo que perdimos, Sentir que es un
Digo los chivos porque hace varios años, soplo la vida, El oro y la sangre, Viendo caer
las flores de los guayacanes y El libro de la
después del estreno de la película de John
vida donde se publicó originalmente esta
Houston, estaban dos chivos comiendo
crónica (Dann Regional, Medellín, 2006,
desperdicios en un basurero de Ciudad de pp. 81-86).
México, y uno de ellos se encontró un peda-

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