El Desierto y Su Semilla

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Hoy, en expediente literario, hablaremos de la novela: El desierto y su semilla.

“El desierto y su semilla” de Jorge Baron Biza. Es una novela, que luego de
mucho tiempo, ha logrado estremecerme; y no me refiero solo al hecho de
haber disfrutado su lectura, ni mucho menos de que haya tenido que sacarme
el sombrero metafísico y aplaudir silenciosamente cuando terminé de leerla,
sino al hecho de que durante la lectura me vi obligado a cerrar el libro, y
respirar para poder digerir lo avanzado. Y no, no me refiero a esa tendencia
gore de intentar describir actos repulsivos, sino al acto más puro del narrador,
que es hacer que el lector caiga en su trampa diegética, en donde uno termina
oliendo, escuchando y viendo, pero sobre todo sintiendo lo que los personajes
experimentan. Personalmente creo que es el acto más trascendente de los
escritores, o al menos de aquellos que han escrito los libros que nunca olvido.
Enumerarlos sería absurdo, pese a que no son muchos, quizás por ello que
este post sea mucho más empírico, mucho más sentimental, de lo que
acostumbran ser mis post respecto a libros.

“El desierto y su semilla” es una novela genial, y en donde pese a la


sencillez con la que está narrada1no cae en la simpleza. Todo lo contrario, se
trata de una narración directa pero detallada. Lo podemos observar desde el
inicio de la misma:

En los momentos que siguieron a la agresión, Eligia estaba todavía rosada y


simétrica, pero minuto a minuto se le encresparon las líneas de los músculos
de su cara, bastante suaves hasta ese día, a pesar de sus cuarenta y siete
años y de una respingada cirugía estética juvenil que le había acortado la
nariz…un aire impostado de audacia se fue convirtiendo en símbolo de
resistencia a las grandes transformaciones que estaba operando el ácido. Los
labios, las arrugas de los ojos y el perfil de las mejillas iba transformándose en
una candencia antifuncional: una curva aparecía en un lugar que nunca había
tenido curvas, y se correspondía con la desaparición de una línea que hasta
entonces había existido como trazo inconfundible de su identidad. (p. 11)

Es precisamente de aquella manera en cómo inicia la novela, y que a la vez


marcará la tendencia a lo largo de ella; a nivel de estructura como a nivel
diegético. Mario, quien es el narrador, recordará sus peripecias a raíz del

1
Se trata de una narración autodiegética
ataque del que fuera víctima Eligia, su madre, en manos de Arón, su padre. Un
punto interesante, es que el protagonista no llama nunca a sus padres como
tales, sino por sus nombres, en un claro intento por desnaturalizar la posición
de ambos con respecto a la suya. De esa forma Mario iniciará una travesía,
como acompañante y cuidador de Eligia en una serie de tratamientos para
poder restaurarle el rostro dañado por el ácido, en primer lugar en Argentina y
luego en Italia, Milán.

El eje central de la novela girará en torno a la reconstrucción del rostro


de Eligia. Vila-Matas, menciona en una nota escrita para El País, que dicha
reconstrucción termina siendo la reconstrucción de la historia fragmentada de
la Argentina del siglo XX, sin embargo no estoy de acuerdo con él. Es cierto
que de pronto el tratamiento reconstructivo de Eligia es el anclaje de Mario, y
que dentro de las lecturas que Mario le lee a Eligia, hay ciertos textos que
abordan la problemática de Argentina, pero no es precisamente un intento por
reconstruir la historia de un país. Esto debido, quizás al hecho de Eligia y su
padre, como Arón, fueron parte de la política de país; con cargos y exilios
forzados. Quizás sea por ello que a Mario no le interesa la política. Es más, se
aborda mucho más la reconstrucción de la Milán de la post guerra, que de los
cambios políticos de Argentina2.

Sin embargo, lo que si es cierto es que Arón si intenta reconstruir algo,


pero no es la historia desfragmentada de un país, sino su intento es reconstruir
su propia historia familiar. Sus primeros recuerdos en el colegio, el encierro en
una cárcel junto a Eligia cuando tenía apenas 10 años, los comentarios de Arón
escritos en los márgenes de sus primeros ensayos de colegio. Lo que intenta
Mario es entender la tragedia familiar para así poder entender su propia
tragedia. Porque si bien es cierto que Mario, gracias a sus problemas de
alcohol, vive y experimenta casi en los bordes de la cordura, no lo hace de
manera individual. Es decir, él termina por renunciar a cualquier intento de
exponer su identidad3. De ahí a que siempre esté dispuesto a inventarse una
historia del por qué se encuentra en un país ajeno al suyo; como la historia que

2
Se menciona solo un par de veces, la junta militar que destituyó el primer gobierno de Perón, como la
que destituyó a la viuda del mismo, luego de su muerte.
3
Ya que la misma termina encontrándose relacionada con Eligia, y el motivo por el cual se encuentra en
un país ajeno al suyo.
contó la primera vez que entró al bar cercano del hospital de Milán, o la otra
historia que les contó a los turistas jubilados que le ofrecieron un empleo en su
funeraria aludiendo de que Mario era una persona que entiende sobre la
muerte4. Quizás sea por ello, por dicha colectividad en la que se encuentra la
reconstrucción de Eligia y la muerte de Arón, que Mario decide rechazar las
tres oportunidades de salvación que se le ofrecen directamente.

Y es que es Mario quien ocupa el lugar central. No es el Mario quien


cuida la reconstrucción del rostro de Eligia, es quien prosigue la creación del
último acto de Arón; la firma del divorcio perseguido por años, el ácido lanzado
al rostro luego de la firma, el suicidio mismo, todas aquellas acciones son las
que empujan a Mario a tratar de encontrarse en su padre. Pese al rechazo
abierto y existencial que siente por él; ya fuera como padre, como activista
político, como persona, pareciera que Arón siempre lo terminase encontrando.
Es su propio suicidio el cual de alguna forma despierta cierto grado de
admiración al lograr rehuirle a la carga de sus responsabilidades. Incluso
cuando se encuentra observando el cuerpo en la morgue, no puede evitar el
rechazo, pero también cierto orgullo luego de que el médico que realizara la
autopsia, sostuviera que si no se hubiera matado hubiese vivido por siempre.
Esto último se contradice notoriamente con el suicidio de Eligia, y el escueto
comentario con respecto a su trayectoria en el aire, antes de que toda la
ciencia y logros hechos en Milán fueran a perderse pisos más abajo.

Además, otro aspecto importante, es que al final de la novela es a Eligia,


a quien pretende perdonar. No a Arón, sino a ella, con quien trata de tener
cierto acto de reconciliación, de temas pendientes, por llamarlo de algún modo:

Por más injertos, queloides y colgajos que hubiese sufrido, Eligia


(tendría que empezar a llamarla «madre», o algo así como «mamá»; en
realidad, es por ahí por donde empiezan todos)…La carne sirve: porta
placer o porta sufrimiento. En ambos casos, lleva consigo a otro,
enamorado o torturador, y comparte con otro su destino… Lo único que
me ha salido al cruce desde el suicidio de Eligia son textos, algunos
para consuelo, otros para abrumarme. Mi salud no está a la altura de
las esperanzas que traigo del balcón; me aparté demasiado de la vida;

4
Esto después de hacerles creer que sabía latín al traducirle las inscripciones de una serie de tumbas de
distintos cementerios.
vomito todos los días. Tarde o temprano yo también seré solo un
texto… es de reconciliación de lo que estoy hablando. (p. 283, 285,
286)

Es inevitable evitar la relación biográfica que existe con el autor. Sobre


todo porque pareciera que la muerte misma siguiera un patrón determinado,
entre los que leyeron el libro tres años antes de que Jorge decidiera seguir la
misma trayectoria del rostro de Eligia, y los otros que se recriminan el no haber
tenido el Déjà vu de lo que estuvo por suceder; y ¿por qué no? También de
nosotros, de los que siempre llegamos tarde y no pudimos hacer otra cosa que
terminar este libro en nuestro bar favorito, y que mientras nos apurábamos la
que siempre pareciera ser la última cerveza, nos convencíamos de que por lo
menos, podríamos dedicarle algunas líneas a dicha semilla, y por supuesto, y
en este caso, también a su desierto.

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