Celebración de La Palabra
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Celebración de La Palabra
SALUDO
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén
La Gracia y la paz de Dios nuestro Padre, y de Jesucristo el Señor, esté con todos ustedes.
INTRODUCCIÓN
Buenas tardes: nos hemos reunido hoy, aquí, para implorar la misericordia de Dios, el
consuelo para estas familias y la fortaleza interna para continuar con la búsqueda de
Justicia. Queridos amigos, amigas: gracias por solidarizarse con las angustias de estas
familias y por alzar la voz contra el misterio de la iniquidad que hace desaparecer gente de
la sociedad.
Para iniciar, hagamos conciencia de la presencia de Dios aquí, con nosotros. Donde dos o
más se reúnen en el nombre de Cristo, ahí está. Sobre todo, donde hay dolor, sufrimiento e
injusticia, está presente del lado de las víctimas, para sostenerles en su búsqueda.
Pidamos al Señor que tenga piedad de nosotros y de nuestros familiares desaparecidos.
Tú que has venido a buscar al que estaba perdido, Señor ten piedad.
Tú que has querido dar la vida en rescate por todos, Cristo ten piedad.
Tú que reúnes a tus hijos dispersos, Señor ten piedad
LITURGIA DE LA PALABRA
Salmo 43 Señor defiende mi causa
Evangelio: Mt 5, 1-12
1
REFLEXIÓN
Estamos hoy aquí para unirnos en solidaridad con todas las familias buscadoras de sus seres
queridos, pues su sufrimiento nos interpela, porque les sabemos con sus corazones sin
descanso ante la profunda incertidumbre que les provoca la nula respuesta de las
autoridades; les miramos como a María, la Madre de Jesús, en aquel momento en que
descubre que su Hijo no va en la caravana con los demás peregrinos.
Familiares de personas desaparecidas: nos solidarizamos con ustedes, les acompañamos y
reconocemos en ustedes la esperanza que despiertan en quienes hemos seguido sus luchas
dignas para encontrar a sus hijos, hijas, hermanas, hermanos, padres, madres y amistades. A
través de ustedes Dios nos habla e interpela, pues nos muestra que para el amor no hay
muro ni obstáculo que lo impida; nos hace comprender que la fe las pone en marcha para
buscar, sin certezas, pero siempre en camino con la esperanza de encontrar a quienes tanto
aman; a través de ustedes, Dios nos indica por dónde hemos de seguir sembrando la semilla
de la dignidad y de la justicia.
Reconocemos que es necesario mirar los rostros afligidos, escuchar el clamor sufriente
por no saber en dónde están sus hijas, hijos, hermanas, hermanos, padres, madres a quienes
tanto aman; es necesario, detenernos a mirar los rostros de cada una de las fotografías que
las familias llevan en sus playeras, pegan en lugares visibles, que dejan en las iglesias, que
cargan en sus marchas y en sus búsquedas, porque son rostros con un nombre y un apellido,
y parte de una familia; es necesario, abrir nuestros oídos al grito de “¿Dónde están?”; pues,
abrir nuestros ojos, fijar nuestra mirada, abrir nuestros oídos para escuchar a las familias de
desaparecidos, mueve nuestras entrañas y nos hace más humanos y más claramente
seguidores de Cristo Jesús, quien no sólo se solidarizó con el dolor de muchos, sino que
ofreció su vida por amor a todas y todos.
Es necesario revisar nuestras actitudes como sociedad civil, pues podemos caer en la
tentación de negar esta realidad que está lacerando a las familias, a las comunidades y a la
nación mexicana. Pero la tentación de la negación y el creer que a los nuestros no les pasará
nada, lleva consigo un peligroso conformismo que impide reconocer y promover la
dignidad humana de cada persona.
A las madres en resistencia
Nadie como una madre puede comprender lo que vale un hombre, un ser humano cuando
ese hombre, sobre todo, es su propio hijo: “¿por qué me lo torturan? ¿por qué me lo
desaparecen?”. Y la presencia de una madre que llora a un desaparecido, es una presencia-
denuncia; es una presencia que clama al cielo; es una presencia que reclama a gritos la
presencia de su hijo desaparecido.
Como María al pie de la cruz, toda madre que sufre el atropello de su hijo es una denuncia.
María, madre dolorosa, frente al poder de Poncio Pilatos que le ha matado injustamente a
su hijo, es el grito de la justicia, del amor, de la paz, de lo que Dios quiere, frente a lo que
Dios no quiere, frente al atropello, frente a lo que no debe ser.
2
Como decía San Oscar Romero: Esto es lo que significa esta presencia, hermanos, y esto no
es política, esto es la voz de la justicia, esto es la voz del amor, esto es el grito que la Iglesia
recoge de tantas esposas, madres, hogares desamparados, para decir: "esto no debe ser, que
vuelvan esos hijos donde los reclama el derecho de Dios, la ley del Señor". Es el grito
contra el pecado. Y esto es lo que está haciendo la Iglesia, gritando contra el pecado que se
entroniza en la historia, en la vida de la Patria para decir que no reine el demonio, que no
reine el odio, que no reine la violencia, el temor terror; que reine el amor, que reine la paz
de los hogares, que vuelva a la tranquilidad lo que ha sido causa de intranquilidad.
3
ORACIÓN
Señor Jesús, que sufriste la pasión en la Oración del Huerto y en la Cruz sintiendo el
silencio, la soledad, el abandono.
Nosotras y nosotros, que buscamos a quiénes nos fueron arrebatados, a quiénes nos
desaparecieron, vivimos una pasión que parece no terminar, pues día y noche
experimentamos:
El silencio doloroso, ya no escuchamos sus voces, sus risas…
La ausencia… en la mesa para compartir el pan, la ausencia de sus abrazos, la ausencia de
su estar…
Hay abandono por parte de las autoridades e instituciones que deberían velar por la
seguridad de todas las personas. Necesitamos empatía y compromisos para avanzar hacia la
verdad.
Como Tú, en el huerto de los olivos y en la Cruz experimentamos incertidumbre…
Sin embargo, como Tú, seguimos esperanzados en que el Padre-Dios tiene la última
Palabra, por eso:
El silencio se vuelve sonido, la palabra y la memoria, se vuelven lucha cotidiana.
La ausencia física se vuelve abrazo, presencia y recuerdo vivo que mueve corazones y
voluntades para continuar la búsqueda. Queremos saber ¿dónde están?
El abandono de las autoridades se vuelve solidaridad y sororidad entre nosotras y nosotros,
que nos acompañamos, nos consolamos, nos sostenemos cuando parece que tropezamos y
caemos.
Señor, Jesús, enséñanos a vivir, en medio de la incertidumbre; sé para cada una de nosotras
y cada uno de nosotros el consuelo, la fortaleza, la paz y la esperanza.
Señor, Jesús, enséñanos a equilibrar nuestros deseos de encontrar a quienes nos han robado
con el cuidado y atención de quienes tenemos en casa, pues ellas y ellos también sufren la
herida de la desaparición. Guíanos, Señor, para no abandonar nuestro deseo de verdad y,
también, para seguir atesorando y cuidando a quienes nos esperan en casa.
Señor, Jesús, en tu Evangelio conocemos de tu amor misericordioso sin límites, para ti
nadie es extraño, por eso te pedimos que cuides de nuestros padres, madres, hijos, hijas,
hermanas, hermanos, amigas y amigos, que nos han sido arrebatados, ayúdales a liberarse
para que puedan volver a su familia y a su tierra, cuida de ellas, dales fortaleza y paz
mientras nuestros esfuerzos por encontrarles dan fruto.
Por último, Señor, Jesús, envía al Espíritu del amor, de la compasión para que inspire y
mueva los corazones de quienes se los y las llevaron para que les den la libertad y puedan
reunirse nuevamente en familia.
Mantén, Señor, nuestros corazones fuertes y nuestra memoria viva, para que sigamos
buscando con esperanza. ¡Hasta encontrarles! Amén.
4
CANTO FINAL
Hombres nuevos
DANOS UN CORAZÓN,
GRANDE PARA AMAR
DANOS UN CORAZÓN,
FUERTE PARA LUCHAR.