Tema N
Tema N
Tema N
21 BIOLOGÍA
Y GEOLOGÍA
La constitución geológica de España.
Repercusiones de la geología
en la variedad de paisajes, distribución
de los recursos, las comunicaciones
y la industria.
El problema de los riesgos.
La ordenación del territorio.
23-11788-13
Temario 1993
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biología y geología
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biología y geología
INTRODUCCIÓN
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biología y geología
1.1. Introducción
1.2. El Macizo Hespérico Figura 1. Geología de la península ibérica y Baleares. En gris oscuro
aparecen representadas las diferentes zonas del Macizo Hespérico, en
Constituye la porción occiden- gris intermedio las cordilleras alpinas y en el gris más claro las cuencas
tal de la península ibérica (Fi- cenozoicas.
gura 1) y se sitúa bajo el resto
de materiales mesozoicos y ce-
nozoicos; aflora localmente en
el núcleo de algunas cadenas
alpinas (Ibérica, Pirineos y cos-
tero-catalana) (Figura 1), debi-
do a los procesos de deforma-
ción ligados a esta orogenia. El
Macizo Hespérico formó parte
de la cadena varisca o hercíni-
ca que se originó a finales del
paleozoico por la convergen-
cia de dos grandes masas con-
tinentales: Laurasia, al norte, y
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Estructuralmente dominan los pliegues verticales o con vergencia al NE, con amplia presencia de
granitos variscos (desde pequeños plutones a extensos batolitos, como el de Gredos) y un metamor-
fismo regional importante, hasta llegar a condiciones de fusión parcial (anatexia), con desarrollo de
migmatitas. Existen hasta cuatro etapas de deformación varisca. Se caracteriza estratigráficamente
por la presencia de un ordovícico inferior constituido por cuarcitas («cuarcita armoricana») discor-
dante sobre proterozoico superior y/o cámbrico inferior; ordovícico medio y superior y silúrico simi-
lar a la zona asturoccidental-leonesa; discontinuidad intrasilúrica; devónico inferior y medio preoro-
génico; devónico superior-carbonífero inferior sinorogénico; carbonífero superior postorogénico. En
el NO de esta zona (dominio de Galicia-Tras os Montes) (Figura 2) afloran secuencias alóctonas, que
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contienen ofiolitas (fragmentos de corteza oceánica), separadas del autóctono relativo por fallas
inversas subhorizontales. El límite con la zona de Ossa-Morena es una zona de cizalla dúctil (zona de
cizalla Badajoz-Córdoba).
Desde un punto de vista estratigráfico, en ella afloran rocas de edad proterozoico a carbonífero su-
perior (postorogénico); los materiales proterozoicos afloran en dos grandes antiformes y presentan
magmatismo y metamorfismo intraprecámbrico, indicios de una etapa orogénica precámbrica mal
caracterizada. La orogenia varisca presenta también varias fases de deformación que se caracterizan
por pliegues y fallas inversas con vergencia SO, desarrollo de granitos y un metamorfismo impor-
tante. Tanto en su límite N (zona de cizalla Badajoz-Córdoba, con la zona centroibérica) como en su
límite S (con la zona Surportuguesa) aparecen restos de rocas de afinidad oceánica (ofiolitas), por lo
que ambos límites se consideran restos de antiguas zonas de sutura.
En la zona surportuguesa afloran sólo sedimentos de edad devónico y carbonífero que se caracte-
rizan por la presencia de un importante vulcanismo bimodal de edad tournaisiense; que contiene
los yacimientos de sulfuros polimetálicos más grandes de Europa occidental (faja pirítica ibérica).
Los materiales presentes comprenden una secuencia turbidítica preorogénica muy potente, depo-
sitada en una cuenca de antepaís en transición hacia depósitos someros hacia el SO, con edades de
viseense a westfaliense D. Desde un punto de vista estructural, esta zona se caracteriza por pliegues
y cabalgamientos con vergencia SO; la deformación principal se produjo durante el Carbonífero.
El orógeno varisco presenta características geológicas similares a otros cinturones orogénicos puede
distinguirse una zona axial, con mayor grado metamórfico y abundante magmatismo, y unas zonas
externas caracterizadas por la presencia de materiales de cobertera plegados y despegados del zó-
calo mediante cabalgamientos que presentan vergencias contrapuestas (hacia el NE y el SO).
Dos suturas principales son visibles en el cinturón orogénico (Figura 3). Por un lado, en el límite entre
las zonas surportuguesa y de Ossa-Morena se encuentra un cinturón de anfibolitas oceánicas (Beja-
Acebuches) (Figura 3D) cabalgando sobre un prisma de acreción con fragmentos de metabasaltos
oceánicos, de edad posiblemente devónica. El vulcanismo bimodal de la zona surportuguesa es
equivalente en el tiempo a las rocas volcánicas que se extienden desde el SO de Inglaterra hasta el
cinturón Rheno-Varisco de Alemania, pertenecientes todos ellos a la placa de Avalonia (Figura 3A).
Esta sutura se habría originado como resultado del cierre de un antiguo océano entre las placas de
Avalonia (Zona Surportuguesa) y Armórica (Zona de Ossa-Morena) (Figura 3).
Por otro lado, la segunda sutura se originó a partir del cierre de un océano a lo largo de Galicia-Bre-
taña-Macizo Central francés-tronco Moldanúbico. Una subducción hacia el oeste (en coordenadas
actuales) bajo la placa Armoricana afectó en primer lugar a la corteza oceánica de dicho océano y, a
continuación, a rocas continentales de la actual zona de Ossa-Morena (placa armoricana), hace 400
a 300 Ma. La colisión produjo un prisma de acreción con vergencia hacia el Este. La parte inferior
autóctona (zona centroibérica) consiste en sedimentos del margen de Gondwana (Figura 3). La par-
te alóctona superior incluye, de abajo hacia arriba, rocas de un margen pasivo adelgazado durante
el ordovícico, rocas ofiolíticas de arco o manto oceánico (400-480 Ma), que representan los restos
de ese océano situado en Galicia-Bretaña-Macizo Central, y unos mantos superiores, que pueden
representar el margen oriental de Armórica (zona de Galicia-Tras os Montes dentro de la zona Cen-
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C
Carbonífero
superior
Figura 3. Evolución geodinámica del Macizo Hespérico con tres placas implicadas: Gondwana (autóctono, Zona centroibé-
rica, ZCI, zona asturoccidental-leonesa, ZAOL, y zona cantábrica ZC), Armórica (zona de Ossa-Morena, ZOM) y Avalonia (zona
surportuguesa, ZSP); en verde áreas con corteza oceánica que separaban las placas. El cierre de los océanos mediante con-
vergencia de placas en la orogenia varisca va a originar la estructura actual del macizo y va a dejar unas unidades alóctonas
cabalgando sobre el autóctono en la parte norte del Macizo; asimismo restos de la antigua corteza oceánica van a quedar
atrapados en las zonas de sutura como unidades con afinidades ofiolíticas (en verde en la estructura final, D)
troibérica). En la porción meridional del Macizo, la zona de cizalla Badajoz-Córdoba, de carácter in-
tracontinental, que separa la zona centroibérica (Gondwana) de la zona de Ossa-Morena (Armórica),
representa la zona de sutura en la que tiene sus raíces el noroeste ibérico alóctono (Galicia-Tras os
Montes) (Figura 3).
Las cordilleras alpinas de la Península se formaron entre el cretácico superior y el mioceno debido
a la convergencia entre las placas africana y euroasiática, estando situada Iberia entre ambas como
una microplaca relativamente independiente de ellas. Durante gran parte del mesozoico y en el
paleógeno, los lugares ocupados actualmente por las cordilleras alpinas fueron surcos marinos que
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Figura 4. Extensión de la Cordillera Pirenaica alpina por el surco vasco-cantábrico y por el Macizo asturiano
del Macizo Hespérico. La Cordillera Pirenaica en sentido estricto comprende tres dominios la zona axial
(materiales paleozoicos y precámbricos del núcleo de la cordillera), la zona surpirenaica (formada por man-
tos de cobertera que cabalgan y se desplazan hacia el sur en la vertiente española) y la zona norpirenaica
(formada por mantos de cobertera que cabalgan y se desplazan hacia el norte).
separaban áreas continentales emergidas. Estos surcos se originaron por tectónica extensional (rift)
y en ellos se acumularon miles de metros de espesor de sedimentos mesozoicos y paleógenos. En
la península ibérica existen tres cadenas alpinas, de norte a sur: Pirineos, Ibérica y Costero-catalana
y Béticas (Figura 1).
1.3.1. Pirineos
Los Pirineos son una cadena de doble vergencia formada por un basamento Varisco y rocas sedi-
mentarias mesozoicas preorogénicas y cenozoicas sinorogénicas (Paleógeno). Desde un punto de
vista geológico, los Pirineos comprenden también el surco vasco-cantábrico y su prolongación en
la Cordillera Cantábrica hasta Galicia (Figura 4). Su levantamiento se inició en el Cretácico Superior
y duró hasta el mioceno inferior. La compresión va a dar lugar a la subducción parcial de la corteza
ibérica hacia el norte (Figura 5), bajo la placa europea, hasta integrarse y formar parte de ella por
sutura, lo que produjo una importante raíz cortical continua en dirección E-O bajo toda la Cordillera
Pirenaico-cantábrica.
Su estructura se caracteriza por un conjunto de cabalgamientos con morfología de abanico (Fi-
gura 5), donde se ven involucrados el zócalo y la cobertera en un gran apilamiento de mantos de
corrimiento. Por la edad de las rocas deformadas se distinguen dos conjuntos de mantos: los mantos
inferiores de zócalo (compuestos por rocas paleozoicas) y los mantos superiores de cobertera que
comprenden sedimentos mesozoicos y paleógenos despegados a favor de las evaporitas triásicas
(Figura 5). Geográficamente, de norte a sur, se distinguen: la zona norpirenaica formada por mantos
de cobertera que tienen vergencia hacia el norte; la zona axial compuesta por mantos de zócalo que
presentan vergencia hacia el sur, y la zona surpirenaica formada por cabalgamientos de cobertera
también con vergencia hacia el sur (Figuras 4 y 5).
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La Cordillera Ibérica y la Cordillera Costero-Catalana (Catalánides) forman parte de una única unidad
tectónica desde un punto de vista estructural, ya que comparten la edad de la deformación y el es-
tilo estructural (Figura 6). Aunque forma un conjunto orográfico continuo, en la Cordillera Ibérica se
pueden distinguir dos ramas principales: la rama castellana y su prolongación en el sector levantino,
y la rama aragonesa, que presenta en sus dos extremos unos macizos con características peculiares:
Cameros-Demanda (al NO) y el Maestrazgo (al SE), que sirve de enlace con las Catalánides (Figura 7);
las cuales se dividen en tres unidades: cordillera litoral, depresión prelitoral y cordillera prelitoral
(Figura 6).
En conjunto, el grado de deformación es moderado; no existen grandes mantos, sólo pequeños
cabalgamientos o, más normalmente, fallas inversas y transcurrentes (Figura 6), y pliegues. Apenas
existe metamorfismo (sólo en la sierra de la Demanda). La edad de las deformaciones compresivas
se sitúa entre el eoceno medio-superior y el mioceno medio, con el máximo compresivo en el oligo-
ceno superior. Los desplazamientos máximos de los cabalgamientos se sitúan en torno a unas pocas
decenas de kilómetros, con vergencias hacia el NE en la rama aragonesa y hacia el O o SO en la rama
castellana (Figura 6). Durante el neógeno la convergencia de las placas de Eurasia y África gira a una
dirección N-S, oblicua a la dirección de las estructuras anteriormente creadas, y las fracturas tienen
ahora su movimiento principal en dirección; por ello, aparecen pliegues y cabalgamientos con varias
orientaciones. En el tránsito mioceno inferior-mioceno superior se inicia una nueva etapa de disten-
sión cortical que se extiende hasta la actualidad. Ello generará un conjunto de depresiones rellenas
de materiales terciarios (cuencas de Almazán, Ateca, Teruel, etc.) que compartimentan la Cordillera
Ibérica y cuyos depósitos se muestran hoy en día muy poco o nada afectados por las estructuras
tectónicas alpinas (Figura 6).
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Desde el punto de vista geológico la Cordillera Bética se sitúa en el extremo occidental de los oróge-
nos alpinos mediterráneos. En ella los pliegues tienen una alineación dominante OSO-ENE, pero en
la cercanía del estrecho de Gibraltar giran casi 180º, de manera que, a través del arco de Gibraltar, la
cordillera se continúa por el norte de África con las cadenas alpinas norteafricanas (Rif ). Por otro lado,
la Cordillera Bética continúa hacia el E, bajo el Mediterráneo, hasta el promontorio balear, de manera
que las Baleares forman parte de este conjunto de cadenas alpinas (Figura 1). Su historia geológica
está ligada, como en las anteriores, a la convergencia entre las placas africana y euroasiática, que se
inicia a comienzos del terciario, y a dos pequeñas microplacas situadas entre ambas (la microplaca
ibérica y la de Alborán). Entre ellas existía corteza oceánica perteneciente al Mar del Tethys, que va a
desaparecer por subducción durante la colisión de la microplaca de Alborán entre Iberia y África.
Es la cadena alpina que mayor grado de deformación presenta en la península ibérica, con una
estructura en grandes mantos de corrimiento; existe importante metamorfismo alpino, aunque no
magmatismo de importancia. En función de la edad de las rocas que afloran y del grado de defor-
mación que les afecta, se pueden diferenciar tres grandes conjuntos (Figura 7): las zonas externas, si-
tuadas al norte; las zonas internas, que presentan una estructura en 3 grandes conjuntos de mantos
superpuestos unos a otros (denominados «complejos»), que de más bajo a más alto en la ordena-
ción tectónica son: complejo Nevado-Filábride, complejo Alpujárride y complejo Maláguide; y, por
último el complejo del Campo de Gibraltar (antiguamente conocido como unidades de los Flysch).
Zonas externas: es la unidad con menor grado de deformación (Figura 7), están constituidas por
las rocas sedimentarias del triásico hasta el mioceno inferior. Se divide en prebético y subbético,
que cabalga ampliamente sobre el anterior mediante cabalgamientos (Figuras 7 y 8) que mues-
tran un nivel de despegue en los materiales del triásico superior.
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Zonas internas: en ellas afloran las rocas premesozoicas y mesozoicas metamorfizadas, en algu-
nos casos bajo condiciones de alta presión y baja temperatura (dominio Nevado-Filábride) o de
alto grado (dominio Alpujárride) (Figuras 7 y 8). Se trata de materiales de la microplaca de Alborán
intensamente deformados y posteriormente desplazados hacia el oeste hasta colisionar con el
margen continental sudibérico. En la zona más occidental del dominio de Alborán aparece un ex-
tenso conjunto de rocas ultrabásicas de afinidad oceánica (peridotitas de Ronda). La deformación
presenta dos etapas: Una primera colisional (cretácico superior-oligoceno), en la que se produce
metamorfismo de alta presión y se generan mantos y pliegues tumbados; y otra que se caracteri-
za por el predominio de las estructuras extensionales con desarrollo de fallas (mioceno).
Complejo de Campo de Gibraltar: sus unidades geológicas se disponen cabalgantes sobre las
zonas externas béticas y, a su vez, están cabalgadas por las zonas internas béticas (Figura 8). Este
dispositivo se explica como consecuencia de su traslado, desde la posición originaria (surco de
los flyschs béticos), de manera solidaria con el propio desplazamiento (y posterior colisión) de la
microplaca de Alborán (Figura 8).
Por último, dentro de esta cordillera se considera también el «promontorio balear» (Figura 1), que
está separado del resto de la Península mediante el «surco de Valencia». Su corteza es de tipo con-
tinental, pero relativamente delgada. Esta región estuvo sometida a compresión entre el oligoceno
terminal y el mioceno medio. La principal alineación montañosa es la sierra de Tramontana, com-
puesta principalmente por materiales jurásicos dispuestos en cabalgamientos imbricados con ver-
gencias hacia el NO.
Figura 7. mapa geológico de la Cordillera Bética con las tres grandes unidades en que se puede dividir: las zonas externas (prebé-
tico y subbético en gris claro y gris muy oscuro, respectivamente); las zonas internas pertenecientes a la microplaca de Alborán (en
gris intermedio) y el complejo del Campo de Gibraltar (en negro).
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La génesis y desarrollo de las cuencas cenozoicas (Figura 1) se deben a los mismos procesos tectóni-
cos que originan las cordilleras alpinas y el levantamiento del Sistema Central (la aproximación entre
África y Eurasia) es en este contexto tectónico en el que se van a formar una serie de áreas subsiden-
tes, en las que va a tener lugar sobre todo acumulación de sedimentos. A lo largo de parte de estas
cuencas circulan los principales ríos ibéricos y de ellos reciben sus nombres, aunque no tienen nada
que ver con su origen y relleno sedimentario; las principales son: cuenca del Duero, cuenca del Tajo,
cuenca del Ebro y cuenca del Guadalquivir (Figura 1).
Las cuencas mayores se pueden dividir en dos grandes grupos, por su relación o no con las cade-
nas mesozoicas. Por un lado, las cuencas intraplaca, del Duero y Tajo, que son cuencas con límites
irregulares, normalmente mediante fracturas inversas que hacen cabalgar a las cordilleras alpinas
sobre las cuencas (Figuras 1 y 6). Por otro lado, las cuencas del Ebro (entre los Pirineos y la Cordillera
Ibérica) y Guadalquivir (al sur del Macizo Ibérico y norte de las Béticas) que por su contexto geoló-
gico son cuencas de antepaís (ver Tema 10), que son cuencas alargadas y estrechas, uno de cuyos
bordes es un frente especialmente activo (Pirineos y Béticas), mientras que el otro es más pasivo
(Figuras 1 y 5).
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La base de la sucesión, de edad paleógena, está formada por depósitos evaporíticos en las zonas
centrales, y evaporitas, carbonatos y depósitos siliciclásticos en los márgenes. Dentro del neógeno
se han diferenciado tres unidades sedimentarias en el mioceno (inferior, intermedia y superior).
El límite entre las unidades intermedia a superior refleja un cambio significativo en la estructura-
ción de las cuencas, que pasan de un régimen compresivo a distensivo. Sobre los anteriores se han
reconocido en las partes centrales de la cuenca dos ciclos pliocenos sobreimpuestos compuestos
de depósitos detríticos y carbonatos (calizas del Páramo). En el tránsito plio-pleistoceno, de forma
diacrónica, la cuenca se transforma en exorraica.
Su relleno sedimentario, aunque con ciertas peculiaridades y denominación diferente, es muy simi-
lar al de la cuenca del Tajo, puesto que parte de su origen y evolución son relativamente similares al
estar relacionadas con el levantamiento del Sistema Central. Existen también tres ciclos sedimenta-
rios mayores.
Esta cuenca tiene forma triangular (Figura 7), abierta hacia el golfo de Cádiz, y es claramente asimétri-
ca. El relleno sedimentario es del mioceno superior y del plioceno, todos ellos marinos, con aportes
detríticos procedentes del Macizo Hespérico, situado al norte, pero también, y especialmente en los
momentos de máxima actividad orogénica, procedentes del avance de los mantos de corrimiento
béticos situados al sur (Figuras 7 y 8).
El dispositivo general de las unidades sedimentarias indica que a la vez que ocurría el depósito, el
mar se iba retirando hasta su posición actual en el Golfo de Cádiz. La cuenca del Guadalquivir actuó
durante la mayor parte del Neógeno como la conexión marina entre el Atlántico y el Mediterráneo,
hasta cerrarse finalmente durante el mioceno superior probablemente como un reflejo de la deno-
minada «crisis Messiniense».
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biología y geología
El archipiélago canario se considera un área volcánica compleja con un registro de actividad erupti-
va que abarca los últimos 30 millones de años (Figura 9). En esta época se desarrolló un vulcanismo
submarino que originó apilamientos lávicos y que posiblemente llegó a emerger; su actividad íg-
nea sería responsable de la intrusión de pequeños plutones y enjambres de diques, que originaría
el complejo basal. Posteriormente en el mioceno medio se desarrolla un nuevo periodo eruptivo
(series basálticas antiguas), predominantemente subaéreo, que sería responsable de la formación
de grandes edificios volcánicos. Tras una pausa que dura algunos millones de años en Lanzarote y
Fuerteventura, algo menor en Tenerife y casi inexistente en Gran Canaria, se inicia un nuevo período
eruptivo (series volcánicas modernas), vigente en la actualidad. Las diversas hipótesis sobre el origen
de las islas Canarias incluyen modelos térmicos (punto caliente) y tectónicos (fractura propagante y
ascenso de bloques por acortamiento cortical); todos ellos justifican algunos aspectos geológicos,
pero no son del todo satisfactorios.
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En la península ibérica existen, de manera especial, tres zonas con indicios de actividad volcánica
reciente: Región de Olot, Campo de Calatrava y cabo de Gata. El campo volcánico de Olot, junto con
Columbretes y el del SE (Almería), forman parte de la extensa región volcánica de rifting, que recorre
el borde mediterráneo occidental y que también tiene expresión en otras áreas volcánicas de Cen-
troeuropa (Figura 10). El vulcanismo de Ciudad Real parece que corresponde también a un proceso
de rifting abortado dentro de la placa ibérica.
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biología y geología
Hay una relación intrínseca entre el paisaje y la geología de un territorio. Lo más fácilmente percep-
tible son las ocasiones en las que las rocas, con sus diferentes formas de erosión, colores, etc., son
elementos directamente visibles e individualizables en el paisaje. Pero, además, los tipos de rocas
que componen un territorio, su distribución y los procesos geológicos más recientes que las han
afectado son las causas de su relieve. Y este relieve es el escenario que sustenta la cubierta vegetal
y sobre el que se desarrollan las actividades humanas. Por ello, todo paisaje tiene un componente
geológico siempre presente.
Los tres condicionantes geológicos básicos de la estructura de los paisajes de una región son, según
su orden de importancia, su estructura tectónica, su composición litológica y el tipo de procesos
erosivos que los hayan afectado recientemente (clima). Por ello se suele hacer la diferenciación entre
paisajes estructurales, paisajes litológicos y paisajes climáticos. En general, los tres factores influyen
simultáneamente, y por ello casi todos los paisajes son genéticamente híbridos.
España cuenta con algunas de las áreas más mineralizadas en Europa occidental, habiendo tenido
una larga historia en la minería de minerales metálicos (oro, plata, plomo, cobre, etc.). En ella se en-
cuentran los principales yacimientos de sulfuros polimetálicos de Europa, en los que se encuentran
las minas de Tharsis y Río Tinto. Por otro lado, existen pocos yacimientos de hidrocarburos verdade-
ramente rentables en España, y en cuanto a las explotaciones de carbón, su distribución geológica,
su alto coste de extracción, su baja rentabilidad y su alto poder contaminante han originado el
progresivo abandono de los mismos. Así pues, en España los principales recursos geológicos se
concentran en los áridos, rocas industriales y minerales no metálicos (que trataremos más adelante).
Otro recurso importante en nuestro país es el agua; la mayoría de los abastecimientos españoles se
hacen a partir de una amplia red de embalses, pero en este apartado, como elemento geológico
vamos a tratar las aguas subterráneas.
A escala nacional se distinguen cinco tipos de acuíferos:
a) Afloramientos en formaciones poco consolidadas, permeables por porosidad intergranular.
b) Afloramientos en formaciones consolidadas, con permeabilidad por fisuración.
c) Zonas complejas donde afloran conjuntos de materiales, con posibilidades hidráulicas reducidas.
d) Zonas impermeables.
e) Zonas con mantos cautivos.
Existen 75 sistemas de acuíferos en la Península y 11 en la España insular. Los pequeños acuíferos
suponen el 30 o 40% de la escorrentía subterránea.
Las unidades hidrogeológicas pueden agruparse en función de la naturaleza litológica de los ma-
teriales que las constituyen, por su edad o su pertenencia a uno u otro de los grandes dominios
geológicos de la Península (Macizo Hespérico, cordilleras alpinas y cuencas cenozoicas).
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Las aguas subterráneas en el dominio ígneo-metamórfico del Macizo Hespérico no presentan nin-
guna unidad hidrogeológica, ni se distingue ningún acuífero o masa de agua subterránea de cierta
entidad. Los materiales metamórficos son prácticamente impermeables. En ellos, no obstante, se
desarrollan zonas de alteración superficial que suelen asociarse a zonas fracturadas que pueden
drenarse a través de pequeños manantiales de régimen marcadamente estacional. También puede
circular el agua a través de fracturas abiertas en zonas someras, que se cierran en profundidad de-
bido a la presión. En macizos rocosos de este tipo pueden aparecer igualmente algunas pequeñas
surgencias de agua de mineralización singular y/o temperatura más elevada que el conjunto gene-
ral; suelen ser consecuencia de la descarga de agua que ha alcanzado notable profundidad.
En algunos casos, los manantiales en estos macizos tienen una importancia singular como fuentes
de abastecimiento a pequeñas poblaciones. Las aguas de estos manantiales, que son muy poco
mineralizadas y de carácter bicarbonatado sódico y/o cálcico, pueden ser la única fuente o comple-
mentar a otras. Ocurre, sin embargo, que los materiales en que se localizan se extienden por las zo-
nas más elevadas de la Península y bajo la influencia climática reciben abundantes precipitaciones,
una parte importante de las cuales lo son en forma de nieve, lo que garantiza también la presencia
de caudales apreciables durante tiempos prolongados.
Entre todas las formaciones geológicas que componen el conjunto mesozoico de estas unidades,
las más importantes desde el punto de vista del agua son las correspondientes a las masas calcáreas
del jurásico y del cretácico. Las restantes unidades aportan menos recursos hídricos a escala regional,
aunque pueden tener importancia a escala local. En conjunto estos sistemas pueden asimilarse a
una serie de acuíferos libres, desconectados total o parcialmente entre sí. La descarga de estos sis-
temas, efectuada de forma natural a través de manantiales, da lugar al nacimiento y la alimentación
subterránea de los primeros kilómetros de muchos de los ríos peninsulares.
Al ser permeables (por karstificación), estos materiales constituyen unos auténticos reguladores na-
turales de los caudales de los ríos, ya que retardan y ponderan la escorrentía. Las aguas de estos
sistemas mesozoicos son de dureza media a muy alta. Su mineralización depende de si están o no
influidas por las sales del triásico; en general los manantiales que surgen en el contacto entre los
materiales del triásico y los del jurásico lo están y alcanzan una salinidad de hasta 700 miligramos/
litro. Por el contrario, las aguas subterráneas de los macizos cretácicos no guardan relación con las
sales triásicas y lo normal es que su mineralización sea mucho más débil, con concentraciones del
total de sólidos disueltos en torno a los 200 miligramos/litro. En todos los casos se trata de aguas
bicarbonatadas cálcicas, pero con un claro carácter sulfatado en los niveles jurásicos.
Los depósitos del mioceno detrítico conforman un sistema acuífero de tipo multicapa, constituido
por los sedimentos detríticos de los bordes de las cuencas cenozoicas. Se trata de un conjunto he-
terogéneo de arenas arcillosas, arcillas, margas y arenas con intercalaciones e interdigitaciones de
yesos, conglomerados y calizas de escasa permeabilidad, coronado localmente por depósitos de
rañas de escaso espesor. El sistema se puede asimilar a una agrupación de acuíferos, acuitardos y
acuicludos que tienen entre sí conexión hidráulica. En ellos existe una infiltración del agua de lluvia
en los interfluvios, con flujo vertical descendente en la zona saturada en esa franja, y una descarga
en los fondos de los valles, después de un recorrido variable, con flujo vertical ascendente.
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biología y geología
Por último, las terrazas del cuaternario, constituidas por conglomerados, gravas y arenas, poseen
mayor permeabilidad que los materiales detríticos del mioceno, de manera que si se encuentran
colgadas, en sus escarpes descargan a través de manantiales el agua que se infiltra en su superfi-
cie superior. Los pozos excavados en estas terrazas pueden proporcionar caudales específicos algo
importantes. El material aluvial del fondo de los valles fluviales, también del cuaternario, posee las
mismas características hidrogeológicas que las terrazas, pero el agua subterránea que contienen se
encuentra en conexión con la de los ríos adyacentes.
Es lógico pensar que si, anteriormente, nos hemos referido a nuestro país como un ejemplo de va-
riabilidad en el relieve, los problemas en el trazado de carreteras y ferrocarriles pueden ser de muy
distinta índole según los territorios que atraviesen; otra problemática distinta es la que tienen los
aeropuertos y puertos marinos, de los que se hablará al final de este punto.
En cuanto al trazado de carreteras y ferrocarriles, se deben tratar por igual todos los problemas geo-
lógicos, ya que sus diferencias son mínimas; son obras lineales que suponen el establecimiento de
barreras, bien por trincheras o terraplenes, según los casos.
Si tenemos en cuenta las zonas llanas de meseta y las zonas montañosas de cordilleras, cualquier
trazado de largo recorrido, e incluso de corto recorrido, atraviesa ambas zonas.
En las zonas de montaña el asentamiento del trazado suele ser bueno, pues las rocas constituyen un
fuerte basamento. El mayor problema radica en el impacto paisajístico y en los derrumbamientos
sobre la calzada o vía de las partes superiores de la montaña o en trincheras de paredes muy altas.
En las zonas llanas abunda muy frecuentemente el yeso o los materiales arcillosos o margosos, que
presentan importantes problemas para el asentamiento del basamento de calzadas y vías por los
problemas hidratación y deshidratación. Estos terrenos presentan también problemas en terraple-
nes, y algo menos en trincheras, pero son susceptibles de hundirse, ya que son comprimibles.
Los aeropuertos necesitan asentarse en amplias superficies planas que suelen venir marcadas
por ramblas o terrazas. En España es difícil, fuera de la meseta, encontrar este tipo de superficies;
a veces la solución pasa por alejar el aeropuerto de la ciudad, con lo cual se soluciona también
el problema del impacto de ruido.
El problema geológico que presentan los puertos de mar en nuestra península es principalmente el
de colmatación, es decir, la evolución de su fondo debido a la acumulación de sedimentos, dificulta
cada vez más el calado de las embarcaciones. Éste fue el caso de las marismas del Guadalquivir, y
en la actualidad el del puerto de Cartagena, en el Mar Menor, en Murcia. Este problema ha llevado a
elevar los costos de construcción de puertos en zonas en principio no propicias pero libres de este
importante problema, que se da más en las costas mediterráneas que en las cantábricas.
Los productos minerales de cantera representan, pues, la parte más significativa de la produc-
ción minera en España. España es el primer productor de áridos en Europa; es el segundo pro-
ductor mundial de piedra natural tras China, primer productor mundial de pizarra de techar,
segundo productor mundial de mármol y primer productor europeo de granito. Es también
el primer productor mundial de arcillas rojas (ladrillería, tejas, cemento), segundo productor
mundial de celestita tras México, único productor europeo de sulfato sódico, segundo produc-
tor europeo de fluorita, segundo productor mundial y primer europeo de yeso, tiene las mayo-
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biología y geología
¿Qué características principales diferencian a las cuencas del Tajo y del Duero de las
del Ebro y el Guadalquivir?
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biología y geología
Figura 11. El estudio de riesgos geológicos se basa en actuaciones sobre el proceso de riesgo en el pasado para evaluar su peligro-
sidad; el estudio de los elementos humanos que están sometidos al proceso de riesgo, para evaluar su vulnerabilidad (proceso en
el que se tiene en cuenta normalmente su coste). La evaluación final del riesgo se realiza mediante la fórmula riesgo = peligrosidad
* vulnerabilidad * coste; siendo el riesgo nulo si alguno de estos factores lo es. Una vez establecido el riesgo, deben realizarse las
actuaciones de prevención necesarias, incluyendo planes de educación de la ciudadanía sobre el conocimiento y la exposición
al riesgo. Por otro lado, deben establecerse elementos de monitorización y vigilancia del proceso de riesgo, que permitan prever
con antelación el desarrollo del riesgo y establecer diversas situaciones de prealarma y alarma; lo que puede dar lugar en su caso a
establecer situaciones de emergencia finales en caso de que el proceso se active.
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biología y geología
Son aquellos que se originan de manera natural en la superficie terrestre o muy cerca de ella, habi-
tualmente en estrecha dependencia con el clima. Con incidencia práctica se pueden distinguir:
3.1.1. Inundaciones
Las inundaciones son el más devastador de todos los agentes geológicos y pueden estar fuertemen-
te influenciadas por las actividades humanas, tanto en los cauces como en la cuenca de drenaje,
donde las actividades agrícolas, el sobrepastoreo, la deforestación o la construcción pueden incre-
mentar la magnitud y la frecuencia de las inundaciones, a través de la modificación de la capacidad
de la tierra de absorber el agua.
Las inundaciones son consideradas los riesgos que mayores pérdidas económicas causan en Espa-
ña, como indica el registro histórico a lo largo y ancho del territorio peninsular e insular. En España,
la mayor parte de las inundaciones destructivas son del tipo de las denominadas inundaciones re-
lámpago. Son típicas de las zonas mediterráneas, donde las ramblas-secas la mayor parte del año,
las riveras o las planas soportan una ocupación antrópica notable, lo que aumenta el riesgo y la
capacidad destructiva de estos fenómenos. Las zonas del interior, no obstante, no están exentas de
riesgo: así lo demuestra la inundación de 1891 en Consuegra (Toledo), donde el río Amarguillo causó
359 muertes y la destrucción parcial de la localidad, o las inundaciones de Alcázar de San Juan del
año 2007.
También existen en España inundaciones lentas, como las de los grandes ríos americanos. El Ebro
y el Guadalquivir son dos ejemplos que han afectado en numerosos ocasiones a las ciudades de
Zaragoza y Sevilla, sobre todo en épocas históricas, antes de ser sometidas al elevado grado de
regulación mediante presas que presentan actualmente. En este tipo de cuencas, con ríos perma-
nentes, es efectiva la implantación del plan denominado SAIH o sistema automático de información
hidrológica, que transmite la información sobre las lluvias y los caudales en tiempo real a un centro
de seguimiento, que puede dar las correspondientes instrucciones de alerta y alarma, en función de
la evolución del riesgo.
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biología y geología
Los movimientos de ladera son los procesos geológicos más extendidos y frecuentes. Hay también
deslizamientos estacionales, que son muy frecuentes, y están condicionados principalmente por las
estaciones lluviosas, o épocas de deshielo. En épocas de lluvia es muy frecuente observar peque-
ños deslizamientos en las praderas o en los taludes de las carreteras. Finalmente, los deslizamientos
provocados por terremotos, o por tormentas que actúan a intervalos de tiempo muy irregulares y
difícilmente predecibles.
El factor humano (antrópico) es también causante de muchas roturas e inestabilidades de laderas.
Por ejemplo, cuando se supera el ángulo de reposo natural de materiales sueltos, como arenas,
gravas, suelos, etc., debido a una acumulación antrópica (escombreras de minas, basureros, etc., con
pendientes mayores que el ángulo de reposo), se pueden crear situaciones propicias para que se
produzca un deslizamiento que pueda tener implicaciones de riesgo para personas y bienes.
Dada la orografía peninsular, en general la mayor parte de España es susceptible de presentar peli-
gro por deslizamientos. La rotura de laderas y taludes en España, en autovías y carreteras de algunas
provincias supone, en general, poco riesgo humano, pero un gran costo. La mayoría de las veces los
procesos de más riesgo son de pequeña escala y sin mucha importancia, en cuanto a movimiento
de masas. La lluvia es el principal factor desencadenante de los movimientos de ladera.
La subsidencia es el hundimiento brusco del terreno, un proceso de magnitud variable que puede
llegar hasta más de 100 metros. Su acción para cualquier obra ubicada encima es catastrófica. Las
subsidencias pueden ser debidas a disolución kárstica y a procesos sísmicos.
Los diapiros pueden dar lugar a dos tipos de riesgos. Los primeros debidos a la actividad ascendente
del diapiro, puesto que cuando alcanza la superficie, se produce la extrusión de los materiales sali-
nos, que a pesar de su lentitud pueden provocar el desmoronamiento de edificios, fracturación de
calzadas, deformación de vías de ferrocarril, etc.; y los segundos, a los materiales que lo componen,
fundamentalmente los producidos por la disolución de las sales y yesos y al aumento de volumen
de la anhidrita al transformarse en yeso. Tanto las sales como el yeso son fácilmente disueltas por el
agua, por lo que suelen ser frecuentes los fenómenos de tipo kárstico, sobre todo en los yesos, ya
que las sales suelen ser más compactas y son menos frecuentes las fisuras en ellas.
Aparte de los problemas de subsidencia minera que hay en las cuencas carboníferas del país (As-
turias, León, etc.), la distribución de hundimientos en España va unida principalmente a las áreas
kársticas (complejo kárstico de la serranía de Cuenca; dolomías y mármoles de la zona bética, com-
plejo kárstico de Antequera, complejo kárstico de Sorbas, Almería y el de Estremera en Madrid). El
diapirismo es ya de por sí un factor que condiciona un considerable riesgo en aquellas provincias
españolas donde existe. La solubilidad y plasticidad de dichas sales serían los factores de primer
orden que condicionarían más el riesgo que puede entrañar un diapiro.
El agente causante de la expansión, que agrieta y a menudo semidestruye todo tipo de obras, es la
humedad. Para la predicción existe un mapa de riesgos por arcillas expansivas muy útil. De cualquier
forma, el fenómeno es lento, y suele tomarse años e incluso décadas en el caso de las anhidritas. La
condición climática más adecuada para que la capacidad expansiva pueda desarrollarse se produce
en territorios semiáridos-semihúmedos. El alcance económico de los riesgos ligados a arcillas expansi-
vas justifica su consideración como riesgo geológico de primer orden en extensas zonas de España.
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biología y geología
Es un problema que se da con frecuencia en climas muy húmedos; de ahí que el Instituto Geológico
y Minero de España haya publicado en 1986 el Mapa Previsor de Riesgos por expansividad de arcillas
en España, a escala 1:1.000.000, en el que se identificaban como zonas de mayor riesgo, de norte a
sur y por cuencas, las siguientes: en la cuenca del Ebro, la zona del valle del Ebro; en la cuenca del
Duero, la zona de Tierra de Campos; en la cuenca del Tajo, la zona sur de Madrid; en las cuencas
terciarias del sur de Murcia y Almería, las zonas del Guadalentín, Vera, Tabernes etc.; y, en la cuenca
del Guadalquivir, las provincias de Jaén, Córdoba, Sevilla y Huelva. Las formaciones geológicas con
mayor riesgo de expansividad de arcillas son las formaciones arcillosas neógenas, muy extendidas en
las mesetas (cuenca de Madrid, cuenca del Ebro, valle del Guadalquivir), y las arcillas triásicas en facies
Keuper, que afloran extensamente en Andalucía y en la Meseta Sur.
3.1.6. Volcanes
Hay unos 500 volcanes potencialmente peligrosos en el mundo, y cada año hay unas 50 erupciones.
Aunque la lava venga a nuestra mente al hablar de volcanes, la lava no es tan peligrosa como las
coladas y flujos piroclásticos (incluyendo avalanchas incandescentes y emisiones de gases tóxicos
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biología y geología
y calientes), los depósitos de caída (tetra o ceniza), y las coladas de barro (lahares) y avalanchas de
derrubios.
Las tres zonas volcánicas peninsulares deben considerarse zonas inactivas; ya que, aunque son zonas
volcánicas recientes, con edades menores de 10 Ma, ninguna ha registrado un vulcanismo histórico.
La erupción más reciente corresponde al volcán Croscant en Olot, con unos 10.000 años de antigüe-
dad.
En las islas Canarias el vulcanismo es totalmente diferente al de las zonas volcánicas peninsulares, ya
que llega hasta la actualidad. Se tienen registradas 17 erupciones históricas en cuatro islas: Lanza-
rote, Tenerife, La Palma y El Hierro, la última de las cuales fue la del volcán Teneguía, en la isla de La
Palma. Casi todas son poco explosivas y de corta duración; surgen pequeños conos piroclásticos y
coladas de lavas de escaso recorrido. Probablemente, la erupción más violenta fue la del Timanfaya,
en Lanzarote, ocurrida el 1 de septiembre de 1730 y que permaneció activa durante seis años y fue
de carácter fisural. El Teide, por su parte, permanece semiactivo, con algunas anomalías térmicas, y
emanaciones gaseosas en su cumbre, que son el resultado de una actividad fumaroliana póstuma,
por lo que es una zona a la que se presta especial atención (dada la población de la isla), mediante
una red de vigilancia, al igual que sucede en el Timanfaya en Lanzarote.
Los esfuerzos en los límites de placa producen numerosas fracturas, dando lugar a grandes fallas con
desplazamientos importantes, y a lo largo de estas zonas de falla se producen movimientos repeti-
damente, por lo que la mayoría de los terremptos se concentran en dichos límites de placa. Cuando
los epicentros están en el mar se producen los tsunamis, compuestos por trenes de grandes olas que
pueden producir catástrofes en las costas; los tsunamis pueden también originarse en relación con
grandes deslizamientos de paredes de islas volcánicas debido a la inestabilidad de las laderas de la
isla generada por la intrusión de nuevo magma.
La cuantificación de los terremotos se realiza bien a partir de los daños ocasionados (intensidad, o
fuerza con la que se siente un terremoto) o por la energía liberada en el foco (magnitud). El primero
es un parámetro subjetivo, pero de gran interés en sismología y en ingeniería. Hay numerosas esca-
las de intensidad, y en Europa se ha adoptado la escala MSK de doce grados, equivalente a la Mercalli
modificada. Con los valores de intensidad se pueden confeccionar mapas de isosistas y mapas de
peligrosidad sísmica. Agrupando los mapas de isosistas y considerando los máximos valores se con-
feccionan mapas de intensidad máxima. La magnitud, por su lado, se mide mediante una escala de
magnitudes, basada en la amplitud de las ondas sísmicas registradas en los sismógrafos.
La península ibérica se sitúa en una región en la que existe un grado relativamente importante
de actividad sísmica. En España como media, se produce un terremoto destructivo al menos cada
100 años, y hay un terremoto de magnitud ≥ 6 cada 10-15 años. La distribución de la sismicidad no
es homogénea; las áreas con mayor registro de terremotos son el sur y sureste (Andalucía y Murcia),
la región del Pirineo y la zona costero-catalana.
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biología y geología
Las medidas para mitigar los riesgos se pueden resumir en dos: predicción y prevención.
La predicción, a su vez, puede ser espacial o temporal. La primera se plasma principalmente en la elabo-
ración de mapas de riesgos. La segunda suele ser la más problemática.
Inundaciones: la predicción espacial es plenamente factible y se han trazado mapas de riesgos.
A nivel temporal, la predicción es mucho más difícil y costosa. En cuencas no instrumentadas,
pueden emplearse valores umbrales de riesgo en función de la precipitación horaria registrada
en observatorios. En cuencas instrumentadas se emplea el SAIH (sistema automático de informa-
ción hidrológica), que consiste en establecer una red de pluviógrafos y presas que transmiten sus
datos a un ordenador donde son procesados, lo que permite conocer la evolución del riesgo. En
cuanto a la prevención, existen dos tipos de medidas. Entre las no estructurales, la ordenación
de las llanuras de inundación con base en los mapas de riesgo. Entre las estructurales, la cons-
trucción de presas, la canalización de ríos al paso por núcleos urbanos, la eliminación de puentes
susceptibles de transformarse en presa, la reforestación de la cuenca vertiente para disminuir la
escorrentía y el caudal sólido, etc.
Deslizamientos y movimientos de ladera: elaboración de mapa de riesgos, en la predicción es-
pacial, aunque sólo se suele hacer para la protección de edificios u obras públicas en la predicción
temporal. La prevención dispone tanto de medidas no estructurales como estructurales. Entre
las primeras está la ordenación del territorio apoyada en la cartografía de riesgos y la protección
civil ante la producción de los primeros agrietamientos. Entre las segundas, la estabilización, que
utilizará el drenaje superficial y subterráneo, aplanamiento, tacones, bulones o anclajes, etc. En
deslizamientos profundos, los muros son inútiles y perjudiciales.
Subsidencias kársticas: la predicción, tanto espacial como temporal, es problemática. La geofí-
sica y los sondeos pueden mitigar el riesgo; otro tanto sucede con la exploración espeleológica.
Se elaboran mapas de riesgos que pueden alertar. La prevención debe basarse sobre todo en
la ordenación del territorio, evitando en lo posible las zonas problemáticas. En el caso de obras
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biología y geología
ya realizadas, deben instrumentarse e inyectarse y rellenarse los huecos, aunque ello puede ser
inviable.
Arcillas expansivas: se realizan mapas de riesgos por arcillas expansivas para la predicción. La
prevención pasa por un diseño adecuado de las cimentaciones. La corrección suele ser proble-
mática.
En el litoral: la predicción espacial y temporal suele ser, en general, factible técnicamente. La
prevención pasa tanto por la ordenación del litoral como por las medidas estructurales, que van
del dragado a la construcción de diques.
Volcanes: la predicción temporal está bastante avanzada y combina redes instrumentales (incli-
nómetros, magnetómetros, sismógrafos), satélites y aviación (infrarrojos) con un profundo cono-
cimiento del modelo geológico. La prevención pasa, sobre todo, por la ordenación del territorio y
la protección civil basadas en los mapas de riesgos. En algunos casos se actúa sobre las coladas de
lava, procurando desviarlas de aquellas zonas donde pudieran ocasionar daños irreparables.
Terremotos: la predicción temporal es un problema no resuelto. La prevención pasa ante todo
por el diseño antisísmico tanto de estructuras como de cimientos y el uso de mapas de riesgos
para evitar fallas, deslizamientos o zonas licuables. Las costas propensas a tsunamis deben de ser
también objeto de ordenación.
¿Existe una relación entre los terremotos que ocurren en España y los límites de pla-
cas? ¿Cómo se puede explicar la existencia de terremotos en los Pirineos?
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biología y geología
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Ayala Carcedo, F. J. et. al. (Coord.) (1987): Riesgos Geológicos (1987). Madrid: Instituto Geológico y Mi-
nero de España.
Posiblemente el mejor libro en castellano sobre riesgos geológicos.
Gibbons, W y Moreno, T. (edits.) (2002): The Geology of Spain. The Geological Society.
A diferencia del anterior, este libro trata la Geología de España en orden cronológico; en este sentido es posi-
blemente más comprehensivo que el anterior.
Meléndez Hevia, I. (2004): Geología de España: Una historia de seiscientos millones de años. Madrid:
Rueda.
Tiene tres partes diferenciadas e independientes. La primera es una introducción en la que se presentan al-
gunos conceptos de geología general que pueden ser necesarios para que el lector no especializado pueda
entender el resto del libro; la segunda es una historia de España en los últimos 600 millones de años; y la tercera
es una descripción de la geología española con la división clásica: Macizo Hespérico, cadenas alpinas y cuencas
terciarias.
Tarbuck, E.J.; Lutgens, F.K. y Tasa D. (2005): Ciencias de la Tierra: Una introducción a la Geología física.
Madrid: Pearson Educación.
Aunque es un libro sobre Geología general, contiene un capítulo específico dedicado a la Geología de España,
muy sintético, claro y conciso. El mejor punto de partida.
Vera, J. A. (edit.) (2004): Geología de España. Madrid: Sociedad Geológica de España – Instituto Geológico
y Minero de España.
El libro más extenso y actualizado que trata sobre la Geología de España; es algo técnico en ocasiones, pero
dispone de un CD con información adicional e incluye un mapa geológico de España a escala 1:1.000.000. Muy
recomendable
bibliografía referida
BASTIDA, F. (2005): Geología. Una visión moderna de las Ciencias de la Tierra. Vol. I y II. Gijón: Trea.
Pozo Rodríguez, M. y González Casado, J.M. (1999): Geología de la Península Ibérica y Canarias. Madrid:
Prentice-Hall.
Webgrafía
http://www.acazorla.com/geoiberia/index.htm.
http://www.igme.es/internet/default.asp.
http://en.wikipedia.org/wiki/Geology_of_Spain.
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RESUMEN
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biología y geología
AUTOEVALUACIÓN
4. ¿Qué unidad sirve de despegue para muchas de las estructuras de deformación en las cordilleras
alpinas peninsulares?
a. Los depósitos carboníferos.
b. Las margas del cretácico superior.
c. Las andesitas del pérmico.
d. Las arcillas y sales del triásico.
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7. La Cordillera Ibérica:
a. Fue una zona de distensión intracontinental y después sufrió compresión.
b. Fue una zona de distensión con génesis de corteza oceánica.
c. Ha estado siempre en compresión.
d. Es una cordillera situada en un borde de placa.
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