Curso de Liturgia

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Escuela de Formación

Permanente

LITURGIA
PBRO. FREDYS RICARDO MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, SBP.
1. ¿Quién es un diácono?

Un diácono es un hombre llamado por Dios a través de la Iglesia


(vocación) y después de un período de discernimiento, formación y
preparación es ordenado por su obispo para servir las necesidades del
pueblo de Dios. Si un hombre casado es llamado al diaconado, su
esposa debe estar de acuerdo y apoyar su decisión de preparación y
ordenación. Como católicos, creemos que cada diácono ordenado es
conformado, a través de la gracia sacramental de las Órdenes
Sagradas, en la imagen de Jesús Servidor.

2. ¿Qué hace un diácono?

Los diáconos están llamados a vivir de tres maneras su ministerio de


servicio. Este servicio se puede resumir de la siguiente manera:

a) Servicio a la Palabra de Dios: El diácono está llamado a ser un


hombre de profunda oración, familiarizándose con la Palabra de
Dios y siendo testigo de ella un su ministerio, dentro de su familia y
en el lugar de trabajo. Debe amar, predicar y enseñar las Sagradas
Escrituras desde el púlpito y a través de su vida diaria. Un diácono
está también llamado a enseñar y catequizar a otros católicos,
ayudar en la preparación de quienes van a recibir los sacramentos,
especialmente los adultos que buscan ser admitidos dentro de la
familia de la Iglesia Católica.

b) Servicio a la Eucaristía: Cada diácono es llamado a servir el


sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo por medio de su
participación en la liturgia, su amor y reverencia al Santísimo
Sacramento y su deseo de llevar la Eucaristía a los enfermos que no
pueden unirse a la comunidad de fe en la celebración dominical.

i. Por virtud de su ordenación, un diácono puede presidir en varios


servicios litúrgicos, incluyendo el bautismo de niños, matrimonios,
velorios y funerales, Exposición y Bendición con el Santísimo
Sacramento, y asistir en la celebración Eucarística.

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ii. Cada diácono debe de cultivar un profundo amor y gran reverencia
por la Eucaristía (el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo).
Esa espiritualidad Eucarística es esencial para los ministerios
descritos anteriormente.

c) Servicio en favor de la Justicia, la Caridad y la Paz:


Los diáconos sirven como heraldos de Cristo; heraldos de paz,
esperanza y amor para los pobres, descapacitados, los
necesitados, los olvidados y los que han sido rechazados por la
sociedad. A través de su servicio y ministerio viviente promueven
actividades de misericordia, justicia, reconciliación y paz. Este es
un aspecto importantísimo del servicio diaconal, cada diácono
debe tratar de desafiar a sus hermanos en la fe a comprometerse
con las necesidades sociales de los pobres (por ej. los material y
espiritualmente pobres) y buscar soluciones a las mismas.

3. ¿Por qué necesitamos diáconos en la Iglesia?

La estructura completa de la Iglesia, divinamente constituida, requiere


el único e irremplazable ministerio del Obispo, los sacerdotes, los
diáconos, los fieles y los religiosos para trabajar juntos en la edificación
de la comunidad de fe. Cada estado de la Iglesia contribuye de una
manera única a la misión que se le ha encomendado. Por esto, los
diáconos son el signo sacramental del ministerio de servicio de Cristo a
favor de la Iglesia y del mundo.

4. ¿Cómo llega uno a ser ordenado diácono?

Cada diácono debe ser llamado por Dios a servir como su diácono. Este
llamado divino (vocación) al diaconado es identificado y alimentado a
través de la oración, el discernimiento, el estudio, y la comunicación
abierta con la esposa, los hijos, el párroco, los amigos y los feligreses
de la parroquia. Un llamado divino requiere una toma de conciencia de
que Dios está pidiendo un compromiso de por vida para servir a su
pueblo como un ministro ordenado de la Iglesia.

a) Si un hombre siente ese llamado divino, es necesario que ingrese a


un programa de formación que dura varios años, para discernir si

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ese llamado es auténtico. La formación, en este sentido, es una
jornada (proceso) de descubrimiento y conocimiento personal,
profundización en la fe y aprendizaje continuo que le ayudará a
decidir si el llamado que siente es al diaconado y si desea seguirlo.

b) Formación es más que educación. Educación es la búsqueda


académica de conocimiento en un campo particular. La formación
diaconal es un proceso que dura toda la vida y por el cual la persona
es moldeada en la imagen de Cristo Siervo. Esto envuelve no
solamente los estudios académicos, sino también la vida de oración,
los valores, el testimonio diario, el conocimiento y entendimiento
personal y el ministerio.

c) La formación diaconal tiene tres etapas distintas:

i. Aspirantado. Este período es de 9 meses, durante los cuales el


individuo discierne sobre la naturaleza del llamado de Dios y toma
la decisión de seguir ese llamado.

ii. Candidatura. Es un período intenso de entrenamiento ministerial,


litúrgico y teológico, como preparación para la ordenación al
diaconado. Dura aproximadamente cuatro años.

iii. Formación Diaconal continua. Se extiende a todo el ministerio


activo del diácono. A través de retiros, días y noches de oración,
cursos académicos y talleres, se le pide a cada diácono que nutra
continuamente su espiritualidad y su vida ministerial en
comunidad con sus compañeros diáconos y su esposa. Cada
diacono deberá registrarse en los programas de formación
continua que ofrece la Iglesia.

5. ¿Qué áreas de la vida envuelve la formación diaconal?

La formación diaconal busca ser una formación total e integral del


individuo. La misma tiene en cuenta el crecimiento de la persona
humana en todos sus aspectos. Esta formación promueve el
crecimiento en cuatro áreas específicas:

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a) Dimensión Humana: Cada hombre que busca responder al llamado
de Dios al diaconado debe tratar de alcanzar madurez psicológica,
emocional y de relaciones. Clave para este crecimiento es un
verdadero conocimiento de sí mismo: reconocer las propias
cualidades y debilidades. Ello requiere un verdadero sentido de
humildad y un deseo de ser honesto y estar abierto al cambio.

b) Dimensión Espiritual: Cada hombre debe buscar crecimiento en su


relación espiritual con el Señor Jesús, manifestada en su oración
personal y comunitaria, en la relación con sus amigos y feligreses, en
la participación en ejercicios espirituales como retiros, días y tardes
de oración, reflexión diaria, uso frecuente del sacramento de la
reconciliación y participación en la Eucaristía dominical y diaria. A
cada aspirante se le asigna un director espiritual al comienzo del
Aspirantado para que lo asista en su crecimiento espiritual.

c) Dimensión Intelectual: Crecimiento en el conocimiento y amor a la fe


católica, las Sagradas Escrituras, la Tradición de la Iglesia, la
enseñanza del Magisterio, nuestra herencia y cultura católicas, son
esenciales en la formación diaconal.

d) Dimensión Pastoral: Ya que el ministerio diaconal es un ministerio de


servicio, una vibrante y continua participación en el ministerio pastoral
de la parroquia es un elemento primordial en la formación diaconal.
Este ministerio será supervisado con la ayuda del párroco y un
mentor. Clave para el ministerio pastoral es el deseo de colaboración
y obediencia a la autoridad.

6. ¿Qué papel juega la esposa en el discernimiento, la


formación y el ministerio diaconal?

Si un hombre casado se siente llamado al diaconado, debe reconocer


que su esposa está íntimamente envuelta en el proceso de
discernimiento de su vocación, debido al compromiso matrimonial,
donde dos llegan a ser uno en Jesucristo. Esta alianza matrimonial es
el primer y más importante compromiso que debe ser honrado y
alimentado por cada aspirante al diaconado que es casado. Por eso, la
esposa debe participar activamente en el programa de aspirantado con

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su esposo, con la meta de ayudarle a discernir su vocación y el posible
efecto que esta tendrá sobre su relación, su matrimonio y familia.

a) La aprobación de la esposa es esencial para que un hombre entre a


la formación como aspirante y para su ordenación al diaconado. Esta
aprobación se expresa por medio de una carta de aprobación escrita
al obispo.

b) Una vez que su esposo es admitido al programa como candidato, a


la esposa se le invita a participar con su esposo en la formación
académica, pero su participación en clase no es mandataria. Sin
embargo, las esposas deben participar en una serie de tardes de
oración solo para las esposas, con sus esposos y el retiro anual para
parejas.

7. ¿El ser aceptado en el aspirantado garantiza la ordenación


diaconal?

De ninguna manera la aceptación al aspirantado sugiere o garantiza


que el individuo vaya a ser ordenado diácono. Más bien, la entrada
al aspirantado busca guiar y apoyar al individuo en su discernimiento
y descubrir si Dios lo está llamando a servir como diácono.

a) Tanto durante el aspirantado como durante la candidatura, cada


hombre debe participar en un proceso continuo de evaluación. Este
proceso envuelve su propia reflexión, además de la evaluación de los
maestros, el párroco y el Director de la Oficina de Formación.

b) La Iglesia, a través del ministerio de quienes están encargados del


diaconado, debe ratificar la decisión del individuo de buscar la
ordenación a través de un llamado formal a las Órdenes Sagradas.
Por eso, la Iglesia es responsable de tomar la decisión final sobre
quién será ordenado como diácono de la Iglesia.

8. ¿Cómo la regla del celibato afecta el diaconado?

La regla del celibato, vivida al presente por los sacerdotes del Rito
Latino de la Iglesia Católica, requiere que un sacerdote permanezca

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célibe (soltero) como un testimonio viviente del Reino de Dios. Sin
embargo, tanto para los hombres casados y solteros que son llamados
al diaconado, la regla del celibato se aplica en forma diferente.

a) Hombres casados pueden ser ordenados como diáconos de la


Iglesia. Sin embargo, si la esposa fallece durante o después de haber
sido ordenados, están obligados vivir una vida célibe el resto de sus
vidas. Por razones graves y extraordinarias un diácono puede solicitar
permiso para casarse nuevamente después de la muerte de su
esposa. Sin embargo, esta excepción solo puede ser concedida por
el obispo.

b) Los hombres solteros que pidan admisión a la formación diaconal


deben de permanecer célibes por el resto de sus vidas. No hay
excepción para esta regla.

CURSO DE LITURGIA

CAPITULO 1
EL AÑO LITÚRGICO
El ritmo semanal con el domingo como día central es el primer eslabón de la
cadena del Año litúrgico. Con el tiempo, un domingo destacó sobre los demás:
fue el domingo de Pascua. En rigor, todos los domingos del año son
domingos pascuales, pascua semanal. La Iglesia desde el Siglo V ha impuesto
la obligación de santificar el día del Señor, día que comienza en las Vísperas,
o sea, en la tarde anterior (sábado) siguiendo la costumbre judía de contar los
días. También las solemnidades comienzan en la Víspera. Por este motivo la
misa vespertina del sábado "vale" para cumplir el precepto dominical porque en
rigor ya es domingo.

El domingo pascual, núcleo del Año litúrgico, quedó fijado por el Concilio
de Nicea reunido el año 325 que dispuso que la Pascua se celebrase el
domingo posterior al primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de
otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después

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del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección es fiesta variable,
ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de
marzo y el 25 de abril. Una vez fijado el domingo pascual de cada año se
establecen los demás tiempos movibles y sus fiestas: el tiempo pascual
(cincuenta días posteriores) y el tiempo cuaresmal (cuarenta días atrás)
además de las solemnidades que dependen de la fecha de Pentecostés
(Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón).

El Año Litúrgico puede decirse que se compone de tiempos “fuertes” (Adviento,


Navidad, Cuaresma y Pascua) en los cuales se celebra un misterio concreto de
la historia de la Salvación y otro tiempo llamado Tiempo Ordinario en el cual no
se celebra ningún aspecto concreto sino más bien el mismo misterio de Cristo
en su plenitud, especialmente en los domingos. Este Tiempo Ordinario
transcurre partido y dura treinta y tres o treinta y cuatro semanas.

TIEMPO DE ADVIENTO: El año litúrgico comienza en las vísperas del primer


domingo de Adviento, que es siempre el domingo más cercano al día 30 de
noviembre, festividad de San Andrés. Dura cuatro semanas con sus respectivos
domingos.

TIEMPO DE NAVIDAD: Abarca desde el veinticinco de diciembre hasta el


domingo posterior a la Epifanía (6 de enero). Ese domingo celebramos el
bautismo del Señor.

TIEMPO ORDINARIO: PRIMERA PARTE. Abarca desde el lunes posterior a la


fiesta del Bautismo del Señor hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza.

TIEMPO DE CUARESMA: La Cuaresma, tiempo de preparación para la


Pascua de Cristo, es un tiempo claramente penitencial. "Actualmente, el
cómputo matemático hace de nuestra Cuaresma un período de cuarenta y
cuatro días, incluidos el miércoles de Ceniza y el Jueves Santo". Incluye
cuarenta días de penitencia, excluyendo los cinco domingos de Cuaresma y el
de Ramos (el domingo siempre es día festivo) y añadiendo los días del Viernes
y Sábado Santo, ya en pleno Triduo Pascual. En sentido estricto, la
Cuaresma abarca desde el miércoles de Ceniza hasta la misa vespertina de la
Cena del Señor del Jueves Santo (NUALC 29).
SEMANA SANTA: Es la semana que abarca desde el Domingo de Ramos en la
Pasión del Señor hasta la Vigilia Pascual del Sábado Santo. Incluye al Triduo

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Pascual, que comienza con la Misa vespertina en la Cena del Señor, del
Jueves Santo y se prolonga Viernes, Sábado Santo y el Domingo
de Resurrección. Triduo del Señor muerto, enterrado y resucitado. Es un error
muy extendido hoy día seguir llamando Domingo de Pasión al domingo anterior
al de Ramos (V de Cuaresma) cuando hoy día el domingo de Pasión es el
mismo del de Ramos ya que se denomina Domingo de Ramos en la Pasión del
Señor.

TIEMPO PASCUAL: Abarca los cincuenta días posteriores a Pascua de


Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual, y se
distinguen tres períodos:

❖ Octava de Pascua: son los ocho días posteriores y deben considerarse


como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de
Pascua.

❖ Tiempo Pascual hasta la Ascensión

❖ Tiempo Pascual después de la Ascensión.

El Domingo de Pentecostés, que se celebra a los cincuenta días de Pascua, es


el colofón del ciclo pascual, no debe pues considerarse como una nueva
Pascua.

TIEMPO ORDINARIO: (SEGUNDA PARTE). Abarca desde el lunes posterior a


Pentecostés hasta las Vísperas del primer domingo de Adviento. El domingo
anterior al primero de Adviento, último del Año litúrgico, celebramos la
solemnidad de Cristo Rey.

Los días que no son domingos de cualquier tiempo se llaman ferias. Según la
costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria segunda" y así
sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). Recuérdese el nombre tan clásico
y venerable de "feria V in Coena Domini" al Jueves Santo y el de "feria VI
in Passione Domini" al Viernes Santo. El sábado tiene su nombre propio
heredado de los judíos (Sabbat que significa descanso). El dies domínica,
(kyriaké emera) es el domingo, el día del Señor. Ese día fue el de la
resurrección de Cristo. Así nos lo cuentan los evangelistas (Mateo 28.1-7;
Marcos 16. 1-8; Lucas 24.1-12; Juan 20. 1-10). Es también ese día el elegido
por Jesús Resucitado para aparecerse a sus discípulos en el camino de Emaús
y en el Cenáculo. También al domingo se la ha llamado el “octavo día” por los

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Padres de la Iglesia, haciendo referencia al tiempo nuevo que abre la
resurrección y en otro sentido se le ha llamado el “tercer día” si se mira desde
la perspectiva de la Cruz. De los simbolismos expuestos considerarlo como
primer día de la semana será el más importante.

Terminamos con las palabras que la Constitución Litúrgica del Vaticano II (S.C.)
nos dice sobre el año litúrgico:

"La Santa Madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado
recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino
Esposo. Cada semana en el día que llaman del Señor, conmemora su
resurrección, que una vez al año celebra, junto con su santa pasión, en la
solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el
misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión,
Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor.
Conmemorando así los misterios de la redención, abre las riquezas del poder
santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo,
se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en
contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación.

En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa


Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen
María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo... Además, la
Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los mártires y de los demás
santos que, llegado a la perfección por la multiforme gracia de Dios, y habiendo
ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza de Dios en el
cielo e interceden por nosotros" (SC. 102, 103, 104).

Siglas empleadas:
CDC: Código de Derecho Canónico
NUALC: Normas Universales para el Año Litúrgico.
SC.: Sacrosanctum Concilium

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CAPITULO 2
LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
Las celebraciones de la Iglesia Católica se dividen en celebraciones del Señor,
de la Virgen y de los Santos, y a su vez, cada uno de estos grupos y
dependiendo de su grado de importancia en tres clases:

SOLEMNIDADES: Días que por ser considerados muy importantes


por la Iglesia se equiparan a domingos (pascua semanal) y comienzan a
celebrarse, por lo tanto, en las vísperas. Son catorce: Maternidad de
María, Epifanía, San José, Anunciación, San Juan Bautista, Santos
Pedro y Pablo, Asunción, Todos los Santos, Inmaculada, Navidad,
Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón y Cristo Rey. Estas
solemnidades tienen todo propio como las lecturas, prefacio, oraciones,
etc. En nuestra nación, Santiago Apóstol (patrón de España) es también
solemnidad. La solemnidad por excelencia es el domingo de Pascua, en
que celebramos la Resurrección.

FIESTAS: Hoy día son veinticinco. Son días litúrgicos de menor rango
que las solemnidades y se celebran dentro del día natural, salvo que se
traten de fiestas del Señor que caigan en domingo, teniendo entonces
primeras Vísperas. Citaremos las fiestas de los distintos Apóstoles, el
Bautismo de Jesús, Sagrada Familia y otras.
MEMORIAS: Pueden ser obligatorias o libres, las obligatorias en el
calendario universal son sesenta y tres. Las memorias, tanto las
obligatorias como las libres, son conmemoraciones de los Santos y
algunas de la Virgen.

Algunas solemnidades tienen octava, como Navidad y Pascua, aunque la


octava de Pascua excluye totalmente otras celebraciones, cosa que no pasa en
Navidad, que admite en su octava las fiestas de San Esteban, San Juan
Evangelista, Los Santos Inocentes, Sagrada Familia y María, Madre de Dios.
La octava de Pentecostés está suprimida.

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Además, según el calendario litúrgico, tienen categoría de solemnidad las
siguientes celebraciones propias de cada lugar:

Solemnidad del Patrón principal del lugar, sea pueblo o ciudad.

Solemnidad de la Dedicación y aniversario de la Dedicación de la


Iglesia propia.

Solemnidad del Título de la iglesia propia.

Solemnidad o del Título, o del Fundador, o del Patrono principal de la


Orden o Congregación religiosa.

Con el Nuevo Calendario de Santos, promulgado tras la reforma de 1969, se


han tenido en cuenta unos criterios que en definitiva hacen referencia a la
primacía del Misterio de Cristo, a priorizar el domingo como pascua semanal,
distinguir entre celebraciones universales y particulares, y en cuanto al culto a
los santos, descargar un poco de fiestas y dejar muchas de ellas como
memorias libres o facultativas, al objeto de que los fieles de cada localidad
puedan celebrarlas según sus propias devociones, dejando unas figuras
universales a recordar obligatoriamente, bien seleccionadas y representativas.

Este cambio no fue bien entendido en ocasiones, como sucedió con la


reducción de las llamadas fiestas de precepto, que son celebraciones que la
Iglesia considera muy importantes y por eso las equipara a un domingo,
interpretando el pueblo que la Iglesia se pliega al poder civil al trasladar fiestas
muy tradicionales al domingo si es que caían en días laborables tales como
Corpus o la Ascensión. El CDC en su Canon 1246.1 nos relaciona los días de
precepto, a saber: los domingos y además los días de Navidad, Epifanía,
Ascensión, Corpus Christi, Santa María Madre de Dios, Inmaculada, Asunción,
San José, santos Apóstoles Pedro y Pablo y Todos los Santos. En el siguiente
punto se autoriza a la Conferencia Episcopal a trasladar algunas de esas
solemnidades a domingo. La reforma del Derecho Canónico prevé que la
calificación de precepto sólo sea unitaria para Navidad y para una solemnidad
de la Virgen y que cada Conferencia Episcopal determinará, en cada lugar, que
otras fiestas además de las citadas serán de precepto.

Las solemnidades del Señor pasadas a domingo se celebran como día propio
(Corpus y Ascensión), quedando la Epifanía en su fecha. El motivo es que el
pueblo de Dios no debe dejar de celebrar estas fechas y la legislación laboral

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(que en muchos países no las consideraba fiestas de descanso) impedía o
dificultaba su celebración, que además tiene en el domingo su día más
señalado.

CAPITULO 3
LOS COLORES LITÚRGICOS
Los colores litúrgicos empleados en la celebración de la Misa católica en las
vestiduras de los celebrantes son:

BLANCO: Simboliza pureza y tiempo de júbilo. Es usado en los


momentos principales del calendario litúrgico; Navidad y Pascua.
También se usa en fiestas dedicadas a la Virgen o Santos no
Martirizados, así como en la festividad de Todos los Santos o Cristo Rey.

MORADO: Simboliza una profundización espiritual, una preparación. Se


usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la
Navidad y la Pascua respectivamente. También se usa en funerales y
misas de difuntos.

VERDE: Simboliza la esperanza. Es usado después de Navidad hasta


Cuaresma, y después de la Pascua hasta el Adviento. Es tiempo de
esperanza por la venida del Mesías y por la Resurrección salvadora
respectivamente. Este tiempo se conoce como Tiempo Ordinario dentro
del calendario litúrgico.

ROJO: Simboliza el martirio y la fuerza del Espíritu Santo. Es usado en


las fiestas de Santos Martirizados, Domingo de Ramos, Viernes Santo y
Pentecostés.

NEGRO: Simboliza duelo y tristeza, se utiliza para misa de difuntos y


para Miércoles de Ceniza, ha caído en desuso en favor del morado.

ROSADO: Se utiliza en la misa de la tercera semana de Adviento para


indicar la cercanía de Navidad y la cuarta semana de la Cuaresma para
indicar pausar la penitencia.

AZUL: Simboliza pureza y la virginidad. Se utiliza para las fiestas de la


Virgen María, especialmente para la Inmaculada Concepción.

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DORADO: Simboliza triunfo y júbilo, se utiliza en las grandes fiestas en
especial en las misas del Domingo de Resurrección.

CAPITULO 4
PREEMINENCIA DE LOS DÍAS LITÚRGICOS
Dentro del calendario litúrgico existe un orden de precedencia, de importancia.
Esta tabla es la siguiente:

1. Triduo pascual de la Pasión y Resurrección del Señor.

2. Natividad del Señor, Epifanía, Ascensión y Pentecostés. Domingos de


Adviento, Cuaresma y Pascua. Miércoles de Ceniza. Semana Santa (de lunes
a jueves) Octava de Pascua.

3. Solemnidades del Señor, de la Santísima Virgen María y de los Santos.


Conmemoración de todos los fieles difuntos.

4. Solemnidades propias tales como:

Solemnidad del Patrono principal del lugar (sea pueblo o nación)

Solemnidad de la Dedicación y aniversario de la Iglesia propia.

Solemnidad del Titulo de la Iglesia propia.

Solemnidad bien del Título, Fundador o Patrono principal de una Orden o


Congregación.

5. Fiestas del Señor.

6. Domingos del tiempo de Navidad y del tiempo Ordinario.

7. Fiestas de la Virgen y de los Santos.

8. Fiestas propias (Patronos, Dedicación de la Catedral, Fundadores, etc.)

9. Ferias de Adviento que van del 17 al 24 de diciembre, ferias de Cuaresma


y octava de Navidad.

10. Memorias obligatorias.

11. Memorias obligatorias propias (Patronos secundarios de un lugar, otras


Memorias inscritas en cada Diócesis, Orden o Congregación).
12. Memorias libres.

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13. Resto de los días feriales (Adviento hasta el 16 de diciembre, Navidad
desde el 2 de enero al sábado posterior a Epifanía, ferias del tiempo pascual
fuera de la octava y todas las ferias del tiempo ordinario).

CAPITULO 5
ELEMENTOS NATURALES DE LA LITÚRGIA
La Iglesia, cantora de la naturaleza y de su Creador y amante del simbolismo,
debía aprovechar para su liturgia algunos de esos elementos como signos
eficaces de valores sobrenaturales y salvíficos. El mismo Cristo los usó y les
comunicó virtudes secretas en orden a la vida sobrenatural. Por ejemplo: el
agua en el perdón, la saliva en el ciego, el hálito en el cenáculo, etc. Jesús
explotó su simbolismo en sus discursos y parábolas: la luz, sal, vid, grano de
mostaza, etc.

Vamos a analizar brevemente los principales elementos y símbolos litúrgicos


que emplea la Iglesia, su significado y su uso:

LUZ: De todas las obras de la creación, la luz parece ser la más


excelente. Con ella empezó Dios a adornar el mundo. Es la más
hermosa de las creaturas naturales y de ella beben la belleza todas las
demás. En la Vigilia Pascual se nos da la clave. La Iglesia bendice la
luz sacándola del nuevo fuego y la introduce a la iglesia con el cirio
pascual. La luz, por tanto, representa y rinde tributo a Jesucristo, “Luz
del mundo”, símbolo de la presencia divina y de fiesta.

FUEGO: Es de los elementos más misteriosos y terribles, al mismo


tiempo. Sin él, apenas se podría vivir. Es fuerza que quema y alumbra,
mata y vivifica, destruye y purifica. La Iglesia utiliza constantemente el
fuego para sus ritos:

❖ Con el fuego anuncia la resurrección de Cristo, el Sábado Santo


en la noche de la Vigilia Pascual.

❖ En el incensario, fuego e incienso simbolizan el fervor de la


oración y la entrega de nuestra vida, que se va consumiendo
poco a poco como suave perfume en honor a Dios.

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AGUA: Es uno de los elementos más indispensables para la vida, y
henchido de simbolismo. Al principio del mundo, el Espíritu de Dios la
acarició con su soplo como elemento de fecundidad; eran aguas
repletas de vida vegetal y animal. Y Jesús la santificó con su contacto
en las corrientes del río Jordán. El agua con el crisma forma parte de la
materia del Bautismo. La Biblia está llena de fuentes, de pozos; y con
el agua del diluvio quiso Dios limpiar la maldad de la tierra. Y Jesús de
su costado abierto hizo brotar “sangre y agua”. Y su agua calma
siempre la sed.

SALIVA: Jesús la usó para curar a un sordomudo y al ciego de


nacimiento. Los santos Padres la consideraban como símbolo de la
sabiduría; la liturgia la ha usado tan sólo en el Bautismo, mojando en
ella la nariz y oídos del bautizado. Así reproducía el gesto de Jesús al
curar. De esta manera, esos órganos están ya habilitados para oír con
gusto la Palabra de Dios y aspirar el perfume de la santidad. Dada la
sensibilidad de los tiempos modernos, el nuevo ritual del bautismo
suprimió el uso de la saliva.

AIRE: El soplo del Creador infundió vida al hombre. Y el de Jesús


resucitado comunicó a los apóstoles el Espíritu Santo. En el rito
bautismal, ha figurado el soplo como signo de expulsión de Satanás,
del alma del bautizado.

ACEITE: En la vida espiritual, simboliza: fortaleza espiritual y corporal,


valor curativo y conservativo de carácter espiritual, efusión de la gracia,
santificación e inhabitación del Espíritu Santo y testimonio cristiano,
comunicación del poder divino y consagración de objetos sagrados. Y
por eso se usa como materia en algunos sacramentos:

❖ En el bautismo, el óleo de los catecúmenos se coloca en el


pecho. Simboliza la fortaleza y la agilidad espiritual.

❖ El crisma se compone de aceite y bálsamo. Se usa en el


bautismo, confirmación y consagración de sacerdotes, obispos,
cálices, altares, patenas, Iglesias. Todo cristiano tiene que
exhalar el suave olor de la santidad, el suave olor de Cristo, como

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dice San Pablo. En la ordenación sacerdotal se ungen las
manos; en la episcopal, la cabeza.

❖ Óleo de los enfermos: vehículo para la gracia divina, y para la


salud del cuerpo y del alma.

CIRIO: Se usa para el alumbrado propiamente litúrgico, es decir, para


las Misas y demás sacramentos y sacramentales. La vela encendida
sirve para simbolizar a Cristo-Luz del mundo y significar la fe y la oración
de los fieles en presencia del Señor.

PAN Y VINO: Son la base del alimento corporal del hombre.


Simbolizan, al convertirse en verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo,
que la Eucaristía es alimento indispensable de todos los cristianos. Son
los signos del sacrificio de su cuerpo y sangre como manjar espiritual
del alma. El pan, hecho de muchos granos, y el vino, de muchos
racimos, son símbolo de la unión íntima entre los cristianos. Simbolizan
también la unidad de la Iglesia y de los cristianos con Cristo y entre sí,
pues compartir el mismo pan y el mismo vino son signos de fraternidad,
amistad y unidad.

SAL: que sazona y preserva, se dejó optativo en la fórmula ritual de la


bendición del agua lustral como remedio para poner en fuga los
demonios y ahuyentar enfermedades. También se usó en el bautismo,
colocando unos granitos sobre la boca del bautizado.

CENIZA: Es símbolo de la caducidad de la vida y de todo lo material,


y, por lo mismo, símbolo del dolor, de la penitencia, del arrepentimiento,
de una gran aflicción. La Iglesia nos la pone el día del miércoles de
ceniza “en señal de la humildad cristiana y como prenda del perdón que
se espera”.

INCIENSO: Nuestra vida se tiene que quemar en honor a Dios, dando


suave aroma. En las solemnidades se inciensa el altar y los santos, la
cruz y el Santísimo Sacramento en señal de respeto y veneración. Se
inciensa al sacerdote como representante de Dios, y a los fieles para
recordarles que, como pueblo santo y sacerdotal, son concelebrantes y
no sólo espectadores. Además, purifica el templo y nos eleva a Dios.

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FLORES: Las flores naturales que adornan el altar y los santos
significan fiesta, alegría, exultación piadosa. En tiempo de cuaresma,
tiempo fuerte de penitencia y austeridad, aunque se pueden poner
algunas plantas, no debe haber, sin embargo, flores en las iglesias,
exceptuando el tercer domingo de cuaresma, domingo del “Laetare”, y
las solemnidades y fiestas que caen en cuaresma.

CAMPANILLA: Para la atención piadosa y unión de corazones de la


asamblea participante. Se usa en el momento de la consagración en la
Santa Misa, para centrar la atención de los que participan en la
eucaristía.

CRUZ: Como árbol de vida y victoria pascual, se adorará en los Oficios


del Viernes Santo. Además, preside la Eucaristía y encabeza las
procesiones.

CAPITULO 6
OBJETOS LITURGICOS
CRUZ PROCESIONAL: Signo de nuestra Redención, del Sacrificio de
Cristo y de su victoria sobre la muerte. Precede toda procesión, y se
inciensa por ser signo de Salvación.

ACETRE: Caldero de agua bendita que se usa para las aspersiones


litúrgicas. El agua se recoge del acetre y se dispersa con el hisopo.

CÁLIZ: Copa, vasija donde se bebe. Recipiente en forma de copa con


ancha apertura. En la Liturgia cristiana, el cáliz es el vaso sagrado por
excelencia, indispensable para la Misa ya que debe contener el vino
que se convierte en la Sangre Preciosísima de Cristo. Su forma, materia
y estilo han variado mucho en el curso de la historia. Los cálices solían
ser de oro y tenían a veces un valor extraordinario. Debe ser
preferiblemente de metales preciosos. El pie o soporte puede ser de
otra materia. El Cáliz debe consagrarse exclusiva y definitivamente para
el uso sagrado en la Santa Misa.

COPÓN: Vaso con tapa en que se conservan las Sagradas Hostias,


para poder llevarlas a los enfermos y emplearla en las ceremonias de

18
culto. En la actualidad los copones suelen ser de menos estatura que
los cálices para distinguirlos de estos.

PURIFICADOR: Servilleta de lino para limpiar y secar el Cáliz, la


Patena y el Copón.

CORPORAL: Pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la


Eucaristía. Sobre ella se pone la patena y el cáliz durante la Misa.
Antiguamente la Sagrada Hostia descansaba directamente sobre el
corporal desde el ofertorio hasta la fracción. También se pone debajo
de la custodia durante la Exposición del Santísimo. Debe de ser de lino
o cánamo y no de otro tejido. No debe llevar bordado más que una
pequeña cruz. Para guardarlo debe doblarse en nueve cuadrados
iguales.

MANUTERGIO: Toallita para secarse las manos.

CRISMERA: Vaso o ampolla donde se guarda el crisma.

CUSTODIA: Recipiente sagrado donde se pone la Hostia consagrada


de manera que se pueda ver para la adoración, sobre todo en la
Bendición eucarística y las procesiones. También se le
llama ostensorium, del latín ostendere, mostrar. Hay gran variedad de
tamaños y estilos. Generalmente tiene forma de sol, cruz o relicario.

GREMIAL: Paño cuadrado que se ciñe el obispo durante ceremonias


litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies de la Misa del Jueves
Santo. El gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya no se
usa. Uno de lino u otro material puede utilizarse.

HIJUELA: Paño blanco que se coloca sobre la patena (paño circular),


o sobre el cáliz (paño cuadrado).

HISOPO: Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente en


un mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola
metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se usa con el
acetre.

INCIENSO: Resinas aromáticas, granulada o en polvo, que se queman


en el incensario durante algunas liturgias. Su humo tiene fragancia.
Cuando se bendicen son un sacramental. Quemar incienso significa

19
celo y fervor; su fragancia: virtud; el humo que se eleva: las oraciones
que ascienden al cielo.

INCENSARIO: Brasero colgado de un nudo por 3 cadenas en el cual


se echa el incienso, con una tapa móvil que se acciona por una cuarta
cadena. Se utiliza para incensar en las ceremonias litúrgicas.

NAVETA: Recipiente para el incienso, en forma de canoa, con una


cucharita para servirlo.

PALIA: Lienzo para cubrir el cáliz.

PATENA: Plato redondo donde se pone la Sagrada Hostia. Debe ser


de metal precioso como el cáliz y también debe ser consagrado
exclusiva y definitivamente para el uso en la Santa Misa.

PECTORAL: Cruz que llevan al pecho los obispos.

PÍXIDE: Cajita más pequeña que el copón donde se lleva la


Eucaristía a los enfermos.

PURIFICADOR: Pequeño lienzo que utiliza el sacerdote en la


Misa para purificar el cáliz.

PLATILLO DE LA COMUNIÓN: Para impedir que caigan partículas en


la comunión se coloca bajo la barbilla de cada comulgante.

HUMERAL: Paño que cubre los hombros del ministro cuando lleva el
Santísimo Sacramento en procesión o cuando da la bendición con El.

VINAJERAS: Las vasijas para el vino y el agua que se usan en la


Santa Misa. Generalmente son de cristal y se colocan en una bandeja
pequeña. Es permitido que sean de otro material (bronce, plata, oro e
incluso de cerámica bien sellada) siempre y cuando puedan dignamente
contener los líquidos. Usualmente tienen asas y tapones. Son de
diferentes estilos y tamaños. Tradicionalmente, para evitar confusión al
utilizarlas, las vinajeras se gravaban las iniciales "V" y "A", por el
latín vinum y aqua. Las vinajeras junto con las hostias no consagradas
pueden ser llevadas en procesión por dos fieles y presentadas al
sacerdote durante el Ofertorio.

20
VIRIL: Pieza redonda, tradicionalmente de cristal transparente con
borde de oro o dorado, en que se pone la Sagrada Hostia para
sostenerla en la Custodia.

LAMPARA DEL SANTÍSIMO: Lámpara de aceite, cera o electricidad


que arde junto al Sagrario donde está la Eucaristía, y sirve para indicar
la presencia del Señor.

CIRIO PASCUAL: Gran vela que se bendice en la Vigilia Pascual,


símbolo de Cristo Resucitado. Se enciende en las Misas del tiempo
Pascual y algunas otras celebraciones (bautismo, confirmación, primera
comunión, funeral).

CAPITULO 7
LOS GESTOS LITURGICOS
No podemos vivir sin gestos y actitudes corporales. Ellos expresan, provocan
o dan realce a lo que pensamos y sentimos: el abrazo, el beso, el apretón de
manos, las lágrimas, el silencio,...y todos estos gestos surgen "naturalmente",
al compás de nuestros pensamientos y emociones.

El hombre, participa y "crea" la liturgia. Por eso, la liturgia contiene muchos


gestos y actitudes con los que intentamos expresar exterior y corporalmente
nuestros sentimientos hacia Dios. Los gestos litúrgicos más importantes son:
la señal de la cruz; las unciones; la imposición de la ceniza; los ojos elevados
al cielo; ciertos gestos relacionados con las manos: manos juntas y plegadas
sobre el pecho; manos que se golpean el pecho; manos elevadas y
extendidas; manos que dan y reciben la paz; manos dispuestas para recibir el
Cuerpo del Señor.

La Iglesia insiste en la necesidad de renovar, actualizar, "entroncar" los gestos


con cada cultura, para que las palabras y gestos sean más "significativos" para
la mentalidad del hombre moderno e incluso para cada región y comunidad.
La liturgia consta de una parte inmutable por ser de institución divina (la
fórmula de la consagración por ejemplo), y de otras partes sujetas a cambio,
que pueden y aún, deben ir cambiando, como lo ilustra la historia de la Iglesia.

"Por esta razón, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que
expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible,

21
el pueblo cristiano pueda comprender fácilmente y participar en ellas por medio
de una celebración plena, activa y comunitaria" (SC 21).

Este deseo de la Iglesia es por demás coherente: la repetición constante de


los ritos, realizados generalmente sin conocer su significado, produce un
inevitable desgaste y llegan a "no decir nada". La liturgia no es un teatro. La
tarea de renovación litúrgica exige reflexión, creatividad y participación.
Mientras tanto es necesario conocer el significado de los gestos y ejecutarlos
con espontaneidad y convicción, haciendo de ellos auténtica expresión de
nuestros sentimientos religiosos. Los gestos más utilizados son:

MANOS JUNTAS: Es señal de respeto y de oración. Es un gesto de


humildad y vasallaje, y de actitud orante y confiada. Es el gesto más
acomodado a la celebración litúrgica cuando las manos no han de
emplearse en otros ritos o no se prescribe que se tengan levantadas.
Es la mejor postura a la hora de ir a comulgar.

EXTENDER LAS MANOS Y ELEVAR A LA VEZ LOS BRAZOS: Son


súplicas solemnes; colecta, plegaria de la misa, paternóster, prefacio.
Levantar y extender las manos al rezar expresa los sentimientos del
alma que busca y espera el auxilio de lo alto. Hoy es un gesto reservado
al ministro que celebra la santa misa.

EXTENDER Y VOLVER A JUNTAR LAS MANOS: Es el deseo del


sacerdote de estrechar a la asamblea en un común abrazo de
fraternidad, de recoger las intenciones y deseos de todos para
ofrecérselos a Dios, y derramar sobre ellos las misericordias de Dios.

MANOS QUE DAN Y RECIBEN LA PAZ: Las manos extendidas,


abiertas y acogedoras simbolizan la actitud de un corazón pacífico y
fraternal, que quiere comunicar algo personal y está dispuesto a acoger
lo que se le ofrece. Cuando unas manos abiertas salen al encuentro de
otras en idéntica actitud, se percibe el sentimiento profundo de un
hermano que sale al encuentro de otro hermano, para ratificar,
comunicar o restablecer la paz.

MANOS QUE RECIBEN EL CUERPO DEL SEÑOR: Las manos


dispuestas para recibir la Santa Comunión han de ser signo de
humildad, de pobreza, de espera, de disponibilidad y de confianza.

22
También son signo de veneración, de respeto y de acogida, pues el Pan
eucarístico no se coge sino que se acoge, se recibe.

SEÑAL DE LA CRUZ: Es el gesto más noble y el más frecuente y


elocuente. No es un garabato, que termina besándose uno el dedo
pulgar. Se produce de dos modos: sobre uno mismo, con los dedos
extendidos de la mano derecha; o, cuando un sacerdote debe bendecir
en nombre de Cristo, sobre las personas u objetos con la misma mano
levemente encorvada. Una sola vez, al inicio del oficio divino, se hace
sobre los labios con el dedo pulgar para pedirle al Señor que Él mismo
“los abra para poder proclamar con la boca sus alabanzas”. Debe
hacerse desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo al
derecho. ¿Qué significa hacerse la señal de la cruz? Primero venerar la
cruz redentora de Cristo. Segundo, sellar con ella nuestra persona
cristiana y así fortalecerla para hacer el bien y evitar el mal. Esa señal
comienza en la frente, para que Dios, con su Santa Cruz, nos quite los
malos pensamientos y nos proteja los buenos. Después de la frente va
al pecho para que nos quite los malos deseos del corazón y nos proteja
los buenos. Y finalmente, nos envuelve de izquierda a derecha, para
proteger del mal todo nuestro ser.

LA REVERENCIA: Consiste en ligeras inclinaciones de cabeza, ante


el altar, ante imágenes, al recibir la Sagrada Comunión, cuando el
acólito inciensa al sacerdote y al pueblo; o al incensar el mismo
sacerdote hace reverencia al crucifijo o a la imagen de los santos, a
modo de saludo reverente. Aquí no sólo es señal de cortesía humana,
sino que las reverencias están revestidas de culto sagrado. Tienen que
ser hechas despacio, y sólo con la cabeza, no con todo el cuerpo, a no
ser que sea en la misa después de ofrecer el pan y el vino y antes del
lavado de las manos, donde se inclina ligeramente también el cuerpo.
Aquí ya no es sólo reverencia, sino total inclinación.

LAS MIRADAS: Unas veces invitan a la admiración y adoración


callada, de fe sentida y de recogimiento; por eso, clavamos la mirada
en la Hostia consagrada y en el cáliz al levantarlos el sacerdote en la
consagración, en la custodia de la exposición y bendición del Santísimo.
También la mirada del sacerdote a la gente es señal de comunicación

23
fraterna, de saludo cordial. Cuando los ojos están cerrados simbolizan,
no tanto que estamos durmiendo, sino que estamos en profundo
silencio y recogimiento para saborear la comunión, o las lecturas leídas.
Es falta de respeto, cuando se da la homilía, no mirar al predicador.
Simbolizaría desinterés total, despecho; también sería falta de
cordialidad e interés si el predicador no mirase a los fieles a la hora de
predicar. Cuando uno eleva los ojos hacia arriba está indicando petición
a Dios o desagravio por los pecados propios y de la humanidad.

LOS BESOS: El sacerdote da un beso al altar al comenzar y al terminar


la santa misa; es Cristo quien recibe ese ósculo. Los fieles se dan el
beso en el momento de la paz. Son señales de afecto, de gratitud, de
adhesión, de veneración y de reconciliación. Besamos las reliquias, el
crucifijo, la mano del sacerdote que bendice y perdona. Cada uno de
estos ósculos imprime un sello religioso especial en las personas o
cosas que los reciben. En muchas partes no es oportuno el beso de la
paz, por motivos culturales; entonces se prefiere el apretón de manos.

GOLPES DE PECHO CON LA MANO: Es una de las señales más


expresivas de dolor y contrición de corazón, en un pecador. Se hace en
la confesión, al momento de decir el acto de contrición. Lo hacemos en
el momento del “Yo confieso” de la santa misa. Así, con ese gesto
humilde, aplacamos y agradamos mejor a Dios y expresamos más
sentidamente nuestra compunción ante los demás hermanos. Los
golpes deben ser hechos con suavidad.

LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS: Significa varias cosas, transmisión


de poderes superiores a personas o grupos de elección, o de algún
carisma o misión, o absolución de culpas. También es signo de
bendición de Dios y de consuelos en la unción de enfermos. En el
momento de la consagración manifiesta el poder maravilloso de los
sacerdotes de convertir el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo.

CAMINAR HACIA EL ALTAR: No es un simple gesto, es un rito. Es


también símbolo de nuestro peregrinar al cielo. Caminamos con otros,
no solos. Así, en las procesiones, peregrinaciones, vamos con alegría,
sin temores, pues sabemos que Cristo es el Camino vivo y verdadero.

24
CANTAR: El que canta ora dos veces, decía San Agustín. El canto es
el afecto del corazón hecho música.

CAPITULO 8
LOS SIGNOS DE REVERENCIA: LAS POSTURAS
La Ordenación General del Misal Romano da unas normas claras de las
posturas corporales que hay que adoptar durante la Eucaristía. Para el Misal
Romano "la postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la
celebración, es un signo de comunidad y unidad de la Asamblea" (OGMR nº
42)

Las posturas corporales que el Misal Romano indica (OGMR 43) son las que
resumimos a continuación:

ESTAR DE PIE: Es una forma de demostrar nuestra confianza filial, y


nuestra disponibilidad para la acción, para el camino. El estar de pie
significa la dignidad de ser hijos de Dios, no esclavos agachados ante
el amo. Es la confianza llana del hijo que está ante el padre a quien
respeta muchísimo y a quien al mismo tiempo tiene cariño. Al mismo
tiempo, al estar en pie manifestamos la fe en Jesús resucitado que
venció a la muerte, y la fe en que nosotros resucitaremos también; el
estar agachado y postrado no es la última postura del cristiano; sino el
estar en pie resucitado. Estaremos en pie:

❖ desde el canto de entrada hasta el final de la oración Colecta.

❖ durante la lectura del Evangelio y el canto del Aleluya que le


precede.

❖ durante la profesión de Fe (Credo) y la oración de los Fieles.

❖ desde que empieza la oración de las ofrendas hasta la


consagración.

❖ después de la consagración hasta después de la comunión.

❖ desde la oración de después de la comunión hasta que el


sacerdote abandona el altar.

25
Todas las oraciones deben oírse de pie como actitud de respeto y buena
disposición. Esta generalizada la costumbre (errónea) de oír sentados la
oración sobre las ofrendas.

SENTADOS: Significa la confianza de estar con los amigos, con paz y


tranquilidad. Estamos en casa, cuando estamos en el templo. Sentados
podemos hablar con intimidad y largamente con el Señor que está ahí
presente. También uno se sienta para escuchar y aprender cuando un
maestro habla. Estaremos sentados:

❖ durante las lecturas que preceden al Evangelio, incluido el


Salmo responsorial.

❖ durante la homilía.

❖ mientras se hace la preparación de los dones en el ofertorio.

❖ a lo largo del silencio posterior a la comunión.

DE RODILLAS: Sólo ante Dios debemos doblar nuestra rodilla. Al


ponernos de rodillas significa que nos reconocemos pecadores ante Él.
La genuflexión ante el Santísimo es un saludo reverencial de fe, en
homenaje de reconocimiento al Señor Jesús. Debemos hacerlo en
forma pausada y recogida. Estaremos solamente durante la
Consagración, aunque por razones de edad, incomodidad del lugar o
aglomeración que lo impida se podrá estar respetuosamente de pie.

POSTRADOS: Se usa en ciertos momentos escasos, en que el alma


cristiana se siente más indigna de dirigirse a Dios, cargada de
responsabilidades, o en un luto universal como el del Viernes Santo por
la muerte de Jesús, o cuando la pena y desconsuelo son tan inmensos
que no se ve solución. Por ejemplo: el futuro sacerdote, cuando se
postra el día de su ordenación sacerdotal; o algunas monjas, el día en
que entran al convento o hacen su profesión religiosa, se postran en el
suelo, indicando no tanto el abatimiento, sino la necesidad de
protección de Dios y la impotencia personal. Es signo de humildad y
penitencia.

LA PROCESIÓN: Más que un gesto litúrgico, es un rito. En las


celebraciones habituales, por ejemplo, en la santa misa, los ministros

26
realizan movimientos que tienen carácter procesional: al principio, antes
del evangelio, etc. También los fieles adoptan esta actitud al presentar
las ofrendas y cuando comulgan. Además, hay procesiones
excepcionales unidas al año litúrgico, como la del Domingo de Ramos
y la del Corpus Christi, o en circunstancias particulares de la vida de la
Iglesia, por ejemplo, la de una comunidad parroquial el día de las fiestas
patronales. La procesión simboliza, principalmente, el carácter
peregrinante de la Iglesia. También, a veces, es un signo muy expresivo
de fe y devoción. Deben hacerse con dignidad y respeto.

Fuera de las posturas propias de la Misa hay otras posturas que pasamos a
relacionar. Se pueden adoptar dos clases de posturas corporales: la
inclinación y la genuflexión:

LA INCLINACIÓN: Indica reverencia y honor a las personas o a lo que


representan y puede ser de dos tipos: inclinación de cabeza e
inclinación de cuerpo o profunda, que se hace desde la cintura.
o La inclinación de cabeza se le hace al nombre de Jesucristo,
de la Virgen y del santo en cuyo honor se celebra la Misa.
Se debe hacer reverencia profunda en el Credo arrodillándonos
si es la Solemnidad de Navidad o la fiesta de la Anunciación del
Señor. Asimismo la bendición presidencial que concluye la
Misa se debe recibir con inclinación de cabeza.
o La inclinación de cuerpo o reverencia profunda se le hace al altar
cuando no está allí el Santísimo; también se debe hacer
inclinación profunda cada vez que se sirva al obispo o se pase
por delante de él; se hace antes y después de las incensaciones
y en algunas otras ocasiones en que está dispuesto. Deben
hacer inclinación profunda al altar que simboliza a Cristo y no al
sacerdote como equivocadamente se hace a veces, todas
aquellas personas que suban al presbiterio para realizar alguna
función como por ejemplo los lectores o los que van a hacer las
peticiones de la Oración Universal de los Fieles, que
vulgarmente llamamos preces, tanto al llegar como al marcharse.

27
LA GENUFLEXIÓN: Se hace siempre con la rodilla derecha llevándola
hasta el suelo y significa adoración. Por ser signo de adoración está
reservada al Santísimo Sacramento y a la Santa Cruz en la liturgia del
Viernes Santo. En resumen, se debe hacer genuflexión cada vez que
pasemos por delante del Santísimo Sacramento e inclinación profunda
al altar todos los que se acercan al presbiterio o se alejan de él (por
ejemplo los que se han acercado para hacer alguna lectura o petición)

CAPITULO 9
LA PARTICIPACIÓN DE LOS LAICOS EN LA LITÚRGIA
Hablar de creatividad y participación litúrgica es un tema que puede
malinterpretarse. La liturgia es ejercicio del sacerdocio de Cristo, que se hace
visible en la Iglesia. Toda celebración litúrgica es acción de Cristo. En este
sentido, la liturgia es de la Iglesia, no de nadie en particular, por lo cual sus
ministros no pueden adueñarse de ella. "A nadie le está permitido, ni siquiera
al sacerdote, ni a grupo alguno, añadir, quitar o cambiar algo por propia
iniciativa" (SC 22 y también CDC 846). Para mejor ilustrar esta cuestión valgan
unas líneas tomadas de un libro del actual papa Benedicto XVI titulado “El
espíritu de la Liturgia. Una introducción”. La cita, larga pero obligada, dice así:

“La «creatividad» no puede ser una categoría auténtica en la realidad litúrgica.


Por lo demás, este término ha crecido en el ámbito de la cosmovisión marxista.
«Creatividad» significa que, en un mundo privado de sentido, al que se ha
llegado por una evolución ciega, el hombre crea finalmente un mundo nuevo y
mejor, partiendo de sus propias fuerzas. En las modernas teorías del arte se
alude con ello a una forma nihilista de creación: el arte no debe imitar nada; la
creatividad artística es el libre gobierno del hombre, que no se ata a ninguna
norma ni a finalidad alguna, y que tampoco puede someterse a ninguna
pregunta por el sentido. Puede que en estas visiones se perciba un clamor de
libertad que, en un mundo dominado por la técnica, se convierte en un grito de
socorro. El arte, así concebido, aparece como el último reducto de la libertad.
El arte tiene que ver con la libertad, eso es cierto. Pero la libertad así concebida
está vacía: no libera, sino que deja que aparezca la desesperación como la
última palabra de la existencia humana. Este tipo de creatividad no puede

28
tener cabida en la liturgia. La liturgia no vive de las «genialidades» de cualquier
individuo o de cualquier comisión”

Pese a lo anterior no debe pensarse que en la liturgia todo está cerrado y los
ministros deben limitarse a una mera repetición mecánica de los ritos,
oraciones y rúbricas. Liturgia no es sinónimo de rigidez aunque no admite la
arbitrariedad. Precisamente la no arbitrariedad es una de las características
de la liturgia: se sustrae a la intervención del individuo ya que en la liturgia y
mediante ella se entra en contacto con algo superior (Revelación) y se crea
una comunión universal que supera las iglesias locales. El Misal es
sumamente rico y variado en oraciones, prefacios, misas, como para que
pueda decirse que no hay una gran variedad de textos para escoger,
dependiendo lógicamente del calendario litúrgico y otras circunstancias. En
este aspecto es donde hay que encajar la creatividad litúrgica, escogiendo
dentro de la variedad y no inventando lo que no existe. La mejor pastoral que
puede hacerse consiste en una buena liturgia, no debe existir esa excusa tan
recurrida de lo pastoral para justificar una liturgia mal hecha.

"La participación es un término que viene del latín participatio (partem-


capere=tomar parte) y es sinónimo de intervención, adhesión, asistencia". En
efecto, hoy día la palabra es usada frecuentemente y todo el mundo pide, en
cualquier ámbito de la vida, participar. Para los cristianos, el fundamento de la
participación está en el Bautismo, ya que todo bautizado está revestido de la
dignidad sacerdotal. Se ha interpretado la participación pensando en que
consiste en la intervención del mayor número de personas posibles durante el
mayor tiempo posible. ¡Craso error¡ No se trata de multiplicar vana y
artificialmente las acciones a realizar pensando que con eso se aumenta la
participación ya que la auténtica participación consiste el dar paso a la acción
de Dios.

En la liturgia no podía ser menos y es uno de los conceptos claves de la


reforma litúrgica. Tiene sus antecedentes más cercanos en
el motu propio Tra le sollecitudini de san Pío X y más próximos al Vaticano II
en la encíclica Mediator Dei de Pío XII (20-XI-1947). Pero es en la SC cuando
este principio de participación toma cuerpo como algo esencial. Es toda la
asamblea litúrgica la que está implicada en la acción litúrgica, pero cada uno
de sus miembros intervienen de modo distinto "según la diversidad de órdenes,

29
funciones y participación actual" (SC 26). La diferencia entre la participación
de los ministros ordenados y los laicos no sólo es de grado sino también
esencial.

CAPITULO 10
CONCEPTO DE LITURGIA
La palabra Liturgia viene del griego (leitourgia) y quiere decir servicio público,
generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad. Hoy se usa para
designar todo el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración
sacramental.

El Concilio Vaticano II en la "Constitución sobre la Liturgia" nos presenta un


tratado amplio, profundo y pastoral sobre el tema. Citamos algunos conceptos
para darnos una idea de lo importante que es vivir la Liturgia, si queremos
enriquecernos de los dones que proceden de la acción redentora de Nuestro
Señor. "La Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los
signos sensibles significan y cada uno a su manera realizan la santificación del
hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus
miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración
litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es
acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo
grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia". En esta descripción
encontramos lo que es realmente la Liturgia:

1) Es el ejercicio del sacerdocio de Cristo. Es decir, en la Liturgia, Cristo


actúa como sacerdote, ofreciéndose al Padre, para la salvación de los
hombres.

2) Los signos sensibles realizan la santificación de los hombres en lo que


quieren decir. Por ejemplo, el agua en el Bautismo significa y realiza la
purificación y es principio de vida, el pan en la Eucaristía alimenta el
espíritu del hombre.

3) En la acción litúrgica, Cristo y los cristianos, que forman el Cuerpo


Místico, ejercen el culto público.

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4) Es la acción sagrada por excelencia, que ninguna oración o acción
humana puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no
de una persona o un grupo.

5) "La Liturgia es la cumbre a la que tiende la actividad de la Iglesia y, al


mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza".

CAPITULO 11
LA LITURGIA Y EL CULTO
“La verdadera formación litúrgica no puede consistir en el aprendizaje y ensayo
de las actividades exteriores, sino en el acercamiento a la actio esencial, que
constituye la liturgia, en el acercamiento al poder transformador de Dios que,
a través del acontecimiento litúrgico, quiere transformarnos a nosotros mismos
y al mundo. Claro que, en este sentido, la formación litúrgica actual de los
sacerdotes y de los laicos tiene un déficit que causa tristeza. Queda mucho
por hacer”. BENEDICTO XVI.

Para la Iglesia, la liturgia es el culto oficial y público que se tributa a Dios, según
definió Pío XII. La renovación litúrgica producida en los últimos años culminó
en el Vaticano II, con la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia "Sacrosantum Concilium" (SC) promulgada por Pablo VI justo
cuatrocientos años después de la clausura del Concilio de Trento (4 de
diciembre de 1963) devolviéndose a la liturgia su sentido de celebración del
misterio pascual. Para la Iglesia posterior al Vaticano II la liturgia es "el
ejercicio del sacerdocio de Cristo" (SC 7). Se llaman litúrgicas aquellas
celebraciones que la Iglesia considera como suyas y están contenidas en sus
libros oficiales y se realizan por la comunidad y los ministros señalados para
cada caso como la Eucaristía, los sacramentos en general, la Liturgia de las
Horas y los sacramentales. Posteriormente a la SC han ido publicándose otros
documentos que aclaran aspectos y la desarrollan, así como advierten de
abusos y prácticas no aconsejables. Nos referimos a la la Revisión 2000
de la Institutio Generalis Missalis Romanis y a la Instrucción de la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
titulada Redemptionis Sacramentum (RS).
En definitiva, la liturgia de la cual forma parte el culto no es más que la historia
de los acontecimientos salvíficos y el ejercicio del sacerdocio de Cristo. En

31
ningún caso debe considerarse la liturgia ni como la parte externa y sensible
del culto divino ni como un conjunto de leyes y preceptos que reglamentan los
ritos sagrados.

La liturgia, que emplea un lenguaje simbólico, se vale de fórmulas litúrgicas


(lecturas bíblicas, salmos, letanías, cánticos, doxologías, himnos, colectas,
etc.), de materias litúrgicas (pan, vino, agua, sal aceite, ceniza, fuego, cera,
ramos de flores, incienso) y de actitudes y gestos (postraciones,
genuflexiones, imposición de manos, señal de la cruz, elevación de manos,
etc.). Así mismo existen libros litúrgicos, hoy compendiados en el Misal
Romano, Leccionario, Libro de la Sede, Libro de Preces y otros.

Solamente son actos litúrgicos las celebraciones que expresan el misterio de


Cristo y la naturaleza sacramental de la Iglesia; todo lo demás son actos de
piedad.

Desde que en 1570 Pío V impuso la unificación de los libros litúrgicos, en todo
Occidente sólo subsisten algunos casos muy contados de liturgias locales: la
mozárabe de Toledo (también llamado rito hispano, propia de España) la
ambrosiana de Milán y la lionesa de Lyón. Tras el Vaticano II, la Iglesia quiere
de nuevo "conservar y fomentar, con igual honor, otros ritos legítimos" (SC 4)
rompiendo la hegemonía de siglos de la liturgia romana sobre las locales. Los
ejemplos actuales más espectaculares de liturgias no-romanas nos llevan a
pueblos africanos.

También, la liturgia integra dos facetas que se complementan:


la anámesis (memorial de lo sucedido) y la mímesis (la imitación de lo
acontecido). Nace así la ritualidad que imita lo que la palabra recuerda (caso
de la procesión del Domingo de Ramos y de toda la religiosidad popular). En
definitiva, en conocida frase, "aquello que la Palabra lleva al oído, la imagen
lleva a la vista". De igual manera, lo que oramos es lo que creemos
(la lex orandi es la expresión de la lex credendi), según un axioma ya clásico.
El memorial que la liturgia realiza no es mero recuerdo de lo sucedido sino una
presencia real que se repite.

CAPITULO 12
LOS LIBROS LITÚRGICOS

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Entre los elementos literarios de la Liturgia se destacan por su importancia y
riqueza Los libros Sagrados, los podemos definir, en sentido estricto, como
libros que sirven para las celebraciones litúrgicas y están expresamente
escritos para ese fin, con las debidas y oportunas autorizaciones. El libro
litúrgico es un elemento de la celebración y por tanto se le respeta y venera.
No deben sustituirse por ediciones de bolsillo ni por hojas sueltas, salvo casos
excepcionales. Los libros litúrgicos tras el Vaticano II son los siguientes:

EL MISAL ROMANO: (MR 1971 y posterior edición de 2002) Está


compuesto por dos libros: El Misal y el Leccionario que a su vez está
recogido en varios tomos.

EL MISAL (libro de altar): Nos presenta la teología de la misa, la


articulación del rito, la función de cada uno de los ministros y de la
asamblea, las normas para una correcta celebración y las posibilidades
de adaptación. Su contenido comienza con Normas universales sobre
el año litúrgico y sobre el calendario (extractadas
del Calendarium Romanum), sigue el texto del Misal, dividido en propio
del tiempo, propio de los santos, comunes, misas rituales, misas y
oraciones ad diversa, misas votivas, misas de difuntos. El rito de la misa
está colocado entre el propio del tiempo y el propio de los santos, y a
su vez se distingue en rito para la celebración con el pueblo (misa
normativa) y rito para la celebración sin el pueblo. Abarca el Misal
propiamente dicho y el Ordus cantus missae (sobre los cánticos
litúrgicos de las distintas partes de la Misa). Resumiendo podemos decir
que el Misal es el libro oficial para celebrar la Eucaristía y que contiene
las oraciones y los cantos que dirigimos a Dios (oración colecta, sobre
las ofrendas, prefacios, plegarias eucarísticas y poscomunión) además
del llamado “Ordinario de la Misa” o sea, lo que es común a todas las
misas (saludos, acto penitencial, Gloria, Credo, bendiciones, etc).

EL LECCIONARIO (OLM): Repartido en varios tomos, contiene las


lecturas bíblicas de todo el año litúrgico, en 3 ciclos anuales (A,B,C).
Recoge lo más importante de la Biblia. Son lecturas muy bien escogidas
y concuerdan con el espíritu del ciclo anual temporal y santoral, y
particularmente dominical.

33
LA LITURGIA DE LAS HORAS (LH 1979): Oración de alabanza de la
iglesia, que tiene por objeto extender a las diversas horas canónicas la
glorificación de Dios que alcanza su cumbre en la oración eucarística.
El nombre actual viene a sustituir al más antiguo de Oficio Divino y
sustituye al Breviario. Comprende cuatro volúmenes: I. Tiempo de
Adviento y de Navidad; II. Tiempo de Cuaresma y de Pascua; III.
Tiempo ordinario (semanas 1-17); IV. Tiempo ordinario (semanas 18--
34). Tiene su propio Leccionario.

EL PONTIFICAL ROMANO: Son las celebraciones propias del obispo


(ordenaciones, bendición de oleos, confirmación, institución de los
ministerios laicales, Coronación de Sagradas Imágenes, dedicación de
Templos y altares, etc.). Consta de los siguientes:

❖ Ritual de la Confirmación (RC 1976)

❖ Ritual de ordenación del diácono, del presbítero y del obispo (RO


1977)

❖ Ritual para instituir acólitos y admitir candidatos al diaconado y


al presbiterado, y para la promesa de observar el celibato (RLA)

❖ Ritual de la consagración de vírgenes (RCV)

❖ Ritual de la bendición de un abad o una abadesa (RBNA)

❖ Ritual de la bendición del óleo de los catecúmenos y enfermos y


de la consagración del crisma (RBO)

❖ Ritual de la dedicación de iglesias y de altares (DCA1980) y el


Ceremonial de los Obispos (CO)

EL RITUAL DE LOS SACRAMENTOS Y


SACRAMENTALES: (bautismo, matrimonio, reconciliación, etc.).
Consta de los siguientes:

❖ Ritual del bautismo de niños (RB 1970)

❖ Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA 1976)

❖ Ritual de la penitencia (RP 1975)


❖ Rito de la sagrada comunión y del culto de la eucaristía fuera de
la misa (1974)

34
❖ Ritual del matrimonio (RM 1970)

❖ Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos (RUE 1974)

❖ Ritual de la profesión religiosa (RPR 1979)

❖ Ritual de exequias (RE 1971)

❖ Bendicional (B), con 41 ritos de bendición referidos a personas,


objetos, objetos litúrgicos,etc.

EL GRADUAL: con la música de los cantos interleccionales.

EL ORACIONAL: Es el libro de la oración de los fieles, que se reza


después del Credo y donde elevamos nuestras peticiones por la Iglesia,
por el mundo y nuestras necesidades particulares.

RITO DE CORONACIÓN DE IMÁGENES DE VIRGEN

EL CALENDARIO LITÚRGICO

EL MARTIROLOGIO

Al inicio de la Iglesia sólo se usaban el Antiguo y el Nuevo Testamento. Al


desarrollarse las ceremonias litúrgicas también se hizo necesario el desarrollo
de los libros para una riqueza litúrgica. Así nació el Canon de la Misa, con los
primitivos dípticos para recordar las intenciones y nombres recomendados de
la comunidad cristiana.

Actualmente, para la celebración de la Misa sólo son necesarios algunos de


estos: el Misal Romano, que consta del Misal propiamente

CAPITULO 13
ELEMENTOS ARTÍSTICOS DE LA LITURGIA: LA MÚSICA
La música sagrada es aquella que, creada para la celebración del culto divino,
posee cualidades de santidad y de perfección de formas. La música sacra será
tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya
sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad,
ya enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados.

La música sagrada tiene el mismo fin que la liturgia, o sea, la gloria de Dios y
la santificación de los fieles. La música sagrada aumenta el decoro y esplendor
de las solemnidades litúrgicas. “La música sacra –dirá el papa Juan Pablo II-

35
es un medio privilegiado para facilitar una participación activa de los fieles en
la acción sagrada”.

La música no debe dominar la liturgia, sino servirla. En este sentido, antes de


San Pío X se celebraban muchas misas con orquestra, algunas muy célebres,
que se convertían a menudo en un gran concierto durante el cual tenía lugar la
Eucaristía. Ya se desvirtuaba la finalidad profunda de la música litúrgica, la
gloria de Dios. Amenazaba la irrupción del virtuosismo, la vanidad de la propia
habilidad, que ya no está al servicio del todo, sino que quiere ponerse en un
primer plano.

Todo esto hizo que en el siglo XIX, el siglo de una subjetividad que quiere
emanciparse, se llegara, en muchos casos, a que lo sacro quedase atrapado
en lo operístico, recordando de nuevo aquellos peligros que, en su día,
obligaron a intervenir al concilio de Trento, que estableció la norma según la
cual en la música litúrgica era prioritario el predominio de la palabra, limitando
así el uso de los instrumentos.

Géneros de música sagrada que se permiten en la Iglesia:

San Pío X ofreció como modelo de música litúrgica el canto gregoriano, porque
servía a la liturgia sin dominarla. Tras el concilio Vaticano II, con la introducción
de la lengua del pueblo en la celebración, la música cambió y se buscaron
otras melodías diferentes al gregoriano. Sin embargo, el principio de que el
canto debe servir a la liturgia continúa vigente.

Hoy, ¿qué música sagrada permite la Iglesia?: Se permiten el canto


gregoriano, la polifonía sagrada antigua y moderna, la música sagrada para
órgano y el canto sagrado popular, litúrgico y religioso.

También el Vaticano II permitió la música autóctona de los pueblos cristianos,


pero adornada de las debidas cualidades. La Iglesia aprueba y admite todas
las formas musicales de arte auténtico, así vocal como instrumental. Pero de
nuevo debemos recordar el principio: la música debe servir a la liturgia, no
dominarla.

Entre todos estos géneros musicales, la Iglesia da la preferencia al canto


gregoriano, que es el propio de la Liturgia romana y al que San Pío X califica
de supremo modelo de toda música sagrada, el único que heredó de los

36
antiguos Padres, y que custodió celosamente durante el curso de los siglos en
sus códices litúrgicos.

Instrumentos que son admitidos:

Nos contesta el Concilio Vaticano II: “En el culto divino se pueden admitir otros
instrumentos, a juicio y con consentimiento de la autoridad eclesiástica
territorial competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso
sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la
edificación de los fieles” (Sacrosanctum Concilium, n. 120).

Principios que ofrece el Papa para la música dentro de las celebraciones


litúrgicas católicas:

“Ante todo es necesario subrayar que la música destinada a los ritos sagrados
debe tener como punto de referencia la santidad”.

“No puede haber música destinada a las celebraciones de los ritos sagrados
que no sea primero verdadero arte”. Sin embargo, “esta cualidad no es
suficiente” advierte el Santo Padre. “La música litúrgica debe en efecto
responder a sus requisitos específicos: la plena adhesión a los textos que
presenta, la consonancia con el tiempo y el momento litúrgico a la que está
destinada, la adecuada correspondencia con los ritos y gestos que propone”.

“El sagrado ámbito de la celebración litúrgica no debe convertirse jamás en


laboratorio de experimentos o de prácticas de composición y ejecución
introducidas sin una atenta revisión”, dice además el papa. El canto
gregoriano, dice luego Juan Pablo II, “ocupa un lugar particular”; pues “sigue
siendo aún hoy el elemento de unidad” en la liturgia.

En general, señala el papa, el aspecto musical de las celebraciones litúrgicas


“no puede ser dejado a la improvisación, ni al arbitrio de los individuos, sino
que debe ser confiado a una bien concertada dirección en respeto a las normas
y competencias, como fruto significativo de una adecuada formación litúrgica”.
Por ello, en el campo litúrgico, el Papa señala “la urgencia de promover una
sólida formación tanto de los pastores como de los fieles laicos”.

El papa Benedicto XVI enumera otros criterios sobre la música sagrada, que
son importantes destacar:

37
❖ La letra de la música litúrgica tiene que estar basada en la Sagrada
Escritura.

❖ La liturgia cristiana no está abierta a cualquier tipo de música.

❖ Nuestro canto litúrgico es participación del canto y la oración de la gran


liturgia, que abarca toda la creación. Así vencemos el subjetivismo y el
individualismo, que llevaría al virtuosismo y a la vanidad.

CAPITULO 14
MOBILIARIO LITÚRGICO DEL TEMPLO
Veamos el mobiliario litúrgico del templo es decir, el conjunto de muebles y
enseres que adornan o completan el templo:

PILA DE AGUA BENDITA: Es lo primero que se encuentra, al entrar


en una iglesia, es una o dos pilas de agua bendita. Es un símbolo:
purificarnos antes de comenzar una acción litúrgica en el templo
sagrado. Esta agua bendita es un sacramental, que debemos
aprovechar con devoción, fe y reverencia.

PILA BAUTISMAL: Los antiguos baptisterios han quedado hoy


reducidos a una pila de piedra o de mármol, más o menos grande y
artística. Se la coloca en un ángulo de la Iglesia contigua al cancel,
también en una capilla separada por una verja. Hoy se tiende a
emplazarlas en el presbiterio. A todo buen cristiano debe inspirar
agradecida devoción la pila, donde fue espiritualmente regenerado y
hecho hijo adoptivo de Dios y miembro de la comunidad eclesial.

PÚLPITO: Estaba adosado al muro o en alguno de los pilares de la


nave o del presbiterio. Hoy lo suplen los ambones o simples atriles de
la sede presbiteral con su micrófono. Desde el púlpito se predicaban los
sermones, la voz llegaba fuerte a la gente y el sacerdote podía ver a
todos desde el mismo.

AMBÓN: Es el lugar desde donde se proclama la Palabra de Dios,


hacia el cual se dirige espontáneamente la atención de los fieles
durante la liturgia de la Palabra. El Misal señala: “Conviene que en
general este sitio sea un ambón estable, no un atril portátil”. En la
introducción al Leccionario especifica: “un lugar elevado, fijo, dotado de

38
la adecuada disposición y nobleza, de modo que corresponda a la
dignidad de la Palabra de Dios y al mismo tiempo recuerde con claridad
a los fieles que en la misa se prepara la doble mesa de la Palabra y del
Cuerpo de Cristo”. Se usa sólo para proclamar las lecturas, cantar o leer
el salmo responsorial y el pregón pascual, hacer la homilía y la oración
de los fieles. No debe usarse para el guía ni para el cantor o director de
coro.

EL CONFESIONARIO: donde Cristo, a través de su Iglesia, en la


persona del sacerdote, administra y ofrece el sacramento de la
confesión para el perdón de los pecados de los hombres. A partir del
concilio de Trento, en el siglo XVI, aparecieron los confesonarios
cerrados a los lados, con paredes provistas de rejilla. Los confesonarios
actuales son funcionales y prácticos, y están situados en lugares
especiales de la iglesia o en capillas penitenciales.

LAS ALCANCÍAS: destinadas a recoger las limosnas de los fieles,


para el culto, la caridad de los necesitados, o necesidades de la
parroquia, para las vocaciones. Dichas alcancías sirven para fomentar
la caridad y la generosidad de todos.

LOS BANCOS: Para sentarnos y escuchar la Palabra de Dios, pasar


un rato de meditación íntima con el Señor.

LAS IMÁGENES: Ya sean pinturas o esculturas. Son incentivos de


devoción, medios de instrucción y elementos decorativos para el culto
de Dios y de los santos. No deben ser excesivos, deben ponerse en
justo orden, y no distraer la atención de los fieles. No son signos de
superstición ni de idolatría. A Dios Padre se le representa como un
anciano venerable. A Cristo: se le representa en el crucifijo, o el
Sagrado Corazón, o sus emblemas: Buen Pastor, el Cordero, el
Pelícano. La figura típica del Espíritu Santo es la paloma, o las lenguas
de fuego. Los ángeles son figuras aladas. El Vía crucis representa el
camino de la cruz y las escenas de la Pasión del Salvador,
recordándonos el camino doloroso de Jesús para salvarnos.

LAS LÁMPARAS: Las velas se encienden para los actos litúrgicos.


Siempre queda encendida una lámpara, la del sagrario. Ella es fiel

39
centinela que asiste día y noche, en nombre del pueblo cristiano, al
Divino solitario del sagrario, Jesús. Esa lamparita da fe de la presencia
real de Jesús sacramentado. Simboliza también nuestra vida que debe
ir consumiéndose al servicio de Dios, en el silencio de nuestra entrega
generosa y abnegada.

EL ÓRGANO: En el rito latino ha sido el instrumento más tradicional.


Existe para el órgano una bendición ritual, antes de su inauguración
para el culto. Así dice el documento del Vaticano II: “téngase en gran
estima en la iglesia latina, el órgano de tubos, como instrumento musical
tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las
ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia
Dios y hacia las realidades celestiales” (SC. nº 120).

CAPITULO 15
LOS LUGARES DE LA CELEBRACIÓN
Para la celebración litúrgica hay unos espacios especialmente significativos.
Se entiende por espacio celebrativo los lugares donde se desarrollan las
acciones litúrgicas. Estos espacios litúrgicos que alberga toda Iglesia son:

EL BAPTISTERIO: Se trata del lugar destinado a la celebración del


bautismo y en el que se encuentra la fuente bautismal. En los templos el
baptisterio está cerca de la puerta principal. Ello tiene un significado: nos
recuerda que el bautismo es la puerta de entrada en la Iglesia, y, así, a la
vida de los hijos de Dios. El ritual del bautismo lo describe así: “El
baptisterio –es decir, el lugar donde brota el agua de la fuente bautismal o
simplemente, está colocada permanentemente la pila– debe ser reservado
al sacramento del Bautismo y ser verdaderamente digno, de manera que
aparezca con claridad que allí los cristianos renacen del agua y del Espíritu
Santo”.

LA NAVE: Se denomina nave a la parte central del templo, destinada a la


asamblea que celebra la liturgia bajo la presidencia del ministro que
representa a Cristo. No hay manifestación más transparente de la
Iglesia que esta: la reunión de los bautizados para la celebración de la
Misa. Este espacio va desde la puerta de entrada hasta el espacio del
presbiterio. Es un gran espacio, signo de una comunidad amplia, abierta

40
que tiene su fundamento no en sí misma sino en Cristo muerto y
resucitado.

LAS CAPILLAS LATERALES: Son como otras tantas pequeñas Iglesias


dentro de la principal. Responden al deseo de dar culto a Santos locales y
universales de mayor devoción

TORRES Y CAMPANARIOS: Indican la presencia de Dios en ese lugar.


Los campanarios rematan, la mayoría de veces, con una cruz, veleta o
gallo. La cruz proclama el signo de Cristo; la veleta recuerda los vaivenes
de la fama y lo efímero de la vida; y el gallo es símbolo de la vigilancia.

CRIPTA: Los primeros cristianos la usaban como sepulcro para sus


santos mártires y para sitio de reunión en el día del aniversario de su
martirio. Con el tiempo, cada cripta sepulcral se convirtió en una pequeña
capilla sobre la que se erigieron luego otras iglesias superiores, haciendo
coincidir los altares de ambas.

LA SACRISTÍA: Aunque estrictamente no forma parte de los lugares de


celebración, tiene un papel importante en la preparación del culto y en su
digna realización. Es la sala donde normalmente se revisten y preparan los
ministros antes de salir a la celebración. Es también el lugar donde se
guardan los objetos, vestidos y utensilios litúrgicos.

EL CONFESIONARIO (Sede Penitencial): Es el lugar donde se celebra el


sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación. Toma el nombre del
aspecto más característico del mismo, la confesión de los pecados ante el
sacerdote. Los confesionarios se encuentran cerca de la nave, una sede
(asiento), normalmente de madera para oír confesiones, en un lugar
patente y provisto de rejillas entre el penitente y el confesor que puedan
utilizar libremente los fieles que así lo deseen.

EL PRESBITERIO: Se llama presbiterio al área en torno al altar, un poco


elevado y distinto de la nave. Es un espacio particularmente digno y
significativo. El presbiterio debe quedar bien diferenciado respecto a la
nave del templo, sea por su diversa elevación, sea por una estructura y
ornato peculiar. En el presbiterio existen tres elementos: altar (lugar del
sacrificio eucarístico), sede (lugar de presidencia) y ambón (lugar de la
proclamación de la Palabra de Dios).

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EL ALTAR: Es el elemento más relevante de lo que encontramos en el
edificio de la iglesia. Es el centro de nuestra celebración. Es signo de Cristo
y, por tanto, merece toda nuestra veneración: los ministros lo besan, lo
inciensan, se inclinan ante él, se ilumina. El altar es, simultáneamente, el
ara donde se realiza sacramentalmente el único sacrificio de Cristo en la
cruz, la mesa del Señor –dispuesta con blancos manteles– en torno al cual
se congrega el único Pueblo de Dios para recibir el alimento, el Cuerpo y la
Sangre de Cristo.

EL AMBÓN: Es el lugar litúrgico para la proclamación de la Palabra de


Dios. La palabra latina “ambo” proviene del griego “anabaino”, subir, y
designaba un sitio elevado, la tribuna, con barandilla y atril, cerca de la
nave.

LA SEDE: Es el asiento reservado para el que preside la asamblea


litúrgica, modera la oración y exhorta a la comunidad de los fieles reunida
para la celebración eucarística. La sede es signo de la presencia de Cristo,
a través de su ministro, preside a su iglesia. La sede del Obispo recibe el
nombre de Cátedra.

EL SAGRARIO o TABERNÁCULO: El sagrario (lugar donde se guarda


lo sagrado) o el tabernáculo (tienda de campaña: de ahí la fiesta de los
Tabernáculos o tienda de encuentro) es el lugar donde se conserva la
eucaristía después de la celebración para que pueda ser llevada a los
enfermos o puedan comulgar fuera de la misa los que no han podido
participar en ella. Ahora, la verdadera “tienda” o “tabernáculo” es Cristo
mismo. La lámpara que luce junto al sagrario, indica y honra la presencia
de Cristo.

CAPITULO 16
EL ALTAR
Representa a Cristo y es la mesa de su sacrificio y del banquete celestial, para
quienes caminamos hacia la eternidad. Es el corazón del templo. Por eso se
lo besa, se lo inciensa. Tiene que ser de piedra o mármol, al principio el altar
era de madera, pero más tarde se prefirió que fuera de piedra que simboliza a
Cristo como roca viva. ¡Es Cristo visible! Ya desde el Antiguo Testamento se
construían altares para los sacrificios a Yahvé. Tiene que ser alto, grande.

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En la celebración eucarística, el centro del altar lo utiliza exclusivamente el
Obispo o el Sacerdote, nunca el diácono ni menos el acólito o laico, porque es
ahí donde se realiza el memorial de Cristo: La Eucaristía.

El altar tiene sus accesorios:

EL MANTEL: pues es banquete lo que se celebra sobre el altar. En esa


“mesa” Dios Padre nos servirá a su Hijo Jesús, como Cordero
inmaculado, para alimento del alma.

CANDELERO: es la luz de la presencia de Cristo.

EL CRUCIFIJO: colocado sobre el altar, pues cada misa es Calvario


donde participamos de la cruz de Cristo.

VASOS Y UTENSILIOS SAGRADOS: El templo es como el palacio de


Dios; el sagrario su recámara y como su sala de recepción; el cáliz, la
patena, el copón y la custodia son a modo de vajilla sagrada de la mesa
eucarística. Todos estos vasos y utensilios son sagrados. El cáliz y la
patena se usan para la celebración del Santo Sacrifico de la misa. El
copón y la custodia sirven para conservar, trasladar o exponer el
Santísimo Sacramento. Vaso subsidiario es la teca o cajita, usada para
llevar la comunión a los enfermos.

También son objeto de culto las crismeras, las vinajeras y el vasito de las
abluciones; el incensario con la naveta, la campana o campanilla, las
bandejas, el acetre o calderillo con agua bendita para las bendiciones y
aspersiones; lleva dentro un hisopo.

CAPITULO 17
EL TEMPLO
El templo “es el edificio en el que se reúne la comunidad cristiana para
escuchar la Palabra de Dios, para orar unida, para recibir los Sacramentos y
celebrar la Eucaristía”. Está consagrado para el culto a Dios. Es verdad que
Dios está presente en todas partes, pero quiere tener un lugar visible de su
presencia en este mundo. Y esto es el templo, la casa de Dios, que más
comúnmente llamamos “Iglesia”. Por eso, siempre que vemos una iglesia, nos
acordamos de que Dios está presente en el mundo y hacemos la señal de la
cruz.

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Al inicio, los primeros cristianos daban culto a Dios en casas particulares. Lo
requería la discreción y la prudencia, pues los emperadores romanos impedían
todo culto público. Fue Constantino en año 313 d.C. el que permitió el culto
público y lo revistió de solemnidad y magnificencia. Y fue él, el que mandó
construir las basílicas, que eran edificios muy grandes, en un inicio dedicadas
al rey o emperador, y después ofrecidas a Dios, el Rey de reyes.

En un templo la cabecera es donde está el retablo mayor y los pies del templo
son la entrada principal. El ábside, la cabecera del templo litúrgicamente
orientada debe mirar al punto por donde sale el sol. Así Cristo es el sol naciente
que trae la luz y la salvación al mundo. Si los judíos orientan sus sinagogas
mirando al Templo de Jerusalén y los musulmanes sus mezquitas mirando
hacia la Meca, así los cristianos hemos tenido la costumbre considerada como
tradición apostólica desde tiempos de la Iglesia antigua de mirar mientras
oramos hacia el oriente, de tal manera que el pueblo e incluso hasta hace poco
el sacerdote convergían sus miradas en esa dirección. Cristo está simbolizado
por el sol naciente que volverá en el último amanecer de la historia.

Los templos tienen fundamentalmente dos lugares bien definidos: la nave,


donde está el pueblo participante de la Asamblea y el presbiterio, sitio donde
se sitúan los ministros para la celebración. El elemento más importante del
presbiterio y centro del espacio celebrativo es el altar, punto de referencia y
principio de unidad, centro de toda la liturgia eucarística.

El altar es la mesa del Señor. Así pues es ara y mesa a la vez. Debe ser fijo,
estar consagrado y se dedica a Dios. El altar se recubre con un mantel y sobre
él o cerca debe haber un crucifijo y dos candeleros al menos. También en el
presbiterio se sitúa el ambón, lugar para la celebración de la palabra y la sede,
lugar donde se sienta el presbítero que preside la Eucaristía.

Se recomienda que el sagrario ocupe una capilla lateral dentro de la iglesia


para que el Sacramento pueda ser adorado fuera de la Misa aunque a veces
por falta de espacio el sagrario se encuentre en el mismo presbiterio.

Un elemento al que hoy día no parece prestársele ninguna importancia es la


orientación del templo, que siempre ha sido en la tradición cristiana mirando al
oriente (oriens significa oriente y orientarse es dirigirse al oriente, al este).
Los templos se pueden construir de diferentes formas:

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Trazados en forma de cruz y orientados hacia el este, es decir hacia
Jerusalén.

Otros se construyen de forma cuadrada. Símbolo del Norte, Sur, Este


y Oeste, es decir una iglesia para todas las naciones.

También se construyen de forma octogonal que simboliza los ocho días


desde el nacimiento de Jesús hasta el día de su circuncisión.

Durante siglos se han ido construyendo diversos tipos de templos dedicados


a Dios:

BASÍLICA: la basílicas mayores son siete y están en Roma; las


menores, por todo el mundo, y ha sido el papa quien ha querido
honrarlas con ese título.

CATEDRAL: donde tiene la sede o cátedra el obispo.

IGLESIA ABACIAL: donde tiene su sede un abad mitrado.

IGLESIA PARROQUIAL: para atender espiritualmente a un grupo de


fieles y a cargo del párroco y sus colaboradores sacerdotes, en una
localidad o territorio delimitado.

IGLESIA CONVENTUAL: que pertenece a comunidades religiosas.

IGLESIA PENITENCIAL: que pertenece a una Cofradía.

CAPILLAS

ORATORIOS PÚBLICOS, SEMIPÚBLICOS O PRIVADOS.

CAPITULO 18
LA INCENSACIÓN
El rito de incensación expresa reverencia y oración. La materia que se coloca
en el incensario debe ser incienso puro o en caso de agregarle alguna
sustancia se debe procurar que la cantidad de incienso sea mucho mayor.

En cuanto a la forma de incensar siempre ha de hacerse con movimientos


dobles únicamente. Antes y después de incensar se debe hacer una
inclinación profunda a la persona u objeto que se inciensa. Con tres
movimientos dobles se inciensa: el Santísimo Sacramento (que ha de hacerse
de rodillas), la reliquia de la Santa Cruz, las imágenes del Señor o de de la

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Virgen, los dones para el sacrificio, la cruz del altar, el Evangelario, el Cirio
Pascual, el ministro celebrante y el pueblo. Con dos movimientos dobles se
inciensa en el resto de los casos. Antes y después de la incensación se debe
hacer una reverencia profunda a la persona u objeto que se inciensa, a
excepción del altar y los dones para el sacrificio de la Misa.

En la Misa se puede incensiar durante la procesión de entrada; al comienzo


de la Misa para incensiar primero a la cruz si está sobre el altar y si no lo está
cuando pase ante ella, después al altar; en la procesión y proclamación del
Evangelio al Evangeliario; en la preparación de los dones, que se inciensan
las ofrendas, el altar, la Cruz, al Obispo o presbítero, a los concelebrantes y al
pueblo. También se inciensa, de rodillas, en el momento de mostrar la hostia
y el cáliz, después de la consagración. En la bendición con el Santísimo
Sacramento se le inciensa durante el momento mismo de la bendición,
colocándose el turiferario ante el altar de rodillas como en la consagración. Las
imágenes se inciensan sólo al comienzo de la celebración, no en el ofertorio.

CAPITULO 19
LAS VESTIDURAS SAGRADAS
Las vestiduras pertenecen a los elementos materiales de la liturgia. Tienen
también su profundo significado. Vestir una determinada ropa significa asumir
la personalidad correspondiente, asumir una identidad, puesta de manifiesto
en esas vestiduras. Estas vestiduras no indican un poder sobre nadie; sino un
servicio a los demás.

El Presidente y los demás ministros de la celebración son los únicos que se


revisten de modo simbólico para su ministerio. En los primeros siglos del
cristianismo no parece que los ministros se revistieran de modo especial, salvo
las vestiduras romanas propias de los días festivos. Con el tiempo, al dejar de
usarse estas vestiduras para el uso civil se mantuvieron para los actos de culto
y de esas vestiduras derivan las actuales.

Vestiduras del diácono:

DALMÁTICA: Del latín “dalmatica vestis”, túnica o vestidura


de Dalmacia. Vestido litúrgico en forma de túnica hasta las rodillas, con
mangas amplias, que usan los diáconos sobre el alba y la estola. Los

46
primeros cristianos la tomaron de los romanos y éstos, del pueblo de los
dálmatas (hoy países balcánicos). La vestían las personas de dignidad.

ESTOLA CRUZADA: Del hombro izquierdo hacia el costado derecho,


en forma descendente.

Vestiduras del presbítero o sacerdote:

AMITO: Pequeño lienzo rectangular, de lino blanco, colocado debajo


del alba que pueden usar los ministros sobre los hombros y alrededor
del cuello, debajo del alba, para ocultar los vestidos comunes. Tenía un
significado alegórico: servía en defensa contra las tentaciones
diabólicas y la moderación de las palabras. Hoy ya no se suele usar,
porque las albas vienen confeccionadas de forma que cubran el cuello,
y ya no con cuello en forma de V.

ALBA: Del latín “alba”, blanca. Es una vestidura litúrgica común a todos
los ministros. Es una túnica talar blanca de mangas largas que cubre
todo el cuerpo y se reviste sobre el vestido común. El sacerdote
representa con esa alba la pureza que el hombre recibe por los méritos
del misterio pascual de Cristo. También significa la penitencia y la
pureza de corazón que debe llevar el sacerdote al altar. El alba se coloca
sobre el clergyman o la sotana.

ROQUETE: Del latín “Rochetum”, especie de alba corta, hasta la altura


de las rodillas, que se usa sobre la sotana o el hábito religioso. También
se llama sobrepelliz. Puede ser usada por el sacerdote o el diácono para
exponer el Santísimo, para una celebración de Bautismo o para un
matrimonio.

CÍNGULO: Del latín “cingulum”, cinturón. Es cuerda o cordón con la


que se ajusta el alba a la altura de la cintura. Aunque su uso es
simplemente utilitario, sin embargo, podríamos ver que con el cíngulo el
sacerdote ata a la pureza del alba a todo el mundo, a los fieles y los
lleva al altar para ofrecerlos en la celebración.

ESTOLA: Del griego “stolé”, vestido. Es prenda de tela alrededor del


cuello del sacerdote, usada para las celebraciones litúrgicas. La usan
los obispos y presbíteros, colgando del cuello hacia delante; y los
diáconos, desde un hombro hasta la cintura atravesando en diagonal la

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espalda y el pecho. Es símbolo de los poderes sagrados que recibe el
sacerdote, como pastor que lleva a sus ovejas sobre sus hombros, como
maestro que enseña a sus discípulos; como guía que conduce a las
almas hacia la vida eterna.

CASULLA: Del latín “casula”, cabaña. Vestimenta litúrgica amplia y


abierta por los costados para la celebración de la Misa. Se usa sobre el
alba y la estola. Confeccionada en tela, tiene la forma de una capa
cerrada por delante o poncho. Cambia su color según la celebración y
el tiempo litúrgico. Simboliza la caridad que cubre todos los pecados.

Vestiduras del obispo:

MITRA: Gorro que usan los obispos y abades desde el siglo X. Está
formado por dos trozos de tela acartonada cosidos o pegados por los
costados, y abierto en la parte superior con doble pico. Símbolo del
poder y servicio espiritual.

ÍNFULAS: Cintas que cuelgan detrás de la mitra. Significan que el


ministro debe poseer la ciencia del Antiguo y del Nuevo Testamento.

ANILLO: Del latín “anellus”, anillo. Insignia propia de los obispos.


Simboliza su desposorio con la Iglesia local o diócesis. También pueden
usarlo algunos abades y abadesas. El anillo que se impone al obispo
significa que contrae sagradas nupcias con la Iglesia. El anillo recuerda
también la necesidad de ser sólido “eslabón” en la cadena de la
sucesión que le une a los Apóstoles.

BÁCULO: Del latín “baculum”, bastón. Insignia litúrgica propia del


obispo como pastor de la comunidad; lo recibe el día de su ordenación
y lo usa cuando preside una celebración en su diócesis. Simboliza que
es buen pastor de las ovejas, que apacienta, instruye, guarda y las
defiende, como Cristo, el Buen Pastor.

SOLIDEO: Del latín “solus”, solo, y “Deo”, a Dios. Gorro de tela en


forma de casquillo que usan los obispos, cubre la coronilla y se descubre
ante el Santísimo, en la Consagración y en la Adoración de la Cruz del
Viernes Santo. Si son obispos, el color del solideo es violeta; si son
cardenales, es rojo, y el Papa lo usa de color blanco. Simboliza la
protección de Dios y la dedicación a Dios.

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PECTORAL: Del latín “pectus”, pecho. Es cruz de metal, madera, marfil
que llevan los obispos sobre el pecho, como insignia de su cargo y
dignidad. En la celebración de la Misa pueden llevarla sobre la casulla.
El día de la ordenación episcopal toman y aceptan sobre sus espaldas,
de un modo más comprometido, la cruz de Cristo, que no faltará en su
ministerio episcopal.

CAPELO: Sobrero muy aparatoso con borlas rojas, usado por los
Cardenales.

Vestiduras del papa:

TIARA: Especie de mitra circular con triple corona que, desde el siglo
XII hasta el Papa Pablo VI, usaban los obispos de Roma como insignia
propia. Representaba el triple poder del Papa como obispo de Roma,
supremo pastor de la Iglesia y jefe de los Estados Pontificios.

Vestiduras de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión:

TÚNICA o TOGA: Vestidura sagrada que deben colocarse los


ministros para repartir la Comunión. Indica el respeto y la veneración
con que hay que repartir la Sagrada Comunión.

Otras vestiduras sagradas son:

CAPA PLUVIAL: Capa de honor que se usa en las procesiones, la


bendición eucarística y otras funciones.

HUMERAL: O paño de hombros, especie de rebozo que se pone en la


espalda para portar el Santísimo sin tocarlo con la mano.

PALIO EPISCOPAL: Especie de estola de color blanca salpicada de


cruces usado por los Arzobispos a modo de escapulario.

En definitiva, las vestiduras sagradas tienen una función pedagógica:


distinguen a las diversas categorías de ministros identificándolos, contribuyen
al decoro y a la estética de la celebración y con los colores litúrgicos ayudan a
entender el misterio que celebramos.

Con respecto a los colores de las vestiduras (sotana) de los clérigos: el blanco
es el color propio del Papa, el rojo de los Cardenales, el morado para los
Obispos y el negro para los Presbíteros. Las estolas van a juego con el color

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litúrgico del día. Para administrar el sacramento de la reconciliación se debe
usar estola morada (penitencial).

CAPITULO 20
EL DIACONADO PERMANENTE
Desde el Vaticano II los ministerios ordenados son de tres grados: diaconado,
presbiterado y episcopado. Como ministerios instituidos quedan el lectorado y
el acolitado, como sustitución de las antes llamadas "órdenes menores". La
mayor novedad estriba en la creación del diaconado permanente y su apertura
a los varones casados.

Para ser ordenado diácono se requiere ser varón, mayor de 25 años si se es


soltero o mayor de 35 años si se está casado y el consentimiento de la esposa
en este caso. Si al ser ordenado se está soltero le afecta el celibato de por
vida, si está casado y enviuda no puede volver a casarse.

Antes de ser ordenado diácono (orden que ya pertenece al clero) hay que
ejercer los ministerios de lector y acólito y recibir la formación adecuada que
en cada diócesis se imparte, además de ser considerado idóneo y digno para
recibirlo. Los documentos exigidos los relaciona el CDC nº 1050. Hoy día el
diaconado no tiene necesariamente que conducir al orden presbiterial, aunque
todos los presbíteros serán antes ordenados de diáconos.

En cada diócesis hay una delegación diocesana para los ministerios y el


diaconado permanente, a cuyo cargo está un delegado. Dirigiéndose a los
respectivos palacios arzobispales dan la información adecuada.

Diakonía significa servicio. El diácono es un colaborador del sacerdote y estará


al lado del presbítero ayudándole en todo lo referente al misal y al cáliz. Le
corresponde proclamar el Evangelio como cosa propia y la oración de los
fieles, las moniciones dirigidas al pueblo y reparte la comunión. Si no hay otros
ministros hace lo de los demás. También da la bendición con el Santísimo.

Su vestidura propia es la dalmática y llevan la estola cruzada del hombro


izquierdo a la cintura.

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CAPITULO 21
FUNCIONES DEL ACOLITO
Antes de ponerse en marcha la procesión de entrada hacia el altar para
comenzar la Eucaristía el turiferario ofrece al presidente el incensario para que
imponga el incienso.

Acto seguido comienza la procesión de entrada por este orden: turiferario, cruz
alzada con dos portadores de ciriales a ambos lados, siguen los demás
ministros y el diácono (si lo hay), que porta el Evangeliario en alto. Si no hay
diácono puede portarlo un acólito o un lector instituido, siguen
los concelebrantes siempre de dos en dos y el presidente sólo. Cierra la
procesión el maestro de ceremonias y los ministros del libro, mitra y báculo (si
preside el obispo). Los concelebrantes y ministros, cuando van caminando en
procesión o están de pie deben tener ante el pecho las palmas extendidas y
juntas, el pulgar de la mano derecha sobre el pulgar de la izquierda formando
una cruz.

Al llegar al altar el turiferario se coloca a la izquierda y entrega al presidente el


incensario para la incensación del altar, la Cruz y la imagen solemnemente
expuesta. Los ciriales se colocan en un sitio dispuesto para ello. Como norma
general se debe considerar que los acólitos que lleven algo en las manos no
hacen reverencia ni genuflexión al llegar al altar. El Evangeliario se coloca
sobre el altar, cerrado. Cuando los acólitos están en el presbiterio han de
cuidar de no tener sus asientos en el mismo rango que los diáconos y los
presbíteros, no siendo correcto que se coloquen directamente al lado del
celebrante salvo que estén sirviendo el libro. Permanecen en su sitio hasta el
Evangelio, al que sólo acude en procesión el turiferario, que ofrecerá el
incensario al diácono o concelebrante tras las palabras “Lectura del santo
Evangelio según...” para que inciense al Evangeliario y también se colocan a
ambos lados del ambón con los ciriales en alto permaneciendo así hasta el
final del mismo.

Siempre el acólito debe esperar a que el Presidente bendiga el incienso recién


añadido antes de retirarse. Mientras se proclaman las lecturas todos deben
mirar hacia el ambón, nunca al pueblo. El turiferario puede presentar el

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incensario al Presidente para que añada incienso mientras se entona el
Aleluya. Nunca debe el acólito hacer esperar a los celebrantes y siempre es
preferible que esté esperando el acólito a que haga esperar a los celebrantes.
Terminado de proclamar el Evangelio todos vuelven a su lugar dejando al
sacerdote solo para la homilía. La manera más correcta de tener las manos
durante los momentos en que se está sentado es colocadas sobre las rodillas,
tanto los acólitos como los ministros incluido el obispo salvo que lleve el
báculo.

En la preparación del altar uno de los acólitos lleva el cáliz y la patena con las
formas y los corporales que extiende sobre el altar. Otro lleva las vinajeras
presentando primero la del vino con la mano derecha y retirándola con la
izquierda procurando ofrecer el asa al sacerdote. Igual hace con la del agua.
Estas tareas también las pueden hacer otras personas que expresamente
queden encargadas de ayudar a preparar la mesa.

En el Ofertorio para la incensación de las ofrendas se procede como antes


dijimos en lo referente a añadir incienso. En este momento de la Misa se
inciensa por parte del Presidente las ofrendas, al altar, la Cruz y finalmente el
acólito inciensa al Presidente y al pueblo. Se debe hacer inclinación profunda
de cabeza antes y después de incensiar, ya sea a personas o imágenes. Al
llegar al Sanctus los portadores de los ciriales se dirigen en procesión al pie
del presbiterio. Allí permanecen con los ciriales en alto hasta que termine la
Plegaria eucarística con el Amen conclusivo de la doxología final para marchar
de nuevo a sus puestos. El turiferario se sitúa de rodillas ante el altar
para incensiar, con tres golpes dobles, al Pan y al Vino consagrados en el
momento de mostrarlos el Presidente a la Asamblea.

En la comunión pueden ayudar a los celebrantes a repartirla, portando las


bandejas. Los acólitos comulgan antes, si van a hacerlo. Acaba la comunión
presentan las bandejas para ser purificadas, sirven el agua para limpiar el cáliz
y retiran el cáliz, los corporales y la patena. Antes de la bendición se levantan
los ciriales y así permanecerán hasta que acabada la Misa se inicie la
procesión de salida de manera similar a la de entrada. Es importante señalar
que los acólitos que sirven al presidente lo hacen siempre de frente,
procurando no darle nunca la espalda.

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Es muy importante señalar, en todos los momentos, que los acólitos no deben
establecer una barrera entre el presbiterio y el pueblo, de manera que impidan
la visión y la correcta participación de los fieles en la Eucaristía, debiendo
situarse siempre en lugares discretos y que no entorpezcan. De igual forma
deben mantener siempre una compostura seria, acorde con la importancia de
la función que están realizando. Debe existir siempre un lugar para dejar
los ciriales al objeto de que no los sostengan durante toda la Misa y los porten
en los momentos indicados. El lugar adecuado de los acólitos cuando no
cumplen ninguna función concreta es delante de sus asientos, sentados o en
pie, según el momento lo requiera.

Terminamos recordando los momentos en los que el Misal Romano autoriza


el uso del incienso durante la Misa:

❖ En la procesión de entrada.

❖ Al comienzo de la misa para incensar el altar, la Cruz y la imagen


solemnemente expuesta.

❖ En la procesión y proclamación del Evangelio.

❖ Durante el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, al sacerdote y


a la asamblea.

❖ Tras la consagración, al mostrar elevando el sacerdote el cáliz y la


sagrada forma.

El que inciensa sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte
superior a la altura del pecho y con la derecha por la parte inferior, cerca del
incensario y lo sostiene de manera cómoda de manera que pueda moverlo con
soltura. De igual forma recordamos que los ciriales deben mantenerse en alto
durante la lectura del Evangelio, durante la Plegaria eucarística y en la
bendición final.

Los golpes del incensario siempre serán dobles, pudiendo hacerse golpes
dobles o triples. Con dos golpes dobles se inciensa a las imágenes de la
Virgen o santos. Con dos golpes triples se inciensa a la Cruz, al Santísimo, al
sacerdote y al pueblo.
Esquema de actuación del Acólito Turiferario en la celebración eucarística:

❖ Antes de la procesión de entrada.

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❖ Al llegar al Altar se le ofrece al sacerdote para que éste inciense al Altar

❖ Antes del Evangelio se le ofrece al sacerdote para que inciense


al Evangelario (se le acercará durante el Aleluya).

❖ Tras la preparación de los dones se le ofrece al sacerdote para que


inciense los dones y el Altar. Posteriormente el turiferario inciensa al
sacerdote, concelebrantes si los hay y posteriormente al pueblo, en
todos los casos con dos golpes TRIPLES (al pueblo primero al frente,
luego a derecha e izquierda).

❖ Después del Sanctus el turiferario se coloca de rodillas ante el Altar e


inciensa con dos golpes triples tanto al Pan como al Vino consagrado.
Acabada la incensación puede volver a su sitio.

El Turiferario nunca pone el incienso en el incensario. Siempre lo pone el


Sacerdote, (al que se le ofrece la naveta) que debe bendecidlo. El Turiferario
hace reverencia profunda antes y después de inciensar al sacerdote y al
pueblo.

CAPITULO 22
FUNCIONES DEL SACRISTÁN
El sacristán debe conocer los horarios de las misas y dar las campanadas a
tiempo: la primera, media hora antes; la segunda, un cuarto de hora; y la
última, a la hora de empezar.

Procurará que estén todas las cosas necesarias acomodadas en su sitio,


cepilladas, limpias y listas para usarse, en cantidad suficiente (albas, estolas,
casulla, cíngulos, etc).

Si falta algo, lo consigue, o avisa a tiempo para que se prevea (hostias, vino,
agua). Sobre todo tiene aseado el presbiterio y presentables el altar y el
ambón.

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Se encarga del ambiente agradable: música ambiental, adorno, aseo, luz,
ventilación, temperatura, sonido.

Tiene que consultar el calendario litúrgico para ver las características del día
(categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de
precedencias, conoce el calendario y la tabla de fiestas movibles. Prepara las
lecturas del día y abre el Leccionario por la página oportuna.

Avisa cuando hay nuevas vestiduras, u objetos, para la bendición.

Hace genuflexión hasta tocar con la rodilla el suelo al pasar frente al Santísimo;
hace reverencia profunda al altar siempre que pase delante de él.

Procura que haya una lámpara encendida ante el Santísimo.


Cerca del Sagrario debe haber un vasito con agua para purificarse los dedos
y un purificador.

Conoce si la Misa se aplica por algún difunto y pone el oportuno aviso para el
celebrante.

CAPITULO 23
LOS MINISTERIOS LAICALES
Los Ministerios Laicales que hoy día pueden instituirse han quedado reducidos
a dos: Lectorado y Acolitado. Etimológicamente, la palabra acólito procede del
griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino, en referencia
al camino que se recorre en compañía. La figura del acólito está recogida
desde tiempos pretéritos en los rituales celebrativos de la iglesia, no en vano
hay documentos del siglo XVII en los cuales se hace ya referencia a su figura,
funciones y atuendo.

Mediante el motu propio Ministeria Quaedam (15-VIII-72) el papa Pablo VI


suprimió el subdiaconado y las cuatro órdenes menores
(Ostiariado, Lectorado, Exorcistado y Acolitado), estableciendo en su lugar los
ministerios antes citados de Lectorado y Acolitado. Se establece así una
frontera clara y diáfana entre ministerios ordenados (que se confieren
mediante la imposición de manos) y los demás ministerios, que pueden ser

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instituidos o simplemente confiados a los laicos, de manera estable u ocasional
(caso típico del que sale a leer o a decir unas preces en una ceremonia
concreta).

Centrándonos en los ministerios laicales instituidos diremos que se instituyen


en una ceremonia litúrgica que establece a un varón como lector, salmista o al
servicio del altar como ayudante del sacerdote, como ministro extraordinario
de la Comunión y de la Exposición del Santísimo. Esta institución la hace el
obispo o el superior de una Orden religiosa generalmente dentro de la Misa.
Al lector se le hace entrega de una Biblia y al acólito de patena con pan y cáliz
con vino, simbolizando su función.

Las funciones del Lector son:


• Proclamación de la palabra, excepto el Evangelio.

• Salmista.

• Director de canto o coro

• Intencionista en la Oración de los fieles.

• Monitor o comentador o guía

• Catequista litúrgico.

• Instructor de lectores ocasionales.

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