Curso de Liturgia
Curso de Liturgia
Curso de Liturgia
Permanente
LITURGIA
PBRO. FREDYS RICARDO MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, SBP.
1. ¿Quién es un diácono?
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ii. Cada diácono debe de cultivar un profundo amor y gran reverencia
por la Eucaristía (el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo).
Esa espiritualidad Eucarística es esencial para los ministerios
descritos anteriormente.
Cada diácono debe ser llamado por Dios a servir como su diácono. Este
llamado divino (vocación) al diaconado es identificado y alimentado a
través de la oración, el discernimiento, el estudio, y la comunicación
abierta con la esposa, los hijos, el párroco, los amigos y los feligreses
de la parroquia. Un llamado divino requiere una toma de conciencia de
que Dios está pidiendo un compromiso de por vida para servir a su
pueblo como un ministro ordenado de la Iglesia.
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ese llamado es auténtico. La formación, en este sentido, es una
jornada (proceso) de descubrimiento y conocimiento personal,
profundización en la fe y aprendizaje continuo que le ayudará a
decidir si el llamado que siente es al diaconado y si desea seguirlo.
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a) Dimensión Humana: Cada hombre que busca responder al llamado
de Dios al diaconado debe tratar de alcanzar madurez psicológica,
emocional y de relaciones. Clave para este crecimiento es un
verdadero conocimiento de sí mismo: reconocer las propias
cualidades y debilidades. Ello requiere un verdadero sentido de
humildad y un deseo de ser honesto y estar abierto al cambio.
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su esposo, con la meta de ayudarle a discernir su vocación y el posible
efecto que esta tendrá sobre su relación, su matrimonio y familia.
La regla del celibato, vivida al presente por los sacerdotes del Rito
Latino de la Iglesia Católica, requiere que un sacerdote permanezca
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célibe (soltero) como un testimonio viviente del Reino de Dios. Sin
embargo, tanto para los hombres casados y solteros que son llamados
al diaconado, la regla del celibato se aplica en forma diferente.
CURSO DE LITURGIA
CAPITULO 1
EL AÑO LITÚRGICO
El ritmo semanal con el domingo como día central es el primer eslabón de la
cadena del Año litúrgico. Con el tiempo, un domingo destacó sobre los demás:
fue el domingo de Pascua. En rigor, todos los domingos del año son
domingos pascuales, pascua semanal. La Iglesia desde el Siglo V ha impuesto
la obligación de santificar el día del Señor, día que comienza en las Vísperas,
o sea, en la tarde anterior (sábado) siguiendo la costumbre judía de contar los
días. También las solemnidades comienzan en la Víspera. Por este motivo la
misa vespertina del sábado "vale" para cumplir el precepto dominical porque en
rigor ya es domingo.
El domingo pascual, núcleo del Año litúrgico, quedó fijado por el Concilio
de Nicea reunido el año 325 que dispuso que la Pascua se celebrase el
domingo posterior al primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de
otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después
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del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección es fiesta variable,
ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de
marzo y el 25 de abril. Una vez fijado el domingo pascual de cada año se
establecen los demás tiempos movibles y sus fiestas: el tiempo pascual
(cincuenta días posteriores) y el tiempo cuaresmal (cuarenta días atrás)
además de las solemnidades que dependen de la fecha de Pentecostés
(Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón).
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Pascual, que comienza con la Misa vespertina en la Cena del Señor, del
Jueves Santo y se prolonga Viernes, Sábado Santo y el Domingo
de Resurrección. Triduo del Señor muerto, enterrado y resucitado. Es un error
muy extendido hoy día seguir llamando Domingo de Pasión al domingo anterior
al de Ramos (V de Cuaresma) cuando hoy día el domingo de Pasión es el
mismo del de Ramos ya que se denomina Domingo de Ramos en la Pasión del
Señor.
Los días que no son domingos de cualquier tiempo se llaman ferias. Según la
costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria segunda" y así
sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). Recuérdese el nombre tan clásico
y venerable de "feria V in Coena Domini" al Jueves Santo y el de "feria VI
in Passione Domini" al Viernes Santo. El sábado tiene su nombre propio
heredado de los judíos (Sabbat que significa descanso). El dies domínica,
(kyriaké emera) es el domingo, el día del Señor. Ese día fue el de la
resurrección de Cristo. Así nos lo cuentan los evangelistas (Mateo 28.1-7;
Marcos 16. 1-8; Lucas 24.1-12; Juan 20. 1-10). Es también ese día el elegido
por Jesús Resucitado para aparecerse a sus discípulos en el camino de Emaús
y en el Cenáculo. También al domingo se la ha llamado el “octavo día” por los
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Padres de la Iglesia, haciendo referencia al tiempo nuevo que abre la
resurrección y en otro sentido se le ha llamado el “tercer día” si se mira desde
la perspectiva de la Cruz. De los simbolismos expuestos considerarlo como
primer día de la semana será el más importante.
Terminamos con las palabras que la Constitución Litúrgica del Vaticano II (S.C.)
nos dice sobre el año litúrgico:
"La Santa Madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado
recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino
Esposo. Cada semana en el día que llaman del Señor, conmemora su
resurrección, que una vez al año celebra, junto con su santa pasión, en la
solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el
misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión,
Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor.
Conmemorando así los misterios de la redención, abre las riquezas del poder
santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo,
se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en
contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación.
Siglas empleadas:
CDC: Código de Derecho Canónico
NUALC: Normas Universales para el Año Litúrgico.
SC.: Sacrosanctum Concilium
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CAPITULO 2
LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
Las celebraciones de la Iglesia Católica se dividen en celebraciones del Señor,
de la Virgen y de los Santos, y a su vez, cada uno de estos grupos y
dependiendo de su grado de importancia en tres clases:
FIESTAS: Hoy día son veinticinco. Son días litúrgicos de menor rango
que las solemnidades y se celebran dentro del día natural, salvo que se
traten de fiestas del Señor que caigan en domingo, teniendo entonces
primeras Vísperas. Citaremos las fiestas de los distintos Apóstoles, el
Bautismo de Jesús, Sagrada Familia y otras.
MEMORIAS: Pueden ser obligatorias o libres, las obligatorias en el
calendario universal son sesenta y tres. Las memorias, tanto las
obligatorias como las libres, son conmemoraciones de los Santos y
algunas de la Virgen.
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Además, según el calendario litúrgico, tienen categoría de solemnidad las
siguientes celebraciones propias de cada lugar:
Las solemnidades del Señor pasadas a domingo se celebran como día propio
(Corpus y Ascensión), quedando la Epifanía en su fecha. El motivo es que el
pueblo de Dios no debe dejar de celebrar estas fechas y la legislación laboral
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(que en muchos países no las consideraba fiestas de descanso) impedía o
dificultaba su celebración, que además tiene en el domingo su día más
señalado.
CAPITULO 3
LOS COLORES LITÚRGICOS
Los colores litúrgicos empleados en la celebración de la Misa católica en las
vestiduras de los celebrantes son:
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DORADO: Simboliza triunfo y júbilo, se utiliza en las grandes fiestas en
especial en las misas del Domingo de Resurrección.
CAPITULO 4
PREEMINENCIA DE LOS DÍAS LITÚRGICOS
Dentro del calendario litúrgico existe un orden de precedencia, de importancia.
Esta tabla es la siguiente:
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13. Resto de los días feriales (Adviento hasta el 16 de diciembre, Navidad
desde el 2 de enero al sábado posterior a Epifanía, ferias del tiempo pascual
fuera de la octava y todas las ferias del tiempo ordinario).
CAPITULO 5
ELEMENTOS NATURALES DE LA LITÚRGIA
La Iglesia, cantora de la naturaleza y de su Creador y amante del simbolismo,
debía aprovechar para su liturgia algunos de esos elementos como signos
eficaces de valores sobrenaturales y salvíficos. El mismo Cristo los usó y les
comunicó virtudes secretas en orden a la vida sobrenatural. Por ejemplo: el
agua en el perdón, la saliva en el ciego, el hálito en el cenáculo, etc. Jesús
explotó su simbolismo en sus discursos y parábolas: la luz, sal, vid, grano de
mostaza, etc.
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AGUA: Es uno de los elementos más indispensables para la vida, y
henchido de simbolismo. Al principio del mundo, el Espíritu de Dios la
acarició con su soplo como elemento de fecundidad; eran aguas
repletas de vida vegetal y animal. Y Jesús la santificó con su contacto
en las corrientes del río Jordán. El agua con el crisma forma parte de la
materia del Bautismo. La Biblia está llena de fuentes, de pozos; y con
el agua del diluvio quiso Dios limpiar la maldad de la tierra. Y Jesús de
su costado abierto hizo brotar “sangre y agua”. Y su agua calma
siempre la sed.
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dice San Pablo. En la ordenación sacerdotal se ungen las
manos; en la episcopal, la cabeza.
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FLORES: Las flores naturales que adornan el altar y los santos
significan fiesta, alegría, exultación piadosa. En tiempo de cuaresma,
tiempo fuerte de penitencia y austeridad, aunque se pueden poner
algunas plantas, no debe haber, sin embargo, flores en las iglesias,
exceptuando el tercer domingo de cuaresma, domingo del “Laetare”, y
las solemnidades y fiestas que caen en cuaresma.
CAPITULO 6
OBJETOS LITURGICOS
CRUZ PROCESIONAL: Signo de nuestra Redención, del Sacrificio de
Cristo y de su victoria sobre la muerte. Precede toda procesión, y se
inciensa por ser signo de Salvación.
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culto. En la actualidad los copones suelen ser de menos estatura que
los cálices para distinguirlos de estos.
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celo y fervor; su fragancia: virtud; el humo que se eleva: las oraciones
que ascienden al cielo.
HUMERAL: Paño que cubre los hombros del ministro cuando lleva el
Santísimo Sacramento en procesión o cuando da la bendición con El.
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VIRIL: Pieza redonda, tradicionalmente de cristal transparente con
borde de oro o dorado, en que se pone la Sagrada Hostia para
sostenerla en la Custodia.
CAPITULO 7
LOS GESTOS LITURGICOS
No podemos vivir sin gestos y actitudes corporales. Ellos expresan, provocan
o dan realce a lo que pensamos y sentimos: el abrazo, el beso, el apretón de
manos, las lágrimas, el silencio,...y todos estos gestos surgen "naturalmente",
al compás de nuestros pensamientos y emociones.
"Por esta razón, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que
expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible,
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el pueblo cristiano pueda comprender fácilmente y participar en ellas por medio
de una celebración plena, activa y comunitaria" (SC 21).
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También son signo de veneración, de respeto y de acogida, pues el Pan
eucarístico no se coge sino que se acoge, se recibe.
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fraterna, de saludo cordial. Cuando los ojos están cerrados simbolizan,
no tanto que estamos durmiendo, sino que estamos en profundo
silencio y recogimiento para saborear la comunión, o las lecturas leídas.
Es falta de respeto, cuando se da la homilía, no mirar al predicador.
Simbolizaría desinterés total, despecho; también sería falta de
cordialidad e interés si el predicador no mirase a los fieles a la hora de
predicar. Cuando uno eleva los ojos hacia arriba está indicando petición
a Dios o desagravio por los pecados propios y de la humanidad.
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CANTAR: El que canta ora dos veces, decía San Agustín. El canto es
el afecto del corazón hecho música.
CAPITULO 8
LOS SIGNOS DE REVERENCIA: LAS POSTURAS
La Ordenación General del Misal Romano da unas normas claras de las
posturas corporales que hay que adoptar durante la Eucaristía. Para el Misal
Romano "la postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la
celebración, es un signo de comunidad y unidad de la Asamblea" (OGMR nº
42)
Las posturas corporales que el Misal Romano indica (OGMR 43) son las que
resumimos a continuación:
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Todas las oraciones deben oírse de pie como actitud de respeto y buena
disposición. Esta generalizada la costumbre (errónea) de oír sentados la
oración sobre las ofrendas.
❖ durante la homilía.
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realizan movimientos que tienen carácter procesional: al principio, antes
del evangelio, etc. También los fieles adoptan esta actitud al presentar
las ofrendas y cuando comulgan. Además, hay procesiones
excepcionales unidas al año litúrgico, como la del Domingo de Ramos
y la del Corpus Christi, o en circunstancias particulares de la vida de la
Iglesia, por ejemplo, la de una comunidad parroquial el día de las fiestas
patronales. La procesión simboliza, principalmente, el carácter
peregrinante de la Iglesia. También, a veces, es un signo muy expresivo
de fe y devoción. Deben hacerse con dignidad y respeto.
Fuera de las posturas propias de la Misa hay otras posturas que pasamos a
relacionar. Se pueden adoptar dos clases de posturas corporales: la
inclinación y la genuflexión:
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LA GENUFLEXIÓN: Se hace siempre con la rodilla derecha llevándola
hasta el suelo y significa adoración. Por ser signo de adoración está
reservada al Santísimo Sacramento y a la Santa Cruz en la liturgia del
Viernes Santo. En resumen, se debe hacer genuflexión cada vez que
pasemos por delante del Santísimo Sacramento e inclinación profunda
al altar todos los que se acercan al presbiterio o se alejan de él (por
ejemplo los que se han acercado para hacer alguna lectura o petición)
CAPITULO 9
LA PARTICIPACIÓN DE LOS LAICOS EN LA LITÚRGIA
Hablar de creatividad y participación litúrgica es un tema que puede
malinterpretarse. La liturgia es ejercicio del sacerdocio de Cristo, que se hace
visible en la Iglesia. Toda celebración litúrgica es acción de Cristo. En este
sentido, la liturgia es de la Iglesia, no de nadie en particular, por lo cual sus
ministros no pueden adueñarse de ella. "A nadie le está permitido, ni siquiera
al sacerdote, ni a grupo alguno, añadir, quitar o cambiar algo por propia
iniciativa" (SC 22 y también CDC 846). Para mejor ilustrar esta cuestión valgan
unas líneas tomadas de un libro del actual papa Benedicto XVI titulado “El
espíritu de la Liturgia. Una introducción”. La cita, larga pero obligada, dice así:
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tener cabida en la liturgia. La liturgia no vive de las «genialidades» de cualquier
individuo o de cualquier comisión”
Pese a lo anterior no debe pensarse que en la liturgia todo está cerrado y los
ministros deben limitarse a una mera repetición mecánica de los ritos,
oraciones y rúbricas. Liturgia no es sinónimo de rigidez aunque no admite la
arbitrariedad. Precisamente la no arbitrariedad es una de las características
de la liturgia: se sustrae a la intervención del individuo ya que en la liturgia y
mediante ella se entra en contacto con algo superior (Revelación) y se crea
una comunión universal que supera las iglesias locales. El Misal es
sumamente rico y variado en oraciones, prefacios, misas, como para que
pueda decirse que no hay una gran variedad de textos para escoger,
dependiendo lógicamente del calendario litúrgico y otras circunstancias. En
este aspecto es donde hay que encajar la creatividad litúrgica, escogiendo
dentro de la variedad y no inventando lo que no existe. La mejor pastoral que
puede hacerse consiste en una buena liturgia, no debe existir esa excusa tan
recurrida de lo pastoral para justificar una liturgia mal hecha.
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funciones y participación actual" (SC 26). La diferencia entre la participación
de los ministros ordenados y los laicos no sólo es de grado sino también
esencial.
CAPITULO 10
CONCEPTO DE LITURGIA
La palabra Liturgia viene del griego (leitourgia) y quiere decir servicio público,
generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad. Hoy se usa para
designar todo el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración
sacramental.
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4) Es la acción sagrada por excelencia, que ninguna oración o acción
humana puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no
de una persona o un grupo.
CAPITULO 11
LA LITURGIA Y EL CULTO
“La verdadera formación litúrgica no puede consistir en el aprendizaje y ensayo
de las actividades exteriores, sino en el acercamiento a la actio esencial, que
constituye la liturgia, en el acercamiento al poder transformador de Dios que,
a través del acontecimiento litúrgico, quiere transformarnos a nosotros mismos
y al mundo. Claro que, en este sentido, la formación litúrgica actual de los
sacerdotes y de los laicos tiene un déficit que causa tristeza. Queda mucho
por hacer”. BENEDICTO XVI.
Para la Iglesia, la liturgia es el culto oficial y público que se tributa a Dios, según
definió Pío XII. La renovación litúrgica producida en los últimos años culminó
en el Vaticano II, con la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia "Sacrosantum Concilium" (SC) promulgada por Pablo VI justo
cuatrocientos años después de la clausura del Concilio de Trento (4 de
diciembre de 1963) devolviéndose a la liturgia su sentido de celebración del
misterio pascual. Para la Iglesia posterior al Vaticano II la liturgia es "el
ejercicio del sacerdocio de Cristo" (SC 7). Se llaman litúrgicas aquellas
celebraciones que la Iglesia considera como suyas y están contenidas en sus
libros oficiales y se realizan por la comunidad y los ministros señalados para
cada caso como la Eucaristía, los sacramentos en general, la Liturgia de las
Horas y los sacramentales. Posteriormente a la SC han ido publicándose otros
documentos que aclaran aspectos y la desarrollan, así como advierten de
abusos y prácticas no aconsejables. Nos referimos a la la Revisión 2000
de la Institutio Generalis Missalis Romanis y a la Instrucción de la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
titulada Redemptionis Sacramentum (RS).
En definitiva, la liturgia de la cual forma parte el culto no es más que la historia
de los acontecimientos salvíficos y el ejercicio del sacerdocio de Cristo. En
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ningún caso debe considerarse la liturgia ni como la parte externa y sensible
del culto divino ni como un conjunto de leyes y preceptos que reglamentan los
ritos sagrados.
Desde que en 1570 Pío V impuso la unificación de los libros litúrgicos, en todo
Occidente sólo subsisten algunos casos muy contados de liturgias locales: la
mozárabe de Toledo (también llamado rito hispano, propia de España) la
ambrosiana de Milán y la lionesa de Lyón. Tras el Vaticano II, la Iglesia quiere
de nuevo "conservar y fomentar, con igual honor, otros ritos legítimos" (SC 4)
rompiendo la hegemonía de siglos de la liturgia romana sobre las locales. Los
ejemplos actuales más espectaculares de liturgias no-romanas nos llevan a
pueblos africanos.
CAPITULO 12
LOS LIBROS LITÚRGICOS
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Entre los elementos literarios de la Liturgia se destacan por su importancia y
riqueza Los libros Sagrados, los podemos definir, en sentido estricto, como
libros que sirven para las celebraciones litúrgicas y están expresamente
escritos para ese fin, con las debidas y oportunas autorizaciones. El libro
litúrgico es un elemento de la celebración y por tanto se le respeta y venera.
No deben sustituirse por ediciones de bolsillo ni por hojas sueltas, salvo casos
excepcionales. Los libros litúrgicos tras el Vaticano II son los siguientes:
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LA LITURGIA DE LAS HORAS (LH 1979): Oración de alabanza de la
iglesia, que tiene por objeto extender a las diversas horas canónicas la
glorificación de Dios que alcanza su cumbre en la oración eucarística.
El nombre actual viene a sustituir al más antiguo de Oficio Divino y
sustituye al Breviario. Comprende cuatro volúmenes: I. Tiempo de
Adviento y de Navidad; II. Tiempo de Cuaresma y de Pascua; III.
Tiempo ordinario (semanas 1-17); IV. Tiempo ordinario (semanas 18--
34). Tiene su propio Leccionario.
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❖ Ritual del matrimonio (RM 1970)
EL CALENDARIO LITÚRGICO
EL MARTIROLOGIO
CAPITULO 13
ELEMENTOS ARTÍSTICOS DE LA LITURGIA: LA MÚSICA
La música sagrada es aquella que, creada para la celebración del culto divino,
posee cualidades de santidad y de perfección de formas. La música sacra será
tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya
sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad,
ya enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados.
La música sagrada tiene el mismo fin que la liturgia, o sea, la gloria de Dios y
la santificación de los fieles. La música sagrada aumenta el decoro y esplendor
de las solemnidades litúrgicas. “La música sacra –dirá el papa Juan Pablo II-
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es un medio privilegiado para facilitar una participación activa de los fieles en
la acción sagrada”.
Todo esto hizo que en el siglo XIX, el siglo de una subjetividad que quiere
emanciparse, se llegara, en muchos casos, a que lo sacro quedase atrapado
en lo operístico, recordando de nuevo aquellos peligros que, en su día,
obligaron a intervenir al concilio de Trento, que estableció la norma según la
cual en la música litúrgica era prioritario el predominio de la palabra, limitando
así el uso de los instrumentos.
San Pío X ofreció como modelo de música litúrgica el canto gregoriano, porque
servía a la liturgia sin dominarla. Tras el concilio Vaticano II, con la introducción
de la lengua del pueblo en la celebración, la música cambió y se buscaron
otras melodías diferentes al gregoriano. Sin embargo, el principio de que el
canto debe servir a la liturgia continúa vigente.
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antiguos Padres, y que custodió celosamente durante el curso de los siglos en
sus códices litúrgicos.
Nos contesta el Concilio Vaticano II: “En el culto divino se pueden admitir otros
instrumentos, a juicio y con consentimiento de la autoridad eclesiástica
territorial competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso
sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la
edificación de los fieles” (Sacrosanctum Concilium, n. 120).
“Ante todo es necesario subrayar que la música destinada a los ritos sagrados
debe tener como punto de referencia la santidad”.
“No puede haber música destinada a las celebraciones de los ritos sagrados
que no sea primero verdadero arte”. Sin embargo, “esta cualidad no es
suficiente” advierte el Santo Padre. “La música litúrgica debe en efecto
responder a sus requisitos específicos: la plena adhesión a los textos que
presenta, la consonancia con el tiempo y el momento litúrgico a la que está
destinada, la adecuada correspondencia con los ritos y gestos que propone”.
El papa Benedicto XVI enumera otros criterios sobre la música sagrada, que
son importantes destacar:
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❖ La letra de la música litúrgica tiene que estar basada en la Sagrada
Escritura.
CAPITULO 14
MOBILIARIO LITÚRGICO DEL TEMPLO
Veamos el mobiliario litúrgico del templo es decir, el conjunto de muebles y
enseres que adornan o completan el templo:
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la adecuada disposición y nobleza, de modo que corresponda a la
dignidad de la Palabra de Dios y al mismo tiempo recuerde con claridad
a los fieles que en la misa se prepara la doble mesa de la Palabra y del
Cuerpo de Cristo”. Se usa sólo para proclamar las lecturas, cantar o leer
el salmo responsorial y el pregón pascual, hacer la homilía y la oración
de los fieles. No debe usarse para el guía ni para el cantor o director de
coro.
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centinela que asiste día y noche, en nombre del pueblo cristiano, al
Divino solitario del sagrario, Jesús. Esa lamparita da fe de la presencia
real de Jesús sacramentado. Simboliza también nuestra vida que debe
ir consumiéndose al servicio de Dios, en el silencio de nuestra entrega
generosa y abnegada.
CAPITULO 15
LOS LUGARES DE LA CELEBRACIÓN
Para la celebración litúrgica hay unos espacios especialmente significativos.
Se entiende por espacio celebrativo los lugares donde se desarrollan las
acciones litúrgicas. Estos espacios litúrgicos que alberga toda Iglesia son:
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que tiene su fundamento no en sí misma sino en Cristo muerto y
resucitado.
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EL ALTAR: Es el elemento más relevante de lo que encontramos en el
edificio de la iglesia. Es el centro de nuestra celebración. Es signo de Cristo
y, por tanto, merece toda nuestra veneración: los ministros lo besan, lo
inciensan, se inclinan ante él, se ilumina. El altar es, simultáneamente, el
ara donde se realiza sacramentalmente el único sacrificio de Cristo en la
cruz, la mesa del Señor –dispuesta con blancos manteles– en torno al cual
se congrega el único Pueblo de Dios para recibir el alimento, el Cuerpo y la
Sangre de Cristo.
CAPITULO 16
EL ALTAR
Representa a Cristo y es la mesa de su sacrificio y del banquete celestial, para
quienes caminamos hacia la eternidad. Es el corazón del templo. Por eso se
lo besa, se lo inciensa. Tiene que ser de piedra o mármol, al principio el altar
era de madera, pero más tarde se prefirió que fuera de piedra que simboliza a
Cristo como roca viva. ¡Es Cristo visible! Ya desde el Antiguo Testamento se
construían altares para los sacrificios a Yahvé. Tiene que ser alto, grande.
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En la celebración eucarística, el centro del altar lo utiliza exclusivamente el
Obispo o el Sacerdote, nunca el diácono ni menos el acólito o laico, porque es
ahí donde se realiza el memorial de Cristo: La Eucaristía.
También son objeto de culto las crismeras, las vinajeras y el vasito de las
abluciones; el incensario con la naveta, la campana o campanilla, las
bandejas, el acetre o calderillo con agua bendita para las bendiciones y
aspersiones; lleva dentro un hisopo.
CAPITULO 17
EL TEMPLO
El templo “es el edificio en el que se reúne la comunidad cristiana para
escuchar la Palabra de Dios, para orar unida, para recibir los Sacramentos y
celebrar la Eucaristía”. Está consagrado para el culto a Dios. Es verdad que
Dios está presente en todas partes, pero quiere tener un lugar visible de su
presencia en este mundo. Y esto es el templo, la casa de Dios, que más
comúnmente llamamos “Iglesia”. Por eso, siempre que vemos una iglesia, nos
acordamos de que Dios está presente en el mundo y hacemos la señal de la
cruz.
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Al inicio, los primeros cristianos daban culto a Dios en casas particulares. Lo
requería la discreción y la prudencia, pues los emperadores romanos impedían
todo culto público. Fue Constantino en año 313 d.C. el que permitió el culto
público y lo revistió de solemnidad y magnificencia. Y fue él, el que mandó
construir las basílicas, que eran edificios muy grandes, en un inicio dedicadas
al rey o emperador, y después ofrecidas a Dios, el Rey de reyes.
En un templo la cabecera es donde está el retablo mayor y los pies del templo
son la entrada principal. El ábside, la cabecera del templo litúrgicamente
orientada debe mirar al punto por donde sale el sol. Así Cristo es el sol naciente
que trae la luz y la salvación al mundo. Si los judíos orientan sus sinagogas
mirando al Templo de Jerusalén y los musulmanes sus mezquitas mirando
hacia la Meca, así los cristianos hemos tenido la costumbre considerada como
tradición apostólica desde tiempos de la Iglesia antigua de mirar mientras
oramos hacia el oriente, de tal manera que el pueblo e incluso hasta hace poco
el sacerdote convergían sus miradas en esa dirección. Cristo está simbolizado
por el sol naciente que volverá en el último amanecer de la historia.
El altar es la mesa del Señor. Así pues es ara y mesa a la vez. Debe ser fijo,
estar consagrado y se dedica a Dios. El altar se recubre con un mantel y sobre
él o cerca debe haber un crucifijo y dos candeleros al menos. También en el
presbiterio se sitúa el ambón, lugar para la celebración de la palabra y la sede,
lugar donde se sienta el presbítero que preside la Eucaristía.
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Trazados en forma de cruz y orientados hacia el este, es decir hacia
Jerusalén.
CAPILLAS
CAPITULO 18
LA INCENSACIÓN
El rito de incensación expresa reverencia y oración. La materia que se coloca
en el incensario debe ser incienso puro o en caso de agregarle alguna
sustancia se debe procurar que la cantidad de incienso sea mucho mayor.
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Virgen, los dones para el sacrificio, la cruz del altar, el Evangelario, el Cirio
Pascual, el ministro celebrante y el pueblo. Con dos movimientos dobles se
inciensa en el resto de los casos. Antes y después de la incensación se debe
hacer una reverencia profunda a la persona u objeto que se inciensa, a
excepción del altar y los dones para el sacrificio de la Misa.
CAPITULO 19
LAS VESTIDURAS SAGRADAS
Las vestiduras pertenecen a los elementos materiales de la liturgia. Tienen
también su profundo significado. Vestir una determinada ropa significa asumir
la personalidad correspondiente, asumir una identidad, puesta de manifiesto
en esas vestiduras. Estas vestiduras no indican un poder sobre nadie; sino un
servicio a los demás.
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primeros cristianos la tomaron de los romanos y éstos, del pueblo de los
dálmatas (hoy países balcánicos). La vestían las personas de dignidad.
ALBA: Del latín “alba”, blanca. Es una vestidura litúrgica común a todos
los ministros. Es una túnica talar blanca de mangas largas que cubre
todo el cuerpo y se reviste sobre el vestido común. El sacerdote
representa con esa alba la pureza que el hombre recibe por los méritos
del misterio pascual de Cristo. También significa la penitencia y la
pureza de corazón que debe llevar el sacerdote al altar. El alba se coloca
sobre el clergyman o la sotana.
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espalda y el pecho. Es símbolo de los poderes sagrados que recibe el
sacerdote, como pastor que lleva a sus ovejas sobre sus hombros, como
maestro que enseña a sus discípulos; como guía que conduce a las
almas hacia la vida eterna.
MITRA: Gorro que usan los obispos y abades desde el siglo X. Está
formado por dos trozos de tela acartonada cosidos o pegados por los
costados, y abierto en la parte superior con doble pico. Símbolo del
poder y servicio espiritual.
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PECTORAL: Del latín “pectus”, pecho. Es cruz de metal, madera, marfil
que llevan los obispos sobre el pecho, como insignia de su cargo y
dignidad. En la celebración de la Misa pueden llevarla sobre la casulla.
El día de la ordenación episcopal toman y aceptan sobre sus espaldas,
de un modo más comprometido, la cruz de Cristo, que no faltará en su
ministerio episcopal.
CAPELO: Sobrero muy aparatoso con borlas rojas, usado por los
Cardenales.
TIARA: Especie de mitra circular con triple corona que, desde el siglo
XII hasta el Papa Pablo VI, usaban los obispos de Roma como insignia
propia. Representaba el triple poder del Papa como obispo de Roma,
supremo pastor de la Iglesia y jefe de los Estados Pontificios.
Con respecto a los colores de las vestiduras (sotana) de los clérigos: el blanco
es el color propio del Papa, el rojo de los Cardenales, el morado para los
Obispos y el negro para los Presbíteros. Las estolas van a juego con el color
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litúrgico del día. Para administrar el sacramento de la reconciliación se debe
usar estola morada (penitencial).
CAPITULO 20
EL DIACONADO PERMANENTE
Desde el Vaticano II los ministerios ordenados son de tres grados: diaconado,
presbiterado y episcopado. Como ministerios instituidos quedan el lectorado y
el acolitado, como sustitución de las antes llamadas "órdenes menores". La
mayor novedad estriba en la creación del diaconado permanente y su apertura
a los varones casados.
Antes de ser ordenado diácono (orden que ya pertenece al clero) hay que
ejercer los ministerios de lector y acólito y recibir la formación adecuada que
en cada diócesis se imparte, además de ser considerado idóneo y digno para
recibirlo. Los documentos exigidos los relaciona el CDC nº 1050. Hoy día el
diaconado no tiene necesariamente que conducir al orden presbiterial, aunque
todos los presbíteros serán antes ordenados de diáconos.
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CAPITULO 21
FUNCIONES DEL ACOLITO
Antes de ponerse en marcha la procesión de entrada hacia el altar para
comenzar la Eucaristía el turiferario ofrece al presidente el incensario para que
imponga el incienso.
Acto seguido comienza la procesión de entrada por este orden: turiferario, cruz
alzada con dos portadores de ciriales a ambos lados, siguen los demás
ministros y el diácono (si lo hay), que porta el Evangeliario en alto. Si no hay
diácono puede portarlo un acólito o un lector instituido, siguen
los concelebrantes siempre de dos en dos y el presidente sólo. Cierra la
procesión el maestro de ceremonias y los ministros del libro, mitra y báculo (si
preside el obispo). Los concelebrantes y ministros, cuando van caminando en
procesión o están de pie deben tener ante el pecho las palmas extendidas y
juntas, el pulgar de la mano derecha sobre el pulgar de la izquierda formando
una cruz.
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incensario al Presidente para que añada incienso mientras se entona el
Aleluya. Nunca debe el acólito hacer esperar a los celebrantes y siempre es
preferible que esté esperando el acólito a que haga esperar a los celebrantes.
Terminado de proclamar el Evangelio todos vuelven a su lugar dejando al
sacerdote solo para la homilía. La manera más correcta de tener las manos
durante los momentos en que se está sentado es colocadas sobre las rodillas,
tanto los acólitos como los ministros incluido el obispo salvo que lleve el
báculo.
En la preparación del altar uno de los acólitos lleva el cáliz y la patena con las
formas y los corporales que extiende sobre el altar. Otro lleva las vinajeras
presentando primero la del vino con la mano derecha y retirándola con la
izquierda procurando ofrecer el asa al sacerdote. Igual hace con la del agua.
Estas tareas también las pueden hacer otras personas que expresamente
queden encargadas de ayudar a preparar la mesa.
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Es muy importante señalar, en todos los momentos, que los acólitos no deben
establecer una barrera entre el presbiterio y el pueblo, de manera que impidan
la visión y la correcta participación de los fieles en la Eucaristía, debiendo
situarse siempre en lugares discretos y que no entorpezcan. De igual forma
deben mantener siempre una compostura seria, acorde con la importancia de
la función que están realizando. Debe existir siempre un lugar para dejar
los ciriales al objeto de que no los sostengan durante toda la Misa y los porten
en los momentos indicados. El lugar adecuado de los acólitos cuando no
cumplen ninguna función concreta es delante de sus asientos, sentados o en
pie, según el momento lo requiera.
❖ En la procesión de entrada.
El que inciensa sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte
superior a la altura del pecho y con la derecha por la parte inferior, cerca del
incensario y lo sostiene de manera cómoda de manera que pueda moverlo con
soltura. De igual forma recordamos que los ciriales deben mantenerse en alto
durante la lectura del Evangelio, durante la Plegaria eucarística y en la
bendición final.
Los golpes del incensario siempre serán dobles, pudiendo hacerse golpes
dobles o triples. Con dos golpes dobles se inciensa a las imágenes de la
Virgen o santos. Con dos golpes triples se inciensa a la Cruz, al Santísimo, al
sacerdote y al pueblo.
Esquema de actuación del Acólito Turiferario en la celebración eucarística:
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❖ Al llegar al Altar se le ofrece al sacerdote para que éste inciense al Altar
CAPITULO 22
FUNCIONES DEL SACRISTÁN
El sacristán debe conocer los horarios de las misas y dar las campanadas a
tiempo: la primera, media hora antes; la segunda, un cuarto de hora; y la
última, a la hora de empezar.
Si falta algo, lo consigue, o avisa a tiempo para que se prevea (hostias, vino,
agua). Sobre todo tiene aseado el presbiterio y presentables el altar y el
ambón.
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Se encarga del ambiente agradable: música ambiental, adorno, aseo, luz,
ventilación, temperatura, sonido.
Tiene que consultar el calendario litúrgico para ver las características del día
(categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de
precedencias, conoce el calendario y la tabla de fiestas movibles. Prepara las
lecturas del día y abre el Leccionario por la página oportuna.
Hace genuflexión hasta tocar con la rodilla el suelo al pasar frente al Santísimo;
hace reverencia profunda al altar siempre que pase delante de él.
Conoce si la Misa se aplica por algún difunto y pone el oportuno aviso para el
celebrante.
CAPITULO 23
LOS MINISTERIOS LAICALES
Los Ministerios Laicales que hoy día pueden instituirse han quedado reducidos
a dos: Lectorado y Acolitado. Etimológicamente, la palabra acólito procede del
griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino, en referencia
al camino que se recorre en compañía. La figura del acólito está recogida
desde tiempos pretéritos en los rituales celebrativos de la iglesia, no en vano
hay documentos del siglo XVII en los cuales se hace ya referencia a su figura,
funciones y atuendo.
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instituidos o simplemente confiados a los laicos, de manera estable u ocasional
(caso típico del que sale a leer o a decir unas preces en una ceremonia
concreta).
• Salmista.
• Catequista litúrgico.
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