La Familia Desde Un Enfoque Cristologico
La Familia Desde Un Enfoque Cristologico
La Familia Desde Un Enfoque Cristologico
Jairo Suárez
26 Noviembre de 2012
Podemos acercarnos al concepto de familia desde la perspectiva de Jesús en tres ámbitos: el ámbito
socio cultural del judaísmo (tradición, infancia de Jesús), el ámbito de Jesús quien anuncia el Reino de
los cielos (Mt 4:17) con una estructura basada en la inclusión de los diferentes (milagros, liberaciones,
acogida de pecadores y pecadoras), el ámbito de la nueva familia del Señor basada en quien hace la
voluntad de Dios, el que oye la Palabra de Dios y la hace (Lc 8:19-21)y el discipulado. Es decir, Jesús
cuestiona el modelo de la familia que se puede oponer a la práctica de la justicia (Lc 12: 49-53), y va más
allá, si es necesario dejarla toda por causa de cristo así debe hacerse (Lc 14:26-27)
En ese sentido, observamos que en los evangelios hay una dinámica de diálogo entre el buen vivir de la
familia tradicional en la que Jesús creció y que seguramente obedecía a los mínimos sociales y culturales
esperados por la tradición judía. Un padre autoridad y sacerdote, una madre sumisa y que guarda
silencio ante las gracias del hijo varón, y unos hijos e hijas sujetos que se admiran con las novedades el
hermano mayor que se sale de lo esperado por todos (Mc 6:1-6).
Sin embargo, el reino de los cielos no se conforma con una mirada tranquila de la situación de la
sociedad y sus instituciones. El anuncio del reino, y la llegada del mismo en Jesús, implica el quehacer de
la justicia, la dignificación de la humanidad y la inclusión de esos que la sociedad excluía en la nueva
comunidad de fe. Es por eso que las señales de cumplimiento del tiempo (Mc 1:15) incluyen múltiples
milagros, acogida de pecadores y critica a aquellos que fundamentados en la aplicación estricta de la ley
se habían olvidado de la misericordia.
Por otro lado, encontramos que desde el antiguo testamento, había prescripciones que previenen
contra las discriminaciones de los más débiles: viudas, huérfanos e incluso gentes de otras razas (Ex 22.
20-26, 23:4-9, Dt 23:16, 20, 24), la diferencia es que Jesús le pone peso a esa otra parte de la ley que los
líderes habían dejado de lado por concentrarse en lo negativo de los predicados de la misma y no en lo
liberador que esta significaba.
La buena nueva no es cualquier buena nueva, es el Evangelio de Reino (Mt 24:14, Hch 28:31) es decir,
hay nuevas noticias de la soberanía de Dios sobre toda la creación, esto incluye la reconciliación entre
Dios y la humanidad, así como entre la humanidad consigo misma (Col 1.20, 2 Co 5:18-20, Mt 5:24), ese
es el camino que orienta el ministerio de Jesús (Is 58.6-7, 61:1-2, Lc 4: 18-19), el año de la gracia, de la
libertad y de la paz que dignifica al pueblo devolviéndole la tierra y el derecho, para los que habían sido
esclavizados, de estar de vuelta en la familia. Ya en Cristo, el primogénito de la creación, se regenera
todo para hacer un nuevo mundo donde hay respeto por esas libertades y afirmación de los derechos de
la persona humana.
El año del jubileo en Cristo, significa una re-visión de las estructuras socioculturales y la implicación del
rompimiento de esquemas de discriminación. Sentarse con los rechazados es convocar a un modelo de
discipulado alternativo que logra incomodar a los líderes de Israel. Estar a la mesa con publicanos y
pecadores (Lc 15: 1-2), es inaugurar un modelo de familia que incluye y transforma. La familia de Cristo
es una familia inaugural del nuevo mundo, familia que debe consolidarse por el amor (ágape) más que
por la ley y las prescripciones de las sociedades humanas. Por eso en el amor que lo da todo a cambio de
nada, porque no es egoísta, Jesús toma la iniciativa de ir al encuentro del que piensa que solo con verlo
desde la distancia es suficiente. Jesús invita al que por muchas razones prefiere estar escondido en sus
propios temores y pequeñeces, o en las seguridades que lo defienden de las amenazas sociales y
religiosas (Lc 19: 1-10)
Desde la lectura de los evangelios, antes que identificar a un Jesús moralista, encontramos a un Jesús
profundamente inmerso en la ética práctica de la vida, como él mismo lo declara, vida en abundancia,
vida eterna. Esa plenitud de la vida anunciada, demostrada y defendida está permeada ante todo por su
propia ética del amor (ágape). La ética que parte de la iniciativa de Dios mismo que se da por nosotros y
quiere desde ese principio que nosotros aprendamos y vivamos el darnos por los demás antes que
esperar de ellos algo (1 Jn 3:16). “La ética cristiana es indicativa antes de ser imperativa, el camino es
indicado antes de ser exigido” 1 Cuando se pretende imponer algo muchas veces bajo la arbitrariedad de
nuestros propios valores legalistas, terminamos haciendo de la ética un postulado moral que discrimina
sin dar chance de oír a aquellos que no queremos ver bajo la óptica del amor. La perspectiva de la ética
del amor se inaugura con el nuevo mandamiento que escapa a los postulados humanos del amor, ahora
el amor más que ser un sentimiento o una expresión de los deseos humanos, es la revelación de Dios
mismo en Jesús, quien nos ha amado para que seamos capaces de amar (1 Jn 4: 7-8, 16, Jn 13: 34-35).
Por otro lado, encontramos una invitación directa al seguimiento de Jesús, a imitarle en su manera de
ser y actuar. La pregunta para nosotros es: en esta o en aquella situación, o ante esta o aquella persona,
¿cómo actuaría Jesús? ¿Qué diría El? ¿Cuál sería su actitud? Ante las preguntas que la sociedad hace a la
iglesia, ¿cuáles van a ser nuestras respuestas? No es tanto acerca de los discursos, es acerca de que hace
el Señor en nosotros y a otros por su Espíritu que mora en nosotros (Jn 13: 14-15), la ética de la
imitación nos obliga a ser benignos, misericordiosos, perdonando, lo cual implica abstenernos del juicio
a los que no son como nosotros (Ef 4: 32) y más bien debemos seguir las pisadas del Señor (1 P 2:21).
Todos estos elementos nos indican señales de un Jesús que rompe definitivamente con las estructuras
de la sociedad que apegada a patrones culturales de dominación y opresión, excluye y discrimina a
quienes moralmente no son aceptables pero que desde la ética de Cristo son bienvenidos para la
transformación y resurrección de su nueva familia.
1
1. KIRK, Andrés. Así confesamos la fe cristiana. p. 228