26 - Felisberto Hernández

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5/2003 - 14 T Teoría y Análisis Literario

Teórico Nº 26

Materia: Teoría y Análisis Literario C


Cátedra: Jorge Panesi
Teórico: N° 26 – 23 de junio de 2011
Tema: “Las Hortensias” – Jacques Derrida.

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Buenas tardes.
Me gustaría concluir con “Las Hortensias”. La clase pasada llegamos a un punto
central, que es que estos dos sujetos se conectaban, en nuestro análisis, con otro eje que
tiene que ver con la dimensión social y económica que podíamos darle a nuestra
interpretación, a través del par trabajo - consumo. Todo comienza en el comercio, que es
la actividad que le he dado a Horacio su destino o su herencia, a pesar de que él siente
su herencia como una suerte de estafa. Siempre en el comienzo, además de la cadena
semántica – vegetal, tenemos este origen que es el robo, el delito, el fraude. Notemos
que esto es determinado por la escritura del cuento. Felisberto Hernández decide sobre
la valoración de sus personajes.
En el ámbito doméstico es obvio que el que consume no produce nada, es
incapaz de producción artística y de sentido. Eso la narración se lo niega. El que
consume en el ámbito doméstico es Horacio; y lo que consume es un espectáculo. Esto
del espectáculo la crítica literaria lo viene diciendo desde sus primeros trabajos sobre
Felisberto Hernández, que son del año ’70. Lo que yo he tratado de hacer es articular
este tema, de por siempre conocido, con un gesto semántico o una totalidad semántica.
Él consume no sólo el espectáculo sino también el sentido del espectáculo.
En ese espectáculo el problema del sentido está dado de antemano. El sentido
preexiste a su decodificación o a su lectura. No es que el lector construya a posteriori su
sentido sino que a la fijeza de espectáculo (mudo e inmóvil) lo que le introduce un
movimiento es el relato que está en el cajoncito y en las etiquetas. El sentido es lo que
pone en movimiento lo que evidentemente no tiene movimiento. Uno de los cuentos de
Felisberto Hernández se llama, curiosamente, “Tal vez un movimiento”.
El sentido acá es originario. Hay un sentido fijo de antemano que depende de
una entidad parecida a dios. El sentido siempre es una cuestión religiosa (estoy
simplificando), pero esta idea del sentido fijo que está en el origen me parece

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absolutamente teológica. No olvidemos que para algo está la instancia de producción,


que es justamente la que Horacio no comprende ni puede ejecutar. Es como el destino
implacable que Felisberto Hernández le da a este sujeto que podemos llamar “el
poderoso”. Su contracara es justamente no poder producir. Entonces la construcción de
sentido y del espectáculo no se origina en el sujeto (que funciona como espectador) sino
en otro lado. El sujeto-espectador es incompetente para las cuestiones artísticas.
El otro de Horacio justamente se llama Alter (Walter). Dijimos que el espejo está
por todos lados, que está como tema, etc. Tomemos un caso más: al principio del
cuento, para la cena, Horacio se pone un frac. Cuando toca el piano acompañando las
escenas de cine Walter está vestido con frac. Y al principio Horacio lo hace poner de
espaldas al pianista. Es como si hubiera un espejo entre los dos, y están espalda con
espalda. Todo el cuento está diciendo que uno es imagen especular del otro. Acá el
doble supera lo meramente semántico (el tema) y se vuelve estructural, en sentido
mukarovskyano.
Para Horacio el sentido siempre preexiste, le está dado de antemano y por medio
de otros, que lo producen. Él lo único que hace es consumirlo. Entonces, de lo que se
trata en “Las Hortensias” es del trabajo artístico y de la recepción y el consumo
artístico. Y ahora el tema del espectáculo adquiere una articulación un poco más
interesante, por más que este núcleo (la producción y el consumo artístico) no aparezcan
tan evidentes en el cuento. Pero no se trata de un segundo plano sino de todo lo que se
cuenta en “Las Hortensias”.
El espectáculo que da placer a Horacio tiene que ver con un dispositivo que
fabrican los otros, “los muchachos”, que son los que trabajan artísticamente. En especial
Facundo, que es otro otro de Horacio. Digo que es otro otro porque, como hemos visto,
“Facundo” se conecta con la facundia, con el que bien habla. ¿Y quién es el que mal
habla? Recuerden que en un momento Horacio se sienta al piano y el texto dice que era
como un afónico. De paso junta la producción de sentido (que tiene que ver con el
habla) con la producción artística. La vida erótica de Horacio también depende de lo
que otros le fabrican. Es una perversión un tanto dependiente, porque depende de estos
toys.
Horacio también imagina cosas, pero el texto invariablemente muestra que todo
lo que él imagina es una copia de algo que está en otro lado. Un ejemplo es este truco
artístico, que hoy casi es un lugar común, surrealista particularmente. Podría
conjeturarse que haber conocido a Torres García, el famoso pintor constructivista

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uruguayo, podría haber desplegado en Felisberto este tipo de imágenes. Porque lo que
se le ocurre es poner en un triciclo, comandado por él, a Hortensia. Es una imagen muy
visual y muy graciosa. Pero, de todos modos, el texto dice que lo había copiado de una
película. Es como que el texto siempre persigue la falta de originalidad de Horacio.
¿De dónde saca lo que copia? Lo saca de los temas y códigos más socorridos de
la literatura fantástica y, particularmente, del cine de género fantástico. En “Las
Hortensias” hay una respuesta a uno de los tópicos que la crítica discute en la narrativa
de Felisberto Hernández, que consiste en debatir a qué género pertenecen sus
narraciones. Como vimos a la literatura fantástica. Yo en este caso diré que no. Me
parece que hay una toma de partido, en esta narración, en contra de la literatura
meramente fantástica. Los textos de Felisberto Hernández son difíciles de categorizar,
pero a mí me parece que no son necesariamente literatura fantástica.
¿Dónde está esta animadversión respecto de los tópicos de la literatura
fantástica? En presentarlos como desgastados, como automatizados. En “Las
Hortensias” habría una respuesta a esta disputa: que los tópicos de la literatura
fantástica, en su versión más difundida y popular, están muy parodiados o aparecen
como temas muy evidentes. Es algo tan automatizado que hasta Horacio los copia. Él
sólo puede imaginar según los gastados códigos convencionales, particularmente los
decorados de los filmes de terror.
Primer género: la novela gótica. Cito: “Pensó en castillos abandonados”. Un
tópico más gastado, imposible. Dice: “Pensó en castillos abandonados y objetos
sumidos bajo telas espesas duermen un miedo pesado. Sólo están despiertos los
fantasmas y los espíritus que se entienden con el vuelo de los murciélagos”. Vean la
condensación de la automatización de este género fantástico o de horror. La crítica dice
que toma estos tópicos, pero a mí me parece que además de decir eso hay que ver con
qué se relacionan o cómo funcionan.
Segundo: el muñeco animado. Está en todo el texto, pero en la imaginación de
Horacio figura así: “¿No podía haber ocurrido que el habitante del cuerpo de Hortensia
hubiera provocado la furia de María para que ella deshiciera el cuerpo de Hortensia?”.
En este ejemplo no hay demasiado tópico, pero el tema del autómata es uno de los
tópicos de la literatura fantástica. Piensen en Hoffmann y su personaje Olimpia.
Recuerden que para Freud el efecto siniestro se produce porque algo remoto en la
psiquis del sujeto ha sido reprimido; y es familiar pero, en tanto reprimido, no se
recuerda que es familiar y, por lo tanto, aparece con un halo siniestro.

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Tercero: los fantasmas. Cito: “Le parecía que los objetos del dormitorio eran
pequeños fantasmas que se entendían con el ruido de las máquinas”. Cuarto, un tema de
horror si los hay: los vampiros, cuya existencia se comprueba mediante uno de los
tópicos predilectos de este cuento, que son los espejos. Dice: “Además si él se pusiera
frente a un espejo y el espejo no lo reflejara su cuerpo no sería de este mundo”. Es un
poco difícil, como ven, decir que Felisberto Hernández pertenece a la literatura
fantástica. Porque la literatura fantástica está en un personaje específicamente
desvalorizado por el cuento y lo que aparece de la literatura fantástica es lo más oxidado
y automático que tiene.
Resumiendo: Felisberto Hernández parece desacreditar en su mismo texto los
tópicos más automatizados por ser los más difundidos de la literatura o, mejor aun, del
cine fantástico. Lo que diría su narrativa es que no se plantea como fantástica. Y, por
otro lado, en un plano meramente intratextual, este relato (que se empeña en
desprestigiar a Horacio) hace un uso de estos procedimientos, para mostrar que Horacio
sólo es capaz de copiar lo más trillado del cine de terror. Lo que tenemos es un Horacio
poco diestro en la producción imaginativa relacionada con el arte. Porque el principio
que sigue siempre es el principio de la copia, que acá se da sobre un material
absolutamente desgastado. De este modo, el personaje es doblemente desvalorizado.
Hemos visto también que este relato narra varios procesos de transformación.
Uno es la transformación de un sujeto más o menos psicótico, que cae definitivamente
en la locura. Y otro es la transformación de Horacio en muñeco. Ahora habría que
insistir con María, que es la que se mueve, porque no tiene esa fijeza de Horacio. Sin
embargo María también tiene una incapacidad artística, de la cual el texto se burla. Se
trata de su incapacidad como lectora de poesía. Es una escena muy paródica, donde ella
finge una espiritualidad que no tiene. Además está en casa de una señora gorda, que se
llama Pradera, y hay un loro que repite el habla.

Participación inaudible de una alumna:

Profesor: Exactamente, como una heroína romántica, pálida, leyendo un libro a la


sombra de una acacia. Eso mismo es lo que parece que se da. Y María tiene su
contracara en otro personaje femenino, que es la novia de Facundo. Ella sí toca el piano
y sí tiene competencia artística, igual que Facundo. María, en cambio, tiene una doble
condena: ser tan inútil como su marido en el plano literario y/o musical; y no puede

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tener hijos, es infértil. El texto es absolutamente despiadado en este sentido.


Habría que agregar que Horacio, además de consumidor, es un lector diferente
del que Felisberto Hernández imagina para sus relatos. Porque si bien la literatura de
Felisberto Hernández no es fantástica tampoco es, en absoluto, realista. Todo lo que
sucede acá es de una inverosimilitud realista que le pondría los pelos de punta a nuestro
amado Lukács. Yo agregaría que Horacio es, ante todo, un lector realista. El lector
realista es aquel que le encanta que lo engañen con la realidad. Esto es: jamás quiere
reconocer el artilugio, la trama técnica, el procedimiento. La palabra la emplea Horacio:
“Haz como quieras, pero no me digas el procedimiento” le dice a Facundo respecto del
agua caliente. Y justamente en lo que insisten los cuentos de Felisberto Hernández es en
mostrar el procedimiento. Porque al mismo tiempo que aparece la ilusión aparece el
mecanismo y los productores del mecanismo. Otra cita: “Horacio lo había interrumpido
diciéndole que quería ignorar los secretos del taller”.
Otra: “Lo del calor humano dicho por María no sólo lo dejaba en ridículo sino
que le quitaba la ilusión en lo que esperaba de Hortensia”. El resultado del espectáculo
en Felisberto Hernández es siempre la desilusión. Esa palabrita aparece una y otra vez
como resultado del consumo realista que hace Horacio.

La clase se interrumpe por una discusión que suscita la visita de un representante


de los docentes en huelga de la provincia de Santa Cruz:

Retomemos. Horacio, además de ser un consumidor pasivo, es un lector realista


que está condenado a la desilusión del espectáculo. La desilusión de Horacio se produce
cuando irrumpe la materialidad que está en la base del proceso artístico. Podríamos
decir que en Horacio hay un desarrollo del lector idealista. Su filosofía del arte es la
filosofía idealista. Eso se ve al negar, por el mecanismo de la ilusión final, la base
material del espectáculo. Es en lo que caemos cuando nos llenamos la boca con la
belleza y la magnificencia del arte inmortal. Yo creo que esto es lo que está detrás de
esta trama de Felisberto Hernández.
Ejemplo: cuando penetra en una de las vitrinas (que representa el carnaval) y
pisa una careta dice: “Ese gesto suyo le dio un sentido material de los objetos que lo
rodeaban y se encontró desilusionado”. Pero me parece que la principal desilusión
Horacio la experimenta en sí mismo y por sí mismo: está desilusionado por su propio
espectáculo, por su mundo interior. Recuerden que habíamos distinguido cuatro tipos de

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relatos distintos dentro de “Las Hortensias”: la novelita burguesa, la reduplicación de


este nivel en los detalles que se dan en las vidrieras, el mundo interior de Horacio y los
dispositivos autorreferenciales del texto. Por lo tanto, respecto de su espectáculo
interior, que es el más interesante, dice: “Él también era desconocido de sí mismo y
recibía una desilusión muy grande al descubrir la materia de que estaba hecho”.
Les debía lo de María. Un ejemplo: “Si María no tocaba el piano, en cambio,
tenía a Hortensia y, por medio de ella, desarrollaba su personalidad”. Es como una
suerte de ortopedia del encanto artístico. Esto está visto por la mente animista de
Horacio, que piensa que una muñeca puede agregar espiritualidad a un personaje de
carne y hueso o viceversa. Y relato insiste en esto: “Descontarle a Hortensia a María era
como descontarle el arte a un artista”. Sin este artefacto artístico (Hortensia), María no
es nada.
Cuando María se pelea con Horacio, se marcha de su casa y va a lo de su prima,
donde intenta leer poesía. Dice: “Una tarde pudo comprender una poesía”. Es un
equivalente en espejo a cuando Horacio por fin logra desentrañar una leyenda. Ambos
son inválidos frente al sentido del espectáculo artístico. Esta falla es equivalente a la
falla que tiene Horacio con su falta de imaginación o a su incapacidad para dar con el
significado de las leyendas. Un ejemplo probatorio de esta improductividad lo vemos en
el capítulo V:

“Unos días antes de que trajeran a Hortensia, María sacaba a pasear a Horacio.
Quería distraerlo pero, al mismo tiempo, pensaba que él estaba triste porque ella no
podía tener una hija de verdad”.

La improductividad ronda este matrimonio en todos los sentidos posibles.


Descansamos unos minutos.

Se realiza un breve receso:

Deberíamos ahora insistir un poco en el análisis, que no es tan evidente, del


mundo (o el espectáculo) interior de Horacio. Este plano de la narración tiene un plano
que lo engloba todo, que es el mundo interior de Horacio como confusión. ¿Qué es en el
texto lo que provoca la confusión? Principalmente los espejos y las repeticiones.
Confunde, por ejemplo, a las criadas gemelas, una de las cuales se llama María. Dice

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Horacio, conversando con María:

“- Peor estuviste tú al elegir como criada a dos mellizas tan parecidas.


- ¿Tienes algo particular que decirle a alguna de ellas? ¿Has tenido alguna
confusión lamentable?
- Sí, una vez te llamé a ti y vino la que tiene el honor de llamarse como tú”.

A Horacio siempre lo acecha la confusión, que viene de afuera o de su propio


mundo interior. Los espejos, además de otros valores estructurales y temáticos, son la
confusión, tienen el valor de confundir objetos y personas mediante su repetición. Dice
el texto: “Además le gustaba mucho encontrarse con sorpresas de personas y objetos en
confusiones provocadas por los espejos”. Los espejos son la confusión. Otro ejemplo:
los espejos proliferan en uno de los dos hoteles, llamado “Hotel de Estudiantes”, donde
ha funcionado un hotel de citas.
En el receso un compañero me contó que, cuando leyó el cuento, se acordó del
espectáculo que ofrece Ámsterdam, donde las señoritas de la profesión más antigua del
mundo se exhiben como muñecas en una suerte de vidrieras. Yo le contesté que una
comparación así está bien si me permite manejar mejor la idea que yo tengo del cuento.
En esa línea le decía que no veía en las muñecas nada relacionado con la prostitución.
Yo no me acordaba de esta mención del hotel como casa de citas. Pero una lectura
feminista de este cuento, que se basara en el deseo masculino de convertir a cualquier
mujer en una muñeca que no diga nada...

Alumna: Sería la mujer-objeto.

Participación inaudible de un alumno:

Profesor: Bueno, de otros. La mujer casada: Casa de Muñecas. Hoy están sumamente
lúcidos. Me parece que es muy débil la idea, pero en este sentido sí: si yo analizo este
cuento encontraré este símil con las vidrieras. Pero detrás está eso: el deseo masculino
de que la mujer esté para satisfacer su propio deseo y no hable, no se mueva, etc. Que
eso sea posible o no es otra historia.

Pregunta inaudible:

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Profesor: No, lo sexual en el cuento está por todas partes.

Alumna: Yo creo que no comparten el juego. Para él es como una perversión, pero para
ella es el deseo de ser madre (...).

Profesor: Sí, puede ser. Yo no me tomo el cuento tan enserio, pero no rechazo para nada
lo que vos decís. Lo que pasa es que no sé cómo integrarlo en lo que estoy diciendo.
Eso es todo.
Los objetos destrozan la realidad (la cortan, la parcelan), del mismo modo que el
relato, en su estructura, se parcela a sí mismo. El relato de “Las Hortensias” está
compuesto por otros microrrelatos, algunos muy pequeños y otros con cierto desarrollo,
como las vitrinas.
Vuelvo al hotel y a los espejos. Cito: “Hacía mucho tiempo que no veía tantos
juntos. Las imágenes se confundían, él no sabía dónde dirigirse y hasta pensó que
pudiera haber alguien escondido entre los reflejos”. En el hotel la realidad le llega a
Horacio como infinitos reflejos. Horacio es un ser muy supersticioso y su mundo –diría
Freud- es el mundo de la omnipotencia del pensamiento. El niño es un creyente de la
omnipotencia del pensamiento; cree que si le desea el mal a alguien a esa persona le va
a ir mal.
El mundo de Horacio es supersticioso y lleno de sentido. Él es incapaz para el
sentido artístico, pero a todo le da un sentido: si pasa tal cosa va a ocurrir tal otra. Es un
mundo animista y supersticioso. El hecho de que la superstición no está extinguida lo
vemos en el hecho de que muchos de nosotros decimos no creer en el horóscopo pero,
cuando leemos el diario, es lo primero que consultamos. Adorno escribió cosas terribles
en contra del horóscopo; en cambio a Benjamin, que era más mesurado, le encantaba
estudiar los horóscopos.
En Horacio los pensamientos y los objetos exteriores son permeables e
intercomunicables. Ejemplo: “Tuvo miedo de que sus pensamientos –la muerte de
María- pasaran a la cabeza de ella y empezó a besarla en los oídos”. La omnipotencia
del pensamiento es que algo que yo estoy pensando pueda transmitirse y llegar al
pensamiento del otro. Es como el niño, que se siente absolutamente transparente y cree
que sus padres pueden saber todo lo que está pensando. El pensamiento propio más los
pensamientos ajenos pueden combinarse con las muñecas. Ejemplo:

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“Fue entonces cuando empezó a pensar que las muñecas estaban llenas de
presagios. Ellas recibían, día y noche, cantidades inmensas de miradas codiciosas. Y las
miradas hacían ruido e incubaban en el aire y, al cambiarles la luz, confundían las
expresiones”.

Entonces, si Horacio sustituye a María por Hortensia (por la muñeca), él percibe


esta sustitución como una confusión. La palabra confusión aparece permanentemente,
creo que en todas las secciones del cuento. Dice: “¿Hortensia sería simplemente un
consuelo para cuando él perdiera a su mujer? ¿Y se prestaría siempre una confusión que
favoreciera a María?”. Esta sustitución se la ve entonces como una confusión.
Su concepción del mundo es animista, espiritualista, idealizante, afecta a los
rituales, las religiones, los presagios, la creencia en la transmigración de las almas, etc.
Como vemos Horacio está absolutamente desvalorizado. Otra cita:

“Creyó comprender que las almas sin cuerpo atrapaban esos ruidos que andaban
sueltos por el mundo, que se expresaban por medio de ellos, y que el alma que habitaba
el cuerpo de Hortensia se entendía con las máquinas”.

En la pareja, Walter produce música y Horacio se liga con el ruido. Otra


especularidad: la casa negra que corresponde a Horacio (como un gran ataúd) y el piano
de Walter, como la caja negra. En la oposición Casa Negra-Caja Negra se da esta
especie de polaridad entre dos mundos. Pero tendríamos que ponernos de acuerdo en
que es la mirada de Horacio la que fragmenta, divide y confunde todo aquello que mira.
Dice:

“Su cara tenia la tranquilidad de algunos paisajes. En una mejilla había un poco
de luz dorada y en un pedazo de la otra se extendía la sombra de la pequeña montaña
que hacía su nariz”.

Y un poco más adelante, cuando imagina si María supiese la traición que le está
por hacer con las muñecas, dice: “Todos los lugares de la cara de ella serían
destrozados”. Es Horacio el que, real o imaginariamente, destroza la realidad de cuanto
contempla.

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Pero lo que es más importante para nuestro análisis de las vidrieras es que
Horacio se percibe a sí mismo como una confusión de órganos. Porque hay
precisamente una vidriera (donde aparecen los brazos y las piernas, con plantas y con
agua) que refleja no sólo lo que ocurre en la novelita burguesa sino también el mundo
interior de Horacio. Cita: “Sus órganos parecían estar revueltos y caídos, y pesaban
insoportablemente”. Esto se corresponde en el nivel de las vidrieras con la pecera en la
que se mueven brazos, piernas y retazos de la figura humana, que es la vidriera número
siete del capítulo 10.
Otra cita de esto del cuerpo despedazado: “El hecho de habérsele presentado
tantos espejos en un solo día era un síntoma sospechoso”. Un ejemplo típico de este tipo
de pensamiento supersticioso: yo estoy pensando en el número 49 y, cuando enciendo la
televisión, veo que ese es el número que salió en la lotería; entonces le atribuyo todo a
un plan divino o misterioso. Cita: “Después recordó que esa misma mañana, antes de
encontrarse con los de su casa, él le había dicho a Facundo que le gustaría ver un brazo
sobre un espejo”. Lo que a él le gusta es justamente el reflejo, la duplicación y la
confusión.
Luego Horacio tiene un sueño y, si le creemos a Freud, todo sueño es la
manifestación de un deseo. El deseo de Horacio consiste en una especie de trituración
del mundo. Siente placer (sería un placer perverso o sádico) en la contemplación del
cuerpo humano triturado. Ejemplo: “Recordó la muñeca rubia que había visto en la
mañana y después se durmió. En el sueño había un lugar oscuro, donde andaba volando
un brazo blanco”.

Pregunta inaudible de un alumno:

Profesor: Les propongo dejar los minutos finales de la clase para dar todos los detalles
y aclarar cualquier duda que surja respecto del parcial.

Ante la insistencia de los alumnos se interrumpe la clase para explicar los aspectos
formales (fechas, contenidos y extensión) del segundo parcial.

Retomo el análisis de “Las Hortensias” con el tema de las vidrieras, que


debería haber sido el núcleo de esta clase. Hay ocho vidrieras a lo largo de todo el
relato. Primero la crítica ha interpretado las vitrinas adosándoles el tema del

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espectáculo. Yo digo que las vitrinas son una de las maneras que el texto tiene de
autorrepresentarse y autosignificarse. Lo leo, si ustedes quieren, autorreferencialmente.
Primero: reproducen el mundo del negocio, son espejo de la tienda. El
espectáculo nace en la tienda y allí mismo se produce una especie de festival, donde
también tenemos el espectáculo de las vidrieras. O sea: el afuera de la casa (que es el
comercio) se reproduce en el interior doméstico como un espectáculo que el poderoso,
que en este caso es Horacio, se puede pagar como capricho.
Segundo: reproducen en espejo (y a través de pequeños detalles, a veces
desplazados) lo que se cuenta en la novelita burguesa, esa gran masa textual en tercera
persona que es como la carcasa de la narración.
Tercero: son también un espejo o repetición de elementos que están en este
plano.
Cuarto: las vidrieras son esencialmente relatos, pero relatos potenciales, porque
para completarse necesitan de la leyenda. Es un espectáculo visual incompleto y
potencial, porque para completarse necesita de lo literario, del guión que está en un
cajoncito o en una etiqueta. La leyenda es lo que le otorgaría una especie de
movimiento, lo que pone en movimiento la historia. Por eso Lucien (...) y otros tantos
han visto en esto al cine. Yo no digo que este relato no tenga que ver con el cine; el
problema es poner al cine en el lugar indicado. En todo caso este es un cine no
solamente mudo sino, además, un cine inmóvil. Vaya paradoja.

Pregunta inaudible:

Profesor: Un relato siempre cuenta un traslado (como por ejemplo un viaje), una
modificación (se cayó el techo) o un traspaso de un orden semántico a otro orden
semántico. Pero lo que cuenta todo relato, siempre, es algún tipo de movimiento, ya sea
real o metafórico. Acá este traslado no está dado en la figuración en sí, sino en el
significado, que está condensado en un relato “literario”.
Quinto: las vitrinas son la representación y las leyendas su sentido, su
interpretación, que está dada por los mismos que han producido esto. Horacio lo que
hace es consumirlo; puede estar de acuerdo o no, pero no agrega ni transforma nada de
lo que está ahí, ya sea del orden visual o del orden de los sentidos.
Sexto: todas reproducen historias amorosas desgraciadas o tienen que ver con la
muerte. Esos son los temas de todas las vidrieras.

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Séptimo: las protagonistas de las vidrieras son siempre mujeres. Los personajes
masculinos están totalmente ausentes. Porque lo que sí está presente, y no se puede
representar, es el deseo de Horacio o el deseo masculino. Cuando se intenta representar
son dos vidrieras. El deseo de Horacio es fragmentar y confundir la realidad, entonces la
escena de la pecera es la que más se acerca a su deseo. Pero a los hombres se los
menciona como causa de la desgracia en las leyendas, en la parte literaria.
Octavo: en una lectura autorreferencial reduplican el relato mayor en otro plano
de la ficción.
Noveno: son la representación y autorrepresentación del propio relato que
estamos leyendo, de manera fragmentaria, parcelada. Y además reproducen, sobre todo
en la pecera, la interioridad de Horacio. El mundo imaginario, que es otra capa del
texto, está reproducido en las vidrieras. Lo que estoy diciendo es que el espectáculo de
las vidrieras tiene que ver, sobre todo, con el mismo cuento. Lo leo
autorreferencialmente.
Primera vitrina. Se dice que el quería imaginar algo. Se trata de una muñeca
vestida de novia que, antes de casarse con el hombre al que no ama, se envenena. El
tema de este relato sería erotismo y muerte, que es lo que está presente en el relato
general. Entonces, la muerte en este relato mayor se relaciona con la muerte de María,
pero también con la propia muerte de Horacio. Esto es lo que lo obsesiona. Además toda
esta escena concluye con el pensamiento de Horacio, que tiene una reacción narcisista e
infantil. El mundo de Horacio es de un narcisismo primario agobiante. Dice: “Sintió
placer en darse cuenta de que él vivía y ella –la muñeca del espectáculo- no”. Está
relacionando el espectáculo consigo mismo o con este proceso de transformación de lo
animado en inanimado.
Segunda vitrina. Una mujer sentada a la cabecera de una mesa llena de cubiertos,
en un faro. Está encinta y hay una tormenta. Quiere que su hijo sea solitario y sólo
escuche el ruido del mar. La conexión especular con el relato principal la vemos en que
Horacio, al penetrar en la vitrina, tumba una muñeca. Eso se correspondería con la cena
de Horacio, donde también hay algo que cae. Lo que cae es María, que se desvanece.
Además la muñeca oye el ruido del mar, y esto se relaciona con Horacio, que todo el
tiempo oye el ruido de las máquinas.
Tercera vitrina. Es la única que adivina Horacio, porque es absolutamente
obvio. Una rubia y una morocha aman al mismo hombre. Dice el texto: “Por fin Horacio
había acertado con una leyenda”. Porque es su propia situación en el mundo de

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Hortensia y de María.
Cuarta vitrina. Es una enferma mental que ama las esponjas y cree estar entre
flores. Es una escena que irrita mucho a Horacio, que no quiere pensar en el destino de
esta muñeca porque es su destino. El destino que le tiene fijado el texto a Horacio (y la
transformación que narra) es, además de convertirse en muñeco, convertirse en loco. Al
final es un loco que va hacia el ruido de las máquinas, hacia el sinsentido. O sea: el
enfermo mental es él. Ya previamente el narrador lo ha valorizado como un loco,
cuando dice: “Abriendo los ojos de loco”. Además Horacio les da un sentido a las
esponjas, porque las relaciona con su propio mundo. Dice: “Las esponjas deben de
simbolizar la necesidad de lavar muchas culpas”. Él mismo conecta el sentido de la
representación con su propia culpa.
Quinta vitrina (octavo capítulo). No tiene leyenda; el narrador la refiere
indirectamente: “Cinco muñecas forman la comisión directiva de una sociedad
protectora de jóvenes abandonadas”. ¿Quién es la abandonada? Obviamente María.
Además esta suerte de ONG ha elegido una presidenta y hay una rival derrotada, lo cual
reproduce la novelita burguesa, donde hay una derrotada (María) y un personaje
triunfante (la muñeca).
Sexta vitrina. La mujer polípoda, que está en el mismo octavo capítulo.
Representa a una viuda de luto sentada al pie de una escalinata, como al comienzo del
cuento María está en la escalinata. La viuda pide limosna porque no tiene que comer. Es
una mujer que tiene muchos brazos para pedir más limosnas.
Dice: “La prueba le resultó desastrosa”. ¿Por qué no interpreta su deseo?
Justamente porque el deseo de Horacio es fragmentar, mutilar, al mundo. Y acá hay una
totalidad de sentido y una totalidad de figura. Por eso le parece un mamarracho, porque
reúne dos estéticas.
Séptima vitrina. Es la escena sin leyenda. La gran piscina, con agua, plantas,
brazos y piernas sueltas. Esto obviamente es la idea de una figura aleatoria que se
compone y se recompone. Es la única escena que tiene movimiento. Es la estética,
lograda por fin, de Horacio. Porque representa su mundo interior o su yo dividido. Es el
mundo de la confusión de Horacio. Pero él se desilusiona. Dice:

“Horacio se había quedado mirando una mancha de sol que tenía en la manga
del saco. Al retirar la manga, la mancha había pasado al vestido de María como si se
hubiera contagiado. Ya, cuando se separó de ella y empezó a caminar hacia la salita, sus

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órganos parecían estar revueltos, caídos y pesando insoportablemente”.

Octava y última vitrina. María se disfraza de monja y acá el gato (lo viviente)
rompe la escena. Se representa una reina que murió al momento de dar una limosna. La
escena de la vidriera repite lo que ha sido dicho en el relato central, donde se dice
literalmente que María es una reina. Ejemplo: “María se propuso soportar la situación
con la dignidad de una reina desgraciada”.
Fin de la clase. La próxima empezamos con Derrida. Muchas gracias.

Versión CEFyL.

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