Sujeto y Mundo Material en La Narrativa
Sujeto y Mundo Material en La Narrativa
Sujeto y Mundo Material en La Narrativa
I. eStUDIOS
Ignacio Álvarez
Universidad Alberto Hurtado
[email protected]
RESUMEN / ABSTRACT
The article presents a general approach for the analysis and interpretation of Chilean narratives
written and published during the past two decades. According to the relationship established
with the material world, we postulate that writings and texts can be stoic, skeptical or epicurean.
1
Este trabajo forma parte del Proyecto FONDEcYT de Iniciación N° 11090273,
“Figuras, procedimientos de representación y experiencias de la identidad nacional en la
narrativa chilena del noventa y el dos mil”, del cual soy investigador responsable. Una versión
preliminar del segundo y tercer apartados fue presentada en el VI Simposio Internacional
del Centro de Estudios de Narratología Mignon D. de Rodríguez Pasqués: Narratividad y
discursos múltiples, realizado en Buenos Aires los días 18 al 20 de julio de 2011, con el título
“Modos de percibir en la narrativa chilena del noventa y el dos mil”.
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Stoic texts melancholically long for a contact with their lost objects, skeptical ones doubt
that this is possible, and epicurean texts –which do not distinguish between perception and
imagination–, exasperate symbolic production as a contact with material production. This
article coordinates this criterion with other classiications of the period, and also outlines
the political projections that such criterion may bear.
Los dos primeros apartados exponen el campo general del problema: con
qué pautas se ha ordenado anteriormente la narrativa chilena del período y
en qué consiste ordenarla del modo en que este trabajo lo hace. En la tercera
parte se pone en funcionamiento el criterio, y se discute y ejempliica por qué
podríamos hablar en el tiempo presente de narraciones y escrituras estoicas,
escépticas y epicúreas. Por último se exponen algunos de los movimientos
y alcances que permite esta cartografía, sobre todo en lo que se reiere al
contexto de producción de las narraciones, el chile de la posdictadura.
Escépticos, estoicos y epicúreos, propondré, experimentan de modos muy
distintos este período, tan distintos de hecho como para que la esperanza
utópica aparezca allí donde solo parece existir el paisaje monótono de la
pura circulación de la mercancía.
Los estudios que ofrecen una perspectiva global de la narrativa chilena de las dos
últimas décadas pertenecen, a mi juicio, a tres órdenes diferentes. Hay cuadros
generales de lo que podría llamarse una poética de nuestro posmodernismo
narrativo, normalmente escritos con cierta intención historiográica. Hay
también mapas temáticos, elencos de motivos dominantes que buscan una
descripción sincrónica del período. Finalmente hay caracterizaciones que
de modo muy aproximado podemos llamar retóricas, aunque su interés
primordial es la comprensión política de los textos literarios a través de su
tramado igural 2.
Del primer tipo son los trabajos recientes de cedomil Goic y Leonidas
Morales, muy distintos en sus presupuestos y metodologías, pero parecidos
en sus resultados. Goic, por ejemplo, deine como “infrarrealista” a la novela
hispanoamericana actual, la de 1980 en adelante, y la caracteriza temáticamente
como afín al término de los metarrelatos e intensamente heterogénea en los
objetos que representa; en cuanto a su estructura, subraya la preeminencia
2
En varios de estos trabajos (los de Goic, Avelar y Moreiras, especíicamente) el
objeto de estudio es la novela latinoamericana; en los demás (Morales, cánovas, carreño,
Cárcamo-Huechante) se habla de modo especíico de la narrativa chilena. Puesto que en el
primer caso lo latinoamericano explícitamente incluye el caso chileno, se los trata de modo
indistinto en este apartado.
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comenté más arriba no hay una expresión narrativa para esta tercera posición,
pero este trabajo propone que sí existe y que puede describirse.
Los cuadros generales de Goic y Morales se reieren, también de manera
general, a un concepto clásico de la crítica literaria, el modo de representación
o “interpretación de lo real por la representación literaria” (Auerbach 522).
Los estudios de cánovas y carreño enriquecen el repertorio temático de las
narraciones chilenas, y cuando ordenan los lugares de enunciación de sus
productores utilizan un sistema binario: a favor o en contra del neoliberalismo,
a favor o en contra de la globalización. Al realizar una lectura agregada de
los emplazamientos de Moreiras, Avelar y cárcamo-Huechante, por último,
aparece una tercera posición: a favor, en contra y en el margen de lo global. El
apartado siguiente expone un criterio ordenador para las narraciones chilenas
del noventa y el dos mil que, a mi juicio, complementa los esfuerzos que
acabo de reseñar. Más que al modo de representación como un todo, se reiere
especíicamente al modo en que los narradores dan cuenta de sus formas de
percibir los sucesos y los objetos de la narración. Sin abordar los contenidos
de la percepción, además, este criterio intenta abrirse a las tres opciones
reseñadas por Moreiras desde una mirada que considera el contexto global
y el capitalismo multinacional no como un obstáculo sino como la condición
de posibilidad de estos relatos, y por ende, sin querer negar a priori que pueda
existir un potencial resistente en textualidades en apariencia completamente
dependientes de la ideología neoliberal.
2. EL cRITERIO
3
Además de los nueve o diez textos que menciono o examino en el cuerpo del trabajo,
el corpus explorado incluye hasta el momento los siguientes títulos: Ayala, Ernesto. Examen
de grado. Santiago: Ediciones B, 2006; Baradit, Jorge. Ygdrasil. Santiago: Ediciones B, 2005;
Baradit, Jorge. Synco. Santiago: Ediciones B, 2008; Bisama; Brodsky, Roberto. Bosque quemado.
Santiago: Mondadori, 2008; costamagna, Alejandra. Dile que no estoy. Santiago: Planeta,
2007; De la Parra, Marco Antonio. La secreta guerra santa de Santiago de Chile. Santiago:
Planeta, 1989; Electorat, Mauricio. La burla del tiempo. Barcelona: Seix-Barral, 2004; Eltit,
Diamela. Mano de obra. 2002. En su Tres novelas. Santiago: Fondo de cultura Económica,
2004; Fernández, Patricio. Los Nenes. Santiago: Anagrama, 2008; Fuguet, Alberto. Tinta Roja.
Santiago: Alfaguara, 1996; Jara, Patricio. Prat. Santiago: Bruguera, 2009; Jara, Patricio. El
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sangrador. Santiago: Alfaguara, 2002; Labbé, carlos. Libro de plumas. Santiago: Ediciones
B, 2006; Lemebel, Pedro. Tengo miedo torero. Santiago: Planeta, 2001; Marín, Germán. El
palacio de la risa. Santiago: Planeta, 1995; Missana, Sergio. El invasor. Santiago: Planeta,
1997; Mouat, Francisco. Chilenos de raza. Santiago: El Mercurio-Aguilar, 2004; Mouat,
Francisco. El empampado Riquelme. Santiago: Ediciones B, 2002; Ortega, Francisco. El
número Kaifman. Santiago: Planeta, 2006; Torche, Pablo. En compañía de actores. Santiago:
Ediciones B, 2006.
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remiten a esa discusión que en poco tiempo cumplirá treinta años4. Se trata,
según la clásica exposición de Fredric Jameson, de la “ruptura de la cadena
signiicante”, un rasgo central del posmodernismo que puede leerse como una
crisis de la capacidad perceptiva provocada por la imposibilidad de representarse
el mundo de una manera comprensible. “[E]l mundo queda reducido a una
experiencia de puros signiicantes materiales” (“La lógica cultural” 48), dice
Jameson, lo que se expresa en los textos literarios bajo la forma de pastiche,
historicismo sin historia, emocionalidad supericial y esa especie de impotencia
perceptiva y representacional que es lo sublime tecnológico. La percepción
espacial también quedará determinada por esta condición dominante de la
producción cultural, y en ella se observa “la supresión de la distancia … y
la incesante saturación de todo hueco o espacio vacío disponible, al punto
de que el cuerpo moderno [es decir, el cuerpo posmoderno] … está ahora
expuesto a un aluvión perceptual de inmediatez al cual se le ha removido
cualquier capa protectora o mediación intercesora” (Jameson, “cognitive”
351, traducción mía). Esa avalancha de objetos potencialmente perceptibles,
pero imposibles de ordenar, una avalancha a veces producida por los propios
narradores y percipientes, es lo que collyer llama “cien pájaros”, Zambra
“literatura” y Torche las “muchas palabras” de su relato.
Los cuestionamientos a la percepción y la representación constituyen,
con toda su diicultad, solo la primera parte del problema planteado en las
novelas: el diagnóstico, su anudamiento al posmodernismo como dominante
cultural, su condición de posibilidad. Los textos contienen también su particular
solución o respuesta frente a estas especíicas reglas del juego, y dan cuenta
de las posiciones, los movimientos o actuaciones posibles en el contexto
posmoderno y posdictatorial. Dicho de otro modo: enfrentados a la misma
ruptura de la cadena signiicante, a la misma supresión de la distancia, los
4
Utilizo el término “posmodernista”, en el contexto chileno, para referirme a la
producción artística de las dos últimas décadas. En el caso de la narrativa, abarca los textos
cuya escritura y circulación se produce al amparo de la inserción de la economía nacional
en los mercados globales, y coincide entonces con lo que se conoce como “novelas de la
posdictadura”. consciente de que la modernización en América Latina ha sido siempre
desigual y heterogénea, hablo de “posmodernismo” en chile acentuando los rasgos estéticos
que estos relatos comparten con la descripción clásica del período, y de hecho las novelas que
componen el corpus pertenecen, casi todas, a las redes de circulación literaria más visibles
en el mercado y la academia. Lo que me interesa, en palabras de Raymond Williams, es el
funcionamiento de la lógica cultural dominante.
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5
La idea de utilizar la epistemología helenística me fue sugerida por el ensayo
“Literatura y escepticismo”, de Pablo Oyarzún, que postula el carácter escéptico de la literatura
moderna sobre la base del concepto de experiencia en Walter Benjamin (29-32). Oyarzún
coordina la novela moderna con el escepticismo moderno, el de Michel de Montaigne y
Francis Bacon; yo propongo coordinar (de un modo no causal ni restrictivo, como se verá) la
novela posmoderna con el escepticismo, el epicureísmo y el estoicismo alejandrinos.
6
Por muy distintos que sean ambos contextos, sin embargo, no pueden negarse las
similitudes del mundo helenístico con el presente. También el imperio alejandrino tiene su
“globalización”, es decir, una expansión del espacio debida al comercio, un aumento de los
desplazamientos geográicos de las personas y una intensiicación del intercambio cultural,
aunque restringido a las clases dominantes (Davies 257-320). En términos literarios, la
expresión helenística –como la posmodernista– es intertextual (explota el “arte de la alusión”),
combina distintos géneros literarios y pone su foco en sujetos antes marginados, así como
en la vida emocional o sentimental de los individuos (Gutzwiller 168-222). Buen ejemplo de
estos rasgos es la novela Quéreas y Calírroe, de Caritón de Afrodisias (siglos I a.C. o I d.C.):
su acción típicamente amorosa pone en primer plano a una mujer, calírroe, abarca toda la
cuenca mediterránea, en ella se distinguen innumerables citas homéricas e incluso termina
con un episodio ucrónico, una guerra icticia entre Egipto y Persia.
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7
Este esquema no pretende resumir el pensamiento alejandrino, sino solo los rasgos
consensuales de su teoría de la percepción. Se basa en la excelente introducción de Anthony A.
Long titulada La ilosofía helenística, en los estudios de Ángel J. cappelletti sobre Lucrecio
y De rerum natura, en algunos fragmentos de Pirrón, y en textos de Lucrecio, Epicuro (las
cartas a Meneceo y Heródoto) y Marco Aurelio (las Meditaciones). Ver la bibliografía.
8
Ver Epicuro, “Epístola a Heródoto” 153,§48. Ver también Lucrecio, De rerum
natura IV, 722-776 [la ubicación que doy es la del texto latino; la traducción que utilizo, del
abate Marchena, ubica los versos citados en IV, 1001-1068]. Long comenta estos pasajes y
esta importante conclusión en 34, y cappelletti lo hace en 231.
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En las novelas que llamo escépticas, el sujeto se enfrenta a los objetos con
un ánimo perplejo, como si no pudiera o, más probablemente, como si no
quisiera interpretar el sentido de los hechos que cuenta. El narrador de La
calma (2004), de Sergio Missana (1966), ilustra bien esta modalidad cuando
se reiere al protagonista de la novela, Webb, un hombre que arrastra a su
pequeña hijastra a través de la pampa patagónica en un duro viaje hacia el
extremo sur del continente:
9
Pablo Oyarzún lo plantea a propósito del análisis de la experiencia en el trabajo
de Walter Benjamin: “no se trata solamente de un contenido determinado que la experiencia
común pone a disposición de sus partícipes como fundamento de comunicación entre ellos,
sino de la experiencia como condición de apropiación de contenidos, cualesquiera que ellos
[sean], con la sola condición de que sean, de uno u otro [modo], efectivamente comunicables”
(18, nota 5).
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10
Las demás novelas que Missana lleva escritas hasta la fecha también pueden ilustrar
esta posición. Gabriela cancino, siguiendo de cerca la noción de escepticismo de Pablo
Oyarzún, ha estudiado la experiencia en El invasor (1997) y La calma. Ver especialmente
cancino 26-34.
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¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no me voy? ¿Por qué visto tu ropa y
habito tu casa? ¿Por qué visto tu ropa, alimento tu perro, riego tus
plantas, limpio a diario el polvo de la demolición que se cuela hasta
acá dentro? ¿Qué hay en este sitio que me atrae? ¿Qué relación hay
entre esto y mi furgón y mis largas tardes recolectando piezas en Diez
de Julio? ¿Por qué terminé aquí y no en el fondo del canal con mi
Greta chica? ¿Estará de verdad mi hija ahí? ¿Qué de cierto habrá en
eso de que hay un hoyo grande y oscuro donde se encuentran todos
los niños perdidos? ¿Por qué pienso en esto? (139).
allí, salvo que esa causa se ha perdido, tal como ha desaparecido la hija que
intenta recuperar a lo largo de la narración. El mismo argumento de la novela
sufre, en esta serie de preguntas, una especie de mortiicación muy propia
del espíritu estoico, pues los hechos se disponen en un orden que es distinto
al cronológico y distinto también al que tienen en la novela; el lector percibe
que, aunque pueda reconstruirse una línea coherente para las acciones, la
narradora la dice de este modo desordenado porque solo así puede decirla,
irrecuperablemente desarticulada 11.
Con un talante muy diferente, Maorí Pérez (1986) intenta en Diagonales
(2009) una explicación estructural del complejo universo de su icción que
comparte el mismo principio representacional de Nona Fernández:
Diagonales es una novela difícil de seguir, sobre todo porque plantea problemas
en el nivel del relato: incluye narraciones enmarcadas que escapan de su marco,
películas cuyo argumento icticio termina luyendo hacia el relato primero,
voces del más allá que aparecen en el más acá, etcétera. Este fragmento es
importante, entonces, porque nos ofrece lo más cercano a una explicación,
por parte del narrador, de ese mundo complejo. Su perspectiva, diría, es la
de quien conoce el orden del mundo aunque de modo abstracto, un dibujo
inconcluso y forzosamente parcial a partir del cual se puede proyectar el
cuadro completo. Si el mundo tiene una forma, parece decirnos, esa forma
es en su mayor parte invisible, o bien teórica, o bien hipotética. Su tiempo
no es el pasado, como ocurre en la novela de Nona Fernández, y por lo tanto
11
Los mismos rasgos aparecen en Mapocho: el trasmundo está literalmente tras el
umbral de la muerte, el sentido por recuperar es el de la entera historia de chile, que aparece
iccionalizada en sus episodios clave.
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12
La deinición de este procedimiento de Caja negra como écfrasis la hizo el propio
Bisama en una conversación informal. El término signiica literalmente “descripción” y suele
restringirse a las obras visuales que “vívidamente concurren ante nuestros ojos” por medio de
la palabra. Tuvo, no puede sorprendernos, un considerable éxito durante el período helenístico
(“Ekphrasis” 320).
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Personajefrustrado dice…
12.56 pm
Primero, A.A., no creo que hayas hablado con Vila-Matas. Menos que
duermas algunas noches en la biblioteca. ¿No te parece absurdo? …
¿Te crees las ideas que te inventas? ¡Bien harías en auto-expulsarte!
¡¿cómo saliste de tu país?! ¿No te detuvieron en el manicomio? La
locura marca las fronteras.
…
A.A. dice…
16.07 pm
Personajefrustrado, … La historia de Vila-Matas no es necesario que
me la creas, tampoco la de la biblioteca. Es como el psicoanálisis. No
es necesario creer en el psicoanálisis para que te haga efecto (36-7).
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4. ALcANcES, MOVIMIENTOS
13
Este giro puede seguirse en la lectura que Erich Auerbach hace de Rojo y negro,
en donde comenta que “el realismo moderno serio no puede representar al hombre más que
ensartado en una realidad total, en constante evolución político-económico-social” (435).
Georg Lukács le reprochará un subjetivismo alienante a los escritores de vanguardia, quienes
no harían, a su juicio, sino un “culto al dolor, del momentáneo estado de ánimo” (14). Como
se sabe, Theodor W. Adorno critica muy justamente esta postura, pero Walter Benjamin es
quien, probablemente, expresa más claramente la salida hacia la producción de la obra de arte
como horizonte que restituye el mundo y los contextos. En El autor como productor lo dice
explícitamente “Antes de la pregunta: ¿cuál es la actitud de una obra frente a las relaciones
de producción de una época?, quisiera preguntar: ¿cuál es su posición dentro de ellas? Esta
pregunta apunta directamente hacia la función que tiene la obra dentro de las relaciones de
producción literarias de una época” (24-25).
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14
cristián Opazo describe casi literalmente la actitud estoica en un grupo bastante
homogéneo de novelas escritas por hombres en los años noventa o principios de la década
del dos mil. Para Marco Antonio de la Parra, Radomiro Spotorno, Darío Oses y Ramón Díaz
Eterovic el referente anhelado no sería la oposición a la dictadura ni la Unidad Popular sino
el gobierno de Pedro Aguirre cerda. El ejercicio de Opazo refuerza el carácter metonímico
y desplazable del objeto perdido por el estoico. El artículo ataca, con alguna inquina, esa
particular nostalgia del pasado como “patología de nuestra memoria colectiva” (108), y acusa
de historicismo sin historia lo que, a in de cuentas, bien puede ser un recuerdo productivo
del pasado.
15
“En La calma se utilizan elementos de la historia, pero no está situada en un lugar
o sitio determinado. La época podría ser a principios del siglo xx, pero también es ambiguo.
Me interesaba relexionar sobre hechos históricos, pero más sobre el fenómeno, que sobre el
momento en que ocurrieron exactamente. La ambigüedad me permitió hablar de cosas que
sucedieron en Chile, Argentina, Brasil...” (Missana, “Donoso me enseñó a leer”).
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16
Un buen ejemplo es el juicio negativo de cárcamo-Huechante sobre la obra de
Alberto Fuguet, cuyo “marco de referencia es la circulación paroxística de los signos y [su]
procedimiento narratológico es el del pastiche” (233-4).
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17
Retoman, de este modo, una larga tradición latinoamericana y latinoamericanista,
la de Alfonso Reyes y su apuesta irme por la icción como rasgo distintivo de lo literario:
“claro es que al inventar imitamos, por cuanto sólo contamos con los recursos naturales, y no
hacemos más que estructurarlos en una nueva integración” (42). Del mismo modo que Reyes
tiene una lectura descolonizante, la sensibilidad epicúrea ofrece la posibilidad de replicar al
posmodernismo con las armas del propio oponente. Sostiene esta oportunidad en el propio
Epicuro, quien lleva al extremo los efectos de la icción al declarar que “los mundos son
ininitos” (“Epístola a Heródoto” 151, §45).
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5. cONcLUSIÓN
18
Por ejemplo: “Después de leer a Perec y sus Especies de espacios, las ideas de
Bajtin me parecieron menores. Por eso mismo dejé la universidad y decidí comenzar a hacer
ejercicios espaciales … Estuve haciendo ejercicios de yuxtaposición durante meses hasta
que descubrí en esos ejercicios que debía dejar chile. Dejar ese espacio. Yuxtaponerlo a otro.
Tomar distancia. Ahora me pregunto cuál es mi real espacio y contra qué lo puedo yuxtaponer.
No sé si será Barcelona” (79).
19
Patricia Espinosa atacó este lanco muy fuertemente en su reseña: “La vanidad
de la narradora no tiene nombre: se cree superior porque es escritora o porque intenta serlo;
insiste hasta el hartazgo en demostrar que es rara, que tiene una madre loca y que de chica
jugaba con sapos y hasta se los comía” (54).
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