Material Segundo Parcial Filosofia

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SEGUNDO PARCIAL DE FILOSOFIA

ESCUELAS FILOSOFICAS

Los sofistas
Qué son los sofistas

La palabra sofista significa sabio. Platón y Aristóteles se expresaban


peyorativamente de los sofistas, porque éstos, con frecuencia, se valían de
sofismas para exponer sus lecciones, además de que cobraban por sus
enseñanzas.
Sin embargo, la historia reconoce a los sofistas el mérito de haber sido los
primeros profesionales de la enseñanza, porque tenían un proyecto bien
definido de educación, y porque la impartición de las materias como
retórica, política, etcétera, se hacía de acuerdo con programas previamente
fijados.
Para entender mejor la sofística y su esencia misma, conviene recordar las
circunstancias del entorno en que surge.
1. En el aspecto filosófico, las teorías anteriores fueron tan variadas y
opuestas que fácilmente inducían a confusión e incertidumbre.
2. La segunda circunstancia fue que la práctica de la democracia en la
sociedad ateniense estaba exigiendo individuos preparados para el ejercicio
del poder político.
3. El contacto con otros pueblos permitió conocer cómo eran sus
costumbres, sus instituciones, sus normas.
Las circunstancias mencionadas lograron que entre los sofistas se hicieran
evidentes ciertas características:
• Escepticismo. Es imposible que, siendo tan diversas las teorías anteriores,
todas tengan razón; por ello, la actitud obligada ante dicha situación es la
de escepticismo.
• Preferencia por los temas sociales y políticos. Es consecuencia de la
demanda de información que se generó ante las nuevas prácticas políticas.
• Defensa del carácter convencional de las instituciones y normas, tanto
políticas como morales. Esta característica tiene como base la observación
de las diferencias que hay entre pueblos y entre individuos, acerca de lo
que es bueno, justo, etcétera.
Para terminar, veamos los tres aspectos que resaltan en la sofística:
1. Es método de discusión o controversia. Como tal, presenta técnicas de
diálogo que conducen al oponente a situaciones aporéticas, o sea, a
callejones sin salida.
2. Como movimiento filosófico, defiende el escepticismo y el subjetivismo
en el pensamiento, y el relativismo en las normas políticas y morales.
3. Es también un sistema de educación. En este aspecto se advierte en ella
una impartición profesional de la enseñanza, ya que se hace con programas
precisos y con finalidades concretas. Una de estas finalidades es, por
ejemplo, enseñar las virtudes sociales a los jóvenes.
La historia recuerda los nombres de varios sofistas; los más destacados son:
Protágoras, Gorgias y Calicles, por ser representantes del subjetivismo
gnoseológico, del escepticismo total y del relativismo normativo.

Escuelas helenísticas
Circunstancias y modelo ideal
Con el nombre de escuelas helenísticas se designó a agrupaciones
filosóficas griegas que se instituyeron en el siglo IV y que fueron
predominantemente moralistas. Dos eran las principales: el Jardín de
Epicuro (epicureísmo) y la Stoa de Zenón de Citio (estoicismo).
La circunstancia histórico-geográfica que propició la aparición de dichas
escuelas fue la expansión cultural griega, originada por el vasto imperio
alejandrino, la cual abarcó áreas geográficas extensas como Alejandría.
Esto produjo cambios en la conciencia política de los griegos; por ende,
desaparecieron las ciudades-Estado. El ciudadano ya no se sentía ligado a
la polis y tampoco protegido; en consecuencia, el individuo pasó al primer
plano.
Como respuesta a la nueva conciencia individual se presentaron dos
escuelas, epicureísmo y estoicismo, que ofrecían modelos de vida
adaptados a la nueva circunstancia. Al modelo que ofrecía cada escuela se
le conoce como “el ideal del sabio”. Tanto los epicúreos como los estoicos
formularon su respectiva teoría moral, tomando como base el
intelectualismo moral de Sócrates; en consecuencia, también ellos
defendían que solamente el sabio puede ser virtuoso y feliz. Cada escuela
propuso el modelo al cual debería aspirar la persona que pretendiera ser un
sabio auténtico, es decir, propuso el ideal del sabio.

Epicureísmo
La filosofía epicúrea se divide en tres partes: canónica, física y ética.
La canónica es la parte de la filosofía encargada de estudiar las normas a
que debe sujetarse el conocimiento para ser verdadero. Además de las
normas, se establecen criterios de certeza.
La física sigue el modelo atomista para estudiar la naturaleza de las cosas,
admitiendo previamente el triple postulado del materialismo,
indeterminismo y mecanicismo del Universo.
La ética epicúrea reconoce la felicidad como el fin o bien supremo del
hombre. Como éste es mortal, la felicidad únicamente se da en esta vida.
La norma básica de la moralidad es “buscar el placer y evitar el dolor”;
pero como hay que seleccionar los placeres que conviene procurar y los
dolores que necesitamos evitar, es indispensable recurrir a los
conocimientos que proporcionan la canónica y la física. Esto nos indica que
sólo el verdaderamente sabio es quien puede ser feliz.
Un motivo muy común de intranquilidad es el triple temor a los dioses, al
destino y a la muerte. Dicho temor desaparece mediante el estudio de la
canónica y de la física. Una vez desvanecido, estamos en posibilidad de
obrar bien. El acto bueno o virtuoso es el que nos conduce al placer y nos
aparta del dolor. De aquí se desprende que el ideal de la ética se identifica
con el del sabio, ya que solamente el conocedor de la naturaleza de las
cosas será capaz de discernir las circunstancias en las cuales obtendrá el
máximo placer.
Estoicismo
La Stoa, o escuela estoica, reconoció a Zenón de Citio como su fundador.
La filosofía estoica también contiene tres partes: lógica, física y ética.
La lógica se divide en retórica y dialéctica. La primera es la ciencia del
bien decir; la segunda, la ciencia del recto discurrir. La dialéctica estudia
las proposiciones en sus aspectos sintáctico y semántico.
La física estoica toma como base las teorías de Heráclito referentes al
logos y al movimiento. En la naturaleza hay dos principios: activo y pasivo.
El principio activo es el logos entendido como ley que todo lo gobierna, es
la razón universal. El principio pasivo tiene a los cuerpos en constante
movimiento, produciendo su diversificación.
La teoría ética de los estoicos postula que el alma humana es parte de la
razón universal. Si el hombre es racional, entonces debe obrar en
consonancia con su naturaleza, es decir, según la razón; pero no sólo según
su razón individual, sino también de acuerdo con la razón universal. La
libertad es necesidad porque consiste en obrar de acuerdo con la naturaleza
racional.
Los conceptos de virtud, norma de moralidad, conducta moral y felicidad
se formulan como consecuencias de los postulados anteriores. El fin del
hombre es la felicidad, la cual se obtiene mediante la virtud, y ésta consiste
en obrar de acuerdo con la razón en su totalidad.
El ideal del sabio es la virtud por la virtud, entendida ésta como apatía, es
decir, como un estado libre de afectos y de pasiones.
Uno de los discípulos más notables de la escuela estoica fue Séneca.
GRANDES FILOSOFOS

1.Protágoras de Abdera (480-410 a. C.)


Protágoras de Abdera Sofista que introdujo la práctica de cobrar
honorarios por sus lecciones. Su posición fue el relativismo, como lo indica
su bien conocida frase: El hombre es la medida de todas las cosas; de la
existencia de las que existen y de la no existencia de las que no existen.

Filósofo griego
–El hombre es la medida de todas las cosas–

 El más reconocido de los sofistas.


 Obras: Verdad, Sobre los dioses...
 Movimiento: Sofismo
 Campos: lenguaje, semántica, relativismo, retórica, agnosticismo,
ética...
 Nombre: Protágoras de Abdera

"Sobre cualquier cuestión hay dos argumentos opuestos entre sí"


Protágoras
Protágoras nació probablemente en el 485 a. C. en Abdera, Tracia.

Se dice que era porteador y se ganaba la vida trasportando objetos.

Se trasladó a Atenas, donde pasó la mayor parte de su vida, llegó a ser


amigo de Pericles y ganó fama como maestro y filósofo.

Pensamiento

Filósofo presocrático que Influyó considerablemente en el pensamiento


contemporáneo sobre cuestiones morales y políticas. Fue el primero en
llamarse a sí mismo sofista y en enseñar a cambio de dinero recibiendo
grandes cantidades de sus alumnos.

Enseñó gramática, retórica e interpretación de la poesía.

El fundamento de su filosofía fue la doctrina de que nada es bueno o malo,


verdadero o falso, de una forma categórica y que cada persona es, por
tanto, su propia autoridad última; esta creencia se resume en su frase: "El
hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y
de las que no son, en cuanto que no son".

Protágoras criticó las supersticiones y los ritos religiosos de su tiempo, pero


mantuvo siempre una postura agnóstica y escéptica, no atea.

Obras

Sus principales obras, de las que sólo perduran algunos fragmentos, fueron
tituladas Verdad y Sobre los dioses.

Dos célebres diálogos de Platón, Teeteto y Protágoras, rebatieron las


doctrinas de Protágoras.

Entre sus labores profesionales, se le encomendó la elaboración de un


código penal para Turios.

Muerte

Fue acusado de impiedad por lo que hubo de exiliarse pereciendo ahogado,


se cree que alrededor del 420 a. C., en el transcurso de un viaje a Sicilia.

Sabías que...
Cráter lunar
El cráter lunar Protágoras fue nombrado en su memoria.

Frases
De todas las cosas medida es el hombre.

Nada es el alma al margen de las sensaciones.

Cuando un discípulo ha aprendido conmigo, si quiere, me entrega el


dinero que yo estipulo, y si no, se presenta en un templo, y después de
jurar que cree que las enseñanzas valen tanto, allí lo deposita.

Sobre los dioses no puedo saber ni que existen ni que no existen.

Porque la mayoría, por así decirlo, no se da cuenta de nada, sino que


celebra las cosas que esos pregonan.
Si llego a vencer, es preciso que me pagues por haber vencido; si
vences tú, por haber vencido tú.

Sobre cualquier cuestión hay dos argumentos opuestos entre sí.

Si yo gano, es preciso que, por haber ganado, me entregues los


honorarios; si tú ganas, por haberse cumplido la condición, también
deberías pagarme.
De él afirmó Diógenes Laercio (L. II: 10):
Sofista, fue discípulo de Demócrito en su ciudad natal. Fue el primero que
introdujo la práctica de cobrar honorarios por sus lecciones, y también, por
esto, fue el primero que introdujo en Grecia una práctica que no debe
despreciarse, pues aquello que nos cuesta dinero lo apreciamos más que lo
que se nos ha regalado.
Su frase más celebre es: “El hombre es la medida de todas las cosas; de la
existencia de las que existen y de la no existencia de las que no existen”.
En esta frase, el término hombre tiene como referente a cada individuo en
particular y al hombre en general, es decir, está defendiendo un
subjetivismo gnoseológico de individuos y de especie. Esto se confirma
con otra de sus frases: “Las cosas son para ti, como a ti te parece que son; y
son para mí como a mí me parece que son”.

2.Gorgias (circa 480-375 a. C.)


Leontino Gorgias Padre de la sofística. Defendió el escepticismo. Su
posición defiende tres tesis: 1. Nada existe. 2. En caso de que existiera, no
podría ser conocido. 3. En caso de que existiera y pudiera ser conocido,
no podría ser comunicado a los demás.
(Leontini, c. 487 - Larisa, c. 380 a.J.C.) Filósofo griego. La vida de
Gorgias, nacido hacia 487 a.C. en Lentini, Sicilia (vivió 108 años en
perfecta salud física), estuvo marcada por fuertes alternancias de éxitos y
fracasos: viajó por toda Grecia ejercitando con gran éxito el arte retórico,
acumuló una ingente fortuna económica y dirigió la formación de
numerosos seguidores.

Lo acompañó una merecida fama de dialéctico capaz de desarrollar


razonamientos aplastantes para sostener opiniones muy alejadas del buen
sentido y de los comunes valores; por ejemplo, que nada existe, su tesis
más célebre, o bien que Elena, la adúltera responsable de la guerra de
Troya, no fue culpable.

Gorgias fue el más admirado maestro de retórica de la antigua sofística.


Los sofistas, literalmente los sabios, es el nombre que recibió un grupo de
intelectuales que en la Atenas de mediados del siglo V empezó a hacer del
saber una profesión impartiendo, con gran escándalo de los filósofos,
lecciones de retórica y elocuencia a los jóvenes de la clase dirigente que
pretendían dedicarse a la carrera política. Dado que la prestación de
servicios pagados estaba mal considerada por los ciudadanos atenienses de
buena condición social, los sofistas fueron tratados con desprecio por la
élite intelectual.

El relativismo cognoscitivo sostenido por los sofistas, según el cual no hay


ninguna verdad absoluta sino sólo un enfrentamiento entre opiniones
diversas, acabó por conceder una importancia extraordinaria a la retórica, el
arte del discurso y de la persuasión, la capacidad de vencer en la polémica
más allá de la intrínseca bondad de las propias razones. No hay que
infravalorar la importancia del movimiento sofista en la historia del
pensamiento: fueron ellos los primeros en situar los problemas del hombre
en el centro de la reflexión filosófica, anticipando la inminente revolución
que conllevarían los enfoques de Sócrates.

Los rasgos característicos de la figura de Gorgias que nos han sido


transmitidos por los testimonios clásicos se encuentran admirablemente
fundidos en el diálogo platónico que se titula justamente con su nombre.
En Gorgias, Platón nos presenta al viejo retórico que, en la cumbre de la
fama y de la gloria, se jacta con solemnidad y suficiencia de su habilidad
como improvisador y exalta el poder maravilloso de la palabra, pero se
niega a admitir que el justo pueda echar de menos el conocimiento de la
retórica. Son después sus discípulos Polo y, sobre todo, Calicles, quienes,
discutiendo con Sócrates, desarrollan con estricta lógica el indiferentismo
moral implícito en la posición de Gorgias.
El prestigio de Gorgias como padre de la retórica se basaba en el hecho de
que fue el primer teorizador de las reglas del buen escritor que fue oído y
seguido. Su fama llegó al máximo cuando, enviado como embajador a
Atenas por sus conciudadanos para solicitar ayuda contra Siracusa,
conquistó a los habitantes de la capital cultural de la Hélade, apasionados
por sus bellos discursos, con su palabra elocuente y persuasiva. Consiguió
reunir tal fortuna con su enseñanza que se hizo levantar en Delfos una
estatua de oro macizo.
Como orador debe considerársele fundador de la oratoria llamada
"epidíctica". Los discursos que nos han sido conservados son un Epitafio,
un Olímpico, un Pítico y un Elogio de los eleáticos, todos ellos en
fragmentos. Nos queda, en cambio, el texto íntegro de los ejercicios
sofísticos, el Elogio de Elena y la Apología de Palamedes.

En ellos, Gorgias hace ostentación de su habilidad dialéctica. Respecto a la


traición conyugal de Elena, que desencadenó la guerra de Troya, Gorgias
demuestra con una fuerte vena de ironía la no culpabilidad de la imputada,
argumentando que la mujer fue raptada contra su voluntad, pero no con
violencia, sino a través del poder ejercido sobre ella por las palabras de su
seductor. La influencia de Gorgias sobre sus continuadores casi no tiene
igual en la prosa antigua. Su discípulo e imitador fue Isócrates, el gran
orador ateniense del siglo IV. Su propensión al estilo grandilocuente,
adornado de expresiones poéticas y de figuras retóricas, constituyó el
primer ejemplo de prosa artística.

Menor importancia tiene Gorgias como filósofo. Escribió una obra


titulada Sobre el no ser o sobre la naturaleza, cuyo contenido doctrinal,
basado en un escepticismo total, es conocido por nosotros sobre todo por la
exposición que de él hace el pequeño tratado Sobre Melisso, Jenófanes y
Gorgias, falsamente atribuido a Aristóteles. Se trata, posiblemente, de una
obra en la que Gorgias no expresaba puntos de vista personales, sino que
polemizaba con los eleáticos y denunciaba las inevitables consecuencias
escépticas de esta filosofía.

Las tres tesis sostenidas por Gorgias en Sobre el no ser o sobre la


naturaleza se encuentran entre las más extremas de toda la entera tradición
filosófica: 1) nada existe; 2) si algo existiese, no podría ser conocido; 3) si
algo existiese y pudiese ser conocido, no podría, en cualquier caso, ser
comunicado. Mucho se ha discutido sobre cómo interpretar ideas tan
alejadas del sentido común: ¿se trata de un ejemplo de osadía retórica, una
especie de broma dialéctica apta para desconcertar al auditorio, o bien
Gorgias quería realmente sostener este radical escepticismo cultural,
metafísico y gnoseológico, es decir, relativo a la capacidad de pensar,
conocer y comunicar?

Lo que desconcertaba a los filósofos contemporáneos, y que Gorgias en


realidad no se cuidaba de ocultar, era que él no creía en las tesis que
sostenía; por el contrario: ante una simple petición era capaz de imaginar
argumentos aptos para probar la tesis contraria, transformando lo verdadero
en falso y viceversa. Como decir que no hay ninguna verdad absoluta e
incontrovertible, sino sólo opiniones; no existe ningún lógos, ninguna
explicación última e inopinable, sino sólo retórica: la persuasión, la
seducción intelectual. Todo ello, sin embargo, no implica para Gorgias el
fin de la filosofía: ésta sigue cumpliendo una importante función
orientadora y ayuda a los hombres a elegir las opiniones más útiles, más o
menos adecuadas a la situación real, ya que en un mundo dominado no por
la razón sino por el azar, es importante saber aprovechar la ocasión.

Se le conoce como Gorgias Leontino, por haber nacido en Leonte, Sicilia.


Manifestaba Diógenes Laercio que a este filósofo “se le debe considerar
como el padre de la sofística”. Se inició en la doctrina eleática. Fue esta
circunstancia la que le indujo a enseñar un escepticismo tan absoluto que se
convirtió en nihilismo.
Su posición incluía tres tesis:
1. Nada existe (nihilismo).
2. En caso de que existiera, no podría ser conocido (nihilismo del
conocimiento).
3. En caso de que existiera y pudiera ser conocido, no podría ser
comunicado a los demás (nihilismo en el decir o en la comunicación).
El conjunto de las tres tesis parece indicar un nihilismo en grado extremo.
Sin embargo, la opinión general es que la intención de Gorgias no era
defender esta posición, sino hacer evidente la serie de contradicciones que
implica la concepción eleática del ser.

3.Calicles (v a. C.)
Calicles fue un antiguo filósofo de la política ateniense que aparece
descrito en el Gorgias, uno de los diálogos de Platón, en donde es
representado por un joven estudiante. Junto con Trasímaco, otro personaje
del filósofo griego mencionado en el libro I de La República, Calicles
denunció la virtud de la justicia como un freno natural al interés personal.

Ambos son considerados por la mitología popular como inmoralistas o


amoralistas. Calicles elogia la habilidad del hombre que ignora la justicia
convencional: cree que la verdadera justicia es el triunfo de esta persona.
Afirma que las instituciones y los códigos morales no fueron establecidos
por los dioses, sino por hombres para satisfacer sus intereses.
Al parecer, Calicles es solo un personaje inventado por Platón, porque no
se tiene certeza de que haya existido realmente, al contrario de otros
personajes mencionados por el filósofo griego en sus famosos diálogos
platónicos, como Trasímaco.

En el Gorgias Calicles defendía el derecho natural del más fuerte o


superior, y afirmaba que naturaleza y ley son dos cosas totalmente
opuestas, pero no deberían serlo.

Este personaje que aparece como protagonista en el Gorgias de Platón


navega entre el mito y la realidad. Su período de vida se ubica entre el 430
y el 405 a. C. Probablemente pudo ser una persona histórica real, pero no
existe evidencia de esto, excepto por su aparición en el diálogo platónico.

Como personaje, Calicles alcanzó autonomía respecto a su propio autor y


trascendió a su tiempo. Las ideas que intentaba destruir justamente fueron
lo que contribuyeron a su formidable renacimiento. Su influencia en la
filosofía política moderna es notablemente valorada.

Ha existido un debate con relación a su existencia en la vida real. Excepto


en Gorgias, en ningún otro texto histórico se hace referencia a él.

En caso de que haya existido, parece raro que no haya quedado un registro
histórico sobre alguien con su avasallante personalidad, o al menos algún
rastro de vida.

Todo cuanto se conoce de él está descrito en el Gorgias, que lo describe


como un aristócrata ateniense con grandes ambiciones políticas, además de
gozar de amplias relaciones personales.

En cambio, el otro personaje con igual significación en los diálogos


platónicos (Trasímaco) sí fue una persona real. Él se destacó como
diplomático y orador, y su fama se extendió por toda Grecia, aunque sobre
sus opiniones reales también solo se conoce apenas un poco. En cambio, de
Calicles no se sabe absolutamente nada, fuera de la obra de Platón.

¿Quién es realmente Calicles?

Esta figura forma parte de la mitología filosófica griega. No obstante,


algunos pensadores más contemporáneos señalan que hay elementos para
pensar que sea algo más que una invención literaria griega.
De cualquier manera, el Gorgias lo describe repetidamente como la
antítesis de Sócrates, quien abre el debate indagando acerca de cuánto
tienen ambos en común. En sus discursos, cada uno defiende sus diferentes
formas de vida.

El misterio en torno a la vida de Calicles abre espacio para la duda. Su


relación con Platón plantea algunas hipótesis. Se cree que el filósofo griego
sentía por Calicles una secreta simpatía. Pudo ser tal vez un retrato del yo
de Platón que este rechazaba.

Entonces cabe otra pregunta de carácter ético que algunos filósofos se


hacen: ¿es correcto identificar a Platón con un personaje que él mismo
abominaba?

Aportaciones

Calicles hace una distinción entre naturaleza (physis) y la ley convencional


(nomos). Argumenta con elocuencia que el más fuerte de forma natural
debería aprovechar su condición para dominar, contrario a las leyes
artificiales creadas por el hombre para proteger a los más débiles.

Defiende la ley natural del más fuerte en contra de las leyes artificiales
creadas que sirven para proteger a los débiles. De acuerdo con esta teoría
sobre la fuerza que convierte en ley, la persona no emplea su fuerza para
beneficiar a la sociedad sino en provecho propio.

Según Calicles, la ley representa la máxima injusticia contra la naturaleza,


porque tiende a igualar al hombre. En la práctica crea la dictadura del más
débil, pues no somete a este al más fuerte sino al revés.

Considera que lo superior y poderoso es equivalente a lo mejor, pero


coindice con Sócrates en que la mayoría de la gente cree que la justicia es
repartir en partes iguales para todos, lo que incluye igualdad de
oportunidades, castigo y seguridad, entre otros aspectos.

El desafío inmoralista de Calicles involucra cuatro componentes


principales, que son: la crítica a la justicia convencional, la explicación de
“justicia según la naturaleza”, la teoría de las virtudes y la concepción
hedonista del bien.
Su doctrina se conoce como la teoría del derecho del más fuerte. Los
sofistas en general, no solamente Calicles, se preocuparon por investigar el
origen y la naturaleza de las normas (políticas y morales), lo cual
constituye uno de los aspectos más interesantes en el problema del hombre.
Respecto del origen de las normas, se habían presentado antes dos
soluciones:
1. En la época mítica se creyó que las normas procedían de los dioses.
2. Entre los presocráticos, Heráclito opinó que las leyes políticas eran parte
del orden del Universo; eran expresión del propio logos.
En el periodo sofístico, Calicles y Trasímaco defendieron la
convencionalidad de las leyes, es decir, tanto las instituciones políticas
como las normas morales son producto de acuerdos entre los propios
hombres.
Esto se comprueba observando los diferentes pueblos, ya que las
instituciones y normas de unos son distintas de las instituciones y normas
de los otros.
Hay que distinguir dos órdenes legales: el natural y el artificial.
El primero es el auténtico y, por eso, inmutable; el segundo es
convencional y, así, varía de una sociedad a otra. Para conocer lo natural
habría que eliminar lo que hemos aprendido; para esto debemos observar a
los niños y a los animales. La observación de estos dos grupos nos enseña
que hay dos normas naturales: la búsqueda del placer y el dominio del más
fuerte.
Si observamos a los animales y el comportamiento humano nos daremos
cuenta de que, en la naturaleza, el pez grande se come al chico, y, entre los
hombres, siempre está dominando el más fuerte; éste es el que tiene el
derecho de gobernar, porque la naturaleza lo dotó mejor que a los demás.
Calicles Sofista que defendió la teoría del derecho del más fuerte, según la
cual el fuerte es quien tiene derecho a gobernar.

4.Epicuro
Epicuro (341-270 a. C.). Nació en Samos. Después de haber realizado en
Atenas los estudios de filosofía, fundó su escuela (conocida como
“Jardín”) que al mismo tiempo era una comunidad de amigos. De sus
escritos, además de máximas morales, se conservan varias cartas, de las
cuales la principal es la dirigida a Meneceo.

(Isla de Samos, actual Grecia, h. 342 a.C.-Atenas, h. 270 a.C.) Filósofo


griego. Perteneció a una familia de la nobleza ateniense, procedente del
demo ático de Gargetos e instalada en Samos, en la que muy
probablemente nació el propio Epicuro y donde, con toda seguridad, pasó
también sus años de infancia y adolescencia.
Cuando los colonos atenienses fueron expulsados de Samos, la familia se
refugió en Colofón, y Epicuro, a los catorce años de edad, se trasladó a
Teos, al norte de Samos, para recibir las enseñanzas de Nausifanes,
discípulo de Demócrito. A los dieciocho años se trasladó a Atenas, donde
vivió un año; viajó luego a Colofón, Mitilene de Lesbos y Lámpsaco, y
entabló amistad con algunos de los que, como Hemarco de Mitilene,
Metrodoro de Lámpsaco y su hermano Timócrates, formaron luego el
círculo más íntimo de los miembros de su escuela.
Ésta, que recibió el nombre de escuela del Jardín, la fundó Epicuro en
Atenas, en la que se estableció en el 306 a.C. y donde transcurrió el resto
de su vida. El Jardín se hizo famoso por el cultivo de la amistad y por estar
abierto a la participación de las mujeres, en contraste con lo habitual en la
Academia fundada por Platón y en el Liceo de Aristóteles. De hecho,
Epicuro se opuso a platónicos y peripatéticos, y sus enseñanzas quedaron
recogidas en un conjunto de obras muy numerosas, según el testimonio
de Diógenes Laercio, pero de las que ha llegado hasta nosotros una parte
muy pequeña, compuesta esencialmente por fragmentos. Con todo, el
pensamiento de Epicuro quedó inmortalizado en el poema latino La
naturaleza de las cosas, de Tito Lucrecio Caro.
La doctrina epicúrea preconiza que el objetivo de la sabiduría es suprimir
los obstáculos que se oponen a la felicidad. Ello no significa, sin embargo,
la búsqueda del goce desenfrenado, sino, por el contrario, la de una vida
mesurada en la que el espíritu pueda disfrutar de la amistad y del cultivo
del saber. La felicidad epicúrea ha de entenderse como el placer reposado y
sereno, basado en la satisfacción ordenada de las necesidades elementales,
reducidas a lo indispensable.
El primer paso que se debe dar en este sentido consiste en eliminar aquello
que produce la infelicidad humana: el temor a la muerte y a los dioses, así
como el dolor físico. Es célebre su argumento contra el miedo a la muerte,
según el cual, mientras existimos, la muerte todavía no existe, y cuando la
muerte existe, nosotros ya no, por lo que carece de sentido angustiarse; en
un sentido parecido, Epicuro llega a aceptar la existencia posible de los
dioses, pero deduce de su naturaleza el inevitable desinterés frente a los
asuntos humanos. La conclusión es la misma: el hombre no debe sufrir por
cuestiones que existen sólo en su mente.
La ética epicúrea se completa con dos disciplinas: la canónica (o doctrina
del conocimiento) y la física (o doctrina de la naturaleza). La primera es
una teoría de tipo sensualista, que considera la percepción sensible como la
fuente principal del conocimiento, lo cual permite eliminar los elementos
sobrenaturales de la explicación de los fenómenos; la causa de las
percepciones son las finísimas partículas que despiden continuamente los
cuerpos materiales y que afectan a los órganos de los sentidos.
Por lo que se refiere a la física, se basa en una reelaboración del atomismo
de Demócrito, del cual difiere principalmente por la presencia de un
elemento original, cuyo propósito es el de mitigar el ciego determinismo de
la antigua doctrina: se trata de la introducción de una cierta idea de libertad
o de azar, a través de lo que Lucrecio denominó el clinamen, es decir, la
posibilidad de que los átomos experimenten espontáneamente ocasionales
desviaciones en su trayectoria y colisionen entre sí.
En este sentido, el universo concebido por Epicuro incluye en sí mismo una
cierta contingencia, aunque la naturaleza ha sido siempre como es y será
siempre la misma. Éste es, para la doctrina epicúrea (y en general para el
espíritu griego), un principio evidente del cosmos que no procede de la
sensación, y la contemplación de este universo que permanece inmutable a
través del cambio es uno de los pilares fundamentales en los que se
cimienta la serenidad a la que el sabio aspira.

5.Sócrates (469-399 a. C.)


Personalidad
Sócrates (469-399 a. C.). Ciudadano ateniense, hijo de un escultor y de una
partera. Primero cultivó el oficio de su padre y después se dedicó a la
filosofía y a la educación de la juventud. Acusado de impiedad, fue
encarcelado y condenado a beber la cicuta. La verdadera causa que motivó
la condena fue su oposición a la manera como se gobernaba la democrática
Atenas, pues censuraba abiertamente la costumbre de distribuir por suerte
los cargos públicos. Luchó contra el escepticismo, el subjetivismo y el
relativismo de los sofistas. Opinaba que la verdad auténtica se adquiere
conociéndonos a nosotros mismos; de ahí su célebre frase: Conócete a ti
mismo.
Sócrates es un personaje polémico.
En la historia se encuentran tres versiones acerca de él. La más conocida es
la que nos presenta Platón, en cuyos Diálogos Sócrates aparece
magnificado, porque él es el personaje central, él conduce la discusión y él
es quien ofrece la mejor solución para la cuestión que se discute.
Encontramos una figura socrática diferente en las Memorables de
Jenofonte. En esta obra, el autor consideró a Sócrates como digno de
alabanza, pero no exento de vulgaridades. La tercera versión procede de
Aristófanes, quien en Las nubes califica a Sócrates como uno de los
sofistas, con ideas tan confusas como las nubes. De las tres versiones la que
goza de aceptación general es la primera.
Fue Sócrates quien, en sentido estricto, hizo que el pensamiento griego
considerase el problema del hombre como el más importante. No es —diría
él— investigando las cosas del Universo como encontramos la verdad, sino
conociéndonos a nosotros mismos. De ahí su célebre lema: “Conócete a ti
mismo”.
Convivió con los sofistas, pero siempre en constante lucha porque no
estaba de acuerdo con su escepticismo, subjetivismo ni relativismo
normativo. Sócrates trató de restaurar el valor de la razón humana, porque
pensaba que, de lo contrario, las actividades específicamente humanas,
como el conocimiento, la comunicación y la moral, no serían posibles.
Al abordar el problema del hombre lo desdobló en otros dos: ¿En qué
consiste el conocimiento? ¿En qué consiste la actividad moral? Aunque
Sócrates nada dejó escrito, se ha logrado conocer su pensamiento
investigando en tres fuentes: Platón, Jenofonte y Aristóteles.
Método y conocimiento
Sócrates se opuso abiertamente al subjetivismo y al relativismo en el
conocimiento porque:
1. Si cada quien va a entender de manera diferente lo que es bueno, lo
justo, etcétera, sería imposible la comunicación. Es necesario que se
restaure el valor del lenguaje como vehículo de significaciones objetivas y
válidas.
2. Como veremos después, si no hay conocimiento válido, no habrá ciencia
ni moralidad, ya que la ciencia es el comienzo de la moralidad.
Para llegar al conocimiento hay que valernos de un método apropiado. A
ese método, Sócrates lo llamó mayéutica (maieuomai = dar a luz) porque la
verdad —decía él— existe dentro de nosotros mismos y, para conocerla,
hay que sacarla a la luz.
El método socrático contiene dos partes: una negativa y otra positiva. La
primera se llama ironía y es negativa porque su función es solamente de
preparación. En esta parte, Sócrates, mediante una serie de preguntas sobre
determinado tema, buscaba que su interlocutor adquiriera la conciencia de
que no tenía conceptos precisos sobre el tema en discusión. El ideal era
llegar a reconocer que nada se sabía, como él mismo lo confesaba en otra
de sus frases célebres: “Sólo sé que nada sé”.
La segunda parte es positiva, se llama mayéutica y discurría así: mediante
la observación y el análisis de casos concretos se descubría lo esencial del
asunto que se estudiaba, con lo cual se formaba un concepto, y por último
se formulaba una definición del objeto. Dicha definición contenía un
conocimiento objetivo y universal. El objeto definido siempre era una
virtud, por ejemplo, el valor, la justicia, etcétera. Aristóteles, refiriéndose a
esta actividad de Sócrates, decía: “Sócrates se encerró en la especulación
de las virtudes morales y fue el primero que indagó las definiciones
universales de los objetos”.
Acabamos de ver cómo Sócrates iniciaba la parte mayéutica basándose en
un método inductivo. Después de él otros filósofos recurrieron a la
inducción, pero con una finalidad diferente. Por ejemplo, Aristóteles, al
estudiar la inducción, le asignó como objetivo principal servir para la
demostración.
Teoría ética
Se considera a Sócrates como el creador de la ética, porque fue el primero
que teorizó sobre los conceptos morales básicos: lo bueno y la virtud. Su
teoría ética se conoce como “intelectualismo moral” porque, como
veremos, sin ciencia no hay virtud.
El móvil del obrar humano tiene que ser el bien moral. El hombre debe
prepararse de manera que adquiera la virtud, lo cual le facilitará la práctica
del bien. La preparación consiste en tener conocimientos necesarios. El fin
de las acciones será la felicidad.
De acuerdo con las afirmaciones anteriores, cuatro son los conceptos que
sirven de base a la ética socrática: felicidad, bien, virtud y ciencia. El
término felicidad tiene el sentido de “utilidad”. De igual manera, “lo
bueno” debe entenderse siempre vinculado a funciones utilitarias.
La areté (o virtud) adquirió en Sócrates un nuevo sentido. En los poetas,
dicho término se empleaba para designar las virtudes de los nobles. Los
sofistas llamaban areté a los éxitos obtenidos por alguien en las actividades
sociales. Para Sócrates, areté significaba “saber”, pero es el saber del
“saber hacer”. En este mismo sentido empleamos el término virtud cuando
decimos que el pianista X es un virtuoso del piano, porque lo toca muy
bien.
Para ubicar mejor el conocimiento que Sócrates llamaba “saber”, recor-
demos la diferencia entre poiesis y praxis.
El primero es el saber de producción, es decir, el que se necesita para
producir un objeto.
El segundo es el saber de acción, esto es, el saber que se necesita para
obrar. Cuando Sócrates señaló que la virtud es saber, se refería al saber
productivo.
Para lograr un acto bueno o un acto justo, se necesita saber qué es lo bueno
y qué es lo justo. Si no se tiene este saber no es posible un acto bueno o un
acto justo. Para que alguien haga bien zapatos, es necesario que sepa qué es
un zapato, qué materiales lleva, cómo se ensamblan, etcétera. Cuando una
persona ejecuta actos que los demás llamamos malos, en realidad esa
persona no es mala sino ignorante.

6.Platón (427-347 a. C.)


Platón (427-347 a. C.). Nació en Atenas. Fue discípulo de Sócrates y
maestro de Aristóteles. Su nombre original fue Aristocles. A los 40 años de
edad inició en Atenas las actividades de su nueva escuela “La Academia”.
La filosofía de Platón es idealista porque él consideraba que las ideas son lo
principal de la realidad. Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles,
defendió la preponderancia del mundo inteligible sobre el mundo sensible.
Sus obras se conocen con el nombre de Diálogos, ya que están escritas en
esa forma; de ellas se conservan 35, pero sólo 24 son auténticas.
Teoría platónica
La filosofía de Platón En su obra, Platón trató por primera vez todos los
temas de los que se han ocupado los filósofos de todos los tiempos,
incluyendo a los contemporáneos. Sin embargo, resulta muy discutible que
su obra filosófica se considere un sistema, debido a que el mismo tema se
expuso en varios lugares y, con frecuencia, con variantes muy
significativas. Se afirma que el pensamiento de Platón tiene un dinamismo
preocupado sólo por avanzar, sin importarle la sistematicidad ni la
coherencia.
No obstante, fácilmente se descubren en la filosofía platónica postulados
básicos. Los tres principales son:
1. “Desconfianza en los sentidos”, porque éstos sólo nos ponen en
contacto con lo que es momentáneo, ya que constantemente deja de ser.
2. “Confianza en la razón”, puesto que ella sí nos permite acercarnos a
objetos inmutables.
3. “Necesidad de un mundo ideal”, ya que en él estaría todo lo que da
sentido a esta parte sensible de la realidad.
De los múltiples temas de la obra platónica, tomamos ahora sólo aquellos
que están más conectados con el problema de la naturaleza; a saber: el ser y
el movimiento, objetos y sectores de la realidad, grados y clases de
conocimiento, y la naturaleza.
Periodo cosmológico. Primer periodo de la filosofía griega. Su principal
preocupación fue el problema de la physis o arjé de las cosas, es decir, los
problemas relativos al cosmos.
Periodo antropológico. También conocido como periodo clásico de la
filosofía griega, debido a que, a partir de Sócrates, se concedió mayor
importancia a los problemas relativos al hombre.
El ser y el movimiento de los seres
Platón, en el diálogo Cratilo o de los nombres, después del análisis de la
relación entre los nombres y las cosas, advirtió que no siempre hay
correspondencia entre estos dos elementos y, entonces, se preguntó: si no
es por medio de los nombres, ¿cuál será el método apropiado para llegar a
conocer las cosas? La respuesta aparece en seguida: para conocer el ser de
las cosas hay que ir a ellas y estudiarlas.
Al emplear el método de la observación directa, empiezan a aparecer
los problemas porque:
1. Por un lado, algunos (refiriéndose a Heráclito), que han observado las
cosas, llegaron a la conclusión de que están en un perpetuo flujo o cambio
constante.
2. Por otro, él había aprendido de Sócrates que la ciencia o el conocimiento
auténticos deben tener como características la necesidad y la universalidad.
Platón, apoyándose en lo segundo, infirió lo siguiente: o no conocemos el
ser de las cosas, o bien, si tenemos algún conocimiento de ese ser,
necesitamos suponerlo inmutable y permanente. En otras palabras, para que
haya ciencia es necesario reconocer la existencia de seres inmutables y
permanentes.
Seres. Según Platón, hay dos tipos: los cambiantes (denunciados por los
sentidos: son relativos; reciben el movimiento de otros seres que son
motores [las almas]); y los inmutables (descubiertos por la razón, son
auténticos; del mundo inteligible, se captan únicamente por la inteligencia
y no son sensibles).
Mundo inteligible. Según Platón, la realidad está dividida en dos mundos:
el sensible y el inteligible, los seres de este último son eternos e inmutables.
El problema del hombre en Platón
Este problema, como ya vimos, empezó a cobrar importancia con los
sofistas; pero fue Sócrates quien, de manera abierta, lo defendió como el
único importante, debiendo subordinarse a él todos los demás. Conviene
recordar, sin embargo, que Sócrates, al estudiar al hombre, centró su
atención en sus dos actividades principales: la cognoscitiva y la moral.
Platón fue el primero que, al abordar el problema antropológico, se dirigió
a la esencia misma del hombre, es decir, se preocupó por el ser de la
naturaleza humana.
En el planteamiento platónico la cuestión primaria fue ésta: ¿Qué es el
hombre? Dicha cuestión, para ser aclarada, supone, a su vez, que se traten
estas otras: ¿Qué es el alma? ¿Cuáles son el origen y la organización
política de la sociedad? ¿En qué consisten la moral individual y la social?
Si hubiera respuesta para estas últimas cuestiones, quedaría resuelto el
problema de la naturaleza o esencia del hombre.
El alma y el hombre
En general en el pensamiento griego, y de manera especial en el periodo
clásico, la existencia del alma nunca fue problema. Lo que sí se cuestionó
fueron su naturaleza y sus características. Las distintas soluciones fueron
coincidiendo en tomar como punto de partida uno de estos dos hechos: la
existencia de la vida en el ser humano y su actividad cognoscitiva racional.
Si al alma se le relaciona principalmente con la existencia, entonces
tendremos la posición aristotélica. Para Platón, por el contrario, el alma
básicamente es principio del conocimiento racional.
En Platón, como ya se dijo, su teoría central era la de las ideas, o teoría de
los dos mundos. Desde esta perspectiva necesitamos enfocar el estudio del
alma, puesto que ésta, antes de unirse a determinado cuerpo, preexistió en
el mundo inteligible, donde tuvo oportunidad de contemplar directamente
las ideas; al unirse a un cuerpo, para formar un hombre, lo hará
temporalmente, en plan de purificación y después regresará a su lugar, que
es el mundo de las ideas.
De aquí se derivan algunas conclusiones:
• Si el alma preexiste al cuerpo y después de su unión temporal con él,
regresa al mundo de las ideas, entonces el alma es inmortal.
• Si la unión del alma con el cuerpo es temporal, significa que dicha unión
no es sustancial, sino accidental, de manera que pueda sobrevivir a la
separación del cuerpo.
• El alma es el principio del conocimiento racional, porque ella, en su
preexistencia, conoció directamente las ideas, de manera que después, al
presentarse alguna percepción sensible, ella recuerda algo relacionado con
dicha percepción. En otras palabras, el conocimiento no es más que una
reminiscencia.
Para completar la caracterización del alma, Platón le asignó una naturaleza
tripartita. La parte racional tiene como función conocer y gobernar; la parte
irascible es la fuente de los sentimientos, como el valor; la parte
concupiscible es el asiento de las pasiones y los apetitos. De estas tres
almas, la primera es inmortal; las otras dos son irracionales y mortales.
De esta manera ya podemos responder, por lo menos parcialmente, a la
pregunta: ¿Qué es el hombre? Éste es una síntesis de los dos mundos
platónicos; el alma es una entidad que proviene del mundo suprasensible,
mientras que el cuerpo pertenece al mundo sensible. Alma y cuerpo están
unidos accidentalmente, siendo el segundo una prisión para la primera.
Moral y política
El aspecto moral y el aspecto político del hombre tienen que ser tratados
simultáneamente porque, según Platón, no es posible considerarlo como si
fuera individuo por un lado y ciudadano por otro. El hombre es lo que es
por la sociedad.
La existencia de la sociedad no es producto de convenciones, como
opinaron los sofistas, sino que es algo natural.
Si el hombre es lo que es por la sociedad, tiene que haber una sola moral
para el individuo y para la sociedad. En ambos casos, el ideal moral es la
justicia. Ésta no consiste en una virtud propia de un individuo o de una
parte social, sino que aparece espontánea cuando las tres partes del
individuo, o bien, los tres sectores de la sociedad, cumplen con su
cometido.
Tratándose del individuo, ya vimos que sus tres partes son: el alma
racional, el alma irascible y el alma concupiscible. La función de la primera
es conocer y gobernar; la función de las otras dos es actuar bajo el control
de la primera. Si esto sucede en un individuo, de él diremos que es justo.
En la sociedad, que es como un hombre en grande (macroantropos),
también hay tres partes: gobernantes, soldados y productores. La virtud de
los gobernantes es la prudencia; la de los soldados, la valentía; y la de los
productores, la moderación. Si cada sector cumple con su cometido el
Estado será justo, habrá justicia social.

7.Aristóteles (384-322 a. C.)

Aristóteles (384-322 a. c.). Nació en Estagira de Tracia. A los 17 años se


marchó a Atenas para ingresar en La Academia de Platón, de quien fue
discípulo durante 20 años. Filipo, rey de Macedonia, le encargó la
educación de su hijo, quien sería después Alejandro el Grande. A su
regreso a Atenas, en 345, fundó su propia escuela, El Liceo. Discípulo de
Platón, pronto se separó de éste para fundar su teoría realista, la cual
postula que sí existen las ideas, pero existen en los propios seres de este
mundo. Por motivos políticos tuvo que salir de Atenas; se refugió en Calcis
de Eubea, donde murió en 322, a los 63 años de edad. De su enorme obra,
los escritos más conocidos son: Tratados de lógica, Física, Metafísica,
Tratado del alma, Retórica, Política y tres tratados de ética.
El alma y el hombre
En Aristóteles, igual que en Platón, el problema del hombre era el
problema de la physis, referido al hombre; por consiguiente, su solución
suponía el estudio de la naturaleza humana. Dicho estudio nos pone de
inmediato frente a esta cuestión: ¿Qué es el hombre?
En la unidad 3 vimos que Aristóteles, para solucionar el problema de la
physis, formuló su teoría hilemórfica (o hilemorfismo), según la cual todos
los seres tienen como constitutivos últimos dos elementos lo que él llamó
materia prima y forma sustancial. Aplicando dicha teoría al hombre, éste se
concibe como un compuesto de dos elementos; uno de los cuales tiene las
características de la materia prima, porque es pasivo y es potencial; el otro
tiene las características de la forma sustancial, es decir, es acto o causa de
movimiento.
Los dos elementos anteriores son, respectivamente, el cuerpo y el alma.
El hombre es una naturaleza o una esencia compuesta de cuerpo y alma,
unidos sustancialmente. En dicho compuesto el alma es la forma sustancial,
porque ella informa al cuerpo, el cual funciona como materia prima. El
alma, por ser forma, es también el acto respecto del cuerpo, el cual, en esta
unión, es el aspecto potencial.
El alma, según Aristóteles, es el principio de la vida en todos los seres
orgánicos; de igual manera, en el compuesto humano, el alma es el
principio vital. Los seres vivos en general son aquellos que son capaces de
moverse espontáneamente, porque llevan en sí mismos la causa de su
movimiento. Esa causa o principio del movimiento espontáneo se llama
alma. Al movimiento inmanente que se da en los seres orgánicos, por su
propia naturaleza, Aristóteles lo llamó vida.
En la escala de los seres orgánicos, el nivel superior corresponde al
hombre, porque su alma es racional; esto quiere decir que el alma humana
es fuente de todas las actividades que constituyen los tres tipos de vida que
conocemos: la vegetativa, la sensitiva y la racional.
El conocimiento
El alma humana, como ya se dijo, es la fuente de las actividades vitales que
en el hombre tienen lugar. Una de estas actividades es la cognoscitiva, la
cual puede darse en el nivel sensitivo y en el racional. Hay dos tipos de
conocimiento: el sensible y el intelectual.
El conocimiento sensible se produce por medio de la sensación, que es la
facultad por la cual un ser es capaz de sentir. Dicho conocimiento, que
siempre es intuitivo, tiene como objeto lo particular y concreto, y sólo entra
en acción cuando está frente a una cualidad sensible. La sensación se
realiza en los sentidos. Hay dos clases de sentidos, los externos y los
internos.
Los sentidos externos tienen como objeto la percepción de una cualidad
sensible, la cual puede ser propia o común. El carácter sensible propio de
un sentido únicamente puede ser captado por ese sentido; por ejemplo, el
color y el sonido son sensibles propios, respectivamente, de la vista y del
oído. La cualidad sensible común puede ser percibida por dos o más
sentidos; por ejemplo, el movimiento.
Como sentidos internos, Aristóteles mencionaba tres: el sentido común, la
imaginación y la memoria. El primero permite al sujeto captar las
impresiones comunes. La imaginación es la capacidad de sentir algo sin
que sea necesario estar frente al estímulo. La memoria permite reconocer
algo como aprehendido anteriormente.
En el conocimiento sensible intervienen tres elementos: el órgano sensorial,
o facultad de sentir; las cualidades sensibles, o sea, las propiedades de los
objetos captadas cuando actúa la facultad sensorial; y la sensación, es decir,
el acto que realiza la facultad al aprehender una cualidad sensible.
El otro grado de conocimiento es el intelectual, llamado así porque se
adquiere a través del entendimiento. Este conocimiento es superior al
sensible, pero no puede darse sin éste.
Según Aristóteles, nada hay en el entendimiento que no se haya dado antes
en los sentidos. En otras palabras, la experiencia sensible es la única fuente
original del conocimiento.
El conocimiento intelectual es de carácter universal; para esto, es necesario
que el entendimiento (agente) realice abstracciones sobre los datos
adquiridos por los sentidos. Así, el entendimiento desmaterializa los datos
sensoriales, prescinde de particularidad y concreción, quedándose
únicamente con los rasgos esenciales; de esta manera construye una forma
universal que se llama concepto.
Posteriormente, Aristóteles estudió el conocimiento intelectual en su
aspecto lógico, es decir, trató de precisar las estructuras del conocimiento
que pueden considerarse como correctas.
La física (naturaleza y movimiento)
Distinguía Aristóteles el conocimiento especulativo del conocimiento
práctico. el primero está destinado a la verdad; el segundo, a la acción. De
las ciencias especulativas la primera es la física; la segunda, las
matemáticas; la tercera, la metafísica. La física es la ciencia que estudia la
physis, es decir, la naturaleza, pero entendida ésta como la constitución de
los seres reales dotados de movimiento.
De lo anterior, podemos inferir que la física es la ciencia que estudia los
seres reales dotados de movimiento, y que el estudio de la naturaleza
implica el estudio del movimiento.
Hay tres términos aristotélicos muy análogos y que por esto mismo
conviene que los distingamos cuidadosamente para manejarlos con
precisión. Ellos son: sustancia, esencia y naturaleza.
El término sustancia hace referencia al elemento constitutivo de un objeto,
pero considerado como lo permanente y que, a la vez, sirve de soporte a los
accidentes y a las variantes que en dicho objeto pueda haber.
La esencia es el mismo elemento constitutivo, pero ahora contemplado
como aquello que al objeto lo hace ser lo que es.
La naturaleza es el mismo constitutivo, pero concebido en su aspecto
dinámico, es decir, como la fuente de las operaciones, los cambios o los
movimientos que son posibles en dicho objeto.
Ética
La teoría ética aristotélica toma como punto de partida la siguiente
afirmación: el fin último del hombre es la felicidad. El concepto clave es,
pues, felicidad, y para precisarlo hace varias reflexiones.
En primer lugar, decía, nadie puede negar que toda actividad tiene un fin.
Todo el que hace algo, el que actúa, lo hace por algo. El fin que mueve al
sujeto necesariamente tiene que ser considerado por éste como un bien para
él. Entre los bienes perseguidos por el sujeto, algunos tienen el valor de
fines y otros solamente servirán como medios para otros fines. Entre los
bienes hay uno que debe ser considerado como el fin último o bien
supremo. Este bien supremo es la felicidad.
Viene ahora el problema principal: ¿qué es o en qué consiste la felicidad?
Aristóteles no estaba de acuerdo con la opinión de aquellos que decían que
la felicidad es algo variable o relativo, porque a unos los hace felices una
cosa, y a otros, otra.
Todo ser tiene tendencia y agrado por realizar aquella actividad que le es
propia y natural. En otras palabras, los seres se inclinan a realizar las
potencias que les son propias de acuerdo con su naturaleza. En el hombre,
la potencia específica principal es la facultad cognoscitiva intelectual; por
consiguiente, el mayor bien que él puede tener es la actualización de esa
potencia y esto se consigue mediante la actividad teórica o contemplativa.
En apoyo de lo anterior, Aristóteles presenta el recurso de las virtudes,
sobre todo de las virtudes morales. La virtud en sí es una disposición que
adquiere el sujeto, y que le facilita el ejercicio de ciertos actos. Dicha
disposición, para que efectivamente sea virtuosa, debe mantenerse en un
justo medio, es decir, evitar el vicio del exceso y el del defecto. Las
virtudes morales principales son la templanza, la fortaleza y la justicia.

Política
Al estudio de este tema dedicó Aristóteles un tratado al que llamó Política.
El postulado base que en él aparece es el siguiente: “El hombre, por su
propia naturaleza, es un ser social”. Las razones que abonan esta
afirmación son dos: las deficiencias del hombre (como individuo) y la
existencia del lenguaje humano.
La presencia de este último nos proporciona el medio de comunicación que
necesitamos para que cada individuo, con auxilio de los demás, subsane sus
deficiencias. Para que la sociedad humana no fuera algo natural, se
necesitaría que el hombre fuera una bestia o un dios. Es precisamente la
sociedad el medio en que el hombre se puede realizar.
El hombre vive en tres niveles de sociedad que, como agrupaciones, se van
formando de manera natural.
El círculo social más pequeño es el de la agrupación familiar, compuesta a
la vez por una triple relación: la conyugal (entre esposo y esposa), la filial
(entre padres e hijos) y la heril (entre el señor y los esclavos).
La relación entre varias agrupaciones familiares forma el segundo círculo
social que es el pueblo o la aldea. Por último, cuando se agrupan o
interrelacionan varias aldeas entonces se produce el Estado-ciudad, que es
la sociedad perfecta, porque ya es capaz de atender a todas las necesidades
de los individuos y de las familias. En esta sociedad es donde sí puede
realizarse el individuo. Cuando decimos que un individuo es ciudadano
queremos decir que es miembro de una ciudad-Estado.
Toda sociedad para convertirse en Estado necesita de una constitución; ésta
es la que le da forma, pues establece cierto tipo de gobierno. Cuando el
poder se concentra en una sola persona, el gobierno se llama monarquía; si
se ejerce por varios, que son considerados los mejores, se llama
aristocracia; si la comunidad es la que gobierna, entonces recibe el nombre
de gobierno constitucional o república.
Estas tres formas de gobierno son justas si los gobernantes tienen como
mira el bien común; pero si buscan su propio interés, entonces vienen las
desviaciones que respectivamente se llaman tiranía, oligarquía y
demagogia.

El cristianismo
Patrística: Grupo de pensadores que, en los primeros siglos de nuestra era,
se dedicaban a la defensa racional del cristianismo. Se les llamó Padres de
la Iglesia. Este grupo se dedicó a la defensa racional de las enseñanzas del
cristianismo.
Aportaciones del cristianismo
Las escuelas helenísticas, se ubican en el tercer periodo de la filosofía
griega (siglo iii a. C. a siglo iii d. C.). A la mitad de este periodo aparece el
cristianismo. No podemos decir que éste haya tenido una preocupación
filosófica central, porque nunca se presentó como un movimiento filosófico
que pretendiera investigar y demostrar afirmaciones con bases científicas y
razonadas. Es una religión y un sistema de vida que propone Cristo como
modelo a seguir.
Los contenidos doctrinales del cristianismo influyeron fuertemente en
todos los filósofos occidentales, quienes, a partir del nacimiento de la
nueva religión, han tratado de dar forma a un sistema filosófico. Los
conceptos más revolucionarios que el cristianismo aporta son el de la
creación y la moral del amor.
De acuerdo con el primero, el mundo material es el efecto de un acto
creador de Dios, quien lo puso en la existencia sacándolo de la nada. Antes
de la creación lo único que existía era Dios. Todos los seres del mundo son
contingentes y temporales; Dios, en cambio, es un ser necesario y eterno.
En el campo de la moral los imperativos fundamentales son el amor a Dios
y el amor al prójimo. La conducta humana es buena cuando, en su relación
con Dios o con el hombre, el móvil es el amor. Si una persona hace el bien
a otra porque, actuando así, obtendrá cierto beneficio, entonces esa
conducta no es valiosa moralmente.
En los seis primeros siglos de nuestra era hubo un grupo de pensadores que
se dedicaron a la defensa racional de las enseñanzas del cristianismo. A
este grupo se le conoce como La Patrística y a sus miembros se les llama
los padres de la Iglesia. Se les dio este nombre porque con su exposición y
defensa de la fe se convirtieron en padres espirituales de todos los afiliados
a la religión cristiana.
Cristianismo: Movimiento religioso que aporta dos conceptos
revolucionarios: el de la creación y el de la moral del amor.
Moral cristiana: Tiene dos imperativos fundamentales; a saber: el amor a
Dios y el amor al prójimo. La conducta humana es buena cuando, en su
relación con Dios o con el hombre, el móvil es el amor.
Creación: Según el cristianismo, e] mundo material es el efecto de un acto
creador de Dios, quien lo puso en la existencia sacándolo de la nada.

I. San Agustín

San Agustín (354-430). Nació en Tagaste (en Numidia). Estudió


humanidades en Cartago donde, debido a su carácter ardoroso y a la
corrupción del ambiente, llevó al principio una vida no muy recta. Después
de haberse afiliado temporalmente al maniqueísmo y al escepticismo se
convirtió al cristianismo. Murió siendo obispo de Hipona. De su numerosa
producción destacan: Confesiones, Soliloquios, Tratado de la Trinidad y La
ciudad de Dios.

El problema de la verdad
Fue San Agustín el miembro más destacado de La Patrística. Aunque es
imposible separar su posición filosófica de la teológica, sin embargo, con
las salvedades necesarias, se puede decir que hay tres problemas que le
preocupan: Dios, el alma y la verdad. De estos tres, el primero es el más
importante; pero el tercero es la clave para los otros dos.
Dice San Agustín al inicio de sus Soliloquios: “Lo que más ansío conocer
es a Dios y al alma; pero, ¿cómo podré lograrlo si no conozco antes qué es
la verdad?” Agustín se lanza al estudio de la verdad, no sin antes
cerciorarse de que podemos estar seguros de que estamos frente a una
verdad cuando la conocemos. En discusión con los académicos, éstos le
decían: “Nunca podemos estar seguros de conocimiento alguno, ni siquiera
de nuestra existencia, porque siempre es posible que nos engañemos”. A lo
cual San Agustín respondía: “Yo estoy completamente cierto de mi
existencia porque, en caso de que me engañara también existiría, ya que no
es posible que me engañe si no existo”.
Al estudiar directamente la verdad, San Agustín advierte que hay verdades
estables e inestables. Las segundas recaen sobre hechos sensibles, los
cuales son cambiantes; las primeras se refieren a hechos suprasensibles,
como los enunciados matemáticos. Estas verdades son necesarias,
inmutables y eternas.
En la afirmación y distinción anterior, San Agustín se muestra defensor de
la doctrina platónica sobre el conocimiento. Según dicha doctrina, el
conocimiento que recae sobre los objetos sensibles solamente es una
opinión (doxa); el único conocimiento firme es el que se refiere a los
objetos inteligibles, como las esencias y las ideas.
Las dos clases de verdad mencionadas son, para San Agustín, verdades
lógicas, es decir, verdades de enunciados. Éstos son verdaderos cuando su
contenido está de acuerdo con la realidad extramental. Además de las
verdades lógicas hay una verdad superior que es la ontológica, la cual,
como su nombre lo dice, se refiere al ser mismo.
A esta conclusión llega San Agustín después de las siguientes reflexiones:
• Las ideas, como esencias paradigmáticas de todas las cosas, en realidad
no existen en un mundo inteligible, sino en la mente de Dios.
• Debido a lo anterior, Dios es la única realidad necesaria y, por esto
mismo, es la perfección.
• El ser auténticamente real es lo verdadero, es decir, la verdad es lo que es.
Siendo Dios el ser real, inmutable y perfecto, él es la verdad. A esta verdad
San Agustín llama verdad ontológica.

El mundo, el alma y Dios


Después de haber sentado las bases para la posibilidad y existencia del
conocimiento cierto, reflexiona San Agustín sobre tres temas que, en orden
inverso de importancia, son: el mundo, el alma y Dios.
El mundo, entendido como el universo material, es producto de un acto
creador. Hay una pregunta que de ordinario formulan los escépticos:
¿cuándo tuvo lugar la creación? Esta pregunta, decía él, no tiene sentido
porque la creación es atemporal. La temporalidad, en efecto, es una
característica de los seres contingentes o cambiantes; pero como ellos no
existían antes de la creación, entonces ésta no pudo ocurrir en el tiempo.
Con ella empezó el tiempo, el cual, en esencia, consiste en el transcurrir de
las variaciones que tienen lugar en los seres mutables.
Otra característica de la creación es que los entes creados fueron hechos a
partir de la nada, es decir, ella no estuvo precedida por materia o caos
alguno. La creación se había interpretado incoativamente, es decir, como
un acto en el cual Dios habría dado el primer impulso, pero después seguía
siendo necesaria su intervención constante.
San Agustín, por el contrario, sostiene que la creación fue completa, es
decir, desde el principio Dios lo creó todo de una vez y para siempre. Esto
fue posible porque Dios puso en la materia inicial “las razones seminales”,
que poseen la capacidad para que, en su momento, existan todas las cosas
que han de existir.
Postulado agustinista: Yo estoy completamente cierto de mi existencia
porque, en caso de que me engañara, también existiría, ya que no es posible
que me engañe si no existe.
Verdades: Por una parte, decía San Agustín, hay verdades estables e
inestables. Las primeras se refieren a hechos suprasensibles, mientras que
las segundas recaen sobre hechos sensibles. Por otra parte, hay también
verdades lógicas, es decir, verdades de enunciados, y hay una verdad
superior que es la ontológica, la cual se refiere al ser mismo.
Mundo: Según San Agustín, se entiende como el Universo material, el cual
es producto de un acto creador.
En la antropología agustinista, el hombre no es un compuesto sustancial de
cuerpo y alma, sino que esencialmente es un alma que se sirve de un
cuerpo, lo posee y lo gobierna. El alma es directamente creada por Dios en
cada caso; por esta razón ella siempre estará tendiendo hacia él como a su
centro de gravedad.
El alma es espiritual e inmortal. Realiza el conocimiento como una
actividad interiorizadora de introspección, porque la verdad se encuentra en
nosotros mismos. Además del conocimiento racional hay otro
conocimiento que también realiza la razón, pero que es superior a ella.
Dicho conocimiento es la fe. Entre fe y razón hay la siguiente relación:
primero hay que creer y sólo así se estará en posibilidad de entender. “Cree
para que entiendas”, decía él.
El tema relativo a Dios es el que más le interesa. En este tema hay dos
problemas, el de la existencia y el de su naturaleza. La prueba de la
existencia de Dios ofrecida por San Agustín es de carácter noológico
porque se basa en la actividad de la mente humana. Si el hombre es capaz
de conocer verdades necesarias, quiere decir que éstas existen; y tal
existencia ciertamente que no es obra del hombre, sino de un ser necesario.
Ese ser es Dios.
Respecto de la naturaleza divina tenemos que concebirla con las notas de
inmutabilidad, necesidad, eternidad y perfección. Es inmutable porque, si
no lo fuera, estaría carente de algo que le vendrá al operarse el cambio. Es
necesaria porque si fuera contingente estaría cambiando. Es eterna porque
la eternidad es la duración propia del ser que no cambia. Es perfecta
porque, si no lo fuera, algo le faltaría y entonces ya no sería el ser
completo, la plenitud de ser.

La ciudad de Dios
En la producción filosófico-teológica de San Agustín ocupa un lugar de
singular importancia La ciudad de Dios. San Agustín escribió esta obra
para contrarrestar el ataque de los enemigos del cristianismo, quienes
acusaban a esta doctrina de ser la causa directa o indirecta de las desgracias
que el Imperio Romano padecía en los últimos siglos. Entre tales
desgracias se cuentan, por ejemplo, el incendio de Roma, la invasión de los
bárbaros (suevos, vándalos y visigodos), etcétera.
La importancia de La ciudad de Dios estriba no solamente en que se obtuvo
el objetivo que se pretendía, sino también en que se inició una nueva rama
de la filosofía, conocida hoy como filosofía de la historia.
San Agustín nos presentó la historia como una obra que se representa en el
escenario del mundo. Para entender bien esa obra hay que conocer el fin,
los actores y los motores. El fin es la manifestación de los atributos divinos.
El actor principal es el hombre, porque él es quien aparece siempre en
escena; pero, de manera oculta y efectiva, siempre interviene Dios.
En la historia, el factor indispensable es el hombre; sin él no habría
historia; pero el elemento explicativo, principal, es el motor. Dicho motor
es la tendencia natural del hombre a lograr aquello que considera un bien.
La forma más fuerte de esta tendencia es el amor.
Según San Agustín, el doble motor de la historia es el amor del hombre y el
amor de Dios; por eso, decía: “Dos amores fundaron dos ciudades”.
Las dos ciudades de que hablaba son la terrestre y la celestial o de Dios.
Agustín nunca tuvo la intención de identificar la ciudad terrestre con la
sociedad civil o Estado, y la ciudad de Dios con la Iglesia, o religión
cristiana, pues, como él decía, los miembros de cualquiera de estos dos
grupos bien se podrían alinear en una o en otra de las dos ciudades. Lo que
distingue a unos de otros es la finalidad que persiguen a su paso por la
tierra. Si el objetivo principal es el logro de su propio provecho, entonces la
persona forma parte de la ciudad terrestre; si, por el contrario, el móvil de
sus acciones es el amor de Dios, entonces pertenece a la ciudad de Dios.
Razones seminales: Según San Agustín, la creación fue completa, es decir,
desde el principio Dios puso en la materia las razones seminales, o sea, las
capacidades necesarias para que en su momento existieran las cosas con las
modalidades con que podrían existir.
Alma: Según San Agustín, es directamente creada por Dios en cada caso, y
siempre estará tendiendo hacía él como su centro de gravedad. El alma es
espiritual e inmortal.
Noológico: Relativo a las funciones cognoscitivas.

II. San Anselmo de Canterbury (siglo xi)


Relación fe-razón
Seis siglos separan a San Anselmo de Agustín de Hipona; sin embargo, lo
estudiaremos en esta unidad porque él, como San Agustín, es también un
padre de la Iglesia. Además, su posición filosófica es continuación de las
teorías agustinistas. San Anselmo es conocido en la historia como “el
último padre de la Iglesia y el primero de los escolásticos”.
Anselmo de Canterbury, al igual que Agustín de Hipona, sostiene que la
verdad, fundamento de todas las verdades, es el ser mismo; y como el ser
perfecto, o plenitud del ser, se encuentra en Dios, de éste decimos que es la
verdad.
Según él hay dos fuentes de conocimiento: la fe y la razón. La fe es fuente
primaria de conocimiento para los hechos revelados, los cuales, una vez
conocidos, serán objeto de la razón para ser interpretados. Los hechos
revelados, aun los misterios mismos, pueden ser considerados como
lógicos. El criterio para calificarlos así no es el que sean comprendidos,
sino el reconocer que no contradicen a la razón. Así pues, en el terreno de
la revelación, primero es la fe y después la razón: la segunda en cierto
modo está subordinada a la primera.
Las obras principales de San Anselmo son: Monologio, Proslogio, Tratado
de la verdad y Tratado del libre albedrío.

Argumento ontológico
Anselmo de Canterbury, para demostrar la existencia de Dios, formuló un
argumento que ha sido muy discutido y que, a partir de Kant, se conoce
como argumento ontológico.
El argumento anselmiano da por supuesto que la existencia real es un
atributo de la esencia divina. El planteamiento del problema es el siguiente:
parece que Dios no existe, porque el insensato dijo en su corazón: no hay
Dios.
San Anselmo respondió: el insensato tiene que admitir que por Dios
entendemos un ser mayor que el cual ningún otro puede pensarse. En este
supuesto el insensato tiene que aceptar que ese ser existe en el
entendimiento. Además, ese ser máximo pensable también tiene que existir
en la realidad porque, de no ser así, sería superado por otro máximo
pensable que sí existiera en la realidad. Por consiguiente, el ser mayor que
el cual ningún otro puede pensarse, existe en el entendimiento y en la
realidad.

Características comunes del platonismo con el


cristianismo.
PLATONISMO
1. existe un mundo más allá del sensible
2. este mundo sensible es imagen del mundo ideal
3. este mundo es participación del otro
4. demiurgo
5. trascendencia del BIEN y del UNO
6. destino
7. inmortalidad
8. juicio de las almas
9. la purificación como tarea
CRISTIANISMO

1. el otro mundo, la otra vida


2. “este mundo canta la gloria de Dios”
3. este mundo es contingente
4. creador
5. monoteísmo
6. providencia
7. inmortabilidad (sin preexistencia ni reencarnación)
8. juicio personal y universal
9. “fuga del mundo” (ermitaños)

La escolástica
La escolástica
El término escolástica tiene dos significados.
En primer lugar, denota el movimiento de reactivación de la enseñanza
propiciado por Carlomagno cuando, a finales del siglo viii, instruyó al
obispo de Fulda para que abriera escuelas episcopales y monacales.
Los primeros promotores de la restauración de las escuelas fueron Alcuino,
entre los francos, y Rabano Mauro, entre los germanos.
La escolástica (del latín schola = escuela) fue, en sus inicios, un
movimiento restaurador de las escuelas.
La segunda denotación del término escolástica se refiere a la filosofía que
se enseñaba en las mencionadas escuelas, que eran cristianas. Así, filosofía
escolástica equivale a filosofía de las escuelas o también a filosofía
cristiana.
En la filosofía escolástica hubo dos corrientes: la agustiniana, de carácter
platónico, y la tomista, de filiación aristotélica. En la Edad Media, hasta
principios del siglo xii, predominó el platonismo a través de la influencia
agustiniana; aunque a partir de la segunda mitad del siglo xii y, sobre todo
en el siglo xiii, el sistema filosófico de aceptación general fue el de
Aristóteles. Según la historia, la escolástica tuvo su apogeo en el siglo xiii
con Santo Tomás de Aquino como su máximo exponente.

Problemas
En la escolástica se estudiaron y debatieron muchos problemas, como el del
conocimiento y el del alma, entre otros, pero los que más ocuparon su
atención fueron el de los universales, y la relación entre la fe y la razón.

El problema de los universales


De este problema se han ocupado todos los filósofos, desde la antigüedad
hasta nuestros días, pero fue la escolástica la que lo consideró como uno de
sus cuestionamientos centrales.
Antes de plantear el problema, conviene recordar que todos los escolásticos
estaban de acuerdo en la doctrina general de los universales.

Dicha doctrina se resume en los siguientes puntos:


1. Universal significa algo común a muchos; en este sentido, todas las ideas
son universales, puesto que expresan la esencia o las notas características
indispensables y comunes a todos los individuos de la misma especie.
2. La idea se llama universal directo cuando se considera exclusivamente
bajo el aspecto de su comprensión, pero se llama universal reflejo cuando
se universaliza para aplicarse a todos los individuos de la misma especie o
a todas las especies del mismo género.
3. El universal directo comprende los diez predicamentos o las categorías
de Aristóteles.
El problema de la relación fe-razón
El problema de los universales, es común a todo filósofo o sistema
filosófico; pero el de la relación fe-razón es exclusivo de la filosofía
escolástica, porque surge debido a que todo filósofo escolástico tiene que
ser un creyente convencido de la religión cristiana.
Las circunstancias del problema son las siguientes: por un lado, el filósofo
que, por serlo, recurre a su razón como única fuente de conocimiento; pero,
por otro, es un creyente de la religión cristiana, y ésta dice que el
cristianismo debe aceptar como verdaderas las enseñanzas de la
Revelación. Así, parece existir un conflicto entre él como filósofo y como
cristiano.
La escolástica dio forma a este conflicto y lo presentó en los siguientes
términos: ¿qué relación hay entre la fe y la razón?
Las soluciones, como es natural, varían según que se atribuya primacía a la
fe o a la razón, o bien, que se trate de encontrar un equilibrio conciliador
entre ambas.

III. Santo Tomás de Aquino


Santo Tomás (1225-1274). Descendiente de la familia de los condes de
Aquino, nació en el castillo de Roccasecca, en la provincia de Nápoles.
Profesó en la Universidad de París y en otras. En varias ocasiones sostuvo
debates públicos, haciéndolo con tal seguridad que siempre dejaba
asombrados a los asistentes. Su obra principal es la Suma teológica.
También es autor de Suma contra los gentiles, Cuestiones disputadas,
etcétera.

Con Tomás de Aquino, la filosofía escolástica adquirió su mejor


formulación; por esta razón, en el siglo xiii se ubica el apogeo de la
escolástica. Tomás de Aquino se ocupó de todos los problemas filosóficos
y teológicos de su tiempo, pero en especial de cuatro: el conocimiento, el
ser, Dios y el hombre. También se interesó por dos problemas centrales de
la escolástica; a saber, el de los universales y la relación fe-razón.
El conocimiento y el ser

En el estudio de los temas filosóficos, Tomás de Aquino siguió las teorías


aristotélicas; por ello se dice que él es “el Aristóteles cristiano”, o bien, que
él bautizó a Aristóteles.
Hay dos clases de conocimiento, el de los sentidos y el de la razón; pero
como todo conocimiento procede de la experiencia, entonces el sensible
precede a la razón. El objeto del conocimiento sensible son las cualidades
sensibles, o sea, aquellas que de alguna manera están sustentadas en la
materia. El conocimiento intelectual, por el contrario, recae sobre las
esencias o formas abstraídas de la materia.
El entendimiento conoce a base de conceptos que él mismo forma,
mediante una operación de abstracción, que efectúa sobre los datos que le
presenta la sensación. Ésta capta lo singular y lo concreto; el concepto
representa lo esencial y lo común a los individuos de la misma especie.
En cuanto al ser, la teoría tomista parte de este postulado: el ser es
indefinible porque su concepto tiene la comprensión mínima. Al estudiarlo
descubrimos en él muchos aspectos; por ejemplo:
• El concepto de ser siempre es analógico porque, de una especie a otra,
hay variedad en su manera de ser. No obstante, podemos constatar que hay
modos de ser que son comunes a todo ente; a saber, la belleza, la unidad y
la bondad. A estos modos generales de ser, Tomás de Aquino los llamó
trascendentales.
• Otras diferencias profundas en el ser son: ser potencial y ser actual, ser
necesario y ser contingente. El ser actual implica el ser potencial, porque
ningún ente es lo que es si no tiene capacidad de serlo. El ser necesario, en
sentido pleno, es aquel cuyo existir también pertenece a su esencia.

La existencia de Dios y el ser del hombre

El tema de Dios, en cierto modo, no ofrecía problema para Tomás de


Aquino, porque las pruebas que formuló para demostrar su existencia le
dieron bases suficientes para caracterizar su naturaleza, al menos en parte.
Así, por ejemplo, una conclusión a la que llegó es que Dios, si es motor
inmóvil, entonces es acto puro, es decir, no tiene mezcla de potencia, lo
cual, a la vez, supone que es un ser necesario porque, de lo contrario,
podría no haber existido y esto contradice la pureza de su actualidad.
Siguiendo el discurso, de esta manera se van haciendo explícitos otros
temas como la eternidad, la perfección, etcétera.
Tomás de Aquino presentó cinco pruebas de la existencia de Dios, a las
cuales llamó las cinco vías.
Estas pruebas tienen la misma estructura, la diferencia está en el punto de
partida.
La primera toma como premisa la existencia del movimiento o cambio.
En la segunda, es la existencia de seres u objetos que son causados.
La tercera parte de la contingencia de los seres de este mundo.
La cuarta se basa en la existencia de diferentes grados de perfección.
En la quinta toma como premisa el orden del Universo.
La estructura de estas pruebas es: la existencia de cualquiera de los cinco
hechos mencionados exige, como única explicación satisfactoria, la
existencia de un ser que tenga las características de lo que entendemos por
Dios.
Al hombre, Tomás de Aquino lo definió como un compuesto sustancial de
cuerpo y alma. El alma es principio de animación y especificación.
El cuerpo es principio de individuación.
El alma es simple, inmaterial e incorruptible, y tiene su origen por creación
divina. En el hombre no hay tres almas, sino una sola, la cual es racional
(formalmente); aunque potencialmente también es sensitiva y vegetativa.
El alma está dotada de entendimiento y voluntad, que tienen como
tendencia natural la verdad y el bien, en ese orden.

Relación entre la fe y la razón

He aquí uno de los problemas que necesariamente inquietó a todos los


filósofos escolásticos y del cual tienen que seguirse ocupando los
neoescolásticos de nuestros días. Dicho problema se presenta en forma
similar a ésta: ¿habrá o no conflicto entre los conocimientos que
proporciona la fe y los que se obtienen por la razón?
Tomás de Aquino se pronunció así: no hay conflicto entre la razón y la fe;
al contrario, hay colaboración.
Razón y fe son dos fuentes de conocimiento de que dispone el creyente
cristiano. La primera lo capacita para captar realidades inteligibles; la
segunda lo habilita para conocer los datos de la revelación. Lo especial de
la fe es que se vale de la razón, pero auxiliada por el recurso sobrenatural
de la gracia.
Si tenemos en cuenta que entre dos verdades nunca puede haber conflicto,
aunque sean de distinto campo, entonces estaremos seguros de que entre
razón y fe la única relación que habría es la de colaboración.
En efecto, la razón auxilia a la fe revisando la corrección de la
investigación, ayudando para que las conclusiones se presenten en
proposiciones organizadas, y valorando la posición de la razón y la
interpretación de la fe en aquellos temas que sean comunes para ambas
fuentes de conocimiento.
La fe colabora con la razón, ya que puede servir a ésta como un criterio
extrínseco: si la fe proporciona un dato, el filósofo deberá tenerlo en
cuenta, no para apoyarse en él, sino para no ir en contra de él.
Cinco vías: Con este nombre se conocen las cinco pruebas de la existencia
de Dios ofrecidas por Tomás de Aquino. Las cinco pruebas tienen la misma
estructura; la diferencia consiste en el punto de partida. La primera toma
como premisa la existencia del movimiento; la segunda, la existencia de
seres contingentes; la tercera, la existencia de seres que son causados; la
cuarta, los diferentes forrados de perfección, y la quinta, el orden del
universo.
Hombre: Según Tomás de Aquino, compuesto sustancialmente de cuerpo y
alma. El alma es principio de animación y especificación. El cuerpo es
principio de individualización. El alma es simple, inmaterial e
incorruptible, y tiene su origen por creación divina; el alma es racional,
sensible y vegetativa, está dotada de entendimiento y voluntad, que tiene
como tendencia natural la verdad y el bien.
IV. San Jerónimo de Estridón
(Eusebio Hierónimo, también llamado San Jerónimo de Estridón; Estridón,
actual Croacia, hacia 374 - Belén, 420) Padre y doctor de la Iglesia
especialmente recordado como autor de la Vulgata, una célebre traducción
al latín de las Sagradas Escrituras destinada a tener una amplísima difusión
más allá incluso de la Edad Media.

Perteneciente a una familia acomodada, Eusebio Hierónimo cursó estudios


en Roma, donde fue discípulo de Elio Donato y se apasionó por la cultura
clásica. Posiblemente hacia el año 366 fue bautizado por el papa Liberio.

En los años siguientes San Jerónimo realizó numerosos viajes por Europa y
se sintió profundamente atraído por la vida monástica. Hacia el año 373
decidió marchar a Oriente y pasó algún tiempo en Antioquía. Fue entonces
cuando, tras una crisis espiritual, se prometió no volver a leer ni a poseer
literatura pagana.
Poco después inició un período que duró dos años como eremita en el
desierto de Calcis, en busca de paz interior. Entregado a la oración y al
ayuno, estudió también griego y hebreo. Como consecuencia del cisma de
Antioquía, San Jerónimo dejó el desierto para trasladarse a aquella ciudad.
Allí fue ordenado presbítero y el año 382 regresó a Roma como secretario
del papa Dámaso I. Durante este período inició la revisión de la versión
latina del Antiguo Testamento, obra en la que trabajaría toda su vida.
Tras la muerte del papa en el 385 marchó a Belén, en Palestina, donde
fundó un monasterio en el que permanecería más de treinta años hasta su
muerte.

Por la indiscutida autoridad de que gozaría durante siglos en el seno de la


Iglesia, su traducción al latín de la Biblia, la Vulgata, es considerada una de
las obras cruciales de la historia del cristianismo.

De entre sus tratados religiosos cabe destacar sus numerosos escritos en


torno a temas bíblicos y el De viris illustribus (Sobre los varones ilustres),
colección de vidas de autores cristianos.

Combatió las herejías de Orígenes y Pelagio, y mantuvo también una


extensa correspondencia en la que defendió los ideales de la vida ascética.
Su festividad se celebra el 30 de septiembre.
V. San Ambrosio de Milán
(Tréveris, hacia 340 - Milán, 397) Padre y doctor de la Iglesia Católica.
Junto con San Jerónimo de Estridón y San Agustín de Hipona, San
Ambrosio de Milán conforma el grupo de Padres de la Iglesia que
constituyen la «edad de oro» de la patrística.
Fue funcionario del Imperio romano, gobernador de Liguria y Emilia (370)
y arzobispo de Milán. Recibió el bautismo, la ordenación y la consagración
en 374 y se dedicó al estudio de la teología y de las humanidades; sus obras
tienen un marcado carácter pastoral.

Creó nuevas formas litúrgicas, promovió el culto a las reliquias en


Occidente y convirtió y bautizó a San Agustín. Su festividad se celebra el 7
de diciembre.
De familia cristiana que se vanagloriaba de tener entre sus miembros a la
virgen y mártir Sotera, Ambrosio pasó su juventud, después de la muerte de
su padre, en Roma, en un ambiente saturado de ideal cristiano, y vio a su
hermana Marcelina hacer profesión de virginidad ante el papa Liberio.
Asistió con su hermano mayor Sátiro a los cursos de gramática y retórica y
fue al principio encaminado a la carrera forense, de la cual pasó, gracias a
Sexto Petronio, a la administrativa, sobresaliendo en ella inmediatamente
por sus dotes, hasta el punto de ser enviado como consularis a gobernar las
provincias de Liguria y Emilia.

Hacia el 370 se estableció en Milán, donde se granjeó la estimación y


afecto de todos en una situación difícil, no sólo por las luchas entre
paganos y cristianos, sino por las divisiones en el seno
del cristianismo entre los ortodoxos y los seguidores de Arrio, que
postulaban una naturaleza creada y finita para Jesucristo. A la muerte del
obispo arriano Ausencio, las dificultades para la elección de sucesor fueron
resueltas con el nombramiento de Ambrosio, que de esta manera pasó de
magistrado a obispo. Fue ordenado el 7 de diciembre del 374, ocho días
después de haber recibido el bautismo, retardado según el uso de entonces,
a pesar de que Ambrosio era de familia cristiana.
Repartida su hacienda entera entre la Iglesia y los pobres, San Ambrosio se
entregó totalmente al ejercicio de su alta misión. Y en el cuidado de su
grey, así como en la defensa de la Iglesia contra los paganos y los herejes,
demostró una energía, una voluntad y un valor insospechables en su débil
constitución física. Luchó contra los paganos para impedir la restauración
de sus cultos idolátricos; es famosa su disputa con Símaco, que quería
restablecer en el Senado el Ara de la Victoria (384).
Escribió contra los arrianos De la encarnación del Señor, y desarrolló, a
través de concilios y con una densa red de relaciones con otros obispos, una
acción tendente a truncar su actividad desintegradora; cuando un decreto de
Valentiniano III ordenó que se entregaran a los herejes algunas basílicas
católicas, San Ambrosio se opuso con firmeza, apoyado por el pueblo, que
ocupó los edificios disputados (386).

Por una lucha u otra, San Ambrosio de Milán hubo de entrar al fin en
relación con los emperadores, cerca de los cuales, desde Valentiniano I
hasta Teodosio I el Grande, supo ejercer decisiva influencia; dedicó al
joven emperador Graciano dos obras teológicas: De la fe y Del Espíritu
Santo. Con él se fueron elaborando los principios fundamentales para
regular las relaciones entre la Iglesia y el Estado, después de la situación
creada por Constantino.

A su celo pastoral se debe la mayor parte de sus obras, que son, por lo
general, predicaciones, revisadas y publicadas. Así, el famoso Hexamerón,
las exégesis sobre figuras del Antiguo Testamento o sobre el Evangelio
de San Lucas, los escritos morales Los deberes de los ministros de Dios, los
escritos ascéticos como el De las vírgenes y los dogmáticos De los
misterios y De los Sacramentos. San Ambrosio de Milán dejó, además,
noventa y una cartas y algunos himnos incluidos en el Breviario.

Su incansable actividad, su ilimitada disponibilidad para cuantos


necesitaban de él, causaron admiración en hombres como Agustín de
Hipona, quien recibió de él un gran apoyo en su conversión; pero tal ardor
apostólico acabó consumiéndolo. Su cuerpo se conserva en la basílica
ambrosiana, juntamente con los de los mártires Gervasio y Protasio,
encontrados por él.

Conflictos fe-razón: Los filósofos escolásticos, se enfrentaron al siguiente


problema: ¿habrá o no conflictos entre los conocimientos que proporciona
la fe y los que se obtienen mediante la razón? Tomás de Aquino intentó
solucionar el problema: no hay conflicto entre razón y fe; al contrario, hay
colaboración.
VI. San Basilio el Grande
(Cesarea, hacia 329-379) Doctor de la Iglesia católica y uno de los cuatro
Padres (junto a San Atanasio, San Gregorio Nacianceno y San Juan
Crisóstomo) de la Iglesia ortodoxa. Fue, sobre todo, el iniciador de la vida
cenobítica. Entre sus muchas obras cabe destacar numerosas homilías,
tratados sobre la vida monástica y un abundante epistolario. En sus escritos
teológicos hubo de combatir a los arrianos, tratando a la vez de atraerlos a
la ortodoxia.

También llamado San Basilio de Cesarea y San Basilio Magno, pertenecía


a una familia de antigua tradición cristiana: su madre Emelia, su hermana
Marina y sus hermanos Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste serían
venerados como santos. Estudió en Constantinopla y en Atenas e intimó
con su condiscípulo Gregorio Nacianceno; el futuro emperador Juliano el
Apóstata fue también uno de sus compañeros de estudios. Hacia el año 356,
habiendo fallecido su padre, Basilio volvió a Cesarea para enseñar retórica.
Concibió entonces el deseo de consagrarse al ahondamiento espiritual:
recibió el bautismo, visitó a eremitas de Siria y Egipto y en el 358 se retiró
a un cenobio no lejos de Neocesarea.

Allí preparó con su amigo Gregorio Nacianceno una antología de textos


de Orígenes titulada Filocalia (florilegio), y empezó a componer las dos
reglas monásticas a las que daría forma definitiva en períodos sucesivos
(primero las longiores o fusius tractatae y luego las breviores o brevius
tractatae). Tales normas, donde figuran preceptos de Eustacio de Sebaste,
muy amigo de Basilio en aquel momento y más tarde enemistado con él, se
hallan todavía en la base del monacato oriental.

Ordenado sacerdote en el año 364, en 370 fue elegido obispo de Cesarea.


Contrario al arrianismo, se negó a abrir sus iglesias a los herejes e hizo caso
omiso de las amenazas del emperador, al tiempo que se dedicaba, hasta su
fallecimiento, a elaborar fórmulas conciliatorias del dogma de la Santísima
Trinidad que permitiesen una polémica más resuelta contra los seguidores
más extremistas de Arrio e invitaran a los semiarrianos a la concordia y a la
sumisión. Y así, entre "esencia" y "existencia individua", llegó a la
conclusión de la igualdad sustancial de las tres personas, distintas, en
cambio, como individualidad; al mismo tiempo, y respecto de los
semiarrianos, admitió la sustitución del término "consustancial" por la
fórmula "semejante inmutablemente en la esencia".
Estas definiciones y el conjunto de la posición teológica de San Basilio
aparecen expresadas más claramente en las epístolas que en los escritos
teológicos y exegéticos, entre los cuales figuran nueve homilías sobre la
creación, dieciocho acerca de los Salmos (aunque solamente trece son
auténticas) y otras veinte aproximadamente sobre otros temas. Notable
interés en cuanto a la actitud de los cristianos respecto de la cultura clásica
ofrece el Discurso a los jóvenes sobre la manera de sacar provecho de la
literatura griega.

Otros textos poseen menos importancia, y de algunos se discute la


autenticidad: De virginitate, por ejemplo, debe atribuirse más bien el
contemporáneo y homónimo obispo de Ancira, uno de los jefes del grupo
semiarriano. San Basilio es también padre de la liturgia que lleva su
nombre, vigente aún, con ciertas modificaciones, en el culto griego. La
festividad de San Basilio el Grande es celebrada el 2 de enero por la Iglesia
romana y el 1 de enero por la Iglesia griega; en la tradición griega la figura
de San Basilio cumple un cometido similar al Papá Noel o los Reyes
Magos, trayendo regalos a los niños el primero de año.

VII. San Atanasio de Alejandría


(Alejandría, c. 295 - id., 373) Padre y doctor de la Iglesia, también llamado
San Atanasio el Grande o Atanasio de Alejandría. Acudió a Nicea como
compañero y diácono del entonces patriarca de Alejandría y contribuyó a
definir la consustancialidad del Padre y del Hijo divinos y la condenación
de Arrio (325). Elegido patriarca (328), mantuvo contra viento y marea la
fidelidad a las decisiones del concilio, lo cual le valió ser condenado,
depuesto y desterrado cinco veces a lo largo de su vida, tras ser reintegrado
a su sede otras tantas, siguiendo los avatares de tiempos y emperadores,
favorables o no al arrianismo. Al fin, logró residir en su sede hasta morir en
ella.

Autor capital y admirado en la historia del dogma, San Atanasio escribió


numerosas obras sobre las controversias arrianas, como su Discurso sobre
la Encarnación del Verbo; es autor también del documento más importante
del cristianismo primitivo sobre el monacato, la Vida de San Antonio.

Hombre de carácter impetuoso y tenaz, tuvo amigos entusiastas y enemigos


encarnizados; en su fe, alimentada por un misticismo fervoroso y por una
rígida moral, se preocupó ante todo de defender la realidad de la Redención
por la encarnación de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y la
independencia de la Iglesia de la autoridad política. Fue el duro y tenaz
luchador que requerían el tiempo y las circunstancias.

Brioso y hábil polemista, Atanasio se mostró muy firme en la defensa de la


consubstancialidad del Verbo encarnado en Dios Padre, uniéndose a una
naturaleza humana completa en Jesucristo.

Por ello se separó tanto de Marcelo como de Apolinar de Laodicea apenas


vio el carácter heterodoxo de sus doctrinas, pese a que defendieran también
el término "consubstancial"; y, alrededor del 362, se acercó a San
Basilio, San Gregorio de Nisa y San Gregorio Nacianceno, admitiendo que
podían usarse otros términos además de aquel que se discutía, con tal de
que quedara claramente establecida la identidad de esencia. Admitió
también el uso, en el sentido de "persona", de la palabra "hipóstasis" (en
latín "substancia"), empleada por él hasta entonces como sinónimo de
"usia" ("esencia"), y sostuvo contra los macedonianos la
consubstancialidad del Espíritu Santo con las otras dos Personas divinas.

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