El Témenos Del Monumento de Pozo Moro
El Témenos Del Monumento de Pozo Moro
El Témenos Del Monumento de Pozo Moro
Resumen
Análisis e interpretación de los restos arqueológicos aparecidos en la excavación del témenos del monumento
de Pozo Moro. El témenos estaba formado por un enguijarrado en forma de «piel de toro» rodeado de un perí-
bolos de adobe, témenos que cubría el bustum en que se incineró hacia el 500 a. C. el «Señor de Pozo Moro»,
un hegemón o dinasta ibérico que controlaba el cruce de la Vía Heraclea con la vía que desde la desemboca-
dura del río Segura penetraba en la Celtiberia y la Meseta.
En el centro de este témenos se alzaba el monumento de Pozo Moro sostenido sobre leones y concebido co-
mo nefesh del difunto heroizado. Esta disposición tiene paralelos en la figura chipriota de bronce de Enkomi
que se alza sobre una piel de toro, en las esculturas reales de culto funerario sirio-hititas alzadas sobre leo-
nes y en los monumentos turriformes fenicios de Amrit, la antigua Arados, uno de los cuales se alza igualmen-
te sobre leones.
Palabras clave: Pozo Moro, estratigrafía, heroon, Cultura ibérica, arquitectura orientalizante, religión fenicia,
culto funerario
Abstract
Analysis and interpretation of the archaeological remains found during the excavation of the témenos of the
Iberian monument of Pozo Moro (Chinchilla, Spain). The témenos was made up of a pebble mosaic with an “ox
hide” form, and was surrounded by a mud bricks períbolos. This témenos covered the bustum where it was cre-
mated around 500 BC. the “Hegemon of Pozo Moro”, an Iberian hegemon or dynast that controlled the cross-
ing of the via Heracleia with the road to the Meseta and Celtiberia from the mouth of the Segura river.
In the center of this témenos stood the monument of Pozo Moro supported on lions and conceived as a nefesh
of the heroized dynast. This arrangement has parallels in a Cypriot bronze figure of Enkomi, standing on an “ox
hide”, in Syro-Hittite funerary-cult royal sculptures raised on lions, and in the turriform Phoenician monuments
of Amrit, ancient Arados, one of them also raised on lions.
Key words: Pozo Moro, Stratigraphy, Heroon, Iberian culture, Orientalizing architecture, Phoenician religion,
Funerary cult
POZO
MORO
del monumento y cómo ocurrió su destrucción, gra- de época indeterminada, excavado en la esquina no-
cias al análisis de los restos conservados, en especial roeste de un gran encachado tumular, el 5F‑4, si-
a los datos proporcionados por los sillares hallados tuado al suroeste del monumento, pues este pozo
in situ de la base del monumento, alrededor del cual de saqueo penetró hasta el suelo natural (Alcalá-
se dispuso el suelo de guijarros y demás restos del Zamora, 2003: 71 s., fig. 56a). La excavación y la
témenos que formaban parte esencial del monumento limpieza de este pozo de saqueo en la campaña del
(figuras 1, 4 y 5A‑B). Este conjunto de elementos se año 2000 permitió analizar la estratigrafía de las es-
concibió como una unidad arquitectónica, que permi- tructuras visibles en el corte realizado por el saquea-
te explicar el proceso de construcción, uso y derrum- dor hasta el suelo natural, quien había roto todo lo
be del monumento, que se analiza a continuación. que encontró a su paso, desde el muro perimetral
En un lugar que debió ser previamente elegi- interno del encachado tumular 5F‑4 hasta dos sue-
do junto a un pozo, se organizó el bustum destina- los diferentes de arcilla roja, que resultaban perfec-
do a la cremación del difunto y, en ese mismo sitio, tamente visibles (figura 6A y B).
tras la cremación ritual del cadáver, se procedió a
levantar el monumento, cuyos sillares habrían si-
do previamente labrados y estaban preparados para 2. La preparación del suelo natural y
su montaje. La estratigrafía del yacimiento permi- la estratigrafía de la excavación del
tió precisar las fases de este proceso, también docu- monumento
mentado por diversos sondeos que aprovechaban los
agujeros realizados por los loculi de algunas tumbas El monumento de Pozo Moro se levantó después
ibéricas que habían roto el suelo del témenos (vid. de preparar y aplanar el suelo natural del lugar, for-
infra). Igualmente, se aprovechó un pozo de saqueo, mado por una greda arcillosa con restos de humus.
Figura 2. Basamento del monumento de Pozo Moro rodeado del mosaico del témenos tras su
excavación. Foto: MAG
Figure 2. Basement of the Pozo Moro monument after its excavation surrounded by a témenos
with a pebble mosaic. Photo: MAG
El suelo geológico natural o Estrato V.B lo consti- cremación del cadáver y directamente sobre este se
tuía una formación de margas calcáreas miocénicas levantó el monumento, proceso que quedó bien do-
de colores rojizos y blancuzcos del Serravaliense, que cumentado durante la excavación y que corresponde
no presentaba ninguna señal de actividad antrópica. al Estrato IV.B. En este complejo estrato se aprecia-
Este estrato era relativamente uniforme y de gran ban varias fases, bien documentadas por la estratigra-
espesor, pues en ninguna de las catas realizadas apa- fía, cuya fecha se puede precisar en torno al 500 a. C.
reció la roca caliza, ni siquiera en descomposición. según evidenció el rico ajuar del citado bustum ha-
Sobre este suelo geológico natural se observa- llado en la base del monumento (Estrato IV.B‑4).
ba un nivel de unos 40 cm de potencia, formado El Estrato IV.B‑5 correspondía a una nivelación
por margas de color grisáceo por estar mezcladas del suelo natural (Estrato V.A), para preparar un sue-
con humus (Estrato V.A). Este estrato ofrecía una lo de arcilla roja quemada del bustum del monumento,
gradación desde el color blanco lechoso del subs- que constituye el estrato IV.B.4. Este estrato IV.B.4
trato geológico natural en su parte inferior hasta apareció por debajo de los sillares que constituían la
un color grisáceo intenso en la superior, probable- base del monumento y también bajo el empedrado
mente por ser los restos del antiguo suelo vegetal de guijarros del témenos. Era una capa claramente
existente en el lugar en el momento de construirse perceptible de arcilla roja endurecida, —seguramen-
el monumento (figura 6A y B). Sobre la superficie te quemada—, extendida como suelo del bustum del
de este paleosuelo gris se dispuso el bustum para la monumento, que se asentaba directamente sobre la
A B
Figura 3. A. Reconstrucción actual del monumento de Pozo Moro en el Museo Arqueológico Nacional. Foto: MAN.
B. Reconstrucción teórica del monumento de Pozo Moro (Almagro-Gorbea, 1986)
Figure 3. A. Reconstruction of the Pozo Moro monument in the National Archaeological Museum, Madrid. Photo: MAN.
B. Theoretical reconstruction of the Pozo Moro monument (Almagro-Gorbea, 1986)
misma. Este nivel de arcilla roja, que por su textura Por encima de este suelo de arcilla roja apare-
y color parecía arcilla refractaria, se debe interpretar, cía un enguijarrado o suelo de guijarros que forma-
más que como el suelo originario del monumento, ba una banda al exterior del monumento de sillares
como la preparación para el bustum donde se reali- (Estrato IV.B.3), enguijarrado que constituye un ele-
zó la cremación ritual del cadáver, claramente visible mento esencial del témenos construido en torno al
bajo el relleno del interior del monumento, ya que, monumento (figura 4). Este empedrado, hecho con
sobre esta capa de arcilla apareció un hoyo que con- pequeños guijarros, ofrecía una forma de keftiu o lin-
tenía cenizas y huesos de una cremación con restos gote de metal o, más exactamente, de oxhide o «piel
muy quemados de un ajuar de gran riqueza, que in- de buey» (vid. infra). Sus bordes eran rectos y que-
dudablemente se deben atribuir al bustum sobre el daban paralelos a la construcción, con una anchu-
que se levantó el monumento de sillares (Almagro- ra en torno a los 100 cm aproximadamente, aunque
Gorbea, 1983: 184 s.). Este suelo de arcilla roja alcan- estaba separado unos 50 cm del monumento (figu-
zaba casi 5 cm de espesor hacia la parte septentrional ras 4, 5A y 8). Su contorno lo formaba un murete
del sondeo, espesor que tendía a disminuir hacia la de adobes de arcilla blancuzca que constituiría un
parte meridional hasta casi desaparecer (figura 6A), períbolos que rodeaba al monumento y al témenos en-
pues esa zona constituía el extremo meridional del guijarrado, aunque al ser de barro apareció práctica-
suelo de arcilla roja. Este suelo también se documen- mente arrasado. El suelo de guijarros proseguía por la
tó dentro del monumento (figura 7A y B), al vaciar parte occidental del monumento hasta unirse a otra
su relleno y en especial, bajo los sillares hallados in zona de guijarros externa situada fuera del períbolos,
situ al ser estos retirados para trasladarlos al Museo zona que, aparentemente, formaría una banda pa-
Arqueológico Nacional (figura 7C y D). ralela a la situada en el interior, banda que pudiera
Figura 4. Planta del mosaico de guijarros del témenos de Pozo Moro rodeado de un períbolos en
forma de «piel de toro» (Almagro-Gorbea, 1983: fig. 6)
Figure 4. Pebble mosaic of the Pozo Moro témenos, surrounded by a períbolos with “ox hide” form
(Almagro-Gorbea, 1983: fig. 6)
extenderse hasta unos 250 cm del borde del monu- túmulo escalonado 5F‑4 permitió diferenciar con to-
mento en el ángulo noroeste de la cuadrícula 3E, da claridad dos capas de arcilla roja superpuestas: la
aunque no se pudo confirmar si esta banda de gui- inferior pertenecía al bustum del monumento orien-
jarros pertenecía igualmente a este monumento o talizante, que disminuía de espesor hasta desaparecer
a otra construcción similar existentes en esa zona, hacia el sur, mientras que la superior correspondía
aunque esta última hipótesis parece menos proba- al bustum del túmulo 5F‑4, que mantenía el mismo
ble (figuras 4, 8 y 9). ritual funerario al menos una generación posterior
En la parte meridional del monumento se pudo al monumento orientalizante. En consecuencia, era
observar que el enguijarrado citado quedaba cubierto evidente la superposición del bustum del túmulo es-
por una capa regular de arcilla de color rojizo-ana- calonado 5F‑4 sobre la parte meridional del enguija-
ranjado claro que alcanzaba 25 cm de espesor (fi- rrado del témenos del monumento orientalizante, lo
gra 6A), semejante a la arcilla utilizada para hacer que indica que, al preparar dicho bustum, el monu-
los adobes de las tumbas ibéricas. A su vez, sobre mento orientalizante debía estar ya destruido.
esta capa de arcilla clara se percibía también con Por encima del estrato IV.B.3 se identificó el
claridad que se había dispuesto otra capa de arci- estrato IV.B.2. Este estrato IV.B.2 correspondía al
lla roja refractaria, de unos 5 o 6 cm de grosor; esta relleno del interior del basamento de sillares con-
capa proseguía por debajo de las piedras del túmu- servados in situ y quedaba por debajo de algunas se-
lo 5F‑4 hasta la esquina sureste de este túmulo, lo pulturas ibéricas que los cubrían y sobre el suelo rojo
que evidenció que correspondía a la preparación del del bustum del estrato IV.B.4. Consistía en una ma-
bustum del túmulo 5F‑4, bajo el cual todavía apare- sa de tierra arcillosa con piedras areniscas naturales
ció un nivel de piedras dispuestas sin orden alguno y con fragmentos muy rotos de restos desechados
en contacto con el suelo natural de greda blanca (fi- de la talla de los sillares del monumento, por lo que
gura 6A y B). En consecuencia, el sondeo del pozo ofrecía todas las características de tratarse del relle-
de saqueo realizado en la esquina noroeste del gran no de la base del mismo (figuras 7A y 10). Además,
Figura 5. Basamento y témenos del monumento de Pozo Moro. A. Vista con los sillares caídos desde el este. B. Vista desde el
noreste. Fotos: MAG
Figure 5. Basement and témenos of the monument of Pozo Moro. A. View with fallen ashlars from the east. B. View from the
northeast. Photos: MAG
los sillares del monumento carecen de labra en su color rojo intenso, muy probablemente arcilla que-
cara interna, lo que confirma que el interior del mo- mada por un fuego de oxidación al aire libre, se debe
numento estuvo macizado. interpretar como el piso preparado para el bustum don-
El estrato IV.B.1 correspondía al basamento de de se realizó la cremación ritual del cadáver, tradición
sillares del monumento, del que se conservaba in situ que procedería de los busta orientalizantes, que están
la primera y parte de la segunda hilada de sillares hechos con una arcilla similar, como los documenta-
(figuras 2A‑B y 5A‑B). Este estrato quedaba justo dos en la necrópolis de Medellín (Almagro-Gorbea,
por encima del estrato IV.B.4, que era el suelo rojo ed., 2008: 958 s., 982 s.), aunque también se han consta-
del bustum, sobre el que se habían asentado directa- tado en algunas necrópolis ibéricas (Senent, 1930: 8 s.).
mente los sillares de la base cuando todavía ardía la Este suelo de arcilla quemada apareció bajo el re-
pira. A su vez, estos sillares in situ del estrato IV.B.1 lleno de tierra y piedras del interior del monumento
quedaban cubiertos por el estrato IV.A, formado por (figura 7A), junto a la tierra negra del bustum dispues-
los restos de la destrucción del monumento. ta sobre esa sobre capa roja de arcilla (figura 7B), capa
El estrato IV.A correspondía, como se ha di- que proseguía bajo los sillares de la base del monu-
cho, a la destrucción y derrumbe del monumento mento conservados in situ como se pudo documentar
(figuras 5A y 7A). Estaba formado por numerosos cuando estos se retiraron para trasladarlos al Museo
sillares caídos hacia el norte y el este de la base del Arqueológico Nacional para su restauración y mon-
monumento, lo que ha permitido plantear la re- taje. En especial bajo los sillares del lado septentrio-
construcción. Habían quedado tal y como se ha- nal PM17 y PM23, aparecían restos evidentes de las
bían derrumbado, seguramente a causa de un seísmo cenizas del bustum y de la capa de arcilla del estra-
(Rodríguez Pascua et alii, 2022) y aparecieron cubier- to IV.B.4 (figura 7C), que habían quedado adosados
tos por la tierra derramada que macizaba el interior a su cara inferior (figura 7D), lo que indicaba que
del monumento y por la procedente de las tum- los sillares del basamento se habían colocado direc-
bas ibéricas superpuestas. Los restos de sillares caí- tamente sobre el bustum nada más apagarse el fuego1.
dos al pie de los lados norte y este del monumento Este importante detalle demuestra que los sillares se
y la inclinación que ofrecía la base del mismo ha- asentaron directamente sobre el bustum, como se pu-
cen pensar en una basculación del terreno sobre el do constatar con toda seguridad al levantarlos (figu-
que se alzó la construcción, lo que pudo producir el ra 7C), ya que las tierras negras del bustum y del suelo
consiguiente agrietamiento y derrumbe del monu- de arcillas roja quedaron firmemente pegados a la ba-
mento. La fecha de este estrato IV.A se debe situar se del sillar PM23 (figura 7D). Este suelo de arcilla
hacia el 500 a. C. o poco después, en la primera mi- roja del estrato IV.B.4 tendía a perder espesor hacia
tad del siglo V a. C., pues, en cualquier caso, es ante- el sur hasta desaparecer a unos 4 m del lado meridio-
rior al inicio de la necrópolis ibérica del estrato III, nal del monumento, como se confirmó en el corte
ya que algunas sepulturas, como la 5Dinc6, reutilizan
los restos del monumento desde pleno siglo V a. C.
(Alcalá-Zamora, 2003: 66, fig. 47). 1 Algunos autores (Blázquez, 1979: 155; Blázquez y Valien
te, 1981: 199; López Pardo 2006: 27, n. 18) no han compren-
dido que el bustum hallado en el interior del monumento
era inmediatamente anterior a la colocación de los sillares
(Almagro-Gorbea, 1978c: 255). Este hecho quedó perfecta-
3. El bustum y los restos de cenizas y
mente atestiguado, pues parte de las cenizas del bustum apa-
del ajuar recieron por debajo del sillar PM23 (figura 7C). Esa errónea
interpretación se basa en deducciones cronológicas aprio-
rísticas, que están en contradicción con los datos proporcio-
La estratigrafía del yacimiento mostraba cómo, por
nados por la excavación, como la confusión del bustum del
debajo de todo el basamento de sillares del monu- monumento con los busta de las tumbas de la necrópolis ibé-
mento y bajo el empedrado de guijarros del témenos, rica, que claramente son posteriores (López Pardo, 2006: 27,
n. 18). Por otra parte, este bustum de Pozo Moro prueba que
se extendía un suelo de arcilla roja quemada muy com- estos monumentos turriformes eran tumbas en sentido estric-
pacta, identificado como estrato IV.B.4. Esta capa de to, no únicamente el nefesh del difunto (Prados, 2008: 273 s.).
Figura 6. Agujero de saqueador en la esquina noroeste del túmulo 5F-4. A. Corte estratigráfico
con el suelo de arcilla roja superior que corresponde al bustum del túmulo 5F-4 y el suelo de
arcilla roja inferior sobre el suelo de greda natural del monumento turriforme. B. Restos del suelo
de arcilla roja sobre una capa de guijarros. Fotos: MAG
Figure 6. Robbery hole in Northwest corner of the Iberian tumulus 5F-4. A. Stratigraphic section
with the upper red clay soil corresponding to the bustum of the Iberian tumulus 5F-4 and the
lower red clay soil on top of the natural loam soil of the bustum of the monument of Pozo Moro.
B. Remains of red clay soil on a layer of pebbles. Photos: MAG
realizado en el pozo de saqueo de la esquina noroes- 10 m de norte a sur y, probablemente, otros tantos de
te del encachado tumular 5F‑4, donde dicho suelo de este a oeste, pues también se localizó en la cuadrícu-
arcilla roja aparecía directamente sobre el suelo natu- la 5D, donde aparecía por debajo de las tumbas 5D‑5
ral (figura 6A), lo que hace suponer que tendría una y 5D‑6 (figura 11A). En consecuencia, el suelo de ar-
anchura parecida en los otros lados del monumento. cilla roja preparado para el bustum mediría, como
En consecuencia, el suelo de arcilla roja prepara- mínimo, 8 m de norte a sur por 10 m de este a oeste,
do para el bustum se extendería por lo menos unos por lo que se puede calcular su superficie en unos 80
a 100 m². Esta superficie parece muy amplia para un y mezclada con cenizas, con pequeños fragmentos
bustum, pero se puede comparar a la que ofrece el de huesos humanos y con restos sumamente calci-
gran túmulo escalonado 5F‑4, el único bien conoci- nados del ajuar. Sin embargo, los restos de huesos
do, cuya superficie se puede calcular en un mínimo hallados entre la tierra negra quemada y las cenizas
de 40 m², ya que su bustum ocupa y parece rebasar sobre el citado suelo rojo del bustum, y el hecho de
toda el área de c. 40 m² de este túmulo, que medía que solo aparecieran algunos fragmentos de los ob-
6,48 m por 6,15 m de lado (figura 2). En consecuen- jetos depositados como ajuar, llevan a suponer que
cia, la gran dimensión del bustum del estrato IV.B.4 esos restos, probablemente, serían los residuos que
concuerda con la importancia del monumento. no se llegaron a recoger cuando, tras la extinción
Por debajo del suelo de arcilla roja del bustum del del fuego de la pira funeraria, se debieron retirar los
monumento ya aparecía el suelo natural en todos los restos del muerto y de su ajuar, antes de proceder a
lugares en que se pudo comprobar. Este hecho evi- montar, justo encima, el monumento de sillares, en
dencia que el monumento se construyó directamente el que es lógico suponer que se depositarían sus res-
sobre esta capa de arcilla roja dispuesta sobre el estrato tos en una urna cineraria.
de humus y greda que constituiría el suelo natural en
el momento de iniciar la construcción (Estrato V.A).
En el interior de la base del monumento, hacia 4. El témenos, el períbolos y el mosaico
su parte oriental, la capa de arcilla roja del bustum enguijarrado
ofrecía en un hoyo rehundido, situado entre −40 y
−70 cm de profundidad, relleno de tierra muy oscura En torno al monumento se organizó un complejo
y quemada, que contenía cenizas y pequeños huese- témenos en forma de keftiu o de «piel de toro» (vid.
cillos de una cremación junto a restos muy quema- infra), que debía estar rodeado por un períbolos hecho
dos de un rico ajuar, que indudablemente se deben con adobes (figura 4), cuyo color blanquecino se po-
atribuir al bustum de la sepultura sobre la que se le- día observar en algunos lugares, como en la esquina
vantó el monumento de sillares. Esta mancha de suroeste (figura 14). La estratigrafía mostraba que el
tierra negra no tenía un contorno bien definido por suelo de este témenos estaba cubierto por un mosaico o
estar deformada por las piedras del relleno del mo- pavimento de guijarros, a modo de un fino enguijarra-
numento, pero medía unos 80 cm en su lado menor do (figura 4), elemento que ha facilitado la identifica-
por 100 a 120 cm en el lado mayor, y parecía ofrecer ción de estas estructuras. Este suelo de guijarros cubría
una forma ligeramente rectangular, con su eje ma- todo el interior del témenos, dispuesto sobre la capa de
yor orientado de noreste a suroeste. arcilla roja que se había preparado para el bustum, pero
En conclusión, los restos aparecidos en la excava- también se habían enguijarrado unas franjas externas
ción permitieron observar que antes de construir el adosadas a los lados exteriores del períbolos. Estos en-
monumento de Pozo Moro se había preparado cui- guijarrados constituyen un elemento de gran interés
dadosamente una amplia superficie de casi 100 m² en este heroon monumental, pues este cuidado mo-
sobre la que se dispuso un suelo de arcilla roja colo- saico, además de servir como un elemento que daba
cado directamente sobre el paleosuelo natural gre- suntuosidad al conjunto, también facilitaba la deam-
doso con abundante humus del lugar que, al parecer, bulación por el témenos, al mismo tiempo que tendría
pudo haber sido previamente aplanado. Este suelo la función de sellar y proteger el bustum donde se ha-
rojo debe interpretarse como una preparación para bía realizado la cremación del difunto heroizado, por
el bustum donde se realizaría la cremación ritual del lo que este suelo, muy probablemente, se considera-
cadáver, pues, hacia el centro de esa amplia superfi- ría un elemento de carácter sacro, sobre el que no po-
cie de tierra roja, aunque algo desviado hacia la parte dría caminar cualquier persona.
noroeste, se debió disponer la pira de cremación del Este encachado que cubría el suelo del témenos
personaje destinatario del monumento, como evi- estaba formado por multitud de pequeños guijarros
denciaba la zona de tierra negra con arcilla quemada rodados de cuarcita de unos 5 cm de largo, dispuestos
directamente sobre la arcilla roja del bustum, que sino que tenía los bordes convexos, casi paralelos a
había sido cubierta por una capa de arcilla de color los de la parte interna, y sus ángulos eran curvados y
rojizo claro utilizada para fijar los guijarros al sue- salientes (figuras 4, 5B, 13 y 14). Esta forma, bien co-
lo. Esta arcilla, al ser menos consistente que la que nocida, se ha identificado con la de un keftiu o lin-
formaba el piso del bustum, no impedía que los gui- gote de metal o la de una «piel de toro» (vid. infra).
jarros pudieran desprenderse con facilidad. En con- El mosaico interno de Pozo Moro, situado al
secuencia, el enguijarrado apareció bastante alterado interior del períbolos en forma de «piel de toro», se
por estar roto y por faltarle guijarros en numerosos puede considerar inscrito en un rectángulo teórico
lugares, tanto por haberse desprendido por erosión (figura 4). Sus lados más largos medían, de punta a
como al excavarse los loculi de algunas tumbas de punta de los extremos, 8,80 m (aproximadamente
cremación de la posterior necrópolis ibérica, como 30 pies de 30,4 cm = 20 codos de 45,6 cm = 9,12 m),
las tumbas 5Dinc5 y 5Dinc6, en la parte sureste (fi- aunque solo se pudo comprobar en la parte sep-
gura 11), las 4Finc4, 4Finc5 y 4Finc7 en la esquina tentrional, pues la parte sureste estaba práctica-
suroeste (figura 12A) o la 3Finc8 en la parte noroes- mente toda destruida (figura 4). Los lados menores
te (figura 12B), por lo que toda su parte occidental medían de punta a punta entre 6,80 y 7 m (quizás
estaba muy deteriorada (figura 5B). Sin embargo, en 24 pies de 30,4 cm = 16 codos de 45,6 cm = 7,29 m),
las zonas donde el mosaico estaba mejor conservado, si bien solo se conservaba el lado occidental, pues
como en su parte septentrional (figuras 2 y 8) o en la parte meridional del lado oriental no se había
la esquina suroeste (figuras 13 y 14) se pudo obser- conservado. En consecuencia, la parte interna del
var que se había construido con cuidado y con bas- témenos pudiera considerarse inscrita en un rectán-
tante regularidad. gulo de 30 × 24 pies de 30,4 cm o de 20 × 16 codos de
El suelo de guijarros del témenos construido alre- 45,6 cm, lo que supone una proporción 1:1,25.
dedor del monumento tenía su misma orientación, Como el mosaico tiene forma de «piel de toro»,
que se puede precisar en 112 ±1° hacia el sureste (fi- la parte central es más estrecha, tanto en los lados
gura 4). Era de forma aproximadamente rectangular menores como en los mayores. De noreste a suroes-
y medía entre sus puntos más extremos 10,80 m de te, el mosaico de lado septentrional (figura 8) me-
noroeste a sureste por un mínimo de 8 m de noreste día 128 cm hasta el lado norte del monumento, que
a suroeste y, aunque, por la parte meridional quedaba mide 365 cm de ancho, mientras que el mosaico de
oculta por el gran túmulo escalonado 4Finc4 (figu- lado meridional medía exactamente 124 cm, lo que
ra 2), es lógico suponer que esa parte sería simétrica da una anchura por la parte central, la más estrecha,
respecto a la del lado septentrional del monumento. de 617 cm. En sentido noroeste a sureste, el mosai-
En consecuencia, tendría aproximadamente 9 m de co de lado occidental tenía una anchura de 200 cm
anchura, lo que supondría una proporción de 1:1,2, hasta el lado oeste del monumento, mientras que el
con una superficie total de unos 100 m². mosaico de lado oriental medía exactamente 208 cm,
Este mosaico de guijarros estaba adaptado al mo- que, sumados a los 365 cm de anchura de la base del
numento, en función del cual se había construido. monumento, suponen que el interior del témenos me-
Sin embargo, no era uniforme ni todos los lados eran diría en sentido longitudinal 773 cm.
iguales, pues ofrecía una zona interior, adosada a los En la zona septentrional del enguijarrado, que
sillares del monumento, y otra exterior separada de era la mejor conservada, se seleccionaron dos zo-
la interior por una banda de adobe que parecen co- nas de 250 cm² para contar sus guijarros y calcu-
rresponder a la base de un muro o períbolos, cuya al- lar el número de guijarros por metro cuadrado. Los
tura no se pudo conocer con seguridad al haberse resultados fueron bastante homogéneos, pues per-
conservado tan solo la base. Este períbolos no tenía la mitieron precisar que había 218,5 ±1,5 guijarros ca-
forma de un simple rectángulo con los bordes parale- da 250 cm², lo que supone entre 870 y 880 guijarros
los a los muros del monumento, como tampoco eran por metro cuadrado, cifra que podía elevarse hasta
rectos los bordes externos de las bandas exteriores, los 900/m² en las bandas exteriores, ya que estaban
como los muros del períbolos, y quedaban paralelos el agujero abierto por un saqueador en la esquina
a los lados del monumento, pero el peor estado de noroeste de dicho túmulo permitió observar algu-
conservación de este enguijarrado exterior no per- nos guijarros (figura 6B). El lado occidental estaba
mite observaciones más precisas. relativamente mejor conservado, pero roto por los
Un elemento importante de este mosaico de gui- loculi de varias tumbas ibéricas. En la zona suroes-
jarros del témenos es que, en el centro de la parte te, las cremaciones 4Finc5 y 4Finc6 (figura 5B) rom-
occidental, quedaba unida al mosaico externo que ro- pían el mosaico del interior del períbolos y la 4F‑4
deaba el monumento por un pequeño pasillo que me- rompía el mosaico de la parte externa (figura 12A),
día 60 cm de ancho y otros 60 cm de largo (figuras 4 mientras que la cremación 3Finc3 destruyó la esqui-
y 9), distancia que equivalente a 2 pies, una anchu- na noroeste y el loculus de la cremación 3Finc8 había
ra semejante a la del períbolos. Este pasillo se puede roto el muro del períbolos justo al norte del acceso al
interpretar como una abertura o puerta que comu- témenos (figura 9).
nicaba la parte interior del témenos con el mosaico ex- En conclusión, el témenos con su períbolos de ado-
terior de ese lado occidental, por lo que constituiría bes y su mosaico de guijarros era una estructura más
el acceso al témenos. Este acceso estaba situado pre- compleja de lo que puede parecer a primera vista.
cisamente frente a la fachada occidental del monu- Esta estructura estaba bien planificada y construi-
mento turriforme, donde debía estar el relieve con la da, de acuerdo con la metrología de todo el monu-
figura de la diosa Astart con las alas desplegadas en mento, del que era un elemento fundamental, tanto
actitud de proteger el heroon (vid. infra), lo que evi- por cubrir la capa de arcilla roja del bustum como por
dencia el carácter sacro y probablemente ritual de esa constituir una «piel de toro» como símbolo de carác-
puerta de comunicación por la que se penetraba en el ter «mágico» y sobrenatural dispuesto como base y
témenos por el lado más simbólico del monumento. fundamento de todo el monumento. Esta comple-
El períbolos apareció prácticamente arrasado a ja construcción de carácter simbólico se basaría en
nivel del suelo y tampoco era buena la conserva- creencias míticas, ya que sobre esta «piel de toro»,
ción del mosaico de guijarros, pues muchos can- que probablemente tenía carácter mágico, se alzaba
tos habían saltado con facilidad y en muchas zonas el monumento turriforme como sema o nefesh del
habían desaparecido por erosiones diversas y por la personaje enterrado. En conclusión, el témenos del
excavación de algunos loculi de tumbas ibéricas (fi- monumento de Pozo Moro formaba parte esencial
guras 11 a 13). Estos deterioros explican que el mo- del complejo monumental y tenía además un desta-
saico prácticamente haya desaparecido junto a los cado carácter simbólico (vid. infra), por lo que es un
sillares del monumento, aunque se conservaban pe- elemento esencial del heroon turriforme.
queños restos junto a los sillares PM17 y PM21 del
lado septentrional (figura 5) y en menor número,
junto al sillar PM23 del lado oriental y junto a los 5. Paralelos y significado del mosaico
sillares PM29 y PM31 del lado meridional (figu- del témenos
ra 7B). La zona septentrional estaba relativamen-
te bien conservada (figuras 2, 5A y 5B), pero en la El témenos dispuesto en torno al monumento de
parte oriental solo se conservaba la esquina sures- Pozo Moro ofrece dos elementos simbólicos impor-
te, rota además por las cremaciones ibéricas 4Dinc5 tantes para interpretar el monumento y para com-
y 4Dinc6 (figura 12A), pues la parte suroriental prác- prender su carácter sacro: el pavimento hecho con
ticamente había desaparecido, aunque pequeños un mosaico de guijarros y las esquinas incurvadas y
restos informes se documentaron al excavar las cre- alargadas en forma de «piel de toro».
maciones 5Dinc5 y 4Dinc6 de la necrópolis ibérica. El mosaico enguijarrado del témenos es una técnica
La zona meridional estaba cubierta casi totalmen- de origen oriental, pero que está bien documentada
te por el gran túmulo escalonado 5F‑4, que se ex- en la península ibérica, donde se ha mantenido por
tendía hasta el muro del períbolos (figura 2), aunque tradición popular hasta la actualidad. Esta tradición
Figura 9. Zona occidental del suelo de guijarros del témenos. En la parte superior se aprecia el paso de comunicación con el
exterior del períbolos. Foto: MAG
Figure 9. Western zone of the pebble soil of the témenos with the communication passage with the exterior of the períbolos in
the upper part. Photo: MAG
permite saber que estos enguijarrados se «hacían con muchos poblados de toda Andalucía, en los que sue-
martillos de madera, para que no salten las piedras», len asociarse a ámbitos en su mayoría de función re-
según noticia recogida en vivo hace unos años en ligiosa, pero también se documentan en tumbas de
Burgos (Monesma, s.a.). En efecto, hasta fechas re- alto rango social, tradición que se extendió hasta el
cientes, estos suelos de guijarros se usaban en ves- Sureste. Los testimonios más antiguos, aunque dis-
tíbulos, zaguanes y patios de edificios de carácter cutibles (vid. infra), proceden de poblados, pues se
religioso, como iglesias y ermitas, y también de casas ha supuesto que el pavimento de guijarros más an-
nobles, tradición que refleja su simbolismo religioso tiguo documentado sería una «capa de cantos roda-
y de estatus social, probablemente asociado a un cier- dos ‘echados’ más que colocados» (García-Gelabert
to carácter protector de quienes pisaban el mosaico. y Blázquez, 1992: 114), aparecida en el poblado del
Estos mosaicos de guijarros son un elemento Bronce Final del Cerro de la Encina de Monachil,
de origen oriental, como ya se indicó en el estudio Granada, en un contexto fechado entre el 1000 y
inicial de Pozo Moro (Almagro-Gorbea, 1983: 189, el 700 a. C., pero esta alta cronología plantea el pro-
n. 63). Su valoración atrajo la atención de los estu- blema de su anterioridad a los influjos fenicios, de
diosos, que pronto valoraron su dispersión en la pe- los que parecería lógico que procediera (Arribas et
nínsula ibérica y sus paralelos orientales (Blázquez alii, 1974: 39‑40, lám. V‑VII; Fernández-Galiano y
y Valiente, 1981; Fernández Galiano, 1982; 1984; Fer Valiente, 1983: 22, fig. 1). Otro caso similar son las
nández-Galiano y Valiente, 1983; García-Gelabert diversas estructuras de cantos halladas en los nive-
y Blázquez, 1992; etc.). En la península ibérica es- les 10 al 14 de la Colina de los Quemados, el tell de
tos mosaicos enguijarrados, hechos con cantos ge- la Corduba prerromana (Luzón y Ruiz Mata, 1973: 35,
neralmente de cuarcita o de caliza, han aparecido en fig. 6 y 8; Fernández-Galiano y Valiente, 1983: 30,
Figura 10. Estado del enguijarrado junto a los sillares del lado norte del monumento. Foto: MAG
Figure 10. The pebbles mosaic damaged next to the ashlars on the north side of the monument.
Photo: MAG
fig. 6), donde aparecen en niveles anteriores a la pre- con guijarrillos alargados de color negro y triángulos
sencia fenicia del siglo VIII a. C. y donde su uso pro- rellenos de guijarros blancos redondeados» (García-
sigue hasta el siglo VI a. C. También se han señalado Gelabert y Blázquez, 1992: fig. 1,2), dispuestos igual-
pavimentos de cantos rodados en la fase I del pobla- mente sobre un lecho de arcilla apisonada. Un gran
do de Alhonoz, Sevilla (López Palomo, 1981: 42 s., mosaico similar, de unos 100 m², adornaba el suelo de
fig. 115‑122), fechada igualmente en el siglo VIII a. C., la parte delantera del patio, con un ajedrezado en el que
aunque en este poblado los suelos enguijarrados pro- alternaban cuadrados de 0,42 a 0,44 m de lado (= 1 co-
siguen en época ibérica, pues un «empedrado en do) formados por guijarros redondos muy regulares de
arista viva» cubre la importante habitación situa- color blanco y cantos alargados de color negro, más irre-
da al fondo de una gran vivienda de prestigio de gulares, colocados por su cara lateral (García-Gelabert
unos 375 m², fechada entre los siglos IV y el II a. C. y Blázquez, 1992: fig. 2). Este mosaico tenía una orla de
(López Palomo, 1981: 97 s., fig. 113; Almagro-Gorbea triángulos como borde, que fue rehecha posteriormen-
y Domínguez de la Concha, 1988‑1989: 365 s.; Serra te a base de ondas de factura más tosca y descuidada.
no, 2019), por lo que dicha estancia enguijarrada pu- En Carmona, la antigua Carmo, otra de las po-
do ser el santuario. blaciones tartesias más importantes, apareció un
Más conocido es el mosaico del «Santuario pavimento de cantos rodados asociado a cerámi-
de la Muela» de Castulo (García-Gelabert y Bláz cas de retícula bruñida que permitirían datarlo ha-
quez, 1992: 118). La fase II, fechada en el siglo VII a. C., cia el siglo IX a. C. (Carriazo y Raddatz, 1980: 21 s.,
ofrece un mosaico de cantos hecho con pequeños gui- figs. 1 y 2). La misma técnica documentó G. Bonsor
jarros redondos blanquecinos y otros alargados negros en El Acebuchal, en los Alcores de Carmona, en
dispuestos sobre una cama de arcilla apisonada for- un conjunto de habitaciones en torno a un patio
mando círculos que se cortan entre sí. En la fase III, pavimentado de guijarros de época orientalizan-
datada en el siglo VI a. C. antes de abandonarse el san- te (Bonsor, 1898: 95, fig. 136; Fernández-Galiano
tuario hacia el 500 a. C., aparecieron en el umbral del y Valiente, 1983: 33), que cabe suponer que tendría
patio interior «restos de un mosaico de cantos roda- carácter sacro. También estos enguijarrados apare-
dos formando una estrecha franja de triángulos hechos cen en la Huelva orientalizante, donde se utilizaban
Figura 11. Restos de la esquina sureste del mosaico, rota por las cremaciones ibéricas 4Dinc5 y 4Dinc6. Foto: MAG
Figure 11. Remains of the southeast corner of the pebbles mosaic, broken by the Iberian cremations 4Dinc5 and 4Dinc6. Photo: MAG
pequeñas lajas de pizarra puestas de canto, como prestigio (Stronach, 1993), como en los túmulos de
en el Cabezo de San Pedro, posiblemente el arx de Gordion (Young, 1981: 187 s.; Simpson, 1990), tapices
Onuba (Blázquez et alii, 1981: 183, 193, 199, figs. 70 que en ocasiones eran imitados por estos mosaicos de
y 72) y también se han documentado en el Cerro piedra (Young, 1965) o por pinturas en el suelo, como
Salomón (Blanco, Luzón y Ruiz Mata, 1970: 10 s., el tapiz pintado de la tumba 2 del área I de la necró-
lám. 10 s.). polis de Galera, Granada (Almagro-Gorbea, 2008).
Este tipo de enguijarrados también aparece con En Castulo ha aparecido el conjunto más impor
frecuencia asociado a sepulturas de alto estatus en tante de sepulturas con mosaicos de guijarros de la
necrópolis ibéricas, como la de Pozo Moro. Los pri- Hispania prerromana (Blázquez y Valiente, 1981: 198 s.;
meros testimonios de esta tradición son algunas tum- García-Gelabert y Blázquez, 1992). En la necrópo-
bas de élite del Periodo Orientalizante de los Alcores lis del Estacar de Robarinas, la de mayor densidad
de Carmona. El fondo de un bustum de la necrópo- de ocupación, apareció un enguijarrado con cene-
lis de la Cruz del Negro se pavimentó con pequeños fas o grecas fechado de fines del siglo V a mediados
guijarros (Bonsor, 1898: 79 s., figs. 75‑76; Fernández- del IV a. C. (Remesal, 1979: 356). También apare-
Galiano y Valiente, 1983: 34), por lo que podría con- cieron enguijarrados con menor proporción y ri-
siderarse un precedente del bustum de Pozo Moro, y queza de motivos en la necrópolis de Baños de la
un túmulo de Entremalo tenía una cámara central Muela, datada asimismo a fines del siglo V o ini-
de 3,50 por 2,50 m cuyo suelo era una capa de gui- cios del IV a. C. El gran túmulo de Los Higuerones,
jarros de 40 cm de espesor (Bonsor, 1898: 100‑103, de 4,20 m de ancho, fechado a fines del siglo V o
fig. 140; Fernández-Galiano y Valiente, 1983: 34, inicios del IV a. C., ofrecía un pavimento de can-
fig. 8). En estos casos, el enguijarrado dispuesto en tos rodados blancos y negros que formaban cenefas
el suelo podría relacionarse con los tapices utiliza- o grecas (García-Gelabert y Blázquez, 1992: fig. 3).
dos en Oriente en lechos regios como elemento de Igualmente, en la necrópolis jienense de Castellones
Figura 13. Esquina suroeste del témenos perforado por los loculi de las tumbas ibéricas.
Foto: MAG
Figure 13. SW corner of the témenos perforated by the loculi of the Iberian tombs. Photo: MAG
y Vázquez Boza (2009) han señalado su presencia et alii, 2009; Marzoli y Suárez, 2013), así como en
en Castro Marín, Portugal, en el siglo VI a. C., en viviendas periféricas (observación personal, 2019) y
Aljaraque, Huelva, en la misma fecha, y en Huelva, en también se han documentado en la Casa de la Viña,
la calle del Puerto 6, en el siglo VII a. C. y en la calle de Torre del Mar, en el siglo VII a. C. Finalmente, un
Botica 10‑12, c. 560‑500 a. C. Más interesantes son los interesante conjunto formado por unas 400 conchas
mosaicos aparecidos en el poblado de El Carambolo, se halló en el poblado de El Oral, en Alicante, data-
fechados desde el siglo IX al VI a. C., en ocasiones re- do a inicios del siglo V a. C. (Abad y Sala, 1993: 171).
hechos y superpuestos en el mismo lugar y en algún El interesante estudio de Escacena y Vázquez
caso con las conchas pintadas de rojo (Fernández Flo Boza (2009) señala que aparecen desde el siglo IX
res y Rodríguez Azogue, 2005: 128), lo que confirma al VI a. C., generalmente en el umbral o en el vestí-
su carácter sacro y permite suponer que también pu- bulo o acceso de edificios sacros o suntuarios, por lo
do estar pintado el enguijarrado de Pozo Moro y otros que sería un elemento protector de edificios de cul-
similares. En la zona de Sevilla se han señalado pavi- to, pero también aparecen en el umbral de viviendas
mentos de conchas en el Cerro Mariana, en Cabezas privadas, presumiblemente de élite, lo que confirma-
de San Juan, la antigua Conobaria, en el umbral de una ría su carácter mágico apotropaico. Suelen aparecer
cabaña del siglo VIII a. C. En la zona de Cádiz apa- en yacimientos situados junto al mar, hecho lógico,
recen en Pocito Chico, en el siglo IX a. C., y en Torre ya que las conchas se recogerían en la playa, mien-
de Doña Blanca, en el VIII a. C., ambos en El Puerto tras que en el interior se usaban cantos de cuarci-
de Santa María. En Málaga han aparecido en la ca- ta o de caliza, cuya forma convexa recuerda la de las
lle Císter y en el Cerro de la Era de Benalmádena, del conchas a las que sustituían. Estos mosaicos de con-
siglo VII‑VI a. C., donde estos suelos se superponen chas o de cantos son de evidente origen oriental, por
como en El Carambolo, y también han aparecido en lo que los pavimentos de guijarros hallados en po-
el Cerro del Villar, fechados en el siglo VII a. C. Un blados indígenas del Bronce Final del interior, co-
conjunto malagueño muy importante ha aparecido mo el Cerro de la Encina de Monachil o la Colina
en umbrales de casas del siglo IX‑VIII a. C. y en el fo- de los Quemados de Córdoba (vid. supra), ya refle-
so de Los Castillejos de Alcorrín (figura 14) (Marzoli jarían influjos coloniales fenicios.
Figura 14. Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga). Pavimento de conchas. ©DAI-
Madrid. Nº inv. D-DAI-MAD-PAT-DG-015A-2010-010. Foto: J. Patterson. Cortesía D. Marzoli
Figure 14. Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Malaga). Shell pavement. ©DAI-Madrid.
Inv. no. D-DAI-MAD-PAT-DG-015A-2010-010. Photo: J. Patterson. Courtesy D. Marzoli
Figura 15. Enguijarrado de la esquina suroeste del témenos rodeado del períbolos de adobe
de color blanquecino. Foto: MAG
Figure 15. Pebbles mosaic from the SW corner of the témenos surrounded by the whitish
mud brick of the períbolos. Photo: MAG
o maleficio», interpretación que confirma el poe- que tenían esos suelos de guijarros, cuya forma con-
ma acadio del Descenso de Isthar a los Infiernos, en vexa sustituía en tierras interiores a las conchas como
el que la gran diosa Ereshkigal, reina de «La Tierra símbolos de la diosa Astart. Por ello, este mosaico del
sin Retorno», ordena a su visir Nantar: «Esparce en témenos tendría carácter mágico y protegería de to-
el umbral conchas apotropaicas […]». A estos tes- do mal al monumento como nefesh del difunto que
timonios se añade el carácter protector de las con- «moraba» en su interior, como también protegería
chas como símbolo mágico relacionado con la diosa a todo el que pisara el témenos para los ritos funera-
Astart-Venus. Este carácter protector lo evidencian rios, además de contribuir a realzar el carácter mo-
las tridacnas, en las que se representa a la divinidad numental y suntuario de toda la construcción.
con sus brazos y alas extendidas (Stucky, 1974; 2007).
Además, también eran amuletos femeninos de pro-
tección mágica las conchas de Cardium, como se 6. Simbolismo de la forma de «piel de
evidencia en la necrópolis de Medellín entre el 650 toro» del témenos de Pozo Moro
y el 500‑475 a. C., pues son el único objeto marino
del yacimiento. La semejanza de «concha» con el se- Otro elemento simbólico de interés en el témenos de
xo femenino siempre se ha relacionado con Astart y Pozo Moro es su característica forma de «piel de toro».
Venus, simbolismo que remonta hasta la Diosa Ma Inicialmente se relacionó con un keftiu o lingote de
dre del Neolítico Cardial en el Mediterráneo Oc metal de la Edad del Bronce (Almagro‑Gorbea, 1983:
cidental y el mismo significado ofrecen las conchas fig. 6, lám. 13 a), de acuerdo con la interpretación de
de Cyprea moneta, utilizadas como amuleto apotro algunos paralelos chipriotas (Schaeffer, 1964; 1965;
paico, en ocasiones con función premonetal (Alma Karageorghis, 1968: 264, lám. 65; Seeden, 1980: 123,
gro-Gorbea, ed., 2008: 399 y 970). lám. 112, nº 1794; Sabatini, 2007: 26 s., fig. 2 y 3). Sin
En consecuencia, el mosaico de guijarros del té embargo, este elemento simbólico tiene forma de
menos de Pozo Moro refleja una tradición de origen «piel de buey» o, mejor, de «piel de toro», en grie-
oriental, basada en el carácter apotropaico mágico go býrsa, forma conocida como oxhide en la literatura
arqueológica anglosajona (vid. infra). Estas pieles de alii, 2011). Estas eschárai tienen su precedente formal
toro, al margen de su simbolismo sacro y mítico, debie- en el hogar ritual situado en el centro del mégaron
ron tener función premonetal, pues su forma fue imi- de los anáktora o palacios del Heládico Inicial II,
tada por los lingotes de metal de la Edad del Bronce, c. 2500‑2300 a. C., como los de Lerna y Berbati
característicos de Chipre (Kassianidou, 2009), que se (Caskey, 1990: 13, 15 s., figs. 4‑5 y 7). Su explicación
difundieron por el Egeo y el Mediterráneo Central mítica la ofrece el mito del héroe civilizador hitita
(Lo Schiavo et alii, eds., 2009). Telepinu, hijo del Dios de la Tormenta, quien, como
Esta forma de «piel de toro» era un elemento Héroe Fundador protector del reino y de sus fron-
simbólico bien atestiguado en la Hispania prerro- teras, fundó el hogar doméstico e institucionalizó el
mana. Es la forma que ofrece el pavimento sobre el primer sacrificio sobre una «piel de toro». Ese hogar
que se alza la tumba monumental ibérica de tipo re- era un altar «enraizado en el suelo», pues estaba dis-
gio de la Dama de Galera, en Granada (Rodríguez- puesto sobre una piel de toro (CTH 414, KUB XXIX 1,
Ariza et alii, 2008; Almagro-Gorbea, 2008; 2009b), III 37‑IV 28) para dar estabilidad al reino. Esa «piel
lo que ratifica su significado simbólico y su asocia- de toro» era el hogar primordial de la ciudad, situado
ción a sepulturas reales como símbolo de sacrali- en la regia o prytanéion. Según este mito de funda-
dad (Almagro-Gorbea y Torres, ed., 2010: 194, s., ción, al encender el nuevo fuego en ese hogar sagra-
figs. 154‑155), como en algunas figuritas de bron- do, ese hogar se constituía como centro onfálico de
ce chipriotas (vid. supra). También se ha supues- la población y se iniciaba un nuevo tiempo. Por con-
to que tendría forma de piel de toro la cámara de siguiente, la forma de «piel de toro» simbolizaba al
la Dama de Baza (Ruiz et alii, 1992: 411, 415, fig. 8; Héroe Fundador y recordaría su sacrificio primordial,
Caballero y Blánquez, 2022), el bustum ibérico del semejante al instituido por Gilgamesh tras matar al
túmulo 18 de la necrópolis de Los Villares, en Ho Toro Celeste, mitema de la mitología sumeria muy
ya Gonzalo, Albacete (Blánquez, 1992: lám. 2a) y extendido en la Antigüedad, ya que era la base del
otros casos comparables de Castillejo de los Ba poder político del rey, además de ser el mito esencial
ños, Fortuna, Murcia (García Cano, 1992: 321), de de la alianza de los dioses y los hombres (Almagro-
Cabezo Lucero, Guardamar del Segura, Alicante Gorbea, 2002). En consecuencia, la forma de «piel
(Uroz, 2006: 29, fig. 9) y de la calle Marsilla de Lor de toro» del témenos de Pozo Moro era un símbo-
ca, Murcia (Cárceles et alii, 2021), a los que se añade lo de origen mítico relacionado con el Fundador y
el hipogeo fenicio de la calle Mármoles en la Ma «Primer Rey» (Almagro-Gorbea et alii, 2011), por
laka fenicia (Florido et alii, 2012). La misma forma lo que transmitiría una idea de poder y de riqueza
ofrecen igualmente algunas joyas orientalizantes de asociado a la divinidad y a la monarquía sacra y a la
la península ibérica, como los colgantes del Tesoro alianza entre dioses y hombres protagonizada por el
de El Carambolo (Nicolini, 1990: 509 s., lám. 184 Héroe Fundador.
y 186), y esa forma muestran algunas bandejas de Ese significado es el que cabe atribuir a las figu-
bronce tartesias de La Joya en Huelva y de Gandul ras de bronce de divinidades chipriotas que se alzan
en Sevilla ( Jiménez Ávila, 2002: 139 s., passim, fig. 99, sobre una «piel de toro» (figura 17), aunque general-
lám. 23), lo que indica que era un símbolo bien co- mente esta se interpreta como un lingote. La más co-
nocido en la Hispania orientalizante. nocida es el Smiting god de Enkomi (Schaeffer, 1964;
De particular interés son los altares con forma 1971: 506‑510, lám. 21; Karageorghis, 1968: 264, lám. 65;
de «piel de toro» (Celestino, 2008) como el témenos Collon, 1972: 122, fig. 6, nº 3; Negbi, 1976: nº 1405;
de Pozo Moro. Dichos altares deben considerarse Seeden, 1980: 123, lám. 112, nº 1794; Sabatini, 2007: 29 s.;
eschárai dedicadas a cultos ctónicos de carácter he- etc.), figura en ocasiones interpretada como el dios
roico, relacionadas con el antepasado, probablemente Nergal-Reshef (Schaeffer, 1965; 1971: 506‑510; Lagarce
el Héros ktístes o Héroe Fundador (Almagro-Gorbea y Lagarce, 1997: 86, 95; Sabatini, 2007: 19 s.). Otro
y Lorrio, 2011, passim), como lo confirma su asocia- caso similar es una divinidad femenina procedente
ción en ocasiones a un bothros (Almagro-Gorbea et de Chipre, conservada en el Ashmolean Museum de
Figura 16. Estatua monumental de Figura 17. Smitig god de Enkomi, Chipre, sobre una «piel de
culto funerario de un rey de Zincirli. toro». Foto: Wikipedia de Gerhard Haubold, Hattingen
Foto: Akurgal, 1962: lám. 127
Figure 17. Smitig god from Enkomi, Cyprus, on an “ox hide”,
Figure 16. Monumental funerary cult statue of perhaps a ritual eschára. Photo: Wikipedia by Gerhard
a king of Zincirli. Photo: Akurgal, 1962: pl. 127 Haubold, Hattingen
Oxford (Catling, 1971: nº AN1971.888), que pudiera Moro sustituye y simboliza la imagen de la divini-
representar a Astart‑Afrodita. Estas figuras proba- dad, pues se concibió como representación simbó-
blemente serían la divinidad protectora de la familia lica del personaje divinizado en él enterrado. Este
regia en su epipháneia o aparición mágica en el ho- simbolismo confirma la interpretación del monu-
gar sagrado regio o eschára en forma de býrsa (Gómez mento como nefesh del difunto, que pasó a ser el
Peña, 2010: 139; Escacena, 2011: 173). Numen loci como Héroe Fundador del lugar, cuyas
Este contexto mítico, que explica la forma de gentes siguieron enterrándose en su entorno duran-
«piel de toro» en que se apoyan las figuras de divi- te siglos (Alcalá-Zamora, 2003).
nidad de bronce chipriotas, también permite inter-
pretar la forma del témenos enguijarrado de Pozo
Moro. En Pozo Moro, el monumento turriforme 7. El monumento turriforme como
se alza sobre la «piel de toro», al igual que las figu- nefesh y representación del rey
ras chipriotas mencionadas (figuras 3 y 17). Esta se- difundo divinizado
mejanza formal refleja su equivalencia mítica, que
confirma el simbolismo sacro del monumento de El significado como nefesh del difunto del monumen-
Pozo Moro alzado sobre un témenos en forma de to de Pozo Moro se relaciona con algunas escultu-
«piel de toro». La disposición sobre una «piel de to- ras orientales datadas a partir del III milenio a. C.
ro» evidencia que el monumento turriforme de Pozo (Amiet, 1977: lám. 51‑52, 60, 104, etc.; Collon, 1995:
fig. 43, 90, 112), entre las que destacan más de 30 escul- (Almagro-Gorbea y Torres, 2010, passim). En estos
turas estantes de los reinos nordsirios de fines del II ritos participaba mágicamente el rey difunto, co-
e inicios del I milenio a. C. (Orthmann 1971: 287 s., mo evidencian los textos de Ugarit (Xella 1991: 190;
lám. 4b, 7d, 13, 32c, 41e, 62,c‑3, etc.; Genge, 1979; Dietrich y Maier, 1997; Bonatz, 2000a: 201), ritos
Bonatz, 2000: lám. I‑IV, nº A1 a A13 y VII, nº B‑13; que en Malatya se realizaban en la puerta de la ciu-
2000a; Almagro-Gorbea y Torres, 2010: 146 s., dad (Bonatz, 2000: 151 s.,fig. 42; 2000a: 204). Estos
fig. 118A‑E). Estas esculturas tienen precedentes hi- cultos explican el significado de las esculturas regias
titas, como la gigantesca escultura de un dios hitita sirio-hititas, generalmente estantes y en ocasiones
de Fasillar, al sureste de Konya, de 8 m de alto, da- sobre leones, con cetros, espantamoscas y espadas
tada en la segunda mitad del siglo XIII a. C., que como atributos regios, asociadas al ritual funerario
precisamente se alza sobre dos leones (Bittel, 1976: real, pues eran el nefesh del rey divinizado post mor
fig. 264; Almagro-Gorbea y Torres, 2010: fig. 114B). tem en su culto funerario (Orthmann, 1971: 287 s.,
Esta iconografía prosigue en los reinos sirio-hititas de lám. 4b, 7d, 13, 32c, 41e, 62,c-3, etc.; Genge, 1979;
la Edad del Hierro para representar al rey divinizado Bonatz, 2000: lám. I-IV y VII-B13; Almagro-Gorbea
(Akurgal, 1961: 109, 126‑127; Orthmann 1971: 287 s., y Torres, 2010: 146 s., fig. 118A-E; Gilibert, 2011: 76 s.).
lám. 4b, 7d, 13, 32c, 41e, 62,c-3, etc.; Genge, 1979: Estas esculturas regias son características de los esta-
lám. 101, 103; Bonatz, 2000: lám. I‑IV y VII‑B13; dos del norte de Siria a partir del siglo X a. C. hasta
Almagro-Gorbea y Torres, 2010: 146 s., fig. 114C‑D la expansión asiria del siglo VIII a. C. (Klengel, 2000;
y 118A‑E; Gilibert 2011: 76 s.), como el dios Tarhunzas Masón, 2000), pero la costumbre llegó hasta Frigia
de Karatepe (Çambel y Öziar, 2003: lám. 218) o la estatua a fines del siglo VII e inicios del VI a. C. (Draycott y
monumental de un rey de Zincirli (Orthmann, 1971: Summers, 2008) y hasta Tartessos, como lo indica
lám. 62,c‑d; Bittel, 1976: fig. 303; Gilibert, 2011: 76 s.), el Gigante de Ronda en el siglo VI a. C. (Almagro-
destinada al culto funerario (figura 16). Estas escul- Gorbea y Torres, 2010: 138 s.).
turas pueden ser de tamaño monumental (Almagro- Estas esculturas, por su carácter funerario re-
Gorbea y Torres, 2010: 114B‑D) y por su contexto gio que explicitan su contexto y algunas inscripcio-
e inscripciones se relacionan con el culto funerario nes, eran el nefesh del rey difunto, lo que evidencia
regio (Bonatz, 2000: 151 s.), como las del santuario su función ideológica (Bonatz, 2000). Algunas son
dinástico de Tell Halaf (Oppenheimer, 1931: 111, 170; monumentales, pues llegan a medir hasta 3,20 m de
Naumann, 1950: 357 s., 395, fig. 173, lám. I y 70 s.; altura, y se sustentan sobre leones de carácter apo-
Moorgart, 1955: 120 s., lám. 146 s.; Niehr, 2001: 91 s., tropaico que resaltaban el carácter divino y regio
fig. 2‑3; Naumann, 1950; Almagro-Gorbea y To del monumento, por lo que constituyen el prece-
rres, 2010: fig. 115‑117), que demuestra la importan- dente, formal e ideológico, de los monumentos tu-
cia que tenían los cultos funerarios regios sirio-hititas rriformes fenicios como el Méghâzil B de Amrit y
originarios del ritual hitita regio (Nieht, 1994; 2001), el monumento de Pozo Moro, que ofrecen el mis-
en el que el rey difunto se representa como una di- mo significado de nefesh del rey difunto divinizado
vinidad y recibía tras su muerte los mismos sacrifi- con un carácter más abstracto, significado similar
cios que los dioses (Voos, 1986: 46, 166, 169 s.; 1988; al de la representación del rey Ahiram de Biblos
Niehr, 1994: 64 s.). en su sarcófago monumental sostenido por leo-
Estos cultos dinásticos ya se documentan en Ebla nes (Montet, 1928: 232‑233, lám. 131; Haran, 1958;
(Matthiae, 1979; 1992; Bonatz, 2000a: 196 s, fig. 11) Chehab, 1971; Porada, 1973; Gubel, 1987: 37 s., lám. 1;
y se extienden hasta el final del imperio hitita des- Herrmann, 1996: fig. 2; Rehm, 2004: lám. 1-3). En
de de Ugarit a Hattussas (Bonatz, 2000a: 201). Su este proceso, la representación con forma huma-
sede era un santuario funerario asociado a la tum- na del rey divinizado de la estatuaria monumental
ba del rey difunto divinizado, que mágicamente es- sirio-hitita y la que ofrece la figura de bronce del
taba presente por su escultura, como la de Idrimi en Smiting God de Enkomi en Chipre (vid. supra) fue-
Alalakh y las esculturas de las tumbas regias de Qatna ron sustituidas por un símbolo abstracto, que era el
propio monumento turriforme, en forma de un gran pero también recoge el simbolismo de las escultu-
pilar a modo de obelisco o estela monumental, que ras monumentales regias sirio-hititas sobre leones
solía estar rematado en un pyramidion (Almagro- (Almagro-Gorbea, 1983: 189 s.; vid. supra).
Gorbea, 2023; e.p. b) y que tenía la misma función El monumento turriforme de Pozo Moro era la
de nefesh del rey difunto. representación mágica del difunto divinizado. La es-
tela o nefesh del difunto formaba parte esencial del
ritual funerario y de las creencias de la religión y de
8. Conclusión la cosmología fenicio-púnica (Ferron, 1975: 287‑303;
Benichou-Safar, 1982: 81‑82; Uberti, 1995: 423; Pra
El témenos de Pozo Moro con su mosaico de gui- dos, 2008: 237 s.), pues equivalía a la estela erigida para
jarros y su períbolos de adobes era una estructura el culto al antepasado real divinizado (Loretz, 1989).
más compleja de lo que aparenta a primera vista, En consecuencia, el monumento funerario concebi-
pues formaba parte fundamental de la ideología y do como nefesh en el mundo fenicio era un elemento
del imaginario de origen oriental que transmitía el mágico, comparable a la estela o túmulo concebido
monumento. Por ello, es interesante que la estruc- como sema en el mundo griego, el herma o materia-
tura funeraria turriforme rodeada por un témenos en lización visible de Hermes como dios de los muer-
forma de piel de toro, que por sus características debe tos (Nilsson, 1955: 474 s.; Henry y Kelp, eds., 2016),
considerarse una creación fenicia, parece ser el ori- como también sería semejante a las estelas dispues-
gen de las «tumbas de témenos» licias, caracterizadas tas sobre los túmulos celtas (Almagro-Gorbea y
por un pequeño témenos que rodea el pilar funerario Lorrio, 2011: 228). Esas estelas de piedra dispuestas
alzado sobre una krepís, datadas a partir del perio- sobre un túmulo funerario eran una sema o «señal»
do arcaico (Işık, 1998: 172), como las documentadas que se consideraba el símbolo sobrenatural y mági-
en Xanthos, Apollonia y Trysa (Işık, 1998; Dönmez co del difunto, pues era también la morada del dios
y Schürr, 2015), aunque también hay que tener pre- Hermes, dios de los muertos, por lo que constituía
sente que la tumba del Héros ktístes en Grecia po- el punto de unión del inframundo, de la tierra y del
día estar rodeada de un témenos, como en el heroon cielo y, por tanto, el lugar en que moraba y se mani-
de Poseidonia-Paestum de c. 520‑510 a. C., de fecha festaba el héroe ancestral concebido como Numen
muy próxima a Pozo Moro (Greco, 2014). loci, Padre y Patrono de la población y del territorio.
El témenos de Pozo Moro tenía un marcado ca- En consecuencia, el monumento turriforme de Pozo
rácter ritual, pues cubría la capa de arcilla del bustum Moro, apoyado en el carácter sobrenatural de la piel
con su forma de «piel de toro» de carácter mágico de toro, era un lugar onfálico de comunicación con el
y protector, basada en creencias míticas. Sobre esa Más Allá (Almagro-Gorbea, 2006: 24 s.; Almagro-
«piel de toro» se alzaba el monumento turriforme Gorbea y Lorrio, 2011: 147‑151). El monumento de
como nefesh del personaje enterrado y como símbo- Pozo Moro, con función de estela funeraria, era un
lo de su poder sacro al equipararse a una divinidad. símbolo mágico activo, identificado con el ancestro.
Por lo tanto, este témenos, por su carácter sagrado y Esta concepción la confirma el heroon turriforme le-
su complejo simbolismo, era un elemento esencial vantado cerca de Focea (Cahill, 1988), seguramente
del heroon monumental. de época aqueménida, a cuyo pie en el suelo de su
Esta disposición del heroon de Pozo Moro sobre lado oriental hay un agujero circular (observación
un témenos en forma de piel de toro resulta esencial personal, 6‑2018), que debió usarse como el bothros,
para interpretar el monumento, ya que permite com- un elemento ritual esencial para el sacrificio heroi-
prender su significado simbólico y sobrenatural. La co funerario (Ekroth, 2002). Este elemento no ha
disposición de la torre sepulcral de Pozo Moro so- aparecido en Pozo Moro, quizás por su mal estado
bre un témenos en forma de piel de toro es la misma de conservación, que impide conocer qué elemen-
disposición y tiene el mismo significado que las fi- tos había en el témenos para el culto funerario que,
guras de divinidad de bronce chipriotas analizadas, sin duda, se rendiría en ese lugar.
El monumento de Pozo Moro, alzado sobre un la entrada de las tumbas como monumento conme-
témenos enguijarrado en forma de piel de toro, fue morativo del difunto (Kuentz, 1932: 1‑18, nº 1308‑1315
concebido como nefesh del difunto heroizado. El y 17001‑1710bis; Martin, 1977: 5 s., 42 s., 48 s., fig. 7,a;
mejor paralelo arquitectónico actualmente conocido Wagner, 1980: 115). De este uso procede la forma
son los monumentos turriformes de Amrit, la anti- de pyramidion que tiene el remate del monumen-
gua Arados, que los habitantes del lugar denomi- to funerario que se alzaba sobre la tumba a partir
nan al-Maghazel o «ejes de rotación» (Renan, 1864: del Imperio Medio (Rammant-Peeters, 1983) y que
lám. 7‑17; Perrot y Chipiez, 1885: 144 s.; Saliby, 1989; perduró hasta época romana. Este elemento simbó-
Prados, 2008: 105 s.), idea que alude a un carácter lico de carácter mágico originario de Egipto se in-
onfálico, pero un monumento parecido con leones trodujo en Fenicia ya a finales del III milenio a. C.,
de piedra debió existir en la necrópolis fenicia de como muestra el Santuario de los Obeliscos de Bi
Puente de Noy, en Sexi, asociado a una cámara fune- blos. Su uso prosiguió durante la Edad del Bronce
raria (Almagro-Gorbea, 1983a). Estos monumentos, (Dunand, 1950: lám. 20 30; 1971: 35 s., lám. 66, 67;
construidos sobre una cámara funeraria probable- Wagner, 1980: 112 s.) hasta época tardía, como lo evi-
mente perteneciente a la dinastía regia, se alzaban dencia el monumento funerario o masseba en forma
como un betilo monumental, en ocasiones sostenido de obelisco dedicada a Eshmun-Adonis en Kition
por leones de su base (Renan, 1864: lám. 13), tradición (Markoe, 2003: 124), idea de la que proceden los ci-
heredada de las esculturas funeraria regias sirio-hiti- pos funerarios fenicio-púnicos rematados en una pi-
tas. El monumento turriforme de Amrit es de fines rámide (Almagro-Gorbea, 2010: 238 s.).
del siglo VII o de inicios del VI a. C., pero la asociación De esta costumbre procede la forma de pyramidion
de un hipogeo a un monumento turriforme es una re- del techo del monumento alzado sobre las tumbas
elaboración fenicia de una idea originaria de Egipto, egipcias a partir del Imperio Medio (Rammant-
como se ha señalado hace años (Cumont, 1917: 216; Peeters, 1983), modelo que se extendió hasta Fenicia
Cid, 1949: 95 s. fig. 1; Will, 1949: 281; Gamer, 1981; y Palestina en el I milenio a. C., como la llamada
Almagro-Gorbea, 1983: 213 s.; Prados, 2008; etc.). El Tumba de la Hermana del Faraón, fechada c. 700 a. C.
significado de esta construcción turriforme procede (Avigad, 1954: 18 s. fig. 134; Prados, 2008: 104, fig. 81),
de la tradición egipcia de construir una capilla fune- o la Tumba de Zacarías, ya de época helenística (Avi
raria sobre la tumba (Poinssot y Salomonson, 1963: 75 gad, 1954: 79 s.; Ussishkin, 1993: 43 s.), ambas en el
n. 4; Picard, 1973; etc.), capilla que se asociaba a una valle del Cedrón en Jerusalén, que evidencian la an-
pirámide o pyramidion por su carácter simbólico y tigüedad y larga tradición de estos monumentos en
mágico relacionado con la resurrección y la vida en la región de sirio-fenicia, tradición de la que deriva-
el Otro Mundo (Petrie, 1930: 19; McCown, 1947: rían las sepulturas prismáticas rupestres turriformes.
fig. 8; Perrot y Chipiez, 1882: 250, fig. 161; 301‑307, Los fenicios extendieron por el Mediterráneo es-
fig. 187‑194; Rammant-Peeters, 1983; etc.). En con- tos monumentos, cuyo elemento esencial era el ca-
secuencia, el simbolismo de estos monumentos re- rácter mágico del pyramidion, que, como su nombre
matados en una pirámide procede de Egipto, pues indica, eran cuatro caras apiramidadas separadas por
deriva de la tradición simbólica del obelisco como aristas, un elemento muy visible que, ante todo, era
monumento de culto al sol, del que era su símbolo, un símbolo de resurrección al recibir el primer ra-
originariamente asociado a la pirámide en los san- yo del sol. A esta idea se sumaba la tradición fenicia
tuarios de culto al faraón y de culto a Ra como «Dios de considerar el obelisco y el betilo como mora-
del sol» (Martin, 1977: 18 s.), santuarios en los que el da del difunto divinizado, es decir, su nefesh o «al-
obelisco garantizaba la vida, la prosperidad y la resu- ma viviente» (Ferron, 1975), simbolismo que explica
rrección (Martin, 1977: 201; Rammant-Peeters, 1983). el profundo significado de todos estos monumen-
Esta tradición simbólica tuvo una larga evolu- tos turriformes y la aparición de cipos en forma de
ción en Egipto. A partir de la V dinastía se coloca- obelisco en necrópolis fenicias y púnicas, como el
ba una pareja de obeliscos como símbolo funerario a cipo de Villaricos (Almagro-Gorbea, 2010: 237 s.).
témenos en forma de «piel de toro» que simbolizaba Almagro-Gorbea, M. (2006): “El ‘Canto de los Res
y expresaba el carácter divino y regio como Héroe ponsos’ de Ulaca (Ávila): un rito celta del Más
Fundador que tenía su constructor, que lo constru- Allá”. ‘Ilu, 11: 5-38.
yó para eternizar su memoria y su presencia entre Almagro-Gorbea, M. (2008): “Un tapiz fenicio en
los vivos, en especial entre sus descendientes, como Galera (Granada, España). Tapices y tejidos his-
su Padre y Patrono protector desde el Más Allá, al pano-fenicios”. Lucentum, 27: 51-60.
mismo tiempo que, como tumba regia, afirmaba, re- Almagro-Gorbea, ed. (2008): La necrópolis de Me
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