Rodrigo Pérez-Final Usos Públicos
Rodrigo Pérez-Final Usos Públicos
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En ese sentido, siguiendo a Eric Hobsbawm1, se entenderá aquí que estos dos
grandes campos en disputa, conforman una dicotomía entre lo que el gran historiador
británico denominó: la costumbre y la tradición inventada2. De acuerdo a Hobsbawm,
la costumbre sería lo constante en la idiosincrasia de un pueblo: sus creencias, sus
valores y la manera como un grupo humano se representa a sí mismo y le otorga
significados a la realidad; lo que, por definición, admite la innovación, el cambio
gradual y la adaptación según lo vayan requiriendo las circunstancias particulares de
cada época. Mientras que la tradición inventada “es esencialmente un proceso de
formalización y ritualización, caracterizado por la referencia al pasado”3 ”4. Lo que hace
que, también por definición, resulte incólume, inmóvil y fijada de una vez y para
siempre.
Aquí se estima que esto es así por considerar al criollismo popular como la expresión
cultural de la existencia social del pueblo, en virtud de la cual éste logra una
identificación completa y una mimetización absoluta, al punto de sopesarla como parte
de su propia experiencia vital en tanto colectivo humano. En el criollismo se exaltaba la
1
HOBSBAWM, ERIC, y Terence Ranger (eds.), La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002.
2
Idem
3
Idem.
4
Idem.
vida rural y las costumbres sencillas de los gauchos, sus producciones circulaban como
folletines en los periódicos, a un muy bajo precio y con una muy deficiente calidad de
impresión. Su coste de producción era muy bajo, lo que las hacía arquetípicas para su
difusión entre los sectores populares.
Nunca hay que olvidar el “detalle” de que, sobre el gaucho, lo que sabemos no lo
sabemos por él sino por los que hablaron de él y por él; y que fueron
predominantemente literatos urbanos los que interpretaron los trazos de estos
pobladores de la campaña analfabetos, dejando así testimonio documental del paso de
éstos por la tierra.
5
Tranchini, Elina, El Cine Argentino y la construcción de un imaginario criollista 1915-1945, en
Entrepasados N°18/19, Universidad Nacional de La Plata, 2000.
La irrupción de la Modernidad en una sociedad nueva:
Pugnas y colisiones
6
En adelante sólo se hablará de criollismo, sin el añadido del apelativo de “popular” por entender que
se trata de una tautología.
al poema de Hernández como la piedra fundamental a partir de la cual se constituirían la
cultura y la nacionalidad argentinas7.
Ahora bien, este reconocimiento de la obra de José Hernández como piedra de toque
de la literatura argentina y del gaucho como el paradigma de la nacionalidad, por parte
de dos exponentes de la cultura de elite, no implicó en absoluto el surgimiento del
tradicionalismo domesticado (para lo que todavía faltaría un tiempito) sino que muestra
la intención clara de la elite de disputar la pertenencia del gaucho a los sectores
populares, atemperando así las lecturas en clave revolucionaria del Martín Fierro y,
sobre todo, de Juan Moreira que tenían lugar en los ámbitos de sociabilidad del pueblo
llano.
A partir de esta adopción del gaucho por parte de la Alta Cultura comenzará, de a
poco y paulatinamente, a circular otra imagen de lo gauchesco, caracterizando a estos
como mansos, pacíficos, sabios y adaptados al sistema, cuya figura paradigmática será
Don Segundo Sombra, editado en 1926 (aunque, cierto también es, que muchas de esas
características ya se encontraban en el Martín Fierro de La Vuelta). La obra de Ricardo
Güiraldes desde un primer momento circuló por los carriles de la literatura culta y
respetable, bien lejos de la lectura en voz alta hacia los tertulianos congregados en las
pulperías, tal y como eran socializados el Martín Fierro y Juan Moreira.
Como suele ocurrir con todas las construcciones hegemónicas, para que esta
operación cultural se vea coronada por el éxito, fue necesario que se comenzara con la
7
Sobre esta última cuestión, Carlos Altamirano nos dice que hacia 1913 existían libros escritos por
argentinos, pero no una literatura argentina, y que Ricardo Rojas se va a plantear como una misión de
tipo personal, el “afirmar y probar” que existía una identidad nacional y una tradición literaria, por eso
no empieza su cátedra en la Facultad con la literatura colonial sino con el género gauchesco.
ALTAMIRANO, CARLOS, La fundación de la literatura argentina, en: Buenos Aires, Puntos de Vista, año II,
N°7, noviembre de 1979.
construcción de un enemigo interno que sirviera de contrafigura: en este caso, el
enemigo elegido fue el inmigrante. Las elites de “viejos criollos” temían que los
cambios sociales acarreados por la modernización y por las oleadas inmigratorias
(fundamentalmente a raíz de la fuerte militancia social, política y obrera que mostraban
estos inmigrantes) pusieran en peligro la identidad nacional, por lo que se plantearon la
afirmación identitaria de la Nación, mediante un anclaje con el territorio y con la
cultura: a partir de la recuperación de un idealizado mundo rural y de su habitante por
antonomasia, el gaucho. Pero las elites requerían como baluarte a un gaucho
domesticado: a un Segundo Sombra, no a un Moreira.
De manera que, una de las vías que tomó en el mundo, la crisis de consciencia que
generó el descalabro del sistema económico de economías complementarias y de su
reflejo institucional -la democracia liberal- fue el cultivo del carácter y de las
costumbres que provenían de la tradición (que en nuestro caso, eran las costumbres
rurales) ya que se creía que éstas estaban menos influenciadas por los patrones
culturales de la civilización forjada a partir del ideario de la Revolución Francesa.
Nuestros tradicionalistas entendían que, ante la caída en 1930 de la economía liberal y
de las certezas de la ideología del progreso indefinido, había que refugiarse en las
costumbres del campo y en su figura romántica y tradicional, el gaucho; ya que ahí
pervivía, todavía incontaminada por la sociedad moderna, toda la raigambre de la
tradición hispano-católica.
8
Alvira, Pablo y Ronen Man, Inmigración y subalternidad en el cine argentino: Nobleza Gaucha,
Amérique Latine Histoire et Mémoire. Le Cahiers ALHIM, 23/ 2012.
Estos factores provocaron tanto la irrupción del criollismo como fenómeno cultural
identitario del pueblo, como seguidamente provocaron la invención del gaucho en tanto
prototipo nacional, por parte de las elites, para quitarle de esta manera contenido de
protesta social al criollismo, creando el tradicionalismo domesticado.
Las elites habían percibido inquietadas la presencia de ideologías que juzgaban como
disgregadoras (anarquismo y socialismo) en los colectivos inmigrantes y se propusieron
contrarrestar esas influencias. Así fueron surgiendo las interpretaciones sobre el
criollismo por parte de los tres tercios de la sociedad argentina que Adolfo Prieto
conceptualizó en su, ya clásico estudio sobre el criollismo9.
Prieto planteaba que la adopción del criollismo fue para los inmigrantes, una suerte
de obtención de la carta de ciudadanía y de vincularse más firmemente con el destino de
una nación que, aunque le vedaba el acceso a la tierra, sí le ofrecía educación para sus
hijos.
Mientras que para los criollos, el criollismo representó, por un lado, nostalgia por el
recuerdo de una vida itinerante en un campo que ya no era para todos y que se había
privatizado, expulsándolos, y al mismo tiempo, representó rebeldía contra su nueva vida
en la urbe, a la que estaban tratando de adaptarse.
9
Prieto, Adolfo, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Buenos Aires,
Sudamericana, 1988.
10
Ibidem.
El rescate de antiguas tradiciones para obtener legitimidad en base a la presencia
atávica se dio en todo el mundo en la década de 1930, el gran problema que tenían las
elites tradicionalistas argentinas, era que en nuestro país no existía una cultura arcaica
con la cual poder filiar continuidad histórica, para así rechazar el corpus de ideas
universalistas que provenían de la Ilustración. Nuestras poblaciones originarias no eran
nos ancéstres les gaulois, tampoco podían reivindicar continuidad con la Roma de los
Césares, ni con el Siglo de Oro español, ni siquiera habían sido un gran imperio, como
el Tawantinsuyu.
Ante esta eventualidad, nuestras elites intelectuales, con Lugones a la cabeza, lo que
hicieron fue construir la prosapia del gaucho como paradigma de la nacionalidad y
como defensor de la Fe católica. Fue en este momento cuando se admitió el ingreso de
Don Martín Miguel de Güemes al panteón de héroes nacionales. Güemes había sido
ignorado por la historiografía tradicional y el propio Bartolomé Mitre lo despreciaba,
pero este nuevo clima de ideas lo rescató del olvido y le empezó a dar una presencia
institucional que antes tenía vedada.
Pero, entonces, esta apropiación de las elites de la figura del gaucho, ¿implicó la
extinción del criollismo como expresión cultural del pueblo, como sostiene Prieto11? No
lo creo, y se sostendrá aquí, por el contrario, que ambos aspectos permanecen visibles
hasta hoy en día en nuestra cultura.
Esta disputa se dio en todos los frentes culturales. Pero se hará hincapié aquí en la
producción audiovisual, en donde -aunque pueda parecer en principio una paradoja-
11
Idem.
ambas vertientes coexistieron en una misma obra, aunque hechas en distinta época: el
filme Nobleza Gaucha.
Noblezas Gauchas
Kriger, citando para esto a Rosenstone, sostiene que existen dos enfoques para el
análisis cinematográfico: los estudios culturales, que a partir de la indagación en el
contexto de la sociedad que produjo el filme, luego buscan en el texto audiovisual,
indicadores que puedan dar cuenta de la realidad de esa época. Y por otro lado, están
los estudios formalistas, que parten del texto audiovisual para buscar luego en el
contexto social, relaciones susceptibles de ser analizadas15.
Esta concepción tiene la clara ventaja de que no se requiere un gran dominio del
lenguaje cinematográfico para el abordaje de las películas, y con solo tener algún
conocimiento histórico, por superficial que este sea, sobre el período en el que se centra
la trama del filme, alcanza y sobra para efectuar el análisis. Pero también tiene un (más
que obvio) riesgo que reside en que: de esta manera pueden encontrarse fácilmente los
aspectos que se buscan, aún a costa de forzar mucho la lectura de la película para llegar
a eso.
Se entiende aquí a Nobleza Gaucha como a una producción audiovisual que refleja
muy claramente una parte incómoda de la realidad que se vivía en la Argentina de la
Belle époque, pero tratará de encaminarse el abordaje y el análisis del filme sin ideas
previas ni hipótesis apriorísticas, solamente deteniéndose en examinar algunos aspectos
puntuales que, se espera, sirvan como disparadores para ir construyendo algo de
14
ROSENSTONE, ROBERT, El pasado en imágenes, Barcelona, Ariel, 1987, pág. 47.
15
KRIGER, CLARA, Historia y cine. Una relación muy productiva, en Boletín Bibliográfico Electrónico, Año
I, Número 4, Mar del Plata, septiembre de 2009.
conocimiento sobre el cine y sobre esos sectores subalternos absolutamente
invisibilizados por la historiografía oficial de la época. Se pretende poder utilizar a la
película como una fuente, en el sentido como lo plantea Sorlin, como la marca de una
época anterior que puede utilizarse para investigar. Entendiendo que esto es así y que el
cine debe ser tenido en cuenta como fuente histórica, ya que no resulta posible trabajar
sobre la vida material en el siglo XX sin prestar atención al cine16.
Ahora bien, se sabe que el automóvil era una novedad en la época, que apenas hacía
poco más de 20 años que el señor Karl Benz había probado el éxito del automóvil
bautizado con el nombre de su hija, y que el impacto psicológico que debió causar un
artefacto que se veía como un “carruaje sin caballos que se mueve solo” debió ser
enorme. Pero también se sabe que la industria automotriz estaba todavía en pañales y
que incluso, el primer automóvil fabricado en serie mediante procedimientos
industriales modernos, el Ford modelo T, tenía apenas unos años (se patentó en 1908) y
que, si bien era promocionado y codiciado por soportar estoicamente los duros caminos
rurales, a muy duras penas ese auto podía alcanzar una velocidad máxima de 70
kilómetros por hora en una pista de carreras asimilable a una alfombra de billar. Por lo
que, seriamente no puede pensarse que puede tener una performance que supere a un
caballo en el terreno conocido y transitado por el animal desde siempre.
Indudablemente, lo que más pesaron allí fueron las creencias ¿positivistas? Del
triunfo de la ciencia sobre la naturaleza. En ese sentido, puede trazarse una analogía
16
SORLIN, PIERRE, El cine, reto para el historiador,
muy similar de esta situación con el impacto psicológico que causaron en los pueblos
originarios las armas de fuego españolas durante la Conquista de América. En cómo,
los arcabuces españoles desmoralizaron a las sociedades indígenas, al punto de facilitar
a un puñado minúsculo de españoles, la conquista de un continente poblado por
millones.
Sabemos bien que los arcabuces no brindaron a los españoles ninguna superioridad
en combate, sabemos también que eran armas muy deficientes, que luego de realizar un
disparo, se debía pasar un prolongado tiempo de trabajo, cargando el arma con pólvora
antes de estar nuevamente en condiciones de disparar. Sabemos también, no sólo que
un arquero hábil era muchísimo más efectivo que diez arcabuceros, sino también que
hasta mediados del siglo XIX, cuando se inventó y difundió el rifle Remington a
repetición, las armas de fuego no habían dado ninguna ventaja decisiva en ninguna
guerra que enfrentara a sociedades desarrolladas contra organizaciones sociales
tribales.
Sin duda, en este aspecto puntual, estuvo presente la marca de la época: la creencia
en el progreso indefinido y en la superioridad absoluta de todo avance de la ciencia.
Aunque quizás esto haya sido involuntario o inconsciente, porque la orientación
ideológica del producto artístico fue claramente otra, pero desde la tercera generación
de Annales, se sabe que las mentalidades colectivas funcionan de esa manera, ya que se
ve reflejado allí, aquello que todos los integrantes de una sociedad en una época
determinada tienen en común, independientemente de su posición en la misma.
Rosenstone plantea que la representación fílmica deja de ser un elemento que
sustituye a lo real con la intención de transmitir una idea, para ser un texto construido a
partir de modelos que condicionan la forma en que se cuenta lo real.17Quizás sea esto lo
que explique la utilización de algunos recursos, como la caracterización del
terrateniente mediante todos los tópicos de conducta atribuidos a esa clase social, o sea
por medio de lo que Rosenstone denomina, “condensación”, es decir, mediante una
selección de determinados estereotipos, intentar recrear una experiencia social
concreta18.
En lo referente al título del filme, eso puede dar lugar a confusión, porque hablar de
Nobleza Gaucha, puede inducir a pensar que se le adjudica al gaucho una suerte de
titulatura nobiliaria, lo que colocaría a la película en la misma línea ideológica asumida
por Leopoldo Lugones, que como se sostiene aquí: es el Padre Fundador del
tradicionalismo domesticado. Para Lugones, la definición de la nacionalidad se dio
mediante la reivindicación y el reconocimiento de la figura del héroe. Ese héroe aquí
estaría encarnado por el gaucho en general y por el Martín Fierro en particular, ya que
este autor entendía que destacando y privilegiando la personalidad excepcional de los
héroes se ponía un freno o límites al igualitarismo democrático19. A partir de aquí debe
entenderse el culto al coraje, que compartían las dos vertientes culturales de la
gauchesca.
Se entiende aquí, que el culto al coraje defendido por el criollismo nada tenía que ver
con las pretensiones eugenésicas que exhibía el tradicionalismo de elite, y que tenía
como intelectual orgánico a Lugones, sino que se relacionaba con el valor físico
personal del que hacían gala los gauchos. Sobre lo que han dado claras muestras desde
Güemes a Chacho Peñaloza, enfrentando sin recursos a enemigos muy superiores en
número y armamento.
17
ROSENSTONE, op. cit.
18
Idem.
19
TERÁN, OSCAR, Historia intelectual en la Argentina entre 1880 y la década de 1930, 1° ed. Bernal,
Universidad Virtual de Quilmes, 2000. Debe tenerse en cuenta que las conferencias en el Odeón,
Lugones las pronunció apenas un año después de la promulgación de la Ley Sáenz Peña, que establecía
el sufragio universal, secreto y obligatorio; abriendo el camino a una apertura democrática verdadera.
De la misma manera, se entiende que el título de Nobleza Gaucha no refiere a una
prosapia aristocrática gaucha, sino a la presencia en los gauchos de valores puramente
humanos.
21
AA VV, Cuaderno de Arqueología del tango en La Boca y Barracas. Trazos del mapa del tesoro de
nuestra cultura reciente, Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de
Buenos Aires.
El criollismo en el origen del tango
Sobre los orígenes del tango, los puntos de consenso son bastante escasos. Como no
podía suceder de otra manera en una sociedad que estaba naciendo, su venida al mundo
fue casi sincrónica con otras expresiones de la cultura que estaba empezando a forjarse,
como la gauchesca y el circo criollo.
Hasta ese momento, como el movimiento portuario había sido marginal, eso hacía
que en los arrabales del puerto solo vivieran hombres solos que se dedicaban a las tareas
portuarias, ya que no había suficiente trabajo para las familias. Entonces, hombres solos
y marineros de paso habitaban esta zona, en la que sólo había precarias barracas y
alguna que otra pulpería.
Está situación se modificará en las últimas dos décadas del siglo XIX, momento en
que se incrementó exponencialmente el comercio internacional. En el marco de esa
coyuntura, en las orillas de la ciudad-puerto confluyeron masivamente los inmigrantes
europeos y los desplazados del medio rural, y así fueron surgiendo los conventillos,
habitados por los inmigrantes, calificados en términos genéricos (con la imprecisión que
esto conlleva) como: gallegos, gringos, turcos, rusos; y también por los llegados desde
la campaña. Todos de alguna manera, desplazados y extraños a este nuevo medio
social. La cultura portuaria, per se, implica interculturalidad y sincretismo, y
constituye, a su vez, el ámbito propicio para que las expresiones culturales surjan
espontáneamente, al margen de todo control social y cultural. Una sociedad que estaba
naciendo al tiempo que iba se formando su identidad particular.
Por lo tanto, resulta indudable la presencia criollista en el origen del tango, lo que no
obedece sólo a la presencia en las orillas de la ciudad portuaria de personas procedentes
del medio rural, con sus caballos, bueyes y guitarras, sino también a que la evocación
que hará esta gente de la vida de sus antepasados y de su propia vida, que estaba
quedando atrás, eso es lo que le iba a otorgar al naciente género musical su expresión
más característica: la nostalgia.22.
22
Entre las pocas cosas en las que hay cierto consenso, es en que lo primero que apareció fue el baile
del tango, luego aparecerá la música y por último, la canción. Sobre el baile del tango, algunos
sostienen que pudo haber surgido de las danzas improvisadas por los africanos cuando, luego de
Caseros, las naciones africanas (de gran presencia durante el rosismo) fueron prohibidas, junto a sus
En lo que hace a lo estrictamente musical, ahí definitivamente no hay acuerdo sobre
casi nada. No existe el autor del primer tango23, ya que todo fue una construcción
colectiva gestada a lo largo de varias décadas y con aportes de diferentes tradiciones
musicales y culturales. Por ejemplo resulta clara la influencia africana (desde el propio
nombre de Tango ¿tangó o Congo?, hasta el golpeteo percutivo del 2x4) y también la
folklórica-campesina, ya que, de esa manera se llega a la milonga (que desde su propia
etimología también presenta reminiscencias africanas) y luego, incorporando a la
payada la percusión africana, se llega al tango. Nunca hay que pasar por alto que las
orillas, los arrabales donde surge el tango, son el claro límite entre la ciudad y el campo,
y que no es ni una cosa ni la otra, sino una frontera permeable. Ahí donde terminaban
los arrabales, empezaba la pampa; y todos los primeros cantores de tango provenían del
canto criollo, de la payada.
Entre la figura mitológica de Santos Vega y la definición estilística del tango, con el
Dúo Gardel-Razzano, lo que media es el payador arrabalero, cuyo representante más
destacado fue el gran payador Gabino Ezeiza. El propio Homero Manzi fue un
ferviente admirador de los payadores, especialmente de José Betinotti, a quien admiraba
sobremanera. Este ciclo de fusiones y mixes, se cierra en 1917, cuando Gardel grabo el
tango Mi noche Triste, de Castriota y Contursi, inaugurando lo que empezaba a
conocerse como Tango-canción, iniciando así el camino hacia la respetabilidad social.
“los conventillos han sido sustituidos por las enormes casas de departamentos. En la
misma superficie vive el mismo número de personas que antes, pero ahora sin sol, sin
marchas de candombe características. Así se plantea que los descendientes de africanos adaptaron esos
cortes y quiebres corporales, pero entrelazados con la pareja, para tratar de burlar esa prohibición. Por
lo que la danza resulta claramente previa al género musical. IBARBURU, SUSANA, Lo criollo en el tango,
Primera Parte, diciembre de 2010. Una interpretación similar puede trazarse con el origen del Capoeira
en Brasil. Según se sostiene, este arte marcial habría surgido entre los esclavos, en forma de un claro
entrenamiento de combate, por lo que debió ser “disfrazado” como una danza para evitar el control
alarmante de las autoridades esclavistas.
23
Puede existir el autor del primer tango registrado, que se sabe que se trata de Rosendo Mendizábal,
que registró su tango El Entrerriano, en 1898. Pero sabemos también que se tocaba y se hacía tango
antes de 1898, de la misma manera que sabemos que existieron civilizaciones ( en el sentido del
conjunto de creencias, ideas, cultura y conocimientos de un pueblo, transmitidos de generación en
generación) desde mucho antes de que en el valle del Nilo y en el país de Sumer, se inventara la
escritura.
aire. A eso le llaman progreso. ¡Está bueno! Yo prefiero los arrabales, feos y
desordenados, pero anchos de sol y aire.”24 Empezaba a partir de aquí, otra lógica.
El enigma Gardel
Hoy parece aceptado que Charles Gardés, hijo de Marie Berthe Gardés (aquí
conocida como Berta) nació en la ciudad de Toulouse, y que siendo muy pequeño se
trasladó, acompañando a su madre, a la ciudad de Buenos Aires, creciendo en el barrio
del Abasto, adonde era conocido como “El Francesito”.
24
SCALABRINI ORTIZ, RAÚL, El hombre que está solo y espera, Buenos Aires, Plus Ultra, 12° edición,
1973, pág. 126. Luego haré otra mención al Hombre de Corrientes y Esmeralda.
25
Sobre las cosas que están fuera de discusión y que se conocen con objetividad, podemos comentar
que en 1920 gestionó ante el consulado uruguayo en Buenos Aires una certificación de nacionalidad en
la que declaraba haber nacido en Tacuarembó en el año 1887; y que en 1923 solicitó la nacionalidad
argentina.
He planteado anteriormente que esta disputa me resulta irrelevante y estéril porque
cualesquiera que haya sido el espacio geográfico en el que le tocó nacer, lo concreto es
que creció y forjó su identidad cultural y personal en el Abasto y también es muy cierto
que mantuvo desde siempre un vinculo especial con el Uruguay, especialmente con la
ciudad de Montevideo, ciudad en la que en el año 1915 (cuando en Buenos Aires
actuaba en el circo de los Podestá) realizó allí una actuación consagratoria, con un éxito
que superó todas las expectativas, razón por la cual consideró, desde esos tempranos
años de su carrera, a Montevideo como su casa.
En Montevideo existe una estatua de bronce de Carlos Gardel, frente al teatro adonde
actuó esa noche de 1915. Dicha estatua fue inaugurada en 2015, cuando se cumplió el
centenario de esa presentación apoteótica. Transcribo aquí una reseña sobre esa
actuación extraída de Wikipedia:
Los hombres se miran entre ellos, meditan un instante, al cabo del cual se expide
Razzano.
Reitero entonces que el enigma Gardel que motivó el título de este segmento no es,
en absoluto, el misterio sobre su partida de nacimiento, sino el cómo se resalta su
condición de mito internacional impoluto, de estrella de Hollywood, de paradigma de
artista mainstream y de leyenda que está más allá de cualquier crítica, para obscurecer
así sus orígenes criollistas y su condición de cantor popular, de hombre del pueblo.
26
PUPPO, JULIO CÉSAR, Ese mundo del bajo, Montevideo, Arca, 1966; extraído de
www.es.wikipedia.org/wiki/Gardel-Razzano.
Carlos Gardel conformó en 1911, junto al uruguayo José Razzano un dúo que
terminó de definir estilísticamente al tango. Esa unión musical continuó hasta el año
1925, cuando Razzano, a causa de inconvenientes en sus cuerdas vocales, debió
abandonar el canto.
Gardel siempre resaltó su amor por la música criolla y su preferencia por el estilo
campero, de tipo gaucho. En 1913 son editados los primeros registros discográficos del
dúo Gardel-Razzano, realizados mediante la reciente invención del fonógrafo, se trataba
de siete piezas musicales de variada música criolla, y recién en 1917 graba su primer
tango, el ya mencionado Mi noche triste, de Samuel Castriota y Pascual Contursi.
La resonancia fue inmediata, pero la letra lunfarda lo hizo acreedor del desdén de los
cantores que no veían bien ese léxico de la calle, se dice que incluso el propio Gabino
Ezeiza lo habría rechazado.27 En 1919, Gardel grabó trece canciones y sólo una fue un
tango. De ahí en adelante fue aumentando progresivamente la cantidad de tangos sobre
el total de las piezas musicales grabadas, y recién en 1922, los tangos empezaron a ser la
mayor parte de las obras grabadas por El Zorzal Criollo o El Morocho de Abasto.28
Un año después, grabó el tango Mano a mano, de Celedonio Flores, un gran éxito.
Ese extraordinario poeta, que fue Celedonio, escribió en 1933: Corrientes y Esmeralda,
27
IBARBURU, SUSANA, Lo criollo en el tango, Parte II, diciembre de 2010. La autora sostiene que los
payadores, en tanto ex gauchos, rechazaban la cultura lunfarda, especialmente en lo que hace a la
relación de la cultura tanguera con el proxenetismo. Eso es cierto, pero no puede dudarse que el
desarrollo de la ciudad, por más vertiginoso que haya sido, no podía absorber en ese momento a todos
los desplazados del campo, al mismo tiempo que recibía la avalancha inmigratoria europea, por lo que
es claro que en sus márgenes comenzó a gestarse el nuevo tipo social marginal que dará lugar al malevo
y al compadrito, y tampoco puede ponerse en duda que estos personajes de ese nuevo paisaje
suburbano derivan directamente del gaucho, constituyendo una variante ciudadana de este tipo social
de campaña, que ante la extensión de la alambrada, abandonó el caballo y fue a trabajar a los
mataderos.
28
El apelativo con el que se distingue a Gardel parece relacionado con el espacio geográfico en donde se
haga referencia a su persona. En Uruguay, por ejemplo, no parece gustar mucho este segundo apodo y
se prefiere llamarlo por el primero, esto es así porque “criollos” eran todos los originarios de América,
por más descendencia europea que tuvieran, consideración válida para todo Hispanoamérica. En
cambio en el segundo, la referencia y la identificación con el barrio porteño resulta demasiado clara y
evidente.
que yo lo creí inspirado en esa suerte de Biblia Porteña, que es el gran ensayo de Raúl
Scalabrini Ortiz, pero indudablemente, no sólo estaba yo equivocado sino que debió
haber sido exactamente al revés y Celedonio debió de inspirarse en El Hombre que está
solo y espera, ya que éste es dos años anterior.
Gardel conoció este tango, pero por humildad, se abstuvo de cantarlo. Ahora bien, lo
concreto respecto a Gardel es que nunca dejó de interpretar música criolla, que incluyó
repertorio criollo en cada gira internacional y que en cada lugar al que visitaba
investigaba sobre los cantos y ritmos populares autóctonos.
Cierto es que se cantaba tango antes de 1917, pero Gardel con Mi noche triste
terminó de definir el estilo en lo que hace a su canto y se interpretó que, a partir de ahí,
el tango empezó a expresar en su canción la misma carga emocional que ya expresaba
en la música y, sobre todo, en el baile.
29
FLORES, CELEDONIO, Corrientes y Esmeralda, extraído de: www.letras.com/celedonio-flores/795166/
Entonces: si a partir de Gardel-Razzano, el tango comenzó a ser el estilo musical que
hoy conocemos, ¿por qué razón José Razzano es reconocido únicamente por los
tangueros o por los estudiosos, y su nombre, prácticamente no tiene presencia
mediática?.
Creo yo que por la misma razón a la que se debe, que cuando se habla de Gardel, se
lo asocia solamente a la figura de Le Pera, configurando ambos el non plus ultra de la
eximia calidad y de la pureza musical, el ad summun de la absoluta respetabilidad
mainstream, impoluta e incontaminada de vulgarismos. Se resalta una poesía sutil, sin
una sola pizca de lunfardo, considerando, por ejemplo, a El día que me quieras, el
horizonte insuperable de la canción fina y respetable, que de tan respetable, hasta fue
grabada por un artista mainstream por antonomasia como Luis Miguel.
Ya que no podían ocultarse los orígenes criollistas de Carlos Gardel, entonces debe
tratarse de que no se los difunda, y que esa parte de su trayectoria sólo sea accesible a, y
conocida por los especialistas. Esa pareciera ser la jugada…
Entonces: ¿arrabalero o cajetilla?
Los estrechos vínculos que tuvo en tango en sus orígenes con la payada, la milonga,
lo folklórico y lo popular, parecen bastante difíciles de discutir. Pero, así como el
suburbio y el arrabal, eran la permeable frontera entre la pampa y el centro, entre el
campo y la ciudad; las influencias entre estos ámbitos eran bidireccionales, de manera
que, tan permeable como la frontera geográfica pareció haber sido también, la frontera
de clase.
Durante todo este primer período, una ciudad, un país, una cultura y una identidad
nacional estaban construyéndose, y dicha construcción, por lógica, era extremadamente
compleja, lo que conllevaba a que no existieran divisiones tajantes entre lo popular y lo
aristocrático, sino que todo estaba mezclado.
Por tal razón, no resultan inverosímiles las presencias de Don José Gran en
Armenonville, ni de Alberto Rosales en Lo de Hansen. Es sabido que en ambos locales
emblemáticos de la cultura tanguera, también asistían en esos tiempos jóvenes
pertenecientes a las clases altas.
No eran la exceptio firmat regulam, sino que todo esto era el relejo de una cultura
que estaba naciendo, y que por tanto, distaba mucho de tener definiciones precisas.
Un ejemplo más de este mix cultural, puede considerarse la obra del poeta Evaristo
Carriego, el que sin haber escrito la letra de ningún tango, expresó una poesía lunfarda
que claramente desbrozó la senda para la letrística del tango. Pascual Contursi (autor de
las letras de los primeros tangos que grabó Gardel) siguió el camino literario trazado por
Carriego, quien incluso fue tan admirado por Jorge Luis Borges, que éste le dedicó un
libro en 1930. Por lo tanto, entre los seguidores de Carriego, tenemos a Contursi,
claramente un representante de la cultura popular, y también a un más que notorio
exponente de la Alta Cultura de elite.
30
IBARBURU, SUSANA, Lo criollo en el tango, Parte I, e-book, noviembre 2010.
31
TERÁN, OSCAR, op. cit. Pág. 81.
Por consiguiente, todo parece inducirnos a concluir que el tango nació y se cultivó
entre las clases populares, y que algunas presencias pertenecientes a otras extracciones
sociales en esta primera etapa, se debieron fundamentalmente a extravagancias y
anomalías que acontecían en ese ambiente social nuevo, que como toda novedad, ésta
despierta la curiosidad de todos.
Pero para cerrar este segmento sin dejar duda alguna, me remitiré a una fuente
incuestionable, para que ésta me lleve a terminar de delimitar si el tango se trató de una
expresión de la cultura popular o de la cultura de elite.
Entiendo, entonces, que toda discusión historiográfica se puede dar por finalizada
cuando una cita de la única autoridad en Historia sobre la que el consenso es absoluto y
universal se hace presente.
A guisa de argumento irrebatible, damos por finalizada esta disputa, ya que puede
decirse que, parafraseando las resoluciones en torno a asuntos eclesiásticos, Hobsbawm
locuta est, causa finita est. O sea, el mejor de los nuestros ha hablado, por lo que ya no
cabe apelación…
32
HOBSBAWM, ERIC, La fabricación en serie de tradiciones: Europa, 1870-1914, en HOBSBAWM, E y
TERENCE RANGER, Op. cit. Pág. 317.
Consideraciones finales:
Sin poner ningún manto de duda sobre las apreciaciones de estos dos autores, que
han fundamentado su interpretación con un, nada desdeñable arsenal teórico y
documental, lo que sostendré aquí es, en algún punto, bastante contrario a la visión de
ambos.
Voy a sustentar aquí, no sólo que no considero, bajo ningún concepto al criollismo
extinguido (tal y como en última instancia plantean los dos) sino que entiendo a ambas
vertientes culturales: al criollismo (al que todos denominan, criollismo popular, y para
mí es, criollismo a secas, porque se sobreentiende que éste, por definición, es popular) y
a la que aquí califiqué como el “tradicionalismo domesticado”; dirimiendo una batalla
cultural, en la que, lo que está en controversia, es la mismísima identidad nacional de
los argentinos.
Resulta totalmente cierto que, a partir del clima ideológico y cultural de la década de
1930, el tradicionalismo domesticado se transformó en la quintaesencia del ser y del
sentir nacional, que logró imponerse culturalmente la imagen de los gauchos
domingueros (como el de la foto de la portada) como los baluartes de las tradiciones de
la Patria, y también que el tradicionalismo domesticado es, por definición, políticamente
conservador y de derecha (de hecho, es cercano a la extrema derecha).
En donde, quizás sea esto más notorio, puede ser en los festivales folklóricos, en
donde puede apreciarse un desfile constante de agrupaciones musicales (el primero que
se viene a mi cabeza pueden ser Los Chalchaleros) emperifollados con atuendos
gauchos, que de tan solemnes, resultan más asimilables a la indumentaria de los
emperadores romanos, que a los ropajes de los auténticos gauchos.
Más bien lo contrario, es ni más ni menos que una interpretación como esta de
Adamovsky, lo que le da al criollismo una validez atemporal. Esto es así, porque
siempre, en todas las épocas, habrá argentinos, de tez no-blanca, y de rasgos no-
europeos (como lo son, en todos los tiempos, la mayoría de los argentinos los que no se
corresponden con estos rasgos estereotipados) que se sentirán profundamente ofendidos
y agraviados por la consideración simplista y rudimentaria de Octavio Paz
(desgraciadamente con mucha imposición en el common sense desde los mass-media)
de que los argentinos descendíamos de los barcos.
33
ADAMOVSKY, EZEQUIEL, El criollismo popular en Argentina, ¿hasta cuándo? Personajes, autores y
editores de un fenómeno de literatura masiva. Cuadernos de Literatura, 2018.
Quizás en el único ámbito de la cultura del que no tenga conocimientos sobre la
continuidad del criollismo sea en la literatura. Es notorio que en una época como la
presente, adonde todo pasa por los medios masivos de comunicación, no podría haber
continuidad del formato “folletín” tal y como se difundió el criollismo en su momento
de mayor auge, entre 1890 y 1910, pero eso no implica ausencia de expresiones
criollistas per se. Como no soy habitué de ámbitos literarios, desconozco si se
continúan editando historias de gauchos matreros y si existe un público lector para tales
obras. Hoy no conocer algo, no debe bajo ningún concepto, llevarnos a negar su
existencia, yo mismo he editado un libro que no leyó nadie, pero eso no quiere decir que
no exista.
¿Puede acaso, considerarse seriamente que un cantor como José Larralde representa
al tradicionalismo domesticado y NO es un fiel exponente del criollismo?
Se me puede objetar que estoy considerando a artistas que cargan con sobre sus
espaldas con trayectorias que superan el medio siglo, y por tanto, no se puede apreciar
allí una renovación cultural. Es cierto y lo admito. Pero, así como sostuve, citando a
Hobsbawm, que el criollismo es costumbre y que el tradicionalismo domesticado es
tradición inventada. Continúo siguiendo al Gran Eric, cuando afirmo que el criollismo,
en tanto costumbre, admite la adaptación a las coyunturas particulares, y que por eso no
se puede dejar de considerar a artistas como Peteco Carabajal, Raly Barrionuevo, Teresa
Parodi, Bruno Arias, Víctor Heredia y algún otro que se me escapa en este momento,
como dignos representantes, en tanto cantores populares, de la más genuina tradición
criollista.
Porque, más allá de las diferencias notorias que todos ellos tengan entre sí, y las que
tengan con artistas como, desde Larralde y Yupanqui, que podemos seguir
retrocediendo hasta llegar a Gabino Ezeiza, lo concreto es que la costumbre, por
definición puede admitir la renovación de las formas, mientras que en el fondo, en la
esencia de las cosas, la vertiente cultural que se defiende y que se hace respetar, siga
siendo el criollismo, a la usanza de los verdaderos gauchos, extinguidos y exterminados
por esos hacendados cuyos descendientes hoy se disfrazan de gauchos domingueros
para la foto.
Recién he ubicado a algunos cantores populares dentro del criollismo, ya que estos
mantienen una línea musical muy vinculada a lo popular. Pero eso no quiere decir que
ubique a cualquier expresión moderna de tipo popular y contraria al sistema dentro del
criollismo. Por ejemplo, no puede negarse que en la actualidad, el género musical más
genuinamente popular es la cumbia. La cumbia es LA expresión musical del pueblo
llano y no por eso se la puede vincular al criollismo (con quien no tiene absolutamente
ninguna relación). De hecho, a una expresión outsider de la cumbia, como la llamada
cumbia villera, se la ha querido catalogar como contestataria. No comparto en absoluto
dicha apreciación.
Creo que a la cumbia villera por más popular que sea no se la puede relacionar con el
criollismo en ningún caso. Y esto es así porque no hay en la cumbia villera (a
diferencia del criollismo) cuestionamiento alguno al orden social imperante. En la
cumbia villera lo que se ve es la aceptación acrítica de una realidad injusta. Se
reivindica como motivo de orgullo la pertenencia a sectores sociales marginados, pero
no hay ninguna interpelación acerca de las estructuras económicas que generan esas
desigualdades sociales. Al contrario, se interpreta y se reivindica a la marginalidad
como un dato identitario positivo, como motivo de orgullo.
En lo que hace al cine, también veo cierta continuidad. Aquí anteriormente resalté
algunos aspectos para analizar de la película Nobleza Gaucha, se sabe que esta fue la
34
BOURDIEU, PIERRE, La nueva vulgata planetaria, Buenos Aires, El Zorzal, 2002.
primera de una serie de películas en las que se veía reflejada la conflictividad intrínseca
en una sociedad desigual como la argentina de la Belle époque35, por lo que resulta claro
que este cine social, con lectura en clave criollista, continuó unos años para luego,
eclipsarse en los años que Prieto ubica el ocaso del criollismo.
35
Juan Sin ropa, y El último malón, son otras películas pertenecientes a esa serie inaugurada con
Nobleza Gaucha. ALVIRA, PABLO y RONEN MAN, op. cit.
El problema no era la cultura popular, ya que la alta cultura podía continuar
desdeñándola como siempre ha hecho (como hoy en día desdeña e ignora a la cumbia
villera, y no existe ninguna operación cultural para resignificar a la cumbia villera,
porque allí no se ve ningún peligro social) el problema era la identidad colectiva
construida por los sectores populares a partir del criollismo. Y eso sí, debía terminarse
mediante una resignificación simbólica desde arriba, pero también por eso, es que eso
nunca llegará a ocurrir de manera definitiva y siempre terminará resurgiendo, porque se
trata de una identidad colectiva, y simplemente, no se las puede borrar por decreto.
Referencias Bibliográficas
-AA VV, Cuaderno de Arqueología del tango en La Boca y Barracas. Trazos del mapa
del tesoro de nuestra cultura reciente, Comisión para la Preservación del Patrimonio
Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires.
-DUBIN, MARIANO, Parte de guerra. Indios, gauchos y villeros: ficciones del origen,
1° ed., Editorial Estructura Mental a las Estrellas (EME), La Plata, 2016.
-NAZABAY, HAMID, Canto popular. Historia y referentes, Ediciones Cruz del Sur,
Montevideo, 2013.
- SCALABRINI ORTIZ, RAÚL, El hombre que está solo y espera, Buenos Aires, Plus
Ultra, 12° edición, 1973.