La Heterogeneidad Colonial Peruana y La
La Heterogeneidad Colonial Peruana y La
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de aceptar sus componentes "de Inga o de Mandinga", como reza el saber popular.
Volviendo al contexto colonial, caso distinto es el de los mestizos que no fueron
asimilados a la "repblica de espaoles", pero que en numerosas ocasiones formaron
alianzas con los criollos insatisfechos para rebelarse (como en la conspiracin de 1567, v.
Lpez Martnez: Cap. 1) contra el poder virreinal.
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Segn Rosenblat (vol. 1: 59), hacia 1650 exista una poblacin general de un milln 600
mil habitantes en el virreinato peruano. De ellos, slo 70 mil eran considerados
"blancos". La gran mayora indgena (un milln 400 mil o el 87.5%) y los grupos negros
(60 mil), mulatos (30 mil) y mestizos (40 mil) completaban el cuadro. Poco antes, en la
Lima de 1630, la poblacin espaola (peninsulares y criollos) se calculaba en 25 mil
personas, flanqueada por 30 mil negros y 5 mil indios (Cobo: XXXVII).
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A diferencia de Salinas, sin embargo, Hurtado seala la altura intelectual y moral de
los indios y propone una solidaridad criollo-indgena que se basa en la condena de las
encomiendas y los conquistadores en un tono marcadamente lascasiano, que no
reconoce gloria alguna en la conquista. Salinas, por el contrario, ser muy claro en
resaltar el prestigio de una genealoga que comienza con Pizarro y los ancestros de los
criollos (v. esp. el Discurso I, Cap. 8).
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Parte de ese discurso alternativo es estudiado por Carlos Garca-Bedoya en este
volumen. Para el periodo previo basta recordar la contraoferta de compra del Per a
Felipe II encomendada por los curacas andinos a dominicos como Domingo de Santo
Toms y fray Bartolom de las Casas en 1560, a fin de neutralizar la oferta de compra de
las encomiendas a perpetuidad hecha al Rey pocos aos antes por los conquistadores y
vecinos espaoles en el Per (v. Someda). Posteriormente, en su Tratado de las doce dudas
(1564), el mismo las Casas defendera abiertamente la propuesta de restitucin del reino
a los descendientes de los incas (v. las Casas: 531; tambin Adorno: 348-352).
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Se ha discutido con largura la existencia real de dicho tipo de quipus, que habran
funcionado como registro de hechos histricos complementado por la memoria oral.
Para una descripcin del quipu ms all de su sola funcin estadstica pueden verse
Radicati (1964 y 1984), Vansina (36-37) y Ascher y Ascher (Cap. 4).
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Sin embargo, la razn por la que los habitantes indgenas y negros del
mismo espacio no llegan a las cumbres de semejante perfeccin es que
las cauas univerales e varian, i determinan egun la calidad de la
materia, aziendo en diveros ugetos diferentes efetos, mas, menos,
conforme la materia en que obra. El Sol derrite la cera, i endurece el barro;
el fuego conume la lea eca i tambien la verde, mas no tan facilmente
eta como aquella: Muy diferente es la compleion del negro i la del Indio
a la del Epaol, por lo cual las cauas generales q en ete Reyno ocurren,
no pueden producir iguales efetos en todos, ino en cada uno egun u
temperamento, dipoicion de celebro i organos corporales; i de eto
procede la diveridad de ingenios, que e alla en las referidas naciones (f.
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rodean dos princesas, Lima y Cuzco, flanqueada cada una por seis
damas que a su vez representan sendas ciudades importantes costeas y serranas- del territorio peruano.
El Rey Per no es sino una personificacin de la totalidad de la
poblacin del virreinato, y es por eso crucial su representacin como
una sola entidad en la cual se reconoce la importancia mayoritaria de
los grupos indgenas. De este modo, el Rey Per aparece descrito como
un oberbio Monarca [...] / [de] color trigueo aduto, rotro graue, /
y en el regio cabello parecia / que rizada la plata le nacia (f. 280), con
lo cual se va haciendo poco a poco evidente su identificacin como un
indgena de colosales proporciones, que inmediatamente despus se
nos revela como inca ("borla bermeja en la euera frente / timbre de
Reyes Ingas eminente", ff. 280-280v).
Al presentarse a Mara, el Rey Per se describe a s mismo como
indio tan inculto (f. 281v) que osa hablar ante la Virgen para
explicarle los motivos de su resistencia inicial hacia los espaoles. Se
refiere, as, el Rey Per a las atrocidades de la conquista ("onome a
eclavitud el rudo zelo / de tus Enbajadores, / en quienes vi
crueldades, vi furores", f. 282v), y renueva la antigua crtica de las
acciones de Pizarro como empresa puramente militar, colocando la
labor de los predicadores por encima de cualquier recompensa
material. Los ecos lejanos del lascasismo se dejan or a pesar de que, en
este caso, la condena hacia los espaoles se haga no en funcin de una
reivindicacin de la dignidad y el derecho indgenas, sino, como
pronto veremos, en funcin de una agenda pro-criolla muy clara.
Por eso, el reconocimiento del Per como personaje
fundamentalmente indgena no impide que ostente entre su corte a sus
dos hijas principales, las ciudades de Lima y Cuzco, segn se
mencion. Conviene detenernos en los pasajes relativos a la
descripcin de ambas urbes a fin de comparar el tratamiento y el lugar
especficos que se les otorga dentro del conjunto espacial y cultural del
virreinato. De Lima dice la voz potica central como primera
descripcin: "us fulgores / en candidos albores / mejor de la nieue
Catellana / nacida en Cordillera Peruuiana" (f. 280v). Ms adelante, el
Rey Per se encarga de presentar a su hija, la princesa Lima, ante la
Virgen Mara, y la describe en las siguientes palabras:
Eta Princea, que a mi dietro lado
e te potra, es aquella inclita Lima
Metropoli opulenta de mi clima:
u alabana mas propia
es que en la gran ciudad Madrid e copia:
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poltica del hibridismo verbal de Valds fueron adelantadas con mayor amplitud en
Mazzotti: 62-63.
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Aunque la denominacin del Per como imperio (no referido al incaico sino a la
colonia) parecera haber comenzado a circular con la clebre dedicatoria del Inca
Garcilaso a los indios, mestizos y criollos del [...] Imperio del Per en la Segunda Parte
de los Comentarios reales (1617), hay apropiaciones en fray Clemente de Heredia (f. s. n.)
en 1679 avalando la obra del criollo limeo fray Gregorio Casasola, as como en El Sol del
Nuevo Mundo (1683) del sevillano Francisco de Montalvo (f. 88), entre otros.
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Los cuadros que ilustran una genealoga incaica seguida de la de los reyes espaoles
en una sola y diacrnica yuxtaposicin de gobernantes expresan claramente este
concepto de natural continuidad poltica. Pueden verse las annimas Efigies de los
reyes incas que existen en el Beaterio de Copacabana (Lima), el Museo de la Catedral
(Lima) y el Convento de San Francisco (Ayacucho). Tambin los estudios de Gisbert y
Mesa (vol. 2: lminas 503 y 504) y de Buntinx y Wuffarden sobre la influencia del Inca
Garcilaso en tales representaciones. Para referencias al Cuzco como centro poltico y
"otra Roma en su imperio" bastan las frecuentes menciones del Inca Garcilaso en sus
Comentarios en relacin con el Cuzco prehispnico y de la conquista.
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De este modo, los trasvases ejercidos por los criollos como Salinas
y Calancha de un discurso indgena anterior, fuera a travs de
informaciones indirectas o, como ellos mismos afirman, de su
conocimiento de los quipus o archivos incaicos, no dejan de ser parte
de una estrategia de autodefinicin de la propia identidad de los
criollos como grupo. Y, asimismo, las configuraciones ficcionales de la
heterogeneidad tnica ejercidas por Valverde y Valds mediante el
discurso pico sirven para expresar las ansias de una unidad (las
princesas Lima y Cuzco, bajo la sombra de un Rey Per, o el gigante
con un pie de hierro y otro de barro) que da por sentada la
superioridad de los criollos y su ideal posicin hegemnica dentro de
una totalidad sin duda contradictoria16. En tal sentido, estos brotes
tempranos de "indigenismo" expresarn tambin (aunque con las
peculiaridades advertidas) una focalizacin que en buena medida
antecede a cierto sector del indigenismo ms reciente. Pensemos, por
ejemplo, en las posturas paternalistas, ilustradas y prescriptoras de un
Enrique Lpez Albujar, un Ventura Garca Caldern o una Clorinda
Matto de Turner para la integracin del elemento indgena en el
proyecto modernizante del estado republicano. O, ms cercanamente,
pensemos en el discurso no menos modernizante de nostalgia
apocalptica hacia las culturas nativas que subyace en obras como El
hablador de Mario Vargas Llosa (v., para ello, el trabajo de Jos Castro
Urioste en este mismo volumen).
As, la discursividad criolla no puede entenderse sin la bsica
relacin oposicional con el referente indgena. De ah que sean
acertadas las palabras de Cornejo Polar en Escribir en el aire sobre la
"identidad relacional" (89) de cada uno de los sistemas discursivos en
la regin andina. Un sistema no puede entenderse ni construirse sin el
otro; es ms, para los casos del corpus criollo sucintamente aqu
analizados (y quedan muchos otros que alargaran innecesariamente
nuestra lista de ejemplos), la identidad del sujeto que se constituye en
ellos como voz directriz del entorno social es una identidad
"reivindicaciones propias" (12). Sin embargo, Rama no se detiene en la definicin de los
marcos gnoseolgicos (las "esencias") que sustentaban tales reivindicaciones ni las coloca
dentro del contexto de tensin hegemnica que se dio entre grupos tnicos y regionales,
entre las "cabezas", Cuzco y Lima, que rivalizaron a lo largo del periodo colonial.
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Los afanes hegemonistas de los criollos se hacen notar desde casi la primera
generacin llegada a la edad adulta, es decir, en la dcada de 1560, paralelamente al
desprecio que hacia ellos sentan los peninsulares, al menos en el caso de algunas
rdenes religiosas (v. Lavall 1985). Su articulacin discursiva, sin embargo, se har
clara y diferenciable slo unas dcadas ms tarde. Para un desarrollo de la categora de
"totalidad contradictoria" en la literatura peruana, puede verse Cornejo Polar 1983.
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Referencias bibliogrficas
Adorno, Rolena. "Colonial reform or utopia? Guamn Poma's empire of the
four
parts of the world". En Amerindian images and the legacy of Columbus.
Ren Jara y Nicholas Spadaccini, eds. Minneapolis: University of
Minnesota Press, 1992, 346-374.
Aguirre Beltrn, Gonzalo. El proceso de aculturacin y el cambio socio-cultural
en Mxico. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, [1957] 1992.
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Para versiones criollas de exaltacin localista, pero ajenas a la Ciudad de los Reyes,
pueden verse Travada (para la ciudad de Arequipa), Esquivel y Navia (para el Cuzco) y
Arzns (para Potos), entre otros. Para la participacin de las mujeres en la vida cultural
de las colonias hispanoamericanas puede verse la actualizada recopilacin de Moraa,
ed. Por otro lado, los discursos de sujetos sociales dominados, amn de los alegatos
escritos y la produccin lrica en lenguas nativas, adquieren proporciones extratextuales
en las representaciones de la muerte de Atahualpa (v. Cornejo Polar 1994: Cap. 2 y
Millones), los wanka, en general, los carnavales y fiestas negras (v., por ejemplo, Carvajal
y Robles) y en los desfiles indgenas que representaban genealogas incaicas y alegoras
del Per y de las Indias frente a Espaa, abundantes durante la colonia (muestras de ello
aparecen en Arzns, vol. 1: 96-99, remontndose al ao 1555, o en Peralta, ya en 1723,
entre muchos otros testimonios).
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