Mistralcuartocarta
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ÍNDICE
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Por qué las cañas son huecas
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tar la cabeza a uniforme elevación, fue el ideal. El
maíz no pensó en hacerse fuerte como el roble,
sino en mecer a la altura misma de él sus espi-
guillas velludas. La rosa no se afanaba por ser útil
como el caucho, sino por llegar a la copa altísima
de éste y hacerla una almohada donde echar a
dormir sus flores.
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II
¿Cómo lo consiguieron? Cuentan de extraños
influjos. Los genios de la tierra soplaron bajo las
plantas su vitalidad monstruosa, y fue así como
se hizo el feo milagro.
III
Dícese que un mes transcurrió así. Luego vino la
decadencia.
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Las patatas por vigorizar en los tallos, dieron
los tubérculos raquíticos: no eran más que pepi-
tas de manzana...
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Por qué las rosas
tienen espinas
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bestias agobiadas. Se quejaban las bestias en su
ingrato lenguaje, y los hombres blasfemaban.
¡Además, qué feos son con sus tapias terrosas y
desmoronadas!
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Y los mercaderes, y los peregrinos, sonrieron
cuando los álamos, como un desfile de vírgenes,
los miraron pasar, y cuando sacudieron el polvo
de sus sandalias bajo los frescos sauces.
Y luego:
–«Para la Añuca y su muñeca».
Exclamó:
Pasó un pilluelo:
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La raíz del rosal
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Cuando su cuerpo palpitador ya más crecido
salió a la luz, su primer cuidado fue buscar aque-
lla prolongación de que la raíz hablara.
–¿Cómo es su pecho?
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El cardo abrió una flor roja.
–¿Cómo es su amor?
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–A pesar de todo –dijo el lirio– querría cono-
cerle. ¿Cómo podría ser, hermano cardo?
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La charca
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Hundió el rayo en ella su dedo de oro y el agua,
negra como un betún, se aclaró: fue rosada, fue
violeta, tuvo todos los colores: ¡un ópalo mara-
villoso!
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Y al descender el sol, vieron una cosa más in-
sólita aún. La caricia cálida fue durante todo el
día absorbiendo el agua impura insensiblemente.
Con el último rayo, subió la última gota. El hue-
co gredoso quedó abierto, como la órbita de un
gran ojo vaciado.
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El cántaro de greda
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Porque ella me amaba...
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Fui torpe para muchas faenas, pero siempre he
querido ser la dulce dueña, la que coge con tem-
blor de dulzura las cosas, por si entendieras, por
si padecieras como yo.
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El beso
Y Jesús le dijo:
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