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Una familia disfuncional es una familia en la que los conflictos, la mala conducta, y veces el abuso

por parte de los miembros individuales se producen continua y regularmente, lo que lleva a otros
miembros a acomodarse a tales acciones. A veces los niños crecen en tales familias con el
entendimiento de que tal disposición es normal. Las familias disfuncionales son principalmente el
resultado de adultos codependientes, y también pueden verse afectados por las adicciones, como
el abuso de sustancias (alcohol, drogas, etc.). Otros orígenes son las enfermedades mentales no
tratadas, y padres que emulan o intentan corregir excesivamente a sus propios padres
disfuncionales. En algunos casos, un padre inmaduro permitirá que el padre dominante abuse de
sus hijos.1

Normalmente se produce por situaciones donde los padres están al borde de la separación y el
divorcio. Si bien esto es cierto en algunos casos, a menudo el vínculo matrimonial es muy fuerte ya
que las faltas de los padres en realidad se complementan entre sí. En resumen, no tienen otro
lugar a dónde ir. Sin embargo, esto no significa necesariamente que la situación familiar es
estable. Cualquier factor de estrés importante, como un traslado, el desempleo, una enfermedad,
desastres naturales, la inflación, etc, puede causar que los conflictos existentes que afectan a los
niños empeoren mucho.2

Las familias disfuncionales no tienen ningún límite social, ni financiero, ni intelectual. Sin embargo,
hasta décadas recientes, el concepto de una familia disfuncional no fue tomado en serio por los
profesionales (terapeutas, trabajadores sociales, maestros, consejeros, clérigos, etc),
especialmente entre las clases media y alta. Cualquier intervención habría sido vista como una
violación de la santidad del matrimonio y un aumento en la probabilidad de divorcio (que era
socialmente inaceptable en la época). Se esperaba que los niños obedecieran a sus padres (en
última instancia, al padre), e hicieran frente a la situación solos, históricamente.3

Una familia disfuncional no solo conlleva al divorcio o separación de los padres, sino que también
ocasiona que los hijos abandonen su hogar a temprana edad en la que son vulnerables y muchas
veces obligándolos a caer en el licor, drogas y delincuencia.

Ejemplos de familia disfuncional

Miembros de una familia disfuncional tienen síntomas comunes y pautas de comportamiento


como resultado de sus experiencias dentro de la estructura familiar. Esto tiende a reforzar el
comportamiento disfuncional, ya sea a través de la habilitación o perpetuación. La unidad familiar
puede verse afectada por una variedad de factores.4

Características comunes

Las siguientes características se presentan en las familias más disfuncionales:


La falta de empatía, comprensión y sensibilidad hacia ciertos miembros de la familia, mientras
que, por otra parte, la expresión de empatía extrema hacia uno o más miembros de la familia (o
incluso mascotas) que tienen "necesidades especiales" (reales o percibidas).

Negación (la negativa a reconocer el comportamiento abusivo, también conocida como el


"elefante en la habitación").

Inadecuados o inexistentes límites para uno mismo (por ejemplo, tolerar el tratamiento
inadecuado de los demás, fallar en expresar lo que es un tratamiento aceptable e inaceptable,
tolerancia de abuso emocional, sexual, o físico).

La falta de respeto de los límites de los otros (por ejemplo, deshacerse de objetos personales que
pertenecen a otros, el contacto físico que no le gusta a otra persona, romper promesas
importantes sin causa justificada, violar a propósito un límite que otra persona ha expresado).

Extremos en conflicto (ya sea demasiada lucha o argumentación insuficiente entre los miembros
de la familia).

Desigualdad o trato injusto de uno o más miembros de la familia debido a su sexo, edad (por
ejemplo, las personas mayores, niños), habilidades, raza, posición económica, etc. (puede incluir
frecuente actitud de apaciguamiento de un miembro a expensas de otros, o una desigual
aplicación de las normas).

Ninguna familia es perfecta, y sin embargo esto no es del todo malo.


Como dice Tolstoi, "todas las familias dichosas se parecen, pero
cada familia infeliz es desdichada a su manera". Si bien es frecuente
que las familias se enfrenten a innumerables problemas que se
acumulan, y que causan estrés, tensión e incluso trastornos en sus
integrantes, estas dificultades y estos problemas son también grandes
oportunidades de crecimiento. Los problemas frecuentes en una familia
son: peleas entre hermanos, problemas de adolescente, diferencia de
opiniones y desacuerdos en la pareja, pérdida de la tranquilidad debido a
conflictos entre padres, problemas de educación, problemas financieros,
pérdida de trabajo, divorcio, adicción enfermedad mental o física, etc.
Afortunadamente,  los problemas de familia tienen solución. Si
consideras que han intentado muchas formas de resolverlos sin éxito, en
R&A Psicólogos puedes recibir  ayuda psicológica con un psicólogo
familiar, en específico puedes tomar terapia familiar. 
En ocasiones los padres de los esposos (los suegros) y otros familiares
suelen interferir en las decisiones que deben tomarse en la familia, como
por ejemplo respecto a las finanzas, los negocios, la educación de los
hijos, etc. Resolver estos problemas no es fácil. Es necesario que marido
y mujer actúen en bloque y encuentren una salida a sus desacuerdos. La
decisiones respecto a la educación de los hijos, las finanzas, etc., tiene
que hacerlas los esposos juntos y en común acuerdo. Es importante,
entonces, que la intervención de terceros sea puesta bajo control ambos.
Este trabajo de la pareja de compartir el control prepara el terreno para
otras tareas que son igual de importantes, como el respeto mutuo en la
pareja, la educación de los hijos (que requiere que ambos actúen
también en bloque)

El periodo de la adolescencia de los hijos es un reto para ambas partes,


tanto para los hijos como para los padres. Los hijos experimentan por
primera vez la necesidad de independizarse de sus padres, de querer
explorar el mundo. Sin embargo, no se percatan de que no cuentan
todavía con los recursos suficientes para enfrentar el mundo de forma
conveniente (quieren salir y correr sin tener en cuenta que han pasado
los últimos 10 años o más sentados, y tienen las piernas adormecidas).
Evidentemente, los padres se percatan de esto y se alarman, lo cual
dificulta las cosas. Pues al ver que los hijos adolescentes no tienen "los
pies en la tierra" y quieren conquistar el mundo, redoblan sus esfuerzos
de dominar la voluntad rebelde de sus hijos. El riesgo es que los padres
se enojen constantemente y estas dificultades se agraven y ocasionen
complicaciones innecesarias, que dañan la relación padres-hijos y se
interrumpe la oportunidad de los padres de ayudarles a los hijos en su
construcción de una seguridad y autoestima estables.  La adolescencia
es un reto tanto para los hijos como para los padres, pues los hijos tienen
que experimentar los límites de que todavía viven con sus padres y que
realmente son dependientes, y los padres tienen que tener hacerles ver a
sus hijos con claridad estos límites, pero cuidando de no aplastar este
ímpetu que surge en la voluntad de sus hijos. Si lo ponemos en palabras,
este ímpetu tiene que ver con el inicio una lucha por conquistar la
convicción de que ellos pueden saber en primer lugar lo que es
conveniente para ellos. Hasta ahora, eran sus padres quienes ocupaban
este lugar (lo cual es natural): antes de la adolescencia son los padres
(idealmente) los que saben qué es mejor para sus hijos. Los hijos
dependen completamente de ellos, hasta que cuenten con un criterio
suficiente para tomar las decisiones importantes en su vida. 

 Lima, set. 13 (ANDINA).


La última encuesta demográfica y de salud familiar del Instituto
Nacional de Salud Mental (INSM) señala que el 74.1% de los
hogares del país es afectado por la violencia familiar, según indicó
el director ejecutivo de Salud Colectiva de este organismo, Yuri
Cutipe.
Detalló que este problema comprende la violencia contra la mujer, el maltrato
infantil o violencia contra el hombre, entre otras formas de agresión, y se
expresa con más énfasis en regiones como Huancavelica, Apurímac, Junín,
Loreto, Cuzco y Tumbes.

Asimismo, indicó que el 74% de las mujeres peruanas sufre violencia por parte
de sus parejas; y de este grupo, el 36% corresponde a violencia física y un 71%
psicológica.

"En el caso de los hombres, el 8% ha sido violentado por sus cónyuges alguna vez
en la vida 

La demanda de atención institucional por parte de mujeres afectadas por


violencia familiar es del 27%

Las disputas familiares no son solo algo totalmente normal, sino que


son hasta necesarias. Por ello es tan importante saber cómo se debe
actuar ante una discusión familiar, para que todos los miembros puedan
expresarse y llegar así a un acuerdo que favorezca a todos por igual. Reyes
de la Torre, pedagoga y trabajadora como técnico en Acción Familiar
Aragonesa (AFA), una ONG dedicada a programas formativos y
asistenciales relacionados con la familia, nos da una serie de consejos para
abordar este tipo de situaciones.

1. Estar preparado
“Para resolver un conflicto es necesario negociar. Además hay que tener
claro que los problemas no tienen una única solución y que la única solución
posible no tiene por qué ser la nuestra”, señala la técnico en AFA. Así, se
presentan diferentes alternativas para escoger la solución más adecuada
entre las partes.
 

2. Manejar las emociones

Aunque se tenga pensado lo que se va a hacer o decir ante un conflicto,


llegado el momento, las emociones pueden superar a la persona. Manejando
las emociones, se transmite este autocontrol al resto de miembros de la
familia. “Así, es mucho más fácil la comunicación, aprender a escuchar y a
ser flexible y terminar, si es posible, con acuerdos claros. La educación
emocional empieza en casa y es una herramienta básica para afrontar con
tranquilidad una discusión familiar”, afirma la pedagoga.
 

3. Pensar cómo lo vamos a solucionar

Una habitación desordenada, pasear al perro, poner o quitar la mesa, qué se


ve en la televisión y otros motivos, son habituales causas de una riña familiar.
“Hay que tener pensado antes de que entren en juego las emociones, cómo
lo vamos a solucionar. Si no se tiene claro qué hay que hacer ni se ha
explicado qué consecuencias va a haber, es complicado que se resuelva
bien”, apunta de la Torre. Es importante haber negociado previamente con
los familiares una serie de pautas que ayudarán a la resolución del conflicto
sin acabar a gritos.
 

4. Yo gano-tú ganas/ yo pierdo-tú pierdes


“Si no se tiene claro que las dos partes involucradas tendrán que ganar y
perder en igual medida, quedarán flecos, resentimientos o reproches”,
explica la experta. Hay que tener claro que solo hay una forma de resolver
los conflictos: positivamente. Por esta razón, identificar intereses comunes
ayuda a poder encontrar una solución que beneficie a las partes
involucradas.
 

5. Sacar el lado positivo

Hay que ser capaces de ver un conflicto como una herramienta y


oportunidad para mejorar las relaciones entre los familiares, ya que “es
conveniente  no dejar de resolver ningún conflicto. Eso sí, de la manera
adecuada, de forma positiva”, según de la Torre. Que no se observen
conflictos no es síntoma de una familia ajustada o equilibrada. De hecho, la
experta señala que “puede indicar un problema de fondo relacionado con
una comunicación familiar deficiente, provocando que algunos miembros
eviten hablar por ahorrarse las discusiones y retardando la resolución del
problema”.
 

Porque es inevitable que se produzcan disputas dentro de un ambiente de


familia, saber resolverlas puede reforzar los lazos familiares. 

Colabora:

Las disputas familiares no son solo algo totalmente normal, sino que


son hasta necesarias. Por ello es tan importante saber cómo se debe
actuar ante una discusión familiar, para que todos los miembros puedan
expresarse y llegar así a un acuerdo que favorezca a todos por igual. Reyes
de la Torre, pedagoga y trabajadora como técnico en Acción Familiar
Aragonesa (AFA), una ONG dedicada a programas formativos y
asistenciales relacionados con la familia, nos da una serie de consejos para
abordar este tipo de situaciones.

1. Estar preparado

“Para resolver un conflicto es necesario negociar. Además hay que tener


claro que los problemas no tienen una única solución y que la única solución
posible no tiene por qué ser la nuestra”, señala la técnico en AFA. Así, se
presentan diferentes alternativas para escoger la solución más adecuada
entre las partes.
 

2. Manejar las emociones

Aunque se tenga pensado lo que se va a hacer o decir ante un conflicto,


llegado el momento, las emociones pueden superar a la persona. Manejando
las emociones, se transmite este autocontrol al resto de miembros de la
familia. “Así, es mucho más fácil la comunicación, aprender a escuchar y a
ser flexible y terminar, si es posible, con acuerdos claros. La educación
emocional empieza en casa y es una herramienta básica para afrontar con
tranquilidad una discusión familiar”, afirma la pedagoga.
 

3. Pensar cómo lo vamos a solucionar

Una habitación desordenada, pasear al perro, poner o quitar la mesa, qué se


ve en la televisión y otros motivos, son habituales causas de una riña familiar.
“Hay que tener pensado antes de que entren en juego las emociones, cómo
lo vamos a solucionar. Si no se tiene claro qué hay que hacer ni se ha
explicado qué consecuencias va a haber, es complicado que se resuelva
bien”, apunta de la Torre. Es importante haber negociado previamente con
los familiares una serie de pautas que ayudarán a la resolución del conflicto
sin acabar a gritos.
 

4. Yo gano-tú ganas/ yo pierdo-tú pierdes

“Si no se tiene claro que las dos partes involucradas tendrán que ganar y
perder en igual medida, quedarán flecos, resentimientos o reproches”,
explica la experta. Hay que tener claro que solo hay una forma de resolver
los conflictos: positivamente. Por esta razón, identificar intereses comunes
ayuda a poder encontrar una solución que beneficie a las partes
involucradas.
 

5. Sacar el lado positivo

Hay que ser capaces de ver un conflicto como una herramienta y


oportunidad para mejorar las relaciones entre los familiares, ya que “es
conveniente  no dejar de resolver ningún conflicto. Eso sí, de la manera
adecuada, de forma positiva”, según de la Torre. Que no se observen
conflictos no es síntoma de una familia ajustada o equilibrada. De hecho, la
experta señala que “puede indicar un problema de fondo relacionado con
una comunicación familiar deficiente, provocando que algunos miembros
eviten hablar por ahorrarse las discusiones y retardando la resolución del
problema”.
 

Porque es inevitable que se produzcan disputas dentro de un ambiente de


familia, saber resolverlas puede reforzar los lazos familiares. 

Colabora:}

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