Qué Es Un Conflicto Familiar

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¿Qué es un conflicto familiar?

En la familia, con la pareja, entre los amigos y en la sociedad en


general es inevitable que surjan conflictos, pues todos tenemos
diferentes edades, pensamientos y formas de ver la vida.

En este caso, hay que comprender que la familia está integrada


por personas unidas a través de relaciones filiales (padres, hijos,
hermanos y/o pareja), formando una especie de sistema abierto en el
que sus miembros están estrechamente relacionados. Y debido a esta
relación tan estrecha e íntima, cualquier conducta puede afectar a la
dinámica familiar, surgiendo así las disputas.

Los conflictos familiares son eventos naturales, pues derivan de la


convivencia entre los miembros de una unidad familiar. Como
consecuencia, generan inestabilidad, frustración y preocupación,
además de poder resurgir problemas del pasado que no fueron
solucionados.

En general, un conflicto nunca debe evitarse, pues la agresividad


puede escalar a niveles preocupantes. Lo mejor es afrontarlo de
forma inteligente, calmada, asertiva y con la cooperación de todos
los miembros. Y es que, las disputas son una buena oportunidad para
progresar y aprender de ellas.

¿Cuáles son los tipos de conflictos


familiares?
Si bien es cierto que los conflictos familiares pueden clasificarse de
diferentes maneras, nosotros lo haremos en base al tipo de relación
y del foco o causa del problema.
Según el tipo de relación
Los conflictos en la familia surgen dependiendo del tipo de relación o
parentesco entre los miembros. Así pues, veamos cuáles son:
 Conflictos de pareja. Suelen surgir por problemas de
comunicación, por la sensación de pérdida de la propia
libertad, por tratar de cambiar a la otra persona o por la
falta de habilidades para resolver los problemas que
surjan.
 Conflictos entre padres e hijos. Se generan durante la
infancia, con hijos adultos y, sobre todo, durante la
adolescencia.
 Conflictos entre hermanos. Son los más habituales y
suelen perdurar en el tiempo.
 Conflictos con los abuelos. Durante la vejez se producen
cambios biológicos, pues se deteriora el cuerpo y la mente.
Además, se deben afrontar nuevas situaciones como la
jubilación o la pérdida de amistades o seres queridos. Estos
cambios afectan a la persona y, por ende, repercuten en las
relaciones familiares.
Según la fuente del problema
En este caso, el foco del problema puede ser más de uno y darse al
mismo tiempo. Veamos qué crisis suelen surgir:
 Crisis del ciclo vital. Crecer implica nuevas
responsabilidades, nuevos roles o dar pasos importantes,
como casarse o jubilarse.
 Crisis externas. Surgen a consecuencia de un evento
externo y la crisis implica buscar a los culpables.
 Crisis estructurales. Implican la reaparición de conflictos
pasados.
 Crisis de atención. Surgen en núcleos familiares en los que
hay una persona dependiente y su cuidador/a se siente
limitado a la hora de hacer sus actividades habituales.
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a identificar y gestionar los conflictos que puedan surgir en una
familia o pareja.

Consejos para resolver los conflictos


familiares
Cada familia es un mundo y la situación que genere una disputa puede
ser una u otra. Hay personas que se sienten solas  porque no tienen o
no pueden reunirse con la familia, otras en las que el padre y la madre
están divorciados, etc. Todo ello genera una serie de emociones y
ansiedad que pueden desbordar a uno. Por ello, aquí facilitamos
algunos consejos para afrontar la situación con una perspectiva más
clara y esperanzadora.
Entender que ninguna familia es perfecta
Hemos empezado diciendo que ni la Navidad ni las reuniones
familiares que implican estas fiestas son tan idílicas como las pintan. Y
es que hay que aceptar que ninguna familia es perfecta, pues es
totalmente normal que haya roces o conflictos. Ahora bien, identificar
aquello que provoca los desencuentros familiares servirá
para prevenir las situaciones que los generan.
Practicar la escucha empática
La escucha empática implica escuchar plenamente a la otra persona
para ponerse en su lugar, comprendiendo así los sentimientos o
emociones a través de sus palabras y gestos.
Controlar las formas a la hora de hablar
Muchas veces hablamos de malas maneras antes de pensar, lo que
incentiva la agresividad. Es muy importante utilizar el lenguaje y las
expresiones con cuidado, reemplazando los reproches por
sincerarse de buenas maneras.
Marcar los límites
Saber decir que no, así como marcar los límites, sirve para hacer
saber a la otra persona aquello que nos genera malestar o nos
ofende. Ahora bien, esto no quita que expresar cómo nos sentimos
ayude a entender y tomar conciencia de aquello que está provocando
la disputa.
Encontrar el mejor momento y lugar
Finalmente, las reuniones familiares no son el mejor momento ni lugar
para tener una discusión. Lo mejor es dejar la conversación para
otro momento y hablarlo en privado.

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