Las Disonancias Del Cuidado

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LAS DISONANCIAS DEL CUIDADO

Dra. Rocío del C. Guillén Velasco

Posgrado ENEO, 2020

Antes de comenzar

La complejidad del término cuidado


¿Qué es el cuidado?
¿Por qué cuidar es una práctica compleja?
¿Por qué abordamos el proceso salud-
enfermedad en la práctica?

Es indudable la inquietud, el asombro y el desconcierto que se experimenta cuando se


intenta hacer una aproximación sobre las bases teóricas y filosóficas que sustentan el
cuidado, razón de ser de la enfermería, y se mira retrospectivamente el origen, la historia
y la práctica actual de la profesión. Pero, sobre todo, se genera una sensación de
inconformidad cuando se percibe cómo a través de su evolución y desarrollo se ha ido
desdibujando, deshaciendo la identidad propia, hasta el punto de convertirse en muchos
casos, especialmente en el área hospitalaria, en el conjunto de actividades médicas
delegadas, realizadas bajo una directriz estrictamente curativa y simplista.

De tal forma, las enfermeras requerimos retomar el cuidado a la salud y a la vida como las
más altas manifestaciones del espíritu humano. Definición que le otorga en mi concepto,
una amplia connotación social, un alto grado de compromiso con el proceso dinámico
salud-enfermedad y, sobre todo una gran trascendencia con el ser humano, razón de ser
de nuestra profesión.

La enfermera competente en su quehacer profesional, debe tener una gran capacidad


de cuidar y dar cuidado a la salud y a la vida humana como valores centrales, en un sentido
amplio y dinámico, con capacidad de tomar decisiones, de administrar, organizar y dirigir
a otros individuos o grupos de personas; con capacidad de líder visionario que se
preocupa por dar una nueva forma a los conceptos salud-enfermedad y a las instituciones
de salud, de tal manera que se den en beneficio de la colectividad.

Siendo así, y para lograr estos propósitos, los profesionales no requerimos apartarnos de
los contextos tradicionales en donde llevamos a cabo la práctica ni romper con las
actividades y acciones que cotidianamente desarrollamos. Lo que requerimos es dar
congruencia a las acciones del trabajo cotidiano con los valores que sustentan la práctica
de enfermería como son la ayuda, la compasión, la confianza, la fineza con las actividades
técnicas siendo coherentes entre el ser, el pensar y el hacer como práctica compleja.

La complejidad del término cuidado

Es difícil establecer una definición pura acerca de lo que es el cuidado. La mayoría de


ideas y fundamentos que se utilizan provienen de la filosofía humanista ya que cuidar

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es una actividad humana de primer orden, condición básica enraizada en la naturaleza
humana.

Aunque el término cuidado aparece con imprecisiones conceptuales, tiene dos


aspectos esenciales: cuidar de (carefor) y tener interés en (careabout)1. Lo primero se
refiere a la actividad de proveer directamente acciones para cubrir las necesidades de
otra u otras personas y lo segundo es el deseo y la motivación por el bienestar del otro.
Tronto (1994) asume que el cuidado puede ser organizado en tres esferas: el
hogar/comunidad, el mercado y la burocracia y diferencia cuatro fases: careabout,
takingcare of, caregiving y carereceiving y con ellos ability factors (factores de
capacidad) como el tiempo, los recursos materiales, el conocimiento y las aptitudes, con
lo cual evidencian lo complejo que se vuelve el cuidado en la realidad social.

En opinión de Reich (1996), Kierkegaard y Heidegger fueron pioneros en abordar el


cuidado desde una concepción filosófica. En primer lugar, Kierkegaard de una manera
embrionaria introdujo el concepto del cuidado o preocupación, al mismo tiempo que
justificó y clarificó que el cuidar es un elemento central para la comprensión de la vida
humana y la llave de su autenticidad. En su planteamiento, las nociones de
preocupación, interés y cuidar sirven para contrarrestar lo que el propio autor considera
como excesiva objetividad de la filosofía y teología; por ello concibió el cuidar o
preocupación como una manera individual, subjetiva y psicológica que recupera el
sentido y significado individual de la existencia humana. Además, a través del concepto
de preocupación expresa la naturaleza del ser humano y sus elecciones morales, ya que
éstos tienen un gran interés o inquietud en la existencia. Finalmente, señala que el
cuidar de alguien no siempre es un arte amable.

Por su parte, Heidegger empleó el término cuidar en un nivel abstracto y ontológico


para describir y comprender la estructura básica del yo humano. En su argumentación,
el cuidar es imprescindible pues le otorga un significado moral a la existencia dado que
le subyace una base ética. Es decir, descansa en una postura ética y estética frente al
mundo. Se trata de un compromiso con el estar-en-el-mundo, no como lugar
geográfico, sino como el conjunto de las relaciones que permiten producir y reproducir
vida. Esto implica que la condición humana es estar en el mundo con los otros, llenos
de cuidados y abiertos a la muerte para contribuir con el bienestar general en la
preservación de la naturaleza, en la promoción de las potencialidades, de la dignidad
humana y de la espiritualidad; contribuir en la construcción de la historia, del
conocimiento y de la vida. En definitiva, es una forma de vivir, de ser y de expresarse
(Waldow, 2009).

En este sentido, el modo de-ser-en-el-mundo se concreta en el cuidado a través de:

1
Son construcciones analíticas para clarificar la identificación realizada desde la política social e incluso desde el seno familia que
implica toda actividad asistencial, donde cuidar y dar cariño son sinónimos y se solapan, por ello se aprovechan las políticas públicas
para legitimar su escasa cobertura y la dificultad de traducción salarial del trabajo de cuidado (Tronto cit Martínez, 2010).

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Tras Kierkegaard y Heidegger, otros autores han planteado nuevas aportaciones. Es el
caso de Mayeroff (1971) propone que cuidar contribuye a comprender e integrar la
vida. Cuidar del otro (persona, idea, ideal, trabajo de arte o una comunidad) es ayudarle
a crecer y abarca animarlos y asistirlos para que puedan ser cuidados por otros. Por
tanto, cuidar es un proceso que implica dedicación, confianza, paciencia, humildad,
honestidad, conocimiento del otro, respeto, esperanza y coraje.

Noddings (2003) se basa en el cuidado natural y ético, con un punto de vista femenino
en sentido profundo, arraigado en la receptividad, la relación y la capacidad de
respuesta. El cuidado es una actividad humana de ayuda mutua, que promueve el
crecimiento, la autorrealización y tiene una dimensión ética y moral. Desde esta
postura/planteamiento se contempla que el cuidado es esencial e intrínseco para el
florecimiento del ser humano. Es un compromiso a largo plazo para el bienestar del
otro por lo que debe ser establecido y mantenido como atributo deseable de las
relaciones humanas amorosas. Así lo principal del cuidado es el engrossment
(ensimismamiento) con el otro que engloba una atención receptiva con dos
características esenciales: compasión o entrega (preocupación y responsabilidad por
los intereses ajenos) y desplazamiento motivacional (identificación análoga a la empatía:
sentido real de las necesidades o sentimientos ajenos como propios).

En el caso de Boff (2002), parte de que el ser humano tiene tres dimensiones de existir:

MATERIAL Y TERRENAL. “Ser tierra”: Ser humano constituido biológicamente por


elementos que forman parte de la Tierra, fruto de un proceso evolutivo de todo
el universo. Esto se refleja en el sentimiento de formar parte de una compleja
comunidad formada, no solo por otros seres humanos, sino también por el resto
de animales y seres vivos.

ESPIRITUAL Y CELESTIAL. “Trascendencia”: Deseo de ir más allá de los propios


límites. Se manifiesta en el impulso constante por abrir nuevos horizontes, por
acaparar todo lo que está al alcance y continuar su camino.

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Y el equilibrio entre estas dos dimensiones para llegar a la tercera:

UTÓPICA. “Existencia personal y colectiva”: Forma en la que se concilian las dos


dimensiones anteriores, ya que el deseo constante de abrirse a nuevas
perspectivas se concreta en mejores modos posibles de convivencia.

Para que la dimensión utópica cobre sentido, los humanos debemos considerarnos
seres para el cuidado. Un cuidado que el propio Boff define como una actitud
fundamental, un modo-de-ser mediante el cual la persona sale de sí y se centra en el
otro con desvelo y solicitud. Se trata, por tanto, de una actitud que trasciende
necesariamente el yo y convierte al otro en el centro de preguntas y preocupaciones.
Así propone al cuidado como actitud fundamental hacia sí mismo y hacia el mundo ya
que supone una responsabilidad y un compromiso afectivo con el otro.

Siguiendo a Boff, existen dos maneras en que las personas interactuamos en el mundo:
mediante el trabajo y mediante el cuidado, de las que surge todo el proceso de
construcción de la realidad humana. El trabajo es la forma en la que el ser humano se
relaciona con los otros e interviene en la naturaleza y el cuidado implica la convivencia
con lo que nos rodea estableciendo vínculos objeto-sujeto y sujeto-sujeto que hacen
posible el surgimiento de la alteridad, el respeto o la reciprocidad.

Estos lazos afectivos consiguen que personas y situaciones seamos portadoras de valor.
Y solo cuando esto ocurre, si nos sentimos responsables de ellas, a partir de lo cual
somos capaces de dedicarles cuidado.

Por tanto, en la noción de cuidado de Boff, se consideran los siguientes elementos:

1. El amor como fenómeno biológico: Toma la forma de proyecto de libertad que


acoge conscientemente al otro convirtiéndose en el más alto valor de la vida. De
aquí surge el amor ampliado que es la socialización. El amor, por tanto, es el
sentimiento de afecto y de pertenencia a un mismo destino y a un mismo camino
histórico.

2. Alcanzar la justa medida: Reconocimiento realista, de la aceptación humilde y de


la óptima utilización de los límites, confiriendo sostenibilidad a todos los
fenómenos y procesos, a la Tierra, a las sociedades y a las personas. Supone volver
a sentirse parte de la Tierra.

3. La ternura vital: Afecto que se brinda a las personas y el cuidado que se aplica a las
situaciones existenciales; se manifiesta como inteligencia que intuye, que ve hasta
lo profundo y establece comunión; es el cuidado sin obsesión, Espíritu de
delicadeza, de sensibilidad y de cuidado.

4. La caricia esencial: Exige total altruismo, respeto por el otro y renuncia a cualquier
otra intención que no sea la de la experiencia de querer y amar.

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5. La amabilidad fundamental: Capacidad del ser humano por captar el valor
intrínseco de las cosas, volviéndolas así significativas y susceptibles de cuidado, al
tiempo que enriquecen y transforman.

6. La convivencialidad: Supone la capacidad de mantener el equilibrio entre la


sociedad y la naturaleza, reforzando el sentido de pertenencia a ésta, adoptando
actitudes de autolimitación, garantizando el atender las necesidades humanas y
conviviendo en el respeto con el resto de seres vivos.

7. La compasión radical: Capacidad de compartir la pasión del otro y con el otro. Se


trata de salir del propio círculo y entrar en la galaxia del otro en cuanto otro, para
sufrir con él, alegrarse con él, caminar junto a él y construir la vida en sinergia con
él. Supone rechazo a toda violencia y atender primero al que más sufre.

En el caso de Tronto (1994), define al cuidado como actividad genérica que no se limita
a la interacción humana con los demás, sino que incluye todo lo que podamos hacer
para mantener, perpetuar y reparar el mundo de forma tal que vivamos en él lo mejor
posible, intentando entretejer la compleja red de la vida. Desde este posicionamiento,
el cuidado tiene dos dimensiones entrelazadas: una práctica y una disposición donde,
además, se distinguen cuatro fases analíticamente separadas pero interconectadas
entre sí:

Reconocimiento de una necesidad (caring about): Cuidar supone el reconocimiento


de una necesidad y la toma de conciencia, la importancia que esta necesidad sea
satisfecha. En este sentido, preocuparse es básico y viene definido tanto individual
como culturalmente.

Responsabilización (taking care of): Mientras que cuidar es asumir la responsabilidad


para la satisfacción de la necesidad reconocida de otra persona y decidir cómo dar
respuesta a ello, responsabilizarse implica el reconocimiento de la posibilidad de
satisfacerla.

Prestación de los trabajos de cuidado (care giving): Cuidar implica la satisfacción de


las necesidades de cuidado y supone ejercer un trabajo físico, que casi siempre
requiere que el cuidador entre en contacto con los objetos a los que se dirige dicho
cuidado. Este trabajo supone la posesión de unas determinadas competencias por
parte de quien lo ejerce.

Recepción de los trabajos de cuidado (care receiving): El objeto de cuidado


responde a las atenciones que le dispensan, siendo su capacidad de respuesta la
única forma de saber si, en realidad, las necesidades han sido satisfechas
correctamente.

Martin (2008) menciona que la noción de care esconde diferentes niveles: individual,
relacional, colectivo e institucional. Este concepto se puede comprender en términos
de relación, de actores, de prácticas y de dispositivos. El care representa a la vez una
dimensión privada (en el sentido de la vida privada/doméstica o mejor aún, de la vida
íntima) y una dimensión pública. Es al mismo tiempo un deseo y una responsabilidad,
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que toma las formas de prácticas remuneradas o no y que puede ser dispensado de
manera informal o formal.

El cuidado es a la vez una práctica o un complejo de prácticas y un valor o conjunto de


valores. Como práctica muestra cómo responder a las necesidades y por qué se tiene
que hacer. Construye confianza, preocupación mutua y vínculos entre las personas. A
su vez, comporta atributos y criterios que pueden identificarse, recomendarse y además
mejorarse continuamente a medida que las atenciones de cuidado adecuadas se
acercan cada vez más al buen cuidado. Las prácticas de cuidado tendrían que expresar
las relaciones que hacen que las personas nos acerquemos a formas cada vez más
satisfactorias desde el punto de vista moral y al mismo tiempo, tendríamos que
transformar gradualmente a las personas en seres cada vez más admirables desde el
punto de vista moral.

El valor del cuidado reside en que tanto las personas como las actitudes de cuidado
deben ser apreciadas. Esta valoración puede variar en función de cómo nos
interrelacionamos en torno a una constelación de consideraciones morales asociadas a
atenciones de cuidado o ausencia de éstas. Veamos cómo se expresan diversos autores
al cuidado.

El cuidado tiene muchos aspectos invisibles e intangibles. En todo momento, es el


resultado de muchos actos pequeños y sutiles, conscientes o inconscientes en la vida
cotidiana que no se pueden considerar que sean completamente naturales o sin
esfuerzo, ya que implican sentimientos, acciones, conocimiento y tiempo (Russell,
2008). De hecho, más que un acto, es una actitud, es un modo de ser y, como tal, llena
toda la existencia humana; se expresa en determinados momentos y se hace particular
a través de comportamientos concretos. Además, significa también desvelo, solicitud,
diligencia, celo, atención, delicadeza (Boff, 2002) y fineza.

El cuidado supone diálogo y construcción de significados compartidos, pero sobre


todo respeto; es una relación que compromete el yo para con el otro y con el todo o
cosmos. Se caracteriza por su no linealidad y es un proceso energético en movimiento;
es dialéctico pues, así como existe el cuidado, existe el no cuidado o descuido, es decir,
es luz y oscuridad (Waldow y Figueiró, 2008).

Cuando se denomina al cuidado como una relación dialógica yo-tu, no es instrumental;


su sentido radica en sí mismo; supone el encuentro entre personas en una relación
intersubjetiva que ocurre en un tiempo y espacio y con una finalidad determinada. Los
encuentros entre persona que cuida y persona cuidada son experiencias que actúan
como catalizadores para la elaboración y reconstrucción de la historia humana
(Patterson y Zderad, 1990).

Mientras que cuidar es una actitud que se manifiesta a través de la compasión, la


competencia, la conciencia, la confianza y el compromiso con su contraparte, el no
cuidado o descuido puede ser fruto de la fatiga de la compasión (Figley, 1999) que
influye de manera importante en la experiencia de cuidado.

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El cuidado en lo social ha tendido a permanecer oculto, poco reconocido y con escaso
prestigio. Cuidar plantea la paradoja de que su presencia se hace patente cuando está
ausente, es decir, lo que se nota es la falta o carencia (De la Cuesta, 1998). Por ello,
como actividad invisible e intangible se le llama trabajo de amor, trabajo sentimental,
trabajo de esperanza, de quehacer emocional y de creación de contextos (Graham,
1984); reconocerlo contribuye a que sea, precisamente, visibilizado y materializado. Una
característica del trabajo invisible es que consume tiempo y produce desgaste tanto
físico como emocional en quien lo ofrece.

En este caso, cuidar es, además, voluntad y gesto de dar de sí para los otros, más allá
de las cosas o de las acciones. El cuidado es dado en momento oportuno, es acompañar
al otro como un legítimo otro para alcanzar la concretitud de su dignidad humana para
identificarse con sus espacios de vida, con la tierra y con toda la vida que pueda existir
en ella (Bustamante, 2002).

El cuidado, al ser un proceso, se desarrollan las capacidades necesarias para nutrir las
relaciones humanas pues se basa en la preocupación por el otro y en responder a las
necesidades legítimas de los demás. Preocuparse por otro es una experiencia que
pertenece a todo ser humano, especialmente, a aquéllos que están en la posición de
cuidar y educar a otros. Cuando se cuida, se considera el punto de vista del otro, sus
necesidades objetivas y lo que él espera. La atención y la entrega mental están puestas
en quien es cuidado. Las razones para actuar entonces tienen que ver tanto con lo que
el otro quiere y desea, como con los elementos objetivos de su situación problemática
(Noddings, 2003). Lo destacable es que, al cuidar, el que cuida conecta con el que es
cuidado.

El cuidado en otro sentido puede ser provisto de manera informal-remunerado (dado


por cuidadores domésticos), formal-remunerado (dado por los profesionales) e
informal-no remunerado (ofrecido por la familia) cuyos límites son tenues, difusos,
borrosos y posiblemente se traslapen. Las maneras en cómo se ofrecen son
consecuencia de elecciones, ya sean políticas, valoraciones culturales compartidas o
por el género de quienes ofrecen el cuidado (particularmente las mujeres). Sin
embargo, el carácter privado de los cuidados ha sido la base para la exclusión de las
mujeres y de los derechos ciudadanos porque no se reconocen su importancia y las
responsabilidades domésticas para la sociedad.

El cuidado formal-remunerado lo proporcionan diversos profesionales. En especial, las


enfermeras han convenido que el cuidado es su objeto de estudio, enriqueciendo el
concepto teórico, las dimensiones, la implementación en la práctica profesional, las
dificultades y limitaciones para su desarrollo y explorando y profundizando en el
cuidado en sí. En la actualidad, llevan a cabo una práctica basada preponderantemente
en intervenciones terapéuticas, pero sin reforzar teóricamente el cuidado como rasgo
humano, imperativo moral, interacción personal o afecto tal como lo maneja Boff o
Waldow, lo cual tiene implicaciones en la formación, asistencia, gestión e investigación.
Aunque existen disonancias en el cuidado por sus múltiples acepciones y encrucijadas
en la práctica profesional de enfermería debido a la diversidad de modalidades que
existen, hay que destacar que se están buscando planteamientos innovadores y

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económicos de cuidado para la salud en todo el mundo, donde las enfermeras con
conocimientos y capacidades sean, precisamente, las líderes del cambio.

¿Qué es el cuidado?

Cuidar es una actividad que tiene muchos aspectos invisibles e intangibles. Cuidar más
que un acto, es una actitud, es un modo de ser y como tal, llena toda la existencia humana;
se expresa en determinados momentos y se hace particular a través de comportamientos
concretos.

El cuidado es el resultado del acto o de los actos de cuidar los cuales se dirigen a uno
mismo (autocuidado-me cuido), al otro (te cuido) y a la colectividad (nos cuidamos) como
actividad humana de ayuda mutua, de compromiso del yo para con el otro, que promueve
el crecimiento, la autorrealización y tiene una dimensión ética y moral. La relación de
cuidado supone el encuentro entre personas de forma intersubjetiva en un tiempo y
espacio y con una finalidad determinada. Es dialógica, no instrumental. Se caracteriza por
su no linealidad, es un proceso energético, es dialéctico, es luz y oscuridad.

El cuidado en estricto sentido es interés y preocupación por el otro, es ayudarle a crecer,


a animarlo y asistirlo para que pueda ser cuidado y se expresa por palabras y cursos de
acciones tendientes a protegerlo y a proporcionarle bienestar.

El cuidado como actitud es un proceso complejo e integral donde la persona sale de sí


y se centra en el otro con compromiso para su bienestar con desvelo, solicitud,
dedicación, confianza, paciencia, humildad, honestidad, conocimiento, respeto,
esperanza y coraje por lo que debe ser establecido y mantenido como atributo deseable
de las relaciones humanas amorosas para construir significados compartidos.

Cuando me refiero al cuidado que caracteriza a enfermería, enfatizo que debe ser una
experiencia vivida, comunicada intencionalmente, en una presencia auténtica a través de
una interrelación persona a persona, la cual es vivida en el momento. Roach (1993)
categoriza el cuidado en cinco “C”:

Relación vivida en solidaridad con la condición humana; comparte alegrías,


tristezas, dolores y realizaciones. Abarca un simple y no pretensioso modo de
COMPASIÓN estar presente, permanecer unos con otros; agrega la necesidad de enfatizar el
ingrediente humanizador, es decir, la compasión en el mundo cada vez más frío
e impersonal de la ciencia y la tecnología.

Estado de tener el conocimiento, el juicio, la habilidad, la energía, la experiencia


y la motivación necesarios para responder a las demandas de las
COMPETENCIA responsabilidades profesionales. La competencia sin compasión es brutal e
inhumana; la compasión sin competencia es una intrusión inexpresiva, muchas
veces perjudicial.

Es el estado de conocimiento moral. Cuidar es per se un valor que abarca la


CONCIENCIA afectividad espiritual por lo que tenemos que traerlo al plano intencional,
deliberado, significativo y racional.

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Cualidad de promover aquellas relaciones en las que se sienten seguras las
CONFIANZA
personas. Seguridad y confianza es igual a respeto.

Es una respuesta afectiva compleja donde convergen deseos y obligaciones los


COMPROMISO
cuales debe haber concordancia con ambos.

Por su parte Halldorsdottir (1991) describe cinco modos en que se produce el cuidado y
el no cuidado (descuido) que influyen de manera importante en la experiencia del ser
enfermera pues se sabe que las experiencias negativas que significa el descuido son más
recordadas por las personas:

Una persona despersonaliza a la otra, destruye su alegría de vivir y aumenta su


vulnerabilidad. Causa sufrimiento, depresión y se transfiere energía negativa.
Forma severa de indiferencia, forma inhumana. Se manifiesta situaciones de
BIOCIDIO
dependencia y carencia, sentimientos de impotencia, de pérdida y de ser
(vida-destrucción)
traicionados por aquellos que se creía, iban a cuidarlo. En el extremo, causa
sentimientos de alienación y pérdida de la identidad, se siente devaluado y su
vulnerabilidad aumenta.

Se afecta a la persona a través de la represión, interferencia o desorden de la


BIOESTATICO energía. Implica insensibilidad o indiferencia provocando aislamiento y
(vida-represa) ansiedad. Hay imposición de la voluntad, dominación y control. Las personas
perciben que no importan y que son un fastidio por lo que no piden ayuda.

Ocurre cuando no existe interés en el otro y no se provoca ningún efecto en la


energía vital del otro. Hay falta de iniciativa y la persona percibe algo
BIOPASIVO
destructivo. Se crea sentimiento de soledad, de ausencia, de contacto. Hay
(vida-neutralización)
una visible desatención porque la enfermera está ocupada en su rutina y
tareas. No existe compromiso para cuidar.

Abarca la benevolencia, disposición, atención genuina, preocupación,


consideración y afecto. Las actitudes de animar, confortar, aliento, consuelo y
sostén son importantes. Perciben a la enfermera habilidosa, conocedora de
BIOACTIVO
sus tareas y comprometida en dispensar cuidados personales, sabiendo
(vida-sustentación)
defender la dignidad e integridad de las personas. La competencia y la
humanidad están ligadas al cuidado. Esta actitud es la que se denomina
CUIDADO PROFESIONAL DE ENFERMERÍA

Se promueve sentimientos de confianza y de relación enfermera-persona


(relación terapéutica). La apertura y transferencia de energía positiva
predominan y afectan al otro de modo profundo. Este es el CUIDADO
BIOGÉNICO BASADO EN EL AMOR RESTAURADOR que permite la expresión de la
(vida-donación) conciencia, desarrollando la libertad espiritual. Existe el respeto por el ser, se
reafirma su dignidad. Los encuentros de cuidado en que existe una relación
de proximidad, confianza y aceptación se produce crecimiento, esperanza y
amor.

¿Cuál de estos modelos practicamos? ¿cuál se permite y en ocasiones se promueve con


mayor énfasis en los servicios de salud? Para los profesionales de enfermería es obvio que
realizan labores y actividades de gran importancia para el bienestar de las personas y para
el desarrollo de los servicios de salud, pero tienden a pasar inadvertidos por las

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características antes mencionadas. Así, a la actividad preponderante que realizamos las
enfermeras, el cuidado, se le ha denominado de diversas formas y se ha constituido como
una actividad invisible e intangible, por lo que se le llama: trabajo de amor, trabajo
sentimental, trabajo de esperanza, de quehacer emocional y en el campo de la atención
primaria, de creación de contextos (De la Cuesta, 1998) reconocerlos puede contribuir a
que durante el ejercicio profesional sean precisamente visibilizados, materializados. Las
formas de trabajos invisibles mencionados anteriormente, tienen en común que
consumen tiempo y producen desgaste físico y emocional en los profesionales.

Tal como lo considera Collière (1993) entender la actividad profesional de enfermería


como los cuidados de enfermería se convierte en un tema de carácter universal y
multidimensional, aunque se singularice en cada cultura; es un tema en el que se
entrecruzan saberes, poderes y decisiones, puede ser asociado a la aplicación técnica y
es implícito porque se relaciona con hábitos de vida, creencias y valores.

Leininger (1991) por su parte, cuando realizó los primeros intentos por sistematizar y
clarificar conceptualmente la noción de cuidado, describió tres tipos: cuidados genéricos,
cuidados profesionales y cuidados profesionales de enfermería. Diferenciar estos tipos de
cuidado puede contribuir a facilitar la comprensión de que los cuidados enfermeros como
actividades claramente diferentes de los cuidados familiares (genéricos) o de los cuidados
que ofrecen otros profesionales de la salud (profesionales). Los cuidados profesionales
de enfermería deben ser acciones intencionadas, fundamentadas en un cuerpo de
saberes que se enseñan y se aprenden a través de una formación académica-profesional
además de formar el espíritu profesional para ofrecer atención a los otros.

Por otro lado, Watson (1992) nos dice que el fundamento filosófico del cuidado está
constituido por acciones transpersonales e intersubjetivas y todo ello radica en la forma
particular en que la persona cuidada y la enfermera construyen una relación dialéctica
compartiendo lo que denomina un campo fenoménico o ámbito donde dos personas se
hacen presentes con su singularidad y su biografía y crean una experiencia compartida que
llegará a formar parte de la historia de vida de ambos y que influirá en el futuro
(Medina,1999).

En palabras de Watson es fascinante recordar que el cuidado humano en enfermería, no


es sólo una emoción, un interés, una actitud o un deseo benevolente). Se busca: proteger,
mejorar y preservar su humanidad ayudando a la persona a encontrar un significado a la
enfermedad, al sufrimiento, al dolor y a la existencia y ayudarla a adquirir autocontrol,
autoconocimiento y autocuración. La atención lleva consigo una respuesta personal. La
atención incluye valores, un deseo y una promesa de cuidar, conocimientos, acciones de
atención y consecuencias. Todo lo del cuidado humano está relacionado con las
respuestas humanas intersubjetivas a las condiciones y al conocimiento de salud-
enfermedad; interacciones de la persona-entorno, conocimiento del proceso de
enfermería; autoconocimiento y al conocimiento del poder de uno mismo y sus
limitaciones (Watson, 1992).

Cuidado de enfermería significa entonces encargarse de proveer bienestar integral a la


persona, proteger y mantener la salud, respetar los sentimientos y los derechos de la

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persona que se cuida. Por todo lo anterior, cuidar es un fenómeno social y cultural, una
ciencia social y humana que necesita preparación y conocimiento y sobre todo
experiencia de trabajo de campo. Para cuidar hay que desarrollar el esmero de cuidar a
los otros; cuando se aprende a cuidar, a respetar y a reconocer a los otros seres humanos
insertos en cada cultura incluyendo la propia, se genera una relación terapéutica en la que
la persona cuidada y el cuidador salen beneficiados tal como lo expresa Medina.

¿Por qué el cuidado es una práctica compleja?

En la práctica profesional nos hemos movido, tal vez por el tipo de enseñanza, tal vez por
modelación en la práctica institucional, en el paradigma de la simplicidad donde la
naturaleza es estática, las verdades son inamovibles y la racionalidad técnica (modelo
hegemónico impuesto por el sector salud) son el común denominador y no en el cuidado
a la salud y a la vida de las personas. El cuidado como se ha expuesto anteriormente, es
un fenómeno social y cultural; aplicarlo en la realidad es complejo, porque es
multidimensional, construido a partir de innumerables relaciones entre personas,
prácticas, instituciones y saberes; además es abierto, no lineal, dialéctico, dual al tiempo,
unitario y antagónico a la vez complementario, es decir, ordenado y desordenado, en una
palabra, complejo (Vilar, 1997) y es imposible estandarizarlo.

El tipo de práctica profesional -simplista y reduccionista-, que se privilegia en los servicios


de salud, nos cuestiona la finalidad del acto del cuidado y nos impide comprender los
objetivos, las políticas y los métodos intrínsecamente unidos de la profesión. Al cuidado
lo hemos entendido como un medio instrumental para lograr los objetivos del sector
salud y no como la manifestación de los valores que nos otorga el carácter de
profesionales del cuidado.

Cuando hablamos de bienestar físico o psíquico, autocuidado, independencia,


autonomía o apoyo social y los tomamos como finalidades del proceso de enfermería, nos
referimos a la serie de criterios reguladores para justificar el valor práctico de nuestras
acciones. Por ejemplo, cuando nuestro objetivo es que la persona logre su autonomía lo
más pronto posible, formulamos una serie de principios de procedimiento que sirven para
identificar que medios son admisibles y cuáles no, es decir, comprendemos la importancia
de incorporar los intereses, motivaciones y contextos de la persona para que logre dicha
autonomía. Somos conscientes de que una transmisión unidireccional acerca de dietas o
estilo de vida no sería el medio adecuado por más que la información sea acertada.

Esta técnica informativa es inadmisible para conseguir su autonomía porque la persona


no es protagonista de su salud y porque nosotros olvidamos que una obediencia absoluta
-respecto a los consejos e indicaciones de salud-, le impide adquirir ciertas nociones del
por qué de su comportamiento y de cómo se produce un proceso de salud, sobre todo
el suyo. En todo caso lo acompañamos a la dependencia y al alejamiento de la autonomía.

¿En dónde está realmente el meollo del asunto de la complejidad de la práctica? En que
el acto de cuidado ocurre mediante un proceso de comunicación. Lo especial de la
interacción humana que el cuidado supone, es el proceso de comunicación donde
interviene deseos, intereses, motivaciones, expectativas e interpretaciones tanto de la

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enfermera como de la persona cuidada. Entonces, el proceso de cuidado, es un espacio
social de comunicación e intercambio dinámico, un sistema vivo donde sus elementos se
definen en función del intercambio y el sistema se configura como consecuencia de la
participación activa, y en parte autónoma, de los elementos que participan en la
comunicación. La adecuación de las decisiones y planes de acción seleccionados
(intervenciones o cuidados) se determinan por los significados que les otorguen los
participantes.

La práctica entonces, tiene lugar en espacios comunicativos en los que las


interpretaciones son múltiples y a menudo conflictivas, donde existen diversas
orientaciones y expectativas de valor, saturados de indeterminación y ambigüedad. Esta
variabilidad constante no se puede eliminar con la aplicación de reglas o prescripciones
estables que en muchas ocasiones nos ofrece la racionalidad técnica (tal como los planes
de cuidado). Y por supuesto, no desdeño la utilidad de un plan para ofrecer el cuidado,
sino que alerto, debemos ser precavidos porque en la práctica podemos caer en la
trivialidad, en la rutina y a veces en la redundancia sin ayudar a resolver los problemas de
salud de las personas, limitándonos a actuar de manera superficial en el flujo de los
acontecimientos.

También el contexto en donde realizamos la práctica influye en la indeterminación y


ambigüedad de las acciones que llevamos a cabo. No es lo mismo tomar decisiones y
actuar en servicios de enfermería altamente especializados como una terapia intensiva (la
persona puede estar inconsciente y la enfermera decide las acciones de cuidado) a
comunidad abierta (donde las personas detentan el mismo poder que las ofrecidas por
las enfermeras para proporcionarse el cuidado). Por ello, la práctica profesional posee
elevado nivel de incertidumbre, ambigüedad y apertura regulada por una normatividad
ética y desarrollada a través de procesos deliberativos (juicios) de comprensión de los
participantes. Además, la complejidad de la práctica aumenta porque tiene un altísimo
nivel de acciones éticas y políticas.

Debemos entonces estar atentos a que una práctica desde la lógica de la simplicidad nos
conduce al debilitamiento y negación del pensamiento complejo y a la pérdida de la
identidad profesional porque se sustituye, cuando no se elimina, todo conocimiento y
saber práctico por una serie de habilidades y reglas técnicas justificadas por el discurso y
no por su relevancia para la práctica.

¿Cómo podemos superar la simplificación de la práctica?

Sensibilizándonos sobre la base filosófica del cuidado.


Clarificando que el cuidado es una actitud, una cuestión ética no una técnica.
Que el cuidado es una relación entre seres humanos que incluye las 5C´s:
compasión, competencia, conciencia, confianza y compromiso.
Comprender que el cuidado es una práctica compleja multi e interrelacionada.
Desarrollar proyectos de cuidado utilizando elementos provenientes de campos
como la física cuántica, la biología molecular, la antropología cultural, la neurociencia

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o la ecología global (Capra, 1998) que vienen alimentando el paradigma de la
complejidad (Morin, 1984).
¿Por qué en la práctica se aborda el proceso salud-enfermedad?
Aunque el foco de enfermería sea al cuidado a la salud y a la vida, no podemos disociarlo
del proceso salud-enfermedad que, como proceso social, nos acompaña en nuestra
práctica profesional. Reconocemos que estos conceptos son interdependientes, los
cuales, en un ritmo dialéctico, tienden a aproximarnos o alejarnos ya sea de la salud, ya
sea de la enfermedad según nos ubiquemos en los servicios del sistema de salud.

Los modelos explicativos de salud/enfermedad han sido construidos y reconstruidos en


cada época de acuerdo a la dinámica de la sociedad y nos orientan como movernos en el
cuidado. Se clasifican en:

a) simples
Según sus componentes
b) complejos

Según los factores a) endógenos


participantes b) exógenos

a) Causa única (unicausales)


Según la causalidad
b) Causas concurrentes (multicausales)

Entonces tenemos que cada grupo social:

Nace, enferma y sana de un modo particular (cosmovisión)

Utiliza estrategias individuales o colectivas para resolver sus padecimientos


coherentes a su concepción de la salud y la enfermedad

Las posibilidades de resolver la salud y la enfermedad están atravesadas y


condicionadas por las posibilidades socio-económicas y culturales de cada grupo
social

Por lo tanto, aunque el sistema de salud proponga un modelo para atender la salud-
enfermedad, es difícil para todos (población y trabajadores del sector salud) ofrecer los
servicios de la misma forma. Tenemos que pensar también que los cambios político-
económicos generan modificaciones en las condiciones de salud o enfermedad y con ello
se reorientan también las formas de intervención lo que nos vuelve a traer a colación el
paradigma de la complejidad.

Ahora bien, ¿qué significa que tengamos un modelo de atención a la salud? Recordemos
que enfermería es una práctica social y profesional remunerada por lo que necesitamos
marcos jurídicos que nos ayuden a realizar nuestro trabajo. Sin embargo, pensemos que,
si estamos de acuerdo con que debemos ejercer el cuidado, más que requerir un modelo

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o estrategia laboral, debemos cultivar una actitud profesional que nos ubique como
profesionales del cuidado. Puesto que:

El cuidado ha sido y es el componente más ignorado de la ayuda científica y


humanista.

El cuidado aun estando presente en el discurso de enfermería, no lo consideramos


en los escenarios de práctica como elemento central y fundamental de la enfermera,
particularmente en el ámbito comunitario.

Con la creciente sociedad industrializada y su tecnologización trae aparejado, como


consecuencia, el triunfo de la razón instrumental sobre la prestación de cuidados a
la salud y a la vida, lo que conduce a disolver de manera intangible la práctica
ancestral del cuidado.

Las enfermeras y las estudiantes de enfermería construimos esta noción a partir de


reflexionar como el cuidado subyace en la práctica cotidiana, lo que significa
interactuar en ese proceso interpersonal que en mejor de los casos lo reconocemos
como parte de la naturaleza del trabajo profesional (Guillén, 2003).

En este sentido, pensar en la actualidad en las concepciones de salud-enfermedad-


cuidado, es comprender que las estrategias para garantizar las condiciones de salud es
un proceso complejo, en el cual se mezclan las realidades del contexto social, las
necesidades del equipo, de las personas que requieren cuidado, de la política pública,
de la educación, de la investigación y la gestión de los servicios, entre otros. Por lo tanto,
necesitamos comprender el proceso salud-enfermedad, el modelo de salud que priva en
la sociedad, la legislación que nos ofrece el marco jurídico de actuación (los
determinantes de la salud), pero más que todo, debemos promover ese conjunto de
expresiones humanas que nos da el sello profesional, visibiliza nuestra filosofía, la
organización del trabajo y nos ofrece la oportunidad de marcar la diferencia en la vida de
las personas: el arte de enfermería.

CUESTIONES PARA DISCUTIR

1. Anota un ejemplo de lo que haces o pudieras hacer en la práctica profesional


respecto a la compasión, la competencia, la conciencia, la confianza y el
compromiso.

2. Anota un ejemplo de lo que haces o pudieras hacer en la práctica profesional


respecto a cada uno de los modos en que se produce el cuidado y el no cuidado
(descuido): biocidio, bioestático, biopasivo, bioactivo y biogénico.

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