Las Disonancias Del Cuidado
Las Disonancias Del Cuidado
Las Disonancias Del Cuidado
Antes de comenzar
De tal forma, las enfermeras requerimos retomar el cuidado a la salud y a la vida como las
más altas manifestaciones del espíritu humano. Definición que le otorga en mi concepto,
una amplia connotación social, un alto grado de compromiso con el proceso dinámico
salud-enfermedad y, sobre todo una gran trascendencia con el ser humano, razón de ser
de nuestra profesión.
Siendo así, y para lograr estos propósitos, los profesionales no requerimos apartarnos de
los contextos tradicionales en donde llevamos a cabo la práctica ni romper con las
actividades y acciones que cotidianamente desarrollamos. Lo que requerimos es dar
congruencia a las acciones del trabajo cotidiano con los valores que sustentan la práctica
de enfermería como son la ayuda, la compasión, la confianza, la fineza con las actividades
técnicas siendo coherentes entre el ser, el pensar y el hacer como práctica compleja.
pág. 1
es una actividad humana de primer orden, condición básica enraizada en la naturaleza
humana.
1
Son construcciones analíticas para clarificar la identificación realizada desde la política social e incluso desde el seno familia que
implica toda actividad asistencial, donde cuidar y dar cariño son sinónimos y se solapan, por ello se aprovechan las políticas públicas
para legitimar su escasa cobertura y la dificultad de traducción salarial del trabajo de cuidado (Tronto cit Martínez, 2010).
pág. 2
Tras Kierkegaard y Heidegger, otros autores han planteado nuevas aportaciones. Es el
caso de Mayeroff (1971) propone que cuidar contribuye a comprender e integrar la
vida. Cuidar del otro (persona, idea, ideal, trabajo de arte o una comunidad) es ayudarle
a crecer y abarca animarlos y asistirlos para que puedan ser cuidados por otros. Por
tanto, cuidar es un proceso que implica dedicación, confianza, paciencia, humildad,
honestidad, conocimiento del otro, respeto, esperanza y coraje.
Noddings (2003) se basa en el cuidado natural y ético, con un punto de vista femenino
en sentido profundo, arraigado en la receptividad, la relación y la capacidad de
respuesta. El cuidado es una actividad humana de ayuda mutua, que promueve el
crecimiento, la autorrealización y tiene una dimensión ética y moral. Desde esta
postura/planteamiento se contempla que el cuidado es esencial e intrínseco para el
florecimiento del ser humano. Es un compromiso a largo plazo para el bienestar del
otro por lo que debe ser establecido y mantenido como atributo deseable de las
relaciones humanas amorosas. Así lo principal del cuidado es el engrossment
(ensimismamiento) con el otro que engloba una atención receptiva con dos
características esenciales: compasión o entrega (preocupación y responsabilidad por
los intereses ajenos) y desplazamiento motivacional (identificación análoga a la empatía:
sentido real de las necesidades o sentimientos ajenos como propios).
En el caso de Boff (2002), parte de que el ser humano tiene tres dimensiones de existir:
pág. 3
Y el equilibrio entre estas dos dimensiones para llegar a la tercera:
Para que la dimensión utópica cobre sentido, los humanos debemos considerarnos
seres para el cuidado. Un cuidado que el propio Boff define como una actitud
fundamental, un modo-de-ser mediante el cual la persona sale de sí y se centra en el
otro con desvelo y solicitud. Se trata, por tanto, de una actitud que trasciende
necesariamente el yo y convierte al otro en el centro de preguntas y preocupaciones.
Así propone al cuidado como actitud fundamental hacia sí mismo y hacia el mundo ya
que supone una responsabilidad y un compromiso afectivo con el otro.
Siguiendo a Boff, existen dos maneras en que las personas interactuamos en el mundo:
mediante el trabajo y mediante el cuidado, de las que surge todo el proceso de
construcción de la realidad humana. El trabajo es la forma en la que el ser humano se
relaciona con los otros e interviene en la naturaleza y el cuidado implica la convivencia
con lo que nos rodea estableciendo vínculos objeto-sujeto y sujeto-sujeto que hacen
posible el surgimiento de la alteridad, el respeto o la reciprocidad.
Estos lazos afectivos consiguen que personas y situaciones seamos portadoras de valor.
Y solo cuando esto ocurre, si nos sentimos responsables de ellas, a partir de lo cual
somos capaces de dedicarles cuidado.
3. La ternura vital: Afecto que se brinda a las personas y el cuidado que se aplica a las
situaciones existenciales; se manifiesta como inteligencia que intuye, que ve hasta
lo profundo y establece comunión; es el cuidado sin obsesión, Espíritu de
delicadeza, de sensibilidad y de cuidado.
4. La caricia esencial: Exige total altruismo, respeto por el otro y renuncia a cualquier
otra intención que no sea la de la experiencia de querer y amar.
pág. 4
5. La amabilidad fundamental: Capacidad del ser humano por captar el valor
intrínseco de las cosas, volviéndolas así significativas y susceptibles de cuidado, al
tiempo que enriquecen y transforman.
En el caso de Tronto (1994), define al cuidado como actividad genérica que no se limita
a la interacción humana con los demás, sino que incluye todo lo que podamos hacer
para mantener, perpetuar y reparar el mundo de forma tal que vivamos en él lo mejor
posible, intentando entretejer la compleja red de la vida. Desde este posicionamiento,
el cuidado tiene dos dimensiones entrelazadas: una práctica y una disposición donde,
además, se distinguen cuatro fases analíticamente separadas pero interconectadas
entre sí:
Martin (2008) menciona que la noción de care esconde diferentes niveles: individual,
relacional, colectivo e institucional. Este concepto se puede comprender en términos
de relación, de actores, de prácticas y de dispositivos. El care representa a la vez una
dimensión privada (en el sentido de la vida privada/doméstica o mejor aún, de la vida
íntima) y una dimensión pública. Es al mismo tiempo un deseo y una responsabilidad,
pág. 5
que toma las formas de prácticas remuneradas o no y que puede ser dispensado de
manera informal o formal.
El valor del cuidado reside en que tanto las personas como las actitudes de cuidado
deben ser apreciadas. Esta valoración puede variar en función de cómo nos
interrelacionamos en torno a una constelación de consideraciones morales asociadas a
atenciones de cuidado o ausencia de éstas. Veamos cómo se expresan diversos autores
al cuidado.
pág. 6
El cuidado en lo social ha tendido a permanecer oculto, poco reconocido y con escaso
prestigio. Cuidar plantea la paradoja de que su presencia se hace patente cuando está
ausente, es decir, lo que se nota es la falta o carencia (De la Cuesta, 1998). Por ello,
como actividad invisible e intangible se le llama trabajo de amor, trabajo sentimental,
trabajo de esperanza, de quehacer emocional y de creación de contextos (Graham,
1984); reconocerlo contribuye a que sea, precisamente, visibilizado y materializado. Una
característica del trabajo invisible es que consume tiempo y produce desgaste tanto
físico como emocional en quien lo ofrece.
En este caso, cuidar es, además, voluntad y gesto de dar de sí para los otros, más allá
de las cosas o de las acciones. El cuidado es dado en momento oportuno, es acompañar
al otro como un legítimo otro para alcanzar la concretitud de su dignidad humana para
identificarse con sus espacios de vida, con la tierra y con toda la vida que pueda existir
en ella (Bustamante, 2002).
El cuidado, al ser un proceso, se desarrollan las capacidades necesarias para nutrir las
relaciones humanas pues se basa en la preocupación por el otro y en responder a las
necesidades legítimas de los demás. Preocuparse por otro es una experiencia que
pertenece a todo ser humano, especialmente, a aquéllos que están en la posición de
cuidar y educar a otros. Cuando se cuida, se considera el punto de vista del otro, sus
necesidades objetivas y lo que él espera. La atención y la entrega mental están puestas
en quien es cuidado. Las razones para actuar entonces tienen que ver tanto con lo que
el otro quiere y desea, como con los elementos objetivos de su situación problemática
(Noddings, 2003). Lo destacable es que, al cuidar, el que cuida conecta con el que es
cuidado.
pág. 7
económicos de cuidado para la salud en todo el mundo, donde las enfermeras con
conocimientos y capacidades sean, precisamente, las líderes del cambio.
¿Qué es el cuidado?
Cuidar es una actividad que tiene muchos aspectos invisibles e intangibles. Cuidar más
que un acto, es una actitud, es un modo de ser y como tal, llena toda la existencia humana;
se expresa en determinados momentos y se hace particular a través de comportamientos
concretos.
El cuidado es el resultado del acto o de los actos de cuidar los cuales se dirigen a uno
mismo (autocuidado-me cuido), al otro (te cuido) y a la colectividad (nos cuidamos) como
actividad humana de ayuda mutua, de compromiso del yo para con el otro, que promueve
el crecimiento, la autorrealización y tiene una dimensión ética y moral. La relación de
cuidado supone el encuentro entre personas de forma intersubjetiva en un tiempo y
espacio y con una finalidad determinada. Es dialógica, no instrumental. Se caracteriza por
su no linealidad, es un proceso energético, es dialéctico, es luz y oscuridad.
Cuando me refiero al cuidado que caracteriza a enfermería, enfatizo que debe ser una
experiencia vivida, comunicada intencionalmente, en una presencia auténtica a través de
una interrelación persona a persona, la cual es vivida en el momento. Roach (1993)
categoriza el cuidado en cinco “C”:
pág. 8
Cualidad de promover aquellas relaciones en las que se sienten seguras las
CONFIANZA
personas. Seguridad y confianza es igual a respeto.
Por su parte Halldorsdottir (1991) describe cinco modos en que se produce el cuidado y
el no cuidado (descuido) que influyen de manera importante en la experiencia del ser
enfermera pues se sabe que las experiencias negativas que significa el descuido son más
recordadas por las personas:
pág. 9
características antes mencionadas. Así, a la actividad preponderante que realizamos las
enfermeras, el cuidado, se le ha denominado de diversas formas y se ha constituido como
una actividad invisible e intangible, por lo que se le llama: trabajo de amor, trabajo
sentimental, trabajo de esperanza, de quehacer emocional y en el campo de la atención
primaria, de creación de contextos (De la Cuesta, 1998) reconocerlos puede contribuir a
que durante el ejercicio profesional sean precisamente visibilizados, materializados. Las
formas de trabajos invisibles mencionados anteriormente, tienen en común que
consumen tiempo y producen desgaste físico y emocional en los profesionales.
Leininger (1991) por su parte, cuando realizó los primeros intentos por sistematizar y
clarificar conceptualmente la noción de cuidado, describió tres tipos: cuidados genéricos,
cuidados profesionales y cuidados profesionales de enfermería. Diferenciar estos tipos de
cuidado puede contribuir a facilitar la comprensión de que los cuidados enfermeros como
actividades claramente diferentes de los cuidados familiares (genéricos) o de los cuidados
que ofrecen otros profesionales de la salud (profesionales). Los cuidados profesionales
de enfermería deben ser acciones intencionadas, fundamentadas en un cuerpo de
saberes que se enseñan y se aprenden a través de una formación académica-profesional
además de formar el espíritu profesional para ofrecer atención a los otros.
Por otro lado, Watson (1992) nos dice que el fundamento filosófico del cuidado está
constituido por acciones transpersonales e intersubjetivas y todo ello radica en la forma
particular en que la persona cuidada y la enfermera construyen una relación dialéctica
compartiendo lo que denomina un campo fenoménico o ámbito donde dos personas se
hacen presentes con su singularidad y su biografía y crean una experiencia compartida que
llegará a formar parte de la historia de vida de ambos y que influirá en el futuro
(Medina,1999).
pág. 10
persona que se cuida. Por todo lo anterior, cuidar es un fenómeno social y cultural, una
ciencia social y humana que necesita preparación y conocimiento y sobre todo
experiencia de trabajo de campo. Para cuidar hay que desarrollar el esmero de cuidar a
los otros; cuando se aprende a cuidar, a respetar y a reconocer a los otros seres humanos
insertos en cada cultura incluyendo la propia, se genera una relación terapéutica en la que
la persona cuidada y el cuidador salen beneficiados tal como lo expresa Medina.
En la práctica profesional nos hemos movido, tal vez por el tipo de enseñanza, tal vez por
modelación en la práctica institucional, en el paradigma de la simplicidad donde la
naturaleza es estática, las verdades son inamovibles y la racionalidad técnica (modelo
hegemónico impuesto por el sector salud) son el común denominador y no en el cuidado
a la salud y a la vida de las personas. El cuidado como se ha expuesto anteriormente, es
un fenómeno social y cultural; aplicarlo en la realidad es complejo, porque es
multidimensional, construido a partir de innumerables relaciones entre personas,
prácticas, instituciones y saberes; además es abierto, no lineal, dialéctico, dual al tiempo,
unitario y antagónico a la vez complementario, es decir, ordenado y desordenado, en una
palabra, complejo (Vilar, 1997) y es imposible estandarizarlo.
¿En dónde está realmente el meollo del asunto de la complejidad de la práctica? En que
el acto de cuidado ocurre mediante un proceso de comunicación. Lo especial de la
interacción humana que el cuidado supone, es el proceso de comunicación donde
interviene deseos, intereses, motivaciones, expectativas e interpretaciones tanto de la
pág. 11
enfermera como de la persona cuidada. Entonces, el proceso de cuidado, es un espacio
social de comunicación e intercambio dinámico, un sistema vivo donde sus elementos se
definen en función del intercambio y el sistema se configura como consecuencia de la
participación activa, y en parte autónoma, de los elementos que participan en la
comunicación. La adecuación de las decisiones y planes de acción seleccionados
(intervenciones o cuidados) se determinan por los significados que les otorguen los
participantes.
Debemos entonces estar atentos a que una práctica desde la lógica de la simplicidad nos
conduce al debilitamiento y negación del pensamiento complejo y a la pérdida de la
identidad profesional porque se sustituye, cuando no se elimina, todo conocimiento y
saber práctico por una serie de habilidades y reglas técnicas justificadas por el discurso y
no por su relevancia para la práctica.
pág. 12
o la ecología global (Capra, 1998) que vienen alimentando el paradigma de la
complejidad (Morin, 1984).
¿Por qué en la práctica se aborda el proceso salud-enfermedad?
Aunque el foco de enfermería sea al cuidado a la salud y a la vida, no podemos disociarlo
del proceso salud-enfermedad que, como proceso social, nos acompaña en nuestra
práctica profesional. Reconocemos que estos conceptos son interdependientes, los
cuales, en un ritmo dialéctico, tienden a aproximarnos o alejarnos ya sea de la salud, ya
sea de la enfermedad según nos ubiquemos en los servicios del sistema de salud.
a) simples
Según sus componentes
b) complejos
Por lo tanto, aunque el sistema de salud proponga un modelo para atender la salud-
enfermedad, es difícil para todos (población y trabajadores del sector salud) ofrecer los
servicios de la misma forma. Tenemos que pensar también que los cambios político-
económicos generan modificaciones en las condiciones de salud o enfermedad y con ello
se reorientan también las formas de intervención lo que nos vuelve a traer a colación el
paradigma de la complejidad.
Ahora bien, ¿qué significa que tengamos un modelo de atención a la salud? Recordemos
que enfermería es una práctica social y profesional remunerada por lo que necesitamos
marcos jurídicos que nos ayuden a realizar nuestro trabajo. Sin embargo, pensemos que,
si estamos de acuerdo con que debemos ejercer el cuidado, más que requerir un modelo
pág. 13
o estrategia laboral, debemos cultivar una actitud profesional que nos ubique como
profesionales del cuidado. Puesto que:
REFERENCIAS
Boff, L. (2002). El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la Tierra. Madrid:Trotta
Bustamante, S. (2002) Concepto, sujeto, objeto y método de enfermería. Revista Peruana Enferm. investig.
desarro. Enero–diciembre 4(1-2): 2-8
Capra, F. (1998). La trama de la vida. Barcelona:Anagrama
Colliere MF (1993) Promover la vida. España:Interamericana
pág. 14
De la Cuesta, C. (1998). Contribución de la investigación a la práctica clínica de los cuidados de
enfermería. La perspectiva de la investigación cualitativa en Revista Enfermería Clínica. Vol. 8,
num. 4. España.
Figley, C. (1999). Compassion fatigue as secondary traumatic stress disorder: an overview, pp.1–20. En
Figley, C.(ed.). Compassion fatigue: coping with secondary traumatic stress disorder. New York:
Brunner/Mazel.
Graham H. (1983). Caring: a labour of Love en FINH, J. y D. GROVES (eds.), A labour of love: women, work
and caring, London, RKP: 13-30.
Guillén R. (2003) Cuidar a la familia. Sentido que tiene para las enfermeras comunitarias. Tesis de Maestría.
Facultad de Enfermería y Obstetricia, Universidad Autónoma del Estado de México. México
Halldorsdottir (1991) cit por Jarrin Olga F. (2007) An Integral Philosophy and Definition of Nursing. School
of Nursing Scholarly Works. Paper 47. Extraído el 10 de enero de 2021 desde
http://digitalcommons.uconn.edu/son_articles/47
Leininger, M. (1991). Culture care diversity and universality. A theory of nursing. New York. National League
of Nursing. No.15-2402
Martin, C. Cit. por Cerri, Chiara. y Alamillo-Martínez. Laura. (2012). La organización de los cuidados, más
allá de la dicotomía entre esfera pública y esfera privada. Gazeta de Antropología, 2012, 28 (2),
artículo 14. Extraído el 3 de enero de 2021 desde http://www.gazeta-antropologia.es/?p=4145
Mayeroff, M. (1971). On caring. New York (NY): Harper
Medina, JL (1999) La pedagogía del cuidado: saberes y prácticas en la formación universitaria de
enfermería. Barcelona:Laertes/Pedagogía
Morin, E. (1984) Ciencia con conciencia. Barcelona:Antrophos
Noddings, Nel. (2003). Caring: a feminine approach to ethics and moral education. 2a ed. Los Angeles
Cal: University of California
Noddings, Nel. (2003). O cuidado: uma abordagem feminina à ética e à educação moral. São Leopoldo:
Unisinos.
Patterson, J. y Zderad, L. (1990). Enfermería humanística. México: Limusa
Reich W. T. (1996). History of the notion of care. En Warren, Reich. (ed). Encyclopedia of Bioethics, 2ª ed.
Vol. 1. New York: Simon&Shuste/MacMillan. pp. 319-331
Roach, S. (1987) The human Act of Caring: A blueprint for the health professions. Otawa:Canadian Hospital
Association.
Rusell, A. (2008). La mercantilización de la vida íntima. Apuntes de la casa y el trabajo. Serie Conocimiento.
España: Katz Editores.
Tronto, J. (1994) For an ethic of care in Moral boundaries. A political argument for an ethic of care. Great
Britain: Routledge, Chapman and Hall, Inc. p105-109
Tronto, J. (2005, 2009, 2010). Cit. por Martínez, Raquel. (2010). Bienestar y cuidados: el oficio del cariño.
Mujeres inmigrantes y mayores nativos. [Tesis Doctoral] España:Consejo Superior de
Investigaciones Científicas. Extraído el 10 de enero de 2021 desde
https://core.ac.uk/download/pdf/80522569.pdf
Vilar, S. (1997) La nueva racionalidad: comprender la complejidad con nuevos métodos transdisciplinares.
Barcelona:Kairós
Waldow, Vera Regina (2008). Cuidar: expresión humanizadora de la enfermería (trad Daniel Ferrero y
Estela Juen). México:Nueva Palabra
Waldow, V. (2009). Enseñanza de enfermería centrada en el cuidado. Aquichan, Vol. 9 núm.3 Colombia:
Universidad La Sabana.pp246-256
Waldow, V. y Figueiró, R. (2008). El proceso de cuidar según la perspectiva de la vulnerabilidad. Rev Latino-
am Enfermagem 16(4). Extraído el 3 de enero de 2021 desde desde
https://www.scielo.br/pdf/rlae/v16n4/es_18.pdf
Watson, J. (1992). Filosofía y teoría de los cuidados humanos en enfermería de Watson en J. Rhiel-Sisca.
Modelos conceptuales de enfermería. Barcelona:Doyma
pág. 15