El documento discute los derechos humanos de los grupos vulnerables. Señala que ciertos grupos enfrentan dificultades para acceder y ejercer sus derechos debido a desventajas económicas, sociales y la discriminación. La ONU ha identificado varios grupos vulnerables como migrantes, desplazados internos, personas en pobreza extrema, niños y adolescentes. Los Estados deben brindar atención especial a estos grupos para asegurar el goce de sus derechos dado su estado de vulnerabilidad.
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El documento discute los derechos humanos de los grupos vulnerables. Señala que ciertos grupos enfrentan dificultades para acceder y ejercer sus derechos debido a desventajas económicas, sociales y la discriminación. La ONU ha identificado varios grupos vulnerables como migrantes, desplazados internos, personas en pobreza extrema, niños y adolescentes. Los Estados deben brindar atención especial a estos grupos para asegurar el goce de sus derechos dado su estado de vulnerabilidad.
El documento discute los derechos humanos de los grupos vulnerables. Señala que ciertos grupos enfrentan dificultades para acceder y ejercer sus derechos debido a desventajas económicas, sociales y la discriminación. La ONU ha identificado varios grupos vulnerables como migrantes, desplazados internos, personas en pobreza extrema, niños y adolescentes. Los Estados deben brindar atención especial a estos grupos para asegurar el goce de sus derechos dado su estado de vulnerabilidad.
El documento discute los derechos humanos de los grupos vulnerables. Señala que ciertos grupos enfrentan dificultades para acceder y ejercer sus derechos debido a desventajas económicas, sociales y la discriminación. La ONU ha identificado varios grupos vulnerables como migrantes, desplazados internos, personas en pobreza extrema, niños y adolescentes. Los Estados deben brindar atención especial a estos grupos para asegurar el goce de sus derechos dado su estado de vulnerabilidad.
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DERECHOS HUMANOS Y GRUPOS VULNERABLES
El tema constituye un elemento fundamental para abordar y analizar las
condiciones de vida de distintas personas y grupos de ellas, con el fin de elevar su calidad de vida, así como de promover y proteger sus derechos. El hecho es que ciertos grupos de personas presenten diversas dificultades para acceder al goce y ejercicio de sus derechos humanos de frente a las realidades económicas, sociales y culturales adversas y desventajosas en las que en muchas ocasiones se enfrenta también la discriminación ha hecho necesario que se busque la forma en que accedan a la atención necesaria para asegurar el goce de sus derechos, dada su condición de desventaja. Entre los criterios más utilizados en la literatura para constituir las distintas nociones de justicia distributiva encontramos la necesidad, el mérito, la eficiencia, la equidad y la igualdad, equidad e igualdad aparecen constantemente en esta literatura muchas veces, incluso confundiéndose. Respecto de la equidad, ésta ha sido definida en muchos casos en un contexto de relación o de intercambio. la equidad se define como la equivalencia de la razón "insumo/resultado" para todas las partes involucradas en un intercambio dado. Una relación equitativa, según David Rubinstein, existe cuando todos los participantes reciben resultados relativamente iguales de la relación. Otra buena parte de los autores definen la equidad vinculándola directamente con el principio de igualdad: individuos que son iguales en todos los aspectos relevantes deben ser tratados igual, implicando tres valores: la justicia, la imparcialidad y la igualdad el concepto de equidad está constituido por tres principios fundamentales: paridad, proporcionalidad y prioridad. Los demandantes son tratados igual debido a que efectivamente son iguales o a que no hay forma de distinguir entre ellos. El principio de proporcionalidad reconoce diferencias entre demandantes y, por lo tanto, obliga a que el bien se divida en proporción a esas desigualdades. Finalmente, de acuerdo con el principio de prioridad, la persona con la mayor demanda obtiene el bien. Queda claro que a partir de esta simple relación conceptual los efectos reales en términos redistributivos pueden ser sumamente diferentes según el principio que se defienda. El principio de igualdad debe dilucidarse como reconocer las diferencias que existen entre las mujeres y hombres, considerando factores como la edad, el género, la discapacidad, la situación de vulnerabilidad, la raza, las diversas opiniones, la identidad, entre muchas otras características que deben ser analizadas para considerar una igualdad real y efectiva. En ese sentido, se ha considerado que la igualdad proclamada por el derecho internacional de los derechos humanos a partir de la emisión de la Declaración Universal, en cuanto al goce y ejercicio de los derechos, si bien es ideal, también puede llegar a ser ilusoria, ya que su aplicación en la realidad deja mucho que desear; por ello se ha hecho énfasis en las condiciones de vida de los grupos en situación de vulnerabilidad, y la necesidad de brindarles la atención especial que requieren, ya que cuando las personas se encuentran en una situación desigual, tratarlas de la misma manera, como si esa desigualdad no existiera, equivale a perpetuar las injusticias en lugar de erradicarlas. Dada la caracterización general de los derechos humanos como derechos individuales, es preciso mencionar que los derechos humanos de los grupos en situación de vulnerabilidad no dan lugar a derechos de grupos en lo específico, sino a derechos de individuos que se desenvuelven en un contexto grupal, en el que cada uno de los integrantes posee los mismos derechos, aunque sus necesidades concretas dependan del grado de vulnerabilidad que se presente en lo individual. La vulnerabilidad es una dimensión relativa, todas las personas podemos ser vulnerables a riesgos concretos, pero cada uno lo es en distinto grado, dependiendo de las características personales, las circunstancias socioeconómicas, etcétera. Algunos de los elementos considerados como integrantes o componentes de la vulnerabilidad, mismos que conjugados entre sí pueden profundizarla, son la pobreza, la falta de capacidades, la falta de pertenencia a un núcleo familiar, la falta de conocimientos, la falta de capital social, la discriminación y la falta de acceso al goce y ejercicio de los derechos. Sin embargo, no sólo las personas pueden ser vulnerables sino también los países o ciertas regiones del mundo; esto tiene una vinculación directa con la vulnerabilidad asociada a los desastres naturales. El término de vulnerabilidad posee un importante desarrollo en el ámbito de los desastres naturales y humanitarios; actualmente abordados con un enfoque dirigido a la prevención y reducción de su incidencia, así como de la vulnerabilidad ante los mismos y a partir de ellos. La Asamblea General de Naciones Unidas ha establecido que en la reducción de los desastres cada país tiene la responsabilidad de proteger a su pueblo, infraestructura y otros bienes nacionales de sus efectos, así como de adoptar medidas para reducir la vulnerabilidad de poblaciones, sociedades y regiones. La Asamblea General de la ONU se ha referido como a grupos vulnerables a diversos grupos, entre ellos, el personal de asistencia humanitaria de la Organización, los migrantes, los desplazados y las niñas y los niños, así como a personas en condiciones de pobreza extrema. Al referirse a las personas desplazadas internas ha señalado que en muchas ocasiones se encuentran en las mismas zonas que los refugiados, los repatriados o la población local vulnerable, en condiciones en las que no es razonable ni factible hacer diferencias entre dichas categorías con el fin de atender sus necesidades de asistencia y protección. De los migrantes, ha manifestado que suelen encontrarse en situación de vulnerabilidad debido a que no viven en sus países de origen y a las dificultades que enfrentan a causa de las diferencias derivadas del idioma, las costumbres y la cultura, así como a las dificultades económicas y sociales, y los obstáculos para regresar a sus Estados cuando se encuentran en situación irregular o indocumentados. Además de resaltar la necesidad de aplicar un planteamiento preciso y coherente sobre los migrantes en su calidad de grupo vulnerable específico, en especial sobre mujeres y niños. En el ámbito de la pobreza extrema, ha manifestado su preocupación por su extensión en el mundo, que afecta gravemente a personas, familias y a “los grupos más vulnerables y desfavorecidos, que ven obstaculizado el ejercicio de sus derechos humanos y libertades fundamentales”. Al respecto, se advierte que se refiere de manera indistinta o muy similar tanto a grupos vulnerables como a las personas en condiciones de pobreza. Existen algunas otras manifestaciones que hacen alusión a la vulnerabilidad y los grupos vulnerables, como las resoluciones que velan por brindar asistencia a huérfanos, viudas y víctimas de violencia sexual, sobrevivientes del genocidio en Ruanda, por ejemplo, considerándolos grupos vulnerables que aun padecen los efectos del genocidio. Asimismo, ha señalado la difícil situación de los niños que habitan y trabajan en la calle y exhortado a los gobiernos a buscar soluciones integrales para mitigar sus problemas, así como a adoptar medidas con el fin de reintegrarlos plenamente en la sociedad, para lo cual es necesario proporcionarles insumos necesarios en los campos de la nutrición, la vivienda, los servicios de salud y de educación adecuados, tomando en cuenta que son particular-mente vulnerables a toda forma de abuso, explotación y negligencia. Respecto a las adolescentes, ha llamado la atención sobre sus derechos y necesidades, estableciendo la necesidad de adoptar medidas que las protejan de la explotación y el abuso sexual, las prácticas culturales perjudiciales, el embarazo en la adolescencia, la vulnerabilidad a las enfermedades de transmisión sexual, el vih y el sida, así como para prepararlas para la vida y fomentar su autoestima, reafirmando que el adelanto y la potenciación de la mujer debe comenzar con las niñas de todas las edades. DERECHOS DE LAS MUJERES
La igualdad de género está en el centro mismo de los derechos humanos y
los valores de las Naciones Unidas. Un principio fundamental de la Carta de las Naciones Unidas, aprobada por los dirigentes del mundo en 1945, es “derechos iguales para hombres y mujeres” y la protección y el fomento de los derechos humanos de las mujeres como responsabilidad de todos los Estados. Sin embargo, millones de mujeres del mundo entero siguen siendo víctimas de la discriminación: • Las leyes y las políticas prohíben a las mujeres el acceso a la tierra, la propiedad y la vivienda, en términos de igualdad. • La discriminación económica y social se traduce en opciones vitales más reducidas y más pobres para las mujeres, lo que las hace más vulnerables a la trata de personas • La violencia de género afecta por lo menos al 30% de las mujeres del mundo • A las mujeres se les niegan sus derechos a la salud sexual y reproductiva • Las defensoras de los derechos humanos son relegadas al ostracismo por sus comunidades, que las consideran una amenaza a la religión, el honor o la cultura • La función esencial que las mujeres desempeñan en la paz y la seguridad suele pasarse por alto, así como los peligros específicos que afrontan en las situaciones de conflicto Además, algunos grupos de mujeres se enfrentan a modalidades complejas de discriminación –debidas a factores tales como la edad, la etnia, la discapacidad o la condición socioeconómica— que se añaden a su condición femenina. Para garantizar de manera eficaz los derechos humanos de las mujeres es preciso, en primer lugar, una comprensión exhaustiva de las estructuras sociales y las relaciones de poder que condicionan no sólo las leyes y las políticas, sino también la economía, la dinámica social y la vida familiar y comunitaria. Es preciso desactivar los nocivos estereotipos de género, de modo que a las mujeres no se les perciba según las pautas de lo que “deberían” hacer sino que se les considere por lo que son: personas singulares, con sus propios deseos y necesidades. La discriminación por motivo de sexo está prohibida en casi todos los tratados de derechos humanos, lo que abarca también el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que en virtud del artículo 3, común a ambos, aseguran a los hombres y a las mujeres igual título a gozar de todos los derechos enunciados en esos documentos. Además, hay tratados y órganos de expertos dedicados específicamente a hacer realidad los derechos humanos de las mujeres: La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) En esta Convención, que está considerada como la carta internacional de derechos de las mujeres, se define qué es la discriminación contra la mujer y se establece un programa de acción nacional para ponerle fin. La Convención fue aprobada por las Naciones Unidas en 1979 y entró en vigor el 3 de septiembre de 1981. El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer La supervisión de la Convención está a cargo del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, un grupo de 23 expertos independientes en los derechos de las mujeres procedentes de diferentes Estados que han ratificado la Convención. Los países que son partes en la Convención deben presentar cada cuatro años informes detallados sobre el cumplimiento de sus cláusulas. El Comité (un órgano creado en virtud del tratado) examina esos informes y puede también aceptar denuncias sobre violaciones e investigar las situaciones de vulneración grave o sistemática de los derechos de las mujeres. El Relator Especial sobre la violencia contra la mujer En 1994 las Naciones Unidas decidieron nombrar a un Relator Especial –un experto independiente- que indagara sobre las causas y consecuencias de la violencia contra las mujeres. El Relator Especial investiga y supervisa la violencia contra las mujeres y recomienda y promueve soluciones para su erradicación. El Grupo de Trabajo En 2010 el Consejo de Derechos Humanos creó un Grupo de Trabajo sobre la cuestión de la discriminación contra la mujer en la legislación y en la práctica, a fin de promover la eliminación de las leyes que discriminan directamente a las mujeres y/o tienen un efecto discriminatorio sobre ellas. DERECHOS DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDADES Las personas con discapacidad se enfrentan cada día a la discriminación y las barreras que limitan su participación en la sociedad en términos de igualdad con las demás. A esas personas se les niega su derecho a participar en el sistema de enseñanza general, a obtener un empleo, a vivir en la comunidad de manera independiente, a desplazarse libremente, a votar, a participar en actividades deportivas y culturales, a disfrutar de protección social, a acceder a la justicia, a escoger su tratamiento médico y a contraer libremente obligaciones jurídicas, como las derivadas de la compraventa de propiedades. Un número desproporcionado de personas con discapacidad vive en países en desarrollo, a menudo en condiciones de marginación y extrema pobreza. La protección que garantizan los demás tratados de derechos humanos, basada en la Declaración Universal de Derechos Humanos, debe aplicarse por igual a todo el mundo. Sin embargo, las personas con discapacidad suelen ser por lo general “invisibles”, a menudo quedan marginadas en los debates relativos a los derechos y no pueden ejercer plenamente los derechos humanos. En los últimos años ha habido un revolucionario cambio de enfoque, de alcance mundial, orientado a colmar las lagunas de protección y a velar por que las personas con discapacidad disfruten de los mismos niveles de calidad, derechos y dignidad que todas las demás. La Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, que se aprobó en 2006 y entró en vigor en 2008, marcó un “cambio de paradigma”, de los enfoques tradicionales de la discapacidad basados en la caridad, a una estrategia basada en los derechos humanos. Principios rectores de la convención en mención. Artículo 3 a) El respeto de la dignidad, la autonomía individual, incluida la libertad de tomar las propias decisiones, y la independencia de las personas. b) La no discriminación. c) La participación e inclusión plenas y efectivas en la sociedad. d) El respeto por la diferencia y la aceptación de las personas con discapacidad como parte de la diversidad y la condición humanas. e) La igualdad de oportunidades. f) La accesibilidad. g) La igualdad entre el hombre y la mujer. h) El respeto a la evolución de las facultades de los niños y las niñas con discapacidad y de su derecho a preservar su identidad.
En cumplimiento a la convención, el Congreso Nacional promulgo el
Decreto 160-2015 denominada “Ley de Equidad y Desarrollo Integral para las Personas con Discapacidad”.
En dicha ley se define Discapacidad como “Cualquier tipo de deficiencia
física, mental o sensorial, que en relación a la edad y medio social, limite sustancialmente, la integración y realización de las actividades del individuo en la sociedad, ya sean de tipo familiar, social, educacional o laboral.”
Definiendo la igualdad de oportunidades “…El reconocimiento de igualdad
de condiciones y derechos que garanticen las mismas oportunidades para el acceso y participación plena de las personas con discapacidad en la sociedad, con ausencia de todo tipo de discriminación por motivo de su discapacidad.” PANDEMIA Y DERECHOS HUMANOS EN LA REGION La pandemia del COVID-19 es un factor que ha afectado gravemente la plena vigencia de los derechos humanos de la población en virtud de los serios riesgos para la vida, salud e integridad personal que supone el COVID- 19; así como sus impactos de inmediato, mediano y largo plazo sobre las sociedades en general, y sobre las personas y grupos en situación de especial vulnerabilidad. Las Américas es la región más desigual del planeta, caracterizada por profundas brechas sociales en que la pobreza y la pobreza extrema constituyen un problema transversal a todos los Estados de la región; así como por la falta o precariedad en el acceso al agua potable y al saneamiento; la inseguridad alimentaria, las situaciones de contaminación ambiental y la falta de viviendas o de hábitat adecuado. A lo que se suman altas tasas de informalidad laboral y de trabajo e ingresos precarios que afectan a un gran número de personas en la región y que hacen aún más preocupante el impacto socioeconómico del COVID-19. Todo esto dificulta o impide a millones de personas tomar medidas básicas de prevención contra la enfermedad, en particular cuando afecta a grupos en situación de especial vulnerabilidad. Además, la región se caracteriza por altos índices de violencia generalizada y especialmente violencia por razones de género, de raza o etnia; así como por la persistencia de flagelos tales como la corrupción y la impunidad. Asimismo, en la región prevalece por parte de los ciudadanos y ciudadanas el ejercicio del derecho a la protesta social, en un contexto de represión mediante el uso desproporcionado de la fuerza, así como de actos de violencia y vandalismo; graves crisis penitenciarias que afectan a la gran mayoría de los países; y la profundamente preocupante extensión del fenómeno de la migración, del desplazamiento forzado interno, de personas refugiadas y apátridas; así como la discriminación estructural en contra de grupos en situación de especial vulnerabilidad. A su vez, la pandemia genera impactos diferenciados e interseccionales sobre la realización de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA)para ciertos colectivos y poblaciones en especial situación de vulnerabilidad, por lo que se torna esencial la adopción de políticas para prevenir eficazmente el contagio, así como de medidas de seguridad social y el acceso a sistemas de salud pública que faciliten el diagnóstico y tratamiento oportuno y asequible; a fin de brindar a las poblaciones en situación de vulnerabilidad la atención integral de la salud física y mental, sin discriminación. Asimismo, los sistemas de salud de los Estados de la región se han visto o pueden verse, aún más, desbordados frente a la magnitud de la pandemia del COVID-19, en particular respecto de quienes viven en la pobreza y para quienes no tienen cobertura médica, en caso de que necesiten atención médica u hospitalización. En cuanto a las medidas de contención con el fin de enfrentar y prevenir los efectos de la pandemia, la CIDH ha observado que se han suspendido y restringido algunos derechos, y en otros casos se han declarado “estados de emergencia”, “estados de excepción”, “estados de catástrofe por calamidad pública”, o “emergencia sanitaria”, a través de decretos presidenciales y normativa de diversa naturaleza jurídica con el fin de proteger la salud pública y evitar el incremento de contagios. Asimismo, se han establecido medidas de distinta naturaleza que restringen los derechos de la libertad de expresión, el derecho de acceso a la información pública, la libertad personal, la inviolabilidad del domicilio, el derecho a la propiedad privada; y se ha recurrido al uso de tecnología de vigilancia para rastrear la propagación del coronavirus, y al almacenamiento de datos de forma masiva. si bien existen impactos sobre todos los derechos humanos frente a los diversos contextos ocasionados por la pandemia, especialmente en relación al derecho a la vida, la salud e integridad personal, se ven seriamente afectados el derecho al trabajo, a la seguridad social, a la educación, a la alimentación, al agua y a la vivienda, entre otros. los Estados de la región deben brindar y aplicar perspectivas interseccionales y prestar especial atención a las necesidades y al impacto diferenciado de dichas medidas en los derechos humanos de los grupos históricamente excluidos o en especial riesgo, tales como: personas mayores y personas de cualquier edad que tienen afecciones médicas preexistentes, personas privadas de libertad, mujeres, pueblos indígenas, personas en situación de movilidad humana, niñas, niños y adolescentes, personas LGBTI, personas afrodescendientes, personas con discapacidad, personas trabajadoras, y personas que viven en pobreza y pobreza extrema, especialmente personas trabajadoras informales y personas en situación de calle; así como en las defensoras y defensores de derechos humanos, líderes sociales, profesionales de la salud y periodistas.
El objetivo de todas las políticas y medidas que se adopten deben basarse en
un enfoque de derechos humanos que contemple la universalidad e inalienabilidad; indivisibilidad; interdependencia e interrelación de todos los derechos humanos; la igualdad y la no discriminación; la perspectiva de género, diversidad e interseccionalidad; la inclusión; la rendición de cuentas; el respeto al Estado de Derecho y el fortalecimiento de la cooperación entre los Estados. Las medidas que los Estados adopten, en particular aquéllas que resulten en restricciones de derechos o garantías, deben ajustarse a los principios «pro persona», de proporcionalidad, temporalidad, y deben tener como finalidad legítima el estricto cumplimiento de objetivos de salud pública y protección integral, como el debido y oportuno cuidado a la población, por sobre cualquier otra consideración o interés de naturaleza pública o privada. Aún en los casos más extremos y excepcionales donde pueda ser necesaria la suspensión de determinados derechos, el derecho internacional impone una serie de requisitos –tales como el de legalidad, necesidad, proporcionalidad y temporalidad–dirigidos a evitar que medidas como el estado de excepción o emergencia sean utilizadas de manera ilegal, abusiva y desproporcionada, ocasionando violaciones a derechos humanos o afectaciones del sistema democrático de gobierno