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DERECHOS HUMANOS Y GRUPOS VULNERABLES

El tema constituye un elemento fundamental para abordar y analizar las


condiciones de vida de distintas personas y grupos de ellas, con el fin de
elevar su calidad de vida, así como de promover y proteger sus derechos.
El hecho es que ciertos grupos de personas presenten diversas dificultades
para acceder al goce y ejercicio de sus derechos humanos de frente a las
realidades económicas, sociales y culturales adversas y desventajosas en las
que en muchas ocasiones se enfrenta también la discriminación ha hecho
necesario que se busque la forma en que accedan a la atención necesaria para
asegurar el goce de sus derechos, dada su condición de desventaja.
Entre los criterios más utilizados en la literatura para constituir las distintas
nociones de justicia distributiva encontramos la necesidad, el mérito, la
eficiencia, la equidad y la igualdad, equidad e igualdad aparecen
constantemente en esta literatura muchas veces, incluso confundiéndose.
Respecto de la equidad, ésta ha sido definida en muchos casos en un contexto
de relación o de intercambio. la equidad se define como la equivalencia de
la razón "insumo/resultado" para todas las partes involucradas en un
intercambio dado. Una relación equitativa, según David Rubinstein, existe
cuando todos los participantes reciben resultados relativamente iguales de la
relación. Otra buena parte de los autores definen la equidad vinculándola
directamente con el principio de igualdad: individuos que son iguales en
todos los aspectos relevantes deben ser tratados igual, implicando tres
valores: la justicia, la imparcialidad y la igualdad el concepto de equidad está
constituido por tres principios fundamentales: paridad, proporcionalidad y
prioridad. Los demandantes son tratados igual debido a que efectivamente
son iguales o a que no hay forma de distinguir entre ellos. El principio de
proporcionalidad reconoce diferencias entre demandantes y, por lo tanto,
obliga a que el bien se divida en proporción a esas desigualdades.
Finalmente, de acuerdo con el principio de prioridad, la persona con la mayor
demanda obtiene el bien. Queda claro que a partir de esta simple relación
conceptual los efectos reales en términos redistributivos pueden ser
sumamente diferentes según el principio que se defienda.
El principio de igualdad debe dilucidarse como reconocer las diferencias que
existen entre las mujeres y hombres, considerando factores como la edad, el
género, la discapacidad, la situación de vulnerabilidad, la raza, las diversas
opiniones, la identidad, entre muchas otras características que deben ser
analizadas para considerar una igualdad real y efectiva.
En ese sentido, se ha considerado que la igualdad proclamada por el derecho
internacional de los derechos humanos a partir de la emisión de la
Declaración Universal, en cuanto al goce y ejercicio de los derechos, si bien
es ideal, también puede llegar a ser ilusoria, ya que su aplicación en la
realidad deja mucho que desear; por ello se ha hecho énfasis en las
condiciones de vida de los grupos en situación de vulnerabilidad, y la
necesidad de brindarles la atención especial que requieren, ya que cuando las
personas se encuentran en una situación desigual, tratarlas de la misma
manera, como si esa desigualdad no existiera, equivale a perpetuar las
injusticias en lugar de erradicarlas.
Dada la caracterización general de los derechos humanos como derechos
individuales, es preciso mencionar que los derechos humanos de los grupos
en situación de vulnerabilidad no dan lugar a derechos de grupos en lo
específico, sino a derechos de individuos que se desenvuelven en un contexto
grupal, en el que cada uno de los integrantes posee los mismos derechos,
aunque sus necesidades concretas dependan del grado de vulnerabilidad que
se presente en lo individual.
La vulnerabilidad es una dimensión relativa, todas las personas podemos ser
vulnerables a riesgos concretos, pero cada uno lo es en distinto grado,
dependiendo de las características personales, las circunstancias
socioeconómicas, etcétera.
Algunos de los elementos considerados como integrantes o componentes de
la vulnerabilidad, mismos que conjugados entre sí pueden profundizarla, son
la pobreza, la falta de capacidades, la falta de pertenencia a un núcleo
familiar, la falta de conocimientos, la falta de capital social, la discriminación
y la falta de acceso al goce y ejercicio de los derechos. Sin embargo, no sólo
las personas pueden ser vulnerables sino también los países o ciertas regiones
del mundo; esto tiene una vinculación directa con la vulnerabilidad asociada
a los desastres naturales.
El término de vulnerabilidad posee un importante desarrollo en el ámbito de
los desastres naturales y humanitarios; actualmente abordados con un
enfoque dirigido a la prevención y reducción de su incidencia, así como de
la vulnerabilidad ante los mismos y a partir de ellos. La Asamblea General
de Naciones Unidas ha establecido que en la reducción de los desastres cada
país tiene la responsabilidad de proteger a su pueblo, infraestructura y otros
bienes nacionales de sus efectos, así como de adoptar medidas para reducir
la vulnerabilidad de poblaciones, sociedades y regiones.
La Asamblea General de la ONU se ha referido como a grupos vulnerables
a diversos grupos, entre ellos, el personal de asistencia humanitaria de la
Organización, los migrantes, los desplazados y las niñas y los niños, así
como a personas en condiciones de pobreza extrema.
Al referirse a las personas desplazadas internas ha señalado que en muchas
ocasiones se encuentran en las mismas zonas que los refugiados, los
repatriados o la población local vulnerable, en condiciones en las que no es
razonable ni factible hacer diferencias entre dichas categorías con el fin de
atender sus necesidades de asistencia y protección.
De los migrantes, ha manifestado que suelen encontrarse en situación de
vulnerabilidad debido a que no viven en sus países de origen y a las
dificultades que enfrentan a causa de las diferencias derivadas del idioma,
las costumbres y la cultura, así como a las dificultades económicas y sociales,
y los obstáculos para regresar a sus Estados cuando se encuentran en
situación irregular o indocumentados.
Además de resaltar la necesidad de aplicar un planteamiento preciso y
coherente sobre los migrantes en su calidad de grupo vulnerable específico,
en especial sobre mujeres y niños. En el ámbito de la pobreza extrema, ha
manifestado su preocupación por su extensión en el mundo, que afecta
gravemente a personas, familias y a “los grupos más vulnerables y
desfavorecidos, que ven obstaculizado el ejercicio de sus derechos humanos
y libertades fundamentales”. Al respecto, se advierte que se refiere de
manera indistinta o muy similar tanto a grupos vulnerables como a las
personas en condiciones de pobreza.
Existen algunas otras manifestaciones que hacen alusión a la vulnerabilidad
y los grupos vulnerables, como las resoluciones que velan por brindar
asistencia a huérfanos, viudas y víctimas de violencia sexual, sobrevivientes
del genocidio en Ruanda, por ejemplo, considerándolos grupos vulnerables
que aun padecen los efectos del genocidio.
Asimismo, ha señalado la difícil situación de los niños que habitan y trabajan
en la calle y exhortado a los gobiernos a buscar soluciones integrales para
mitigar sus problemas, así como a adoptar medidas con el fin de reintegrarlos
plenamente en la sociedad, para lo cual es necesario proporcionarles insumos
necesarios en los campos de la nutrición, la vivienda, los servicios de salud
y de educación adecuados, tomando en cuenta que son particular-mente
vulnerables a toda forma de abuso, explotación y negligencia.
Respecto a las adolescentes, ha llamado la atención sobre sus derechos y
necesidades, estableciendo la necesidad de adoptar medidas que las protejan
de la explotación y el abuso sexual, las prácticas culturales perjudiciales, el
embarazo en la adolescencia, la vulnerabilidad a las enfermedades de
transmisión sexual, el vih y el sida, así como para prepararlas para la vida y
fomentar su autoestima, reafirmando que el adelanto y la potenciación de la
mujer debe comenzar con las niñas de todas las edades.
DERECHOS DE LAS MUJERES

La igualdad de género está en el centro mismo de los derechos humanos y


los valores de las Naciones Unidas. Un principio fundamental de la Carta de
las Naciones Unidas, aprobada por los dirigentes del mundo en 1945, es
“derechos iguales para hombres y mujeres” y la protección y el fomento de
los derechos humanos de las mujeres como responsabilidad de todos los
Estados.
Sin embargo, millones de mujeres del mundo entero siguen siendo víctimas
de la discriminación:
• Las leyes y las políticas prohíben a las mujeres el acceso a la tierra, la
propiedad y la vivienda, en términos de igualdad.
• La discriminación económica y social se traduce en opciones vitales
más reducidas y más pobres para las mujeres, lo que las hace más vulnerables
a la trata de personas
• La violencia de género afecta por lo menos al 30% de las mujeres del
mundo
• A las mujeres se les niegan sus derechos a la salud sexual y
reproductiva
• Las defensoras de los derechos humanos son relegadas al ostracismo
por sus comunidades, que las consideran una amenaza a la religión, el honor
o la cultura
• La función esencial que las mujeres desempeñan en la paz y la
seguridad suele pasarse por alto, así como los peligros específicos que
afrontan en las situaciones de conflicto
Además, algunos grupos de mujeres se enfrentan a modalidades complejas
de discriminación –debidas a factores tales como la edad, la etnia, la
discapacidad o la condición socioeconómica— que se añaden a su condición
femenina.
Para garantizar de manera eficaz los derechos humanos de las mujeres es
preciso, en primer lugar, una comprensión exhaustiva de las estructuras
sociales y las relaciones de poder que condicionan no sólo las leyes y las
políticas, sino también la economía, la dinámica social y la vida familiar y
comunitaria.
Es preciso desactivar los nocivos estereotipos de género, de modo que a las
mujeres no se les perciba según las pautas de lo que “deberían” hacer sino
que se les considere por lo que son: personas singulares, con sus propios
deseos y necesidades.
La discriminación por motivo de sexo está prohibida en casi todos los
tratados de derechos humanos, lo que abarca también el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, que en virtud del artículo 3, común a
ambos, aseguran a los hombres y a las mujeres igual título a gozar de todos
los derechos enunciados en esos documentos.
Además, hay tratados y órganos de expertos dedicados específicamente a
hacer realidad los derechos humanos de las mujeres:
La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación
contra la mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés)
En esta Convención, que está considerada como la carta internacional de
derechos de las mujeres, se define qué es la discriminación contra la mujer y
se establece un programa de acción nacional para ponerle fin. La Convención
fue aprobada por las Naciones Unidas en 1979 y entró en vigor el 3 de
septiembre de 1981.
El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer
La supervisión de la Convención está a cargo del Comité para la
Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, un grupo de 23 expertos
independientes en los derechos de las mujeres procedentes de diferentes
Estados que han ratificado la Convención. Los países que son partes en la
Convención deben presentar cada cuatro años informes detallados sobre el
cumplimiento de sus cláusulas. El Comité (un órgano creado en virtud del
tratado) examina esos informes y puede también aceptar denuncias sobre
violaciones e investigar las situaciones de vulneración grave o sistemática de
los derechos de las mujeres.
El Relator Especial sobre la violencia contra la mujer
En 1994 las Naciones Unidas decidieron nombrar a un Relator Especial –un
experto independiente- que indagara sobre las causas y consecuencias de la
violencia contra las mujeres. El Relator Especial investiga y supervisa la
violencia contra las mujeres y recomienda y promueve soluciones para su
erradicación.
El Grupo de Trabajo
En 2010 el Consejo de Derechos Humanos creó un Grupo de Trabajo sobre
la cuestión de la discriminación contra la mujer en la legislación y en la
práctica, a fin de promover la eliminación de las leyes que discriminan
directamente a las mujeres y/o tienen un efecto discriminatorio sobre ellas.
DERECHOS DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDADES
Las personas con discapacidad se enfrentan cada día a la discriminación y
las barreras que limitan su participación en la sociedad en términos de
igualdad con las demás.
A esas personas se les niega su derecho a participar en el sistema de
enseñanza general, a obtener un empleo, a vivir en la comunidad de manera
independiente, a desplazarse libremente, a votar, a participar en actividades
deportivas y culturales, a disfrutar de protección social, a acceder a la
justicia, a escoger su tratamiento médico y a contraer libremente
obligaciones jurídicas, como las derivadas de la compraventa de
propiedades.
Un número desproporcionado de personas con discapacidad vive en países
en desarrollo, a menudo en condiciones de marginación y extrema pobreza.
La protección que garantizan los demás tratados de derechos humanos,
basada en la Declaración Universal de Derechos Humanos, debe aplicarse
por igual a todo el mundo. Sin embargo, las personas con discapacidad
suelen ser por lo general “invisibles”, a menudo quedan marginadas en los
debates relativos a los derechos y no pueden ejercer plenamente los derechos
humanos.
En los últimos años ha habido un revolucionario cambio de enfoque, de
alcance mundial, orientado a colmar las lagunas de protección y a velar por
que las personas con discapacidad disfruten de los mismos niveles de
calidad, derechos y dignidad que todas las demás.
La Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, que se
aprobó en 2006 y entró en vigor en 2008, marcó un “cambio de paradigma”,
de los enfoques tradicionales de la discapacidad basados en la caridad, a una
estrategia basada en los derechos humanos.
Principios rectores de la convención en mención.
Artículo 3
a) El respeto de la dignidad, la autonomía individual, incluida la libertad de
tomar las propias decisiones, y la independencia de las personas.
b) La no discriminación.
c) La participación e inclusión plenas y efectivas en la sociedad.
d) El respeto por la diferencia y la aceptación de las personas con
discapacidad como parte de la diversidad y la condición humanas.
e) La igualdad de oportunidades.
f) La accesibilidad.
g) La igualdad entre el hombre y la mujer.
h) El respeto a la evolución de las facultades de los niños y las niñas con
discapacidad y de su derecho a preservar su identidad.

En cumplimiento a la convención, el Congreso Nacional promulgo el


Decreto 160-2015 denominada “Ley de Equidad y Desarrollo Integral para
las Personas con Discapacidad”.

En dicha ley se define Discapacidad como “Cualquier tipo de deficiencia


física, mental o sensorial, que en relación a la edad y medio social, limite
sustancialmente, la integración y realización de las actividades del individuo
en la sociedad, ya sean de tipo familiar, social, educacional o laboral.”

Definiendo la igualdad de oportunidades “…El reconocimiento de igualdad


de condiciones y derechos que garanticen las mismas oportunidades para el
acceso y participación plena de las personas con discapacidad en la sociedad,
con ausencia de todo tipo de discriminación por motivo de su discapacidad.”
PANDEMIA Y DERECHOS HUMANOS EN LA REGION
La pandemia del COVID-19 es un factor que ha afectado gravemente la
plena vigencia de los derechos humanos de la población en virtud de los
serios riesgos para la vida, salud e integridad personal que supone el COVID-
19; así como sus impactos de inmediato, mediano y largo plazo sobre las
sociedades en general, y sobre las personas y grupos en situación de especial
vulnerabilidad.
Las Américas es la región más desigual del planeta, caracterizada por
profundas brechas sociales en que la pobreza y la pobreza extrema
constituyen un problema transversal a todos los Estados de la región; así
como por la falta o precariedad en el acceso al agua potable y al saneamiento;
la inseguridad alimentaria, las situaciones de contaminación ambiental y la
falta de viviendas o de hábitat adecuado.
A lo que se suman altas tasas de informalidad laboral y de trabajo e ingresos
precarios que afectan a un gran número de personas en la región y que hacen
aún más preocupante el impacto socioeconómico del COVID-19. Todo esto
dificulta o impide a millones de personas tomar medidas básicas de
prevención contra la enfermedad, en particular cuando afecta a grupos en
situación de especial vulnerabilidad.
Además, la región se caracteriza por altos índices de violencia generalizada
y especialmente violencia por razones de género, de raza o etnia; así como
por la persistencia de flagelos tales como la corrupción y la impunidad.
Asimismo, en la región prevalece por parte de los ciudadanos y ciudadanas
el ejercicio del derecho a la protesta social, en un contexto de represión
mediante el uso desproporcionado de la fuerza, así como de actos de
violencia y vandalismo; graves crisis penitenciarias que afectan a la gran
mayoría de los países; y la profundamente preocupante extensión del
fenómeno de la migración, del desplazamiento forzado interno, de personas
refugiadas y apátridas; así como la discriminación estructural en contra de
grupos en situación de especial vulnerabilidad.
A su vez, la pandemia genera impactos diferenciados e interseccionales
sobre la realización de los derechos económicos, sociales, culturales y
ambientales (DESCA)para ciertos colectivos y poblaciones en especial
situación de vulnerabilidad, por lo que se torna esencial la adopción de
políticas para prevenir eficazmente el contagio, así como de medidas de
seguridad social y el acceso a sistemas de salud pública que faciliten el
diagnóstico y tratamiento oportuno y asequible; a fin de brindar a las
poblaciones en situación de vulnerabilidad la atención integral de la salud
física y mental, sin discriminación.
Asimismo, los sistemas de salud de los Estados de la región se han visto o
pueden verse, aún más, desbordados frente a la magnitud de la pandemia del
COVID-19, en particular respecto de quienes viven en la pobreza y para
quienes no tienen cobertura médica, en caso de que necesiten atención
médica u hospitalización.
En cuanto a las medidas de contención con el fin de enfrentar y prevenir los
efectos de la pandemia, la CIDH ha observado que se han suspendido y
restringido algunos derechos, y en otros casos se han declarado “estados de
emergencia”, “estados de excepción”, “estados de catástrofe por calamidad
pública”, o “emergencia sanitaria”, a través de decretos presidenciales y
normativa de diversa naturaleza jurídica con el fin de proteger la salud
pública y evitar el incremento de contagios. Asimismo, se han establecido
medidas de distinta naturaleza que restringen los derechos de la libertad de
expresión, el derecho de acceso a la información pública, la libertad personal,
la inviolabilidad del domicilio, el derecho a la propiedad privada; y se ha
recurrido al uso de tecnología de vigilancia para rastrear la propagación del
coronavirus, y al almacenamiento de datos de forma masiva.
si bien existen impactos sobre todos los derechos humanos frente a los
diversos contextos ocasionados por la pandemia, especialmente en relación
al derecho a la vida, la salud e integridad personal, se ven seriamente
afectados el derecho al trabajo, a la seguridad social, a la educación, a la
alimentación, al agua y a la vivienda, entre otros.
los Estados de la región deben brindar y aplicar perspectivas interseccionales
y prestar especial atención a las necesidades y al impacto diferenciado de
dichas medidas en los derechos humanos de los grupos históricamente
excluidos o en especial riesgo, tales como: personas mayores y personas de
cualquier edad que tienen afecciones médicas preexistentes, personas
privadas de libertad, mujeres, pueblos indígenas, personas en situación de
movilidad humana, niñas, niños y adolescentes, personas LGBTI, personas
afrodescendientes, personas con discapacidad, personas trabajadoras, y
personas que viven en pobreza y pobreza extrema, especialmente personas
trabajadoras informales y personas en situación de calle; así como en las
defensoras y defensores de derechos humanos, líderes sociales, profesionales
de la salud y periodistas.

El objetivo de todas las políticas y medidas que se adopten deben basarse en


un enfoque de derechos humanos que contemple la universalidad e
inalienabilidad; indivisibilidad; interdependencia e interrelación de todos los
derechos humanos; la igualdad y la no discriminación; la perspectiva de
género, diversidad e interseccionalidad; la inclusión; la rendición de cuentas;
el respeto al Estado de Derecho y el fortalecimiento de la cooperación entre
los Estados.
Las medidas que los Estados adopten, en particular aquéllas que resulten en
restricciones de derechos o garantías, deben ajustarse a los principios «pro
persona», de proporcionalidad, temporalidad, y deben tener como finalidad
legítima el estricto cumplimiento de objetivos de salud pública y protección
integral, como el debido y oportuno cuidado a la población, por sobre
cualquier otra consideración o interés de naturaleza pública o privada.
Aún en los casos más extremos y excepcionales donde pueda ser necesaria
la suspensión de determinados derechos, el derecho internacional impone
una serie de requisitos –tales como el de legalidad, necesidad,
proporcionalidad y temporalidad–dirigidos a evitar que medidas como el
estado de excepción o emergencia sean utilizadas de manera ilegal, abusiva
y desproporcionada, ocasionando violaciones a derechos humanos o
afectaciones del sistema democrático de gobierno

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