Didactic A
Didactic A
Didactic A
objetos de estudio, entre ellos el Curriculum. Cols, Amantea, Cappelletti y Feeney (2002)
postulan que históricamente la Didáctica (general) se ha caracterizado por producir un
discurso normativo acerca de la enseñanza y, específicamente, acerca del contenido, el
método y la evaluación. Es precisamente esta tradición – como veremos a continuación– la
que recibió en la década del ’60 el impacto de la teoría curricular de corte tecnológico y
proveniente, principalmente, de los Estados Unidos.
3. Una acepción dada por el uso: el currículum es una norma oficial escrita
Esta concepción general supone una distinción importante entre lo que es el currículum y lo
que son los procesos de enseñanza que sirven para su desarrollo. Por un lado está el diseño y,
por el otro, la práctica; lo que se hace o se debe hacer en la escuela es analizado a través del
cristal de una definición única y externa.
Esta concepción continúa con la tradición académica, que piensa únicamente los contenidos
bajo la forma de un cuerpo organizado de conocimientos disciplinarios (científicos, filosóficos,
morales, artísticos). El currículum se centra en el resumen del saber, en una lista de contenidos
a enseñar (la batalla de Cepeda, los sinónimos, la célula) y su formalización en materias de
estudio (Literatura, Matemática, Historia, Geografía). El documento escrito detalla los temas,
los hábitos y los valores a ser transmitidos en cada grado o nivel escolar, los modos en que se
estructuran las asignaturas y su distribución en un horario. Esta concepción está aún muy
arraigada en ciertos sectores del sistema educativo, en particular, en los niveles medio,
superior y universitario.
implementar una técnica eficiente para cumplir con aquello que se le pide que haga. Según
esta concepción ingenieril e utilitaria, la base de la elaboración del currículum no son los
cuerpos de conocimiento organizado en términos académicos, sino lo que las personas hacen.
Según esta tradición el currículum adopta la forma de un modelo que determina los resultados
que se deben alcanzar. Estos resultados se expresan en términos de conductas observables,
medibles y evaluables. Intenta hacer más eficiente el proceso educativo:
De este modo, una definición que considere que el currículum abarca todo aquello que se
aprende en la escuela implica analizar las experiencias de aprendizaje no intencional o no
planificadas por los docentes
La realidad escolar siempre es mucho más compleja y conflictiva que lo que está definido por
el modelo. Ante todo, por las diferencias que se producen entre las normas oficiales y la
práctica educativa en la escuela y en el aula. La perspectiva sociológica analiza todos esos
fenómenos difíciles de ver para los pedagogos.
A través de numerosos estudios, trabajos e investigaciones, el currículum deja de verse como
el determinante central de la vida escolar. En su lugar aparece la necesidad de utilizar nuevos
conceptos que den cuenta de una realidad más compleja; de aquellas cosas que acontecen en
la escuela y que, pese a no haber sido planificadas, ejercen una influencia sistemática y
decisiva sobre la experiencia formativa.
modo de organización de la vida social en la escuela y una realidad institucional que moldea la
experiencia de docentes y alumnos.
Una primera cuestión se relaciona con lo que Philip Jackson –en su libro La vida en las aulas
(1968) – denominó el “currículum oculto”. El currículum oculto es el conjunto de influencias
formativas que la escuela ejerce sistemáticamente pero que no están explicitadas ni
formalmente reconocidas.
El currículum aparece así como algo que se construye a partir del cruce de diversas prácticas.
lar y b) todos los textos que intervienen en él. De esta visión procesual surgieron otras
nociones que muestran momentos del proceso de selección, organización, transmisión y
evaluación del conocimiento: el “currículum prescripto” (las diversas normas que los docentes
reciben), el “currículum moldeado” (lo que los docentes organizan a partir de las normas), el
“currículum en acción” o “currículum real” (lo que se enseña) y el “currículum evaluado” (lo
que se evalúa).3
Joseph Schwab, Elliot Eisner, Lawrence Stenhouse18 son algunos de los teóricos de un
movimiento –llamado “enfoque práctico”, “reconceptualista”, “centrado en el profesor”– que
sienta las bases para un cambio radical en las concepciones pedagógicas del currículum. Este
cambio se asienta sobre la idea de que no es posible sostener propósitos educativos ni
postular contenidos y procedimientos de enseñanza si no se consideran las condiciones que
definen la práctica escolar de cada escuela.
hay dos grandes concepciones pedagógicas acerca del currículum: el currículum como modelo
y el currículum como proceso. En la primera concepción, se confía en la capacidad operativa
del diseño para transformar lo que sucede en las escuelas: el currículum es un modelo de la
práctica, una idea predeterminada que debe ser plasmada. La segunda concepción piensa el
currículum como una hipótesis de trabajo, en la que el desarrollo no es un proceso de
implementación o de aplicación, sino un proceso de investigación y acción que promueve el
intercambio de perspectivas.
Algunas notas sobre el proyecto en las instituciones La comprensión del término proyecto
adquiere relevancia en la necesaria profundización del marco organizacional e institucional –
dimensión de lo social– al que refiere. En este sentido consignamos las significaciones que
distintos autores atribuyen a la relación proyecto-organización y a la de los objetivos que
consciente e inconscientemente sustentan los grupos y sujetos implicados.
“El proyecto puede definirse como una conducta de anticipación que supone el poder de
representarse lo inactual (que no es actual) y de imaginar el tiempo futuro por la construcción
de una sucesión de actos y de acontecimientos” (Cros, 1994; citado en Frigerio y Poggi, 1996:
19). Significar, mirar hacia delante, potencialidad del hacer, orientación al futuro, expresión de
deseos con visión prospectiva, dan cuenta de una actividad esencialmente humana.
Sin desconocer estas características, podemos ubicar la programación como una herramienta
que nos ayuda a anticipar la mayor cantidad posible de situaciones y alternativas,
permitiéndonos en la instancia interactiva estar en condiciones de responder
profesionalmente a los imprevistos.
En tercer lugar, la enseñanza puede ser definida como aquella práctica intencional en la que se
ponen en diálogo al menos dos sujetos en torno a un contenido. Fenstermacher (1989)
caracteriza esta definición como concepción genérica. Es una definición que busca aproximarse
de una manera descriptiva a una práctica compleja resaltando sus rasgos básicos.
De esta primera y sencilla definición podemos recuperar la intencionalidad como central para
la enseñanza. Sin intencionalidad no hay enseñanza. Entonces, es fundamental pensar en la
programación como un proceso complejo que ayuda a darle concreción a esa intención de
enseñar. Por último, estas prácticas de programación persiguen una finalidad. La finalidad es
intrínseca a las acciones humanas. Siempre hay un fin que guía las acciones como el norte en
una brújula. En el caso de la enseñanza, la finalidad es lograr el aprendizaje.
9. Por otra parte, podemos decir para definir la programación de la enseñanza el término
programación, da cuenta de una serie de procesos complejos a partir de los cuales,
podríamos decir, se pasa del curriculum prescripto al curriculum real. La programación
es ese proceso progresivo de concreción de las intencionalidades formativas.
Con posterioridad, entre el año 2004 y 2007, se aprobaron los Núcleos de Aprendizaje
Prioritarios (NAP’s) que se elaboraron sobre la base de los CBC y constituyen –aún hoy– la
selección cultural que la Nación realiza y que espera distribuir entre los ciudadanos. En
segundo lugar, nos encontramos con el nivel jurisdiccional de decisiones curriculares. Este
nivel incluye los Diseños Curriculares de las distintas provincias, de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (C.A.B.A.) y de los territorios nacionales. Específicamente en nuestro caso,
hablamos de las decisiones curriculares que se toman en la Dirección General de Cultura y
Educación (DGCyE) de la Provincia de Buenos Aires7 y que afectan a todos los niveles del
sistema educativo que dependen de esta instancia.
El trabajo del docente en el aula va a tener en las decisiones curriculares jurisdiccionales una
referencia ineludible: los Diseños Curriculares, que expresan aquella propuesta formativa que
ha sido adoptada para cada uno de los niveles del sistema educativo provincial. Además del
Diseño Curricular del nivel en el que estemos trabajando, puede ser de interés consultar el
Marco General de Política Curricular, que explica los lineamientos generales y válidos para la
educación en todo el sistema.
Estos dos niveles de especificación curricular que caracterizamos someramente para nuestro
país, son aquéllos que se conocen como “niveles de decisión político-administrativos”
Por último, nos encontramos con el nivel áulico de concreción curricular. Es en este nivel en el
que se toman las decisiones más concretas, que le dan mayor especificidad a la propuesta
formativa. Esto no significa que las decisiones sean individuales, en muchos casos son
grupales, dependiendo de las diversas dinámicas de trabajo institucional. Este nivel contiene
aquellas modalidades de programación que son anuales, o trimestrales, o por secuencias
didácticas, que el docente define, en el marco de los acuerdos institucionales precedentes,
para el grupo de estudiantes con el que trabaja para que se haga efectivo el intercambio entre
docentes y alumnos destinado a lograr que los contenidos en principio portados por los
primeros, sean compartidos por todos los sujetos involucrados al final del período en cuestión.
11. Es posible analizar que la programación cumple diferentes funciones en las prácticas
de enseñanza que llevamos a cabo los docentes. Sostenemos que cuando
programamos nuestras prácticas de enseñanza lo hacemos para anticiparnos, para
prever algunas de las posibles modalidades en las que queremos vincularnos los
docentes y los estudiantes a través del contenido, y para fundamentar nuestras
decisiones profesionales. La programación de la enseñanza no debería responder sólo
a un requisito formal o de supervisión en el marco del sistema educativo, sino que
deberíamos tratar de visualizar las potencialidades que presenta para el mejoramiento
de la enseñanza.
14. Consideramos que podemos hablar de la necesidad de construir un tercer enfoque que
nos ayude a superar las dicotomías en las que nos encontramos, como en un callejón
sin salida, cuando adoptamos casi taxativamente el enfoque técnico-racional o el
procesual-práctico. La mayoría de las veces vamos a elegir declarativamente el
enfoque procesual-práctico porque es el más renovado, el más actual, el que recupera
el lugar del sujeto como “tomador de decisiones”, o simplemente porque en el ámbito
educativo queda bien decir que uno adhiere a este enfoque. Pero, ¿todo lo que
plantea el enfoque técnico-racional es malo? ¿Todo lo técnico tiene que ser
desechado? Conviene explicitar que sostenemos en este trabajo una diferenciación
entre lo normativo y lo prescriptivo en el marco de la Didáctica. Además de lo ya
expuesto, lo normativo, a diferencia de lo prescriptivo, guarda una vinculación
explícita con los valores y con la concreción de un proyecto político-educativo. La
didáctica normativa ayuda al docente a tomar sus propias decisiones, colaborando en
la construcción de una base decisional para fundamentar su práctica. Los trabajos de
Feldman (1999, 2010b) ayudan a pensar en estas articulaciones necesarias entre los
aportes positivos que cada una de las perspectivas (técnica, práctica y crítica) para
poder ser “consecuentemente prácticos” en la resolución de los problemas de la
enseñanza.
16. La planificación implica, por parte de quien la realiza, una síntesis entre lo subjetivo y
lo objetivo. Esto es, en el momento en que se construye, se pone en marcha y se
evalúa la planificación, el docente pone en juego deseos, intereses y emociones junto
con aspectos objetivos (normativas, marco teórico). La instancia de planificar es un
momento cargado de emoción, compromiso y responsabilidad: emoción porque
realizar una planificación despierta en quien la hace sentimientos variados (gusto,
deseo, placer/ displacer, etc.); compromiso con la tarea de enseñar desde un
posicionamiento político• pedagógico; responsabilidad de poner en diálogo el
currículo prescripto con las necesidades de aprendizaje de los niños. Es posible
planificar una "buena enseñanza'" en la medida en que se puedan diseñar propuestas
que esbocen buenas maneras de enseñar algo bueno. Por un lado, esta idea rescata el
valor de seleccionar contenidos cargados de sentido" para el grupo de alumnos al cual
se destina; por otro -y en relación con el anterior-, se rescata el valor ético y moral de
la propuesta en la medida en que sea justificable en relación con el ideal de mundo y
de hombre que se quieta transmitir
Se intenta resaltar aquí el carácter flexible de la planificación, dado que ella se desarrolla en un
escenario complejo, en una realidad que es dinámica y cambiante. A partir del conocimiento -
que es parcial y provisorio- que tenga el docente sobre esta realidad (sobre sus alumnos, el
contenido, la psicología, las estrategias de enseñanza, etc.), prepara un plan de acción. Pero
como la realidad es dinámica, este plan nunca se ajustará completamente a ella; dado que la
situación de enseñanza es impredecible, suceden situaciones no pronosticadas que modifican
el plan trazado. En otras palabras, la planificación da cuenta de una intención, pero nunca
supone una garantía de que aquello que se planifica, sucede. Desde esta posición, no se puede
plantear una correlación exacta entre el diseño y su desarrollo. Contrariamente a ello, la
planificación es una posibilidad de que suceda lo diseñado, nunca es una garantía. Es un
instrumento que regula la acción en el aula, no un mecanismo de control.
El diseño de la enseñanza debe ser práctico Durante muchos años, en nuestro sistema
educativo se dio mucha importancia a la necesidad de realizar planificaciones muy minuciosas
y detalladas. La creencia que dominaba esa "obsesión planificadora" era que el docente, en la
medida en que detallara muy puntualmente todo lo que haría, dejaría de improvisar. Pero el
resultado de esta historia no fue el esperado. Lo que sucedió fue que el docente empezó a
producir cada vez más papeles, planificaciones anuales, mensuales, quincenales, semanales,
diarias y de clase, carpetas didácticas, libros de temas, cuadros de doble entrada donde se
especificaban las conductas que cada alumno había alcanzado.8 De más está decir que estos
maravillosos planes de papel muchas veces no tienen correlato alguno con lo que se hace en el
aula. Así, en vez de preocuparse por reflexionar para mejorar la enseñanza, los maestros
tuvieron que ocupar su escaso "tiempo libre" disponible para llenar planillas. Los planes son
utilizados no por su función práctica respecto de la enseñanza sino como un mecanismo de
control por parte de los directivos. Hechos de esta naturaleza han ocurrido y aún ocurren en
muchas instituciones escolares donde las planificaciones formales -con un formato que debe
ser cuidadosamente respetado- ocupan mucho tiempo y energía pero no facilitan ni
enriquecen la tarea de enseñanza. La planificación es un acto eminentemente práctico; se
orienta en función de la acción y su objeto se realiza en la práctica. La planificación, como los
mapas, deben ser representaciones útiles El diseño de la enseñanza debe ser público El diseño
de la enseñanza no es un acto estrictamente privado. Si bien puede realizarlo un feliz docente
en soledad, debe estar abierto al intercambio y la 8 Al lector interesado en profundizar sobre
las formas en que los docentes planifican en las escuelas y realizan la adaptación del
currículum, ver: Palamidessi, M.: Del currículum a la planificación: Los maestros y la
construcción del contenido enseñado. Informe Final de Investigación. SCYT-Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1991. 45 discusión. Queremos llamar la
atención sobre ciertas cuestiones: ¿quiénes participan del diseño y de la planificación? O,
¿quiénes no participan? ¿En qué participan? En nuestro sistema educativo la actividad de
planificar está planteada, tradicionalmente, como un acto individual que realiza cada maestro
o cada profesor para organizar las actividades de enseñanza que desarrolla con un grupo de
alumnos o enseñando una asignatura. Pero esta forma de hacer planes no es la única forma
existente. Se puede planificar por grado en forma individual, con otros docentes del mismo
año, con otros docentes de la misma área, con otros docentes del mismo ciclo, con los
docentes de materias especiales, con otros docentes en función de un proyecto especial que
abarque distintos años, con todos los docentes de la institución, con los padres y, ¿por qué
no?, con los alumnos. Claro está que en cada instancia se pueden discutir, acordar o planificar
distintos tipos de acciones, de diverso alcance o complejidad. Lo cierto es que si la escuela
quiere que exista una cierta coherencia en los mensajes de la enseñanza, no debería dejar
librada al buen entender e iniciativa de cada docente la acción de diseñar y planificar. De allí
puede entenderse el carácter público -abierto a la discusión y al debate- de la planificación.
Debemos pensar que planificar es un acto de gobierno y de control sobre los otros; es un
proceso de toma de decisiones que involucra la vida de los demás. Decir esto no implica
quitarle al docente la responsabilidad central que le cabe en esta tarea. Simplemente, es un
modo de recordar que los demás implicados en el asunto también tienen cosas para decir y
aportar.
Toda acción de enseñanza supone la fijación de objetivos; sea para una clase determinada, un
ciclo lectivo o una unidad de aprendizaje. Un objetivo puede ser identificar los continentes y
océanos por su nombre y ubicarlos en el mapa o iniciarse en el conocimiento de la literatura
argentina. Los objetivos pueden ser muy específicos o generales, según sea la acción de
enseñanza que se esté planificando. Por lo general, un objetivo (como Describir gráficamente
las parte de una planta) se formula vinculando un contenido a enseñar (las partes de una
planta) con algún tipo de actividad (describir en forma gráfica). Aquí debemos recordar que 10
http://servicios2.abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/consejogeneral/disenioscurriculares/
documentosdescarga/s ecundaria1.pdf 48 toda situación de enseñanza supone la existencia de
un problema para el estudiante, algo que el estudiante es capaz de resolver si recibe la ayuda y
el contenido necesario para enfrentarlo. Cuando se piensa el objetivo de una clase se está
intentando explicitar el problema que queremos plantear a los alumnos.
18. Evaluar es una acción que supone el ejercicio de un poder; el poder del evaluador. El
que evalúa es reconocido como una autoridad capaz de preguntar, inspeccionar,
examinar, valorar, calificar, jerarquizar personas y cosas; puede tratarse de un 64
economista destacado, de un periodista deportivo reconocido, de un crítico de arte o
de un docente. Los instrumentos utilizados para la evaluación son muchos y muy
variados; también son muchos y muy diversos los sujetos/actores de la institución
escolar que pueden ser evaluados.15Si bien tradicionalmente los únicos evaluados
eran los alumnos, hoy en día las cosas han cambiado. Los maestros también son
evaluados y, con ellos, toda la institución escolar. Un supervisor que observa una clase
puede estar evaluando a un maestro o incluso, observando los cuadernos puede estar
evaluando la marcha de esa institución escolar. Pero no hay una única manera, sino
diversos modelos, tradiciones o concepciones acerca de lo que es evaluar.
Básicamente, la evaluación en educación se relaciona con la producción de un juicio en
función de cuatro tipos de decisiones: • respecto de los individuos (conocer sus
necesidades o capacidades, juzgar sus méritos en función de procesos de selección y
agrupamiento, aprobación de un curso o nivel, etcétera); • respecto del mejoramiento
de la enseñanza (adecuación de los materiales, utilidad o eficacia de las estrategias de
enseñanza o de la organización y secuencia de contenidos, etcétera), • respecto de la
institución escolar (analizar la calidad de los contenidos impartidos en una escuela,
etcétera) y • respecto de política y administración del sistema escolar (analizar la
calidad de un escuela, evaluar el desempeño profesional de un docente, conocer el
rendimiento académico de los egresados, etcétera). En este capítulo veremos cómo se
relacionan estos tipos de decisiones con dos modelos de evaluación. Para comprender
y diferenciar al primer modelo del segundo, plantearemos una situación de aula.
Primer modelo: evaluar es medir productos de aprendizaje para calificar a los estudiantes
evaluación tiene por función central la calificación del alumno; calificarlo con una nota y
acreditar los supuestos saberes que este alumno posee (o no).
Las evaluaciones que se realizan sobre los productos del aprendizaje son llamadas
evaluaciones sumativas. La evaluación sumativa se propone apreciar el grado de apropiación
de los contenidos por parte del alumno. Su objetivo es emitir un juicio sobre los resultados,
sobre lo que el alumno ha aprendido. El enfoque de este tipo de evaluación es retrospectiva:
juzga al aprendiz desde el final del proceso y se preocupa por ver qué y cuánto ha aprendido
un alumno.
Esta visión de la evaluación destaca el logro de los objetivos propuestos. Las pruebas deben
medir el comportamiento observable del alumno o un producto que sea consecuencia de la
adquisición de esa conducta. La evaluación se identifica, prácticamente, con la medición. Entre
los problemas que presenta este modelo de evaluación basado en la medida de los productos
del aprendizaje, está el que el evaluador efectúa una valoración y emite un juicio pero no
explica ni investiga las causas que llevaron a ese desempeño. El problema es que no cuenta
con mucha información adicional porque los instrumentos que ha dispuesto para examinar a
sus alumnos por lo general no le aportan otro tipo de datos.
la evaluación basada en la medida tiene, ante todo, una función de control: comprobar los
contenidos que el alumno domina para calificarlo, castigar o controlar los actos de indisciplina,
decidir sobre la promoción del alumno. Por su parte, en los planteos más técnicos, la
evaluación basada en la medida se preocupa por la objetividad del juicio del docente. Se trata
de recoger información fehaciente y científica que permita conocer cuánto sabe (o no sabe) el
alumno con el fin de mejorar la secuencia y el método de enseñanza.
Si pensamos que la evaluación debe servir no sólo para comprobar resultados de aprendizaje y
para calificar a los alumnos, sino como un momento de reflexión y análisis de la enseñanza y
del currículum, la pregunta que nos surge es la siguiente: los datos sobre el comportamiento o
el rendimiento de los alumnos son suficientes o nos proporcionan toda la información que
necesitamos para analizar posibles cambios respecto de la enseñanza y del currículum? Este es
un primer problema. Otro problema que se plantea es el de la posición del evaluador y el
carácter de sus juicios: ¿Puede el docente, sobre la base de las mediciones de los resultados de
aprendizaje, efectuar un juicio evaluativo justo? ¿Qué productos se miden? ¿Se consideran
todos los productos del aprendizaje o se realiza un particular recorte de lo que el docente y la
escuela consideran pertinente? ¿Uso la misma medida para todos o debo basarme en normas
de comparación entre los alumnos? Esta cuestión plantea el carácter complejo, ético y político
de toda medición y de todo juicio evaluativo.
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