Tema II

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Enrique Taibo Padrón Derecho Penal I

Principios del Derecho Penal


El titular del denominado “ius puniendi” es decir, del Derecho a castigar, es el Estado, el cual,
mediante el procedimiento oportuno declarará lo que son las conductas delictivas, las penas que
va a imponer así como otras consecuencias, como sea el sistema penal que tenga un Estado para
proteger los viene jurídicos depende, por tanto, de la voluntad estatal y esta puede dirigirse a
crear, como en el pasado, un estado de terror, crueldad para con los ciudadanos azotándolos con
un Derecho Penal autoritario, o bien dirigirse a fomentar la libertad y la seguridad de los
ciudadanos con un Derecho Penal racional y proporcional, donde arraigue el sentimiento
personal de justicia y no de venganza u otras más inmorales.

El Derecho Penal puede concebirse de modo objetivo como aquel conjunto de normas que
son las que establecen los delitos y su consecuencia jurídica, pero también se habla de un
Derecho Penal subjetivo para referirse al sujeto titular del “ius puniendi”. Al lado de lo que sea el
Derecho Penal, en sus aspectos objetivos y subjetivos se encuentran las denominadas “ciencias
penales” como son la dogmática, la política criminal y la criminología, entre otras:

• La dogmática tiene como finalidad interpretar, sistematizar y criticar el Derecho penal


subjetivo.
• La política criminal hace referencia a las razones o principio de carácter político que están
implícitos o subyacentes al propio contenido de la legislación penal.
• La criminología, que es una ciencia multidisciplinar pero también empírica, tiene por
objeto de estudio el delito y sus formas de aparición o comisión, el delincuente, la víctima,
así como la eficacia de las penas y demás consecuencias jurídicas del delito.

La ciencia del Derecho Penal opera con la dogmática y la política criminal, es decir, que se
dedica a interpretar la ley penal, a reducirla a un sistema ordenado y a criticar la propia legislación
con propuestas de leyes futuras, así como a descubrir mediante la política criminal qué
orientaciones políticas sigue el legislador y a proponer otras más adecuadas en su caso para la
protección de los bienes jurídicos. De ahí que haya sido la ciencia del Derecho Penal en el devenir
histórico la que haya propugnado una serie de principios estructurales, políticos y materiales que
tratan de delimitar el ius puniendi del Estado para que este no sea arbitrario y se ciña a la función
del Derecho Penal, que es la protección de los bienes jurídicos, y no la consecución de otras
finalidades que estarían fuera de lo que es la admisión del Derecho Penal.

1. Principios estructurales
Existe una serie de principios que operan sobre la estructura externa del modelo jurídico-penal,
esto es, sobre las formas de emanación o aparición de los contenidos jurídico-penales, como
sucede con el principio de legalidad y sus derivaciones, mientras que otro grupo de principios
informan de la estructura interna del modelo, ordenando los criterios de selección de los
contenidos penales.

1.2 Principio de legalidad


Como garantía de la libertad de la ciudadanía, de la objetividad del enjuiciamiento y de la
evitación de la arbitrariedad del poder punitivo, rige el principio de legalidad, incluido en el
artículo 25 de la Constitución y en los artículos 1, 2 y 3 del Código Penal.

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Según este principio, no hay delito ni pena sin ley previa. Para juzgar un hecho como delito,
este debe haberse formulado como tal por una ley con anterioridad a su perpetración,
permitiéndole a la ciudadanía conocer y distinguir los hechos prohibidos de los hechos
permitidos. Es preciso que dicha pena ya estuviera prevista por una ley con anterioridad a la
comisión de un delito, de manera que la ciudadanía pueda calcular anticipadamente las
consecuencias de un posible actuar delictivo. No se puede ejecutar pena ni medida de seguridad
sino en virtud de una sentencia firme dictada por los jueces o tribunales competentes con arreglo
a la legislación procesal, ni hacerlo de otra forma que la prescrita por la ley y los reglamentos que
la desarrollan, ni con otras circunstancias o accidentes que los expresados en su texto.

Dado que la mayor parte de los delitos y de las penas afectan a los derechos fundamentales,
generalmente el modelo de ley penal es el de una ley orgánica, único instrumento normativo que
puede incidir en el desarrollo de los derechos fundamentales y que requiere para su aprobación
mayoría absoluta.

Menos estricto es el ámbito de las fuentes del Derecho Penal cuando se trata del efecto
opuesto (eximir o atenuar la punibilidad). A su vez, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional,
al resolver la inconstitucionalidad de un delito o de una circunstancia agravante, puede
convertirse en una especie de fuente negativa del Derecho Penal.

Exigencia de reserva de ley: Es la primera exigencia del principio de legalidad, que deriva en
que las leyes penales, aquellas que crean o agravan delitos y establecen penas, deben emanar de
las Cortes Generales, pero además mediante una ley formal. Esto, en principio, excluye como
fuente del Derecho Penal tanto a la costumbre como a los principios generales del Derecho, y en
segundo lugar, dado que los delitos y penas afectan a los derechos fundamentales, la ley penal
debe ser siempre ley orgánica (regulada en el artículo 81 de la Constitución).

El poder ejecutivo no tiene potestad alguna para crear o agravar delitos o sus penas, y por ello,
los decretos leyes, reales decretos, órdenes ministeriales, etc., quedan fuera de las fuentes del
Derecho Penal. Asimismo, la legislación penal es materia reservada como competencia exclusiva
al Estado (art. 149.1.6º de la C.E) y por ello las comunidades autónomas no pueden establecer
leyes penales. Las otras fuentes del Derecho Penal, la costumbre y los principios generales, pueden
jugar un papel a la hora de determinar el contenido no de los delitos o sus agravaciones, ni de las
penas, pero sí de las eximentes de responsabilidad penal o atenuantes. En el mismo sentido,
también las disposiciones normativas formales que no sean leyes también pueden
indirectamente condicionar el contenido del Derecho Penal, a través de estas categorías como
eximentes o atenuantes de la responsabilidad penal.

Exigencia de irretroactividad: Delimita los efectos temporales de las leyes en el sentido de


excluir su aplicación en relación con los hechos acaecidos con anterioridad a su vigencia. El
mismo criterio general admite excepciones, es decir, el efecto opuesto de retroactividad que, en
caso de la ley penal, se circunscribe a los supuestos en los que el reo resulta favorecido por la
aplicación de la nueva ley.

Exigencia del principio “non bis in idem”: Este principio implica que el Derecho Penal no puede
castigar dos veces el mismo hecho a pesar de que, hipotéticamente, dos normas fueran aplicables
simultáneamente al mismo hecho. El principio de legalidad exige que cada hecho con todas sus
características se contenga en una ley penal que establezca la consecuencia jurídica.

No se infringe el principio non bis in idem en los caso en los que una ley contempla varias
penas para un mismo hecho delictivo, como la inhabilitación especial para empleo o cargo
público sumada a la pena de prisión, ni tampoco se infringe cuando se produce una doble
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sanción penal y administrativa siempre que se esté ante un caso en que dichas sanciones tengan
distinto fundamento, es decir, en los supuestos en que el sujeto es idéntico, el hecho es idéntico,
pero las sanciones previstas por la ley penal y por la ley administrativa tengan un fundamento
distinto. Esto sucede específicamente con las sanciones disciplinarias a partir de la comisión de
un hecho delictivo.

Exigencia de taxatividad y certeza: La ley penal tiene que ser taxativa, es decir, debe describir
del modo más preciso cuál es la conducta ordenada o prohibida, así como la consecuencia
jurídica aplicable si se realiza, ello resulta incompatible con la utilización para describir los delitos
y sus consecuencias jurídicas de términos o expresiones vagas, inconcretas, como podrían ser
causar un evidente perjuicio. Además, la ley penal debe ser cierta, es decir, que la conducta
delictiva se encuentre prevista de un modo cognoscible en la ley penal. Sin embargo, alcanzar
esta exigencia tiene especial dificultad, no imposibilidad en tres supuestos:

1. Delitos imprudentes: Es el juez quien, mediante valoraciones, determina si el autor infringió


el deber objetivo de cuidado al lesionar un bien jurídico, dado que a priori, debido a la
multitud de circunstancias es imposible determinar para cada situación cuál es el deber
objetivo de cuidado.
2. Comisión por omisión: Tampoco se logra esa plenitud de certeza, puesto que también el
juez debe determinar si un sujeto tenía el deber jurídico de evitar la lesión de un bien
jurídico.
3. Las leyes en blanco (art. 316 del C.P): Son aquellas que no describen totalmente la
conducta prohibida u ordenada, sino que para ello se remiten a otra ley o disposición
normativa de inferior rango y fuera del Código Penal. De este modo, para calificarse una
conducta como delictiva, no solo ha de aplicarse la ley penal sino también la ley
administrativa, laboral, civil, etc.
Las leyes penales en blanco realmente no cumplirían con el principio de legalidad, puesto
que no describe de un modo total la conducta y ha de acudirse a normas extrapenales. Sin
embargo, el Tribunal Constitucional ha establecido que este tipo de leyes no vulneran
dicho principio si concurren tres requisitos:
• Que el reenvío de la ley penal a la ley extrapenal sea expreso.
• Que por razón de la materia, la ley penal deba remitirse a leyes extrapenales.
• Que la ley penal describa como mínimo el núcleo de la prohibición o mandato penal.

La analogía: La ley penal debe aplicarse estrictamente, es decir, solo a los casos previstos en ella
y no a otros. La analogía es aquel supuesto que no está abarcado por la letra de la ley, aunque
guarda similitud con lo que realmente está incluido en ella. Sin embargo, esta exclusión de la
analogía y de la aplicación analógica, solo es operativa si perjudica al reo y no es obstáculo para
la interpretación extensiva, mientras esta interpretación no desborde el tenor literal posible del
precepto y se ajuste al espíritu o voluntad de la ley.

2. Principios político-criminales
• Principio del carácter fragmentario del Derecho Penal: Nos dice que el legislador solo debe
proteger los bienes jurídicos frente a los atentados más graves que puedan sufrir y no frente
a cualquier acción u omisión que los ponga en peligro o lesione.
• Principio de intervención mínima: Nos dice que el Derecho Penal debe intervenir lo menos
posible, tratando de preservar la integridad de los bienes jurídicos al menor coste posible
para la libertad, de tal modo que solo allí cuando el comportamiento perturba la
convivencia pacífica es cuando el Derecho Penal puede jugar un papel.
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• Principio de ultima ratio: Según el cual, el Penal es el último recurso al que cabe acudir
para resolver el conflicto social, de tal modo que, si resulta eficaz en la resolución del
conflicto cualquier otro sector del ordenamiento jurídico, debe acudirse a él.

3. Principios materiales
Informan el contenido que en todo caso debe respetar el legislador a la hora de configurar los
ilícitos penales y sus reacciones frente a los responsables.

• Principio del hecho: El objeto del Derecho Penal es el de proscribir la realización de


determinadas conductas, pero no el castigar por la conducta debida de un sujeto por su
carácter, por su personalidad o peligrosidad. El objeto del Derecho Penal son los hechos,
no los sujetos, a pesar de que haga responsables a estos de aquellos.
• Principio de exclusiva protección de los bienes jurídicos: El Derecho Penal se dirige
exclusivamente a proteger los bienes jurídicos frente a hechos que los pongan en peligro
o lesione, de tal modo, que si no hay bien jurídico que proteger, no puede haber conducta
que prohibir u ordenar. El Derecho Penal no debe perseguir cultivar la fidelidad de la
ciudadanía, no debe pretender que esta bajo la amenaza de pena sea siempre obediente,
no puede pretender en definitiva mediante el Derecho Penal la protección de valore
morales concretos, sino bienes de interés individual o colectivo que incluyen en la
convivencia social.
• Principio de lesividad u ofensividad: El Derecho Penal solo puede castigar conductas que
pongan en peligro o dañen lesionándolo un bien jurídico, de tal modo que, para considerar
delictiva una conducta, debe constatarse que la misma ha puesto en peligro o lesionado
el bien jurídico, sino es así, la conducta no estaría prohibida u ordenada a pesar de que
formalmente esa conducta podría subsumirse en una forma penal.
• Principio de culpabilidad: Señala que al sujeto se le reprocha una conducta ilícita y que la
pena que se le impone es adecuada a ese grado de reprochabilidad. Por tanto, el principio
de culpabilidad viene a identificarse con un juicio de reproche que se le hace al autor por
haber obrado de un modo antijurídico y la imposición y el límite de la pena tiene que estar
proporcionado a tal reproche. Se derivan tres exigencias de este principio:
1. Que el sujeto obre con dolo o imprudencia, de tal modo que si la lesión del bien
jurídico no es reconducir a una actuación dolosa o imprudente de un sujeto, no
podrá reprocharse con una pena a su conducta causante de una lesión (tertium non
dato).
2. El sujeto debe haber obrado con capacidad para haber evitado la lesión del bien
jurídico, es decir, que era capas de comprender el carácter ilícito de su conducta y
de obrar conforme a dicha comprensión.
3. Estriba en que la pena se apoya en esa reprochabilidad y su extensión está
fundamentada también en la magnitud de esa reprochabilidad.
• Principio de dignidad de la persona, de humanidad y de resocialización: El Derecho Penal
desde la Ilustración ha evolucionado tratando de humanizarse cada vez más, es decir, de
reaccionar frente al delincuente tratándole como persona que tiene su dignidad y que en
ella se encuentra el fundamento de todos los derechos, los contenidos penales, entonces
deben partir de que el destinatario de las normas como ser humano tiene unos límites que
no deben ser vulnerados al prescindir el Derecho Penal de la dignidad de esa persona y así
en la previsión de las penas del artículo 15 de la Constitución ya prohíbe las penas
inhumanas y degradantes como también el modo de ejecutar las penas debe atenerse a
la singularidad del ser humano que no es un instrumento para conseguir fines sociales,
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sino que el ser humano es un fin en sí mismo y el Derecho Penal no debe ni eliminarlo ni
prescindir de los elementos caracterizadores de su humanidad al tratarlos como
delincuentes. Hasta tal punto es así que en el artículo 25 de la Constitución ordena que
las penas privativas de libertad se orienten a la resocialización y reeducación del
delincuente, de ahí que queden fuera del ámbito penal la pena de muerte, los castigos
corporales y que el sistema penitenciario esté planificado para reinsertar al individuo a la
sociedad.

4. Principios generales con significación en el


derecho penal
Criterios que tienen utilidad tanto para el legislador en la creación de las leyes penales
como para el juzgador en la resolución de los casos.

• Principio de proporcionalidad: Vinculado a la prohibición del exceso y la interdicción de la


arbitrariedad de los poderes públicos. Castigar como delito una conducta insignificante
vulneraría este principio y sería inconstitucional (si bien el mismo para que sea operativo
ha de ser puesto en relación con otros preceptos constitucionales). Puede deducirse una
justicia distributiva, es decir, dar a cada uno su merecimiento. Las penas han de ser acorde
con las distintas infracciones, dependiendo de la naturaleza del bien jurídico y de la
conducta tipificada.

• Principio de justicia material: La justicia es un valor superior del ordenamiento jurídico. La


justicia material parece oponerse a una interpretación o a una aplicación meramente
formal del derecho. No todo aquello que es ajustado a derecho resulta necesariamente
conforme con la idea de justicia. La ley ignora determinadas circunstancias que podrían
moderar o modificar el enjuiciamiento jurídico-penal. Esto provoca que este principio se
yuxtaponga con el de proporcionalidad.

• Principio de igualdad: Supone la prohibición de un trato desigual sin fundamento alguno.


Impone tratar de forma desigual los casos desiguales y ello justifica que el trato en principio
igualitario ante la ley penal se torne en desigual cuando entre los sujetos existen diferencias
que lo legitiman (adultos-menores, imputables-inimputables).

• Principio de seguridad jurídica: Garantizada por la propia Constitución. Esta alta tutela se
debe a que la seguridad jurídica es garantía de libertad y de proscripción de la
arbitrariedad de los poderes públicos. Hay seguridad jurídica cuando se puede confiar que,
actuando en el sentido de la legalidad, no cabe esperar un efecto oculto ni castigo alguno,
sino sólo las consecuencias previstas por la propia legalidad.

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