Tema II
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El Derecho Penal puede concebirse de modo objetivo como aquel conjunto de normas que
son las que establecen los delitos y su consecuencia jurídica, pero también se habla de un
Derecho Penal subjetivo para referirse al sujeto titular del “ius puniendi”. Al lado de lo que sea el
Derecho Penal, en sus aspectos objetivos y subjetivos se encuentran las denominadas “ciencias
penales” como son la dogmática, la política criminal y la criminología, entre otras:
La ciencia del Derecho Penal opera con la dogmática y la política criminal, es decir, que se
dedica a interpretar la ley penal, a reducirla a un sistema ordenado y a criticar la propia legislación
con propuestas de leyes futuras, así como a descubrir mediante la política criminal qué
orientaciones políticas sigue el legislador y a proponer otras más adecuadas en su caso para la
protección de los bienes jurídicos. De ahí que haya sido la ciencia del Derecho Penal en el devenir
histórico la que haya propugnado una serie de principios estructurales, políticos y materiales que
tratan de delimitar el ius puniendi del Estado para que este no sea arbitrario y se ciña a la función
del Derecho Penal, que es la protección de los bienes jurídicos, y no la consecución de otras
finalidades que estarían fuera de lo que es la admisión del Derecho Penal.
1. Principios estructurales
Existe una serie de principios que operan sobre la estructura externa del modelo jurídico-penal,
esto es, sobre las formas de emanación o aparición de los contenidos jurídico-penales, como
sucede con el principio de legalidad y sus derivaciones, mientras que otro grupo de principios
informan de la estructura interna del modelo, ordenando los criterios de selección de los
contenidos penales.
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Según este principio, no hay delito ni pena sin ley previa. Para juzgar un hecho como delito,
este debe haberse formulado como tal por una ley con anterioridad a su perpetración,
permitiéndole a la ciudadanía conocer y distinguir los hechos prohibidos de los hechos
permitidos. Es preciso que dicha pena ya estuviera prevista por una ley con anterioridad a la
comisión de un delito, de manera que la ciudadanía pueda calcular anticipadamente las
consecuencias de un posible actuar delictivo. No se puede ejecutar pena ni medida de seguridad
sino en virtud de una sentencia firme dictada por los jueces o tribunales competentes con arreglo
a la legislación procesal, ni hacerlo de otra forma que la prescrita por la ley y los reglamentos que
la desarrollan, ni con otras circunstancias o accidentes que los expresados en su texto.
Dado que la mayor parte de los delitos y de las penas afectan a los derechos fundamentales,
generalmente el modelo de ley penal es el de una ley orgánica, único instrumento normativo que
puede incidir en el desarrollo de los derechos fundamentales y que requiere para su aprobación
mayoría absoluta.
Menos estricto es el ámbito de las fuentes del Derecho Penal cuando se trata del efecto
opuesto (eximir o atenuar la punibilidad). A su vez, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional,
al resolver la inconstitucionalidad de un delito o de una circunstancia agravante, puede
convertirse en una especie de fuente negativa del Derecho Penal.
Exigencia de reserva de ley: Es la primera exigencia del principio de legalidad, que deriva en
que las leyes penales, aquellas que crean o agravan delitos y establecen penas, deben emanar de
las Cortes Generales, pero además mediante una ley formal. Esto, en principio, excluye como
fuente del Derecho Penal tanto a la costumbre como a los principios generales del Derecho, y en
segundo lugar, dado que los delitos y penas afectan a los derechos fundamentales, la ley penal
debe ser siempre ley orgánica (regulada en el artículo 81 de la Constitución).
El poder ejecutivo no tiene potestad alguna para crear o agravar delitos o sus penas, y por ello,
los decretos leyes, reales decretos, órdenes ministeriales, etc., quedan fuera de las fuentes del
Derecho Penal. Asimismo, la legislación penal es materia reservada como competencia exclusiva
al Estado (art. 149.1.6º de la C.E) y por ello las comunidades autónomas no pueden establecer
leyes penales. Las otras fuentes del Derecho Penal, la costumbre y los principios generales, pueden
jugar un papel a la hora de determinar el contenido no de los delitos o sus agravaciones, ni de las
penas, pero sí de las eximentes de responsabilidad penal o atenuantes. En el mismo sentido,
también las disposiciones normativas formales que no sean leyes también pueden
indirectamente condicionar el contenido del Derecho Penal, a través de estas categorías como
eximentes o atenuantes de la responsabilidad penal.
Exigencia del principio “non bis in idem”: Este principio implica que el Derecho Penal no puede
castigar dos veces el mismo hecho a pesar de que, hipotéticamente, dos normas fueran aplicables
simultáneamente al mismo hecho. El principio de legalidad exige que cada hecho con todas sus
características se contenga en una ley penal que establezca la consecuencia jurídica.
No se infringe el principio non bis in idem en los caso en los que una ley contempla varias
penas para un mismo hecho delictivo, como la inhabilitación especial para empleo o cargo
público sumada a la pena de prisión, ni tampoco se infringe cuando se produce una doble
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sanción penal y administrativa siempre que se esté ante un caso en que dichas sanciones tengan
distinto fundamento, es decir, en los supuestos en que el sujeto es idéntico, el hecho es idéntico,
pero las sanciones previstas por la ley penal y por la ley administrativa tengan un fundamento
distinto. Esto sucede específicamente con las sanciones disciplinarias a partir de la comisión de
un hecho delictivo.
Exigencia de taxatividad y certeza: La ley penal tiene que ser taxativa, es decir, debe describir
del modo más preciso cuál es la conducta ordenada o prohibida, así como la consecuencia
jurídica aplicable si se realiza, ello resulta incompatible con la utilización para describir los delitos
y sus consecuencias jurídicas de términos o expresiones vagas, inconcretas, como podrían ser
causar un evidente perjuicio. Además, la ley penal debe ser cierta, es decir, que la conducta
delictiva se encuentre prevista de un modo cognoscible en la ley penal. Sin embargo, alcanzar
esta exigencia tiene especial dificultad, no imposibilidad en tres supuestos:
La analogía: La ley penal debe aplicarse estrictamente, es decir, solo a los casos previstos en ella
y no a otros. La analogía es aquel supuesto que no está abarcado por la letra de la ley, aunque
guarda similitud con lo que realmente está incluido en ella. Sin embargo, esta exclusión de la
analogía y de la aplicación analógica, solo es operativa si perjudica al reo y no es obstáculo para
la interpretación extensiva, mientras esta interpretación no desborde el tenor literal posible del
precepto y se ajuste al espíritu o voluntad de la ley.
2. Principios político-criminales
• Principio del carácter fragmentario del Derecho Penal: Nos dice que el legislador solo debe
proteger los bienes jurídicos frente a los atentados más graves que puedan sufrir y no frente
a cualquier acción u omisión que los ponga en peligro o lesione.
• Principio de intervención mínima: Nos dice que el Derecho Penal debe intervenir lo menos
posible, tratando de preservar la integridad de los bienes jurídicos al menor coste posible
para la libertad, de tal modo que solo allí cuando el comportamiento perturba la
convivencia pacífica es cuando el Derecho Penal puede jugar un papel.
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• Principio de ultima ratio: Según el cual, el Penal es el último recurso al que cabe acudir
para resolver el conflicto social, de tal modo que, si resulta eficaz en la resolución del
conflicto cualquier otro sector del ordenamiento jurídico, debe acudirse a él.
3. Principios materiales
Informan el contenido que en todo caso debe respetar el legislador a la hora de configurar los
ilícitos penales y sus reacciones frente a los responsables.
sino que el ser humano es un fin en sí mismo y el Derecho Penal no debe ni eliminarlo ni
prescindir de los elementos caracterizadores de su humanidad al tratarlos como
delincuentes. Hasta tal punto es así que en el artículo 25 de la Constitución ordena que
las penas privativas de libertad se orienten a la resocialización y reeducación del
delincuente, de ahí que queden fuera del ámbito penal la pena de muerte, los castigos
corporales y que el sistema penitenciario esté planificado para reinsertar al individuo a la
sociedad.
• Principio de seguridad jurídica: Garantizada por la propia Constitución. Esta alta tutela se
debe a que la seguridad jurídica es garantía de libertad y de proscripción de la
arbitrariedad de los poderes públicos. Hay seguridad jurídica cuando se puede confiar que,
actuando en el sentido de la legalidad, no cabe esperar un efecto oculto ni castigo alguno,
sino sólo las consecuencias previstas por la propia legalidad.
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