Clase 5 Lopez Molina
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Por esos años la oposición entre razón (objetiva y luminosa) – pa-
sión (oscura y genuina) adquiere mayor importancia que aquella otra que
había galvanizado las discusiones por lo menos hasta Descartes, entre ra-
zón y fe, en orden a un progresivo proceso de laicización del pensamiento
en Occidente (otros autores hablarán de “des-encantamiento del mundo”).
No olvidemos que es con el Romanticismo que el vínculo entre
genialidad y locura se cristaliza y que el genio romántico, desde la mirada
alienista, es identificado con la tuberculosis y la melancolía, siendo la lo-
cura el precio a pagar, por lo florido de una imaginación desbordante. En
tal sentido Byron y Schumann, en la literatura y la música respectivamen-
te, ejemplificaron trágicamente las tesis de los teóricos de la degeneración
mental, Georges Morel y Magnan, quienes definían a aquélla como des-
viaciones patológicas del tipo normal que son transmisibles por herencia y
evolucionan progresivamente hasta la muerte. Adjudicaban su aparición a
una intoxicación, al medio social, a un disposición patológica, a herencia y
a lesiones adquiridas o congénitas de diversas clases; y que una vez contraí-
da afectaba inexorablemente a las distintas generaciones de una determi-
nada familia.
70
Analicemos por un momento algunas de las metáforas que hacían
de sostén a aquel optimismo radical: se llaman a sí mismos iluministas, la
razón es concebida como una luz (la luz de la razón) que avanza triunfante
sobre las tinieblas de la ignorancia y la sin-razón, contraponen el iluminis-
mo moderno a la oscuridad medieval (sólo quien se ubica en el lugar de la
luz puede endilgar el rótulo de oscurantistas a los siglos anteriores), impo-
nen la razón como aquello que define lo humano (racionalidad lógico-
matemática que se afirmará más fuertemente a partir de Newton y Kant),
postulan la visibilidad de la naturaleza, instituyen la observación como
dimensión principal de la actividad científica en tanto permite el descu-
brimiento y los procesos de validación, etc. Es decir que la razón reposa
sobre tres fuertes pilares: la luz que ilumina y que correlativamente crea las
condiciones para la segunda, esto es la visibilidad, pre-condiciones ambas
para poder arribar a ideas claras y distintas, y el modelo mecánico descan-
sando sobre la metáfora maquinista que imagina a la naturaleza como un
aparato de relojería.
17
Saurí, Jorge, ob. cit.. 1969.
71
Si en la época pre-moderna la verdad estaba coligada a la autoridad
de Aristóteles o de los libros sagrados, con la Modernidad la verdad es ya
por correspondencia entre lo observado y la enunciación.
El Siglo XX en tanto vendrá a mostrar trágicamente que “la razón
también produce monstruos...” y que cuanto más nos aproximamos a la
fuente de luz, menos vemos, y hasta se corre el riesgo de enceguecer ante
ella.
72
así lo rubricaban en el célebre juramento materialista (2) que él mismo se
comprometió a respetar.
El discurso médico operó en él fuertemente, impulsando su espíritu
investigador, y todo parecía augurar una brillante carrera bajo la protec-
ción de tan reconocidos maestros. Habrá que esperar un viaje (verdadera
experiencia de viaje iniciático), otro país: Francia, con otra tradición psi-
quiátrica y médica, dos ciudades: París (1885/86) y Nancy (1889), y dos
nuevos maestros: Charcot y Bernheim respectivamente.
Tal viaje implica una suerte de des-localización (hay que pensar que
por esa época lo local tenía aún un peso sustancial, los contactos entre las
tradiciones francesa y alemana y austríaca no eran tan fluidos, y que la
información circulaba muy cansinamente por lo que viajar implicaba no
un mero desplazamiento geográfico sino un tránsito de una episteme a
otra).
a) una neurosis hecha y derecha, la histeria, mérito que hay que reco-
nocerle al neurólogo francés, ya que fue el primero que le otorgó
estatuto nosográfico a una afección que hasta allí era entendida como
mera simulación “dedicada” a los familiares y a los propios médicos
por la enferma. Aunque creer en la morbilidad de la histeria no
implicaba en modo alguno dar crédito a sus verbalizaciones, esto es,
que el crédito otorgado a la histeria en tanto enfermedad nerviosa,
no alcanzaba a cubrir lo que la histérica trae a cuenta con su palabra;
73
b) una técnica prodigiosa y misteriosa: la hipnosis (antes denominada
magnetismo animal), que parecía augurar un venturoso futuro para
la psiquiatría en particular y la medicina en general. Un verdadero
“bisturí psíquico” que opera con precisión (no ya con la mano pre-
cisa del cirujano sino a través de una alianza estratégica entre la
mirada y la voz) allí donde el “indeseable” síntoma emerge;
Nancy será la siguiente estación, y hacia allí viajará Freud unos años
después, preocupado por acrecentar su dominio de la hipnosis.
¿Qué descubrirá allí junto a Liébault y sobre todo Bernheim mien-
tras comenzaba raudamente a desandar el camino de su formación? Fun-
damentalmente que el olvido no era la frontera última de la sugestión, y
que el recuerdo de la orden post-hipnótica podía ser traído a la conciencia
por acción de una fuerte presión sobre el paciente. ¿Pero traído desde dón-
de...? ¿Desde un otro lugar que pareciera estar situado más allá del olvido,
o en una suerte de “doble conciencia”, como diría Pierre Janet?
74
la observación minuciosa, la cacería de síntomas y la construcción de alam-
bicadas nosologías.
Acerca de la obra
75
Por todo lo dicho es que resulta tan difícil su estudio cuanto su
transmisión, y más difícil aun su aplicación, sobre todo a otros ámbitos
que no son los estrictamente clínicos. Trataremos no obstante de no ame-
drentarnos por tamaña complejidad, y de ver en qué condiciones esta teo-
ría puede brindar herramientas útiles para analizar e intervenir en las prác-
ticas educativas y para mostrar en qué sentido el psicoanálisis puede ser
potente para explicar algunos de los modos en que lo inconsciente se pone
en juego en los procesos de enseñanza y aprendizaje, en las tramas vincula-
res y en los avatares institucionales.
76
infantiles y adolescentes–, hurgando en la teoría procuraron quedarse con
aquello que les resultaba más digerible, esto es, con lo más parecido a “una
evolución” y creyeron hallarlo en las fases por las que atraviesa la libido y
que –para tranquilidad del sistema todo– hace coincidir el ingreso a la
escolaridad con el período de latencia. Tales fases se transformaron en con-
tenido privilegiado de la formación docente –no sin algún dejo de sospe-
cha por su “exacerbado” interés por lo sexual–, creando la falsa creencia de
que de eso trata el psicoanálisis, y descubriendo una columna más para
agregar en el célebre cuadro de doble entrada (el más famoso descubri-
miento hecho por esa concepción evolutivista el ciclo vital) que agrupa a
los más promiscuos psicólogos del desarrollo: Gesell, Carmichael, Piaget,
Wallon, Stone & Church, Spitz, Erikson, etc.; todos unidos en una cama-
radería conmovedora.
¡Caramba! si había algo que faltaba en ese sintético cuadro, era “lo
afectivo”, magra expresión ésta con la que se identifica a la teoría psicoana-
lítica.
18
Ob. cit., 1996.
77
- en segundo término porque la pulsión no se educa, porque el in-
consciente es indomable y el yo una pura ilusión y;
19
Ob. cit.,1996.
20
Ob. cit., 1988.
78
Inconsciente que determina a quién aprende (en el sentido restrin-
gido) pero también a quién enseña, inconsciente que resiste cualquier in-
tento de dominación, inconsciente que condiciona los intercambios y que
produce constantes “malos entendidos” que repercuten fuertemente en los
grupos humanos y las instituciones que los cobijan, inconsciente que se
expresa a su manera y a través de sus “formaciones”: lapsus, actos fallidos,
sueños chistes y síntomas; que se equivoca, esto es que “toma una cosa por
otra”, que se burla de la lógica, de la cronología y de la voluntad. Incons-
ciente en fin sobre el que no se reina aunque mucho sobre él se sepa.
Conocer sobre él sin embargo, en algo ayudará para que el docente
pueda contar con ciertas claves que le permitan descifrar algunas de sus
manifestaciones (tendencias, rechazos, preferencias, reacciones, etc.) en él
mismo o en sus alumnos y comprender mejor ciertos procesos que lo tie-
nen como objeto (la transferencia).
79
escuela– son todo para mí”, dirá algún docente). Será función del padre de
alguien que oficie de tercero (porque ya sabemos que no basta ser padre
biológico para cumplir la función paterna) producir un corte tal que el
deseo de ese nuevo ser se libere y eche a andar en vez de quedarse atenazado
y condenado a no ser más que una prótesis de la madre. Pero el corte
solamente tendrá eficacia si lo que el padre dice es ley para todos, incluso
para él mismo.
Nada mejor para ese hijo entonces que esa madre reconozca a ese
padre en tanto su hombre y que con él resuelva sus cuestiones amorosas, y
correlativamente que ese hombre reconozca en esa madre a su mujer.
Los padres deben posibilitar el advenimiento de este tercero inclui-
do en la pareja y que luego será excluido como sujeto individuado y de-
seante.
80
Conocer entonces, el maestro, las invariantes de este proceso de
subjetivación por el que todos atravesamos, permite re-significar las etapas
de evolución de la libido, comprender ciertos procesos que de continuo
aparecen en la relación docente-alumno o docente-padres, poder re-signi-
ficar tramos de su propio proceso, poder discernir cuándo es oportuno
solicitar la intervención de un profesional idóneo, etc. Fundamentalmente
permite comprender aquello que se pone en juego en cada niño, y el im-
portante papel que cumple la escuela en cuanto implica una transición
desde el ámbito de lo privado al de lo público, desde lo endogámico a lo
exogámico, desde lo íntimo a lo éxtimo.
Dice Romain Rolland: (Un niño)su ser no tiene límites. Es todo lo que
es. Un universo en vías de formación. Es ésta creo la mejor manera de expresar
las inmensas potencialidades de cada ser que nace. Es éste un universo cuya
formación dependerá del impacto de otros. Esos otros son su familia, la socie-
dad y dentro de ésta la escuela; cuya participación es fundamental y casi defi-
nitoria...21
21
En Bellomo, Raquel (2002). “La atención hospitalaria: recorrido histórico”. Fundación
Hosp. de Pediatría Prof. Dr. J. P. G arrahan.
81
za, alegría, etc.), contando con escasas posibilidades de metabolizar, de
elaborar por sí solo la irrupción masiva e indiferenciada de tales afectos
aún desconocidos. Allí adquirirá relevancia la palabra tranquilizadora del
adulto adjudicándole nombres y significado a tales estados, lo que le per-
mitirá su posterior reconocimiento y dominio. Será la madre o el adulto a
cargo quien cumplirá esta función, permitiéndole discernir entre tales sen-
timientos (“estás contento por..., estás enojado con..., estás celoso..., etc.) y
ayudándole a forjarse como un ser lingüístico que hace pasar sus deman-
das por vía de la palabra. Ya no hará falta patalear para dar a conocer que
quiere alimentarse o jugar, la palabra le permitirá expresarlo en el plano del
lenguaje y no ya del acto. La función materna no sólo libidiniza al niño a
través de sus mimos y cuidados haciéndolo un ser de placer, sino que le
ayuda también a procurarse mecanismos para poder ligar los torrentes de
excitación que de otro modo lo saturarían.
Freud da con ella (esto es con la sexualidad infantil) en tanto hipó-
tesis etiológica recurrente a partir del síntoma del adulto y más allá de los
últimos pliegues de la memoria. La descubre como frontera final, como
proyecto clínico y gnoseológico, como un derrotero que conduce del sín-
toma a la infancia, y desde ella a su metapsicología.
22
Any Cordiè: ob.cit., 1994.
23
Ver al respecto el Capítulo VI de este mismo texto.
82
políticas a tener muy en cuenta– resulta de una pulsión que no tiene obje-
to pre-determinado y que para constituirse, debe pasar “por el desfiladero
del lenguaje y someterse al juego del significante y al deslizamiento meto-
mínico del deseo” 24.
Nada hay en el sujeto que sea originario, por lo que todas las signi-
ficaciones, mandatos y restricciones tendrán que serles impuestos desde
fuera.
24
K. M illot: ob. cit., 1998.
83
Es un sujeto-sujetado a la dinámica de sus pulsiones, y que no por
conocer mucho sobre el inconsciente termina sabiendo algo más sobre el
propio.
84
tos que la literatura psicoanalítica contemporánea descuidó y que tienen
que ver con la historia de toda la estirpe que precedió a Edipo desde el
vinculo originario que unió a Cadmo y Harmonía. Los crímenes de su
padre, Layo, son los que desatan la maldición sobre sí y sobre toda su
descendencia hasta la extinción completa (esto culmina con la muerte vio-
lenta y sin descendencia de los cuatro hijos del héroe trágico por excelen-
cia) de modo tal que la vida de Edipo, por lo menos hasta su auto-destierro
no era otra cosa que la materialización de un destino inexorable ya pre-
fijado que se desplegó insidiosamente. Sólo después, de que se vacía los
ojos y se aleja de Tebas puede librarse del peso enorme de una maldición
que lo trascendía, pero que para su desgracia, al mismo tiempo lo implica-
ba.
De allí entonces que hablemos en psicoanálisis de que al adveni-
miento de un sujeto le preceden mitos, significantes, fantasías que provie-
nen de sus antecesores y que de algún modo lo condicionan, mas no lo
determinan. Es posible rastrear tales significantes en cada linaje familiar y
son los que dan cuenta de la pre-historia del sujeto.
Lábdaco ======= ¿?
6) El descubrimiento de la palabra
85
Palabra que ayuda a crecer o que –por el contrario– retiene y esclaviza, que
da rienda suelta o hace de obstáculo condenando al sujeto a la repetición.
Palabra cuya censura constituye el mayor error que puede cometer un adulto
en cuanto que compromete la independencia del pensamiento. Palabra
muda de los órganos, palabra oculta en el síntoma. Palabra en la que se
materializan sentidos y representaciones, significados que se ofrecen al su-
jeto (en la familia, en la escuela) y que en los mejores casos no se imponen
por pura fuerza u obediencia. Palabra que cuando no está y el niño nace en
un mundo que no se las brinda, puede llevar al hospitalismo o al maras-
mo 25 y que cuando es insuficiente o redunda obstaculiza o satura la simbo-
lización.
Palabra que es relevo del acto (repetición lisa y llana), que nombra,
media, posterga o inhibe cierta acción dirigida a producir un daño a sí
mismo, a los otros o a las cosas. Allí donde ella falta el acto (que no es igual
a acción) irrumpe. Palabra que en cuanto unidad mínima de sentido abre
las posibilidades de acceso a lo real, desde el registro simbólico.
Ella no se agota en una cierta estructura de fonemas y significados
prolijamente abrochados sino que abona la función constitutiva que posee
el lenguaje como lugar de significación, y de nominación del mundo en
tanto ofrece sentidos, historias y representaciones. Sobre esta función cons-
titutiva es necesario que trabaje el docente, ya que él también realiza un
ofrecimiento de sentidos y debe dar lugar no sólo a la apropiación por
parte de sus alumnos, sino también a generar condiciones para que ellos
construyan los propios.
Palabra de peso para el niño entonces la del maestro en tanto repre-
senta:
25
Ver al respecto los trabajos de R. Spitz, o el caso Víctor, el salvaje de Aveyron en Octave
y Maud Mannoni, respectivamente.
86
Por las instituciones educativas circulan palabras, que remiten a dis-
cursos, que traducen ideas, que dan cuenta de saberes disciplinarios/inter
y trans-disciplinarios, que dan cuenta también de disciplinamientos subje-
tivos: al rendimiento, al examen, a la institución, al sistema. Se exaltan
algunas, se prohíben otras. Se regula su uso según coordenadas espacio-
temporales (dirección, aulas, patio, salón, vereda, por un lado, días regula-
res, fechas patrias, tiempo de clases, de reuniones, de recreos, de salidas,
etc., por el otro). Se evalúan. Ellas producen emplazamientos de sujeto, se
entrometen por los instersticios institucionales, se muestran como dese-
chos discursivos a través de graffitis y leyendas, se reciclan según los avata-
res políticos, prescriben desde los libros de textos y desde las glosas escola-
res modos de ser y, en ocasiones, enseñan a volar, invitan a producir metá-
fora o a entretenerse y reír con algún teorema.
Conocer los relatos que por una institución circulan da cuenta de
su particularidad. Auscultarla, recorrer sus recovecos, reconocer sus rit-
mos, trayectos y oclusiones son condiciones fundamentales para transfor-
marlas y dinamizarlas, de modo tal que la pasión por enseñar y el deseo
por aprender saquen brillo al saber.
87
En sus derivaciones al campo educativo el problema es que la peda-
gogía es ciencia de lo general, en tanto que la práctica docente es praxis de
lo singular y de allí en más se derivan muchos malos entendidos.
La institución escolar puede empero ser aquel lugar diferente en el
que se ponga en juego la tensión existente entre la transmisión de un saber
universal, regional o local, por un lado, mientras se recupera por el otro, y
a un tiempo, la singularidad en todas sus dimensiones (subjetiva, institu-
cional, comunitaria, etc.)
26
A. Fernánde z: ob. cit., 1997.
27
Mariana Kor ol y ot. Ob. cit., 1999.
88
La dialéctica singularidad/alteridad es estructurante para el sujeto y
potente para entender algunos de los dinamismos que se ponen en juego
en la relación docente-alumno, según se trate de niños o de adolescentes,
en función de la transferencia y de la significatividad que el adulto tiene
para quien aprende.
89
Desde la experiencia clínica hablamos de aquello que en la privaci-
dad (uno de los escasos espacios privados que nos quedan en estos tiempos
de privatización de lo público y de publicación obscena de lo privado)
surge cuando hay un sujeto dispuesto a hablar y otro dispuesto a escuchar.
Tarea que de sujetos trata, sujetos habitados por voces remotas, por pasio-
nes in-auditas, atravesados por prescripciones (morales, políticas, cultura-
les, económicas, religiosas), emplazados en instituciones, inermes frente al
viento de los tiempos que corren. Tiempos que abren en un solo movi-
miento, promisorios horizontes y hondos abismos.
La escucha es más cuestión de arte y oficio que de ciencia y tecnolo-
gía, y aunque vivamos un tiempo de culto a la imagen, basta con ponerla
en práctica para reconocer sus atributos y para que alguien, por ahí, hable.
90
según ésta se vincule a un sueño, a un acto fallido, a una resistencia, etc., y
pueda ponerse de una vez en contacto con sus deseos.
91
monio de esta variabilidad socio-cultural, y las investigaciones hechas des-
de una historia o una sociología de las enfermedades, muestran de qué
modo cada época traza de manera singular la frontera entre lo normal y lo
patológico.
92
Riesgo a cuenta del padre que el niño pueda quedar entrampado en
el campo materno si esa madre no tiene otros intereses para sí, más allá de
su producto. Riesgo a cuenta de la madre, que para que la función paterna
pueda ejecutarse, debe reconocerle autoridad y mediatizarlo. El interés por
otras actividades, y el no estar centrados exclusivamente en su hijo, ayudan
a éste a seguir su desarrollo. Pobres de aquéllos que “son todo para su/s
padre/s” o de esos otros a los cuales se les dice permanentemente “toda mi
vida me sacrifiqué / sacrificaría por vos”. Cuánta frustración, cuánta culpa
adjudicada y asumida, cuánta ambivalencia y cuánta franca hostilidad es-
conden muchas de estas manifestaciones.
93
pugnadas como virtudes del “buen docente” implican una renuncia a sus
propios deseos (no así a su goce), lo que termina afectando su propia salud
psíquica y la de sus alumnos.
Una demanda familiar excesiva y persistente (o del sistema, o social,
para el caso del docente) puede terminar con ese deseo; una condena per-
manente puede producir serias inhibiciones en tanto al niño (y a veces
también al maestro) le cuesta separar un juicio valorativo negativo sobre
él, del amor por él. Así también los no-dichos familiares (institucionales),
en cuanto son percibidos como amenazantes para su seguridad, pueden
obturar gravemente sus posibilidades de simbolización, trabando en con-
secuencia sus aprendizajes.
Pero ¿qué ocurre cuando esto no es así o más aun cuando se verifica
un patente rechazo al saber? ¿O cuando el brillo sólo tiene que ver con
traer buenas notas y el éxito académico se torna obligatorio? El corolario
en uno y otro caso podrá tomar la forma de la inhibición intelectual. La
abolición del deseo, mandato padecido por Schreber y ejercido por su
padre, o el deseo en tanto obligatorio, como en el caso de Neill y sus niños
de Summerhill, son testimonio también de los límites dentro de los cuales
es posible hallar un cauce entre prohibir y dejar hacer.
En la escuela el deseo de saber (pulsión epistemofílica la llamará
Freud) se transforma en obligación de aprender y demostración de lo
aprendido.El problema comienza cuando la obligación de enseñar y la de
aprender terminan con el deseo de quien enseña y quien aprende.
28
Ob. cit., 1998.
29
Ver Psicoterapia de la histeria en estudios sobre la histeria, 1895 aproximadamente.
94
sus manifestaciones son fácilmente reconocibles en el marco de la relación
docente-alumno. Conocer sobre ella es fundamental para quien tiene la
responsabilidad de impartir enseñanza a un grupo de niños o jóvenes, ya
que podrá advertirlos sobre sus potencialidades, sus jurisdicciones, sus lí-
mites y también sus riesgos, No olvidemos que el docente está allí y sin
saberlo, con una doble exposición:
30
Ob. cit., 1914.
95
pleto; atisbábamos sus más pequeñas debilidades y estábamos orgullosos de sus
virtudes, de su sapiencia, de su justicia. En el fondo, los amábamos entraña-
blemente cundo nos daban el menor motivo para ello; mAs no sé si todos nues-
tros maestros lo advirtieron.
96
17) El reconocimiento de la diferencia entre los conceptos de or-
ganismo y cuerpo
31
E. Roudinesco y P lon, M. ob. cit., 1998.
32
Ver Rodulfo, R. ob. cit., 1993.
97
18) Traza de la diferencia entre padres biológicos y función
paterna
33
M. Kor ol. Ob. cit., 1999.
98
19) La importancia central otorgada al concepto de conflicto
Que nada nada tiene que ver con el de estrés, que es situacional y
propio de la psiquiatría. El malestar del que aquí se trata es estructural, y
resulta de una renuncia al goce pleno de los impulsos, por ganar en seguri-
dad, por vivir en cultura. No hay cultura entonces sin malestar, sí varían
99
en cambio sus modos de manifestación según las sociedades y según los
tiempos: alta prevalencia de trastornos depresivos y ansiosos en épocas de
perplejidad y de crisis de los sistemas de valores tradicionales (políticos,
ideológicos, religiosos), aumento de los casos de trastornos de la ingesta:
anorexia y bulimia, o de adicciones en los sectores juveniles, fuertes indi-
cadores de malestar subjetivo al interior de las instituciones escolares: des-
gano, soledad, angustia, cefaleas, irritabilidad persistente, an-hedonia, etc.
Hay que diferenciar entonces entre aquel malestar estructural que
resulta de la renuncia al goce pleno de las pulsiones como precio a pagar
para ganar en seguridad y vivir en cultura, de aquel otro –secundario–, que
emerge o se agudiza cuando las instituciones se convierten en verdaderas
fábricas de síntomas.
100
que huye de las arrugas y de las canas, que niega maníacamente el paso del
tiempo y las huellas de éste en la carne.
101
cos que sean soportes de placer para el sujeto. Por todo ello es que Korol
expresa que “es imposible aproximarse a la temática del conocimiento sin
dar cuenta del proceso de sublimación”34 .
Para culminar, digamos que con el presente escrito –sin duda in-
completo– se procuró demostrar, por un lado, que la única teoría que da
cuenta del proceso de constitución de la subjetividad es la psicoanalítica
(otros enfoques se dedicarán al sujeto del aprendizaje o más precisamente
aún, al sujeto escolar), y por otro lado, que la reducción del aporte psicoa-
nalítico a la pobre categoría de “lo afectivo” y la comodidad de fases que se
suceden unas a otras, han silenciado todo aquello que pudiera resultar
incómodo o no funcional al sistema.
En tal sentido consideramos que es un enfoque sumamente fértil
para dar cuenta de, por los mal llamados problemas de aprendizaje y los de
conducta, el malestar docente con todos sus indicadores, los casos de inhi-
bición intelectual, los problemas vinculares, las patologías comunicacio-
nales, los conflictos, el modo en que se entraman las historias singulares e
institucionales, los devaneos del deseo etc.
Esperamos que nuestros propósitos hayan sido logrados.
Notas
34
Ob. cit., 1999.
102
están separados por abismos por obra de la naturaleza y todos quieren acercar-
se. Ha aislado todo para volver a unir todo.Con algunos sorbos de la copa del
amor recompensa una vida llena de fatiga... se esconde tras millares de nom-
bres y términos pero es siempre la misma... Goethe (o inspirado en él)
Bibliografía
103
Rodulfo, Ricardo: (1993) El niño y el significante. Editorial Paidós, Bue-
nos Aires.
Roudinesco, E. y Plon, M.: (1998) Diccionario de psicoanálisis. Editorial
Paidós, Buenos Aires.
Saurí, Jorge: (1969) Historia de las ideas psiquiátricas. Editorial Lohlé,
Buenos Aires .
104