Charity B - Anointed
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Charity B - Anointed
¡A DISFRUTAR DE LA LECTURA!
Aclaración del staff:
CHARITY B.
Nota de la autora
Como autora independiente, sus valoraciones y, sobre todo,
sus reseñas significan para mí más de lo que se imaginan. Si les
gusta el libro, por favor, consideren prestar su apoyo dejando
su opinión en una reseña.
Aviso de activación:
-Laurel Ann-
Durante doce años, luché por mi alma en este mundo malvado.
Hasta que mi Dios lo envió.
Mi más viejo amigo. Al único hombre que H E A M A D O .
Lo que hacemos lo arriesga todo, pero no podemos P A R A R .
Cuando P E C O con él, es lo más puro que he sentido.
Viví la mitad de mi vida con los filisteos y sé cómo nos llaman.
CULTO. FENÓMENOS. FANÁTICOS.
Pero se equivocan. No somos ninguna de esas cosas.
PORQUE SOMOS LOS UNGIDOS.
-Desconocido
Playlist
1. Milagro: el marcador
7. Lovely-Billie Eilish
8. Sangre/Agua-Grandson
9. Hellfire-Barns Courtney
Laurel Ann
—¡Muy bien, clase! ¿Alguien puede decirme en qué año y en qué
forma apareció Zaaron ante los humanos por primera vez?
—¿Mia Henderson?
—¿Serah Johnson?
—Así es.
Se gira y me ve.
—¡Ven! ¡Todavía tengo un montón de tareas que hacer antes que
mi padre llegue a casa!
—¡Es fácil para ti decirlo! No tienes que correr con este tonto y
pesado vestido.
Como Zeb es dos años mayor que yo, lo recuerda mejor, aunque
escuché la historia de cómo la madre de Benji fue poseída por el
Diablo. Ella rechazó la tumba de la abolición, eligiendo pasar el
resto de sus días con los paganos en el mundo secular.
—¿Crees que Benji puede ser poseído por la caja del Diablo?
Benji sabía que estaba mal, así que supongo que se merece los
latigazos. Pero él sigue siendo mi amigo. No quiero verlo.
¿Va a llorar?
No...
No estoy preparada.
—¿Qué haces?
—Es un pecado.
Es más alto que yo, así que tengo que ponerme de puntillas para
abrazar su cuello.
Laurel Ann
Cuando vives con cinco madres, un padre y dieciocho
hermanos, la privacidad es un mito. Al menos, aún es temprano,
así que mi padre, mis tíos y mi hermano, Benjamin Jr., aún
trabajan en el campo. Mi familia dirige la granja más grande del
complejo. Somos los principales responsables de que haya
suficientes alimentos para comer y vender. Mi padre y mis tíos son
los encargados, y algún día lo serán mis hermanos.
—¿No eres una niña tan buena? Ojalá pudiera conseguir que mi
Lana tuviera tantas ganas de hacer sus estudios.
Robert gime.
Sí. Es lo que haré. Una vez que estén allí, incluso si alguien los
encuentra, no sabrán a quién pertenecen.
—Sí, señora.
—¿Qué buscas?
—¿Qué haces?
—Oh... de acuerdo.
Jadea, saltó a cuatro patas, con sus trenzas color roble colgando
mientras se inclina sobre mí.
—¿De verdad? ¿Con quién crees que vas a quedar? Espero que
tu primer bebé sea una niña. —Su emoción es la que debo sentir, y
la envidio por ello. Su rostro se frunce al recordar de repente que
es un secreto—. Espera... ¡¿No vas a contarlo?! Laurel Ann, ¡es un
pecado! Uno muy grande.
—Oh, sí. Aquí tienes. —El vestido es verde pálido con encaje a
lo largo del dobladillo—. Ponte tus mejores zapatos esta noche, ¿de
acuerdo?
—Sé que Benji y tú están muy unidos, pero nos puso en peligro
a todos al traer el mal a la Tierra Ungida. Entiendes que necesita
redimirse, ¿no?
—Sí, madre.
Sonríe suavemente.
Tomo un poco de agua del lavabo para lavarme las manos. Como
si alguien pudiera llevar la cuenta de esas dos.
Señala el porche.
—Sí, señora.
Una vez termino con el maíz, lo llevo dentro para ver a las
gemelas, Hope y Faith, preparando la gran mesa. Le entrego la cesta
a la hermana Julia.
—Gracias, Laurel Ann. Las niñas casi terminan, y Mia está
recogiendo las verduras del jardín, así que por qué no empiezas a
hervir agua.
Dudo que este saltando para hacerlo de nuevo. Aun así, debe
sentirse orgullosa del precio que pagó por dolor. Sin él, no
tendríamos a Paul. Ayer, pensaba que estaba siendo egoísta,
compadeciéndose de sí misma cuando debería estar regocijándose.
Eso fue ayer. Hoy, entiendo sus lágrimas y su miedo.
—Sí, Profeta.
—Lo hago.
—Sí, acepto.
Miro más allá de la llama para ver a Zeb de pie junto a su madre.
Intento llamar su atención para que se ponga a mi lado como
prometió. Finalmente, levanta la vista y nuestros ojos se
encuentran. Le sonrío, pero él se aparta. Se me hunde el estómago,
sintiéndome desahuciada y vacía. ¿Qué le pasa? ¿Está enfadado
conmigo por lo de esta tarde?
—Sí, acepto.
—¡Siéntate!
Él... habló.
Él me delató.
3
UN REGALO BENDITO
Laurel Ann
Mi madre inclina la cabeza antes de estrechar la mano del
Profeta.
Cierro los ojos como si eso detuviera lo que viene, pero la voz del
Profeta me obliga a abrirlos de nuevo. Le quita las prendas a Papá
y me las da. Manipularlas es humillante. Lo único que deseo es huir
de la habitación.
—No, Profeta.
Rezo por la fuerza que necesito para hacer lo correcto. Para ser
honesta.
Por favor Zaaron, quiero ser pura, quiero ser buena. Ayúdame a
ser un ejemplo santo de tu verdad.
—Tengo miedo.
—Yo.
¡¿QUÉ?!
—Sí, padre.
—Laurel Ann...
El Profeta se ríe.
—Por supuesto.
El cuello.
La cintura.
La espalda.
Con los ojos aún húmedos por las lágrimas, asiento mientras
me deja hacerlo. Una vez que termino, la sigo hasta mi habitación,
donde Mia duerme. La luz de la luna nos permite ver lo suficiente
para que me ayude a quitarme el vestido, y me muerdo el labio para
detener las lágrimas cuando levanto los brazos. Me quita el gorro y
me quita las horquillas del cabello para dejarlo caer en ondas por
la espalda. Me aferro a su hombro mientras me quita los zapatos,
las medias, la falda y los calzones. Hago una mueca de dolor,
aunque no hago ningún ruido. Abre silenciosamente la cómoda
para sacar un camisón y lo desliza suavemente sobre mi cabeza y
mis brazos. Con una sonrisa triste, me toma de la mano y me sienta
en el tocador. Me cepilla lentamente el cabello, y está tan quieta y
silenciosa que, cuando habla, doy un respingo.
Ella suspira.
—Sí, madre.
Zebadiah
Las lágrimas son como fuego, así que presiono las palmas de las
manos contra mis ojos hasta que las manchas salpican mi visión.
Hace esto para hacerme daño. No creo que Zaaron le dijera una
mierda sobre Laurel Ann. Creo que trata de castigarme por ayudarla
a romper la ley espiritual.
Con las miles de oraciones que recé, realmente pensé que sería
mi esposa algún día. Pensé que lo sentía. Ahora toda esperanza de
se derrumba.
—Sí, padre.
Laurel Ann suele ser una de las primeras cosas en las que
pienso al despertarme, y hoy no es una excepción. Me pregunto
cómo reaccionó su padre a lo ocurrido anoche. Seguramente saber
que estará ligada a mi padre suavizará el golpe. Parece orgulloso, y
nadie quiere que todo el recinto mire por encima del hombro a su
familia por las acciones de uno.
—Tu mamá tuvo una noche difícil con papá. Tal vez quieras ir a
ver cómo está antes de ir a la escuela.
—Mierda.
—Gracias, señora.
—Sí...
Laurel Ann
Durante el tiempo de preguntas, la acusada no debe tener
contacto con nadie en el recinto que no sea su familia inmediata y
las personas del linaje sagrado. Este tiempo es principalmente para
reflexionar sobre lo que más deseo en la vida. ¿Son los deseos de
mi propia carne, o es servir y obedecer a Zaaron, nuestro Dios? No
hay mejor manera de buscar el alma que el trabajo duro.
Por favor Zaaron, ayúdame a ser lo que se supone que debo ser.
Lo que tú quieres que sea.
—De acuerdo.
Le beso la cabeza.
Escucho un clic.
—Profeta...
—No, Profeta.
—Lo hago.
—Sí, Profeta.
Saldré de esto. Zaaron no pediría a sus hijos que hagan algo que
no puedan. Elegí actuar fuera de su gracia, y así es como
permanezco dentro de ella. El aire es fresco en mis fosas nasales
mientras inhalo. Quiero ser pura. Quiero obedecer las leyes de
Zaaron, y definitivamente quiero estar en la Tierra Ungida. Puedo
hacerlo.
Zeb no está en mi línea de visión, así que sus ojos deben estar
entre los que siento en mi piel expuesta. Sé que no debe ser
agradable, sin embargo, no quiero nada más que desaparecer.
Estoy segura que esta humillación es un castigo peor que el dolor.
—Sí, Profeta.
—Hay mucho que celebrar esta noche. Otro niño fue salvado de
las garras del mal. ¡Regocijémonos en Zaaron al comenzar la
reunión!
6
CAJA DE ARREPENTIMIENTO
Laurel Ann
Risas, un gruñido raro, algo de conversación para interrumpirlo
y luego, más risas. Abrir los ojos no supone ninguna diferencia. Solo
hay negro. Aunque no vea nada, lo siento todo. Mi cuerpo grita en
protesta con cada movimiento, y mis miembros no se sienten bien...
sueltos.
—¡Ufff!
Los filisteos.
Parecían enamorados.
Desde que recibí la sangre de la inocencia, hay cosas que
desearía que no fueran como son. No entiendo todas las leyes de
Zaaron, y aunque creo en ellas, hay cosas que empiezo a cuestionar
en mi cabeza.
Las ataduras, por ejemplo. ¿Por qué tenemos que estar atados
antes de prepararnos para ello? ¿Por qué Zaaron espera tanto
tiempo para colocar a los hombres, pero coloca a las mujeres al año
de recibir su sangre? Sé que es en parte porque las mujeres no
pueden tener hijos tan tarde como los hombres. Tampoco vivimos
tanto, y entiendo que es nuestro deber poblar la Estrella del Paraíso,
pero ¿por qué no puede ser con quien elija? ¿Y con alguien que me
elija a mí también?
Tengo la lengua seca y los labios tan apretados que temo que se
rompan si abro mucho la boca. La plenitud de mi vejiga se vuelve
dolorosa, y no sé qué hacer hasta que me acuerdo del balde.
Golpe... Golpe.
Golpe.
Golpe. Golpe.
Son niños por lo que parece, pero eso no hace que la agudeza
en mi pecho sea menor. No sé qué decir. De todos modos, no
importa cuando escucho sus risas retroceder.
La gente tiende a guardarse sus pensamientos en público,
aunque sé que en mi propia casa las opiniones de mi madre y mi
padre quedan claras. Hay quienes seguramente están disgustados
con mis acciones. Como debe ser.
No como desde ayer, y sube muy poca agua, hace que tenga más
náuseas.
Tumbada bajo la boquilla, casi lloro de alivio cada vez que una
gota de agua gotea de la boquilla sobre mi rostro. Tengo mucha sed,
y recibir solo gotas a la vez empieza a volverme loca. Volvería a hacer
el ritual de limpieza solo para tener una taza en este momento.
Es Zeb.
—Gracias, Zeb.
Mis dedos son suaves cuando los presiono contra mis labios
agrietados, y sonrío a pesar de ello. Zebadiah Fitch se escapó solo
para hablar conmigo... y dijo que le gusto.
Mucho.
7
DÍA DE DESCANSO
Laurel Ann
CLICKETY-CLANK. CLICKETY-CLANK.
—Cúbrete, ahora.
—Sígueme.
—Sí, señora.
—Estará lista.
—Sí, señora.
Mi marido.
El Profeta.
Me voy a enfermar.
—Ahí, ahí. Shhh. Deja que todo salga, niña. Son solo nervios.
—No, señora.
Laurel Ann
El Apóstol me espera sentado en una de las mesas junto a la
cocina. La hermana Evelyn lo saluda, recibe apenas una inclinación
como respuesta.
Las puertas del templo son de roble pesado, talladas con una
intrincada ilustración de Zaaron consumiendo de la vasija y
preparando la Tierra Ungida. Siempre lo encontré reconfortante,
hasta ahora. Hoy me revuelve el estómago.
Una vez que las palabras salen de sus labios, abre la puerta,
poniéndome cara a cara con la familia Fitch. Todas las esposas se
desmayan, diciéndome lo maravillosa que estoy, pero cuando mis
ojos se fijan en los de Zebadiah, mi corazón se estremece ante la
angustia que hay en ellos. Parece que no respira mientras su
mirada recorre mi conjunto. La última vez que hablamos me hizo
sentir segura de nuestra amistad, pero ver su expresión trae dudas
a mi mente.
¿Le dirás lo siento? ¿Que solo estoy siendo obediente contigo? Por
favor, Zaaron, ¿lo ayudarás a entender y a perdonarme?
—Este día y todos los días, nuestras almas están unidas, para
no separarse ni romperse nunca.
—Ahora somos uno. —Deja que sus dedos se deslicen entre los
míos y levanta nuestras manos atadas—. ¡Celebremos en la gloria
de las muchas bendiciones de Zaaron!
—Lo has hecho bien esta noche. Estoy satisfecho. Al igual que
Zaaron.
—Sé que las cosas empezaron mal entre nosotros. Entiende que
puedo ser un marido justo y equitativo mientras vivas dentro de la
ley espiritual.
La cama.
Asiento.
—Lo entiendo.
Por favor, ayúdame a ser fuerte. No creo que pueda hacer esto.
Cuanto más intento sofocar las lágrimas, más rápido caen. Sus
dedos desabrochan su camisa mientras dice:
—Date la vuelta.
Me separa tanto las piernas que temo que disloque mis caderas.
Lloro mientras él se pone encima de mí. La pesadez de su peso me
asfixia... me aplasta. Agarro su espalda, rogando que el aire llegue
a mis pulmones, cuando mi cuerpo es desgarrado por la mitad. Abro
la boca para gritar, pero sus manos me cortan la garganta.
Laurel Ann
No hay ninguna mancha seca en mi almohada. No importa. El
sueño no está de mi lado y no quiere tener nada que ver conmigo.
Su espalda se extiende con su respiración constante. No debería
sentir esto hacia mi marido y Profeta, pero justo ahora, lo odio.
—Laurel Ann.
La voz de Zebadiah, incluso como un susurro, es inconfundible.
No sé qué esperar de él, solo sé que no puedo soportar su ira ahora.
Me giro hacia él, y su cabeza cae antes de sacudirla de un lado a
otro.
—Mierda.
—Zeb...
—No funciona así. Has dicho tus votos. Eres suya para siempre.
Me sorprende que todavía pueda producir lágrimas, pero se
derraman como un río.
—Levántate.
Hiram me grita.
Lo siento mucho...
No será a casa.
El borde del campo está cortado por una línea de árboles, así
que lo sigo hasta llegar a una carretera. La tierra abierta y los
campos se extienden a mi alrededor en todas las direcciones. El
corazón se me clava en el pecho y no sé si es pánico o angustia.
Ahora no soy nada. Me aparté de mi Dios y lo perdí todo. Aunque
los paganos me acepten, no los aceptaré. No permitiré que
oscurezcan mi alma más de lo que ya está. Prefiero estar sola por el
resto de mi vida.
Aparte de una casa ocasional en la distancia, no hay nada
alrededor. Apenas pienso en la suerte que tengo de no ver un filisteo
cuando escucho un ruidoso estruendo. Se hace más fuerte con cada
segundo que pasa. Giro la cabeza en busca de algún lugar donde
esconderme, pero no hay nada más que el vacío. Está justo detrás
de mí y, aunque mi mente me ruega que no lo haga, me doy la
vuelta. Comienza como un punto negro que se agranda a una
velocidad aterradora. Una nube de tierra se arrastra detrás de él, y
no importa que tan rápido corra, estará sobre mí antes que logre
avanzar unos pocos metros. Aun así, tengo que intentarlo.
—Así es. Pero por suerte para ti, no para las niñas que parece
que lo pasan bastante mal. ¿Por qué no te subes a la moto, te desato
las manos y te llevo a una comisaría, de acuerdo?
Gracias, Zaaron.
Cuerpo y alma.
Beep-boop. Beep-boop.
La piel me salta de los huesos ante el sonido intrusivo. Hay voces
que suenan pequeñas, como si estuvieran atrapadas. Me giro y veo
luces azules y rojas que parpadean en círculo sobre una caja
metálica blanca con ruedas. Un hombre con pantalones, camisa y
sombrero negros camina hacia mí con una mano en la cadera y la
otra extendida. Se escuchan más pitidos y voces, pero no veo a
nadie más cerca.
—¡Para!
¿Hogar para niños? No suena tan mal. Tal vez los niños filisteos
aún no son tan corruptos como sus homólogos adultos. ¿Por qué
actuó como si tuviera una opción? Aquí es donde viviré y moriré.
Sola. Ya no estoy protegida por Zaaron. Sin embargo, todavía sé la
verdad. Mantendré mi alma pura. No permitiré que estos paganos
la ensucien. Viviré una vida tan santa como sea posible fuera de las
puertas del recinto, y tal vez cuando muera, todavía llegue a la
Estrella del Paraíso. Sé que la profecía dice que los expulsados de
la Tierra Ungida están destinados a morir de hambre para siempre
por la presencia de Zaaron, pero tengo que intentarlo. Tengo que
hacerlo.
Por favor, déjame mostrarte cómo anhelo ser consagrada una vez
más.
10
FLORES BLANCAS Y AMARILLAS
Zebadiah
Me quedo inmóvil. La forma que habla me aterra, pero su sabor
es en lo único que pienso. Sus labios tocan los míos por primera
vez. Pensé tantas veces en besarla, pero sabía que no era justo
forzarla a cometer ese pecado. No quería que se enfadara conmigo.
Ahora, desearía haberme arriesgado.
—Adiós, Zeb.
—¡Mierda!
—Sí, señor.
—No.
Por favor, no dejes que ella sufra por mis acciones. Aunque
respondió por miedo, mis decisiones nacieron del egoísmo. Si alguien
merece su ira, soy yo. Ella significa tanto para mí que pensé en mis
propios deseos y no en el bien de la Tierra Ungida. Sé que debo
hacerlo mejor si quiero ser un Profeta honorable, y juro tomar las
decisiones más santas. Simplemente te pido que la perdones. Sé que
estoy destinado a gobernar el recinto, pero no asumí la
responsabilidad de ello. Por favor, muéstrale tu gracia, y seré el
hombre que quieres que sea. El hombre que has profetizado que
sería.
La luz que no he visto durante lo que parecen ser días me quema
los ojos cuando mi padre llega para liberarme de mi confinamiento.
—¿Realmente se fue?
—Hola, Zebadiah.
—Eh, hola, Laurel Ann... elegí estas para tu corona. —Se los doy,
y mi corazón da un vuelco ante su dulce expresión—. Pensé que se
verían bonitas en tu cabello.
Puede que mi enfado esté fuera de lugar, parece que soy el único
que entiende que no la volveremos a ver. ¿No se dan cuenta que se
fue no solo en esta vida, sino en la de después?
—¡No tenía por qué hacerlo! Zaaron deja claro que la penitencia
por el pecado es una limpieza, pero los miembros de mi familia no
reciben ni una cuarta parte de las limpiezas que deberían. Podría
elegir tomar su propia decisión. Podría mantenerla aquí.
—No lo sé. Solo sé que seré un Profeta mejor que él. Gobernaré
con amabilidad, no con crueldad.
—Sí, señora.
—Hola.
—¡Zebadiah!
Laurel Ann
Parecen casi felices en su vida sin Dios. Recogiendo el manto
azul, observo a los niños en el patio. Al mirarlos nunca sabrías lo
horribles que son en realidad. En las seis semanas que llevo fuera
del recinto, he aprendido que este lugar es tan malvado como me
enseñaron. Los niños son más crueles y egoístas que los adultos. O
eso o los adultos lo ocultan mejor.
—Por favor.
Me hacen esa pregunta varias veces desde que llegué aquí, pero
todavía no estoy cerca de saber lo que significa.
—De acuerdo.
Kaila se ríe.
—¿No has fumado nunca? —Cada vez que abro la boca para
hablar, vuelvo a toser, así que niego. Ella se lleva el cigarrillo a la
boca, expulsa el humo sin aclararse la garganta—. No sientas que
tienes que fumarlo si no te gusta.
—Lo siento.
—¿Es malo?
—¿Con quién?
¿Por qué se lo digo? ¡Es una filistea, por Dios! Sin embargo, sigo
hablando.
Asiento.
—Sí.
—No, es mi Dios.
—Solo póntelos.
¡Mi ropa interior cubre más que estos! Los bordes deshilachados
son la única razón por la que son tan largos. Tomo la siguiente
prenda. ¿Es un sujetador? Me quito la delicada tela negra por
encima de la cabeza y extiendo la camisa rosa brillante. No tiene
mangas y dice "Otro día de no ser rica y famosa" en letras negras
rizadas. La tela es fina y no me cubre el estómago. Los agujeros de
los brazos casi me llegan a la cintura, y no sé si tiene sentido
ponérmela. Esta ropa es muy llamativa. Mis vestidos en casa nunca
fueron de colores llamativos como estos. Llevar estas cosas es un
claro signo de vanidad. Me pone cosas pegajosas y polvos por todo
el rostro antes de atarme un lazo rosa en el cabello. Me lanza un
par de tenis de deporte de color rosa y negro brillantes con puntos
y cordones blancos. Un collar multicolor y tosco completa su
"maquillaje".
—¡Ta tan!
—¿Qué te parece?
Se golpea la barbilla.
Me río.
Amiga. Y de un filisteo.
Paso todos los días de esta semana con Kaila, y aunque parece
romper muchas reglas, son reglas filisteas que no me sirven ni
respeto. Incluso ahora, nos escapamos al sótano con un grupo de
otros niños, después de que apagan las luces.
—¿Quieres un trago, K?
—¿Qué es?
—Tequila.
Asiento.
—No eres tan malvada como el resto de los filisteos de este lugar.
Se encoge de hombros.
—Estaré bien.
—¡Oh, vamos, Peg! ¿Parece que es de las que se acuesta por ahí?
—Mira, respeto que estés para ayudar a los niños, pero eres muy
joven para entender lo difícil que es conseguir que una mierda como
esta, pase por el sistema. Especialmente sin pruebas. A menos que
Laurel Ann dijera algo y esté dispuesta a declararlo, entonces estás
desperdiciando tu energía, Jaida.
—¿Cómo te sientes?
Zebadiah
3 años después...
—Es asqueroso.
Me cruzo de brazos.
—¿De verdad quieres ayudar? —Su sonrisa solo se amplía como
respuesta—. Bien. Tengo una idea, pero implica baratijas filisteas.
Como liberado por una fuerza invisible, por fin soy capaz de
moverme cuando el hermano Jameson se dirige a la puerta. Me
apresuro a acercarme a un lado del granero y me limpio las lágrimas
mientras espero unos instantes antes de asomarme a la esquina
para verlo entrar en la casa.
—Ayúdame a levantarme.
—Estás sangrando.
Niega.
—Benji...
¡Mierda!
—¿Qué haces?
—¿Qué amigo?
—Está claro que estás agitado por algo, y quiero saber qué es.
—Benji era a quien iba a preguntar por las baratijas. —Su boca
abierta hace juego con sus ojos muy abiertos mientras tiro de las
riendas. Sé que puede ir más rápido que esto—. Cuando llegué a la
casa de Johnson para preguntarle, encontré a su padre...
haciéndole daño.
Frunce el ceño.
—¿Como azotándolo?
—No lo sé.
—¿Benji? —susurro.
—Estamos... estamos...
—¡Dios mío, hijo! ¿Qué pasó? —Sus ojos rebotan entre los tres
mientras su rostro cae—. Vamos, deprisa, entren.
Sé que Benji no quiere que se sepa, así que tengo que saberlo.
—Por lo que oí, Benji hizo algo para que el Hermano Jameson
tuviera la impresión de ser un sodomita.
—Era mi suposición.
Nos guía hacia la salida trasera y nos dedica una última sonrisa
antes de cerrar la puerta detrás de nosotros. Benji está más erguido
y, aunque sigue caminando despacio, se mueve mucho más rápido
que antes.
—No.
Retrocedo hasta que la puerta golpea el suelo con un ruido
sordo. Benji se da la vuelta, baja lentamente hacia lo que parece un
agujero negro.
—Es extraordinario.
Asiente a Benji.
—Lo juro.
—No, por supuesto que no. Creo que has pecado y has pagado
mucho más que tu penitencia por ello.
Zebadiah
Me doy un golpecito en el muslo y miro continuamente a Serah
Johnson mientras mi padre da su sermón. Rara vez levanta la vista
del suelo desde lo ocurrido hace un par de semanas.
Asiente y susurra:
—¿Cómo van tus clases? —Es una pregunta estúpida, pero solo
quiero que me hable. Necesito saber que estará bien. Creo que, si
Laurel Ann estuviera aquí, sabría qué decir.
—Bien.
—Hola, Benji.
Me da la mano.
—Sí, padre.
El sol sube por el cielo mientras pateo una piedra por el patio
de los Johnson. Ni siquiera llego al porche cuando Benji irrumpe en
la puerta principal.
—¡Serah!
—¿Adulto o niño?
Zebadiah
9 años después...
—¿Padre? —Se gira hacia mí, así que continúo—: ¿La hermana
Karen estará bien? ¿Zaaron ha dicho algo?
—Por supuesto.
—Lo encontré.
Se burla.
—Benji...
—Sí, eso has dicho. ¿No crees que es una gran coincidencia?
—No tan rápido. Si quieres que te diga lo que sé, vas a tener que
decirme dónde lo has encontrado.
Inclina la cabeza.
—No soy irracional. Te dejaré elegir. Puedes decirme dónde lo
has encontrado o puedes admitirme que has matado a mi padre.
Camino tan rápido como puedo sin correr mientras busco a Zeke
en el terreno común. Finalmente lo encuentro hablando con
nuestro hermano menor, Jacob.
—¿Y...?
Laurel Ann
—¡Whoo! ¡Vamos Osos! ¡A eso me refiero, Bronson! —grita Kaila
desde nuestros asientos en las gradas. Niego ante su teatralidad
mientras doy un sorbo a mi té dulce con una pajita de rayas
azules—. Toma esa mierda, Mangum —añade, agitando su puño en
el aire.
—Genial —Nos regala una gran sonrisa que solía hacer perder
la cabeza a las chicas del instituto—. Las veré ahí.
Baja de las gradas hacia sus amigos, y entrecierro los ojos hacia
ella.
—¿Y qué pasa con él? Le pedí que viniera, pero prefiere jugar a
los videojuegos con sus amigos perdedores. Y es solo Ricky Willis.
Lo conocemos desde el instituto. Además, creo que le gustas más
que yo.
—Bueno, qué pena por él. Sabes que no salgo con... gente.
Ella suspira.
Y eso me frustra.
—No voy a tener esta discusión esta noche. Todo lo que digo es
que no quiero que mires atrás y desees hacer algunas de estas cosas
que te pierdes.
Por suerte para mí, ella siempre es rápida para perdonar. Pasa
su brazo por el mío, guiándome por las gradas.
—Señora.
—¿Quieres bailar?
—No, gracias.
Bien.
Uy.
—¿Por qué diablos crees que Ricky Willis estaría aquí con mi
novia?
—Gracias, mamá.
—No.
—Lo hago.
1
La falda es la pieza situada en la parte baja del lomo, entre la pierna y el costillar. Es
un corte sin hueso que se localiza en la panza del animal y que proporciona una carne
buena y jugosa.
16
DOS MUNDOS CHOCAN
Laurel Ann
Mis ojos son la única parte de mi cuerpo que actualmente
funcionan. Si me reconoce, lo disimula muy bien. Ha crecido mucho
y ya no es el chico con el que me escabullía al arroyo. Lleva el cabello
oculto debajo del sombrero, con algunos mechones leonados
alrededor del ala. Ahora se parece mucho más al Profeta. Sus brazos
cruzados son considerablemente más grandes, y esos tirantes se
envuelven alrededor de su pecho mucho mejor que antes. Su rostro,
una vez juvenil, ahora está definido con una mandíbula cuadrada
y rasgos fuertes.
A cada lado de él hay otros dos hombres... Dios mío, ¿son esos
sus hermanos? Ezekiel sigue siendo tan guapo como lo recuerdo,
solo que mucho más grande. Jacob, sin embargo, era un ratoncito
chillón la última vez que lo vi. Ya no lo es.
—Sí.
No entiendo por qué está aquí. ¿Por qué está fuera de las
puertas? Tal vez el Profeta le dio más responsabilidades,
preparándolo para cuando tome el título.
—Camina conmigo.
—Zebadi...
—Sí.
Sus hombros y cejas se relajan con su asentimiento.
—Es un restaurante.
—¿Y tu padre?
—¿Eres el Profeta?
Zebadiah
Mantengo la cabeza alta y los hombros rectos hasta que giro
detrás del primer edificio al que llego. No puedo creerlo. Ella está
aquí. Mi corazón late tan fuerte que siento la necesidad de
desabrochar el botón superior de mi camisa. No es un reencuentro
para el que estaba preparado. Casi le prometí que podría volver a la
Tierra Ungida. ¿En qué diablos estaba pensando? Aunque soñé con
su regreso durante muchos años, nunca creí que fuera a suceder.
Las palabras salieron antes que pudiera evitar que mi boca las
dijera.
—Déjame en el templo.
—Hola, esposo.
Laurel Ann
Los quince minutos de camino a casa parecen más bien veinte
segundos. Necesito más tiempo para pensar en lo que pasó, pero
todavía se siente como un sueño. Kaila lo sabe todo sobre Zeb.
Hablo de él todo el tiempo, aunque el chico del que le hablé es muy
diferente del hombre que es hoy. Ha madurado y ahora es el Profeta.
Me cuesta entender eso. Es difícil imaginarlo realizando limpiezas,
ataduras y servicios. No puedo entender la presión que hay ahora
sobre sus hombros. Toda la gente que busca su guía.
Repito las palabras en mi mente. Una y otra vez, cada vez más
rápido, como si cuanto más las dijera, más probable será que Él
responda a mi súplica. El metal arde con fuerza cuando lo aprieto
contra mi carne. El olor a piel quemada llena mi habitación,
mientras el sonido de la epidermis derretida me reconforta, a pesar
de las lágrimas que caen por mi rostro. El conocido dolor me
atraviesa la pierna, y susurro mi oración a través de mi gemido.
Sabía que no podría estar mucho tiempo cerca de ella sin que
notará algo extraño. Ella me hace eso. Es como si pudiera succionar
mis sentimientos. Me acuesto a su lado y ambas miramos mi techo
lleno de asbesto mientras ella mastica las patatas fritas.
—Zebadiah.
—Para.
No hay nada que comer en esta casa, lo que me deja con la pizza.
La saco de debajo de los restos de comida china y la ignoro mientras
se divierte.
Señala el suelo.
Me encojo de hombros.
—Kaila...
—Sí.
—Es todo lo que soy para ti, ¿no? Una "filistea". Siempre te has
creído mejor que yo, pero no lo eres. Solo te lavaron el cerebro. —
Se levanta de nuevo del sofá, dirigiéndose a las escaleras—.
Entonces, ¿sabes qué? Vuelve con la familia que te obligó a casarte
a los trece años con un hombre que te triplicaba la edad. Que
cuando intentaste decirles que no querías ser violada, te enviaron
a un mundo que te enseñaron a temer. Solo vete, porque por mi
vida, no entiendo por qué quieres eso por encima de la libertad y de
alguien que te quiere más que a una hermana.
Ella pisa más fuerte con cada escalón de madera que sube,
hasta que llega a su habitación y la fuerza de su portazo hace saltar
mis lágrimas. Se equivoca. No pienso en ella de esa manera, no
realmente. También la quiero, y dejarla me romperá el corazón. Sí,
quiero ver a mi familia. Extraño a Zeb y quiero estar rodeada de
personas con valores similares. Pero, sobre todo, quiero llegar a la
Estrella del Paraíso y proteger mi alma del infierno. Ella no puede
entender porque no tiene creencias. Al menos no que se tome en
serio. Agarro su almohada con forma de tubo de lápiz de labios rosa
y lloro en ella. No sé qué hacer. Siempre pensé, si alguna vez se me
daba esta oportunidad, no sería una elección.
¿Me pones a prueba? Sabes lo mucho que ella significa para mí.
No creo que pueda tomar una decisión clara hasta que hable
con Zebadiah, y no puedo pensar con esto que pasa entre Kaila y
yo. Necesito que ella sepa lo que significa para mí. Que ella es la
única razón por la que no me he vuelto loca en este mundo.
2El Mudslide es uno de los cócteles de postre más populares jamás creados. Su
popularidad quizás tiene que ver con el hecho de que la mayoría de los ingredientes se
utilizan para crear otras bebidas populares al etilo de postre.
—¿Entonces, aunque quisiera unirme a la... familia tuya, no
puedo, y mi existencia eterna sigue estando jodida?
—¿Harías eso? ¿Dejarías todo esto para vivir una vida de pureza
conmigo?
—Mierda, no.
Se levanta de la cama.
Laurel Ann
Hoy es el día.
Suspira.
Pongo los ojos en blanco con tanta fuerza que lo noto en las
sienes.
Bruta.
—Hay tres vestidos entre los que no puedo elegir. Necesito que
me digas cuál crees que es el mejor.
Ojalá.
Se encoge de hombros.
—Se puso las pilas. —Ugh. Se tapa la boca y se ríe—. Dios mío,
me encanta tu rostro cuando hablo de mierda sexual.
—Yo lo haré.
—¿Hoy?
—Cállate.
Le tiendo la mano.
—¿Perdón?
—Es una filistea ruidosa y odiosa. No hay razón para ser amable
con ella.
—Soy el Profeta.
—Necesito que entiendas que hay cosas malas que tengo que
hacer a diario, casi constantemente. Todo lo que sabía hacer era
tratar de expiarlas todas, periódicamente.
—No.
—¿Has reprendido a Zaaron como tu Dios y Mesías?
—No.
—No.
—Será un proceso un poco largo, pero sí, te sugiero que ates los
cabos sueltos.
—¿Dónde me quedaré?
—Es una situación poco ortodoxa. Aunque has pagado la
penitencia con tu carne, has estado en un lugar de pecado
constante durante años. Se necesitará algo mucho más extremo
que una limpieza para purificarte de su mancha. También tendrás
que disculparte con todos los hijos de Zaaron. Primero
permanecerás en la sala de espera. Una vez que vuelvas a ser pura,
vivirás en los dormitorios de colocación hasta que la voluntad de
Zaaron sea clara.
—¿Qué le pasó?
—¿Cuándo?
—Gracias, Profeta.
20
UN ÚLTIMO ADIÓS
Laurel Ann
Cierro la puerta detrás de Zeb y apoyo mi cabeza en ella. ¿Qué
acaba de pasar? Acepté volver sin ni siquiera pensarlo. Ahora que
se ha ido, y sé que Kaila volverá en cualquier momento, la culpa
crece en mi pecho, superando mi alegría.
Tap. Tap.
La señala.
—Brently tomó esa el mes pasado. Espero que esté bien que
tenga estas. Sé que no puedes llevártelas. Solo quería mostrarte que
eras feliz aquí. Conmigo.
—No lo harán.
Se ríe.
—¿Estás sola?
La carne de ella no está dentro, pero una mujer con un velo negro
y un vestido adornado de blanco está de pie en el púlpito recitando
sus mentiras. Su vestido y su comportamiento son dignos de
veneración, y me encuentro incapaz de apartar los ojos de ella hasta
que un hombre vestido de negro con un cuadrado blanco en el cuello
ocupa su lugar. No deja de hablar de sus oraciones malignas y de la
Biblia demoníaca. Intento bloquear las palabras, pero no puedo
negar la familiaridad del ritual y el vínculo que se aprecia en quienes
tienen creencias similares. Habla de amor y perdón, aunque mis
padres adoptivos son un indicio, no lo escuchan.
Atravieso su "cuerpo" y no pierdo tiempo en salir de allí. Ni
siquiera espero a mi familia de acogida. Tan pronto como nos
despiden, me apresuro a salir, volviéndome para mirar a su "María".
—¿Estás bien?
Sonríe.
—Laurel Ann.
—Hola.
—¿Esta noche?
—Sí. Al atardecer.
No hay una sola cosa en la que pueda pensar para hacer esto
más fácil.
Intento ser fuerte para ella mientras cierro la puerta tras de mí.
Mantengo la compostura hasta cruzar la calle, donde los sollozos se
apoderan de mi cuerpo. Tengo que llorarla ahora porque si me vean
llorar podría confundirse con inseguridad en mi elección.
—Aquí estamos.
—Gracias, Zeb.
—Te he dicho que debes dirigirte a mí como Profeta. Una vez que
estés dentro de las puertas, no lo toleraré. No puedo darte un trato
especial. Tienes que entenderlo.
—Por favor.
Se ríe.
—Sí, lo entiendo.
—Sí, Profeta.
Laurel Ann
Ésta no es mi colcha… Ésta no es mi cama.
Estoy aquí.
Estoy en casa.
—Te extraño.
Devuelvo el trozo de papel de tiempo a mis calzones y aparto las
mantas de mis pies. Paso los dedos por mis cicatrices de limpieza
personal y sonrío al ver que esa época de mi vida ha terminado.
Llaman a la puerta antes que Ezekiel entre. Intento cubrirme los
brazos mientras él coloca un plato de tostadas y un vaso de agua
sobre la mesa.
—¡Desgraciada!
—¡Asquerosa!
—¡Corrupta!
—¡Malvada!
—¡Vergüenza!
—¡Maldad!
—¡Pecadora!
Me mira y susurra:
De ida y vuelta.
Entrando y saliendo.
Aquí y allá.
—Intenta abrir los ojos, Laurel Ann. Si puedes oírme, abre los
ojos.
—Tú también.
Consigo abrir los ojos con un gran esfuerzo. Una vez que el
desenfoque de la habitación se desvanece, veo a una hermana
Madeline algo mayor.
Ella suspira.
Veo que sus manos bajan para alcanzar algo. Una vez que el
hierro de la Unción está a la vista, lo pone en el fuego, y me doy
cuenta de lo que está pasando.
—Te pido que guíes a esta hija. Es evidente que tienes planes
para su alma, y confío en tu decisión. Gracias por su regreso
seguro, mi Dios. Tu bondad es infinita.
—No soy más que un instrumento para ver los deseos de Zaaron.
Se vuelve hacia mí y su sonrisa vacila. Sus cejas se fruncen y
su mandíbula se tensa antes de señalar a Mia.
Laurel Ann
Lucho contra las lágrimas y la presión en mi pecho que me
hacen difícil respirar. Lo que siento por encima de todo es ira.
—Y yo te extrañé, hermana.
Una vez más, coloca mis brazos sobre sus hombros, envolviendo
una mano alrededor de mi cintura para ayudarme a ponerme de
pie. Hago toda la presión que puedo sobre mi pie y cojeo a su lado
de camino a la sala médica. Ninguno de los dos habla, ni siquiera
cuando estamos fuera del alcance del oído de los asistentes a la
reunión. Si no fuera porque su abrazo es una necesidad, ya me
habría alejado de él. No quiero estar cerca de él en este momento.
Los escalones de la sala médica son una tortura, pero él es gentil
en su asistencia.
—No lo vi relevante.
—No lo sé.
Dejo escapar:
—¿Te has acostado con ella? ¿Mia? —No sé por qué lo pregunto,
por supuesto que sí. Ella es hermosa.
Un sinfín de veces.
—¿Talla siete?
—Sí, señora.
—No puedes hacer esto, Laurel Ann. Sé que siempre han estado
muy unidos, pero si esto se supiera... ¡Por Dios, niña, acabas de
volver! Imagina lo que esto le haría a la hermana Mia.
Seguramente me arde la cara de vergüenza y bochorno porque
sé que tiene razón. Como no encuentro ninguna palabra que mejore
la situación, elijo las sinceras.
—Por supuesto que no. Doce años es mucho tiempo para estar
fuera de la gracia de Zaaron. Debes darle tiempo... y tomar
decisiones sagradas. Tu penitencia ha sido pagada, así que vamos
a regocijarnos en ella, ¿de acuerdo?
Tomo su mano.
—¡¿Benji?!
—No puedo creer que hayas vuelto. Nunca pensé que volvería a
ver tu cara pecosa.
—Pasé muchas noches sin dormir. Espera aquí. —Deja caer sus
pies en un espacio grande y abierto donde todo lo que veo es
oscuridad. Hay un ruido sordo cuando pisa algo. Lentamente,
desaparece en la tierra.
Tink. Tink.
—Maldita sea.
—Sí, es que no encuentro el... oh, aquí está. —Un silencioso tic,
tic, tic, suena antes de que, de repente, una luz parpadee y brote del
agujero, permitiéndome distinguir la forma de Benji sosteniendo un
farol—. ¿Crees que puedes bajar hasta aquí con tu pie?
—No lo sé, pero esto es demasiado bueno para dejarlo pasar. —
Levanto mi falda y me arrodillo para colocar mi pie bueno en el
primer escalón.
—¿Estás loco?
Recorre con sus dedos los bordes de las cajas y me dirijo hacia
él. Sacudiendo la cabeza, sonríe.
—Vaya —susurra.
Sonríe.
—Venga, vamos.
Se encoge de hombros.
—Sí, ¿por?
Laurel Ann
Inmediatamente dejo de caminar y me detengo frente a él.
—Espera y verás. —Benji sonríe, pero una vez que mira detrás
de mí, su sonrisa cae en una línea dura—. Se acabó la diversión,
pecas.
Mis ojos están rogando por dar vueltas, incluso si hay verdad en
sus palabras.
—Solo era Benji. No hay nada más platónico que eso. ¿Cómo
puedes decirme que no pase tiempo con un amigo que no he visto
en más de una década?
Lucho contra el dolor para mover los pies lo más rápido posible.
Nuestros cuerpos chocan y nuestros brazos se envuelven en un
fuerte abrazo.
—Sí, señor.
—Bienvenida a casa.
Me burlo.
—Hago lo mejor que puedo, y tengo que hacer lo que creo que
es correcto. —Su voz es baja y profunda mientras sus palabras
salen entrecortadas—. La línea que camino cada día es casi
translúcida. La corona espiritual pesa sobre mi cabeza, y no puedes
comprender lo que es esto para mí... estar constantemente dividido
entre la justicia y mis propios sentimientos.
Una vez que digo las palabras, sé que debo seguir mi propio
consejo. Los últimos días y los sucesos de esta noche me hacen
desear nada más que estar sola. Paso junto a él y me permite
adentrarme en los árboles, aunque escucho el sonido de las ramitas
crujir detrás de mí, un claro indicio de que me está siguiendo.
Acelero el paso, desesperada por poner algo de distancia entre
nosotros.
Cuando el hombre desliza sus labios fuera de Sam, por fin veo
su cara, y mi mandíbula cae al suelo.
—Laurel Ann...
—¡Mierda!
Asiento.
—Sí, señor.
Está siendo amable a pesar que le molesto, y esta es, por mucho,
la casa más agradable en la que me han puesto. Soy la única niña
aquí, y su casa está limpia. Puedo intentar ser cordial si ellos van a
serlo conmigo también.
Pasa una mano por su cabello corto y negro, y baja por su nuca.
—Trato.
—No sabía qué lo hacía con Samuel, solo sabía que había estado
con un hombre en el pasado, pero me aseguró que había terminado
con él. —Suspira, y aunque no he estado muy feliz con él en los
últimos días, es evidente el dolor que esto le está causando. No
quiero nada más que consolarlo—. ¿Cómo puedo mantener el mal
fuera de este lugar? Benji es mi amigo. Samuel es tu hermano y el
de Mia, así que por supuesto no quiero limpiarlos, pero ¿cómo se
supone que voy a ignorar esto?
Miro a Samuel.
—¡Sammy!
—¿Gracias?
Aprieto su brazo.
Zebadiah
Marybeth ríe histéricamente mientras Mia se pasa las manos
por el cabello.
Luego está la mierda que está pasando con Benji. ¿Cómo espera
que reaccione? Ser sodomita es uno de los peores pecados que hay.
Y con Samuel Henderson de todas las personas. Cuando Benji me
habló por primera vez de sus perversos deseos, traté de encontrar
todo lo que pude sobre el tema en El Verdadero Testamento. Deja
claro que un hombre estando con otro hombre es una abominación.
Las órdenes de Zaaron para la expiación están claramente escritas:
Y durante tres días, el sodomita debe pagar la misma penitencia que
un adúltero. Cerrando el orificio usado con el hilo evitará que se
cometan más pecados antes de la limpieza de su alma. -12:16B.
—Vigila a Marybeth.
No puedo negar que este lugar me aporta una paz que necesito
terriblemente, y estar a solas con mis pensamientos y Zaaron puede
ser beneficioso para mi situación. Al acercarme al río, mis pasos
vacilan. Mi corazón golpea como un mazo en mi caja torácica.
Se levanta sorprendida.
—¡Profeta! —Se pone de pie, lanzando agua por todas partes y
retrocede—. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que este era mi
momento a solas con Zaaron.
Una vez que el vestido baja por sus brazos, se lo quita hasta el
final, dejándola solo con las faldas y los calzones, se adhieran a la
figura por estar mojadas. Se vuelve hacia mí y la luz del farol
muestra sus duros pezones a través de la tela blanca. Tengo que
apretar los puños para no rozarlos con mis dedos. Mi mirada se
dirige a sus labios temblorosos antes de encontrar sus ojos llorosos.
Levanta una mano y la sostiene contra mi mejilla. Su tacto es tan
increíble que mi polla se agita en mi pantalón.
—Oh, Profeta... eso se siente muy bien —gime. Tengo que tragar
saliva ante la visión de su balanceo contra mi estómago—. Cada
toque es como una pequeña explosión. —Sus dedos acarician la
cadena de mi collar con el sello, y de sus labios salen pequeñas
bocanadas de aire. Mi polla dolorida se aprieta contra su culo, e
incluso sin que ella la toque, la sensación es tan abrumadora que
me preocupa que me lleve a la culminación así como así—. ¿Esto es
Zaaron? ¿Está haciendo esto? —jadea.
—Voy a acostarte.
—Está bien.
—¿Lista?
Lo retiro y me río.
—¿Qué es esto?
Ella asiente.
—Sí, Profeta.
—Me has asustado. —Mirándome a los ojos con los suyos bien
abiertos, se acerca y pone sus manos en mi pecho—. Gracias —
susurra, poniéndose de puntillas para besar mi mejilla.
—No maldigas.
—¡Claro que no! ¿Por qué diablos iba a dejar que alguien pusiera
su boca ahí?
—No te detengas.
No es difícil introducir otro dedo con lo mojada que está, así que
lo hago. Acelero el ritmo y vuelvo a acercar mi boca a su coño,
usando mi mano libre para acariciar mi polla. Amenaza con
arrancarme el cuero cabelludo mientras se restriega
descaradamente contra mi lengua.
—¿Te ha gustado?
Zebadiah
Nos quedamos en silencio durante mucho tiempo, ninguno de
los dos sabe a qué atenerse ni qué significa esto. Sé que debo volver
a casa. Mia y Marybeth seguramente se preguntarán dónde he
estado. No me atrevo a mencionarlo, así que me quedo con ella
hasta que se queda dormida contra mi pecho.
—¿Zebadiah?
Salto al oír la pequeña voz.
Las lágrimas llenan sus ojos cuando rodea su cuerpo con los
brazos.
—Sí, marido.
Tengo que hablar con Laurel Ann antes de hablar con cualquiera
de mis esposas. Me pongo en pie y gimo mientras el cansancio se
instala en mi cuerpo. Parece que esta noche dormiré en el templo.
—¿Profeta?
—No creo que sea tan confuso. Quieres que te folle, solo que no
quieres ser mi esposa.
—No lo sé. Solo quería volver a casa. —Se encuentra con mis
ojos y se endereza—. Tal vez esto fue un error. Zaaron me rechazó
por una razón.
Toc, toc.
—¿Zebadiah?
Mis ojos se abren de par en par ante la voz de Mia y rompo
nuestro beso. Laurel Ann tiene una expresión similar mientras se
tapa la boca con la mano.
—Sí, Profeta.
—Me alegra ver que estás bien —dice con una sonrisa—.
¿Marybeth dijo que necesitabas hablar conmigo?
Joder.
26
EL PLAN VINCULANTE
Laurel Ann
No puedo respirar. En silencio salgo del templo y me dirijo a la
parte trasera del edificio. Tan pronto como estoy a salvo de las
miradas indiscretas, caigo al suelo y me permito llorar. Estoy
cubierta de pecado, y mi Profeta no puede limpiarme sin
condenarse a sí mismo. No entiendo cómo tengo tan poco control
sobre mis deseos carnales cuando se trata de Zeb. Anoche parecía
un sueño, pero esta mañana mis pensamientos eran claros. Sabía
que lo que estábamos haciendo estaba mal, y aun así abrí mis
piernas para él como una puta.
Todo este tiempo soñando con estar con él, y ahora no puedo
hacerlo. Su toque es imposible de negar para mí, pero saber qué
hace lo mismo con mi hermana y eventualmente lo hará con
Marybeth es sofocante. Y habrá más. Continuará tomando esposas
hasta que Zaaron lo desee en la Estrella del Paraíso. Tiene razón,
siempre supe que tendría muchas esposas, pero verlo realmente es
increíblemente más doloroso de lo que estaba preparada.
Mis ojos escudriñan los estantes llenos de cajas. Dudo que haya
un orden en ellas. Tomando la primera a mi derecha, me siento en
el colchón, rebuscando algo que pueda utilizar.
Las reviso una por una. Tras ocho cajas diferentes, encuentro
un Zippo y un collar con un pequeño colgante metálico en forma de
estrella.
—Oye, Laur, ¿qué haces? —Me doy la vuelta para ver a Benji
saltando de la escalera. Como no quiero hablarle de mi limpieza
personal, intento pensar en una buena excusa cuando el
pensamiento que tuve anoche sobre la foto de Kaila, hace ping-pong
en mi cabeza.
Sacude la cabeza.
—Anoche.
Ella asiente con la cabeza, su gorro les hace sombra a los ojos.
Trago y asiento.
—Nada, solo sabe que no estaba donde dije que estaba anoche.
No debemos ser vistos juntos.
—Lo siento.
Empujo la puerta del templo y allí está ella con una dulce
sonrisa en su rostro.
—Sí, gracias.
Enlaza su brazo con el mío, guiándome fuera del templo
—No fue como pensé que sería. Hay maldad, pero los filisteos
son todos muy diferentes. Son todos pecadores, por supuesto, pero
algunos de ellos nunca hicieron nada más que ser amables
conmigo. —Su ceja se levanta en forma de pregunta, aunque no lo
expresa—. Me hice muy amiga de una en particular. Se llama Kaila.
Es muy... —Me río recordando todas las veces que tuvo que "hacer
una entrada" o cómo era casi imposible estar de mal humor cerca
de ella—. Vibrante. Gracias a ella, la vida se hacía soportable.
Incluso buena, a veces.
—Mia...
Laurel Ann
La noticia del enlace entre Benji y yo se extiende por la Tierra
Ungida como pólvora en el viento. Es lo único de lo que han hablado
conmigo en los últimos dos días. Teniendo en cuenta los últimos
acontecimientos, Zebadiah tomó la decisión racional de asignarme
a trabajar con la familia Johnson, donde acabaré aprendiendo a
fabricar todos los productos de higiene que se utilizan en el
complejo. Ayer pasé el día en el invernadero con las hermanas de
Benji aprendiendo sobre las plantas y sus usos, aunque poco o
nada se retuvo.
—Hola, novio.
Sonríe.
Asiento.
—Lo es.
No lo estoy.
Se ríe.
—¿Profeta? —susurro.
—Necesito orientación.
—No.
Está claro que hay algo más que mi atadura que le molesta.
Librera el agarre que tiene en mí y pasa suavemente el pulgar por
mis labios, untándolos con su semen.
Lo quiero.
Esto es un error.
Lo quiero.
Esto es malo.
—¿Qué? —respiro.
¿Se refiere a Zaaron?
Zebadiah
Paso mis dedos por su suave cabello mientras ella recuesta su
cabeza en mi pecho y juega con mi colgante del sigilo.
—Cualquier cosa.
—¿Por qué?
—¿Fue Sammy?
—¿Sabes lo de Serah?
Inclina los labios con tristeza, mientras pasa sus dedos por mi
pelo.
Laurel Ann se fue hace una hora para volver con Benji, y yo
tengo que limpiar el desorden del escenario antes que llegue Mia.
Después de ponerme la ropa y hacer la cama en la última sala de
espera, entro en la sala de reuniones, iluminada por el sol de la
mañana.
—¿Estamos en peligro?
—¿Shayne?
—¿Está... muerto?
—¿Eres su hijo?
Se aferra a la puerta.
Se ríe.
—Lo siento hombre, pero no es así. Mi madre no es de... aquí.
—Agita la mano haciendo un gesto detrás de mí hacia el recinto—.
Vivimos en Hobart.
Shayne,
Tu santo padre,
Hiram Fitch
—Recibirás un castigo por esto. Creo que no hace falta decir que
no debes volver a hablar con él ni con ningún otro filisteo.
—Sí, Profeta.
Miedo.
Muerte.
Tormento.
Aislamiento.
Sufrimiento.
Control.
Poder.
Dios.
—¿Qué? —gime.
—¡Sí! —grita.
—Ahí tienes...
—¡Bruja adúltera!
—¡No es real! Nos han mentido toda la vida. Nos ha mentido toda
la vida! —Mis puños palpitan mientras doy puñetazos, patadas y
hago todo lo posible para derribar esta maldita puerta—. ¡Puedo
probarlo!
Laurel Ann
Los dedos de Jacob se hunden en la carne de mi brazo mientras
me arrastra desde el templo, a través del terreno común, hasta
llegar a la sala médica.
—El Apóstol estará aquí para leer las escrituras ya que el Profeta
está claramente incapacitado en este momento. —No lucho contra
mi destino mientras el doctor Kilmer me conduce al interior de la
clínica.
Se frota la sien.
—¿Está preparada?
Sus manos son mucho más grandes que las suyas cuando pasa
un dedo por mi abertura y separa los labios. Dejo caer lágrimas de
vergüenza cuando mete la mano en mi vagina, levantando la
sensible piel que rodea mi entrada. Apretando los dientes, la aguja
presiona en mi carne, y cuando la atraviesa a la fuerza para perforar
el primer lado, el dolor es ardiente y mi grito sale con fuerza. Tira
del músculo tenso del otro lado, empujando al instante la aguja y
tirando del hilo a través de los agujeros. El hilo se tensa más cuando
vuelve a introducir la aguja, repitiendo el proceso y sellando mi
lujuriosa abertura. Mi cuerpo se estremece mientras me permito
sollozar libremente. El agarre de la hermana Madeline se tensa
cuando escucha el sonido de una puerta al abrirse.
—Como parece que el Apóstol está atendiendo otros asuntos en
este momento, voy a leer las escrituras.
—¡No, Consejero!
—¡Maldad!
—¡Adultera!
—¡Seductora!
Zebadiah
Zeke me sigue hacia mi oficina, parándose frente a mi escritorio.
Tiene los brazos cruzados, la curiosidad y la rabia luchando en su
expresión. Alcanzo la caja que contiene los cuadernos y empiezo a
dudar. Si se invirtieran las tornas, ¿cómo sería escuchar esto de
Zeke? Estoy literalmente a punto de destrozar su mundo. Me
tiemblan las manos cuando coloco la caja sobre el escritorio y
levanto la tapa.
—No se sabe en qué dirección iría eso. Les estamos diciendo que
Zaaron no es nuestro Dios, que no es un Dios en absoluto. Estamos
reprendiendo todo lo que nos enseñaron como verdad. No puedes
esperar que eso se tome bien.
—¿Entonces qué?
—Aquí.
—No.
Sus fosas nasales se agitan, pero me sigue a través del patio y
hasta el porche. Nos miramos y levanto el puño para llamar a la
puerta.
—El tirantes sexys de allí tienen razón. ¿Por qué no les enseñas
esto? Dales la oportunidad de tomar la decisión correcta.
—Una última cosa. —Sus ojos se abren de par en par con horror.
—¿Qué es?
Me vuelvo inconscientemente hacia Zeke, avergonzado de estar
diciendo esto delante de él. Se inclina hacia delante, apoyando los
codos en las rodillas. Levantando las cejas, y me tiende la mano
para que continúe.
—Gracias. Por esto, y por ser siempre una amiga para Laurel
Ann.
—¡Heyah!
—Profeta...
No parece estar sufriendo demasiado, solo está insegura de mi
propósito. Me apresuro a acercarme al lado de la cama para
rodearla con mis brazos.
—¿Estás bien?
—No tengo una excusa para lo que hice, aparte que la amo.
Siempre la he amado. Ella no me sedujo ni me engañó. Ella es
simplemente Laurel Ann. No pude entregarles mi corazón porque
hace tiempo que no es mío. Por favor, sepan que cualquier hombre
sería afortunado de tener a cualquiera de ustedes como esposas, y
ambas merecen a alguien que pueda amarlas de vuelta. Siento que
no pueda ser yo. Siento haberlas herido a las dos.
—Adiós, Mia.
Lloro.
31
HERMANO FITCH TRES
Laurel Ann
Moverme demasiado es doloroso. Estar sentada demasiado
tiempo es doloroso. Y ahora, mi vejiga está llena. He estado
posponiendo el uso del lavabo porque me da miedo ir. En este
momento, va a salir de cualquier manera, así que me siento con
cuidado en el inodoro. Aprieto los dientes por el ardor, aunque me
siento mucho mejor después de haberme vaciado. Al tirar de la
cadena, oigo un sonido extraño.
Si esto tiene algo que ver con el filisteo que llegó a las puertas,
no lo sé, pero fueron a ver a Kaila. Admitiré que tuve celos por eso.
Ambos llevaban las correspondientes expresiones de dolor y
ansiedad, y las noticias que traían no eran muy tranquilizadoras.
Tengo la piel húmeda bajo el vestido y oigo el rápido golpe, golpe,
golpe de mi corazón en mis oídos.
Cada grito, chillido y sonido intrusivo que oigo me acerca a la
hiperventilación. Hay momentos en los que creo que el caos que
está ocurriendo fuera se ha dispersado, y luego vuelvo a oír algo.
Los minutos se detienen, haciendo que el tiempo sea eterno.
Clic.
Simplemente se ríe:
Ríe.
—Ahí está. —Su cuerpo entra y sale con fuerza, pero lo único
que siento es angustia—. ¿Qué pasa? Creía que te gustaba follar
con los hombres Fitch. —Sus manos rodean mi garganta y me
obliga a bajar el cuerpo para recibir su violento empuje—. Mira lo
mojada que estás... —Sonríe, y mi estómago se revuelve,
amenazando con vomitar—. Bueno, supongo que podría ser la
sangre.
De nuevo, me desvanezco, sin escuchar nada más que sus
gruñidos y obscenidades. Mis gritos solo suenan en mi propia
cabeza, mareándome.
Me va a matar.
Negro.
No puedo respirar.
Negro.
Voy a morir.
Negro.
BANG
—¡Aléjate de la puerta!
BANG
Necesito levantarme. Sé que son sonidos peligrosos, pero aun
así no puedo levantar los párpados.
Con un inmenso esfuerzo abro los ojos y veo a una mujer con
un casco negro, y al bajar la vista veo que es una agente de policía.
Recuerdo los ruidos de antes. La única razón por la que estarían
aquí es para hacer una redada en el recinto. Mis pensamientos no
se organizan, y lo único que se me ocurre es saber que Zebadiah
está a salvo. La crudeza de mi garganta hace que las palabras sean
dolorosas, así que digo la más importante:
—Zebadiah.
—¿Me dirás al menos por qué? ¿Por qué no dices quién fue?
Esto no era algo que pudiera entender antes que se volviera tan
complicado. Y ahora, yo también estoy confundida.
Zebadiah
—¿Alguna vez te tocó de manera sexual el hombre que llamas
tu marido?
—Sí. —Mi corazón se aprieta porque nunca fui cruel con ella—.
Me fue infiel.
—Objeción: relevancia.
El juez dice:
—Se acepta.
—Te amo.
Pregunta:
—Celeste Johnson.
—Usted dice que fue violada por su marido... —Se sube las gafas
a la nariz y se detiene frente a Celeste—. ¿Qué edad tenía usted la
primera vez que ocurrió esto?
—No, señor.
—¿Y era común que niñas de tan corta edad se casaran con un
hombre mucho mayor?
Se muerde el labio.
—No, señor.
—Sra. Johnson, ¿es cierto que Josiah Fitch tiene varios nietos
muy cercanos en edad?
—Sí, es cierto.
—¿Y sabe cuál de estos chicos fue víctima de este abuso sexual?
—Celeste se mira las manos, asintiendo. Creo que voy a vomitar
sobre estos pantalones mal ajustados—. ¿Puede decirle al tribunal
su nombre? —pregunta la mujer varonil.
2 meses después...
—Vaya.
—¿En serio?
Laurel Ann
8 meses después...
Sonríe.
Ella hizo que tanto Benji como Samuel se volvieran adictos a las
películas de Disney, y cuando Benji descubrió que había un lugar
dedicado a ellas, nos metió el portátil en el rostro a todos,
diciéndonos que no teníamos otra opción que ir. Solo teníamos que
esperar a que soltaran a Zeb.
—¡Zeb!
—Estás...
—Cardi B.
—A mí tampoco.
Sostengo su rostro entre mis manos y rozo con mis dedos sus
párpados cerrados.
—Ya no tienes que cerrar los ojos.
—No.
—¡Zeb! Oh, sí, sigue. —Las lágrimas caen por mi rostro debido
a la euforia de volver a estar con él. Ardo de euforia, murmurando
su nombre, estallando por dentro. Se siente como si durara una
eternidad hasta que, poco a poco, voy bajando de mi subidón.
Suspiro y desciendo por su cuerpo hasta sentarme sobre su
estómago y besar su boca húmeda y sonriente.
No puedo gritar.
No puedo respirar.
—Eso espero.
—¿Qué pasa?
—Eh, no. Estás muy sexy —dice Kaila, y Zeke le lanza una
mirada de sorpresa que me hace soltar una risita.
—¿Qué pasa?
—Estás impresionante.
—Te lo prometo, todo irá bien. Solo hay que esperar hasta que
esté en el aire.
—Sorpresa.
Pongo los ojos en blanco y subo al taxi tras ella. Por fin me he
acostumbrado a viajar en auto, aunque me costó un poco. Cuando
entramos en la autopista, Kaila le pregunta a Mia cómo es la vida
en Oklahoma City. Eso es todo lo que necesitan Kelsey y ella para
divagar sobre la escuela, el trabajo y sus amigos.
Es un vestido.
—Póntelo —insta.
Mi estómago da un vuelco cuando se me pasa por la cabeza una
idea que no puedo permitirme ni pensar, y mucho menos esperar.
Me desabrocho y lo dejo caer al suelo antes de pasarme el vestido
blanco por la cabeza. Aunque no tiene mangas, los tirantes son
gruesos y el escote es modesto. La tela de debajo me llega a los
muslos y la capa superior de encaje me cae hasta la espinilla.
Levanto la vista y veo a Mia sonriéndome con una corona de flores
blancas y amarillas. Mia deja un par de tacones blancos en el suelo
y yo meto los pies dentro. Sigo sin atreverme a decir nada.
—Hola.
Kim BookJunkie, estoy más que agradecida por todo lo que has
hecho por mí y por este libro. No sería lo que es sin ti. Tu toque ha
hecho que sea lo mejor posible. Has sido una parte muy importante
de este proyecto y tu entusiasmo se ha sumado a mi emoción. Me
has ayudado mucho con mi confianza, y tengo la suerte de llamarte
amiga. Estoy muy contenta que hayamos entrado en la vida del
otro.
Maureen y Kathi del blog Maureen and Kathi Read y The Dark
Angels. No solo han sido un sistema de apoyo increíble y una gran
ayuda cuando estaba completamente perdida, sino que también
han sido unas amigas increíbles. Han estado ahí para mí, me han
promovido, me han dado la honestidad que necesitaba para que
este libro fuera lo mejor posible, y mucho más. No estaría donde
estoy sin ustedes. Gracias por todo lo que han hecho por mí.