DIPPED IN HOLLY - Dana Isaly
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Contenido
SINOPSIS ________________________________________________ 4
Advertencia _______________________________________________ 5
CAPÍTULO UNO __________________________________________ 7
CAPÍTULO DOS __________________________________________ 12
CAPÍTULO TRES _________________________________________ 16
CAPÍTULO CUATRO ______________________________________ 21
CAPÍTULO CINCO ________________________________________ 25
CAPÍTULO SEIS __________________________________________ 30
CAPÍTULO SIETE ________________________________________ 35
CAPÍTULO OCHO ________________________________________ 39
CAPÍTULO NUEVE _______________________________________ 44
CAPÍTULO DIEZ _________________________________________ 49
AGRADECIMIENTOS _____________________________________ 53
Sobre la Autora____________________________________________ 54
SINOPSIS
Holly acaba de ser abandonada.
A una semana antes de Navidad. En público. Vestida como una Sra. Claus
zorra.
Todo lo que quiere es esconderse en el baño y tener una crisis nerviosa en
paz.
(clap ‘em)”
-ppcocaine
CAPÍTULO UNO
Holly
Me miro en el espejo y empiezo a hacer una lista de todo lo que no me gusta
de mi misma, cada una de cuales es una razón perfectamente aceptable para que Josh
me haya dejado esta noche, cinco días antes de Navidad, en la fiesta de Navidad de
su amigo. Ni siquiera tengo amigos propios aquí. Me ha dejado sola en este puto bar.
—Tienes la nariz torcida —me digo a mí misma en el espejo mientras el rímel
sigue derramándose sobre mis mejillas—. Definitivamente no le gustaban tus rollitos
y tus estrías. Siempre se burlaba de tus pecas y de las cicatrices que te dejaba el acné.
¿De verdad te sorprende tanto? —Mi pelo rubio sucio cuelga en ondas sobre mis
hombros, y mis ojos, normalmente grises, son de un azul más brillante por el llanto.
Al menos son bonitos.
—¿No puede una chica tener cinco minutos para tener una crisis mental en
paz? —grito mientras me dirijo a la puerta y la abro de un golpe, encontrándome
cara a cara con un hombre. Mis ojos recorren su cuerpo y vuelven a subir hasta que
me encuentro con sus ojos de nuevo. Es como si estuviera cincelado en una puta
piedra.
Su pelo es sal y pimienta, junto con su corta barba que perfila su afilada
mandíbula. Lleva pantalones vaqueros negros y botas, con una camiseta de franela
abotonada. Las mangas están remangadas, dejando al descubierto sus antebrazos
bronceados y muy musculosos. Sus ojos color avellana me observan por un
momento antes de hablar.
—Algunos clientes se quejaron de que la puerta del baño estaba cerrada —
dice, mirando detrás de mí como si fuera a encontrar a alguien más aquí dentro
conmigo. Todo mi cuerpo se enrojece al darme cuenta de que probablemente
pensaba que me estaba follando a alguien aquí dentro.
—¿Quién eres tú? ¿El jefe de los baños? —le pregunto, pasando por delante
de él y saliendo al pasillo, tratando de ocultar mis mejillas que se enrojecen
rápidamente.
—Bueno, soy el dueño del bar, así que supongo que técnicamente soy el jefe
de los baños, sí —dice, su risa es un sonido profundo y retumbante que hace que mi
estómago se revuelva.
—Quédate.
No es una petición, es una orden.
—¿Por qué?
—Porque quiero que lo hagas —dice como si fuera lo más obvio del mundo
que quisiera que me quedara.
—No, gracias —digo, dando otro paso atrás—. Esa gente de ahí fuera no son
mis amigos, y me acaban de dejar, brutalmente, delante de ellos. Así que creo que
me iré.
—No —dice, agarrando mi brazo de nuevo, enviando calor a través de mi
cuerpo—. No lo harás. Tómate una copa conmigo en el bar. Muéstrales que no eres
tan fácil de derrotar.
Contrólate, Holly.
Culpare el no haber tenido buen sexo en años. En realidad, ni siquiera he
tenido buen sexo. Josh y yo empezamos algo fuertes en ese sentido, pero después de
un año, ya no me podía molestar. Me preocupa que tenga un bajo deseo sexual, pero
tal vez no sea así si la forma en que respondo a este completo desconocido es un
indicio.
—Te prometo que no muerdo a menos que me lo pidas —dice, con su boca
repentinamente muy cerca de mi oreja. Tan cerca que siento su aliento caliente sobre
mi piel. Me estremezco, la sensación me sobresalta. Se ríe—. ¿Cómo te llamas, Red?
—Holly —le digo, bastante orgullosa de mí misma por haber conseguido
decirlo sin que se me quebrara la voz.
Pero entonces hay una boca en mi mejilla, cálida y un poco rasposa por la
barba. Muevo la cabeza hacia ella y Nick me besa antes de que pueda protestar o
preguntarle qué diablos cree que está haciendo. No es que importe porque sus labios
son suaves y, Dios, quiero que siga. No me importa que sea un desconocido y que
lo haya conocido mientras lloraba por mi ex, porque este beso lo es todo. Este es el
beso. Este es el beso que te hace dar cuenta de que te has estado perdiendo toda la
vida al besarte con la mierda.
Joder.
Observé la forma en que el chico había manejado la situación, primero
negando todo, y luego vi cómo cambiaba su lenguaje corporal al admitirlo. Todo
ocurrió delante de todo su grupo de amigos, y si la forma en que respondieron era
algo que había que tener en cuenta, estaba claro que lo sabían o al menos lo
sospechaban.
—Entonces, Nick —dice, empujando el vaso hacia mí y haciendo un gesto de
que quiere otro. Parece haberse recuperado de la vergüenza por el momento.
Empiezo a pensar en otras formas de conseguir esa reacción—. ¿Siempre haces esto?
¿Es esto lo tuyo?
—¿Qué es lo mío? —pregunto, rellenando su bebida. Me río de ella, sin poder
evitar que su mocosa interior salga a jugar.
—Ya sabes —dice, haciendo un gesto hacia mi cuerpo—. Lo del desconocido
sexy, ven conmigo y te besaré tontamente —Está imitando mi voz, y yo sólo la miro
fijamente y sonrío.
Dios, las cosas que quiero hacerle.
—¿Crees que soy sexy? —Se sonroja y estrecha los ojos hacia mí—.
Normalmente no —le digo, siguiendo adelante y sacándola de su miseria—. Pero he
pensado en hacer una excepción con la señora Claus, ya que es Navidad.
—Estás mirando fijamente —dice, haciendo que mis ojos vuelvan a su cara
que está ardiendo de rojo.
—¿Lo estoy?
—Sí. ¿Ves algo que te guste? —pregunta, con una voz llena de sarcasmo.
—Veo muchas cosas que me gustan —le digo, disfrutando de la forma en que
sus ojos se abren de par en par por la sorpresa. Me inclino más hacia ella, observando
cómo se dilatan sus pupilas y se acelera su respiración. Espero que el chico de la
esquina esté mirando. Me pregunto si ha sido capaz de hacerla sentir así. ¿Está
mojada? Lo que daría por probarla.
—¿Qué tal un poco de agua? —le pregunto, con los ojos señalando su bebida.
Puede que no haya mucho alcohol, pero es difícil apagar mis instintos dominantes
en una situación como esta.
Las personas que nos rodea empieza a reírse mientras empujo a la gente hacia
la puerta principal. Sus amigos se ponen en pie cuando nos ven pasar. Mi portero,
Seth, abre la puerta, moviendo la cabeza como si no fuera la primera vez que me ve
hacer esto. Lo cual, supongo que es cierto. Tengo una mecha corta, y en lugar de
pelear, he aprendido a echarlos por el culo. Suele dejar una impresión más duradera.
Lo dejo caer sobre el frío hormigón e ignoro sus insultos. Sus amigos pueden
ocuparse de él desde aquí.
—No vuelve a entrar —le digo a Seth—. Nunca —Asiente con la cabeza y le
doy una palmadita en la espalda mientras paso junto a él. Holly sigue en la barra,
mirándome con los ojos muy abiertos y la boca abriéndose y cerrándose como un
pez. Me doy cuenta de que no tiene agua.
Buena chica, Holly.
—Te mereces algo mejor —le digo mientras paso junto a ella y vuelvo detrás
de la barra. Le doy otro vaso de agua—. Bebe —Me doy la vuelta y empiezo a
limpiar con saña todo lo que hay a la vista. Necesito calmarme antes de arrojarla
sobre mis rodillas delante de todos y enrojecer su trasero por salir con alguien tan
patético.
Ese pensamiento me hace volver a la espiral, a pensar en ella abierta para mí
mientras le doy una bofetada tras otra en su suave piel, con las huellas de mis manos
cubriendo su culo. Apuesto a que sus quejidos se convertirían en gemidos mientras
amaso su carne dolorida y deslizo un dedo dentro de ella...
Dejo caer un vaso, los fragmentos vuelan por todas partes, y suspiro al oír su
risa detrás de mí.
CAPÍTULO TRES
Holly
—¿Color favorito? —le pregunto.
—Azul.
—Por supuesto que sí —resoplo—. El color favorito de todo hombre es el
azul.
—¿El tuyo? —me pregunta. Puedo oír la sonrisa en su voz desde el otro lado
de la barra. Está cerrando todo. El bar ha cerrado hace unos treinta minutos y ha
mandado a todo el mundo a casa. Me preguntó si quería quedarme.
1
Speakeasy: Bar clandestino.
—¡Ja! —ladra, tirando el trapo a una papelera—. Viejo —dice, observando
cómo recorro lentamente la longitud de la barra, pasando las yemas de los dedos por
la madera brillante.
—Vintage2 —Mi sonrisa crece al mirarlo. Sea cual sea el juego que estamos
haciendo, me gusta. Me gusta la forma en que mi corazón late más rápido bajo su
mirada y mi piel se calienta con un delicioso calor que se extiende a otros lugares,
lugares en los que definitivamente me gustaría sentir el suave rasguño de su barba.
—Antiguo —replica cuando doblo la esquina y entro en su espacio. Se queda
quieto, observándome con los ojos, pero manteniendo los brazos sobre el pecho y
las piernas cruzadas por los tobillos.
—Establecido —murmuro al acercarme a él. Sus ojos recorren mi cuerpo y
juro que puedo sentirlos como si sus manos estuvieran sobre mí. Las quiero sobre
mí. Llevamos media hora jugando al tira y afloja, y estoy dispuesta a soltarlo y dejar
que me atraiga.
—Con experiencia —Su voz ha adquirido un tono totalmente nuevo, y hace
que las mariposas de mi estómago se vuelvan locas. Se mueve lentamente a medida
que me acerco a él, girando para que mi espalda esté contra el mostrador y sus brazos
me aprisionen. El aroma limpio de su loción de afeitado invade mis sentidos y me
marea la cabeza.
—¿Ah, sí? —le pregunto, mi voz sólo vacila un poco—. ¿De qué experiencia
estamos hablando, hombre viejo? —Mi voz es burlona, pero sus ojos no lo son. Están
clavados en mí como si él fuera el cazador y yo su presa—. ¿Podrías cambiar mi
neumático? ¿Revisar mi aceite?
—Nena —murmura, su voz retumba en mi cuerpo mientras me pone una
mano en el estómago y la deja bajar mientras habla. No puedo apartar la vista de sus
ojos por muy nerviosa que esté. Se apodera de mí mientras acerca aún más su
cuerpo—. Podría desmontar todo lo que hay bajo tu capucha y recomponerlo mejor
de lo que lo encontré.
Su mano se sumerge bajo la banda de mi falda y sus dedos bailan sobre el
suave encaje de mis bragas. Me avergüenza lo mojada que estoy desde que lo vi en
el pasillo. Pasa las yemas de los dedos por la tela que cubre mi raja antes de burlarse
de los lados.
2
Vintage: es el término empleado para referirse a objetos o accesorios con cierta edad, que aun no pueden
catalogarse como antigüedades.
—Holly —dice, inclinándose hacia delante y rozando sus labios en mi mejilla.
Suspiro y echo la cabeza hacia atrás, esperando que mueva su boca hacia mi cuello—
. Si meto los dedos dentro de estas bragas de encaje, ¿te voy a encontrar mojada para
mí?
Me da besos con la boca abierta en la garganta mientras pasa sus dedos por
los lados de mi ropa interior. Creo que es el contacto más ligero que he
experimentado nunca, y la provocación está a punto de llevarme al límite. Estoy tan
excitada que creo que podría correrme sólo por la anticipación y su boca en mi
cuello.
Al retirarse, utiliza su mano libre para recoger mi pelo en la base del cuello.
Lo agarra con fuerza y hace que mis ojos se encuentren con los suyos.
—Sí, Papi.
—Joder —gime antes de ponerse sobre mí como si lo necesitara para respirar.
Sus dedos finalmente se deslizan por debajo del encaje y me encuentran empapada—
. Holly —gruñe en mi boca, haciendo girar mi humedad alrededor de mi clítoris,
haciendo que mis rodillas flaqueen—. Estás muy mojada, dulce niña.
Está en todas partes, entre mis muslos, en mi boca, contra mi cuerpo y en mis
pulmones. Su lengua entra en mi boca por segunda vez esta noche, y me rindo a él,
dejando que me folle la boca como quiero que me folle en este mostrador. Un dedo
se desliza fácilmente dentro de mí, y rompo el beso para gemir en voz alta por lo
bien que se siente.
Me quita el dedo y me lo ofrece a la boca abierta. Lo chupo con avidez entre
los labios, saboreando su piel mientras lo acaricio con la lengua, haciéndole saber
cuánto deseo que sea su polla. Sus ojos observan mi boca, sus iris de color avellana
casi completamente eclipsados por sus pupilas, dándole una mirada oscura que envía
un nuevo torrente de calor doloroso entre mis muslos. Estoy palpitando por él, y mis
pezones están tensos, buscando su atención.
Me levanta, me gira y me sienta en la barra principal antes de acomodar sus
caderas entre mis piernas y besarme de nuevo. Sus dedos trabajan los lazos del corsé,
aflojándolo cada vez más hasta que por fin puedo respirar profundamente. Se frustra
y empieza a tirar de él, desgarrando la tela y aflojándola finalmente lo suficiente
como para poder tirarla por encima de mi cabeza. Me río de su afán, pero él se toma
un momento para mirarme.
—Dios, eres perfecta —susurra, pasando sus nudillos por las puntas de mis
pezones y luego por las líneas rojas que los huesos del corsé que han dejado en mi
piel. Jadeo ante la sensación y dejo que mi cabeza ruede hacia atrás mientras él
sustituye sus dedos por su boca. Está caliente y húmedo cuando me chupa el pecho
en la boca, pasando la lengua por el pico antes de cogerlo entre los dientes.
Enrollo mis caderas con las suyas, desesperada por conseguir algo de fricción.
Puedo sentir que está duro, y su gran tamaño es casi preocupante. Se lleva el otro
pezón a la boca y mis manos encuentran su pelo. Pasando los dedos por los suaves
mechones, tiro de ellos mientras intento acercarme a él. Con cada pasada de su
lengua por la punta, mi coño se aprieta, convirtiéndome en un charco necesitado y
gimiente.
Su boca vuelve a estar en la mía, con los labios calientes y húmedos por la
atención a mis pechos. Me hace girar para que mi espalda quede frente a la larga
barra y me ayuda a tumbarme. Vuelve a situarse entre mis piernas y empieza
agarrarme lentamente los muslos, besando mi pierna hasta llegar al tobillo, y vuelve
a empezar el proceso en mi otra pierna.
—Te voy a enseñar exactamente cómo debe tratar un hombre a una mujer —
dice mientras me quita las bragas. Las tira a un lado y me quedo en minifalda, con
las piernas abiertas para él y los tacones apoyados en la barra.
—Mira qué coño tan perfecto —gime, hundiendo la cabeza entre mis muslos
e inhalando mi aroma. Me sonrojo furiosamente desde la punta de los pies hasta la
parte superior de la cabeza al sentir su nariz recorriendo todo mi cuerpo. Me coge
las manos y las coloca en su pelo.
—Quiero que me folles la cara —me dice mientras sus labios rozan la parte
más sensible de mí—. Me dirás lo que te gusta, me apretarás la cabeza con tus muslos
y me tirarás del pelo con tanta fuerza que te preocupará arrancarlo —Hace una
pausa—. ¿Y Holly? —pregunta, mirándome por encima de la falda, sus ojos tan
llenos de lujuria que hacen que mi coño se apriete.
—¿Sí? —Respiré.
—Estás cerca —gruño, y ella asiente, echando uno de sus brazos sobre su
cara. Coge el regordete labio inferior entre los dientes y lo muerde mientras gime en
lo más profundo de su pecho.
Mantengo mi ritmo, ansioso por ver cómo es en la agonía de su orgasmo. Su
respiración se acelera, su pecho se agita con el esfuerzo mientras su vientre se mueve
con sus caderas. Se muerde la mano antes de que yo suba la que tengo libre,
introduciendo los dedos en el calor húmedo de su boca.
—Úsame —le ruego, y ella lo hace. Me chupa y muerde los dedos con vigor,
igualando el ritmo con el que le meto los dedos en el coño. Se los saco de la boca y
le limpio la saliva antes de volver a metérselos—. Buena chica —la elogio.
—Sí.
—Me gustan tus tatuajes —dice mientras repasa las líneas y los colores ya
desvaídos de toda la tinta que me hice durante toda mi vida.
Vuelve a coger su labio entre los dientes mientras su mano desciende,
haciendo que mis abdominales salten ante el ligero contacto. Exhala una suave
carcajada antes de desabrocharme los vaqueros y quitármelos de las caderas. Los
bóxers me aprietan y no ocultan lo excitado que estoy por tenerla aquí conmigo.
Se pone de rodillas, engancha sus dedos bajo la banda de mis bóxers y me los
quita lentamente. Sus ojos se abren de par en par cuando mi erección se libera,
golpeando la punta de su nariz. Me quito todo y tiro la ropa a un lado mientras me
agarro la base de la polla.
Holly me mira con esos grandes ojos grises, y le paso la punta de la polla por
su boca abierta, untando mi pre semen en sus labios. Mantiene el contacto visual,
esperando que le diga qué hacer a continuación.
—Pruébame.
Su mano sustituye a la mía, y yo enhebro mis dedos entre los suaves mechones
de su pelo, guiándola silenciosamente hacia donde quiero. La punta de su lengua
recorre mi raja, recogiendo en su boca lo que se ha filtrado allí. Gime mientras se lo
traga antes de rodear mi cabeza con sus suaves labios y succionarme hasta el fondo
de su garganta. Tiene unas cuantas arcadas, pero sigue tarareando y gimiendo en
torno a mi polla, y las vibraciones van directamente a mi columna vertebral.
Su boca parece el paraíso cuando me mete y saca, haciendo girar la parte plana
de su lengua alrededor de la sensible parte inferior de mi punta antes de volver a
succionarme. Pongo un pie en la cama, detrás de ella, para poder entrar y salir de su
garganta. Su mano libre se posa en mi cadera y la guío entre mis muslos, mostrándole
cómo quiero que juegue con mis pelotas.
—Lo fue, nena —le digo mientras le rodeo la mandíbula con la mano y la
levanto del suelo. Se inclina hacia mí y se lame los labios—. Pero no escuchaste
cuando te dije que pararas.
—En realidad no querías que me detuviera —dice, con una sonrisa de
satisfacción en la boca.
Mocosa.
Me inclino y le quito la sonrisa de los labios, saboreando la salinidad de mí en
su lengua. Sus manos se dirigen a mi cintura y las yemas de sus dedos se clavan en
mi piel mientras me suplica que me acerque.
—No importa —le digo, apartándome y mirando su mirada confusa—.
Cuando te digo que hagas algo, espero que me escuches —Ella traga saliva—. Ahora
tengo que castigarte.
CAPÍTULO CINCO
Holly
Se me corta la respiración antes la promesa de sus palabras. Nunca había
estado con alguien así —dominante y confiado— y es algo por lo que siempre he
sentido curiosidad. Aunque me pone nerviosa el tipo de castigo del que habla, no
puedo evitar sentir una gran curiosidad.
Me besa de nuevo mientras sus manos exploran mi cuerpo, recorriendo mi
espalda y apretando mi culo. Es tan sólido y cálido contra mí que me siento mucho
más segura que con cualquier otra persona en el pasado. Me doy cuenta de que es
una locura, ya que es un completo desconocido, pero hay algo en su forma de
comportarse y de tratarme que me hace sentir que puedo ser yo misma con él.
—Quédate aquí —dice, rompiendo el beso y dando un pellizco juguetón a uno
de mis pezones antes de dejarme de pie junto a su cama.
Miro alrededor de su habitación, observando la decoración sorprendentemente
elegante. Es cálida y parece un hogar en lugar del piso de soltero que yo pensaba que
tendría. Las paredes están pintadas de negro, y tiene un cabecero de madera y una
cama perfectamente hecha con muchos cojines. Me pregunto si huelen a él, y me
siento tentada de tumbarme y acurrucarme.
Pero le oigo hacer ruido fuera, en la zona de la sala de estar, así que me quedo
totalmente quieta hasta que oigo sus pasos acercándose de nuevo. Cuando aparece,
lleva en la mano una larga cadena de luces de Navidad y sonríe mientras me observa
trato de intentar averiguar cuál es su plan. No estoy segura de cómo va a funcionar
esto en mi castigo.
—Eres linda cuando estas toda confundida —dice, acercándose por fin a mí.
Pongo los ojos en blanco y él suelta una de esas risas profundas que hacen que me
flaqueen las rodillas.
—Por mucho que me gustara verte pasear desnuda por mi casa haciendo cosas
domésticas, tenía otra cosa en mente, nena. Acuéstate en la cama, boca abajo.
Hago lo que me dice, asegurándome de hacer un espectáculo al arrastrarme
sobre su cama con el culo balanceándose en el aire. Exhala y oigo un pequeño
gemido antes de que me coloque en posición.
—Está bien, Papi —digo. Joder, ¿por qué me gusta tanto llamarle así?
—Sí, Papi.
—Buena chica.
Oigo el golpe antes de sentirlo. Me hace saltar, y el escozor es inmediato y
caliente hasta que su mano amasa y masajea la zona. Mis pezones se tensan con el
agudo cosquilleo del dolor, y puedo sentir que me mojo aún más.
—Te he dicho que cuentes, Holly —Su voz es profunda y llena de advertencia.
—Uno.
Vuelve a azotarme, esta vez con más fuerza en el mismo lugar que la última
vez, gimo y trato de avanzar por instinto para alejarme del dolor. Vuelve a masajear
el lugar y gimo contra las sábanas.
—Dos.
La tercera bofetada me sorprende al caer sobre mi mejilla opuesta. Suelto un
grito de sorpresa antes de sentir sus labios en mi piel caliente, su lengua delineando
lo que imagino es la huella de la mano que ha dejado.
—Tres —susurro.
Mi estómago está tenso por la necesidad, y mi coño se aprieta y me duele por
él. Espero otra bofetada, pero en lugar de eso, uno de sus dedos me provoca,
rodeando mi empapada entrada antes de deslizarse dentro de mí. Suspiro y lo empujo
hacia atrás, esperando que se mueva, pero se limita a mantenerlo dentro de mí,
volviéndome loca de frustración. Gimo y vuelvo a empujar para recibir la bofetada
más fuerte.
—¡Cinco!
—Qué buena chica —me elogia, y yo no puedo evitar girar las caderas,
tratando de excitarme con sus burlas—. Puedo sentir cómo tu precioso coñito se
agarra a mi dedo como la cosita necesitada que eres. Me gusta que estés así, Holly
—dice, deslizando su dedo fuera de mí—. Gimiendo y desesperada por mí.
Siento que se desplaza en la cama y que su boca está sobre mí, mordiendo y
lamiendo toda la zona enrojecida que ha dejado a su paso. Me recorre lentamente el
culo antes de bajar, rodeando con su lengua mi culo antes de introducirse en él. Jadeo
ante la nueva sensación. Nadie nunca ha estado ahí detrás... nunca.
De repente me siento muy cohibida e intento apartarme, pero él me agarra de
las caderas y me atrae hacia él, metiendo su cara aún más adentro antes de salir a
respirar.
—No puedes negarme lo que quiero comer. Tengo hambre. Deja que tu Papi
se dé un festín —Gime y continúa su asalto descuidado, lamiendo, mordiendo y
chupando cada centímetro de mí.
—Por favor —gimoteo, pero en lugar de ceder, siento que la cama se desplaza
y se mueve cuando él se baja de ella.
Se acerca a mi vista, se inclina hasta mi nivel y sonríe. Es tan jodidamente
guapo que duele. Se inclina, me besa la punta de la nariz y me aparta el pelo salvaje
de la cara, colocándolo detrás de la oreja.
—Fuiste una chica tan buena para mí, Holly —dice con una voz
tranquilizadora que me hace volver a mí misma poco a poco—. Te tomaste tu castigo
tan bien, y ver tu culo marcado con las huellas de mis manos... —Gime y pasa las
yemas de sus dedos por las luces que envuelven mi cuerpo.
—Por favor, tócame —le ruego, cerrando los ojos mientras las luces me hacen
cosquillas en la piel.
—Oh, lo haré, nena —me asegura, volviendo su mano para poder pasar su
pulgar por mi mejilla—. Pero, primero, voy a tomarme mi tiempo contigo.
CAPÍTULO SEIS
Nick
La hago girar sobre su espalda, manteniéndola atada a las luces. Me gusta
cómo iluminan su piel con un suave resplandor. Vuelvo a colocar la almohada para
que sus caderas sigan elevadas. Me facilitan el acceso a la boca y dan a mi polla un
mejor ángulo para cuando por fin me sumerja en su interior.
Me mira con los ojos encapuchados, esperando a ver qué voy a hacer a
continuación. Puedo oler su sexo en el aire mientras separo sus muslos. Me relamo
los labios, todavía capaz de saborearla allí, mientras recorro con mis manos sus
piernas y sus caderas hasta llegar a la suave curva de su estómago.
Se le pone la piel de gallina y su respiración se acelera. Arquea la espalda
cuando me acerco a sus pechos, tratando de empujarlos hacia mis manos. Sus
pezones son de piedra y hacen que se me haga la boca agua al tocarlos. Mi polla
gotea cuando sus caderas ruedan hacia mí y rozan su dulce coño contra mi dolorosa
longitud.
Va a ser mi muerte.
—Ahora vuelvo —le digo, respirando hondo y rodando fuera de la cama.
—Vuelvo enseguida, lo prometo. Sólo voy a bajar a por algo, ¿está bien? —
Le sonrío y se muerde el labio de nuevo. Lo libero de mi pulgar—. Eso me vuelve
loco, ¿sabes? —Beso su suave labio inferior—. Vamos a seguir con este pequeño
tema navideño —le digo con una sonrisa que espero que calme sus nervios.
Me devuelve la sonrisa y asiente con la cabeza. Me apresuro a bajar las
escaleras, sin querer dejarla más tiempo del necesario. Cojo el muérdago de encima
de la puerta de entrada y luego, por capricho, cojo un bastón de caramelo del cuenco
que hay en la encimera. Así tendrá algo que chupar mientras yo me divierto.
—Ahora tienes algo que chupar mientras juego contigo —Sonrío cuando pone
los ojos en blanco, tratando de fingir que no está tan afectada como su cuerpo me
dice—. Y te mantendrá callada.
Ella gruñe, y muevo el muérdago hasta su garganta, dejando que mi boca siga
el movimiento. Lo sostengo sobre cada parte de su cuerpo en la que quiero poner mi
boca. Sus clavículas, sus pezones, entre sus pechos y a través de sus costillas.
La oigo respirar con dificultad por la nariz mientras su boca sigue rodeando
el bastón de caramelo. Sus labios se tiñen de un rojo aún más oscuro. Desplazando
el muérdago por su vientre, le doy besos ardientes y abiertos hasta el ombligo antes
de llevarme a la boca la suave carne de su cadera y morderla.
Sus caderas se arquean, su coño busca la fricción en cualquier parte que pueda
encontrar mientras un largo gemido recorre su cuerpo. Me río contra su piel y
continúo bajando por su cuerpo, besando y lamiendo en todas partes excepto por
exactamente donde ella quiere. Tiene unas bonitas estrías rosas que colorean el
interior de sus muslos y mi lengua las recorre mientras sigo bajando por sus piernas.
La beso debajo de las rodillas, encima de ellas, donde encuentro una cicatriz, y luego
bajo hasta sus tobillos.
Cuando me detengo y vuelvo a mirarla, tiene los ojos cerrados en señal de
concentración y el bastón de caramelo gira entre sus labios. Cuando se da cuenta de
que he dejado de hacerlo, abre los ojos y me mira, da un mordisco al caramelo y lo
hace crujir con una mirada de irritación.
—Te lo dije —digo contra su boca mientras uso la punta húmeda y rota del
caramelo para arañar uno de sus pezones—. Quiero provocarte hasta que no puedas
más —Le soplo aire frío en el pezón y ella gime al sentir el suave ardor de la menta.
—¿Condón? —pregunta ella—. Llevo tanto tiempo con ese gilipollas que he
dejado de usar anticonceptivos.
—Me hice una vasectomía hace años —le digo mientras detengo mis avances
para mirarla a los ojos. No quiero ponerme un preservativo, quiero sentir cómo me
agarra y tira de cada centímetro de mí mientras empujo dentro de ella. Pero nunca la
obligaría a hacer algo con lo que no se sintiera cómoda—. Pero puedo usar un
preservativo. ¿Te sentirías más cómoda si utilizara uno?
—Gracias a Dios —gime mientras toma mi boca con la suya—. No —Me
mira a los ojos y puedo ver la determinación en ellos—. Quiero sentirte mientras me
follas por primera vez.
—¿Por primera vez? —le pregunto, con voz juguetona mientras agarro la base
de mi polla y la introduzco en su raja y juego con su clítoris—. ¿Así que quieres que
esto se repita? —Muevo las cejas y ella se ríe. Puede que le esté tomando el pelo,
pero la idea de mantenerla para mí durante más de una noche hace que mi corazón
intente salirse del pecho—. ¿Qué quieres de mí, nena? —le pregunto antes de que
pueda decir que no y arruine mis esperanzas. Sus ojos se oscurecen y sus piernas me
rodean la cintura, las luces se clavan en mi piel como si fueran uñas. Le doy una
vuelta, dejando que la punta de mi polla se introduzca en su interior antes de sacarla
y pasarla por su clítoris.
—Quiero que me folles —dice, con los ojos brillando de necesidad—. Quiero
que te hundas en mí, me estires y me folles hasta que olvide mi propio nombre.
Necesito que me hagas olvidar —Sus ojos me suplican.
Dejo que la punta se hunda en ella una vez más antes de volver a sacarla. Ella
gime, y sonrío ante la mirada de fastidio que me dirige. Me resulta igual de difícil
negárselo, porque con cada pequeño empujón que le doy, toda mi columna vertebral
se ilumina de placer, enviando oleadas de calor por mi ingle y mis abdominales.
La levanto para que se siente sobre mi polla y uso las dos manos para retirar
el resto de las luces de su cuerpo. Se ríe, me rodea el cuello con los brazos y me besa.
La empujo hacia arriba y jadea mientras sus manos tiran de mi pelo.
Se separa del beso cuando vuelvo a introducirme en ella. Me pone las manos
a ambos lados de la cara y nos miramos antes de que hable.
—Fóllame, Papi.
CAPÍTULO SIETE
Holly
Es tan grande que siento que me parto por la mitad de la manera más deliciosa.
Me ha llenado como nadie nunca lo ha hecho. Es adictivo en todos los sentidos,
desde su olor hasta su sabor. Es como si fuera mi propia marca de hierba.
Sus dos brazos rodean mi espalda y me baja a la cama, manteniendo el
contacto visual todo el tiempo. Me mira como si intentara consumirme desde dentro.
Mientras nos movemos juntos, se desplaza dentro de mí, tocando un punto que no
sabía que existía. El placer recorre mi cuerpo y jadeo mientras me arqueo contra él.
—Lo sé, nena. Lo sé —murmura. Se mueve de nuevo mientras mis piernas lo
envuelven y lo acercan, golpeando ese mismo punto. Me quedo con la boca abierta
y noto que se me ponen los ojos en blanco. Me acaricia la cara y el pelo mientras se
inclina sobre los codos y sigue empujando dentro de mí profunda y lentamente.
Mis manos recorren su espalda, mis uñas se clavan en su carne mientras siento
cómo sus músculos se flexionan bajo ellas con cada movimiento. Baja la cabeza y
me acaricia el cuello, mordisqueando y lamiendo mi punto de pulso mientras el
placer aumenta en mi interior.
Dejo que mis manos suban y recorran su estómago. Me agarra de los brazos
y me levanta para que me siente sobre él. Cada vez que mis caderas se mueven, mi
clítoris se restriega sobre él y me hace gemir en su boca.
—Eres tan jodidamente hermosa —me dice entre besos—. Eres perfecta.
—Joder, Papi —gimoteo, sintiendo que sus elogios se me meten en los huesos.
—Todo de ti —murmura contra cualquier piel que pueda encontrar—. Todo
es tan jodidamente perfecto para mí.
—Voy a correrme —le digo, clavándole las uñas en la nuca mientras lo monto
y tomo lo que necesito. Sus manos se mueven hacia mis caderas, ayudándome a subir
y bajar sobre él. Sus músculos se abultan y se flexionan, y me pierdo. Una de mis
manos se dirige a su pelo y tiro de él con fuerza, forzando sus ojos hacia los míos,
igual que él hizo conmigo.
Nuestras frentes se tocan y nos miramos fijamente. No puedo saber lo que está
pensando, pero de repente me siento incómoda, como si debiera bajarme de él y
dejarle dormir un poco. ¿Es eso lo que pasa con las aventuras de una noche? ¿La
chica se va?
Me sonrojo pensando en todas las cosas que nos hemos dicho, en todas las
cosas que hemos hecho juntos y, sobre todo, en las veces que he llamado Papi a este
hombre en la última hora. Siento que me pongo muy roja, y él lo observa con una
sonrisa de satisfacción.
—¿Por qué no nos duchamos? —me pregunta, pasándose las manos por el
pelo sudado. Me vendría muy bien una ducha. Estoy cubierta de sudor, mi maquillaje
es un desastre de tanto llorar y follar, y dentro de poco tendré su semen goteando
entre mis piernas.
—Una ducha suena bien —le digo, moviéndome para bajarme de él.
—¿Adónde crees que vas? —Sus brazos se cierran alrededor de mi cuerpo,
tirando de mí contra él.
—A ducharme — le digo como si fuera obvio.
—Te necesito —le digo, arrastrándome por la cama y abriendo sus piernas—
Mantén tus piernas aquí para mí, nena.
Sus manos se colocan inmediatamente detrás de las rodillas, manteniéndose
desnuda y abierta para mí. Mis pulgares la separan aún más, exponiendo la humedad
que ya se ha acumulado allí. La lamo desde el culo hasta el clítoris, saboreando cada
dulce centímetro de ella antes de hundir mi lengua en su centro. Ella gime y empuja
contra mi cara mientras la follo con la lengua.
Nunca me cansaré de su sabor ni de la forma en que sus gemidos tienen una
calidad de respiración muy bonita, como si se sorprendiera cada vez que sale uno de
su boca. Gimo y gruño dentro de ella mientras la devoro, dejando que las vibraciones
la recorran.
Mi polla está dura como una piedra y noto cómo gotea sobre las sábanas
mientras aprieto las caderas contra el colchón. Mirándola, veo cómo juega con sus
pezones. Sus ojos están fijos en la forma en que mi boca se mueve contra ella.
Cuando mi lengua vuelve a sumergirse en su interior, suspira y echa la cabeza
hacia atrás. Le rodeo las caderas con los brazos y la mantengo en su sitio mientras
se acerca cada vez más. Sus gemidos llenan la habitación y sus manos encuentran
mi pelo, tirando de él hasta que noto que me lloran los ojos por el escozor. Eso no
hace más que echar más leña al fuego, y mis caderas se hunden en el colchón con
cada golpe de lengua que doy dentro de ella.
—Sí, Papi —gime, sus caderas se agitan contra mí con vigor.
La forma en que me llama Papi, incluso a la luz del día, hace que mi polla
palpite. Joder, quiero ser su Papi. Quiero saborearla así todas las mañanas antes de
tomarme mi tiempo mientras me hundo en su húmedo calor una y otra vez hasta que
grite y se retuerce debajo de mí.
—Me corro —se esfuerza por decir mientras su respiración se acelera, su
pecho se agita y sus abdominales se mueven. No me detengo, sino que continúo con
el mismo ritmo mientras la hago correr. Me abraza mientras se corre, y mi lengua se
sumerge en su interior para llegar lo más profundo posible.
—Joder —gime, subiendo sus caderas para encontrarse con las mías.
—¿Te gusta eso, nena? —le pregunto, haciéndolo de nuevo mientras la cabeza
de mi polla roza su clítoris.
—Sí —dice en un suspiro.
—Sí, Papi —dice con una vocecita lastimera que hace que mi polla se
retuerza. Es demasiado buena en esto.
—Cuenta.
La primera bofetada cae... con fuerza. Anoche fue una prueba para ver cuánto
podía aguantar, y lo había hecho como la buena zorra que esperaba que fuera.
La golpeo de nuevo, lo suficientemente fuerte como para dejar una huella muy
visible en la mano. Apenas consigue pronunciar la palabra antes de que le dé la
tercera en el mismo lugar que las dos primeras. Esta vez grita y trata de apartarse.
—Tres —gime.
—Vamos a llegar a diez —le digo con voz severa—. Si llega a ser demasiado,
dime amarillo para avisarme de que te estás acercando a tu límite y rojo para que
pare inmediatamente.
—Sí, Papi —dice ella.
Quiero que no pueda sentarse cómodamente durante el resto del día, así que
mis bofetadas siguen cayendo exactamente en el mismo sitio, enrojeciendo su culo.
La piel se calienta bajo mi palma y me deleito con sus gemidos de dolor y excitación.
Cuando llegamos a las siete, le doy un pequeño descanso. Pero cuando miro
hacia abajo y veo su coño goteando para mí, mi sangre se calienta hasta un nivel
insoportable. Puedo ver cómo gotea literalmente de su raja, y me cuesta mucho no
volver a enterrar mi cara entre sus muslos. En lugar de eso, sigo avanzando, y mi
mano se posa con más fuerza en su dolorida piel.
—¡Ocho! —grita contra la almohada, con la voz en carne viva por el dolor.
Pero no utiliza las palabras de seguridad que le di, así que vuelvo a hacerlo y le doy
la novena bofetada. La huella de mi mano es de color rojo brillante sobre ella, y mi
polla se siente pesada y palpitante al verla.
—¡Nueve! —Esta vez su voz es apagada, y miro hacia abajo y la encuentro
mordiendo la almohada que tiene debajo. Sé que está casi al límite; lo sé por la forma
en que se estremece cada vez que mi mano entra en contacto con su culo.
El último es el más duro que le dado, haciendo que me pique la palma de la
mano.
—Estás jodidamente empapada, nena —le digo mientras ella gime ante mis
caricias.
—Por favor —suplica, sus manos se dirigen a sus costados y aprietan la
sábana—. Fóllame. Necesito tu polla, por favor.
Mi polla se tensa ante la necesidad de su voz. Agarro sus caderas con una
mano y mi polla con la otra, alineándonos. Veo cómo su coño se aferra a mi longitud
mientras me deslizo lentamente dentro de ella con facilidad. Está húmeda y caliente
y es jodidamente perfecta para mí. Cuando estoy dentro de ella hasta el fondo, me
detengo y miro hacia abajo, donde estamos unidos.
—Haz una pausa. —le digo, y ella lo hace, deteniéndose con mi polla
completamente enterrada dentro de ella— Relájate. —le digo mientras escupo en su
culo y lo muevo con el pulgar. Quiero ver cómo sus dos estrechos agujeros se estiran
para mí. Necesito reclamarla toda antes de que se vaya.
Cuando introduzco la punta del pulgar, sus ruidos se vuelven pequeños y
patéticos. Continúo introduciéndole el dedo, dejando que se acostumbre a la
quemadura antes de empujar un poco más.
Una vez que estoy completamente dentro de su apretado agujerito, lo muevo
dentro de ella y la escucho gemir tan fuerte que vibra por todo su cuerpo. Su coño
se estremece y mis pelotas se tensan. Esto no va a durar mucho más si no me
controlo.
—Buena chica —la elogio mientras permanece quieta, pero su respiración se
acelera—. Ahora voy a follarte, ¿vale? Y lo harás muy bien para mí, ¿verdad? —
Paso mi mano libre por su espalda.
—Sí, Papi.
CAPÍTULO NUEVE
Holly
Ésta es toda la advertencia que me da entes de salir por completo y volver a
entrar. Desde este ángulo, me hace ver las estrellas. Entre eso y la sensación de
plenitud que me provoca con su pulgar, ya estoy a punto de correrme de nuevo.
Me folla tan fuerte y tan rápido que apenas puedo seguir el ritmo de sus
embestidas. Me empuja la cara contra la almohada y me agarro a las sábanas con las
manos para asegurarme de no atravesar el cabecero.
Estoy tan mojada que entra y sale de mí con facilidad, estirándome y
llenándome como nunca lo ha hecho nadie. Giro la cabeza y lo observo mientras
entra y sale de mí. Sus ojos se concentran en el lugar donde estamos unidos mientras
se lame los labios.
Hay un suave brillo de sudor en su torso, y puedo sentir un calor que se
extiende por mi cuerpo al ver sus músculos moverse y flexionarse. Esos tatuajes
descoloridos y el pelo canoso de su pecho me hacen sentir algo.
Cuando me ve mirar, mueve su pulgar dentro de mí y sonríe mientras se me
corta la respiración. Siento que me sonrojo mientras sigue follándome por mis dos
agujeros. Se adelanta con su mano libre y me coge el pelo, tirando de él para que mi
espalda se arquee aún más para él.
—Buena chica. Qué cosita tan bonita eres, Holly. Tu coño es tan perfecto
cuando me agarra, tratando de ordeñarme por todo lo que tengo.
Continúa murmurando alabanzas mientras por fin se calma y puedo volver a
respirar con normalidad. Parpadeo para alejar las estrellas de mi visión y mi cuerpo
se relaja cuando me suelta el pelo. Me dejo caer sobre la almohada y respiro
profundamente para tranquilizarme.
—No puedo luchar contra esa lógica —le digo, descubriendo que realmente
no quiero hacerlo. Todavía no estoy preparada para lo que sea que sea esto. Creo que
me gustaría hablar con él, conocerlo un poco mejor como persona sin su polla dentro
de mí.
No es que esté enfadada por la polla.
—Bien —dice, deslizándose fuera de mí y de la cama—. Espera, deja que te
traiga una toalla, y luego podemos limpiarnos y dirigirnos a la tuya.
Me tumbo y miro al techo mientras él me trae una toalla del baño. Mi
estómago da cientos de vueltas ante la idea de pasar más tiempo con él. Es como el
Cirque du Soleil 3 ahí dentro.
Aunque mi cuerpo parece estar excitado, es difícil salir de mi propia mente.
Parece ridículo estar excitada por otro chico después de que me hayan dejado hace
menos de doce horas. Ni siquiera es que Josh y yo tuviéramos ya una relación. No
habíamos tenido sexo en probablemente seis meses; ya ni siquiera dormíamos en la
misma cama porque él siempre estaba despierto jugando a los videojuegos hasta las
tres de la mañana y no quería despertarme.
Ir a su fiesta de Navidad fue la primera vez que nos vieron juntos desde el
COVID. Ni siquiera recuerdo la última vez que cenamos juntos o nos reímos juntos.
Ya no compartíamos historias, ni veíamos la televisión juntos. Dios, apenas
podíamos soportar estar juntos en la misma habitación.
Mirando hacia atrás, sé que me estaba aferrando a algo que me aterraba soltar
porque no sabía dónde iba a acabar. Al darme cuenta de que podría haber estado en
los brazos de un Silver fox4... Me entristece que no haya terminado antes.
—Probablemente deberías quedarte en el coche —le digo mientras empieza a
limpiarme con una toalla. Me sonrojo, deseando que me dejara hacerlo a la luz del
día, pero cuando intento quitársela, me empuja.
3
Cirque du Soleil: Es una compañía de entretenimiento canadiense y el mayor productor de circo
contemporáneo del mundo.
4
Silver Fox: Referencia a hombres mayores calientes.
—Sí, estuvimos juntos mucho tiempo —digo, dejando que la amargura se
filtre en mi tono.
—Vamos a ducharnos.
CAPÍTULO DIEZ
Nick
Sale de su casa con dos enormes maletas, con una expresión de enfado en su
cara y con el pelo en la cara a pesar de estar con un gorro. Salgo de mi coche y la
ayudo, diciéndole que se meta donde hace calor mientras yo los meto sus cosas en
la maletera.
—¿Qué pasó? —le pregunto mientras vuelvo a subir al asiento del conductor.
—Estaba allí —me dice mientras conduzco en dirección a la cafetería. Está
nevando con fuerza, cayendo en enormes copos blancos. Puede que por fin tengamos
una Navidad blanca—. Decidí empacar todo lo que pudiera para quedarme en casa
de mis padres en Navidad, y luego le dije que volvería por el resto.
—Bien, me alegro de que tengas una familia en la que confiar —Le ofrezco
mi mano, y ella la mira un momento antes de cogerla, enlazando nuestros dedos y
respirando profundamente. Mi pecho se hincha de felicidad cuando siento que me
aprieta la mano.
—Lo siento —murmura, mirándome con ojos tristes.
El resto del trayecto transcurre en silencio, los dos mirando cómo nieva. La
miro mucho, sin poder apartar los ojos de ella. Va vestida con un sencillo conjunto
de botas, vaqueros y un suave jersey. Pero no puedo dejar de pensar en lo hermosa
que se ve bajo la suave luz.
Cuando llegamos a la cafetería, corro alrededor del coche y le abro la puerta.
Cuando sale, se pone de puntillas y frunce los labios, haciendo un ruido de beso.
Sonrío, le cojo la cara con las dos manos y la beso suavemente antes de rodearla con
el brazo y acompañarla al interior.
La cafetería es cálida, y el aroma del café y las tortitas nos golpea al entrar.
—¡Nicky! —Wanda se acerca a nosotros, mirando a Holly mientras me toma
en sus brazos—. Hace tiempo que no te veo. ¿Quién es la chica guapa? —Holly se
sonroja ante la mención.
—Esta es Holly —digo, sonriendo por el suave color rosado de sus mejillas—
. Holly, esta es Wanda. Nos hemos hecho muy buenos amigos a lo largo de los años
del estar viendo aquí.
—Eso da miedo.
—Estoy pensando que me gustaría conocerte más —confieso, inclinándome
hacia delante para calibrar su reacción.
5
Snickerdoodles: son un tipo de galletas de azúcar hechas con crémor tártaro y bicarbonato de sodio,
rebozadas en azúcar y canela.
—Creo que nos conocemos bastante bien —se ríe mientras Wanda nos sienta
la comida delante. Cuando se aleja, Holly continúa—. Probablemente me conoces
mejor que cualquier otra persona con la que he estado.
—Ya sabes lo que quiero decir —le digo, con los ojos entrecerrados en ella
juguetonamente mientras da un impresionante mordisco a las tortitas—. Quiero
aprender cosas sobre ti fuera del dormitorio. Quiero decir que me encantaría seguir
explorando todo lo relacionado con ese cuerpecito tuyo dentro del dormitorio. Pero
también me gustaría saber tu comida favorita y si organizas tus libros por título o
género. Ya sabes, las cosas importantes.
—Prefiero besarte —le digo, pero de todos modos me beso el pulgar para
sellar la promesa del meñique. Antes de que pueda volver a sentarse, me acerco a
ella y le agarro la nuca para darle un beso rápido.
Sabe a café y canela, y cuando los dos nos volvemos a sentar, su cara está más
roja que nunca. Eso me hace preguntarme si esa pequeña cantidad de afecto público
puede hacerla sonrojar tanto, ¿qué pasaría si le introdujera un juguete?
Definitivamente, eso iba a estar en mi lista de cosas para probar con ella.
Mientras la observo seguir desayunando, mirado de vez en cuando por la
ventana para ver la nieve, me doy cuenta de lo emocionado que estoy por conocer a
esta mujer. Parece tan diferente de la persona que vi anoche con las mejillas
manchadas de lágrimas y los ojos enrojecidos.
Se ha quitado un peso de encima y puedo decir que, a pesar de las
circunstancias, está contenta de haber salido de esa situación. Una enorme ráfaga de
viento hace caer la nieve con más fuerza, cubriendo los coches en el exterior con una
gruesa capa. Vuelve a mirar hacia mí, sonriendo y terminando su agua con azúcar.
—¿Qué vas a hacer en Año Nuevo? —le pregunto.
—¿Pasarlo contigo? —pregunta, y su rostro se vuelve travieso al mirarme.
—Buena chica.
¿Continuará...?
AGRADECIMIENTOS
Esto fue sólo por diversión, y espero que todos lo hayan disfrutado. Esto fue
para probar las aguas y ver cómo todo el mundo reaccionaría a una torcedura de
Daddy muy ligero.