Los Dialectalismos Canarios Y El Drae: Diccionario de La Lengua Española (DRAE)

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LOS DIALECTALISMOS CANARIOS Y EL DRAE

Cristóbal Corrales Zumbado

En el Diccionario de la Lengua Española (DRAE), publicado por la Real Academia


Española en 1970, en su decimonovena edición, última por el momento, encontramos
una no muy amplia nómina lie palabras cuyo ámbito geográfico o bien se circunscribe
exclusivamente a Canarias, o bien comprende las islas y otras regiones españolas o re-
públicas americanas. Para la próxima vigésima edición del Diccionario, tal colección
aumentará en número, puesto que en el apartado correspondiente a "Enmiendas y adi-
ciones a los diccionarios de la Academia aprobadas por la corporación" del BRAE1,
podemos comprobar cómo se han ido incorporando a lo largo de los últimos años nue-
vos términos canarios.
No es nuestro propósito realizar un análisis pormenorizado de cada una de las pala-
bras señaladas con la abreviatura Can., en el citado Diccionario, cosa que en buena
parte ha llevado a cabo ya José Pérez Vidal en un espléndido trabajo 2 , al cual remiti-
mos al lector interesado, sino el de plantearnos, utilizándolas como referencia, algunas
cuestiones básicas y generales relacionadas con los criterios que deben adoptarse para
seleccionar, de todo el conjunto de dialectalismos recogidos en Canarias, aquellos que
han de figurar en las páginas del Diccionario.
Porque para el hablante canario no deja de ser curioso encontrar en el Diccionario
una serie de palabras señaladas como típicas de su región y que, sin embargo, ni él
mismo conoce ni nunca se las ha oído emplear a los demás. Al mismo tiempo echa de
menos la presencia en el texto de otras palabras que, según su punto de vista, tienen un
uso bastante general en el Archipiélago. Esto quiere decir que para el lector isleño que
maneja el Diccionario, la información que se le proporciona sobre su propio léxico no
responde a la realidad lingüística en la que vive y no sólo, como decíamos, a causa de
los vocablos recogidos sino también, y a veces es más llamativo el hecho, por los no re-
cogidos.
El encontrar una norma selectiva adecuada, capaz sólo de acoger en el diccionario
aquellos localismos auténticamente representativos, ha sido uno de los problemas prin-
cipales de los lexicógrafos españoles que, sobre todo en lo que se refiere a los america-
nismos, se han visto siempre desbordados por su elevado número. Es claro que una in-

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corporación masiva de los mismos, pongamos por caso, convertiría, con palabras de
Julio Casares, "el Diccionario de la Lengua en un laberíntico mamotreto, donde habría
veinte nombres para cada cosa (planta, animal, idea u objeto) y cada expresión corres-
pondería a veinte cosas diferentes. El consultante, a quien solamente sería asequible
una pequeña parte de ese acervo, no podría sustraerse a la impresión deprimente de
hallarse ante una lengua desconocida, aunque semejante en algunos puntos a la españo-
la"3.
El Diccionario de la lengua española, como señalaba Menéndez PidaI 4 , es un dic-
cionario selectivo, y en ese sentido habría que reprocharle, en vez de elogiarlo, la exce-
siva incorporación de localismos y arcaísmos que ha realizado a lo largo de las sucesi-
vas ediciones. Es decir, que entre las dos posibilidades extremas de dar entrada o recha-
zar del todo los dialectalismos, el DRAE, como es lógico, dadas sus características, ha
optado por la intermedia, y así ha escogido sólo un determinado número del total de
los localismos canarios, por ceñirnos a lo que aquí nos interesa. No es, por tanto, en
este caso concreto, cuestión de simple cantidad, sino, como apuntábamos más arriba,
de cualidad, del criterio seguido para llevar a cabo la selección.
Es al Diccionario histórico de la lengua española al que le corresponde tratar de ser
exhaustivo en la recogida del material léxico, tal y como se afirma, en efecto, en la pá-
gina VIII del Prólogo: "Nuestro Diccionario pretende registrar el vocabulario de todas
las épocas y ambientes, desde el señorial y culto hasta el plebeyo, desde el usado en
toda la extensión del mundo hispánico hasta el exclusivo de un país o región, española
o hispanoamericana, desde el más duradero hasta el de vida efimera"5.
En cambio, el DRAE intenta, a nuestro juicio, reflejar el léxico empleado hoy por
la comunidad de habla española, pues si bien en él se recogen, a modo de archivo,
multitud de palabras anticuadas y en desuso6 , el hecho mismo de que se señalen estos
datos cronológicos, con respecto a la perspectiva actual, lo convierten en un dicciona-
rio que pretende reflejar el español contemporáneo. Y decimos que lo pretende porque
es fácil señalar diversas y variadas incongruencias que lo alejan de su objetivo pero, en
puridad, podemos pensar que se trata de los inevitables errores de una obra de esta na-
turaleza, siempre perfeccionable, nunca acabada, aparte de ser un dato más que pone
de manifiesto la distancia existente entre los principios teóricos y su desarrollo prácti-
co7.
Podría pensarse que, en estas circunstancias, el DRAE carece de las condiciones y
cualidades necesarias para servir de base a cualquier tipo de reflexión sobre el léxico
español. Sin embargo, no debe olvidarse que el DRAE es hoy por hoy nuestro gran
diccionario al mismo tiempo descriptivo y normativo, "el diccionario oficial de nuestra
lengua, que, además, es, teóricamente, el mejor" 8 ,modelo general de otras obras lexico-
gráficas, y que, precisamente por ello, para que cumpla de manera convincente su co-
metido, resultan imprescindibles los reajustes y las modificaciones precisas, para tener
así una información exacta y real de nuestro léxico.
Hay que tener presente que el DRAE es un diccionario de la "lengua histórica", del
idioma, es decir, de la "lengua que se ha constituido históricamente como unidad ideal
e identificada como tal por sus propios hablantes y por los hablantes de otras len-
guas"6 . Pero una lengua histórica, como se sabe, no es homogénea en ninguno de sus
niveles lingüísticos, por lo que, en lo relativo al léxico, que es lo que nos importa aho-
ra, la razón de ser de los datos de la extensión geográfica facilitados por el Diccionario
para un elevado número de palabras, mediante una serie de abreviaturas (And., Ar.,

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Argent., Ast.. etc.). responde precisamente al deseo de establecer límites entre las dis-
tintas lenguas funcionales que componen la heterogeneidad de la lengua histórica.
También aquí, y como en el caso anterior, aunque quizás con mayor proporción, se
pone de manifiesto la frecuente inconsistencia de ciertas delimitaciones o el olvido de
la precisión geográfica en palabras que, de ningún modo, pueden considerarse como ge-
nerales. Gregorio Salvador se ha planteado estas cuestiones en un reciente artículo'°,
en el que pone de relieve lo imprescindibles que son para la lexicografía actual los
Atlas lingüísticos, a la hora de establecer con exactitud el ámbito geográfico de una pa-
labra, y son numerosos los investigadores que han señalado como muy conocidas y em-
pleadas en el archipiélago palabras que en el Diccionario se circunscriben, por ejemplo,
a América".
Ni del léxico canario, ni de ningún otro, podemos hablar como si fuera monolítica-
mente uniforme, de la misma manera que no es correcto caracterizar, como se ha he-
cho a veces, el español de Canarias describiendo sólo la fonética y la gramática de las
hablas vulgares y rurales. No debe olvidarse, como parece ocurrir en el DRAE, que
"en cada dialecto pueden comprobarse diferencias diastráticas y diafásicas ( y, por tan-
to, niveles y estilos de lengua)" 12 y, por ello, no todas las palabras presentarán el mis-
mo y exacto uso, porque habrá dialectalismos que atraviesan todas la capas sociocultu-
rales, es decir, son conocidos y empleados por la inmensa mayoría de los hablantes, sin
otra alternativa, mientras que otros convivirán con las palabras del léxico general, ofre-
ciéndose como una opción posible, y un tercer grupo estará relegado en exclusiva a los
estratos más incultos, sometido a un rápido deterioro por la normal falta de prestigio
lingüístico del medio en que sobrevive y, sin duda alguna, acabará por desaparecer ante
la presión niveladora del léxico culto. Esto nos lleva a considerar que rasgos informati-
vos del tipo rus'. (rústico),./¿nn. (familiar), vulg. (vulgar), despea (despectivo), etc., ten-
drían que aplicarse con mucha más frecuencia a los dialectalismos recogidos. Ciñendo-
nos otra vez a nuestro caso, en los más de setenta canarismos extraídos del DRAE por
nosotros, en ninguno de ellos se hace patente este tipo de dato.
Así pues, si admitimos que el Diccionario de la lengua española debe constituir el
inventario del léxico más representativo de las distintas lenguas funcionales, en el senti-
do de las diferencias diatópicas, el único criterio valido para seleccionar las palabras
debe ser el del uso.
Esto significa que de todo el material léxico que, por ejemplo, es factible recopilar a
partir de los vocabularios establecidos por los lexicógrafos isleños, sólo se dará entrada
en el Diccionario de la lengua a aquellas voces que posean una reconocida vigencia en
el ámbito de la comunidad dialectal, lo cual presupone que su uso no esté relegado a
mínimos estratos socioculturales poco representativos o a pequeñas áreas geográficas
donde lo que les espera es, sin lugar a dudas, el olvido.
Naturalmente, somos conscientes de las dificultades que ha habido para conocer a
fondo la verdadera extensión de empleo de una palabra, tanto en su distribución verti-
cal como horizontal, por la ausencia de monografías sobre las hablas canarias y, sobre
todo, por la inexistencia del Atlas lingüístico de las islas. En la actualidad, en cambio,
contamos ya con varios trabajos de indudable solvencia y con el :Idas lingüístico y el-
nografico de las islas Canarias(ALEICan) de Manuel Alvar 13 , lo que sin duda facilitará
la tarea a la hora de analizar las peculiaridades de uso de cada palabra. En este aspec-
to, estamos hoy en mejores condiciones que ayer para discernir, con bastante garantías,
si tal o cual palabra pertenece al acervo léxico general del archipiélago o si por el con-

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trario, debido a diversas circunstancias, entre las cuales es sin duda la más importante
la presión nornnalizadora de la lengua culta, está cayendo o ha caído ya en total desu-
so, con lo que el Diccionario, en buena lógica, no debe registrarla o, en caso de haberlo
hecho anteriormente, deberá eliminarla de su lista alfabética o, simplemente, si se quie-
re que cumpla la función de archivo léxico, marcarla con el rasgo de "desusada"
Un criterio distinto al seguido por la Academia y al que acabamos de apuntar aquí
es el de María Moliner en su Diccionario de uso español (DUE). Como se sabe, nuestra
lexicógrafa diferencia por el tipo de letra las palabras usuales de las no usuales y desta-
ca como léxico activo, usual, únicamente "aquél que se encuentra a diario usado en
periódicos, revistas, libros de ensayo y obras de imaginación de ambiente generar", es
decir, que toma como modelo de referencia un tipo de lengua culta, de corte literario,
de tal modo que "lectores de tal o cual región pueden sorprenderse de encontrar entre
las palabras raras algunas para ellos familiares" 15 .En efecto, la gran mayoría de las pa-
labras pertenecientes al léxico peculiar canario se registran en el DUE como no usua-
les, lo cual, si bien desde nuestro punto de vista no puede satisfacernos, hay que enten-
derlo simplemente como una manera distinta de concebir el diccionario.
Volviendo de nuevo al hilo de nuestros planteamientos, el hecho de que en el
DRAE se recojan palab.ras canarias como por ejemplo aguiscar 'aguizgar, azuzar, inci-
tar',changallo 'perezoso', chofallero 'hablador, chismoso', dañado 'leproso', garañón
'macho cabrío destinado a padre', cabezote 'piedra sin tallar grande empleada en mam-
postería', bofetón 'hoja de papel litografiado con que se cubren los cigarros puros en las
cajas', de ningún uso o de uso muy restringido, especializado o rural, según los casos,
hace más chocante la ausencia de otra serie de términos cuyo empleo, mucho más ge-
neralizado y vigente, es propio de -toda o casi toda la geografía del archipiélago.
De todos los términos citados es bastante llamativo el caso de aguiscar y changallo
porqüe, según todos los indicios, es muy probable que se trate de simples errores de
transcripción.Según escriben F.Navarro Artiles y F.Calero Carreño en su Vocabulario
de Fuerteventura aguiscar"pudiera tratarse de una simple errata por aguisiar. En Fuer-
teventura no existe aguiscar y no la he oído en otras islas" 16 . En el ALEICan, en el
mapa 414 azuzar 'echar el perro contra alguien para que muerda', se recogen diferen-
tes respuestas, entre ellas la de aguisar, pero en ningún caso el aguiscar académico.
También se registra con profusión ajotar, digámoslo de paso, que el DRAE ha incorpo-
rado en su Suplemento como vocablo típico de León, Salamanca, América Central y
Puerto Rico, sin que se cite Canarias.
Changallo debe ser, según explica Pérez Vidal, un error de Sebastián de Lugo, de
cuya Colección fue tomada la voz por la Academia, o de sus editores, por cangallo, for-
ma ésta ampliamente documentada' 7 . Sin embargo, no hay concordancia en lo que res-
pecta al significado, pues changallo se registra con el significado de 'perezoso', mientras
que cangalla a tenor de los propios datos de Pérez Vidal y del Vocabulario de Fuerte-
ventura es, sobre todo, "un término de comparación referido siempre a personas o ani-
males ("está más flaco que un cangallo") 18 . En cualquier caso, y esto es lo importante
ahora, la palabra es desconocida en las islas.
Chocallero, dañado y garañón incorporadas también a partir de la C'okcción de
Lugo deben tener hoy, si aún se emplean, una reducidísima extensión. De chocallero
escribe Pérez Vidal i9 que es, en La Palma, vulgar y rústica. De origen portugués (de
chocalheiro), no la registra Régulo 20 , ni figura como respuesta en el mapa 678, corres-
pondiente a charlatán, del ALEICan. Dañado no parece haber sido nunca un término

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demasiado empleado en el español de Canarias y hoy sólo lo encontramos con el signi-
ficado de 'miedoso' en el mapa 669 del ALEICan, concretamente en La Laguna. Gara-
ñón, por su parte, es para Pérez Vidal un ruralismo de La Palma, mientras que en las
otras islas chivato es, al parecer, "el nombre más generalizado del macho cabrío" 21 . Al
consultar en el ALEICan el mapa 384, correspondiente a macho cabrío, vemos que no
figura ni una sola vez garañón. La respuesta más general es la de macho, a excepción
de la isla de La Palma, donde sólo se recoge, en la totalidad de los puntos encuestados,
chivato. En cambio, en el resto de las islas no se documenta este significante. Por otra
parte, no es desconocida en el archipiélago la palabra "garañón" con el significado aca-
démico de 'asno grande destinado para cubrir las yeguas y las burras', como se demues-
tra en el mapa 397 garañón 'burro padre', concretamente en Agaete, Teror, San Nico-
lás y Mogán, en la isla de Gran Canaria, y en Teguise, en la de Lanzarote.
Los otros dos términos, cabezote y boMón,como se desprende de cada una de sus
respectivas acepciones, tienen un ámbito especializado de uso, sin que la generalidad
de los hablantes isleños los conozcan en absoluto 22 . Su inclusión en el Diccionario re-
sulta un lujo improcedente, hablando siempre, claro está, con relación a los términos
que faltan.
Nos referimos a palabras como ball.b, bichillo, chapa, locero, mago, magua y picón,
por citar algunos de los casos más llamativos de ausencias.
De estas siete palabras, anotadas aquí a título de simples ejemplos, es fácil demos-
trar —como haremos enseguida— una amplia extensión de empleo, tanto geográfica
como social, por lo que su inclusión en el Diccionario de la Lengua Española no cree-
mos que tarde en producirse.
Bailo y magua figuran en la Colección de Sebastián de Lugo y bastantes más razo-
nes que changallo o chocallero había para haberlas incorporado, en su momento, al
DRAE. Son términos, desde luego, populares, que pugnan hoy con el término general,
según los distintos estilos de lengua, pero que sin duda mantienen una vigencia sin ex-
cesivo retroceso.
Bar.» es una de las pocas palabras de origen guanche que subsisten en el español ca-
nario. Se emplea en todo 'el archipiélago, excepción hecha de La Palma, donde "se la
conoce como usada en las otras islas" 23 . Es un término, además, que entra en varias
frases hechas ("írsele a uno el baifo", 'despistarse', 'fracasar en algo', por ejemplo) y ha
ido ampliando sus acepciones con significados figurados.
En el ALEICan, mapa 380 cabrito, —a 'cabra al nacer', se observa la amplia exten-
sión de uso de la palabra en todas las islas, a excepción de La Palma. En el Hierro sólo
figura chivo, con la variante chi vito, —a, lo cual no quiere decir que no se conozca el
término baifo, sino que, como se comprueba en el mapa siguiente, el 381, se emplea
para designar la 'cabra al año'. Es curioso señalar, porque en cierto modo nos da idea
de la vitalidad de ambas palabras, la oposición creada en Vilaflor (Tenerife), entre el
término canario y el general cabrito, usado éste para referirse sólo al animal cuando se
lo destina al sacrificio.
Magua es un portuguesismo cuyo significado canario es, con palabras de Millares24,
'desconsuelo, lástima que nos queda de haber perdido o de no haber logrado alguna co-
sa'. Perfectamente conocida la palabra en el archipiélago, en La Palma se utiliza, ade-
más, "en los medios familiares y rústicos (...) con su valor recto de cardenal o equimo-
sis"25.

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Bichillo, con el significado de 'solomillo', es un término muy generalizado en la len-
gua familiar tanto de Gran Canaria como de Tenerife, mientras que en la lengua culta
predomina "solomillo". Por los datos que tenemos a la vista, también se emplea en La
Palma y en Fuerteventura26.
Chapa, con la acepción de 'tapa metálica de las botellas', es una palabra designativa
de amplia utilización en Canarias, donde ni siquiera es posible encontrarle alternativa.
Quizás tenga relación con el significado antiguo de 'cerradura', desaparecido hoy prác-
ticamente de España, pero conservado en varias repúblicas americanas 27.
Locero 'escurreplatos' es, como señala Pérez Vidal, un portuguesismo (louceiro) co-
nocido también en el Noroeste de Huelva, cerca de la frontera de Portugal, según se re-
coge en el ALEA 29 . En el ALEICan, en el mapa 601 platero (¿Dónde se colocan los
platos para que escurra el agua?), se advierte la amplia difusión de la palabra locero:
salvo en la Gomera, aparece en todas las demás islas.
Mago 'campesino', en muchas ocasiones con carácter despectivo y peyorativo abar-
ca también significaciones del tipo de 'grosero, inculto, tosco'. Fue recogida ya por Pé-
rez Galdós, sin definirla, en su conocido vocabulario 29 . Reseñada por F.Navarro Arti-
les en su Diccionario" como "I GC 'campesino inculto' 2 a TF 'campesino' ",
G.Rohlfs señaló su "indudable origen peninsular" 31 . Sin embargo, como indica Manuel
Alvar "la documentación y el carácter de la palabra se oponen al juicio del ilustre ro-
manista"32 , ya que las estimaciones hoy se inclinan por el origen guanche. Es, sin gé-
nero de dudas, una palabra viva, aunque su distribución por las distintas islas no sea,
desde luego, perfectamente homogénea.
Por último, de amplio uso en las islas, como puede atestiguarlo cualquier hablante
canario, tenemos picón 'arena gruesa, de origen volcánico', que quizás esté en relación
con la acepción académica de 'especie de carbón muy menudo'.
Así pues, todos estos términos tienen el denominádor común de pertenecer a un
tipo léxico perfectamente conocido y empleado en el español de Canarias.
También es necesario tener presente, como cuestión final, un factor suplementario
de particular interés, a la hora de seleccionar los localismos, y es que dentro de los lí-
mites de cada dialecto hay normalmente un cierto número de términos que, por así de-
cirlo, pertenecen a su propia y particular cultura, como puede ser el caso en nuestro
archipiélago de algunos guanchismos, que para la mayoría de los hablantes forman par-
te tan sólo de su léxico pasivo, es decir, del léxico que el hablante es capaz de recono-
cer y entender pero que prácticamente no emplea nunca o en muy contadas ocasiones.
Estas palabras, que donde es posible documentarlas es, sobre todo, en textos literarios e
históricos, forman parte del patrimonio léxico canario y por ello no parece oportuno
dejarlas fuera del Diccionario, al menos, claro está, aquellas que son las más represen-
tativas y están avaladas, además, por la autoridad de los escritores. En la pág. 249 de la
novela de Alfonso García—Ramos, Tristeza sobre un caballo blanco 33 , pueden verse
tres ejemplos de estos términos a los que nos estamos refiriendo: "tagoror","añepa" y
"mencey".

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NOTAS

I) A título de ejemplo tenemos en el cuaderno CCXXIII del tomo LXI, correspondiente a mayo—agosto de 1981,
del Boletín de la Real Academia Española (BRAE), las siguientes palabras: Giro (Enmienda a la 2 actual).
Amér.,And.,Can..yMurcia. Aplícase al gallo de color oscuro que tiene amarillas las plumas del cuello y de las
alas o. a veces, plateadas. ¡sal'. Canto y baile típicos de las Islas Canarias. Tenique (del ber. inék, 'hogar').m-
.Can. Cada una de las tres piedras con que se hace un hogar rústico.
2) Los provincialismos canarios del Diccionario de la Academia, en la Revista Hispánica Moderna, XIII.
1947,pp.I30-158. Pérez Vidal analiza en este articulo, de forma exhaustiva, las palabras que provenientes de la
Colección de voces y frases provinciales de Canarias de Sebastián de Lugo (puede consultarse la edición del
propio Pérez Vidal, La Laguna, 1946) fueron admitidas por la Academia en el DRAE.
3) El idioma como instrumento y el diccionario (vnw símbolo, Madrid, 1944.pág.5 1.
4) El diccionario ideal, en Estudios de lingüística. Madrid. 1961, (pp.95—I47), pág.102.
5) Real Academia Española, Diccionario histórico de la lengua española, fascículo preliminar, Madrid, 1972.
6) "La abreviatura ata_ anticuada. indica que la voz o la acepción pertenece exclusivamente al vocabulario de la
Edad Media" y "la abreviatura desus., desusada se pone a las voces y acepciones que se usaron en la Edad Mo-
derna, pero que hoy no se emplean ya",se explica en las Advertencias para el uso del DRAE.
7) Sorprende encontrar, por ejemplo, como sí fueran perfectamente usuales hoy. "al (Del lat. ant. alid por aliad).
pron. indet. Otra cosa" y "'Plagian (Del servio y turco magín-, aunque). conj. advers. aunque".
8) Manuel Alvar Ezquerra, (Que es un diccionario? Al hilo de unas definiciones académicas, en
LEA.' 1.1980,pp.103—I I 8.pág. I 03.
9) Eugenio Coseriu,Lecciones de lingüística general. Madrid,I982,pág.302.
10) Lexicogrulia y Geogrulia lingüística, en la RSEL, 10, I, 1980, pp. 49-57.
II) Por citar unos mínimos ejemplos como muestra, tenemos las palabras guataca 'azada corta',macana 'garrote' y
tuno 'higo de la tunera' que, como bien señala Antonio Lorenzo en Sobre VI léxico regional canario. Rumbos,
n." 7. pág.57, traídas de América por los emigrantes, "forman parte hoy del léxico canario". Sin embargo, en el
DRAE sólo se indica para la primera Cuba, para la segunda Colombia y Cuba, y, para la tercera Andalucía,
Colombia y Cuba.
12) Eugenio Coseriu. op. cit., p. 307.
13) Las Palmas, tres tomos, 1975.1976 y 1978.
14) María Moliner, Diccionario de wso del español. dos tomos. Madrid. 1966 y 1967. pág. XXV.
15) lbíd, también la misma página.
16) RDTP, tomo XXI. 1965,5. v. aguisiar.
17) Véase la Colección de voces virases provinciales de Canarias. de Sebastián de Lugo, edición de José Pérez Vi-
dal, páginas 79 y 80.
18) Cit. en la n. 16, s. v. cangallo.
19) Colección. p. 83.
20) Juan Régulo Pérez, Notas acerca del habla de la isla de La Palma, La Laguna. 1970.
2 1) Colección, p. 115.
22) Ernesto Dihigo en su libro Los cubanismos ' en el Diccionario de la Real Academia Española, Madrid, 1974,
comenta en la palabra bofetón, que también la adscribe el DRAE a Cuba. que "ahora la Academia anota, por
primera vez, esta nueva acepción. que no hemos oído, y cuya atribución a Cuba nos parece un error".
23) Francisco Navarro Artiles. Teberite. Diccionario de la lengua aborigen canaria, Las Palmas. 1981, s. v.
24) Agustín Millares Cubas, Cómo hablan los canarios, Las Palmas, 1932.
25) Colección, pág. 131.
26) Vocabulario de Fuerteventura, cit. en la n. 16, y J. Régulo. op. cit. n. 20 y José Pérez Vidal. Romances valga-
res.Testamentos de bestias, en la RDTP, III, 1947, pp. 524-550.
27) Véase Isaías Lerner. Arcaísmos léxicos del español de .Imérica, Madrid, 1974, s. v.
28) Comportamiento , fonético de los portuguesismos en Canarias, en la RDTP, XXIV. 1958, pp. 219-252 ,pág.
238.
29) J'oces canarias recopiladas por Galdós. en el libro de Elías Zerolo, Voces j : fiases usuales en Canarias, Santa
Cruz de Tenerife, s. a.
30) Cit. en la n. 23.
31) Contribución al estudio de los guanchismos en las Isla.s Canarias, en la RFE. XXXVIII. 1954. pp. 83-99. pág.
84.
32) Estudios Canarios, Las Palmas, 1968. p. 116, n. 3.
33) Las Palmas, 1979.

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