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Mientras los aqueos se armaban junto á los corvos bajeles, alrededor de ti, oh hijo de Peleo,

incansable en la batalla, los teucros se apercibían también para el combate en una eminencia
de la llanura.

4 Júpiter ordenó á Temis que, partiendo de las cumbres del Olimpo, en valles abundante,
convocase la junta de los dioses; y ella fué de un lado para otro y á todos les mandó que
acudieran al palacio de Jove. De los ríos sólo faltó el Océano; y de cuantas ninfas habitan los
amenos bosques, las fuentes de los ríos y los herbosos prados, ninguna dejó de presentarse.
Tan luego como llegaban al palacio de Júpiter, acomodábanse en asientos de piedra
pulimentada que para Jove había construído Vulcano con sabia inteligencia. Allí, pues, se
reunieron. Neptuno tampoco desobedeció á la diosa; y dirigiéndose desde el mar á la junta, se
sentó en medio y exploró la voluntad de Júpiter

16 «¿Por qué, oh tú que lanzas encendidos rayos, convocas de nuevo la junta de los dioses?
¿Acaso tienes algún propósito acerca de los teucros y de los aqueos? El combate y la pelea
volverán á encenderse muy pronto entre ambos pueblos.||

19 Respondióle Júpiter, que amontona las nubes: «Comprendiste, Neptuno, que bates la tierra,
el designio que encierra mi pecho y por el cual os he reunido. Me curo de ellos, aunque van á
perecer. Yo me quedaré sentado en la cumbre del Olimpo y recrearé mi espíritu contemplando
la batalla; y los demás idos hacia los teucros y los aqueos y cada uno auxilie á los que quiera.
Pues si Aquiles, el de los pies ligeros, combatiese solo con los teucros, éstos no resistirían ni un
instante la acometida del hijo de Peleo. Ya antes huían espantados al verle; y temo que ahora,
que tan enfurecido tiene el ánimo por la muerte de su compañero, destruya el muro de Troya
contra la decisión del hado.»

31 El Saturnio habló en estos términos y promovió una gran batalla. Los dioses fueron al
combate divididos en dos bandos: encamináronse á las naves Juno, Palas Minerva, Neptuno,
que ciñe la tierra, el benéfico Mercurio, de prudente espíritu, y con ellos Vulcano que,
orgulloso de su fuerza, cojeaba arrastrando sus gráciles piernas; y enderezaron sus pasos á los
teucros, Marte, de tremolante casco, el intonso Febo, Diana que se complace en tirar flechas,
Latona, el Janto y la risueña Venus.

41 En cuanto los dioses se mantuvieron alejados de los hombres, mostráronse los aqueos muy
ufanos porque Aquiles volvía á la batalla después del largo tiempo en que se había abstenido
de tener parte en la triste guerra; y los teucros se espantaron y un fuerte temblor les ocupó los
miembros, tan pronto como vieron al Pelida, ligero de pies, que con su reluciente armadura
semejaba al dios Marte, funesto á los mortales. Mas así que las olímpicas deidades penetraron
por entre la muchedumbre de los guerreros, levantóse la terrible Discordia, que enardece á los
varones; Minerva daba fuertes gritos, unas veces á orillas del foso cavado al pie del muro, y
otras en los altos y sonoros promontorios; y Marte, que parecía un negro torbellino, vociferaba
también y animaba vivamente á los teucros, ya desde el punto más alto de la ciudad, ya
corriendo por la llamada Colina hermosa, á orillas del Símois.

54 De este modo los felices dioses, instigando á unos y á otros, les hicieron venir á las manos y
promovieron una reñida contienda. El padre de los hombres y de los dioses tronó
horriblemente en las alturas; Neptuno, por debajo, sacudió la inmensa tierra y las excelsas
cumbres de los montes; y retemblaron, así las laderas y las cimas del Ida, abundante en
manantiales, como la ciudad troyana y las naves aqueas. Asustóse Plutón, rey de los infiernos,
y saltó del trono gritando; no fuera que Neptuno abriese la tierra y se hicieran visibles las
mansiones horrendas y tenebrosas que las mismas deidades aborrecen. ¡Tanto estrépito se
produjo cuando los dioses entraron en combate! Al soberano Neptuno le hizo frente Febo
Apolo con sus aladas flechas; á Marte, Minerva, la diosa de los brillantes ojos; á Juno, Diana
que lleva arco de oro, ama el bullicio de la caza, se complace en tirar saetas y es hermana del
Flechador; á Latona, el poderoso y benéfico Mercurio; y á Vulcano, el gran río de profundos
vórtices llamado por los dioses Janto y por los hombres Escamandro.

75 Así los dioses salieron al encuentro los unos de los otros. Aquiles deseaba romper por el
gentío en derechura á Héctor Priámida, pues el ánimo le impulsaba á saciar con la sangre del
héroe á Marte, infatigable luchador. Mas Apolo, que enardece á los guerreros, movió á Eneas á
oponerse al Pelida, infundiéndole gran valor y hablándole así después de tomar la voz y la
figura de Licaón, hijo de Príamo:

83 «¡Eneas, consejero de los teucros! ¿Qué son de aquellas amenazas hechas por ti en los
banquetes de los caudillos troyanos, de que saldrías á combatir con el Pelida Aquiles?»

86 Respondióle Eneas: «¡Priámida! ¿Por qué me ordenas que luche, sin desearlo mi voluntad,
con el animoso Pelida? No fuera la primera ocasión que me viese frente á Aquiles, el de los
pies ligeros: en otro tiempo, cuando vino adonde pacían nuestras vacas y tomó á Lirneso y á
Pédaso, persiguióme por el Ida con su lanza; y Júpiter me salvó, dándome fuerzas y agilitando
mis rodillas. Sin su ayuda hubiese sucumbido á manos de Aquiles y de Minerva, que le
precedía, le daba la victoria y le animaba á matar léleges y troyanos con la broncínea lanza. Por
eso ningún hombre puede combatir con Aquiles, porque á su lado asiste siempre alguna
deidad que le libra de la muerte. En cambio, su lanza vuela recta y no se detiene hasta que ha
atravesado el cuerpo de un enemigo. Si un dios igualara las condiciones del combate, Aquiles
no me vencería fácilmente; aunque se gloriase de ser todo de bronce.»

103 Replicóle el soberano Apolo, hijo de Júpiter: «¡Héroe! Ruega tú también á los sempiternos
dioses, pues dicen que naciste de Venus, hija de Júpiter, y aquél es hijo de una divinidad
inferior. La primera desciende de Jove, ésta tuvo por padre al anciano del mar. Levanta el
indomable bronce y no te arredres por oir palabras duras ó amenazas.»

110 Apenas acabó de hablar, infundió grandes bríos al pastor de

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