Bloque 8

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Bloque 8:

ESTÁNDAR 35:
Identifica los factores del lento crecimiento demográfico español en el
siglo XIX.
Si se compara la evolución de la población española a lo largo del siglo XIX con la de otros
países europeos,se aprecia en España un ritmo lento de crecimiento, pues pasó de 10,5
millones de habitantes en el año 1797, a 18,6 millones en 1900. Esto representa un
aumento del 77 %, mientras que los países de mayor crecimiento económico asistieron
a un fuerte crecimiento económico (Gran Bretaña creció en casi un 240 %). Es
evidente, por tanto, la relación que existe entre crecimiento demográfico y
modernización económica.
La tasa de natalidad española era, al finalizar el siglo, de las más altas de Europa. Sin
embargo, si la relacionamos con las altas tasas de mortalidad, se deduce que el crecimiento
natural fue moderado. Aunque la mortalidad descendió a lo largo del siglo, al finalizar
el mismo era la segunda más alta de Europa, después de Rusia (país sumido en un atraso
económico mayor que el de España), mientras que la esperanza media de vida no llegaba a
los 35 años. Esto se debía a:
• Permanentes crisis de subsistencia a lo largo del siglo XIX, al menos doce, por escasez de
trigo. Las malas condiciones climáticas, unidas a una agricultura atrasada con bajos
rendimientos y a un deficiente sistema de transportes no permitían que la
alimentación básica llegará a todas las poblaciones.
• La segunda causa de mortalidad fueron las epidemias (enfermedades contagiosas), pese a
que la peste bubónica había desaparecido prácticamente en el siglo XVIII, eran frecuentes el
cólera, tifus o la fiebre amarilla.
• También enfermedades endémicas como la tuberculosis, la viruela, el sarampión, la
escarlatina o la difteria, hicieron estragos entre una población debilitada por la escasa
alimentación y afectadas por condiciones de vida propias del subdesarrollo (falta de higiene,
malas viviendas, mínima o nula atención sanitaria, etc.)
• Las escasas oportunidades de trabajo provocaron una fuerte emigración a América Latina.
El minifundismo forzó a emigrar a parte de la población en Galicia, cornisa cantábrica
y Canarias (Andalucía y Extremadura, a pesar de las deplorables condiciones de vida,
muestran un tasa de emigración baja). Los principales países receptores fueron Argentina,
México, Brasil y Cuba. Es la emigración a países nuevos, en los que todo está por hacer y las
oportunidades para hacer negocios son muy grandes.
Por otra parte, el éxodo rural (movimiento asociado a la revolución agrícola e industrial) fue
menor que en el resto de Europa pues España apenas modernizó su agricultura e
inició un industrialización lenta, escasa y tardía por lo este movimiento se retrasó hasta la
centuria siguiente. En 1900 la gran mayoría de la población española era todavía rural. De
hecho, a finales de siglo XIX solo Madrid y Barcelona estaban en torno al medio millón de
habitantes.
Todo ello definía, para España, un modelo demográfico típico del Antiguo Régimen. Según el
modelo europeo de transición demográfica, el paso de un régimen demográfico
antiguo a otro moderno se produjo en casi toda Europa durante el siglo XIX, en
correspondencia con la revolución industrial. Al contrario que en el continente, en
España perviven los rasgos característicos del régimen antiguo: altas tasas de natalidad y
mortalidad, con crecimientos vegetativos lentos. Así, la transición al régimen demográfico
moderno no se produjo hasta el siglo XX, en paralelo al desarrollo económico.
Cataluña fue una excepción porque industrialmente estaba a la cabeza de España y, así, va a
iniciar su transición al régimen demográfico moderno como en el resto de Europa. De 1787 a
1900 la población aumentó un 145%, sólo por debajo de Gran Bretaña. La fuerte
industrialización de Cataluña produjo la llegada de inmigrantes, tanto regionales como del
resto peninsular de forma constante. Desde mediados del siglo XIX el área de
Barcelona recibió inmigrantes de las zonas agrarias, que elevaron sus tasas demográficas,
pero la situación de exceso de mano de obra, que generaba pobreza, hizo retrasar el
descenso de las tasas de mortalidad frente a otras zonas.
ESTÁNDAR 36:
Describe la evolución de la industria textil catalana, la siderurgia y la minería
a lo largo del siglo XIX.
En España, durante el siglo XIX, se trató de impulsar, como en otros países de Europa, el
proceso de revolución industrial con el objeto de transformar la vieja estructura
económica, esencialmente agraria, en otra nueva, basada en el desarrollo de la industria
y el comercio. No obstante, en España se produjo un desarrollo industrial inferior al
de otros países con mayor tradición industrial. Los sectores que se desarrollan son:
Industria textil catalana: Antes de 1830 el único sector que puede considerarse algo
industrializado es el textil centrado en Cataluña, de larga tradición en el tratado de la
lana e implicado con el algodón desde el último tercio del siglo XVIII. Las empresas se
constituían con capital autóctono y eran de tamaño mediano. Es en Cataluña donde la
iniciativa empresarial de la burguesía hará llegar las primeras máquinas de hilado inglesas
y donde por vez primera se instalan motores de vapor. De 1830 a 1850 experimentará una
gran modernización técnica, un ejemplo será la fábrica Bonaplata en Barcelona, aunque
también serán centros importantes Sabadell y Tarrasa. A mitad de siglo representaba el 60%
del sector industrial.
El área catalana recibió apoyo constante del Estado mediante leyes arancelarias que
impidieron la entrada de algodones ingleses y franceses y estableciendo el monopolio de
venta de algodón catalán no sólo en el resto del país sino también en las Antillas españolas.
De ahí que la pérdida de Cuba provocará una movilización seria de la burguesía catalana
contra el gobierno central. A esa industria textil catalana se asocia otra de carácter químico
para los tintes que evoluciona hacia la producción de cementos. Asociada a la textil nace
también la industria papelera catalana.
Industria siderúrgica: se estableció cerca de las zonas mineras, razón por la cual se localizó
principalmente en el norte de España. Hubo algunas plantas en:
• Málaga (1830-60) pero como no había carbón mineral, recurrían al vegetal mucho más
caro. Vivió su apogeo durante las Guerras Carlistas en el Norte.
• En Asturias (1850-70) las cuencas de Mieres o Langreo no progresaron por carbón de baja
calidad.
• Y, por último, en Vizcaya, donde la familia Ybarra fundó la empresa de Altos Hornos de
Vizcaya en 1882. La introducción del convertidor Bessemer que transformaba el hierro en
acero, estimuló la demanda de hierro vasco y, además, contaba con la ventaja de la
proximidad a la costa. Durante la segunda mitad del siglo XIX se crearon en tierras vascas un
gran número de sociedades mineras de capital extranjero y, en ocasiones, nacional cuya
producción se destinó principalmente a la exportación (en especial, a Inglaterra) por la
escasa demanda interior. Los beneficios de la industrialización vasca permitieron la
aparición de una importante industria de bienes de equipo que se diversifica en
construcciones mecánicas, navales y metalúrgicas, fomentando a su vez compañías
eléctricas, químicas y de seguros, y reclamando grandes aportaciones de capital
representadas por los Bancos Bilbao y Vizcaya.
La minería: España era rica en reservas de hierro, plomo, cobre, mercurio y cinc; y además
gozaba de otra ventaja: la proximidad de los yacimientos a zonas portuarias, lo que
facilitaba el transporte. Con la llegada de la revolución industrial tales recursos eran una
riqueza potencial que no se utilizaban por la escasez de iniciativas empresariales, de
conocimientos técnicos suficientes y de capitales españoles. Finalmente, la Ley de
Minas de 1868 facilitó la llegada de capitales extranjeros que se hicieron pronto con el
control de la mayoría de las explotaciones importantes (Río Tinto Gulf Company,
Franco-Belge des Mines de Somorrostro, etc.). España, por tanto, se convirtió en
exportadora de materias primas, que a finales de siglo representaban uno de los
capítulos más importantes de la balanza comercial.
ESTÁNDAR 36:
Compara la revolución industrial española con la de los países más
avanzados de Europa.
España accede al proceso industrializador mal y tarde porque llegar a un proceso de
revolución industrial, al menos en su primera fase, suponía el desarrollo de una revolución
agraria que nunca se dio en el país. Teóricamente los beneficios obtenidos del sector
primario financiarían la industrialización pero, al estar el campo controlado por una
burguesía poco emprendedora y una nobleza todavía de mentalidad rentista, será el
Estado el que deba financiar el proceso industrializador, bien con sus escasos fondos o
bien legislando a favor de la entrada de capitales extranjeros.
Sin duda, el fracaso del Revolución industrial española se basó en la escasa capacidad
productiva de las manufacturastradicionales; en la inexistencia de un mercado nacional con
buenas comunicaciones y en la escasez de capitales españoles que, en una gran parte,
se destinaron a comprar las tierras desamortizadas. Así en España se produce un desarrollo
industrial inferior al de otros países con mayor tradición industrial. De esta manera España
quedó relegada como potencia industrial a uno de los puestos más bajos de Europa. En el
“fracaso de la Revolución Industrial en España” incidieron numerosos factores, tanto
heredados como nuevos, entre los que destacan los siguientes:
• La escasa capacidad productiva de las manufacturas tradicionales (con la excepción de
Cataluña), que abastecían mercados locales de bajo consumo
• La inexistencia de un mercado nacional, con buenas comunicaciones y unificado, que
facilitara los intercambios comerciales
• La escasez de capitales españoles, que en gran parte se destinaron a la compra de tierras
desamortizadas y no a la creación de nuevas industrias. Pero, además, los nuevos
propietarios de esas tierras tampoco invirtieron en su mejora, por lo que el negocio de la
tierra no generó un volumen suficiente de beneficios para invertir en la industria.
El resultado de todo ello fue un desarrollo industrial limitado y con graves
deficiencias debido a:
• La escasez de capitales nacionales que fue la causa de que la industria española se
originara con predominio de capital extranjero.
• La industria se limitó a dos focos periféricos: la industria textil catalana y, desde finales de
siglo, la industria siderúrgica vasca. Pero ambas eran poco competitivas en el exterior, lo
que obligaba a seguir una política proteccionista para que pudieran abastecer al
menos al mercado nacional.
• Un obstáculo fundamental, derivado indirectamente del escaso desarrollo agrario, fue el
escaso poder adquisitivo de la población, que se tradujo en una débil demanda la cual elevó
los costes y no estimuló la competitividad.
• Escasez de fuentes de energía provocada por la falta de cursos de agua aptos para la
energía hidráulica y por la mala calidad del carbón.
• Otro obstáculo lo constituyó la distancia al núcleo central de la industrialización debido a
la posición excéntrica de España y que supuso una desventaja manifestada en la
dificultad para comerciar, por los elevados costes del transporte en aquella época.
• También destaca el hecho de que el Estado absorbiese gran cantidad de recursos para
hacer frente al déficit público (ya que los impuestos eran insuficientes), elevando de ese
modo los tipos de interés, que desincentivaron las iniciativas empresariales al encarecer su
financiamiento.

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