Jose Zahonero - Cosas Del Amor
Jose Zahonero - Cosas Del Amor
Jose Zahonero - Cosas Del Amor
José Zahonero
textos.info
Libros gratis - biblioteca digital abierta
1
Texto núm. 6167
Edita textos.info
Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España
2
Á Mariano Urrutia.
3
I
La señora de Vierzo no conocía al inquilino del segundo interior. El portero
le había mostrado la habitación, el portero le entregó el contrato para que
lo firmase, el portero cobraba las mensualidades del arriendo y con el
portero se entendía en todo y por todo.
La amistad ó el trato con los inquilinos podía dar lugar á los abusos de
estos.
Desde el oratorio solo se veían los visillos de las ventanas del referido
cuarto interior, recogidos á uno y otro lado por cintitas azules; eran dos: la
del comedor y la de una alcoba estucada.
4
jamás se asomaba á los patios: por la mañana leía ó cosía en el mirador
de cristales que daba al jardín; el sol alegraba con sus rayos aquel lugar;
una multitud de jilgueros y canarios presos en sus jáulas piaba y gorjeaba
regocijada.
5
II
El inquilino del segundo interior llamábase Mariano Lezo; era popularísimo
en Madrid, sus dibujos habían acreditado su nombre.
Vestía el mismo traje desde hacía más de dos años, no variando su ropa
de invierno á verano si no en el paletot con que por el invierno se cubría;
su sombrero estaba ya rugoso, el agua le endurecía, el polvo le daba un
tinte gris, el sol hacía resaltar á la vista grietas y quebraduras; sus botas
bebían tinta por no reírse, y á pesar de esto se reían: era, en fin, un sujeto
de esos á los cuales suelen mirar con recelo los porteros al verlos entrar
en la casa, y dudan si han de preguntarles ó no á qué cuarto se dirigen.
6
A aquel grupo le llamaba Mariano «La pollada».
El los calzaba, los vestía, los lavaba, los servía el desayuno; iban pasando
sucesivamente á sus manos, y con la toalla mojada en agua de jabón les
hacía la toilette, ya amagando reñir é impacientarse, ora dulcificando la
voz, atendiendo á este, riñendo al otro, pronunciando discursos á todos; á
veces sirviéndose de una política llena de promesas, á veces de otra
preñada de amenazas: difícil gobierno.
A las once todos le recibían con los bracitos abiertos: de un figón cercano
traíales el almuerzo un pinche y todos comían el pucherete, por las tardes
Mariano al volver de la oficina, sacaba á toda su tropa á paseo.
—No diga usted á la dueña que tengo tantos chicuelos —había dicho
Mariano al portero— cuando vea que no meten bulla… nos tolerará.
7
III
—¡Vaya! ¡vaya! es cosa singular, créame V. Creo que si no me da gana de
asomarme á las ventanas del oratorio… jamás llego á verlos… pero me
asomé y vi juntas sus cabecitas, apareciendo por la ventana del
segundo… ¡la verdad, me chocó! temí que se me hubiera colado en la
casa, lo que más temo, un colegio, y cuando me lo dijeron quedé
asombrada. ¿Todos son de V.? —Preguntaba á Mariano la señora de
Vierzo.
—Todos… es decir, dos eran hijos de mi pobre mujer. ¡Oh! señora, me veo
y me deseo con ellos —dijo el pintor, á quien miraban recelosos y
envidiosos los perritos de la señora, y á quien parecían animar con su
bullicioso gorjeo los pajarillos del mirador.
No había que decir más; Magdalena les quería ver en el jardín; comerían
8
con ella algunos días, y hasta en la casa podría coserles alguna cosilla la
costurera; hacíale reir grandemente á la señora la idea de que un hombre
hubiera de vestir y arreglar á unos niños. ¡Qué lances tan chistosos
ocurrirían con este motivo!
—Nada, Sr. Lezo, dígales V. que aquí les aguarda una amiguita, que verán
unos pájaros… el diantre es que estos picaros perros no están
acostumbrados á ver niños… pero como estarán á mi vista, no hay miedo.
9
IV
A los tres meses, la niña y dos de los niños vivían con la señora; el
mayorcito acompañaba á Mariano á dormir en el segundo interior;
Magdalena estaba cambiada, parecía sentirse más ágil, más sana, más
entretenida y gozosa; poco á poco los niños fueron pasando de protegidos
y amigos á sobrinitos ó poco menos.
Los perros correteaban gozosos por los pasillos y el jardín tras los niños;
tenían estos una institutriz, y estaban vestidos como hijos de un gran señor.
—¡Amigo mío! Es V. más niño que los niños —decía Magdalena.— Cuenta
V. con su arte para tanto… no quiero rebajar el mérito de V., soy la primera
en reconocerlo; pero la victoria es costosa, y no podemos exponer
nuestros niños á esa tan insegura fortuna. Va V. á echarse á reir… pero,
en fin, lo he pensado bien; antes de marcharse, cásese V…
—Conmigo. Así podré ser útil á mis herederos; seré madre de todos.
10
V
Cierto; Mariano se había casado con una vieja. ¡Loca codicia, ridículo
maridaje, á tal extremo conduce la pobreza! Todos sus camaradas
censuraban el hecho; pero cuando Mariano se despedía de ellos, en el
momento de partir el tren que había de llevarle á Barcelona, y de allí á
Italia, les decía:
11
José Zahonero
12
Caricaturizado por Cilla (Madrid Cómico, 8 de marzo de 1885)
Fue uno de los autores que con mayor prontitud aclamó la poética
naturalista. El 15 de septiembre de 1880 publicó en La Unión el artículo
"Emilio Zola" que había sido rechazado en varios periódicos y en mayo de
1881 publicó el artículo "Naná"; en ambos defiende a Zola, su nueva
novelística y sus deseos de transformación social. Zahonero, al ser ambos
textos reeditados en Zig Zag, recibió una carta de felicitación del
mismísimo Zola, según informó El Imparcial el 12 de mayo de 1882. Tras
ello, entre 1881 y 1882 fue uno de los ponentes en los debates del Ateneo
sobre el naturalismo junto a Leopoldo Alas, Urbano González Serrano, V.
Colorado y el padre Sánchez.
13