Latente

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Tres grados bajo cero.

Dos grados bajo cero.


El cubo de hielo sigue en la mesa frente a ti, sin cambios.
Un grado bajo cero.
Medio grado bajo cero.
Todavía no ha pasado nada.
De pronto la temperatura alcanza los cero grados y el hielo comienza a derretirse. Un solo grado
hace la diferencia y desencadena el gran cambio.
Los grandes hitos, los momentos definitorios con frecuencia son el resultado de muchos
acontecimientos previos que acumulan el potencial requerido para desencadenar un gran cambio.
Este mismo patrón se repite en todas partes. El cáncer es indetectable el 80% del tiempo desde
que surge hasta que, en un momento dado, en cuestión de meses, acaba con el cuerpo.18 El bambú
apenas se alcanza a ver durante los primeros cinco años. Durante ese tiempo desarrolla un
complejo sistema de raíces que, una vez maduro, le permite crecer más de 2 m en menos de seis
semanas.
De manera similar, los hábitos con frecuencia no parecen provocar ningún cambio hasta que se
alcanza un punto crítico, un umbral que desencadena un nivel superior de desempeño. En las
etapas tempranas y medias de cualquier empresa, suele haber un abismo de desilusión. Uno
siempre espera realizar progresos de manera lineal y ascendente, por ello es frustrante cuando por
períodos de días, semanas e incluso meses los cambios parecen no funcionar y uno tiene la
sensación de permanecer en el mismo sitio. Es el sello de cualquier proceso acumulativo: los
resultados más poderosos toman su tiempo y se retrasan.
Esta es una de las razones por las que es tan difícil desarrollar hábitos que perduren. La gente
hace pequeños cambios de conducta, no ve resultados tangibles y toma la decisión de detenerse.
Podrías pensar: «He estado corriendo diariamente durante un mes y no logro ver ningún cambio en
mi cuerpo». Una vez que este tipo de pensamiento se apodera de ti, es fácil abandonar los buenos
hábitos. Para que los hábitos realmente generen un cambio, deben subsistir lo suficiente como para
rebasar una meseta donde no se producen cambios perceptibles. Yo la llamo meseta de potencial
latente.
Si te está costando demasiado esfuerzo desarrollar un nuevo hábito bueno o romper con uno
malo, no se trata de que hayas perdido tu capacidad de realizar mejoras. Con frecuencia esto se
debe a que no has logrado cruzar la meseta de potencial latente. Cuando uno se queja de no estar
alcanzando resultados exitosos a pesar de estar esforzándose, es como si se quejara de que el
hielo no se derrite cuando la habitación pasa de cuatro a tres grados bajo cero. El trabajo no se
desperdicia, solo se acumula. Recuerda que toda la acción se desencadena cuando la temperatura
alcanza los cero grados.
Cuando al fin logras ir más allá de la meseta del potencial latente, la gente considera que el
hecho es un éxito conseguido de la noche a la mañana. El común de la gente solo percibe los
eventos más llamativos y no se detiene a ver todo el trabajo y el esfuerzo que tienen detrás. Pero
tú sabes que todo el trabajo que has invertido durante mucho tiempo, cuando parecía que no
estabas haciendo ningún progreso, es lo que realmente hizo posible el cambio.
Es el equivalente humano de las fuerzas geológicas. Dos placas tectónicas pueden frotarse una
contra otra por millones de años mientras se acumula presión entre ellas. Por fin, un día se tocan
nuevamente, de la misma manera en que lo estuvieron haciendo durante varias eras, pero en esta
ocasión la presión es demasiada. Un terremoto se desencadena. El cambio puede tomar años antes
de que se manifieste de manera intensa en un instante.
La maestría requiere paciencia. Las Espuelas de San Antonio, uno de los equipos más exitosos
de la NBA [Liga Nacional de Basquetbol de los Estados Unidos], mantiene en la pared de los
vestidores una cita del reformador Jacob Riis: «Cuando nada parece ir bien, visito al cantero.
Este hombre golpea la roca con su cincel y su martillo quizá hasta un centenar de veces sin hacerle
siquiera una grieta. Sin embargo, al dar el siguiente golpe, la roca se parte en dos. Sé que ese no
fue el golpe que rompió la roca, fue la suma de todos los golpes que dio anteriormente».19

LA MESETA DE POTENCIAL LATENTE 20

FIGURA 2. Solemos suponer que el progreso se da de manera lineal y ascendente. Por lo menos esperamos que suceda rápido.
En la realidad, los resultados de nuestros esfuerzos suelen tomar tiempo y retrasarse. No es sino meses o incluso años después
cuando nos damos cuenta del verdadero valor de todo el trabajo que hemos realizado. Esto puede tener como resultado un «abismo
de desilusión», un punto en el que la gente se siente descorazonada tras haber puesto semanas o incluso meses de trabajo duro sin
experimentar ningún resultado aparente. Sin embargo, su trabajo no se desperdició. Tan solo se acumuló. No es hasta mucho
tiempo después cuando el verdadero valor del esfuerzo previo es revelado.

Todas las cosas importantes provienen de comienzos modestos. La semilla de cada hábito es una
pequeña decisión.21 Pero conforme esa decisión se repite, un hábito nuevo surge y se va
fortaleciendo. Las raíces se afianzan y las ramas crecen. La tarea de eliminar un hábito pernicioso
es parecida a arrancar de raíz un poderoso roble que crece en nuestro interior. Y la tarea de
desarrollar un buen hábito es equivalente a cultivar una delicada flor cada día.
Pero, ¿qué es lo que determina que mantengamos un hábito el tiempo suficiente para sobrevivir
la meseta del potencial latente y conseguir llegar al otro lado? ¿Qué es lo que provoca que algunas
personas regresen a sus malos hábitos mientras otras consiguen disfrutar de los efectos
acumulativos de los hábitos favorables?

OLVIDA LAS METAS Y MEJOR


ENFÓCATE EN LOS SISTEMAS
La sabiduría prevaleciente afirma que la mejor manera de alcanzar lo que queremos en la vida
(ponerse en forma, establecer un negocio exitoso, relajarse y dejar de preocuparse, pasar más
tiempo con la familia y amistades) consiste en establecer metas específicas y viables.
Durante muchos años esa fue también la manera como abordé mis hábitos. Cada hábito
constituía una meta a alcanzar. Establecí metas para alcanzar las calificaciones que quería obtener
en la escuela, para la cantidad de peso que quería levantar en el gimnasio, para las ganancias que
deseaba obtener en mi negocio. Tuve éxito con algunas de ellas, pero fracasé en muchas otras.
Eventualmente empecé a darme cuenta de que mis resultados poco tenían que ver con mis metas y
mucho, con los sistemas que había seguido para alcanzarlas.
¿Cuál es la diferencia entre metas y sistemas? La respuesta la aprendí de Scott Adams, el
caricaturista creador de la tira cómica Dilbert. Según Adams, las metas son los resultados que
quieres obtener. Los sistemas son los procesos que sigues para alcanzar esos resultados.
• Si eres entrenador, tu meta puede ser ganar el campeonato. Tu sistema es la manera en que
reclutas a los jugadores, diriges a tus entrenadores asistentes y conduces los entrenamientos.
• Si eres empresario, tu meta puede ser establecer un negocio con valor de un millón de dólares.
Tu sistema es la manera en que evalúas las ideas para desarrollar nuevos productos, contratas
a los empleados y conduces las campañas de ventas.
• Si eres músico, tu meta puede ser tocar una nueva obra. Tu sistema consiste en la frecuencia de
tus ensayos, en la manera como divides y practicas los pasajes complicados y en el método
para recibir retroalimentación de tu instructor.
Y ahora la pregunta más interesante: ¿Si ignoras tus metas y te enfocas únicamente en tu sistema,
podrías también alcanzar el éxito? Por ejemplo, si fueras entrenador de basquetbol y pasaras por
alto la meta de ganar el campeonato y te enfocaras solamente en lo que tu equipo hace durante los
entrenamientos diarios, ¿obtendrías de todas formas un buen resultado?
Yo estoy convencido de que la respuesta a esta pregunta es afirmativa.
La meta de cualquier equipo deportivo es obtener el mejor resultado, pero sería absurdo
pasarse el partido viendo el marcador. La única manera de ganar realmente es volverse un poco
mejor cada día de entrenamiento. En palabras del tres veces campeón del Súper Tazón, Bill
Walsh: «El marcador se encarga de sí mismo». Lo mismo resulta ser verdad cuando estableces tus
metas. Es mejor enfocarse en los sistemas.
¿A qué me refiero cuando afirmo esto? ¿Son las metas totalmente inútiles? Por supuesto que no.
Las metas son buenas para establecer una dirección, pero los sistemas son mejores para realizar
verdaderos progresos. Un montón de problemas surgen cuando pasas demasiado tiempo pensando
en tus metas en lugar de dedicar el tiempo a diseñar tus sistemas.
Problema 1: Los ganadores y los perdedores
comparten las mismas metas
Tenemos un serio prejuicio cuando se trata de juzgar las metas de los demás. Tendemos a
confundir éxito con supervivencia. Nos concentramos en las personas que logran ganar —los
sobrevivientes— y de manera equivocada asumimos que sus ambiciosas metas los condujeron al
triunfo. Al hacerlo, no nos damos cuenta de que muchas otras personas tenían la misma meta pero
no consiguieron el éxito.
Todos los atletas olímpicos desean ganar una medalla de oro. Todos los candidatos quieren
obtener el empleo. Si la gente que tiene éxito y la que no lo consigue comparten la misma meta,
esta última no puede ser lo que distingue a los ganadores de los perdedores.22 La meta de ganar el
Tour de France no fue lo que propulsó a los ciclistas británicos hasta la cima de su especialidad.
Muy probablemente habían aspirado a ganar dicha carrera todos los años anteriores, del mismo

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