A. Fals Borda

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realidad del medio lo que se quería conceptualizar; c) retornan-

do a reflexionar sobre este conjunto experimental para deducir


conceptos más adecuados u obtener mejores luces sobre vie-
jos conceptos o teorías que así se adaptaron al contexto real; y
d) volviendo a comenzar el ciclo de investigación para culminar-
lo en la acción.
Estos pasos y ritmos podían ejecutarse ad infinitum, como lo
veremos otra vez en la sección dedicada a la praxis y el conoci-
miento.23
Se sabe que esta forma de trabajar dialécticamente puede evi-
tar que las categorías nuevas se vayan acomodando a formas viejas
de pensamiento, lo cual es indispensable en la creación de nuevos
paradigmas.24 Es lo que ocurre hasta en las ciencias naturales,
pues allí también los datos van surgiendo condicionados al medio
social en que se forman. Se apela entonces a planteamientos ad hoc
que tratan de explicar las áreas no cubiertas por los paradigmas
existentes o que dirigen la atención a las porciones oscuras de las
explicaciones teóricas vigentes, que en muchos casos pueden ser
extensas y significativas.25 En los casos colombianos, muchos de
estos planteamientos ad hoc se derivaron de un análisis preliminar
del materialismo histórico —como veremos en seguida—, pero
tratando de no dejarse esclavizar por sus conceptos más específi-
cos o por sus definiciones más corrientes, aunque hubo el peligro
de que algunos vieran allí un fatal “revisionismo”.

SOBRE LA CIENCIA SOCIAL CRÍTICA

En este limitado esfuerzo por adquirir conocimiento válido y útil


a la vez, surgió finalmente otro factor que no era nuevo, sino rei-
terativo: la dimensión del “hecho” como proceso histórico, que
la realidad es un “complejo de procesos”. Reconfirmamos por

23 F. Hegel, I, p. 50.
24 P. Feyerabend, Contra el método, op. cit., pp. 38-40.
25 T. Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, op. cit., pp. 13, 83, 152, 153, 172;
J. Bernal, Historia social de la ciencia, Barcelona, 1976: I, 415, 417, 424, 427).

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enésima vez que, en lo social, no puede haber realidad sin histo-
ria: los “hechos” deben completarse con “tendencias”, aunque
éstas sean categorías distintas en la lógica.26
Como era de esperarse, las tendencias o procesos aparecían
simplemente como actos sucesivos válidos para contextos inme-
diatos, que podían eslabonarse unos a otros para dar dirección a
un cambio y sentido a una transformación social de mayor alcan-
ce. Había tendencia en las tomas de tierras, por ejemplo, hacia
un desafío a fondo de la estructura latifundista tradicional; y este
desafío podía llevar, a su vez, a trastocar los basamentos del poder
político local y regional. Siendo que estas tendencias venían del
pasado (aunque, evidentemente, otras se iniciaron en estos años
de experiencia), su comprensión no era posible sin adentrarse
en la historia, y mucho menos se sentía nadie capacitado para
proyectarlas al futuro sin entender lo que venía del ayer mediato
e inmediato.
La adición definitiva de la historia en este esquema para com-
prender la realidad objetiva (una convicción que, en verdad, venía
de mucho antes, desde los primeros estudios de Saucío en 1955
y Boyacá en 1957), terminó por romper el paradigma normal y
la vigencia de la sociología positivista y académica. Ya no parecía
posible transformar esta sociología académica, desde su interior,
en instrumento revolucionario. La conocida en Colombia se había
concebido en términos de los intereses conservadores de clase y
de poder social y político de la burguesía dominante: ésta no po-
día suicidarse intelectualmente con su propio instrumento. En
las regiones estudiadas se sentía la necesidad de contar con una
sociología que fuese ante todo una ciencia social inspirada en los
intereses de las clases trabajadoras y explotadas; se necesitaba de
una “ciencia popular”, como se definió al comienzo del trabajo,

26 Plantear los “hechos” puros o simplemente empíricos es cosificar la realidad y


abandonar el método dialéctico, sostiene G. Lukács, Historia y conciencia de cla-
se, op. cit., pp. 236-239. Lo correcto es tratarlos como lo hace Rosa Luxemburgo
en ¿Reforma social o revolución?, donde las tendencias se convierten en hechos,
pues éstos en sí mismos “constan de procesos” (K. Marx, El capital; Miseria de
la filosofía, Buenos Aires, 1971, III, I, p. 316).

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que fuera de mayor utilidad en el análisis de las luchas de clases
que se advertían en el terreno, así como en la acción política y
proyección futura de las clases trabajadoras como actores en la
historia (más adelante volveremos a este punto fundamental).
En esta nueva ciencia social del pueblo y para el pueblo traba-
jador había necesidad de integrar diversas disciplinas: no era con
la sociología sola, ni ésta como fundamento general. Era el mate-
rialismo histórico, como filosofía de la historia, el que brindaba
el punto culminante de la unificación, como se había demostrado
en otras épocas y latitudes, por muchos estudiosos competentes.27
Con el materialismo histórico, como decía Lukács, se estaba ya
en capacidad de “revelar la esencia del orden social capitalista
y atravesar con los fríos rayos de la ciencia los velos puestos por
la burguesía para encubrir la situación de la lucha de clases, la
situación real”: podía ser al mismo tiempo guía científica e ins-
trumento de lucha.28
Las otras disciplinas que en este plano podían integrarse a la
sociología y a la historia, eran la economía, la geografía, la psico-
logía, la antropología, la ciencia política y el derecho, hasta llegar
a redondear algo que se acerca a lo que se denominaba economía
política en el siglo XIX; pero con los elementos de “teoría crítica”
que Marx y Engels, como figuras cumbres, les añadieron en sus
obras y en su propia acción política, elementos que retomaron
otros científicos sociales, entre ellos algunos miembros de la Es-
cuela de Frankfurt en las décadas de 1950 y 1960, así como mar-
xistas de diversas nacionalidades desde hacía varias décadas. Se
esbozaba así una “ciencia social crítica” que no era nueva, pero

27 Siguiendo a Rickert y otros, no consideramos al materialismo histórico como


ciencia al mismo nivel de las otras, sino como filosofía de la historia, en lo cual
creemos que somos fieles a los propósitos de Marx, quien, como se sabe, sólo
habló de los “fundamentos materialistas” de su método de investigación (en rea-
lidad la designación no es de Marx sino de Engels), (F. Rickert, Ciencia cultural
y ciencia natural, op. cit.). Véase también T. Bottomore y M. Rubel, Karl Max:
Selected Writings in Sociology and Social Philosophy, op. cit., pp. 35-36.
28 G. Lukács, Historia y conciencia de clase, op. cit., p. 91.

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cuya necesidad actual llevaba a aplicarla con mayor intensidad
y dedicación.29
No se logró en un primer momento, por los limitados grupos
comprometidos en estos experimentos, articular coherentemente
el paradigma alterno de la ciencia social crítica; pero pudieron
barruntar aproximadamente por dónde podía andar el nuevo
esfuerzo investigativo regional, basándose en experiencias e in-
formaciones anteriores pertinentes de Colombia y otros países. A
medida que se avanzaba, se vio que el reto para tales grupos era
francamente epistemológico, puesto que habían de entenderse a
fondo las implicaciones teórico-prácticas y filosóficas de lo que
se había llamado, con cierto entusiasmo ingenuo, investigación-
acción. Estas implicaciones y sus consecuencias son objeto de
análisis en las secciones que siguen.

LA PRAXIS Y EL CONOCIMIENTO

El rechazo del positivismo y de las técnicas “objetivas” de inves-


tigación inspiradas en el modelo conocido de la integración y el
equilibrio social no podía dejar la orientación de los nuevos tra-
bajos regionales en el vacío; esto hubiera equivalido a rechazar la
ciencia misma. Había, pues, que sustituir la estructura científica
inicial de los trabajos por otra más adecuada a las necesidades
reales y a la naturaleza de las tareas investigativas concretas en
esas regiones.
En la sección anterior se dieron indicaciones de cómo se fue
formando un paradigma científico alterno en el campo de la me-
todología y en la concepción de la realidad. La adopción del ma-

29 Véase A. Solari, R. Franco y J. Jutkowitz, Teoría, acción social y desarrollo en Amé-


rica Latina, op. cit., pp. 66-67. Los autores señalan con justeza la “pobreza de la
discusión epistemológica en América Latina” y la poca atención que prestamos
a los aportes de la Escuela de Frankfurt, especialmente en los años que tuvimos
la polémica sobre ciencia, crisis y compromiso (1968-1970). En efecto, sólo se
leía a Marcuse, mientras que otras obras pertinentes, como las de Horkheimer
y Habermas, sólo se conocieron en inglés o español después de 1970.

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terialismo histórico como guía científica e instrumento de lucha
fue un paso en esta dirección.
Pero la idea central alrededor de la cual cristalizó lo que pu-
diera considerarse como base del paradigma alterno fue la po-
sibilidad de crear y poseer conocimiento científico en la propia
acción de las masas trabajadoras: que la investigación social y la
acción política, con ella, pueden sintetizarse e influirse mutua-
mente para aumentar tanto el nivel de eficacia de la acción como
el entendimiento de la realidad.30 Tomando en cuenta que “el
criterio de la corrección del pensamiento es, por supuesto, la
realidad”, el último criterio de validez del conocimiento cientí-
fico venía a ser, entonces, la praxis, entendida como una unidad
dialéctica formada por la teoría y la práctica, en la cual la práctica
es cíclicamente determinante.31
El descubrimiento de la praxis como elemento definitorio de
la validez del trabajo regional no era, de ninguna manera, la base
de un nuevo paradigma general en las ciencias sociales nacio-
nales, puesto que ese descubrimiento, como ya se dijo, venía de
muy atrás y, en efecto, se había aplicado en diversos contextos,
dentro y fuera del país. El “nuevo” paradigma era viejo según
otros criterios; lo que faltaba en este caso era conocerlo mejor y
abrirle posibilidades adicionales de aplicación en medios y orga-
nizaciones sociales y políticas diversas, donde indudablemente
se justificaba su adopción.32

30 O. Fals Borda, Ciencia propia y colonialismo intelectual, op. cit., pp. 55, 58, 66,
67, 73, 74; Fundación Rosca de Investigación y Acción Social, Ciencia popular,
causa popular, op. cit., pp. 44-50; R. Stavenhagen, “Decolonializing Applied So-
cial Sciences”, en Human Organization, vol. 30, N° 4, 1971, p. 339; H. Moser,
Anspruch und Selbstvesrtaendnis der Aktionsforechung: Zeitschrift für Paedago-
gik, vol. 22, N° 3, 1976, pp. 357-368.Véase también la discusión sobre los títulos
que puede tener la investigación-acción como nuevo paradigma, presentada por
Moser.
31 “El punto de vista de la vida, de la práctica, debe ser el punto de vista primero
y fundamental de la teoría del conocimiento” (V. I. Lenin, Materialismo y em-
piriocriticismo, op. cit., p. 133). La cita sobre la realidad proviene de G. Lukács,
Historia y conciencia de clase, op. cit., p. 261.
32 Dentro de las izquierdas colombianas, sólo el Partido Comunista ha tenido una
política fija de investigación socioeconómica relacionada parcialmente con sus

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El punto de partida de esta discusión no fue la primigenia defi-
nición aristotélica de praxis como acción o ejercicio para alcanzar
la bondad y la justicia en la formación del carácter, sino la que
la define como acción política para cambiar estructuralmente la
sociedad. Su fuente es el descubrimiento que hizo Hegel de que
la actividad como trabajo es la forma original de la praxis humana
—que el hombre es resultado de su propio trabajo—, descubri-
miento que luego elaboró Marx como “acción instrumental”, es
decir, como la actividad productiva que regula el intercambio ma-
terial de la especie humana con su medio ambiente natural.33 El
principio de la praxis original, llevado al campo del conocimiento
como relaciones entre teoría y práctica, cristaliza en ocho de las
once Tesis sobre Feuerbach (1888), especialmente en la segunda
y la undécima. Estas Tesis de Marx pueden considerarse, a nivel
filosófico, como la primera articulación formal del paradigma
de la ciencia social crítica: la comprometida con la acción para
transformar el mundo, en contraposición al paradigma positivista
que interpreta la praxis como simple manipulación tecnológica y
control racional de los procesos naturales y sociales.34

trabajos; publica Estudios marxistas con textos de sus investigadores-militantes.


Agrupaciones socialistas empiezan a hacer lo mismo. Y ha habido estudios
pertinentes anteriores de marxistas, como Luis E. Nieto Arteta, Ignacio Torres
Giraldo y otros.
En este sentido, se ha olvidado con frecuencia que las vinculaciones entre la
teoría y la práctica son evidentes para quienes han desarrollado la ciencia y la
técnica modernas como bagaje de la burguesía dominante o para la defensa del
statu quo. Su gama corre desde la izquierda hasta la derecha política: véase H.
Moser, Anspruch und Selbstvesrtaendnis der Aktionsforechung: Zeitschrift für
Paedagogik, op. cit., p. 366 y sus referencias (P. A. Clark, Action Research and
Organizational Change, Londres, 1972). Norman Birnbaum recuerda el “Moy-
nihan Report” sobre desarrollismo como un caso de “investigación activa” de
este tipo (N. Birnbaum, Hacia una sociología crítica, Barcelona, 1974, p. 209).
33 F. Hegel II, pp. 622, 667-663, 614-680, establece la relación entre la teleología
del hombre y la autofinalidad de la naturaleza que el hombre utiliza en su traba-
jo. Véase E. Mandel, La formation de la pensée économique de Karl Marx, París,
1972, p. 1947.
34 También, “human engineering” a la Kurt Lewin, o la “ciencia aplicada”, como
se ha entendido normalmente. Véase J. Habermas, Theory and Practice, Boston,
1974, pp. 263-267, sobre “el aislamiento positivista de la razón y de la decisión”.

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