Teoria de La Cultura y Teoria Social Cri

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I CONGRESO INTERNACIONAL: LITERATURA Y CRITICA CULTURAL.


14 al 18 de Noviembre de 1994.
Buenos Aires.
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Teoría de la cultura y teoría social:
crítica del sentido común.
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Raúl A. Rodríguez.
(Universidad Nacional de Córdoba).

Resumen:
Se exponen algunas cuestiones relativas a los problemas epistemológicos que, a
nuestro entender, se suscitan en las teorías que analizan la cultura. Para ello partimos de la hipótesis
de que la teoría de la cultura es no sólo una descripción narrativa de la estilos de vida, sino también,
y, fundamentalmente, un reflexión crítica. Como tal, ella, la teoría de la cultura, debe trascender a las
intuiciones y la percepción directa. Como capítulo de la teoría social, debe dar cuenta de la
naturaleza simbólica de los objetos culturales, de la lógica de la interacción entre individuo/ sociedad
como así, de la determinación social y la racionalidad. También, planteamos que la teoría de la
cultura debe dar razones consistentes respecto a las explicaciones reducibles e irreductibles de los
objetos culturales.
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Noviembre de 1994.

Teoría de la cultura y teoría social:


crítica del sentido común.

Raúl A. Rodríguez.
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1. En la constitución del campo de problemas que corresponden a lo actuales estudios sobre la


cultural, convergen desarrollos teóricos provenientes de las más diversas disciplinas sociales:
historia, sociología, ciencias políticas, semiótica, psicología, etc. Esta urdimbre de aparatos
categoriales, construcciones de objetos, instrumentos teóricos y niveles de análisis, conforman la
crítica de la cultura como un capítulo de la teoría social contemporánea.
La importancia de los estudios sociales y culturales que han cobrado en la actual literatura científica
y social, abonan la identificación de los problemas sobre la cultura como un interrogante central de
las teorías científicas sociales contemporáneas. La necesidad de interpretar nuestro mundo
contemporáneo como así, de desarrollar estrategias de transformación constituyen un desafío al
pensamiento social, a la teoría de la cultura y, por cierto, a la filosofía.
Pues, los procesos políticos y sociales que han sucedido en el mundo en estos últimos años, han
llevado al cuestionamiento de múltiples categorías tanto en las ciencias sociales como en la filosofía.
Tales categorías, hasta entonces, parecían haberse incorporado definitivamente y consolidado el
bagaje de nuestras armas teóricas para la interpretación de la realidad social. Ellas, en tanto
construcciones mentales de nuestro mundo, constituían una suerte de base conceptual sobre la cual
se levantaba el edificio de las ciencias sociales y desde las cuales se derivaban tecnologías sociales.
Pero, viejas cuestiones de la filosofía social que fueron arrumadas en el desván de los
academicismos, se retoman y recuperan su fuerza problemática como emergentes vitales que señalan
a una época. Época, esta, en la que predomina una desestructuración de nuestros modos "naturales
de percepción". Se reconceptualiza el pasado para categorizar el presente o bien, desde el presente se
encuentra el incentivo que nos induce a rever nuestras ideas del pasado. Se abandona la indagación
en el presente histórico para buscar y descubrir en él las señales enigmáticas que preanuncien un
futuro como superación y realización del contenido reprimido de la historia. Es así, como del
presente, como estadio de transición, se pasa al presente como el mejor de los mundos posibles.
Junto con estas reconceptualizaciones del tiempo también, se relativiza la preponderancia de
la materialidad social, de las relaciones sociales de producción, como factores que determinan y
explican, acabadamente, la formación de la conciencia social. Pues, la recuperación del capitalismo
en los países del socialismo real, ha sido más pronto, menos dramático y casi menos esforzada, que
la inversión de tiempo y vidas con que se habían preparado las revoluciones sociales. El estado de
alienación como producto de la enajenación de las fuerzas productivas se recupera muy
graciosamente como estado social óptimo en sociedades en las que todo parecía conducir a la
superación de tal alienación.
La naciones constituidas al amparo del ideal político de la Ilustración hoy, se recomponen en
un mundo que cuanto más tiende a ser homogéneo y global, más tensionado está por una fuerza
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repelente de atomización y diferenciación.


Hoy, mucho de estos problemas son cuestiones teórica y prácticas; son cuestiones que,
seguramente se podrán deshilvanar en el debate académico pero, creo, que son, fundamentalmente,
urgencias prácticas las que nos convocan a repensar nuestro tiempo: la desesperanza del hombre
contemporáneo, los fanatismo religiosos, los nacionalismos, los flujos migratorios y los desarraigos
culturales, etc.

2. Comprender el mundo contemporáneo, ha sido, y es la tarea de las ciencias sociales.


Replantearnos la mirada sobre todo ese conjunto de construcciones simbólica y valores que articulan
la configuración de los estilos de vida es pues, la cuestión central de los estudios sobre las culturas.
Uno y otros aspectos confluyen en la teoría social.
La identificación de la teoría de la cultura como un capítulo de la teoría social está entendida
en el sentido que da Anthony Giddens a esta última: "No consideramos que la teoría social sea
propiedad de una disciplina concreta, pues las cuestiones relativas a la vida social y a los
productos culturales de la acción social se extienden a todas las disciplinas científicas y
humanas"1.
Así planteada la inherencia de los estudios culturales dentro del campo descripto por las
teorías sociales cabe, ahora, demandar, a los estudios culturales, por los mismos interrogantes que la
teoría social debe responder cuando ella es sometida a una suerte de "vigilancia epistemológica",
como propugna Bachelard, para la investigación científica general 2.
Las teorías sociales y culturales deben dar cuenta del status de cientificidad de sí mismas, de
la naturaleza de sus generalizaciones, de un principio antropológico según el cual el hombre se
ubique como agente, sujeto o actor en una red de relaciones que constituyen lo social y lo cultural.
A través de estos interrogantes que someten a la prueba conceptual a la teoría de la cultura,
cobra sentido la filosofía del no, la ruptura epistemológica con las prenociones y la vigilancia crítica
que desde Bachelard ha impregnado por ejemplo, la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu.
Esa vigilancia conducirá a que la teoría de la cultura busque asentar sus afirmaciones en algo
más que la certeza de las intuiciones y el sentido común.
¿Cómo trascender el momento descriptivo y comparativo de los estilos de vida, de las
producciones simbólicas, de los valores; es decir, de todo esa red de objetos que, en tanto
construcción cultural de una sociedad, debemos desentrañar?. Aplicar el instrumento de la
"vigilancia epistemológica" a las construcciones conceptuales de la cultura, seguramente, permitirá
que la teoría de la cultura - que se estructura como consecuencia de esos estudios - sea una
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observación crítica y analítica que trascienda el material obtenido a través del relato descriptivo y
epifenoménico de lo que se presenta a nuestra inmediata percepción.
Bachelard decía que: "Las intuiciones son utilísimas: sirven para que se las destruya" y "en
toda circunstancia lo inmediato debe ceder el paso a lo construido" 3. Es decir, la ciencia no es
reproducción de la experiencia, sino, esta, se constituye contra la experiencia, contra la percepción
sensible.
Esta aparente defensa del idealismo es sorteada por Bachelard propugnando un racionalismo
aplicado o sea, un materialismo racional, según el cual "el pensamiento va a lo real, no parte de este"
4
.
Pero volvamos a las afirmaciones de Bachelard. ¿Por qué nos detenemos en ellas?. Porque
pensamos que tal axioma, desde el cual se articula la descripción del avance de la ciencia, nos ilustra
las posibilidades que tienen la teoría social y la teoría de la cultura para consolidar su propio status
científico y esto, en tanto "el conocimiento coherente no es un producto de la razón arquitectónica,
sino de la razón polémica" 5.
En lo dicho, como se ve, hay un supuesto fuerte: los estudios culturales avanzan en tanto se
sometan también, a la vigilancia epistemológica, se pregunten como toda teoría social, por el
estatuto de su propia cientificidad, por el carácter de sus generalizaciones, la naturaleza de sus
objetos y expliquen el modo cómo se establece la relación entre individuo y sociedad. Es decir, la
teoría de la cultura debe dar cuenta de algún principio por el cual se justifica la interpretación como
así, la posibilidad o imposibilidad de la explicación; dar cuenta del determinismo social y de su
subproblema: el cambio social. Los límites de la decisión racional frente al "filtro" que impone y
constriñe la tradición y las normas sociales. Pero, así también, y fundamentalmente, la teoría de la
cultura debe saber dar respuesta al problema de la naturaleza simbólica de los objetos sociales:
postular una teoría del signo y del proceso por el cual se construyen las significaciones.

3. El análisis semiótico de los estudios culturales es un aporte relevante para las ciencias
sociales; proporciona las bases para la comprensión ontológica de los objetos sociales en tanto
objetos con sentido.
La indagación por la dimensión simbólica de tales objetos que introduce la semiótica, y en
particular, la sociosemiótica que propone Eliseo Verón, nos ubica ante el desafío de evaluar si este
es el instrumento teórico apropiado para aprehender las significaciones sociales. Es decir, el
complemento de las otras disciplinas sociales (sociología, antropología, psicología, economía, etc.)
para alcanzar la comprensión y explicación de los objetos sociales.
La comprensión semiótica de lo social no requiere de algún a-priori psicológico y empático
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sino, más bien, de un procedimiento a través del cual se haga inteligible el sentido en lo social y lo
social en el sentido. A través de la discursividad social "analizando productos, apuntamos a
procesos" 6. La indagación semiótica de la cultura es así, un interrogante que parte del sentido
producido y trata de alcanzar lo social contenido; como proceso. Esa indagación es, pues, a través de
las huellas, los indicios, las señales que encontramos en los objetos culturales. ¿No es esta la
perspectiva metodológica que construye e ilustra en la investigación histórica Carlo Ginzburg? 7.
La materialidad que constituye a los objetos sociales, puede ser elucidada a través de las
búsqueda de los principios que rigen su causalidad e intencionalidad. Pero, por otra parte, los objetos
sociales son significantes y la pregunta por el sentido es una pregunta por la discursividad social, por
la semiosis social. "Por semiosis social, dice Eliseo Verón, entiendo la dimensión significante de los
fenómenos sociales: el estudio de la semiosis es el estudio de los fenómenos sociales en tanto
proceso de producción de sentido"8 [...]. "Por lo tanto, sólo en el nivel de la discursividad el
sentido manifiesta sus determinaciones sociales y los fenómenos sociales develan su dimensión
significante"9.

4. Hemos partido de las afirmaciones de Bachelard porque nos revela, consistentemente, que
no bastan la intuiciones confirmadas por el sentido común, las percepciones directas de los
fenómenos, la búsqueda de modelos descriptivos de la relaciones que se nos muestran a través de la
lectura de la "cultura espontanea", la confianza en nuestras prenociones o en una suerte de
"descripción densa". Todo ello sirve pero, a condición luego, de ser abandonadas para buscar la
lógica de la sociedad. Esa lógica de la sociedad se sitúa entre las alternativas teóricas de ser una
lógica de relaciones objetivas que están más allá de nuestra conciencia o bien, como una lógica de
las interacciones individuales.
Pues, uno de los problemas centrales de la teoría de la cultura es poder explicar de modo
satisfactorio cómo se relacionan las acciones individuales con la sociedad. Tal es el caso de los
análisis de Pierre Bourdieu, para quien las acciones individuales son productoras y reproductoras de
cultura y se encastran dentro de clasificaciones sociales como las de "clases sociales", "prácticas
sociales", "campos sociales", etc. Pues, detrás de ellas, se recorta un sustrato social conformado
estructuralmente y evaluado como objetivo y con existencia "independiente de las conciencias y de
las voluntades sociales" como decía Marx. Ese sustrato estructural, tiene una lógica que determina
las acciones individuales. ¿Cuáles son los mecanismo a través de los cuales se transmite la cultura y
se transforma en tradición o norma social para regir las acciones individuales?. No basta con
afirmar que los individuos son agentes a través de lo cuales se realizan las determinaciones
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culturales, es necesario dar repuesta, también, al papel que juega la racionalidad humana, sus límites
como así, también, explicar cuál es el modo por el cual, trascendiendo a los individuos, se mantienen
las leyes deterministas de lo social. Es decir, si lo social es un cuerpo que trasciende a lo individual y
tiene la capacidad de determinar las acciones individuales, la explicación de tal determinismo social
deberá sortear los riesgos de caer en una explicación teleológica y funcional de lo social. En otras
palabras, no tomar el efecto como causa de la producción cultural. Ese es, según nuestro entender,
una crítica atendible que se hace al holismo metodológico como así también, a las posturas
equivalentes a la de Pierre Bourdieu que con sus conceptos de "habitus" y "campo social" considera
haber superado la dicotomía entre el individualismo y el holismo.
Cada una de las respuestas que demos a estas alternativas serán modos de entender la
relación entre individuo y sociedad, entre determinismo y cambio, y subsidiariamente tendremos que
enfrentar los problemas epistemológicos de la explicación funcional, causal e intencional.

4. Tras las percepciones inmediatas se "lee" no sólo cómo está construida la estructura de la
realidad social sino, también, cómo se ha constituido. Esta pregunta no indaga por un origen
fundacional de lo social, sino, más bien, es una pregunta por la historicidad de los conceptos que han
operado construyendo los objetos sociales y culturales. Ella es una pregunta por los modos cómo los
hombres, a través de los conceptos y las categorías, han humanizado la naturaleza, se han reconcido
socialmente y han conformado espacios sociales. Es decir, lo social es un efecto de la teoría, como
plantea Pierre Bourdieu 10.
La cultura no es un objeto dado, no es una porción de la realidad que sea una "cosa en sí"
que espera sólo que nuestra atención la capture con algún instrumento teórico y ajustado a alguna
estrategia metodológica. Pues, lo que reconocemos como objetos a través del análisis cultural son
construcciones de construcciones sociales. Son objetos en los que, ineludiblemente, debe atenderse
su dimensión simbólica porque ella es mediación en las interacciones individuales o sentido de las
prácticas sociales. Son formas de los valores que rigen los comportamientos individuales y en los
que las normas y la tradición, como dice Jon Elster 11, son los vehículos que las transmiten.

5. Cultura y sociedad, son objetos sociales, son construcciones conceptuales cuya materialidad
está revestida de sentido a través de un proceso social: proceso de producción del sentido. Pero, ¿son
estos, "cultura" y "sociedad", términos homólogos?.
Desde una postura plenamente identificada con el individualismo metodológico, Jon
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Elster nos dice que la sociedad y la cultura son reconocibles con fronteras diversas, con principios
constitutivos también distintos. En uno, es el coeficiente de cohesión lo que lo delimita; en el otro,
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son las normas y tradiciones las que vehiculizan la cultura.


La cultura es un producto de imitaciones locales, en tanto que una sociedad se define por una
serie mayor de interacciones
más aún, los que interactúan son los individuos y no las sociedades. Decir que las sociedades
interactúan entre sí, es un eufemismo que conduce al equívoco de olvidar que las interacciones son
acciones individuales.
Ahora bien, superpuestos a estos agrupamientos cohesionados se encuentran los campos
culturales. Es decir, una gradiente de cambios y variación como por ejemplo, la que sucede en la
relación entre la lengua y los dilectos, en la formas de realizar las prácticas religiosas, etc.
El individualismo, a mi entender, nos proporciona la base material para reconocer a los
individuos como actores sociales y como acontecimientos elementales que estructuran lo social pero,
quedan otros problemas relativos a lo social y cultural que no llegan a ser satisfactoriamente
resueltos y/o disueltos. Son los problemas relativos a la conformación de ideas colectivas que
influyen en los comportamientos individuales. Ejemplo de ellos son los denominados imaginarios
sociales o mentalidades de una época. Reducirlos a normas sociales parece no ser una respuesta
convincente respecto a la agregación colectiva.

7. ¿Desde dónde se explica lo simbólico?. Desde una plano meta-simbólico; desde una teoría
semiótica social de los signos.
¿Desde dónde se explica lo social?. Desde el cuerpo de teorías sociales que la ciencia va
proporcionándonos. Tales teorías se estructuran en lo social pero, desde una espacio teórico que se
justifica, no por el social histórico, sino por un social que pretende ser a-temporal y transhistórico es
decir, un discurso que pierde las características de la contingencia de lo social para erigirse como
meta-social: he ahí las pretensiones del discurso filosófico, el discurso científico y,
consecuentemente, el discurso epistemológico de las construcciones teóricas de la sociedad.
Este es el carácter de la vigilancia epistemológica de la que habíamos partido en esta
exposición, este es el rol que Bachelard le asigna a la filosofía: como reflexión que anima la
formación del espíritu científico, que hemos tomado para estas reflexiones.
Así como cada teoría social define sus propios objetos, sus propios procedimientos para la
indagación como también, postula sus propios principios desde los cuales se alcanza su
autojustificación epistemológica. También, la teoría de la cultura, debe darse una momento a través
del cual se manifieste la justificación epistemológica de la definición de sus conceptos, la
determinación de sus objetos y los criterios de verdad de sus conclusiones. Para ello, es necesario
trascender a las intuiciones como crítica del sentido común.
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BIBLIOGRAFÍA:

Bachelard, G. (1940) La filosofía del no. Bs. As., Amarrortu, 1984.


- (1949) El racionalismo aplicado. Paidós, Bs.As. 1978.
Bourdieu, P. (1973) El oficio del sociólogo. México, Siglo XXI, 1975.
- (1984) Sociología y cultura. México, Grijalbo, 1990.
Delfino, S. (comp.) La mirada oblicua. Bs.As., La Marca, 1993.
Elster, J. (1978) Lógica y sociedad. Barcelona, Gedisa, 1994.
- (1989) El cemento de la sociedad. Barcelona, Gedisa, 1991.
Giddens, A. et al. La teoría social hoy. México, Alianza, 1991 Ginzburg, C. (1986) Historia
nocturna. Barcelona, Muchnik, 1991.
Rodríguez, R. "Tras las huellas del paradigma indicial" en Estudio, nº1, Córdoba, CEA/UNC,
1994.
Verón, E. (1987) La semiosis social. Barcelona, Gedisa, 1987.
Williams, R. (1977) Marxismo y literatura. Barcelona, Península, 1980.

RAUL A. RODRIGUEZ
dom. part.: 27 de abril 1371 Tel (051) 256352
5000, Córdoba

1. A. Giddens, J. Tornar y otros, La teoría social hoy, p.9.

2. G. Bachelard, El racionalismo aplicado, cap. V


1

3. G. Bachelard, La filosofía del no, p.115 y p.119.

4. G. Bachelard, "La valeur inductive de la relativité" citado por G. Cangilhem en


P. Bourdieu et al. El oficio del sociólogo, p.116.

5. G. Bachelard, La filosofía del no, p. 115.

6. E. Verón, La semiosis social, p.124.

7. Véase C. Ginzburg, Historia nocturna, ed. cit., entre otras obras de este autor. El
mismo propone un paradigma indicial para la investigación morfológica en la historia.
En este caso, es importante ver como en los textos, como documentos históricos, se
reconocen las huellas de determinadas conformaciones mentales individuales y
colectivas. También, véase R. Rodríguez, "Tras las huellas del paradigma indicial", ed.
cit.

8. Ibíd., p. 125.

9. Ibíd, p.126.

10. P. Bourdieu, Cosas dichas, p.29.

11. J. Elster, El cemento de la sociedad, p. 282 - 283.

12. Ibíd., pp. 282 - 324.

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