El Tesoro de David - Charles H. Spurgeon
El Tesoro de David - Charles H. Spurgeon
El Tesoro de David - Charles H. Spurgeon
TESORO DE DAVID
Charles H. Spurgeon (1834-1892)
CONTENIDO
Salmo 1
Salmo 5
Salmo 19
Salmo 22
Salmo 51
Salmo 100
Salmo 103
Salmo 133
Salmo 138
Salmo 139
Salmo 1
TÍTULO. Este salmo puede ser considerado EL SALMO
PREFACIO, porque incluye una indicación del contenido de
todo el libro. El anhelo el salmista es enseñarnos el camino a
la bienaventuranza y advertirnos contra la destrucción
segura de los pecadores. Este, pues, es el tema del primer
salmo que puede ser apreciado, en algunos sentidos, como el
texto sobre el cual la totalidad de los salmos constituyen un
sermón divino.
Versículo 1. BIENAVENTURADO—¡Notemos cómo este Libro de los
Salmos comienza con una bendición, igual que el famoso Sermón de nuestro
Señor en el Monte! La palabra traducida “bienaventurado” es… plural.
Podríamos leerla: “¡Oh, las bendiciones!” Y podemos considerarla
acertadamente como una exclamación de gozo de la felicidad del hombre lleno
de gracia. ¡Ojalá que la misma bendición sea nuestra!
No anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en
silla de escarnecedores se ha sentado. Cuando los hombres viven en pecado van
de mal en peor. Al principio sólo andan bajo la influencia de los indiferentes e
impíos que olvidan a Dios. El mal es más bien práctico que habitual. Pero
después de eso, se habitúan al mal y andan en camino de pecadores reconocidos
que a sabiendas violan los mandamientos de Dios; y, si dejados a su propio
criterio, van un paso más allá y llegan a ser ellos mismos maestros pestilentes y
tentadores de otros. Y así es como se sientan en silla de escarnecedores. Han
recibido su título en vicios, y se han instalado como verdaderos Doctores de
Condenación, y son admirados por otros como Eruditos en Belial. Pero el
hombre bienaventurado a quien pertenecen todas las bendiciones de Dios, no
puede tener comunión fraternal con personajes como éstos. Se conserva puro de
estos leprosos, se quita las cosas malas como ropas manchadas por la carne, se
aparta de los impíos, sale de en medio de ellos cargando el reproche de Cristo.
Ay que tuviéramos la gracia de estar así de separado de los pecadores.
Y ahora observe lo positivo de su carácter. En la ley de Jehová está su
delicia. No está bajo la ley como una maldición o condenación, sino que está en
ella y se deleita de estar en ella teniéndola como la regla de la vida. Además, se
deleita en meditar en ella, leerla de día y meditar en ella de noche. Toma un
texto y lo lleva con él todo el día, y en las vigilias de la noche, cuando no puede
dormir, cavila en la Palabra de Dios. En el día de su prosperidad canta salmos
tomados de la Palabra de Dios, y en la noche de su aflicción se reconforta con
las promesas de ese mismo libro. “La ley de Jehová” es el pan cotidiano del
verdadero creyente. ¡Y esto a pesar de que en la época de David, cuán pequeño
era el monto de inspiración, porque casi no tenían nada sino los primeros cinco
libros de Moisés! ¡Entonces, cuánto más debemos nosotros valorar toda la
Palabra de Dios escrita, la que gozamos del privilegio de tener en todas nuestras
casas! Pero, ¡ay, que mal tratamos a este ángel del cielo! No todos somos
bereanos escudriñadores de las Escrituras (Hech. 17:11). ¡Qué pocos entre
nosotros pueden reclamar la bendición de este texto! Quizá algunos de ustedes
pueden pretender tener derecho a una especie de pureza negativa, porque no
andan en camino de pecadores, pero les pregunto: ¿Su deleite está en la ley de
Dios? ¿Estudian la Palabra de Dios? ¿Lo tienen como el hombre de su mano
derecha: su mejor compañero y guía diaria? Si no, esta bendición no les
pertenece.
Versículo 3. Será como árbol plantado—no un árbol silvestre, sino “un
árbol plantado”, escogido, considerado propiedad, cultivado y asegurado contra
el último terrible desarraigo, porque “toda planta que no plantó mi Padre
celestial, será desarraigada” (Mat. 15:13). Junto a corrientes de aguas —de
manera que aunque un río falle, tiene otro. Los ríos del perdón y los ríos de la
gracia, los ríos de la promesa y los ríos de comunión con Cristo, son fuentes de
agua que nunca fallan. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo —ninguna gracia otorgada fuera de tiempo, como
higos prematuros que nunca tienen el mejor sabor. En cambio, el hombre que se
deleita en la Palabra Dios, siendo enseñado por ella, produce paciencia en el
tiempo de sufrimiento, fe en el día de la prueba y gozo santo en la hora de
prosperidad. Dar fruto es una cualidad esencial del hombre lleno de gracia, y ese
fruto debe ser en su tiempo. Y su hoja no cae—Su palabra más débil será eterna,
sus pequeñas obras de amor serán recordadas. No simplemente será preservado
su fruto, sino también sus hojas. No perderá su hermosura ni su fruto. Y todo lo
que hace, prosperará. Bienaventurado es el hombre que tiene una promesa como
esta. Pero no siempre hemos de estimar el cumplimiento de una promesa por
nuestra propia percepción. Mis hermanos, si juzgamos con frecuencia con
nuestros débiles sentidos, llegaremos a la misma conclusión dolorosa de Jacob:
“Contra mí son todas estas cosas” (Gén. 42:36), porque aunque conocemos
nuestro interés en la promesa, estamos tan atormentados y atribulados que
nuestra vista percibe exactamente lo opuesto a lo que la promesa predice. Pero
para el ojo de la fe esta palabra es segura, y por ella percibimos que nuestras
obras prosperan, aun cuando todo parece estar en contra de nosotros. No es la
prosperidad externa lo que el cristiano más anhela y valora, lo que anhela es la
prosperidad del alma… con frecuencia es por la salud del alma que somos
pobres, estamos afligidos y somos perseguidos. Nuestras peores cosas son con
frecuencia las mejores. Así como hay una maldición envuelta en las caridades
del hombre impío, hay una bendición escondida en las cruces, pérdidas y
aflicciones del hombre justo. Las pruebas del santo son cultivos divinos, por los
cuales da crecimiento y produce fruto abundante.
Versículo 4. No así los malos. Hemos llegado al segundo encabezamiento
del salmo. Este versículo usa el contraste del estado lamentoso del malo para
darle más matiz a esa figura bella y placentera que lo precede. La traducción más
contundente de las versiones bíblicas Vulgata y Septuaginta es: “No así los
malos, no así”. Por lo que hemos de entender que lo bueno que se dijo de los
justos no es cierto en el caso del impío. ¡Oh, qué terrible es tener incluido un
negativo doble en las promesas! Y sin embargo, ésta es justamente la condición
de los malos. Tomemos nota del uso del término “malo”, porque, como hemos
visto al principio del salmo, estos son los que dan sus primeros pasos en la
maldad, y son los menos ofensivos de los pecadores. ¡Oh! Si tal es el triste
estado de los que silenciosamente siguen en su propia moralidad y descuidan a
su Dios, ¿cómo será la condición de los pecadores manifiestos y los infieles
desvergonzados? La primera frase es una descripción negativa de los malos, y la
segunda es una figura positiva. Éste es su carácter —son como el tamo,
intrínsicamente inútiles, muertos, inservibles, sin sustancia y arrastrados
fácilmente. Aquí también notamos su condenación —los arrebata el viento. La
muerte los apresurará con su terrible ráfaga al fuego en que serán totalmente
consumidos.
Versículo 5. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio.
Comparecerán en el juicio, pero no para ser absueltos. Allí los dominará el
temor, no podrán mantenerse, no podrán huir, no podrán defenderse porque
serán avergonzados y cubiertos de desprecio eterno.
Bien pueden los santos anhelar el cielo, porque no habrá ningún malo allí: Ni
los pecadores en la congregación de los justos. Todas nuestras congregaciones
en la tierra son mixtas. Cada iglesia tiene en ella un diablo. La cizaña crece en
los mismos surcos que el trigo. No hay suelo que haya sido purgado enteramente
del tamo. Los pecadores se mezclan con los santos, así como la escoria se
mezcla con el oro. Los preciosos diamantes de Dios todavía yacen en el mismo
terreno con los guijarros. Los justos como Lot en este lado del cielo son
continuamente irritados por los hombres de Sodoma. Regocijémonos, entonces,
que en “la congregación de los primogénitos” (Heb. 12:23) no será admitida ni
un alma no renovada. Los pecadores no pueden vivir en el cielo. Estarían fuera
de su elemento. Sería más fácil que un pez viviera en un árbol que un malo en el
Paraíso. El cielo sería un infierno intolerable para el hombre impenitente, aun si
se le permitiera entrar, pero el hombre que persevera en sus iniquidades nunca
recibirá semejante privilegio. ¡Quiera Dios que tengamos un nombre y un lugar
en su corte celestial!
Versículo 6. Porque Jehová conoce el camino de los justos. O como el
hebreo lo dice más plenamente: “El Señor es conocedor del camino de los
justos”. Está mirando constantemente su camino, y aunque con frecuencia puede
ser brumoso y oscuro, el Señor lo sabe. Si está cubierto de las nubes y la
tempestad de la aflicción, él lo comprende. Él cuenta nuestros cabellos; no dejará
que ningún mal nos acontezca. “Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré
como oro” (Job 23:10). Mas la senda de los malos perecerá. No sólo perecerán
ellos mismos, sino que también perecerán sus caminos. El justo talla su nombre
en la roca, pero el malo lo escribe en la arena. El justo abre surcos en la tierra y
levanta una cosecha aquí, que nunca acabará de ser cosechada del todo hasta que
entre en los deleites de la eternidad. Pero en cuanto al malo, abre surcos en el
mar, y aunque parezca dejar una estela brillante detrás de su quilla, las olas
pasarán sobre ella, y el lugar por donde pasó será borrado para siempre. El
“camino” mismo del mal perecerá. Si acaso queda en el recuerdo, será un
recuerdo de lo malo, porque el Señor causará que se pudra el nombre del malo,
será un hedor al olfato de los buenos y será conocido por los malos mismos por
su putrefacción.
¡Quiera el Señor limpiar nuestros corazones y nuestros caminos, que
podamos escapar de la muerte del mal y disfrutar de las bendiciones del justo!
Salmo 5
TEMA. Habrán notado a lo largo del primer, segundo, tercer
y cuarto salmo que el tema es un contraste entre la posición,
el carácter y las perspectivas para el justo y para el malo. En
este salmo notarán lo mismo. El salmista desarrolla un
contraste entre él mismo que ha sido hecho justo por la
gracia de Dios, y los malos que estaban contra él. Para la
mente devota se presenta aquí una imagen hermosa del Señor
Jesús, de quien se dice que en los días de su carne ofrecía
oraciones y súplicas con fuerte llanto y lágrimas.
Versículo 1. Escucha, oh Jehová, mis palabras. Considera mi gemir. Hay
dos tipos de oraciones: las que se expresan con palabras, y los anhelos callados
de las meditaciones silenciosas. Las palabras no son la esencia sino el ropaje de
la oración. Moisés frente al Mar Rojo clamó a Dios, aunque nada dijo. Sin
embargo, el uso del lenguaje puede impedir que la mente se distraiga, puede
ayudar a los poderes del alma y puede despertar la devoción. Vemos que David
hace uso de ambos tipos de oraciones, y anhela para el primero ser escuchado y
para el segundo ser considerado.
Considera mi gemir. ¡Qué frase tan expresiva! Si he pedido lo que es
correcto, concédemelo; si he omitido pedir lo que más necesito, llena el vacío en
mi oración. Haz que tu alma santa lo considere como presentado por medio del
Mediador de toda gloria: luego, Señor, examínalo en tu sabiduría, pésalo en
balanza, juzga tú mi sinceridad y el verdadero estado de mis necesidades ¡y
respóndeme a tu tiempo según tu misericordia! Puede haber una intercesión
donde no hay palabras y puede haber palabras que no son verdaderamente
súplicas. Cultivemos el espíritu de oración que es aún mejor que el hábito de
orar. A veces parece que hay oración donde hay poca devoción. Debemos
comenzar a orar antes de arrodillarnos, y no debemos dejar de hacerlo cuando
nos ponemos de pie.
Versículo 2. La voz de mi clamor. En otro salmo encontramos la expresión
“La voz de mi llanto”. ¡El llanto tiene voz: un tono suave, melancólico, una
estridencia que llega al corazón mismo de Dios! Y el clamor tiene una voz: una
elocuencia que conmueve el alma; y al brotar de nuestro corazón llega al
corazón de Dios! ¡Ah! mis hermanos y hermanas, a veces no podemos ponerle
palabras a nuestras oraciones. No son más que un clamor, pero el Señor puede
comprender su significado porque oye la voz de nuestro clamor. Para un padre
amante, el clamor de sus hijos es música, y tiene una influencia mágica que su
corazón no puede resistir. Rey mío y Dios mío. Observemos con cuidado estos
pequeños pronombres posesivos: “Rey mío y Dios mío”. Son la médula y el
tuétano de la plegaria. He aquí un gran argumento de por qué Dios debe
contestar la oración: porque es nuestro Rey y nuestro Dios. No somos extraños
para él: él es el Rey de nuestra nación. Se espera que los reyes escuchen las
peticiones de su propio pueblo. No somos desconocidos para él; somos sus
adoradores y él es nuestro Dios: nuestro por medio de un pacto, una promesa, un
juramento y por sangre.
Porque a ti oraré. Aquí expresa David su declaración de que buscará a Dios,
y sólo a Dios. Dios tiene que ser el único objeto de adoración, el único recurso
de nuestra alma en los tiempos de necesidad. Dejen las cisternas rotas a los
impíos, y dejen que los santos beban únicamente de la fuente divina. A ti oraré.
El salmista toma una resolución: que mientras viva orará. Nunca dejará de
suplicar, aunque la respuesta no llegue.
Versículo 3. Fíjense que no es tanto una oración como una declaración:
oirás mi voz, no permaneceré mudo, no guardaré silencio, no reprimiré mis
palabras, clamaré a ti porque el fuego que arde en mí me impulsa a orar.
Preferimos morir a vivir sin orar. Ningún hijo de Dios es poseído por un diablo
mudo.
De mañana. Este es el mejor momento para conversar con Dios. Una hora en
la mañana vale por dos en la noche. Mientras el rocío está sobre el pasto, que
descienda la gracia sobre el alma. Demos a Dios la mañana de nuestros días y la
mañana de nuestra vida. La oración debe ser la llave que abre el día y la llave
que cierra la noche. El compromiso debe ser tanto la estrella de la mañana como
la estrella de la noche.
Si meramente leemos la versión en nuestro idioma no captamos el rico
contenido de las palabras en hebreo, su idioma original. Me presentaré delante
de ti. Es la palabra que se usaba para indicar colocar en orden la leña y los trozos
de la víctima en el altar, y se usaba también para indicar la puesta del pan sin
levadura en la mesa. Significa sencillamente esto: “Colocaré en orden delante de
ti mi oración”, la colocaré sobre el altar en la mañana, tal como el sacerdote
coloca en orden el sacrificio matutino. Colocaré en orden mi oración, o, como
dijera alguien: “Organizaré mis oraciones”, las pondré en orden, y las colocaré
en los lugares apropiados a fin de poder orar con todas mis fuerzas y hacerlo de
un modo aceptable.
Y esperaré. Esperaré la respuesta, después de que he orado, esperaré que
llegue la bendición. Es una palabra usada en otro lugar donde leemos acerca de
los que esperan la mañana. ¡De la misma manera, esperaré tu respuesta, mi
Señor! Extenderé mi oración como la víctima sobre el altar, y miraré hacia lo
alto, y esperaré recibir la respuesta como fuego del cielo para consumir el
sacrificio.
La última parte de este versículo sugiere dos preguntas. ¿No es cierto que
nos perdemos gran parte de la dulzura y la eficacia de la oración por falta de una
meditación cuidadosa previa y de esperanzada expectativa después de ella? Con
demasiada frecuencia nos apuramos por ir a la presencia de Dios sin ninguna
reflexión previa y sin humildad. Somos como los hombres que se presentan ante
un rey sin una petición, entonces, ¿por qué nos sorprende que muchas veces nos
perdemos la respuesta a la oración? Tenemos que tener cuidado de siempre
mantener fluyendo la corriente de la meditación, porque ésta es el agua que hace
andar el molino de la oración. Es inútil abrir las compuertas de un río seco, y
luego esperar ver que gire la rueda del molino. La oración sin fervor es como ir
de caza con un perro muerto, y la oración sin preparación es cazar con un halcón
ciego. La oración es la obra del Espíritu Santo, pero él obra por medios. Dios
hizo al hombre, pero usó el polvo de la tierra como el material. El Espíritu Santo
es el autor de la oración pero usa los pensamientos del alma ferviente como el
oro con el cual diseñar el recipiente. No dejemos que nuestras oraciones y
alabanzas sean las chispas de una mente caliente y precipitada, sino la llama
constante de un fuego bien encendido.
Pero, además, ¿no es cierto que nos olvidamos de esperar el resultado de
nuestras súplicas? Somos como el avestruz, que pone sus huevos y no se ocupa
de su cría. Plantamos la semilla, pero somos demasiado perezosos para buscar
una cosecha. ¿Cómo podemos esperar que el Señor abra las ventanas de su
gracia y derrame sobre nosotros una bendición, si no abrimos las ventanas de la
expectativa y esperamos el favor prometido? Hagamos que la preparación santa
vaya de la mano con la expectativa paciente, y obtendremos respuestas mucho
más grandes a nuestras oraciones.
Versículo 4. Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; El
malo no habitará junto a ti. Y ahora, habiendo el salmista expresado su
determinación de orar, lo escuchamos elevando su oración. Ruega contra sus
enemigos crueles y malvados. Usa un argumento muy poderoso. Le ruega a Dios
que los aparte de él, porque no han agradado a Dios. “Cuando oro contra mis
tentadores”, dice David, “oro contra las cosas que precisamente tú aborreces”.
Tú aborreces la maldad: ¡Señor, te ruego que me libres de ella!
Aprendamos aquí la verdad solemne del aborrecimiento que un Dios justo
debe tener al pecado. No se agrada de la maldad, a pesar de lo ingeniosa,
grandiosa u orgullosamente se presente. Su brillo no tiene para él ningún
atractivo. Los hombres pueden inclinarse ante una villanía exitosa, y olvidar la
maldad de la batalla en lo espectacular del triunfo, pero el Dios de Santidad no
es como nosotros. El malo no habitará junto a ti. No le dará ni el más mínimo
refugio. Ni en la tierra ni el cielo compartirá el mal la mansión de Dios. ¡Ay, que
necios somos si intentamos atender a dos visitas tan hostiles entre sí como lo son
Cristo Jesús y el diablo! Demos por seguro que Cristo no vivirá en la sala de
nuestro corazón si atendemos al diablo en el sótano de nuestros pensamientos.
Versículo 5. Los insensatos no estarán delante de tus ojos. Los pecadores
son insensatos en mayúscula. Un pecadito es una gran insensatez, y la más
grande de todas las insensateces es un gran pecado. Los reyes terrenales solían
incluir a bufones entre sus séquitos, pero el Dios único y sabio no tolerará a
ningún bufón en su palacio celestial. Aborreces a todos los que hacen iniquidad.
No es meramente un poco de antipatía, sino un aborrecimiento total el que Dios
siente por los que hacen iniquidad. Ser aborrecido por Dios es cosa terrible.
¡Seamos muy fieles en advertir a los malos a nuestro alrededor, porque será para
ellos una cosa terrible caer en las manos de un Dios airado!
Versículo 6. Observemos que los que hablan vilezas tienen que ser
castigados tanto como los que hacen iniquidad, porque destruirás a los que
hablan mentira. Todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con
fuego y azufre. El hombre puede mentir sin temerle a la ley del hombre, pero no
puede escapar de la ley de Dios. Los mentirosos tienen alas cortas, pronto
acabará su vuelo y caerán en el torrente ardiente de la destrucción. Al hombre
sanguinario y engañador abominará Jehová. Los hombres sanguinarios se
emborracharán con su propia sangre, y los que engañan a otros terminarán
siendo engañados. Nuestro viejo proverbio dice: “Los hombres sanguinarios y
engañadores se cavan su propia fosa”. La voz del pueblo es en este caso la voz
de Dios. ¡Qué fuerte es la palabra aborrecer! ¿No es cierto que nos muestra cuán
fuerte y profundo es el aborrecimiento de Dios contra los obreros de iniquidad?
Versículo 7. Con este versículo finaliza la primera parte del salmo. El
salmista se ha arrodillado en oración; ha descrito ante Dios, como un argumento
para ser librado, el carácter y el destino del malo; y ahora contrasta esto con la
condición del justo. Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu
casa. No me quedaré afuera, entraré en tu santuario tal como un niño entra en la
casa de su padre. Pero no lo haré por mis propios méritos; no, tengo una multitud
de pecados y por lo tanto entraré por la multitud de tus misericordias. Me
acercaré a ti con confianza por tu gracia inconmensurable. Todos los juicios de
Dios han sido contados, pero sus misericordias son innumerables; él da su ira por
medida, pero sin medida su misericordia. Adoraré hacia tu santo templo en tu
temor: hacia el templo de tu santidad. El templo terrenal no había sido
construido en esa época, no era más que un tabernáculo, pero David anhelaba
fijar su mirada espiritual en aquel templo de la santidad de Dios donde, entre las
alas del querubín, Jehová mora en una luz inefable. Daniel abrió su ventana
hacia Jerusalén, pero nosotros abrimos nuestro corazón hacia el cielo.
Versículo 8. Ahora llegamos a la segunda parte donde el salmista repite sus
argumentos, cubriendo nuevamente los mismos temas. Guíame, Jehová, tal
como un pequeñito es guiado por su padre, como un ciego es guiado por su
amigo. Es un caminar seguro y placentero cuando Dios nos guía. En tu justicia,
no en mi propia justicia porque ésta es imperfecta, sino la tuya porque tú eres la
justicia misma. Endereza delante de mí tu camino, no el mío. Hermanos, cuando
hemos aprendido a renunciar a nuestro propio camino y anhelamos andar en el
camino de Dios, es una feliz señal de gracia; no es una misericordia nada
pequeña ver el camino de Dios claramente frente a nosotros. Los errores
relacionados con nuestro deber nos pueden llevar a un mar de pecados antes de
que sepamos dónde estamos.
Versículo 9. Esta descripción del hombre depravado fue copiada por el
apóstol Pablo, y junto con algunas otras citas, la colocó en el segundo capítulo
de Romanos como una descripción exacta de toda la raza humana, no de los
enemigos de David únicamente, sino de todos los hombres por naturaleza.
Porque en la boca de ellos no hay sinceridad. O, podríamos decir: “Tienen una
lengua de la cual se deslizan alabanzas, tienen mucha labia”. La mucha labia es
una gran maldad, muchos se dejan engañar por ella. Hay muchos osos
hormigueros humanos quienes con sus largas lenguas cubiertas de elogios
tientan y atrapan al desprevenido para su propio beneficio. Cuando el lobo lame
al cordero se está preparando para mojar sus dientes en su sangre. Tomemos nota
de una comparación extraordinaria: Sepulcro abierto es su garganta, un sepulcro
lleno de repugnancia… pestilencia y muerte. Pero peor que esto, es un sepulcro
abierto, con todos sus gases fétidos que suben para extender muerte y
destrucción a su alrededor. Entonces, en cuanto a la garganta del malo, sería una
gran misericordia si pudiera estar siempre cerrada. Si pudiéramos sellar la boca
del malo de modo que esté siempre en silencio sería como un sepulcro cerrado,
no haría mucho daño. Pero, sepulcro abierto es su garganta, en consecuencia,
exhala y desparrama toda la perversidad de su corazón. Qué peligroso es un
sepulcro abierto, en su andar, el hombre puede dar un traspié y caer en él, para
encontrarse entre los muertos. ¡Ay! Cuídense del hombre malo, porque no hay
cosa que no diga para arruinarlos; anhela destruir su carácter y enterrarlos en el
repugnante sepulcro de su propia garganta malvada. Pero inyectemos aquí un
pensamiento dulce. En la resurrección habrá una resurrección no sólo de los
cuerpos, sino del carácter. Esto es un gran consuelo para el hombre que ha sido
maltratado y calumniado. “Entonces los justos resplandecerán como el sol”
(Mat. 13:43). El mundo puede creernos viles y arruinar nuestro carácter, pero si
hemos sido rectos, en la resurrección, este sepulcro abierto que es la garganta del
pecado será obligado a presentar nuestro carácter celestial, y apareceremos y
seremos honrados por los hombres.
Versículo 10. Contra ti: no contra mí. Si fueran mis enemigos los
perdonaría, pero no puedo perdonar a los tuyos. Debemos perdonar a nuestros
enemigos, pero no tenemos en nosotros el poder de perdonar a los enemigos de
Dios. Estas expresiones han sido consideradas crueles y ofensivas al oído de
personas sensibles. “¡Ay!” dicen, “son rencorosas y vengativas”. Recordemos
que pueden ser traducidas como profecías, no como deseos, pero no queremos
valernos de esta manera de escapar. Nunca hemos oído de ningún lector de la
Biblia que, después de leer estos pasajes, se haya vuelto vengativo por haberlos
leído, y es justo examinar la naturaleza de un escrito a la luz de sus efectos.
Cuando oímos a un juez condenar a un asesino, por más severa que sea su
sentencia, no sentimos que eso nos da derecho ni justificación para condenar a
otro por algún daño particular que nos haya hecho. Aquí el salmista habla como
un juez, habla como el vocero de Dios, y al condenar al impío no por eso es
excusa alguna para decir nada que sea una maldición sobre los que nos han
ofendido. La manera más vergonzosa de maldecir a otro es pretender que lo
bendecimos… los bendecimos de palabra pero en realidad los maldecimos.
Ahora bien, como un contraste directo presentamos esta denuncia sana de David,
que tiene la intención de ser una bendición al advertir al pecador sobre la
inminente maldición. ¡Hombre impenitente, tienes que saber que todos tus
amigos consagrados darán su aprobación solemne a la sentencia terrible que el
Señor pronunciará contra ti en el día del juicio! Nuestro veredicto aplaudirá la
maldición condenatoria que el Juez de toda la tierra emitirá estruendosamente
contra los impíos.
En el versículo siguiente encontramos una vez más el contraste que ha
caracterizado a los salmos anteriores.
Versículo 11. Pero alégrense todos los que en ti confían. La alegría es el
privilegio del creyente. Cuando los pecadores sean destruidos, nuestra alegría
será total. Primero ellos ríen pero después llorarán para siempre. Nosotros
lloramos ahora, pero nos alegraremos eternamente. Cuando ellos griten de dolor,
nosotros gritaremos de gozo, y así como ellos gemirán para siempre, nosotros
gritaremos de alegría para siempre. Esta felicidad santa y absoluta nuestra tiene
un fundamento firme, porque, Oh Señor, nos gozamos en ti. El Dios eterno es la
fuente de nuestra felicidad. Amamos a Dios, y por ello, nos deleitamos en él.
Nuestro corazón está tranquilo en nuestro Dios. Comemos abundantemente
todos los días porque nos alimentamos de él. Tenemos música en la casa, música
en el corazón y música en el cielo porque el Señor Jehová es nuestra fortaleza y
nuestro canto, y también ha llegado a ser nuestra salvación.
Versículo 12. Jehová ha designado a su pueblo para ser herederos de la
bendición, y nada les quitará su herencia. Con toda la plenitud de su poder los
bendecirá, y todos sus atributos se unirán para saciarlos de contentamiento
divino. Y no es esto meramente para el presente, sino que la bendición se
extiende al largo y desconocido futuro. Tú, oh Jehová, bendecirás al justo. Esta
es una promesa de duración infinita, de alcance sin límites, y de un valor
indecible. En cuanto a la defensa que el creyente necesita en este campo de
batalla, ésta le es prometida sin límite. En la antigüedad había escudos tan
grandes como el cuerpo entero del hombre, que lo rodeaba completamente. Del
mismo modo, dice David, como con un escudo lo rodearás de tu favor… Aquí
también está la idea de ser coronado, de modo que usamos un yelmo real, que es
nuestra gloria y a la vez nuestra defensa. ¡Oh Señor, danos por tu gracia esta
coronación!
Salmo 19
(Versículos seleccionados)
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