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Discipulado profundo
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Discipulado profundo

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Todos somos discipulados. La verdadera pregunta es: ¿Qué nos está discipulando?

La mayoría de los cristianos hoy en día son discipulados por medios populares, eventos ostentosos y teología tradicional porque las iglesias han descuidado su responsabilidad de hacer discípulos. Pero la iglesia no es una plataforma secundaria en la misión de Dios; es la plataforma principal que Dios usa para que Su pueblo crezca a la imagen de Jesús. Por lo tanto, como líderes en la iglesia, es nuestra responsabilidad principal establecer entornos y relaciones donde las personas puedan ser entrenadas, crecer y ser enviadas como discípulos.

Hay tres elementos indispensables del discipulado:

-Aprender a participar en la historia bíblica (la Biblia).
-Crecer en nuestra confesión de quién es Dios y quiénes somos nosotros (teología).
-Participar regularmente en acción intencional privada y corporativa (disciplinas espirituales).


Discipulado profundo equipa a las iglesias a reclamar la responsabilidad de discipular a las personas en cualquier punto de su jornada.

Everyone is being discipled. The question is: What is discipling us?

The majority of Christians today are being discipled by popular media, flashy events, and folk theology because churches have neglected their responsibility to make disciples. But the church is not a secondary platform in the mission of God; it is the primary platform God uses to grow people into the image of Jesus. Therefore, as church leaders, it is our primary responsibility to establish environments and relationships where people can be trained, grow, and be sent as disciples.

There are three indispensable elements of discipleship:

-Learning to participate in the biblical story (the Bible).
-Growing in our confession of who God is and who we are (theology).
-Regularly participating in private and corporate intentional action (spiritual disciplines).


Deep Discipleship equips churches to reclaim the responsibility of discipling people at any point on their journey.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2022
ISBN9781087757896
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    Discipulado profundo - J.T. English

    introducción

    Diagnóstico de la enfermedad del discipulado

    El fin de semana del Día de los Caídos de 2018, mi esposa y yo íbamos de camino a ver a un cirujano ortopédico en Dallas. Durante varias semanas ella había estado experimentando cada vez más dolor en su muslo derecho. Como es una persona activa, lo atribuimos a un uso excesivo; tal vez tiró de algo o fue un ligero desgarramiento. Después de semanas de ­estiramientos, aplicación de hielo y muchos otros remedios, no pudimos controlar el dolor. Tuvimos que consultar a un médico.

    Después de hacernos una lista de preguntas, los médicos decidieron realizar una resonancia magnética para ver si podían detectar con exactitud lo que estaba sucediendo. Después de la resonancia magnética, ambos nos sentamos nerviosos en la sala de espera. Todo tipo de locuras pasan por la cabeza de la gente en una sala de espera. Preguntas como: ¿Es peor de lo que creemos? ¿No es tan malo como creemos? ¿Todo va a estar bien? ¿Requerirá cirugía y rehabilitación?

    Después de una larga espera nos llamaron de nuevo a una pequeña habitación para esperar un poco más. Nos sentamos allí durante otros treinta minutos, mientras nuestros pensamientos giraban a gran velocidad en nuestra mente. Nada podría habernos preparado para lo que pasaría después. El médico entró, y algunas de las primeras palabras que dijo fueron: «Tengo que ser sincero con ustedes; esto no se ve bien».

    Era como si alguien me hubiera sacado todo el aire de un golpe. ¿Qué significa que esto no se ve bien? ¿Qué pasa? ¿Qué tan mal se encuentra? No sabía lo que estábamos a punto de oír, pero sabía que no lo esperaba. Procedió a decirnos que parecía que Macy tenía un sarcoma maligno de alto grado: cáncer. Los sarcomas son tumores cancerosos; «de alto grado» significaba que estaba creciendo rápido y que tenía una alta probabilidad de propagarse a otras partes de su cuerpo. En una sola visita al médico pasamos de pensar que tenía un tirón muscular a cuál podría ser su esperanza de vida.

    Como era el fin de semana del Día de los Caídos, nos dijo que quería vernos a primera hora de la mañana del martes con el fin de hacer una biopsia para confirmar el diagnóstico inicial. Ese fue el fin de semana más largo de nuestras vidas. Recibimos a un sinnúmero de personas en nuestra casa para orar y pedir sanidad. Derramamos innumerables lágrimas, cantamos canciones de adoración, leímos las Escrituras y nos preguntamos cómo afectaría a nuestros dos bebés que tenían tres años y nueve meses en ese momento. Rogamos a Dios que realizara un milagro.

    Fuimos a la piscina el Día de los Caídos para tratar de olvidar todo lo que estaba sucediendo y porque la ingravidez del agua ayudaba a aliviar un poco el dolor. Nunca olvidaré que nos tomamos una fotografía de los cuatro en la piscina. Todos estábamos sonriendo; parecíamos una familia joven y llena de vida sin una sola preocupación en el mundo, pero por dentro estábamos aterrorizados.

    El martes por la mañana fuimos al hospital para que realizaran una biopsia en el tumor con el fin de confirmar el diagnóstico. La biopsia duró varias horas, y me senté en la sala de espera con nuestra familia y varios amigos. Durante las siguientes horas los médicos salían a dar noticias a otras familias. Parecía que muchos de ellos estaban recibiendo buenas noticias justo allí en la sala de espera. Entonces salió una enfermera y me pidió que me reuniera con el médico en una sala de conferencias privada. Comencé a entrar en pánico. ¿Una sala de conferencias privada? ¿Por qué no podía compartir la información conmigo en la sala de espera? ¿Es peor de lo que pensaba? ¿No es tan malo como pensaba? Me fui a la sala de conferencias donde me alcanzó unos minutos más tarde. Me dijo que el informe de patología parecía confirmar el diagnóstico inicial, aunque sentía un poco más de optimismo con respecto a que el tumor podría no ser de un grado tan alto como pensaba originalmente. Sin embargo, también me dijo que había algunas lecturas inusuales en el informe y que le gustaría enviarlo a Harvard para un mayor análisis.

    Me dijo que era probable que el plan de tratamiento incluyera varias rondas de radiación, seguidas de una cirugía para extirpar el tumor, seguida de una forma bastante agresiva de quimioterapia. Su consultorio comenzó a hacer citas para consultas con los radiólogos y los quimioterapeutas, y él serviría como el cirujano. Antes de irnos, nos dio instrucciones de no comenzar ninguno de los tratamientos de radiación hasta que respondiera el patólogo de Harvard, en caso de que tuviera que añadir algo al diagnóstico o cambiarlo.

    No podía creer que quisiera esperar tanto tiempo. Si mi esposa tenía una forma agresiva de cáncer en su pierna, yo quería empezar a tratarlo de inmediato. Si tenía la oportunidad de extenderse a otras partes de su cuerpo, ¿cómo podríamos dejar que se quedara en su pierna mientras esperábamos otra consulta? Nos aseguró que, aunque tenía una relativa confianza en su diagnóstico, siempre era mejor estar 100 % seguro antes de comenzar cualquier plan de tratamiento. Dijo que el riesgo de diagnosticar mal su enfermedad llevaría a darle un tratamiento equivocado, lo que podría ser catastrófico. En este caso, el diagnóstico erróneo y un tratamiento equivocado podrían ser fatales. En otras palabras, necesitábamos saber exactamente con qué estábamos lidiando antes de idear una estrategia específica para el tratamiento.

    Así que, tuvimos que jugar al juego de la espera. A lo largo de los diez días siguientes comenzamos todas nuestras consultas y establecimos un programa de radiación. Estos fueron algunos de los días más largos y difíciles de nuestras vidas. Su dolor iba en aumento, y sin importar qué tipo de analgésico tomara, no podíamos controlarlo. Empecé a pensar en la pesadilla de cómo sería criar a nuestros dos hijos yo solo. Pasamos tiempo recorriendo toda la ciudad para hacer más escaneos en su pierna y escaneos de todo el cuerpo para ver si el cáncer se había extendido a algún otro lugar. Estábamos en las profundidades de la desesperación.

    Alrededor de las 6:00 p. m. del 13 de junio, recibimos una llamada del médico, pero debido a que el teléfono de Macy estaba en silencio, la perdimos. Escuchamos frenéticamente el correo de voz y dijo que lo llamáramos lo antes posible porque tenía una actualización importante para nosotros. Lo llamamos... señal de ocupado.

    Lo llamamos de nuevo... señal de ocupado.

    Tercera vez, y por fin nos contestó.

    Comenzó a decirnos que acababa de recibir un informe del patólogo de Harvard que sugería que Macy había sido diagnosticada erróneamente: no tenía cáncer. ¿Qué? ¿Diagnóstico erróneo? ¿Todo lo que habíamos estado haciendo, todas las noches de insomnio, todas las exploraciones, las oraciones, todo lo que habíamos vivido durante las últimas semanas fue en vano?

    Si no era cáncer, entonces ¿qué era? Su dolor seguía siendo abrumador y sabíamos con certeza que tenía una masa en la pierna. «Bueno, si no es cáncer —le pregunté al médico—, esta vez ¿sabe qué es? Y ¿qué tan seguro está?». Procedió a decirnos que creía que Macy tenía una acumulación de sangre poco común que se había formado como resultado de algún trauma localizado, como pellizcarse un músculo, golpearse la cadera o algo así. El pequeño charco de sangre comenzaba a formar una masa dura en su muslo, semejante a un hueso. Esta condición se conoce como miositis osificante, que es un tumor benigno conocido por imitar tumores patológicos más agresivos como un sarcoma. Dijo que todavía sería una recuperación larga y dolorosa, pero que no era mortal ni amenazadora de ninguna manera.

    Había sido diagnosticada erróneamente. No tenía cáncer. Esto significaba que no habría radiación, cirugía ni quimioterapia.

    Durante las primeras horas simplemente celebramos, lloramos, adoramos, llamamos a familiares y amigos con las buenas noticias y nos abrazamos. Por fin, comenzamos a procesar todo lo que había ocurrido durante las últimas semanas. Era tan difícil entender que no tuviera cáncer.

    Esas tres semanas marcaron de forma indeleble el resto de nuestras vidas. Jamás podríamos hacerlas desaparecer. No podíamos recuperar las lágrimas que lloramos. No tendríamos de vuelta esas noches de insomnio, en las que le rogábamos a Dios que actuara. Esas tres semanas, el diagnóstico equivocado, las noches de insomnio, las reuniones de oración, los amigos y los familiares que rogaban a Dios por nosotros; puedo recordar todo como si fuera ayer.

    El peligro de un diagnóstico erróneo

    Una de las muchas lecciones que aprendimos en esa temporada fue la importancia de obtener un diagnóstico correcto. ¿Qué hubiera sucedido de haber procedido rápido con la radiación antes de recibir la respuesta del especialista? ¿Qué hubiera sucedido de haber comenzado el tratamiento demasiado pronto, un tratamiento que hubiera hecho más daño que bien? ¿Qué hubiera pasado de haber procedido con confianza a un plan de tratamiento para una enfermedad que no tenía por haber estado tan convencidos de que tenía cáncer? Aunque nuestro primer médico se equivocó en el diagnóstico inicial, estoy agradecido de que hubiera tenido la sensatez de obtener otra opinión antes de seguir adelante con el tratamiento, porque en este caso el diagnóstico erróneo y el tratamiento equivocado podrían haber sido mortales. Obtener el tratamiento correcto depende por completo de obtener el diagnóstico correcto.

    Creo, de manera similar, que la iglesia local tiene una enfermedad de discipulado. Y sin el diagnóstico y el plan de tratamiento adecuados, haremos más daño que bien.

    A lo largo de las últimas décadas la iglesia occidental ha notado síntomas alarmantes de nuestra enfermedad de discipulado. Algunos de estos síntomas incluyen personas que abandonan la iglesia, estudiantes que abandonan la iglesia después de la escuela secundaria, disminución de la asistencia y quizá lo más importante: la falta de seriedad entre nuestra gente sobre lo que en realidad significa ser un seguidor de Cristo. A partir de un examen de estos síntomas hemos llegado a pensar que nuestra enfermedad es que la iglesia se ha vuelto cada vez más irrelevante y pide demasiado de las personas que quieren involucrarse. Vemos que estamos perdiendo participación de mercado en el mundo de las ideas y en los ritmos de la vida cotidiana de las personas.

    La iglesia parece pensar que nuestra enfermedad es que nos hemos vuelto demasiado profundos.

    Con el fin de tratar esta enfermedad hemos buscado desarrollar estrategias de ministerio que requieran menos personas, en lugar de más, estrategias que se enfoquen en mantener a los discípulos en la iglesia en lugar de hacer crecer discípulos en la iglesia y que vean al pastor más como un director de mercadotecnia que un ministro. Estamos desesperados y solo queremos que el sangrado se detenga, así que hemos bajado el estándar y nos hemos conformado con un discipulado con el mínimo común denominador.

    Lamentablemente, creo que muchos de nosotros hemos diagnosticado mal la enfermedad y le estamos dando un tratamiento equivocado a la iglesia.

    La enfermedad de nuestro ministerio no es que la iglesia evangélica sea demasiado profunda, sino que es demasiado superficial. Los síntomas de las personas y los estudiantes que abandonan la iglesia, la falta de discípulos maduros o la disminución de la asistencia son síntomas que no deberían decirnos que somos demasiado profundos, sino demasiado triviales.

    La gente se va no porque les hayamos dado demasiado, sino porque les hemos dado muy poco. Se van de la iglesia porque no les hemos dado ninguna razón para quedarse. Estamos tratando los síntomas de la enfermedad equivocada. El discipulado profundo se trata de dar a las personas más Biblia, no menos; más teología, no menos; más disciplinas espirituales, no menos; más evangelio, no menos; más Cristo, no menos.

    La gente se está yendo de la iglesia no porque les hayamos pedido demasiado, sino porque no les hemos pedido lo suficiente. Le estamos dando a la gente una espiritualidad superficial y genérica cuando necesitamos darles un cristianismo distintivo. Hemos intentado tratar nuestra enfermedad del discipulado apelando al mínimo común denominador, simplificando demasiado el discipulado y limando los bordes de lo que significa seguir a Cristo.

    En pocas palabras, nos hemos conformado con un enfoque superficial del discipulado porque hemos creído que la amplitud conducirá a la profundidad. Hemos adoptado filosofías de ministerio que se enfocan en el crecimiento de multitudes en lugar de en el crecimiento de los cristianos. Les hemos pedido a nuestros pastores que sean directores de mercadotecnia, y no ministros del evangelio. En la iglesia nos enfocamos en mantener a las personas, pero si quieren crecer, tienen que salir de la iglesia. Pensamos en cómo retener a las personas en lugar de en cómo formarlas.

    Creo que es hora de que la iglesia haga algunas preguntas serias sobre nuestra enfermedad compartida y cómo podemos comenzar a crear la profundidad que podría conducir a la amplitud. Quizá la iglesia debería empezar a pensar en lo que significa ir a lo profundo con menos, en lugar de ir más amplio con muchos. ¿Y si nuestro momento cultural está invitando a la iglesia a encarnar la profundidad y la sustancia de la fe cristiana, no una espiritualidad superficial que atraiga a las masas?

    No solo eso, sino ¿qué pasaría si pudiéramos desarrollar una filosofía de ministerio que ayudara a las personas a crecer y a madurar para convertirse en discípulos profundos e integrales? ¿Qué pasaría si pudiéramos desarrollar e implementar una filosofía de ministerio que nos ayudara no solo a apelar al mínimo común denominador, sino que creara una insatisfacción en la gente que se quedara allí? ¿Qué pasaría si hiciéramos mejores preguntas sobre nuestra filosofía de ministerio que a la larga condujera al crecimiento y florecimiento de discípulos maduros e integrales en el contexto de la iglesia local?

    Mi esperanza en este libro es presentar un paradigma que ayudará a las iglesias locales a implementar una filosofía de ministerio que hará crecer y madurar a discípulos profundos e integrales. Mi esperanza es que las iglesias locales crezcan en su confianza en que si nos enfocamos en hacer crecer a los discípulos edificaremos a la iglesia, pero si nos enfocamos en hacer crecer la iglesia, podemos descuidar la formación de los discípulos. La forma principal en la que pretendo hacerlo es mediante reformular la filosofía del ministerio por medio de hacer mejores preguntas. Al hacer mejores preguntas, creo que también obtendremos mejores respuestas.

    La primera pregunta del capítulo 1 es: «¿Por qué importa el discipulado profundo?». Específicamente, consideraremos la naturaleza y el carácter de Dios y exploraremos cómo su inagotable belleza, gloria y riquezas son importantes para el desarrollo de discípulos profundos. En este capítulo expondré el caso de que nuestra filosofía del ministerio no solo debe basarse en lo que Dios hace, sino, más importante, en quién es Dios.

    La segunda pregunta se tratará en los capítulos 2 y 3. En lugar de hacer la pregunta: «¿Dónde podemos formar discípulos integrales?», quisiera que hiciéramos la mejor pregunta: «¿Dónde deberíamos formar discípulos integrales?». Esta es, en última instancia, la pregunta del espacio: ¿dónde debería suceder el discipulado profundo? En estos capítulos estudiaremos por qué el contexto principal del discipulado se encuentra en la iglesia local. El discipulado fuera de la iglesia local está explotando porque se descuida el discipulado dentro de la iglesia local, pero veremos que Jesús ha comisionado a la iglesia local específicamente para enseñar, formar y desarrollar seguidores maduros de Cristo.

    No solo veremos que los discípulos se forman en la iglesia local, sino que las iglesias locales deben pensar de manera intencional en qué espacios están usando para formar discípulos integrales. ¿Se forman los discípulos principalmente en la reunión general, en los grupos de hogar o en entornos educativos? En este capítulo expondré el caso de que la iglesia local debería considerar cómo los enfoques del ministerio basados en la comunidad se beneficiarían de la recuperación de una

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